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KOBIE (Serie Anejos).

Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.° 8, pp. 243 a 274, año 2004.
ISSN 0214-7971
Web http://www.bizkaia.eus/kobie

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS


DURANTE EL TARDIGLACIAL: EL MAGDALENIENSE INICIAL,
INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

Historical Evolution of Cantabrian societies in the late glacial period: the first,
early and middle Magdalenian: 16,500 - 13,000 BP

Pilar Utrilla Miranda (*)

RESUMEN:

Inicialmente se discute, desde una perspectiva historiográfica, la organización del registro arqueológico
correspondiente al Magdaleniense Antiguo de la costa cantábrica, con especial atención a la debatida cuestión
de las facies del Magdaleniense Arcaico e Inferior. Con posterioridad, se incide en determinados aspectos de
aquellas sociedades del Magdaleniense antiguo, como las zonas de hábitat, las estrategias de subsistencia, el
adorno y el comportamiento simbólico.
Palabras clave: Región Cantábrica, Magdaleniense Antiguo, Facies, Subsistencia, Simbolismo.

ABSTRACT:

First, the organisation of the archaeological record corresponding to the oldest Magdalenian on the Canta-
brian Coast is discussed, with special attention to the controversial topic of the archaic and early Magdalenian
facies. Second, certain aspects of the oldest Magdalenian societies are examined, such as areas of habitat, sub-
sistence strategies, ornamentation and symbolic behaviour.
Key words: Cantabrian Spain, Oldest Magdalenian, Facies, Subsistence, Symbolism.

LABURPENA:

Hasiera batean Kantauri aldeko kostaldeko Lehen Magdalen aldiari dagokion arkeologiako erregistroaren
antolaketaz eztabaidatzen da, historiografiako ikuspegitik eztabaidatu ere, Magdalen aldi arkaiko eta Behekoa-
ren fazies kontu eztabaidatuari arreta berezia eskainiz. Gero, Lehen Magdalen aldiko jendarte haien ezaugarri
batzuei buruz aritzen da, habitat aldeak, bizirauteko estrategiak, apainketa eta portaera sinbolikoez bestea bes-
te.
Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Lehen Magdalen aldia, Fazies, Biziraupena, Sinbolismoa.

(*) Universidad de Zaragoza


244 PILAR UTRILLA MIRANDA

1. LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL una y dos hileras de dientes. Sin embargo, el Abate


MAGDALENIENSE EN LA ESCUELA hizo algo de trampa pues, según nos cuenta Cheynier
FRANCESA: LA ETAPA CLÁSICA DEL AUGE (1967, 231), había clasificado los objetos del Magda-
DE LAS PERIODIZACIONES Y LA leniense Antiguo de Placard según sus pátinas y la
BÚSQUEDA DE ESTRATIGRAFÍAS brecha adherente, ya que todos los niveles habían
VERTICALES sido mezclados por el excavador del yacimiento. No
parece que la cueva del Castillo, que Obermaier aca-
Como es bien sabido, el término Magdaleniense baba de excavar entre 1910 y 1911,
. influyera ya en la
se acuñó en Francia por parte de Lartet y Christy en elaboración de esta sistematización, ya que Breuil
1864 a partir del yacimiento epónimo de la Madelei- confiesa «haber asistido durante los momentos de
ne. No fue el primero excavado ni el que poseía la libertad que le dejaban sus otros trabajos» (Breuil y
más amplia secuencia estratigráfica. Ese honor le Obermaier 1912b, 9).
hubiera correspondido a la cueva de Le Placard o a
los abrigos de Laugerie, en Les Eyzies, que habían Será en 1927 en el prólogo a su libro con Saint
documentado una secuencia completa de las etapas Périer cuando ya afirma contundentemente la famosa
inferiores (Laugerie Haute) y de las correspondientes sistematización en seis etapas. En lo que respecta a la
al Magdaleniense Medio y Superior (Laugerie Bas- época que nos atañe Breuil escribe lo siguiente: "más
se). Sin embargo, el hecho de que fuera un nombre abajo viene un conjunto de prototipos de arpón de
compuesto dificultaba la adopción del término, lo que formas diversas y significación no homogénea,
ocasionó que Solutré y La Madeleine le arrebataran el acompañado de figuras recortadas y bajorrelieves
derecho a dar nombre a una cultura paleolítica. ligeros o profundos que Piette encontró en el Pirineo
Francés y que Passemard ha observado en su gran
Si exceptuamos la rebuscada periodización de excavación de Isturitz. Estas capas diversas las reuni-
Piette (1907) para el Pirineo Francés (de mínima mos bajo el nombre de Magdaleniense IV. Nuestro
repercusión ) será con el Abate Breuil cuando se sien- Magdaleniense III está caracterizado por el uso de
ten las bases de una secuencia que tan pronto ha sido azagayas cónicas de bisel simple en pico de flauta y a
objeto de fe entre los prehistoriadores, quienes han menudo largas ranuras no labradas en el interior".
forzado sus yacimientos para poderlos casar con la
secuencia «oficial», como ha sido injustamente Las capas subyacentes de Placard (superpuestas a
denostada por «caduca» y «obsoleta». El pensamien- su vez a un importante Solutrense Superior) definen
to de Breuil comenzó a fraguarse en 1905 cuando las dos etapas inferiores del Magdaleniense: el Mag-
publicó en el Primer Congreso Prehistórico de Fran- daleniense I caracterizado por las azagayas deprimi-
cia su «Essai de stratigraphie des dépots de l'âge du das con biseles en lengüeta surcados de trazos, a
Renne», continuó en 1913 con la publicación en el menudo en espiga y por gruesas azagayas redondas,
Congreso de Ginebra de 1912 de su artículo básico de base cónica o biselada, jamás con ranuras. Breuil
«Les subdivisions du Paléolithique Supérieur et leur señala además que en Santander (léase en Castillo,
signification» y culminó con el prólogo a su libro cuyos materiales ya está estudiando el Abate en esa
sobre «Les poissons, les batraciens et les reptiles dans fecha) se encontraban estos objetos «hacia la base del
l' Art Quaternaire», que publicó en 1927 en colabora- Magdaleniense que hemos llamado III pero que ya
ción con Saint Périer. A lo largo de este tiempo su existía allí fundamentalmente cuando el Magdale-
pensamiento ha ido evolucionando desde una postura niense I se encontraba en Charente». Remarca, por
poco comprometida en la que se valoraba lo regional tanto, que el inicio del Magdaleniense en Santander
y particular de cada yacimiento (Breuil 1913), hacia es contemporáneo del Magdaleniense I de Placard,
una generalización rígida y unilineal de la evolución algo que se puso en duda en los años siguientes, has-
del Magdaleniense con algún reparo (Breuil y Saint- ta que la estratigrafía de Rascaño se encargó de des-
Périer 1927), para acabar convenciéndose a sí mismo mentirlo (González Echegaray y Barandiarán 1981).
«de lo objetivo de su clasificación», más de lo que él
esperaba (Breuil 1954). El segundo nivel de Placard, superpuesto al Mag-
daleniense I, (el "Magdaleniense II") no tiene ya aza-
Así, en 1913 el Abate no pretende dar una siste- gayas deprimidas con base en lengüeta pero conti-
matización rígida y generalizada del Magdaleniense núan las gruesas de base cônica y aparecen las prime-
pero sí se atreve a reflejar la secuencia estratigráfica ras ranuras, todavía tímidas. Es decir, que tiene las
de la cueva de Le Placard, en la que tras tres capas mismas características que el Magdaleniense III que
«del más viejo magdaleniense», sin prototipos de ha citado antes: azagayas cónicas y ranuras, con la
arpón ni obras de arte, siguen por encima capas con diferencia de que en el II son poco desarrolladas y en
arpones rudimentarios, seguidos después de los de el III son largas. La indefinición de este Magdale-
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niense II queda bien patente cuando el mismo Breuil daleniense Inferior dos facies (atención, no dos eta-
anota que «los elementos sensibles del Magdalenien- pas): la que talla sobre láminas medias o rotas volun-
se II de Placard están más o menos asociados, por lo tariamente y la que utiliza robustas láminas enteras o
demás, a otros emparentados en el Magdaleniense gruesas lascas. Deduce que a nivel del Magdalenien-
III». Es decir, el Magdaleniense II carece de elemen- se II-III existen quizás facies laterales, ligeramente
tos óseos distintivos que lo separen adecuadamente diferentes unas de otras, con evolución quizá parale-
del nivel que se le superpone, lo que lleva a Breuil a la o encabalgándose un poco pero con un aspecto
decir que "alguna etapa podría no existir". Pide estadísticamente muy homogéneo. Los triángulos
entonces a Cheynier que complete esta discrimina- parecen encontrarse indiferentemente en unos y
ción con una clasificación basada en la industria Mi- otros, sobreviviendo de manera irregular en las series
ca, la cual había de ser publicada en el Boletín del magdalenienses posteriores. Esta supervivencia de
cincuentenario de la Société Préhistorique Francaise los escalenos la confirmará años más tarde en el yaci-
que se celebraba en 1954. miento de Gare de la Couze, Magdaleniense Final, y
comprobará que no podía darse el título de fósil
Cheynier se tomó tan a pecho su afan «discrimi- director a un tipo que será tan frecuente en otras eta-
nados» que se excedió con él, confundiendo los len- pas y que nunca, salvo en Laugerie Haute Est, se
tejones de distintos niveles de ocupación con cambios había encontrado en correcta posición estratigráfica
culturales, lo que le llevó a subdividir el Magdale- (1960, 389). Da un serio repaso a las series que con-
niense I en tres subetapas y en dos el Magdaleniense tienen triángulos, las cuales o carecen de secuencia
II. Este periodo se separaba bruscamente del anterior estratigráfica que les proporcione una posición relati-
por la aparición de hojitas de dorso de supuesta va (Crabillat, la Forge), o no contienen industria ósea
ascendencia mediterránea (Iia), las cuales se conver- que la acompañe (Crabillat, La Forge, Lacan, Jolivet)
tían en hojitas de dorso truncadas oblicuamente en el o están mal excavados (La Souquette), o están insufi-
lib (dando lugar a prototipos de escalenos) y en cientemente publicados (la Cavaille, Roc de Saint
auténticos triángulos escalenos en el Magdaleniense Cirq). Además, la diferenciación entre el Magdale-
III, interpretando éstos como dientes que pasarían a niense II y el. III no se produce en la totalidad del
formar parte de arpones compuestos, al mismo tiem- espacio excavado en Laugerie Haute, sino en una
po que continúan las hojitas de dorso. De nuevo pequeña parte de la secuencia compacta de este abri-
observarnos una imprecisión en la separación del go. Los triángulos escalenos se hallaban concentra-
Magdaleniense II del III. Cheynier se había fijado en dos en una zona concreta, lo que hacía más factible
yacimientos como Parpalló y Puy de Lacan que entre- una interpretación funcional que secuencial (véase la
gaban un aumento de utillaje microlaminar y trunca- argumentación completa en Utrilla 1996, 225). Con-
duras oblicuas (prototipos de escalenos) para definir cluye Sonneville-Bordes que el triángulo es un corn-
la etapa II y en los verdaderos escalenos para caracte- ponente normal, aunque en proporción muy variable,
rizar la etapa III. La reexcavación de Laugerie Haute, de los utillajes magdalenienses y que su valor como
ejecutada primero por Peyrony y luego por Bordes, fósil director es por tanto muy relativo. El certificado
invirtió la posición de los escalenos, los cuales se ads- de defunción del Magdaleniense II acababa de ser fir-
cribieron al nivel Magdaleniense II, mientras que en mado y se había comenzado a aplicar la teoría de
el III eran características las hojitas de dorso (Sonne- facies, que tanto éxito estaba teniendo en el Muste-
ville-Bordes 1960, 334). riense de F. Bordes.

