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Introducción
En términos generales se tiene muy asumido que la naturaleza humana busca una
continua superación. Tan es así que los procesos de satisfacción de las necesidades
están continuamente abiertos, connotados de un subjetivismo que viene marcado
por la permanente emergencia de valores culturales en cada contexto y estadio de la
evolución social, de tal forma que la satisfacción de una necesidad se viene a
considerar como un punto de partida para acometer nuevas necesidades --aunque
quizá, como veremos más adelante, más que de nuevas necesidades habría que
hablar mejor de satisfactores, aspiraciones y deseos--. Deben, por tanto,
considerarse en todo momento las transformaciones culturales, los cambios sociales
y los nuevos valores que conllevan, pero además éstos no sólo se construyen tras la
confirmación de nuevos retos, sino que también se construyen a partir de nuevos
problemas que las externalidades del propio sistema social va generando.
Persisten, por lo tanto, las necesidades de siempre, pero aparecen otras nuevas
formas sociales. En realidad nuevas condiciones surgidas del cambio social que son
recurrentes respecto de las necesidades, es decir, más que generar nuevas
necesidades, las reproducen. Se establecen nuevos escenarios donde se precisan
muy distintas maneras de satisfacer las necesidades humanas. En las sociedades
desarrolladas las nuevas manifestaciones como la complejización de los ciclos
familiares, la tendencia al envejecimiento poblacional, la incorporación de la mujer
al trabajo, la inmigración de extranjeros, la crisis estructural del empleo, la crisis
del modelo educativo, la crisis urbana, la crisis ambiental, la crisis de los modelos
políticos, etc. son fenómenos que se suceden con rapidez y que implican la
necesidad de crear y reconvertir estrategias institucionales y asistenciales. Pero
también nuevos valores sociales y formas de vida --que cada vez más se expresan
de forma activa por los nuevos movimientos sociales y múltiples iniciativas
ciudadanas-- y que derivan en gran medida de esos fenómenos, precisan de nuevas
formas de uso, de gestión de los recursos y de entendimiento de lo público.
Para desentrañar lo confuso que resulta establecer una concreción de lo que son las
necesidades en ese proceso dinámico que se expresa en el cambio social
procederíamos con algunas preguntas: ¿son necesidades todo lo que referenciamos
como necesidades? ¿Son diferentes las necesidades de ahora con respecto a las del
pasado, y serán diferentes con respecto a las del futuro? ¿Existen categorías de
necesidades?, y si así fuese, ¿son unas necesidades más elevadas que otras?
¿Quiénes son los que definen las necesidades (o deben), quienes ejecutan la
satisfacción de las necesidades (o deben)? ¿Hay distintos medios para lograr la
satisfacción de una necesidad? ¿Podríamos denominar necesidad a actos que van
contra esa necesidad, u otras necesidades, de otros individuos, en otros lugares o en
otros momentos? ¿Debería haber unos valores éticos y universales en la
satisfacción de las necesidades? Un autor como TONI DOMENECH (1985: 91), en
apretada síntesis, responde a esas preguntas: «La moderna cultura burguesa ha
despertado necesidades autodestructivas, incompatibles con la supervivencia de la
especie --por motivos elementalmente ecológicos-- en un futuro nada remoto y con
la justicia y la igualdad en el lacerante presente. Y lo que no es preocupante, ha
arruinado la capacidad de los individuos para conocerse a sí mismos, para controlar
sus deseos y formar buena parte de sus necesidades...».
Eso que bajo la inercia de la conducta llamamos nuevas necesidades son muchas
veces revelaciones del deterioro social y ambiental de nuestro mundo, de la
mayor complicación y de la menor complejidad. Esas nuevas necesidades, no son
tales, son en todo caso nuevas expresiones del cómo satisfacer las necesidades
humanas. Partimos de la idea de que las necesidades, aunque diversas, son
interdependientes (sinérgicas), no así los satisfactores, las aspiraciones o las
preferencias que se encuentran más circunscritos a estadios socio-culturales, a su
vez determinados por estructuras económicas. Apuntamos, por tanto, una primera
distinción entre necesidades y deseos, y también la oportunidad de un cierto sentido
de las necesidades humanas orientado a la equidad y la reciprocidad. Queremos
descender un escalón buscando el sentido de lo complejo en las necesidades,
aspecto básico para el cometido de nuestra investigación, y para ello debemos
sumergirnos en el dilema de las necesidades: ¿son universales o son relativas? ¿Son
subjetivas, pueden objetivizarse? ¿Se satisfacen desde estrategias de Estado, o de
Mercado? ¿Se satisfacen desde una escala macro, o desde una escala micro? La
falta de acuerdo en un sentido teórico determinado nos obliga a aproximarnos a
distintas perspectivas cuyo objeto de atención han sido las necesidades. Reflejamos
una aproximación preliminar, pero esclarecedora, de aquellos autores que han
tenido la intención de establecer categorías de necesidades, para posteriormente
disponer las perspectivas más influyentes en ese debate controvertido del sentido de
las necesidades.
