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La Ilustración en España

La Ilustración política en España es el periodo que abarcó los reinados de la dinastía Borbón desde Felipe V en
1700 hasta Carlos IV que finaliza su reinado abruptamente en 1808, recogiendo el movimiento del siglo de las luces que
se inicia en Francia y es la antesala de la Revolución francesa.
Felipe V accedió al trono de la monarquía española en virtud del testamento de su tío abuelo, Carlos II,
enfrentándose a la casa de Habsburgo. Castilla aceptó inmediatamente al nuevo rey, pero los reinos de la Corona de
Aragón, proclives en un primer momento, no tardaron en adherirse a la causa de archiduque Carlos. Felipe V solamente
contaba con el apoyo de Francia y de los propios castellanos, contra la hostilidad del resto, especialmente aragoneses,
austriacos, británicos y holandeses, temerosos de que se estableciera en España una monarquía de corte absolutista al
estilo francés. La victoria fue para los partidarios de Felipe V y los Tratados de Utrecht en 1713 y de Rastatt en 1714
pusieron fin al conflicto, no sin graves pérdidas para la corona en territorio europeo. La instauración de los Borbones llevó
a la firma de los llamados Pactos de Familia con Francia que dominarían toda la política internacional española a lo largo
del siglo XVIII.
En represalia, Felipe V abolió los Fueros de Aragón y Valencia en 1707 deseoso de evitar en el futuro los
conflictos territoriales que habían sacudido a los Austrias, e impuso el Fuero de Castilla, al igual que en Cataluña. Las
Cortes de Aragón, las de Valencia y las de Cataluña dejaron sucesivamente de existir, y las Cortes de Castilla se
convirtieron de hecho en las Cortes españolas. Felipe V premió la lealtad de Navarra y las provincias Vascongadas a su
causa, manteniendo sus fueros. La nueva regulación se formulará a través de diversas resoluciones como los Decretos de
Nueva Planta.
España encontró problemas a lo largo del siglo XVIII, primero con Austria a causa de Italia y luego con Gran
Bretaña por el dominio del océano Atlántico y el comercio de esclavos con América. Unos años después del sitio de
Cartagena de Indias (1741), en la que los españoles, al mando del comandante general Blas de Lezo derrotaron a los
ingleses (lo que supuso el final de lo que éstos llamaron la guerra de la oreja de Jenkins), Fernando VI, consciente de que,
a pesar de la derrota, Gran Bretaña podría amenazar la superioridad naval española, empieza una renovación y
modernización de la Armada, lo que seguirá haciendo Carlos III, gracias a contar con marinos muy competentes, entre los
que destacan Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
Durante la Guerra de los Siete Años (1762), aliada con Francia, España prosigue su enfrentamiento con Gran
Bretaña. En el Tratado de París, España cede la Florida a Inglaterra, a cambio de la Luisiana, que pierde Francia; aunque
más tarde (1783), el virrey de Nueva España, Gálvez recupera La Florida para España. También Carlos III intentará
recuperar Gibraltar sin conseguirlo, aunque recuperó Menorca en 1782 que se encontraba en manos inglesas desde el
Tratado de Utrecht.
También hubo noticias de que los rusos habían cruzado el estrecho de Bering y, tras instalarse en Alaska bajaban
por la costa de América hacia las posesiones españolas del Pacífico, por lo que se organizó una expedición con José
Esteban Martínez y Gonzalo López de Haro en 1789, para detener el avance ruso en la isla de Nutka (descubierta por Juan
José Pérez Hernández en 1774).
Los ilustrados españoles tenían un concepto singular de la Iglesia católica. Por una parte la hacían responsable del
fracaso del desarrollo racional de las naciones; por otra, no terminaban de romper con la misma, manteniendo una relación
que cuestionaba solamente la teología tradicional. Así, frente a la autoridad eclesiástica, contrapusieron la razón y el deseo
de obtener la felicidad de los hombres. Para la iglesia reclamaban un papel más austero, más íntimo y personal. Esta
diferenciación entre el ámbito privado y el público, acentuó el principio de separación entre la propia Iglesia y el Estado o
la Corona.
La Iglesia se encontraba en este periodo en un momento de cuestionamiento de la autoridad papal merced al
continuo desarrollo de las teorías del regalismo hacia el establecimiento de iglesias nacionales independientes de Roma.
Una serie de obispos, llamados jansenistas (aunque muy poco tuvieran que ver con las doctrinas de Jansenio) constituían
un grupo de ideas avanzadas y partidarios del regalismo, de modo que el poder político ilustrado, nombrase obispos afines
a las ideas de modernización. Entre ellos se cuentan Félix Torres Amat, Felipe Bertrán (éste, discípulo de Mayans, obispo
de Salamanca e Inquisidor general), José Climent o Antonio Tavira Almazán, todos ellos enfrentados a la iglesia más
conservadora y partidaria de la preeminencia del Papa.