Sin embargo, a pesar de que la Sra. Bordes no se


ha despojado todavía del afán perïodizador de la épo- 2. LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL
ca, late en ella una incipiente crítica a la entidad real MAGDALENIENSE EN LA COSTA
del Magdaleniense II : «l'allure géner-ale du graphi- CANTÁBRICA EN LAS ETAPAS INICIALES.
que cumulatif du magdalénien II est parallèle à celle DE NUEVO EL AFÁN DE LAS
des graphiques des Magdaléniens I et III»...»Ers fait, PERIODIZACIONES Y LA BÚSQUEDA
sauf par la présence de cet outillage (lamelar-) le DE FÔSILES DIRECTORES
Magdalénien II ne diffère pas fondamentalement du
Magd. I et surtout du Magd. III»... »par l'outillage Mientras un sacerdote (Breuil) y un médico
COI MUll qui l'acompagne, le Magdalénien cr trian- (Cheynier) se entretenían estableciendo etapas cultu-
gles ne se differericie pas des séries magdaléniennes rales en Francia, por lo general sobre excavaciones de
qui l'encadrent» (1960, 345-347, 418-419). Dado que otros personajes, en Asturias un conde (Vega del
la tipología no le permitía diferenciar esas etapas ini- Sella) ponía orden en los materiales obtenidos de sus
ciales acudió a la tecnología, basándose en el estilo de propias excavaciones (Cueto de la Mina) o de otros
talla y el tipo de soporte. Distinguió así para el Mag- colegas (Hernández Pacheco en La Paloma). La siste-
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matización que realiza en 1917 es la más lúcida y elemental, importada del grupo de Burdeos, en el
válida de todas las que se han hecho hasta nuestros estudio de los materiales, pero no renovó el plantea-
días, de la cual reproducimos las etapas correspon- miento de los objetivos metodológicos, ya que se
dientes a los tres momentos iniciales: seguían buscando estratigrafías verticales. Desde el
punto de vista de la periodización se eliminó la pri-
La fase A (documentada en Cueto de la Mina y mera etapa inicial del Magdaleniense Cantábrico,
Paloma y equivalente al. Magdaleniense I de Placard) quedando éste reducido a un sólo momento, el llama-
se caracterizaba por las azagayas grandes y aplana- do «Magdaleniense III cantábrico», caracterizado por
das, los alisadores y los punzones de grabado profun- la azagaya de sección cuadrada, a veces monobisela-
do y base biselada (Vega del Sella 1917, 144). Está ya da y con grabados longitudinales y horizontales
definiendo la fase que hemos denominado "Rascaño (González Echegaray 1960, 99). El problema residía
5", caracterizada por las puntas largas y las puntas en que de nuevo una sola excavación, ahora la del
planas y una buena representación de útiles de traba- Juyo, dominaba en la mente del autor y, en este caso,
jo, entre los que se encuentran los alisadores (Utrilla, el Magdaleniense Inferior clásico (III) era el único
1981 y 1996). La fase B, presente en Cueto de la representado en el yacimiento.
Mina, ofrecía buriles curvos de dorso rebajado, raspa-
dores nucleiformes, punzones con dibujos serpenti- La excavación de la Lloseta , publicada en 1958
.
formes y un bisel o dos y agujas. Salvo por la sor- por F. Jordá, incidía sobre el mismo tema de que el
prendente abundancia de las azagayas de doble bisel Magdaleniense se inicia en la Costa Cantábrica en el
, de las que hemos computado 21 ejemplares en el periodo III, ocupando la perduración del Solutrense
nivel D (Utrilla 1981, 102), esta descripción puede Superior el espacio cronológico que en Francia abar-
corresponder a una industria de tipo Juyo, caracteri- caban los periodos Magdaleniense I y II (Jordá 1958,
zada por los abundantes raspadores nucleiformes. La 83). Sin embargo unas fotografías conservadas en el
fase C presentaba gran abundancia de buriles y «esca- Museo de Ciencias Naturales de Madrid permitieron
sos punzones con dibujos geométricos, algunos de identificar la Lloseta con la cueva del Río, excavada
base ahorquillada». Esta última cita servía para refe- por Hernández Pacheco y Wernert en 1915 (Mallo et
rir la fase al nivel C de Cueto de la Mina, que posee al. 1980) y en este caso sus materiales óseos presen-
este tipo de azagaya. tan rasgos corno las decoraciones en espiga de los
biseles apuntados de azagayas que evocan con clari-
En Cantabria fue otro sacerdote, Hugo Obermaier, dad la fase arcaica de Rascaño 5.
quien en compañía de Breuil publica en L'Anthropo-
logie de 1912 sus primeros trabajos en cuevas tan
importantes como Valle, Hornos de la Peña y El Cas- 3. LA GENERALIZACIÓN DE LAS TEORIAS
tillo. La estratigrafía de esta última nos entrega de SOBRE FACIES CONTEMPORÁNEAS EN
nuevo al magdaleniense cantábrico dividido en tres LA FORMACIÓN DEL MAGDALENIENSE.
etapas en sus momentos iniciales, etapas que luego LA CRÍTICA AL SISTEMA BREUIL
quedarán sistematizadas en la gran obra de síntesis Y ALGUNOS EXCESOS
que supone el Hombre Fôsil (Breuil y Obermaier
1912b, 12; Obermaier 1925, 232). Son las siguientes: A raíz de la polémica que levantaron las teorías
a)- «el nivel más antiguo está caracterizado por los funcionales propuestas por los Binford para la inter-
punzones ligeramente arqueados y aplanados en su pretación de las facies musterienses, en los años
último tercio»; b)- «capa con numerosos punzones setenta se generalizará el intento de buscar este
angulosos, de sección triangular o cuadrangular» y modelo interpretativo para el Paleolítico Superior y
c)- «estrato con abundantes punzones grandes de sec- por tanto también para el Magdaleniense, llegando a
ción circular». Respecto a las azagayas de la primera su punto álgido en los años ochenta. Como ejemplos
etapa, que reproduce en la fig. 103, señala "las mis- significativos podemos citar para la zona francesa a
mas puntas arqueadas y aplanadas en una gran por- Sally Binford (1972), Allain (1976), (Allain et al.
ción central caracterizan al Solutrense". Sin embargo, 1985), Combier y Vuillemey (1976), Kozlowski
en la leyenda al pie de la figura matiza que el tipo (1985), Onoratini et al. (1996), Bosselin y Djindjian
magdaleniense tiene el bisel desplazado hacia la base (1988 y 1999) o Bosselin (2000).
mientras que el solutrense mantiene la posición cen-
tral. En España, pueden consultarse ensayos de Gonzá-
lez Echegaray (1980, 1988,
. 1996), Utrilla (1981,
En los años sesenta la excavación de nuevos yaci- 1984-85, 1989, 1990) o Corchón (1984-85, 1994).
mientos (la Chora, El Otero, El Juyo, La Lloseta) Las facies determinadas para las primeras etapas del
asistió como novedad al concurso de una estadística Magdaleniense francés, la mayoría basadas en crite-
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EL MAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

rios tecnológicos y funcionales, se concretaron en ángulos y por la abundancia de raspadores nucleifor-


niveles con raclettes ("Badegouliense") de supuesta mes. La denominé facies Juyo para oponerla a lo que
filiación auriñaciense opuesta a la facies de Lascaux, llamé "Facies del País Vasco", ya que en esta zona no
laminar, con hojitas de dorso y triángulos, de filiación aparecían las típicas azagayas cuadrangulares que
perigordiense o a un "salpetriense" con puntas de eran sustituidas por otras de sección triangular, deco-
escotadura de fuerte tradición mediterránea; venían a radas con rombos con trazo interior, al mismo tiempo
continuación la facies de navetas y azagayas de sec- que en lo lítico los buriles sobre truncadura domina-
ción cuadrada en el Jura, frente a la facies de azaga- ban sobre los raspadores, dentro de una industria de
yas tipo Lussac (cortas con amplio monobisel y ranu- sílex muy laminar, al estilo aquitano. Su posición
ra en el fuste) presente en el Pirineo y Aquitania o a estratigráfica no resultaba clara por tratarse de exca-
la perduración de una facies mediterránea de la que vaciones antiguas, a la vez que algunos de sus nive-
habría surgido tempranamente el Magdaleniense les (Errnittia, Bolinkoba) parecían estar revueltos.
Superior (Allain 1979; Sacchi 1986; Bosselin y Djind- Suponíamos que podría ocupar una franja cronológi-
jian 1988; Onoratini et al. 1996). ca más tardía que la facies anterior, quizá ya Magda-
leniense Medio, pero la única cueva con excavación
Un resumen de las teorías sobre las facies magda- reciente de esta facies (Abauntz) acababa de entregar
lenienses en Francia puede verse en Utrilla, 1996.
. un 15.800 ± 350 BP para una muestra de 500 gr. de
Pero es momento de analizar con algún detalle la evo- huesos (la fecha será descartada años después al obte-
lución de las teorías de facies en el Magdaleniense ner una fecha AMS mucho más precisa, de 13500 BP
Inferior Cantábrico. que además concordaba con la industria) por lo que
propusimos su contemporaneidad con el grupo Juyo
3.1. La revitalización del Magdaleniense Arcaico y le dimos por tanto categoría de facies.
tipo Rascaño 5 y la secuencia en dos fases y cuatro
facies (Utrilla 1976a, 1981) 3.2. El Coloquio de Mainz sobre el Magdaleniense
en Europa: desaparecen las facies contemporá-
Para la Costa Cantábrica aventuré en mi Tesis neas y solo quedan fases sucesivas (Cabrera 1984;
Doctoral sobre el Magdaleniense Inferior (Utrilla Utrilla 1989; González Sainz 1989a)
1976a, 1981) la existencia de facies contemporáneas
dentro de la evolución diacrónica en fases de esta cul- Ocho años después tuvo lugar el Coloquio de
tura. Así, en la etapa inicial (Magdaleniense Arcaico) Mainz sobre el Magdaleniense en Europa y las facies
habrían coexistido dos facies: una, de cuya existencia fueron revisadas a la luz de los nuevos descubri-
no tenía la más mínima duda ya que aparecía bien mientos (Utrilla 1989, 408). La publicación del libro
definida y en correcta posición estratigráfica, la deno- de Cabrera (1984) sobre la cueva del Castillo con los
miné de Rascaño 5 (la francesa tipo Placard, caracte- papeles inéditos de la excavación trajo consigo la
rizada por las azagayas de bise! en lengüeta y sección desaparición de la incierta facies de Castillo Beta
aplanada) y otra, muy problemática por la poco cui- inferior ya que conocimos que las azagayas de sec-
dada excavación del yacimiento, la denominé tipo ción cuadrada ocupaban la base del nivel (Cabrera
Castillo B inferior, la cual conservaba las azagayas de 1984, 102), por lo que no quedaba espacio para una
monobisel central de herencia solutrense. Curiosa- facies subyacente. Al mismo tiempo los omoplatos
mente, los cuatro yacimientos que poseían este tipo se adscribieron a un Magdaleniense Inferior tipo
de azagaya (Castillo, Balmori, Altamira y Pasiega) Juyo, por la aparición de nuevos ejemplares en nive-
presentaban en su estratigrafía por debajo niveles les clásicos del Magdaneniense Inferior, tanto en El
solutrenses, lo que sugería quizá una contaminación Cierro (Gomez Fuentes y Bécares 1979), como en
de los mismos, muy posible en Altamira, lo que en Juyo 4 (Freeman y González Echegaray 1982). Ni
ese caso descartaría la existencia real de esta facies. siquiera Altamira pudo mantener su vinculación al
Como hipótesis de trabajo le atribuí, con todas las contacto con el solutrense ya que se dató directamen-
reservas, los omoplatos con cabezas de cierva graba- te un omoplato en 14.480 BP entregando por tanto
das, precisamente por su posición en Altamira, a una posición incluso tardía dentro del grupo Juyo
caballo entre ambos niveles (Utrilla 1981, 294). Pero (Valladas et al. 1992). Quedó por tanto sólo la facies
poco tiempo iba a poder sostenerse esta facies... de Rascaño 5 en el Magdaleniense Arcaico (con
otros yacimientos asociados como Paloma 9/10,
En un momento más avanzado, documentado por Lumentxa F o Aitzbitarte niv. III), a la que sucedía la
la estratigrafía de Rascaño en su nivel 4, aparecía la facies Juyo, en el Magdaleniense Inferior, que se
típica fase del Magdaleniense III (o Inferior) Cantá- enriquecía con el aporte de los omoplatos decorados
brico, caracterizada por las azagayas de sección cua- y la aparición de un muy claro yacimiento en el País
drada, decoradas en el fuste por incisiones formando Vasco, Erralla V, que se unía a Urtiaga F que ya
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poseía muy buenas azagayas cuadrangulares (Altuna en el territorio, la especialización en la caza o su esta-
et al. 1985). cionalidad. Nos lanzamos entonces, a modo de ensa-
yo, a un estudio del Magdaleniense Cantábrico desde
Por tanto, la "facies del País Vasco" devino un varios puntos de vista simultáneos, ensayando en el
nombre poco adecuado y se optó por eliminar el tér- Homenaje a González Echegaray (Utrilla 1994), una
mino y llamarla "facies de puntas dobles de sección ordenación del mismo en el que, sin olvidar los datos
triangular con decoración en rombos", que será muy de cultura material (industria ósea, lítica y fauna), se
aséptico pero realmente poco práctico. Erralla nos discutiera la funcionalidad de cada uno de los yaci-
permitió ver que la facies del País Vasco no era con- mientos, pensando que ésta podría contribuir fuerte-
secuencia de un determinismo geográfico (condicio- mente a determinar su facies.
namiento de materias primas disponibles, por ejem-
plo) sino que debía responder a otras causas como Los resultados fueron coherentes en el grupo más
podían ser una cronología más tardía, una mayor claro, el de Juyo, que se identificó como cazaderos
influencia aquitana por su proximidad geográfica o estivales, especializados en un animal determinado
una distinta funcionalidad del yacimiento. Su posible (ciervo o cabra). Su instrumental estaba dominado
posición en un Magdaleniense Inferior Terminal, tras por pequeños raspadores nucleiformes en lo lítico y
el clásico Inferior tipo Juyo, llevó a que las facies azagayas de sección cuadrada en lo óseo, acompaña-
quedaran únicamente en tres fases sucesivas, lo que dos de una presencia masiva de fauna de una sola
permite a González Sainz proponer en el comentario especie, que siempre había sido cazada en la época
adyacente, con toda la razón, que en ese caso debía templada del año (Rascaño 4, Erralla V, Paloma 8,
eliminarse la palabra "facies" ya que habían dejado Ekain VII). Se trata de un utillaje poco variado que
de ser contemporáneas. parece relacionarse entre sí, ya que el análisis traceo-
lógico efectuado por Carlos Mazo sobre los raspado-
3.3. El análisis factorial como discriminante de res nucleiformes de Rascaño 4 ha demostrado que sir-
"facies" y/o funciones en el Magdaleniense Infe- vieron realmente corno raspadores y que trabajaron
rior Cantábrico (Utrilla 1990, 1994) material blando como hueso o cuerno, a modo de
aguzadores de azagayas, sin que descartemos otras
Quedaba sin resolver cual de las tres causas pro- posibles funciones como el haber sido usados como
puestas (cronología tardía, influencia aquitana o dis- "chisqueros" para la obtención de fuego (hipótesis de
tinta funcionalidad) explicaba la diferenciación del M. Hoyos, com. personal). Pertenecerían a este grupo
Grupo Vasco del resto del Magdaleniense Cantábrico Rascaño 4, Cierro, Erralla V, Paloma 8, Cueto de la
y para aquilatar su entidad acudí en el Homenaje a Mina D, Bal.mori y Juyo 4. Ekain, en su nivel VII
.
J.M. de Barandiarán (Utrilla 1990) a la solución de (cuando en principio todavía no se han realizado sus
moda en aquella época: una aproximación estadística pinturas) podría también incluirse en este grupo ya
mediante análisis factorial en la que se combinaban que se trata de un lugar evidente de caza especializa-
recuentos líticos, óseos e incluso la presencia de fau- da de cervatillos en la época estival (Utrilla 1994,
na especializada en los yacimientos. 102, nota 12). Afinar más, como identificar la abun-
dancia de raspadores con caza de ciervo o de buriles
Los resultados fueron sugestivos: los yacimientos con caza de cabra como supuso Straus (1983) no pue-
de la antigua "facies del País Vasco" se concentraban de hoy mantenerse ya que Rascaño 4 y Erralla V
siempre en un grupo (Bolinkoba, Santimamiñe, poseen abundantes raspadores junto a un dominio
Ekain, Abauntz) asociándose a yacimientos tardíos absoluto de la cabra. Tampoco puede mantenerse, en
del Magdaleniense medio como Caldas, Loja o nuestra opinión, la equivalencia que propone Cor-
Duruthy. En paralelo, la cueva de Erralla se iba siem- chón (1995a, 132; 2004) de identificar los yacimien-
pre con la facies Juyo mientras que las cuevas de tos Juyo como costeros, ya que el más típico de este
Ermittia y Aitzbitarte se aproximaban a yacimientos grupo (Rascaño 4) se encuentra a 30 Km. hacia el
"especiales" como Tito Bustillo, Altamira o Castillo interior, en el valle del Miera.
(Utrilla 1990, 49).
Siguiendo con nuestra estadística, en el segundo
Este dato, el que Altamira y Castillo (poseedoras factor se agruparían yacimientos caracterizados por
junto a Tito Bustillo de muy buenos santuarios parie- una industria lírica diversificada (con buriles y lámi-
tales) no se alinearan con sus respectivos contempo- nas retocadas bien representadas), una industria ósea
ráneos del grupo Juyo (Rascaño, Cierro, Erralla, abundante y también muy variada (azagayas de todas
Paloma 8, Juyo ) nos llevó a tener en cuenta otros las secciones y tipos) junto a la presencia significati-
parámetros para definir la funcionalidad del yaci- va de numerosos útiles de trabajo (agujas, cinceles,
miento, como son su tamaño, su posición central o no alisadores, cuñas...) y de «obras de arte» no utilitarias
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantâbrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 249
EL MAGDALENIENSE INICIAL. INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.00() BP)

