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Teorías contemporáneas

del desarrollo económico

Pablo Bustelo

EDITORIAL
SINTESIS
P ro y e cto e d ito ria l

H ISTO R IA D E L P E N SA M IE N T O EC O N Ó M IC O

Coordinador
Luis Perdices de Blas
P rim e ra re im p re s ió n : ju n io 1 9 9 9

D is e ñ o d e c u b ie r ta : E s th e r M o r c illo y F e r n a n d o C a b r e r a

R e s e rv a d o s to d o s los d e re c h o s . E s tá p r o h ib id o , b a jo las s a n c io n e s
p e n a le s y el re s a r c im ie n to c iv il, p re v is to s en las ley es, re p ro d u cir,
re g is tr a r o tr a n s m itir es ta p u b lic a c ió n , ín te g ra o p a r c ia lm e n te
p o r c u a lq u ie r s is te m a d e r e c u p e r a c ió n y p o r c u a lq u ie r m e d io ,
sea m e c á n ic o , e le c tr ó n ic o , m a g n é tic o , c le c tr o ó p tic o , p o r fo to c o p ia
o p o r c u a lq u ie r o t r o , sin la a u to r iz a c ió n p rev ia p o r e s c r ito
d e E d ito r ia l S ín te s is , S. A.

© P a b lo B u s te lo

© E D I T O R I A L S ÍN T E S IS , S. A.
V a lle h e r m o s o , 3 4 . 2 8 0 1 5 M a d rid
T e lé fo n o 9 1 5 9 3 2 0 9 8
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IS B N ; 8 4 - 7 7 3 8 - 5 4 9 - 1
D e p ó s ito L e g a l: M - 1 9 . 5 6 5 - 1 9 9 9

Im p r e s o en E s p a ñ a - P rin ted in S p a in
índice

P r e f a c i o .................................................................................................................................... 9

I n t r o d u c c i ó n .................................................................................................................... 11

Pa r t e I:
E l d e s a r r o l l o e c o n ó m ic o : t e o r ía y p r á c t ic a

Capítulo 1: L a T EO R ÍA EC O N Ó M IC A DEL D E SA R R R O L LO : UNA


APRO XIM ACIÓN ................................................................................... 19
1.1. El estudio del subdesarrollo: ¿aplicación o adap­
tación de la teoría económica? .................................. 19
1.2. La teoría del desarrollo: ¿posibilidad o mito? ..... 23

Capítulo 2: É x ito s y fra ca so s del d e s a rro llo en el


T ercer M undo ................................................................................ 27
2.1. Los éxitos del desarrollo: el progreso general y los
nuevos países industriales .......................................... 27
2.2. Los fracasos del desarrollo: la persistencia del sub­
desarrollo y los países menos adelantados 36
9
El nacimiento
de la Economía
del desarrollo

En los añ os trein ta y c u a r e n ta se p ro d u jo lo que Karl


Polanyi denominó la “gran transform ación” , esto es, el paso,
en la política, del liberalismo al activismo estatal y, en la E co­
n o m ía, aunque en m ucha m en o r m edida, del pensam iento
n e o c lá sic o (el análisis e c o n ó m ic o te ó ric o y form alizad o y
a n clado en la búsqueda del beneficio individual) a la hete­
rodoxia keynesiana y post-keynesiana (la diversidad de aná­
lisis económ icos aplicados y las preocupaciones sociales). En
efecto, en su ob ra L a gran tran sform ación ( 1 9 4 4 ) , Polanyi
escribió, sobre la excepcionalidad del liberalismo político y
del neoclasicismo econ óm ico, las líneas siguientes:

Todos los tipos de sociedad están limitados por los facto­


res económicos. La civilización del siglo XIX sólo era econó­
mica en un sentido diferente y distintivo, puesto que decidió
basarse en un motivo escasamente aceptado como válido en
la historia de las sociedades humanas, y con seguridad nunca
antes elevado a la categoría de justificación de la acción y el
comportamiento de todos los días: el beneficio. El sistema de
mercado autorregulado se creó únicamente sobre la base de
ese principio. El mecanismo que la prosecución del beneficio
puso en marcha tuvo una eficacia comparable sólo a los más
violentos estallidos de fervor religioso en la historia.

La pérdida de fe en la idea neoclásica de que el libre m er­


ca d o c o n d u c ía a la e c o n o m ía al eq u ilib rio y la to m a de
conciencia de los desastres provocados por la gran depresión
de los años treinta y por la Segunda G u erra M u n d ial c a m ­
b iaro n su sta n cia lm en te el p en sa m ien to so cial. Una de las
manifestaciones de ese cam bio fue una cada vez mayor pre­
ocu p ación p o r lo que en esos años se em pezaron a llam ar
“economías subdesarrolladas” .
La Econom ía del desarrollo se constituyó formalmente en
los años cuarenta. Antes, c o m o ya se ha señalado, los e c o ­
nomistas se interesaron poco por las áreas atrasadas. Los clá­
sicos (excepto M a rx ) apenas se preocuparon por los proble­
mas del atraso en las sociedades pobres de su tiempo, si bien
es verdad que principalm ente por falta de in form a ción . El
paréntesis neoclásico desplazó el interés hacia los problemas
de eq u ilibrio (asignación de recu rsos e in terc a m b io ) y sus
representantes no tuvieron ni siquiera una teoría del creci­
miento. Incluso el keynesianismo inicial, hasta la llegada de
los modelos de crecimiento de Harrod-Domar, Kaldor, Good-
win, Duesenberry, etc., se interesó sólo por los problemas de
inestabilidad y de desempleo a corto plazo en las economías
desarrolladas.
En realidad, la expresión moderna “desarrollo económico”
(referida a países pobres o del Tercer M undo) no alcanzó ca r­
ta de naturaleza hasta después de la Segunda G uerra M u n ­
dial. C om o ha señalado Arndt ( 1 9 8 1 ) , los clásicos (de nuevo
con la excepción, en este caso parcial, de M a rx ) hablaban de
“progreso material” . Sólo Schumpeter, en los primeros dece­
nios del siglo X X , escribió sobre la teoría del desarrollo econ ó­
mico, pero con una visión preanalítica y referida únicamente a
los países ricos. En los años veinte y treinta, la literatura c olo­
nial entendía el desarrollo en sentido transitivo : el desarrollo
de los recursos minerales y agrícolas de las colonias.

9 .1 . L a evolución del mundo real

La Economía del desarrollo destacó en esos primeros años


por dedicarse especialmente a obtener medidas de política
para aliviar la situación de subdesarrollo. Ello se debió a que
sus practicantes iniciales (los llam ados “pioneros del d esa­
rrollo” ) se distinguieron por un notable com p ro m iso m oral
para cam biar las cosas y vivieron una época de fuerte agita­
ción intelectual. Esa dimensión prescriptiva de la E co n o m ía
primigenia del desarrollo hizo que su propio a lu m b ra m ien ­
to se viera d eterm in ad o por los c a m b io s reg istrad o s en el
mundo real.
V arios acontecim ientos y fenóm enos m erecen ser d esta­
cados a este respecto.

