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Convocamos a nuestra primera reunión en octubre de 2018 en la UNLP (donde planificamos una serie de
conversatorios y entrevistas para realizar a futuro, junto con la producción de estos documentos abiertos). La
convocatoria de la segunda reunión y primero conversatorio se realizó en noviembre del mismo año en la HCDN,
como ‘género y transparencia’, aclarando que no se incluirían tópicos de diversidad sexual (aún) por falta de
estructura para hacerlo (pero creemos necesario y tenemos total interés en incluirla si recibiéramos asistencia en
ello). Luego de finalizado el encuentro, nos resultó lo más adecuado corregir el título y rebautizar esta Agenda
explícitamente como ‘Mujeres y Transparencia’.
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Detrás de todo hay algo de historia personal: hace varios años me tocó ser funcionaria y luego asesora en dos
direcciones a cargo de violencia de género (por entonces , entendida sólo como doméstica y contra mujeres cis).
Esa experiencia nos convenció de que la batería de mecanismos transparentadores podrían destrabar opacidades
donde se asienta esa violencia, como también mejorar protocolos de intervención, prevención y asistencia.
Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
Agenda de Transparencia y Mujeres | Cátedra Estado Abierto (UBA) | Documento de Trabajo #1
Documento provisorio sometido a intervención de las participantes
Disquisiciones
Antes de plantear este cruce, es necesario deslindar algunas asociaciones apresuradas con las
que podemos tropezar a la hora de pensar la transparencia gubernamental:
Primero, su reconocimiento implícito en un sistema democrático. Ello implica que los
mecanismos legales y administrativos sólo le otorgan precisión a su ejercicio, pero si ellos no
existieren, ostenta de cualquier modo un status constitutivo en el orden democrático. La razón
es sencilla: el poder estatal está formalizado en base al constitucionalismo y la publicidad
-acceso a la información, visibilidad, vigilancia, control del poder- para evitar que el secreto de
Estado impida el ejercicio de derechos (Rabotnikof, 2005). Nuestra legislación en transparencia
e integridad pública es incipiente. Esto no es menor, y, sin duda, es de gran premura
solucionarlo. Pero, para mostrar que ello no debe ser impedimento, razonemos por negativo:
por un instante, la falta total de legislación nacional vigente. Aún en este caso la transparencia
gubernamental ostenta reconocimiento positivo de nivel constitucional por vía de tratados
internacionales (art. 75, inciso 22, CN), a lo que se suman los acuerdos ejecutivos con
organismos internacionales de crédito, financiamiento y desarrollo (sin olvidar que ella aparece
como requisitos para implementar los múltiples mecanismos de cooperación internacional
(Schenone, 2002)). No obstante, nuestro país ha avanzado en una legislación inicial -lento y
con pendientes, pero ha avanzado-: tenemos una dotación mínima de instrumentos
preventivos contra la corrupción y un régimen -también mínimo- de integridad pública (Ley
25.188, Decreto 41/1999, Decreto 201 y 202/2017, Decreto 117/2016, Ley 27.275 y otra
legislación relacionada).
Lo segundo que debemos tener en cuenta es no identificar a la transparencia gubernamental de
los discursos de la apertura de la gestión. Por supuesto que están relacionados, pero es
necesario recolocar el verdadero alcance de cada uno: la transparencia es el género, la apertura,
la especie. Veamos cómo: El denominado Estado abierto es un dispositivo (con varias
herramientas a su interior (Mariñez Navarro, 2016), que, si lo vemos desde la transparencia -el
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género-, resulta un componente más entre otros de igual -o incluso mayor importancia- que
procuran la construcción de valor público por la vía de la calidad institucional, actuando
preventivamente contra la corrupción3 (esos otros componentes incluyen el Régimen de
Integridad Pública -leyes, decretos y disposiciones administrativas que regulan la actividad de
los agentes y procedimientos públicos-, el régimen de DDJJ, la prevención de conflictos de
interés, regulación de compras públicas, contralor interno y externo, etc). El conjunto de estas
medidas preventivas con las punitivas (determinadas por el Código Penal) es lo que llamamos
economía de la transparencia4. Así, el conjunto de políticas públicas (dentro de las cuales estaría
comprendido el Estado abierto), leyes, regulaciones, organismos de control y otras
herramientas, conforman el ecosistema de transparencia de un país.
El Estado abierto, a su vez, puede ser desagregado y ostentar algunos componentes muy
interesantes: La innovación pública abierta que se propone mejorar procesos organizacionales y
servicios a la ciudadanía, como también intervenir sobre algunas problemáticas de corte social
(y por cierto, para la innovación, la tecnología digital puede -o no- ser una condición. Existen
mecanismos de innovación social que no apelan a ella), Otro caso, potente por demás, son los
datos abiertos, que revisten un caso particular: son una herramienta extremadamente eficaz a la
hora de ponerlos al servicio de una agenda. Si bien es una herramienta especializada, hoy por
hoy resulta relativamente sencillo lograr apoyarse en datos para incidir en una agenda para las
mujeres y tal vez podamos incidir a través de actores especializados que existen en la
agregación nacional y de algunas provincias. Los datos permiten encontrar patrones,
inconsistencias y regularidades que no son simples de ver a simple vista. Pero también,
permiten incidir en base a evidencia y no a lo que podemos (mal) presuponer acerca de un
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La corrupción, allende los matices de la definición, implica un abuso de poder, que se concreta al romper la
relación fiduciaria entre Estado y ciudadanía poniendo un deber público al servicio de un beneficio privado
(individual o colectivo). Cf. PNUD, 2009
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Cuenta con un aspecto preventivo (ex ante) asentado en mecanismos institucionales y políticas públicas de
transparencia; y un aspecto punitivo (ex post) tipificado por el Código Penal argentino (Título II del Libro Segundo
-delitos contra la administración pública-, completados con otros delitos, subsidiarios de los primeros). En el
preventivo encontramos los organismo de contralor institucional interno y externo por un lado, y por el otro las
políticas públicas de transparencia, que incluyen la regulación de conflictos de interés, declaraciones juradas
patrimoniales, regulación de compras y licitaciones, régimen de integridad (es decir, leyes que regulan el
comportamiento de las y los funcionarios y agentes públicos), acceso a la información pública (o transparencia
pasiva, aquella que precisa de un pedido explícito de la pieza de información), y el estado abierto (o transparencia
activa, donde la información queda disponible por defecto). En nuestro criterio, sumamos aquí los cuatro aspectos
que se mencionará más adelante (prácticas, diseño institucional, dispositivos particulares y compliance).
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tópico. No obstante todas estas ventajas, los datos y la apertura en particular no cancelan esta
ATM, es necesario contar con más herramientas que recaen sobre las políticas de transparencia.
En esencia, la apertura y sus componentes se incluyen en un esquema mayor y como
elemento, sirven a propender a la transparencia. Pero no la completan, sólo conforman un todo
junto a otros componentes. Por eso no son ‘la transparencia’ en sí misma, como tampoco lo
serían los otros componentes por separado: es el conjunto de ellos en funcionamiento pleno lo
que nos dará un dispositivo preventivo de lucha contra la corrupción (PNUD, 2009). Por eso, y
para terminar, los poderes de Estado pueden tener una política de apertura, lo que puede
indicar interés en la transparencia (tendremos que evaluar sobre el caso y ver cuán robusta es la
propuesta), pero ello no la hace transparente, como un hecho consumado: aún será necesario
que implemente y profundice todos los componentes de lo que más arriba llamábamos
economía de la transparencia.
Lo tercero implica, evitar quedarnos en lo más evidente, pedir información. Nos explicamos: Si
bien la transparencia suele ser concebida informacionalmente, es decir, (sólo) un mecanismo
de mejora institucional que apunta a la evidencia y visibilidad (Uvalle Berrones, 2016) a través
de la disponibilización y publicación de información gubernamental, creemos que este es sólo
un sector -importante, sin dudas, pero sólo una parte- de un dispositivo preventivo de lucha
contra la corrupción y de contralor del poder, mucho más grande y abarcativo. Existen
esquemas organizacionales que desplazan la transparencia (cuanto más jerárquicas es una
organización, más posibilidad de discrecionalidad tienen sus altos cargos), existen prácticas
organizacionales que la desalientan (muchos compartimentos de una misma organización
tienden a competir con otros y, para llevar a cabo esa competencia necesitan discrecionalidad.
La manera de asegurarla es la opacidad. También encontramos prácticas que muestran poco
apego a un procedimiento, y esa improvisación, ese desorden, es caldo de cultivo para que se
encuentre la manera de dar curso a cualquier comportamiento indeseable -desde el
moralmente reprochable hasta el abiertamente corrupto-)5. De este modo, si nos quedamos en
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No toda discrecionalidad es negativa. La discrecionalidad es una característica constitutiva del poder, necesaria
para su propia eficacia. Más allá de la política, se tiene el poder de realizar algo porque no existe una fuerza en
sentido contrario que lo impida. El poder es una energía social que hace que muchos procesos sucedan, algo
imprescindible para el funcionamiento de un agregado social. Pero cuando la discrecionalidad sobrepasa cierto
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la última parte del circuito -el pedido de información-, es posible que, si este tipo de
dispositivos existen, el pedido sea infructuoso. Ver la transparencia como algo más que un
comercio de información entre sectores nos permite que, ante la falta de obtención, podamos
intervenir sobre todos los procesos que ella tiene como requisito previo. Esto será
especialmente sensible en una agenda de incidencia por las problemáticas de las mujeres,
donde diferentes dispositivos de subordinación y exclusión nos enfrentarán a una búsqueda
que, desde el inicio, podemos presumir tendrá vacíos. Como síntesis, reiteramos entonces que
la transparencia parece ser algo más que publicar información por defecto o brindarla cuando es
requerida. Es, también, una herramienta para contrabalancear al poder de manera más
compleja y sistémica que la disponibilidad de un output informacional. Y no sólo ‘algo más
grande’ que la disponibilidad de información: es, también, algo más específico. Entonces, a las
herramientas preventivas conocidas (régimen de integridad, organismos de control, estado
abierto, etc.) le sumaremos prácticas (desde las más invisibles hasta las más evidentes),
dinámicas y diseños organizacionales (mencionamos más arriba que el circuito de relaciones
en sistemas jerárquicos y estancos favorece la opacidad, a falta de mecanismos de gobernanza
también, etc.)
Creemos que la economía de la transparencia tiene que incorporar un factor más: los
dispositivos particulares, es decir, las problemáticas específicas sobre las que se puede abrir un
foco e intervenir para potenciar su visibilidad, reconocer necesidades -atadas a un espacio y
tiempo determinado- y permitir articulaciones teóricas y políticas para que devengan en
empoderamiento, mayor participación política y compromiso social con causas6. Por supuesto,
este es el lugar de la transparencia puesta al servicio de diferentes agendas: infancia, adultos
mayores, mujeres, diversidad, y tantas otras. Como se ve, en su mayoría, agendas de derechos
humanos (Saldaña Malagamba, 2005). Aquí tenemos que volver a la información y recuperar
límite, este cheque en blanco puede permitir abusos de poder y exclusiones, La transparencia debe encontrar el
punto político, legal y técnico que permita el espacio que el poder necesita para mantener activa la dinámica social,
pero que a su vez lo acote lo suficiente para evitar que su concentración en unas pocas manos genere todo tipo de
externalidades societales negativas por encontrarse concentrádola concentración del poder en un sector de la
sociedad.