(omóplatos de Altamira y Castillo, arte mueble de De momento, el nivel e de la cueva navarra de


Tito Bustillo). La caza era abundante pero no masiva Abauntz (que contiene un fragmento de azagaya
y, a diferencia del grupo anterior, se documentaba a lo decorado con rombos con trazo interior, similares a
largo de todo el año (ciervo en Tito Bustillo, cabra en los de los yacimientos citados) nos ha dado una data-
Ermittia) o en el paso del invierno a la primavera ción directa por AMS de 13.500 ± 160 BP, lo que le
(Aitzbitarte IV, Castillo 8). En este factor se agrupa- aproxima al Magdaleniense Medio ocupando la parte
rían cuevas de hábitat permanente o invernal, en las superior del Dryas I. González Sainz (1989b, 418)
que se caza para subsistir pero en las que se docu- confirma esta cronología reciente ya que las azagayas
mentan además otras actividades más diversificadas, del grupo vasco anunciarían las azagayas de sección
patentes en los útiles de trabajo del hueso y las obras triangular que durante el. Magdaleniense Medio-
de arte mueble, que necesitan horas de ocio para su Superior Inicial abundan, no sólo en el País Vasco,
realización. sino en todo el Cantábrico: Tito Bustillo lc y la/lb;
Riera 21/23; Castillo 7; Lumentxa C; Ermittia III-II;
Sin embargo, en este grupo pueden estar incluidos y Urtiaga E, reduciéndose su frecuencia en fases más
tanto yacimientos que fueron utilizados como hábitat avanzadas del Magdaleniense.
estable, como aquellos que sirvieron de santuarios o
lugares de concentración. Sería éste el caso de Alta- En cambio Corchón (1994, . 93) plantea la posibi-
mira, Castillo y Tito Bustillo. La estacionalidad anual lidad de que la facies del País Vasco no sea ligera-
o invernal no apoya esta segunda opción pero tam- mente posterior a la de Juyo y que ambas respondan
bién sería posible que un grupo habitara la cueva per- a una regionalización de las industrias con un desa-
manentemente y los demás se unieran a ellos en un rrollo paralelo a la facies Juyo en el Centro de la Cor-
momento determinado. El gran tamaño de la cavidad nisa. En cuanto a los casos de Ekain y Erralla, yaci-
y la posición estratégica sobre su territorio es elemen- mientos que también utiliza Corchón en su compara-
to común a varios de estos yacimientos, destacando el ción a Caldas, no son típicos del grupo Vasco sino del
dominio del valle que ejercen Castillo, Altamira, Tito grupo Juyo, el primero cualitativamente (Utrilla
Bustillo/Cuevona o Aitzbitarte. En el caso de Ermit- 1994:102, nota 12) y el segundo en todo su conjunto.
tia la cueva presenta en la actualidad reducidas
dimensiones pero fue mucho mayor en el Magdale- En resumen, el concurso del análisis factorial dio
niense, ya que ha sido parcialmente destruida por una peso a dos teorías que habíamos sugerido con anterio-
cantera. Su funcionalidad podría estar vinculada al ridad:
carácter "ritual" de la vecina cueva de Praile Aitz, tan
sorprendente por sus extraños colgantes y poseedora 1)- que el grupo vasco de azagayas de sección
de ortodoxas fechas que la sitúan en el Magdalenien- triangular (que habíamos situado en 1989 en una
se Inferior (15.190 ± 150 y 15.460 ± 100 BP) (Peñal- posición terminal respecto al Magdaleniense Inferior
ver y Mújika 2003). clásico) se asimilaba a verdaderos yacimientos del
Magdaleniense Medio como Caldas y Duruthy y, por
En el tercer factor se alineaban los yacimientos tanto, nada tenía que ver con una cuestión geográfica
del grupo del País Vasco: caracterizado en lo óseo por dada la existencia de niveles con industrias similares
las puntas dobles de sección triangular con decora- en Asturias (Tito Bustillo le; Riera 21/23) o Canta-
ción de rombos con trazo interior y en lo lítico por el bria (Castillo 7). Su explicación diferencial sería por
dominio de los buriles sobre los raspadores, la impor- tanto cronológica y no funcional.
tancia de los tipos sobre truncadura, los útiles dobles
y las láminas retocadas. Poco sabemos en lo referen- 2)- que las diferencias entre los dos grupos defini-
te a la cronología de estos yacimientos ya que los dos por el peso los dos primeros factores pudiera
materiales proceden de excavaciones antiguas con explicarse por una distinta funcionalidad dentro de
graves problemas estratigráficos y sin dataciones una misma cronología oponiendo lugares permanen-
absolutas válidas (Utrilla I976b). Si datáramos por tes de hábitat o lugares de concentración (en Castillo,
AMS algunas azagayas significativas de Santimami- Altamira, Aitzbitarte, Caldas o Paloma 6) a cazaderos
ñe, Bolinkoba, Ermittia o Lumentxa podríamos ver el especializados estacionales en el grupo Juyo (Cueto
campo cronológico en que se sitúan. No nos sirve el de la Mina D, Cierro, Balmori, Rascaño 4, Erralla).
intento de X. Esparza y J. Mújika (1999) de datar la
cueva de Ermittia a través de restos de fauna hallados Matizando esta teoría, Nathalie Cazals (2000)
en cuadros y profundidades similares a las piezas de argumenta que la actividad cinegética está sobreesti-
la industria ósea ya que existen probadas razones para mada y que el funcionamiento de los asentamientos
pensar que el yacimiento se encuentra francamente no puede ilustrarse sólo por la simple oposición entre
revuelto (Barandiarán y Utrilla 1975). sitios especializados y campamentos base. Totalmen-
KOB.IE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
250 PILAR UTRILLA MIRANDA

te de acuerdo. Su análisis tecnológico de los yaci- jado con un notable descenso del número de utensi-
mientos del Magdaleniense Inferior ayudará a discri- lios. Es decir, que los niveles basales (8 y 9) y supe-
minar qué otros parámetros debemos tener en cuenta rior (4) de Juyo se parecen entre sí, mientras que los
para establecer la funcionalidad. intermedios (6 y 7) se separan del conjunto. Sospecha
así González Echegaray (1996, 281) que «existen
Además, es obvio que los asentamientos han podi- verdaderas facies en el magdaleniense cantábrico, sin
do cambiar su función a lo largo del Magdaleniense. sentido cronológico absoluto», tal como ocurría en el
Así Rascaño parece un lugar permanente de hábitat Musteriense.
en su nivel 5, un cazadero especializado en su fase 4
y un taller de sílex eventual en su nivel 3; Paloma Por las mismas fechas en que González Echegaray
parece cambiar de función en el paso de su nivel 8 formula su teoría inicial tuvo lugar la aparición en
(cazadero) al 6 (hábitat estable o santuario de plaque- Caldas de un nivel magdaleniense inferior con un
tas). Ekain dejó de ser un cazadero especializado en importante utillaje microlítico (48,7%) y con un
la obtención de cervatillos (Magdaleniense Inferior) número significativo de geométricos (8%), la mayo-
para convertirse en un lugar permanente de hábitat ría escalenos. Este hecho llevó a Corchôn (1984-85,
que diversificaría su economía pasando a cazar tam- 1994) a revitalizar la tradicional facies geométrica, la
bién la cabra en el Magdaleniense Superior, por no cual presentaba una posición estratigráfica bajo un
hablar de su evidente función de santuario. Magdaleniense Medio, quedando englobada en los
niveles XI a XIII datados entre 13.755 y 15.165 BP.
3.4. El utillaje microlítico como diferenciador de Lo comentaremos más adelante con detalle.
nuevas facies en el Magdaleniense Inferior (Gon-
zález Echegaray 1988, 1996; Corchón 1984-85, 3.5. La irrupción del Badeguliense en la Costa
1994) Cantábrica (Utrilla 1986, 1996; Bosselin y Djind-
jian 1999; Bosselin 2000): se utiliza de nuevo el
González Echegaray (1.988, 172), al publicar los análisis factorial aplicado al concepto de facies
materiales de su reexcavación de Altamira, hacía
notar la ausencia de hojitas de dorso, dato que ya El tema de la posible existencia de un Badegulien-
había quedado de manifiesto en las excavaciones se en el nivel III de Aitzbitarte IV determinado por la
antiguas pero que se había atribuido a deficiencias en presencia de raclettes (4,56%) y de un tipo de azaga-
el cribado de tierras. Este hecho coincidía además ya de decoración pseudoexcisa —que aparece en Fran-
con los escasos porcentajes de hojitas de dorso que cia como fósil director del periodo— había sido ya
entregaba el nivel 8 del Castillo, contrastando con los propuesto (Utrilla 1986) a raíz de la publicación de la
más abundantes del nivel 6 del mismo yacimiento famosa varilla que pertenecería a un nivel magdale-
(Utrilla 1994:109, nota 32). Ello llevaba a González niense y no solutrense.
Echegaray a proponer 2 facies: la del Juyo, «propia-
mente tal», con abundantes microlitos y la de Altami- Ampliando el tema en 1996, en la sistematización
ra y Castillo, prácticamente sin ellos. De nuevo estos sobre el Magdaleniense Inferior Cantábrico presenta-
dos yacimientos se separaban del resto de sus con- da en el Homenaje a Hugo Obermaier, proponía la
temporáneos, aunque en este caso fuera por un deta- existencia de una facies de raclettes en el Magdale-
lle del instrumental lítico... niense Arcaico contemporánea a la facies de Rascaño
5, yacimiento que solo posee 3 ejemplares (Utrilla
Pero además, González Echegaray hacía notar que 1996, 236). De nuevo el Magdaleniense Arcaico
un mismo yacimiento, en una misma cultura, ha podi- pasaba a presentar dos caras simultáneas pero la pre-
do ser utilizado para actividades diversas y sucesivas sencia de raclettes (y no de azagayas con aplasta-
y por tanto haber cambiado de "facies" (en realidad miento central de la antigua facies de Castillo beta de
cambia de funcionalidad, que quizá no sea totalmen- 1981) diferenciaba ahora una de otra.
te lo mismo). Sería el caso de la cueva del Juyo que
en sus 500 o 1000 años de magdaleniense inferior ha Era la cueva de las Caldas la que ofrecía el mejor
ido modificando los porcentajes de su utillaje. Así el ejemplo de un nivel con abundantes raclettes aunque
nivel 8 (y en menor medida el 4) sería el más ortodo- la responsable de la excavación, S. Corchón, califica-
xo dentro del tipo Juyo, ya que presenta el mayor ra el nivel como Solutrense Terminal. Esta autora
índice de raspador, el más fuerte grupo auriñaciense y suele interpretar su yacimiento a partir de la óptica
la mayor presencia de azagayas de sección cuadrada. solutrense, al igual que lo hacen otros especialistas en
Sin embargo los niveles 6 y 7 arrojaban una mayor la época, como Straus. Al mismo tiempo, en nuestro
presencia de útiles microlíticos y una mayor diversi- caso, pecamos en cambio de hacerlo desde la óptica
ficación de los tipos de azagayas, lo cual venía apare- magdaleniense. La razón para proponer la adscrip-
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EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 251
EL MAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16.500-I3.0(X) BP)

