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ALFREDO JALIFE-RAHME
Portada de Rodolfo Sánchez
Primera edición impresa, 2011
Primera edición digital, 2015
D.R. © Grupo Editor Orfila Valentini, S.A. de C.V.
Av. Río Mixcoac núm. 25 Piso 11-A
Colonia Crédito Constructor
Delegación Benito Juárez
C.P. 03940 México, D. F.
info@orfilavalentini.com
www.orfilavalentini.com
ISBN: 978-607-7521-31-0 (ebook)
ISBN: 978-607-7521-11-2 (impreso)
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio —electrónico o
mecánico—, incluida la portada, sin contar con la autorización previa y por escrito del editor.
INDICE
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................9
LA ESPERANZA LOCAL/REGIONAL/GLOBAL ....................................................................9
1. EGIPTO .............................................................................................................................80
A) EGIPTO: EPÍLOGO DE UN ALIADO SUPERESTRATÉGICO DE ESTADOS
UNIDOS ....................................................................................................................................80
B) LA “REVUELTA DE LAS PIRÁMIDES” Y LA ERA POST MUBARAK ..................83
C) BARACK TIENDE UN PUENTE DE PLATA A MUBARAK ....................................86
D) ¡INSÓLITO EGIPTO!: LA CASI REVOLUCIÓN JUVENIL PACÍFICA Y EL
SILENCIOSO GOLPE MILITAR .............................................................................................90
E) EGIPTO: LA IRRUPCIÓN DE TURQUÍA (E IRÁN, POR LA PUERTA TRASERA) ...94
F) EGIPTO: LA IRRUPCIÓN DE TURQUÍA (E IRÁN, POR LA PUERTA TRASERA) ...97
G) EL “NUEVO EGIPTO”: DESAFECCIÓN CON ISRAEL Y ACERCAMIENTO CON
IRÁN 101
4. LIBIA ...............................................................................................................................122
A) ¿BALCANIZACIÓN DE LIBIA?: EL EMIRATO ISLÁMICO DE BENGASI ..........122
B) LA BATALLA POR EL PETRÓLEO DE LIBIA Y LA ESQUIZOFRENIA
OCCIDENTAL ........................................................................................................................125
C) ¿BALCANIZACIÓN DE LIBIA Y/O GUERRA SUBREPTICIA CONTRA INDIA Y
CHINA? ...................................................................................................................................129
D) COALICIÓN “OCCIDENTAL” SE APODERA DEL 80 POR CIENTO DEL
PETRÓLEO DE LIBIA ...........................................................................................................132
E) DETRÁS DE LIBIA: ¡CONTROL DEL MAYOR ACUÍFERO DEL MUNDO! ............136
F) ¿FRACASO DE LA OTAN EN LIBIA? ..........................................................................139
G) EL BOTÍN DEL SAQUEO EN LIBIA: “FONDOS SOBERANOS DE RIQUEZA”,
DIVISAS, HIDROCARBUROS, ORO Y AGUA ....................................................................145
5. SIRIA ...............................................................................................................................149
A) SIRIA: LA PRIMERA REVUELTA ÁRABE POR EL AGUA Y EL CAMBIO
CLIMÁTICO ...........................................................................................................................149
B) LA HIPERCOMPLEJIDAD GEOPOLÍTICA DE SIRIA: ESTADOS UNIDOS
CONTRA IRÁN ......................................................................................................................152
C) ¡INSÓLITO!: EL EMBAJADOR DE ESTADOS UNIDOS EN SIRIA ENCABEZA LA
REVUELTA EN HAMA .........................................................................................................155
D) TURQUÍA ABANDONA A BASHAR ASSAD ..........................................................159
6. YEMEN ...............................................................................................................................163
A) YEMEN A LA DERIVA ....................................................................................................163
LA ESPERANZA LOCAL/REGIONAL/GLOBAL
La aparente quietud política, casi ataráxica, del mundo árabe de 22 países que pertenecen
a la Liga Árabe (sin contar a la RASD: República Árabe Saharaui Democrática,
reconocida por la Unión Africana) se rompió en el lugar menos probable: Túnez, donde
la inmolación de un universitario desempleado convertido a obligado vendedor de frutas
y verduras detonó una insurrección local que prendió la imaginación de más de 360
millones de árabes y cautivó a los hoy “indignados” contestatarios globales quienes han
estremecido las entrañas de la plutocracia bancaria desde España pasando por Gran
Bretaña hasta Wall Street: el corazón financierista de Estados Unidos.
Las revoluciones árabes en curso no son aisladas (ni pueden serlo, debido a la
superconectividad que ha creado la desregulada globalización financierista del caduco
orden unipolar estadounidense) ni han cesado de ser motivo del flagrante injerencismo de
las grandes potencias, en especial, de la OTAN que abiertamente tomó partido por una de
las partes de la guerra civil en Libia para controlar sus pletóricos yacimientos acuíferos y
de hidrocarburos. Precisamente —y esta es una de las tesis nodales del libro, al unísono
del imprescindible factor demográfico— uno de los detonadores principales de la
implosión tunecina fue la brutal alza alimentaria global (materia prima que controlan los
cárteles alimentarios anglosajones).
A nivel meramente regional, tres actores fundamentales participan en forma activa y/o
defensiva: Turquía, Irán e Israel —cada uno con sus propios intereses, a su vez
interconectados con las grandes potencias, sean del decadente G-7, sean del ascendente
bloque de los BRICS. Se vive apenas el primer capítulo —de una extensa enciclopedia
de eventos por venir, así como en el primer año, con una duración probable de una
generación entera— de las revoluciones árabes en curso que han sacudido la vieja
cartografía heredada de los acuerdos coloniales Sykes-Picot de 1916, trazada por Gran
Bretaña y Francia.
La nueva cartografía del mundo árabe se está apenas dibujando y su trazado dependerá
del resultado de la dinámica de la correlación de fuerzas locales, sin duda, pero más que
nada regionales y fundamentalmente globales que reflejan en última instancia el fin del
caduco orden unipolar y el asentamiento del incipiente nuevo orden multipolar.
La Liga Árabe de 22 países
Su etiología —en el diminuto país magrebino (163 mil 610 kilómetros cuadrados y 10.5
millones de habitantes) relativamente próspero— fue el alza de los alimentos y la gasolina
en medio del desempleo masivo que flagela a sus universitarios y a su clase media, una
de las mejor educadas del mundo árabe (con libaneses y palestinos) que ostenta un
envidiable lugar 17 mundial en su “calidad del sistema de educación superior”, según el
Reporte de competitividad global (del neoliberal Foro Económico Mundial de Davos). Su
detonador fue la inmolación de Muhamed Buazizi, hoy icono de la revolución del jazmín:
universitario desempleado (ya suena a pleonasmo) de 26 años, a quien la policía confiscó
las frutas y verduras que vendía por carecer de permiso, en la ciudad central de Sidi Buzid,
lo que dejaba sin sustento a su familia. La inmolación de Buazizi, imitada por otros
suicidios juveniles contestatarios, constituyó la metáfora de “la muerte en vida” de los
universitarios desempleados quienes perdieron el miedo y protestaron en las calles
durante tres semanas, pese al uso desproporcionado de la fuerza (120 muertos) por una
policía de corte medieval —significativamente reprobada por el ejército—, para
conseguir la fuga del tirano republicano apoyado hasta el último segundo por Estados
Unidos y Francia, quienes en un día perdieron a importantes aliados en dos países de
origen fenicio en el mar Mediterráneo: Líbano (la eyección del primer sunnita Saad Hariri
por el bloque de los chiitas de Hezbolá y los cristianos del general Michel Aoun) y Túnez.
Es la primera vez en la historia moderna del mundo árabe que un tirano es derrocado por
las protestas callejeras, lo cual, a juicio de varios analistas, puede provocar un “efecto
dominó” en la región. El mundo árabe en su conjunto atraviesa por una de las peores crisis
de su historia moderna. Sin contar las transiciones sucesorias (Arabia Saudita, Bahrein,
Kuwait, etcétera), de sus 25 países y territorios, llevo la contabilidad de 11 convulsiones,
de diferente etiología y sincronía: desde guerras foráneas (Irak y Yemen), pasando por
protestas callejeras a las exorbitantes alzas alimentarias (Argelia, Marruecos, Egipto,
Libia y Jordania), hasta balcanizaciones (Sudán y Somalia) y vulcanizaciones (Líbano y
Palestina). Quienes posean petróleo podrán compensar hasta cierto punto las alzas
alimentarias, mientras quienes carezcan del oro negro es probable que sucumban a las
protestas de poblaciones demográficamente a mayoría juvenil dispuestas a ofrendar sus
vidas en revoluciones de supervivencia (específicamente de hambruna), más que
genuinamente “democráticas”. El analista cristiano estadounidense-palestino-jordano
Rami G. Khouri (The Daily Star, 15/01/11) se centra en “tres modelos de acción política
y cambio” a seguir —Sudán, Líbano y Túnez— que comparten un problema común: “el
existente orden político y económico en el mundo árabe es inestable e insostenible porque
no satisface a la mayoría de sus ciudadanos”. Elaine Ganley y Bouazza Ben Bouazza (AP,
11/01/11) colocan en relieve que “los jóvenes desempleados usan el Facebook” para
coordinar “su revuelta” en Túnez, “país islámico reputado moderado y símbolo de la
modernidad, pero incapaz de brindar oportunidades a sus jóvenes”. ¿Para qué sirve,
entonces? Insisten en que su “modernidad” alcanzó a sus mujeres, quienes “tienen
derecho a iniciar el proceso de divorcio” y se “les prohíbe portar el velo en lugares
públicos” (a diferencia de las islámicas tradicionales). Bin Ali, monarca republicano
depuesto, y la familia de su ambiciosa cónyuge (el cártel gansteril de los Trabulse), se
olvidaron que un país que aniquila a sus jóvenes apuesta a su inmolación futura y, en este
caso, a su propio suicidio en forma expedita. En entrevista televisiva a Russia Today
(10/01/11), Gerald Celente, prospectivista y fundador de Trends Research Institute,
consideró que “2011 será el año de la revuelta de los jóvenes mediante Internet”. El peor
error de juicio consiste en pretender que la revolución del jazmín y sus inmolaciones
regenerativas están confinadas al mundo árabe. El futuro se rebela y revela al pasado y al
presente inviables: hoy el paradigma tunecino se encuentra en los cuatro rincones del
planeta como expresión inevitable de la revuelta global de los desempleados juveniles
desde México hasta Camerún.
Son tiempos de revueltas contra la globalización financierista que han alcanzado hasta
Wisconsin, Estados Unidos, gobernado por los republicanos. No hay que equivocarse: la
causal de la crisis es financierista —que ha arreciado por el “efecto Bernanke” (la masiva
impresión de papel-chatarra que ha creado una hiperinflación alimentaria, entre otros
cataclismos)— y su manifestación es global con su despliegue tanto regional (en esta fase,
la liberación del mundo árabe, mientras el prospectivista Gerald Celente vaticina la
inminente revuelta europea) como local, con sus características idiosincrásicas. El aroma
extático de la revolución del jazmín intensificó su expansión a los cuatro rincones del
mundo árabe (ahora con la incorporación de Yibuti) que ha impregnado hasta los
Balcanes (Albania y Serbia) y el Transcáucaso (Azerbaiyán y Armenia) con sus virtuales
dislocaciones geopolíticas. La revolución del jazmín del paradigma tunecino y la casi
“revolución de las pirámides” (con golpe militar subrepticio) todavía no alcanzan la
cúspide del “cambio de régimen”, pero han extasiado a la mayoría de los 22 países
miembros de la Liga Árabe (más catatónica que nunca). Libia —una “oclocracia”
republicana e “islámico-socialista” sui generis, donde dos hijos de Khadafi (el teniente
coronel Montasa y el arquitecto Saif) luchan por la sucesión paterna y donde ahora operan
libremente las petroleras anglosajonas Shell y ExxonMobil— que parecía inexpugnable,
ha sido invadida mentalmente por las revoluciones de sus dos vecinos del mar
Mediterráneo (Túnez y Egipto) y su común denominador: la demografía juvenil
desempleada. Las satrapías carcelarias árabes han reaccionado como de costumbre:
reprimiendo reprimiendo y masacrando brutalmente las legítimas manifestaciones
pacíficas. Sin contar el papel siniestro de las torturadoras policías y sus medievales
mukhabarat (servicios secretos) de las monarquías y satrapías carcelarias que constituyen
su primer frente defensivo contra los ciudadanos —lo que debe ser motivo de vigilancia
y profunda revisión (local, regional y universal) de su papel misántropo en una sociedad
moderna— cuando se decanten las revueltas, quizá, se deduzca que una característica del
éxito decisivo de su epílogo consiste en la conducta de los ejércitos: en favor de los
jóvenes desempleados en Túnez; “neutral” en Egipto, y letal en Libia y Bahrein. Varias
de las revueltas en curso son rescoldos de añejos conflictos que han resurgido con la
coyuntura libertaria y ocultan una agenda balcanizadora, a mi juicio, mucho más ominosa
que un “cambio de régimen”, el cual, dependiendo de cómo opere, puede ser redentor, si
no sucumbe en la involución. En el interludio de la revolución del jazmín en Túnez y la
casi “revolución de las pirámides” en Egipto (con golpe militar subrepticio) se escenificó
sin mucho ruido el inicio de la balcanización del mundo árabe en el sur de Sudán (que
tiene el potencial de convertirse en el granero de África). Detrás de las vulcanizaciones
en Bahrein, Jordania, Yemen, Somalia, Irak, Argelia, Marruecos y Libia se perfilan
balcanizaciones que ahora se cubren con el velo de gloria de la “pro democracia”. En
Yemen y Bahrein, como espejo de su composición religiosa, se intensifica la lucha por la
hegemonía islámica de las teocracias de Irán y Arabia Saudita.
Irán, país persa, ha penetrado las entrañas del mundo árabe gracias al despertar chiita y a
los errores geopolíticos del sunnismo: la alianza contranatura con Estados Unidos, Gran
Bretaña e Israel, y el bloqueo inhumano contra los sunnitas de Hamas en Gaza (apoyados
por Turquía e Irán). Con la caída de Egipto, principal potencia militar árabe (décimo lugar
mundial), y la sucesión monárquica en Arabia Saudita, hoy Turquía, país de origen
mongol, toma el primer lugar del sunnismo en el mundo árabe. En el verano pasado,
cuando con propósitos geopolíticos visité Bab Al-Tabbane, bastión del integrismo sunnita
en Trípoli (segunda ciudad de Líbano), me llamó la atención el despliegue masivo de
banderas turcas (arriadas durante “la revuelta árabe de 1916” incitada por Gran Bretaña
contra el derrotado imperio otomano), lo que corroboraba in situ mi tesis del ascenso de
Turquía e Irán, alianza insólitamente sunnita-chiita regional (con excelentes relaciones
geoeconómicas), pero, más que nada, un nuevo eje geopolítico que, en este caso
específico, rebasa las contingencias etno-religiosas. Esto es más complejo que las
“gringadas” hiperreduccionistas (estuve a punto de escribir “micheladas”
occidentaloides) para una región tan compleja, donde los matices y las sutilezas cuentan
demasiado. No falta quienes mueven el avispero balcanizador a lo largo del río Nilo —
que ya empezó con el sur de Sudán (pletórico en petróleo), hoy en manos de “cristianos”
y animistas vinculados a Estados Unidos y Gran Bretaña— que pretende desprender la
parte sur de Egipto a los coptos cristianos (10 por ciento de la población) en alianza con
los nubios (unos 2 millones).
A juicio de Paul Joseph Watson, la agenda unipolar del “gobierno mundial parece
derrumbarse en todos los frentes” y coloca en relieve una frase de Brzezinski que explaya
el surgimiento de un factor significativo: “por primera vez en la historia el género humano
está despierto políticamente —una nueva realidad— como no había estado antes”, ¡pues
qué bueno! ¿O no? Ahora, según Brzezinski, la gente en todo el mundo está consciente
de las “inequidades globales, desigualdades, explotación y falta de respeto”. ¿Se
volvieron marxistas los globalistas unipolares? ¿Se asentará por fin el manto de
“conciencia universal” que envuelve a la biosfera, el maravilloso concepto
(r)evolucionario del jesuita paleontólogo Teilhard de Chardin? Brzezinski advierte que el
género humano no nada más está “despierto”, sino “agitado”, y que dicha “combinación”,
con una elite fracturada, “hace más difícil el contexto para cualquier gran potencia,
incluyendo a Estados Unidos, la principal del mundo”. Durante la sesión de preguntas y
respuestas Brzezinski exhibió que aún padece la nostalgia conceptual por el “gobierno
mundial”, tarea que, a su juicio, no cumple la ONU. Watson rememora una frase indeleble
de Brzezinski en su libro de 1970 Entre dos épocas: el papel de Estados Unidos en la era
tecnetrónica: la “era tecnetrónica implica la aparición gradual de una sociedad más
controlada. Tal sociedad sería dominada por una elite, sin restricciones por los valores
tradicionales. Pronto será posible asegurar una vigilancia casi continua sobre cada
ciudadano y mantener al día expedientes completos que contengan su más íntima
información personal. Estos expedientes serán sujetos a la recuperación instantánea por
las autoridades”. Cuarenta años después al orwellianismo tecnetrónico de Zbigniew
Brzezinski, ¿no alcanzó, acaso, la sociedad occidental tales objetivos de íntima vigilancia
ciudadana? Brzezinski es débil en semiótica: un “ciudadano” (que alcanza las alturas
semánticas durante la revolución francesa) es un citadino con obligaciones y derechos,
mientras que en la neoesclavitud tecnetrónica el llamado “ciudadano” cesa de existir al
carecer de elementales derechos y al ser transformado antibiológicamente en un ser
controlado y explotado para la lúdica productividad neoliberal. El emancipado
“ciudadano” es ante todo un ser biológico con aliento de libertad: requisito doblemente
genético y adquirido que no puede cumplir la sociedad tecnetrónica de la comisión
trilateral que no entendió que el “despertar político” es inherente a la naturaleza humana.
¿Cuál es el objetivo de una vida sin libertad?
En medio de la revolución del jazmín del paradigma tunecino, que en enero de 2011
adelantamos: “Los totalitarismos globales, en lo económico como en lo político, se
han puesto a temblar. ¿Será 2011 el año fatídico de la revuelta de los desempleados
universitarios hambrientos (que ya suena a triple pleonasmo) que vaticinó el
prospectivista Gerald Celente y que empieza a sacudir a los países totalitarios de la
Tierra, sean neoliberales en lo económico o sean autocráticos en lo político?”
Entonces, el mismo ex primer británico Gordon Brown (creador junto con Baby Bush
del disfuncional G-20) temía ya la “revuelta global de estudiantes desempleados y
hambrientos” de su país hoy en llamas, tema que trataremos más adelante (II., 7).
Siete meses más tarde, mientras media Inglaterra ardía, el primer ministro
“conservador” David Cameron estaba de vacaciones en Italia gozando triplemente el
desplome de los piigs (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, por sus siglas en
inglés), su contagio francés y la balcanización del euro. Simultáneamente a las llamas
urbanas de su país y del incendio financiero de la “eurozona”, el encargado de las
finanzas George Osborne se jactaba de que Gran Bretaña es “un paraíso financiero”
(The Daily Telegraph, 11/08/11). ¿Está loco Osborne? En absoluto: es de lo más
congruente desde el punto de vista del “gamberrismo” (hooliganism) neoliberal global
que ejerce tiránicamente el control financierista de su plutocracia al resto de la
sociedad desposeída, en particular, a sus jóvenes desempleados, que le importan un
comino. David Danny Blanchflower, desde las entrañas del Minotauro neoliberal
(anterior miembro del banco central de Inglaterra), comentó que el “gobierno fracasó
en crear empleos a los jóvenes” y solicitó “cambios políticos inmediatos para prevenir
que se conviertan en una generación perdida” (The Daily Telegraph, 11/08/11).
Dejamos de lado la consustancial piratería pre-trans y neocolonial en las finanzas, la
economía y la política, en el país exportador de las “ideas” de Adam Smith (siglo
XVIII), del apostador inveterado David Ricardo (siglos XVIII y XIX), del demencial
thatcherismo y del tramposo blairismo (con la descarrilada “tercera vía” de Anthony
Giddens y el triunvirato gubernamental de Robert Cooper de predominio trasnacional
privado anglosajón (La Jornada: Bajo la Lupa, 03/08/11). En forma sarcástica la
prensa persa y la árabe se cobran las afrentas propagandísticas de Gran Bretaña
durante más de cuatro siglos y se burlan de la brutal represión del gobierno frente a la
revuelta juvenil muy similar a la revolución del jazmín. ¿Bombardeará la OTAN a
uno de sus dilectos miembros, Gran Bretaña —enfrascada en la guerra atlantista de
Afganistán y Libia (hace mucho se retiró humillantemente de Irak)—, para rescatar
“humanitariamente” a los ultrajados jóvenes británicos desempleados? ¿No cabe aquí
la “Responsabilidad para Proteger” (“R2P”) a los jóvenes británicos, la que sirvió de
coartada a la OTAN en Libia para saquear el dinero de Khadafi (su aliado despachado
sin rubor) y llevarse su petróleo y agua? ¿No es acaso el “gamberrismo” neoliberal
“invisible” quien provoca globalmente la legítima ira de los jóvenes desempleados,
incluidos los británicos?
El portal alemán de Der Spiegel (10/09/11) considera que “las revueltas revelan la
decadencia de la sociedad británica” y que reflejan “un malestar profundo”. Se trata
de una sociedad fracturada sin pacto social. El rotativo Berliner Zeitung (10/08/11)
reflexiona que Gran Bretaña “ha perdido su fe en cada autoridad: bancos, políticos,
los multimedia y la policía (nota: estamos hablando de Gran Bretaña, no del “México
neoliberal”). Los jóvenes desempleados aprovecharon la acefalia policiaca —
cupularmente decapitada por el escándalo del mafioso oligopolio multimediático
Rothschild-Murdoch y sus desinformadores circuitos Sky— e imitaron los medios
sociales de sus similares contestatarios de la revolución del jazmín que ya empezó a
censurar el gobierno “conservador” del premier israelí-inglés David Cameron,
supermillonario, esposo de una baronesa y sionista consumado. ¿Cuál es la diferencia
entre la censura a los “medios sociales” que tanto criticó Gran Bretaña a Irán y Siria
y que hoy ejerce orwellianamente sin rubor contra sus propios jóvenes desempleados?
Exageradamente desigual con su máscara democrática decimonónica, Gran Bretaña
se quedó sin discurso pero no sin balas y prepara la intervención de su ejército para
aplastar la legítima revuelta de sus jóvenes desempleados (la tercera en un poco más
de medio año, más las que faltan). Además de islamofóbica, la sicopática extrema
derecha británica (la Liga de Defensa Inglesa, vinculada al infanticida noruego
Anders Behring Breivik, aliado del Partido Likud israelí; La Jornada: Bajo la Lupa,
31/07/11) y un sector preponderante del Partido Conservador exigen el uso de la
fuerza para someter a los “subversivos”, “vándalos, “enfermos” y “criminales”.
Descerebrada reacción clásica de la plutocracia oligárquico-oligopólica —que
también controla seudointelectuales y literatos muy bien lubricados— sumergida en
sus orgías de las Sodoma y Gomorra financieristas, carente de ideas e incapacitada en
ceder siquiera una mínima parte de sus privilegios cleptomaniacos. Justicia divina: en
Gran Bretaña sus propios ciudadanos juveniles desempleados le pagan a sus
gobernantes con la sopa de su propio chocolate de desestabilización que exportan
globalmente por doquier. ¿Podrá celebrar el año entrante los Juegos Olímpicos? Entre
las causales de la violencia el portal alemán destaca “la exclusión social creciente, el
desempleo juvenil elevado y la desigualdad”, cuando el gobierno “conservador”
acaba de anunciar “medidas draconianas de austeridad” (que afectan más a los
desposeídos para que perviva el parasitismo neoliberal plutocrático). Más allá de las
complacientes protecciones mentales añejas de la aristocracia plutocrática británica,
que se refugia en peregrinas interpretaciones descontextualizadas sobre “la violencia
recreativa” del Señor de las moscas de William Golding y la Naranja mecánica de
Anthony Burgess, existe una sicología peculiar de la hiperviolencia británica. Amén
que el neoliberalismo global —un Frankenstein londinense— sea de lo más
patológicamente nihilista en sus devastaciones militares/geopolíticas y sus “daños
colaterales” económicos y financieros, sin contar sus depredaciones ambientales (v.
gr. bp en el Golfo de México), pocos países del mundo son tan hiperviolentos en todos
los ámbitos como Gran Bretaña, que exporta su legendario “gamberrismo” a todos
lados y, en particular, a los estadios de futbol propios y ajenos, el cual, a mi juicio,
“dejan hacer y dejan pasar” deliberadamente sus gobiernos como catarsis colectiva,
al unísono del desenfrenado consumo de “estupefacientes duros” y de una lascivia
desregulada, que en su conjunto permiten el control de las masas desposeídas y
excluidas del modelo plutocrático neoliberal con el fin de hacerles evadir su patética
realidad, devaluarles ética y estéticamente, degradarles moralmente y aniquilarles a
fuego lento. Hoy más que nunca vale la pena revivir al Hombre rebelde de Albert
Camus: la revuelta como legítima herramienta biológica de supervivencia. ¡La
salvación está en los jóvenes contestatarios, desempleados o no, de todo el mundo!
El reciente “efecto Bernanke” —impresión masiva de dólares por más de 600 mil
millones por la Reserva Federal— provocó la hiperinflación de las materias primas donde
destaca el alza estratosférica de los alimentos con los que lucran los cárteles anglosajones,
como lo señalamos en el apartado anterior (“El meganegocio de los cárteles alimentarios
anglosajones”, Contralínea, Radar Geopolítico, 30/1/11).
El caso geopolítico de Egipto adquiere mayor dramatismo debido a que uno de sus
detonadores inmediatos, acumulado a otros agravios sedimentados durante 52 años de
gobernación militarista, derivó del alza de los alimentos en un país que era autosuficiente
durante la etapa de Nasser y cesó de serlo con el defenestrado Mubarak debido a su
adopción de medidas neoliberales suicidas bajo las recomendaciones del siempre siniestro
FMI, lo cual desembocó en la devaluación de su moneda, tasa de desempleo de 30 por
ciento y empobrecimiento generalizado (40 por ciento de la población pletóricamente
juvenil con ingresos menores a dos dólares al día), pero benefició en última instancia a la
clepto-plutocracia local y global.