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Existe un componente más, del orden del comportamiento corporativo (compliance) que, si bien pertinente a la
agenda de las mujeres (la inequidad, en todas sus caras, se hace particularmente significativa en el mundo
corporativo), la dejaremos de lado por ahora, hasta que logremos estructurar un espacio para aspectos de
compliance y mujeres (su diseño y ejercicio, su instrumentación y resultados).
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el sentido del ejercicio del derecho de acceso a la información como un derecho humano7: un
ejercicio que permite el ejercicio de otros derechos (de manera concreta: pedimos información
al Estado para el seguimiento de una causa, para ver el algún proceso interno de la
administración pública que necesitamos reconstruir y cotejar si existió una vulneración de
derechos, para comprobar si una medicación debida fue asignada a un particular, y un largo
etcétera). De este modo, la perspectiva de acceso a derechos (Naessens, 2010), amplía el
espectro de la incidencia de la transparencia en la gestión pública y la pone al servicio de otros
fines8 (Guichot, 2014). Esta perspectiva desencaja a la transparencia del fin de la calidad
institucional para ponerla, entonces, al servicio del mundo de la vida, por utilizar esa expresión
habermasiana. Esta transparencia, puro medio, puede mostrar las capas de interacciones
sociales donde las mujeres mantienen un lugar que da cuenta de relaciones de poder
socialmente determinadas. Conocerlas, nos permitirá intervenir sobre ellas.
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Con reconocimiento formal en el Sistema Interamericano de DDHH tras el fallo Claude Reyes vs. Chile (2006), la
CIDH erigió como derecho humano -ligado a la libertad de expresión- el ejercicio del derecho de acceso a la
información pública (la principal herramientas para la transparencia cuando es entendida informacionalmente).
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La transparencia siempre tiene otro fin (no es el objeto de estas líneas, pero su fin es el involucramiento de
diferentes actores con lo público). Usualmente, se la concibe como un medio para interpelar a la ciudadanía y que
ella participe en los procesos de la gestión, pero creemos que este es sólo un vector, acotado, especializado, y que
no siempre, llega a cambiar de plano problemas que atraviesan la sociedad (inequidades, fenómenos por completo
invisibilizados.
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Derechos, género9 y transparencia
La perspectiva de acceso a derechos ensambla mujeres y transparencia históricamente, por lo
que es casi absurdo plantearse una articulación: esas dos agendas nunca estuvieron
desarticuladas. El denominado movimiento (no gubernamental) de derechos humanos, también
conocido como ciudadanía activa, surgió para la promoción y respeto de los derechos humanos
en la década de los 1960s (por ejemplo, Amnistía Internacional se funda en 1961, luego, en
1968, con la crisis de Biafra, la neutralidad entendida como silencio entra en colisión con la
dimensión moral de la asistencia humanitaria, nace el sin fronterismo (Currea Lugo, 2008)). Así,
el segundo auge de los DDHH10, comienza a manos de ciudadanas y ciudadanos organizados
en la sociedad civil, y su primera causa, el género, se anclará al inicio de la década en paralelo al
comienzo de la segunda oleada de un feminismo que abogaba por la equidad laboral y
derechos reproductivos. En esta década surge la agenda afirmativa de diversidad -con la
revuelta de Stonewall Inn neoyorkino en el ‘69, que un año después devendría en la primera
marcha del orgullo gay11-, y se consolidan los derechos de tercera generación o de grupos
específicos (mujeres, niños, discapacidad, pueblos originarios y aquellos de naturaleza colectiva
-a la paz, desarrollo y a un medio ambiente limpio y sustentable-). Surgen también dispositivos
para la intervención ante casos de no reconocimiento de derechos, como la acción afirmativa (o
acción positiva en Europa) para interponer ante una práctica discriminatoria (Seoane, Gentilli,
Arriagada, 2006), compensarla y prevenirla a futuro.
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A partir de este punto del desarrollo, utilizaremos el término género para señalar a las mujeres (y al hacerlo a
diversidad lo explicitamos así). Por otro lado, somos conscientes que en algunos pasajes esta referencia resultará
por completo anticientífica -deberíamos anclar en tiempo y espacio el contexto, precisar el perfil de mujeres
hablamos, aclarar los alcances de la afirmación, etc.-, nos tomaremos esta licencia hasta el apartado donde
mencionemos trabajos con cruces específicos sobre género y mujeres.
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El primero aconteció en la coyuntura de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 que inauguró lo
que pretendió ser un verdadero orden humanitario (sumemos a ella los cuatro Convenios de Ginebra del ‘49, la
Convención de los Refugiados del ‘51, y los juicios de Nuremberg y Tokio). Pero la creciente desconfianza que
terminó en la Guerra Fría minó el impulso inicial hasta la década siguiente (Mercado y Valente Andarme, 2010)
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Y a partir de aquí se desencadenan las iniciativas en ambas agendas (mujeres con los Tratados de la ONU sobre
mujeres casadas del ‘57 y el ‘62, la Recomendación de la OIT del 65, las Conferencias Mundiales de la Mujer desde
1975, CEDAW en 1979; y en términos de diversidad comenzamos con la decisión de la APA de remover a la
homosexualidad del Manual de Desórdenes Mentales, pero, que en términos de la OMS (ONU) habría que esperar
hasta 1992 para desvincularla de la enfermedad. Desde ya que estos hitos son importantes pero no han producido
los cambios significativos que precisamos
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Los setentas esperaron a la ciudadanía activa con los reclamos medioambientales, y, en los
noventas, mientras comienza a surgir el postfeminismo, las democracias latinoamericanas en
transición democrática, empiezan a expresar algunos problemas socioeconómicos estructurales
post caída del Estado del Bienestar. Las reconfiguraciones estatales detectan que algunos de los
problemas de los treinta gloriosos podían ser abordados con mecanismos que prevengan la falta
de control sobre los procesos y la transparencia empieza a ser importante para el
financiamiento y la instrumentación de las reformas del Estado impulsadas por organismos
internacionales. La ciudadanía activa en estos temas aflora por completo en los '90s, a manos
del impulso de los organismos internacionales y comienza a cobrar relevancia mundial apoyada
en diferentes ámbitos (académico, gubernamental, y la propia sociedad civil12). El contexto,
obviamente, no estuvo ajeno (PNUD, 2009): el auge de operaciones financieras y comerciales
transnacionales post bipolaridad, el aumento en las inversiones extranjeras (IED) y el nuevo
orden mundial, junto con el comienzo de transferencias de divisas por medios electrónicos, le
dieron una nueva dinámica a la corrupción.
Si en la gestación de la década del ’80 comienzan a celebrarse con regularidad encuentros
internacionales (foros y conferencias mundiales), en los '90s, se comienza a ver a la corrupción
como un problema para el desarrollo. En 1990, Naciones Unidas prepara manuales para
combatir la corrupción13, y, en 1993, Peter Eigen, renuncia al Banco Mundial y funda
Transparencia Internacional. La primera Cumbre de las Américas de OEA en 1994, incorpora
transparencia en su documento, y, ese mismo año, en la Declaración de Belém Do Pará
-también importantísima para la agenda de las mujeres dado que contempla violencia, no
incorporada en la CEDAW de 1979-, los Ministros de RREE y Jefes de Delegación de los Estados
de OEA instaron al estudio de medidas acordes al ordenamiento jurídico de cada país para
combatir la corrupción, mejorar la eficiencia de la gestión pública y promover la transparencia y
la probidad de los agentes públicos (PNUD, 2009). Ya en el 96, el Banco Mundial, suscribe a
una estrategia anticorrupción propia que colocaba a la transparencia como condición para
12
Cfr. Lechner, Norbert (1992). El aporte de las organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGD) a la vida
democrática de América Latina. En: Ayuda Obrera Internacional, Solidaridad Internacional y Democrática: De un
pasado común a un futuro mejor. Europa-América Latina 1992, IAO/SI/SD, Huelva
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Esto puede parecer menor, pero, mientras no se cuenta con regulación específica y robusta, la única manera de
instrumentar mecanismos transparentes es operacional, y los manuales de procedimiento asisten en esta cuestión.
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financiamiento. Y, el mismo año, se firma la Convención Interamericana contra la Corrupción
(Abramovich, 2006).
Si a partir de estos comienzos avanzamos hacia el cruce empírico de género y transparencia,
podemos ver que, mientras a fines del milenio comienza el desarrollo incipiente de gender
mainstreaming -el proceso de incluir género en todos los aspectos de la implementación de un
programa de desarrollo para alcanzar equidad14-, ya entrados los 2000 surgen los estudios de
laboratorio (sobre todo de economistas del comportamiento) con interés en el funcionamiento
del soborno en relación a hombres y mujeres. Lamentablemente, por entonces, el cruce
corrupción y derechos humanos no estaba lo suficientemente desarrollado (Merkel, 2018), por
lo que la vulneración de los derechos humanos de las mujeres no era una línea de investigación.
El impacto de género que tiene la corrupción debería esperar aún más de una década para
comenzar a ser atendido (por supuesto, esto tampoco se refleja en los programas
anticorrupción). Más adelante volveremos sobre esto, pero digamos, sumariamente, que la
literatura de acceso a derechos al inicio del milenio pensaba en los derechos humanos de las
mujeres recuperando la centralidad de la dimensión subjetiva (Guebel, 2000) para pensar a la
representación, la transparencia y la participación política, en clave de un reconocimiento
estatal multidireccional -de abajo hacia arriba y viceversa- (ibídem)15. No obstante, creemos que
la transparencia debe involucrarse con más problemáticas de las mujeres que los derechos
políticos, sobre todo, porque está a la vista la falta de ejercicio sustantivo de derechos, con el
agravante que no parecen anclarse sobre políticas públicas dentro de los sistemas democráticos
(Bareiro, 2010). Creemos que uno de los retos es -y ponemos a la transparencia a hacer lo que
14
De hecho, el Ecosoc (1997) incluía aquí legislación -no sólo programas o políticas-. El PNUD, también al final del
milenio, agregaba también dimensiones administrativas y financieras, procesos organizacionales. Esto no careció
de críticas: se ha reprochado la despolitización de estas perspectivas (Cf. · Cornwall, A y Brock, K. (2005): What do
Buzzwords do for Development Policy? A Critical Look at ‘Participation’, ‘Empowerment’ and ‘Poverty Reduction’”,
in: Third World Quarterly, 26/7, pp. 1043-1060) y que la inclusión de ciertos términos y excluyendo otros -sexismo,
feminismo, etc.-, no siempre se traduce en equidad sustantiva y nunca superan la retórica de la agenda (Cf.