La irrupción de los jesuitas con lo que se llamó "una moral relajada", levantó el ánimo de los eclesiásticos
tradicionales contra ellos. España no fue ajena a este movimiento. Los jesuitas se habían extendido por las universidades y
centros educativos de España, Francia y Portugal principalmente. Su actitud crítica ante la filosofía aristotélica, el deseo
de incorporar los nuevos conocimientos técnicos y la extensión de su trabajo a todas las clases sociales que en parte
chocaban con la iglesia tradicional, fiel a Roma, pero solo aparentemente puesto que los jesuitas tienen entre sus votos la
obediencia ciega al papado. Los conservadores realizaron una persecución implacable de las ideas innovadoras, sin el
instrumento de la Inquisición, en manos de los jansenistas, y se trató de controlar la labor de los jesuitas como misioneros
en América, sospechosos de preconizar ideas liberadoras. El Motín de Esquilache contra el Marqués tras la hambruna de
1766 puso en jaque a la Corona, la cual buscó la culpa en los jesuitas como conspiradores de los sucesos. Expulsados de
Portugal y Francia, Carlos III encontró una oportunidad única de expulsarlos también de España en 1767 y confiscar sus
bienes, apoyado por Felipe Bertrán. Las ideas nuevas de la Ilustración tendrían su inicio en estas apropiaciones.
Tradicionalmente la Iglesia católica en España había jugado un papel fundamental en la política. Durante la
Guerra de Sucesión, el clero de Castilla apoyó a los Borbones como si de una cruzada se tratase. En compensación,
recibieron de la mano de la Corona grandes extensiones de territorios para el gobierno de los obispos y abades que, como
terratenientes, aportaban grandes sumas al sostenimiento del Estado. Al menos una quinta parte de los ingresos que tenían
por origen la economía agrícola castellana procedían de tierras en gobierno de la Iglesia. No obstante, la Corona trató de
controlar la iglesia española. El papa Clemente XI había apoyado a los Austrias y los Borbones no querían dejar en sus
manos el privilegio de elección de los obispos, así que fomentaron y protegieron el regalismo en la iglesia. Así, en 1753 se
firma el primer Concordato entre la Iglesia y el Estado que permite a la Corona la elección de los obispos.
Tras la confiscación de los bienes de los jesuitas y la desaparición de la orden en todo el mundo en 1773 por
resolución papal, las universidades que estaban en manos de la Iglesia pasaron a formar parte de la Corona. Pablo de
Olavide se hace cargo de la Universidad de Sevilla e introduce las primeras reformas educativas que dan al traste con la
escolástica que dominaba la enseñanza universitaria hasta la fecha.
Por su parte, Benito Jerónimo Feijoo, acompañado por su fiel escudero Martín Sarmiento había ido creando en sus
obras el caldo de cultivo para combatir las ideas supersticiosas. Desde la propia Corte, Campomanes y otros propusieron
reformas económicas para adecuarse a la nueva situación. Junto a estos movimientos, las universidades españolas
empezaron a imitar a la sevillana, y pronto recorría España el espíritu ilustrado por las aulas. La Universidad de
Salamanca se opuso a la reforma del gobierno, pero en sus aulas estaba germinando un renacimiento del pensamiento, a
raíz de la labor de Ramón de Salas y Cortés, que acabó en una contrapuesta de reforma que a la postre se impuso, aunque
sin resultados duraderos por la invasión francesa de 1808. El colofón a este proceso desencadenado desde 1720 lo
constituyeron las traducciones de las obras de los filósofos y pensadores franceses como Voltaire o Montesquieu que se
difundieron rápidamente.
La extensión de los conocimientos tecnológicos y su aplicación práctica no sólo corrió de la mano de la
educación, sino también de un modelo de encuentro entre pensadores, intelectuales, religiosos y científicos que fueron las
Sociedades Económicas de Amigos del País. La primera fue fundada por un grupo de nobles vascos en 17741 La más
importante de ellas fue la Real Sociedad Económica de Madrid, 1775, ciudad que será el centro y reflejo del nuevo
modelo social. Sin distinción de clases, estas sociedades acogían a todos los sectores en el afán común de procurar el
desarrollo económico de las regiones donde estaban implantadas: técnicas nuevas de cultivo, escuelas de oficios, difusión
de la mecánica y la producción. Fue Carlos III el principal impulsor de estas sociedades y de la puesta en común de los
conocimientos de las mismas. Son las primeras asambleas abiertas y embrión de futuros encuentros políticos. Aparecerán,
entre otras, la Real Academia Española, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la de la Historia.
El conde de Aranda fue uno de los políticos artífices del periodo ilustrado con sus aportaciones en el reinado de
Carlos III de España y Carlos IV de España
La unificación en manos de los Borbones de la Corona de España y la concentración de poderes en Castilla trajo
como consecuencia importantes reformas, además de la pérdida de los fueros y de la desaparición de las Cortes de los
Reinos de la Corona de Aragón.
