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Pérez Flores, Edwin Guillermo

Lexicología y Semántica I

‘Dialectología… sociolingüística… y geolingüística…’ de Hernández Campoy


Primeramente, Hernández Campoy expone algunas particularidades de la dialectología tradicional
con el propósito de profundizar en su origen, utilidad y sus alcances. Por tanto, el autor abre el texto
mencionando tanto al personaje que realizó el primer estudio dialectológico moderno —el alemán
Georg Wenker— como una probable definición para esta disciplina —el análisis del dialecto en
cuanto tal, así como de los diversos dialectos que interactúan de un área geográfica determinada—.
Wenker creó, a partir de la descripción sistemática de la forma, sentido, pronunciación de varias
palabras ubicadas en distintos lugares, el primer atlas lingüístico —Sprachatlas des Deutchen
Reichs—, con el cual mejoró la metodología para la recolección y posterior análisis de la información
dialectológica debido a que se adecuó a las restricciones históricas, sociales, tecnológicas que lo
rodeaban —p. ej. trabajo ‘por correo’ o a ‘domicilio’—. Además, sirvió de arquetipo para la
elaboración de futuros atlas lingüísticos como el LUASC, fabricado por Estados Unidos y Canadá, o
el ALC y ALPI en España.
Wenker, con su trabajo, pretendió señalar los límites que diferenciarían a los dialectos alemanes.
Por ello, los especialistas de la dialectología se encargaron de aplicar algunos supuestos del contexto
de la neográmatica como: “i) que los dialectos eran entidades discretas, íi) que los hablantes eran o
bien hablantes de un dialecto determinado o no, y iii) que ciertamente existen las fronteras
dialectales, los dialectólogos empezaron a trazar isoglosas (…) en mapas para representar la
discontinuidad de las áreas dialectales: las palabras y las pronunciaciones (…) estaban (…)
confinadas en regiones determinadas” (Hernández, 1993: 152); de tal modo que con ellos, los
dialectólogos trazaron las isoglosas con el propósito de exhibir la discontinuidad presente en las áreas
dialectales, es decir, trazaron, según el (des)uso de las palabras y sus diversas pronunciaciones,
diferentes regiones geográficas. También, dichas estructuras se clasifican en función del rasgo
lingüístico que analizan, en consecuencia, existen las isoglosas léxicas —la palabra girl posee
diferentes formas en ciertas regiones de Inglaterra; p. ej. lass: de origen escandinavo, empleada a
partir del 1300; mawther: del mismo origen del anterior, pero su uso se remonta a 1450; maiden:
proveniente del anglo-sajón—, de pronunciación —fonéticas, fonémicas: el desaparición o inclusión
de la /r/ postvocálica en el acento rótico, observable en la Gran Bretaña—, gramaticales —
morfológicas y sintácticas: uso de diferentes pronombres personales disimiles dialectos para la 2a
persona del singular— y semánticas

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Además, los mapas, según las isoglosas que se elijan, categorizan a los mapas, en un primer nivel,
en: léxicos, de pronunciación, gramaticales, semánticos, lingüístico-etnográfico; en un segundo nivel
se organizan en: descriptivos —con base en el rasgo distintivo analizado, se cuantifica la frecuencia
de este a fin de situarlo en algún lugar de un mapa: expresa números— o interpretativos —brindan
una mayor información general que los descriptivos puesto que indican qué variante predomina entre
regiones—.
La dificultad de establecer las fronteras, según el filólogo español, entre los distintos dialectos
identificados en un área geográfica, se manifestó cuando algunos dialectólogos realizaron estudios
con el propósito de hallar un dialecto 'puro' para ello definieron ciertos parámetros —NORMs: Los
hablantes seleccionados debería ser no ambulantes, es decir, que no vagaran por lugar distinto donde
habitan; seniles pues tal población mantiene una codificación de la lengua más primigenia;
establecidos en un área rural, ya que los pobladores de una ciudad tienden a adoptar rápidamente
variaciones de su propia lengua; varones: entre elegidos predominaba el sexo masculino puesto que
estos no presentaban una conciencia de clase más aguda —, con los cuales descubrieron —como en
el caso de alteración fonética que sufrieron algunas palabras debido a la separación territorial entre
los hablantes del sur o norte de Inglaterra— que la distintividad de los dialectos y la delimitación de
sus linderos era muy complicada, a tal grado que varios expertos sugirieron la inexistencia de los
dialectos, más esa malinterpretación la corrigió Francis (1983) cuando declaró (como se cita en
Hernández, 1993) que “En realidad no existen los dialectos y por tanto tampoco las fronteras
dialectales; en lugar de eso, lo que sí hay es un cambio gradual continuo y acumulativo a través del
campo. No hay ningún corte en la cadena de intercomunicación de un área a otra, sino que, por el
contrario, una acumulación de diferencias que al final se traduce en ininteligibilidad entre ambos
extremos de la cadena”. Como consecuencia de lo anterior se propuso una categoría: el continuum
dialectal geográfico; con el cual se ordenó la mezcolanza de lenguas que existía en el continente
europeo y parte del asiático: el Continuum dialectal del Románico Oeste —donde se incorporan las
lenguas romances como el español, francés, catalán— o el Continuum Dialectal Eslavo Norte —aquí
se aglutinó el ruso, polaco, checo—.
Los mapas no sólo sirven para localizar geográficamente un dialecto, sino que también son útiles
para conocer la trayectoria por la cual un cambio lingüístico se difunde a través de diversas zonas e
incluso pueden otorgar la edad aproximada de dos formas específicas.
Por lo anterior, un grupo de lingüistas concibieron la idea de depositar, con base en las evidencias
arrojadas por los mapas, cinco principios en la neolingüística: “1) si, de dos formas lingüísticas, una

