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Hiperrealidad y simulacro

Planteamos que el punto de partida filosófico para abordar el fenómeno de la hiperrealidad es la


noción de simulacro.

Para Deleuze (1969) la noción de simulacro permite abandonar la idea, demasiado platónica, de
que existe una distinción entre un cierto Modelo o realidad original y una copia fiel a ese modelo,
como su representación, que a pesar de pretender ser fiel al modelo, de todas maneras posee
menos realidad que este último. Para Deleuze, en cambio, la distinción que realmente importa no
es la que hay entre modelo y copia, sino que la que hay entre copia y simulacro. Aquí es el puro
devenir, lo ilimitado, lo que es materia del simulacro, justamente en tanto que esquiva la acción
del modelo (la Idea platónica), y en tanto que contrarresta a la vez el modelo y la copia.

Virtualidad

Deleuze (1968), en la que se considera su obra principal, Diferencia y Repetición, intenta


desarrollar una metafísica que se adecué a la matemática y la ciencia contemporánea. Metafísica
en la que el concepto de multiplicidad viene a reemplazar la noción tradicional de substancia, así
como la noción de acontecimiento reemplaza a la de esencia y, finalmente, la de virtualidad
reemplaza a la noción de posibilidad. Si bien el primer momento en que Deleuze desarrolla de
manera cabal los conceptos de virtualidad y multiplicidad es en El Bergsonismo.

El tema de la actualización del deseo y sus implicancias políticas:

Materialidad

La materialidad que nos interesa es la que tiene el poder de componerse en agenciamientos


funcionales, a veces con un grado alto de imprevisibilidad que casi podríamos llamar “grado de
libertad” o inclusive constituirse como una respuesta inteligente más que una reacción mecánica.
Es “materia-movimiento, materia-energía, materia-flujo” (Deleuze & Guattari, 1980, p. 507) y
expresa “un vitalismo material que, sin duda, existe por todos lados, pero que ordinariamente
oculto o recubierto, vuelto irreconocible, disociado por el modelo hilemórfico” (Op. Cit., p. 512).

Aquí la relación con la corporeidad está dada por lo que entendemos por “encarnación”, pero que
también puede ser tomado en el sentido etimológico de “incorporación”. Ambos términos
apuntando a “tomar” o a “asumir en el cuerpo”, lo que a nivel de la existencia humana denota,
según nuestra apreciación, una práctica compleja de ingestión o internalización espiritual o
psicológica.

Velocidades

Sostenemos que una obra de arte no tiene sujeto ni objeto, sino que está hecha de “materias
diversamente formadas, de fechas y velocidades muy diferentes” (Deleuze & Guattari, 1980).

Objetos y sujetos de consumo


Para Baudrillard (1969) un análisis de la lógica social que regula las prácticas en relación a los
objetos según diversas clases o categorías no puede ser sino al mismo tiempo un análisis crítico de
lo que él llama “ideología de consumo”, la cual subtiende hoy en día toda práctica relativa a los
objetos. Así, el sujeto consumidor vive como libertad o como aspiración, como elección las
conductas que lo distinguen, cuando en realidad constituyen una “obligación a la diferenciación”,
es decir, es obediencia a un cierto código que opera en la sociedad contemporánea (Baudrillard,
1970).

Fetichismo de la mercancía

Sloterdijk (2013) dice en una entrevista que el origen de la palabra fetiche remite a unas estatuillas
africanas involucradas en un ritual que apuntaba a “dotar a esas figuras de alma”.

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