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del hombre, que existe en el tiempo, para cobrar una existencia aún más
real. Si se examinan los textos a que me he venido refiriendo, se perci
birá cada vez con mayor certeza que tanto Chichén como Roma existen
ya en el plano de la eternidad, mientras los troyanos y los itzaes las
buscan, y que, no obstante, solicitan la acción de éstos en el tiempo
para confirmarse.
Mírese, si no, el texto ya citado del libro de Chilam Balam, en donde
se aclara que los itzaes, al nombrar los pueblos y los pozos, no hacían
otra cosa que ratificar el orden establecido por Dios en la tierra. Y que
tal ratificación la hacían obedeciendo el mandato de Dios. Así pues,
Dios mandaba que los hombres ratificaran, con su acción en el tiempo,
lo que él tenía edificado perpetuamente en el nivel de la eternidad.
En la Eneida esta situación es, si cabe, más evidente todavía. Podrían
señalarse muchos ejemplos; pero uno me parece suficiente para probarlo.
En el libro I, mientras Eneas y los suyos recobran sus fuerzas en las pla
yas de Cartago, a donde los echó la tempestad levantada por instigacio
nes de Juno; esto es, cuando todavía tienen que recorrer para llegar a
Italia los más graves peligros del viaje, entre ellos el del ingreso en el
país de la muerte; mientras Eneas y los suyos, pues, se recobran cerca de
Cartago, Venus pregunta por el futuro de su hijo, a quien se había ofre
cido que su descendencia tendría el mar y las tierras con entero poder.
Y Júpiter, llamando desde muy lejos lo establecido por los hados en la
eternidad, le hace ver cómo Roma, en siglos que han de transcurrir en
el tiempo, se encuentra ya establecida. Una vez asentado Eneas en Ita
lia, habrá de reinar tres años, y treinta habrá de reinar Julo su hijo y
trescientos sus descendientes, y luego la sacerdotisa Ilia habrá de parir
dos hijos de Marte, Rómulo y Remo, el primero de los cuales reunirá
a la gente, y te dará el nombre de romanos dentro de las murallas que
ha de fundar. Y los romanos serán dueños de todo,sin límites de espacio
o de tiempo. "Nacerá César, del hermoso origen troyano, / que acabará
en el océano su imperio, en los astros su fama. / . . .Allí, ásperos siglos
se ablandarán, depuestas las guerras; / la cana Fe y Vesta, Quirino con
Remo su hermano, / darán leyes; se cerrarán, crueles, con hierro y estre
chas / trabas, las puertas de la Guerra; dentro, el furor despiadado /
atado a su espalda, bramará hórrido con boca sangrienta". (I, 286-296).
Así pues, en tanto que Eneas se dirige todavía a la tierra en que Ro
ma habrá de alzarse en el tiempo, y que sólo le será accesible después
de vencer inmensos trabajos, Júpiter habla de una Roma levantada y
firme en la eternidad, que solamente requiere la acción del héroe para
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"Mira. Uno imix es el día en que esto fue dicho entre los itzaes:
¿Vinieron o estaban?
"¡Oculto está en la tierra; oculto! Este era su grito: ¡Oculto, oculto!
"Esto también lo sabían los dispersados.
"Esto también gritaban en el día primero. Poderoso día fue, y otra
vez la gran oscuridad, cuando vinieron.
"¡Estaban, estaban, estaban! ¿Vinieron o estaban.^
"¿Existe, acaso, alguien que liaya despertado?
"Con fuerza dicen por segunda vez: ¡Estaban!
"Por tercera vez, el lamento: En el día de dios eran ya pobladores;
eran ya pobladores.
"Decían: No vinieron a Chichén los itzaes.
"¿Vinieron o estaban?
"Tres veces dicen así, en su día:
"Mira: ¿Soy alguien yo? Preguntan en el interior del hombre.
"¿Soy acaso el que soy? ¡Ay dolor!
"¿Soy alguien yo? Preguntan en medio de la tierra.
"Tú has de comprender. Yo fui creado de noche. ¿Acaso, pues, naci
mos? Éramos los acompañantes de Miscit Ahau.
"Vendrá un término al mal.
"Esto es lo que recordé con mi canto.
..."¿Vinieron o estaban? ¡Ay dolor!
"Este es todo el canto. El acabado elogio del señor dios".
Vayamos ahora, en medio del misterio encubierto por la transparen
cia de las palabras, a buscar una guía que nos dirija hacia un principio
de comprensión; contemplemos cómo, entre las preguntas hechas y las
respuestas planteadas, se va iluminando el oriente de un conocimiento
profundo, que trata de hacerse inequívoco incluso para quienes lo ig
noramos todo.
Hablando los itzaes de su propia presencia en la ciudad de Chichén,
dejan salir de su corazón esta voz: "¿Vinieron o estaban?" Y ¿cuál
puede ser el sentido de la pregunta, si no que aquellos que la formulan
ponen duda en el hecho de su arribo a la ciudad, porque saben de alguna
manera que, desde antes, estaban poblándola ya? Y la primera contesta
ción que encuentran es un grito cuatro veces repetido: "¡Está oculto en
la tierra!" Es decir que el conocimiento, en cuya búsqueda indagan, está
enterrado, sembrado como una semilla que a su tiempo habrá de reve
larse en tronco indestructible, y en ramas robustas y variadas y en follaje
múltiple y protector y en lujo de flores y frutos cargados.
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