Trunette, J.; Grows, A.; Gouws, A. y Parpart, J. (2011) A Transformative Approach to Gender Mainstreaming:
Changing the Deep Structure of Organizations, Kviner, K. & Forskmimg NR., s/d)
15
Cfr. Bareiro, Line y Jane Riquelme (1997). Nuevas voceras de la ciudadanía plena. En: Los procesos de reforma del
Estado a la luz de las teorías de género. IULA/CELCADEL, Quito, pp. 17-38. También Bustelo, Eduardo y Minujín,
Alberto (1999). Todos entran, Bogotá, Colombia, Editorial Santillana; Kaluf; como también Cecilia y Maurás Marta,
(1998). Regreso a casa: la familia y las políticas públicas. UNICEF-Santillana, Colombia y por último, Guendel,
Ludwig; Sorensen, Bente (2000). Si no se vigilan los derechos difícilmente se cumplen, Paper s/d, Instituto
Internacional de Gobernabilidad.
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le sea propio- una mayor especificación, expansión y profundización de los derechos humanos
de las mujeres (Guendel, 2000) atendiendo que las democracias liberales sin duda reconocen
derechos, pero no siempre el dispositivo estatal garantiza su ejercicio sustantivo (CEDAW,
1979).
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Sobre la articulación transparencia (gubernamental) y género
Para encontrar algunos anclajes para pensar este cruce, debemos comenzar distinguiendo
entre:
1. Transparencia para visibilizar problemáticas de género (aquí hablaremos de transparencia
activa -la publicación por defecto de información gubernamental- y la pasiva -el pedido formal
de una pieza de información-)16. Este es el rol que pretendemos imprimir a esta agenda.
2. En un fenómeno de corrupción determinado17, atender la dimensión de género y cotejar sus
impactos diferenciales18.
3. Diseño e implementación de una política de transparencia con perspectiva de género.
4. Transparencia diseñada, implementada, monitoreada y evaluada por mujeres.
Por supuesto, estos tres vectores son analíticamente diferenciables pero, en la práctica,
admiten relaciones y pueden aparecer fundidos: es posible que el diseño e implementación de
una política de transparencia con perspectiva de género, si estuviere bien diseñada, incorpora
de suyo la visibilidad de problemáticas antes vedadas. Esos cuatro ejes simplemente muestran
algunas de las direcciones que ha seguido la literatura, y,por supuesto,no pretenden ser un
listado exhaustivo.
De hecho, no son los únicos: lo anterior pone en juego la transparencia y las mujeres de manera
directa. Pero no es la única manera en que estas dos agendas se relacionan: la corrupción y los
16
Identificando la transparencia pasiva, el ejercicio del derecho de acceso a la información pública es el principal
mecanismo que permite el ejercicio de otros derechos (humanos), pero este mecanismo previo, también está
alcanzado por inequidades: la mayoría de las peticiones suelen ser realizados principalmente a mano de abogadas
o académicas (Transparencia Internacional, 2014; BID, 2018).
17
Sólo a manera de ejemplo: Existen ciertos espacios de donde la corrupción es más frecuente y difícil de
intervenir (tráfico de vida silvestre, actividad forestal, industria farmacéutica, y, sin dudas, las industrias extractivas
-su situación es tan flagrante que hasta posee una iniciativa propia a nivel mundial, la famosa EITI). Con respecto al
caso, la corrupción de extractivas no ahorra aspectos de género: el pueblo de minería ilegal peruano Delta 1 contaba
en 2016 con dos mil trabajadoras sexuales (el 60% menor de edad), sin contar con el vertido más de treinta
toneladas de mercurio en ríos superando treinta y cuatro veces el límite seguro para mujeres en edad fértil (Cf. Bird,
L. y Krauer, N. (2017). Case Study: Illicit Gold Mining in Peru. Ginebra: The Global Initiative against Transnational
Organized Crime)
18
Recomendamos el muy reciente e interesante trabajo de Ortrun Merkle, O.; Reinold, J.; Siegel, M. (2017): A
Gender Perspective on Corruption Encountered during Forced and Irregular Migration, (GIZ-GmbH) German Federal
Ministry: Maastricht
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derechos humanos (incluidos los de las mujeres, por supuesto), como también el fenómeno de
la corrupción y el género, tiene otras implicancias. Con respecto a la corrupción y derechos
humanos19, Merkel (2018) señala tres perspectivas interesantes algo allanadas: la corrupción
entendida como una violación de derechos humanos (no sólo un abuso de poder), los efectos
de ella en el ejercicio de los derechos humanos (agregaríamos aquí la responsabilidad estatal en
ese impedimento), y la manera de integrar mainstreaming gender y los derechos humanos en
programas anticorrupción.
En cuanto a la corrupción y género, primero deberíamos dejar constancia de algo no menor: la
mayor parte de la literatura no es nacional, ni siquiera regional o latinoamericana: existen
estudios que provienen -y estimamos que aplican- a países con una configuración social muy
diferente de la nuestra. Ya fuere porque son estudios de caso de otro hemisferio20 o bien casos
de países con dinámicas considerablemente distintas a la nuestra21, o bien porque abordan
países centrales-, existen estudios de casos regionales muy reconocidos22, y alguna literatura
interesante de laboratorio (centrada en comportamientos estratégicos, en reacciones ante
represalias, etc)23. Ésta posee una empiria interesante pero resulta limitada en su capacidad de
generalización (Frank et al, 2011; Armantier y Boly, 2013).
Tomemos una estrategia para resumir esta cuestión para un documento tan sucinto como éste,
que no pretende esbozar un estado del arte, sino mostrar el decurso que pueda ser útil a las
19
Allende la literatura especializada, existen otros mecanismo por demás importantes que hacen hincapié en ello:
La confluencia mujeres, transparencia gubernamental y corrupción vuelve a aparecer en los países incluidos en la
Alianza para el Gobierno Abierto y suscriptores de los Objetivos de Desarrollo Sustentable (el objetivo 16 (y otras
metas contenidas en otros, como el 8 y el 10), hacen confluir género y transparencia. Esta relación incluso fue
remarcada por la CIDH este año (Cfr. Resolución 1/18 Corrupción y DDHH , disponible aquí
20
Sin dudas el más reconocido trabajo es el de By Qi Wang y Min Dongchao (2015) Bringing Gender in: Women
and Corruption in China en A Women, Gender & Research, 98 No. 1.
21
Como el caso de Amaechi Okonkwo de 2016 (Gender and Corruption in Nigerian Politics, publicado en el African
Sociological Review, vol. 20). Este es un trabajo por demás interesante en lo metodológico: reconstruye la noción
de corrupción a partir de algunas notas idiosincráticas nigerianas, combina factores subjetivos y estructurales para
pensar la corrupción, entre otras decisiones muy interesantes.
22
El caso de Ferreira, D.; Berthin, G.; Bernabeu, N., Liborio, S.; Velasco Rodriguez, M. y Cid, V. (2014): Género y
corrupción en América Latina: ¿Hay alguna conexión?, PNUD: New York (disponible a quí)
23
La lista aquí es amplia, y los estudios experimentales, de suyo, acotados. Por eso recomendamos dos estudios de
este perfil pero más genéricos -por así decirlo-. el de Armantier, O. y Boly, A. (2008) Can Corruption be Studied in
the Lab? Comparing a Field and a Lab Experiment, disponible aquí y el de Schulze, G. y Björn, F (2003): Deterrence
versus Intrinsic Motivation: Experimental Evidence on the Determinants of Corruptibility, en Economics of Governance
4, pp.143-160.
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participantes: En un sencillo -y acotado- mapa, podemos organizar los abordajes existentes,
encontramos también una copiosa investigación en aspectos que deslindan la cuestión del
fairer sex, es decir, las mujeres como menos corruptas -fuere porque paga menor cantidad de
sobornos, porque condenan con mayor vehemencia la corrupción, porque manifiestan algún
fenómeno indirecto que las deja en ese lugar24-, etc. Estos estudios se fijan sobre la diferencia
de los hombres en relación a la comisión de cohecho pasivo y activo25, en el involucramiento de
redes de corrupción recíproca (Lambsdorff y Fink (2006)26 concluyeron que las agentes de
tránsito parecen ser más difíciles de sobornar que los agentes27), o bien, porque se observa que
la corrupción es menor cuando hay más mujeres en cargos de la administración pública y
agentes públicas sin tal jerarquía (Swamy, 2000)28. La lista de estudios que asumen este
diferencial es, por supuesto, mayor que lo que aquí señalamos.
Creemos, siguiendo al BID (2018), que existen múltiples esencialismos en los estudios sobre
fairer sex, y ello nos inspira tres objeciones: por un lado, una normativa, dado que asigna un rol
-un mandato- a las mujeres. En este sentido, habría que deslindar genealógicamente de ese
mandato sobre una mayor integridad, y ver a qué racionalidad responde: es preciso cotejar si es
funcional -o un emergente- de otros mandatos que también sostienen la inequidad. Allende la
posición acerca de esta cuestión, si parte de los especialistas han seguido este camino, eso
quiere decir que esa concepción existe -fuere comprobable o puro imaginario-. Real o
imaginario en ambos casos produce consecuencias sociales. Si se toma una postura escéptica
acerca de la mayor integridad de las mujeres y se desconfía del esencialismo, aún es interesante
estudiar el origen y el decurso de tal aserto.
24
Es el caso del estudio de Agerberg, M. (2014). Perspectives on Gender and Corruption. Gender differences in regard to
corruption in Europe from an individual and institutional perspective, QoG Working Paper Series 2014:14. Aquí, se
concluye que la aversión al riesgo es mayor en mujeres, lo que las convierte en más autocontroladas. Esta es la
razón por la que rechazan sobornos más que los hombres.
25
Es decir, recibir o dar un soborno, respectivamente
26
Aquí se puede consultar el famoso trabajo de Nyamu-Musembi (2007), que muestra a las mujeres y los
hombres experimentan la corrupción de manera diferente en la administración de justicia, pero es necesario
conocer la estrategia analítica que usan para llegar a esta conclusión: la explotación comienza en las diferencias de
género en el comportamiento, y no en la corrupción. O, en otros términos, la corrupción sólo exagera aspectos
previos (Cf. Nyamu-Musembi, C. (2007) Gender and corruption in the administration of justice, en Transparency
International (ed.) Global Corruption Report. Cambridge, UK: Cambridge University Press, pp. 121–128)
27
Cf. Lambsdorff, J. y Fink, H. (2006) Combating Corruption in Colombia: Perceptions and Achievements,
documento de trabajo, Facultad de Economía, Passau University, No. 44(06)
28
Swamy, A.; Knack, S.; Young L., y Azfar, O. (2001). Gender and Corruption, en el Journal of Development
Economics 64 (1): 25–55.
13
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Por otro lado, otra objeción de corte metodológico: en contextos macrosociales de inequidad, la
configuración de las relaciones sociales determina, de suyo, que las mujeres no accedan a los
mismos roles que los hombres. Suponer que las mujeres son menos corruptas, tal vez sólo sea
el espejismo de que, antes que ellos, son menos mujeres las que encontraremos en cualquier
espacio de decisión. La trampa está en la inequidad y no en la integridad. No afirmamos que
esto sea así -habría que probarlo-, pero, si sabemos que estamos señalando inequidades, no
podemos cancelar este fenómeno y pensar la corrupción en foja cero: cualquier cuestión
relacionada con la integridad se suma a dinámicas previas y/o concomitantes.
Y la última, teórica (aunque podría plantearse como teórico-metodológica): es por lo menos
arriesgado afirmar que el comportamiento de las mujeres es unívoco o uniforme. En él influyen
contextos históricos y/o culturales, y puede haber factores institucionales (como el tipo, calidad
del diseño y funcionamiento institucional) que intercepten sus decisiones. Este tipo de variables
no siempre son tenidas en cuenta en los estudios desde su mismo diseño.