Principales aproximaciones a la Teoría de las Necesidades
Las distintas perspectivas que se sumergen en la teoría de las necesidades son casi
tan diversas como las perspectivas sociales. Cada una de ellas puede contemplar
derivaciones, desviaciones, matizaciones, en definitiva, distintos enfoques dentro
de cada una de las perspectivas, incluso la conectividad entre las distintas
perspectivas se produce con facilidad. No se trata aquí de afinar en cada uno de
esos enfoques, más bien, nos interesa establecer aquellos trazos gruesos que nos
aporten una base para el objeto del presente trabajo. Si bien, antes de desarrollar las
distintas perspectivas parece pertinente hacer una primera aproximación de lo que
han sido las principales maneras de clasificar los tipos de necesidades.
Las necesidades según HELLER (1981: 148) «se refieren siempre a valores. Y son
definibles sólo a partir de valores». Para HELLER (1980: 38) «sólo podemos
considerar como necesidades aquéllas de las cuales somos conscientes», hay
valores negativos (necesidades malas) que hay que superar, y valores positivos
(necesidades buenas) que hay que alcanzar. Se constituye, por tanto, una jerarquía
de necesidades siempre relativas, ya que las necesidades universales
se deben conseguir, pero sólo se pueden lograr tras una transformación
revolucionaria del sistema capitalista. Las necesidades radicales cuya satisfacción
conforma un definitivo estadio histórico, comportan una reestructuración universal
de las necesidades y de los valores de un sistema en el que predominan las
necesidades alienadas. Las necesidades radicales se expresan en términos de
liberación como: la liberación del trabajo, la democratización de las instituciones,
la mayor participación de los sujetos en las estructuras políticas y sociales.
Los satisfactores (medios para satisfacer las necesidades) son, por tanto, lo
que varía en función del contexto cultural. Son el aspecto histórico de las
necesidades. MAX-NEEF propone para fines analíticos cinco tipos de
satisfactores:
1. Los violadores o destructores. Al ser aplicados con la intención de
satisfacer una determinada necesidad (protección), terminan afectando
negativamente a la satisfacción de esa necesidad en otros sujetos, y a
la satisfacción de otras necesidades.
2. Pseudo-satisfactores. Estimulan una falsa sensación de satisfacción de
una necesidad determinada.
3. Inhibidores. Sobresatisfacen una necesidad determinada dificultando
seriamente la posibilidad de satisfacer otras necesidades.
4. Singulares. Se dirigen a la satisfacción de una sola necesidad, siendo
neutros respecto de la satisfacción de otras necesidades.
5. Sinérgicos. Por la forma en que satisfacen una necesidad determinada,
estimulan y contribuyen a la satisfacción simultánea de otras
necesidades.
Esa lectura del utilitarismo radical incide en que las necesidades no son producidas
socialmente, sino individualmente según la capacidad de consumo de cada uno.
Como expresa NAREDO (1987: 65) «Las construcciones utilitaristas apoyaron el
desplazamiento que se produjo en la ideología global del homo ludens por el homo
economicus al considerar el consumo en términos monetarios e identificarlo
engañosamente con la satisfacción de necesidades y al bienestar de los individuos,
encubriendo la pérdida de contenido que sufre tal identidad a medida que proliferan
el fetichismo del consumo y las reacciones desviadas de comportamiento...». Desde
esos postulados se construye una paradójica consecuencia: las necesidades son
subjetivas y sólo se pueden objetivizar considerándolas como demandas
(CULYER (1976), y NEVITT (1977)). Son los propios sujetos, individualmente, los
que deciden qué es lo que necesitan, es decir, las demandas se construyen a partir
de las preferencias y deseos individuales, pero que sólo el mercado es capaz de
regular estimulándolas. La soberanía privada, el consumo privado y la propiedad
privada serán el objetivo básico, y la competitividad el medio --bajo una supuesta
igualdad de acceso a las oportunidades--.