ción solutrense fue la existencia de una hoja de laurel 46,8% de peso) los niveles con numerosas hojitas de
en el nivel 4, superpuesto al 5, aunque la descripción dorso a los que poseen útiles "arcaicos" (denticula-
de Corchón (1981, 159 -162) definía este último nivel dos, muescas, raclettes y piezas esquilladas). En un
como «carente de útiles solutrenses», con un «reto- segundo eje (17,4%) opone los que poseen numero-
que más o menos abrupto, frecuentemente aplicado sos raspadores y/o buriles a los que entregan útiles
sobre lasquitas y conformando raclettes (7,56%)». El arcaicos y/o hojas de laurel. El tercero (16,6%) opo-
propio nivel 4 poseía un 10,47% de raclettes. De ne los que poseen numerosos útiles solutrenses (hojas
cualquier modo, no debe descartarse la recogida de la de laurel y puntas de muesca) a los que entregan
hoja de laurel procedente de niveles inferiores por muescas y denticulados.
parte de los magdalenienses, tal como ocurre frecuen-
temente en el Magdaleniense inicial de Laugerie Una clasificación automática efectuada sobre las
Haute donde Sonneville-Bordes documenta la exis- tres primeras coordenadas factoriales, pone en evi-
tencia de varias puntas solutrenses. dencia, según estos autores, cuatro "facies": 1)- la del
Solutrense Reciente caracterizada por el desarrollo de
Recientemente han irrumpido con fuerza en la los útiles solutrenses pero con frecuencia media de
investigación sobre el Magdaleniense Cantábrico dos útiles arcaicos, raspadores/buriles y hojitas de dorso;
estudiosos del "Badegouliense", Bruno Bosselin y 2)- la del Badeguliense caracterizada por las muescas
François Djindjian, quienes, armados del consabido y denticulados dominantes y rareza del resto de los
análisis factorial (que dominan bien como expertos útiles; y dos facies del Magdaleniense Inferior Cantá-
en estadística) proponen para esta zona una existen- brico, una con moderada presencia de hojitas de dor-
cia real del Badeguliense a partir de la reinterpreta- so y abundancia de raspadores y buriles y otra con
ción de algunas secuencias cantábricas como las de gran abundancia de hojitas de dorso y débil represen-
Riera y algunas primeras sugerencias sobre Caldas tación de los tipos restantes.
(Bosselin y Djindjian 1999; Bosselin 2000).
Esta clasificación, muy trabajada y que lleva
Este Badeguliense estaría considerado, no como implícita mucha carga de "juego estadístico", merece
una presencia más o menos aislada de las misteriosas algún comentario, que, en parte ya hemos planteado
raclettes, sino como un verdadero horizonte crono- anteriormente a nuestros propios intentos de análisis
cultural, situado entre el Solutrense reciente y el factorial con la intención de caracterizar las facies
Magdaleniense inferior tipo Juyo. Es decir, se trataría (Utrilla, 1990, 1994 y 1996). Los más significativos
de una entidad supra-regional y polimórfica que, a serían los siguientes:
partir de un núcleo "auriñacoide", se expandiría des-
de el núcleo original francés hacia la Cornisa Cantá- 1)- Los análisis tipológicos no han sido realizados
brica, Portugal, Languedoc y Levante español, apro- por una sola persona con un mismo criterio sino que
vechando la benignidad climática de Lascaux. se han utilizado los datos de al menos 5 investigado-
res de la Costa Cantábrica que pueden tener ideas
Este carácter polimórfico del Badeguliense pro- diferentes en la clasificación de los tipos primarios,
vendría de tres ramas evolutivas establecidas en el caso de los raspadores nucleiformes o aquillados, por
interior de la cultura por las que, a una primera etapa ejemplo.
común a todas ellas caracterizada por los buriles
transversales, muescas y denticulados y raras raclet- 2)- La abundancia o escasez de hojitas de dorso
tes, sucederían estos tres modelos: 1)- el existente en como elemento discriminante puede tener que ver
Abri Fritsch y Badegoule caracterizado por la abun- más con el hecho de haber tamizado o no las tierras
dancia de raclettes; 2)- el de Laugerie Haute Est (claramente ausente en Castillo y en algunas excava-
caracterizado por raspadores, buriles y raclettes ciones antiguas) que con su presencia real. En otros
(Magdaleniense Inferior) y 3) el reconocido en Cas- casos, las hojitas de dorso aparecen concentradas
segros o Pégourié caracterizado por la abundancia de caprichosamente en un solo lugar. Es el ejemplo de la
raclettes y hojitas de dorso. De ellas, la primera se cueva de Ermittia donde sus hojitas se localizaban en
extinguirá sin dejar rastro, mientras que las dos últi- el cuadro 30 a 70 cm. de profundidad. Si ese cuadro
mas seguirán su propia evolución para conducir a hubiera sido dejado sin excavar, como testigo, el
industrias magdalenienses que presentarán equili- cómputo general del utillaje del yacimiento sería muy
brios tipológicos diferentes (Bosselin 2000, 380). diferente al actual y quizá hubiera cambiado la
«facies».
En la Costa Cantábrica el análisis factorial de
correspondencias sobre los niveles solutrenses y 3)- Las cuatro "facies" referidas no son todas
magdalenienses opone en un primer eje (con un simultáneas sino sucesivas, ocupando unas la fase
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
252 PILAR UTRILLA MIRANDA

templada de Lascaux y otras la fría del Dryas antiguo. muestra, extraída de la base del nivel, esté datando en
En este caso quizá sería mejor hablar de fases . realidad la superficie del nivel infrayacente (el G,
indeterminado) o sea una media de las fechas que
4)- En el fondo, se trata sólo de una cuestión de corresponderían a ambos niveles al tomar la cantidad
nombres: a lo que unos llaman Badeguliense (Bosse- de huesos habitual para una fecha de C14 convencio-
lin y Djindjian 1999), otros lo llaman "Solutrense nal, no AMS (500 g.). Altuna, quien recogió la mues-
desolutreanizado" (Straus, 1975) o "Solutrense en tra, la reporta sin vacilación en el bloque f + g (1972,
proceso de desolutreanización" (Marco de la Rasilla 100). En la industria ósea (además del intrusivo arpón
1994) y otros aceptan un "Solutrense Terminal" (Cor- de doble hilera de dientes que en absoluto encaja con
chón, 1.994). Todos estos niveles pudieron coexistir la fecha propuesta) una ortodoxa azagaya de sección
en parte con el Magdaleniense Inicial o Arcaico, tipo cuadrada y decoración de tectiformes formando
Rascaño 5 (tipo Placard en la Francia del Abate ángulos permite clasificar, al menos una parte del
Breuil) (Utrilla, 1981, 1989
. .
o 1996) y cuya industria nivel F, en un Magdaleniense Inferior clásico de tipo
ósea (a base de biseles estriados en espiga y en lance- Juyo; pero hay que tener presente que, según cuenta
ta y sección oval, y de azagayas pseudoexcisas) J.M. de Barandiarán en sus publicaciones, dentro del
caracteriza para Bosselin y Djindjian el Badeguliense nivel F se computan una capa amarilla, una capa esta-
francés (más avanzado que el de denticulados). Bien, lagmítica y una capa oscura carbonosa, además de
muchos otros lo llamaron sencillamente Magdale- brechas de huesos, por lo que habrá que pensar que
niense I en Laugerie Haute Est. No hay que hacer una podrían existir varios momentos culturales en su inte-
polémica por un simple nombre. rior. Si a ello añadimos que comenta además que en
la base del nivel F había piezas que recordaban "for-
3.6. El olvido de las bases estratigráficas. Se discu- mas solutrenses y aun auriñacienses" no es descabe-
te la existencia real de algunas fases del Magdale- llado pensar que la fecha del 17.050 esté datando en
niense Inferior basándose bien en criterios econó- realidad un solutrense terminal o un nivel similar al
micos, bien en la aceptación de fechas "atípicas" 117 de Mirón que, con una fecha idéntica, veremos
(Clark 1986; Corchón 2005) más adelante.

En paralelo a la proliferación de las teorías de En la misma línea de eliminar los momentos ini-
facies, la crítica a la periodización basada en el siste- ciales del Magdaleniense (aunque en este caso sí
ma Breuil fue tan fuerte a partir de los años ochenta cuenta con un adecuado conocimiento de la biblio-
que se hizo caso omiso de la base estratigráfica y se grafía sobre Paleolítico Cantábrico) se inserta un
aceptaron propuestas de contemporaneidad entre gru- reciente y denso artículo de Corchón presentado en el
pos humanos del Magdaleniense Inferior y otros dife- Coloquio de Faro de 2004 donde, además de criticar
rentes, bien del Solutrense Final (que creernos posi- las clasificaciones "badegulienses" de Bosselin y
ble) bien del Magdaleniense Medio-Superior. Djindjian, duda acerca de la existencia real de la eta-
pa del Magdaleniense Inicial o Arcaico (tipo Rascaño
El problema radica en que esta ruptura de la perio- 5). Esta autora se basa de nuevo en la existencia de
dización clásica estaba sustentada por fechas de C14 fechas, atribuidas a un supuesto Magdaleniense Infe-
que se solapaban y que, al no haber sido sometidas a rior clásico, que envejecerían 500 años la secuencia y,
un riguroso aparato crítico y estratigráfico, no se con- una vez calibradas algo realmente no del todo válido
sideraron incorrectas. En esta línea se sitúan con para fechas tan antiguas, se solaparían con las exis-
moderación algunos trabajos de Balbín y Moure tentes en los niveles del Magdaleniense Inicial o
(1981) o de Bernaldo de Quirós (1983), pero alcan- Arcaico.
zan el momento culminante en trabajos de Clark
(1983,1986) que llega a negar la base estratigráfica y Las fechas elegidas por Corchón (que descarta
por tanto la existencia real del Magdaleniense Infe- con buen criterio Urtiaga F) son Mirón VR1.14:
rior Cantábrico, el cual quedaría reducido a un mero 16.460 ± 50 BP y Riera 19: 1.6.420 ± 430 BP pero
sistema económico de explotación de la caza. Véase estos dos yacimientos, de los que no dudamos de que
la polémica en Trabajos de Prehistoria (Utrilla 1987; han sido correctamente excavados, incluyen algo más
Clark 1986) aunque es una teoría sobre la que no vale que un Magdaleniense Inferior clásico, tipo Juyo, al
la pena insistir ya que parece haber quedado en desu- mismo tiempo que presentan anomalías en la posi-
so (González Sainz 1995, 164). ción estratigráfica de las fechaciones. Así, en Mirón,
el avance presentado en el mismo Congreso por
En concreto para el caso de Urtiaga F (yacimien- Straus y González Morales (2005) de los niveles del
to sobre el que se basa la tesis de Clark junto a otras Magdaleniense Inferior de Mirón, abundan en la exis-
fechas discutibles de Riera) es muy posible que la tencia real de un Magdaleniense anterior al clásico III
KOBIB (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 253
EL MAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

de la Costa Cantábrica, diferenciado en los niveles subyacente 116, el cual arroja un 15.200 ± 100 BP
VR-117-119 y caracterizado en lo lítico por toscas (González Morales y Straus 2000, 4). No todo vale.
piezas elaboradas con materias primas locales y que
contienen elevados porcentajes de muescas y denticu- No es de extrañar esta inversión ya que es habitual
lados. Estos datos parecen corresponder al clásico la existencia de niveles de arroyada en la transición
"Magdaleniense O", del tipo definido en Laugerie Solutrense FinaUMagdaleniense Inicial con posible
Haute o, dicho de otro modo, al Badegouliense inicial mezcla en algunas zonas de materiales de ambas eta-
defendido por Bosselin y Djindjian (1999)
. para la .
pas. Manuel Hoyos (1995) cita esta circunstancia en
Costa Cantábrica. El nivel 117 de Mirón fue datado las Caldas (entre los niveles 6 y 7, con erosión parcial
en 17.050 ± 60 BP y el 119 en 16.960 ± 80 BP fechas de los niveles 7 a 9) en la Viña (entre IV y V) en la
que concuerdan perfectamente con esta etapa inicial Lluera (erosión del nivel VI) y en Cova Rosa, pero se
del Magdaleniense. tienen además datos de excavaciones antiguas, como
la de Altamira de Alcalde del Río, en la que materia-
No olvidemos que el Magdaleniense Arcaico de les del Solutrense Terminal y del Magdaleniense Ini-
Rascaño 5 se caracterizaba en lo lítico por la abun- cial se hallaban mezclados "en íntimo contacto", lo
dancia de útiles en cuarcita, entre las que destacaban que provocó grandes problemas para conocer la posi-
las piezas con muesca y denticuladas (18%), las rae- ción estratigráfica de los omoplatos decorados. Otro
deras (7,7%) y las piezas esquilladas (4,8%) (Gonzá- tanto parece ocurrir en el yacimiento de Aitzbitarte
lez Echegaray 1981, 84-86). Por otra parte, la exis- IV entre sus niveles III y IV, precisamente donde apa-
tencia de 5 agujas en el nivel 1. 1.9 de Mirón recuerda reció la famosa varilla pseudoexcisa que considera-
la presencia porcentualmente significativa de estas mos fósil director del Magdaleniense Inicial (Utrilla
piezas en Rascaño 5. Dado que los tres niveles cita- 1986, 212- 213). En Antoliñako-koba el informe que
dos de Mirón no han sido excavados más que en una en Arkeoikuska 1997 realiza M. Aguirre señala para
superficie inferior a un metro cuadrado habrá que el nivel Lgc, datado en su parte media en 14.680 ±
esperar al avance de los trabajos. No sería de extrañar 100 BP, alguna punta de base cóncava y retoque pla-
que un aumento de la superficie excavada entregara no en su tramo inferior y un aumento de hojitas de
una industria similar a la del nivel III de Llonín, en el dorso en los tramos medio y superior. La industria
que las piezas "macrolíticas" conviven con raclettes, ósea del conjunto entrega alguna azagaya de sección
azagayas aplanadas con bisel en lengüeta e incluso cuadrada y una pequeña azagaya "de base monobise-
azagayas pseudoexcisas que definen la fase arcaica lada de punta espatulada y ranura dorsal". Es decir,
del Magdaleniense (Fortea, corn. personal). coexisten materiales solutrenses y magdalenienses.
En Riera, Bosselin y Djindjian (1999) no dudan en
En la misma línea, la secuencia de Riera entrega calificar como "remaniement" las industrias de los
en los niveles 11 a 14 una tecnología sobre lasca en niveles 15 y 16.
materias primas locales y unos materiales que no
desentonan en un Magdaleniense 0, con un aumento Los prehistoriadores no solemos valorar suficien-
lamelar en los niveles 15 a 17 y con algunos triángu- temente el dato de la presencia de niveles de arroyada
los en el nivel 18. Solo a partir del nivel 19 existiría que explicaría quizá la existencia en niveles del Solu-
ya el Magdaleniense Inferior clásico tipo Juyo. trense reciente de azagayas propias del Magdalenien-
se Arcaico (como las de sección oval con bisel en len-
A ello hay que añadir que se eligen sólo algunas güeta o decoraciones en espiga) en yacimientos solu-
fechas "atípicas" de estos dos yacimientos, sin tener trenses como Caldas, Chufin o la Riera (Corchôn
en cuenta otras más "ortodoxas" de los mismos . Así, 2005), acompañando a las ortodoxas de bisel central,
en Riera 19 hay tres fechas, la "escogida" de 16.240, típicas, en principio, del Solutrense, lo que abundaría
pero también otras dos de 15.520 y 15.230: ¿por qué en esta mezcla sedimentológica de materiales. A la
elegir la atípica (que posee además una excesiva inversa, también se documentan puntas dobles con
amplitud en la horquilla ± 430) y no valorar las otras monobisel central en niveles del Magdaleniense Infe-
dos que, con una horquilla más ajustada, encajan en rior Cantábrico. Es el caso de la cueva de Balmori con
la fase cultural, tipo Juyo, del Magdaleniense Infe- un ejemplar; de Altamira, con dos; de Pasiega, con
rior?. Añádase además que Riera 19 y 20 presentan uno; o de Castillo, con siete (Utrilla 1981, lams. 31, 49
inversión estratigráfica en sus fechas y niveles. Este y 57 respectivamente). Nada tiene de particular ya que
hecho se repite también en Mirón, donde algunas estas azagayas son las únicas referidas entre la indus-
fechas de los niveles 110, 11.1 y 114 son mil años más tria ósea en el nivel I (supuesto Magdaleniense II) del
antiguas que otras obtenidas en los niveles subyacen- clásico yacimiento de Laugerie Haute Est, asociadas a
tes, 115 y 1. 16. En el caso del citado nivel 114 (16.460 útiles de trabajo (alisadores, agujas, punzones, huesos
± 50 BP) entrega una inversión de fechas con el nivel con muescas) y a una industria lítica a base de abun-
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
254 PILAR UTRILLA MIRANDA