El suicidio alimentario de Egipto, el mayor importador mundial de trigo (17 por ciento
del total) se amplifica teóricamente cuando en su frontera sur se encuentra Sudán (el país
más extenso tanto de África como del mundo árabe y la segunda población más numerosa
de éste), con el que comparte el vital río Nilo y que tiene el potencial de convertirse en el
granero del continente negro, lo que ha impedido su balcanización teledirigida –sin contar
sus pletóricas reservas de petróleo en el ya separado Sudán del Sur como en su provincia
de Darfur, en la mira de los balcanizadores.
Pesek estima que hay que considerar los efectos colateralescuando la ONU reconoce
que los países gastaron por lo menos un millón de millones (un trillón en anglosajón) en
importaciones de alimentos en 2010, con los países pobres pagando 20 por ciento más
que el año anterior.
¿Se convirtió la venta de alimentos en el cuarto mejor negocio del mundo después del
petróleo (primero), el narcotráfico (segundo), la venta de armas (tercero) y empatado en
el cuarto lugar con los negocios del desagüe y los caños del crimen organizado tolerado
subrepticiamente por los hipócritas gobiernos (trata de blancas, contrabando de órganos,
etcétera)?
Cargill opera con una importante rama financiera para riesgos en los mercados de
futuros y cuenta con su propia firma de hedge funds (fondos de cobertura de riesgos):
Black River Asset Management, con activos por 10 mil millones de dólares. ¡Viva la
especulación!
Tal especulación ha sido tolerada en forma masoquista por los países hambreados
como el itamita México calderonista que pretende ridículamente haber blindado la tortilla
mediante futuros financieros especulativos que solamente abonan más ganancias a los
activos de las trasnacionales alimentarías (carecen de imaginación: lo mismo hacen con
los futuros del petróleo con los que han perdido fortunas).
Esto apenas comienza con las alzas descomunales de enero pasado en los costos de
lácteos, azúcar y granos, según Pesek, quien culpa de forma absurdamente reduccionista
a la occidentalización (sic) de la dieta en Asia de encontrarse parcialmente (¡súper-sic!)
detrás del alza en los costos de alimentos. No dice ni pío sobre la especulación
financierista (el meganegocio de la banca israelí-anglosajona) que ha contribuido en
forma determinante, más que otros factores, al alza descomunal de los alimentos.
Pesek aduce que la crisis alimentaria llevará a otra: la de la deuda, ya que los países
asiáticos aumentarán abruptamente los subsidios y recortarán los impuestos a las
importaciones.
Ahora a todo el mundo le ha dado por opinar, sin saber mucho al respecto, sobre
los riesgos geopolíticos, y el economista Nouriel Roubini no es la excepción, quien plagia
mi concepto del G-0 (ver Bajo la Lupa, 23/1/11) para avanzar una imagen lúgubre de un
mundo acéfalo y a la deriva: Nuestro Mundo G-Cero, en un artículo para Project
Syndicate (11/2/11), el conglomerado mediático del megaespeculador George Soros.
No especifica cuáles, pero los lectores pueden consultar mis artículos sobre el cártel
anglosajón de la guerra alimentaria (ver Bajo la Lupa; 4, 16, 23 y 27/4/08; 4/4/10, 4/8/10,
8/10/10; 16 y 19/1/11) y su meganegocio(Radar Geopolítico; Contralínea,30/1/11).
Fengtian adopta la añeja tesis de Bajo la Lupa sobre la guerra alimentaria que libra
Washington para someter al mundo: en el pasado (sic), EU tomó ventaja de su papel
dominante en el mercado global de alimentos para adoptarlos como arma (¡supersic!)
política.
Más allá de los tenebrosos grupos de la plutocracia (private equity) –como el grupo
texano Carlyle (vinculado al nepotismo de los Bush) y el inimputable Blackstone Group
(controlado por Peter G. Petersen y Stephen A. Schwarzman, cuyas hazañas se remontan
al macabro cobro de los seguros de las Torres Gemelas del 11/9; ver Bajo la Lupa, 26/9/04
y 3/10/04)–, The Daily Telegraph devela la identidad oculta de las principales 10
comercializadoras globales de petróleo y materias primas:
1. Vitol Group: sede en Ginebra y Rotterdam, con ingresos por 195 mil millones de
dólares en la comercialización de hidrocarburos; la primera petrolera en exportar con
puntualidad desde la región controlada por los rebeldes en Libia.
2. Glencore Intl.: sede en Baar (Suiza), con ingresos por 145 mil millones de dólares
en metales, minerales, productos agrícolas y de energía; fundada por el israelí-belga-
español Marc Rich; acusada por la CIA (¡supersic!) de sobornar a gobernantes; controla
34 por ciento de la minera global suizo-británica Xstrata; apostó al alza del trigo durante
la sequía rusa (The Financial Times, 24/4/11); el banquero Nat Rothschild recomendó a
su polémico nuevo director Simon Murray (The Daily Telegraph, 23/4/11); destaca la
circularidad financiera del binomio Rotshchild-Rich.
3. Cargill: sede en Minneapolis, Minnesota, con ingresos por 108 mil millones de
dólares en agronegocios, carnes, biocombustibles, acero y sal; severamente criticada por
deforestación, contaminación de todo género (incluida la alimentaria) y abusos contra los
derechos humanos.
4. Koch Industries: sede en Wichita, Kansas, con ingresos por 100 mil millones de
dólares en refinación y transporte de petróleo, petroquímicos, papel, etcétera; empresa
familiar (la segunda más importante en EU detrás de Cargill) manejada por los hermanos
ultraconservadores David y Charles Koch, quienes financian al Partido del Té.
5. Trafigura: sede en Ginebra, con ingresos por 79,200 millones de dólares en petróleo
crudo, comercialización de metales; depredadora tóxica en África; proviene de la
separación de varias empresas del israelí-belga-español Marc Rich.
6. Gunvor Intl.: sede en Amsterdam y Ginebra, con ingresos por 65 mil millones de
dólares en petróleo, electricidad y carbón.
7. Archer Daniels Midland Co.: sede en Decatur, Illinois, con ingresos por 62 mil
millones de dólares en maíz, trigo, cacao; listada en la Bolsa de Nueva York; actuación
escandalosa y enjuiciada por contaminación reiterativa; se ha beneficiado de los subsidios
agrícolas del gobierno de EU.
8. Noble Group: sede en Hong Kong, con ingresos por 56,700 millones de dólares en
azúcar brasileño y carbón australiano; sólidos vínculos con HSBC y la polémica empresa
contable Pricewaterhouse Coopers; cotiza en el Índice Strait Times (Singapur).
9. Mercuria Energy Group: sede en Ginebra, con ingresos por 46 mil millones de
dólares en petróleo y gas.
10. Bunge: sede en White Plains, Nueva York, con ingresos por 45,700 millones de
dólares en granos, soya, azúcar, etanol y fertilizantes; multada en EU por emisiones
contaminantes.
The Daily Telegraph agrega sorprendentemente como mención especial a Phibro, hoy
subsidiaria de Occidental Petroleum Corporation (Oxy): sede en Westport (Connecticut),
con 10 por ciento de los ingresos del banco Citigroup en 2007 en petróleo, gas, metales y
granos, donde inició su aprendizaje el israelí-belga-español Marc Rich.
De las 11 trasnacionales piratas, cinco pertenecen a EU, tres a Suiza (notable paraíso
fiscal bancario), dos son suizo-holandesas y una es de Hong Kong (vinculada a Gran
Bretaña). Si cotizaran en la bolsa las 11 se colocarían desde el ranking siete hasta el 156
en la clasificación de Fortune Global 500. Sin penetrar en la genealogía de sus
prestanombres y verdaderos dueños, destaca la ominosa sombra del israelí-belga-español
Marc Rich en tres empresas piratas: Glencore Intl., Trafigura y Phibro.
El investigador William Engdahl desde hace 15 años expuso la red financiera secreta
(¡supersic!) detrás de los banqueros esclavistas Rothschild, el
megaespeculador filántropo George Soros y el mafioso Marc Rich. Cada vez se asienta
más el papel determinante de Israel en el lavado de dinero global (ver Bajo la Lupa,
20/4/11).
Conclusión: ¿Cómo puede pasar sin ser detectada una trasnacional gigante en la época de
la antiterrorista seguridad del hogar? ¿Es posible que en el siglo XXI todavía existan
empresas secretas y/o piratas, que entendemos significa que se den el lujo de no cotizar
en las bolsas, pero que gozan de todas las canonjías del libre mercado desde su
comercialización pasando por su bursatilización hasta su blanqueo criminal?
¿Son gigantes secretos y/o clandestinos tolerados por el sistema anglosajón y sus
mafiosos paraísos fiscales? ¿Se puede mantener secreta la actividad pirata y
criminalmente blanqueadora de las clandestinas trasnacionales gigantes que controlan los
alimentos y los energéticos, usados como armas de destrucción masiva contra la mayoría
del género humano?
Nada menos que el ex premier laborista británico Gordon Brown, uno de los artífices
junto a Baby Bush (y luego con Obama) de la creación hasta ahora estéril del G-20 para
intentar salvar al capitalismo barbárico de su entropía ineluctable, advirtió la epidemia
(sic) del desempleo juvenil global (Larry Elliot, The Guardian, 18/1/11).
Larry Elliot adelantó un día antes parte de la magistral Conferencia Ted
Kennedy/John Harvard que impartiría Brown en un distrito londinense y en la
que solicitaría a Barack Obama tomar el liderazgo para ayudar (sic) a 81 millones por
debajo de los 25 años. ¿Son tan pocos?
¿Cómo los habrán medido Brown y/o la OIT, controlada por la plutocracia global,
que tiene diferentes mediciones y definiciones de sastrepara el desempleo del desastre
tratándose de países desarrollados y no desarrollados?
¿Posee Obama la autoridad moral –no se diga, la potestad tangible–, para rescatar a
los desempleados estudiantes hambrientos cuando ha sucumbido a las garras de la
bancocracia de Wall Street, como delatan sus dos recientes nombramientos en el primer
círculo de la Casa Blanca que benefician a JP Morgan-Chase y a General Electric?
Brown advierte que tal epidemiaobliga a urgentes medidas conjuntas del G-20 (sic)
de países desarrollados y en vías de desarrollo. La misma Gran Bretaña (GB) no se salva
de la epidemia del desempleo de sus propios contestatarios jóvenes.
Pero lo grave del asunto es que Brown viene usando fútilmente como bandera
política la bomba de tiempo del desempleo juvenil desde hace más de un año cuando aún
era primer ministro (The Guardian, 19/11/09) y no pudo resolverla con sus donativos
vulgares, unas migajas tangenciales que desembocaron en su defenestración en las urnas
y luego en las violentas protestas estudiantiles de fin de año en Londres.
Ocho meses después de ser defenestrado, Brown se percata otra vez que el desempleo
es una bomba mundial de tiempo para los países desarrollados y los no desarrollados.
¿Incluirá Brown al México neoliberal itamita donde Calderón más se hunde y más
alardea ecómicamente su éxito nihilista.
¿No fue, acaso, Brown corresponsable de la crisis globalcuando fue encargado de las
finanzas y la economía en el gabinete del hoy vilipendiado Tony Blair (10 años) y primer
ministro (3 años), en un total gubernamental ejecutivo de 13 años, es decir, en el auge y
caída de la globalización financierista?
Por cierto, su conferencia fue apadrinada por la Sociedad Fabiana que pregona
el socialismo democrático mediante reformas graduales frente a la rebeldía marxista, lo
que explica el casi quietismo, para no decir ataraxia confabulada, de Brown en la etapa
(r) evolucionaria global donde brilla el paradigma tunecino.
Seguramente Brown habrá leído en el mismo rotativo, tres días después, el artículo de
John Vidal (The Guardian, 23/1/11) sobre la especulación de los alimentos: la gente
muere de hambre mientras los bancos ganan fortunas con los alimentos cuando los más
pobres pagan el precio.
Vidal cita a Mike Masters, directivo del fondo Masters Capital Management, quien
testificó ante el Senado de EU, que el negocio de los alimentos es especulativo entre 70
y 80 por ciento ¡Nada más! ¿De qué sirve que lo sepan los senadores del ancien
régime global?
No hay vuelta de hoja para los políticos muy bien lubricados del ancien régime del
G-7: si desean evitar la humillación de ser derrocados del poder, al estilo del paradigma
tunecino, deben optar entre el parasitismo de su bancocracia global o el bien común para
aliviar la tragedia de sus desempleados estudiantes hambrientos, cuando el destino de
ambos se ha vuelto incompatible.
A los anteriores y actuales líderes del ancien régime global del G-7, al estilo de Blair
y Brown, rogamos cesen de preocuparse y ocuparse del resto del mundo que sabrá como
requilibrar las fuerzas biológicas en juego, que ya lo está haciendo en la periferia de la
agónica globalización financierista desde Túnez hasta Albania.
Se trata, luego entonces, de una crisis multidimensional. Pero peor aún: se devela una
crisis de la civilización occidental, específicamente de su modelo depredador neoliberal
de corte plutocrático que opera con travestismo “democrático”. Porque el neoliberalismo
global es incapaz de brindar trabajo a sus jóvenes desempleados, lo cual pone en tela de
juicio su gobernabilidad y su vigencia. En realidad, cualquier modelo que fuere y que sea
impotente en dar trabajo a sus jóvenes desempleados –la expresión del futuro de una
sociedad– apuesta a su suicidio.
La crisis financierista aún no concluye y es probable que dure una década entera. Pero
mientras nos alcanza el futuro, el gobernador de la Reserva Federal, Ben Shalom
Bernanke, insiste en propiciar una hiperinflación monetarista –la segunda ronda de
impresión de dólares insustentables por 600 mil millones de dólares–, que ha causado
estragos en el planeta y ha exacerbado las alzas de los alimentos en más del ciento por
ciento en unos cuantos meses, del petróleo y los metales (en especial, los preciosos, como
el oro y la plata, el último refugio de los ahorradores para preservar su patrimonio
pulverizado).
A juicio de Nick Beams, “las fuerzas globales empujan las revueltas del Medio Oriente”
(título de su luminoso ensayo) y “la más obvia característica de Túnez, Egipto y Libia –
los tres principales centros de la tormenta hasta ahora– es que un programa neoliberal de
libre mercado de reestructuración de alcances profundos ha tenido lugar en el periodo
reciente”.
Libia, con todo y el nepotismo de los Gadafi, desmanteló su banca estatal por
recomendación del Fondo Monetario Internacional, y “socios foráneos” fueron aceptados
en seis del total de 16 bancos que allí operan.
Más aún: el reporte aludido del FMI, una joya de la estulticia mental, festejaba
la decapitaciónlaboral para reducir costos (en inglés le llaman retrenchment) de 340 mil
empleados públicos (en un país de 6.5 millones de habitantes) con el fin de desarrollar el
sector financiero (donde la banca anglosajona florece como en ningún otro sector) y así
atraer “inversiones directas foráneas” (léase: el papel chatarra de la City y Wall Street
para transmutar la alquimia del petróleo que la jerigonza globalista denomina
“transformación económica”).
Después de la aportación de sus datos duros, Nick Beamsaduce dice que las revueltas del
Medio Oriente (nota: en realidad pertenecen a la esfera nominalmente árabe que aún no
alcanza a toda la región medio oriental en su conjunto) “asumen un significado mayor”,
ya que constituyen “la primera revuelta en contra del programa del libre mercado que ha
tenido un impacto devastador en la clase obrera en los pasados 20 años” (nota: el inicio
del thatcherismo-reaganomicsanglosajón).
¿Qué advendrá en México, donde los monetaristas gobernantes itamitas pretenden haber
“blindado” a la tortilla con los demenciales “derivados financieros”?
Los geoestrategas rusos consideran poco probable la detonación de una tercera guerra
mundial –que por necesidad utilizaría "armas de destrucción masiva", que incluyen
las bombas atómicas–, pero no desestiman que la conjunción de guerras "locales" y/o
"regionales", con sus concomitantes "puntos calientes", sean susceptibles de
degenerar en una conflagración global de "consecuencias catastróficas" .
Aduje que la tercera guerra mundial, de carácter multidimensional (financiera,
geoeconómica, energética y alimentaria) y a la que solamente le faltaba el componente
bélico para cumplir su definición "teórica", está ya en curso.
Los geoestrategas expusieron el tipo de cuatro guerras en la óptica del Instituto de
Estudios Militares-Estratégicos de Rusia, de acuerdo con sus "causas, geografía,
duración y número de tropas involucradas".
Antecedentes: Alastair Crooke, anterior espía del MI6 adscrito a Medio Oriente, es
diplomático tanto de Gran Bretaña (GB) como de la Unión Europea (ex asesor del español
Javier Solana), dirige el Foro Conflictos (con sede en Beirut) y es autor del
libro Resistencia: la esencia de la revolución islamista.
Hechos: Guste o disguste, su punto de vista goza de influencia focalizada en los círculos
europeos de toma de decisiones. En su reciente ensayo, Las arenas movedizas del poder
estatal en Medio Oriente (The Washington Quarterly, julio 2010), evoca la dinámica de
la nueva eranaciente en la región y su consecuente correlación de fuerzas, que coincide
con la geopolítica de nuestro nuevo orden pentapolar medioriental (Radar
Geopolítico, Contralínea, 1/11 y 20/12/09).
A Obama le tocó lidiar en la nueva era medio oriental con las consecuencias de tres
eventos nodales que acontecieron en la región hace más de 20 años, según Crooke: 1)
implosión de la URSS, 2) derrota de Irak en 1991 como resultado de la primera guerra
del golfo Pérsico, y 3) derrocamiento de la doctrina Ben Gurion en Israel en 1992 (Nota:
debido al rechazo árabe a su presencia, Israel se debía aliar a su periferia no árabe: Irán,
Turquía, Etiopía, etcétera), que comporta como correlato el descarrilamiento de la
doctrina Rabin (paz por tierra) por la neocolonización de la dupla Netanyahu-Lieberman
de los territorios palestinos ocupados.
No viene al caso demoler la muy endeble tripleta de causales de Crooke, la cual (en)
marca tendencias, más que hitos significativos.
Crooke elude las cinco derrotas militares de Estados Unidos y sus aliados Georgia e
Israel desde 2001 y se pasa por el arco del triunfo tanto el unilateralismo de los
conservadores straussianos –que manejaron la agenda de la dupla Cheney-baby Bush y
concretaron una santa alianza con el fundamentalismo hebreo de BibiNetanyahu– como
la guerra global contra el terrorismo islámico a raíz del 11/9.
Mejor nos centramos en la consecuencia mucho más creativa que evoca: los viejos
aliados de Estados Unidos en el piso sur, específicamente Egipto y Arabia Saudita,
probablemente tengan menos influencia en el futuro frente al ascenso del piso norte,
configurado por Turquía, Irán, Qatar, Siria y posiblemente (sic) Irak y Líbano(extensivo
a una amplia coalición con África del norte), y que representa el naciente eje de influencia
en la era regional por venir, sin una guerra de por medio.
Una guerra de Estados Unidos y/o Israel definiría otra cartografía en consecuencia de
su resultado.
En paralelo al ascenso del piso norte, Crooke apuesta al éxito de la orientación chiíta y
del sufismo turco a expensas del Islam literal, dogmático e intolerante del salafismo
sunnita de Arabia Saudita.
Alega que, a diferencia del lapso 1821-1922 de intervención colonial, por primera vez en
varios siglos, esta vez los poderes externos no acudirán a llenar el vacío. Tampoco habrá
intervención china o rusa. China y Rusia jugarán su parte como socios, no como poderes.
¿Será?
Afirma que ni el poder económico de Irán ni su programa nuclear son la causa primaria
del cambio del poder en la región, sino su arsenal militar convencional (¡súper sic!), que
ha combinado con sus aliados regionales(Siria, Hamas y Hezbollah) y ha inclinado el
equilibrio al actuar como restricción a la libertad de acción militar de Israel, como
reconocen los funcionarios israelíes.
¿Dónde queda el mito de las armas nucleares de Irán que todavía no posee?
Analiza a los supuestos miembros del piso norte que han establecido un pragmatismo
multidimensional de intereses convergentes y arguye que “el ascenso de Irán y Turquía,
más o menos a expensas de Egipto y Arabia Saudita, y el descarrilamiento de la doctrina
Rabin conforman la plataforma para el regreso de Siria (….) como figura principal en una
nueva alianza regional”.
El nuevo poder del piso norte, primordialmente el triunvirato TIS (Turquía, Irán y Siria),
radica en tres consideraciones: 1) su predicción de que la invasión de Estados Unidos
(Nota: ¿dónde deja la de Gran Bretaña?) no sería un éxito (Nota: hasta Bajo la Lupa lo
predijo), 2) la desestabilización del avispero de los kurdos en Turquía, Irán y Siria, y 3)
la creencia en que el conflicto palestino-israelí puede ser solamente resuelto en forma
integral con la participación de Irán, Siria y Hamas.
Crooke escribe el piso norte con la letra N del gasoducto Nabucco, que transportará
gas de Azerbaiyán a Europa central y probablemente (¡súper sic!) desde el gigante campo
Pars Sur de Irán a Europa a través de Turquía. En caso de ser completado, ofrecerá a
Europa central la seguridad energética que busca desde hace tiempo. La red Nabucco
puede incluir gas (sic) iraquí, que pasaría de Siria a Turquía.
¿Aceptará Irán a Nabucco? ¿Se encuentra Nabucco detrás del relativo distanciamiento de
Rusia e Irán?
Conclusión: Mediante la red Nabucco, ¿apuesta Gran Bretaña al gas de Irán (la segunda
reserva global) y Qatar (la tercera) –principales integrantes energéticos del piso norte–,
mientras Estados Unidos se encuentra paralizado con el petróleo de Arabia Saudita, alma
del piso sur a la que Londres probablemente busque sacrificar petrolera y
teológicamente?
¿Propone Gran Bretaña el trueque del gas de Irán por el petróleo de Arabia Saudita?
Además del apaciguamiento de los kurdos, resalta que la jugada magistral de Irán resida
en su alianza con Turquía, que le concede salida a los mares Negro y Mediterráneo a
cambio de su abastecimiento de gas persa, con o sin Gran Bretaña.
La Revolución del Jazmín del paradigma tunecino sigue expandiendo su aroma a los
cuatro rincones del mundo árabe, de 360 millones de habitantes (de 25 países, si se
agregan la República Árabe Democrática Saharaui, Yibuti y las islas Comoros), que ya
derrocó la satrapía de Bin, Ali Baba, gracias al apoyo del ejército (ver Bajo la Lupa, 2 y
6 de febrero de 2011), mientras ejerce considerable presión en Yemen, Jordania, Sudán
(de por sí, balcanizado) y, más que nadie, Egipto, donde se gesta la “revuelta de las
pirámides” de los famélicos jóvenes desempleados.
Entre sus factores múltiples, su principal detonador en Túnez fue el alza de los alimentos
y la gasolina, que han desestabilizado todo el Medio Oriente y han obligado a que Ben
Shalom Bernanke, gobernador de la vilipendiada Reserva Federal de Estados Unidos
fuera obligado a desmentir que sus políticas monetaristas “sean las culpables por el alza
global de los precios de los alimentos a niveles récord que hayan ayudado a desencadenar
la revuelta política en Egipto” (Richard Blackden y Harry Wilson, The Daily Telegraph,
3 de febrero de 2011).
No hay que perder de vista que la hiperinflación del precio del trigo, cuyo principal
importador mundial es Egipto, ha tenido un alza estratosférica en fechas recientes.
Estados Unidos, aparentemente tomado por sorpresa, ha ido ajustando la mira conforme
se despliega la revuelta y ha pasado a la fase de control de daños que, piensa, puede ser
manejada con el general Omar Suleiman, de 75 años de edad.
No fue gratuito que el supremo líder de la teocracia jomeinista de Irán, el Ayatolá Ali
Jamenei, haya descrito que la “revuelta de las pirámides” represente “un movimiento
islámico” que puede desembocar en “una derrota severa a las políticas de Estados Unidos
en la región”. Aunque sea muy discutible, a juicio del supremo líder persa, la revolución
iraní de 1979, que derrocó al Sha, sirvió como “papel modelo” para Túnez y Egipto. Lo
cierto es que si la “revuelta de las pirámides” se transforma en una revolución jomeinista,
entonces el eje Estados Unidos-Gran Bretaña-Israel entrará en pánico geopolítico.
Más allá de la naturaleza cleptocrática del autócrata Mubarak –cuya fortuna alcanzaría 70
mil millones de dólares, según filtraciones del rotativo británico The Guardian (4 de
febrero de 2011)–, el mayor punto geopolítico de tensión en estos momentos se encuentra
en la frontera que tiene Egipto con sus vecinos: Franja de Gaza (11 kilómetros cuadrados),
Israel (266 kilómetros cuadrados), Libia (1 mil 115 kilómetros cuadrados) y Sudán (1 mil
273 kilómetros cuadrados).
Cabe recordar que entre los múltiples agravios que impactaron en el inconsciente
colectivo de los famélicos jóvenes desempleados, quienes gestaron la “revuelta de las
pirámides”, se encuentra que no solamente el sátrapa Mubarak se
haya cruzado tácitamente los brazos durante la guerra cruel de Israel en contra de los
palestinos de Gaza, sino que, también, siga participando en su cerco antihumano.
En forma expedita, pudiéramos señalar que los “aliados” de Egipto en la región sufrirán
severas consecuencias y, quizá, hasta humillantes defenestraciones, mientras que los
socios de Turquía e Irán emergerían más consolidados.
Se trata del advenimiento de un nuevo orden regional que propulsa al eje Turquía-Irán-
Siria, en demérito del declive del eje Egipto-Arabia Saudita, lo cual dejaría totalmente
aislado a Israel, quien no supo aprovechar el tiempo histórico que le favoreció en la fase
unipolar (de 1989, fecha de la caída del muro del Berlín, a 2000, fecha técnica de la
derrota de Estados Unidos en Irak) para limar asperezas con todos sus vecinos. Mucho
peor: la guerra de Israel contra los palestinos de Gaza llevó a la ruptura de su relación
estratégica con Turquía.
En retrospectiva, se aprecia que las reverberaciones metatemporales de la guerra de Israel
en Gaza resultaron en un gravísimo error estratégico: alejó a Turquía, quien se acercó
compensatoriamente a Irán, y contribuyó, como uno de tantos factores (pero no el menor),
a estimular la “revuelta de las pirámides”.
Las libertarias reverberaciones juveniles del mundo árabe son susceptibles de contagiar
la Unión Europea, Rusia, India y China, que abrigan en su seno importantes minorías
tanto árabes como islámicas no árabes, pero ése es otro tema. Esto apenas comienza.
