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La consulta previa
El neoliberalismo no debe ser representado como un sombrero que lo abarca todo
en América Latina, pues las políticas neoliberales no se usaron de manera
uniforme ni sistemática en toda la región. Aunque desigual, hubo un período de
privatización y desregulación en que varios países latinoamericanos, incluyendo
el nuestro, reestructuraron sus funciones económicas y sociales, produciendo
nuevas regulaciones. En Colombia el proceso de reestructuración estatal fue
promovido y supervisado no sólo por instituciones multilaterales como el Banco
Mundial, sino también por agencias de ayuda bilateral como la USAID. En este
sentido, y siguiendo las pautas de buen gobierno con un Plan Colombia muy
financiado y un mercado abierto, distintos gobiernos subcontrataron servicios y
funciones a asociaciones público-privadas, organizaciones privadas y no
gubernamentales. La descentralización, bajo los gobiernos de Pastrana y Uribe
(de fumigación intensa hecha por contratistas extranjeros y apertura de grandes
minas), resultó paradójica, pues algunas regiones y barrios estaban bajo el control
y a merced, sin mucha regulación, de misiones y contratistas extranjeros.
Aun así, tras el boom minero y la hora loca del petróleo (que acabó hace no más
de cinco años), muchos colombianos sienten que la consulta se salió de madre. Y
que grupos étnicos “se aprovecharon de la ley”. Esto tiene que ver con que los
obstáculos atravesados por la consulta previa a mineras, hidroeléctricas y
funcionarios ambientales siempre parecieron un regalo. Un favor a los indígenas
que, al demorarse y negociar y dividirse (y todos los bemoles que implican la
acción colectiva) estaban siendo “desagradecidos”. Lo que es un derecho fue
considerado una deferencia.