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LA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA, UNA DISTORSIÓN LIBERAL

DEL DESARROLLO
Juan A. Huaylupo Alcázar
Universidad de Costa Rica

SUMARIO
La planificación estratégica tiene una generalizada aplicación formando parte de los
procesos administrativos en las organizaciones públicas y privadas. El predominio
liberal ha destacado su importancia, al asumir que dicha técnica permite el control de
los procesos y resultados de las organizaciones, a pesar de solo considerar sus
partes aisladas, sin tomar en cuenta las determinaciones causales de la interrelación
de sus áreas funcionales, de la totalidad sobre las partes y del entorno en el cual
actúan las organizaciones.
La noción primigenia de planificación en el contexto nacional y latinoamericano,
estuvo vinculada con el Estado Social para el logro del desarrollo y el bienestar
nacional, en tal sentido, formaba parte de un proceso político y social, peculiar e
inédito del quehacer público en la sociedad. La planificación estratégica es una
ruptura y regresión epistemológica y práctica, porque aísla e individualiza su
quehacer, desarticulando los procesos unitarios y totalizantes de las organizaciones.
PALABRAS CLAVES:
Desarrollo, Liberalismo, Estado Social, Privatización, Individualismo, Desintegración.

INTRODUCCIÓN

El presente ensayo analiza los cambios ocurridos en la forma y contenido primigenios


de la planificación con respecto de la denominada planificación estratégica en los
procesos organizativos contemporáneos.

La adopción positivista y particularmente individualista metodológica es una posición


epistemológica que ha inspirado a la planificación estratégica, la cual niega los
procesos colectivos en la determinación de los fenómenos sociales y la planificación,
Esta es la posición cognoscitiva regresiva que se ha impuesto en la planificación
estratégica, no por su consistencia y pertinencia, sino por el predominio ideológico
liberal latinoamericano y el mundo (Maliandi, 1997).

La planificación estratégica cobra importancia en el proyecto liberal y privatizador de


la función pública, luego contraria al desarrollo y el bienestar social para ponderar
exclusivamente el interés y la actuación privada. Antagoniza con la planificación para
el desarrollo y las políticas públicas porque interfiere con los intereses empresariales
privados. La planificación para el desarrollo regula, orienta y promueve la actuación
La planificación estratégica, una distorsión liberal del desarrollo

estatal en la consecución de lo que es común a todos en una sociedad


interdependiente e integrada.

La planificación no se ha deslindado epistemológica, teórica, histórica ni


empíricamente de la planificación estratégica, porque fue relegada políticamente por
la privatización de los intereses generales de la sociedad. El rescate de la
planificación que tuvo un papel trascendente en el progreso de países
latinoamericanos y particularmente el costarricense, es una condición necesaria para
superar una concepción y práctica que ha obstruido el desarrollo social y el bien
común en nuestras sociedades.

LA PLANIFICACIÓN: ORIGEN DE UNA ACCCIÓN PÚBLICA Y ESTATAL

La planificación para el desarrollo o simplemente planificación, desde su origen ha


sido un proceso político asociado con el quehacer estatal, en representación de los
intereses nacionales y públicos. Las autocracias o las tiranías no necesitan planificar,
solo imponen decisiones y acciones para beneficios exclusivos y excluyentes. La
ruptura regímenes políticos tiránicos o autocráticos por la construcción de procesos
de representación social, democráticos e igualitarios, ha requerido de la planificación
para desarrollar y reproducir un sistema complejo, desigual y contradictorio en un
espacio integrado e interdependiente.

En América Latina la planificación nacía en la convulsión social generada luego de


terminada la Gran Guerra. Los actores protagonistas y sus Estados buscaban la
construcción de las condiciones para la reproducción de sociedades libres y
democráticas, siendo la planificación el medio para lograrlo. La planificación nunca fue
ni es, un proceso técnico ni automático, es una relación social y política con su propia
historicidad y determinación para reproducir un destino común construido
colectivamente. Tampoco fue una creación cepalina, aun cuando fue uno de sus
principales propugnadores en el espacio latinoamericano1. La planificación atañe a la
sociedad y al Estado en su conjunto.