La Revolución del Jazmín del paradigma tunecino, que penetró los cuatro rincones del
mundo árabe sin excepción, no tiene el efecto geoestratégico de la caída del Muro de
Berlín de 1989 y la concomitante liberación de los países de Europa del Este, que llevó a
la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y al ascenso unipolar
estadunidense sin haber disparado una sola bala.
En el caso del binomio Turquía e Irán, dos potencias regionales de primer orden tanto en
lo militar como en lo geoeconómico, no cabe el simplismo del maniqueísmo
lineal hollywoodense entre “buenos y malos” o, peor aún, en la inevitabilidad de la
confrontación de sunnitas contra chiítas que han manipulado alegremente las potencias
coloniales, con mayor obscenidad Gran Bretaña, para “dividir y vencer”.
Se podrán querellar los sunitas y chiítas en Líbano, Yemen, Irak o Bahréin a niveles
trivialmente tribales, pero el eje Turquía-Irán, que no ha sido elucidado adecuadamente,
ha perdurado por necesidad geopolítica, además de necesitarse mutuamente.
Irán, la segunda reserva de gas mundial (detrás de Rusia y antes de Qatar), abastece con
energéticos a Turquía, que los requiere y quien le procura en su transfrontera, con una
salida al Mar Mediterráneo y con un suculento intercambio comercial, pese a las
sanciones asfixiantes de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea (que firmaron
pero no aplican contundentemente Rusia y China, quienes no desean perder a su relevante
cliente iraní).
África del Norte –sea el clásico Maghreb (“occidente” árabe), sea Egipto– es de identidad
sunnita donde el factor chiíta no juega ningún papel.
Sucede que Irán cosecha su siembra geopolítica en Gaza, donde gobierna la guerrilla
palestina de los sunnitas de Hamas, que con la defenestración de Mubarak se conecta de
nuevo con las masas de “creyentes” de El Cairo y Alejandría. Es decir, es probable que
el nuevo régimen, todavía militar, en Egipto mantenga el acuerdo de paz concertado con
Israel en 1979, pero no seguirá los pasos bélicos del Estado judío contra los palestinos de
Gaza, los libaneses chiítas de Hezbolá ni mucho menos su iranofobia.
Una cosa es no pelearse directamente con Israel y otra es seguir ciegamente las querellas
interminables del Estado hebreo contra el resto del mundo árabe e islámico.
Ahora, a Israel, cada vez más aislado del mundo árabe e islámico, ya no se diga del resto
del mundo civilizado, le pesa su gravísimo error estratégico de haberse querellado contra
su anterior aliado Turquía, todavía miembro de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte y aliado privilegiado de Estados Unidos, debido al bloqueo inhumano de Gaza y
que Ankara buscó infructuosamente levantar.
Los errores y horrores de la autista política exterior de Israel también cuentan y se puede
decir, sin temor a equivocarse, que con la defenestración de Mubarak inició el “fin de la
era israelí” en el Medio Oriente. El Estado hebreo, siempre tan soberbio, tendrá que
buscar otros aliados allende la Vía Láctea.
Sin necesidad de adentrarse a lo que hemos denominado “el jaque de los jeques” en el
Golfo Pérsico, cuya culminación lógica impulsaría a Irán a la estratosfera debido al
“efecto dominó chiíta” (La Jornada, Bajo la Lupa, 27 de febrero de 2011), por el simple
default de Israel y Egipto, el eje Turquía-Irán está resultando el gran vencedor geopolítico
de la irredentista Revolución del Jazmín del paradigma tunecino.
Bishara aduce que el despertar árabe ha puesto en tela de juicio la política de cero
problemas con los vecinos enarbolada por el canciller Davutoglu, lo cual llevó a la
normalización de las relaciones de Turquía con los dictadores árabes, cuya mayoría se
encuentra en desasosiego. Fustiga, no sin razón, que durante las revueltas del mundo
árabe quedó claro que Turquía colocó sus intereses por encima de sus principios
declarados, al bambolear entre sus dubitaciones y acomodaciones.
Bishara charló extensamente la semana pasada con el canciller Davutoglu sobre las
relaciones de Turquía con el mundo árabe y se da el lujo de adelantar un pronunciamiento
categórico en apoyo al cambio.
Jürgen Gottschlich, del portal Der Spiegel (13/6/11) –de Alemania (país que cuenta
con una considerable diáspora turca y kurda)–, aduce que la victoria del AKP en el poder
fue decepcionante, al no conseguir el objetivo planteado de dos terceras partes de los
sufragios debido a la vigorosa oposición de los ultranacionalistas y los independentistas
kurdos (entre 20 y 25 por ciento de la población, dependiendo de quien realice las
estadísticas). A su juicio, la victoria con poco más de 50 por ciento de votos favorables
suena más a derrota.
En forma interesante, los cada vez más poderosos Hermanos Musulmanes regionales
–quienes empiezan a desplegar su poder teológico desde Túnez, pasando por Egipto, hasta
Siria– apelan sin tapujos al exitoso modelo turco.
Tales son los juegos de alta precisión electrónica, con sus pesos y contrapesos
concomitantes en Medio Oriente, en general, y en la región del Creciente Fértil, en
particular.
Días antes, en forma asombrosa, el Sultán de Estambul había declarado que los
sucesos en Siria los consideraba como asunto doméstico de Turquía, conforme se iniciaba
el flujo de refugiados en la trasfrontera donde el ejército sirio aplastaba la revuelta de Jisr
Al-Shoghur, bastión de los Hermanos Musulmanes.
Cuando la verdadera política en una región que peca de hipercomplejidad suele ser
practicada en los dédalos de los serrallos, no faltan analistas regionales, obnubilados por
el epifenómeno de los sucesos, que aduzcan que la inusitada dureza retórica del nuevo
sultán de Estambul contra su otrora aliado Bashar Assad, el atribulado presidente sirio,
constituyó una táctica obligada en vísperas de las elecciones turcas.
Desde el año pasado, durante mi gira por Turquía –cuando es una exigencia intelectual
cotejar la teoría con los hallazgos in situ– había destacado su asombroso éxito
geoeconómico (más que trivialmente económico), debido a su singular posicionamiento
geopolítico como puente natural entre Europa y Asia en la fase de transición del caduco
orden unipolar estadunidense al incipiente orden multipolar (y el ascenso azorante del
BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Por lo pronto, en Beirut tomaron muy en serio el irredentismo neo-otomano del Sultán
de Estambul.
Para China es importante que la SCO-6 sea vista como marco multilateral de corte
regional nada hostil (sic) a EU y Johnson agrega que China ha ayudado a definir las
prioridades del grupo sin parecer dominar una zona que Rusia ha visto tradicionalmente
como suya. Hasta cierto punto, ya que en la declaración final China adoptó la actitud
grupal contra el ominoso despliegue misilístico de EU en las fronteras europeas y asiáticas
de Rusia.
Johnson fustiga que China equipare separatismo con terrorismo, lo cual queda claro
en la persecución de los independentistas uigures islámicos de la región autónoma china
de Xinjang, quienes buscan refugio en los países centroasiáticos vecinos.
Zhang Hong, editor del People’s Daily (16/6/11), afirma que la SCO-6 no es la
OTAN asiática. ¿Quién querría serlo tras la crítica del saliente secretario del Pentágono,
Bob Gates, contra la disfuncionalidad de la OTAN que exhibe patéticamente su
envejecimiento de 62 años (Huffpost, 15/6/11), no se diga su cuestionado desempeño en
Libia?
Zhang cita a académicos estadunidenses, quienes aducen que el objetivo primordial
de la SCO-6 consiste en cerrar las numerosas bases militares de EU en Asia Central. A
su juicio, la mentalidad de EU es impedir que otros países desafíen su posición como
policía del mundo, en contraste con la SCO-6, que no pretende evolucionar en una alianza
militar, menos en una unión anti-OTAN. Considera que EU y sus aliados de la OTAN
están expandiendo sus esfuerzos (sic) militares en Afganistán en preparación a su retiro
en 2014, lo que hace la seguridad de Afganistán aún más incierta (sic). Muchos terroristas
han retornado al norte de Afganistán y a los países vecinos, lo que constituye una mayor
amenaza a la seguridad a todos (sic) los países centroasiáticos.
Viene la frase premoniotoria de Zhang que quizá valió toda la cumbre: Los países de
Asia Central tienen lazos económicos y culturales estrechos, además de condiciones
nacionales similares, con los países de Medio Oriente, cuya situación, tras el inicio del
ciclo electoral centroasiático, puede afectar directamente (sic) la estabilidad de Asia
Central, por lo que el Grupo Shanghai encarará mayores desafíos en su seguridad. Los
geoestrategas de Rusia y China se preparan para la impregnación trasnacional de la
revolución árabe.
Cabe señalar que Irán ostenta el estatuto de observador y difícilmente podrá ingresar
por la puerta grande mientras no resuelva su contencioso nuclear con EU, a quien ni Rusia
ni China, por ahora, piensan indisponer.
Tras contabilizar que con la incrustación de India y Pakistán la SCO tendrá más de la
mitad de los habitantes del planeta, Bhadrakumar resalta la interconexión con la
heptapartita Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO, por sus siglas en
inglés) dominada por Rusia y que integra a Bielorrusia, Armenia, Kazajistán,
Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Naturalmente que las varias guerras (Irak, Yemen y Libia) y las flagrantes intromisiones
y permanentes manipulaciones de Estados Unidos en los 22 países árabes –sin contar el
restante de las 57 naciones del mundo islámico no árabe pertenecientes a la Organización
de Cooperación Islámica recientemente rebautizada– han impactado en la pésima
reputación del gobierno Obama, según una reciente encuesta de la muy cotizada firma
estadounidense Zogby International (muy consultada durante los periodos electorales
estadounidenses).
El solvente internacionalista Jim Lobe, acompañado por Naseema Noor, comenta "el
presente desplome (sic) de Estados Unidos en todo el mundo árabe" (IPS, 14/7/11), lo
cual no es nada sorprendente de no ser por la identidad de los seis países árabes donde
fue realizada la Encuesta de Actitudes Árabes y que son (mejor dicho, eran) conocidos
por su gran cercanía con Estados Unidos: Marruecos, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos
Árabes Unidos, Jordania y Líbano.
Con sólo Egipto como muestra hubiera bastado, por representar más de 22 por ciento del
total de 360 millones del mundo árabe (a no confundir con los mil 600 millones de
musulmanes del planeta, cuya mayoría no es árabe).
Jim Lobe y Naseema Noor señalan que en los pasados dos años “las tasas favorables de
Estados Unidos cayeron más de 9 por ciento en cinco de los seis países enunciados, con
excepción de Líbano (lo cual tiene su explicación, a mi juicio).
Qué bueno que no preguntaron la opinión del restante de 16 países árabes, que hubiera
abultado más la repulsión a Obama (en particular, en Irak, Siria y Argelia, ya no se diga
el conjunto de palestinos agraviados).
¿Dónde quedó el célebre discurso de Obama en El Cairo, de reconciliación con el mundo
árabe; ya no se diga el otro, en Ankara, de compromiso con el mundo islámico?
Decir que las cifras de creciente impopularidad de Obama en el mundo árabe superan la
más baja cotización de Baby Bush en su último año es para poner a temblar y a meditar
seriamente a los hacedores de la política exterior de Estados Unidos que, más que afectar
a los mundos árabe e islámico –quienes a final de cuentas se ajustan y buscan otras
alianzas en el vasto mundo del incipiente nuevo orden multipolar–, se está suicidando a
fuego lento, pese a autoubicarse como el líder "indispensable" de la hilarante cuan
inexistente "comunidad internacional" que tanto pregona la toxicidad propagandística de
los multimedia israelí-anglosajones que padecen el repelente totalitarismo del "síndrome
Murdoch".
Jim Lobe y Naseema Noor colocan los dos extremos de la encuesta: Egipto, donde la
opinión positiva de Estados Unidos se desplomó dramáticamente de 30 por ciento a "un
magro 5 por ciento", y Líbano, donde permaneció sin variación (23 por ciento) y que
tampoco es para vanagloriarse.
Está bien que en ambos países Estados Unidos haya invertido desde hace mucho fuertes
sumas para mantener a sus universidades americanas –sin duda, el óptimo nivel regional–
, pero la forzada comparación de Jim Lobe y Naseema Noor, más que inválida, es insana:
Egipto es un gigante poblacional y militar (la décima potencia en el ranking mundial),
mientras el diminuto Líbano cuenta con un poco más de 1.1 por ciento del total de la
población árabe, donde la guerrilla chiíta Hezbolá es más poderosa que su endeble
ejército.
Haga lo que haga Estados Unidos, y mientan lo que deseen mentir sus tóxicos multimedia,
su desplome vertical en Egipto se debe primordialmente, a mi muy humilde
interpretación, a su identificación con las políticas del sátrapa defenestrado Hosni
Mubarak durante 33 años. Esto no se borra de un plumazo, pese a las excelentes relaciones
entre la junta militar egipcia y el Pentágono.
En Líbano, un país de estructura sectaria religiosa, puedo apostar sin ver (como en el
póquer) que el segmento que se pronuncia positivamente –en forma muy relativa– sobre
Estados Unidos debe ser el de los cristianos monógamos (30 por ciento de la población,
con un fuerte componente armenio), frente al aplastantemente desfavorable del restante
islámico poligámico dividido entre sunitas, de proclividad saudita, y chiítas, de afinidad
iraní, y una minoría de drusos monógamos.
Jim Lobe y Naseema Noor alertan que la encuesta encontró que "menos de 10 por ciento
de los árabes en todos (sic) los países del muestreo aprueban la política de Obama".
Lo más interesante: "El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan y el rey saudita
Abdulá Aziz fueron los mejor aprobados". Este hallazgo no es sorprendente ya que más
de 80 por ciento de los árabes pertenece al rito sunita, además que demuestra el poder
geoeconómico y militar, ya no se diga el espectacular ascenso de Turquía, al unísono del
poderío petrolero y financiero del reino wahabita.
Las preferencias de los árabes, más que seleccionar entre una república democrática a
carta cabal (Turquía) y una monarquía absoluta (Arabia Saudita), parecen venerar el poder
crudo (en el doble sentido) del sunismo geopolítico y geoeconómico.
La misma encuestadora Zogby refiere que el declive de Estados Unidos se debe "a la
desilusión de las altas expectativas generadas por la elección de Obama", quien "no creó
el problema (la molestia respecto de la política de Estados Unidos)", sino que "creó las
expectativas de que el problema (nota: el contencioso palestino) sería resuelto".
A mi juicio, el verdadero problema de Obama es que padece ya el "síndrome de
Estocolmo", al haberse dejado secuestrar por el financierismo sionista jázaro, para acabar
ahora identificándose patéticamente con sus raptores desde Wall Street hasta Israel.
La encuesta proclama que los árabes colocaron "la permanente ocupación por Israel de
las tierras palestinas" y "la interferencia de Estados Unidos en los países árabes" como
"los mayores obstáculos a la paz y a la estabilidad en el Medio Oriente".
Según los encuestados, el manejo por Obama del contencioso palestino con Israel
empeoró su percepción, ya que “los dos temas en los que Obama invirtió considerable
energía –el asunto palestino y su diálogo con el mundo musulmán– recibieron las tasas
más bajas de aprobación: menos de 9 por ciento”.
Conclusión: el preocupante resultado de la encuesta obliga a una revaluación dramática
de la política exterior de Estados Unidos –secuestrado por el poderoso cabildeo sionista
del eje tríptico Hollywood-Wall Street-Multimedia, que a su vez controla a su pusilánime
Congreso– tanto en el mundo árabe como en el mundo islámico.
De allí que no haya que asombrarse de la forma inteligente en la que China ocupa los
espacios que abandona absurdamente Estados Unidos (cuando no es sacada a patadas por
sus múltiples invasiones militares).
Más allá del reduccionismo focal del mundo árabe, hoy el mundo islámico en su vastedad
vive la sutil penetración de China, que se convirtió en el primer socio comercial de Irán,
con todo y los delirantes cuan hilarantes boicots (Press Tv, 17/7/11), y en el primer
importador de petróleo de Arabia Saudita.
Los hacedores de la política exterior de Estados Unidos se deben preguntar si vale la pena
su radical israelocentrismo, equivalente a un suicidio crónico, que le está valiendo su
lamentable ostracismo en regiones enteras del planeta.
¿Cuándo despertará Estados Unidos de su parálisis mental para adoptar una política más
multipolar, es decir, más plural y universal, como la que practican acertadamente hoy los
BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)?
8. TERREMOTO ESTRATÉGICO EN MEDIO ORIENTE: TURQUÍA EXPULSA AL
EMBAJADOR DE ISRAEL
Sebnem Arsu y Alan Cowell, de The New York Times (2/9/11), reportan que Turquía,
único país islámico miembro de la OTAN, degradó sus lazos diplomáticos y militares
(sic) con Israel al expulsar a su embajador, debido al arrogante rechazo de la entidad
sionista en pedir disculpas públicas y pagar indemnizaciones por la muerte de nueve
turcos activistas (uno ellos con la doble nacionalidad estadunidense, que hasta ahora le
ha importado un comino a Obama), quienes llevaban ayuda humanitaria a los palestinos
sitiados de Gaza –la mayor cárcel viviente del planeta (papa Benedicto 16 dixit)– en el
barco Mavi Marmara de bandera otomana y quienes fueron asesinados en aguas
internacionales por los piratas israelíes armados hasta los dientes.
Sebnem Arsu y Alan Cowell aducen que la reacción del gobierno turco, muy presionado
por su indignada opinión pública ante la piratería israelí, aísla todavía más a Israel en la
región.
Hace seis siglos los reyes católicos de España expulsaron a los judíos sefarditas, quienes
recibieron asilo humanitario de los musulmanes otomanos. Este acto se le olvidó
ingratamente a la dupla Netanyahu-Lieberman, quintaesencia del fundamentalismo
sionista jázaro.
El presidente turco Abdula Gul fustigó al gobierno israelí, el cual, a su juicio, debe
analizar mejor lo que sucede en el Medio Oriente al carecer completamente (sic) de
estrategia.
Cuando los estrategas israelíes festejan las balcanizaciones en el gran Medio Oriente, está
emergiendo un común patrón conductual que ya habíamos detectado: las revoluciones
árabes se posicionan contra Israel.
Dos expulsiones denigrantes de dos embajadores israelíes en una semana –una oficial,
de Turquía, y otra forzada, de los revolucionarios egipcios de la histórica Plaza Al-Tahrir–
no habla nada bien de la inexistente diplomacia de la dupla fundamentalista del sionismo
jázaro Netanyahu-Lieberman.
Ulrike Putz, del portal alemán Der Spiegel (12/9/11), desde Jerusalén comenta que las
relaciones de Israel con Turquía están arruinadas, el plan palestino para buscar el
reconocimiento de la ONU para su propio Estado, la embajada de El Cairo fue invadida:
Jerusalén se encuentra bajo la máxima presión.
Peor aún: Barak Ravid (Haaretz, 6/9/11) revela que Gates considera a Netanyahu
como un peligro para Israel.
Entre el Grupo PNAC y el lobby AIPAC, Estados Unidos está siendo arrastrado a su
desgracia global, como juiciosamente comprenden los estrategas del Pentágono.
Otro periodista israelí, Herb Keinon, del ultrasionista The Jerusalem Post, vinculado
al Grupo PNAC (12/9/11) maneja la teoría conspirativa de que detrás de la casi ruptura
con Israel se encuentra la exploración gasera de Chipre en conjunción con la entidad
sionista. Vale la pena detenerse sobre este espinoso asunto gasero multinacional en otra
ocasión y que expone el unilateralismo de Israel que colisiona con los yacimientos
marítimos de gas de Egipto, Gaza, Líbano y Turquía en la parte oriental del mar
Mediterráneo, hoy en ebullición. ¿Dejarán Turquía y Egipto que Israel se adueñe
militarmente del gas ajeno, que siempre expusimos se encontraba detrás de su guerra
fallida en Gaza?
Otro analista israelí, Gideon Levy, comenta en forma juiciosa (Haaretz, 11/9/11)
que Israel paga su guerra en 2008 contra Gaza con las crisis con Turquía y Egipto. Se
quedó corto. A partir de Gaza –la mayor cárcel viviente del mundo, según Benedicto
XVI– y su inhumano bloqueo, la entidad sionista se aisló más de su estado natural de por
sí patético a escala universal (un Estado paria, ex canciller Tzipi Livni dixit).
Más allá del lastimoso aislamiento de Israel, que pasa por una fase autodestructiva, lo
notorio es la alianza estratégica que se está forjando entre Egipto y Turquía cuando el
premier Erdogan ha sido entronizado por los revolucionarios de la plaza Al Tahrir como
el protector del Islam, en su versión sunita, y a la cual se puede sumar creativamente la
teocracia chiíta de Irán –que mantiene estupendas relaciones tanto con Ankara como
idilios regenerativos con la junta militar faraónica– para construir un triángulo militar que
cambiaría dramáticamente el mapa geopolítico del Medio Oriente a inicios del siglo XXI.
¡Lo que falta por ver!
10. LA GUERRA DEL GAS DE ISRAEL VS. SUS VECINOS: EGIPTO, GAZA,
LÍBANO, SIRIA Y TURQUÍA
Tres de las palmarias vulnerabilidades de Israel –cada vez más aislada en el planeta (un
Estado paria, ex canciller Tzipi Livni dixit) y peleada prácticamente contra el mundo y
consigo misma (ver Bajo la Lupa, 14/9/11)– son los hidrocarburos, los granos y el agua
–que despoja descaradamente de las alturas sirias del Golán (que alimenta el lago
Tiberíades/Galilea/Kineret, notable reserva hidráulica) y de los mantos acuíferos
palestinos de Cisjordania, sin contar su hurto subrepticio de los afluentes del río Litani
libanés.
Uno de los proveedores de gas a la entidad sionista había sido el sátrapa egipcio Hosni
Mubarak, quien prácticamente se lo regalaba, lo cual indignó a los revolucionarios de la
histórica plaza Al-Tahrir, quienes obligaron a la huida del embajador de Israel en El Cairo
–en imitación a la expulsión de otro embajador israelí de Ankara (debido a la piratería
homicida en alta mar por el ejército israelí de los nueve pacifistas turcos del barco Mavi
Marmara), junto a otra fuga intempestiva del embajador sionista en Jordania (como había
previsto).
Cuando fui nombrado único miembro del continente americano en una Misión de
noticias y hallazgo de hechos de la ONU para el Medio Oriente en 1997, después de una
charla con el príncipe hashemita jordano Hassan (quien me impresionó por su simpatía y
manejo de las cifras), me ilustré sobre la creativa solución acuífera entre Israel y Jordania
por el reparto del río Jordán bajo la mentalidad del beneficio mutuo (ganar-ganar), la cual
ha cesado lamentablemente en la región debido al unilateralismo paleobíblico de la dupla
ultrafundamentalista Netanyahu-Lieberman del sionismo jázaro (de origen mongol, dicho
sea respetuosamente, y conversos a la religión judía, en contraste de los
auténticos semitas sefarditas; El invento del pueblo judío, Verso 2009, del historiador
israelí Shlomo Sand) y que mediante sus mitos desean imponer su insustentable
cosmogonía a las relaciones internacionales.
Vale la pena recalcar que las dos franjas azules de la bandera israelí representan sus
fantasiosos límites paleobíblicos con los ríos Éufrates y Nilo, los cuales siempre ha
deseado confiscar.
Ya había adelantado el saqueo del gas de Líbano (uno de los países más débiles del
mundo, desde el punto de vista militar) por Israel (¿Nueva guerra de Israel contra Líbano
por el gas?; Radar geopolítico, Contralínea, 8/8/10).
Hace un año formulé que “Israel se adelantó –debido a su mayor avance tecnológico
y a la colusión de las petroleras y gaseras anglosajonas– a desarrollar los dos campos de
Tamar y Dalit, cuyos abundantes hallazgos dispararon la bolsa de valores de Tel Aviv,
coincidentemente el día que el gobierno extremista de la dupla Netanyahu-Lieberman
sufría el repudio global por su piratería homicida en aguas internacionales contra el barco
turco de ayuda humanitaria a Gaza (la mayor cárcel viviente del mundo). El
descubrimiento de Tamar y Dalit es colosal: 160 mil millones de metros cúbicos que
pueden cubrir las necesidades israelíes durante dos décadas. La petrolera y gasera texana
Noble Energy, que forma parte de un consorcio a cargo de las exploraciones de los
yacimientos gaseros en la parte supuestamente israelí del mar Mediterráneo, ha predicho
que debido al descubrimiento de un tercer campo adicional –denominado en forma
interesantemente semántica Leviatán (con 450 mil millones de metros cúbicos; casi tres
veces los yacimientos de Tamar y Dalit)–, Israel podría convertirse en suculento
exportador a Europa y Asia (sic)”.
Tampoco se debe excluir la dimensión teológica del espinoso asunto cuando existe
una santa alianza de los cristianos ortodoxos de Rusia, Grecia y Chipre (su parte helénica)
que pudiera frenar al triunfal sunismo islámico de Turquía, cuyo primer ministro, Racip
Erdogan, acaba de concluir una exitosa gira por los tres países del norte árabe de África,
donde han sido defenestrados sus mandatarios.
El portal israelí asevera que Erdogan necesita el control de recursos energéticos para
promover sus ambiciones neo-otomanas y ejercer su superioridad en el Medio Oriente
rico en petróleo.
¿No son acaso esas las mismas necesidades energéticas de la entidad sionista en
guerra permanente con sus vecinos árabes y no-árabes desde hace 63 años y a quienes les
ha despojado impunemente territorios y recursos hidráulicos?
1. EGIPTO
La revolución del jazmín del paradigma tunecino expande su aroma juvenil en los cuatro
rincones del mundo árabe de 25 países y territorios con 360 millones de habitantes (ver
Bajo la Lupa, 16, 19 y 26/1/11).
Egipto se encuentra ante un clásico fin de antiguo régimen. Las horas de Mubarak
están contadas y cantadas, pero, a diferencia de la defenestración del autócrata tunecino
Bin Alí Babá, su caída tendrá consecuencias trascendentales en la geopolítica medio
oriental que pone en tela de juicio, si no en la picota, al eje EU-GB-Israel-Egipto.
Su trascendencia geopolítica –el más poderoso ejército árabe y décimo lugar militar
mundial– radica tanto en representar el puente entre África y Asia como en su posesión
del superestratégico canal de Suez, que conecta el mar Mediterráneo al mar Rojo y al
océano Índico, donde transita un sustancial porcentaje del petróleo regional.
La juvenil revolución del jazmín y sus aromas irredentistas epitomiza también una
genuina revolución demográfica en el mundo árabe, en particular, y en el islámico, en
general.
