El maestro, siendo en general autoritario, intenta aprovecharse de que enseña a leer para
hacer leer preferentemente ciertas lecturas y no otras; se aprovecha de que enseña a
escribir para que se practique escribiendo determinadas cosas y no otras; donde se le pide al maestro que enseñe a leer y a escribir, no solamente lo enseña sino que enseña más unas cosas que otras. He aquí el sofisma del monopolio. Se comete (¿tendré que decirlo todavía?) por todos los partidos reaccionarios. Lo hemos visto cometer por los reaccionarios de derecha cuando estos eran los más fuertes; lo hemos visto en nombre de la Iglesia, en nombre del Catolicismo; lo hemos visto cometer todos los días en nombre de los partidos reaccionarios de izquierda, en nombre del Estado. Si ustedes quieren convencerse, no tienen más que abrir uno de esos libros que se les da a los niños en las escuelas primarias. Cuando hay una reacción de derechas, podrán verificar desde las primeras paginas, que no hay otro tema que el de Dios y la religión, a una edad en la que los niños no pueden comprenderlo. Todo esto viene a decir que cuando el maestro es un reaccionario de derechas aprovecha que las familias le confían a los niños para enseñarles a leer, haciéndoles leer cosas sobre la religión y la divinidad. Y si ustedes quieren convencerse de que el mismo trabajo se hace en nombre del estado, cuando hay una reacción de izquierdas, no tienen más que leer alguno de esos libros que se les da a los niños en las escuelas laicas, donde sin cesar se habla del Estado desde las primeras páginas, en el mismo tono y del mismo modo que los católicos hablan de Dios. Así, todo el sofisma del monopolio reside aquí. Por causas económicas y sociales, las funciones de enseñanza se han especializado en la sociedad. Dado que no todo el mundo puede enseñar a sus hijos directamente, un cierto número de ciudadanos son encargados de impartir la enseñanza. Pero ¿qué es dar enseñanza? Primitivamente se trataba de preparar a los niños para el trabajo intelectual, y no de aprovechar lo que se le enseñaba para orientar su trabajo. El sofisma consiste en esto: que a estos niños que se confían al maestro para enseñarles los instrumentos del trabajo intelectual, el maestro aprovecha no sólo para esto, sino para obtener resultados inmediatos, no esperando a que el alumno los obtenga. Que estos resultados sean legítimos es otra cuestión, y todas las opiniones libres son respetables. Lo que digo es que estos resultados le son dados a los niños antes del trabajo de elaboración personal que sería precisamente lo que les hiciera respetables; se sirven una vez más, y no puedo encontrar una formula más sobrecogedora, se sirven de que están encargados de enseñar a leer para hacer leer tal obra más que tal otra.
Texto extraído de El Anarquismo Político, conferencia que Charles Péguy dio en tres sesiones en los meses de enero y febrero de 1904.