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se encuentra en áreas aisladas y la otra en áreas más accesibles a la comunicación, entonces la primera
es la más antigua; 2) si, de dos formas lingüísticas, una se encuentra en las áreas periféricas y la otra
en las áreas centrales, entonces la primera es la más antigua; 3) si, de dos formas, una se utiliza en un
área mucho mayor que la otra, entonces esa es la más antigua” (Hernández, 1993: 161). No obstante,
tal lingüística espacial era frágil puesto que no consiguió explicar satisfactoriamente ciertos
acontecimientos lingüísticos como el caso de la pronunciación —la cual derrumba el argumento del
primer fundamento— de la secuencia wh- en algunos vocablos como what, which, when, who en
Escocia debido a que los dialectos rurales del noroeste tienden a articular un sonido labiodental
fricativo —/f/—, mientras que en los lugares restantes se emite la secuencia /hw/. Por ello, el autor
de este artículo afirma que las normas espaciales formuladas, por la disciplina antes citada, no se
convierten en leyes absolutas ni aún menos inquebrantables, por tanto, Hernández (1993) concluye
que “ahora es evidente que los cambios lingüísticos tienen lugar donde tienen lugar simplemente
porque han tenido la oportunidad de triunfar allí más que en ninguna otra parte, y, una vez surgidos,
se extienden a otras áreas si las condiciones les son favorables” (161).
Cabe destacar que tales reflexiones, antes descritas, además de exhibir la simplicidad manifestada
en los principios neográmaticos —carácter regular, continuo y regular del cambio fonético—,
agregaron que las barreras físicas en compañía de distintas circunstancias sociales posibilitan la
expansión de las formas o innovaciones lingüísticas. Además, mostró la carencia de una disciplina
que se encargara de examinar la dimensión social desde una perspectiva tanto diacrónica como
sincrónica.
La sociolingüística surgió por la necesidad de estudiar, de manera completa y precisa, el habla de
las personas que habitaron las zonas en donde se concentraba la mayor cantidad de la población, es
decir, las ciudades; en consecuencia, la dialectología urbana tuvo que incorporar a sus descripciones
lingüísticas una dimensión espacial y sincrónica con el propósito de hacerle frente a la aparente
inmanejabilidad de la variación de la lengua; de tal modo que ésta evolucionó, con el paso del tiempo,
a la hoy conocida sociolingüística cuyo objetivo esencial “es obtener una descripción completa y
representativa de la variedad de habla local de los habitantes de una comunidad urbana” (Hernández,
1993: 163).
Para completar una investigación de tal magnitud, William Labov, principal reformador de la
dialectología tradicional, elaboró —a partir de diferentes innovaciones tecnológicas, métodos y
descubrimientos de las ciencias sociales y, sobre todo, del presupuesto de que la variación de la lengua
está condicionada socialmente— entrevista grabadas a algunos informantes con base en la correlación