En Egipto, 4.3 por ciento de la población tiene más de 65 años, segmento demográfico
al que pertenece Mubarak, con 82 años.
Casi 60 por ciento de los egipcios, de 30 años de edad para abajo, aún no nacía cuando
Mubarak accedió, primero a la vicepresidencia y, luego a la presidencia, de lo que se
desprende su desconexión mental con la realidad ambiental humana, lo cual le permitió
durante dos eternas generaciones la tríada de EU-GB-Israel por conveniencia geopolítica
y globalista financierista.
Estoy en total desacuerdo con la tesis muy occidentaloide de que el mundo árabe vive
su momento Berlín. ¡Para nada! Su momento es singularmente tunecino.
La caída del muro de Berlín y su ola libertaria en las antiguas repúblicas soviéticas
beneficiaron más que a nadie a EU y a GB. Hoy el caso es al revés: EU y GB pueden
sufrir una severa derrota estratégica en Medio Oriente.
Un editorial del británico The Guardian (29/1/11) –que no oculta su preferencia por
un gobierno de transición del muy respetado (más que popular) Mohamed El Baradei,
premio Nobel de la Paz y anterior director de la AIEA– aduce que la revolución (sic)
amenaza no sólo al régimen de Mubarak sino, también la estrategia que EU y GB han
construido en Medio Oriente.
Simon Tisdall (The Guardian, 28/1/11) sustenta que la Casa Blanca se tambalea en la
cuerda floja egipcia, ya que a EU lo que menos le importa es el advenimiento de un
gobierno democrático, sino uno amigo: más allá de la teoría, en la práctica (sic), EU
apuntala un sistema autoritario por razones de interés personal. ¿No es lo mismo que ha
ejercitado EU en México desde hace varias generaciones?
Lo mejor: dos días más tarde, las familias de los diplomáticos israelíes en Egipto
habían huido en un vuelo especial (Stratfor, 29/1/11).
Las satrapías policiacas del mundo árabe, apoyadas geopolítica y tecnológicamente por
la triada de Estados Unidos-Gran Bretaña (GB)-Israel, cesaron de temblar: se están
colapsando aceleradamente.
El penetrante aroma de la revolución del jazmín del paradigma tunecino, una genuina
revolución demográfica de supervivencia de los desempleados universitarios famélicos,
defenestró al régimen tiránico de Bin Alí Baba y tiene sitiada a la gerontocracia militarista
del sátrapa Hosni Mubarak rodeada por la apoteósica marcha del millón–que rebasó las
expectativas con más de 2 millones (como las que solía realizar AMLO en el Zócalo, pero
sin intifada)– en la plaza Tahrir (liberación), en lo que hemos bautizado como la revuelta
de las pirámides (Intifada Al-Ahram), en honor al prodigioso pasado multicivilizatorio de
Egipto y en espera de que se convierta en revolución (saura), es decir, en un
genuino cambio de régimen (taguir al-nizam), y qué mejor que fuese idílicamente
pacífica.
No solamente El Cairo representa el epicentro de la revuelta de las pirámides, sino
todo Egipto sin excepción se ha sacudido al llamado de la sociedad civil juvenil: el letrado
y apolítico Movimiento 6 de Abril aliado a los miserables (literal) del grupo Kefaya (¡Ya
Basta!).
El aroma revolucionario del jazmín juvenil ha alcanzado a Yemen y a Sudán (de por
sí balcanizado) y ha obligado al monarca jordano, una marioneta anglosajona, a nombrar
un nuevo ministro Y para sustituir a X, en una permutación aritmética de su fuga hacia
adelante.
Hasta el ministro de Relaciones Exteriores de GB, William Hague, comentó, con tres
días de atraso, que estaba desilusionado con el nuevo gabinete de Mubarak (BBC,
1/2/11).
Estados Unidos tiene que resolver la insalvable cuadratura del círculo: encontrar a un
genuino demócrataegipcio que sea al mismo tiempo su aliado, cuando ambas
características las hizo absurdamente incompatibles.
Obama tiene que decidir entre subirse al carro de la libertad en el mundo árabe o
seguir apoyando ciegamente la seguridad de Israel al precio de la propia inseguridad de
Estados Unidos.
El veterano periodista Stephen Kinzer, de The New York Times, profundo conocedor
de la región, comenta correctamente: El dilema que enfrenta ahora
Washingtonconsiste en aceptar que los árabes tienen el derecho de elegir a sus propios
líderes, lo cual significa aceptar el advenimiento de gobiernos que no comparten la
militancia pro Israel de Estados Unidos (The Daily Beast, 27/1/11).
Cuando se ha impuesto la era post Mubarak gracias a la envergadura de la protesta,
mantenemos los cuatro escenarios que formulamos (ver Bajo la Lupa, 30/1/11).
La acéfala revuelta de las pirámides corre prisa. ¿Podrá esperar todavía otros eternos
ocho meses la programada elección presidencial?
En la era post Mubarak se perfila un puente creativo de transición entre los militares
ilustrados, como el general Sami Annan (quien goza la asombrosa bendición simultánea
tanto del ejército de Estados Unidos como de los hermanos musulmanes, imprescindibles
en la nueva ecuación democrática) y la sociedad civil encabezada por Muhamed El-
Baradei y/o Amer Musa.
El grave problema de Egipto radica en que el tiempo de los regímenes militares, hoy
anacrónicos (sean suaves o duros), y con una duración de 59 años, ya pasó.
Urge civilizar a los militares en sus gobiernos del presente y del futuro: es decir, en
su sentido etimológico primigenio, ceder el poder cupular a los civiles.
En medio del alza imbatible de los alimentos y el galopante desempleo, Barack Obama
optó por el gatopardismo (geo)político aderezado con un discurso farisaicamente
libertario: hay que cambiar a Mubarak por el general Omar Suliman (eminencia gris
de la militarista gerontocracia triplemente carcelaria, torturadora y espía), con la
coreografía de maquillajes seudodemocráticos plurales, para que todo permanezca
igual; es decir, preservar los tambaleantes intereses geoestratégicos de Estados Unidos
en Medio Oriente.
Hace una semana el ex presidente Carter ya había dado línea (ver Bajo la Lupa,
2/2/11): soltar a Mubarak y permutarlo por el general Omar Suliman, hoy
vicepresidente y eterno mandamás de los siniestros mukhabarat ("servicios secretos"),
quien, a su juicio, "es un hombre inteligente (sic) que me cae muy bien. Si quiero
saber lo que pasa en Medio Oriente hablo con Suliman" (Ledger-Enquirer, 30/1/11).
Lo de "inteligente" de Suliman, ¿será por su manejo de los "servicios de
inteligencia"?
También el ex primer ministro británico Tony Blair, como el israelí Netanyahu, salió
a la defensa del autócrata Mubarak, de 82 años: "es un hombre de bien".
También se trata de “prevenir que los apparatchiks (sic) del autoritario y corrupto (sic)
Mubarak controlen el proceso de sucesión”, en referencia explícita al líder del
parlamento, Fathi Surur (en su puesto desde 1990), a quien se describe como "corrupto
y venal", y quien, de acuerdo con la represiva cuan anacrónica Constitución del ancien
régime, sería el presidente interino en caso de la renuncia intempestiva de Mubarak,
quien "abandonaría el palacio nacional en los próximos días, pero conservaría la
presidencia como medio de impedir la llegada de Surur" a quien "en el Departamento
de Estado consideran hostil (sic) a Estados Unidos y a los defensores de la democracia
en Egipto".
En la Revolución del jazmín el ejército tunecino se puso del lado de sus jóvenes,
mientras durante la Revuelta de las Pirámides el ejército egipcio se ha mantenido
"neutral". Por lo menos no los ha aniquilado, lo cual hay que agradecer.
Pepe Escobar (Asia Times, 5/2/11) describe la razón por la cual "Estados Unidos teme
la democracia árabe": Barack “está encajonado por imperativos geopolíticos y
enormes intereses trasnacionales que no puede siquiera soñar en alterar (…); todo
versa sobre Israel y el petróleo”.
Suliman es el hombre del aciago ancien régime, íntimamente identificado con el lado
oscuro de la satrapía carcelaria de Mubarak, mientras El-Baradei representa el
genuino "cambio de régimen".
Hamza Hendawi comenta que fue el pueblo quien forzó la salida del poder del
presidente Hosni Mubarak, pero son los generales quienes detentan el poder ahora. La
revuelta egipcia de 18 días produjo un golpe militar. Los militares estaban desgarrados
entre su lealtad al régimen y los millones de manifestantes pero, debido al desafío del
presidente a las crecientes multitudes y su afianzamiento al poder, el ejército egipcio se
movió en forma definitiva para tomar el control del poder.
Que el presidente de facto Suleiman haya redelegado al Consejo Militar Supremo los
poderes y perrogativas supuestamente inalienables del presidente de jure en huida
humillante será motivo de bizantinos debates constitucionales que ni vienen al caso,
porque es la casi revolución juvenil pacífica, que no abandona todavía la plaza Tahrir, la
que ha legitimado el golpe militar silencioso en su primera fase, es decir, la defenestración
de la dupla Mubarak-Suleiman. Inclusive, un sector ilustrado de la oposición imploró la
intervención del ejército para evitar una explosión.
El mayor general Safwat el-Zayat, anterior funcionario de primer nivel del servicio
de espionaje, susurró al portal de Al-Ahram Online (que se cargó al final con los
contestatarios) que los discursos de Mubarak y Suleiman fueron en desafío a las fuerzas
armadas.
Agregan que “el establishment militar tiene ahora la difícil tarea de construir
instituciones democráticas, sin comprometer su autoridad y sus propios privilegios (sic)
institucionales”.
A juicio de Shashank Joshi, “el establishment militar puede sufrir enormes pérdidas
(¡súper sic!), en términos políticos y financieros, con las genuinas reformas
democráticas”. Más aún: en caso de que el futuro gobierno busque trazar una política
independiente con Israel o Hamas, los militares serán renuentes en poner en peligro su
flujo de la ayuda estadunidense, lo que desembocaría en una situación parecida a
Pakistán, donde los líderes elegidos carecen de control sobre su política exterior.
Los contestatarios pro democracia permanecen aún en la plaza Tahrir, un día después
de la doble defenestración de Mubarak y Suleiman, y han jurado permanecer in situ hasta
que el Consejo Supremo Militar acepte su agenda para la reforma (Reuters, 12/2/11).
3. Las seis petromonarquías árabes del golfo Pérsico que forman el Consejo de
Cooperación del Golfo (CCG): Arabia Saudita, Bahrein, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes
Unidos y Omán (en las tres primeras resaltan relevantes poblaciones chiítas; ver Bajo la
Lupa 27/2/11 y 2/3/11).
4. El Cuerno de África, que domina el estrecho de Bab al-Mandab ("la puerta de las
lágrimas") y el golfo de Aden, preponderantemente sunita: Yibuti, Somalia y Yemen (50
por ciento de la etnia de los huthis, de rito zaydita-chiíta).
5. Los países ribereños del río Nilo: Egipto y Sudán (ya balcanizado),
preponderantemente sunitas con minorías cristianas y animistas relevantes.
Destaca la mayor pluralidad etno-religiosa del Creciente Fértil (v. gr. cristianos y drusos
de Líbano y Siria).
Si el célebre cuscus del Maghreb lo separa culinariamente del arroz del Mashreq
("Oriente") del mundo árabe, el pan (el leitmotiv de las revueltas y revoluciones en curso),
los unifica. La sunita isla Comoros es inclasificable y se encuentra lejanamente entre
Mozambique y Madagascar.
Esta sucinta subdivisión que propongo es fundamental para entender los alcances y
limitaciones de la penetración tanto de la sunita Turquía como de la chiíta Irán –
paradójicamente ninguna de las dos potencias emergentes es árabe– en las cinco
subregiones referidas.
Resulta entonces evidente la mayor influencia del "factor iraní" tanto en el Creciente
Fértil como en el golfo Pérsico (y atípicamente hasta Yemen, por deseos de Alá), al
unísono de la preponderancia del "factor turco" en todo del norte de África, en particular,
en Egipto: el país más poblado del mundo árabe (24 por ciento del total de 360 millones)
y su mayor potencia militar (décimo en la clasificación mundial).
Otro común denominador del aroma extático de la revolución del jazmín del paradigma
tunecino, que ha impregnado a los 22 países árabes y ha alcanzado hasta los Balcanes y
el Transcáucaso, es que no habrá vuelta atrás.
Son cuatro las vías que se vislumbran en el horizonte: el gatopardismo lampedusiano; las
reformas (siempre y cuando les queden tiempo y recursos mentales a los mandatarios
agazapados); las revoluciones, y las balcanizaciones (en curso en Sudán y en
Somalilandia).
Existe el alto riesgo del gatopardismo lampedusiano –la única novela del escritor siciliano
Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro, en la que
los oportunistas del ancien régime se colocan en la cúpula del lado triunfante de la
revolución: "hay que cambiarlo todo para que todo siga igual".
Por azares del destino, la isla italiana Lampedusa se encuentra a sólo 113 kilómetros de
Túnez (mucho más cerca que de Sicilia, 205 kms.) como metáfora sublime del peligro del
gatopardismo que puede oxidar el aroma extático de la revolución del jazmín.
Más allá del grotesco show hollywoodense de la OTAN frente a las costas de Libia, desde
el punto de vista geopolítico han surgido tres hechos trascendentales. 1. La travesía de ida
y vuelta de dos naves iraníes por el canal de Suez, tras más de 30 años del boicot por el
defenestrado Mubarak (léase: cesa la hostilidad de Egipto con Irán). 2. El jaque a los
jeques petroleros del CCG (con el disparo del crudo) por el "efecto dominó chiíta". 3. La
visita a Egipto del presidente de Turquía, Abdullah Gul, y su canciller muy creativo,
Ahmet Davutoglu (lorientlejour.com, 4/3/11).
El portal europeo con sede en Bruselas dedefensa.org (3/3/11) comenta que "la visita del
presidente Gul es uno de las primeros encuentros importantes de los dirigentes egipcios
con un jefe de Estado extranjero, particularmente de la región, y el hecho que se trate del
presidente turco es de una importancia particular y un significado considerable (sic)".
No es por nada, pero en mi viaje a la región en el verano pasado ya había detectado el
condominio turco-iraní en construcción, así como el acercamiento ineluctable entre los
sunitas del mar Mediterráneo (como reporté en su momento), con bastante antelación a la
"revolución del jazmín" y a la "casi revolución de las pirámides". La geografía es destino.
En un notable análisis, Eric Walberg (Intrepid Report, 25/2/11) considera la factibilidad
de que Turquía y Egipto formen una alianza (nota: necesariamente sunita; de allí mi
propuesta de las cinco subregiones), que tendrá como "principal efecto contrarrestar los
proyectos hegemónicos del partido Likud, de Netanyahu".
Peor que el fundamentalismo hebreo del premier Netanyahu –quien todavía se da el lujo
de pretender clasificar a "moderados" (es decir, los instrumentos de EU, Gran Bretaña e
Israel) y "radicales" (es decir, los adversarios de EU, Gran Bretaña e Israel) del mundo
árabe, en particular, y el mundo islámico, en general– es, a nuestro juicio, el partido
Yisrael Beitenu (repleto de inmigrantes de la antigua URSS de origen jázaro: mongoles
centroasiáticos convertidos a la religión judía), cuyo extremismo mesiánico ni siquiera
pudo tolerar Mubarak, el máximo aliado árabe de Israel, hoy sumida en una angustia
geopolítica por su aislamiento regional, ya no se diga universal.
Asiste toda la razón a la ex canciller Tzipi Livni, quien culpó al gobierno Netanyahu de
haber convertido a Israel en "Estado paria". ¿Se perfila un condominio turco-iraní en la
costa oriental del mar Mediterráneo que incorpore a Egipto?
En Irán, sus funcionarios no ocultan el entusiasmo por "el rectángulo emergente de Irán,
Turquía, Siria y Egipto" que "será la fuerza decisiva para cambiar la faz del mundo árabe
y el mundo" (Ladki Nadim, The Daily Star, 5/3/11).
Por los matices y las sutilezas de las cinco subregiones, pareciera que Turquía regresa a
Egipto por la puerta grande 95 años más tarde, mientras Irán se desliza por la puerta
trasera.
3. Las seis petromonarquías árabes del golfo Pérsico que forman el Consejo de
Cooperación del Golfo (CCG): Arabia Saudita, Bahrein, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes
Unidos y Omán (en las tres primeras resaltan relevantes poblaciones chiítas; ver Bajo la
Lupa 27/2/11 y 2/3/11).
4. El Cuerno de África, que domina el estrecho de Bab al-Mandab (la puerta de las
lágrimas) y el golfo de Aden, preponderantemente sunita: Yibuti, Somalia y Yemen (50
por ciento de la etnia de los huthis, de rito zaydita-chiíta).
5. Los países ribereños del río Nilo: Egipto y Sudán (ya balcanizado),
preponderantemente sunitas con minorías cristianas y animistas relevantes.
Si el célebre cuscus del Maghreb lo separa culinariamente del arroz del Mashreq
(Oriente) del mundo árabe, el pan (el leitmotiv de las revueltas y revoluciones en curso),
los unifica. La sunita isla Comoros es inclasificable y se encuentra lejanamente entre
Mozambique y Madagascar.
Esta sucinta subdivisión que propongo es fundamental para entender los alcances y
limitaciones de la penetración tanto de la sunita Turquía como de la chiíta Irán –
paradójicamente ninguna de las dos potencias emergentes es árabe– en las cinco
subregiones referidas.
Resulta entonces evidente la mayor influencia del factor iraní tanto en el Creciente
Fértil como en el golfo Pérsico (y atípicamente hasta Yemen, por deseos de Alá), al
unísono de la preponderancia del factor turco en todo del norte de África, en particular,
en Egipto: el país más poblado del mundo árabe (24 por ciento del total de 360 millones)
y su mayor potencia militar (décimo en la clasificación mundial).
Existe el alto riesgo del gatopardismo lampedusiano –la única novela del escritor
siciliano Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro, en
la que los oportunistas del ancien régime se colocan en la cúpula del lado triunfante de la
revolución: hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.
Por azares del destino, la isla italiana Lampedusa se encuentra a sólo 113 kilómetros
de Túnez (mucho más cerca que de Sicilia, 205 kms.) como metáfora sublime del peligro
del gatopardismo que puede oxidar el aroma extático de la revolución del jazmín.
Más allá del grotesco show hollywoodense de la OTAN frente a las costas de Libia,
desde el punto de vista geopolítico han surgido tres hechos trascendentales. 1. La travesía
de ida y vuelta de dos naves iraníes por el canal de Suez, tras más de 30 años del boicot
por el defenestrado Mubarak (léase: cesa la hostilidad de Egipto con Irán). 2. El jaque a
los jeques petroleros del CCG (con el disparo del crudo) por el efecto dominó chiíta. 3.
La visita a Egipto del presidente de Turquía, Abdullah Gul, y su canciller muy creativo,
Ahmet Davutoglu (lorientlejour.com, 4/3/11).
El portal europeo con sede en Bruselas dedefensa.org (3/3/11) comenta que la visita
del presidente Gul es uno de las primeros encuentros importantes de los dirigentes
egipcios con un jefe de Estado extranjero, particularmente de la región, y el hecho que se
trate del presidente turco es de una importancia particular y un significado considerable
(sic).
No es por nada, pero en mi viaje a la región en el verano pasado ya había detectado
el condominio turco-iraní en construcción, así como el acercamiento ineluctable entre los
sunitas del mar Mediterráneo (como reporté en su momento), con bastante antelación a
la revolución del jazmíny a la casi revolución de las pirámides. La geografía es destino.
Asiste toda la razón a la ex canciller Tzipi Livni, quien culpó al gobierno Netanyahu
de haber convertido a Israel en Estado paria.
¿Se perfila un condominio turco-iraní en la costa oriental del mar Mediterráneo que
incorpore a Egipto?
Por los matices y las sutilezas de las cinco subregiones, pareciera que Turquía regresa
a Egipto por la puerta grande 95 años más tarde, mientras Irán se desliza por la puerta
trasera.
G) EL “NUEVO EGIPTO”: DESAFECCIÓN CON ISRAEL Y ACERCAMIENTO
CON IRÁN
Con base en nuestra propuesta de las cinco subregiones del mundo árabe (ver Bajo la
Lupa, 6/3/11) –que, por cierto, ha tenido mucha aceptación–, Turquía, país no árabe de
origen mongol, se ha posicionado a nivel regional y subregional como la nueva potencia
militar protectora del sunismo árabe en la cuenca del mar Mediterráneo (Siria, Líbano,
Palestina y África del norte), ya no se diga el sunismo no árabe de los Balcanes.
Los sunitas representan 85 por ciento del mundo islámico de mil 600 millones, casi
la cuarta parte de la población mundial (incluidos los minoritarios árabes: 360 millones)
frente a 13 por ciento de chiítas y el restante de otras denominaciones (Pew Research
Center, octubre de 2009).
Las nuevas alianzas del nuevo Egipto –todavía décima potencia militar en
el ranking mundial y principal polo de poder multidimensional del mundo árabe (casi la
cuarta parte de su población total)– marcarán la pauta de la nueva cartografía en vías de
recomposición en el gran (sic) Medio Oriente –que según los estrategas israelíes va en
línea horizontal, desde Marruecos (nota: yo empezaría desde Mauritania, pero a cada
quien sus peculiares gustos) hasta Cachemira, y en línea vertical, desde el Cáucaso hasta
el cuerno de África.
Uno de los eventos nodales desde hace 32 años en el gran Medio Oriente lo constituyó
el paso reciente de dos naves iraníes por el superestratégico canal de Suez en ruta hacia
el hoy turbulento y relevante puerto sirio de Lataquia.
Todavía es muy temprano para sacar la cuenta final de las revueltas y revoluciones en
la hipercomplejidad del mundo árabe, pero al corte de caja de hoy en el nuevo Egipto han
salido airosos dos países no árabes: Turquía e Irán (en ese orden), quienes apoyan el
levantamiento del sitio inhumano en Gaza por cielo, mar y tierra de la entidad sionista.
Irán también apuntala a los rebeldes norteños –los huthis, de rito zaydita-chiíta– en
Yemen, donde espera ansiosamente la inminente defenestración del sátrapa Abdalá Saleh,
con 30 años en el poder gracias al apoyo de Estados Unidos (ver Bajo la Lupa, 3/1/11 y
2/3/11). En estos momentos Irán se encuentra a la defensiva donde supuesta y
paradójicamente goza de mayor influencia: la media luna chiíta, en las subregiones del
Creciente Fértil (básicamente en Siria, en plena efervescencia con sus ominosos vasos
concéntricos de comunicación: Líbano, Jordania, Irak y el Kurdistánvirtual) y en el Golfo
Pérsico, en Bahrein, donde el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), de seis
petromonarquías encabezadas por Arabia Saudita, ha intervenido militarmente (desde
luego, con bendición de Estados Unidos).
Estados Unidos posee seis bases militares en el CCG: dos en Kuwait, una en Manama
(Bahrein), una en Doha (Qatar), una en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos: EAU) y
una en Muscat (Omán).
La nueva cartografía medio-oriental comporta su ajuste retórico a los dos lados del
espectro: el CCG fustiga la intromisión de Irán en sus asuntos internos, mientras el
portavoz de los resucitados hermanos musulmanes condena la interferencia de Estados
Unidos con el fin de determinar el epílogo político de Egipto (Al-Arabiya, 4/4/11).
Alexander Bligh, ex asesor para asuntos árabes del ex premier israelí Yitzhak Shamir,
sopesa las nuevas reglas para la región: en cada país árabe donde cae el viejo régimen, su
lugar será tomado temprano o tarde por un régimen radical (¡súper sic!)
islámico (Haaretz, 1/4/11).
Sea lo que fuere, pero el nuevo Egipto e Irán se han acercado a expensas de Israel.
El flamante canciller del nuevo Egipto, Nabil Elaraby, declaró que su país estaba
dispuesto a reanudar relaciones diplomáticas con Irán después de una ruptura de más de
30 años (Reuters, 4/4/11).
El canciller Elaraby adujo que Israel respetó su acuerdo de paz con Egipto, pero
todavía debe cumplir las solicitudes de los palestinos para la paz (Upi, 3/4/11).
El entreguismo genuflexo del sátrapa Mubarak llegó hasta gratificar a Israel con la
venta de gas a precios regalados, lo cual cesará en el nuevo Egipto: Israel no gozará de
mayor tratamiento especial.
El nuevo Egipto deja así de lado las aberrantes iranofobia e israelofilia de la
cleptocracia gasera y casera del nepotismo de los Mubarak.
Más que con Irán y Turquía, el nuevo Egipto se reconecta y se reconcilia consigo
mismo y, por extensión, con el mundo árabe, del que se había aislado debido al apoyo
desmedido del sátrapa Mubarak al belicismo israelí contra Líbano y Palestina y sus grupos
respectivos de resistencia: Hezbolá y Hamas.
El aroma de la revolución del jazmín del paradigma tunecino penetró los cuatro rincones
del mundo árabe con diferente intensidad.
Bahrein –monarquía sunita de una dinastía de más de 228 años que gobierna a la
mayoría chiíta (75 por ciento de la población, según el portal iraní Press TV)–,
cuyo efecto dominó chiíta a la parte oriental de Arabia Saudita puede disparar a la nubes
(entre 200 y 300 dólares el barril) el de por sí elevado precio del crudo (como
consecuencia del efecto Bernanke: impresión masiva de dólares-chatarra por la Reserva
Federal que provocó la hiperinflación de las materias primas).
Alá ha deseado que en la parte oriental de Arabia Saudita, el mayor productor mundial
de petróleo, predominen los chiítas (30 por ciento de la población mayoritariamente
sunita, según Stratfor).
El efecto dominó chiíta puede impactar a Kuwait (30 por ciento de chiítas) y es
susceptible de afectar la producción petrolera del CCG (Consejo de Cooperación del
Golfo, integrado por seis petromonarquías aliadas a Estados Unidos y a Gran Bretaña:
Arabia Saudita, Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán).
El choque petrolero por el efecto dominó chiíta en el golfo Pérsico hundiría al mundo
en una recesión.
La isla de Bahrein (un poco mayor que Cozumel) –con un PIB de casi 30 mil millones
de dólares y un ingreso per cápita impresionante de 40 mil dólares (muy por debajo de
Qatar: ¡azorante primer lugar global con 145 mil 300 dólares)– está conectada a Arabia
Saudita con un puente de 24 kilómetros que expone metafóricamente su cordón umbilical
con la matriz chiíta en la parte oriental del reino wahabita.
