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44, primer
semestre 2016, pp. 180-193
Adriana Amante2
1
A los estudiantes de mi seminario sobre “Estilografías sarmientinas” (segundo cuatrimestre de 2014,
en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA), porque compartieron íntimamente algunas de estas
disquisiciones.
2
Adriana Amante es directora del volumen IV, dedicado a Sarmiento, de la Historia crítica de la
literatura argentina (Buenos Aires, Emecé, 2012), obra ideada y dirigida por Noé Jitrik. Doctora en
Letras por la Universidad de Buenos Aires, es Profesora Adjunta de la cátedra de Literatura Argentina I
B de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Sobre Sarmiento ha publicado varios artículos y su
libro Poéticas y políticas del destierro. Argentinos en Brasil en la época de Rosas (Fondo de Cultura
Económica, 2010).
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de su contenido. Las ideas y los temas de interés pueden compartirse, pero las
diferencias que se dan en la reescritura, pueden ser determinantes de la nueva
conceptualización de la idea que ya entonces no volverá a ser la misma.
Como no creo que haya sido una mera cuestión de premura y falta de revisión
la que pudo llevar a Sarmiento a una repetición del adverbio de lugar “allí” para
“ensamblar” forzadamente dos oraciones del original copiado, como afirma De la
Fuente. Lo cito:
Para empezar, comparemos brevemente un pasaje de la fuente francesa con uno del
primer capítulo del Facundo, lo que nos va a permitir establecer e ilustrar la relación
entre los dos textos. Por ejemplo, el viajero [se refiere a Lacordaire] describe la tarea
de marcar el ganado de la siguiente manera:
la hierra, amène une suite de fêtes dans les estancias, comme, chez nous, les
vendanges. L’estanciero invite ses amis à y asister, et les gauchos accourent de tous
côtés …les gauchos, qui, dans ces occasions, déploient toute leur adresse à lancer le
lazo et les bolas, deux armes favorites que ne le quitent jamais” (”Estancia”, 587).
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El pasaje del Facundo es, entonces, una traducción cuya construcción sugiere que, tal
vez apremiado por el tiempo, Sarmiento no la revisó (desdobla el adverbio de lugar
“y” en dos “allí…; allí…”, repetición que resulta en dos oraciones forzadamente
ensambladas). No obstante, la traslación es bastante fiel y la secuencia de la
enunciación es la misma: la hierra como fiesta/ la comparación con la vendimia/ los
gauchos que vienen de los alrededores/ su habilidad con el lazo. 3
3
Ariel de la Fuente, “‘Civilización y barbarie’: fuentes para una nueva explicación del Facundo”
(apéndice a la segunda edición de Los hijos de Facundo). Buenos Aires, Prometeo, 2014, p. 16.
4
Domingo F. Sarmiento, Facundo (Prólogo y notas de Alberto Palcos). Buenos Aires, Ediciones
Culturales Argentinas, 1961, p. 26.
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modos discursivos y la retórica oratoria del escritor con amplitud de registro, términos
certeros, refinamiento y sutileza envidiables.5
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En el mismo sentido, De la Fuente denuncia (me parece que ese es el tono, por
eso empleo el término) que Sarmiento conoce materiales de segunda mano y de
manera superficial, y niega que haya tenido un conocimiento profundo de algunos de
los historiadores, filósofos, viajeros científicos o pensadores que menciona, aun si los
cita. En efecto: la lectura de segunda mano, fragmentaria, e incluso mala o errada es
el modo habitual de lectura de Sarmiento. 9 Pero, ¿qué sería, en todo caso, una lectura
profunda? ¿Una lectura completa, ordenada, sistemática, de obra completa, de –
vuelvo a la palabra que tanto le gusta a De la Fuente– “fuente primaria”? Sarmiento
lee aleatoria y sesgadamente, obsesionada y también distraídamente. Y así construye
conocimiento y guía sus intuiciones o propuestas. Si De la Fuente se hiciera eco del
excelente artículo de Sarlo y Altamirano sobre la cadena de lecturas de Sarmiento
quizás podría flexibilizar un poco la idea del modo en que se forma una enciclopedia 10
y eso le permitiría repensar las maneras en que esos saberes se activan para la
escritura: se escribe porque se ha leído, se escribe lo que se ha leído, se lee para poder
seguir escribiendo.
desestimar al que retoma lo ya enunciado antes sino que se dedica a ver las variaciones que se dan en el
tratamiento de una idea compartida (Félix Weinberg, “La antítesis sarmientina ‘civilización-barbarie’ y
su percepción coetánea en el Río de la Plata”, Cuadernos Americanos, Nueva época, Año III, Vol. 1,
núm. 13, enero-febrero de 1989).