... su menesterosidad (la del individuo) crece cuando el poder del dinero aumenta.
La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía
Política y la única que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su
única propiedad importante. Así como él reduce todo su ser a su abstracción, así
se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso
son su verdadera medida... Incluso subjetivamente esto se muestra, en parte, en el
hecho de que el aumento de la producción y de las necesidades se convierte en el
esclavoingenioso y siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados,
antinaturales e imaginarios. La propiedad privada no sabe hacer de la necesidad
bruta necesidad humana; su idealismo es lafantasía, la arbitrariedad, el antojo.
MARX, 1979:157
Desde esta perspectiva el investigador adopta una función de compromiso con los
colectivos sociales que estudia, cuestionando la tradicional ruptura entre técnicos y
usuarios, considerado como un acto de dominación de los especialistas sobre los
demás. Los agentes humanos son competentes en cuanto al conocimiento
de su sociedad y sólo ellos saben realmente cuáles son sus necesidades. La
metodología del investigador será aportar la racionalización y organización
reflexiva de los comportamientos sociales, el papel del investigador puede llegar a
consistir en implicar a los propios afectados en el descubrimiento y definición de
las necesidades, ya que desde la propia subjetividad de las necesidades, y según el
tipo de interacción --más o menos distanciada-- del técnico con los usuarios, las
necesidades se manifestarán de una forma o de otra.
Ese análisis nos permite recoger y relacionar aquellos aspectos y variables de las
teorías de las necesidades que nos son útiles para abordar otras dimensiones de la
complejidad en las cuales nos interesa adentrarnos. En este momento nuestra labor
consistirá fundamentalmente en la construcción de las relaciones entre aquellos
aspectos que nos sirven para conectar la idea de necesidades con la idea de Calidad
de Vida.
Ese es nuestro objeto de estudio en este trabajo y ese es nuestro afán por demostrar
cómo las necesidades son objetivas cuando las objetivizan los propios sujetos a
través de procesos de participación activa, y son subjetivizadas cuando quedan
fuera de su control, cuando son normativizadas por élites políticas y administrativas
separadas de los individuos y/o inducidas por los mecanismos del mercado.
«De la existencia de estos límites --señala SEMPERE (1988: 51)-- puede resultar un
cambio en el sistema de necesidades, única garantía de supervivencia civilizada de
la especie humana; pero sólo a condición de que la intervención consciente de los
protagonistas enderece las cosas». De aquí surge el interrogante, pero ¿cómo
procurar que la cosmología social occidental --que denominaba GALTUNG--
rectifique unas estrategias que encaminadas a un desarrollo ilimitado, se basan en la
creación de satisfactores limitativos de las necesidades? Tres principios se pueden
contraponer a los tres limites del «sistema de necesidades dominante»: Equidad-
solidaridad, Sostenibilidad-moderación y Participación social-cooperación.
Desde el principio de equidad se trata de crear «las condiciones objetivas para que
los hombres puedan preferir, saber y ser en vez de poseer» (BARHO, 1979: 325). Se
plantea una dimensión ética de las necesidades básicas que considerándolas
legítimas para todos los humanos (universales) las hace extensibles a todos ellos. El
reconocimiento de las necesidades de otras existencias humanas (alteridad) remite a
una solidaridad sincrónica.
Hay tres variables clave, o tres momentos, que señalan los niveles de autonomía y
que en conjunto nos permiten determinar la optimización de ésta:
En resumen, interesa retener, desde las nuevas teorías del desarrollo y desde la
teoría de las necesidades, algunos aspectos que aparecen como básicos para la
maduración del presente trabajo, pero que también nos permiten introducirnos en
otras dimensiones en la escala de proposiciones complejas que pretendemos, y de
forma específica nos da paso al concepto de Calidad de Vida.
Notas
Introducción
En términos generales se tiene muy asumido que la naturaleza humana busca una
continua superación. Tan es así que los procesos de satisfacción de las necesidades
están continuamente abiertos, connotados de un subjetivismo que viene marcado
por la permanente emergencia de valores culturales en cada contexto y estadio de la
evolución social, de tal forma que la satisfacción de una necesidad se viene a
considerar como un punto de partida para acometer nuevas necesidades --aunque
quizá, como veremos más adelante, más que de nuevas necesidades habría que
hablar mejor de satisfactores, aspiraciones y deseos--. Deben, por tanto,
considerarse en todo momento las transformaciones culturales, los cambios sociales
y los nuevos valores que conllevan, pero además éstos no sólo se construyen tras la
confirmación de nuevos retos, sino que también se construyen a partir de nuevos
problemas que las externalidades del propio sistema social va generando.