Sin menospreciar lo que sucede con los alcances libertarios en Libia, una potencia
petrolera mediana, menos de 2 millones de barriles al día –que ha impactado entre 10 y
20 por ciento el reciente disparo del crudo–, la relevancia estratégica de Bahrein, sede de
la quinta flota de Estados Unidos, es mucho mayor: ni por la exigüidad de su tamaño (760
kilómetros cuadrados) y su población (738 mil 4) ni por su producción petrolera
declinante (238 mil 300 barriles al día, cifras de la CIA para 2007, lo cual es prácticamente
insignificante), ni por ser asiento de múltiples trasnacionales (primordialmente
anglosajonas), ni por representar una de las principales bancas del mundo árabe, en
particular, y del mundo islámico, en general (en competencia con Malasia), sino por su
demografía juvenil mayoritariamente chiíta y discriminadamente desempleada (alrededor
de 25 por ciento), cuya revuelta puede sensibilizar, por el efecto dominó chiíta, a sus
correligionarios en la parte oriental de Arabia Saudita.
Más allá de la producción, la inestabilidad de los países del CCG puede amenazar sus
reservas de energía, asegura el portal estadunidense, que da vuelo a las declaraciones
apocalípticas de Salman Sheik, director de Brookings Doha Center, durante un reciente
simposio celebrado en Qatar.
A la agónica OTAN, en búsqueda de una nueva misión para el siglo XXI, no le inmuta
tanto Libia como la seguridad energética del CCG, como lo ha definido su vicesecretario
general Claudio Bisogniero.
No se necesita ser estratega para percatarse que las cuantiosas reservas del CCG (muy
débil militarmente, todavía más después de la defenestración de su aliado Hosni Mubarak)
requieren un paraguas militar para contener a Irán en el golfo Pérsico y el cual, al unísono
de la sunita Turquía, ha emergido como uno de los triunfadores de la revuelta en el mundo
árabe (sin ser, paradójicamente, ambos árabes).
Por cierto, el portal iraní Press TV (19/2/11) denunció que los británicos, entre ellos
Ian Henderson (a cargo de las fuerzas de seguridad de Bahrein), han sido culpados del
aplastamiento de los jóvenes manifestantes pro democracia.
¿Buscan los británicos el alza del petróleo para compensar las pérdidas de BP en el
Golfo de México?
El PIB de Kuwait es de 144 mil 300 millones de dólares, con un ingreso per cápita de
51 mil 700 dólares (octavo lugar mundial) y una producción petrolera de 2.5 millones de
barriles al día, cuya interrupción puede elevar entre 20 y 40 por ciento el precio y
beneficiar a las petroleras anglosajonas, que especulan frenéticamente en la City y Wall
Street.
El emirato de Kuwait, una dinastía de 118 años –17 mil 818 kilómetros cuadrados con
una población de 2.8 millones (de los cuales solamente 45 por ciento son kuwaitíes y 35
por ciento son árabes de otras latitudes) y 1.3 millones de trabajadores foráneos– cuenta
con un ejército muy débil de 15 mil efectivos y representa una de las principales
encrucijadas militares de Estados Unidos, que sirve como escala al retiro de tropas de
Irak, así como ruta de abastecimiento aéreo para Afganistán.
Un peligro que casi nadie analiza radica en una nada improbable revuelta de los
numerosos indocumentados y trabajadores foráneos en Kuwait y Bahrein.
No hay que comer ansias, ya que el presidente ruso Medvedev ha advertido que las
revueltas en el mundo árabe durarán varias décadas(AP, 22/2/11), vaticinio al que se ha
sumado el premier israelí Netanyahu. Esto apenas comienza.
El aroma extático de la revolución del jazmín del paradigma tunecino ha impregnado con
diferente intensidad a los 22 países de la Liga Árabe sin excepción y ha puesto
ominosamente en jaque a sus jeques petroleros, lo cual ha reverberado en el disparo del
crudo (ver Bajo la Lupa, 27/2/11).
Desde el océano Atlántico, pasando por el mar Mediterráneo, hasta los golfos Pérsico
y de Adén, se entona revolucionariamente el mismo estribillo libertario que ha resultado
altamente subversivo: El pueblo quiere el derrocamiento del régimen. Este es el canto de
la libertad del siglo XXI.
Yemen, uno de los países más pobres del mundo árabe (donde no todos son ricos, con
excepción de los petroleros) y la única república de toda la península arábiga –donde
imperan las seis petromonarquías del CCG (Consejo de Cooperación del Golfo)–, sufre
los embates de manifestaciones y contramanifestaciones que han puesto en alto riesgo de
ser eyectado a Ali Abdalá Saleh, otro aliado de Estados Unidos, longevo de 32 años en el
poder.
Tres petromonarquías del CCG –Kuwait, Bahrein y Omán– han sido impregnadas por
el aroma del jazmín revolucionario tunecino, mientras a Kadafi, cada vez más aislado
(interna e internacionalmente), agazapado en su reducto de Tripolitania, lo ha abandonado
hasta su enfermera ucraniana –una voluminosa güera(Wikileaks dixit), Galyna
Kolotnytska (The Wall Street Journal, 1/3/11)–, lo cual (en)marca la aceleración de una
desbandada centrífuga.
En Yemen, Obama libra su primera guerra oficiosa contra Al Qaeda, cuando las otras
tres fueron iniciadas por Baby Bush con resultados cataclísmicos, tanto para Washington
como para los invadidos: Irak, Afganistán y Pakistán.
La revolución demográfica juvenil en Yemen (65.4 por ciento menor a los 25 años,
según The Economist; es decir, el mayor porcentaje de jóvenes de todo el mundo árabe,
antes de los territorios palestinos ocupados y Somalia), donde proliferan los
desempleados, ha reavivado sus rescoldos balcanizadores y vulcanizadores, como su
mismo presidente Ali Abdalá Saleh ha advertido sobre la probable fracturadel país en
caso de la caída de su régimen (Afp, 28/2/11): Yemen será dividido no solamente en dos,
sino en cuatro (sic) partes.
Ali Abdalá Saleh considera que sus opositores no serán capaces (sic) de gobernar
Yemen una sola semana. Entonces, ¿cómo lo pudo gobernar él –quien no es
necesariamente un superdotado cerebral– durante 32 años, naturalmente con la bendición
de Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes ahora parecen haberlo soltado a las fieras
balcanizadoras?
El sátrapa yemení, de 65 años de edad, no especificó cuáles serían las cuatro partes
balcanizadas, pero, a reserva de que alguien que sepa más nos corrija, seguramente se
refiere a: 1) el norte, predominante de los huthis (de rito zaydita-chiíta): 50 por ciento de
la población y quienes desde 2004 han librado seis guerras contra Ali Abdalá Saleh hasta
la reciente tregua de febrero de 2010; 2) en el sur, los secesionistas de Adén; 3) un emirato
de Al Qaeda, que combate todavía Ali Abdalá Saleh con el apoyo militar de Obama, y 4)
lo que quede de territorio a los sunitas (del rito shafii) en el norte carcomido (capital
Saná).
Ya lo decíamos: las balcanizaciones son mucho más peligrosas que los cambios de
régimen que exigen legítimamente los contestatarios juveniles.
Sin contar a los convulsionados países ribereños del mar Rojo (Egipto y Sudán y, por
extensión, Yibuti y Somalia), con el que colinda Arabia Saudita, llama poderosamente la
atención el incendio periférico del reino wahabita en sus cinco fronteras puramente
terrestres: Jordania (744 kilómetros de transfrontera), Irak (814), Kuwait (222), Omán
(676) y Yemen (la mayor: mil 458 kilómetros), incluso Bahrein –con el que Arabia
Saudita está umbilicalmente conectado con un puente estratégico de 24 kilómetros–, que
puede sufrir el efecto dominó chiíta. Tales seis fronteras de Arabia Saudita se encuentran
en plena convulsión pro democracia.
Solamente falta que el jazmín revolucionario alcance a Qatar (60 kilómetros) y los
Emiratos Árabes Unidos (457 kilómetros), para que Arabia Saudita, el mayor productor
de petróleo del mundo, se encuentre totalmente cercado.
Si descontamos las exiguas transfronteras de Qatar y los Emiratos Árabes Unidos con
Arabia Saudita, en comparación con las demás, se pudiera aducir ominosamente que la
mayor producción de petróleo del planeta se encuentra ya en estado de sitio, lo que
presagia una explosión del barril entre 200 y 300 dólares (si es que no es todavía mayor)
en caso de un efecto dominó chiíta y del cierre del estrecho de Bab al-Mandab (la puerta
de las lágrimas), de nombre inigualable, con el que colinda Yemen, entre el mar Rojo y
el golfo de Adén, tránsito de un buen porcentaje del oro negro.
¿Hasta dónde llegaría el precio del crudo en caso del cierre del estrecho de Ormuz en
el golfo Pérsico? Yemen tiene como vecino ribereño a Somalia (por extensión, al
inestable Cuerno de África) en el golfo de Adén que la Oficina Marítima Internacional
define de alto riesgo por la piratería.
Por ahora, dejemos en el tintero el estado de sitio (un jaque de facto a los jeques) a la
producción petrolera de Arabia Saudita, para confinarnos a su mayor transfrontera
terrestre: Yemen, en plena vulcanización prebalcanizadora.
Ali Abdalá Saleh no ha de estar actualizado y repite las mismas estériles promesas de
otros dos sátrapas defenestrados (el tunecino Ben Ali y el egipcio Mubarak): no relegirse
en los comicios de 2013 y no legar el poder a su hijo. Muy poco y demasiado tarde para
los aguerridos contestatarios del país con el mayor número de armas per cápita del
planeta, superior a Estados Unidos, que ya es mucho decir (Yemen: la tierra con más
armas que gente, The Independent, 21/3/10).
Las cifras oficiales son desgarradoras para un país sediento, hambriento, desocupado y
armado hasta los molares: 35 por ciento de desempleo (datos de 2003 de la CIA, que se
han de haber disparado); 45.6 por ciento, por debajo del umbral de la pobreza, y 40 por
ciento que vive con menos de dos dólares al día.
Yemen, con una costa estratégica de casi 2 mil kilómetros, representa la tormenta perfecta
que puede desembocar en su balcanización y en la diseminación de sus turbulencias
tóxicas al Cuerno de África (bidireccionalmente), a la todavía inexpugnable Arabia
Saudita (pese a la muralla de concreto erigida en su transfrontera) y, exquisitamente, al
superestratégico estrecho de Bab al-Mandab, que afectaría uno de los mayores tránsitos
de mercancías del mundo (incluyendo el sagrado oro negro). Enlaces:
http://wikileaks.jornada.com.mx
3. ARABIA SAUDITA
Ann Koh y Kim Kyoungha narran que las apuestas (sic) del precio del barril de petróleo
han alcanzado 200 dólares para el día de la rabia –a no confundir con el día de la ira
(sic) en otros confines, que no es la misma reacción hormonal política– a celebrarse en
Arabia Saudita (AS) el viernes 11 de marzo tras las plegarias de las mezquitas
(Bloomberg, 7/3/11).
Los mercaderes de las opciones (un género de los ominosos hedge funds) apuestan
(sic) más que nunca (sic) que el petróleo se encamina a 200 dólares el barril, cuando
el número de contratos sobresalientes ha crecido (sic) en Nueva York para comprar crudo
en junio.
Cabe recordar que las calidades WIT y Brent se han desacoplado mediante un
diferencial artificialmente acentuado en beneficio del último.
Koh y Kyoungha citan a Yingxi Yu, analista en Singapur del banco británico Barclays
PLC (por cierto, implicado en blanqueo de dinero y en tráfico de armas), el cual justifica
que la gente (sic) está temerosa de que las protestas se difundan a varias partes de la
región.
Koh y Kyoungha aducen que cinco de los ocho vecinos inmediatos del reino saudita
han obligado al rey Abdalá a estimular la vivienda, la seguridad social y la educación para
frenar los disturbios (sic)”. ¿Cuáles disturbios (sic), si todavía no empiezan?
No rebato que puedan suceder, pero al corte de caja de hoy no los hay, para lo que se
necesitan dos atributos: 1) una masa crítica de manifestantes (con 500 twitteros, dicho sea
respetuosamente, no se consigue una revolución ni el derrocamiento de un rey, menos en
Arabia Saudita), y 2) una agenda de objetivos: ¿qué buscan: reformas, derrocamiento de
la monarquía o una monarquía constitucional?, ésta todavía inexistente en las ocho
monarquías árabes: seis del Consejo de Cooperación del Golfo, además de Jordania y
Marruecos, curiosamente todas aliadas de los demócratas EU y Gran Bretaña.
El rey Abdalá, de 88 años, sobre quien pende una sucesión que virtualmente puede
descarrilar en una secesión, a su regreso después de tres meses de un tratamiento en EU
(¡cómo les encanta compartir el lecho con el amigo!), abrió las arcas con estímulos de
emergencia por 37 mil millones de dólares para aminorar el malestar en
el Chiistán saudita: la parte oriental donde habita 30 por ciento de la población (según
Stratfor) de confesión chiíta y donde Alá deseó se ubique la mayor producción del mundo.
Juerg Kiener, funcionario de inversiones de Swiss Asia Capital Ltd (sede Singapur),
fulminó que el precio del precio subirá, quieran o no. Si Arabia Saudita cae, entonces
tienen un incendio en la casa, lo cual es cierto siempre y cuando se cumplan la masa
crítica y los objetivos (aún etéreos) de la agenda contestataria.
A nuestro humilde juicio, el destino de los chiítas de Bahrein (75 por ciento del total),
al unísono de Kuwait –30 por ciento de chiítas, sin contar trabajadores foráneos
y apátridas, los bidún (sin nada), que superan a los sunitas–, representa el verdadero
barómetro de lo que pudiera constituir un efecto dominó chiíta que alcance la parte
oriental del reino wahabita (ver Bajo la Lupa, 27/2/11).
Llama la atención el silencio sepulcral de los multimedia de Irán sobre Arabia Saudita,
a quien tratan como seda, al haberse enfocado en el devenir de los chiítas en Bahrein,
Kuwait y Yemen, mientras han sido más condescendientes con los avatares de Omán, con
quien comparten el superestratégico estrecho de Ormuz.
Que la inmaculada London School of Economics haya sido financiada por Saif Al-
Islam, el pimpollo reformista de Kadafi, lo cual orilló a la defenestración pestilente de su
director sir (sic) Howard Davies, es otro tema que obliga a practicar más adelante un
examen anatomo-patológico de las inversiones del nepotismo de los Kadafi.
El extático aroma de la revolución del jazmín del paradigma tunecino arrecia en Yemen,
se renueva en Líbano, penetra el reino hashemita de Jordania, despierta intensamente en
Irak, amaga con difundirse a Siria y alcanza hasta Azerbaiyán, en el incandescente
transcáucaso (la frontera hipersensible de Rusia).
El sector duro de Arabia Saudita –que no comulga con las ideas reformistas del
príncipe Al-Waleed Bin Talal expuestas en The New York Times (ver Bajo la Lupa,
13/3/11)–, a la cabeza de un contingente de las seis petromonarquías del Consejo de
Cooperación del Golfo (CCG) –con la tácita bendición de Estados Unidos, que expele
toda su hipocresía democrática a la luz del día–, interviene en Bahrein con el fin de
detener sus emanaciones libertarias.
No parece que Irán acuda, by the time being, a la defensa militar de sus
correligionarios chiítas en Bahrein, quienes aún no han podido ser sometidos por los
tanques sunitas del CCG, cuyos efectivos ascienden a 3 mil 500 (más de tres veces lo
publicitado), según Debka (15/3/11), presunto portavoz del vilipendiado Mossad.
Ha quedado claro que los megaespeculadores de Wall Street y la City (ver Bajo la
Lupa, 2 y 9/3/11) buscan un precio mínimo de 200 dólares el barril, de aquí al verano, y
cuyo designio pasaría por el incendio de la ciudad chiíta de Qatif en Arabia Saudita, lo
cual detecta impecablemente un editorial de The Financial Times (14/3/11): las tropas
sauditas en Bahrein representan una escalada que empuja al movimiento masivo de
reformas en los brazos de los revolucionarios. Es también un error de juicio y un fracaso
de los nervios que podrían sentenciar al Golfo a un conflicto interminable,
independientemente del resultado en Bahrein en el corto plazo.
En su reunión ministerial, el G-8, cada vez más castrado y castrante, no pudo ponerse
de acuerdo sobre la zona de exclusión celestial en Libia (por cierto, una medida ya muy
tardía), mientras se pronunciaba por la transición democrática en Bahrein (BBC,
15/3/11). ¿Cómo puede operar tal transición cuando Estados Unidos, líder del G-8, ha
tolerado la intervención del CCG?
Hillary Mann Leverett, anterior funcionario del Consejo de Seguridad Nacional y del
Departamento de Estado, aduce que la esencia misma de la política del poder en Medio
Oriente está cambiando del poder-duro militar, donde Estados Unidos tiene la ventaja, al
poder-blando, donde la República Islámica de Irán y sus aliados tienen la ventaja(Al
Jazeera, 15/3/11).
Sería un grave error de juicio que Irán contrarreste militarmente la neurosis bélica del
CCG, que huyó hacia delante con su intervenciónque parece, primero, prevenir el
derrocamiento de la frágil monarquía de Bahrein y, luego, pretende modular
gradualmente las inevitables reformas y la evolución libertaria de la isla, bajo la batuta de
Estados Unidos, que busca preservar su importante base militar.
Las revueltas y la revolución del mundo árabe de 22 países están creando profundas
fracturas tectónicas en la geopolítica medio oriental que acentúan las fallas
geológicas del subcontinente indio con las que se ha conectado.
Las revueltas árabes han alejado las otrora relaciones especiales entre Arabia Saudita y
Estados Unidos –forjadas hace más de medio siglo por el rey Ibn Saud y el presidente
Roosevelt–, fincadas en el abastecimiento seguro del petróleo saudita, el mayor productor
del mundo, a cambio de la protección militar de Estados Unidos.
La geopolítica del petróleo difiere de la del gas, y si uno se acerca a las importaciones de
hidrocarburos de Estados Unidos y a las exportaciones petroleras de Arabia Saudita, se
topará con sorpresas estrujantes que, a mi juicio, se encuentran detrás del nuevo reajuste
regional y global.
Existe toda una narrativa en Estados Unidos, que esperamos no sea fantasiosa, sobre los
pretendidos yacimientos fabulosos de gas en las Montañas Rocosas que cesarían de tajo
su dependencia peligrosa del petróleo del Oriente Medio, en particular de su otrora socio
especial que exporta ahora la principal parte de su producción a China.
Cuando el gobierno de Obama soltó literalmente a las fauces de las fieras a su otrora
exaliado indefectible Hosni Mubarak, el sátrapa egipcio, no pasó inadvertido el
cuestionamiento público de ciertos centros de pensamiento estadunidenses sobre el
abultamiento publicitario de las reservas del reino wahabita, que no solamente trastocaría
la correlación energética de fuerzas a escala global y regional, sino que, además, movería
el centro de gravedad del consumo hacia el gas, cuya geopolítica difiere sustancialmente
de la del oro negro.
Es a partir de esta sencilla ecuación energética –de las dependencias umbilicales como
del destino geoeconómico de sus importaciones y exportaciones– que se pueden
desprender los nuevos intereses y los reajustes dramáticos en juego que se traducen
diáfanamente en el amplio campo de la geopolítica regional y que han afectado las
relaciones de Estados Unidos con sus otrora aliados que conforman el eje sunnita de
Arabia Saudita y Pakistán, quienes hoy se han acercado concomitantemente a China.
Antes de las revueltas y revoluciones del mundo árabe, la situación tanto en Arabia
Saudita como en Pakistán (un país sunnita no árabe que protege con sus entre 90 y 110
bombas nucleares al reino wahabita) era, de por sí, inestable.
La enfermedad del octogenario rey Abdalá de Arabia Saudita y, sobre todo, su sucesión
monárquica descobijaron las diferencias de las tendencias geopolíticas, no pocas veces
centrífugas, de la familia real.
Pakistán no se queda atrás. Mucho antes de las revueltas y revoluciones del mundo árabe
y del tambaleo de su aliado saudita, Pakistán, al borde de la atroz balcanización de sus
etnias y tribus, sufre los embates viciosos en Afganistán producto de la invasión de
Estados Unidos, que encabeza la expedición de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN).
Más allá del asesinato hace cuatro años de la exprimer ministro Benazir Bhutto –al mes
de que destapó el homicidio de Bin Laden por Sheikh Omar tiempos atrás, lo cual
contradice flagrantemente la propaganda del gobierno de Obama al respecto en Abottabad
y su muy cuestionado montaje hollywoodense que no se atrevió a presentar el cadáver del
terrorista islámico más peligroso del planeta–, Pakistán ha sido secuestrado por la
invasión de la OTAN, encabezada por Estados Unidos.
La teocracia chiíta de Irán, otra potencia regional no árabe en el Golfo Pérsico, tuvo
que digerir a regañadientes el sometimiento de sus correligionarios en Baréin debido, en
gran medida, a la intervención de Pakistán, con quien ha tenido relaciones tormentosas en
su frontera común: Baluchistán.
De todas maneras, asistimos a una guerra fría entre la teocracia chiíta de Irán (que no es
“árabe”, justo es recalcarlo) y la monarquía sunnita de Arabia Saudita, la cual ya empezó
a jalar a otros actores regionales del peso nuclear de Pakistán.
Por lo que se ha visto hasta ahora en la escenografía de las revueltas y revoluciones del
mundo árabe, así como en el inicio de la retirada de Estados Unidos tanto de Irak como
de Afganistán (que se subsume en el asesinato hollywoodense de Bin Laden), el gobierno
de Obama ha empezado a abandonar su previa geopolítica del petróleo que favoreció a
Arabia Saudita y, por ende, a su aliado axial Pakistán, quienes ahora buscan refugio y
protección en China.
¿Cómo responderán Irán e India, más volcados en la nueva geopolítica del gas?
4. LIBIA
La fragancia del jazmín revolucionario del paradigma tunecino, que ha alcanzado a todos
los países mediterráneos árabes del norte de África, se puede volver muy tóxica, como es
el caso singular de Libia, que ostenta los mayores ingresos petroleros per cápita del
continente.
Vuelve a resaltar en el caso libio el común denominador tan trillado en las revueltas
árabes: revolución demográfica de los jóvenes desempleados (30 por ciento), un tercio de
la población debajo del umbral de la pobreza, cleptocracia insolente, satrapía carcelaria y
torturadora, etcétera.
La gran novedad libia radica en que ni los ingresos petroleros pudieron detener la ola
revolucionaria juvenil y su efecto dominó que ha expuesto su arqueología eminentemente
tribal, para nada trivial, que se refleja hasta en la composición de su ejército.
Más que su publicitada oclocracia –el poder de las masas (“jamahirya”) y sus comités
populares–, Libia constituye una tribucracia, una coalición de poderosas tribus en sus tres
principales provincias históricas que, además, compiten entre sí desde el túnel del tiempo:
1) Tripolitania, donde habita 60 por ciento de la población, con su capital, Trípoli, de
alrededor de 2 millones de habitantes en un país de 6.5 millones, corto en ciudadanos (en
el doble sentido: citadinos y demócratas con derechos y obligaciones) para su extenso
territorio de 1.7 millones de kilómetros cuadrados; 2) Cirenaica, con su Pentápolis (sus
famosas cinco ciudades históricas), que cuenta con 30 por ciento de la población, donde
destaca la orgullosa ciudad de Bengasi, y 3) Fezzan, la zona desértica del sur, con 10 por
ciento del total.
No es que se haya divido el ejército, sino, más bien, sucedió que las tribus que lo
integraban en Cirenaica se pasaron del lado de los estudiantes contestatarios, con sus
lealtades propias de las tiendas del desierto.
El derrocamiento de Kadafi y su nepotismo puede ser peor que su permanencia en el
poder, donde se ha eternizado casi 42 años (el más longevo de África y todo el mundo
árabe), porque puede desembocar no solamente en un vacío de poder sino, peor aún, en
la balcanización de sus tres provincias, donde imperaría un gobierno central agazapado
en Trípoli, con una periferia insurrecta, al estilo de Somalia o de Pakistán o Afganistán.
¿Se volverá Libia un Estado fallido, de acuerdo con la taxonomía banal de los teóricos
estadunidenses?
En forma dramática, y no sin razón, Franco Frattini, ministro del Exterior de Italia
(que históricamente ha mantenido óptimas relaciones con Libia, ya no se diga en el
presente petrolero), advirtió la posibilidad de su fractura en dos pedazos y
la autoproclamación del así llamado emirato islámico de Bengasi(timesofmalta.com,
21/2/11). Aterrado, Franco Frattini consideró que un emirato islámico árabe en los límites
de Europa sería una verdadera amenaza, pero que Europa, dividida respecto de Kadafi
(cuando la magia del olor del petróleo libio supera la fragancia del jazmín tunecino), no
debería exportar su modelo democrático ni interferir ni intervenir, sino solamente alentar
todos (sic) los procesos pacíficos de transición.
Cabe señalar que el efecto Kadafi incrementó casi 10 por ciento el barril del petróleo,
lo cual será un juego de niños en caso de la caída de la monarquía de Bahrein y su efecto
dominó en la provincia oriental de Arabia Saudita, donde habita 30 por ciento de chiítas
(nueva cifra de Stratfor en un lapso de tres días).
En su segunda aparición televisiva más extensa (la primera fue muy breve, de 22
segundos), un desafiante Kadafi, dispuesto al martirio y en sincronía ideológica con
Franco Frattini, culpó de la revuelta –más allá de sus diatribas en contra de los
jóvenes drogados– a los islámicos, quienes desean crear otro Afganistán, y advirtió que el
emirato islámico instalado ya en Bayda y Derna alcanzaría Bengazi (Al Jazeera, 22/2/11).
Citó pérfidamente los antecedentes del ataque al Parlamento ruso con misiles y
tanques de guerra, así como el aplastamiento en 1989 del levantamiento de la plaza
Tiananmen, en los que la comunidad internacional no interfirió.
Después del discurso de Kadafi, en el que prometió vagamente formular una nueva
Constitución, el ministro del Interior, general Abdul-Fatah Younis, luego de presentar su
dimisión, anunció su apoyo a la revolución del 17 de febrero y apremió al ejército a unirse
a las legítimas demandas del pueblo.
¿Prosperará el llamado del general Younis, al que Al Jazeera le ha dado mucho vuelo
audiovisual? Mucho dependerá de la respuesta de las tribus de la provincia de Tripolitania
y su estratégica capital (Trípoli).