dantes hojitas de dorso (38%) y triángulos escalenos, sencia de azagayas de sección cuadrada con tectifor-
aunque ya con solo un 1,46% de raclettes (Sonneville- mes o los omoplatos con ciervas estriadas) que son
Bordes 1966, 341, fig. 176, n° 14 y 15). además contemporáneos por sus fechas de C14 y su
sedimentología pero que tienen algo más, un carácter
De cualquier modo hay que estar atentos a la cul- especial que los separa en el análisis factorial (útiles
minación de las excavaciones de la interesante cueva de trabajo en hueso, variedad de utillaje, obras de arte
del Mirón ya que, en un primer avance presentado al exentas...) y que nos lleva a pensar que son diferentes
congreso de Faro (2004), Straus y González Morales en su función aunque pertenecientes a la misma cul-
(2005) señalan que las azagayas de sección cuadrada tura. ¿Es ello argumento suficiente para determinar
tipo Juyo aparecen desde los primeros momentos del una facies distinta o es una mera variedad funcional?.
Magdaleniense Inferior mientras que las de monobi-
sel central no aparecen, por el momento, hasta la De cualquier manera, el tan traído y llevado con-
mitad de la secuencia, a partir del nivel 112, mezcla- cepto de facies no parece tener el mismo significado
das con las de sección cuadrada. Lo que no cabe en el para todos los prehistoriadores ya que, de otro modo,
año 2004 es afirmar que estas puntas se han conside- no se explican las palabras de Corchón (2005, 21)
rado "tradicionalmente" como fósil guía del Magda- cuando concluye: "Los resultados de la calibración de
leniense Inferior Cantábrico en sus fases más anti- las dataciones existentes no certifican la sucesión
guas, citando la facies Castillo Beta de mi primera temporal de las facies, sino su solaparniento y discu-
estructuración de 1981. Hacía más de 20 años, tras la rrir paralelo". Lógico, por eso son facies y no fases.
publicación de la secuencia de Castillo por Cabrera
en 1984 (en la que, recordemos, los diarios de Ober-
maier situaban las azagayas de sección angulosa en la 4. EL MARCO CRONOLÓGICO Y
base del nivel) que esta mera sugerencia, declarada CLIMÁTICO ¿CON QUÉ FASES Y/O
muy hipotética desde el principio por desconocer en FACIES NOS QUEDAMOS?
1981 su base estratigráfica, había desaparecido (Utri-
lla 1989). Las de aplanamiento central sí se han con- En primer lugar hay que hacer referencia a la exis-
siderado "tradicionalmente" como fósil director del tencia en la Costa Cantábrica de secuencias comple-
Solutrense final, aunque se admitía su perduración en tas del Magdaleniense, hecho que sólo en muy conta-
el magdaleniense inferior. Lo que sí he mantenido das ocasiones puede establecerse en la zona clásica
siempre es la caracterización del Magdaleniense francesa (Laugerie Haute y Basse, Duruthy, quizá
Arcaico, tipo Rascaño 5, por las azagayas de sección Placard). En nuestra zona las secuencias estratigráfi-
aplanada y monobisel en lengüeta decorado con cas más importantes, en las que se suceden todas las
estrías (Utrilla, 1981, 1989 y 1996). grandes etapas del Magdaleniense (con y sin arpo-
nes), son La Paloma, Las Caldas, Llonín, La Riera y
Esta fase existiría con claridad en Castillo, ya que Cueto de la Mina en Asturias; Castillo, Rascaño (Fig.
la revisión de los papeles (en francés) del Abate 1), El Mirón y probablemente La Garma en Cantabria
Breuil (quien estudió el material óseo frente a Ober- y Santimamiñe, Urtiaga, Ekain, Lumentxa y Antoliña
maier y Wernert que realizaron la excavación y ano- en el País Vasco. Este dato supone un muy alto índi-
taron sus comentarios en alemán pero que no analiza- ce de reocupación de los sitios de habitación en cue-
ron apenas el material obtenido) permite conjeturar va, quizá debido a la existencia de una alta densidad
que cuando Obermaier indica que las azagayas de de población en un espacio reducido (González Sainz
sección cuadrada están en la base del nivel beta toda- y Utrilla 2005). En efecto, el estrecho corredor en el
vía no había terminado la excavación del nivel, cuya que quedaron atrapados ciervos y humanos quedaba
potencia oscilará entre 1,45 y 2 m. En efecto, el Aba- bien delimitado por el mar al Norte y por la fría Cor-
te Breuil cita textualmente 37 azagayas de bisel en dillera Cantábrica al Sur, lo que propició una fuerte
lengüeta del tipo Placard, dos de las cuales provenían concentración de yacimientos de habitación y de san-
de la base del nivel (Utrilla, 1996, 220-222). tuarios parietales. Sólo el País Vasco registra un
menor número de sitios, quizá debido a que tenía una
La raíz del problema está en saber qué grado de mejor comunicación con Aquitania y con la zona del
variabilidad se necesita para determinar que una serie Valle del Ebro. Hacia este lugar se efectuará su
de diferencias merecen la categoría de "facies" y qué expansión natural, ya que hoy se conocen 24 yaci-
elementos permiten distinguir una facies de otra, por- mientos magdalenienses en esta última zona (Utrilla
que aunque hay yacimientos idénticos (Rascaño 4, 2000).
Cierro, Balmori, Juyo 4 y 8 y Erralla por ejemplo)
hay otros como Altamira y Castillo que participan de Se ha publicado recientemente un artículo sobre el
algunos caracteres comunes con ellos (como la pre- marco cronológico "La chrorzostratigraphie du Mag-
KOBEE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 255
EL MAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

en el análisis de distintos tipos de restos en yacimien-


tos antrópicos. A ello responden los trabajos de Jóris
~ y Weniger (2000) y de Jóris y Alvarez (2002) que
comentamos con más detalle en nuestra comunica-
Aziliense
ción presentada en el Coloquio de Faro (González
Sainz y Utrilla 2005).

En síntesis, la comparación entre las alternativas


litlagdaleniense Final (VI) climáticas del GRIP y su cronología precisa y los
datos cantábricos, ambos en cronología calibrada,
agdaleniens = .:~.f/✓~f
,I.•s
i permite un relativo optimismo, ya que se da un grado
Superior (V)
de correlación razonable en la mayor parte de las eta-
pas, en particular en los estadios más recientes del
Tardiglaciar en los que el grado de calibración es más
Magdaleniense preciso. Los problemas son más fuertes en momentos
Interior (III) anteriores, correspondientes al inicio y horizontes
más antiguos de ese Complejo Interestadial o GI-1.
Magdaleniense
Inicial (t)
En el norte de Europa (GRIP y secuencias continen-
tales de polen) se está fechando ese inicio en unos
Figura 1. Estratigrafía de la cueva del Rascaño (Cantabria) 12.720 cal BC, en tanto que los datos cantábricos
apuntan un importante incremento de la humedad y
de las temperaturas desde 14.400 cal BC (inicio de la
dalénien Cantabrique" (Utrilla y González Sainz fase VI de Hoyos). Cabe recordar que otras curvas de
2003) que daba el estado de la cuestión del momento temperaturas a partir de columnas de hielos (GISP2,
en que se presentó (mayo de 1994) al Coloquio Inter- Vostok 1999) marcan un inicio del recalentamiento
nacional de Ravello sobre "Chronologies géophysi- anterior y más paulatino al de GRIP. Tampoco parece
ques et archéologiques du Paléolitique Supérieur". asumible suponer un continuo atemperado durante
No es admisible que las actas hayan tardado nueve todo el Complejo Interestadial, ya que se detectan
años en ser editadas para un congreso que pretendía cortas alternativas frías en los hielos de Groenlandia
ser una puesta al día y que recogía, en nuestro caso, (fases GI-1 d, GI-1c2, GI-1 b).
la secuencia climática propuesta por Hoyos (1995)
para el. Tardiglacial en la Cornisa Cantábrica y dentro Para el Magdaleniense Arcaico e Inferior de la
de la cual se insertaban todos los yacimientos magda- Costa Cantábrica se han obtenido 58 fechas proce-
lenienses conocidos en aquel momento que quedaron dentes de 15 yacimientos: Caldas (XIII a XI), Entre-
sistematizados en una tabla cronológica comparativa. foces (B), Lloseta (B), Güelga (3C), Riera (19-20),
Desde entonces el sistema de análisis climático basa- Hornos de la Peña (B), Altamira, Juyo (VI-11 a 4),
do en los niveles arqueológicos del karst, utilizado Castillo (8), Rascaño (5, 4b y 4), Mirón (0V: 17 a 15
por Hoyos y Laville en la Costa Cantábrica, ha teni- y VR: 117 a 114 y 111-110), Praile Aitz, Ekain (VII),
do algunos detractores, al igual que el análisis palino- Erralla (V) y Antoliña (Lgc medio). De ellas, las
lógico efectuado sobre niveles arqueológicos en cue- secuencias esenciales son, sin lugar a dudas, la de El
vas ha sido puesto en tela de juicio frente a los reali- Rascaño (donde sorprendentemente encajan fechas e
zados en lagos y turberas (Sánchez Goñi 1993). El industrias) y en menor medida las de Las Caldas, la
sensato artículo que González Sainz publicó en 1994 Riera, Castillo y El. Juyo, a las que se añadirán las de
sobre la Cronoestratigrafía del Magdaleniense Cantá- El Mirón, Llonín y La Garma A a medida que los
brico plantea sin acritud la problemática actual. contextos industriales se vayan publicando.

El avance en el conocimiento de los cambios cli- En cuanto al Magdaleniense medio son válidas 26
máticos a partir de análisis en los fondos marinos en fechas procedentes de 6 yacimientos cantábricos:
el hielo profundo de Groenlandia o de la Antártida ha Paloma, Caldas (IX a IV/III), la Viña (IV), Tito Bus-
sido espectacular en los diez últimos años. Al mismo tillo (lc), Galería inferior de la Garma (superficie) y
tiempo, la calibración del radiocarbono y la sincroni- Ermittia III, aunque en este caso, más por lo ortodo-
zación de curvas de temperatura y depósitos conti- xo de su industria, con auténticos fósiles directores,
nentales con pólenes y esporas del norte de Europa, que por su validez estratigráfica. A estos yacimientos
exige la reinterpretación de las antiguas secuencias podría sumarse la fecha de la navarra cueva de
ambientales regionales a la luz de esos cambios de Abauntz (nivel e2) que, aunque geográficamente per-
carácter más global, quedando relegadas las basadas tenece ya al Valle del Ebro, presenta materiales muy
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
256 PILAR UTR1LLA MIRANDA

La Paloma Coya Rosa Altamira MAR CANTABRICO Antoiŕñako Koba


Las Caldas 'El Cierro El Castillo lumentxa
Entrefoces La Lloseta El Juyo U rtiaga
Cueto de la Mina La Garma A Aitzbitarte IV
Gijon La Riera
¡Balmori I Santander
Llonín
~~- San Sebastian

Magdaleniense Arcaico Altitud en 0 50 100


! Magdaleniense Inferior — metros
----r. .::
! Magdaienieose Arcaico e Inferior 0 400 1000 kilómetros

Figura 2. Localización en la región cantábrica de los yacimientos que incluyen niveles del Magdaleniense Arcaico, del Magdaleniense Inferior, o
de ambos períodos.

vinculados con Aquitania y el grupo del Nalón. Para cribirían a la fase posterior (13.300-12.700 BP).
esta etapa la secuencia más completa es, hoy por hoy, Estos yacimientos se englobarían dentro de la fase
la de Las Caldas, y en un futuro inmediato, lo serán Cantábrico VI de Hoyos, mientras que la etapa anti-
las de la Viña y La Garma A. Existen además fechas gua del Magdaleniense Medio (con fauna fría repre-
procedentes de depósitos no suficientemente defini- sentada) pertenecería a la fase Cantábrico V. Sin
dos por el momento que encajarían con una cronolo- embargo, especialistas en Magdaleniense Superior
gía del Magdaleniense medio: son la cueva Oscura de como González Sainz (1989a) incluyen ya en él esta
Ania (IIIB), Tito Bustillo (1bc), Cualventi 6, y La etapa evolucionada del Magdaleniense Medio, por lo
Garma A (10 a 5 y nivel D). que no la trataremos en este capítulo.

De las fechas atribuidas en Mirón al Magdale- Veamos ahora por separado las dos primeras fases
niense medio por sus excavadores (Straus et cal. 2002, magdalenienses (Magdaleniense Arcaico y Magdale-
1409) más por criterios estratigráficos que industria- niense Inferior) (Fig. 2) resumiendo las característi-
les (IC VIII y VR 111 a 108) y dadas las dudas sobre cas tipológicas que, en fin, definen a cada una de ellas
la existencia de ocupaciones en el Magdaleniense y proponiendo en el interior de las mismas posibles
medio, se considera más probable (González Sainz y "facies" culturales supuestamente contemporáneas.
Utrilla 2005) la atribución de las capas más profundas En una tercera etapa, introducimos el Magdaleniense
al Magdaleniense inferior (VR 111 y 110) y se dejan Medio pero hay que esperar a la publicación en las
para el Magdaleniense medio las de VR 108, de actas del Congreso de Faro', de la concienzuda sínte-
13660 ± 70 y 14.710 ± 160 BP (fechas demasiado sis que sobre la base de Las Caldas han realizado
dispares para un mismo nivel). Otros autores (Cor- Corchón y su equipo (Corchón et al. 2005). En todo
chón 2005) prefieren llevar todas las fechas al Mag- caso, cuando aparezca la memoria de la excavación
daleniense Inferior (incluida la de VR 108) lo que le de la magnífica cueva de la Viña, dirigida por Fortea,
permite mantener la teoría del solapamiento con el y la no menos importante de la Garma, dirigida por
comienzo del Magdaleniense Medio. Arias, se completará una buena visión de lo que supu-
so esta etapa cultural, la primera auténticamente
Desde el punto de vista climático, S. Corchón "magdaleniense", en la Costa Cantábrica.
(1995a) basándose en los materiales asturianos divi-
de en dos fases el magdaleniense Medio, diferencia- 4.1. El Magdaleniense Cantábrico Arcaico:
das por el ámbito frío en que transcurre la primera (16.800-16.000 BP)
(final del Dryas I) y el templado de la segunda
(Bolling). Pertenecerían, según Corchón (1995a, 137) Similar por tipología y cronología al tradicional
a la etapa antigua (14.200-13.300 BP) la unidad infe- Magdaleniense I de la secuencia francesa de Placard
rior de las Caldas (niveles IX a VI), la parte inferior
y media de la Viña IV y Llonín X, mientras que la
unidad superior de Caldas (V IV), superior de la Viña 1 Las actas de dicho congreso se publicaron con posterioridad a la
IV y, con los problemas anotados, Paloma 6, se ads- entrega de este texto.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 257
EL MUTAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16»500-13.00() BP)

y Laugerie Haute aparece encajado desde el punto de


vista sedimentológico en el Cantábrico II de M.
Hoyos, caracterizado por un clima fresco y húmedo
típico del antiguo interestadio de Lascaux. Corres-
pondería a la primera parte del Tardiglaciar (GS-2 de
la zonación definida en Groenlandia por GRIP), en
concreto de la fase inicial GS-2c.