La planificación para el desarrollo o simplemente planificación, desde su origen ha


sido un proceso político asociado con el quehacer estatal, en representación de los
intereses nacionales y públicos. Las autocracias o las tiranías no necesitan planificar,
solo imponen decisiones y acciones para beneficios exclusivos y excluyentes. El bien

1 La planificación nació en la organicidad estatal soviética, luego del triunfo de la revolución


bolchevique; por este origen fue calificada de comunista por el macartismo en la guerra fría
norteamericana de la primera mitad del siglo pasado. La promoción de la planificación por Raúl
Prebisch, a fines de la década del cuarenta del siglo pasado, cuando se creaba la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), dependiente de Naciones Unidas; por ello fue acremente cuestionada
ideológicamente, aun cuando países nórdicos planificaban, sin ser comunistas.

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Juan Huaylupo

común no es un atributo de las dictaduras, de cualquier Estado o de indistintos


tiempos y circunstancias sociales (Chomsky, 2001).

Han sido momentos específicos en la constitución moderna de las sociedades, que


inauguraron una concepción y práctica totalizante del Estado2. En la historia moderna
determinadas sociedades mostraron las capacidades de crear un Estado que actuara
de modo totalizante y plural en su sociedad, que su superaban las intervenciones
aisladas, unilaterales y parcializadas de un sistema aislado, autocrático y dictatorial.

La planificación es una relación social y política, no es una relación entre cosas, ni


son relaciones privadas ni técnicas. La planificación para el desarrollo compromete a
todos los en la sociedad, de ningún modo es atribuible a las acciones que hacen los
dueños de recursos, propiedades o naciones. La disposición arbitraria y privada de
procesos sociales complejos y nacionales, no es planificación es dominación. La
construcción de las obras monumentales efectuadas en el pasado por distintas
culturas a lo largo de la historia, en Egipto, India, México o Perú, entre otras, no han
sido producto de procesos planificados, sino del resultado de decisiones autocráticas
de jerarquías dinásticas, nobiliarias o religiosas, cuyas obras eran ejecutadas por
quienes no tenían libertad ni eran obras destinadas para la colectividad social.

Las dictaduras no requieren planificar el ejercicio de su poder autocrático, como


tampoco se preocupan por el desarrollo, el bienestar, la gobernabilidad o la paz
social. Las viejas y nuevas tiranías se imponen con el miedo, la coacción o la
violencia, independientemente de las valoraciones, necesidades o problemáticas
sociales en los ámbitos de la dominación estatal.

La planificación en el espacio latinoamericano, es una condición creada en momentos


y condiciones particulares en la historia entre las dos guerras mundiales. La
necesidad del desarrollo compartido para paliar las inequidades generadas por la
desigualdad sistémica, es el ámbito de la acción social planificada, en representación
estatal de lo común y público en sociedades integradas e interdependientes. Lo
público y lo ciudadano es consustancial de la planificación en un régimen político
democrático y solidario. No se planifica en contextos desintegrados, autosuficientes ni
es una propuesta individualizadora o privada.

2 El triunfo de la revolución bolchevique en Rusia sobre un régimen imperial, atrasado y tiránico,


requirió la conquista de reformas burguesas, asociadas con procesos diseñados e integrados
nacionalmente. El surgimiento del Comité de Planificación Estatal (GOSPLAN), inicialmente asesoraba
al gobierno en 1921 y a partir de 1928 fue el ente responsable de la formalización y ejecución de los
Planes Quinquenales, que coordinaba y articulaba la acción estatal en relación con los intereses
nacionales y populares. Independientemente de la evolución política de la ex Unión Soviética, la
planificación consolidó el fin de un régimen imperial, para instaurar formas democráticas y de
desarrollo. También en Estados Unidos durante el Gobierno de Roosevelt con la gran crisis de 1929, se
dio un intento planificador con la creación del Tennesse Valley Authority (Ruiz, 2002).

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La planificación estratégica, una distorsión liberal del desarrollo

La planificación es una relación que supone e implica decisiones políticas colectivas.