— La G ran depresión en el mundo d esarrollad o ( 1 9 2 9 -


1 9 3 9 ) provocó en los países pobres una m erm a de su
capacidad para importar (el comercio mundial dism i­
nuyó, en volumen, una cuarta parte tan sólo entre 1 9 2 9
y 1 9 3 2 ), mientras que el conflicto bélico mundial c o n ­
llevó una quiebra de suministros. Ambos fenómenos con­
fluyeron en la necesaria adaptación a un entorno rece­
sivo, m ediante políticas de industrialización por
sustitución de importaciones (ISI), esto es, de remplazo
de las compras de manufacturas por producción nacional.
La ISI hacía necesaria la intervención del Estado, bien
para provocar el impulso necesario a la industrializa­
ción, bien para proteger a los mercados interiores. La
mayor parte de las economías subdesarrolladas, espe­
cialmente en América Latina, cambiaron pues su estra­
tegia de desarrollo, abandonando las prácticas liberales.
La descolonización de Asia m eridional y de O rien te
M ed io, que se produjo inmediatamente después de la
guerra mundial, y que fue posible por el cam bio en la
correlación mundial de fuerzas que el propio con flic­
to h abía generado, se m anifestó en una au to afirm a-
ció n nacion alista en los nuevos territo rio s in d ep en ­
dientes (Filipinas y Jord an ia en 1 9 4 6 ; India, Pakistán,
Jordania y Líbano en 19 47; Ceilán y Birmania en 1 9 4 8 ;
Indonesia e Israel en 1 9 4 9 , etc.). Sus gob ierno s b us­
caron legitimarse política y socialmente mediante estra­
tegias de desarrollo económ ico y empezaron a solici­
tar especialistas que les asesorasen en ese empeño.
Estados Unidos se convirtió en la nueva potencia hege-
mónica tras la guerra, y sus intereses políticos y econ ó­
micos de estrategia externa (la co n ten ció n del c o m u ­
nismo y la apertura de m erca d o s donde c o lo c a r los
excedentes de capital y mercancías acumulados duran­
te el conflicto) hicieron que el desarrollo económ ico se
convirtiese, por vez primera, en una faceta de la políti­
ca exterior. Para hacer frente al ascenso de la U n ión
Soviética, cuya economía había resistido brillantemen­
te la incidencia de la crisis de los años treinta, y conte­
ner la extensión de su influencia internacional, así como
para promover la paz y la estabilidad económ ica m un­
diales, los Estados Unidos empezaron a contem plar el
desarrollo de sus aliados en el Tercer M undo com o una
necesidad estratégica. W. W. Rostow, en un libro publi­
cado en 1 9 5 5 sobre la política estadounidense en Asia,
expresó perfectamente tal cambio:
Hemos descartado claram ente una posible solución a nues­
tros problemas internacionales: un ataque militar a la Unión
Soviética y a la China comunista por los Estados Unidos [...]
Esa decisión tiene una im portante consecuencia puesto que
significa que el pueblo am ericano debe encontrar otras vías
para proteger sus intereses. La alternativa a la guerra total
iniciada por los Estados Unidos no es la paz. Hasta que se
impongan nuevos criterios y políticas en M oscú y Pekín, la
alternativa para los Estados Unidos es una mezcla de medi­
das militares, políticas y económ icas.
El éxito de la planificación indicativa durante los pri­
meros años cuarenta en los países desarrollados deter­
minó que se contemplase con buenos ojos su eventual
aplicación a los países subdesarroiíados. Como ha des­
crito Singer ( 1 9 9 2 : 5 9 - 6 0 ) .

I..a experiencia en tiem po de guerra de los países indus­


triales había dem ostrado la capacidad de la planificación
m acroeconóm ica y de la acción gubernamental para maxi-
mizar la producción, movilizar recursos ociosos, alcanzar el
pleno empleo, así com o, igualmente, para controlar la infla­
ción y conseguir una distribución más igualitaria de la ren­
ta. Esa experiencia fue particularm ente llamativa en el R ei­
no Unido, país que, en la persona de Keynes, cumplió una
función esencial en la creación del sistema de Bretton Woods.
Se creía firmemente que los mismos principios de planifica­
ción, gestión macroeconómica de la economía por los gobier­
nos y m ovilización de los recursos ociosos, basados en los
principios keynesianos, eran tam bién aplicables a las preo­
cupaciones de los países en desarrollo, que se habían con ­
vertido en foco de interés mundial a raíz de la independen­
cia del subcontinente indio y de los cam bios de la política
colonial en África para preparar la independencia.

La buena marcha de los planes estadounidenses de recons­


trucción europea (el Plan Marshall) y japonesa (el Plan
MacArthur), que demostraron, además, la eficacia de las
transferencias internacionales de recursos a gran escala.
La preocupación de las N aciones Unidas por los p ro­
blemas del desarrollo, a diferencia de su antecesora, la
Liga de las Naciones. En la Asamblea General destacó
enseguida el bloque formado por países asiáticos y afri­
canos. La propia Carta de San Francisco establecía como
uno de los objetivos principales de la O N U fomentar

mayores niveles de vida, el pleno empleo y las condiciones


para el progreso económ ico y social y el desarrollo.

La creación de organismos económicos internacionales,


como el Fondo Monetario Internacional y el Banco M un­
dial (ambos en la conferencia de Bretton Woods de 1944),
la Organización de Naciones Unidas para la Alimenta­
ción y la Agricultura (FAO) en 1 9 4 5 , y las Comisiones
Económicas para las diversas regiones: Comisión E c o ­
nómica para Asia y Extremo Oriente (CEAEO) en 1 947,
Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en
1 9 4 8 , etc. En particular, el Banco Mundial, en realidad
un aspecto secundario en las intenciones de los repre­
sentantes de los países ricos en la conferencia de Bretton
Woods, se denominaba oficialmente Banco Internacional
de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD) y empezó a sumi­
nistrar préstamos a algunos países de América Latina a
finales de los años cuarenta.

9 .2 . Los cam bios ideológicos y teóricos

Las modificaciones hasta ah ora descritas en la econom ía


y las instituciones internacionales se reflejaron rápidamente
en el pensamiento político y social.
Los economistas y políticos de la posguerra se distinguían por
un notable afán reformista. Sus ideas de habían visto marcadas
profundamente por los traumas de la gran depresión de los años
treinta y de la Segunda Guerra Mundial. Esa oleada de idealis­
mo se manifestó, por ejemplo, en los siguientes eventos:

— Las C u atro L ib ertad es que el presidente e s ta d o u n i­


dense Roosevelt planteó com o derechos universales a
principios de 1 9 4 1 , incluida la libertad de no p a sar
necesidad.
— La C arta A tlá n tica, firm ada por C h u rch ill y R o o s e ­
velt en agosto de ese año, se proponía, en otros aspec­
tos, p ro m o v e r el libre acceso de to d o s los países al
com ercio exterior y al aprovisionamiento de materias
primas, así co m o garantizar que todos los seres h um a­
nos en todos los países pudieran vivir sin sentir m ie­
do o sufrir necesidad.
— El fa m o so Punto C uatro de la d eclaración del presi­
dente T ru m an en 1 9 4 9 se convirtió en el primer p ro ­
gram a estadounidense de ayuda al d esarro llo , espe­
cialmente en el terreno técnico.