Para esta etapa se dispone de muy pocas fechas


válidas que pertenezcan a niveles intactos con indus-
trias características: tan solo nos parecen coherentes
(a la espera de conocer la datación de Llonín III), la
fecha de Rascaño 5 de 16.433 ± 131 BP, la de Casti-
llo 8 inferior de 16.850 ± 220 BP, y acaso, la base del
Magdaleniense del Mirón (VR-117: 17.050 ± 140
2
BP) la cual parece corresponder a un momento ante- Figura 3. Varilla "pseudoexcisa" de Aitzbitarte IV (Guipúzcoa)
rior, el clásico "Magdaleniense 0", del tipo definido
en Laugerie Haute. Veamos con qué contamos en esta
primera etapa. En resumen, tras la citada etapa de toscas indus-
trias de denticulados (ya se denomine "Magdalenien-
se 0" , Badeguliense tipo A o Solutrense desolutrea-
4.1.1. La Transición: una fase macrolŕtica de mues- nizado ) presente en torno al 17.000 en los referidos
cas y denticulados. ¿Magdaleniense 0, Badegulien- niveles de Riera, Caldas o Mirón 117, a partir del
se Arcaico o Solutrense Terminal? (17000-16800 16800 y dentro de la fase templada antiguamente lla-
BP). mada de Lascaux, encontramos dos grupos de yaci-
mientos:
Está caracterizada por toscas piezas macrolíticas,
"musteroides", elaboradas con materias primas loca- 4.1.2. El caracterizado por la presencia de raclettes
les, que contienen elevados porcentajes de muescas y
denticulados (Straus y González Morales 2005). Que podría rastrearse en el nivel III de Aizbitarte
Anclada en torno al 17.000 BP, la fecha de Mirón IV, en Caldas 5-3 y quizá en Llonín III. Las razones
VR-117, nos lleva a pensar si la idéntica existente en que tuvimos para identificar esta facies en Aitzbitar-
Urtiaga F+G no estará datando realmente las indus- te (Utrilla 1986) fueron la existencia de raclettes en
trias "poco características" del nivel G, al mismo un 4,56% y sobre todo la presencia en el nivel mag-
tiempo que nos pone ante la posible coexistencia con daleniense (que no solutrense) de una varilla con los
los últimos coletazos del llamado "Solutrense", con tres trazos curvilíneos de técnica pseudoexcisa (Fig.
rarificación de foliáceos. Las fechas asignadas a este 3) que aparece siempre en contextos con raclettes
grupo se sitúan en el 16.900 ± 200 BP de Riera-17 "badegulienses" del Magdaleniense I: Laugerie Hau-
(para muchos ya magdaleniense), el 17.420 ± 200 BP te Est, Placard, Badegoule y en especial Pegourié,
de Chufín 1, o, ya más alejado, el 17.580 ± 440 de donde Seronie Vivien acaba de localizar nuevos
Amalda IV, ya que las de 16.200 ± 240 y 16.090 ± ejemplares.
240 BP se consideran aberrantes.
En cuanto al nivel III de Llonín parece entregar
Bosselin y Djindjian (1999) identifican una indus- este mismo tipo de decoración pseudoexcisa, conjun-
tria similar, que ellos prefieren denominar "badegu- tamente con piezas arcaicas, "raclettes" y azagayas
liense", en las capas 8 a 16 de la Riera tradicional- tipo Placard I Rascaño 5 (Fortea, comunicación per-
mente clasificadas como Solutrense Terminal por sus sonal) .
excavadores (Straus y Clark 1986). Se caracterizaría
por el desarrollo de útiles "arcaicos", esencialmente Bosselin y Djindjian (1999, fig. 13) adscriben a un
muescas y denticulados, una extrema rareza de útiles genérico `Badeguliense Cantábrico" los yacimientos
solutrenses y de hojitas de dorso y una relación IG/IB de Lloseta 10 (con 2 raclettes, según nuestros cómpu-
variable. Ai mismo tiempo las estrategias de aprovi- tos), Cierro 4 (con 4 ejemplares), Cova Rosa 2 + 3
sionamiento serían locales, tanto en la elección de la (0), Cueto de la Mina D (0), Castillo (3), Rascaño 5
materia prima del soporte (73% de cuarcitas de la (3) Riera 8-16 (con algunas raclettes en los niveles 15
zona) como en los recursos alimentarios (ciervo, y 16 y descenso de muescas y denticulados) y Caldas
cabra y sarrio del biotopo local). 4, 5 y 6.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
258 PILAR UTRILLA MIRANDA

En la secuencia climática clásica ocupa-


ría a grandes rasgos la primera parte del
Dryas Antiguo, caracterizado en gene-
ral por el clima frío, quizá con una dis-
cutida oscilación más templada
(Angles) y englobando aproximada-
mente las fases I11, IV y comienzos del
V de Hoyos (1995). En la serie GRIP de
Jóris y Weninger correspondería básica-
mente a la fase fría y seca del 2b y 2a,
dentro de la fase GS-2, el antiguo Tardi-
glaciar, aunque en este caso los episo-
dios templados (Angles y Prebblling)
Figura 4. Azagayas con monobisel en lengüeta decorado en espiga. 1 y 2: Castillo; 3. La
no están documentados con claridad.
Paloma: 4: Lumentxa y 5: Rascaño
Desde el punto de vista cronológico
esta etapa comenzaría en el 16.000 BP,
En Caldas 4 y 5 el carácter frío de sus sedimen- cifra marcada por la fecha de Rascaño 4b (15.988 BP)
tos convierte en problema el incluirlo en la fase mientras que su discriminación cultural y cronológi-
templada de Lascaux, la cual se asigna al nivel 3 ca respecto al Magdaleniense medio se situaría en
(XIV de la Sala II) (Hoyos 1995, 31 y 37). La torno al 14.400, pudiendo perdurar hasta el 14.000 en
reciente datación de la base del nivel (XIVc) en algunos niveles tardíos como Joyo 4 (13.920 BP) o
17.380 ± 215 BP. conviene en cambio a la oscila- La Güelga 3C (14.020 ±130; 14.090 ± 190 y 13.890
ción de Lascaux. De cualquier modo advierte Cor- ± 130 BP). Para González Sainz el límite más proba-
chón que los niveles 3 a 6 se hallan muy alterados ble (y bastante nítido) para el inicio en la preparación
por procesos postsedimentarios, con un proceso de protoarpones del Magdaleniense Medio quedaría
erosivo tras el nivel 3. en torno a 14.400-14.200 BP.

4.1.3. El Magdaleniense Arcaico tipo Rascafio 5 Si nos fijamos en las industrias y otros parámetros
como la fauna, el arte o la estacionalidad es aquí don-
Caracterizado en lo lítico por la rareza de raclettes de la teoría de facies, culturales o funcionales,
(solo 3 ejemplares) y en la industria ósea por la pre- adquiere la mejor representación, distinguiéndose los
sencia de azagayas de sección aplanada y monobisel siguientes grupos:
en lengüeta decorada en espiga (Fig. 4), asociados a
una industria ósea poco elaborada formada por abun- 4.2.1. La facies Juyo
dantes huesos retocados a modo de cinceles, cuñas y
útiles de trabajo. Estaría presente con seguridad en Se aplica a industrias caracterizadas en lo lítico
Rascaño 5 y base de Castillo 8 y, con algunas dudas, por la presencia masiva del raspador (en particular el
en Cueto de la Mina D inf. (donde existen además los raspador nucleiforme, aunque sigue dominando el IG
tradicionales grabados serpentiformes), Río/Lloseta y si se elimina el tipo 15 de la estadística) y en lo óseo
Lumentxa E/F, con presencia de azagayas tipo Pla- por la azagaya de sección cuadrada con decoración en
card típicas que permitirían asignar esta facies (Utri- «tectiforme formando ángulos». Puede contener
lla 1976b y 1989). Para la determinación de la parte omoplatos con grabados de ciervas de trazo estriado
inferior de Castillo 8 la existencia de 37 azagayas de corno en Cierro, Mirón y Juyo 4 (Fig. 5).
sección aplanada y base en lengüeta procedentes de la
base del nivel y reseñadas por Breuil en sus notas a Se trata del clásico «Magdaleniense III Cantábri-
máquina como "Magdaleniense I de Placard" nos co» que aparece pujante en un poderoso núcleo corn-
parecen un argumento definitivo (Utrilla 1996, 221 y prendido entre la parte occidental de Asturias (zona
222). En el caso de Riera 18, dominan las azagayas de Llanes) hasta la cuenca del Miera. Los yacimien-
de sección aplanada, que además aparecen infrapues- tos de Balmori, Riera 19-20, Cueto de la Mina D,
tas a las de sección cuadrada del nivel 19. No se Cierro III, Lloseta med., Rascaño 4 y Juyo 4 y 8
posee datación absoluta de este nivel, la cual hubiera serían los yacimientos más significativos de esta zona
ayudado a resolver su posición. geográfica.

4.2. El Magdaleniense Inferior Cantábrico: Las cuevas de Mirón, Erralla V y con más dudas
16.000-14.400 BP Paloma 8, Urtiaga F y Ekain VIb quedarían fuera de
este territorio, con lo que la explicación territorial-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8j, año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantabrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 259
EL MACDALENIENSE INICIAL. INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

Figura 5. Santuarios de ciervas/os de trazo estriado en el Norte de España

cultural que se aplicaría al grupo habría de ser mati- de M. Hoyos (1995a, 43) y Corchón (1995, 123, nota
zada quizá por una explicación funcional (cazaderos 5) pudieran estar algo rejuvenecidas por carbonata-
especializados). Por otra parte yacimientos como ciones secundarias (ya que no acaban de encajar
Altamira o Castillo (que participan parcialmente de totalmente con los datos sedimentológicos), coloca-
algunos elementos de esta facies) se separarían de rían esta facies como contemporánea de la de Juyo,
ella como consecuencia de una diferente funcionali- siendo Caldas XI coetánea de Juyo 4; Caldas XII de
dad (hábitat estable o santuario). Juyo 7 y Caldas XIII de Rascaño 3.

4.2.2. Facies microlŕtica con escalenos No serían significativos de este grupo ni los raspa-
dores nucleiformes ni las azagayas de sección cuadra-
La ya comentada aparición en Caldas de un Mag- da que determinan la facies contemporánea de tipo
daleniense Inferior con un importante utillaje micro- Juyo. En su lugar aparecerían, junto a los microlitos
lítico que engloba un número significativo de geomé- citados, un utillaje lítico dominado por los buriles, los
tricos (8%), la mayoría triángulos escalenos (Cor- raspadores-buriles y las bellas láminas retocadas. Es
chón 1984-85, 1994) presentaba una posición estrati- lo esperado, ya que Caldas no parece ser un cazadero
gráfica bajo un Magdaleniense Medio, y se documen- (facies Juyo) sino un lugar permanente de hábitat,
taba en los niveles XI a XIII datados entre 13.755 y privilegiado quizá por la existencia de aguas terma-
15.165 BP, con un 14495 ± 140 para el nivel XII les, tal como ocurre en Castillo.
intermedio. Las fechas de Caldas, aunque en opinión

Figura 6. Yacimientos del Magdaleniense Inferior y Medio del Cantábrico

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
260 PILAR LETRILLA MIRANDA

Fortea et (11.1990) y por Corchón (1995a, 1995b; Cor-


chón et al. 2005).

En Asturias, los yacimientos de la Viña y Caldas,


dirigidos respectivamente por los dos autores citados,
han aportado interesantísimos datos en el foco del
valle del Nalón, junto a otras excavaciones en Astu-
rias Oriental como la cueva de Llonín en el Cares,
dirigida por J. Fortea y M. de la Rasilla o las ya clá-
sicas de A. Moure en Tito Bustillo (Complejo infe-
rior, n.2) en transición al Magdaleniense Superior.
Otros lugares asturianos interesantes serían las cue-
vas de Sofoxó (con materiales removilizados pertene-
cientes a varias fases del Magdaleniense), Coimbre
(con una típica varilla de dientes incipientes similar a
los prototipos de arpón de Ermittia, Fig. 7) y cueva
Oscura de Ania, con materiales procedentes de exca-
vaciones antiguas que están siendo reestudiados
(Adán et cil. 2002). Paloma 6 entrega problemas en la
fl datación de algunos objetos de su arte mueble (un
14.600 BP para una pieza con grabado escalerifor-
me).

