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Tema 2

Psicología
Revolucionaria
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PSICOLOGÍA REVOLUCIONARIA

Introducción

La Psicología Revolucionaria que enseña el Movimiento Gnóstico,


es radicalmente diferente a todo cuanto antes se conoció con el nombre
de Psicología. En el curso de los siglos que nos han precedido, jamás
la Psicología había caído a un nivel tan bajo como actualmente se en-
cuentra.
La Psicología de estos tiempos modernos ha perdido lamentable-
mente su sentido de ser, y todo contacto directo con su verdadero
origen y significado; de tal forma que no solamente se hace imposible
definir qué es la Psicología, sino además se desconocen verdadera-
mente las materias fundamentales que estudia. Y eso a pesar de que
nunca en la historia ha habido tantas teorías psicológicas ni tantos
escritos psicológicos.
Quienes suponen equivocadamente que la Psicología es una ciencia
contemporánea, están realmente confundidos, porque la Psicología es
una ciencia antiquísima, lamentablemente olvidada, que tiene su origen
en las viejas Escuelas de los Misterios Arcaicos…

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¿Cómo definir la Psicología?

Resulta difícil definirla porque a excepción de esta época contem-


poránea, la Psicología jamás existió bajo su propio nombre. Por tales o
cuales motivos, siempre fue sospechosa de tendencias subversivas de
carácter político o religioso y por ello se vio en la necesidad de disfra-
zarse con múltiples ropajes. Desde los antiguos tiempos, en los distin-
tos escenarios del teatro de la vida, la Psicología representó siempre su
papel, disfrazada inteligentemente con el ropaje de la Filosofía.

A orillas del Ganges, en la India Sagrada de los Vedas, existen for-


mas de Yoga que en el fondo vienen a ser pura Psicología experimen-
tal, de altos vuelos. Las siete Yogas han sido descritas siempre como
métodos, procedimientos o sistemas filosóficos.

En el mundo Árabe, las sagradas enseñanzas de los Sufís, en par-


te metafísicas, en parte religiosas, son realmente de orden totalmente
psicológico.

En la vieja Europa podrida hasta el tuétano de los huesos con tantas


guerras, prejuicios raciales, re-
ligiosos, políticos, etc. todavía
hasta finales del siglo pasado,
la Psicología se disfrazó con
el traje de la F ilosofía para
poder pasar desapercibida.

L a F i l o s of ía a p e s a r d e
todas sus divisiones y subdi-
visiones como son la Lógica,
la Teoría del Conocimiento, la
Ética, la Estética, etc., es fue-
ra de toda duda, en sí misma,
auto-reflexión evidente, cog-
n ici ón míst ica del Ser, fun-
cionalismo cognoscitivo de la
conciencia despierta (es pura
Psicología).

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El error de muchas escuelas filosóficas consiste en haber conside-
rado a la Psicología como algo inferior a la Filosofía, como algo rela-
cionado únicamente con los aspectos más bajos y hasta triviales de la
naturaleza humana.

Un estudio comparativo de religiones nos permite llegar a la con-


clusión lógica de que la Ciencia de la Psicología siempre estuvo aso-
ciada en forma muy íntima a todos los principios religiosos... En la lite-
ratura sagrada más ortodoxa de diversos países y diferentes épocas,
existen maravillosos tesoros de la ciencia psicológica.

Investigaciones de fondo en
el terreno del gnosticismo nos
permiten hallar esa maravillosa
compilación de diversos auto-
res gnósticos, que viene de los
p r i meros t i em p os del cr ist ia-
nismo, y que se conoce bajo
el títu lo de Ph i lo ka l ia (“Amor
a la Sabiduría”), usada todavía
en nuestros días en la Iglesia
O r i ental, esp ecial mente p ara
instrucción de los monjes. Fuera
de toda duda y sin el más mí-
nimo temor a caer en engaños,
podemos afirmar enfáticamente
que la Philokalia es esencialmen-
te pura Psicología experimental.