E n o tro orden de cosas, el sentim iento igu alitarista que


despertó la so lid a rid a d de las trincheras en la guerra m u n ­
dial, así c o m o la tom a de co n cien cia de los in con v en ien tes
del hecho colonial en los países pobres, provocaron en O c c i­
dente una fuerte reacción contra el colonialism o. La opinión
pública y los gobiernos em pezaron, justo después del final
de la con tien d a, a prepararse para la independencia de sus
colonias.
Además, la creciente afluencia de datos y los progresos de
la estadística permitieron a los especialistas y a sus lectores
darse cuenta de la enorme disparidad de rentas a escala m u n ­
dial. Ya antes de la guerra, la Liga de las N a cio n es e la b o r ó
un inform e sobre la situación de la alim en tación en el p la ­
neta, que se publicó en 1 9 3 5 . La O ficina In tern acio n a l del
Trabajo (OIT) se sumó también a esa tendencia, con estudios
que vieron la luz en 1 9 3 9 y 1 9 4 4 . Además, en 1 9 4 0 se publi­
có T he conditions o f econ om ic progress, del econom ista bri­
tánico C. Clark, que, al recoger datos de contabilidad nacional
para varios países, puso de m anifiesto la en orm e desigual­
dad en la distribución de la renta y de la riqueza a nivel mun­
dial.
Por añadidura, los econom istas empezaron a darse cuen­
ta de la falta de ad ec u a c ió n de las teo rías e x p lic a tiv a s del
atraso (culturales o sociológicas) que eran m on ed a com ún
antes de la guerra. E n palabras de Singer ( 1 9 7 5 , trad. esp.,
P . 2 5 ),

[...] no podía escapar a la aten ció n de los eco n om istas el


hecho de que la m archa del progreso parecía ser un poco
selectiva y, en particular, parecía vacilante en los países tro­
picales y en los países no habitados por hom bres blancos.
Esto se explicaba generalmente por razones no económ icas:
el efecto del clima tropical sobre la inclinación o la cap aci­
dad de los hombres para esforzarse, la influencia de religio­
nes o filosofías fatalistas, etc. [Surgieron así] las famosas teo­
rías acerca de que la iniciativa del progreso económ ico sólo
podía corresponder a los protestantes fW eber), a los puri­
tanos, calvinistas, judíos o m inorías religiosas en general
(Som bart), a los prusianos (Som bart de nuevo).

Los nuevos especialistas en desarrollo consideraban poco


convincentes tales explicaciones, desarrolladas en obras, ante­
riores a la Segunda Guerra M undial, c o m o L a ética p ro tes­
tante y el espíritu del capitalism o (M . Weber, 1 9 0 5 ) , E l capi­
talism o m oderno (W. Som bart, 1 9 1 6 ) , £/ instinto del trabajo
hum ano (T. Veblen, 1 91 4), o La estructura de la acción social
(T. Parsons, 1 9 3 7 ).

i JO
Por último, fue determ inante la aportación m etodológi­
ca de la revolución keynesiana, surgida, com o ya vimos, de
la crisis ciel pensam iento n eoclásico, y debida^ a su vez, a la
incapacidad de éste para explicar y dar respuesta a la gran
depresión. En palabras de H irsch m an ( 1 9 8 0 , trad. esp., pp.
17-18):

La Econom ía del desarrollo aprovechó el descrédito sin


precedentes en que había caído la Economía ortodoxa corno
resultado de la depresión de los años treinta y del éxito, tam­
bién sin precedente, de un ataque a la ortodoxia provenien­
te del interior del establishment de la ciencia económica. Por
supuesto, me refiero a la Revolución keynesiana de los años
treinta, que se convirtió en la nueva econom ía y casi en la
nueva ortod oxia en los años cuarenta y cincuenta. Keynes
había establecido firmemente la idea de la existencia de dos
clases de ciencia económ ica: la tradición ortodoxa o clási­
ca, que se aplica, com o gustaba de subrayar Keynes, al caso
especial en que la economía se encuentra plenamente emplea­
da; y un otro sistema muy diferente de proposiciones analí­
ticas y de prescripciones de política (reform adas por Key­
nes) que se aplica cuando hay un gran desempleo de recursos
humanos y materiales. El paso keynesiano de una a dos cien­
cias econ óm icas fue decisivo: se había ro to el hielo de la
m onoeconom ía y de pronto resultaba verosímil la idea de la
posible existen cia de o tra cien cia económ ica, sobre todo
entre el grupo de econom istas keynesianos, muy influyente
a la sazón.

Si bien es verdad que la crítica keynesiana a la Economía


neoclásica y !a defensa de la intervención del Estado por par­
te de los keynesianos contribuyó m u ch o al nacimiento de la
E conom ía del desarrollo, no conviene, sin embargo, exagerar
su importancia. En efecto, la contribución del keynesianismo
fue sobre todo metodológica, y sólo en escasa medida teórica.
El desempleo de los países desarrollados no era equiparable al
subempleo existente en los subdesarrollados. La estabilización
a corto plazo era suficiente para generar un crecimiento sos­
tenido en los primeros, mientras que el Tercer M undo necesi­
taba planificación estatal y ayuda extranjera para provocar el
impulso mismo de industrialización. El problema principal en
los países ricos, decía Keynes, era el desempleo de los recursos
existentes, por causa de la insuficiencia de la demanda efecti­
va. En los países pobres, por el c o n tra rio , el ob stácu lo más
importante era la falta de capital.
En suma, la con trib u ción de la revolución keynesiana al
nacimiento de la E c o n o m ía del desarrollo puede resumirse
de la siguiente manera:

Al romper con la monoeconomía, Keynes abrió la puer­


ta a la existencia de varios análisis e co n ó m ico s para
estudiar realidades d iferentes. Los e c o n o m is ta s del
desarrollo se am pararon en tal ruptura para defender
que las estructuras tecn ológicas, geopolíticas e insti­
tucionales de los países subdesarrollados eran distin­
tas de las existentes en los países ricos y que, además,
eran lo suficientemente diferentes c o m o para ju stifi­
car la creación de un enfoque alejad o del paradigma
(neoclásico o keynesiano) utilizado para estudiar la
realidad de los países desarrollados.
Keynes y, sobre todo, sus seguidores hicieron posible
que los economistas volvieran a interesarse por el cre­
cimiento a largo plazo: las recetas keynesianas habían
solucionado (aunque luego se vio que sólo tem p ora l­
mente) la inestabilidad y el desempleo a co rto plazo
en los países d e s a r r o lla d o s ; la d in a m iz a c ió n de la
«m acroeconom ía agregada keynesiana, con los m od e­
los de H a r r o d - D o m a r o K aldor, perm itió a los e c o ­
nom istas co m b in ar análisis keynesiano y teorías del
crecimiento y, sobre todo, elevar el grado de formali-
zación y de atractivo académico de su análisis; la teo ­
ría keynesiana fom ento el desarrollo de la E c o n o m ía
aplicada, y la recogida de datos estadísticos a escala
internacional hizo que los economistas tomasen concien­
cia de la disparidad de los niveles de desarrollo.

