Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
1
Esta investigación en curso se pudo realizar por el aporte de la Friedrich Ebert Stiftung, específicamente el C3 (Centro de Competencia
en Comunicación par América Latina). Omar Rincón no sólo posibilitó el trabajo sino que verbalizo el titulo de esta ponencia. Agradezco
los comentarios y aportes centrales de Fernando Ossandón Lo demás – para bien o para mal - es cuento mío.
1
contenidos, inéditamente creativos en la sociedad chilena, con la excepción de movimiento
de los secundarios –antesala del actual- durante el 2006.
Introducción
Chile se vio involucrado durante el 2011 por un movimiento estudiantil que no sólo
permitió destapar las “debilidades” del sistema educativo formal y sus emotivas y dolorosas
consecuencias, sino también logró poner en cuestión algunos de los fundamentos del
modelo de desarrollo instalado en las últimas décadas. Aparentemente el crecimiento
económico del país y el relativo bienestar de parte importante de la población, junto a una
“estabilidad” política valorada interna y externamente, dejaron a la sombra el malestar
acumulado y la ácida molestia experimentada con el funcionamiento de ciertos aspectos
estructurales del establishment. En este caso los problemas asociados al financiamiento de
la educación, la cuestionable calidad de sus resultados y las tareas pendientes de una
inclusión social más universal a nivel universitario, fueron los elementos que provocaron
un movimiento social, acotado al comienzo, que se fue desplegando en el tiempo y a lo
2
largo del país, llegando en algunos meses (a mediados de año) a obtener el respaldo del
80% de la población.
Uno de los recursos centrales del movimiento estudiantil fueron las masivas
marchas convocadas a nivel nacional, las que, además, de congregar a muchos adherentes
“no estudiantiles” se fueron constituyendo en un espacio comunicacional privilegiado, en
las que tanto los sujetos como sus grupos/colectivos pudieron expresar y producir
simbólicamente sus demandas y defender sus puntos de vista sobre la educación y la
sociedad en general.
La creatividad e innovaciones observadas constituyeron un atributo del movimiento
que no sólo sirvió para sus fines explícitos, sino que además generó un escenario en que se
desplegaron los jóvenes okupando los espacios públicos con continentes y contenidos
comunicativos hasta ese momento inéditos para la mayoría. La diversidad simbólica, la
autonomía cultural y el grado de compromiso identitario con sus demandas e ideales fueron
aspectos que no pasaron desapercibidos en las autoridades y en la sociedad. Así se
erosionaba, tal vez definitivamente, la imagen de los jóvenes individualistas, indiferentes,
poco participativos socialmente y, en cierta medida, egoticos.
En todo caso, este “movimiento ciudadano por la educación”, no acontece en el aire:
fue antecedido de otras movilizaciones durante fines del 2010 y comienzos del 2011, en
torno a temas medioambientales y derechos de las “minorías sexuales”, entre otros, los
cuales se iban articulando en torno a una hebra en común: el fuerte malestar con los abusos
de “los poderosos” y la falta de interés de las autoridades por buscar soluciones de fondo a
los problemas que “los políticos” habían contribuido a instalar o a permitir sin hacer nada al
respecto. El destape del masivo y silencioso fraude que venía aconteciendo en la
multitienda La Polar, que repactaba de manera unilateral las deudas de casi un millón de
clientes, trasformando cifras menores en compromisos impagables, fue la gota que rebasó
el vaso. Pero, para el movimiento mismo, un antecedentes clave es la frustración instalada
en los estudiantes secundarios (Instituto, Educación Media), ahora universitarios y técnicos
muchos de ellos, con los resultados de “la revolución pingüina” del 2006, quienes se
sintieron traicionados por la institucionalidad política al momento de procesar sus
demandas en sendas mesas de trabajo, pobladas de expertos, que se instalaron para
destrabar el conflicto. Dicho movimiento estudiantil fue también expresión de un rico
3
repertorio simbólico que acompañó las “tomas” de colegios y demás formas “tradicionales”
de protesta en Chile, tal como se puede observar en la siguiente fotografía.
Este tipo de comportamiento colectivo tiene – según Tilly (2010: 27-28) - tres
atributos que corresponderían a este concepto: a) un conjunto de reivindicaciones y
demandas colectivas dirigidas a las autoridades correspondientes; b) un abanico de acciones
sociales, lo que implica un cierto grado de asociatividad en función de un objetivo y un
repertorio de acciones que expresan las demandas explícitamente; y c)”manifestaciones
públicas de valor” que aseguren una cierta visibilidad al movimiento y la correspondiente
unidad interna de los sujetos convocados, en un periodo de tiempo relativamente extenso.