Las políticas públicas o la regulación de los heterogéneos y contradictorios intereses
de la sociedad, la redistribución de los excedentes, la inversión pública, garantías
sociales al trabajo, la educación, la salud, entre otras acciones estatales, etc., forman
parte de la planificación de una sociedad que no se estabiliza espontanea ni
automáticamente “… la planificación es un proceso que comienza y termina en el
ámbito de las relaciones y estructuras de poder" (Ianni, 1971: 300). La planificación
fue desde sus inicios, una opción política comprometida con el desarrollo y como un
medio para compensar las iniquidades que genera el sistema prevaleciente (Ocampo,
2012), sin la cual no es posible garantizar la reproducción económica, social y política
de una sociedad contradictoria y desigual. La planificación forma parte del ejercicio
político democrático y plural del Estado en una sociedad capitalista democrática.

La planificación no fue un suplemento accidental ni innecesario, se convirtió en un


requisito en un mundo en creciente complejidad, interdependiente y contradictorio,
donde la incertidumbre, inestabilidad y el conflicto forman parte de su cotidianidad. La
planificación es el modo aproximado de hacer menos impredecible el futuro, nunca la
predicción o la determinación absoluta del devenir. El análisis de las realidades en su
contexto, era el punto de partida, como un modo de conocer la situación, problemática
y alternativas de las sociedades, así como constituye un modo de vislumbrar
tendencias y perspectivas de la acción pública.

Desde las posiciones privilegiadas de la economía y la política, la planificación ha


tenido detractores, particularmente en tiempos donde los intereses privados y
globales renovaban las formas de privatizar el bienestar y el Estado Social, nacional y
mundialmente (Boron y Mann, 1992; Stiglitz, 2002).

El liberalismo, la ideología necesaria del capitalismo, tuvo su auge contemporáneo en


las postrimerías del siglo pasado con los gobiernos británico y norteamericano, como
un modo de reactivar sus economías y la intensificación de relaciones internacionales
hegemónicas. Fueron personalidades como de la primera ministra británica (1979-
1990) Margaret Thatcher y el presidente norteamericano (1981-1989) Ronald Reagan,
quienes caracterizaron el liberalismo en sus espacios de poder y en el mundo.
Constituyeron un poder político e ideológico que negaron de modo absoluto la
existencia de un Estado Social que condicionara la rentabilidad, inversiones y
decisiones privadas, así como minimizaron al extremo el gasto social y las políticas
públicas, por considerarlas inútiles e improductivas, en sus propios y ajenos espacios
nacionales, a la vez que condicionaron a los Estados directa o través de entes
financieros internacionales para eliminar toda forma de autodeterminación nacional.
La colonialidad del poder tuvo en el liberalismo el medio para debilitar o liquidar la
planificación, el Estado Social y toda forma de resistencia contra el dominio mundial.

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Juan Huaylupo

Las tendencias liberales se apropiaban de los servicios y función pública estatal para
beneficios empresariales. La desregulación liberal del laisser faire laisser passer, fue
el camino para la consecución de mayores libertades a los propietarios globales, a la
vez que privatizaba las funciones públicas. El desarrollo social o el proyecto
construido colectivamente, era sustituido por el crecimiento de las corporaciones
privadas. La situación económica y poder contemporáneo, son evidencias de la
desintegración política y del ocaso de la planificación y las políticas públicas en las
últimas décadas.

La planificación, como el ámbito de lo posible, para lograr los propósitos colectivos


anhelados, de ninguna manera fue una determinación estatal absoluta. Es una forma
de hacer menos incierto el futuro de la sociedad, en relación con el conocimiento y
tendencias de donde se actúa y de las capacidades y posibilidades orgánicas de
actuación estatal y ciudadana. Así, es el medio para aproximarnos a conocer y actuar
por el desarrollo y el bienestar en un contexto complejo, incierto y donde intervienen
intereses y actores heterogéneos con capacidad y libertad para actuar en sus ámbitos
sociales. El conocimiento de los espacios donde se pretende actuar es la condición
básica previa a todo proceso planificador3. El desconocimiento de la realidad impide
cualquier planificación, del mismo modo, la inconsistencia de los propósitos, medios e
instrumentos usados, hace inviable la planificación. Tampoco es posible una
planificación que pretenda la consecución de propósitos y metas, sin relación con la
problemática, interés ni participación ciudadana y pública ni omita la estimación y
valoración de las capacidades institucionales del Estado. No existe planificación
alejada, extraña o contraria al bien común4.

