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El artículo de Stuart Hall tiene origen en los comentarios del académico indo-inglés Homi Bhabha
sobre el multiculturalismo, “un paraguas extendido de forma heterogénea” y, de lo multicultural,
“convertido en un significante flotante” (2000: 583). La proliferación y universalización de ambas
nociones, su existencia y pertinencia en el discurso político británico contemporáneo y la dificultad de
conceptos alternativos para reflexionar sobre el tema, nos invitan a hacer un uso cuidadoso –bajo
borradura- de estos y a profundizar en la denominada cuestión multicultural.
La estructura del artículo está dividida en tres partes: la primera, una crítica deconstructivista de
las nociones de multiculturalismo y multicultural, teniendo en cuenta las condiciones de su eclosión y
difusión en la sociedad y política británicas; segundo, un análisis sobre los “efectos transruptivos” de la
pregunta multicultural; tercero y último, la propuesta por parte de Hall de una nueva “logíca” política
multicultural a partir de los remanentes de los vocabularios políticos tras la cuestión multicultural.
Específicamente, cabe decir, que el multiculturalismo como tal, “alude a un amplio rango de
articulaciones, ideales y prácticas sociales”, cuyo problema ha sido el confinamiento de la noción en una
categoría política. Así mismo, no se puede reducir el multiculturalismo a una versión, ya que en realidad,
describe una variedad de estrategias y procesos políticos inconclusos en muchas partes. En la medida –
afirma Hall- que existen diferentes sociedades multiculturales, también existen diferentes
“multiculturalismos”.
Si bien las sociedades multiculturales no son nuevas, responden a una reconfiguración estratégica
de las fuerzas y relaciones sociales en el planeta, que acontecen con la disolución de los antiguos imperios
europeos y los procesos de descolonización, el final de la guerra fría y la caída del comunismo, la
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globalización y el neoliberalismo. Se trata de un contexto donde se combinan viejas y nuevas formas
emergentes de “etnicidad”, en medio de una desigual globalización, así como cada vez más las crisis de
muchas sociedades asumen una forma multicultural o etnizada (587).
Hall interpreta la globalización como un proceso hegemonizador, pero también un “sistema para
la con-figuración de la diferencia antes que un sinónimo de obliteración de la diferencia”, siendo este un
aspecto crucial para la formulación de estrategias y contra-estrategias (589). En otras palabras, con la
globalización se da una “proliferación subalterna de la diferencia”.
Para entender esto, el autor trae a colación la noción derridiana de la differánce, como:
“el movimiento de juego que “produce” estas diferencias, estos efectos de diferencia. Esta no es la
forma binaria de la diferencia, entre lo que es absolutamente lo mismo y lo que es absolutamente lo
“Otro”. Es un “tejido de similitudes y diferencias que se niegan a separarse en oposiciones binarias
fijas. La differánce caracteriza un sistema en el que “cada concepto (o significado) se inscribe en
una cadena o en un sistema dentro del cual se refiere a otros conceptos (significados), mediante un
juego sistemático de las diferencias”. (590)
En otras palabras, el significado atañe más a una posición que a un destino. Y su valor político no
puede determinarse de manera esencial sino relacional. La differánce nos permite considerar un sistema
con “brechas y aporías que constituyen potenciales enclaves de resistencia, intervención y traducción”, así
como la base de una nueva clase de “localismo”, como sombra que acompaña la globalización, su
“externalidad constitutiva”. Las implicaciones e impactos políticos causados por el retorno de lo particular
y lo específico, no está determinado por sus contenidos esenciales, sino por sus articulaciones con otras
fuerzas. La emergencia de lo local en muchos lugares es para el autor, pertenece a un momento de
descentramiento de Occidente (591).
Segunda parte: la especificidad del caso británico y los efectos transruptivos de la cuestión
multicultural
A grandes rasgos existen una serie de puntos a considerar –de manera relacional- frente a las
comunidades migrantes, evitando generalizar debido a que son formas de diásporas distintas y a la
complejidad multicultural en el que están inscritas: el tipo de comunidad generada por ellos y sus grados
de homogeneidad; la relación con la sociedad oficial; y las estrategias para su integración en la sociedad
oficial británica.
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1. El impacto transruptivo sobre las categorías de la “raza” y la etnicidad. Con esto se refiere
al viraje epistemológico, que ha llevado a una “racialización” diferenciada en la cultura y vida británicas
como efecto de la cuestión multicultural. En otras palabras, los “británicos se han visto obligados a pensar
en sí mismos y sus relaciones con los otros en términos racializados” (595).
La raza como una construcción política y social –y no una categoría-, aplicada en Gran Bretaña a
las comunidades afrocaribeñas y asiáticas. El autor define raza como “la categoría discursiva organizadora
en torno de la cual se ha construido un sistema de poder socio-económico de explotación y exclusión (es
decir, el racismo)”, a lo que se suma un “efecto natualizador”, para legitimar una exclusión basada en
diferencias genéticas y biológicas, como mecanismos de clausura en situaciones cotidianas (596-597).
Es el caso, de la hibridez como noción para caracterizar la mezcla entre culturas y comunidades.
Para Hall, este sería el término para designar la lógica cultura de la traducción, en tanto “define la lógica
cultural combinada e irregular de la manera en que la llamada “modernidad” occidental ha impactado en
el resto del mundo desde que empezó el proyecto globalizador de Europa” (600-601). Es un proceso de
traducción para individuos y grupos, no solo de apropiación y asimilación cultural, sino también de
revisión de las propias normas y sistemas de referencia cultural, en términos considerados ambiguos,
ambivalentes y contradictorios. En otras palabras, negociar culturalmente con un algún espectro de la
differánce.
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como “comunidades imaginadas”, expuestos por Hall para la sociedad británica; la dificultad de la
separación entre la esfera pública y la esfera privada, con “lo personal” devenido en “lo político” (605).
A lo anterior debe sumarse el tránsito hacia un “Liberalismo 2”, donde el estado –para el caso
británico- ha buscado “un equilibrio entre el pluralismo cultural definido en relación a las comunidades y
las concepciones de libertad en la persona individual” (606). Por consiguiente, ha reconocido formalmente
necesidades sociales diferenciadas, la diversidad cultural de sus ciudadanos en el reconocimiento de
derechos colectivos e individualmente definidos. No obstante, el compromiso y disputas entre partidos y
sectores políticos, han generado –de acuerdo con Hall- una especie de “multiculturalidad a la deriva”
(607).
En la última parte del artículo, el autor se concentra en Hace una síntesis de los efectos
transruptivos de la cuestión multicultural, como balance previo para proponer una nueva lógica política
multicultural y las condiciones necesarias para que se abra espacio dentro de los agendas políticas de su
país.
Por tanto, la estrategia para una nueva lógica política multicultural, reside en “efectuar una
reconfiguración radical de lo particular y lo universal, de la libertad y la igualdad con la diferencia”,
dentro de un horizonte común mucho más amplio para los individuos y comunidades.
Hall no considera que el desenlace sea sencillo, y en el cual no debemos perder de vista el carácter
relacional de las identidades bajo el multiculturalismo. Sin embargo, las dos condiciones necesarias para
esta lógica política multicultural son: 1) la profundización, expansión y radicalización de las prácticas
democráticas en nuestra vida social; y 2) la oposición a toda forma de exclusión racializada y etnizada.
BIBLIOGRAFÍA
Hall, Stuart (2010). La cuestión multicultural. En: Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios
culturales. Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Víctor Vich (editores). Bogotá: Envíon editores.