En Cantabria los trabajos en curso en la cueva de


J t~
La Garma (Arias et al. 2005) están arrojando resulta-
dos espectaculares, con unos materiales, suelos y
~ estructuras, muy bien conservados y que se relacio-
nan estrechamente con los yacimientos del Nalón y
por tanto con los modelos pirenaicos. La Garma ha
venido a rellenar el enorme vacío que presentaba la
Figura 7. Protoarpones de la cueva de Ermittia (Guipúzcoa) (según Costa Cantábrica durante el Magdaleniense Medio
Barandiarán) entre el grupo asturiano (Nalón y Cares) y el grupo
vasco. En efecto, si buscamos en estratigrafía huellas
del Magdaleniense Medio en Cantabria solemos
Este aumento de microlitos aparece también ates- encontrar niveles arcillosos estériles, como en Casti-
tiguado en los niveles inferiores de la excavación llo 7 o en Mirón (donde en la parte anterior del yaci-
antigua de Juyo (niveles IX a XI de la Trinchera I y miento se ha documentado una amplia capa de arci-
VIII de la Trinchera II) (Janssens y González Echega- llas por debajo de los niveles del Magdaleniense
ray 1958; Utrilla 1976a, 1981) y en los niveles 6 a 7 superior) o se detectan cicatrices de erosión, como en
de la reciente (G. Echegaray 1996). También en la Rascaño (entre 3 y 2). En ocasiones se localizan en
capa 10 de Lloseta (base de la secuencia) se docu- las arcillas rojas estériles algunos objetos aislados
menta un aumento anormal de hojitas de dorso, pose- como la varilla con decoración en espiral que encon-
yendo cuatro de ellas truncadura oblicua (Utrilla tró Obermaier (1925, 182) en la arcilla parda de Hor-
1.976a), ocurriendo algo similar en la base del proble- nos de la Peña o la varilla de decoración curvilínea de
mático nivel de Urtiaga F (Utrilla 1976b, 1989). la cueva de la Pasiega. Quizá en El Pendo (yacimien-
to con serios problemas estratigráficos) existirían
4.3. El Magdaleniense Medio (14400-13300 BP) indicios de Magdaleniense medio, documentados en
(Fig. 6) ciertos motivos artísticos y en las altas dataciones de
algunas piezas de su arte mueble.
Supone el gran avance de la investigación en los
últimos años ya que se ha pasado de una oscura nebu- En el País Vasco no existen estratigrafías datadas
losa en la que esta etapa parecía brillar por su ausen- válidas. Ya hemos comentado como presentaban
cia (Utrilla 1980, 1981) a ser la protagonista principal niveles no datados (Santimamiñe) o claramente
de los más recientes descubrimientos. Una sistemati- revueltos (Bolinkoba y Ermittia), niveles que se defi-
zación del Magdaleniense Medio ha sido estructura- nían en lo óseo por las puntas dobles de sección trian-
da principalmente por J. Fortea (Fortea 1989, 1992; gular con decoración de rombos con trazo interior y
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 261
EL MAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

en lo lítico por el dominio de los buriles sobre los ras- Castillo (Breuil y Obermaier 1912a, 12; Cabrera
padores y la relativa abundancia de los tipos sobre 1984, 369); o a la acumulación de astas de reno (Istu-
truncadura , los útiles dobles y las láminas retocadas. ritz) o ciervo (Erralla) que parecen constituir bien una
De ahí el interés que revisten las excavaciones de la ofrenda, bien una provisión de materia prima para
cueva de Abauntz en Navarra que han permitido datar fabricar los útiles de asta, acompañando varias azaga-
este grupo cultural en 13.500 BP, incluyéndolo al fin yas de sección cuadrada a las cuernas de Erralla. En
en la fase del Magdaleniense Medio con materiales este yacimiento el primer depósito se hallaba cubier-
similares a Caldas IX-VI y La Viña IV inferior (Utri- to además por una serie de losas de caliza, estando
lla y Mazo, 1996). dos de ellas hincadas verticalmente. Grandes drusas
de calcita se hallaron asociadas a la estructura, al mis-
En conjunto, en el Magdaleniense Medio la indus- mo tiempo que dos pequeños hogares, producto de
tria lítica se caracteriza por un IG/IB bastante corn- fogatas de corta duración, acompañaban a cada uno
pensado y un alto índice microlaminar que en la Viña de los depósitos. No se localizaron en cambio ele-
alcanza el 53% para las hojitas de dorso (Fortea 1989, mentos líticos en la zona (Altuna et al. 1985, 187). En
428), junto al gran tamaño de los soportes y útiles Cualventi el famoso bastón perforado reposaba sobre
retocados, superior a los del tramo siguiente, con un una piedra plana apoyada a su vez sobre otra hincada
uso casi exclusivo del sílex en una zona en la que (García Guinea 1986). En La Garma A una construc-
escasea como materia prima (Corchón 1995a, 137). ción semicircular de piedra limita un espacio de 2,5
La industria ósea incrementa la muestra de huesos m. de diámetro que es interpretado como cabaña y en
utilizados (compresores, paletas, alisadores...) junto a cuyo interior apareció una costilla con grabados
piezas tan características corno las azagayas de base (Arias y Ontañón 2004).
ahorquillada, los protoarpones o las bramaderas. Pero
lo más característico de esta etapa es la eclosión del Dos plaquetas tardías del Magdaleniense Superior
arte mueble de carácter no funcional, tanto sobre y Final con representaciones de cabras aparecieron
soporte lítico como óseo, siendo el caballo, la cabra y rotas, quizá voluntariamente, en las cuevas guipuz-
el ciervo los animales más representados. Son comu- coanas de Urtiaga y Ekain. Para González Sainz
nes las asociaciones temáticas binarias de dos sujetos podrían formar parte simplemente del enlosado del
de la misma o diferente especie (Fortea 1989; Fortea suelo mientras que para Corchón, en el caso de pla-
et al. 1990; Corchón 1991-1992, 1995). quetas similares de las Caldas, podría tratarse de una
destrucción deliberada en el contexto de determina-
dos actos sociales (Corchón 1998).
5. LO QUE DE VERDAD IMPORTA: LA VIDA
DEL HOMBRE MAGDALENIENSE A TRAVÉS El caso más espectacular se refiere a los contornos
DE SUS ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA recortados agrupados sobre una repisa localizada en
Y SU MUNDO ESPIRITUAL la Galería Larga de Tito Bustillo (Fig. 8, 9). Estaban
cubiertos de colorante rojo y frente a una mano en
En las líneas anteriores hemos dedicado demasia- negativo aunque los autores del descubrimiento (Bal-
do tiempo a establecer las bases de las secuencias bín et al. 2002, 2003) indican que no se trata necesa-
estratigráficas o la evolución tipológica y climática, riamente de un depósito ritual sino de una simple evi-
pero es momento ya de dedicarnos a pensar en lo dencia de la frecuentación de la cueva. En el caso del
importante, cómo consiguió sobrevivir el hombre del "área de estancia" empedrada de la misma cueva se
Magdaleniense Inferior o qué mundo espiritual nos hallaron 83 plaquetas de piedra de las que 25 estaban
ha legado. Para hablar de ello necesitaríamos espacio decoradas, 12 de ellas con motivos animales. Apare-
para un nuevo artículo por lo que sólo comentaremos cieron en una zona de 5 m_ en torno a una fosa alar-
aquellos yacimientos que aportan algunos datos para gada en cuyo extremo, y clavada en el fondo de un
intentar algo tan difícil como aprehender la vida del hoyo de 1.5 x 15 cm., apareció la curiosa escultura
hombre prehistórico. colgante con representación antropomorfa (Moure
1984, 72).
5.1. ¿Ofrendas rituales?
Quienes sí hablan de una función ritual o religio-
Existen en el Magdaleniense interesantes ejem- sa son los autores del hallazgo del "santuario" del
plos de "ofrendas" o "tesoros" que, depositadas a nivel 4 de la cueva del Juyo (Freeman y González
modo de escondrijos, podrían tener un posible carác- Echegaray 1982). Según estos investigadores el san-
ter ritual: nos referimos a la veintena de azagayas, tuario del Magdaleniense inferior se articulaba en tor-
biapuntadas y con surcos, que fueron halladas en una no a dos zanjas de forma triangular rellenadas poste-
caja formada por tres lajas de piedra en la cueva del. riormente con capas de ofrendas constituidas funda-
KOBIE (Serie Anejos n.° 3), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantâbrica
262 PILAR UTRILLA MIRANDA

uno de los túmulos. Freeman y G. Echegaray (1982,


164) sugieren que podría tratarse de un depósito fun-
dacional.

En Las Caldas, nivel IXC, del Magdaleniense


Medio, Corchón (1992, 1994) halló un conjunto de
materiales seleccionados (hemimandíbulas de caballo
y alguna de ciervo, un cuerno de uro, dientes de oso,
incisivos de caballo grabados, plaquitas de arenisca
también grabadas...) que interpreta corno un contex-
to de tipo ritual.

En Entrefoces el depósito "ritual"se articulaba en


torno a un canto de cuarcita esculpido en forma de
cabeza humana. Estaba colocado verticalmente en un
nicho de la pared entre bloques y se asociaba a dos
cantos rodados de colores vivos (rojo y amarillo) y a
un amontonamiento "anómalo" de núcleos prismáti-
cos de laminillas, de excepcional tamaño y calidad
(González Morales 1990, 35). En realidad el hallar en
un nivel del Magdaleniense Inferior un conjunto de
núcleos de laminillas (o quizá raspadores nucleifor-
mes) es lo suyo en los niveles de esta época.
Figura 8. Zona de la cueva de Tito Bustillo (Asturias) donde apare-
cieron agrupados los contornos recortados. (Foto R. de Balbín). También en la Garma, galería Inferior, el equipo
de Arias acaba de publicar el hallazgo de una estruc-
tura de piedra subcircular que constituiría el basa-
mento de una cabaña de pieles o materia vegetal apo-
yada en la pared, similar a otras al aire libre halladas
en Etiolles. En su entorno se encontró una falange
con representación en relieve de un uro, un propulsor
esculpido en forma de pata de artiodáctilo y una cos-
tilla decorada (Arias y Ontañón 2004, 46).

En la zona III de la misma cueva, bajo una pintu-


ra rupestre que representa una cabeza de caballo en
negro, se halló un recinto de planta subcircular de 5
m_ definido por grandes bloques de caliza y algunas
lajas hincadas verticalmente, estando el suelo interior
rebajado. A esta estructura se asociaba una escultura
Figura 9. Contorno recortado de Tito Bustillo (Foto R. de Balbín).
en asta de reno de bulto redondo y con protuberancias
situado en posición vertical en el hueco entre dos blo-
ques de la estructura.
mentalmente por huesos de ciervo. Capas de ocre y
tien-as de colores dispuestas de forma geométrica En conjunto Arias y Ontañón opinan que en la
(formando a modo de flanes) llegaban a constituir zona IV (donde se observaron hasta cuatro recintos
sendos túmulos. En los depósitos intencionales se yuxtapuestos delimitados por bloques y lajas hinca-
encontraron azagayas, agujas, buriles y una cuerna de das con una inusual concentración de mandíbulas de
ciervo hincada verticalmente. Un bloque calizo a caballo y destacados objetos de arte mueble), se desa-
modo de estela se halló en el extremo de la estructu- rrollaron actividades de tipo ritual ligadas a unos por-
ra más pequeña. En ella la combinación de grietas centajes de Equus caballus "que no tiene precedentes
naturales y zonas trabajadas constituirían una especie en el Magdaleniense Cantábrico". El hecho de hallar
de máscara que representaría una cara medio humana una calota craneana de este animal a la que se le ha
y medio felina. Asociado a este conjunto una cabeza recortado la parte superior de la bóveda (tal vez para
de cierva tallada en una costilla apareció en un hoyo extraer el cerebro) incidiría en este carácter ritual que,
situado bajo la coraza de piedra y arcilla que recubría en el caso del caballo, entroncaría con otros conjun-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), al-10 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 263
EL MAGDALENIENSE INICIAL. INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.000 BP)

tos del Magdaleniense Medio, corno el citado de Cal- cabo durante el Magdaleniense Inferior prácticas o
das con hemimandfbulas de caballo seleccionadas u rituales de carácter "espiritual" cuya razón y caracte-
otros pirenaicos en Isturitz, Duruthy o Enlène. rísticas se desconocen, y del que quedarían como ves-
tigios de dicha actividad y creencias, quizás, la propia
5.2. Colgantes: adornos y calendarios lunares cavidad y los mencionados colgantes" (Peñalver y
Mujika 2005).
Es interesante también el hallazgo de collares,
como el formado por 1.3 caninos perforados de ciervo En el Magdaleniense Medio de Abauntz el nivel e
hallados en la cueva de la Pasiega (quizá en relación entregó un variado elenco de colgantes, entre ellos un
con el maxilar de un varón adulto hallado en el mis- canino de oso de las cavernas recortado en su base,
mo nivel); o un centenar de conchas de Littorina dos caninos de lince perforados, y tres huesos hioides
obtusata perforadas y tres Turritellas halladas en el de caballo, también perforados, siendo especialmente
nivel F de Urtiaga, la mayoría concentradas en el cua- interesante el localizado en la campaña de 1993 que
dro 9F y que se suman a otras 59 Littorinas adscritas presenta 14 "marcas de caza" en cada uno de sus bor-
al nivel G en el mismo cuadro. A su vez, la Garma des (Utrilla y Mazo 1996, 252) (Fig. 10). El hecho de
Inferior, zona IV, entregó en el segundo recinto que dos cuevas de cronología similar en la asturiana
numerosos colgantes de conchas (Nassarius reticula- cuenca del Sella posean cuatro ejemplares más (en
tus y Littorina obtusata) en niveles del Magdalenien- este caso hioides de ciervo) con marcas en múltiplos
se Medio. En Caldas el nivel VIII, también del Mag- de 7 nos lleva a sugerir la existencia de calendarios
daleniense Medio, ha entregado curiosos colgantes lunares quizá relacionados con cómputos de fecundi-
como uno fabricado sobre diente de cachalote que dad. Nos referimos a la cueva de la Güelga en su nivel
representa por una cara a este animal y a un bisonte 3c, con dos huesos hioides que presentan 21 trazos
en la otra, así como otros colgantes fabricados sobre cada uno y a la cueva de Tito Bustillo que entrega en
incisivos de caballo (nivel IXa) o falanges de ciervo su nivel lc dos más, uno con 30 trazos (en realidad en
(n. VIII) para los que se sugiere una función de silba- dos casos dos marcas muy juntas podrían ser correc-
tos (Corchón et al. 2005). ción de un mismo trazo por lo que quedarían en 28) y
el otro con 14 marcas en uno de los bordes y con 28
Pero es en Praile Aitz (Deba, Guipúzcoa) donde en el otro. Para Menéndez (que no reseña la curiosi-
X. Peñalver y J. Mújika han excavado el más sorpren-
dente depósito de colgantes estructurados en cinco
conjuntos. Se trata de 26 piezas de piedra grabadas
con motivos geométricos, algunas imitando la forma
de los caninos atrofiados de ciervo, y tres incisivos de
cabra con doble perforación bicónica (Peñalver et al.
2006). El hecho de que el yacimiento se halle muy 1
próximo a la cueva de Ermittia y que entregue entre
su exiguo material una "azagaya decorada con dos
hexágonos alargados (casi rombos) rellenos de trazos
oblicuos en su interior" nos lleva a paralelizar ambos
yacimientos. Dado que Praile Aitz posee una escasa
industria (15 útiles y 20 restos de fabricación y sopor-
tes) permite proponer a los autores de la excavación
2 )
que el grupo humano que habitó en esta cueva sería
muy reducido, que la ocupación habría sido tempo-
ralmente muy breve y que la casi totalidad del instru-
mental se traería ya fabricado.

No creen tampoco que se trate de un taller de col-


gantes por no haberse encontrado los utensilios para
su manipulación ni tampoco un cazadero ya que "la
fauna es escasa y buena parte de ella no parece haber
sido aportada por el hombre, sino ser el resultado de
su acarreo por animales carnívoros". Sólo en torno al
hogar se observan algunos huesos con indicios de Figura 10. Colgantes sobre hueso hioides ¿con marcas lunares? N° 1 :
haber sido manipulados. Sugieren en fin que el yaci- La Güelga (según Menéndez) ; n° 2 : Tito Bustillo (según Moure) ; n°
miento pudo ser "un punto en el que se llevaran a 3: Abauntz (según Utrilla y Mazo).