En las antiguas Escuelas de Misterios de Grecia, Egipto, Roma, India,


Persia, México, Perú, Asiria, Caldea, etc. etc. etc., la Psicología siempre
estuvo ligada a la Filosofía, al Arte objetivo, a la Ciencia y a la Religión.
En los antiguos tiempos la Psicología se ocultaba inteligentemente en-
tre las formas graciosas de las danzarinas sagradas, o entre el enigma
de los extraños jeroglíficos o las bellas esculturas, o en la poesía, o en
la tragedia, o en los mitos, y hasta en la música deliciosa de los tem-
plos.

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Antes de que la Ciencia, la
F ilosofía, el Ar te y la Religión
se sep araran p ara v i rar i n de-
pen dientemente, la Psicología
reinó soberana en todas las an-
tiquísimas Escuelas de Misterios.
Cuando los Colegios Iniciáticos
se cerraron debido al Kali-Yuga,
o Edad Negra en que todavía es-
tamos, la Psicología sobrevivió
entre el simbolismo de las diver-
sas Escuelas Esotéricas y pseu-
do-esotéricas del mundo moder-
no y muy especialmente entre el
Esoterismo Gnóstico...

Como conclusi ón d i remos,


que profundos análisis e investi-
gaciones nos permiten compren-
der con toda claridad meridiana
que los distintos sistemas y doc-
trinas psicológicas que existieron
en el pasado y que existen en el presente, se pueden dividir en dos
categorías:

Primera: Las doctrinas que estudian al hombre tal como ellas lo


encuentran, o tal como lo suponen o imaginan que es. La Psicología
científica moderna pertenece de hecho a esta categoría.

Segunda: Las doctrinas que estudian al hombre (no ya desde el pun-


to de vista de lo que se supone que es, o de lo que parece ser), sino
desde el punto de vista de lo que “puede” llegar a ser, es decir, desde
el punto de vista de la Revolución de la Conciencia.

Estas últimas son en verdad las doctrinas originales, las más anti-
guas, y sólo ellas nos permiten comprender los orígenes vivientes de la
Psicología y su profunda significación.

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Cuando todos nosotros hayamos comprendido en forma íntegra
cuán importante es el estudio del hombre desde el punto de vista de
la Revolución de la Conciencia, entenderemos entonces una primera
definición de la Psicología:

“La Psicología es el estudio de los princip ios, leyes y hechos ínti-


mamente relacionados con la transformación radical y definitiva del
individuo”. (Es decir, como el posible desarrollo interior o
evolución consciente del hombre).

¿ Qu é s ign i f icado tiene esta pos i ble evoluc i ón


consciente del hombre, o mejor dicho, su posi ble
transformación radical y definitiva? ¿Qué condi-
ciones especiales exige?

Ante to do deb emos comp ren der que


las opiniones modernas sobre el origen del
hombre y su pasada evolución, no pueden
ser aceptadas, no resisten un estudio crí-
tico profundo. Muy a pesar de todas las
teorías de Darwin, aceptadas como artí-
culo de “fe ciega”, nada saben los cientí-
ficos modernos sobre el origen del hombre,
nada les consta, nada han experimentado en
forma directa y carecen de pruebas especí-
ficas concretas, exactas, sobre la Evolución
Humana.

Por el contrario, si tomamos la humani-


dad histórica, es decir, la de los últimos diez
mil años, hallamos señales inconfundibles
de un tipo superior de hombre, incompren-
sible para la gente moderna, y cuya pre-
sencia puede demostrarse por múltiples
monumentos de la antigüedad (pirámi-
des, exóticos monolitos, etc.), que los
hombres actuales serían incapaces de
repetir o imitar.

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En cuanto al “hombre prehistórico”, a esas extrañas y misteriosas
criaturas de aspecto tan parecido al “hombre” y sin embargo, tan dis-
tintas, tan diferentes a él, y cuyos huesos se hallan escondidos a veces
en yacimientos arcaicos del período glacial o pre-glaciar, nada saben
los científicos modernos en forma exacta, y hasta podríamos aceptar
la muy plausible idea de que esos huesos pertenecen a un ser muy dis-
tinto del hombre, desaparecido hace muchísimo tiempo.