Tal como señala Dos Santos (2001:180) los nuevos movimientos sociales (NMSs)
se caracterizan por: “La emancipación por la que luchan no es política sino ante todo
personal, social y cultural… Exigen una reconversión global de los procesos de
socialización y de inculcación cultural y de los modelos de desarrollo, o exigen
transformaciones concretas, inmediatas y locales…los NMSs tienen lugar en el marco de la
sociedad civil y no en el marco del Estado y, en relación con éste mantienen una distancia
calculada, simétrica a la que mantienen con los partidos y con los sindicatos tradicionales.”
Para Touraine (1997), el surgimiento de los NMS se acoplaría a cambios sociales
más amplios que se relacionan, además, con la erosión de ciertas categorías sociales que
resultan ser poco legibles para entender las nuevas dinámicas societales. Usar la
arquitectura conceptual propia de la sociedad industrial y de las luchas sociales que se
daban en su interior, implica asumir que el conflicto siempre tiene un carácter totalizador,
conlleva la reconstrucción radical de la sociedad lo que contrasta, según Touraine, con los
NMS que tienen otras preocupaciones e intereses y, por tanto, nuevas formas de
organización y visibilidad y que requieren otras categorías y conceptualizaciones que,
estando más asociadas a lo simbólico-cultural, permitan explorar espacios sociales
mediante herramientas analíticas que faciliten para comprensión del “emergente” sujeto
especialmente, en su dimensión subjetiva.. Touraine (1997:111) lo indica así: “Los suievos
movimientos sociales dan la espalda a toda identificación con una categoría social, apelan
al Sujeto mismo, a su dignidad o a su autoestima como fuerza de combinación de roles
instrumentales y una individualidad. Lo que supone el reconocimiento de la especificidad
psicológica y cultural de cada uno y su capacidad de creación...”
5
Para Johnston, Laraña y Gusfield (2001) la tradición “estructural” en el estudio de
los movimientos sociales pone énfasis en factores macrosociales y, especialmente, en lo
político y organizacional de este tipo de comportamiento colectivo. La existencia de
demandas y objetivos claros y consensuados por los individuos que integran un
movimiento, conlleva dinamizar ciertos “repertorios de acción”, que contribuyen
racionalmente al logro de fines, a los que se adhieren los sujetos siguiendo pautas
“lineales”, deductivas y verticales, emanadas desde la orgánica dirigente. Frente a este
tipo de estructuras, han surgido otros tipos más bien centradas en la producción de
significados, es decir, más orientados al ámbito de las culturas, las ideas, identidad y la
construcción de orientaciones de acción colectiva de carácter más horizontales, en que la
adhesión (no la adscripción) al ideario implica, por ejemplo, prácticas de toma de decisión
grupales e incluso asambleístas.
Los NMS han tendido a traslaparse con los cambios en el sistema de comunicación
mediada, especialmente con el surgimiento e instalación de las TIC (Tecnologías de la
Información y Comunicación) especialmente con el desarrollo y “masificación” parcial de
Internet. Sin embargo, la relación entre comunicación y movimientos sociales se da
prácticamente desde el surgimiento de éstos y como parte de su política de visibilidad.
Todo movimiento social tiene al frente a uno o más antagonistas, que no sólo entraban el
proceso de dar respuesta positiva a las demandas o necesidades expresadas, sino que –al
mismo tiempo- lo hacen refugiándose en el poder (el gobierno, la empresa), invisibilizando,
cuando no distorsionando o re-significando de manera negativa al movimiento social y a
sus líderes. De allí que la lucha por constituirse como movimiento se transforme
6
rápidamente en una lucha por la legitimidad, lo cual tiene como pre-condición existir, o sea,
obtener visibilidad suficiente como para afectar a quienes deben tomar decisiones en torno
de sus demandas. Por eso, la mayoría de los estudios reducen “la comunicación de los
movimientos sociales” a su lucha por aparecer y ser bien tratados en los medios masivos de
comunicación, cuando la dinámica socio-cultural y de comunicación sectorial, regional es
un factor muy importante. Afortunadamente, para los nuevos movimientos sociales, la
flexibilidad, variedad, interacción y capacidad de transacción asociadas al desarrollo más
reciente de las nuevas tecnologías (celular o móvil, Internet, redes sociales digitales),
facilitan esa dimensión “invisible” de la comunicación, tan importante como la que se juega
a nivel de los medios y las encuestas de opinión. En la época “industrial” de la
comunicación, es decir, caracterizada por procesos unidireccionales, con “mensajes”
producidos desde un centro” hacia un amplio espectro de individuos, anónimos, se tiende a
utilizar la comunicación mediada por los movimientos sociales para difundir, extender un
cierto conjunto de ideas e interpretaciones de la realidad, de modo de ganar terreno en el
espacio público, en el marco de organizaciones centralizadas y verticales.
