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Francisco Rico- HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA

Variedades de la ficción novelesca

Muchas de las ficciones novelescas del siglo XVI, sean libros de caballerías, de pastores,
moriscos, o de aventuras peregrinas, transcurren por los cauces idealistas.

La historiografía Diana de Montemayor una función cada vez más destacada en la vía del
arraigo de la novela española y europea. La interpretación literaria de las ficciones de
contenido morisco ha tenido en cuenta preferentemente las numerosas implicaciones de
orden histórico y social que presentan.

JUAN IGNACIO FERRERAS- NUEVOS HÉROES Y NUEVOS HORIZONTES EN LOS LIBROS DE


CABALLERÍAS

la materia de Bretaña que está en el origen de los libros de caballerías gravita alrededor de un
centro más o menos fantástico o soñado, que se encuentra en el norte (Ínsula firme, x ej); todo
el universo está compuesto de ínsulas y mares, ideal para las aventuras individuales del héroe.
No se puede homologar con ningún mundo conocido en la época.

Esto está en los primeros dos libros del Amadís, pero luego se va desviando hacia el oriente,
aparece Constantinopla que es morada del emperador. A partir de ahí se inicia en los libros de
caballería la larga y victoriosa aventura hacia el este.

Este cambio geográfico es un cambio obligado: el significado nuevo de la materia castellana


necesitaba encontrar y crear su propio universo; si el caballero ya no es un caballero bretón de
aventura individual, sino un caballero capitán de aventura colectiva, el universo no puede
situarse en un ensoñado norte sino en un espacio hasta cierto punto conocido y sin duda
homologable para la visión imperial y cristiana de la época: Constantinopla y los turcos.

Si el nuevo caballero, Esplandián es el representante de una fe religiosa, los enemigos de la


religión han de proporcionar también el universo novelesco; por eso Esplandián se casa con
Leonorina, la hija del emperador de Constantinopla y abandona ínsulas.

La nueva materia no solo liquida el universo heredado sino también la magia, o haciéndola
desaparecer por completo o transformándola en una magia dualista sin gran significado. Poco
a poco no será otra cosa que un motivo novelesco más.

El amor será colocado detrás de la heroicidad (es también un valor heredado) y el nuevo y
principal valor será el de la catolicidad, el espíritu de cruzada.

Con esta nueva ordenación de valores surge la nueva estructura narrativa que llamamos libro
de caballerías; una estructura que admite variaciones, corrientes y aún estilos diversos.

(Todas las clases sociales leían libros de caballerías, existen al menos 70 libros y eran editados
y reeditados y republicados muchísimas veces).

Lo que interesa subrayar no es el éxito, que no fue una moda como creyó la crítica académica,
sino el nacimiento de lo que hoy entendemos por obra literaria. Hasta el Amadís (con
excepciones) las obras se presentan como algo más que obras literarias, son lecciones,
moralidades, historias, etc. Los libros de caballerías se presentan como lo que son, perfectas e
independientes obras literarias.
La estructura narrativa del libro de caballerías se caracteriza:

1. Por una separación absoluta o relativa entre universo y protagonista.


2. La delimitación del universo novelesco, es decir, por su inmovilismo. Pasa lo mismo
con el tiempo, no discurre en los libros de caballería. El héroe nace, pero no morirá.
3. Tendencia a la caracterización tópica del héroe protagonista y falta de variación en el
devenir del héroe: al no haber tiempo, tampoco hay desarrollo de una personalidad.
4. En la materia castellana, la acción no nace del héroe mismo, de su intimo problema,
como ocurrirá en la materia bretona, sino de una situación dada de antemano: existe
el universo hostil, infiel y turco que hay que conquistar.

Caballero enamorado y heroico: es el protagonista del Amadís. Es el mas cercano a la materia


bretona porque conserva la individualidad. A lo largo de los libros va perdiendo el valor del
amor, pero conservará siempre una dama.

Caballero cristiano y heroico: cuyo prototipo es Esplandián. Típico de la materia castellana:


aventuras individuales y colectivas, de héroe solitario llega siempre a ser capitán de un
ejército. El amor deja de ser un valor supremo, aunque existe siempre.

Caballero aventurero o ultima transformación de la materia castellana: no hay nada después.