Los intereses individualizados impuestos, absolutizados y tecnocráticos, sin


mediación contextual, no es planificación. La pretensión omnipotente y autosuficiente
de las corporaciones empresariales, que con planificación estratégica creen estar en
capacidad de controlar y dominar Estados, sociedades y mercados, no es
planificación ni es el papel de los Estados, es una pretensión imperial o la guerra
total5. Por ello no es casual que la palabra estratégica, tomada de la jerga militar, es

3 El conocer, explicar o interpretar la realidad donde actuará la planificación, no es registro de datos y


gráficos cuantitativos, como regularmente se distorsionan y simplifican las realidades. Las
descripciones en cualquiera de sus formas, no explican ni expresan univocas significaciones y menos
aun cuando no guardan correspondencia con las intervenciones e intencionalidades de la planificación.
4 La planificación no es la administración de recursos y capacidades privadas, tampoco es una labor

administrativa ni es la priorización de acciones en razón de los recursos escasos como lo supone la


teoría neoclásica o marginalista hace más de un siglo. No se planifica acciones individuales para
propósitos individuales, ello es una programación.
5 La planificación estratégica, “Es el proceso mediante el cual una institución define su misión y visión

de largo plazo; los objetivos, estrategias y políticas para lograr esa visión, a partir del análisis de
factores externos (oportunidades y amenazas) y de factores internos (fortalezas y debilidades). Supone
la participación activa de los actores organizacionales, la obtención permanente de información sobre
sus factores claves de éxito, su revisión, monitoreo y ajustes periódicos, para que se convierta en un

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La planificación estratégica, una distorsión liberal del desarrollo

aceptada y usada de modo generalizado, porque constituye la impronta que le


impregna de beligerancia e intransigencia en los propósitos y metas propuestas en un
contexto mercantil competitivo. La planificación estratégica asume como una lucha
contra los obstáculos a sus intencionalidades. Así, controlar o dominar a los
contendientes, en aras del posicionamiento o el dominio mercantil, son regularidades
de poder y la planificación liberal. Desde luego estas características están alejadas y
contrarias a un quehacer vinculado con el bien común de una sociedad, así como, la
creencia predictiva o el poder sin límite de supuestas capacidades autorreferenciales
son ilusiones de la planificación estratégica que se cree ingenuamente omnipotente,
no es atribuible a la planificación para el desarrollo.

DE LA PLANIFICACIÓN A LA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA

La planificación estratégica ha dominado el quehacer organizacional, sin que sea


relativizado ni cuestionado. Han sido de cuatro décadas de imposición ideológica que
tuvo en el pensamiento único, la justificación para el dominio político y económico
global en el espacio nacional. América Latina y particularmente Costa Rica aún vive
con la planificación estratégica, como una cárcel de larga duración (Braudel, 2002). La
planificación se ha impuesto incluso en el ámbito universitario, donde se ensena y
aplica, así como lo evidencia la CEPAL (Ruiz, 2002; Martín y Nuñez del Prado, 1993).

“… en algunos círculos latinoamericanos hablar de planificación de largo plazo hoy en


día parece un anacronismo imperdonable, quizás por algunos sesgos ideológicos,
quizás por una historia no muy feliz. Desde el lado neoliberal nombrar este mantra es
como llamar al diablo. Dialogar con la comunidad universitaria tradicional al respecto
implica librar arduas batallas contra la ortodoxia dominante. E interactuar con la clase
política y empresarial consuetudinaria implica deconstruir prejuicios, evitar el sesgo
instrumental que reduce todo ejercicio a “algo concreto”, y evitar el arte manipulatorio
de quienes pretenden que los resultados siempre les sean favorables. En un ambiente
acostumbrado a proyectos puntuales, hablar de reflexiones contextuales y sintéticas
acerca de los futuros posibles, y de generar colectivamente alternativas produce
incredulidad y un escozor casi instantáneo. Si por una parte existe fobia a la
planeación, y por otra al largo plazo, juntar las dos palabras es exponerse al rechazo.
De hecho, durante los últimos quince años una parte importante de la institucionalidad
dedicada a la planificación de largo plazo fue seriamente afectada durante la vigencia
del pensamiento neoliberal en todo el mundo. Pero como era de esperarse, los propios
excesos del pensamiento único, los fracasos institucionales experimentados, y la
transición problemática a una perspectiva global han convocado de nuevo a repensar
este concepto en el último lustro.” (Medina, 2002: 4).