KOBIE (Serie Anejos n.° S), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
264 PILAR UT.RILLA MIRANDA

dad de que se trata de múltiplos de 7), los cuatro pared y calzados por piedras. La existencia de puntas
ejemplos del Sella podrían ser indicativos junto a de cuerna de reno en su entorno nos llevó a sugerir
otros signos tectiformes de "emblemas de grupo", que quizá servirían éstas para clavar en el suelo las
como referentes o elementos identificativos, dentro pieles de una cortina sujetada por los postes que ais-
de una territorialidad en la cuenca media del Sella. laría una sala de otra. En cuanto a los agujeros de pos-
Los hioides con marcas no serían un tipo de pieza te menores, tanto pudieron sostener una plataforma
excepcional sino que respondería a un tipo de adorno de madera que aislara la zona de la humedad del sue-
de diseño bien fijado y repetitivo, con un uso genera- lo, como sujetar los elementos centrales de tiendas en
lizado (Menéndez 2003, 197). Por otra parte, no son el interior de una cueva con abundantes goteras o, lo
sólo los hioides los que presentan marcas múltiplo de más probable dada la distancia entre ellos, tensar pie-
7. Cualquier hueso sirve: así en la misma cueva de les mientras se procedía su tundido.
Abauntz encontramos una costilla con 7 marcas; o en
la oscense cueva de Chaves hallamos un fragmento de Las hipôtesis de interpretación funcional se basan
hueso largo en el que aparecen grabadas dos series de además en la asociación de unos útiles con otros en
28 trazos verticales enmarcadas cada una de ellas por determinadas áreas (isodensidades) y en el análisis de
dos trazos horizontales (Utrilla y Mazo 1996, 253, las huellas de uso de los mismos realizado por C.
fig. 8). Yvette Taborin (2004, 152) recoge a su vez un Mazo. Se distinguieron cuatro áreas funcionales en
canino de lobo perforado que presenta 14 incisiones torno al hogar de la primera sala, la de mayor luz
paralelas... (Utrilla y Martínez Bea, en prensa). natural (Utrilla y Mazo 1992): la)- una zona de raspa-
do de pieles, realizado no solo por los consabidos ras-
padores sino también con la truncadura de algunos
5.3. Estructuras y organización del espacio inte- buriles, los cuales presentaban idénticas huellas de
rior raspado y restos de ocre en ambos casos; 2a)- una
zona de perforado de pieles, realizada con perforado-
La cueva de Abauntz en la Navarra prepirenaica ha res, pero también con buriles diedros que presentaban
entregado en su nivel del Magdaleniense Medio también las mismas huellas de uso que los perforado-
(13.500 BP) un interesante ejemplo de la estructura- res, según determinación traceológica de C. Mazo;
ciôn del espacio habitado (Utrilla et al. 2003). Parti- 3a)- un área al fondo y tras el hogar, casi vacía de res-
mos para su análisis de tres premisas importantes que tos líticos, pero que contenía abundantes pólenes y
dan validez a los resultados : l a : Las dos salas del esporas de helechos y juncáceas (Utrilla et al. 1986),
yacimiento son contemporáneas, como demuestran los para la que sugerimos lechos de reposo, quizá para
remontajes líticos establecidos por N. Cazals o la pre- los bebes cuyas madres raspan y perforan las pieles;
sencia en ambas salas de falanges de una misma piel y 4a)- un área de talla de sílex que se adelanta hasta la
de saiga ; 2a : No ha habido en el Magdaleniense boca de la cueva. Las armas de caza, azagayas y vari-
Medio fuerte actividad postdeposicional que haya pro- llas, elementos "masculinos", se encontraron en el
vocado movimientos importantes de piezas, salvo un corredor de acceso a la segunda sala y en ella misma,
canalillo de agua que discurrió en los bordes del asen- asociadas a muy escasos restos líticos (láminas sim-
tamiento adosado a la pared (informe oral de Hoyos y ples con micropulidos). (Fig. 11).
Laville) y 3a: La cueva se ocupó durante una época
muy corta dejando un débil nivel de ocupación en Dada la posibilidad antes sugerida de que una cor-
verano y otoño (de Mayo a Noviembre) según informe tina separara ambas salas caben en principio dos
paleontológico de Altuna (Altuna et al. 2001-2002). hipôtesis: que la primera sala fuera un área de traba-
jo, esencialmente femenino (salvo quizá la talla) y
La distribución del espacio interno que reflejó la que la segunda fuera un área de reposo con una cier-
excavación de la totalidad de la ocupación magdale- ta intimidad, permaneciendo las armas de los cazado-
niense (en campañas de 1976 a 1979 y de 1988 a res apiladas contra la pared. La segunda hipótesis
.
1994) permitió distinguir complejas estructuras: así plantea en cambio que toda la cueva sirviera para una
una plataforma en la banda E (zona del perforado de única función: el tratamiento de pieles muy cotizadas,
pieles) que entregó 17 trozos de ocre y 4 placas de ya que los animales más cazados en el nivel son el
piedra con restos de colorante; un suelo pavimentado sarrio (la gamuza, famosa por lo delicado de su piel)
por piedras que incluía tres hogares (uno en cada sala y el zorro. En el caso del sarrio además el 50% de los
y un tercero en el corredor intermedio) asociados a su restos proceden de individuos infantiles (Altuna et al.
vez a cantos rodados; y una serie de 8 agujeros de 2001-2002). De este modo en la primera sala se rea-
poste pareados en la segunda sala. De ellos, los dos lizaría el trabajo de raspado y cosido de pieles en la
iniciales, que se hallaban en el corredor de acceso, zona iluminada y en la segunda se procedería al ahu-
eran de mayor tamaño y se encontraban adosados a la mado y tundido de las mismas, evitando la cortina de
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES CANTÁBRICAS DURANTE EL TARDIGLACIAL: 26.5
EL MAGDALENIENSE INICIAL, INFERIOR Y MEDIO (16.500-13.0(X) BP)

máximo de dos meses de vida (Altuna y Mariezkurre-


f'7
na 1984, 237) inaugurando el buen gusto de gourmet
25
de la cocina vasca. Es decir, a diferencia del magda-
leniense francés que caza renos y saigas durante sus
migraciones masivas, en la Costa Cantábrica la sub-
sistencia se basa en ungulados no migratorios que
L21 •
viven en pequeñas manadas e incluso que tienen
1
opdGnA;
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hábitos solitarios.
, de descanso
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17

Pero tanto depredó el hombre del Magdaleniense
9
opción AA
l
Inferior sobre el ciervo que en la misma cueva de
15 Ekain, cuando transcurre años después el Magdale-
niense Superior, la caza ya se ha diversificado y se
13
asiste a un aumento de restos de cabra, algo habitual
en todos los conjuntos del Magdaleniense Superior y
final, según estudios de González Sainz (1989a).

Esta especialización en la caza de ciervos duran-


te el Magdaleniense Inferior se traduce en la icono-
5
grafía de su arte parietal y mueble donde a partir del
Solutrense y durante el Magdaleniense Inferior los
santuarios de ciervos, y mejor de ciervas, presiden
4
Arvada p•riarado de pieies
los paneles centrales de algunos santuarios (Llonín,
con ~y 5
Area de tala del sax
Pasiega A); se encierran en camarines especiales
(Chimeneas, en este caso machos) o en hornacinas
2
'd
'Area sin reesos
Mica con
acumutsáón de
3
Area de raspado de pisgéi f~ : (Castillo); ocupan estrechas galerías terminales (cola
a
Nachos y
- juncos
mn raspadores Y óunlps
sabre auncadura ;
!Seques asociados a agar's
de caballo de Altamira, corredor de la galería B7 de
piedras de sujeción de posies
Pasiega) e incluso se convierten en protagonistas
A IS C E F G H K casi absolutos de santuarios monotemáticos (Covala-
nas o Arenaza). Las ciervas aparecen representadas
Figura 11. Organización del espacio en la cueva de Abauntz durante bajo muy variadas convenciones estilísticas: graba-
el Magdaleniense Medio (1350013P) (según Utrilla y Mazo).
das en el Solutrense inferior de la Lluera; pintadas en
rojo en el Solutrense avanzado, bien en tinta plana
separación que el humo afectara a la primera sala. como en Pendo, bien en contorno linear como en
Una segunda boca de la cueva, hoy cegada por un Pasiega o en tamponado como en Covalanas y Are-
derrumbe, constituiría la ventilación natural de esta naza; de nuevo reaparecen bajo el estereotipo del
segunda sala. grabado de trazo múltiple en cuello y papada carac-
terístico del Magdaleniense Inferior en Altamira y
5.4. Estrategias de supervivencia: animales caza- Castillo y en muchos otros ejemplos de arte parietal
dos y animales representados (Llonín, la Garma, Tito Bustillo, Alquerdi, Embosca-
dos...) y mueble (Juyo, Cierro), destacando la
Este dominio del sarrio en Abauntz no es habitual recientemente descubierta en Mirón que nos permite
en yacimientos del Magdaleniense Inferior y Medio aquilatar la fecha de 15450 ± 160 BP típica del clá-
donde la preferencia por el ciervo en lugares de bos- sico Magdaleniense Inferior (Straus y González
ques próximos a la costa y de cabra en los roquedos Morales 2003a, 2003b).
de los valles del interior alcanza porcentajes cercanos
al 90%, lo que supone una alta especialización en una Sin embargo la fecha más reciente de 14.480 ±
especie determinada. Así encontramos yacimientos 250 BP obtenida para un omóplato de Altamira con
con masivo dominio de ciervos como Juyo, Ekain, cabeza de cierva grabada nos llevó (Utrilla 1994, 106
Cueto de la Mina o Balmori y yacimientos montara- y 108) a enfrentarnos a la posibilidad de que los gra-
ces de cabras como Rascaño, Collubil, Sofoxó, bados estriados del gran techo fueran contemporá-
Bolinkoba o Ermittia. Esta selección de especies pue- neos de los bisontes polícromos (incluso un par de de
de llegar a seleccionar también la edad a la que son ellos entregaban fechas algo anteriores) y en tal caso
cazados los individuos, siendo muy representativo el estarían en relación con la Gran Cierva situada a la
caso del nivel VII del yacimiento de Ekain en el que izquierda del panel, la cual seria la última y brillante
se han cazado cervatillos recién nacidos o con un representante ritual de su especie. En la misma crono-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
266 PILAR UTRILLA MIRANDA

logia incide la datación en 14650 ± 140 BP de un tra- quedaría caracterizado por la densidad de los niveles
zo negro infrapuesto a una cierva grabada con bandas de ocupación, la variedad de su industria ósea, la exis-
en estriado de la misma cueva de Altamira (Moure et tencia de un arte mobiliar característico (omoplatos
al. 1996, 305). grabados), la posición central en la Costa Cantábrica,
una buena visibilidad de su montaña cónica y una
Si aceptamos esta contemporaneidad de ambos escenografía en la sala de la columna del bisonte ver-
elementos, el Gran Salón de Altamira representaría el tical que, por primera vez, podemos aceptar como
preciso momento en el que el bisonte sustituye a la "chamánica", dado el hallazgo realizado por M. Groe-
cierva como animal « sagrado » dominante, a fines nen de patas pintadas en negro en la pared que com-
del Magdaleniense Inferior y comienzo del Medio, lo pletan la figura del bisonte que se proyecta danzante
que he llamado « la crisis del 14.400 » (Utrilla 1994, en la pared. Pero Castillo sólo pudo ser lugar de Agre-
109). La cierva sigue estando presente en el gran gación durante el Magdaleniense Inferior y/o Superior
panel en su nueva forma polícroma, junto a varios ya que presenta niveles estériles durante el Magdale-
ejemplares grabados de trazo estriado; está incluso niense Medio, algo habitual en Cantabria, a excepción
magnificada respecto a su tamaño real en relación del extraordinario yacimiento de La Garma.
con el del bisonte, pero ahora aparece en un extremo,
no ocupa el panel central y, sobre todo, tiene sus En el Magdaleniense Medio y Superior la fauna
patas trabadas por una cuarentena de claviformes cazada ya no coincide con la fauna representada y, si
triangulares al parecer arrojados a modo de boome- en la etapa inferior teníamos argumentos para inter-
rang (Utrilla y Martínez Bea 2005/2006). En su pretar el arte parietal cantábrico corno la tradicional
entorno se encuentran además tres antropomorfos "magia de caza", ahora tendremos que buscar expli-
masculinos que adelantan sus brazos "como orantes caciones de tipo social en que los animales "sagra-
que rezaran" (Freeman y González Echegaray 2001, dos", quizá representantes de los clanes dominantes,
90). Este dato nos llevaría a sugerir que el culto a la asisten a una sustitución de la cierva por el bisonte
cierva sigue estando vigente en Altamira, aunque éste y/o caballo (en este caso en Paloma, Tito Bustillo,
se encuentra escondido (tramo final de la cola de Caldas, Ekain, Abauntz, Isturitz o Duruthy) en el
caballo y de La Hoya), hecho que es interpretado por Magdaleniense Medio-Superior y por el tandem
Freeman y G. Echegaray (2001, 100) como un inten- caballo-reno en el Magdaleniense Superior-Final
to de no menospreciar a las ciervas, evitando « insul- ,(Tito Bustillo, Altxerri, Las Monedas). En algunos
tar a una fuente de alimentación tan importante ». lugares cantábricos proliferan en la última época las
representaciones de cabras, ya sea en paneles parieta-
Esta proliferación de bisontes se generaliza en el les pintados (quizá pertenezca a esta época la cueva
Magdaleniense Medio y Superior por toda la Costa de El Bosque, en el Cares) o grabados (El Otero) ya
Cantábrica, siendo los ejemplos pintados de Covacie- sea en ajuares mobiliares en forma de plaquetas o
lïa y Altamira los más espectaculares y los grabados bloques de piedra (Urtiaga, Ekain, Villalba o
y/o esculpidos de Coimbre (con una azagaya con pro- Abauntz 2r, en estos dos últimos casos acompañadas
tuberancias a modo de prototipo de arpón en su entor- de caballos). Pero mejor será leer el artículo mono-
no) y sobre todo Castillo, los mejores exponentes de gráfico de González Sainz sobre el arte rupestre en
un culto al bisonte, que en el caso de la cueva cánta- este mismo libro para conocer con mayor precisión
bra permite hablar de un auténtico Sitio de Agrega- estos temas.
ción, ya existente en el Magdaleniense Inferior. Este

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