Con todo, el análisis keynesiano era un enfoque desarrolla­


do desde y para los países desarrollados, de m anera que su
extrapolación al mundo en desarrollo resultaba casi imposible.
En general, el escepticism o de los econom istas del d esa ­
rrollo respecto del pensamiento neoclásico se extendió ta m ­
bién, por esas razones, a la teoría keynesiana. Se produjo un
retorno a la gran tradición clásica, cuya visión del crecimiento
económico y del cam bio social, aunada a su análisis de la dis­
tribución de la renta entre clases sociales y de la producción
entre sectores, a sus funciones de ah orro e inversión y a su
insistencia en la acum u lación de capital, parecía más a p r o ­
piada para el estudio de los países subdesarrollados.
En ese sentido, la aportación de economistas procedentes de
Europa central y oriental, así co m o la de especialistas origi­
narios de países del propio Tercer M u n d o, fue fundamental.
Los primeros, que en buen número se instalaron en el R ein o
Unido antes de la guerra, estaban muy influidos por el debate
sobre la industrialización soviética de los años 2 0 y 30, así como
por el análisis marxista, al menos en la importancia otorgada
a las relaciones intersectoriales. Los segundos se declararon par­
tidarios de un retorno a Smith, Mili, o Ricardo. En el primer
grupo, cabe destacar los nombres de P. N. Rosenstein-Rodan,
K. M an d elb au m (luego K. M a rtin ), N . Kaldor, M . K alecki,
T. Balogh, e incluso H. W. Singer, A. O. Hirschman y A. Gers-
chenkron. En el segundo, los principales fueron W. A. Lewis,
R. Prebisch o P. C h. M a h a la n o b is . De todos ellos h a b l a r e ­
mos en el capítulo siguiente.
10
Los pioneros
del desarrollo (1945-1957)

1 0 .1 . Especificidad estructural y círculos viciosos

El rechazo de la m o n oeco n o m ía, esto es, de la existencia


de una única teoría económica válida para el análisis de cual­
quier tipo de situación real, fue lo que distinguió sobre todo
a los primeros especialistas en desarrollo tras la segunda gue­
rra mundial (A. O . H irschm an, H. Leibenstein, W. A. Lewis,
G. M yrdal, R. Nurkse, R. Prebisch, P. N. Rosenstein-Rodan,
H. W. Singer, J. Tinbergen, etc., y, en menor medida, H. Myint,
W. W. R ostow o J. Viner). La incapacidad analítica de la teo­
ría económica convencional para enfrentarse a los problemas
de los países que em pezaron a llamarse subdesarrollados a
raíz de un informe de las N aciones Unidas de 1.951 ( Mensu­
res fo r the econom ía developm en t o f nnder-developed coun-
tries ), desem bocó en la creación de un enfoque novedoso.
El estudio de las ec o n o m ías subdesarrolladas exigía, en
opinión de los pioneros, un instrumental distinto del creado
por y para el análisis de las e c o n o m ía s d esarrollad as. Esa
apuesta por una reflexión teórica independiente del cuerpo
convencional era el resultado lógico de la percepción de la
especificidad estructural del subdesarrollo.
En efecto, éste presentaba una estructura productiva más rígi­
da y menos flexible que la de los países desarrollados. A las rigi­
deces institucionales había que sumar la falta de flexibilidades
económicas: la oferta de bienes y servicios era particularmente
inelástica, de manera que no había respuesta rápida de la pro­
ducción a los movimientos de los precios, y los propios merca­
dos de esos bienes y servicios presentaban notables imperfeccio­
nes (ausencia de sustituibilidad perfecta entre factores, mercados
que no se vaciaban , etc.). Como ha señalado Gabriel Palma (voz
“Estructuralismo”, en Eatwell et a l, 1987), fue el estructural is-
mo latinoamericano de los años treinta y cuarenta, que luego se
vería desarrollado por la Comisión Económ ica para América
Latina (CEPAL), de Naciones Unidas, el que destacó, por vez pri­
mera que los países desarrollados se caracterizaban por:

— La heterogeneidad, esto es, por la coexistencia de sec­


tores c o n d iferen cias su stan cia les de productiv id ad
lab o ra l, los dos ex tre m o s de los cuales son el sector
m od ern o com pu esto por las actividades de e x p o r ta ­
ción y m anufacturera y el sector tradicional form ad o
por la agricultura de subsistencia y la artesanía.
— La especialización, en el doble sentido de que e x p o r­
ta b a n unos p o c o s p r o d u c t o s p rim a r io s y de que la
ob ten ción de éstos se efectu aba en en claves , esto es,
en segmentos productivos con escasos efectos de arras­
tre respecto del resto de la econ om ía nacional.

Tales rasgos peculiares eran, ad em ás, obstáculos fo rm i­


dables para el desarrollo, puesto que generaban diversos tipos
de círculos viciosos de pobreza y subdesarrollo.
Por ejemplo, para Rosenstein-Rodan ( 1 9 4 3 ) , existía una
trampa de subdesarrolío a bajo nivel, causada por el hecho
de que la demanda insuficiente provocaba que la inversión
en el sector m oderno brillase por su ausencia o fuese in c o m ­
pleta, lo que h acía que ese sector no creciese lo n ecesa rio,
provocando insuficiencia de demanda. Para N urkse ( 1 9 5 2 ) ,
el círculo vicioso de la pobreza se debía al encaden am ien to
de varios fenómenos de oferta (baja renta por habitante, baja
propensión al a h o rro , insuficiencia de capital, baja p ro d u c ­
tividad y baja renta per cápita) y demanda (bajo poder adqui­
sitivo, insuficiencia de producción en el sector moderno, baja
productividad media, baja renta por habitante y b aja c a p a ­
cidad de com pra).
Para rom per tales círculos viciosos, R o sen stein -R o d a n y
N urkse proponían las siguientes medidas:

— Aumentar el tam año del mercado, con objeto de incre­


mentar la rentabilidad esperada, la inversión y el ap ro­
v e c h a m ie n to de las e c o n o m ía s de escala (o r e n d i­
mientos crecientes a escala).
— • M o v iliz a r los recu rso s ex isten tes p ara c a n a liz a r lo s
hacia el sector m oderno y/o generar más incentivos al
a h o r r o , m e d ia n te , p o r e je m p lo , c o n tr o le s s o b r e la
dem anda de consum o.