La adición de la palabra estratégica a la planificación, no es un cambio formal, es una


distorsión radical y antagónica, así como se transmutan sus actores y acciones. La
planificación, cuestionada por el liberalismo, desde la década del ochenta por

estilo de gestión que haga de la institución un entre proactivo y que le permita anticiparse a los
acontecimientos.” (Paredes y Proaño, 1997: 46).

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Juan Huaylupo

atribuirle responsabilidad en la crisis económica6. Esa planificación conserva la


denominación, para desfigurar y confundir, nunca para regular, integrar o articular la
acción estatal pública y los procesos en la sociedad, la naturaleza y el ambiente, sino
para desregular, desintegrar y aislar los procesos sociales y estatales. La planificación
no es un agregado de funciones y tareas de las distintas áreas funcionales de trabajo,
como lo supone y practica la planificación estratégica. Imaginar que las
organizaciones serán eficaces y eficientes con la agregación de las partes, como
piezas en un rompecabezas, es un error epistémico, insustentable en el estado actual
del conocimiento.

La planificación estratégica revela su esencia, al ignorar que nada sería más


estratégico que el desarrollo y el bienestar de la sociedad, donde están comprendidas
todas las relaciones privadas, a la vez que es el ámbito de la acción estatal hacia el
conjunto de la sociedad, pero su orientación no es el desarrollo, es el privilegio y
beneficio privado y empresarial como expresión de un poder omnipotente7.

La planificación estratégica concibe que la totalidad como la adición de las partes, por
ello las separa y aísla, su individualismo metodológico (Pereira, 1979) asume que lo
único real y tangible es lo individual y que la totalidad es una abstracción inexistente8,
también se inscribe en la opción política individualista posesiva (Macpherson, 1970),
en donde el liberalismo y el autoritarismo se conjugan en un proyecto social que
impone el interés privado como interés general (Huaylupo, 2007), pero antagónico al
bien común. La simplificación de lo complejo, reducción de lo diverso, la visibilización
de lo tangible y cuantitativo, desprecia lo cualitativo, lo subjetivo, la cultural y lo
histórico. Estas distorsiones epistemológicas que han sido cuestionados a lo largo de
la historia (Huaylupo, 2011), pero regresivamente son aplicadas por la planificación
estratégica.

6 La ideología liberal muestra su superficialidad al responsabilizar de la crisis económica, fiscal o de


endeudamiento, a la acción reguladora estatal, a la interpretación keynesiana y a las propuestas
planificadoras de la CEPAL. La crítica encubría la intencionalidad de liberación de todo intento de
regulación e imponer la planificación estratégica.
7 La expresión estratégica de confrontación es común en el medio empresarial, porque deberán lidiar

para su permanencia en el mercado, por esta razón se la identifica como Corporate Planning
(Fernández, 2010: 5), dado que se asume que solo los conglomerados empresariales están en
capacidad de hacer una gestión y planificación estratégica. La búsqueda por el control de los
mercados, la rentabilidad y la productividad, así como la eliminación de la competencia, otorga una
significación eufemística a la palabra estratégica.
8 En las misiones y visiones que se imponen diferencialmente en cada parte del todo y que se

concretizan de modo distinto en sus funciones, procedimientos y acciones, están lejos de integrar,
articular o complementar. La planificación estratégica separa y atomiza a la organización, así como la
aísla de la organicidad de la totalidad social. Asimismo, la obsesión por maximizar los recursos y
esfuerzos de la planificación estratégica, ha derivado en la eliminación de toda actividad y función igual
o similar en la organización por considerarlas inútiles por encarecer, restar competitividad o disminuir
productividad.

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La planificación estratégica, una distorsión liberal del desarrollo

La certidumbre, una dimensión inserta en las visiones absolutistas y tecnocráticas del


pasado, es retomado por la planificación estratégica que crea la ilusión utópica de
seguridad, independencia, estabilidad y perfección en un contexto incierto y en crisis,
por ello cuando hay inconsistencia entre las acciones y los resultados obtenidos es
atribuida a las personas y procesos sociales (Huaylupo, 1995), nunca a las
decisiones, propósitos, medios o técnicas empleadas con la planificación estratégica.

