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Cuento espiritual: La bandera

El Maestro se topó con dos jóvenes discípulos que estaban discutiendo sobre una bandera que
flameaba al viento.

– Es la bandera la que se mueve. – argumentaba uno de ellos.

– Pues no. Es el viento el que se mueve. – sostenía el otro.

El Maestro intervino para decir: “No es la bandera ni el viento lo que se mueve. Es la mente la
que se mueve”.

“El Todo es mente; el Universo es mental” (El Kybalión)

Mentiras sobre la Esfinge y los


espacios imaginales
“Lo que un hombre puede inventar, otro lo puede descubrir”
(Sherlock Holmes en “The Adventure of the Dancing Men”)

En un artículo anterior, al hablar de la supuesta cámara secreta debajo de la Esfinge, comenté


que el ocultista francés P. Christian (seudónimo del ocultista Jean-Baptiste Pitois, 1811-1872)
había revelado en su obra “Histoire de la Magie” que la Esfinge de Gizeh era la entrada a las
cámaras subterráneas en las cuales se realizaban rituales de corte iniciático. Para respaldar su
afirmación, P. Christian recurría a un testimonio antiguo, el del filósofo neoplatónico Jámblico.

Siempre de acuerdo con P. Christian, Jámblico habría dicho que entre las patas de la esfinge
había un portón oculto adornado con hojas de bronce y que conducía a las recámaras donde
los candidatos debían pasar las cuatro pruebas de los elementos.

Al tratar de profundizar en esa información a través de internet, busqué fuentes fidedignas que
corroboraran dicha información, pero me di cuenta que todos los que citaban a Jámblico lo
hacían a través de P. Christian y nunca citaban directamente al filósofo. Después de muchos
intentos, empecé a dudar que la cita fuese cierta, aunque se repetía una y otra vez por
aquellos que querían demostrar a toda costa que la Esfinge era la entrada a una cámara
subterránea.

Acudí directamente a las obras de Jámblico, en especial a aquella que habla directamente de
las iniciaciones egipcias: “Sobre los Misterios” (P. Christian le llama “Traité des mystères”) y
¿saben qué? no decía absolutamente nada sobre la Esfinge. Nada, nada, nada. Ni en su
versión en inglés, ni en español, ni en francés, y tampoco en latín. Nada.
Al parecer, P. Christian trató de dar veracidad a sus afirmaciones a través de un filósofo
célebre como Jámblico que era reconocido por revelado algunos aspectos poco conocidos de
las tradiciones egipcias. En el año 1884, ¿quién iba a chequear la información en el texto de
Jámblico? O mejor dicho, ¿quién podía tener acceso a esa obra? Pocas personas, o tal vez
nadie, teniendo en cuenta que en ese año solamente existía una versión latina rarísima
publicada en Venecia en 1497 (“De mysteriis Aegyptiorum”) (1) y otra en inglés, “On the
Egyptian Mysteries”, traducida por Thomas Taylor en 1821. Sin embargo, hoy tenemos la
fortuna de hacer “click” y consultar este libro en varios idiomas, tanto en latín como en inglés e
incluso en castellano y comprobar si las afirmaciones del ocultista francés son ciertas o falaces.

Representación del supuesto portal de la Esfinge

Aunque la cita de P. Christian sea falsa mire por donde se mire, esto no quiere decir que no
existan cámaras subterráneas en Egipto que aún no han sido halladas, pero esta mentira pone
en entredicho todas las otras afirmaciones que sostiene en su obra. Y hablo de mentiras
deliberadas y no de equivocaciones, pues queda claro que nadie está libre de errores ni es
propietario de la Verdad.