“En ninguno de los dos casos, las plataformas tecnológicas por sí solas alcanzaron a
levantar un movimiento social masivo, sino que se requirieron diversos niveles de
organización offline para lograr una movilización virtual. Por otra parte, en ambos casos,
los espacios públicos virtuales fueron concebidos como complementarios e instrumentales
para ocupar el espacio público que verdaderamente se buscaba ocupar, cual es el espacio de
las calles.”
8
Por tanto, asumir la comunicación como una dimensión central y más aún,
constitutiva de los movimientos sociales, implica entender la comunicación como un
aspecto basal de las sociedades contemporáneas. Incluso implican un presentismo, es decir,
olvidan que es fundamental enfocar diacrónicamente los movimientos sociales: el antes y
durante es básico.. En las investigaciones realizadas en Chile por Gamboa y Picheira
(2009) y Aguilera (2010) se observa que algunas prácticas sociales y comunicativas ya
estaban presentes en organizaciones y colectivos chilenos durante la década pasada.
10
sentido, vínculo emotivo y legitimidad a nivel societal.. De esto se deriva el uso de
estrategias de desgaste temporal del tipo-espera-que-se-cansen, que a la larga petrifican sus
propias capacidades de dar respuesta en el plano relacional-simbólico, mientras los agentes
de la movilización van reforzando (o no) su relato a partir de la inacción del interpelado.
Los tres elementos anteriores: a) relato del sentido del conflicto b) desmontaje de
los mecanismos de “naturalización” y c) despliegue de las visibilidades subjetiva(s) y/o
grupales, formarán la así llamada Política de Comunicación de un movimiento. Sin
embargo, este concepto obedece y remite a lógicas verticales, deductivas y jerárquicamente
organizadas. Dan cuenta del conjunto de criterios, valores e instrumentos que, con un
sentido estratégico y táctico, se definen desde un centro de poder. Hay implícita en esta
mirada una baja porosidad para las dinámicas dialécticas que implica un movimiento social
plural y, una suerte de arteriosclerosis simbólica durante el tiempo que dure el movimiento.
Tal vez resulte más adecuado, por tanto, utilizar la expresión Política de
Comunicabilidad que da cuenta- como decíamos - de la auto-representación, reflexibidad y
autonomía de los propios sujetos, vividas en sus prácticas comunicacionales y mas o menos
alineadas en un framing orgánico colectivo alimentado por el relato básico que le da sentido
al comportamiento colectivo. Se trata entonces, de una diversidad auto-regulada en que los
particularismos están incluidos y legitimados.
Tal como se mencionó anteriormente, las marchas constituyeron una de las formas de
protesta más relevantes del movimiento estudiantil chileno en el 2011. Comienzan al mes
siguiente del inicio de clases (abril) y se prolongaron hasta unas semanas antes del término
del año académico (diciembre). Junto a las “tomas” de establecimientos educativos,
implicaron la producción de un “quiebre” constante de la normalidad académica llegando al
extremo, por ejemplo, que muchos estudiantes secundarios estuvieran dispuestos a
”repetir” su curso o que los establecimientos decidieran concentrar en poco tiempo las
12
actividades docentes programadas. Las marchas se desarrollaron en muchas ciudades,
especialmente las más “universitarias”, aunque también en las más pequeñas se realizaron
actos más localizados pero que tenían el mismo sentido. Eran convocadas por la
Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), que agrupa a los universitarios y por las
diversas agrupaciones nacionales de estudiantes secundarios, entre estas la CONES
Algunas marchas contaban con permiso de las autoridades gubernamentales y otras fueron
prohibidas o limitadas geográficamente.
13
chilenos fanáticos de “la roja” tras una gran bandera chilena en la que se podía leer
“Educación Gratuita”. Ningún espectáculo público se escapó de verse contaminado con este
sentido colectivo que recorría la sociedad y los hogares, de punta a rabo.
