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Para Deleuze (1969) la noción de simulacro permite abandonar la idea, demasiado platónica, de
que existe una distinción entre un cierto Modelo o realidad original y una copia fiel a ese modelo,
como su representación, que a pesar de pretender ser fiel al modelo, de todas maneras posee
menos realidad que este último. Para Deleuze, en cambio, la distinción que realmente importa no
es la que hay entre modelo y copia, sino que la que hay entre copia y simulacro. Aquí es el puro
devenir, lo ilimitado, lo que es materia del simulacro, justamente en tanto que esquiva la acción
del modelo (la Idea platónica), y en tanto que contrarresta a la vez el modelo y la copia.
Virtualidad
Materialidad
Aquí la relación con la corporeidad está dada por lo que entendemos por “encarnación”, pero que
también puede ser tomado en el sentido etimológico de “incorporación”. Ambos términos
apuntando a “tomar” o a “asumir en el cuerpo”, lo que a nivel de la existencia humana denota,
según nuestra apreciación, una práctica compleja de ingestión o internalización espiritual o
psicológica.
Velocidades
Sostenemos que una obra de arte no tiene sujeto ni objeto, sino que está hecha de “materias
diversamente formadas, de fechas y velocidades muy diferentes” (Deleuze & Guattari, 1980).
Fetichismo de la mercancía
Sloterdijk (2013) dice en una entrevista que el origen de la palabra fetiche remite a unas estatuillas
africanas involucradas en un ritual que apuntaba a “dotar a esas figuras de alma”.