Persisten, por lo tanto, las necesidades de siempre, pero aparecen otras nuevas
formas sociales. En realidad nuevas condiciones surgidas del cambio social que son
recurrentes respecto de las necesidades, es decir, más que generar nuevas
necesidades, las reproducen. Se establecen nuevos escenarios donde se precisan
muy distintas maneras de satisfacer las necesidades humanas. En las sociedades
desarrolladas las nuevas manifestaciones como la complejización de los ciclos
familiares, la tendencia al envejecimiento poblacional, la incorporación de la mujer
al trabajo, la inmigración de extranjeros, la crisis estructural del empleo, la crisis
del modelo educativo, la crisis urbana, la crisis ambiental, la crisis de los modelos
políticos, etc. son fenómenos que se suceden con rapidez y que implican la
necesidad de crear y reconvertir estrategias institucionales y asistenciales. Pero
también nuevos valores sociales y formas de vida --que cada vez más se expresan
de forma activa por los nuevos movimientos sociales y múltiples iniciativas
ciudadanas-- y que derivan en gran medida de esos fenómenos, precisan de nuevas
formas de uso, de gestión de los recursos y de entendimiento de lo público.
Para desentrañar lo confuso que resulta establecer una concreción de lo que son las
necesidades en ese proceso dinámico que se expresa en el cambio social
procederíamos con algunas preguntas: ¿son necesidades todo lo que referenciamos
como necesidades? ¿Son diferentes las necesidades de ahora con respecto a las del
pasado, y serán diferentes con respecto a las del futuro? ¿Existen categorías de
necesidades?, y si así fuese, ¿son unas necesidades más elevadas que otras?
¿Quiénes son los que definen las necesidades (o deben), quienes ejecutan la
satisfacción de las necesidades (o deben)? ¿Hay distintos medios para lograr la
satisfacción de una necesidad? ¿Podríamos denominar necesidad a actos que van
contra esa necesidad, u otras necesidades, de otros individuos, en otros lugares o en
otros momentos? ¿Debería haber unos valores éticos y universales en la
satisfacción de las necesidades? Un autor como TONI DOMENECH (1985: 91), en
apretada síntesis, responde a esas preguntas: «La moderna cultura burguesa ha
despertado necesidades autodestructivas, incompatibles con la supervivencia de la
especie --por motivos elementalmente ecológicos-- en un futuro nada remoto y con
la justicia y la igualdad en el lacerante presente. Y lo que no es preocupante, ha
arruinado la capacidad de los individuos para conocerse a sí mismos, para controlar
sus deseos y formar buena parte de sus necesidades...».
Eso que bajo la inercia de la conducta llamamos nuevas necesidades son muchas
veces revelaciones del deterioro social y ambiental de nuestro mundo, de la
mayor complicación y de la menor complejidad. Esas nuevas necesidades, no son
tales, son en todo caso nuevas expresiones del cómo satisfacer las necesidades
humanas. Partimos de la idea de que las necesidades, aunque diversas, son
interdependientes (sinérgicas), no así los satisfactores, las aspiraciones o las
preferencias que se encuentran más circunscritos a estadios socio-culturales, a su
vez determinados por estructuras económicas. Apuntamos, por tanto, una primera
distinción entre necesidades y deseos, y también la oportunidad de un cierto sentido
de las necesidades humanas orientado a la equidad y la reciprocidad. Queremos
descender un escalón buscando el sentido de lo complejo en las necesidades,
aspecto básico para el cometido de nuestra investigación, y para ello debemos
sumergirnos en el dilema de las necesidades: ¿son universales o son relativas? ¿Son
subjetivas, pueden objetivizarse? ¿Se satisfacen desde estrategias de Estado, o de
Mercado? ¿Se satisfacen desde una escala macro, o desde una escala micro? La
falta de acuerdo en un sentido teórico determinado nos obliga a aproximarnos a
distintas perspectivas cuyo objeto de atención han sido las necesidades. Reflejamos
una aproximación preliminar, pero esclarecedora, de aquellos autores que han
tenido la intención de establecer categorías de necesidades, para posteriormente
disponer las perspectivas más influyentes en ese debate controvertido del sentido de
las necesidades.