Lo anterior nos permite introducir la posición contraria: aquella que no hace diferencias de
género para plantear la conducta de las mujeres como su percepción acerca de la corrupción y
sobre la exposición a ella29. Alatasa et al (2006) se interesa por la diferencia de actitudes
basadas en género hacia la corrupción (una variable crítica en la persistencia de ella), retomando
datos de estudios experimentales en Australia (Melbourne), India (Delhi), Indonesia (Jakarta) y
Singapur. Y concluyen que, en su muestra, mientras en Australia existe una menor tolerancia a
la corrupción en mujeres que en hombres, en India, Indonesia y Singapur no hay diferencias. No
existe, para este estudio, cierta ‘universalidad moral’ de las mujeres.
Existen investigaciones que afirman la menor tendencia a la corrupción en gobiernos con más
cantidad de mujeres (Dollar, Fisman, and Gatti 2001; Swamy et al. 2001), pero revisiones de
laboratorio indican que las mujeres no muestran necesariamente mayor aversión al riesgo o son
29
Tal el caso de un estudio que recomendamos sobre legisladoras y legisladores del Equality for Peace and
Democracy (2015) Gender, Governance, and Corruption Examining the Relationship between Corruption, Gender, and
Parliamentary Representation in Afghanistan, EPD: s/d. Disponible aquí
14
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intrínsecamente honestas (Frank, Lambsdorff y Boehm 2011). Aquí ingresan las posiciones
contextuales, que nos llevan a preguntarnos qué contextos son los que permiten que las
mujeres sean un factor en la lucha anticorrupción y en qué contextos son arrastradas por el
contexto sin presentar diferencias con los hombres, ni ninguna otra particularidad intrínseca.
Esarey y Chirillo (2013), por su parte, incorporan la dicotomía contextual sistémica -regímenes
democráticos y autoritarios, donde los primeros resultan menos favorables a la corrupción por
un mayor interés en controlar la discrecionalidad-, y mencionan que las mujeres sí resultan
impactadas de manera diferente por ser asumidas como ‘más éticas’ -lo sean o no-, y
experimentan mayor presión a enmarcarse en la normativa anticorrupción. Por esto mismo, son
más castigadas por violar normas (y no únicamente por el mandato del fairer sex, sino también
por la inequidad previa (Stolberg 2011)). Concluyen que, a la luz de la variable sistémica, las
mujeres son menos susceptibles a la corrupción en democracias -por inequidad-, pero igual de
susceptibles en autocracias, por la discrecionalidad.
Allende nuestra postura metodológica acerca de las posiciones que sostienen el fairer sex, no
queremos generar una dicotomía, porque también existe una tercera posibilidad: que entre esta
suerte de dos posiciones pueda existir un componente transaccional, o sea, tiempo. De este
modo, el avance de políticas y legislación de equidad, lentamente permita que más mujeres
accedan a roles de decisión, y ello las arrastre de ser el ‘sexo íntegro’ a ser lo que queremos:
pares. Como menciona Kumar Jha y Sarangi (2014): women may have better access to corrupt
practices and activities over the years as they get similar in status to men, and may also have greater
exposure to bribe-taking activities. As a result, it is possible that the negative relationship observed by
previous studies may no longer be valid ( p. 4).
Existe consenso, sí, en que la corrupción tiene efectos de género e impactos diferenciales al
combinarse con problemáticas previas -algunas multidimensionales como la pobreza-, deberes
de rol -cuidado doméstico-, discriminaciones directas e indirectas, y explotación sexual (como
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la sextorsión30, el acoso sexual, y otros delitos de potencial alcance internacional como la trata
de personas) (Dollar, Fisman y Gatti, 1999; Transparencia Internacional, 2007; PNUD, 2012).
Es interesante el trabajo de Frank et al (2011) que construye una correlación simple entre el
Índice de Percepción de la Corrupción de 2007 de Transparencia Internacional con el Índice de
Equidad de Género del mismo año de Social Watch (que mide actividad económica, educación
y empoderamiento). En el estudio llegan al resultado que bajos niveles de corrupción están
correlacionados a mayor equidad de género y viceversa.
Otro efecto de género y la lucha anticorrupción (pública y corporativa) que tiene pocos datos
aún (o indeterminados), hace a las denuncias de corrupción: ellas denuncian con menor
frecuencia que los hombres. Creemos que en este, como en otros aspectos, es necesario abrir el
espectro de las variables, e investigar causas/asociaciones/correlaciones más allá del fenómeno:
por ejemplo, saber si es emergente de condiciones de inequidad de género y cómo esto
interactúa con la escasa estructura de políticas de protección a denunciantes de delitos
(whistleblowing) (Nordic Consulting Group, 2009; Esarey y Chirillo, 2013)), o si responde a la
subordinación atávica de las mujeres, o un sin fin de interacciones analíticas que pueden
intervenir (esto es, también, un problema general del cruce transparencia-mujeres: es n campo
tan reciente que los recortes y unidades de investigación siguen siendo menos densas de lo que
deberían. Tiempo mediante, esperemos que sumen capas analíticas que den cuenta de la
complejidad del fenómeno concreto).
Por último, para sintetizar y que sea útil a nuestras actividades, pensemos una suerte de atajo.
Los conversatorios, como talleres y otros formatos de encuentro que realicemos a lo largo de
30
'Sextorsión' es un término acuñado por la Asociación Internacional de Mujeres Jueces (AMJA). Ellas promueven la
Red Global de Integridad Judicial, una iniciativa impulsada por la ONU para apoyar a los poderes judiciales del globo
en la prevención de la corrupción y el fortalecimiento de la transparencia. La sextorsión (es decir, extorsión por vía
de presiones sexuales que abarcan contacto físico invasivo, chistes inadecuados, comentarios ambiguos, etc.). La
base del abuso de poder para fines personales -la usual definición de corrupción, allende los matices- se establece
en el quid pro quo entre quien mantiene la decisión de contratar, ascender u otorgar beneficios que forman parte
de la labor (horas extra, etc.), y decide otorgar (o no) esas ventajas sin reparar en el mérito para solicitar favores
sexuales.
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2019, contarán con mujeres experimentadas en su área, que pueden no conocer
exhaustivamente cuestiones relacionadas con transparencia gubernamental (y ese es su
principal valor para esta Agenda: encontrar situaciones conocidas de primera mano, para ser
transformadas en insumos de futura incidencia). Por eso pensamos que recuperar la
metodología del Fondo de Transparencia del BID (2018)31 que incorpora la perspectiva sensible
a género para el diseño de proyectos en transparencia, puede ser una manera sencilla para que
esas participantes crucen con su labor cotidiana y eso facilite su intervención. Esta metodología
permite tamizar casi cualquier cuestión a la luz del cruce mujeres-transparencia de una manera
concreta.
De este modo, al pensar una cuestión determinada debemos tener en cuenta: ¿Se beneficia a
las mujeres y los hombres por igual? ¿Cómo es posible saberlo? ¿Las mujeres proporcionan y
tienen acceso a la información? Si existe alguna instancia decisoria ¿Las mujeres tienen voz en
ella? ¿Presenta su planteo riesgos de género32? ¿Llega a mujeres de distintas identidades sociales,
económicas, étnicas y raciales? Todas estas preguntas cubren un espectro general -pero
específico-, que permite ver la dimensión de género en un recorte de la realidad determinado.
31
El Fondo fue creado en 2007, con el fin de fortalecer la capacidad institucional de los prestatarios para prevenir
y controlar la corrupción (y ha apoyado más de cincuenta proyectos en veinte países). Escogimos este material por
su especificidad, vigencia y prestigio de la institución, pero no por ello tomamos compromiso alguno acerca del
mismo.
32
La idea de riesgo de género es un estándar del BID referido a los potenciales impactos que un proyecto puede
tener para mujeres y hombres, en tres áreas clave (BID, 2013): oportunidades económicas (es decir, si introduce
requisitos desiguales para acceder a oportunidades y beneficios económicos -incluido trabajo no remunerado-),
derechos de propiedad (como no respetar el derecho de las mujeres a heredar, poseer tierras y otros activos sin
reparar en su estado civil) y violencia de género, incluyendo explotación sexual, trata y ETS (por ejemplo, un
proyecto de inclusión financiera cambiará la posición negociadora de una mujer con su marido y puede producir
conflictos graves).
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Sobre el fin y la dinámica de la ATM
Lo anterior, por supuesto, sin eludir el factor fundamental: trabajar en sinergia, en un marco
hacerlo en el marco de alianzas con organizaciones de la sociedad civil y stakeholders de
diferente tipo. Pretendemos que la ATM esté viva -nada de ella está escrito sobre piedra- y
siempre abierta a nutrirse de diferentes sectores / organizaciones con interés en la agenda de
18
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las mujeres. Esta dinámica le otorgará el mejor camino a seguir, que siempre será, aquél que sea
más útil para nivelar las relaciones de poder.
Sin duda que, en un futuro no muy lejano, tendremos que asumir una planificación interna
específica y conformar un plan de acción para esa incidencia. De acuerdo a lo hecho en 2018 y
lo que proyectamos para 2019, la incidencia será aún, sólo gubernamental. Pero creemos y
queremos que la ATM sea, cuanto antes, un espacio para pensar políticas de compliance y
equidad, nutrirse de las mujeres que están trabajando aspectos de integridad en el mundo
corporativo nacional y fronteras afuera, y, del mismo modo, estar a disposición para apoyar y
potenciar el avance en el ecosistema de integridad empresaria. Por eso, a lo largo de 2019 nos
vincularnos de manera sólida con referentes del tema para poder establecer puentes y
extender nuestras actividades y tópicos a esta rama tan importante de la integridad
organizacional.
En cuanto a la dinámica, itinerar en diferentes instituciones nos permite acceder a las
integrantes anfitrionas, sino también a diferentes organizaciones y mujeres involucradas en
pensar el rol de las mujeres en nuestra sociedad. Escogemos para los encuentros el formato de
conversatorio -por su horizontalidad e informalidad-, pero creemos también que es necesario
sumar otros formatos a nuestra labor: entrevistas, talleres, participación en jornadas organizadas
por terceras partes, etc, El fin es la colaboración y la conformación de sinergias para incidir,
junto con la producción de los respectivos documentos abiertos para quien desee utilizarlos. A
esto agregaremos en 2019 otros dispositivos: entrevistas a especialistas y activistas, paneles, y
producción académica.
19
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Sobre los documentos
Los documentos son el sedimento de los encuentros. Ellos recortan las partes más significativas
en términos de transparencia de lo comentado in situ y compartidos con las participantes para
que refinen ese recorte y/o agreguen lo que consideren pertinente. Son transcriptos al final de
cada actividad y sometidos a la revisión de las participantes, para luego ser puestos a
disposición de otros encuentros futuros y toda persona que los solicite. También pretendemos
que la producción no sólo se acopie, sino que sirva a los fines de la agenda: es decir, que nos
muestre rutas para conformar sinergias e incidir en diferentes ámbitos gubernamentales y, un
tiempo mediante, el espacio corporativo.