Es cristiano, enamorado, pero lo que importa es la aventura por la aventura, la heroicidad
individual o colectiva, las aventuras se multiplican y pierden significación simbólica.

POETICA DE LA DIANA- AURORA EGIDO

La novela pastoril crea su propia poética a partir de si misma, sirviéndose de la tradición


retórica y del uso. La égloga pertenece al genero de los poemas irregulares y extravagantes
que permiten desde Virgilio mezclar el estilo narrativo, el activo y el común.

La Diana, como la égloga, se caracteriza por combinar el relato con el relato escénico y su
novedad consiste en haber ampliado las posibilidades del estilo común, adoptando técnicas de
inserción al modo bizantino. Se provoca la situación de narradores y oyentes que en el espacio
escrito introducen la oralidad de unos casos que se incorporan al marco principal para
transformarlo. Ello conlleva a una pluralidad de perspectivas y cambios de voz constantes en el
discurso.

La variedad es el signo genérico de la novela pastoril, por oposición a los casos únicos de la
sentimental o la picaresca. El cauce de la égloga nunca se agota, siempre se renueva, como la
estación amorosa en la que se sitúa. Su carácter introspectivo, analítico, descansa en los
monólogos en prosa y verso.

La composición de las églogas no responde a la unidad neoaristotélica (planteamiento-nudo-


desenlace). Los principios in medias res y los finales inacabados descargan en el centro toda el
peso de la narración-marco.

La composición circular de la Diana y de las novelas pastoriles está íntimamente ligada a la


concepción cíclica del tiempo (subjetiva y cualitativa) de los clásicos. La Diana coincide con
Heliodoro en el marco y con el Lazarillo y las autobiografías en las historias intercaladas.
La variedad de los 7 libros de Montemayor ofrece una cierta unidad estructural basada en un
equilibrio de convergencia, centro y divergencia que, según Wardropper y otros críticos, gira
en torno al cuarto capitulo con el palacio de la sabia Felicia.

Tras la confluencia de los personajes en el libro IV la obra cambia de rumbo y presenta en sus
trancos finales el desenlace parcial de los tres casos amorosos planteados, dejando abierto el
de otros para una prometida continuación. El orden inicial se trastoca por un ritmo más
complejo, dinámico y abierto, menos interiorizado. Se gana en objetividad y la tercera persona
se adueña del relato mostrando la soberanía del narrador sobre lo acontecido.

La pluralidad de las cuestiones amorosas es esencial y constituye la poética de la Diana. Estos


múltiples casos sustituyen al caso único, propio de las novelas sentimentales y no son sino
expresión contrastada y ejemplar de la teoría amorosa universal, de la que aquí solo se nos
ofrecen algunos fragmentos.

En la diana hay una rica gama de registros. El autor hace hablar a sus personajes
convirtiéndolos por un lado en autores y narradores de sus propias historias, y por otro lado en
jueces, oyentes de las historias ajenas. Hace además que dialoguen consigo mismos, con los
demás y con el mundo.

EL LAZARILLO Y LA SUPLANTACIÓN DE LA REALIDAD- FRANCISCO RICO

El Lazarillo es el libro más editado, más cuidadosamente anotado y más copiosamente


estudiado de la literatura española en este siglo.

A los primeros lectores del Lazarillo no se les pasaba por la cabeza que el libro que estaban
leyendo fuera una obra de ficción, como lo era, y no, como parecía, una historia veraz y
verdadera. Esto es porque aún no existían obras de ficción con los rasgos del Lazarillo en 1552.

El autor aprovechó la imprevisibilidad de las ficciones habituales en ese momento, como el


Amadís, las cárceles de amor, las metamorfosis inverosímiles, etc, para presentar su novela
como si fuera una obra auténtica de un verdadero Lázaro de Tormes. En definitiva, quería
engañar a los lectores. No es exacto que sea una obra “anónima” en el sentido de que se
publicara sin el nombre del autor. El nombre se lee desde las primeras páginas: Lázaro de
Tornes. Que la atribución sea falsa no quita que ahí esté.