Principales aproximaciones a la Teoría de las Necesidades
Las distintas perspectivas que se sumergen en la teoría de las necesidades son casi
tan diversas como las perspectivas sociales. Cada una de ellas puede contemplar
derivaciones, desviaciones, matizaciones, en definitiva, distintos enfoques dentro
de cada una de las perspectivas, incluso la conectividad entre las distintas
perspectivas se produce con facilidad. No se trata aquí de afinar en cada uno de
esos enfoques, más bien, nos interesa establecer aquellos trazos gruesos que nos
aporten una base para el objeto del presente trabajo. Si bien, antes de desarrollar las
distintas perspectivas parece pertinente hacer una primera aproximación de lo que
han sido las principales maneras de clasificar los tipos de necesidades.
Las necesidades según HELLER (1981: 148) «se refieren siempre a valores. Y son
definibles sólo a partir de valores». Para HELLER (1980: 38) «sólo podemos
considerar como necesidades aquéllas de las cuales somos conscientes», hay
valores negativos (necesidades malas) que hay que superar, y valores positivos
(necesidades buenas) que hay que alcanzar. Se constituye, por tanto, una jerarquía
de necesidades siempre relativas, ya que las necesidades universales
se deben conseguir, pero sólo se pueden lograr tras una transformación
revolucionaria del sistema capitalista. Las necesidades radicales cuya satisfacción
conforma un definitivo estadio histórico, comportan una reestructuración universal
de las necesidades y de los valores de un sistema en el que predominan las
necesidades alienadas. Las necesidades radicales se expresan en términos de
liberación como: la liberación del trabajo, la democratización de las instituciones,
la mayor participación de los sujetos en las estructuras políticas y sociales.
Los satisfactores (medios para satisfacer las necesidades) son, por tanto, lo
que varía en función del contexto cultural. Son el aspecto histórico de las
necesidades. MAX-NEEF propone para fines analíticos cinco tipos de
satisfactores:
1. Los violadores o destructores. Al ser aplicados con la intención de
satisfacer una determinada necesidad (protección), terminan afectando
negativamente a la satisfacción de esa necesidad en otros sujetos, y a
la satisfacción de otras necesidades.
2. Pseudo-satisfactores. Estimulan una falsa sensación de satisfacción de
una necesidad determinada.
3. Inhibidores. Sobresatisfacen una necesidad determinada dificultando
seriamente la posibilidad de satisfacer otras necesidades.
4. Singulares. Se dirigen a la satisfacción de una sola necesidad, siendo
neutros respecto de la satisfacción de otras necesidades.
5. Sinérgicos. Por la forma en que satisfacen una necesidad determinada,
estimulan y contribuyen a la satisfacción simultánea de otras
necesidades.
Esa lectura del utilitarismo radical incide en que las necesidades no son producidas
socialmente, sino individualmente según la capacidad de consumo de cada uno.
Como expresa NAREDO (1987: 65) «Las construcciones utilitaristas apoyaron el
desplazamiento que se produjo en la ideología global del homo ludens por el homo
economicus al considerar el consumo en términos monetarios e identificarlo
engañosamente con la satisfacción de necesidades y al bienestar de los individuos,
encubriendo la pérdida de contenido que sufre tal identidad a medida que proliferan
el fetichismo del consumo y las reacciones desviadas de comportamiento...». Desde
esos postulados se construye una paradójica consecuencia: las necesidades son
subjetivas y sólo se pueden objetivizar considerándolas como demandas
(CULYER (1976), y NEVITT (1977)). Son los propios sujetos, individualmente, los
que deciden qué es lo que necesitan, es decir, las demandas se construyen a partir
de las preferencias y deseos individuales, pero que sólo el mercado es capaz de
regular estimulándolas. La soberanía privada, el consumo privado y la propiedad
privada serán el objetivo básico, y la competitividad el medio --bajo una supuesta
igualdad de acceso a las oportunidades--.
... su menesterosidad (la del individuo) crece cuando el poder del dinero aumenta.
La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía
Política y la única que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su
única propiedad importante. Así como él reduce todo su ser a su abstracción, así
se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso
son su verdadera medida... Incluso subjetivamente esto se muestra, en parte, en el
hecho de que el aumento de la producción y de las necesidades se convierte en el
esclavoingenioso y siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados,
antinaturales e imaginarios. La propiedad privada no sabe hacer de la necesidad
bruta necesidad humana; su idealismo es lafantasía, la arbitrariedad, el antojo.
