Existen varias definiciones que se le puede dar a la globalización pero la principal se fundamenta en que es un proceso histórico que involucra un cambio o transformación fundamental en la escala espacial de la organización social humana que vincula a comunidades distantes y expande el alcance de las relaciones de poder a través de regiones y continentes. Dicha definición nos permite distinguir la globalización de procesos más delimitados espacialmente, como la internacionalización y la regionalización. La magnitud y el alcance de la interconexión global se han hecho cada vez más evidentes en todos los ámbitos, desde el económico hasta el cultural Los nuevos modos e infraestructuras de comunicación global han hecho posible organizar y movilizar a personas de ideas afines en todo el mundo en tiempo real virtual Con el reconocimiento de los problemas globales y la interconexión global ha llegado una creciente conciencia de las múltiples formas en las que la seguridad y prosperidad de las comunidades en diferentes regiones del mundo están unidas entre sí. No obstante la globalización contemporánea es muy desigual: varía en intensidad y extensión entre diferentes esferas de actividad; es altamente asimétrico; y encarna una geografía altamente desigual de inclusión y exclusión global, principalmente ha agravado las tensiones y conflictos existentes, generando nuevas divisiones e inseguridades, creando un mundo potencialmente más rebelde. Por otra parte Los Tratados de paz de Westfalia establecieron las bases legales de la mayoría de los estados y, en consecuencia, las reglas fundamentales o la constitución de la política mundial moderna. Sin embrago muchos sostienen que la globalización contemporánea presenta un desafío fundamental para el ideal de Westfalia de un Estado soberano y, al hacerlo, está transformando el orden mundial. Al centrarse en las consecuencias de la globalización se ha visto un cambio fundamental en la constitución de la política mundial. Se está formando un orden mundial post- Westfalia a medida que el Estado soberano se transforma por la dinámica de la globalización. Por lo tanto, se requiere un cambio conceptual en nuestro pensamiento: de la política internacional a la política global, la política de los actores estatales y no estatales dentro de un espacio social global compartido. La política global está impregnada de profundas desigualdades de poder, de modo que en su configuración actual se describe con mayor precisión como una política global distorsionada: una política de dominación, oposición y competencia entre estados poderosos y fuerzas sociales transnacionales. En conclusión la globalización reconstruye el mundo como un espacio social compartido, sin embrago la globalización contemporánea es tanto una fuente de conflicto y violencia como de cooperación y daño en los asuntos mundiales y al igual que con la globalización, la desigualdad y la exclusión son características endémicas de la política mundial contemporánea.