Aquí debemos enfatizar la importante idea de que al negar la evo-


lución pasada del hombre, tenemos que negarle también cualquier po-
sibilidad de evolución mecánica futura; es decir, una evolución que se
operaría por sí sola, de acuerdo con las leyes de la herencia y de la
selección, sin esfuerzos conscientes por parte del hombre, y sin que
éste comprenda siquiera la posibilidad de su evolución.

La ciencia gnóstica enseña que


el “hombre”, tal como lo conoce-
mos, no es un ser completo, no es
todavía “HOMBRE”, en el sentido
cabal del término. Para distinguir-
los, en nuestros estudios llamamos
“animal intelectual” o “mamífero
racional” al hombre común y co-
rriente; y Hombre con mayúscula,
al verdadero Hombre, el que ha
desarrollado en su interior todas
las posibilidades y potencialidades
latentes en el “animal intelectual”.

El “animal intelectual” no es un
ser completo. La naturaleza lo de-
sarrolla hasta cierto punto y luego
lo abandona, dejándolo en com-
pleta liber tad para proseguir su
desarrollo por su propio esfuerzo,
o vivir y morir como nació, o aún
perder todas sus posibilidades y
degenerarse.

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Debemos comprender que las Leyes de la Evolución y de la
Involución son el eje mecánico de toda la naturaleza y nada
tienen que ver con la Auto-realización Íntima del Ser. Dentro
del “animal intelectual” existen tremendas posibilidades que
pueden desarrollarse o perderse. Mas no es una Ley el que
se desarrollen; la mecánica evolutiva no puede desarrollarlas.
El paso del tiempo no puede desenvolverlas…

El crecimiento interior del hombre significa el desarrollo


de ciertas cualidades y posibilidades internas que habitual-
mente permanecen en estado embrionario y que no pueden
desarrollarse por sí solas. El desarrollo de tales posibilidades
latentes sólo es posible en condiciones bien definidas, que exi-
ge tremendos súper-esfuerzos muy especiales por parte del
hombre mismo, y una ayuda eficiente por parte de aquellos
que ya hicieron en el pasado ese trabajo.

Por tanto, debemos partir de la idea de que sin


esfuerzo no hay revolución interior, y sin ayuda
es igualmente imposible.

Debemos comprender que en el camino


del desenvolvimiento psicológico, el hombre
debe tornarse un ser di ferente, y debemos
estudiar y concebir de qué modo y en qué
dirección debe el hombre convertirse en un
ser diferente; es decir, qué significa un ser di-
ferente. También debemos comprender que
no todos los “animales intelectuales” pue-
den desarrollarse y llegar a ser di-
ferentes, es decir, convertirse en
Hombres verdaderos.

Quien quiera desarrollar to-


das sus posibilidades latentes para
convertirse en Hombre, debe en-
trar por el Camino de la Revolución
de la Conciencia.

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El “animal intelectual” es el grano, la semilla; de esa semilla puede
nacer el Hombre verdadero… Como hemos dicho, no es una Ley que
este grano, que esta semilla tan especial pueda desarrollarse, lo normal,
lo natural, es que se pierda... “Si el grano no muere, la semilla no ger-
mina”; es necesario pues, que “algo” muera en el “animal intelectual”,
para que nazca el Hombre.

Haci en do énfa si s p o demos af i r mar, q ue la Revo luc i ón de la


Conciencia no solamente es rara en este mundo, sino que cada vez se
torna más y más rara.

La Revolución de la Conciencia tiene tres factores perfectamente


definidos:

Primero, Morir.
Segundo, Nacer.
Tercero, Sacrificio por la humanidad.
El orden de los factores no altera el producto.

Morir es cuestión de ética revolucionaria y disolución del Yo psico-


lógico. Nacer es cuestión de transmutación sexual; este asunto corres-
ponde a la sexología trascendental (tema que se tratará detenidamen-
te durante el curso). Sacrificio por la humanidad es caridad universal
consciente.

Si nosotros no deseamos la Revolución de la Conciencia, si no ha-


cemos grandes súper-esfuerzos para desarrollar esas posibilidades la-
tentes que nos llevan a la Auto-realización Íntima, es claro que dichas
posibilidades no se desarrollarán jamás.