El embuste tenía un límite. Al principio del relato nos dice que su madre estaba amancebada
con un esclavo morisco. En la época, era realmente imposible que alguien admitiera cosa
semejante y mucho menos que lo escribiera en un libro. Esta declaración pone en duda desde
el inicio la veracidad de lo relatado.

En adelante, solo un rasgo podía delatar la superchería y solo a los más sagaces: la
ensambladura jocosa de los materiales, que haría pensar en una construcción literaria antes
que en el fiel trasunto de una vida. Pero ahí no corría riesgo el autor porque la carta de Lázaro
imponía una inicial presunción de historicidad.

En los últimos párrafos del libro se resolvía todo. Lázaro manifestaba haberlo escrito, primero,
y a instancias ajenas, para referir ese “caso” sobre el que le pedían detalles y luego, por su
cuenta y riesgo, para dar entera noticia de cómo había logrado salir a buen puerto.
El lazarillo de Tormes conseguía que por primera vez en Europa una narración en prosa fuera
leída a la vez como ficción y de acuerdo con una sostenida exigencia de verosimilitud, de
realismo: invertía diametralmente la dirección realista de obras maestras como el Decamerón
o La Celestina: no camina hacia la realidad guiado por la literatura sino anda hacia la literatura
con el impulso de la realidad.

En el siglo XVI el grueso del publico tendía a reducir cualquier relato a un extremo de la
polaridad de la verdad y la mentira. Los doctos incluso no estaban muy seguros de como
estimar una ficción si contenía factores que pudieran pasar por verdaderos; el peligro de
confusión atentaba contra su concepción de la poesía, la historia y hasta la moral cristiana.
Pero el Lazarillo era la confusión misma: leerlo era una aventura enteramente nueva y el
propio texto proponía los términos de acuerdo con los cuales debía ser descifrado.

De principio a fin el incógnito del Lazarillo no hace sino definir y redefinir su libro como
historia, al tiempo que va adjetivándola con el mismo matiz contradictorio de Cervantes:
“Poética”, “imaginada”. La ficción como verdad. Para el autor se trataba de una paradoja. Para
los que vinieron después, conjugar ficción y verosimilitud en una narración en prosa fue el
arranque de la mayor revolución literaria desde la Grecia clásica: LA NOVELA.

LA ESTRUCTURA TERNARIA DEL LAZARILLO DE TORMES

La relación de Lázaro de Tornes se estructura mediante la distribución semántica de amos y


oficios en la repetición de tres módulos ternarios. Salta a la vista la estructura unitaria del
primero de esos módulos, lleno de simetrías perfectas que establecen diversos lazos entre los
tres primeros amos del Lazarillo: ciego, clérigo e hidalgo.

El ciego enseña a Lazarillo a ayudar a misa, lo que le facilita la entrada al servicio del clérigo.
Pero ha sido para peor, la comida del ciego en comparación con la del clérigo era un banquete.
El clérigo tiene vista agudísima. El primer amo le mandaba por vino, al segundo “de la taberna
nunca le traje una blanca de vino”. La tupida red de simetrías emparenta los episodios de
fardel y el arcas. En ambos casos se trata de sisar.

En esta serie de primeros amos deberíamos, tal vez, ver un degradado contrafactum de los tres
tipos estamentales: el ciego integrado en el mas bajo (labradores), el clérigo en el de los
oradores y el escudero como un miembro de los defensores. Teórico ascenso en la escala
social que se corresponde con menos posibilidades y desciende también el punto de mira de
los objetivos inmediatos de lazarillo.

Al final de su aventura con el hidalgo, el muchacho está básicamente formado, pero no


totalmente. Le faltan las lecciones del fraile, el buldero y el pintor. Este es el segundo modulo
de la obra. Lázaro se esfuerza en subrayar cuanto trabajo tuvo que hacer con cada uno de sus
amos.