Desde el inicio de la extática revolución del jazmín” que impregnó los cuatro rincones
del mundo árabe, han sido defenestrados dos sátrapas aliados de Estados Unidos (EU),
Gran Bretaña (GB) y Francia en el norte de África (Bin Ali Baba y Hosni Mubarak; este
último también adepto de Israel) y se han escenificado en el lapso de una semana dos
“intervenciones” (eufemismos que encubren guerras donde el común denominador se
subsume por el control de los hidrocarburos): Bahrein y Libia.
Resulta inconsistentemente insostenible la descabellada propaganda “occidental” sobre
la “protección de civiles” de Bengasi para implementar la zona de exclusión aérea en toda
Libia mediante las operaciones bélicas de Francia, EU y Gran Bretaña –en ese orden
secuencial y para citar sólo a tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la
ONU.
¿Por qué “Occidente” (sin Alemania) no protege entonces a los “civiles” contestatarios
de Bahrein y Yemen, cuyos regímenes son aliados de EU, GB y Francia?
¿Son diferentes los “civiles” de Bahrein (ver Bajo la Lupa 16/3/11) y Yemen (Bajo la
Lupa 2/3/11) a los de Bengasi?
Lorientlejour.com (19/3/11), uno de los rotativos más pro occidentales del mundo árabe,
narra que “las autoridades de Bahrein destruyeron la Plaza de la Perla para facilitar el
tráfico vehicular”. La desacralización es mayúscula: la Plaza de la Perla representa “el
monumento que se convirtió en el símbolo de la contestación reprimida violentamente
(¡súper sic!) por las fuerzas gubernamentales”.
¿Qué tan “violenta” deberá ser la represión gubernamental para que valga un operativo
bélico de Francia, GB y EU, bajo el resguardo de una resolución del Consejo de
Seguridad?
La batalla por Libia no tiene nada que ver con la hipócrita “protección de los civiles”, lo
cual enunciamos en la radio española Prisa en una entrevista con Ángels Barceló en Hora
25 Global (18/3/11).
El mismo día que se aprobaba la “Resolución 1973” para detener el sitio de Bengasi por
las tribus leales al coronel Kadafi, otro sátrapa, Abdalá Saleh, con más de 30 años en el
poder y gran aliado de EU en contra de Al Qaeda, realizaba una “carnicería (¡súper sic!)
en Saná” (lorientlejour.com19/3/11).
Andrew North de BBC News (18/3/11) –una televisora gubernamental de GB, vale
recordar– pregunta cándidamente: “¿Por qué EU apoya el uso de la fuerza en Libia, pero
no en Bahrein ni en Yemen?”
North insiste obsesivamente: “¿Cuál es la diferencia entre Libia y Yemen o Bahrein? Los
tres estados han usado la violencia para aplastar las protestas pro democracia”.
Finalmente, se responde: “en un nivel la respuesta es obvia (¡súper sic!) Bahrein y Yemen
son aliados de EU, especialmente Bahrein, con su amplia base naval estadunidense. Libia
no lo es” ¡Que hallazgo!
Asevera que Arabia Saudita –furiosa por la defenestración de Mubarak, pero todavía
“gran aliada de EU”– ha impuesto una “línea roja sunnita” en Bahrein.
Concluye North con una apreciación de Marina Ottaway, directora del programa sobre
Medio Oriente del Carnegie Endowment for International Peace: “Al final, los intereses
vienen primero”. Para EU “la estabilidad en los países petroleros aliados ahora parece
(sic) cortar la esperanza de sus movimientos contestatarios”. ¿Podrán? ¿Hasta cuándo?
Ya que existen “líneas rojas sunnitas” en ciertas “subregiones” de Medio Oriente, ¿Habrá
también, en la óptica estadunidense, equivalentes de “líneas rojas chiítas”?
Más allá de la palmaria esquizofrenia que expone dos pesas y dos medidas frente al mismo
fenómeno contestatario, cuando la situación en el mundo árabe es sumamente precaria y
excesivamente fluida, “Occidente” optó por repetir sus trágicos errores tanto en los
Balcanes (v.gr Srebrenica) como en Irak, con sus disfuncionales “zonas de exclusión
aérea” y decidió tomar partido en contra de las tribus de Trípoli y en favor de las tribus
de Bengasi (donde se encuentra la mayor cantidad de los hidrocarburos de Libia, según
la cartografía francesa de Le Monde 19/3/11).
Cabe destacar que Libia es un país cuya rivalidad entre sus dos polos históricos de poder
es explotada por “Occidente”: Tripolitania (capital Trípoli) y Cirenaica (capital Bengasi).
En la fase del caos inherente a la transición del incipiente orden multipolar, “Occidente”
no cuenta con Alemania, que se ha acercado más a Rusia y a China, mientras se aleja de
la impetuosidad legendaria de Nicolas Sarkozy, de la eterna perfidia británica de David
Cameron y de la notable inconsistencia de Obama, quien se debate dramáticamente entre
el viejo orden del “poder duro” militar y el “poder blando” del siglo XXI, cuando EU se
encuentra empantanado en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y hasta en la transfrontera
con México (con sus letales drones).
Steve Clemons, muy consultado jefe de política exterior de New America Foundation,
quien suele ser amigable con Obama, revela que la “Casa Blanca vuela sin estrategia y
que tenemos ahora una presidencia reactiva (sic) y no una que sea estratégica” (The
Foreign Policiy 18/3/11).
Los problemas del siglo XXI no se resuelven con cañoneros reflejos condicionados de las
decadentes potencias coloniales. Son tiempos de prudencia y de ajuste realista, no de
fugas hacia delante.
El avispero de Libia, sea cual fuere su desenlace, que no parece halagüeño para nadie, es
apenas el prólogo de un voluminoso libro que está por escribirse en el mundo árabe, pero
también en toda África, donde se celebrarán numerosas elecciones este año que pueden
despertar los demonios legados por el colonialismo.
A sólo tres días de haber empezado, la polémica intervención militar en el avispero libio
–encabezada por Francia y apuntalada en la retaguardia principalmente por Estados
Unidos (EU) y Gran Bretaña (GB)– “se ha empantanado y ha dividido” (Le Monde,
22/3/11) a la mal llamada “comunidad internacional (¡supersic!)”: un concepto muy
debatible, aunque muy abusado por la publicidad bélica, que refleja el caduco orden
unipolar y no se ajusta aún a la nueva realidad multipolar cuando el BRIC (acrónimo de
Brasil, Rusia, India y China) comienza a protestar ruidosamente su oposición después de
haberse abstenido en la aprobación de la resolución 1973 que constituye un genuino lecho
de Procusto para perpetrar las peores atrocidades contra los “civiles malos”.
Una cosa es una “zona de exclusión aérea” y otra es asesinar con misiles Tomahawk a
“civiles malos” (las tribus del coronel Gaddafi) para beneficiar a las “tribus buenas” (sus
opositores de Bengasi y, por extensión, de Cirenaica, donde se encuentran las mayores
reservas de hidrocarburos: por eso son “buenos”).
Los misiles Tomahawk han despertado los fantasmas de dos guerras que todavía no
concluyen en Irak y Afganistán.
La crítica de India –que sin mucho ruido se ha acercado a Irán después de la intervención
militar a Bahrein por Arabia Saudita (como cabeza del CCG)– ha sido severa.
Putin juzga correctamente que se trata de “una tendencia estable (sic) de la política de
EU” en los Balcanes (con Clinton) y en Afganistán (con Bush) y “ahora es el turno de
Libia con el pretexto de proteger a los civiles”. Le faltó a Vladimir Putin agregar a Irak
(dos veces con el padre y el hijo Bush).
Las preguntas feroces vuelan: “¿De qué lado estamos? Esto parece más una guerra civil
que algún género de revolución. ¿A quiénes protegemos? ¿Estamos con los que
supuestamente están contra Gaddafi? ¿Piensan que tiene bastante gente con él? ¿Si es
depuesto, con quién trataremos?”
Sí que son ingenuos estos ilustres congresistas de EU que no entienden, a menos que sean
óptimos simuladores, que su país (al unísono de Francia y GB) quizá aproveche la
segunda revuelta árabe para redireccionar sus intereses y así balcanizar a los países de
noráfrica –por extensión a toda África y el Medio Oriente (v.gr Irán)– y despojar a China
e India de su precario abastecimiento petrolero.
Dejaremos de lado los cables secretos de 2008 (hace apenas poco más de dos años) de la
embajada de Estados Unidos en Trípoli, exhumados por Wikileaks, sobre el “extremismo
en la parte oriental de Libia” (léase: la Cirenaica y su capital Bengazi).
En la ecuación de Libia –que depende del 90 por ciento de sus ingresos petroleros–, la
única constante son los hidrocarburos y los actores resultan sus variables en consecuencia.
¿Puede existir voltereta de las lealtades de las tribus, como ha sucedido en el pasado?
Todo es posible.
Stratfor se basa en un reporte del 23 de febrero de varias empresas petroleras que expone
la importancia del control del Golfo de Sidra desde cuyos puertos se exporta el 77 por
ciento del petróleo libio: “El Golfo de Sidra es crucial para las exportaciones de energía
de Libia. Los puertos de Sidra, Marsa el Brega, Ras Lanuf, Tobruk y Zuetina manejan
aproximadamente el 77 por ciento de las exportaciones petroleras de Libia”.
La refinería de Marsa el Brega, hoy en manos de los jihadistas de Al Qaeda, destila 200
mil barriles al día.
Los tres campos petroleros –Nafura, Messla y Sarir– están en manos de la tribu zawiya
(enemiga de las tribus aún leales a Gadafi). El campo de Sarir nutre el puerto de Tobruk
(donde combatieron el alemán Rommel y el británico Montgomery en la Segunda Guerra
Mundial).
Ras Lanuf, en manos de los rebeldes jihadistas, aliados paradójica y/o coincidentemente
de la coalición” occidental”, constituye la mayor refinería de exportación libia (220 mil
barriles al día). El peso de la refinería de Ras Lanuf es enorme en la economía libia.
La relevancia de Ajdabiya (también bajo control jihadista, aliada paradójica y/o
coincidentemente de la coalición “occidental”) –cerrojo de la principal carretera costera
entre Bengazi y Trípoli a lo largo del Golfo de Sidra– radica en su cercanía al estratégico
puerto de Zuetina.
Stratfor, centro de pensamiento texano-israelí, es muy veloz para las cuentas: “Las tres
cuartas partes de los ingresos petroleros de Libia, del orden de 30 mil millones de dólares
en 2009, son exportados al extranjero a través del Golfo de Sidra”.
Vale la pena consultar las fotos, publicadas por Réseau Voltaire (“Un Festival de
Hipocresía”, www.voltairenet.org/article169090.html), que exhiben sin rubicundez al
hoy pestilente coronel Gadafi con sus amigos aliados de ayer, los hipócritas mandatarios
de Occidente, que en su infausto “pacto faustiano” hace mucho le vendió su alma a
Mefistófeles, y quienes hoy, después de haber exprimido sus capitales, lo arrojan
inmisericordemente a las aves de rapiña de las trasnacionales petroleras que merodean
en el desierto libio.
¿Pasarán las tribus de Gadafi a una prolongada guerra de guerrillas con sus aliados de
Chad y Níger?
¿Qué advendrá de los pletóricos capitales del coronel Gadafi depositados en Occidente?
Estados Unidos ha congelado 32 mil millones de dólares y Gran Bretaña, otro tanto. Se
recuerda que ambos países padecen una severa insolvencia financiera.
¿Tendremos una nueva narrativa “occidental” para depurar a los rebeldes de Bengazi de
sus matrices jihadistas y así conservar los capitales congelados en una nueva edición de
las Mil y dos noches que agregó su capítulo final más inverosímil: la salvación del género
humano en el Golfo de Sidra?
¿Qué pasará con los suculentos “fondos soberanos de riqueza” (Wealth Sovereign Funds)
de Libia, que superan los 100 mil millones de dólares?
Por lo pronto, los bancos “occidentales” los podrán usar ad libitum y especular con ellos
las alzas del petróleo y los alimentos para cerrar su círculo vicioso.
Se encuentra más vigente que nunca nuestra apreciación (Bajo la Lupa, 20/3/11) sobre la
batalla por el petróleo de Libia y la esquizofrenia occidental, así como el riesgo de
su balcanización y la emergencia jihadista del emirato islámico de Bengasi (Bajo la Lupa,
23/2/11) y que ahora admite hasta Wall Street Journal (2/4/11). La historia trágica del
coronel Kadafi tiene mucho parecido con la de Saddam Hussein en Irak. La imaginación
de las potencias neocoloniales hoy en declive no comporta mucha variación.
Saddam fue usado en su guerra pírrica contra Irán, para luego ser torturado a fuego
lento con zonas aéreas de exclusión edulcoradas con su satanización multimediática y,
finalmente, ser oprobiosamente ahorcado.
Hoy el coronel Kadafi ha sido colocado en las gemonías por el hipócrita Occidente
(menos Alemania). En dado caso de que el coronel Kadafi sea axiológicamente
indefendible, lo es infinitamente mucho más la triada extraña de Sarkozy-Obama-
Cameron (en ese orden misilístico de sus bombardeos intervencionistas para favorecer a
una tribu contra otra), al haber aceptado los depósitos de la gran riqueza libia en sus
bancos de Wall Street y Londres (que luego confiscó olímpicamente; como sucedió con
los depósitos del sha de Irán hace 32 años, que aún no devuelve EU) y al haberle
procurado gran parte de su arsenal.
¿Qué habrá sucedido tras bambalinas para que el coronel, tardíamente converso a las
supuestas bondades tanto del neoliberalismo financiero como del modelo blairiano cuan
demencial de la tercera vía de Anthony Giddens (el gran gurú de la London School of
Economics), haya sido colocado en las gemonías de Occidente (sin Alemania)?
Se recuerda que el hijo reformista del coronel Kadafi, Saif Al Islam (filántropo de la
London School of Economics, por lo que fue eyectado su director en forma humillante),
privatizó el total de 16 bancos libios (Nota: al estilo neoliberal itamita mexicano). ¡Más
se entregan y peor les va!), entre ellos, seis concedidos a la banca de sus hoy ingratos
verdugos, lo cual provocó un despido masivo de casi 400 mil empleados bancarios (una
parte nada desdeñable de los contestatarios) en un país de 6.5 millones de habitantes (ver
El Neoliberalismo provocó la revuelta árabe; Radar Geopolítico, de Contralínea,
20/3/11).
Sátrapas van y vienen en el mundo árabe, pero el petróleo y el agua permanecen como
la única constante de la política neocolonial del siglo XXI por potencias hoy en franca
decadencia que huyen hacia delante.
Cuando se recorre el telón teatral aparece todo el drama verdadero detrás de la guerra
contra Libia: el control del mayor acuífero del planeta y la captura de sus hidrocarburos,
cuyo 80 por ciento se encuentra en la región de Bengasi dominada por los aliados
jihadistas de Al Qaeda de Francia, EU y Gran Bretaña (Ver La coalición occidental se
apodera de 80 por ciento del petróleo de Libia; Radar Geopolítico, de Contralínea,
3/4/11).
En el siglo XXI, la ruta trágica de los hombres perversos (filósofo galo René
Girard dixit), los hidrocarburos y el agua se entrecruzan con peculiaridad notable en
Medio Oriente.
El GMMR del coronel Kadafi empezó a sustraer sustanciales cantidades de agua del
acuífero NSAS: 2.37 kilómetros cúbicos al año para abastecer el oasis Al-Khufrah (en el
sur-oriente de Cirenaica).
A nuestro juicio, lo más grave radica en los costos competitivos por metro cúbico del
fenomenal proyecto acuífero de Kadafi: 0.35 dólares frente al agua desalinisada, que es
mayor a 3 dólares, de la tecnología franco-anglosajona: casi 10 veces menos. ¡Maten a
Kadafi, se pasó de raya!
Todo es relativo en la vida, sobre todo para los interesados propagandistas de “Occidente”
(sin Alemania), quienes aseguran haber tenido éxito por impedir, gracias a la laxa
resolución 1973 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) –que contó con la
notable abstención de Brasil, Rusia, India y China (BRIC) y de Alemania–, la carnicería
de civiles a manos de las tribus del coronel Gadafi que tenían sitiada la ciudad de Bengasi
y que propició la publicitada “protección humanitaria” de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), cuando sus miembros no se ocupan ni se preocupan del
malestar de los ciudadanos en sus propios países, golpeados doblemente por las crisis
financiera y económica, con el fin de beneficiar exclusivamente a sus plutocracias en
detrimento del bien común.
A esto le llamamos “los cuentos de las mil y dos noches de la OTAN”. La organización
con sede en Bruselas suma un cuento exógeno adicional a los mil y un maravillosos
relatos nocturnos árabes: la “protección humanitaria” a los civiles de Bengasi, cuando se
deja la muy pesada mano libre para que los aliados petroleros de Estados Unidos, Gran
Bretaña y Francia en el mundo árabe se den la rienda suelta para asesinar a sus jóvenes
contestatarios en el Golfo Pérsico, pasando por el Creciente Fértil hasta el Cuerno de
África.
Ahora se juzgan las intenciones, no los actos: “Te mato porque estoy convencido de que
vas a matar a tu vecino”.
¿Cómo se puede demostrar penalmente? Tal es “la nueva ley penal de la OTAN” que
pretende aplicar ominosamente en los lugares donde sus intereses se encuentren
comprometidos.
Se podrá estar de acuerdo o no con el coronel Gadafi, sin ser una perita en dulce (¿acaso
lo son Sarkozy, Obama o Cameron, ya no se diga Berlusconi: aficionado consuetudinario
del orgiástico “bunga bunga”?), pero no existen evidencias –fuera de la vulgar
desinformación– que corroboren su deseo de exterminar a medio millón de rebeldes
pertrechados en Bengasi y a más de 100 mil personas en Tobruk.
En varias de nuestras entrevistas sobre la personalidad clínica del coronel Gadafi –un
campo muy riesgoso para sicoanalizar a los mandatarios del planeta porque se corre el
peligro de quedarnos acéfalos de dirigentes–, adujimos siempre que se trataba de una
“personalidad compleja”.
Como nos confesamos incapacitados para leer las intenciones de los demás –aunque la
conducta pasada de los humanos en general constituya un parámetro nada desdeñable,
pero tampoco automáticamente extrapolable– ni deseamos incurrir en el falso camino del
sicoanálisis de los dirigentes mundiales, preferimos concretarnos a los “datos duros”
objetivos y contrastables sobre la aventura de la OTAN, donde hemos detectado el deseo
de la captura tanto de los pletóricos hidrocarburos de Libia –cuyo 80 por ciento se
encuentra primordialmente en la parte oriental del país, es decir el bastión de los rebeldes
de Bengasi (ver Radar Geopolítico, 3 de abril de 2011)– como del acuífero más grande
del mundo, que por deseo de Alá abarca también la parte oriental de Libia, así como el
80 por ciento de Egipto y una sustancial parte de Sudán (ya balcanizado) y Chad (Bajo la
Lupa, La Jornada, 3 de abril de 2011).
Sería conveniente escuchar los asertos de un periódico influyente, Der Spiegel (7 de abril
de 2011), de un país que se abstuvo notablemente del resto de “Occidente”, Alemania, y
cuyo periodista Carsten Volkery personaliza “la batalla de la OTAN” contra el coronel
Gadafi y quien coloca en relieve “los temores de la OTAN de una guerra sin fin en Libia”.
Fuera de la captura cruda de los hidrocarburos y del agua fresca de Libia, asentados
coincidentemente en la región oriental de la Cirenaica (capital Bengasi), cuesta trabajo
entender los motivos racionales de la intervención de la OTAN, encabezada por el trío
extraño de Sarkozy-Obama-Cameron (en orden de aparición teatral).
Volkery aduce que las intenciones verdaderas de la OTAN eran deponer al coronel Gadafi
y exiliar su nepotismo. Si ése fue el objetivo primario real, entonces la OTAN habría
fracasado estruendosamente –lo que a nuestro juicio sucedería en caso de perder el control
del 80 por ciento de los hidrocarburos y el agua fresca de Cirenaica, cuando la situación
militar se encuentra muy fluida (en seis semanas de combate fratricida entre las tribus del
coronel Gadafi contra las tribus de Bengasi, con todo y la ayuda de la OTAN, el relevante
puerto petrolero de Brega ha cambiado siete veces de manos).
Fuera del control de los hidrocarburos y el agua fresca (parte del mayor acuífero del
mundo, con una extensión de 2 millones de kilómetros, equivalente a un “México
acuático”), se asienta que la OTAN no goza de un objetivo claro en su misión ni de una
estrategia de salida. Peor aún: ¿Cuál es la misión de la OTAN, una organización
disfuncional, para el siglo XXI, que en su esquizofrenia de identificación busca incorporar
a Rusia en su seno?
Hace mucho que “Occidente” (sin Alemania) asesinó a sus grandes pensadores, como
Descartes y Kant, así que no hay que ser tan exigentes en pedir cartesianismo racional de
parte de la “nueva OTAN”, que se parece más bien a una banda de cazadores arrojadores
de piedras de la selva durante el paleolítico inferior en búsqueda de sus materias primas
coyunturales.
Decíamos que el coronel Gadafi no es una perita en dulce y quizá su peor error haya
consistido en abrirse insensatamente con sus aliados neoliberales de ayer, que resultaron
sus verdugos cleptomaníacos de hoy. Gadafi no leyó la sublime alegoría del “dilema del
prisionero”.
El coronel Gadafi se había querellado con la mayoría de los mandatarios de la Liga Árabe
(con excepción de Siria y Argelia), de 22 miembros, quienes se cobraron sus facturas
pendientes –primordialmente el rey Abdalá de Arabia Saudita y el jeque gasero de Qatar,
ya no se diga los palestinos, a quienes sugirió “suicidarse”, además de los chiítas tanto
árabes como persas, debido a la desaparición del influyente prelado Iman Musa Sadr,
esfumado extrañamente durante una visita a Tripoli– y no tuvieron el mínimo pudor de
aliarse con los intervencionistas foráneos, acusados por el agazapado coronel libio, quien
nunca perdió su poder retórico de librar una “nueva cruzada” contra el Islam.
Todo lo contrario del lado de la Unión Africana, de 53 países, donde Gadafi goza de
relativa mayor popularidad que en el seno de la Liga Árabe, que ha propiciado un
antecedente muy riesgoso para sí misma– de allí la espectacular voltereta de Amer Musa,
secretario de la Liga Árabe y conspicuo candidato de la OTAN a la presidencia de Egipto,
cuando se percató del tamaño de la intervención bélica de corte neocolonial.
En efecto, en forma más sensata, la Unión Africana, encabezada por los buenos oficios
de Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica (flamante miembro del BRIC), ha propuesto un
cese al fuego y una propuesta de paz entre las tribus de Bengasi y la tribus del coronel
Gadafi, hoy a la contraofensiva de nueva cuenta en la crucial ciudad de Ajdabiya (no muy
lejos de Bengasi).
El portal israelí Debka (8 de abril de 2011), presunto portavoz del vilipendiado Instituto
Central de Operaciones y Estrategias Especiales (más conocido como Mosad), pregunta
si los rebeldes de Bengasi no habrán sido dejados “colgados de la brocha” por la OTAN.
Quien esto escribe, desde el inicio de las hostilidades, siempre consideró (redactado bajo
juramento notarial con bastante antelación) que los rebeldes de Bengasi serían arrojados
al matadero por la OTAN.
Muy hábil, el coronel Gadafi ha regresado a los reflectores que tanto le fascinan y ha
iniciado una serie de contactos diplomáticos con los primeros ministros de Grecia,
Turquía y Malta, quienes se han pronunciado por una salida diplomática salomónica.
Además se ha dado el lujo de haber escrito a Obama después del retiro unilateral de
Estados Unidos de los bombardeos de la OTAN, que se quedó sin creíbles dientes
molares e incisivos para derrocarlo cuando se le escapó a la mayor organización militar
y nuclear de todos los tiempos en las arenas movedizas del desierto que tanto conoce.
Se han volteado los papeles teatrales: ahora es el coronel Gadafi quien le brinda una
elegante “estrategia de salida” airosa a “Occidente” (sin Alemania).
Desde luego que el coronel Gadafi ha detectado las debilidades materiales, del decadente
“Occidente” (sin Alemania), que va por el control del vellocino de “oro negro” de Bengasi
y las aguas frescas de Cirenaica.
¿Qué tanto estará dispuesto a otorgarles el coronel Gadafi para salvar simultáneamente
su pellejoy la honra muy mancillada de “Occidente” (sin Alemania)?
Los parámetros han sido exquisitamente establecidos por los intervencionistas foráneos:
el 80 por ciento de los hidrocarburos de Cirenaica y sus aguas frescas (sustancial parte
del mayor acuífero del planeta).
Con el colosal botín de la riqueza libia bajo el control de la OTAN hay que releer La
IIiada y La Odisea de Homero. La escenografía cleptomaniaca no ha variado desde
entonces, con la salvedad de una coreografía más letalmente tecnológica (los bombardeos
humanitarios) y una inversión del orden: hoy las guerras son primero financieras –debido
al modelo imperante de la globalización financierista–, luego viene el golpe de gracia
militar.
La suerte del coronel Kadafi se selló cuando cayó en la trampa financiera que le
tendieron Baby Bush, Blair y Sarkozy a finales de 2003 gracias a su insensata apertura de
los hidrocarburos libios, la privatización neoliberal de sus 16 bancos estatales y el control
del banco central por los recursos humanos formados en la banca londinense.
El cable de marras se congratula del progreso sólido entre Farhat Omar Bengadara,
entonces gobernador del banco central libio en Trípoli, y su consejero estratégico (sic), la
consultora McKinsey (señalada como un instrumento de la CIA), además de los servicios
de la mafiosa empresa contable KPMG (al unísono de Oracle y KPMB) y la
bendición calificadora de las descalificadas S&P y Moody’s.
En una entrevista histórica a The Financial Times (17/5/11), Farhat Omar Bengadara
anunció que su labor de socavamiento de las finanzas del coronel Kadafi había resultado
muy exitosa en 96 por ciento (¡súper sic!), por lo que sus días estaban contados puesto
que los traslados de los cuantiosos fondos libios(mayormente colocados en bancos de
Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa continental) habían sido bloqueados ya que
las sanciones habían sido extremadamente (sic) efectivas.
Farhat Omar Bengadara (el Guillermo Ortiz Martínez libio) se jacta de que había
paralizado las finanzas del coronel Kadafi, quien para colmo no podía imprimir sus
billetes (dinares), hechos en Londres por una firma británica, De La Rue, que rompió
pérfidamente su contrato.