La independización, autonomización e individualización de la planificación estratégica


y de la función pública, es la negación de su carácter social y nacional del Estado, no
solo porque incumple con sus obligaciones sociales, sino porque también privatiza, en
su regresividad, a la colonialidad del poder.

La visión robótica ha impuesto como un dogma, la imposibilidad de tener iguales


propósitos o que las personas y organizaciones fueran idénticas, sin comunidad ni
cultura. Sin embargo, las instituciones públicas no están autonomizadas de la función
pública ni del quehacer estatal, y como tales, tampoco de su sociedad. Ellas tienen
propósitos unitarios, interdependientes y complementarios que actúan en espacios-
tiempos coincidentes.

La naturaleza social de todo Estado tiene la impronta de su sociedad, de las


condiciones y relaciones culturales e históricas, así como de su configuración
estructural y coyuntural de sus momentos constitutivos. La autopoiésis no significa
autonomización o aislamiento causal, es la capacidad orgánica de transformarse
dentro del sistema y con el contexto. Las intencionalidades orgánicas requieren del
objeto de su acción para transformarse. El sujeto del cambio, se convierte también en
objeto del contexto. Es un argumento falaz la existencia de un Estado y una
planificación estratégica, sin capacidad de regulación social, económica o política. El
liberalismo no es sinónimo de libertad, sino de totalitarismo.

Las relaciones mecanicistas suponen estar actuando con entes sin vida, sin
determinación ni poder. Sin embargo, las intervenciones en la sociedad por la
planificación estratégica, no son objetos para el logro de resultados esperados,
porque tienen particularidades que le son propias, no son del ente que interviene ni
son indiferentes, son elementos activos que inciden en los interventores, conformando
nuevas totalidades. El objeto de la planificación estratégica, es también sujeto de su
cambio, sin correspondencia con los propósitos, metas o indicadores. El dinamismo y
complejidad de una totalidad multideterminada, no es objeto de la planificación
estratégica. La causalidad se relativiza, se difumina, pero no desaparece en la
indeterminación absoluta. La incertidumbre, es una ruptura epistemológica frente a un
mundo mecánico inundado de efímeras certidumbres de la planificación estratégica
(Prigogine, 1996).

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Juan Huaylupo

Las organizaciones que aplican procedimientos rígidos, como resultado de las


aplicaciones normativas y técnicas de la planificación estratégica, podrán jactarse de
ser impermeables a las condiciones existentes en los ámbitos de su actuación, no por
considerar cosas a los objetos de su intervención, sino porque están alineados, como
objetos inertes incapaces de nutrirse de las sustancias, procesos y acontecimientos
del entorno. Las organizaciones que se imponen e imponen prácticas estandarizadas,
son insensibles y ciegas, sin capacidad de pensar, aprender o adecuarse, son entes
que se han robotizado, renunciando a la vida, al dinamismo y diversidad, dejando de
ser autopoiéticos (Maturana y Varela, 2003; Maturana y Varela, 2004). El todo y las
partes se implican en el proceso planificador, aspecto que es omiso en la planificación
estratégica.

Los modelos tecnocráticos como el taylorismo (Neffa, 1990), el fordismo, el control


total de calidad, la reingeniería, el outsourcing o la planificación estratégica, no son
producto de interacciones con los contextos particulares, son sistemas creados en
función de las creencias, percepciones e ideologías en sus tiempos y espacios, luego
no es posible esperar que los resultados de sus aplicaciones sean idénticos a los
imaginados, dado que el contexto ni las realidades organizacionales, constituyeron las
fuentes para la creación de esas técnicas. La simplicidad de concebir los espacios
vivos, como cosas susceptibles de modificarse, ser controladas o supeditarlas a los
intereses y propósitos del poder, ha sido la ilusión común, en la decepción y
frustración de muchas técnicas y de la planificación estratégica. El estado del
conocimiento y la reflexión crítica sobre las técnicas tiene un largo camino, sin
embargo, perduran las visiones absolutas y mecánicas por ser funcionales a un
sistema que cosifica las relaciones sociales (Mumford, 1987; Huaylupo, 2011).

