Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
“Si bien se considera frecuentemente que la guerra de 1914-1918 marca el principio de un nuevo
período, (…) hay que subrayar que la bisagra de este giro se sitúa ciertamente en 1917 (…) En
primer lugar, la guerra misma toma un nuevo aspecto. A partir del fracaso de las grandes ofensivas
de los Centrales, desde el otoño de 1914 la guerra se había agazapado en las trincheras. Alemania,
en 1917, presionada por el Alto Mando, deliberadamente decide lanzarse a una nueva forma de
lucha de la que espera obtener grandes resultados: la guerra submarina a ultranza (que se anunció el
29 de enero). Esta decisión tendrá graves consecuencias. Apenas en el espacio de dos meses,
provocará la declaración de guerra de Estados Unidos contra Alemania (2 de abril)” (17).
“Por otra parte, en realidad, la gran ola de Consejos obreros y de soldados, que se extendió por toda
Alemania y que encarna lo que se llamó la ‘Revolución de Noviembre’, es posterior al 10 de
noviembre. En esta segunda etapa los Consejos estarán, ciertamente, considerados como
organizaciones revolucionarias, pero, de hecho, su papel ha dejado de ser revolucionario. Ya no
tiene sentido su lucha contra el gobierno, ya que este acaba de ser nombrado, el 10 de noviembre,
por el Consejo de obreros y de soldados de Berlín, y comprende en su seno a socialistas
mayoritarios y socialistas independientes en igual medida. Solo los espartaquistas no participan, ya
que Liebknecht analizó perfectamente la ambigüedad del sistema” (24).
“La ambigüedad fundamental de esta Revolución de noviembre consiste en que, en realidad, nunca
tuvo lugar. Para llegar a este convencimiento, quizá sea preciso reflexionar sobre la Revolución de
octubre que, en un momento determinado, llega literalmente a obsesionar a ‘los hombres de
noviembre’: quisieron ver en la Revolución de noviembre el ‘febrero’ alemán” (30).
“Las soluciones más originales [de la Constitución de Weimar] son las que afectan a la organización
de los poderes públicos a nivel del Reich. Por una parte, un Reichstag electo mediante sufragio
universal, directo y escrutinio proporcional. Asimismo se crea una cámara federal, el Reichsrat (en
cuyo seno los poderes de Prusia se ven limitados), pero los poderes de esta cámara federal son muy
restringidos y no tendrá más que un papel de segundo orden. Lo que sobre todo introduce una forma
particular de régimen parlamentario es el bicefalismo del Ejecutivo. Un presidente del Reich, electo
para un mandato de siete años mediante sufragio universal, con amplios poderes, que puede
principalmente someter las leyes votadas por el Reichstag (que no merecieran su aprobación) a un
referéndum popular. En caso de crisis, el presidente puede, mediante ordenanzas, tomar las medidas
necesarias para el mantenimiento de la seguridad y del orden público (el célebre artículo 48), pero
el Reichstag puede, si lo desea, anular estas ordenanzas. Este célebre artículo 48 será
frecuentemente utilizado, a partir de 1930, para legislar, a falta de una mayoría parlamentaria. Junto
a este presidente existe un gobierno dirigido por el canciller del Reich, nombrado por el presidente
y responsable ante el Reichstag. El presidente del Reich dispone del derecho de disolución del
Reichstag, derecho este que puede ejercer de forma prácticamente ilimitada” (40).
Capítulo 2: La búsqueda de un orden político y social a través del caos. Los años de crisis
“Von Lüttwitz y Kapp (alto funcionario prusiano, completamente desconocido fuera de los
ambientes ultranacionalistas), intentan organizar este descontento y conducir la Reichswehr a
ejercer una dictadura militar. La Reichswehr está efectivamente amenazada. En primer lugar por la
reducción de tropas fijada por el Tratado de Versalles; además, las disposiciones del Tratado que
exigen la extradición de ciertos criminales de guerra son inquietantes. (…) Kapp es proclamado
canciller, mientras el gobierno huye y se refugia primero en Dresde y luego en Stuttgart. Sin
embargo, la población no se siente identificada; muy al contrario, rápidamente se organiza una
resistencia obrera y popular que hace fracasar el putsch. Estalla una huelga general y en pocas horas
Berlín está completamente paralizado” (48-49).
“Hindenburg, el antiguo jefe del Ejército imperial, monárquico convencido, sucedía a un hombre
del 9 de noviembre de 1918. Ciertamente, se puede afirmar que los comunistas tienen una gran
responsabilidad en el resultado de estas elecciones: una sencilla suma basta para demostrarlo. Sería
sin embargo un juicio un poco precipitado y que no tendría suficiente en cuenta las circunstancias
de la época” (67).
“Ante todo, es conveniente recordar que, de forma general, si hubo un medio particularmente hostil
a la República y a la idea democrática, fue, de 1918 a 1933, el universitario. Ante todo, el cuerpo de
profesores, pero también los estudiantes. El profesorado fue siempre un foco de reaccionarios, que
se caracterizaba por un antisemitismo muy pronunciado (incluso durante la República, una cátedra
era difícil de obtener para un judío), y que se mantenía ligado a los valores más tradicionales de la
Alemania Imperial” (78).