Farhat Omar Bengadara reconoce la existencia de 155 toneladas de oro en las arcas
del banco central libio (hoy bajo control de la banca de la OTAN). ¿Por qué, entonces, no
se los entregan a los rebeldes, hoy muertos de hambre? (Financial Times, 9/8/11).
Forbes registra que la pérdida de los FSR de la Libyan Investment Authority arrojaron
a finales de mayo 53 mil millones de dólares (¡súper sic!), mientras el gobierno de Estados
Unidos hipotecó otros 37 mil millones de dólares, los cuales, a mi muy humilde entender,
jamás devolverá, por estar sencillamente quebrado.
La diabólica Goldman Sachs ya había clavado a un interno, un vulgar topo muy bien
remunerado, en la Libyan Investment Authority: Haitem Zarti, hermano de Mustafá, su
anterior vicedirector (Financial Times, 13/6/11).
El botín de Libia es colosal: FSR podados por lo pronto a la mitad (antes de que se
extingan mágicamente en su totalidad); fenomenales reservas de divisas mermadas y/o
esfumadas; 155 inciertas toneladas de oro; 60 mil millones de barriles de petróleo de la
mejor calidad ligera; mil 500 millones de metros cúbicos de gas, y pletóricas reservas de
agua fresca (el mayor manto acuífero subterráneo del planeta).
Se pudiera aducir que las protestas todavía no alcanzan la masa crítica para una
revolución, ya que, en un análisis estricto, se encuentran confinadas a la ciudad de Daraa
–en la cercanía de las superestratégicas alturas del Golán (pletóricas en agua y ocupadas
y saquedas por Israel)– donde las fuerzas de seguridad (los siniestros mukhabarat)
perpetraron el error infantil de encarcelar a unos adolescentes inofensivos por haber osado
escribir grafitis contra el gobierno, lo que luego desembocó en una confrontación con la
población local que ha arrojado un saldo de entre 17 y 100 muertos (dependiendo de quién
manipule las cifras).
Siria se encuentra gobernada desde el golpe de Estado de 1970 por la secta minoritaria
de los alawitas (a la que pertenecen los Assad): una excrecencia del chiísmo (13 por
ciento) que gobierna a la mayoría de sunnitas (74 por ciento) y a las minorías de cristianos
(10 por ciento) y drusos (3 por ciento), según datos de la CIA.
Entre la mayoría sunnita habría que incluir a los kurdos no-árabes, que representan
10 por ciento de la población.
Más allá de la caída del régimen, que no se vislumbra en lo inmediato –porque puede
repetirse el modelo Bahrein implementado por las seis petromonarquías del Consejo de
Cooperación del Golfo, encabezado por Arabia Saudita–, la crisis de Daraa estaba escrita
en el muro cuando el nepotismo de los Assad descuidó la ominosa desertificación de la
otrora fértil planicie de Hourán, cuyo suelo volcánico lo había convertido en el granero
de Oriente Medio cuando abundaban las lluvias en tiempos otomanos, según Khaled
Yacoub Oweis, de Reuters (19/3/11).
Yacoub aduce que en el este de Siria, la crisis hídrica de los últimos cinco años, que
dicen expertos se debe mayormente a la mala gestión estatal de recursos, ha sumido a 800
mil personas en la extrema pobreza, según un informe de Naciones Unidas en 2010.
Cientos de miles de personas más fueron desplazadas. Agrega que otros productores
también han resultado afectados por las escasas lluvias y recortes a los subsidios. El
Ministerio de Agricultura dijo que las cosechas en la provincia agrícola de Daraa cayeron
25 por ciento el año pasado.
Daniel Williams (NYT, 2/3/11) cita un reporte de la ONU: Las lluvias son 45 por
ciento y 66 por ciento en promedio menores a lo normal (sic) en tres provincias orientales
de Siria en los pasados dos años. La falta de agua ha causado que más de 800 mil personas
en la parte oriental de Siria pierdan casi todo su modus vivendi.
Un reporte del Banco Mundial (15/8/08) sentencia que Medio Oriente y Noráfrica son
las regiones más afectadas por la penuria global del agua.
Una cosa es la espontaneidad de la revolución del jazmín del paradigma tunecino que
impregnó a los 22 países que integran la Liga Árabe y otra es el intento hipócrita de su
secuestro obsceno por la disfuncional OTAN encabezada por Estados Unidos que,
conforme a sus triviales intereses geopolíticos, pretende redireccionar las veleidades
libertarias de más de 360 millones de habitantes.
De allí la fuerte presión de Estados Unidos (y sus aliados) contra el régimen sirio con
el fin de dañar a Irán (de paso a Rusia), a diferencia de su postura concerniente a Bahrein,
donde Washington ostenta una base naval, sin contar que la isla es miembro del Consejo
de Cooperación de Países Árabes del Golfo de seis petromonarquías, quienes, además,
buscan la membresía de Jordania y Marruecos.
La lectura de los periódicos regionales basta y sobra para determinar las lealtades y
anhelos en el radar geopolítico.
La prensa israelí amarra navajas entre Siria y Turquía. Ehud Barak, ministro de
Defensa del gobierno de la dupla Netanyahu-Lieberman, en una entrevista al periódico
francés Le Figaro concede seis meses de vida política a Bashar, y el portal Debka, un
monumento a la desinformación, vaticina una inminente intervención del ejército turco,
con instalación de una zona de amortiguamiento en la transfrontera del lado sirio (cerca
de 900 kilómetros), que cuenta con la bendición hollywoodense de Angelina Jolie (esta
vez sin el actor Brad Pitt), la bella embajadora de la ONU para los cerca de 10 mil
refugiados de la región de Jisr-Al-Shogour (un bastión de 50 mil habitantes de los
Hermanos Musulmanes). Cuando los embajadores especiales de la ONU intervienen en
los campos de refugiados suelen ocurrir balcanizaciones ulteriores.
Lo interesante es que nadie hasta ahora del lado occidental ha exigido el cambio de
régimen y su dureza retórica se limita a invitar a Bashar a encabezar las reformas (léase:
hacer las paces con Israel, expulsar a Irán y a Rusia, someter a Hezbolá y, sobre todo, a
mi muy humilde entender, el golpe de gracia: privatizar la banca estatal y todo aquello
que sea privatizable).
El atribulado Bashar admitió que no existe marcha atrás y que las reformas son
imprescindibles. El problema radica en su profundidad, su cronograma y, sobre todo, su
control.
Si tales reformas son forzadas por Estados Unidos (y sus aliados), el desenlace será
la instalación de un gobierno de los Hermanos Musulmanes sunitas, quienes
probablemente iniciarán la venganza colectiva contra la minoría hoy gobernante de
los alawitas (secta esotérica del Islam desprendida del chiísmo), de los cristianos,
probablemente de los drusos (otra secta neoplatónica y esotérica del Islam, de carácter
monogámico) y seguramente de los kurdos (por motivos que iremos desglosando).
Tampoco hay que desdeñar la participación geopolítica de Rusia, que posee una base
naval en el puerto sirio de Tartús.
Hama es más conocida por constituir el bastión de los Hermanos Musulmanes sunitas, de
corte fundamentalista salafista, donde Hafez Assad (el padre de Bashar) en 1982 reprimió
la rebelión con un escalofriante costo humano de cinco dígitos (en ese entonces, con
bendición israelí-anglosajona).
Hoy, 29 años más tarde, los intereses anglosajones han cambiado de bando y no
solamente reconocen a los perseguidos Hermanos Musulmanes (de la rama siria), sino
que, por encima de todo, se han aliado conspicuamente con ellos, probablemente con el
fin de redireccionar y secuestrar la revuelta en curso en los 22 países árabes y, sobre todo,
a mi humilde entender, para contrarrestar su derrota estratégica (junto a Israel) con el giro
dramático de la revolución de las pirámides en Egipto y la humillante defenestración de
su aliado sempiterno, el sátrapa Hosni Mubarak.
Otro estratégico eje vertical en la costa del mar Mediterráneo, prácticamente paralelo
al eje interno anterior de cuatro ciudades, lo representan (también de norte a sur) el puerto
de Lataquía (que pudiera ser la capital del futuro Estado alawita, que ya existió durante
el mandato francés post otomano), la ciudad de Baniyas (dotada de la mayor refinería) y
el puerto de Tartús (donde Rusia posee su única base naval en el Mediterráneo).
Hechos: Robert Stephen Ford, embajador de Estados Unidos en Siria (todavía por
confirmar en el Senado), fue nombrado hace un año por Obama al puesto vacante desde
2005 bajo los mejores auspicios de reanudación de las tormentosas relaciones entre
Washington y Damasco.
A sus 54 años, Robert Stephen Ford se encuentra en plenitud de vida y salud mental.
Diplomático de carrera (con una escala académica en la Universidad Johns Hopkins),
habla con fluidez cinco idiomas (inglés, alemán, francés, turco y árabe) y es considerado
uno de los contados óptimos arabistas del Departamento de Estado (plagado de partidarios
de Israel), con antecedentes de haber servido en varios puestos en otros dos países árabes:
Irak y Argelia.
De Robert Stephen Ford no se puede decir que no conozca la región, ignore el idioma
árabe o desconozca los modales diplomáticos. ¿Cuál habrá sido, entonces, su motivo para
participar en la protesta multitudinaria de Hama y correr el riesgo de ser expulsado
como persona non grata por entrometerse abiertamente en los asuntos internos de Siria?
No es un asunto menor cuando los contestatarios de Hama exigen la caída del régimen y
rechazan el diálogo con Bashar.
Anthony Shadid, de The New York Times (8/7/11), considera que la escala de las
protestas todavía no representan una amenaza inmediata al presidente Bashar Assad, pero
“empujó a su liderazgo a un territorio desconocido en la rebelión: cómo el Estado
confrontaría un desafío masivo a su legitimidad en una ciudad –nota: Hama– que sufrió
un feroz aplastamiento hace una generación”.
¿Intentan Estados Unidos y Francia establecer una cabeza de playa opositora en Hama
y repetir así su modelo foquista del bastión libio de Bengazi (contra Kaddafi) para
imitativamente deponer a Bashar? ¿O simplemente dramatizan para empujar a las
inevitables reformas del régimen?
El portal israelí Debka (9/7/11) afirma que la maniobra de los embajadores forma
parte de un juego complicado (sic) de Estados Unidos, Francia y Turquía para forjar un
compromiso entre Assad y la oposición.
El editorial del rotativo libanés The Daily Star (9/7/11) –propiedad de la familia chiíta
Mroué, muy cercana a Estados Unidos– asevera que existe un juego (¡súper sic!) en Siria,
donde hay considerable humo, pero sin fuego, y que implica a Estados Unidos, Europa y
los árabes (se ha de referir a los sauditas y egipcios). Considera muy ingenuo que los
embajadores se hayan aventurado sin el permiso tácito de las autoridades y conjetura que,
“a juzgar por las acciones de Europa y Estados Unidos hasta ahora –sic–, el régimen sirio
se encuentra a salvo”, mientras Bashar cuenta con el apoyo tácito (¡súper sic!) de Estados
Unidos, tesis a la que se adhiere también Stratfor (11/7/11) en su análisis sobre la
irrupción vandálica de las embajadas de Estados Unidos y Francia por los furiosos
nacionalistas sirios.
The Daily Star reitera mi tesis sobre las ominosas reverberaciones de la virtual
balcanización de Siria (Bajo la Lupa, 22/6/11).
Por lo visto, el juego entre Siria y el binomio Estados Unidos-Francia es muy rudo.
Según Stratfor, pese a la escalada por venir, todos toman riesgos calculados (sic).
Asombra que ninguno de los actores (¿teatrales?) rompa relaciones ni expulse a nadie.
Pareciera que con su insólita conducta en Hama, los embajadores de Estados Unidos y
Francia le dieron un celestial regalo nacionalista a Bashar.
Como habíamos prevenido: en Siria penetramos la hipercomplejidad geopolítica.
Beirut, Líbano. Ahora que me encuentro en la capital libanesa –un centro de monitoreo
inigualable de todo Oriente Medio– me ha tocado vivir y proseguir in situ los eventos
regionales.
Dos días antes de las elecciones en Turquía, que consolidan por tercera ocasión
consecutiva al Partido de Justicia y Desarrollo en el poder –que profesa un islamismo
“moderado” muy preciado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN
(de la que el antiguo imperio otomano es el único miembro mahometano)–, el popular
primer ministro Recep Erdogan movió el tapete geopolítico al atribulado presidente sirio
Bashar Assad, mediante una severa condena: calificó de “salvajería” la represión
sanguinaria de los rebeldes sirios en algunas ciudades de la transfrontera turca, lo cual ha
forzado un éxodo de alrededor de 4 mil opositores en el país vecino.
Las relaciones entre los dos vecinos, Turquía y Siria –que han sufrido más descensos que
ascensos–, se han vuelto a tensar y operan ya en sentidos francamente opuestos.
En forma delirante, Debka, el portal de corte desinformativo del Mossad (los encargados
del espionaje israelí), prácticamente festeja la inminente guerra de Turquía contra Siria.
El “factor kurdo” –que busca desde el Tratado de Sèvres su independencia y que es
susceptible en dislocar a varios países (a las mismas Turquía y Siria, así como a Irak e
Irán)– ha vuelto a ofuscar las relaciones bilaterales entre Ankara y Damasco.
Días antes a la represión siria en las ciudades aledañas a Turquía, el gobierno de Erdogan
había sido anfitrión en Antalya, una ciudad costera al Mar Mediterráneo, de un núcleo
opositor al gobierno de Bashar Assad y que abiertamente reclama “el cambio de
régimen”.
Después de que Siria, primero, abrigó a los kurdos del Partido del Trabajo –cuando
existieron momentos en los que estuvo a punto de enfrascarse en una guerra contra Siria–
y, luego, los sacrificó para reconciliarse inesperadamente con el popular primer ministro
turco, hoy, después de la afrenta del cónclave opositor en Antalya, las relaciones
tormentosas entre los dos vecinos parecen haber retornado al statu quo de antes.
Turquía parece haberse movido del lado de la oposición siria –básicamente de la poderosa
cofradía de los Hermanos Musulmanes (quienes representan el núcleo duro de la mayoría
de los sunnitas, alrededor del 75 por ciento de la población total siria)– y empieza a
abandonar al régimen de Bashar Assad, quien corre el peligro de perder un aliado
indispensable.
La réplica de Siria no ha sido menor: la sacudida del “factor kurdo” que saca de quicio a
los políticos de Ankara.
Bashar muy bien pudiera, en nombre de las apremiantes reformas, conceder la ciudadanía
a medio millón de kurdos apátridas y sin cédulas de identidad.
El muy capaz canciller turco, Ahmet Davutoglu, alega sin sonar muy convincente que
Turquía no está favor de un “cambio de régimen”, sino que se pronuncia por una “terapia
de choque” mediante una serie de reformas desgarradoras sin el ominoso “cambio de
régimen”, como aseveró en su entrevista a la revista Der Spiegel, de Alemania (donde
reside una sustancial población de la diáspora turca).
Entonces, ¿por qué haber bautizado al cónclave opositor de Cambio en Siria? ¿Alcanzará
el “cambio” la transformación del régimen anquilosado del nepotismo de los Assad,
quienes representan a la minoría de los alawitas (una secta esotérica del chiísmo con
alredor de entre del 10 y el 15 por ciento de la población, dependiendo de quien realice
las estadísticas)?
Es evidente que Turquía busca una transición democrática pacífica en Siria, que
óptimamente sería dirigida todavía por el presidente sirio, a quien le queda poco, muy
tiempo para salvar su atribulado régimen.
De acuerdo con las recientes interpretaciones de sus actos, que colindan con la temeridad,
es probable que la dupla Erdogan-Davutoglu haya abandonado a su mala suerte a Bashar
Assad. Pero tampoco hay que subestimar el poder de daño letal del atribulado presidente
sirio quien, como el humillado Sansón, puede arrastrar cataclísmicamente, voluntaria o
involuntariamente, a las cinco fronteras ultrasensibles de Siria. Mucho menos habría que
exagerar la capacidad de control de cierto tipo de eventos que rebasan a sus actores. De
otra forma no existirían las tragedias griegas, no muy lejanas a la historia y a la geografía
de esta región convulsionada y en plena transformación revolucionaria.
6. YEMEN
A) YEMEN A LA DERIVA
Ahora que acabo de llegar a Beirut, la obsesión de los salones políticos se centra en el
devenir del régimen sirio cuyo desenlace tendrá dramáticas repercusiones en el frágil
equilibrio de uno de sus vecinos más vulnerables: el país de los cedros milenarios que
desde principios de año no consigue conformar un gabinete, en el más depurado estilo de
la política contemporánea belga.
Bromas aparte, en Líbano existe una gran presión sicológica como consecuencia de
la descomposición vertiginosa del régimen sirio de Bashar Assad, por lo que las revueltas
en curso desde Libia, pasando por Bahrein, hasta Yemen, sirven como puntos periféricos
de referencia para evaluar la dinámica recomposición de los equilibrios geopolíticos en
toda la región. Si el peso de Siria es determinante en el Líbano, guste o disguste, el de
Turquía sobre Siria es también equiparablemente fundamental.
Mucho menos habría que soslayar el panorama global mediante el radar donde
aparecen simultáneamente tanto la evanescencia del fenecido orden unipolar
estadunidense, así como el núcleo del incipiente orden multipolar en su vertiginosa
dinámica con el ascenso de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Dejaré en el tintero mis miniconferencias privadas al más alto nivel de los grupos
políticos y académicos de prácticamente todo el espectro plural político del Líbano, donde
gozo la invaluable fortuna de tener excelentes relaciones con todos los factores del poder
(más allá de mis subjetivismos e intereses singulares que busco no obnubilen mi
objetividad) y donde abordo las repercusiones de la revolución árabebajo el método de
mi enfoque multidimensional –geoestrategia, geoeconomía (con el relevante rubro
geoenergético) y las geofinanzas, en el contexto de la desglobalización y la naciente
regionalización.
Pareciera que en Yemen –quien ostenta el PIB más bajo de toda la inmensamente rica
península árabe (de un total de siete países) en su vecindad con las seis petromonarquías
del Consejo de Cooperación de los Países Arabes del Golfo (CCPAG-6)–, la refracción
local de la revolución del jazmín se ha cobrado a su tercera víctima: el sátrapa Ali Abdalá
Saleh, quien lleva(ba) casi 33 años en el poder omnímodo y, después de un extraño
bombardeo a la mezquita adyacente al palacio nacional donde resultó herido con la
mayoría de su gabinete, solicitó los cuidados intensivos hospitalarios de uno de sus
protectores (junto a EU): la petromonarquía de Arabia Saudita.
Noah Browning del NYT (5-6-11) comenta la confusión derivada del vacío de poder
después de 4 intensos meses de lucha fratricida, lo cual, a nuestro juicio, podría
desembocar en una guerra civil y, posteriormente, en la balcanización de Yemen mientras
los partidarios tribales de Saleh amagan con el retorno de su tratamiento hospitalario en
Arabia Saudita cuando ya estén curadas sus heridas físicas.
Se viven tiempos de teatrales montajes hollywoodenses por doquier (v.gr. el
lanzamiento nada islámico al mar de Bin Laden por las fuerzas especiales de EU) y Noah
Browning insiste en la explosión misteriosaque obligó a la hospitalización en Arabia
Saudita de Saleh junto a 35 personalidades que incluyen al primer ministro, a los dos
líderes del Congreso y a varios funcionarios de primer nivel que han dejado prácticamente
acéfalo al gobierno.
Yemen vacila entre el Caribdis de una revolución relativamente pacífica –que puede
suceder si Arabia Saudita impide el regreso aduanero del sátrapa hospitalizado– y el
Escila del caos en caso del enésimo empecinamiento de Saleh.
Amén del petate del muerto de los estrategas de EU que sacuden permanentemente el
espectro de Al-Qaeda (que buscaría crear un califato salafista-islámico en uno de los
pedazos desmembrados de Yemen, además de las otras fracturas de los huthis –chiítas en
el norte y los secesionistas sureños del relevante puerto de Adén, la trascendencia
geoestratégica del Yemen proviene de tres factores primordiales: 1. su custodia (con
Somalia y Yibuti) del súper-estratégico estrecho de Bab Al-Mandab (La Puerta de las
Lágrimas) –catalogado por los geoestrategas estadunidenses como un punto de
estrangulamiento (choke point) del transporte marítimo global– que conecta el Mar
Mediterráneo al océano Índico a través del Canal de Suez y donde cruzan 3 millones de
barriles de petróleo al día; 2. su transfrontera de alrededor mil 500 kilómetros con Arabia
Saudita; y 3. la propagación del movimiento prodemocracia a las seis petromonarquías
del CCGPA-6. No es poca cosa.
No sólo el tiempo histórico aceleró su ineluctable marcha, sino que, por encima de
todo, se nota el nerviosismo disfuncional de los tomadores globales de decisiones cuando
se percatan de su catatonia frente a la mayor crisis multidimensional desde la Gran
Depresión que refleja la decadencia de Occidente, al unísono de su
inservible civilización que acabó en montajes hollywoodenses y en la instalación de
regímenes policiaco-judiciales maquillados de democráticos por el neototalitarismo
orwelliano de los multimedia y su flamante extensión de redes socialescontrolados por
Estados Unidos (EU).
Para ser oráculo moderno se necesita saber profundamente la historia de largo alcance
transmilenario, amén de exhibir una notoria humildad humanista, como el británico
alejandrino Hobsbawm a sus 93 años, quien instruyó al vilipendiado megaespeculador
que dos totalitarismos se habían derrumbado (el soviético y el de la globalización
neoliberal) y que era probable que el mundo se dirigiese a un modelo mixto entre
capitalismo(no neoliberal) y socialismo (no leninista): una mezcla diferente de lo público
y lo privado, de libertad y acción estatal y control(The Guardian, 16/1/11). Dejamos
pendiente ahondar tanto sobre su entrevista, que coloca en relieve el resurgimiento del
marxismo, así como su reciente libro Cómo cambiar al mundo: cuentos de Marx y el
marxismo.
Aparte de ser un personaje repulsivo debido a sus etnocidios seriados en el planeta,
tampoco se puede desdeñar que el israelí-alemán-estadunidense Heinz Alfred
(alias Henry) Kissinger, presunto títere de los banqueros sionistas Rockefeller, ha
negociado con Rusia y China en la cúpula del poder geoestratégico.
Schama suena a déjà vu (ver Seymour Hersh, The New Yorker, 16/11/09) y saca a
relucir la literatura de los estados fallidos con la paranoia del cerco, los atestados
arsenales nucleares y, los nerviosos paquistaníes acorralados atacando debido a su
inseguridad pasiva-agresiva.
Kissinger es categórico: una guerra entre India y Pakistán se ha vuelto más probable.
Advierte que si se dejan que las cosas naufraguen, esto (sic) se pudiera convertir en
los Balcanes de la próxima guerra mundial. Repite la tesis añeja de Zbigniew Brzezinski
sobre los Balcanes euroasiáticos.
Se infiere que la guerra entre Pakistán e India remolcaría a sus respectivos aliados
(China y Rusia), lo cual sería magnífico para que EU, retirado a tiempo del teatro de
acción, contemple a la distancia la mutua destrucción asegurada del fracturado (B)RIC.
Con sus ilustres e universales antecedentes exitosos, vale la pena escuchar los puntos
de vista de Emmanuel Todd, a mi juicio, una de las pocas voces autorizadamente valiosas
de Occidente (en pleno oscurantismo ideológico), para analizar científicamente la
revolución árabe.
Emmanuel Todd aduce (en forma menos reduccionista a lo común) que las estructuras
familiares y los factores de población y política educativa son más importantes que el
sistema económico.
Cuatro años antes Emmanuel Todd –con la coautoría de Youssef Courbage– se había
adelantado a la extática revolución del jazmín en su otro imprescindible
libro Convergencia (sic) de civilizaciones: la transformación de las sociedades islámicas
en el mundo, que versa sobre la inevitabilidad de la revolución árabe.
No dista mucho de mis recientes posturas públicas (guardando las proporciones): las
raíces demográficas de la revolución árabecomo consecuencia del incremento del nivel
educativo y la rápida disminución de la natalidad. Sobre el fantasma de Bin Laden se
burla sarcásticamente que Al Qaeda ya estaba muerta.
Comenta humildemente que su labor es como la de los geólogos que compilan las
señales de un terremoto inminente o de una erupción volcánica, aunque no se pueda
predecir su exactitud temporal ni su severidad.
Los tres factores exhiben que las sociedades árabes estaban en el camino hacia la
modernización cultural (sic) y mental (¡súper sic!), en cuyo trayecto el individuo se
vuelve más importante como entidad autónoma.
¿Cavaron su propia tumba los mismos sátrapas del mundo árabe al haber propiciado,
involuntaria o voluntariamente, el andamiaje de las estructuras transformativas, o todo
fue producto de la modernización global? Ambas, a mi humilde entender.
Compara la revolución árabe con las revueltas europeas de 1848, más que con el
estereotipo muy trillado de la caída del Muro de Berlín de 1989: una clásica reacción en
cadena, pese a las diferencias regionales mayores.
Mientras la previa generación fue muy prolífica –lo que explica su explosividad al
corte de caja de hoy–, pero, en forma dinámica, la tasa de natalidad ha decaído
dramáticamente a la mitad: de 7.5 hijos por mujer en 1975 a 3.5 en 2005. Entre las mujeres
académicas la tasa de natalidad se encuentra por debajo de 2.1.
En su desencadenamiento primigenio, ¿es la revolución hegeliana, genuinamente
femenina y juvenil, ante todo ginecológica y obstétrica?
Desmonta prejuicios aldeanos sobre el Islam, muy socorridos por los fanáticos de
Huntington, e invita a rebasar las apariencias del pleito sobre el porte del velo para
enfocarse en las estructuras: según la ley de la historia, el progreso educativo y el declive
en la tasa de natalidad son indicadores de creciente secularización y racionalización. El
islamismo es una transitoria reacción defensiva (sic) al choque de la modernización y no
constituye el punto final de la historia. Para el mundo islámico su punto final es universal.
Robert Gates, secretario del Pentágono con Baby Bush y quien repitió con Obama, se
retira el próximo verano después de una extensa e intensa participación en el espionaje,
donde destaca haber sido director de la CIA (bajo las órdenes de Daddy Bush) y rector de
la Universidad Texas A&M.
Robert Gates –quien ha estado muy activo con su diplomacia militaristadesde Egipto,
pasando por Arabia Saudita, hasta Bahrein– comenta la tríada clásica de las revueltas del
Medio Oriente: brote demográfico juvenil, desempleo y corrupción.