Todos ellos se encuentran bajo licencia creative commons CC BY-NC-SA (es decir, pueden ser
libremente compartidos sólo si se cita la fuente, se mantiene la licencia a futuro y no se hace
uso comercial).
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Sobre la metodología (y algunos aspectos a futuro)
Con respecto a la metodología de trabajo en el 2018 y lo que tenemos que precisar en 2019,
tenemos tres cuestiones sobre la mesa: publicación del material, metodología de trabajo y un
borrador de plan de acción (por lo pronto, sólo gubernamental). En cuanto a lo primero, la
mayor disponibilidad parece el mejor criterio, por lo que la mejor opción sería compartirlo en
una plataforma digital (propia o ajena -aquí también es interesante generar alguna sinergia). En
el correr de 2019 es necesario decidir e implementar esta cuestión.
El segundo aspecto, la metodología de trabajo, y tiene más importancia de lo que podría
parecer a primera mano. En primer lugar, es preciso diversificar las fuentes de material (que no
son otras que las mujeres que conformen esta ATM trayendo perspectivas, problemas,
consideraciones y particularidades de sus propios ámbitos y experiencias. El formato
conversatorio es muy útil, pero entrevistas en profundidad, escritura de ideas -bajo columnas
de difusión masiva, producción académica y periodística-, son también útiles. En cada formato
depositamos una demanda diferente: Las entrevistas sirven para obtener el máximo del
conocimiento de una especialista o persona clave (en un cargo, función o circunstancia). En los
conversatorios ponemos en diálogo a las referentes entre sí –no sólo su aporte, sino su
interacción es interesante-, y en talleres podemos difundir, pensar y re-trabajar aspectos del
cruce de transparencia y mujeres de manera dinámica, centradas en la co-construcción de
saberes con el fin de construir conocimiento colectivo.
En cuanto a las participantes de los conversatorios, creemos que ellas resultan óptimas si
ponemos especial atención a su composición: pueden contar con una, dos o tres especialistas,
pero deben estar fundidas entre participantes que integran colectivos, representan instituciones
o bien participan en alguna experiencia sensible a nuestro tema del encuentro. Los
conversatorios son excelentes para recabar problemas, prácticas, aspectos que no veremos en
una versión oficial ni capturaremos en una entrevista o al incidir en una oficina pública (algo así
como contingencias, Por eso no pretenden ser un espacio de discusión académica y producción
21
Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
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de precisiones y deben ser abiertos a mujeres comprometidas, porque nos interesan sus
demandas, no su expertise. Esas demandas, nos servirán para luego poner mecanismos de
transparencia al servicio de lo que están salando (y nos permitirá estar más atentas, a
cuestiones que tal vez no visibilizamos). También, permiten ampliar el espectro, invitar a más
mujeres a conformar este cruce y plantearles para qué puede servir(nos). En todo espacio
disciplinar, la fuerza endogámica está siempre presente. Queremos evitarla desde la
transparencia y desde el género (especialidad que no ostentamos, pero que, como interesadas
en su desarrollo, creemos necesario ampliar el espectro, manteniendo, como mencionamos
más arriba, una o dos especialistas por encuentro).
Por otro lado, con respecto a lo que podemos rescatar como aprendizaje de las experiencias de
2018, creemos necesario profundizar la introducción al tema (no necesariamente en el
conversatorio sino que también puede ser realizado previamente, al momento de la invitación.
Esto puede potenciar los aportes, el planteo de preguntas, y estimular perspectivas como
demandas a las instituciones de pertenencia de las participantes como a las demandas que a
través de ellas puedan hacerle al Estado.
Y por último, el tercero aspecto. Una suerte de plan de acción en borrador. Creemos que los
encuentros –en cualquier formato-, deben reservar un tiempo para la redacción de una agenda
de incidencia inmediata (incluyendo a las participantes y sus intereses o bien en sinergias con
ellas para otro objetivo). Creemos que tal vez comenzar a anclar este plan borrador en dos o
tres tópicos puede ser promisorio (servirá para anclarnos, buscar stakeholders que nos
acompañen en la precisión, y ver qué podemos hacer al interior de esos temas). También, tal
vez sea beneficioso dejar un vacío, un espacio vacante para cuestiones que no tengan relación
con lo que seleccionemos (por ejemplo, podemos tener una ATM interesada en equidad
laboral, participación política de la mujer y violencia, pero si estuviésemos en la coyuntura de la
discusión parlamentaria de la IVE de 2018 -que, según trascendidos periodísticas, a la fecha
sabemos que se replicará en el 2019-, no podríamos permitirnos soslayar tal asunto).
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Somos conscientes que la selección de una ruta crítica seguramente teñirá parcialmente los
conversatorios, los reportajes, los documentos y todo lo que miremos, por eso se deben elegir
temas con cuidado y saber ser flexibles, para que otros tópicos puedan ingresar (mantener un
punto de fuga, un ‘vacío útil’ para no encorsetarnos, nos permitirá desactivar las desventajas del
exceso de especificidad). Tal vez, como mencionamos más arriba (y esto no está escrito sobre
piedra en lo absoluto, sólo lo dejamos anotado), pensar violencia en sentido amplio (física,
institucional, simbólica), pensar equidad laboral (que, o bien habría que acotarlo, o bien decidir
incidir sólo sobre disponibilidad de información, en general), y, pensar en aspectos ligados a
derechos fundamentales (acceso a salud pública, educación básica, etc.). Somos conscientes
que en el año 2019 las cuestiones de financiamiento de la política y cupos estarán sobre el
tapete. Pero también tememos sesgar y recortar el cruce transparencia-mujeres a aspectos que
parezcan grandes al interior de la política -y seguro lo son-, pero a la luz de otros derechos
fundamentales y de la realidad del grueso de las mujeres, no son tan urgentes. Por eso, los
mismos encuentros deben relevar también lo que las participantes vean necesario en una
agenda de incidencia, y, mantener el foco como la flexibilidad en igual proporción.
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Aportes de las participantes Intervengan lo que consideren necesario (tal vez quieran modificar
o sacar el contacto… hagan lo que crean adecuado sin dudarlo)
Comenzaron la ronda las integrantes de sociedad civil (María, Cintia, Natsumi y Candelaria).
María33 empezó contándonos sobre la efectiva vigencia de derechos políticos de las mujeres en
los procesos electorales. Desde 2011 monitorea este aspecto, y ha observado algunas
cuestiones interesantes: por un lado, un escenario promisorio post paridad a nivel nacional -con
la adhesión de provincias y la implementación de Buenos Aires en 2017- pero esto acontece vis
à vis la falta de información oficial sobre, por ejemplo, qué es lo que sucede en la oficialización
de candidaturas (y así, el derecho fundamental a ser elegidas, no se cuenta con las garantías que
ostentan los hombres). En otras palabras, es necesario plantear el funcionamiento en la práctica
de todo mecanismo de paridad.
Existe la regla, sí, pero esas mujeres, en la práctica, son más vulnerables a presiones. En CIPPEC
están monitoreado la primera implementación de la Ley de Paridad en provincia de Buenos
Aires en los HCD, donde la ley se aplicó, sí, pero con limitaciones: la Resolución 114 de la Junta
Electoral, luego de la PASO, no permitía re-ordenar la prelación de candidatos y eso favorecía a
los hombres. No obstante, aumentó la participación de mujeres en los HCD, por lo que ahora en
CIPPEC monitorean la permanencia de mujeres en las bancas y, en caso de reemplazo, si lo
hace un hombre. En la Junta no saben si una concejala es reemplazada (no indagan y sólo
toman cartas si existe alguna denuncia). Por eso CIPPEC hace el relevo directo -Concejo por
Consejo- en ciento diez distritos. Y lo hace de manera ‘manual’ porque llamativa e
injustificablemente, esa información no es pública. con veinticinco concejos de distritos
populosos -y por tanto, con muchas legisladoras y legisladores-, la información de la nómina y
sus reemplazos es negada por el propio órgano legislativo. Llegaron, en esta labor, a la
conclusión que las legisladoras tienen un 55% de probabilidades de ser reemplazadas por un
legislador. El reemplazo es mayoritario por hombres, sin importar el género del/la
reemplazado/a. Tampoco hay manera de conocer la nómina de agrupaciones que se presentan
María Page es politóloga (UBA), investigadora asociada en instituciones políticas de CIPPEC. Su contacto:
33
mpage@cippec.org
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a una elección -si no es por relevo caso por caso-, por lo tanto, el reclamo queda vedado. Esto
también está reflejado en el financiamiento: María afirma que aproximadamente un 20% de las
mujeres financia candidaturas, pero, habiendo solidaridad de género en ese apoyo -los hombres
financia hombre y las mujeres, mujeres-, ya partimos de un menor acceso a las candidaturas,
por lo que la solidaridad de género reproduce -y sostiene en los pasos del proceso a la elección-
el sesgo inicial (sin mencionar que esa rendición no es transparente, por lo que se puede estar
colocando en la fachada a una mujer pero detrás de ello puede haber un financiador que aporta
una gran masa de dinero -es decir, obtendrá una gran influencia sobre la funcionaria electa-, por
lo que sigue reteniendo el poder un hombre. Como no poseemos manera de conocerlo, no
tenemos manera de desarticularlo.
Con respecto al otro derecho fundamental, elegir, María narra una serie de relevamientos
hechos en CIPPEC sobre desempeño electoral del conurbano34, en los que notan una incidencia
muy significativa en jóvenes y mujeres sobre la falta de confianza en la integridad del proceso
electoral, en relación a la que presentan los hombres. Es una disparidad que no está cubierta por
la literatura, que es copiosa pero cubre otros aspectos -diferencial de acceso a recursos, menor
participación, menor involucramiento en las redes de los partidos, menores aportes y menor
financiamiento recibidos, etc.-, pero la confianza no aparece como una variable. Interpelados
por esto, en 2017 deciden estudiarlo, y al indagar se encuentran con que jóvenes y mujeres
afirmaban haber sido objeto de amenazas en el acto electoral (el cuestionario indagaba
violencia a través de diferentes mecanismos como presiones, etc.). El detalle aquí es que no
conocemos este proceso porque el Estado argentino no lo releva (María comenta que existe el
mecanismo de encuestas electorales oficiales en otros países). Es el Estado el que tiene la
logística para esto -CIPPEC no puede ostentar semejante despliegue operativo-, y hacerlo
permite implementar un mecanismo de intervención sobre este tipo de violencia que, según lo
que observaron, resulta muy significativa en sus resultados.
34
María aclara que CIPPEC tiene efectivamente una agenda de mujeres, sólo que relacionada con acceso al
mercado de trabajo, brecha salarial y otros temas. Las cuestiones que volcó en el conversatorio son producto de la
observación de procesos electorales al relevar en el conurbano a votantes, autoridades de mesas y fiscales, durante
los comicios 2011, 2013, 2015 -en ese año ampliaron la muestra a más de dos mil casos al conurbano-, y en 2017,
ya realizaron el sondeo a nivel nacional).