El m o d elo de Lewis ( 1 9 5 4 ) se b asa b a ig u alm e n te en el


dualismo. El objetivo del desarrollo era, en su opinión, el de
utilizar en el sector m oderno la m ano de obra excedente en
el sector tradicional, form ado por un alto número de subem-
pleados ag rícola s, c o n productividad m arginal del t r a b a jo
muy b a ja o incluso nula.
Para Leibenstein ( 1 9 5 7 ) , el crecimiento dem ográfico ele­
vado, ju nto al efecto dem ostración de las pautas de c o n s u ­
mo de los países desarrollados (el llam ado “ efecto Duesen-
b e r r y ” , por haber sido an a liza do por ese a u to r en 1 9 4 9 ) ,
hacía perpetuarse el bajo nivel de ingresos por habitante. Era,
por tanto, necesario un esfuerzo crítico m ínim o para sacar a
la e c o n o m ía su b d e sa rro llad a de la tram pa de e q u ilib rio a
bajo nivel.
El resultado de todos esos círculos viciosos conducía, entre
los pioneros, a la conclusión de que en los países pobres, en
aún mayor medida que en los ricos, el libre funcionam iento
de las fuerzas del m ercado no conducía a la pauta de desa­
rrollo esperada (por la teoría con v en cion al) y deseada por
sus h abitan tes. Se im p o n ía, pues, una verdadera t r a n s f o r ­
mación estructural (por ejemplo, una transferencia de mano
de o b ra de la a g ricu ltu ra a la in d u stria ), cuya v elo cid ad
dependería de estos factores:

— La tasa de a h o r r o in te rio r y la e n t r a d a de c a p ita l


extranjero, que había que incrementar para promover
la acum ulación de capital.
— La intervención del E sta d o para co rre g ir las im p e r­
fecciones del m ercad o y pro m o ver el necesario gran
em pujón, capaz de situar a la econ om ía en una senda
de d esarrollo ba sad a en la in d u stria liza ción y en la
protección de los sectores nacientes.

1 0 .2 . Crecim iento, acum ulación, industrialización,


protección e intervencionism o

Durante la fase de los pioneros, desarrollo y crecim iento


económ icos eran términos idénticos. La primera gran obra
sobre desarrollo fue el libro de Arthur Lewis T he theory o f
econ om ic grow th ( 1 9 5 5 ) , traducido, por cierto, al castella­
no con el título de L a teo ría d el d esa rro llo e c o n ó m ic o . El
objetivo declarado era el de acrecer la renta y la producción
ri>

per cápita. Puesto que la p ob la ción crecía m uch o, el incre­


m ento de la renta nacional y del PIB debía ser también muy
considerable.
En general, los pioneros prestaron poca atención a los efec­
tos distributivos y sociales de ese crecim ien to, que n o rm a l­
mente con sid eraban que serían de pequeña im portancia. A
pesar de que hay una opinión muy extendida al respecto, los
pioneros desatendieron ciertamente esa cuestión, pero no por
una supuesta confianza en que los beneficios del crecimiento
acabarían por filtrarse ( trickle-d ow n ) a los sectores sociales
desfavorecidos, sino, com o señala Arndt (1 9 8 3 ), por el simple
hecho de que aumentar el ritmo de crecimiento ya era, de por
sí, una tarea suficientemente complicada. Es más, cuando algu­
nos de esos especialistas se interesaron por esa cuestión, ten­
dieron a pensar que la desigualdad aumentaría en las prime­
ras fases del desarrollo, tesis que posteriormente desarrollaría
Kuznets (1 9 5 5 ). Por ejemplo, para Lewis (1 9 5 4 ),

el hecho central del d esarrollo económ ico es que la distri­


bución de la renta se altera en favor de la clase ahorradora.
[...] Es la desigualdad que acom paña a los beneficios la que
favorece la form ación de capital.

Sólo Myrdal dedicó un capítulo entero de su primera gran


obra sobre desarrollo (An Intern a tio na l econ om y: problem s
an d p ro sp ects , de 1 9 5 6 ) a la idea de que era necesario pro­
m over c a m b io s políticos y sociales que mejorasen los indi­
cadores sociales. Así,

ni la integración nacional ni el progreso económico serán posi­


bles sin amplias reformas distributivas (Myrdal, 1956: 180).

Mientras que el objetivo del desarrollo era el aumento sos­


tenido de la renta per cápita, los medios para alcanzar tal fin
eran, en térm inos generales, el fom en to de la a cu m u lació n
de capital y, más específicamente, la industrialización, la pro­
tección del m ercado interior y la intervención del Estado.
Sobre lo primero, baste recordar aquí una fam osa cita de
Lewis (1 9 5 4 ):

El problema central en la teoría del desarrollo económ i­


co es comprender el proceso por el cual una comunidad que
anteriormente no ahorraba ni invertía más del 4 % o del 5 %
de su renta nacional, y aun m enos, se convierte en una eco­
nomía en la que el ahorro voluntario se sitúa alrededor del
1 2 % o el 1 5 % de la renta nacional, o más. Éste es el p ro ­
blema central, porque el hecho central del desarrollo eco ­
nómico es la acum ulación rápida de capital.

Las formas para aumentar la tasa de inversión eran, por una


parte, el fomento del ahorro (el vínculo ahorro-inversión es la
herencia keynesiana de los primeros economistas del desarro­
llo), tanto interno (aumento del ingreso por habitante, reduc­
ción del efecto demostración del consumo) como externo (asis­
tencia externa al desarrollo, inversión directa foránea); y, por
otra parte, el aumento de la dimensión del mercado (herencia
clásica) a través del incremento de la renta per cápita y del gra­
do de división del trabajo, mediante el progreso técnico.
La industrialización era la clave del desarrollo. Tal afirma­
ción, “tan clara como la luz del día” , en palabras de Lewis en
un informe que redactó en 1 9 4 6 sobre la situación de Jamaica,
fue uno de los aspectos centrales de la teoría del desarrollo de
la CEPAL. En su “ C in co etapas en mi pensam iento sobre el
desarrollo” (en Meier y Seers, eds., 1 9 8 4 ), Prebisch se refiere
al primer lustro de los años cincuenta de la manera siguiente:

El problema básico del desarrollo llevaba consigo elevar


el nivel de productividad de toda la fuerza laboral. Ahora
bien, las actividades de exportación padecían de graves limi-
[aciones desde ese punto de vista, ya que las posibilidades
de increm entar las exportaciones de productos básicos se
veían restringidas por el crecimiento relativamente lento de
la demanda en los centros, debido a la elasticidad b aja en
general de la demanda de productos primarios y a sus polí­
ticas proteccionistas. Por consiguiente, la industrialización
tenía que desem peñar una función muy im portan te en el
empleo de estas grandes masas de mano de obra de baja pro­
ductividad, así com o de la fuerza de trabajo liberada por el
nuevo progreso tecnológico, no sólo en las actividades de
exportación sino tam bién en la producción de bienes agrí­
colas para consum o interno.