Se realizó un proceso de armonización y de saneamiento de las instituciones y la incorporación de miembros en
los gabinetes italianos y franceses ayudó a superar los graves problemas de corrupción política que se arrastraban. Los
Consejos que regían hasta entonces en un complicado y engorroso sistema, fueron sustituidos por secretarios a modo de
ministros divididos por áreas de gobierno. Los Consejos fueron perdiendo competencias en beneficio de los nuevos
departamentos. Igualmente se crearon las denominadas Intendencias al modo francés, directamente dependientes del Rey
y que trataban asuntos de carácter local o general.
Se reestructuró el sistema fiscal introduciendo un concepto más moderno del catastro, aunque las virtudes del
mismo fueron pocas como apuntaría constantemente Juan Sempere y Guarinos. La reforma de la administración local fue
intensa. El trabajo se centró en eliminar a los regidores que actuaban como señores feudales en sus localidades. La tarea
quedó inconclusa, pues en las zonas muy pobladas todas las reformas chocaban con la autoridad de hecho, aunque no
legal, de quienes ostentaban el poder económico. La idea de que las leyes eran la reforma esperada, chocó con la realidad
en la que el texto de la norma poco o nada se cumplía. Sólo en algunas zonas menos pobladas, pudo la monarquía
ilustrada poner en práctica su tarea centralizadora creando colonias de nuevos pobladores regidos según los decretos del
gobierno en un intento de economía planificada.
Las dificultades para que la estructura social fuera capaz de solventar las situaciones de crisis en las epidemias y
hambrunas de la época, llevaron a los ilustrados españoles a defender un nuevo concepto económico: el mercado debe ser
abierto y debe desregularse de una parte de las normas del tráfico mercantil. Las primeras medidas fueron la eliminación
de las trabas comerciales en el interior peninsular, la desaparición de los precios estables y controlados de muchos
productos, fundamentalmente el trigo (1765) y la desvinculación, aunque solo parcial, de las propiedades a los
mayorazgos improductivos.
Por otra parte se liberalizó parcialmente el comercio exterior, y totalmente con América en 1778, permitiendo la
creación de compañías internacionales al modo de holandeses y franceses, que no tenían que pasar por la Casa de
Contratación instalada desde 1717 en Cádiz. Se abrieron puertos en la península y América para el comercio libre. La
irrupción de un nuevo modo de comerciar fue el más significativo hecho económico de la época y permitió la
incorporación de los productos españoles a Europa (seda, lana, hierro, cobre, etc). Valencia, Barcelona y Bilbao se
convirtieron en grandes puertos comerciales. Además, se unió Madrid con la red de puertos, y se crearon fábricas reales
que introdujeron la elaboración de manufacturas a gran escala en una Castilla que, desde sus orígenes, tenía problemas
para acceder al mar.
Distribución de la población de España según el censo de Floridablanca (1787), primer censo elaborado en
España según técnicas estadísticas modernas. Durante la Ilustración se propagó la idea de la necesidad de incrementar la
población del país
Uno de los efectos de este proceso fue la progresiva especialización productiva de las zonas de la península, no
tanto en función de la economía interna, sino también de los intercambios con el extranjero. Este proceso se acentuaría en
los siglos siguientes. La periferia de Castilla era comerciante; el centro, productor. Unas zonas estaban muy pobladas
(Andalucía), otras apenas tenían población (Extremadura). Los puertos del norte allegaban los productos de toda Europa;
el sur sólo podía abastecer su autoconsumo y cierta exportación interior de grano y aceite. A un lado el desarrollo hacia el
Atlántico; al otro, hacia el Mediterráneo.
Otra de las preocupaciones del rey Carlos III fue aumentar la población de las zonas poco pobladas del interior de
la península, para lo que creo una serie de poblaciones, principalmente con inmigrantes alemanes, como La Carolina o La
Carlota (llamadas así en su nombre).
Carlos III fundó una serie de manufacturas de lujo; en Madrid, la de porcelanas del Retiro, la Real Fábrica de
Tapices o la Platería Martínez; en la Granja de San Ildefonso, la real fábrica de cristales, pero también una gran cantidad
de fábricas para producir artículos de consumo, como la de Paños de Ávila (cuyo edificio, al lado del río, ha sido
recientemente destruido).
Consecuentemente con las necesidades de mano de obra especializada para estas manufacturas, se fundaron las
escuelas de Artes y Oficios (que habrían de pervivir hasta bien entrado el siglo XX), en la mayoría de las ciudades
importantes de España. No fue menos la Enseñanaza superior y se creó en Madrid el real Jardín Botánico, cerca del Retiro
(sustituyendo al anterior, el de Migas Calientes, que estaba cerca del río Manzanares).
La corona promovió una serie de expediciones científicas a los territorios de ultramar, como las de Alejandro
Malaspina, Celestino Mutis y otras.
También la Corona promovió la enseñanza militar, como la academia de guardamarinas de Cádiz, la Academia de
Ocaña, así como otras en los teritorios americanos.
Todo el trabajo desarrollado a lo largo del siglo XVIII con la modernización de España se empezó a quebrar con
la llegada de Carlos IV al poder. La aparición de la Revolución francesa llenó España de dudas y temores. Las primeras
medidas tras la revolución fueron el control de las publicaciones que entraban en España, la censura de prensa y el control
de las actividades de las Sociedades Económicas de Amigos del País. Todo aquello que el despotismo ilustrado había
creado se convirtió de la noche a la mañana en sospechoso de tramar contra la Corona.