Son muy raros los que se Auto-realizan, y en ello no existe injusti-


cia alguna. Podría objetársenos: ¿Por qué no todos los seres humanos
pueden desarrollarse y convertirse en Hombres? ¿Por qué tal injusticia?
Y la respuesta es muy simple: Porque no lo desean. ¿Por qué habría de
tener el hombre lo que no desea?

La idea esencial es que para convertirse en un ser diferente, el “ani-


mal intelectual” debe desearlo profundamente y durante mucho tiem-

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po. Un deseo pasajero o vago, nacido de una insatisfacción respecto
a las condiciones exteriores de vida, no creará un impulso suficiente.

La creación interior del Hombre depende de la comprensión que


él tenga de lo que puede adquirir y de lo que ha de dar para lograrlo.

Si el “animal intelectual” no lo desea, o no lo desea con bastante in-


tensidad y no realiza los esfuerzos necesarios, no se desarrollará jamás.
¿Por qué habría de tener el hombre lo que no desea? Si fuese forzado a
convertirse en un ser diferente cuando está satisfecho con lo que es y
como está, entonces en ello sí que habría injusticia.

Para convertirse en Hombre verdadero, se necesita una transforma-


ción psicológica, total y definitiva, pero no todos los seres quieren ese
cambio, no lo desean, no lo conocen, y si se les explica no lo entien-
den, no lo comprenden, o no les interesa. ¿Por qué habría de dárseles a
la fuerza lo que no quieren?

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¿Qué significa ser diferente?

Si consideramos todas las informaciones que podamos reunir sobre


esta cuestión, hallaremos por doquier la afirmación de que al tornarse
un ser diferente el hombre adquiere numerosas cualidades nuevas y
poderes que antes no poseía. Esta afirmación es común a todas las
doctrinas que admiten la idea de un crecimiento interior del hombre.

Pero a pesar de toda la información de esas doctrinas, pasan los


años y los estudiantes no obtienen esas cualidades y poderes, que-
dando la amarga sensación de que falta algo. Y en realidad falta un
eslabón en todas esas doctrinas. Se han olvi dado de algo muy im-
portante que la Psicología Revolucionaría del
Movimiento Gnóstico trata de aclarar,
y es lo siguiente: La verdad es que
antes de a dq u i r i r e l i n d iv i duo
nuevas facu ltades o nuevos
poderes que ni remotamen-
te conoce y q ue a ún no
p osee, de be adq u i ri r fa-
cu ltades y p o deres q ue
tamp oco p osee y q ue,
eq u ivoca dame nte c ree
tener, pero que en reali-
dad no tiene. Es decir, el
ser humano se atr i buye
facu ltades q ue cree co-
nocer y que pretende em-
p lear, pero que en reali dad
ni conoce ni posee... Éste es
el eslabón faltante y el punto de
mayor importancia.

En el cam i no de la Revol uci ón de la


Conciencia, un camino basado en los propios esfuerzos y en la ayuda,
el estudiante debe adquirir cualidades que cree que ya posee, pero
acerca de las cuales se engaña a sí mismo…

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Es preciso que el hombre sepa que mientras crea poseer cualidades
que no posee, no hará los esfuerzos apropiados para adquirirlas…

¿Cuáles son esas cualidades?


¿Qué facultades imagina y cree poseer?

Para conocerlas debemos partir de los conocimientos generales


que el hombre tiene de sí mismo. Y nos hallaremos inmediatamente
ante un hecho muy importante: El hombre no se conoce. El hombre no
conoce ni sus límites ni sus posibilidades. El hombre no conoce siquiera
hasta qué punto no se conoce. Y aquí llegamos a una segunda defini-
ción de Psicología: “La Psicología significa, en realidad, el estudio de sí
mismo”. (Es la Ciencia del Auto-Conocimiento).

“Nosce te ipsum”: “Hombre conócete a ti mismo”. Esta es una an-


tigua máxima de oro escrita sobre los muros invictos del Templo de
Delfos en la antigua Grecia.