La ab sorción de m ano de ob ra, especialmente en los sec­


tores intensivos en tra b a jo , era sólo uno de los argum entos
en favor de la industrialización, al que se sum aron m uch os
otros:

Ventajas inherentes adicionales de la industria respecto


de la agricu ltu ra o la minería (m ayor gen eración de
efectos de arrastre y econom ías externas, m ayor p r o ­
ductividad total de los factores, mayor seguridad e co ­
nóm ica, por la flexibilidad y la capacidad de resisten­
cia de la industria).
Crítica a la teoría neoclásica de la especialización inter­
n a c io n a l b asa d a en la refo rm u lació n de H ec k sc h er,
O hlin y Sam uelson de la ley ricardiana de la ven taja
com parativ a, a la que se achacaba no tener en cuenta
la b aja elasticidad-renta de la demanda internacional
de productos primarios, la inestabilidad y el c arácter
e rrá tic o de los ingresos en divisas g en erad o s por la
ex p o rta c ió n de m aterias primas y productos alim en ­
ticios, y la tendencia al deterioro de la relación real de
in tercam bio para los países productores y e x p o rta d o ­
res de m aterias primas.
— La experiencia histórica de la industrialización de los
grandes países de América Latina desde los años trein­
ta, que había demostrado que la industrialización era
posible.
— Los cam bios en el entorno internacional, con la susti­
tución, co m o prim era potencia e co n ó m ica mundial,
de un Reino Unido abierto al com ercio por unos Esta­
dos Unidos con mayor producción de bienes primarios
y m enor coeficiente importador, así c o m o la crecien­
te concentración en el sector industrial de la inversión
directa en el extran jero.

Aunque todos los pioneros eran partidarios de la industria­


lización de los países del Tercer Mundo com o la única estrate­
gia capaz de superar los inconvenientes del modelo primario-
exportador, las estrategias industriales fueron ob jeto de una
importante polémica entre los partidarios del crecimiento p ro ­
porcion ado (balanced grow tb, de Rosenstein-Rodan, Nurkse
o Scitovsky) y los defensores del crecim iento desproporciona­
do (nnbalanced grow th , de Hirschman, Streeten o Perroux). El
crecimiento proporcionado o diversificado es el que resulta
de una distribución o reparto equitativo de la inversión entre
los distintos sectores de la industria de bienes de con su m o
para sacar provecho de las interdependencias entre ellos y
para acelerar el crecimiento. Los argumentos avanzados pol­
los defensores de esa estrategia eran:

— La necesidad de aumentar el tamaño del mercado (unas


industrias son m ercados para otras).
— La posibilidad de obtener econ om ías de dimensión o
de escala, esto es, condiciones satisfactorias de efica­
cia, vía reducción de costes fijos unitarios.
— El aprovecham iento de las econ om ías extern as pecu ­
niarias y de las com plem entariedades de demanda: la
reducción del precio del producto de un sector favo­
rece a los se cto re s que utilizan ese p r o d u c to c o m o
input; el aum ento de dem anda de un sector se trasla­
da a los sectores que fabrican inputs para el primero.
Se trataba por tanto de interiorizar las economías exter­
nas o, en p alabras de R o s e n s te in -R o d a n , de “c o n si­
derar y planificar toda la industria a crear com o una
enorm e em p re sa” .

U na crítica a esa teoría es que im plica renunciar a todo


tipo de especialización in tern a cion a l, lo que es negativo ya
que producir de tod o es m enos eficiente que importar deter­
minados productos. Adem ás, la teoría del crecimiento pro­
p o rcion a d o implica disponer de recursos financieros ab u n ­
dantes y perfectamente divisibles. T am poco resulta claro si la
iniciativa privada puede hacerse cargo de todas las inversio­
nes o si, en su defecto, las restricciones presupuestarias per­
miten al Estado emprender todas las actividades necesarias.
Por el contrario, el crecimiento desproporcionado es el que
se debe a la c o n c e n tra c ió n de la inversión en unos sectores
determinados, aquellos que son más aptos para fomentar el
crecimiento de otros sectores de la econom ía, esto es, los que
tienen mayores efectos de arrastre. En teoría, los sectores más
eficaces a este respecto son los de bienes intermedios, ya que
ejercen a la vez efectos de arrastre hacia adelante (en las indus­
trias de bienes de consumo) y hacia atrás (en las industrias de
bienes de capital). La insistencia de Perroux en los polos de
crecimiento, las inversiones arrastradoras o las industrias pro-
pelentes, reflejaba la afirm ación de H irschm an según la cual
“ el desarrollo es una secuencia de desequilibrios” .
Los argum entos de los defensores de esa segunda opción
eran los siguientes: la imposibilidad de un crecimiento pro­
p o rcion ad o en una eco n o m ía subdesarrollada (por la insu­
ficien cia de c a p a c id a d in v e rs o ra , la escasez de cap acid ad
empresarial y de gestión o las restricciones del presupuesto esta­
tal), la posibilidad de aprovechar las ventajas de la especiali-
zación internacional, unas todavía mayores economías de esca­
la y el superior aprovechamiento de los efectos de arrastre.
Algunas de las críticas que recibió esa teo ría fueron las
siguientes:

— La c o n c e n tr a c ió n de la cap a cid ad in versora en sólo


unos pocos sectores industriales puede suponer sobre-
e sp ec ializ ac ió n , lo que impide la d iversificación del
tejido industrial y puede hacer que los efectos de arras­
tre se vean exportados hacia otros países.
— Hay dificultades para identificar los sectores con m ayo­
res efectos de arrastre. Por ejemplo, en los años sesen­
ta se pensaba que las llamadas industrias industriali­
zantes eran la siderurgia o la petroquímica, cuando en
realidad han sido los sectores más insospechados (tex­
til-confección o electrónica de consum o). Basta c o m ­
parar los resultados industriales de Argelia o Irak con
los de C orea del Sur o Taiwán.
— La agricu ltu ra queda m argin ad a, por sus, en te o ría ,
muy escasos efectos de arrastre.