La revolución hizo a Carlos IV nombrar a Manuel Godoy como primer secretario. La unión entre Godoy y Carlos
IV duraría de por vida. La ejecución de Luis XVI precipitó la guerra con Francia. Tras algunos éxitos en el Rosellón, el
ejército francés atravesó los Pirineos y ocupó parte de Guipúzcoa y Cataluña. Receloso con la lealtad de estos últimos a la
Corona española, Godoy firmó la paz apresuradamente con Francia en el Tratado de Basilea a cambio de entregar la mitad
de la isla de Santo Domingo a los franceses y recuperar los territorios ocupados de este lado de los Pirineos. Inglaterra se
consideró traicionada por España por pactar la paz por separado con Francia y no dudó en atacar a los navíos españoles.
La coalición entre Francia y España por el tratado de San Ildefonso para rechazar al inglés duró hasta la firma de la paz en
el Tratado de Amiéns de 1802, que no impidió las inmediatas hostilidades de nuevo entre franceses e ingleses. España
manifestó su voluntad de neutralidad, pero no tenía capacidad para enfrentarse con Napoleón que exigió compensaciones
por dicha neutralidad. Los ingleses, preocupados por los vaivenes políticos de España, volvieron a atacar los barcos
españoles. La guerra contra Inglaterra se declaró de nuevo en 1804. Los efectos fueron desastrosos para España, con el
comercio de América bloqueado por la flota inglesa, la flota propia no renovada desde la muerte de Carlos III y con
graves problemas de suministros internos, unidos a epidemias y escasez.
La debilidad de la corona y sus ansias de poder permitieron una alianza con Napoleón para la conquista de
Portugal en 1807 (Guerra de Independencia Española). La entrada de las tropas francesas fue el fin del Antiguo Régimen
en España y el Motín de Aranjuez en el que todas las culpas del desastre español recaían contra Godoy selló ese final.
Carlos IV abdica en favor de Fernando VII, al que llamaban "el Deseado", pero buena parte del país está ocupado y el
futuro rey, invitado a Bayona por Napoleón, fue traicionado por éste en su deseo de ostentar la corona de España.
Napoleón obligó a Fernando a devolver la corona a su padre, el cual se la entregó a Napoleón, quien se la dio a su
hermano José, quien sería poco después, José I de España.
Durante la última mitad del siglo XVII, la economía de España había cambiado de forma trascendental,
iniciándose en estos años, un modelo que se prolongará hasta el siglo XX y que se caracteriza por el empuje de las zonas
periféricas del país frente a la anterior hegemonía castellana. Hacia 1700 se empiezan a marcar unas diferencias entre las
distintas áreas territoriales que explicarán el recorrido económico del país en el futuro.
Felipe V se enfrentó a la ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y
estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal. La llegada de la dinastía borbónica impuso una
profunda renovación de la administración hacendística con la creación de la Secretaría de Hacienda, que desplazó al
correspondiente Consejo.
A través de los Decretos de Nueva Planta, (Decreto de 1707 para Aragón y Valencia, de 1715 para Mallorca y de
1716 para Cataluña) se logró racionalizar la organización fiscal de la Corona de Aragón, se fracasó sin embargo al intentar
imponer la misma organización en Castilla, pues el proyecto de Única Contribución, aprobado en 1749, no sobrevivió a su
promotor, el marqués de la Ensenada. Se eliminaron las aduanas entre Castilla y el Reino de Aragón, con lo que
desaparecía un obstáculo importante para la creación de un mercado único, también desaparecieron los controles a
determinados precios, fundamentalmente el trigo (año 1765).
Desde el punto de vista de los ingresos, destaca el crecimiento de los ingresos provenientes de América y el
volumen de deuda pública sufrió una progresiva reducción que la transformó en una masa de escasa importancia.
La industria textil catalana del setecientos merece una atención singular por la magnitud de su desarrollo, por el
destacado papel que éste tuvo en la posterior industrialización de dicha región, que fue pionera en España y el indiscutible
liderago que el Principado ejerció en lindustrialización de los subsectores algodonero y lanero españoles.
Durante el reinado del rey Carlos III se fundaron una serie de industria de manufacturas de lujo, la de porcelanas
del Retiro, la Real Fábrica de Tapices, la Platería Martínez y la real fábrica de cristales, se liberalizó parcialmente el
comercio exterior, y desde 1778 totalmente el de América, suprimiendo la Casa de Contratación, permitiendo la creación
de compañías internacionales, según la tradición de Holanda y Francia y se abrieron nuevos puertos en la península y
América para el comercio.