9
El misreading o la misatributtion que trabaja Sylvia Molloy son reveladores de la productividad del
procedimiento (cf. Sylvia Molloy, “The reader with a book in his hand”, At face value.
Autobiographical Writing in Spanish America. Cambridge, New York, Cambridge University Press,
1991). Y su abordaje crítico es un ejemplo perfecto de cómo no es necesario desacreditar todo lo que se
ha escrito antes para formular algo nuevo y original. Molloy articula sus originales e inteligentes ideas
recuperando los trabajos anteriores de Ricardo Piglia (“Notas sobre Facundo”, en Punto de vista, Año
3, núm. 8, Buenos Aires, marzo-junio de 1980; y Respiración artificial, Buenos Aires, Pomaire, 1980),
y de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano (“Una vida ejemplar: la estrategia de Recuerdos de provincia”,
en Escritura, número 9, Caracas, enero-junio 1980), antecedentes que, antes que enojosos, le resultan
motivadores.
10
Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, “Una vida ejemplar…” op. cit., que también se reproduce en
Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, CEAL, 1983; en Literatura /
Sociedad. Buenos Aires, Hachette, 1983; y en Ensayos Argentinos. Buenos Aires, Ariel, 1997. De paso,
ese mismo artículo le mostraría cómo “los enunciados literarios remiten a los ideológicos y viceversa”
(en Literatura / Sociedad, p. 168).
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decirlo con palabras de Susan Stewart,11 que –a mi criterio– antes que condenarlo lo
potencian. También Borges leerá material de segunda mano, como reconoce el mismo
De la Fuente en una ligera aproximación al escritor del siglo XX–, y agrego: incluso
de segunda a secas, y es precisamente ese material el que pone en funcionamiento su
capacidad de crear, de inventar y su modo de ejercicio de una forma de la
originalidad. Este es el núcleo de lo que creo que De la Fuente no logra captar: como
puede verse en “El Aleph”, la originalidad no radica solo en la invención de una idea
ex nihilo: también puede estar en la puesta en relación de ideas preexistentes, en el
modo en que se las vincula y en las articulaciones que se montan.12
11
Susan Stewart, Crimes of Writing. Problems in the Containment of Representation. Durham and
London, Duke University Press, 1994.
12
Es tal el énfasis que De la Fuente pone en demostrar la no originalidad de Sarmiento, que llega un
punto en que todo se interpreta bajo la especie de Lacordaire, yendo esforzadamente en el sentido
inverso a lo que les enrostra a todos los que escribieron antes que él. Es una pena que De la Fuente no
mencione el artículo de Sandra Contreras incluido en el volumen de la Historia crítica porque ella
también trabaja la reescritura que Sarmiento hace de Lacordaire para ocuparse de la batalla de La
Tablada, aunque complejizando un poco más que él la idea de “plagio”. Por otra parte, ya Susana
Zanetti y Nora Dottori habían señalado la evidente influencia que había ejercido este artículo de
Lacordaire “en cuanto a la imagen de Quiroga y en cuanto a la interpretación de la situación interna
argentina” (nota 12 a capítulo IX “Guerra Social”, en Domingo F. Sarmiento, Facundo. Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 1977); pero –claro– aun a De la Fuente pueden pasársele por alto algunas
contribuciones a los estudios sarmientinos, cosa que también le ocurre con los artículos de Elizabeth
Garrels sobre el orientalismo en Facundo en los que podría encontrar alguna articulación afín a sus
planteos.
El de la batalla de La Tablada es un buen contraejemplo: basar su descripción de la batalla de La
Tablada en el artículo de Lacordaire, más que un plagio (estoy tratando de afinar el funcionamiento del
procedimiento) es una forma de la enciclopedia de su época y de su medio. No esconde “la fuente”,
pese a que no menciona al autor, y no es un plagio en un sentido estricto dado que no oculta que está
basándose en otro material; es más: de algún modo remite al lector al texto francés también como un
ahorro de tiempo y de energía, para poder avanzar con lo que él particularmente quiere señalar.
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13
Ver nota al pie número 63, en Ariel de la Fuente, “‘Civilización y barbarie’…”, p. 27.
14
Cf. Lucio V. Mansilla, “Sarmiento”, Retratos y recuerdos., Buenos Aires, Borocaba, 1953, p. 27.
15
Raúl Orgaz, Sarmiento y el naturalismo histórico. Córdoba, Imprenta argentina, 1940, p. 10.
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de los comentadores de la Edad media, “se introduce sin duda en el texto recopiado,
[…] para hacerlo inteligible”.16 Esa es la plataforma de despegue para el ejercicio de
su originalidad.
16
Roland Barthes, Investigaciones retóricas I: Antigua retórica. Barcelona, Ediciones Buenos Aires,
1982, p. 25.
17
Beatriz Sarlo, “Sarmiento, el escritor inestable”, Diario Perfil, Buenos Aires, 6 de noviembre de
2011.