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Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
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Con respecto al derecho a ser elegidas, María trajo a colación una suerte de ejercicio de framing
que realizaron en CIPPEC sobre la reacción de votantes a diferentes tópicos. Se sabe que
cuando la/el votante no tiene información decide bajo pistas informativas (que, ante la falta de
otras herramientas, acaba por primar la estética), no obstante, en este caso se les dieron
informaciones sobre diferentes tópicos ante candidatos reales, que las y los asistentes conocían
(algunas informaciones con connotaciones más ‘ideológicas’ como puede ser la interrupción
voluntaria del embarazo -IVE-), y entre ellos, se incluyó corrupción: observaron que cuando se
le aplicaba a candidatas reales una sospecha de corrupción, la intención de voto se desplomaba
en mujeres y no así en hombres. En menos palabras, es mucho más tolerada la corrupción en
hombres que en mujeres.
Cintia35 hizo hincapié sobre el dispositivo de atención público y la (falta de) atención
psico-perinatal (con problemáticas como mayoría de adolescentes económicamente
vulnerables forzadas a gestar, sin proyecto de vida, por lo que se circunscriben a una
maternidad no deseada y quedan fuera de todo circuito económico salvo trabajo doméstico,
prostitución o empleos muy precarizados). y, en el caso de la atención postparto se suceden
situaciones de violencia y por supuesto persisten las necesidades socio económicas. La
formación de género no es un requisito en los agentes de atención en todo el circuito de salud,
por lo que no existe atención médica sensible a cuestiones de género36, tampoco implementan
controles -para una derivación posterior- de detección de depresión (embarazo, peri y
posparto)37. El sistema de salud -incluso prepagas de primer nivel- no contemplan la atención
en salud mental y la gestión del impacto de la maternidad en su vida (esto desprotege a la
35
Cintia González Oviedo es psicóloga clínica, investigadora en violencia perinatal (Ciipme-Conicet) y maestranda
en género y políticas públicas (Flacso). Dirige B ridge the Gap. Su contacto: c intia@bridgethegap.com.ar
36
No es mejor el panorama en las carreras de psicología: la formación de género no conforma el plan de estudios
(incluso en la UBA donde sólo existe como optativa para quienes optan por ser psicoanalistas). La perspectiva
importa: bajo una sistémica o una cognitivo conductual (que contemplan condiciones del paciente y sus relaciones
afectivas, sociales, laborales), la lectura de síntomas sin formación en género afecta diagnósticos y tratamientos.
Una mujer puede ser diagnosticada como borderline y puede ser víctima de violencia (típicamente presentan
codependencia emocional, estimulada también por nuestro sistema de relaciones de género donde las mujeres
romantizan sus relaciones afectivas a costa de su autonomía). Este dispositivo violento a la luz de una lectura de
género recoloca el paciente en su cuadro y por ende, demanda otras estrategias de intervención.
37
Cintia agrega que se estima en un 13% la cantidad de mujeres con depresión y ansiedad no detectada que, por
supuesto, quedan fueran del circuito del sistema de salud
26
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madre y tiene consecuencias sobre el vínculo que construirá con su hija/hijo)38. Cintia enfatiza
que, mientras el Estado implementa políticas públicas sobre aspectos productivos, el trabajo
reproductivo brilla por su ausencia. Tampoco se dispone de información sobre este tipo de
problemáticas en el circuito público. Cintia insisten en la re-jerarquización de rol supuestamente
‘no productivo’ en los términos convencionales de la economía extra doméstica, y cotejar las
necesidades de la población gestante vis a vis el rol exigido no remunerado (el que, por cierto,
sostiene en muchos aspectos al sistema productivo).
En cuestiones de género en espacios corporativos, Cintia destaca la necesidad de incluir temas
de género. La razón es sencilla: la empresa debe ser nuevo actor social político en temas de
género para llegar a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. En este sentido,
plantea que algunas empresas avanzan en indicadores de bienestar laboral -ue utilizan para
mejorar su reputación corporativa-, pero desconocen todas las formas de acoso e inequidad a
las que las empleadas están sometidas cotidianamente39, Incluso, la construcción de esos
indicadores expresa una perspectiva profundamente masculinizada. Esto es fácil de observar en
la diferencia entre hombres y mujeres en puestos de dirección: las CEOs mujeres en su mayoría
no tienen hijos pequeños, los CEOs hombres poseen una familia convencional con una esposa
dedicada a la familia.
Por último, recuperó la cuestión del acoso sexual en universidades (citó el caso chileno (donde
ya existe una política de prevención de acoso en la Universidad de Chile40), que resulta en el
desplazamiento de alumnas sin consecuencias para los docentes, aquí en Argentina existen
casos más acotados, como el que se gesta en la Universidad Torcuato Di Tella o el ya
38
Esto no concluye aquí: la sensibilidad de género está ausente en campañas de salud oficiales (que poseen una
mirad cis profundamente heteronormativa, incluso en difusión y prevención sobre violencia de género). En
aspectos como cáncer de útero se deja afuera a toda la población lesbiana, no se realizan campañas de salud en
población trans, y las de anticoncepción están dirigidas sólo a mujeres -no a la pareja-, además de no incluir
vasectomías y otros métodos.
39
En el equipo de Bridge The Gap asesoran empresas en contenidos y comunicación inclusiva generando
formación de equipos en género, diversidad sexual y políticas transversales de género.
40
La política se propone erradicar el acoso y la violencia de género (prevención y protocolo de denuncia) con
sensibilización de la comunidad universitaria, cursos de formación en DDHH y violencia de género, elaboración de
protocolos de actuación e investigación, asesoría psicológica y/o judicial a las afectadas. aplicación de medidas
reparatorias, y sanción del acoso sexual. Para más información, cfr. a quí.
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implementado en la FCE (UBA)41 (esto motivó un comentario de Elsa a Xana que trabaja cerca
de la Subsecretaría de Género en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, acerca de pensar
sobre el tema. Nos pareció un señalador muy interesante).
Desde Economía Femini(s)ta, Candelaria42 remarcó la coincidencia con la ATM acerca del
interés en la incidencia. Economía Feminista surge en 2015 a manos de un grupo de
economistas (UBA) que ven la necesidad de sacar la academia a la calle y evitar las discusiones
de nicho (además de integrar un gremio altamente masculinizado). El fin era producir, a partir
de elaborar datos preexistentes, cruzándolos con la variable de género. Y en un lenguaje llano43
mostrar, para conseguir una transformación social para las pares, no sólo demandar un cambio
a través de un plan desde arriba- y el movimiento feminista argentino muestra de que somos
las mujeres las que logran cosas mostrando involucramiento en las calles-, Candelaria destaca la
necesidad y falta de estadísticas en mujeres y población trans es alarmante, y es preciso exigirla.
Luego se centra en un aspecto central para las economistas de EF: la reivindicación del rol
reproductivo de la mujer en el sistema actual, y dentro de ello, la distribución asimétrica de
tareas del trabajo doméstico no remunerado. Lamentablemente sólo cuenta con la Encuesta
del Uso del Tiempo (INDEC), ya desactualizada (se realizó por única vez en 2013), por lo que
hoy en día utilizan la información de la EPH. Sin duda, hay una exigencia en relevar y construir
esta información.
41
El espacio de la FCE por lo pronto alcanza a atención a denuncias de violencia/discriminación de género u
orientación sexual (cf. a quí)
42
Candelaria Botto es economista (UBA), docente y coordinadora en Economía Femini(s)ta. También escribe en
FiloNews. Su contacto: candelaria.botto@gmail.com
43
Por fuera de la exposición de Candelaria y Natsumi, y hablando de la posibilidad de salir de la clasificación
dicotómica basada en sexo del Censo 2020 (que volcamos más adelante), no pudimos evitar preguntar por cómo
creían que era la manera de incidir en el tema. Candelaria tomó la palabra y comentó que la principal vía que tienen
en EF es la de la visibilización por la vía de traducir a un lenguaje llano cuestiones complejas (seguramente
traccionada porque sus integrantes son economistas, un gremio que ostenta, muchas veces, un lenguaje muy
críptico), combinada con la presión política (manifestarse en las calles, pedir a funcionarias y funcionarios, y recabar
el conocimiento de lo que sucede fuera del circuito ‘académico-urbano’. por así decirlo). Lo sintetiza: para mí, incidir
es democratización [de la información] y generar una presión [que derramará sobre la agenda política]. Para
Candelaria, la apertura política per se no necesariamente es una posición genuina, las más de las veces es reactiva y
responde al impacto de la movilización y demanda de las mujeres en muchos espacios diferentes que va ganando
lugar. Esta cuestión nos interpela, así que volveremos sobre ella en la conclusión.
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Por otro lado, EF está realizando una campaña llamada Menstruacción desde 2017, que busca
sacar el estigma a la menstruación mientras demanda políticas públicas para recolocar la
menstruación en otros parámetros que los actuales (los productos de gestión menstrual son
catalogados como producto cosmético -tributa IVA-, y no hay ningún tipo de provisión gratuita
en escuelas, cárceles, centros comunitarios, etc.). Es necesario generar estadísticas para ver
cómo afecta la menstruación en las chicas -el sangrado menstrual no es aceptado por nuestra
sociedad, por lo que las chicas sin recursos para comprarlos se aíslan en esos días y no
concurren al colegio-, y más allá de esto, pensar el acceso a los productos de gestión.
Candelaria menciona que EF no trabaja (aún) transparencia, pero destaca que si bien suelen
abordar cuestiones desde un enfoque ex post similar a informe ELA44, es interesante pensar que,
si queremos un presupuesto con visión de género es necesario ver esa variable transversal en
todas las áreas y ver cómo afecta a mujeres, varones y disidencias. Pero esto tracciona una labor
ex ante, que siempre parece más útil que sólo focalizarnos en exigir más fondos para las áreas
específicas como el INAM. En este sentido, Candelaria menciona que junto a Natsumi
conforman la Comisión de Mujeres y de Ciencia en la FCE (UBA), que las liga a trabajar un
mayor espectro de tópicos (pone como ejemplo el primero Ni Una Menos, en que la consigna
alcanzaba al femicidio. Ahora se trabajan una mayor cantidad de temas, del mismo modo que
lo que hacen en su universidad de origen).
También desde Economía Femi(s)ta, Natsumi45 retomó la cuestión de género/géneros que
aclaramos en la presentación46,y, refiriéndose a su labor cotidiana en el INDEC, agregó que, aún
no se puede salir de trabajar en sexo binario, y, más allá del Censo, también en ciertas encuestas
de muestra aleatoria esas identidades disidentes (según lo autopercibido) tampoco aparecen
por una cuestión poblacional. Pero sería interesante pensar esto de cara al Censo 2020 y luego
hacer esos seguimientos con encuestas a posteriori. Esto se trabajó en la edición 2010, sin
44
En la introducción del conversatorio apuntamos una serie de generalidades muy sintéticas acerca del cruce entre
transparencia y mujeres, e incluimos el por entonces flamante informe del Equipo Latinoamericano de Justicia y
Género o simplemente ‘Informe ELA’ (cf. aquí), que hace una lectura de género comparando el presupuesto
nacional 2018 y 2019.