Al estudiar los inicios de la industrialización en España y compararlos con la revolución industrial de Inglaterra,
se observa que los principales hechos que habían dado lugar a ésta, comenzaron en el último tercio del siglo XVIII, con
una acumulación primitiva de capitales que llevó a cambiar las estructuras agrarias existentes. Estos cambios generaron un
volumen de excedentes de productos alimenticios, el excedente por una parte, liberó mano de obra de la agricultura que
pudo dedicarse a las nuevas actividades productivas y por otra contribuyó a la mejora de las rentas agrarias, facilitando un
mercado interior para la propia producción industrial.
Si se trata de buscar una situación similar en España, entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, se
encuentra que la economía española, en su conjunto, presentaba una economía mercantilista en la que no se localizaban
los mecanismos de apropiación y acumulación propios del modelo capitalista. Los hechos principales que impedían este
desarrollo pueden sintetizarse en los siguientes:
La existencia de un mercado interior, reducido y fragmentado. El mercado español era según palabras del profesor
Fontana “una agregación de células rurales aisladas, con un tráfico insignificante entre ellas”. La razón fundamental de
compartimentación del mercado era la ausencia de medios de transporte que conectaran adecuadamente los distintos
mercados locales, el bajo nivel de la demanda venía motivado por la baja densidad de población española, en comparación
con los países vecinos y además con un nivel de renta de la población que se encontraba también muy por debajo de otros
países europeos como eran Francia e Inglaterra.
La presencia de una agricultura tradicional, de subsistencia con un fuerte componente de autoconsumo, que solo
intercambiaba escasos excedentes por productos procedentes de la pequeña industrial artesanal local.
La situación general del Estado, con un déficit presupuestario permanente, arrastrado desde que se puso término a
las remesas americanas de plata, que condicionaban la política económica, con masiva emisión de deuda pública y un
sistema tributario incapaz de generar ingresos suficientes, contribuyendo al denominado efecto expulsión de la economía
privada, y estrangulamiento de la misma, por parte del Estado, que se apropia de los pocos capitales disponibles e impide
el nacimiento de nuevos proyectos privados necesitados de recursos.
La ausencia de instituciones financieras adecuadas para impulsar el proceso de industrialización.
La excepción a toda esta situación fue Cataluña, solo allí se podían encontrar indicios de un proceso similar al
llevado a cabo en Inglaterra. En el caso catalán la producción agrícola desde principios del siglo XVII se vio encauzando
hacia la comercialización a través de una mayor intensificación y especialización de los cultivos, reforzado por la
existencia de una fuerte demanda exterior. A esto se añade una acumulación externa de capital originada por el comercio
colonial.
Otros factores de trascendencia en el retraso del proceso de industrialización en España son:
Un menor impulso de empresa en España, en comparación con otros países europeos como Inglaterra, Alemania y
Holanda.
El nivel de la tecnología y la educación en España eran reducidos, de manera que a título de ejemplo en 1874 el
nivel de analfabetos era un 54,2 por ciento en los hombres y un 74,4 por ciento en mujeres.
La situación descrita provocó que la industrialización española se produjera con retraso respecto al proceso
iniciado en Europa. Desde el comienzo del reinado de Isabel II, el proceso de industrialización se hizo más acelerado, ya
se destacó antes cómo la ausencia de capital suficiente en el interior había frenado hasta entonces la velocidad del proceso,
durante este periodo se fue supliendo la falta de capitales internos con la inversión procedente del exterior que jugó un
papel fundamental en el proceso y que no solo proporcionó los recursos financieros necesarios sino también los adelantos
técnicos ya extendidos por Europa que catalizaron el proceso industrializador.
Esta entrada del capital extranjero en la segunda mitad del siglo XIX se hizo masiva ante la debilidad e
impotencia de la naciente burguesía española, canalizándose fundamentalmente a través de las Sociedades de Crédito
Mobiliario y fue el que hizo posible entre otros, los proyectos de construcción del ferrocarril, la puesta en explotación de
recursos mineros y la explotación de servicios públicos urbanos.

La Ilustración española - época de las reformas. Fernando VI (hijo de Felipe V y de María Luisa de Saboya)
Inicio de un programa monárquico diseñado para poner fin a los excesos de la gobernación y a la corrupción. Al rey le
ayudan algunos ministros y consejeros dedicados al bien del Estado (José de Carvajal y Lancaster, Julio Ensenada,
Ricardo Wal). Se impone un régimen de austeridad y de legalidad, pero el país está irremediablemente empobrecido. Se
obtiene un estatuto de neutralidad militar con el que el rey esperaba ganar tiempo para reorganizar el Estado. Inicio de las
reformas. Fernando VI: óptimo príncipe y gobernador. Período de “modesta prosperidad y reposada economía”.
Carlos III (hijo de Felipe V y de Isabel Farnesio) – el rey reformador: “Fue el mejor y más inteligente de los
príncipes de la Casa de Borbón. De figura un poco rústica, con su larga y puntiaguda nariz y sus inteligentes ojos azules,
tenía una jeta que recordaba a Voltaire. Era un aficionado y protector de las artes, hombre de buen gusto, hecho en Italia,
y que había vivido mucho tiempo en medio de los museos y de los monumentos de arte antigua.”