C on independencia de la discusión sobre el tipo de c rec i­


m iento industrial, c o m o verem os enseguida, la ind u striali­
zación espontánea de los países del Tercer M u n d o tendía a
verse inhibida por la división in tern acion al del t ra b a jo que
el centro quería imponer y p or un buen número de o b stá c u ­
los estructurales internos. Por tanto, era necesaria una indus­
trialización deliberada o forzada, esto es, sustentada en una
considerable intervención del Estado.
En lo que atañe a la protección, era una medida de p o lí­
tica económ ica que resultaba del pesim ism o ex p ortad or y, en
algunos casos, del rechazo al com ercio internacional, al que
se ach acaba el haber dificultado el crecim iento de los países
subdesarrollados, esto es, el ser em pobrecedor para la peri­
feria. Si no se podían generar ingresos por ex p o rtació n y si,
generándolos, los efectos eran desventajosos, se im pon ía el
ahorro de divisas mediante la protección selectiva (por ejem ­
plo, dedicando las escasas divisas sólo a la im p o rta ció n de
bienes esenciales). A la experiencia de la gran depresión de
los años treinta, que había hecho caer la dem anda in tern a­
cional de productos primarios, se sum aba el con v en cim ien ­
to de que la situación de los países exportadores de materias
prim as y bien es a lim e n tic io s e m p e o ra ría si m a n te n ía n su
modelo primario-exportador. La baja elasticidad de la deman­
da de esos bienes respecto de la renta de los países ricos (ley
de Engel, sustitución de materias primas naturales por p ro­
ductos sintéticos, etc.), las fluctuaciones en la cotización inter­
n a cion al de pro d u ctos básicos, los inconvenientes del p ro ­
greso técn ico en las actividades prim arias de e x p o r ta c ió n ,
especialmente en lo referido al aumento del excedente la b o ­
ral, el c a r á c te r de enclave de las plan tacio n e s y m in a s, así
c o m o , natu ralm ente, la tesis Prebisch-Singer sobre la caída
de la relación real de intercambio para los exportadores pri­
m arios (que im p lica b a no sólo una tendencia a la b a ja del
poder adquisitivo en importaciones de las exportaciones, sino
tam bién una transferencia de los beneficios del progreso téc­
nico de la periferia al centro), eran todos argumentos en c o n ­
tra del m an tenim ien to del modelo prim ario exportador. En
cuanto a las ventas al exterior de bienes m anufacturados, los
pion eros co n sid era b a n en general que estab an fuera de las
posibilidades de p ro d u cción de los países p o b res y q u e , si
conseguían efectuarlas, se verían en desventaja respecto a la
com petitividad de los productos del centro, en parte por lo
que luego se llam ó la “ enfermedad h olan d esa” (los efectos
al alza de los salarios en el sector manufacturero por la expor­
tación de bienes prim arios): bauxita en J a m a ic a (estudiada
por Lewis), petróleo en Trinidad (analizado por D. Seers) o
gas natural en los Países Bajos.
Algunos autores, los más radicales de los pioneros (Pre-
bisch, Singer y M yrdal), adelantaron la idea - lu e g o desarro­
llada por el enfoque de la dep end encia- de que el com ercio
internacional podía perfectamente ser un m ecanism o de p ro­
pagación y perpetuación de la desigualdad internacional. En
particular, M yrd al h ab la b a de los efectos de rep ercusión o
de retroceso (backw ash effects) del com ercio N orte-Su r para
los países del Sur. En palabras de Singer ( 1 9 7 5 : 3 4 -5 ):

Algunos ejemplos de tales efectos de retroceso son el desa­


rrollo de un deseo prematuro del consumo de alto nivel en los
países subdesarrollados, causado por el efecto demostración
de las condiciones existentes en los países más desarrollados;
la difusión, en los países subdesarrollados, de ideas prematu­
ras acerca del Estado benefactor, la seguridad social, los sala­
rios mínimos, etc.; [...] la tecnología moderna se vuelve cada
vez más intensiva en capital y ahorradora de mano de obra y
por ende cada vez menos adecuada para los países desarro­
llados; [...] el financiam iento del crecim iento autosostenido
en los países desarrollados y la utilización de las múltiples
oportunidades de inversión nuevas, abiertas por el progreso
técnico, dejarían muy poco capital disponible para los países
subdesarrollados, por lo menos en lo tocante al m ecanism o
ortodoxo de la inversión privada extranjera; [...] la posibili­
dad de que el progreso técnico de los países desarrollados, que
ha asumido form as com o el ahorro de m aterias prim as, el
desarrollo de nuevos materiales sintéticos, y los cam bios en
su estructura industrial, se traduzca en una desventaja para
los países subdesarrollados en forma de una tendencia cróni­
ca hacia la debilidad de los términos de intercam bio.

Otros factores que influyeron en la defensa, por parte de


los pioneros, del proteccionism o selectivo y co n tro la d o fue­

ra 6
ron la influencia de los entonces buenos resultados del mode­
lo au tárqu ico a p lica d o en la U nión So viética, que fue espe­
cialmente marcada en el caso de la India, con la teoría de R a o
y el m odelo de M a h a la n o b ís ; y la tesis del crecim iento p ro ­
porcionado, que en la práctica suponía renunciar a cualquier
tipo de especialización, tanto nacional c o m o internacional.
L as v en ta ja s de una p o lític a de p ro te c c ió n m o d erad a y
selectiva eran, a ju icio de los p ion eros, evidentes: permitía
aumentar la demanda efectiva, mediante el incremento de la
dimensión del m ercado cautivo y de la propensión al ahorro;
además, la protección de las industrias nacientes, que un autor
com o H irschm an defendió sobre la base de los escritos de F.
List, un econom ista alemán del siglo X I X , era, se pensaba, la
única manera de crear y mantener en sus etapas iniciales esas
industrias.
Aunque había algunas diferencias entre los pioneros sobre
el alcance e intensidad de las medidas de protección, todos
compartían, al menos a grandes rasgos, la afirmación de Myr-
dal ( 1 9 5 6 : 2 7 6 ) según la cual los países en desarrollo

tienen un buen número de [...] sólidas razones, debidas a su


situación peculiar, para usar esas restricciones [a las co m ­
pras ai exterior] por m otivos de protección.

