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INTRODUCCIÓN
Si las tendencias hacia la obesidad en algunos países como Estados Unidos continúan
al ritmo establecido desde 1960, para el año 2230 todos los adultos tendrán sobrepeso
(Colditz GA. Ann intern Med 2000).
No es necesario que nos adelantemos 200 años para darnos cuenta que la generación
de obesos ha llegado. La obesidad es una epidemia en ese país ahora, una tercera
parte (34%) de los estadounidenses adultos mayores de 20 años de edad tienen
obesidad.
Para perder peso y mantenerlo, se debe asumir que se necesitan dos o más de los
siguientes cambios.
.Iniciar o incrementar su actividad física habitual: por pequeña que sea, siempre
será mejor que no realizar ninguna. El éxito a largo
plazo depende de su constancia en mantener una actividad regular.
Sabemos que lo que “sobre” de ingreso calórico, es ahorrado como tejido graso o
adiposo, es decir implica sobrepeso u obesidad. Por lo tanto una simple ecuación, un
estado sencillo de cuentas nos da un primer resultado, mayores ingresos con menores
gastos igual ahorro. Entendidas así la cosas, resulta fácil desde un punto de vista
simplista aseverar o concluir que la falta de actividad física engorda y sabemos el
remedio: disminuir el consumo o aumentar el gasto calórico.
Una de las causas del fracaso y deserción en el manejo de los problemas de sobrepeso
u obesidad es no tener claro en que consiste el manejo alimentario. No se trata de
“hacer una dieta” por quince días y ya, resuelto el problema. De seguro terminada esa
“dieta”, al siguiente fin de semana recobrará los kilos perdidos e incluso ganará unos
adicionales.
No hay duda que inicialmente es difícil dejar alimentos que habitualmente se han
consumido, pero al ver como se baja de peso y se percibe una mejoría, se va haciendo
más fácil dejarlos. Seguramente más adelante, los podrá volver a consumir en
cantidades adecuadas y racionales, no en grandes proporciones como seguramente se
hacía antes.
Hoy en día se acepta que una dieta debe propiciar una reducción ponderal de 0,5 a 1
kg o 1% de reducción de peso corporal por semana. Reducciones mayores solo se
pueden lograr con dietas de muy escasas calorías, cuyo seguimiento y sostén resultan
difíciles en extremo, aparte de requerir un manejo experto, puesto que conllevan un
mayor riesgo de recuperar el peso perdido a corto plazo, mediante la puesta en marcha
de mecanismos adaptativos a la desnutrición o hambruna, que entre otras cosas
estimulan la ingesta calórica y disminuyen el gasto energético.
Un déficit calórico de 500 -600 kcal/día de la ingesta total previa, ya sea por disminución
de la de la ingesta calórica o un aumento en el gasto energético (incremento en la
actividad física), conducirá a una pérdida aproximada de 0,5 kg – 1kg semanal que es
lo que se había mencionada ya como adecuado y realista.
Esta pirámide nutricional americana consta de seis partes, cinco de las cuales son
grupos de alimentos que constituyen la fuente principal de macronutrientes, vitaminas y
minerales. Estos están ubicados de tal forma que la base representa aquellos que
deben consumirse en mayor cantidad, disminuyendo progresivamente hacia la cúspide.
Primer nivel: Grupo de granos, pan, cereales, arroz, pastas, plátanos y tubérculos, los
granos constituyen la base de la pirámide nutricional, siendo la principal fuente de
carbohidratos y vitaminas del complejo B, pudiendo serlo también de oligoelementos,
minerales y fibra cuando se incluyen granos enteros, como el salvado y arroz integral.
Un plan de alimentación para reducción de peso, debe contar con la cantidad necesaria
de carbohidratos para permitir el ahorro proteínico, es decir que las proteínas del
organismo no sean convertidas en fuente energética. Cuando el aporte de
carbohidratos es menor de 100 gr/día se produce catabolismo protéico, proporcionando
aminoácidos glucogénicos para ser convertidos en glucosa. Este proceso catabólico
causa deshidratación, ya que por cada gramo de proteínas hidrolizadas o destruidas se
liberan tres gramos de agua.
Las frutas son saludables para todo el mundo, incluyendo a las personas que tienen
sobrepeso u obesidad, el número de porciones que se deben comer cada día depende
del requerimiento calórico, pero no deben ser menos de dos porciones/día, una porción
de fruta la podemos comparar con el tamaño de una pelota de tenis. Si se necesita
consumir mas de una porción en una comida se debe escoger varios tipos de fruta.
Tercer Nivel: Grupo de lácteos, carnes rojas, aves, pescados, huevos y leguminosas
secas.
Los productos lácteos aportan calcio y proteínas; las personas con sobrepeso u
obesidad deben consumir la leche y el yogurt sin grasa, además de queso desgrasado
y helados dietéticos. Estos contienen menos grasa total, menos grasa saturada y
menos colesterol. El número de porciones que se deben consumir depende de las
necesidades calóricas de cada persona, pero no deben ser menos de dos porciones al
día.
Las carnes rojas, pescados, huevos y leguminosas aportan proteínas, hierro, vitaminas
del complejo B y zinc; los pescados a su vez, como el atún, salmón y truchas, cubren
las necesidades de ácidos grasos omega 3; también deben consumirse los que
contengan poca grasa. Se necesitan 2 ó 3 porciones al día.
Por todo esto la disminución de la ingesta de grasa ha sido recomendada como una de
las primeras medidas dietarias para el tratamiento y control del sobrepeso y obesidad.
No obstante a pesar de ello, países como Estados Unidos, que han experimentado una
reducción importante del consumo de grasa en la dieta del 42% a un 34%
aproximadamente, a partir de 1960, siguen demostrando un incremento en la obesidad.
Esto estaría sugiriendo que otros factores dietarios y ambientales (actividad física),
diferentes al consumo de grasa, estarían desempeñando un papel importante en la
regulación del peso corporal.
En los últimos tiempos, la ingesta de carbohidratos ha sido uno de los factores dietarios
involucrados como un posible candidato para explicar el aumento de la obesidad
asociada a un menor consumo de grasa. Así una disminución de su ingesta, conduciría
a un aumento calórico compensatorio de carbohidratos, dado que la ingesta proteica
varía dentro de un rango muy estrecho para la mayoría de los individuos.
A lo anterior se le suma el hecho de que la absorción de carbohidratos está aumentada
con dietas hipograsas, como consecuencia de una aumento de la velocidad del
vaciamiento gástrico, lo que deriva en una elevación más pronunciada de la glicemia
(índice glicémico alto), con una mayor tendencia a la ganancia de peso.
Diversos estudios en sujetos con sobrepeso y obesos demuestran que alimentos con
un índice glicémico elevado, favorecían el desarrollo y la mantenimiento de la obesidad,
posiblemente a través de la hiperinsulinemia funcional, la cual promovería la ganancia
de peso direccionando los nutrientes preferentemente hacia el tejido adiposo para ser
almacenados (además de inhibir la lipólisis), evitando con ello ser oxidados a nivel
muscular. Lo anterior está avalado por observaciones realizadas en humanos, en que
la administración de insulina a diabéticos tipo 1 y 2 se acompaña generalmente de un
aumento del peso corporal. De igual manera, niños Pima con elevados niveles de
insulinemia en ayunas ganan prospectivamente más peso en comparación a niños con
concentraciones de insulina en sangre normales.