MARX, 1979:157
Desde esta perspectiva el investigador adopta una función de compromiso con los
colectivos sociales que estudia, cuestionando la tradicional ruptura entre técnicos y
usuarios, considerado como un acto de dominación de los especialistas sobre los
demás. Los agentes humanos son competentes en cuanto al conocimiento
de su sociedad y sólo ellos saben realmente cuáles son sus necesidades. La
metodología del investigador será aportar la racionalización y organización
reflexiva de los comportamientos sociales, el papel del investigador puede llegar a
consistir en implicar a los propios afectados en el descubrimiento y definición de
las necesidades, ya que desde la propia subjetividad de las necesidades, y según el
tipo de interacción --más o menos distanciada-- del técnico con los usuarios, las
necesidades se manifestarán de una forma o de otra.
Ese análisis nos permite recoger y relacionar aquellos aspectos y variables de las
teorías de las necesidades que nos son útiles para abordar otras dimensiones de la
complejidad en las cuales nos interesa adentrarnos. En este momento nuestra labor
consistirá fundamentalmente en la construcción de las relaciones entre aquellos
aspectos que nos sirven para conectar la idea de necesidades con la idea de Calidad
de Vida.
Ese es nuestro objeto de estudio en este trabajo y ese es nuestro afán por demostrar
cómo las necesidades son objetivas cuando las objetivizan los propios sujetos a
través de procesos de participación activa, y son subjetivizadas cuando quedan
fuera de su control, cuando son normativizadas por élites políticas y administrativas
separadas de los individuos y/o inducidas por los mecanismos del mercado.
«De la existencia de estos límites --señala SEMPERE (1988: 51)-- puede resultar un
cambio en el sistema de necesidades, única garantía de supervivencia civilizada de
la especie humana; pero sólo a condición de que la intervención consciente de los
protagonistas enderece las cosas». De aquí surge el interrogante, pero ¿cómo
procurar que la cosmología social occidental --que denominaba GALTUNG--
rectifique unas estrategias que encaminadas a un desarrollo ilimitado, se basan en la
creación de satisfactores limitativos de las necesidades? Tres principios se pueden
contraponer a los tres limites del «sistema de necesidades dominante»: Equidad-
solidaridad, Sostenibilidad-moderación y Participación social-cooperación.
Desde el principio de equidad se trata de crear «las condiciones objetivas para que
los hombres puedan preferir, saber y ser en vez de poseer» (BARHO, 1979: 325). Se
plantea una dimensión ética de las necesidades básicas que considerándolas
legítimas para todos los humanos (universales) las hace extensibles a todos ellos. El
reconocimiento de las necesidades de otras existencias humanas (alteridad) remite a
una solidaridad sincrónica.
Hay tres variables clave, o tres momentos, que señalan los niveles de autonomía y
que en conjunto nos permiten determinar la optimización de ésta:
En resumen, interesa retener, desde las nuevas teorías del desarrollo y desde la
teoría de las necesidades, algunos aspectos que aparecen como básicos para la
maduración del presente trabajo, pero que también nos permiten introducirnos en
otras dimensiones en la escala de proposiciones complejas que pretendemos, y de
forma específica nos da paso al concepto de Calidad de Vida.
Notas
Sara Moreno Cámara, Pedro Ángel Palomino Moral, Antonio Frías Osuna y Rafael
del Pino Casado
RESUMEN
ABSTRACT
The concept of need is commonly used in social policy, despite its apparent simplicity, it
has developed very much and precise dimensioning remarkable conceptual and
terminological precision in use. This article reviews the concept and describes the main
approaches in use within health policy: rationalist approach versus humanistic approach.
Finally we analyze some elements of the debate between need and demand for public
services to health care and social services and proposes recommendations for the
appropriate use of the concept.
Introducción
En los diferentes ámbitos relacionados con las Ciencias Sociales es muy frecuente el uso
del concepto necesidad, sin embargo, se trata de un concepto no siempre bien utilizado
debido a su carácter polisémico. En el contexto de la planificación de servicios, el
conocimiento previo de la realidad y el estudio de las necesidades sociales es el punto de
partida habitual de cualquier programa o medida de intervención, siendo la piedra
angular de la mayoría de estrategias promovidas para el desarrollo de políticas sociales.