El ultimo modulo se reconoce, mas que por los tres nuevos amos (capellán, alguacil y
arcipreste) por los oficios del protagonista (aguador, porquerón y pregonero). De su contrato
con el capellán, Lázaro afirma que fue el primer escalón hacia la buena vida. Es decir que los
otros seis amos no han representado ascensión alguna pero sí la inteligencia y preparación
para ella.
Lázaro tiene trabajo ahora. El primer oficio, ser hombre de justicia, le parece peligroso y por
eso reniega del trato y lo hace indemne. Dentro de la serie es claro que el desempeño de cada
oficio prepara la consecución del siguiente: quien por su buena garganta triunfa como
aguador, podría ser un buen pregonero que venda vino mejor que nadie. Hay por último un eje
semántico de simetría que va acumulando carga desde la primera serie de tratados para
volcarla en el ultimo oficio. Es el asentar. Lázaro ha ido buscando un asentamiento definitivo
en la vida. El autor del Lazarillo procura que todo quede englobado en la estructura de 3+3+3.

LAZARO DE TORMES, PREGONERO DE SU PROPIA DESHONRA- ANTONIO VILANOVA

Es evidente que para los lectores de su época uno de los rasgos más genuinamente cómicos,
maliciosos e intencionados de Lazarillo y uno de los que más claramente revelan el entronque
directo de sus raíces folclóricas y fuentes literarias es el que se refiere al oficio de pregonero
que ostenta el protagonista. Haber abandonado tantos oficios en los de encontrar el mejor y
más indicado para asentarse y contraer matrimonio y que este oficio resulte ser el de
pregonero es algo que el pícaro salmantino no había considerado mencionar en el prologo de
su autobiografía, y constituye, por tanto, una verdadera sorpresa para el lector, que éste no
llega a descubrir hasta el postrer capítulo de la obra.

En apariencia es una omisión involuntaria de un hecho ya sabido por el anónimo destinatario a


quien el narrador se dirige siempre con “Vuestra Merced”. Pero es innegable que la inesperada
revelación no solo constituye un golpe de efecto perfectamente calculado por su autor, sino
que obedece a un propósito deliberado que condiciona la veracidad y sentido de lo relatado.

La información que nos da el Lázaro maduro en el último capítulo de sus memorias sobre los
medios de que se ha valido para alcanzar la prosperidad de que goza en su oficio, altera el
perfil humano del personaje. Nos revela de pronto el abismo de vileza y abyección en que ha
caído al llegar a la edad adulta, caracterizada por la más absoluta falta de escrúpulos y la
perdida de toda conciencia moral.

Al desvelar el hábil disimulo y la solapada hipocresía de que ha dado muestras el narrador


protagonista, el autor ha puesto de relieve la constitutiva ambigüedad del personaje,
caracterizada por su cómico empeño en conciliar la infamia y vileza de su oficio con sus
pretensiones de honra y fama de escritor.

La clave de esta engañosa ambigüedad se encuentra en el carácter deliberadamente equívoco


y contradictorio de su autobiografía, a partir del momento en que él mismo pone en evidencia
en las ultimas paginas de la obra su absoluta degradación y vileza moral.

Junto al sentido equivoco y ambiguo que tiene el hecho de que Lázaro se dedique a pregonar
los vinos del Arcipreste y que sea celoso de su mujer cuando se gana la vida vendiendo vinagre
por vino. El hecho de que el autor haya elegido el oficio de pregonero para Lázaro es un
pretexto para pasar revista a los vicios y defectos de la sociedad y para trazar una sátira
ingeniosa, hiriente y mordaz de la corrupción de todos los estados.

El autor no ha pretendido relatar la historia de un personaje de farsa, meramente paródico y


burlesco sino convertir en apologista y biógrafo de si mismo a un personaje que, por una parte,
sea la encarnación misma de los rasgos que la Moria erasmiana confiere al estulto satisfecho y
por otra, posea la suficiente dosis de agudeza, astucia y malicia para simular una estulticia y
una simplicidad que no tiene.
Que, por un lado, este nuevo personaje sea lo bastante necio y vil para enorgullecerse de la
deshonrosa situación en que se encuentra y no tenga prejuicios y reparos ni escrúpulos de
ningún genero para confesar la infamia de sus padres y que al mismo tiempo nos dé pruebas
fehacientes de no ser, en modo alguno, un simple cortas luces o un bobo tardo y obtuso.