Política externa: pone fin a los conflictos con los ingleses en torno a los territorios marítimos (la paz de
París). Los ingleses devuelven La Habana y Manila y ganan Florida y los territorios de Mississippi. Apoya a los colonos
de América del norte sublevados en contra de Inglaterra en 1764
Política interna: amplio proceso de reformas ilustradas con la ayuda de hombres de ciencia italianos y
franceses mal vistos por el pueblo. 1766 – el motín de Esquilache (Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache,
secretario del rey, ministro de Hacienda y ministro de Guerra. Reformas: organización de Montepío militar y del Colegio
de Artillería, el establecimiento de la Lotería nacional (la Beneficiata), la represión de la mendicidad, la reforma sanitaria
en la ciudad de Madrid.) Pedro Abarca, conde de Aranda, Capitán general y jefe del Consejo de Castilla. Dio leyes
encaminadas al desarrollo de la agricultura, de la industria, del comercio y de las artes, la construcción de magníficos
edificios públicos como el Palacio del Gobierno, la repoblación de Sierra Morena. Expulsó a los jesuitas en 1767. Otros
ministros reformistas: José Moniño, conde de Floridablanca (ministro de Estado, reformador de los transportes terrestres),
Pedro Rodríguez, conde de Campomanes, miembro de la Academia de la Historia y de la lengua, protector de la industria
y del comercio, reformó el servicio nacional de correos
Las reformas de Carlos III – pensadas en el espíritu de la Ilustración, como transformación desde arriba hacia
abajo de una sociedad primitiva e ignorante en una sociedad dominada por la racionalidad y por el concepto de bien
público (el despotismo ilustrado: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). Del afán real por la cultura quedan: la
creación de la Real Academia Española (de la Historia y de la Lengua), el Jardín Botánico, el Museo de Ciencias
Naturales (hoy el Museo del Prado), el Hospital general, la Aduana. Es el último rey de la monarquía centralizada y
absoluta española antes de la naciente era de las revoluciones y del estado constitucional moderno.
Siglo XVIII: caracterizado por: cambios institucionales que hacen que el acto político sea ejecutado por
profesionales de diversas orientaciones; las reformas que tienden a modernizar la sociedad y el acto de gobierno, poniendo
fin a la burocracia y corrupción del tiempo de los últimos Habsburgos, están mal comprendidas y mal recibidas por el
pueblo que manifiesta un conservadurismo radical, mientras que las clases altas parecen más proclives a la modernización
de la sociedad. Esto explicaría el relativo fracaso del proceso reformador y el inicio de los movimientos radicales y
revolucionarios en la historia del siguiente siglo.
La cultura del siglo XVIII
- La época de las reformas borbónicas constituye una de las tentativas más importantes de sincronización histórica
y cultural de España con las ideas europeas (cartesianismo, enciclopedismo, Ilustración). Sin embargo, frente al
“afrancesamiento” cultural de las élites, la resistencia de las masas al cambiamiento deja vislumbrarse una España
profunda, conservadora, sumida en la ignorancia y en el oscurantismo.
- El poder monárquico – definido como a”absolutismo de tipo borbónico”: el poder real absoluto se ejerce en base
al concepto de “razón de Estado” (despotismo ilustrado). Se limita la autonomía de las provincias y de los municipios
(sólo mantienen su autonomía las Vascongadas y Navarra), y el poder de los consejos de la Corona. Las secretarías de
Estado y los ministerios ganan poder y autoridad.
- La política absolutista de los Borbones y las ideas del enciclopedismo que pretende apoyar la educación de las
masas a raíz de unos conceptos racionales y laicos produce conflictos entre el rey y la autoridad papal. La monarquía
limita el poder de los tribunales eclesiásticos, el poder de la Inquisición y mantiene bajo control las posesiones y
privilegios de la Iglesia.
- Intensa preocupación por el desarrollo de la economía y de las actividades lucrativas. 1783 – Carlos III emite la
Ley Pragmática por la que todos los oficios son declarados honrados, su ejercitación siendo, por consiguiente, compatible
con cualquier rango social. 1789 – se reconoce la esclavitud como condición social, pero se prohíbe que los esclavos sean
marcados y se permiten los matrimonios entre esclavos. Medidas para fomentar la extensión de la clase burguesa y de la
educación económica de la sociedad
- creación de las escuelas técnicas y de los talleres para aprender varios oficios;
- creación de las Sociedades Económicas de los Amigos de la Patria en las que actúan economistas, sociólogos,
políticos como Jovellanos y Campomanes; creación de organismos para la reducción de la mendicidad y de la indigencia.