14
cotidianos de la comunicación. Práctica que colapsa o al menos pone en cuestión un
dualismo del siglo XX. Tampoco es una novedad para los participantes, sí lo puede ser
para otros grupos excluidos digitalmente o alejados por cuestiones de calendarios de
nacimientos.
Estos espacios híbridos entre off/on forman parte de su experiencia diaria, los
jóvenes simplemente se han desplazado a un contexto de acción colectiva, diferente a sus
dietas comunicativas, en que sus usos y contenidos responden a una finalidad distinta:
ahora dan cuenta de sus demandas/protestas y no de los espacios de
entretención/comunicación que les son habituales.
II
En el registro etnográfico y fotográfico se observa que las gráficas utilizadas por los
jóvenes superan los límites de la expresión escrita tradicional/escolar de ideas, consignas y
convocatorias, más bien son el resultado de sus formas de comunicación propias del
lenguaje diario que usan y que forma parte del argot comunicativo generacional. También
se constituyen a partir de lo que son sus experiencias de escritura en alguna plataforma
digital: en el papel o el lienzo se escribe tal como chatean. Esto facilita la comunicación
entre los mismos participantes, cuando son adolescentes/jóvenes e invita a los sujetos de
otros grupos erario a familiarizarse en los códigos de los nuevos alfabetos, al menos a
escucharlos con asombro o con humor. Es evidente, además, que el dibujo y el diseño del
“texto” es un componente individual o grupal central, lo que distingue claramente el cartel
de estudiante del de otro sujeto o grupos de ellos, también de lo que hace un adulto. La
gráfica se plasma no sólo en el clásico cartel atado a un madero, ni tampoco en un lienzo
que sostienen varios manifestantes; se observa que en muchos casos son papeles que van
15
sobre el cuerpo, tanto delante como en la espalda, insertos en los mochilas o también
“escritas” en las propias ropas o cuerpos. No hay una sola manera de decir mediante el
cartel, tampoco se asocia meramente a la expresión colectiva: una persona genera su propio
texto y se desplaza con él, dando cuenta de una propia forma singular de manifestar cuál es
su causa, el por qué está ahí presente, ante y con los demás.
III
17
IV
18
El humor constituye también una forma de relacionarse, en que el énfasis está en
poner como centro el-pasarlo-bien-al-estar-con-otros. Remite, por tanto, a un renglón de la
vida social experimentado por los sujetos como agradable y divertido. Y así, siendo las
demandas educativas el tema central para los manifestantes, el humor creativo es una forma
de reírse del poder demandado, implica bajarlo de los pedestales y monumentos y dotarlos
de atributos - en general- negativos que dan cuenta de un adversario que se desnuda de sus
recursos del poder y se lo hace cercano, frágil, risible y por tanto vulnerable. Es un
tratamiento doble: un adversario ridiculizado y, además, sometido a una resignificación
que enaltece sus defectos, transformándolos y dotándolos de un relieve grotesco.
Obviamente este recurso no sólo es utilizado en estos nuevos espacios, fue parte de las
formas de representación de cierta pintura de Goya, y en el contexto chileno, de la cultura y
de una cierta prensa popular vigente hasta el golpe militar de 1973, tributaria a su vez de la
Lira Popular de finales del siglo XIX y principios del XX.
19
El humor, por tanto, si bien es cierto tiene una larguísima trayectoria en la cultura
popular (recuérdese a Boccaccio) se ha reinstalado en las manifestaciones de este siglo,
después de algunas décadas en que la izquierda tradicional chilena acopló la expresión y
participación política a la seriedad, solemnidad, al ceño fruncido y, nuestro caso, asimiló
marchar con desfilar. Tal vez, en las últimas décadas, la excepción lo constituye la franja
televisiva del NO y las concentraciones y marchas del Comando del NO del plebiscito de
finales de los 80.
20
como para manifestarse). Por tanto, esta aguda diferenciación en un mismo espacio y
tiempo da cuenta, además, de la fuerza de la convocatoria que tienen las demandas
estudiantiles que facilita la convivencia, lo que genera una cierta sensación de nosotros en
un breve tiempo y pequeño espacio. Esta situación contrasta con las prácticas propias de
las culturas juveniles que justamente usan particulares espacios y momentos para reunirse y
distinguirse; en Santiago se puede constatar cómo jóvenes de determinados grupos okupan
parte de una calle para conversar, compartir y también exhibir a los otros sus diferencias de
estilo y modos específicos de pensar y sentir. En consecuencia, la diversidad en las marchas
ha constituido un ámbito de sociabilidad entre diferentes grupos, colectivos y, en ciertos
casos, culturas juveniles. Hasta las barras de los clubes de fútbol, que en las relaciones
cotidianas tienden a no encontrarse (incluso están signados por el antagonismo), se sienten
participando del mismo espacio, en el entendido que para constituir la identidad grupal,
tienden a lo contrario, es decir, a producir prácticas de distinción con respecto a los otros
jóvenes y al resto de la sociedad.