Este trabajo pretende ofrecer una revisión del marco conceptual creado en torno al
concepto necesidad para un empleo preciso y correcto del término, ya que nos
encontramos ante un concepto con un fuerte carácter matricial en importantes áreas de
investigación relacionadas con la Planificación Sanitaria y Social, la Epidemiología, la
Educación para la Salud o la Economía de la Salud.
En el ámbito de los servicios públicos de carácter universalista, como son los servicios de
salud y los servicios sociales en España, establecidos sobre la base de un derecho
subjetivo del ciudadano, el concepto de necesidad ha sido un criterio de asignación de
recursos relacionado con el principio normativo de la equidad, tradicionalmente presente
en el funcionamiento de los principales sistemas de provisión de servicios del Estado de
Bienestar. Desde una perspectiva teórica, los servicios públicos, dispensadores de bienes
y servicios, ocupan una posición de bienes tutelares, orientados a la eficiencia y a la
maximización de la utilidad colectiva mediante el uso de recursos públicos para satisfacer
adecuadamente las necesidades individuales. En este sentido, Donabedian definió la
adecuación como "el grado en que el conocimiento y las técnicas disponibles se utilizan
en la gestión de la salud y la enfermedad".11
El concepto necesidad, por ello, ha sido criticado desde diferentes posiciones ideológicas
en las políticas sociales: conservadoras y socioaldemócratas.17 Desde las orientaciones
neoliberales y conservadoras se ha argumentado acerca de los matices paternalistas del
gobierno o sus gestores en las elecciones individuales. Desde las posiciones
socialdemócratas se ha legitimado la necesaria intervención para la protección de las
personas en la búsqueda de la equidad y el bienestar social. Por todo lo anterior, el
concepto de necesidad goza de una gran ambigüedad e imprecisión, lo que pone de
manifiesto que el debate entre "necesidad" y la "demanda" sanitaria o social tiene
sentido en un contexto de alternativas, es decir, de elección entre múltiples opciones y
posibilidades. Por todo ello, la definición de una necesidad es un criterio de asignación de
recursos porque participa de las dimensiones de la oferta en la medida en que se
establece un programa, procedimiento, protocolo o servicio que ha sido diseñado y
dimensionado para generar resultados esperados positivos en términos de mejoras en la
salud y la calidad de vida. En este sentido, es tradicionalmente reconocido el papel
peculiar del profesional sanitario o del técnico como "experto", actuando como agente de
sus pacientes y estableciendo decisiones sobre servicios o prestaciones en beneficio de
los mismos y, por ello, modulando la demanda. Siguiendo a Artells Herrero consideramos
que el empleo del concepto de necesidad en política social ha de aplicarse de acuerdo a
las siguientes consideraciones:16la explicitación de los juicios de hecho y de valor que
contenga el concepto de necesidad, la clara y significativa relación de su enunciado con
los objetivos de política sanitaria o socio-sanitaria, la relación del concepto con las
cuestiones de equidad tanto horizontal como vertical, la explicitación de los individuos,
grupos y servicios específicos a los que se refiere, es decir, para quién se necesita qué;
y, en último lugar, Artells determina que la definición de necesidad ha de estar
claramente asociada al uso de los recursos implicados en su definición.
Conclusiones
Bibliografía
1. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Madrid: Autor, 2001 (22
ed. [ Links ]).
5. Bradshaw, Jonathan. The concept of social need. New society 1972; 30(3):640-
643. [ Links ]
6. Frías-Osuna, Antonio (editor). Salud pública y promoción de la salud. Barcelona:
Elsevier, 2000. [ Links ]
12. Peiró Moreno, Salvador; Meneu de Guillerna, Ricard. Crisis económica y epicrisis del
sistema sanitario. Atención Primaria 2011; 43(3):115-116. [ Links ]
13. Jimenez Lara, Antonio. Haciendo de la necesidad virtud: la atención a las personas en
situación de dependencia como vector del crecimiento del empleo. CIRIEC-España,
revista de economía pública, social y cooperativa 2011; 71:129-146. Disponible
en http://www.ciriec-revistaeconomia.es/banco/7106_Jimenez.pdf (acceso:
29/08/2014). [ Links ]
15. Evans, Robert G.; Stoddart, Greg L. Producir salud, consumir asistencia sanitaria. En:
Evans, Robert G., et al., compiladores. ¿Por qué alguna gente está sana y otra no?