Enseñanza y ciencia:
- Aunque en España las ciencias no constituyen una auténtica preocupación y siguen siendo consideradas
peligrosas para la salvación del alma, la Iglesia misma combate, con los medios del enciclopedismo medieval, la
ignorancia, la superstición, los falsos milagros (el ejemplo de Fray Benito Jerónimo Feijoo, teólogo marcado por las ideas
del enciclopedismo: El teatro crítico universal o discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores
comunes)
- ofensiva en contra del analfabetismo en base a una reforma del sistema de la enseñanza pública: hacia 1806 se
intenta imponer la enseñanza primaria obligatoria (el ministro de Carlos IV, Manuel Godoy sienta las bases del Real
Instituto Militar Pestalozziano para la preparación con régimen militar de los maestros). Enseñanza media: colegios
jesuitas, Estudios de Gramática – para teólogos y humanistas; el seminario Real de Vergara, el Instituto Asturiano de
Gijón, los Estudios Reales de San Isidro de Madrid, - para varios oficios técnicos y artesanales. Enseñanza universitaria –
24 universidades (en comparación con 32 en el siglo anterior). Carlos III realiza la reforma universitaria que establece
programas universitarios generales y comunes para determinadas disciplinas. Los Colegios Mayores (institutos
universitarios para la élite aristocrática) – obligados a abrir sus puerta a los estudiantes pobres.
- se realizan progresos en el campo de las ciencias exactas: matemáticas y geografía (Jorge Juan) física y química
(Juan Salvá)
- Instituciones académicas: Real Academia de la Lengua, Real Academia de la Historia, Real Academia de Bellas
Artes y Real Academia de la Medicina.
Estas medidas – mal vistas por los tradicionalistas y exaltadas por los liberales. Desde el punto de vista político
se nota una polarización de la sociedad que se mantendrá hasta el siglo XX.
El reinado de Carlos IV de Borbón. La Guerra de Independencia
Carlos IV de Borbón (1788 – 1807) – hijo de Carlos III, de carácter sencillo, bondadoso y poco dotado
por el acto de gobierno; su época, caracterizadas por las intrigas de palacio, por la intervención de la reina María Luisa de
Parma en los asuntos políticos, (la “era de las mujeres”) desencadena el proceso conflictivo de la modernización de
España. La política española – completamente dependiente de Francia e Inglaterra.
El impacto de la Revolución francesa:- el fin de la era reformista e innovadora abierta por el rey Carlos III.
- la gobernación del conde de Floridablanca y del conde de Aranda – inicio de una nueva era dogmática y
conservadora en la política interna: imposición de la censura, las condenas por delitos políticos y de opinión, la
intervención de la Inquisición en la condena pública de los partidarios de las ideas revolucionarias; la persecución en
contra de los “afrancesados”.
o – en 1792 – se reconoce la República francesa.
o – la gobernación de Manuel Godoy (primer ministro a los 25 años) favorito de la reina; de condición
plebeya, poco instruido, pero hábil y sin escrúpulos. Se propone salvarle la vida a Luis XVI de Francia y
provoca la guerra con Francia (1793 – 1796). Se firma la paz a raíz de la que España formaba una alianza
ofensiva en contra de Inglaterra. La derrota naval de San Vicente frente al almirante Nelson. Derrotas en
las aguas del Mar Caribe (Trinidad). España pierde Santo Domingo a favor de Francia, pero rechaza los
ataques ingleses sobre Cádiz, El Ferrol y Tenerife.
o -1799– el Directorado de Napoleón: se inician entre Francia e Inglaterra negociaciones de paz en las que
España no toma parte. Francia obtiene el alejamiento de Godoy de la dignidad de primer –ministro, pero
éste conserva su influencia en la política de España.
o – 1801 – Godoy vuelve como jefe de gobierno, esta vez como instrumento de la política napoleónica:
firma de algunos tratados que sometían España a la voluntad de Napoleón.
 1801 – la guerra en contra de Portugal por la plaza de Olivenza que se convierte en dominio
personal de Godoy
 1805 – el Convenio de Alianza (pacto en contra de Inglaterra) – derrotas de las flotas hispano-
francesas en Finisterre y Trafalgar. Godoy llega a la dignidad de Generalísimo, de almirante y de
presidente del Consejo de Estado.
 Se pierde el Reino de Nápoles que pasa a José Bonaparte. España participa en el bloqueo naval en
contra de Inglaterra y en la campaña napoleónica de Alemania.
- 1807 – Godoy y Napoleón firman el Tratado de Fontainbleau- se decide la división de Portugal. Las tropas
francesas que pretendían dirigirse a Portugal ocupan el norte de Cataluña. La conspiración de Fernando, el
príncipe heredero; pide protección a Napoleón que había decidido ya destronar a Carlos IV. Empieza la marcha de
Murat sobre Madrid.
- 1808 – el Motín de Aranjuez – el rey le destituye a Godoy bajo la presión del pueblo amotinado. Cede la corona a
su hijo Fernando para salvarle la vida a Godoy.
o después de una breve resistencia en el norte, las tropas francesas ocupan la Península; 25 de marzo –
Murat llega a Madrid. El rey Fernando no se siente capaz de enfrentarse a Napoleón, tal como le piden los
españoles, pero quiere conservar la corona. Fernando decide ir a Burgos para recibir a Napoleón y
ponerse bajo su protección.
o – Napoleón le devuelve la corona a Carlos IV, pero éste firma la vergonzosa acta de abdicación en favor
de Napoleón. Carlos y Fernando abandonan España

La Guerra de la Independencia: 1808 - 1814:


o 1808:– el llamamiento del alcalde de Móstoles: “La patria está en peligro. Madrid perece, víctima de la
perfidia francesa. ¡Españoles, venid a salvarla!” – primera formulación de un ideal nacional de
independencia representado por la voluntad del pueblo.
