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oe e Menno Sera Soepuees iQué clase de dar es el dar clase? DON! pone A “Moneda que est en la mano tal vez se deba guardar. La monedita det alia se pierde si no se da” Antonio Machado Tal como plantea en un pequeiio e inspirador ensayo el pedagogo José Garcia Molina, hay dos autores fundamentales en todo estado de la cues- tién que pretenda anticipar lineas de investigacién en torno al don: uno de ellos es el antropélogo Marcel Mauss, con su Essai sur Je don (Ensayo sobre el dou, Mauss, 2006); el otro es J. Derrida; quien apoydindose en el primero realiza, en Dar (el) Tiempo, una fenomenologia det regalo, como forma que excede la légica del intercambio econémico (Derrida, 1995). La reflexién de Derrida parte de las nociones de “intereambio” y “reciproci- dad” en las sociedades arcaicas, que Mauss estudia como “obligacién de dar y recibir” (Mauss, 2006:91), para remontarse a un sentido fenome. nolégico donde el “don” adquiere la impronta de la itreciprocidad, que remite al tiempo que “difiere” y dota “a las cosas mismas” de un sentido renovado y extraiio al sentido ya dado: el don no es lo dado. Aqui intentaré hacer una reflexién libre, on Ja linea de las investiga- ciones ya emprendidas (Garcia Molina, 2005; G. Frigerio, 2005), acerca la importancia de leer la “transmisién educativa” segim la Igica de la donacién. Para ello recurriré muy sumariamente a discusiones del citado Derrida con J. L. Marién, y pasajes dispersos de Ricoeur, Lacan, Larrosa, Lyotard y otros. La idea es retomar la temdtica del “bancarismo” de. nunciado por Freire. bajo la hipétesis de un renovado planteo acerca del concepto del “don”. Partiré de una opeién presente en el habla coloquial que expresa una particular simbélica del “tener”. El lenguaje popular sacude la literalidad de los vocablos, Para el caso de “tener”, se ha hecho vax populi una imagen de calidad o categor el “tener clase”. Es de observarse que dicha particular “tenencia” encaja con una especial soltura en la resolncién de asuntos practicos. Puede tra- ducitse como “elegancia”, “decoro”, “sutileza”, hasta “prudencia”, y en general se manifiesta bajo la forma del lucimiento piblico ante terceros. El “tener clase” no refiere a una condicién social determinada. Remite a ese sentido de nobleza o virtuosismo que puede depender de cierta ilus- tracién bastante informe y, sin embargo, suele predicarse de individuos de los més variados estratos sociales y politicos. No genera uniformidad de 83 ve: a4 {Qué clase de dar es el dar clase? juicios ya que no goza de constatacién “objetiva”. En més de un caso es sindnimo de “canchero”; de aquel que es “diestro” y experimentado en la practica de determinado oficio 0 juego, o bien, ducho para desenvolverse en trances existenciales complicados. El “tener clase” puede ir desde un “tener” que se tiene en la medida de que se da, a un tener “exhibicionista” que “se muestra” para que los otros sepan que “se tiene”. {Qué diferencia hay entre ambas formas de posesion’ {Habra de concluirse en que la “clase”, en el sentido educacional del término “dar clase”, armoniza enteramente con la primera férmula y orillea ante el constante peligro de desbarrancar hacia la segunda? El exhibicionismo fue definido en el pardgrafo precedente como el acto de dar a ver lo que se tiene para que quien mira lo sepa, es decir, lo “admi- re" o envidie. En general, lo anima la légica de lo que en la Teoria de Jue- gos se denomina “juego de suma cero”: toda competencia no-cooperativa donde el triunfo de uno ge sustenta en la derrota del otro. En el caso del exhibicionismo corporal o material, en general, lo que se pose es “algo” anterior al acto de mostracién, que para nada se pierde si no se ofrece © comparte con el otro. Més atin, se reproduce ampliado en la medida en que el préjimo queda, como quien dice, “pagando”, ante la oferta del exhibidor. Tanto en el caso general del otorgamiento de valores tangibles como en el de las transacciones comerciales, la exhibicién cumple un rol fundamental. La previa “puesta en vidriera” de la cosa o bien en cuestion es el presupnesto de toda transferencia de objetos (cuerpos-objetos) que genera deuda y/o pago por parte del comprador. Por fuera de la transaceién comercial, siempre aliade, del exhibicionis- mo y los principios econémicos de la competencia y de la escasez, Ricoeur subraya la ausencia de reciprocidad que caracteriza el auténtico “don”, bajo lo que lama “logica de la superabundancia” (Ricoeur, 2010:613). En educacidn, la entrega exige siempre de devoluciones, de ejercitacién; de esfuerzo, de rendimiento; pero estas exigencias no actiian como “moneda de pago” de la donacién educativa; son ms bien una respuesta impulsada, por la légica del sistema, y no una contraparte obligada de la donacién tomada en si misma. El dar clase no es “lo dado”, por eso esté fuera de la dindmica de la éscasez y el trueque, siendo esencialmente un acto gratuito. Tal como sefiala Derriday.el don ~para mestro caso: el “don edu- cativo”- no deberta concebirse como el fenémeno entregado a otro, pues, si asi fuese, se cancelaria como acto virtuoso y se convertirfa en simple “cosa” que se brinda a cambio de otra. En educacién, la cosificacién de la practica -la leccién, la exposicién, el ejercicio didetico— hace que ésta EQuE clase de dar es el dar clase? 85 quede peligrosamente entrampada en el “cfrculo econémico” {metcantil) del mero intercambio de objetos (Derrida, 2009:245). Abora bien, que no haya reciprocidad buscada -en el sentido de la transaccién— no quiere decir que la educacién no se halle sometida a una correspondencia que le es constitutiva, Cuando Freire dice que es inherente a toda edueacién con maytisculas el que el docente no sdlo ensefie sino que ~7 aprenda también del alumno, est describiendo una “reciprocidad” de fondo. Para que ella no se confunda con un simple “toma y daca” habria ”: que considerar que no se trata de un “intercambio de figuritas”; es decir. se trata de una critica de la educacién bancaria y no de una bancarizacién cruzada donde ambos concurrentes intercambian. “depésitos”. Esto es asi, dado que el dar no es lo dado. Por otra parte, puede afirmarse con total conviccién que si las cosas no ocurrieran de dicho modo, si el docente no aprendiese absolutamente nada. del alummo, igual le ensetiaria. La correspondencia 5 constitutiva de la educacién dialégica pero no “buscada” para rédito del ensefiante. La metafora mas elocuente cuando se habla de “educacién bancaria a més alla de la simple alusién a la mente del alumno como si fucra uma “cuenta”, y al conocimiento —“lo que se da”— como si éste fuera un fondo * que se “deposita”. El meollo del banearismo educativo, involucra tanto a docentes como a instituciones y estados: se trata de la captura de “intere- ses” a cambio del capital depositado. Mas que una légica de reciprocidad que exige una devolucién equivalente al valor atribuido, bajo el crizerio baneario la “devolucién” implica siempre una “tasa de ganancia” para el inversor. . Hay algo en los planteos mas convencionales de la educacién que es del orden de “dar”, transferir o transmitir las palabras ajenas. En. efec- to, en tanto docente deberia “darle” a mi alumno lo que un tercero -a menudo “la ciencia”— dijo; y mi alumno deberia “darme” (o responder como “responsable”) lo que ese “otro” dijo segiin como Jo “he dado” vo. Al respecto, Larrosa recupera el aporte de M. Bajtin en Teorfa x estética- de la novela (1989), acerca de la “transmisién y andlisis de los discur- sos ajenos y de la palabra ajena” (Larrosa, 2003:116). Con respecto a la transmisién filolégica de textos, Bajtin reconoce “dos modos escolares fundamentales”: el reproducir “de memoria” y “con sns propias palabras” p ; (Larosa, 2003:117). En el mismo apartado se cita la descelificacién que hace el autor ruso de la repeticién de memoria como monosemanitica™, = ‘ inerte y autoritaria, y se reivindica el cardcter “dialgico” del transmitir con las “palabras propias”. Este hallazgo devela la paradéjica pobreza del < Fos

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