El hombre no se conoce a sí mismo, y debido a eso cree poseer


una serie de cualidades que no posee, y que debe adquirir si desea
convertirse en un Hombre verdadero. El hombre no posee Voluntad…
El hombre no tiene la capacidad de Hacer, todo le sucede… El hombre
no posee Individualidad, en el sentido de unidad interior; no tiene un
Yo permanente e inmutable…

Estas cualidades pueden pertenecer al hombre, pero esto no sig-


nifica que le pertenecen ya efectivamente o que pueden pertenecer
a cualquiera… (De cada una de estas cualidades se hará un estudio
detallado en las próximas conferencias).

Pero la más importante y la más engañosa de las cualidades que el


hombre cree poseer y no tiene, es la CONCIENCIA. La transformación
interior en el hombre comienza por un cambio en su manera de com-
prender el significado de la conciencia, y prosigue con la adquisición
gradual de un dominio de la conciencia.

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¿Qué es la conciencia?

Las gentes confunden a la conciencia con la inteligencia (en el sen-


tido de actividad mental o intelectual) y a la persona muy inteligente
o muy intelectual, se le da el calificativo de muy consciente. Nosotros
afirmamos que la conciencia en el hombre es fuera de toda duda y sin
temor a engañamos, una especie muy particular de “aprehensión de
conocimiento interior”, independiente de toda actividad mental.

La conciencia es una forma particular de “darse cuenta”, en el hom-


bre, darse cuenta de sí mismo, darse cuenta de quién es él, de lo que
siente o piensa, o de dónde se encuentra...

La conciencia nos permite el conocimiento de sí mismos. Nos da


conocimiento íntegro de lo que se es, de donde se está, de lo que real-
mente se sabe, de lo que ciertamente se ignora.

La Psicología Revolucionaria enseña que sólo el hombre mismo


puede llegar a conocerse a sí mismo. Nos dice que sólo uno mismo
puede saber de su propia conciencia, y si ésta existe en un momento
dado o no. El hombre mismo y nadie más que él, puede darse cuenta
por un instante, de que antes de ese instante no era consciente, que
tenía su conciencia ausente; después olvidará esa experiencia o la con-
servará como un recuerdo: como el recuerdo de una fuerte experien-
cia, y aún si la recuerda esto no será conciencia, sino un proceso de la
actividad mental.

La presencia o ausencia de la conciencia en el hombre no pueden


comprobarse por la observación de sus actos o estados exteriores.
Sólo el hombre mismo puede saber de su conciencia. Por ejemplo, una
persona puede sufrir un accidente y perder el conocimiento; para las
gentes, “ha perdido la conciencia”; pero puede darse el caso de que
esa persona permanezca consciente de sí misma y de todo cuanto
pasa a su alrededor, a pesar de haber “perdido el conocimiento” y no
poder comunicarse con los demás. Este tipo de experiencias, vividas
por muchas personas, demuestra que la conciencia es independiente a
la actividad mental.

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La presencia o ausencia de la conciencia en el hombre, nos de-
muestra algo de mucha importancia: que la conciencia en el hombre
no es algo continuo, permanente. Está presente o no está. Los momen-
tos más elevados de conciencia crean memoria. Los otros momentos
el hombre simplemente los olvida. La realidad es que normalmente la
conciencia está ausente en el hombre; su conciencia “duerme” profun-
damente. Raros, muy raros son los momentos en que la conciencia está
despierta; el hombre trabaja, maneja coches, se casa, muere, etc., con
la conciencia totalmente dormida, y sólo en momentos muy excepcio-
nales tiene chispazos de despertar.

La vida del ser humano es una vida de “sueño”, pero él cree que
está despierto y jamás admitiría que está soñando, que tiene la con-
ciencia dormida. Si alguien llegara a despertar, se sentiría espantosa-
mente avergonzado consigo mismo, comprendería de inmediato su
payasada, su ridiculez. Esta vida es espantosamente ridícula, horrible-
mente trágica y rara vez sublime.

Cuando el ser humano admite que tiene la conciencia dormida, po-


déis estar seguros de que ya comienza a despertar.

Algunas escuelas reaccionarias de Psicología niegan la existencia


de la conciencia y hasta la utilidad de tal término, con ello acusan el
estado de sueño profundo en el que se encuentran esos estudiosos de
la Psicología. Por otra parte, quienes confunden a la conciencia con las
funciones psicológicas (pensamientos, sentimientos, impulsos motrices,
sensaciones, etc.), realmente son muy inconscientes, duermen profun-
damente.