Es un hombre cuyo anónimo creador, al convertirle en biógrafo de si mismo, le hizo conculcar


uno de los más rigurosos preceptos de la Retorica de Aristóteles: que considera especialmente
reprobable y vergonzoso “hablar de uno mismo y pregonarse y atribuirse los méritos de otro,
porque es señal de fanfarronería”. Es casi seguro que el autor del Lazarillo encontró la
justificación a esta trasgresión en la solemne declaración de la Moria erasmiana formulada al
principio de la apología. La Moria afirma que no hay quien mejor pueda pregonar la estulticia
que la Estulticia misma. “¿Quién me podría describir mejor que yo en persona?”. Dice también
un proverbio alguna vez citado por Erasmo: “es justo que se alabe a si mismo, quien no
encuentra a nadie más que le alabe”.
BIOGRAFÍA Y FICCION EN CERVANTES- JUAN CANAVAGGIO

El proceso mitificador de la biografía cervantina fue desencadenado por el propio Cervantes.


Introduce su famoso autorretrato en el prólogo a las Novelas Ejemplares. En él, dice de si
mismo que fue un soldado muchos años y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener
paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla de Lepanto la mano izquierda de un
arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa por haberla cobrado en la
mas memorable y alta ocasión.

Con trazo vigoroso fija las imágenes que todavía hoy lo designan en la memoria colectiva. El
orden con el que las evoca nos deja entender que el soldado debe al hombre de letras el haber
salido del anonimato. Al insertar estos motivos inconexos dentro de la trayectoria de un vivir
coherente, los biógrafos del manco de Lepanto han obedecido a la lógica según la cual la vida
de Cervantes fue una lucha permanente contra una suerte adversa, marcada durante años por
desgracias y desaires, para desembocar en una apoteosis póstuma sin comparación alguna con
la de cualquier otro literario.

Es un misterio indagar el por qué de los sucesos de su vida. La hermana de Cervantes lo


describe como “un hombre que escribe e trata a negocios, y que por su buena habilidad tiene
amigos”. Descripción sugestiva y elusiva que no nos aclara las decisiones de Cervantes: su
partida a Italia, su embarque en las galeras de don Juan de Austria, su matrimonio con una
joven 20 años menor que él, su abandono del domicilio conyugal luego de tres años, su
retorno a las letras luego de un silencio de casi 20 años...

Lo que Cervantes dice de si mismo debe ser examinado con precaución.

CERVANTES Y EL ROMANCE- EDWARD C. RILEY

La teoría literaria de la época no se fijo casi en las obras de ficción en prosa y por eso los
géneros y terminologías son tan vagos. “Libro” e “historia” se usaban para lo que hoy decimos
“novela” (o romance). La palabra novela empezaba a introducirse con el significado de relato
breve. Pero esto era un indicio de la discriminación en ese campo.

Ortega y Gasset señaló hace mucho tiempo que las Novelas Ejemplares son, básicamente, de
dos tiempos diferentes: Relatos predominantemente realistas y los Basados en la imaginación.
Ninguna de las novelas es de un tipo o de otro completamente. Estas declaraciones fueron
debatidas y rechazadas por la crítica cervantina.

En lo que se refiere a los tipos mas frecuentes de romance, Cervantes cultivó dos con notable
éxito: el pastoril y el bizantino o griego. El más popular de la época, el de caballerías, lo utilizo
para sus propios y conocidos propósitos.

Cervantes se inicio en el arte de la escritura en prosa con un romance pastoril. La Galatea fue
la quinta obra de su clase que se publicaría en España desde la Diana de Montemayor. La
Galatea denota características típicas de su método narrativo: el encuentro fortuito con el que
principia una historia particular, narrada por un desconocido, frecuentemente por entregas, a
menudo con + de un narrador y con interrupciones en suspenso, etc. Situaciones, arquetipos,
etc vuelven a ser usados por el autor en obras como El Curioso Impertinente o El Celoso
Extremeño. Gelasia es un claro precedente de la pastora Marcela. En un gran escritor la
repetición no implica pobreza de imaginación sino todo lo contrario. En las diferencias vemos
las intenciones y en las similitudes las ideas reforzadas.

LA DIMENSION CARNAVALESCA DE DON QUIJOTE Y SANCHO- AUGUSTIN REDONDO

Sancho Panza y Don Quijote constituyen una pareja típicamente carnavalesca, que se apoya en
el contraste entre el gordo (el Carnaval) y el flaco (la Cuaresma). Este contraste se ha
empleado muchas veces. A él se refieren bajo la forma simbólica tanto en el Libro del Buen
Amor como la Segunda Égloga de Antruejo del Encina, etc.

