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Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra.

(El anfitrión dijo:) Los emperadores y reyes encuentran su fundamento en el Estado, y obran para
establecer la paz y el orden durante sus reinados; los ministros y plebeyos ejercen la tenencia de
sus campos y jardines, y atienden las necesidades de la sociedad. Pero si al país llegan
saqueadores de otras regiones o si en los territorios estalla la rebelión, y las tierras del pueblo son
tomadas y sometidas al pillaje, ¿qué otra cosa cabe esperar más que el pánico y la confusión? Si el
país es arrasado y los habitantes se quedan sin hogar, ¿adónde huira la gente en busca de
amparo? Si a usted le importa su seguridad personal, debe ante todo orar por el orden y la
tranquilidad en los cuatro sectores del territorio ¿no lo cree así? (…)

Cuando examinamos tan amplia variedad de sutras, vemos que todos ponen en relieve la
gravedad de actuar contra la enseñanza correcta. ¡Que lastima, que la gente salga del portal de la
enseñanza correcta para internarse tan profundamente en la prisión de estas doctrinas desviadas!
! Que estupidez que tenga que caer uno tras otro en las trampas de esas doctrinas malignas y
deban permanecer atrapados durante tanto tiempo en esa red de enseñanzas contrarias a la Ley!
Se extravían en su fétida bruma y se hunden en las intensas llamas del infierno. ¿Quién podría no
angustiarse? ¿Quién podría no sufrir?

Por eso debe modificar enseguida los principios que abriga su corazón y abrazar el único vehículo
verdadero, la única buena doctrina (del Sutra de Loto). Si lo hace los tres mundos se convertirán
en la tierra de Buda, y ¿Dónde se ha visto que una tierra de Buda decline? Cada región de las diez
direcciones podrá ser un reino de tesoros, y ¿dónde que un reino de tesoros sufra daños? Si vive
en un país a salvo del perjuicio y de la decadencia, su cuerpo hallara paz y seguridad, y su espíritu
conocerá el solaz de la calma, lejos de toda aflicción. ¡Debe creer en mis palabras, debe tener en
cuenta lo que digo!

El huésped respondió:

-Ya que esto concierne a la vida actual y a las futuras existencias, ¿cómo no ser cauto en
cuestiones como estas? ¿Cómo no darle la razón? Cuando examino los fragmentos de los sutras
que usted ha citado y leo con exactitud lo que ha dicho el Buda, comprendo que denigrar la Ley es
una falta gravísima, que violar la Ley es, por cierto, un acto de terribles consecuencias. He
depositado mi fe por completo en un solo Buda, Amida, para repudiar a todos los demás. He
honrado los tres sutras de la Tierra Pura, para abominar las otras enseñanzas. Pero esto no se
debe a ninguna idea distorsionada que yo haya concebido; sencillamente, lo hice obedeciendo las
palabras de las eminencias de antaño. Y lo mismo cabe decir de las personas que habitan en las
diez direcciones.

No obstante, ahora comprendo que este proceder solo consume al ser humano en esfuerzos
inútiles durante esta existencia, y lo condena a caer en el infierno Avichi durante sus vidas futuras.
Los textos que usted cito lo esclarece de manera inconfundible, con argumentos detallado que no
dejan lugar a dudas. A partir de ahora, con la guía de su cordial instrucción, quiero seguir
disipando la ignorancia de mi mente. Espero, que lo antes posible, podamos hacer algo para
contener estos actos contra la Ley y establecer sin más demora la paz en este mundo, a fin de
asegurarnos la seguridad en esta existencia y la buena fortuna en la próxima. Pero no basta con
que solo yo acepte sus palabras y crea en ella; debemos obrar para que otros también adviertan el
error en que se encuentran.

Disertación.

El 16 de julio de 1260, Nichiren presentó la tesis "Sobre el


establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la
tierra" (en japonés, Rissho Ankoku Ron) a la autoridad más poderosa
del Japón, Hojo Tokiyori (1227-1263).
Nichiren –conocedor de los lazos corruptos que algunos sacerdotes
habían establecido con las autoridades gubernamentales y su fuerte
influencia sobre ellos—, presentó dicho documento al regente
retirado para advertir de su error a la administración de turno y
exhortarla a recordar el propósito verdadero del budismo: asegurar
la paz y la felicidad de las personas.
Nichiren consideraba que las enseñanzas budistas existían para
ayudar a las personas a vencer su propensión a caer en la codicia, el
odio y la estupidez –los cuales son males fundamentales inherentes a
la vida conocidos en el budismo como los "tres venenos"— y
comprender que poseen un potencial innato, la naturaleza de Buda,
que permite a todo individuo experimentar vidas realizadas.

El tratado de Nichiren se desarrolla en forma de un diálogo y


comienza con su descripción del caos y la confusión existentes: "La
muerte se ha llevado a más de la mitad de los habitantes, y cuesta
hallar a alguien que no deplore la situación". (Los escritos de
Nichiren Daishonin, Alemania, Soka Gakkai, 2008, pág. 6.)
Nichiren consideraba que el conflicto, el hambre y las enfermedades
que hacían sufrir a la gente eran causados por la corrupción del
corazón del ser humano a consecuencia de los tres venenos. A la
vista de ello, Nichiren había jurado que haría todo lo posible para
despertar y fortalecer a las personas, para que cada individuo
pudiese confrontar su propio destino y lograr ser feliz.
Nichiren pensaba que para que la nación disfrutara de paz y
seguridad sería necesario que el sistema político retomase su misión
de servir realmente al pueblo. Por ello, escribió en su tesis: "Por eso,
debe modificar enseguida los principios que abriga en su corazón y
abrazar el único vehículo verdadero, la única buena doctrina
[del Sutra del loto]. Si lo hace, los tres mundos se convertirán en
tierra del Buda, y ¿dónde se ha visto que una tierra del Buda
decline? (…) Si vive en un país a salvo del perjuicio y de la
decadencia, su cuerpo hallará paz y seguridad, y su espíritu conocerá
el solaz de la calma, lejos de toda aflicción". (Ib., pág. 26.)
Luego de que Nichiren presentó formalmente su escrito, éste fue
víctima de numerosos intentos de asesinato y fue exiliado dos veces.
El presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, afirma que, en el orden
social, "establecer la enseñanza correcta" consiste en consolidar
firmemente los conceptos de la dignidad humana y de la dignidad
suprema de la vida, como filosofías conductoras de todos los asuntos
sociales. (Véase, IKEDA Daisaku, "El mundo de los escritos de
Nichiren Daishonin: Diálogo sobre religión humanística",
revista Daibyakurenge, mayo, 2002.)
Es en este contexto que el colectivo de miembros de la SGI se
dedica a trabajar por el establecimiento de un mundo de paz, con el
mismo espíritu de Nichiren.

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