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Y quienes admiten la existencia de la conciencia pero niegan los
distintos grados conscientivos, creyendo que la conciencia permanece
siempre en el mismo estado, acusan falta de experiencia.

Toda persona que alguna vez haya despertado momentáneamente,


sabe muy bien por experiencia propia que existen distintos grados de
conciencia observables en uno mismo.

Primero está la duración:


¿Cuánto tiempo se ha permanecido consciente?

Segundo la frecuencia de aparición:


¿Cuántas veces se ha tornado uno consciente?

Tercero la amplitud y penetración:


¿De qué se era consciente? Pues esto puede variar mucho con el
crecimiento interior del hombre.

Si tomamos sólo los dos primeros (duración y frecuencia), podemos


comprender la idea de un posible crecimiento o desarrollo de la con-
ciencia. Esta idea se halla ligada a un hecho esencial, perfectamente
reconocido por la Psicología Gnóstica y las antiguas escuelas psicoló-
gicas, tales como la de los autores de la Philokalia, pero completamen-
te ignorada por la filosofía y psicología de los últimos siglos: El hecho
de que mediante grandes esfuerzos de tipo muy especial, se puede
despertar conciencia y hacerla continua y controlable.

Usted puede hacer un experimento que le permitirá estudiar su pro-


pia conciencia. Tome un reloj y mire el minutero tratando de conservar
la percepción de usted mismo y de concentrarse en el pensamiento
“yo soy fulano de tal”, “ahora estoy aquí”. Trate de no pensar sino en
esto. Siga simplemente los movimientos de la aguja permaneciendo
consciente de usted mismo, de su presencia aquí y ahora, de su exis-
tencia y del lugar en el que está.

No es exageración afirmar que mediante un gran esfuerzo puede el


“animal intelectual” ser consciente de sí mismo tan solo por un par de
minutos. Es decir, puede ser consciente de sí mismo durante dos minu-

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tos a lo sumo. Tal es el límite
de su conciencia. Y si intenta
repetir la experiencia inme-
diatamente después, la hallará
más difícil que la primera vez,
y el tiempo que podrá perma-
necer consciente será menor
a dos minutos. Y si desea re-
petirlo varias veces, llegará un
momento que ya no podrá
hacerlo, sino después de dejar
pasar unas horas y recuperar-
se del esfuerzo de tratar de
ser consciente de sí mismo...
Sin energía, no hay esfuerzo
posible.

Este experimento demues-


tra que un hombre, en su es-
tado ordinario, puede mediante un gran esfuerzo, ser consciente de
una cosa (él mismo) durante dos minutos a lo sumo. La deducción más
importante que se puede extraer de este experimento, si es realizado
correctamente, es que el hombre no es consciente de sí mismo; que
normalmente las gentes no son conscientes de sí mismas. La ilusión de
ser consciente en forma continua, nace de la memoria y de todos los
procesos del pensamiento.

Por ejemplo: un hombre va al teatro. Si está acostumbrado a ha-


cerlo, no tiene especialmente conciencia de estar allí mientras está. Y
no obstante puede ver y observar el espectáculo, puede interesarse
o aburrirse, puede recordarlo, recordar a las personas con quienes se
encontró y así sucesivamente. Cuando regresa a su casa recuerda ha-
ber estado en el teatro, y, naturalmente piensa haber estado consciente
mientras estaba en él. De manera que su conciencia no ofrece para él
duda alguna, y no advierte que su conciencia estuvo totalmente ausen-
te, aun cuando él obre todavía razonablemente, piense y observe, pero
esto no significa ser consciente.

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El hombre que practica un ejercicio retrospectivo para recordar
toda su vida, puede en verdad saber cuántas veces se casó, cuántos
hijos tuvo, quiénes fueron sus padres, sus maestros de escuela, dónde
ha vivido, a donde viajó, etc., pero esto no significa ser conscientes,
esto es sencillamente recordar actos mecánicos y eso es todo.