De este contraste se vale Cervantes en varias ocasiones. Al principio de la obra, Don Quijote,
serio, largo y seco, contrasta con el alegre y barrigudo ventero que ha de armarle caballero. En
el episodio de la ínsula Barataria, el alto y enjuto doctor Pedro Reído de Agüero se opone al
repolludo Sancho Panza.

El mismo contraste es el que aprovecha el autor para dar vida a sus inmortales héroes y
precisar sus peculiaridades. Sancho es el campesino enraizado en la tierra manchega, definido
por su panza, dominado por su voracidad primitiva, por su amor al vino y rusticidad natural, las
exigencias naturales de su cuerpo, todas estas cosas se exaltan en época de Carnestolendas.

Don Quijote es todo lo contrario, lo que no impide que a lo largo de la historia (mas que nada
en la segunda parte) haya cruces entre los personajes. Cervantes nos representa un ser
cuaresmal, un cincuentón “seco de carne, enjuto de rostro, gran madrugador” “largo, tendido,
flaco, amarillo”. Se comprenderá que la definición del héroe en el prologo como el mas casto
enamorado corresponde a las mismas características puestas de relieve por el propio hidalgo
cuando jura “no comer pan a manteles, ni con su mujer folgar”. Este juramento es burlesco ya
que afirma una imposibilidad que traduce la esencia misma del personaje, como lo demuestra
su comportamiento frente a la liviana Maritornes.

La montura de Don Quijote esta en armonía con el hidalgo. Es una cuaresmal cabalgadura, un
rocín flaco, atenuado y hético. Rocinante, quintaesencia de los rocines, pero desgastado al
punto de no ser ya rocín como lo fue en otros tiempos. Así esta relacionado el hidalgo con el
universo.

La pareja Sancho- Don Quijote se halla reconstituida de tal modo bajo otra forma y lo que
particulariza esta nueva construcción es la manera burlesca de invertir las peculiaridades
acostumbradas del caballero y de la dama.

La elaboración carnavalesca no influye solo en la elaboración de los personajes; también


permite explicar muchas situaciones y aventuras. El caso más evidente es el del gobierno de
Sancho en la Ínsula Barataria. Tal denominación es reveladora ya que enmarca el episodio en
un mundo al revés. Baratar (indica Covarrubias) es trocar y trocar es “lo mesmo que volver, y el
que trueca vuelve y revuelve las cosas como en rueda”.
Sancho se encuentra paródicamente encumbrado como un rey de Carnaval (parte dos, cap 45)
y va vestido de manera abigarrada, semejante a uno de esos locos de las fiestas de Antruejo. El
pueblo le ofrece las llaves en una ceremonia burlesca. Sancho es símbolo de inocencia
primitiva como loco de carnaval. Le ponen un babador como a un niño antes de comer. Todo el
episodio posee estructura carnavalesca. Es lo que ilustran el empleo de los disfraces y el cruce
de sexos. Las comidas de Carnestolendas son abundantes y sustanciosas. El medico no lo deja
comer (cuaresma) pero Sancho quiere saciar su voraz apetito (Carnaval). Creía que en una
ínsula podría vivir de manera regalada y enriquecerse, pero le pasa todo lo contrario; ni come,
ni duerme, ni huelga, ni cobra cohechos, se pasa el día y buena parte de la noche
desempeñando el cargo de gobernador, como se lo dice a Don Quijote en la carta que le
manda.

En un momento Sancho se cansa del maltrato del pueblo, recoge su asno y se marcha. No es
Sancho el que sale frustrado finalmente (de la aventura) sino el duque, quien no cumple con
sus obligaciones y en particular es un juez inicuo y desalmado como lo ilustra el caso de la
dueña, doña Rodríguez.

A pesar de la tonalidad burlesca del episodio, la actividad gubernamental y la integridad del


pacifico representante de la verdad popular vienen a ser una lección de moral política y una
violenta acusación, por contraste, del comportamiento de la gran aristocracia que está
hundiendo a España.

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