– la resistencia del pueblo madrileño frente a las tropas de Murat que dirigía el Consejo de Regencia en la
ausencia de los reyes (los sangrientos día de 2 y 3 de Mayo); resistencia de ciudadanos, militares y civiles (el capitán
Velarde, el teniente Ruiz, Juan Malasaña, González Blanco, Clara Rey)- inicio de la Guerra de la Independencia –
levantamiento espontáneo, de la “España no oficial”
1808 - A petición de su hermano, José Bonaparte recibe la corona de España el 30 de junio, en Bayona, donde lo
reciben diputaciones de nobles, del Ejército, de la Inquisición, de la Hacienda y del Consejo de las Indias. Al pueblo
español se le pide desistir de la resistencia y reconocer al nuevo rey. A esta exhortación se unen los mensajes de Carlos
IV, de los infantes Fernando y Carlos.
Las tropas francesas ocupan toda la Península, excepto Cádiz, al cabo de la heroica resistencia de las ciudades de
Zaragoza (Palafox), Gerona (Álvarez de Castro), La Coruña (Moore). En toda España siguen luchando grupos de militares
ayudados por la guerrilla y por tropas inglesas. Napoleón se ve obligado a enviar a España a algunos de sus mejores
generales, como Ney, Saint-Cyr, Suchet, y a instalar a su hermano, José Bonaparte en el Palacio Real (1808).
A partir del gran éxito español de la batalla de Bailén (19 de julio de 1808), se organizan cuerpos regionales del
ejército. Los generales Palafox y Álvarez de Castro organizan la resistencia catalana que unirá sus fuerzas a las de los
guerrilleros y del duque de Wellington.
1810 – intento de Napoleón de ocupar Andalucía, con las ciudades de Granada y Sevilla, donde se había
trasladado el Gobierno español. La Junta se refugia a la isla de León; el organismo se disuelve y se crea el Supremo
Consejo de Regencia.
- ofensiva francesa hacia Galicia y Portugal. Los generales Castaños y Blake obtienen una victoria en
Albuera. Wellington ocupa el oeste de la Península, con Badajoz y Ciudad Rodrigo. Los franceses dominan el este
(Valencia y Aragón).
1812 - Wellington se retira para el invierno a Portugal para reorganizar las tropas. Tras las victorias de Los
Arapiles (1812) y de Vitoria (1813), Wellington expulsa a los franceses de la Península e invade Francia hasta Tolosa. En
la retirada, las tropas napoleónicas saquean las iglesias y los palacios llevándose sus obras de arte más valiosas, pero parte
del botín se pierde en Vitoria.
El reinado de José Bonaparte y las consecuencias de la Guerra de Independencia
1808- José B. expide dos decretos sobre las medidas de gobernación del Estado. El 29 de junio el nuevo
rey y los grandes de España juran en la Constitución de Bayona (que nunca llegó a ser efectiva);
- se instala en Madrid. Odiado por el pueblo, nota varias veces en las cartas dirigidas al emperador la dificultad de
su cargo.
- después de la batalla de Bailén, huye de Madrid; las tropas del emperador invaden España; Napoleón obtiene
una victoria en Somosierra (1809) y se instala en Chamartín; Durante un período de 9 meses Napoleón gobierna en
España: firma varios decretos que impone con la fuerza de las armas (destitución del Consejo de Regencia, supresión de la
Inquisición, destrucción de más de la tercera parte de los monasterios, derogación los derechos feudales y abolición de las
aduanas interiores)
1809 – la vuelta a Madrid de José I. Se organiza en Aranjuez el Gobierno español de la Resistencia dirigido por
una Junta Central de generales

Dinámica política en las zonas no ocupadas


- Aparición de varias formas locales de gobierno y juntas de defensa provinciales que organizan la resistencia,
reunidas en 1808 bajo el mando de la Junta Central (1809 – 1810, con el conde Floridablanca y Quintana a la
presidencia). En su interior se notan dos tendencias: los partidarios del antiguo régimen y los reformistas liberales.
Sustituida por el Consejo de Regencia (1810 – 1814)
Las Cortes reunidas en Cádiz deciden amplias transformaciones en la vida política a través de la Constitución del
Doce en la que prevalecen las ideas del grupo liberal (J. Muñoz Torrero, Juan Nicasio Gallegos, A. Argüelles, Martínez de
la Rosa, Meléndez Valdés y otros): el principio de la soberanía y autodeterminación de la Nación; la monarquía es
hereditaria y no absoluta; la división de los poderes; los derechos y deberes de los ciudadanos – garantizados por la ley; se
establece la libertad de imprenta; se suprimen los tormentos de los acusados; quedan abolidos la Inquisición, los
privilegios señoriales, las pruebas de nobleza y de sangre limpia para el ingreso en los Colegios militares.

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