Las gentes no son conscientes de lo que han hecho o de lo que


realmente les pasó en el pasado, solamente saben que pasó. Nos que-
daríamos asombrados si descubriéramos lo poco que en realidad re-
cordamos. Y esto sucede así porque solamente se memorizan viva-
mente los momentos en los que éramos conscientes de sí mismos.

Si retroceden mental­m ente todo lo que puedan a su temprana in-


fancia, o en todo caso a algo que pasó hace mucho tiempo, entonces
se darán cuenta de lo poco que realmente recuerdan, y muchas veces
lo poco que recuerdan simplemente saben que pasó, o les explicaron
lo sucedido.

La sensación de saber dónde hemos estado y lo que hemos hecho,


crea la ilusión de conciencia, cuando en realidad es un proceso mental
que nada tiene que ver con la auténtica conciencia.

Los Cuatro Estados de Conciencia

Para entender bien porque las gentes desconocen lo que es la con-


ciencia, o la confunden con los procesos mentales, debemos saber
que de manera general el hombre puede conocer cuatro estados de
conciencia. Estos son:

-ESTADO DE SUEÑO.
-ESTADO DE VIGILIA.
-ESTADO DE AUTO-CONCIENCIA (o conciencia de sí mismo).
-ESTADO DE CONCIENCIA OBJETIVA.

El pobre “animal intelectual”, equivocadamente llamado hombre,


sólo vive en dos de esos estados: Una parte de su vida transcurre en el
sueño de la noche y la otra en el mal llamado estado de vigilia, el cual
también es sueño, ya que difiere muy poco del sueño.

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El hombre que duerme y está soñando, cree que despierta por el
hecho de regresar al estado de vigilia, pero en realidad durante este
estado de vigilia continúa “soñando”. Esto es semejante al amanecer,
se ocultan las estrellas debido a la luz solar, pero ellas continúan
existiendo aunque los ojos físicos no las perciban.

En la vida normal común y corriente, el ser humano nada sabe


de la auto-conciencia y mucho menos de la conciencia objetiva.
Sin embargo, la gente es orgullosa y todo el mundo se cree auto-
consciente; el hombre cree firmemente que tiene conciencia de sí
mismo y de ninguna manera aceptaría que se le dijese “que es un
dormido” y que vive inconsciente de sí mismo. Se atribuye este es-
tado, cree poseerlo, aunque en realidad no sea consciente de sí
mismo sino por chispazos esporádicos, por cierto muy raros, y aún
en esos momentos es poco probable que reconozca ese estado,
puesto que ignora lo que implicaría el hecho de poseerlo realmente.

Existen momentos excepcionales en que el hombre despierta


(adquiere auto-conciencia), pero esos momentos son muy raros;
pueden presentarse en un instante de supremo peligro, durante una
intensa emoción, tal vez por la muerte de un ser cercano, o en al-
guna nueva circunstancia, en alguna nueva situación inesperada, etc.
Pero en su estado ordinario, “normal”, el hombre carece de dominio
sobre sus momentos de auto-conciencia.

Es verdaderamente una desgracia que el pobre “animal intelec-


tual” no tenga ningún dominio sobre esos estados fugaces de con-
ciencia, que no pueda evocarlos, que no pueda hacerlos continuos.

El hombre tiene momentos ocasionales de auto-conciencia, pero


no tiene dominio sobre ellos. Van y vienen por sí mismos, siendo
controlados por circunstancias externas y asociaciones o emocio-
nes ocasionales. Surge entonces la cuestión: ¿Es posible conseguir
dominio sobre estos fugaces momentos de conciencia, para evo-
carlos más a menudo y mantenerlos durante más tiempo, o incluso
hacerlos permanentes? En otros términos, ¿es posible tornarse auto-
conscientes?

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La Psicología Revolucionaria afirma que el hombre puede lograr el
control de la conciencia y adquirir auto-conciencia.

La Psicología Revolucionaria del Movimiento Gnóstico tiene méto-


dos, procedimientos para despertar la conciencia.

Si queremos despertar la conciencia necesitamos empezar por exa-


minar, estudiar y luego eliminar todos los obstáculos que se nos pre-
sentan en el camino del despertar.

*****

En la lección de la semana que viene,


seguiremos profundizando en el tema
del DESPERTAR
DE LA CONCIENCIA…

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