21
VI
22
VII
23
y fácilmente digeribles para impulsar acciones comunicacionales que deben ser breves,
impactantes, lúdicas y placenteras. Dado que en una marcha, hay poco tiempo para
compartir un cartel, un lienzo, una música o una performance: es vital usar recursos
comunicacionales compartibles y agradables, que faciliten la conformación de un espacio
de ideas que promuevan la solidaridad interna de los participantes en torno a sus demandas.
24
En el caso de estas manifestaciones no existe tal separación, aunque tampoco
implica que los individuos y sus grupos sean consumidores naif de los mensajes
massmediáticos. Lo que se registra es la utilización con soltura, falta de culpa y con mucha
creatividad de símbolos pop útiles para expresar sus puntos de vista. Obviamente es una
ironía y una experiencia de humor.
VII
26
27
VIII
Similar a lo anterior, pero apropiado del ámbito del deporte profesional fue la
maratón de las 1.800 horas. Consistió en trotar alrededor de La Moneda y en muchas otras
ciudades durante 1.800 horas, en pequeños grupos que se iban turnando y, que si bien es
cierto, partió con la participación de estudiantes, con el tiempo se fueron incorporando
profesores y ciudadanos que con zapatillas, pantalones deportivos y una o varias banderas
28
chilena contribuían a captar la atención sobre los 1.800 millones de dólares que, a juicio del
movimiento, se requerían para implementar una educación superior gratuita. Esto además
demuestra que las demandas estudiantiles se orientaban hacia otros espacios
socioeconómicos, más allá de la educación, en un sentido restringido a lo escolar.
(http://www.youtube.com/watch?v=cwsHrStLSyU)
IX
Finalmente la ubicuidad de los lentes es otro atributo del marchar. Caminar entre las
personas y grupos en las calles es, al mismo tiempo, observar y ser observado y, en este
último caso, no siempre por ojos sino más bien por lentes de todo tipo, desde cámaras
profesionales hasta celulares, pasando por cámaras familiares y de la policía. Marchar en
estas manifestaciones es estar constantemente expuesto al registro visual y audiovisual, en
este sentido supone prepararse para una cierta puesta en escena. Sin embargo, el espacio en
que son visibilizados no sólo es la televisión.. Ya no se trata de decir aparecí-en-la-tele sino
más bien: este-es- el- link- para-verme-en- Youtube/Vimeo…cuando quieras o puedas.
Por supuesto que la visualidad a través de los lentes tiene también un objetivo de
contención de la violencia policial o la de manifestantes más exaltados. En una perfomance
realizada en un Mall del sector alto de la ciudad, la detención de cuatro o cinco estudiantes
– músicos por fuerzas especiales de Carabineros era grabada en video, mientras la voz del
camarógrafo imprecaba a los funcionarios con frases como “te estoy grabando, no ha
hecho nada para que le pegues”, “¿dónde está tu placa, no veo tu placa?” “la patente de este
furgón es…” Muchas de estas grabaciones han llegado a manos de los tribunales de
justicia, en calidad de prueba, para respaldar –con éxito- la denuncia de actos de violencia
policial o uso desmedido de la fuerza. Generalmente, los canales de TV terminan
reproduciendo estos videos, que circulan antes profusamente a través de Youtube.
29
30
Conclusiones (o ¿sinopsis?)
31
socioculturales y simbólicos en función de la existencia de un conflicto en clave “nosotros”
y “ellos”: tan lejos, tan cerca.
Bibliografía
Leon, O. Burh,S.
Tamayo,E. (2001) Movimientos sociales en la red. Quito. Agencia
Latinoamericana de Información.
32
Mc Adam, D, (2001) “Cultura y movimientos sociales” en Laraña,
E.Gusfield,J. (Ed.)Los nuevos movimientos sociales.
De la ideología a la identidad. Centro de
Investigaciones Sociales.
Madrid pp, pp.43-68
33
Tilly, Ch. (2010) Los movimientos sociales, 1768-20088, Barcelona
Critica.
34