45
Natsumi Shokida es economista (UBA), se dedica al analista de datos en pobreza e ingresos de la Dirección de
Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC. Su contacto: natsumi.shokida@gmail.com
46
En la introducción, mencionamos que la Agenda versará sobre género -sin s- y no sobre géneros -diversidad-
29
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tiempo, y resultó en no redituar de la manera que se precisó y aún se precisa. La ausencia de
romper la binariedad implica una decisión política (reconocer o no reconocer la pluralidad de
géneros y la autopercepción), y una técnica (ya no se trabaja con una variable dicotómica, lo
que agrega complejidad y multiplica procesos). Pero también hay resistencias extra-gestión
(implica asumir un cambio ante la ciudadanía. Todos los reconocimientos -de un colectivo, de
una problemática, etc.- tienen consecuencias). Por otro lado, con respecto a la Encuesta del
Uso del Tiempo junto con el trabajo de Corina Rodríguez -que discute algunas cuestiones de la
metodología47-, es necesario tener en cuenta este aspecto por las consecuencias sociológicas
que tiene conocer esta variable.
Natsumi también recuperó el comentario de María acerca de los pedidos de acceso a la
información pública por cuestiones electorales, y comentó que ha tenido contacto con
diferentes colectivos de mujeres que trabajan en círculos techie (sobre datos abiertos e
innovación), que, tal vez no estén lo suficientemente estructurado -ellas también integra y se
dedican a una labor profundamente masculinizada-, que le parecen interesantes de ser tenidos
en cuenta para hacer sinergias en los pedidos de acceso o bien contar con sus estrategias para
conseguir datos.
Con Candelaria y Natsumi terminamos con las integrantes de sociedad civil, y comenzó la
intervención de académicas. Comenzamos con Elsa48, que se interesó por dos constantes
apremiantes presentes en los discursos de todas las participantes anteriores: la falta de
información en general sobre agenda(s) de las mujeres y también de evidencia empírica, de
datos duros que puedan informar decisiones. A partir de esto, propone algo que nos interpela
como agenda y que resulta interesante para comenzar a planificar nuestro futuro: pensar en una
alianza y una ‘gran agenda’ [sic] entre quienes pueden acceder a datos, quienes pueden
agregarlos, publicarlos y asesorar acerca de cuáles son más importantes. Esto puede alcanzar a
instituciones públicas, universidades y sociedad civil. Elsa agregó que ese mismo día, con
47
Cf. Rodríguez Enríquez, C. (2015): Economía feminista y economía del cuidado Aportes conceptuales para el estudio
de la desigualdad en Nueva Sociedad N 256, marzo-abril. Y Rodríguez Enríquez, C. y Marzonetto, G. (2015)
Organización social del cuidado y desigualdad: el déficit de políticas públicas de cuidado en Argentina en Revista
Perspectivas de Políticas Públicas, UNLA, 4(8)
48
Elsa Llenderrozas es directora de la carrera de Ciencia Política en la UBA, es especialista y analista en medios
nacionales sobre relaciones internacionales. Su contacto:elsallenderrozas@yahoo.com
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Alejandra, presenciaron el anuncio del PEN del Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos
2018-2020 (que alcanza a los tres poderes y apunta a una mayor equidad de género), que da
cuenta que existen iniciativas, pero es necesario poder recuperarlas en documentos que anclen
esas intenciones y que luego se encaren en medidas concretas. Comenta que sucede en varios
ámbitos -no sólo en este caso-, y lo sintetiza afirmando: sabemos que está, pero no sabemos
exactamente qué es.
Desde lo institucional, es decir, desde la carrera de Ciencia Política de la UBA, Elsa destaca que
se han ocupado de cuestiones de género, pero desde la dimensión política (la representación, el
acceso a los cargos públicos, etc.) Con Inés, María, Cristina Girotti y otras politólogas muy
respetadas han incidido en el trabajo legislativo, en el derecho a ser elegidas, etc. Seguramente
esto responde al perfil profesional y el campo de competencia de la disciplina. Pero, Elsa cree
que es el momento que la carrera, a través de sus integrantes, comience a ampliar el espectro a
otros aspectos, sumar otros temas de trabajo e investigación en el área, más aún porque en la
carrera existen jóvenes con mucho interés en empezar a trabajar otros aspectos de la agenda de
mujeres. Esto comenzó durante el 2018, con un ciclo de ocho encuentros muy exitoso que
incorporó a otras instituciones y vinculó la carrera con otros tópicos -y actores- que también
hacen al género.
Por otro lado, Elsa recupera la labor de las mujeres en la hechura e implementación de la
transparencia en la actualidad: menciona el caso muy destacado de la politóloga María
Fernanda Araujo (UBA), una de las autoras de la actual Ley de Ejercicio del Derecho de Acceso a
la Información Pública (27.275), y, también, a la titular de la Oficina Anticorrupción, la politóloga
Laura Alonso (UBA), sin descartar que esto está acompañado por un impulso de la agenda de
transparencia en la dimensión estrictamente política a manos de mujeres más que de hombres
-con Margarita Stolbizer, Elisa Carrió y otras-. No obstante, en relación a esto, Elsa toma la
intervención de María, remarcando que es necesario observar también cómo se implementa
(cuántas mujeres tienen la posibilidad de ejercer ese rol) y a manos de quién/cuáles ciudadanas
es ejercida la transparencia (Elsa refiere con esto a un comentario que hicimos en la
introducción, acerca de los pedidos de acceso a la información como reflejo de inequidades: no
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sólo en relación a los hombres sino también al interior de las propias mujeres, dado que los
pedidos de acceso a la información a manos de letradas y académicas superan con creces a los
que eventualmente realizan las mujeres que no lo son (BID, 2018)). En ese momento,
interviene María sumando el requisito previo: muchas veces, la información no está disponible
no ya por reticencia a la visibilidad, sino porque el propio Estado no la recolecta. Sencillamente,
no existe. Por supuesto, esta falencia no excluye cuestiones de género.
Y lo refuerza Alejandra, mencionando que, desde su rol en la CNE, muchas veces no se cuenta
con la información que solicita el pedido de acceso formal y se opta por dar lo que se posee
(también agrega que se opta por aclarar/ampliar esa información en favor del solicitante, por la
mera buena voluntad del sujeto obligado). Lo notable es que no es sólo quien peticiona el/la
que se enfrenta a la falta de información, sino que desde dentro de la administración pública se
advierte también la falta. Alejandra agrega algo más: usualmente centramos la discusión sobre
el pedido de acceso a la información versus la disposición del sujeto obligado a darla -o a
negarse-, pero es necesario traer a la discusión la gestión de esa información en un organismo
público. Para suplir el pedido de información, los agentes públicos y/o los responsables deben
hacerse de esa información que muchas veces es vasta, no está bien clasificada, y se dificulta su
recuperación. Se opta, entonces, por dar lo que se tiene, o bien, lo que se pudo obtener de esa
búsqueda. Agrega que en su rastrillaje de información para su propia tesis de posgrado sobre
financiamiento de los partidos -es decir, una labor que no implica un pedido formal y que suele
ser brindada sólo por mera buena voluntad de los agentes públicos-, se topó con una magnitud
de información que fue necesario organizar previamente por tres años porque no era posible
encontrarla entre la enorme cantidad de registros que le ofrecieron. Allende esto, Alejandra cree
que hoy los pedidos de información resultan un aspecto más sensible que antes y son
atendidos con mayor celo -incluso en el Poder Judicial, que produce una información
cualitativamente diferente a los otros dos Poderes de Estado por lo que tiende a ser más
reservada-. Y, si la pieza de información tuviere alguna dimensión de la agenda de mujeres
reviste una importancia mayor, por lo que tal vez esto haga al Estado más sensible a producir y
brindar esa información en el corto plazo.
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Inés, por su parte, muestra algo interesante en relación a lo tópicos que surgieron y cómo
devino nuestra conversación: la necesidad de no contentarse sólo con el pedido de los datos. La
razón es que existen algunos requisitos en la implementación de transparencia en el Estado que
no están siendo del todo atendidos. Los datos implican una herramienta de participación, pero
no siempre se capacita al interior de la administración pública para usarla, y se desconoce su
existencia -y de suyo su utilidad-. Se brinda una herramienta de participación ante una
ciudadanía que no está acostumbrada a participar. Por eso Inés se adelanta y dice: luego se dice
‘nadie participa’. Pero lo cierto es que es necesario enseñar, difundir, involucrar a esa ciudadanía
(que no sabía que existía esa información, cómo apropiarsela y qué uso darle). También agrega
la posibilidad de pensar una manera de calificar a organismos públicos similar a los parámetros
ISO, y menciona que la OEA lo hace en aspectos electorales. Tal vez podamos pensar en
convenios, con una serie de organizaciones y academia para implementar un grado de avance
en transparencia y agenda de las mujeres. Nos pareció una labor interesante para mantener
sobre nuestras posibilidades de una incidencia para una agenda que involucre la ‘gran alianza’
que mencionaba Elsa, y que a su vez incentive al organismo a la mejora continua.
Luego rescató algunos tópicos que fuimos desplegando en la conversación. Con respecto al
supuesto diferencial entre hombres y mujeres en cuanto a la corrupción (Inés refiere al aspecto
de fairer sex que mencionamos en la introducción del conversatorio y que aquí está planteado
en la página 11 y siguientes), cree que no ha lugar: se percibe a la mujer como menos corrupta
porque sencillamente estuvo muchos siglos bajo un dispositivo de subordinación y en
condiciones de desigualdad, no tuvo acceso a lugares de poder, y por eso mismo su actividad
pública resulta hoy distintiva. Las mujeres carecemos de autonomía económica, decisional,
física, y, sin autonomía no hay empoderamiento. Menciona que asistimos a una coyuntura
donde todo es arena movediza porque los movimientos de mujeres y género se están armando,
se están moviendo y removiendo. Aún no sabemos en qué devendrá.
En cuanto a la academia, representación política y mujeres, Inés cree que no se ha superado el
alcance especializado y el hiato de la academia con algunas problemáticas concretas, la
participación femenina es una de ellas. Inés rescata aquí el rol de Candelaria Y Natsumi, en
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cuanto a la difusión y la traducción masiva de algunas cuestiones que, en la academia son aún
crípticas. Las OSCs y los practitioners49 van ganando terreno y allanando un espacio ampliado al
público masivo. En este momento intervino Cintia, recordando la importancia que revistió, en el
marco de la IVE, que las chicas aprendiesen en redes sociales con spots de diferentes
organizaciones y revistas masivas para su franja etaria, conceptos como ciudadanía o ciudadanía
plena. Candelaria suma que la academia, aporta menos a los feminismos que otros espacios de
formación que están por fuera de las universidades y de todo el dispositivo académico -como
los treinta y tres Encuentros Nacionales de Mujeres50-. Esto debe ser atendido para destrabar
subordinaciones en los espacios tradicionales.