Madrid: Díaz de Santos, 1994; 29-70. [ Links ]
Sara Moreno Cámara, Pedro Ángel Palomino Moral, Antonio Frías Osuna y Rafael
del Pino Casado
RESUMEN
ABSTRACT
The concept of need is commonly used in social policy, despite its apparent simplicity, it
has developed very much and precise dimensioning remarkable conceptual and
terminological precision in use. This article reviews the concept and describes the main
approaches in use within health policy: rationalist approach versus humanistic approach.
Finally we analyze some elements of the debate between need and demand for public
services to health care and social services and proposes recommendations for the
appropriate use of the concept.
Introducción
En los diferentes ámbitos relacionados con las Ciencias Sociales es muy frecuente el uso
del concepto necesidad, sin embargo, se trata de un concepto no siempre bien utilizado
debido a su carácter polisémico. En el contexto de la planificación de servicios, el
conocimiento previo de la realidad y el estudio de las necesidades sociales es el punto de
partida habitual de cualquier programa o medida de intervención, siendo la piedra
angular de la mayoría de estrategias promovidas para el desarrollo de políticas sociales.
Este trabajo pretende ofrecer una revisión del marco conceptual creado en torno al
concepto necesidad para un empleo preciso y correcto del término, ya que nos
encontramos ante un concepto con un fuerte carácter matricial en importantes áreas de
investigación relacionadas con la Planificación Sanitaria y Social, la Epidemiología, la
Educación para la Salud o la Economía de la Salud.
El tercer término MeSH en el que está presente la palabra necesidad (needs) es "Index of
Orthodontic treatment need" hace referencia a un índice o medida de salud dental que
evalua la necesidad y prioridad del paciente respecto de la atención dental.11
En el ámbito de los servicios públicos de carácter universalista, como son los servicios de
salud y los servicios sociales en España, establecidos sobre la base de un derecho
subjetivo del ciudadano, el concepto de necesidad ha sido un criterio de asignación de
recursos relacionado con el principio normativo de la equidad, tradicionalmente presente
en el funcionamiento de los principales sistemas de provisión de servicios del Estado de
Bienestar. Desde una perspectiva teórica, los servicios públicos, dispensadores de bienes
y servicios, ocupan una posición de bienes tutelares, orientados a la eficiencia y a la
maximización de la utilidad colectiva mediante el uso de recursos públicos para satisfacer
adecuadamente las necesidades individuales. En este sentido, Donabedian definió la
adecuación como "el grado en que el conocimiento y las técnicas disponibles se utilizan
en la gestión de la salud y la enfermedad".11
El concepto necesidad, por ello, ha sido criticado desde diferentes posiciones ideológicas
en las políticas sociales: conservadoras y socioaldemócratas.17 Desde las orientaciones
neoliberales y conservadoras se ha argumentado acerca de los matices paternalistas del
gobierno o sus gestores en las elecciones individuales. Desde las posiciones
socialdemócratas se ha legitimado la necesaria intervención para la protección de las
personas en la búsqueda de la equidad y el bienestar social. Por todo lo anterior, el
concepto de necesidad goza de una gran ambigüedad e imprecisión, lo que pone de
manifiesto que el debate entre "necesidad" y la "demanda" sanitaria o social tiene
sentido en un contexto de alternativas, es decir, de elección entre múltiples opciones y
posibilidades. Por todo ello, la definición de una necesidad es un criterio de asignación de
recursos porque participa de las dimensiones de la oferta en la medida en que se
establece un programa, procedimiento, protocolo o servicio que ha sido diseñado y
dimensionado para generar resultados esperados positivos en términos de mejoras en la
salud y la calidad de vida. En este sentido, es tradicionalmente reconocido el papel
peculiar del profesional sanitario o del técnico como "experto", actuando como agente de
sus pacientes y estableciendo decisiones sobre servicios o prestaciones en beneficio de
los mismos y, por ello, modulando la demanda. Siguiendo a Artells Herrero consideramos
que el empleo del concepto de necesidad en política social ha de aplicarse de acuerdo a
las siguientes consideraciones:16la explicitación de los juicios de hecho y de valor que
contenga el concepto de necesidad, la clara y significativa relación de su enunciado con
los objetivos de política sanitaria o socio-sanitaria, la relación del concepto con las
cuestiones de equidad tanto horizontal como vertical, la explicitación de los individuos,
grupos y servicios específicos a los que se refiere, es decir, para quién se necesita qué;
y, en último lugar, Artells determina que la definición de necesidad ha de estar
claramente asociada al uso de los recursos implicados en su definición.
Conclusiones
Bibliografía
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