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entre la información obtenida —variables lingüísticas— y ciertos parámetros sociales — variables
sociolingüísticas: edad, sexo, clase social, raza, afiliación religiosas—; el resultado de aquella
relación de complementariedad define una variable nueva: la sociolingüística —alternativas, con
valor social significativo, que le posibilitan al hablante expresar, decir los mismo—.
Otro de los objetivos que persigue tal materia lingüística es la recuperación del habla vernácula,
es decir, el discurso original del emisor elegido porque esta disciplina no sólo considera la variación
social vigente entre un conjunto de individuos de disímil posición social, sino que indaga la variación
estilística del mismo informante puesto que este adecua sus acciones comunicativas según el contexto
en el que se encuentre —formal, informal—. Además, no le basta con identificar las posibles
actividades que ejecute el hablante, sino que, como propone la sociolingüística laboviana, “quiere
averiguar el conocimiento que el hablante particular tiene acerca del tipo de lenguaje más apropiado
para las diferentes situaciones sociales en las que se pueda encontrar y su habilidad para cambiar
fácilmente de un estilo a otro, y no sólo su mera actuación” (Hernández, 1993: 163). Tal metodología,
por incluir los factores señalados, favoreció la proliferación de estudios aplicados a una gran cantidad
de ciudades —Nueva York, Detroit, Montreal, Edimburgo, Liverpool, San Juan, Sídney— que se
basaron en sus principios.
Posteriormente, Hernández declara que, así como florecen las regiones dialectales y los continuos
dialectales geográficos, son posibles los sociolectos y continuos dialectales sociales, los cuales se
clasifican como entidades variables, más no discretas. Esto implica que la correspondencia entre el
acento y la clase social sea cualitativa, es decir, que todos los integrantes de un grupo emplean las
mismas variantes lingüísticas sólo que con mayor o menos frecuencia. La práctica de esta teoría llevó
a Labov a observar en la ciudad de Nueva York que “ciertas variantes serán utilizadas más
frecuentemente por las clases de estatus más alto, menos frecuentemente por las clases intermedias,
todavía mucho menos frecuentemente por las clases de estatus más bajo, y viceversa, siendo la
frecuencia la que indica su estatus social aproximado” (Hernandez, 1993: 164). No obstante, en el
proceso de su indagación comprendió que otro factor debía influir en el uso de variantes lingüísticas:
la desigual pronunciación entre los miembros de un mismo estrato social —Clase media-media; Clase
Obrera Baja—; lo cual significó que la variabilidad en la emisión de una forma, consciente o
inconsciente, es decir, se desarrolle con base en las condiciones —el status social de su interlocutor,
en nivel de confianza entre ambos, el propósito del mensaje emitido, el lugar donde acontece la
interacción— que exige una situación, formal o informal, concreta. (Hernández, 1993)

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En la tercera sección del artículo publicado en la revista ELUA, el filólogo español señaló la
relevancia de la geolingüística puesto que en ella convergen la dialectología, la lingüística secular y
a geografía humana. Esta se caracteriza por ocupar algunas técnicas y fundamentos teóricos
concebidos por los geógrafos sociales, los cuales dan como resultado: “la posición geográfica de una
innovación, el grupo social innovador, el relativo prestigio de determinadas variedades, la distancia
lingüística entre las variedades, y los sistemas lingüísticos mismos como factor de resistencia con la
posible semejanza lingüística pre-existente entre ambos” (Hernández, 1993: 176). En consecuencia,
la lingüística empleo aquellas formulaciones especulativas propuestas por la geografía con la
finalidad de esclarecer el origen de las innovaciones lingüísticas, al mismo tiempo, que aclara la
trayectoria de difusión de estos de un núcleo A un B y no a un C.
Con base en lo anterior, Trudgill diseñó una ecuación con la que realizó dos empresas: la primera
cuantificó los modelos de gravedad en la difusión de los cambios lingüísticos; la otra, midió el grado
de autoridad de un centro urbano x sobre otro y; de tal modo que la fórmula matemática tomó en
cuenta seis variables: influencia, población, distancia del núcleo A al B —y viceversa—, distancia y
semejanza lingüística. Al final de esta sección el autor termina con una cita de Trudgill (como se cita
en Hernández, 1993) donde especuló que “ una dialectología o geolingüística dinámicas que hagan
uso de modelos de difusión geográfica que incorporen el tiempo, y técnicas sociolingüísticas y
geográficas que permitan el tratamiento de fenómenos en progreso, pueden describir mejor e incluso
explicar algunos de los procesos implicados en la difusión de las innovaciones lingüísticas”.

Bibliografía
Hernández, J. (1993). “Dialectología tradicional, sociolingüística laboviana y geolingüística
trudgilliana: tres aproximaciones al estudio de la variación”. En ELUA. Estudios de Lingüística, 9,
151-181. Recuperado de http://hdl.handle.net/10045/6470

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