El gran investigador rosacruz Manly Hall seguramente olió algo raro en P. Christian porque
cuando habla de esta entrada subterránea debajo de la Esfinge, dice: “La suposición popular
de que la Esfinge era el portal de la Gran Pirámide, a pesar de que sobrevive con una
tenacidad sorprendente, nunca ha sido comprobada. P. Christian presenta esta
idea basándose en la autoridad de Jámblico”. (2)

Robert Place es más categórico y sostiene que “no existe tal descripción en ningún trabajo de
Jámblico”, aunque debe admitir que “esa falsa evidencia ha sido tan persuasiva que puede ser
hallada en la obra de muchos autores posteriores”. (3)

Planos de origen incierto


A lo largo del siglo XX, algunos autores, fascinados por la idea romántica de P. Christian
(¡iniciaciones debajo de la Esfinge!) la desarrollaron un poco más y en el año 1935 H.C.
Randall-Stevens (4) publicó un mapa de la cámara secreta basándose en una supuesta
canalización de dos iniciados egipcios: Adolemy y Oneferu (5). Ayer y hoy, las supuestas
“canalizaciones” de maestros, iniciados, espíritus y hasta extraterrestres son bastante útiles
para toda persona con inclinaciones místicas que quiera comunicar cualquier cosa sin
necesidad de presentar ni una sola prueba documental.

Este es el plano canalizado por H.C. Randall-Stevens durante la década del 20 (6) y publicado
en su obra “A Voice Out of Egypt”, que era una compilación de trabajos anteriores:
Un año después, el Imperator de la Orden Rosacruz AMORC Harvey Spencer Lewis publicó
“casualmente” una obra titulada “La profecía simbólica de la Gran Pirámide” donde aparecía un
mapa bastante similar al de Randall-Stevens:

Según cuenta Lewis en su libro: “Hay aún muchas historias que se cuentan y muchas
explicaciones secretas o privadas, acompañadas de diagramas y diseños arquitectónicos, que
se dan acerca de los pasadizos que conectan a la Esfinge con la Pirámide, y éstas le dan color
a muchos extraños incidentes a los que se hace referencia en los escritos secretos de los
antiguos egipcios. Algunos de estos pasadizos subterráneos y sus conexiones se muestran en
los diagramas que se acompañan. Hasta que no se lleven a cabo excavaciones mayores
alrededor de la Pirámide y estos pasadizos sean realmente revelados al público y a la luz del
día de manera que puedan ser fotografiados y a los que pueda entrarse bajo permiso especial,
su existencia debe permanecer como parte de las tradiciones, pues esta es la ley de
las escuelas de los misterios egipcios, y aún están en fuerza. Aquello que no es revelado al
público sigue siendo un secreto tradicional, y el público es invitado a aceptar las tradiciones o
rechazarlas según le parezca”. (7)

Así como Randall-Stevens afirmaba que sus planos habían sido “canalizados” de viejos
iniciados de Egipto (algo que no se puede confirmar), Lewis también cubría sus fuentes en un
halo de misterio y decía: “Estos dibujos poco usuales fueron hechos de manuscritos
secretos guardados por archiveros de las escuelas de los misterios del Egipto y del Oriente, y
son parte de manuscritos secretos que cuentan de las antiguas formas de iniciación llevadas a
cabo en la Esfinge y la Gran Pirámide”. (8)

En 1966 se reeditó la obra de Randall-Stevens “Atlantis To The Latter Days” donde se vuelve a
incluir el plano de la Esfinge, aunque con algunas modificaciones (9) que lo hacen bastante
parecido al de Lewis:

Queda claro que todas estas afirmaciones y estos planos (fascinantes, por cierto) no tienen
ningún respaldo arqueológico, aunque ciertamente se hayan encontrado túneles y galerías en
otras partes de Egipto.

En mi opinión, no se puede negar la existencia de túneles subterráneos e incluso de una


cámara secreta, pero las fuentes documentales –tanto de Randall-Stevens como de Lewis– me
parecen bastante dudosas. Personalmente, me inclino más a pensar que esta cámara
subterránea de la Esfinge era un espacio imaginal y no necesariamente un recinto tangible.
Espacios imaginales
Pero, ¿qué es un espacio imaginal? Es un emplazamiento metafísico al que se puede
acceder a través de estados meditativos y que sirve como punto de conexión y de
fortalecimiento del egrégor de un colectivo. (Sobre este tema, recomiendo leer el artículo “Los
egrégores detrás de la historia”)

Los rosacruces de AMORC, al hablar de su espacio imaginal –denominado por ellos Sanctum
Celestial o “Catedral del Alma”– lo definen como un “campo de energía que no está limitado ni
en el tiempo ni en el espacio”.