La falsificación positivista y liberal de la planificación estratégica, imagina cambiar


cualquier realidad aplicando los métodos e instrumentos para lograr los objetivos y
metas propuestas9. La omnipotencia individualista que también es tecnocrática, cree
tener la capacidad de modificar cualquier realidad a su antojo, como “arcilla en manos
de un alfarero”. La planificación estratégica convierte ilusamente a las realidades en
objetos que pueden ser modificados y manipulados independientemente de su
naturaleza y condición social o natural. Esta concepción es insustentable
cognoscitivamente, no obstante es aun dominante en el quehacer público estatal.

9 “La planeación estratégica es un proceso que se inicia con el establecimiento de metas


organizacionales, define estrategias y políticas para lograr metas, y desarrolla planes detallados para
asegurar la implementación de las estrategias y así obtener los fines buscados.” (Miklos, 2000: 33)
“…la planeación es proyectar un futuro deseado y los medios efectivos para conseguirlo.” (Ackoff,
1980:13). “La planificación puede definirse del modo siguiente: es el procedimiento mediante el cual se
seleccionan, ordenan y diseñan las acciones que deben realizarse para el logro de determinados
propósitos, procurando una utilización racional de los recursos disponibles.” (Pichardo, 1984: 15).

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La planificación estratégica, una distorsión liberal del desarrollo

La contrarrevolución liberal cercenó la capacidad reguladora estatal, desapareció la


planificación, para imponerse su falsificación estratégica, ahora el Estado no planifica
ni regula las fuerzas y tendencias del mercado10. La desregulación estatal y la
pretensión de lograr los propósitos y metas, se sustenta en imaginarios supuestos de
igualdad entre oferentes y demandantes, individuos u organizaciones en un
inexistente mercado y sociedad igualitaria de inspiración paretiana. El individualismo
posesivo es un absurdo ideológico liberal en la crisis capitalista.

En contraste la planificación para el desarrollo que es un proceso social inédito,


porque no existen realidades que sean iguales y porque las situaciones, condiciones y
anhelos de las colectividades son particulares e inéditos a cada tiempo-espacio de la
sociedad civil. La planificación es una necesidad en la reproducción sistémica de la
sociedad, como lo es la reconstitución social del Estado, que en democracia diseña,
integra y ejecuta las políticas públicas en razón del interés general, la historia y la
cultura de los pueblos.

La dimensión tecnocrática de la planificación estratégica, se encubre de neutralidad y


objetividad, sin embargo no existe planificación, libre de determinaciones políticas en
su concepción, diseño y ejecución de las intencionalidades del poder privado. Esta
especificidad de la planificación estratégica, contrasta radicalmente con la visión
social de planificación, donde toda la sociedad está comprometida en un proceso
unitario y articulado, aun cuando desigual y heterogéneo11.

La planificación estratégica en el aparato institucional estatal guarda correspondencia


con la privatización de la función pública, no solo por responder a intereses privados
empresariales, sino porque también privatiza y autonomiza sus obligaciones públicas,
necesidades y anhelos ciudadanos, así como desarticula la actuación estatal en sus
ámbitos sectoriales, funcionales y públicos. El presente liberal ha conformado con la
planificación estratégica un universo disgregado, sin correspondencia ni complemento
institucional en los espacios y tiempos de la intervención estatal. Es la antítesis de la
planificación, así como una simplificación individualista de procesos sociales
complejos e interdependientes y una regresión cognoscitiva y epistemológica.

10 El Estado Social no ha sido el ente opresivo que limitara las determinaciones empresariales, como
ha sido la cantaleta liberal, no obstante, las dictaduras en América Latina han sido funcionales a los
conglomerados empresariales nacionales y globales. La creencia liberal de sustituir al Estado por el
mercado, es solo un discurso porque sin Estado dichas fuerzas no tendrían viabilidad económica,
social o política.
11 Carlos Matus (1993) afirmaba en una época donde la planificación no era el centro del quehacer

estatal, que “Nuestros métodos de planificación son primitivos, rígidos e impotentes para servir a una
dirección política que gobierna un sistema complejo, dinámico, creativo, resistente y plagados de
elementos de incertidumbre.” (Matus, 1993: 165). La crítica de Matus es instrumental y técnica, sin
embargo, estas no determinan la planificación, sino las relaciones entre la sociedad civil y el Estado.

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Juan Huaylupo

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