Con todo, algunos economistas neoclásicos, com o J. Viner,


A. C a irn c ro s s , G . H a b e rler, H . M y in t o W. M . C ord en , se
rebelaron, ya en los años cincuenta, contra esa corriente pro­
teccionista e insistieron en la necesidad de que los países del
Tercer M u n d o respetasen escrupulosam ente la teoría de las
ventajas c o m p arativ a s, m anteniendo su especialización pri­
maria. Se trataba entonces de voces claram ente minoritarias
y alejadas del consenso prevaleciente en la profesión.
Por último, la intervención del Estado se hacía necesaria
para elim inar los o b stácu los y crear los elementos ausentes
que impedían el crecim iento econ óm ico en los países subde-
sarrollados. Esos desfases e inconvenientes no dejaban otra
opción que la de un esfuerzo con sciente, masivo y dirigido
en favor del desarrollo, al m enos para ejercer la presión in i­
cial o efectuar el lanzam iento y para distribuir (o, al c o n t r a ­
rio, concentrar) la inversión en el seno del sector industrial.
V arias m e tá fo ra s sirvieron para pon er de m a n ifie sto el
impulso estatal inicial: el gran empujón ( big push ), de Rosen s-
te in -R o d a n ; el esfuerzo m ín im o crítico ( critical m inum um
effort), de Leibenstein; el despegue ( ta k e -o ff ), de R o sto w ; el
ataque (spurt ), de G ersch en kron , etc.
Además, ta n to para los p artidarios del crecim ien to p r o ­
porcionado c o m o para los del desproporcionado, aplicar de
manera concertada el capital dentro del sector industrial e x i­
gía la intervención estatal. Para distribuir convenientem ente
la inversión entre tod os los sectores de bienes de c o n su m o
( R o s e n s t e in - R o d a n o N u rk s e ) o p a ra c o n c e n t r a r la en un
núm ero reducido de sectores industriales, los que tuviesen
m ás efectos de a rra stre ( H irs c h m a n o P e rro u x ), o sim p le­
mente para superar el c allejó n sin salida del círculo vicioso
de la pobreza (Nurkse) o para c o n tro lar las actividades del
sector exp o rtad o r (que había que subordinar a los intereses
de la industrialización), no se podía co n fia r en el libre fun­
cio n a m ie n to de las fuerzas del m e rc a d o . E stas se c o n t e m ­
plaban con desconfianza, habida cuenta de la especificidad
estructural del subdesarrollo y de la influencia en la E c o n o ­
mía del desarrollo de las provechosas experiencias keynesia-
nas de gestión pública de los años treinta y cuarenta en los
países anglosajones, de los que eran originarios o en los que
trabajaban casi todos los especialistas en desarrollo. Además,
los pioneros habían visto que el laissez-faire colonial no había
promovido el desarrollo en la periferia y que la independen­
cia política no era sinónima de independencia económica. En
palabras de M yrdal ( 1 9 5 7 , trad. esp., p. 94 ),
el hecho de que en ios países subdesarrollados haya surgido
este anhelo por el desarrollo económico como principal aspi­
ración política, que ha de traducirse en una elevación de los
niveles de vida de la gran masa de la población, reafirm a la
idea de que se trata de una tarea que debe ser emprendida
por los gobiernos, ¡os cuales deben preparar y poner en prác­
tica un plan económ ico general que comprenda un sistema
de con troles e incentivos adecuado para que el proceso de
desarrollo se inicie y prosiga sin interrupciones.

1 0 .3 . V alo ración crítica

C on la perspectiva que dan los decenios transcurridos des­


de esa fase de la E co n o m ía primigenia del desarrollo, puede
hacerse una sucinta v alo ra ció n crítica de sus ap o rtacio n es,
enum erando algunos inconvenientes:

Un énfasis desmesurado en la acum ulación de capital


físico, sin tener suficientem ente en cuenta la im p o r­
tancia del capital hum ano.
El r e c o n o c im ie n to im plícito de que un a u m e n to del
a h o r r o in terio r (para fom en tar la inversión) podría
hacer necesarias redistribuciones regresivas e in acep­
tables de la renta.
U n a cla ra desaten ción a la agricultura y a otro s se c ­
tores tradicionales (por ejemplo, lo que hoy llam aría­
mos el “sector informal”), por la insistencia en la indus­
t r ia liz a c ió n y la visión de los sectores tra d ic io n a le s
c o m o arcaicos y atrasados.
U n pesimismo exportador excesivo, sobre tod o en lo
que se refiere a las posibilidades de vender en el m er­
c ad o internacional productos m anufacturados.
Una con fian za excesiva en las virtudes de la interven­
ció n del E sta d o , que pasó p o r alto la p osibilidad de
que algunas intervenciones públicas pudiesen produ­
cir resultados peores que los del m ercado.

M á s en general, los primeros econom istas del desarrollo,


com o señala Streeten (en M eier y Seers, eds., 1 9 8 4 ) , estaban
cargados de certidumbres simplistas basadas en generaliza­
ciones a veces abusivas y en un alto grad o de a b stra c ció n .
Además, los pioneros eran p artid arios de lo que se con oce
con el nom bre de “ teoría de la m od ern iz ación ” , que, co m o
veremos con más detalle al ab ord ar las críticas del enfoque
de la dependencia a ese planteam iento, se b asaba en afirm a ­
ciones discutibles, corno las siguientes:

— El objetivo implícito (en Nurlcse, R osen stein -R o d an y


demás) o explícito (com o en la teoría de las etapas de
Rosto w ) del desarrollo es la rep rod u cción paulatina
de la experiencia de los países desarrollados, esto es,
la réplica de su proceso de industrialización. Aceptar
que existe una senda universal del desarrollo en la que
algunos países deben ad en trarse, im plica una teoría
particularmente ahistórica (incapaz, por ejem p lo, de
distinguir entre el predesarrollo de los países ricos antes
de la revolución industrial y el subdesarrollo c o n te m ­
poráneo) que no lleva hasta sus últimas consecuencias
las im plicaciones de la especificidad estru c tu ral del
su bd esarrollo, que es e tn o c é n tric a y que n o ex p lica
algu n os c aso s de send as desv ia da s re s p e c to de esa
reproducción. Además, en general (con la única excep­
ción de M yrdal), los pioneros con tem p la b a n el desa­
rrollo corno un proceso consensúa! y sin actores socia­
les, afirmaban que no había conflicto de intereses entre
países desarrollados y subdesarrollados (aceptaban la
idea del beneficio m utuo), no planteaban claram ente
la conexión estructural entre desarrollo y subdesarro-
lio y consideraban de manera simplista que la moder­
nización era siempre positiva y el tradicionalismo siem­
pre negativo, y que los sectores m oderno y tra d icio­
nal estaban desconectados entre sí.

Fin a lm en te, algunos eco n o m ista s actuales (com o Krug-


man, 1 9 9 3 , 1 9 9 4 y 1 9 9 5 ) han ach a c a d o a esa época de alta
teoría del desarrollo un apego excesivo a los razonam ientos
discursivos y a un estilo no m atem ático (exento de modelos).
Por ejemplo,

desde la perspectiva de un econom ista m oderno, el rasgo


más sorprendente de los trabajo s de la alta teoría del desa­
rrollo es su apego a un estilo discursivo y no m atem ático.
La E conom ía, desde luego, se ha vuelto mucho más m ate­
m ática con el paso del tiem po. N o obstante, la Econom ía
del desarrollo era arcaica en su estilo incluso en su propia
época. D e los cuatro trabajo s más fam osos de la alta teoría
del desarrollo, el de Rosenstein-Rodan fue más o menos con­
tem poráneo a la form ulación de Paul Samuelson del mode­
lo de H eckscher-Ohlin, y ¡os de Lewis, Myrdal y Hirschman
se p u blicaron todos casi al m ism o tiem po que el p lan tea­
m iento inicial de la teoría del crecim iento de R obert Solow
(Krugm an, 1 9 9 4 : 4 5 ).

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