Los espacios imaginales –para que brinden cohesión a un conjunto de símbolos y actúen como
“contenedores”– suelen concebirse como templos, edificios, palacios, castillos, catedrales y
otras creaciones arquitectónicas, por lo cual no es extraño que en ocasiones se hable de una
“arquitectura interior” que funciona como escenografía imaginal.

En muchos escritos espirituales se habla de un edificio “no construido con las manos ni con el
sonido de los martillos” (10) e incluso San Agustín nos habla de “un lugar que no es un
lugar” (11) y que remite al Mundo Imaginal (el plano del Alma, Mundus Imaginalis, Alam al-
Mithal), el lugar preciso donde es posible acceder a esos espacios imaginales –incontaminados
y libres de toda profanación– en la forma de una catedral (rosacruces), una cámara de
purificación (Nueva Acrópolis), un castillo interior (teresianos) e incluso como el Templo de
Salomón.

El Templo de Salomón como espacio imaginal


Para entender este concepto de “espacio imaginal” recurramos al famoso Templo de Salomón
y más precisamente a su recinto más interno, el Sancta Sanctorum (Kodesh Ha-Kodashím), el
lugar más sagrado del judaísmo y donde se guardaba el Arca de la Alianza (1 Reyes 6:8-35).

Si hacemos caso a las crónicas, a este espacio podía acceder una sola persona (el Sumo
Sacerdote de Israel) a través de una escalera de caracol y únicamente una vez al año, en el
Día de la Expiación (Yom Kippur).

No obstante, si leemos el Antiguo Testamento encontraremos este pasaje: “Samuel, que


todavía era joven, servía al Señor bajo el cuidado de Elí. En esos tiempos no era común oír
palabra del Señor, ni eran frecuentes las visiones. (…) Un día, Samuel yacía en el santuario del
Señor, donde se encontraba el arca de Dios. La lámpara de Dios todavía estaba encendida. El
Señor llamó a Samuel, y éste respondió”. (1 Samuel 3:1-4)

¿Qué estaba haciendo Samuel durmiendo en el Sancta Sanctorum? Aunque a primera vista
esto pueda desconcertarnos, en verdad la Biblia no está hablando ni del Templo de Salomón
material ni de una experiencia física de Samuel. Además, la palabra “yacer” (shakhav) –como
bien indica Javier Alvarado– “además de la acepción usual de estar tumbado o durmiendo,
también se refiere a la privación sensorial provocada por la meditación” (12), por lo tanto la
presencia de Samuel en el Sancta Sanctorum se explica como parte de una práctica meditativa
donde “el propio recorrido por el interior del Templo hacia el Sanctasanctorum representaba el
viaje interior (…) hasta llegar al Ruach Ha-Kodesh”. (13)

El cabalista Aryeh Kaplan, por su parte, dice que este verso “indica que Samuel recibió su
primera visión profética después de una intensa meditación sobre el Arca, el lugar de los
querubines”. (14)

Por esta razón es importante que en las escrituras judías aparezca una descripción minuciosa
del Templo, con sus medidas exactas y sus detalles (I Reyes 6-7; II Crónicas 3, 4), a fin de que
cualquier iniciado pudiera recorrer con su imaginación (y aquí hablo de la “vera imaginatio” y no
de la fantasía) todo el recinto.

Esto se hace evidente en los escritos del profeta Ezequiel que visualizaba el Templo de
Jerusalén después de su destrucción, profetizando que éste sería reconstruido, describiendo
minuciosamente todos los detalles del nuevo templo.

De acuerdo con Gómez de Liaño: “La preciosista descripción de Ezequiel pretende ser una
meditación del Templo basada en la visualización del mismo en forma de recorridos
imaginarios. (…) El templo de Ezequiel es, pues, un templo de la memoria. (…) El nuevo
proyecto supera al salomónico en su deseo de lograr una armonía tanto geométrica como
numerológica” (15) y este punto es importante porque no eran instrucciones para construir un
templo arquitectónico físico sino imaginal.

En verdad, aunque levantemos toda la arena de la meseta de Gizeh o excavemos en todos los
rincones de Jerusalén, los templos secretos siempre estarán a resguardo de los profanos
mientras que tendrán abiertas sus puertas de par en par para todos aquellos nobles
caminantes que deseen adentrarse en los recintos de la memoria.

¡Buen viaje!

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