Todo lo anterior, retoma Inés, en esta coyuntura donde no hay información, o es apropiada y no
hay disponibilidad de ella. Comenta lo increíble que resulta no dar con datos electorales lo
suficientemente granularizados para comprender un proceso de esa importancia. En ese
momento, María agrega que el problema es basal, es anterior a las mujeres y nuestras
problemáticas. Por ejemplo: no se publican desagregadamente los resultados definitivos de una
elección (podemos acceder a los resultados generales, pero no al desempeño por mesa). Una
vez que la elección es justa -que se acepta su resultado-, a voluntad de la autoridad que posee
la información y en el plazo que ella considere a su discrecionalidad, se envían a la instancia
superior (el Tribunal de Alzada). Algunos envían esa información y otros no. María comenta que
realiza pedidos de acceso a la información para los que no lo hacen y se topa con diferentes
maneras de excusarse de los juzgados de primera instancia, como asegurar que la ley de Acceso
a la Información sólo alcanza al Poder Ejecutivo (no es cierto, alcanza a los tres Poderes), que no
se reglamentó (tampoco es cierto, fue reglamentada el 28 de marzo de 2017 con el Decreto
206/17), o bien ponen escollos administrativos inexistentes -como pedir que el solicitante haga
la solicitud presencial, residiendo, tal vez, en otra provincia-. Por cierto, María se refiere con esto
49
Es decir, especialistas con formación académica específica, pero con sólida experiencia práctica en sociedad civil
o incluso en la gestión pública. Los organismos internacionales apelan a este perfil de profesionales para evitar el
hiato existente entre los aportes de los especialistas académicos que resultaban muy alejados o dificultosos para
ser operacionalizados en un dispositivo práctico (fuere la realidad de un partido político, una oficina pública o
cualquier otro espacio de intervención).
50
Los ENM son, desde 1986, un espacio itinerante de reunión -pero también de organización del movimiento
feminista- donde anualmente sae brindan herramientas de empoderamiento para todas las mujeres, organizadas y
no organizadas. Son autónomos y autofinanciados. Para más información cf. aquí.
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a la elección de 2015, no la última de 2017. Por eso plantea lo dificultoso de pensar conocer, al
menos por ahora, el funcionamiento de la paridad si ni siquiera conocemos este tipo de
procesos más fundamentales51. Y lo expresó de una manera que nos pareció de lo más gráfica:
la opacidad es tal, que para conocer el proceso electoral, una debería estar dentro del cuarto oscuro.
El camino que le queda en su labor diaria para hacerse de esa información es insistir, estar
constantemente detrás de una pieza de información que podría ser disponibilizada por
transparencia activa, o, en su defecto, pasiva52. Esto nos lleva a reflexionar algo que quienes
trabajan en sociedad civil conocen sobremanera: no sólo se puede incidir para mejorar
procesos, sino que es preciso rearmar muchas instancias previas de ese proceso que el Estado
debería tener resuelto. En una agenda de mujeres donde se cruza todo el espectro de
subordinación -que abarca inequidades de variado grado hasta aspectos que muestran una
vulneración de derechos-, no resulta arrojado suponer un panorama desalentador. Y María e
Inés están hablando de aspectos que hacen al proceso electoral.
Luego Inés prosiguió con el problema de la disponibilidad de recursos y la capacitación del
agente público que tiene que dar la información. Incluso en países con problemas estructurales
mayores a la Argentina, existen más recursos destinados a producir y disponibilizar información
(electoral) y ésta tiene mayor disponibilidad que la nuestra. Y no sólo en la dimensión
informacional, a la hora de observar los procesos electorales, son también más transparentes.
Natsumi se suma a la cuestión de la provisión de la información y la falta de capacitación del
agente: es usual que no sepa qué se tiene que pieza de información dar y cuál no, como
también en otros casos hay falta de capital humano para cubrir todas las funciones que esa
oficina tiene -entonces el agente se dedica a lo primordial que tiene asignado y algunas labores
quedan, sencillamente, vacantes-. Natsumi cree que también existe una opacidad funcional,
que no implica sólo el output -la información-, sino una cantidad de procesos que producirían
51
Comenta también que existen informes de relevamiento que algunos jueces producen a voluntad, pero la
Cámara simplemente facilita la información que obtuvo sin más aval que el de haberse hecho de esa información,
sin considerarla oficial.
52
De manera sucinta, entendamos la transparencia activa como la disponibilidad por defecto de la información
(como en el caso del gobierno abierto, donde la información es publicada vía web para ser consumida cuando elija
la ciudadanía), de la transparencia pasiva, en la que media un pedido explícito de parte de la ciudadanía (individual
u organizada) de una pieza de información. Puede estar reconocido formalmente como un derecho humano (una
ley de acceso a la información) o bien políticas de transparencia focalizada que permiten el ejercicio de este
derecho.
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esa información pero que el Estado no cumple ni cumplirá, por lo que en realidad, más que la
información, está escondiendo su falta de intervención en algún aspecto.
.
Después de esto, pusimos en juego la cuestión de la incidencia para lograr estos cambios a la
luz de la labor de la academia. Por nuestro lado, creemos firmemente que la academia debe
incidir y no solamente a través de su producción teórica: debe hacerlo activamente a través de
otros dispositivos que conforman la estructura académica como los grupos de investigación, los
observatorios, las cátedras libres y las cátedras regulares, dotados de una funcionalidad
íntimamente interesada por la realidad concreta y enlazar(la) con saberes que muevan
relaciones sociales. A esto se sumó Rita53, quien conoce hace décadas la gestión universitaria
(fue la primera vicedecana de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata y
ahora lo es de la Universidad Católica de La Plata). Destacó el énfasis necesario en pensar el
circuito entre academia y realidad para las problemáticas de las mujeres (especialmente, el de ir
a la realidad, traccionar hacia la academia y en ese momento construir incidencia con evidencia,
para lo cual se necesita información gubernamental, claro, pero no solamente: existe
investigación que puede guiar nuevos avances). Es interesante, también, su planteo de pensar
diferentes formatos de investigación que articulen academia convencional con extensión para
munirse de ella y finalmente incidir en la agenda de mujeres.
Rita menciona que la gestión universitaria sigue siendo mayoritariamente masculina y la paridad
brilla por su ausencia en el proceso que va desde el armado de listas en adelante (usualmente
no hay decanas jóvenes con responsabilidades de crianza, y lo esperable es que las mujeres
lleguen como máximo hasta la secretaría académica. Esto no sucede en investigación, donde
hay clara mayoría de mujeres). Una gestión profundamente desequilibrada en género, se
combina con la necesidad de una gestión universitaria profesionalizada (la Facultad de Derecho
de la UNLP cuenta con doce mil alumnas y alumnos, no es sencillo administrarla), a lo que se
sumó algo que la interpeló desde el comienzo del conversatorio: la necesidad de incorporar
criterios de transparencia en la gestión universitaria (más allá de la cuestión de la agenda de
mujeres). Nos comentó que, en algo tan importante como el proceso de acreditación de
Rita Gajate es abogada (UNLP), especialista y docente en integración latinoamericana y vicedecana de la
53
Xana es politóloga (UBA), y actualmente la subsecretaria de gestión académica de la Facultad de Ciencias
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equidad especialmente ligados a la representación, participación, y otras, pero cree que es el
momento de ampliar el espectro a otras problemáticas de las mujeres en investigación y
producción académica.
Alejandra, Recuperó las complejidades al interior de la disponibilización de información -que
por supuesto se replica en cuestiones de la agenda de las mujeres-: muchas veces la
información no es hallada, por lo que es necesario plantear seriamente la gestión de la
información. Pero también cree que es el momento coyuntural para ordenar la información que
sea rastreable en agenda de las mujeres y comenzar a construirla a futuro, dado que, al menos
en la Justicia, hoy reviste un aspecto de atención especial.
Inés destacó la necesidad de superar el pedido de datos, de pensar la capacitación de agentes
públicos en estos aspectos y potenciar a través de esa información la participación de la
ciudadanía. Propuso la posibilidad de construir algún parámetro técnico que oficie de incentivo
a la mejora en los organismos públicos (que establece un puente con las articulaciones
institucionales que planteaba Elsa). Esto nos puede dar una ruta muy interesante de trabajo
futuro porque podemos incorporar allí los aportes de las demás participantes.
.
Rita enfatizó la articulación de academia y realidad (que podemos traducir en investigación y
extensión) para las problemáticas de las mujeres. Al interior de las universidades es necesario
avanzar en cuestiones de equidad y de visualizar (exigencia de) roles para las mujeres que
gestionan universidades. Y, además, pensar seriamente un requisito que puede ayudar a
visibilizar estos problemas: pensar seriamente la transparencia en la gestión universitaria.
Xana55 se sumó activamente a las falencias en calidad institucional universitaria y en la
información en los procesos administrativos más simples. Sin información de procesos
administrativos no se pueden re-construir procesos tangibles (de relaciones humanas), que por
supuesto incluyen a los protocolos de intervención en género. Esto nos deja a la vera de los
mecanismos ex post (denuncias, reportes,etc.). No requiere demasiada demostración la
Xana es politóloga (UBA), y actualmente la subsecretaria de gestión académica de la Facultad de Ciencias
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Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
Agenda de Transparencia y Mujeres | Cátedra Estado Abierto (UBA) | Documento de Trabajo #1
Documento provisorio sometido a intervención de las participantes
● Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Fondo de Desarrollo de las
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● Saldaña Malagamba, E. M. (2005). Consolidar La Contraloría Social: La Importancia De Un
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Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
Agenda de Transparencia y Mujeres | Cátedra Estado Abierto (UBA) | Documento de Trabajo #1
Documento provisorio sometido a intervención de las participantes
● Uvalle Berrones, R. (2016): Fundamentos de la transparencia en la sociedad
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Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
Agenda de Transparencia y Mujeres | Cátedra Estado Abierto (UBA) | Documento de Trabajo #1
Documento provisorio sometido a intervención de las participantes
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Es obligatorio citar la fuente al producir obras derivadas, copiar, distribuir y comunicar
públicamente este documento. Se debe mantener su licencia y no debe ser utilizado para fines
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Conversatorio sobre Mujeres y Transparencia (HCDN, 2018)
Agenda de Transparencia y Mujeres | Cátedra Estado Abierto (UBA) | Documento de Trabajo #1
Documento provisorio sometido a intervención de las participantes
Actividades ATM 2018 y 201956
Actividades 2018
● Conversatorio inicial Gobierno Abierto UNLP – se realizó la planificación de la ATM para
el resto del 2018
● Conversatorio HCDN con Elsa Llenderrozas (UBA) | María Inés Tula (Conicet) | Xana
Rodríguez (UBA) | Alejandra Lázzaro (CNE) | María Page (CIPPEC) | Cintia González
Oviedo (Bridge The Gap) | Natsumi Shokida (Economía Femini(s)ta) | Candelaria Botto
(Economía Femini(s)ta) – con documento de trabajo (en revisión de las participantes)
Actividades proyectadas para 2019
● II Encuentro en la HCDN (febrero 2019) – con documento de trabajo
● Taller Fundación Ciencias de la Documentación – con documento de trabajo.
● Lanzamiento cátedra libre Mujeres y Transparencia UNLP.
● Avanzar con entrevistas a referentes en ambos tópicos.
● Avanzar con un taller presencial – con documento final.
● Comenzar a consensuar / planificar una agenda de incidencia con las participantes.
● Definir la disponibilización de documentos, entrevistas y avances en incidencia.
Propondremos realizar actividades con/en57:
● Encuentro Facultad de Ciencias Sociales (fsoc)
● Subsecretaría de Reforma Política GCBA
● Dos encuentros provinciales (Buenos Aires), en dependencias de la administración
pública provincial ejecutiva y legislativa – con documento de trabajo (provincial).
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Con lo proyectado al cierre del año (20 de diciembre de 2018)
57
Ninguno de estos encuentros está confirmado, sólo consignamos una ruta de posibles avances.
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