18
Cf. Nerio Rojas, Psicología de Sarmiento. Buenos Aires, Guillermo Kraft, pp. 1961, 64-66.
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Domingo F. Sarmiento, Vida de nuestro señor Jesucristo. Buenos Aires, Ediciones Modernas, 1944,
p. 21 y Domingo F. Sarmiento, carta al Obispo de Cuyo, Buenos Aires, 2 de junio de 1884, en Vida de
nuestro señor Jesucristo y La conciencia de un niño. Buenos Aires, Ediciones Braga, 1988, p. 16. Pese
a lo que sostiene De la Fuente, la analogía asiática no está solo inspirada en Lacordaire. No
improbablemente tomadas de libros de geografía o de viajes, las descripciones de Palestina de esa
breve introducción le proveerán más tarde materiales para multiplicar las asociaciones entre la barbarie
oriental y la pampeana y para moldear características físicas y morales que en el capítulo VI del
Facundo le adjudicará a La Rioja. De primera o de segunda mano: algunas de esas ideas las lee en
Palestine or the Holy Land; from the Earliest Period to the Present Time. Edinburgh, Oliver / Boyd,
Tweeddale-Court, 1831, del reverendo Michael Russel, a quien pudo haber accedido de manera directa
o conocerlo vía Conrad Malte-Brun, y a quien cita en el epígrafe del capítulo. Podríamos decir,
inicialmente, que el tratamiento de La Rioja en el Facundo es prácticamente una transcripción de ese
epígrafe. Sin embargo, diestro para la ekphrasis como Sarmiento es, su prosa burila una imagen más
pregnante que la del reverendo escocés y en esa conceptualización estético-política se asienta su
originalidad.
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otras autoridades”.20 Todas esas nociones son constitutivas del ejercicio de la escritura
en Sarmiento.
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Los supuestos crímenes de escritura del sanjuanino son los que encabritarán a
Alberdi cuando aparezca la cuarta edición del Facundo en 1874 y cargará sus furias y
envidias contra la fama adquirida por Sarmiento como escritor, recordando que las
ideas centrales del libro eran las de todos los amigos de la emigración, y que el libro
entonces no sería más que el compte-rendu de lo que le contaron acerca de lo que él
no podía saber, por su temprana emigración y su condición provinciana, o –certera
imagen para caracterizar un objeto que cruza escritura y sociabilidad– un “álbum” en
el que varios amigos “dictaron una o varias páginas por vía de conversación”.23
Así es, Sarmiento habla por lo aprendido; escribe lo que otros también piensan
o han pensado; pero lo pone en una estructura, en un plan de obra y en un proyecto
estético y político que les da al material, a los elementos y a la figura de autor una
dimensión cuya originalidad no radica en la creatio ex nihilo, sino en los nuevos
agenciamientos. Sarmiento no es Funes el memorioso. No solo porque su memoria no
puede retener todo lo leído al pie de la letra y en su totalidad; tampoco porque su
percepción o su memoria lo condenen a duplicar el mundo, sino porque –por suerte–
Sarmiento puede hacer lo que Funes no: puede pensar.
escritura de Sarmiento la “relación interna” que entabla con la de Hernández porque no lee solo
contenidos ideológicos: también ve procedimientos y procesos de conceptualización que forjan
ideologías estéticas que muchas veces van a contrapelo de las posiciones enunciadas explícitamente.
Además, Sarlo no “compara momentos” de remisión a Sarmiento o a Hernández en la obra de Borges,
sino que analiza los nodos de una articulación más profunda que no niegan la posibilidad de reconocer
coincidencias de procedimientos retóricos o conceptuales sino que los complementan y les dan un
punto de vista más amplio para mejor comprender sus funcionamientos sin caer en el facilismo del
cotejo punto a punto.
23
Juan Bautista Alberdi, Facundo y su biógrafo, en Escritos póstumos, tomo V. Buenos Aires, Imp.
Alberto Monkes, 1897, pp. 274-275. Alberdi agrega Vida de nuestro señor Jesucristo a la cadena de
iniquidades, que completa con la introducción de “Mrs. Horace Mann” a la edición norteamericana del
Facundo de 1868, traducida luego para encabezar la cuarta en español, del 74, que está “escrita por una
señora que lleva el nombre y apellido de su marido, según el uso inglés, lo que hace creer al lector
hispano americano, que la Introducción es obra de Horacio Mann, si no sabe que Mrs. quiere decir
señora y no Mister o señor. Vieja habilidad del que publicaba la Imitación de Jesucristo [sic], por
Sarmiento, añadiendo entre paréntesis, en un rincón, al pie de la carátula: (traducción). Así empezó a
formarse la fortuna literaria del autor, en Chile” (Ibidem, p. 273-274).
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