No cita el principal detonador: el alza de los alimentos, producto del nocivo efecto
Bernanke –la hiperinflación monetarista de las materias primas–, ni la exorbitante
ganancia especulativa de Cargill, la maligna trasnacional estadunidense de granos (que
no pierde su tiempo cotizando en la bolsa).
A juicio de Robert Gates, las revueltas árabes han resaltado las diferencias étnicas,
sectarias y tribales que han sido suprimidas por años.
Aduce que el apoyo de Estados Unidos para que los líderes operen el cambio
democrático ha llevado a preguntarse si una mayor gobernación democrática pueda
conservar unidos (sic) a los países a consecuencia de las presiones.
David Ignatius comenta la implicación: existe el riesgo de que el mapa político del
moderno (sic) Medio Oriente pueda empezar a desenredarse (¡súper sic!), como es el caso
de la división de Libia.
David Ignatius comenta que entrevistó a Robert Gates el día turbulento en que recibía
reportes de un probable golpe de Estado contra el presidente de Yemen Ali Abdalá Saleh,
de las protestas crecientemente violentas en Siria y de la controvertida (sic) acción militar
en Libia, lo cual valió un crudo comentario del saliente secretario del Pentágono de que en
cada dirección (¡súper sic!) se pueden ver cambios en estas placas tectónicas de Medio
Oriente que han estado esencialmente congeladas (sic)cerca de 60 años.
A juicio de Robert Gates, el desafío de Estados Unidos consiste en que debe de alguna
manera manejar (¡súper sic!) este proceso de cambio, que advendrá independientemente
de lo que se haga, de forma que estimule la estabilidad. ¿Cuál estabilidad?
Como si fuera tan sencillo, Robert Gates aporta dos lecciones para los líderes que
enfrentan disturbios: 1) adelantarse a los cambiosemprendiendo reformas temprano, y
2) evitar la violencia (sic) que usualmente es contraproducente y hace que el tiro salga
por la culata.
Como suelen hacerlo quienes han sido obligados interesadamente a tener sus
conclusiones sicohistóricas por encargo antes de iniciar siquiera sus investigaciones
(práctica muy común de los apologistas del México neoliberal), el historiador de carrera
Robert Gates altera los sucesos para llevar agua al molino militar de Estados Unidos.
Robert Gates no se compunge por Yemen, donde los generales (sic) y los líderes
tribales nos dicen que se encuentran inclinados positivamente hacia Estados Unidos.
Antecedentes: después de las dos defenestraciones de Bin Alí Babá y Hosni Mubarak, el
aroma extático de la revolución del jazmín del paradigma tunecino está a punto de eyectar
a un tercer sátrapa en Yemen: Alí Abdalah Saleh.
El sátrapa yemenita, aliado de EU y con 32 años en el poder, condenó insensatamente
la presencia de las mujeres en las manifestaciones como atentatorias contra el Islam y
quienes debían permanecer encerradas en sus casas.
Según los seis observadores occidentales (infectados por los estereotipos sionistas
jázaros de Hollywood), en un extensísimo análisis en el rotativo británico The Guardian,
“las mujeres emergieron como jugadores principales en la primavera árabe”, pero falta
ver si sus derechos (sic) mejorarán.
Como consecuencia de la defenestración del sátrapa Bin Alí Babá (exiliado en Arabia
Saudita tras una dictadura de 32 años) y bajo la presión ascendente de la inquebrantable
voluntad popular que no ha bajado la guardia, las autoridades de la transición en Túnez
han adoptado la igualdad electoral de género para ser aplicada en los próximos comicios
de la Asamblea Constituyente del 24 de julio (Al-Jazeera, 21/4/11), lo cual constituye el
primer acto revolucionario de envergadura sociológica y de alcances metahistóricos en
todo el mundo árabe (en particular) e islámico (en general), cuyas olas reverberarán en
África (continente, en plena convulsión, prácticamente repartido igualitariamente entre
musulmanes y cristianos), en el gran Medio Oriente, Asia Central e Indonesia, es decir,
en las regiones donde impera mayoritariamente el muy respetable credo mahometano.
La actitud progresista sobre las mujeres data de hace 55 años en el país de San
Agustín, plasmada en el Código de Estatuto Personal que abolió la poligamia y el repudio
marital (prerrogativa masculina), un caso excepcional en el mundo árabe.
¿Cómo lidiarán con la revolucionaria paridad electoral de género los mil 600 millones
de feligreses de los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), donde
destacan 360 millones de árabes?
La OCI con 5 millones de millones de dólares de PIB nominal (tercer lugar mundial
inmediato detrás de China, con 6 millones de millones de dólares) todavía no toma
conciencia de su verdadero poder transregional y global. Los 22 países árabes cuentan
con un PIB nominal de 2 millones de millones de dólares.
Laabidi fustiga la asfixia que ejerció sobre el género femenino Leila Trabulse,
trepadora social y esposa del sátrapa Bin Alí Babá. El clan mafioso de los Trabulse se
consagró a la cleptocracia en lugar de la liberación de las mujeres, quienes se ganaron su
destino en las calles y por sus propias manos.
El papel de la femina islamicus del siglo XXI será decisivamente definitorio en los
dos combates cosmogónicos sin cuartel que se libran en el gran Medio Oriente.
Antes de las revueltas y revoluciones del mundo árabe, el bloque comercial y monetario
(hoy en sorprendente transformación militarista) de las seis petromonarquías del Consejo
de Cooperación de los Países Árabes del Golfo (CCPAG) –Arabia Saudita, Kuwait,
Qatar, Bahrein, Omán y los Emiratos Árabes Unidos– hace menos de dos años se había
atrevido a lanzar el proyecto temerario de una divisa común (el gulfo o khaleeji) para
desplazar al dólar en la venta de sus hidrocarburos (ver Bajo la Lupa, 20/12/09).
Existe abundante literatura que refiere que uno de los pecados capitales de Saddam
Hussein a los ojos unilaterales de Estados Unidos (y, por extensión, de la OTAN) había
sido el cobro de los hidrocarburos de Irak en euros (hoy vapuleados por la guerra de
divisas desatada por Wall Street).
Ubico esta triple afrenta contra el dólar –de Irak, el CCPAG-6 y Libia, en un lapso de
ocho años– para entender lo que aconteció ayer, sucede ahora y puede ocurrir en un
futuro.
Sería un grave error de juicio soslayar tanto la crisis del financierista sionismo
anglosajón como la sequía crediticia del modelo occidentalcapitalista en los
acontecimientos que han sacudido al mundo árabe sin excepción.
La dupla invasora anglosajona hipotecó las finanzas de Irak. Ahora, Estados Unidos
y Gran Bretaña capturaron más de 60 mil millones de dólares de los depósitos de Libia
en sus bancos (con el pretexto humanitario).
El despojo obsceno de las finanzas de Irak y Libia, amén de la hipoteca de sus
hidrocarburos, es un juego de niños comparado con lo que puede suceder con las colosales
fortunas del CCPAG-6 que corren peligro de ser arrebatadas por el financierista sionismo
anglosajón que ostenta la experiencia y la técnica inigualables de sus antecesores piratas,
ya no se diga la cobertura militar nuclear de la OTAN.
En la fase de la sequía crediticia global, la suma de las reservas de divisas del CCPAG-
6 lo colocaría en el cuarto lugar mundial con 555 mil 630 millones de dólares: detrás de
China, Japón y la eurozona. Arabia Saudita sola (que de por sí ya ostenta el cuarto lugar
mundial) aporta 82 por ciento de todas las reservas del CCPAG-6.
No hay que perder de vista el antecedente de que el siniestro Grupo Carlyle (propiedad
catastral del nepotismo bushiano) estafó enormes sumas de dinero a Kuwait, uno de los
miembros del CCPAG-6 (arabfinance, 2/12/09).
Dubai, uno de los siete de la federación de los Emiratos Árabes Unidos y relevante
plaza financiera del CCPAG-6, todavía no se repone de su descalabro inmobiliario de
hace menos de dos años.
Las seis petromonarquías del CCPAG creado hace 30 años tienen un territorio de casi
2.7 millones de kilómetros cuadrados, una población total de casi 45 millones, un PIB
(medido en poder adquisitivo) de 1.95 billones de dólares (¡67.86 por ciento del total de
los 22 países del mundo árabe!), produce alrededor de 15 millones de barriles al día y,
sobre todo, detenta alrededor de 45 por ciento de las reservas de petróleo y 25 por ciento
del gas a escala planetaria.
Las seis bases militares de Estados Unidos (y una de Francia en los Emiratos Árabes
Unidos) en el CCPAG-6, más que para protegerlo de sus enemigos (como publicitan)
parecerían servir de gravamen indirecto a la producción y tránsito de los hidrocarburos
del Golfo Pérsico (con excepción de Irán).
Pero nada se compara, primero, a la defenestración de Hosni Mubarak, amigo del rey
Abdalá de Arabia Saudita ni, luego, a la revuelta de los chiítas de Bahrein (75 por ciento
de la población) contra la petromonarquía sunita minoritaria local, lo cual desembocó en
la intervención militar del CCPAG-6.
La caída de las dos principales potencias militares sunnitas del mundo árabe (Irak y
Egipto) angustió a los petromonarcas del CCPAG-6, quienes han pasado a una vigorosa
contraofensiva en cuatro frentes: 1) encabezados por Qatar (y su poderosa televisora Al
Jazeera), que ostenta el mayor PIB per cápita del mundo, que impresionó hasta a Obama
(¡145 mil 300 dólares!; el de México es de 13 mil 800 dólares), apoyaron la revuelta de
Cirenaica (capital Bengasi) contra Kadafi, de quien se cobraron afrentas añejas; 2) dejan
que corra la revuelta contra Bashar Assad en Siria –el portal israelí Debka (11/5/11)
afirma que el poderoso príncipe Bandar Bin Sultan (anterior embajador de Arabia Saudita
en Estados Unidos e íntimo de Baby Bush) opera directamente la rebelión para dañar los
intereses de Irán en Siria, Líbano y los territorios palestinos ocupados–; 3) aprietan las
tuercas sunitas en Líbano, y 4) negocian la salida decorosa de Ali Abdalá Saleh de Yemen.
Mientras mejoran las relaciones de Egipto con Irán, las del CCAPG-6 (con sus
matices y sutilezas individuales) empeoran dramáticamente con el país persa.
Como consecuencia de la era post Bin Laden, la volátil situación en Pakistán (el
verdadero aliado militar sunita de Arabia Saudita y dotado con entre 90 y 110 bombas
nucleares) afecta el flanco oriental del CCPAG-6, quien en forma espectacular invitó a
otras dos monarquías árabes a integrarse en su seno: Jordania (contigua a Arabia Saudita)
y Marruecos (muy distante), quienes no son muy pudientes que se diga.
Que el total de las ocho monarquías árabes hayan conformado un nuevo bloque ha
llevado a algunos analistas de la península arábiga a proclamar la muerte de la Liga
Árabe (de 22 países), tradicionalmente dominada por la muy capaz diplomacia egipcia.
Al corte de caja de hoy podemos aducir que los grandes triunfadores de las revueltas y
revoluciones en curso en los 22 países árabes que apenas comienzan –y que como
habíamos vaticinado irrumpieron en el sur europeo, los Balcanes y hasta el Transcáucaso–
, a nivel estrictamente medio oriental, son paradójicamente dos países no árabes: uno
sunita, Turquía, y otro chiíta, Irán.
Cabe recordar que, más allá de los simplones maniqueísmos lineales, en el mundo de
la hipercomplejidad medio oriental, Turquía es un país islámico sunita moderado –como
suelen clasificarlo insólita cuan insolentemente los ignaros multimedia nor-
transatlánticos que ni siquiera entienden al mismo Occidente, y mucho menos a los
mundos árabe e islámico–, que, hasta donde nos quedamos, mantiene excelentes
relaciones geoeconómicas y geoenergéticas con la teocracia chiíta de Irán.
Sin duda, la desestabilización de Siria –donde la caída del régimen alawita constituiría
un tsunami geopolítico que afectaría a todas sus fronteras vecinas sin excepción (Líbano,
Jordania, Irak, Turquía e Israel), por lo que sería entendible que la hipermilitarista OTAN
encabezada por Estados Unidos le haya permitido en los hechos (no en su retórica hueca)
un mayor margen orwelliano de acción– perturba más los intereses de Irán que de
Turquía, pero, a nuestro humilde entender, sería más conveniente realizar un inventario
de ganancias y pérdidas de los 22 países árabes cuyas situaciones fluyen en forma
vertiginosa, sin perder de vista cuáles son los trascendentales sucesos que trastocan los
equilibrios en la región.
La intervención militar del CCPAG-6 en Bahrein constituye más una huida hacia
delante e impide al corto plazo el advenimiento de la media luna chiíta –indudablemente
bajo la férula de Irán–, pero no cambia la correlación dada de fuerzas en el
superestratégico golfo Pérsico, donde Estados Unidos mantiene seis bases militares
(Francia tiene otra en los Emiratos Árabes Unidos): la teocracia chiíta iraní (la gran
triunfadora en Irak, que tiene una diminuta salida al golfo Pérsico) no avanza, pero
tampoco retrocede. En realidad sí avanza, si contabilizamos a Irak: una sutileza nada
desdeñable.
En Yemen, con la defenestración del sátrapa Alí Abdalá Saleh y/o la guerra civil –en
cualquiera de los dos escenarios probables–, los intereses del CCPAG-6 se ven afectados
e Irán obtendría una buena tajada mediante la etnia religiosa chiíta de los huthis(quizá 50
por ciento de la población total), que otorgaría un pie a la teocracia iraní en el mar Rojo.
Pero, hasta ahora, nada se compara con la joya geoestratégica de Egipto, donde han
ocurrido cuatro eventos trascendentales que sí comprometen en su conjunto la correlación
de fuerzas que beneficia ahora en su asombrosa dinámica tanto a Turquía como a Irán: 1.
El paso de dos buques iraníes por el Canal de Suez después de la revolución jomeinista
de 1979; 2. La reanudación de las relaciones diplomáticas entre El Cairo y Teherán; 3. La
unificación de los dos grupos palestinos antagónicos: Hamas (apoyado por Siria e Irán,
pero también por Turquía), que gobierna Gaza, y la Autoridad Nacional del presidente
Mahmud Abbas, a cargo de Cis-Jordania, como paso firme al reconocimiento casi
universal del Estado palestino (con excepción, claro está, de Israel y EU); y 4. La apertura
del paso estratégico egipcio terrestre de Rafah que rompe el cerco inhumano por cielo,
mar y tierra de Israel.
Debka considera que tal movimiento es consistente con la política de la junta (sic)
militar que ahora gobierna Egipto para distanciarse de Israel con todas sus ramificaciones,
lo cual ya habíamos adelantado en Bajo la Lupa.
Cuatro meses más tarde, Egipto abrió el cruce de Rafah al tránsito de personas, pero
no de bienes –lo cual pronto será subsanado en forma gradual porque tampoco se puede
abandonar a la población de Gaza (la mayor cárcel al aire libre del mundo, según el Papa
Benedicto XVI) a una muerte lenta por hambruna crónica.
Cariacontecido, Debka comenta que el mismo día del levantamiento del sitio terrestre
egipcio a los palestinos de Gaza, el gobierno cortó el abastecimiento de gas a Israel en
respuesta a las presiones de los gobernantes de Hamas y acusa, sin evidencias, que el
gasoducto construido por EMG desde El Arish, en el Sinaí, hasta Ashkelon (Israel), a un
costo de 460 millones de dólares, fue hecho explotar cerca de El Arish dos veces este año
por los activistas (sic) de Hamas.
No voy a remontar 5 mil años a los orígenes de los habitantes históricos de la tierra de
Canaán –rebautizada Palestina por la ocupación romana y reformulada Cercano Oriente
en la semiótica colonial francesa, ubicada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, que
abarcaba parte de la franja sirio-fenicia (el Creciente Fértil, en la semántica colonial
británica)– habitada por pueblos diferentes: amorreos, jebuseos, filisteos (antecesores de
los palestinos), fenicios, arameos (estos dos últimos antecesores de sirios y libaneses) y
hebreos. Estos últimos conquistaron varios de estos pueblos y se apoderaron de sus
territorios.
El magnicidio en 1995 del laborista premier israelí Yitzhak Rabin –militar respetable y
estratega visionario– por el ultrafundamentalismo sionista jázaro, descarriló todo el loable
proceso de paz.
El magnicidio estaba escrito en el muro geopolítico del punto de inflexión que trasmuta
el clintonomics al bushismo ultrabélico: un año más tarde el Grupo PNAC (Proyecto para
un Nuevo Siglo Estadunidense) de los neoconservadores straussianos, al unísono del
ominoso Comité del Peligro Presente (Committee on the Present Danger), optó por la
guerra total en el gran Medio Oriente (desde Afganistán hasta Irak) y patrocinó el manual
guerrero de 1996 entre EU e Israel: Ruptura limpia: una estrategia para garantizar al
reino (en alusión paleobíblica a la entidad sionista), cuyo coautor es el
premier Bibi Netanyahu, del partido fundamentalista Likud.
El magnicidio aniquiló los Acuerdos de Oslo (prolongación secreta de la conferencia de
Madrid de 1991).
Más allá de la identidad del ocupante de la Casa Blanca, EU hoy llegó al histórico
momento de la verdad cuando debe definir su postura ante el reclamo legal palestino en
la ONU para obtener su independencia y la ley del retorno de sus refugiados expulsados
por Israel.
Dejando de lado los estériles discursos de Obama en Ankara y El Cairo para reconciliarse
con el mundo islámico –ultrajado desinformativamente por el choque de las civilizaciones
de Huntington, el bushismo bélico aliado al neoconservadurismo straussiano, y el montaje
hollywoodense del polémico 11/9–, ¿con qué cara podrá vetar en el Consejo de Seguridad
(CS) el inevitable advenimiento del Estado palestino independiente cuando hace
exactamente un año la cuarta parte de su retórica –cada vez más eviscerada de contenido
y congruencia, ya no se diga de coherencia– ante la misma Asamblea General (AG) fue
dedicada a la justa resolución del contencioso israelí-palestino, donde brilló intensamente
una indeleble frase que lo atormentará hasta el final de sus días?
La frase: Cuando regresemos aquí (sic) el año entrante (sic), podremos tener un acuerdo
que llevará a un nuevo miembro (sic) de la ONU, un Estado independiente y soberano de
Palestina, viviendo en paz con Israel. El problema es que el Israel de la dupla
ultrafundamentalista Netanyahu-Lieberman del sionismo jázaro no desea convivir en paz
con nadie: ni con los palestinos ni con los vecinos árabes ni con los no-árabes (Turquía e
Irán).
Creo que en ese momento Obama fue sincero, pero en el lapso de un año fue secuestrado
por el sionismo financierista de Wall Street (al que rescató fútilmente sin ninguna gratitud
a cambio para la gran nación estadunidense hoy indignada, depauperizada y al borde de
la recesión) y ahora tiene la espada de Damocles de las elecciones donde el
financiamiento del “lobby sionista AIPAC” es crucial para su aspiración releccionista –
sin contar su alianza con Rahm Emanuel, su anterior jefe de gabinete, hoy alcalde de
Chicago y cuyo padre, el pediatra Benjamin, es un sionista inveterado.
El “lobby sionista AIPAC” le acaba de jalar las orejas a Obama con el repudio a su
candidato demócrata humillado en Nueva York (la mayor ciudad sionista del mundo).
¡No perdonan una!
La aplastante mayoría de la verdadera comunidad internacional (126 países, incluidos los
BRIC) se ha pronunciado por el Estado palestino.
El dirigente palestino Mahmoud Abbas presentó con 63 años de atraso –desde la génesis,
de acuerdo con las resoluciones de la ONU, en una perspectiva histórica moderna– y con
20 de retardo –los Acuerdos de Oslo, en una perspectiva de negociación creativa– su
petición para el Estado palestino, que ha causado enorme entusiasmo en Sudamérica (y
aquí gratamente en la UNAM, cuando Felipe Calderón se encuentra más que nunca
sometido a los dictados del financierismo sionista).
El mismo día de la petición del Estado palestino, una genuina intifada legal
internacional, y de la exhumación del Cuarteto –que si fuera un grupo musical no emitiría
ninguna melodía–, el zar energético global Vlady Putin, apuntalado sin equívocos por
su delfín Medvedev, anunciaba su candidatura a la presidencia, lo cual denota un
endurecimiento estratégico del Kremlin, que se alista a entrar a la segunda fase de la
regeneración histórica de Rusia, ahora desde la perspectiva multipolar.
Ya que hablamos de liberaciones, pues nada menos que el ex presidente Bill Clinton,
un día antes del aquelarre diplomático en la ONU, culpó a Netanyahu de haber liquidado
el proceso de paz: En una perspectiva cínica (sic) el llamado del primer ministro israelí a
negociar significa que no va a ceder Cisjordania (Josh Rogin, Foreign Policy, 22/9/11,
y Haaretz, 23/9/11).
Clinton, a quien le correspondió una ardua fase de las negociaciones entre las partes,
develó que Netanyahu perdió interés en el proceso de paz en cuanto dos demandas
israelíes básicas estaban al alcance de la mano: un liderazgo palestino viable y la
posibilidad de normalizar las relaciones con el mundo árabe.
¿Protege Clinton al Partido Demócrata para las próximas elecciones, frente al apoyo
irrestrictamente oportunista del Partido Republicano a Netanyahu?
En una parte explosiva, consideró que los inmigrantes rusos son un obstáculo para la
paz, ya que un creciente número de miembros de las fuerzas de defensa israelíes “son los
hijos de los colonos (sic) rusos, la gente que más se opone a una división de la tierra (…)
Es otro (sic) Israel. Un 16 por ciento de los israelíes hablan ruso”.
Relata que todavía ignora las razones por las cuales Arafat rechazó el arreglo que
Barak había aceptado y quien estaba dispuesto a reconocer a la parte oriental de Jerusalén
como la capital del Estado palestino. Es cierto: a muchos nos asombró, pero será
interesante conocer el punto de vista de los arafatistas. Hoy, 11 años más tarde, Clinton
juzga que el grupo de Mahmoud Abbas estaría dispuesto a aceptar el mismo arreglo. A
mi juicio, el problema es que la dupla Netanyahu-Lieberman, entrampada en su
neocolonialismo irredentista de Cisjordania y su fijación fundamentalista de hacer de
Israel un exclusivo Estado judío, no está dispuesta a imitar al militar Barak.
Las metamorfosis de los políticos al dejar el poder son asombrosas, como es el caso
de la voltereta pasmosa del ex premier Ehud Olmert, del Partido Kadima, quien ahora
propone interesantes puntos de partida (The New York Times, 23/9/11) para solucionar el
contencioso gangrenado y que, por cierto, no llevó a cabo cuando estuvo en funciones
bélicas. Todo lo contrario: traicionó a Turquía en las negociaciones secretas con Siria y
luego emprendió el infanticidio de Gaza. Como dice la canción mexicana: lo que un día
fue no será.
Clinton coincide con la tesis sobre la tragedia del magnicidio de Ytzhak Rabin en la
política moderna (sic) del Medio Oriente y que, por alguna razón, saca a relucir hasta
ahora. Otra tragedia, a su juicio, versa sobre la apoplejía de Ariel Sharon.
Sabíamos que el mundo árabe durante la cumbre de Beirut de 2002 había cedido
exageradamente, pero no a los niveles de profunda complementariedad estratégica que
revela Clinton. Hoy eso también ya pasó cuando este Israel, dramáticamente aislado en
el mundo (un Estado paria, ex canciller Tzipi Livni dixit), se ha querellado con todos sus
vecinos y ex aliados estratégicos (Egipto y Turquía) árabes y no árabes (Irán), ya no se
diga consigo misma.
Los veranos suelen ser muy candentes, en términos climáticos, y bélicos en Medio
Oriente, cuyo mapa ha comenzado a sufrir sustanciales transformaciones, no vistas desde
el acuerdo secreto (¡supersic!) en 1916 para repartirse el féretro del imperio otomano
entre el británico sir Mark Sykes y el francés François Georges Picot, sumados –32 años
más tarde– de la creación de Israel, con bendición de los banqueros Rothschild y sus
derivaciones irredentistas posteriores.
La región no tiene respiro y en Beirut se perciben los vientos bélicos en sus puntos
cardinales. La prensa israelí es generosa en aportar varios escenarios de guerra del Estado
hebreo contra la guerrilla libanesa Hezbolá (hoy bajo la espada de Damocles del tribunal
especial sobre el magnicidio del ex premier sunnita Rafick Hariri), mientras fuentes de
inteligencia muy creíbles en Washington han filtrado la alta probabilidad de un ataque
israelí a Irán.
¿Se podrá salvar Medio Oriente de una enésima guerra de los halcones israelíes, quienes
no descansan desde hace 64 años en pretender imponer su singular cosmogonía teológica
a los países de la región, gracias al indefectible apoyo de EU y la OTAN?
Más tardé en apuntar en mi reciente artículo la transfrontera del añejo país de los nubios
entre Egipto y Sudán (Bajo la Lupa, 3/7/11) que el rotativo británico The Guardian
(3/7/11) en publicar su milagrosa parusía (en el credo cristiano, el segundo advenimiento
"glorioso" de Cristo "al final de la historia", por cierto, muy diferente del fracasado
epílogo neoliberal del nipón-estadunidense Francis Fukuyama, anterior empleado del
Departamento de Estado).
Omar Hasan Al Bashir, presidente de lo que aún queda de Sudán (el otrora país más
extenso tanto del continente africano como del mundo árabe, que pudo haber sido el
granero de su continente), acaba de realizar dos vistosas visitas a Irán y China, las cuales,
por la reacción de la prensa anglosajona (en particular, The Guardian y The New York
Times, el mismo día), disgustaron enormemente.
Sobre la cabeza de Al Bashir pende un emplazamiento judicial por crímenes contra la
humanidad (sic) del polémico Tribunal Penal Internacional al que no pertenece EU, pero
que la otrora superpotencia unipolar aún utiliza a su discreción unilateral.
Que Irán y China hayan recibido al presidente sudanés expresa la poca seriedad con la
que son tomadas las sentencias unilaterales del controvertido tribunal con asiento en La
Haya (ciudad holandesa perteneciente a la OTAN) que siempre favorecen a EU, Gran
Bretaña e Israel y coincidentemente perjudican a sus adversarios globales.
Para la absoluta justicia "occidental" del siglo XXI no existe ley de probabilidad alguna
que siquiera contemple que sean citados sus conocidos genocidas consuetudinarios
(Kissinger, Baby Bush, Tony Blair, José María Aznar López, Zedillo, etcétera), quienes,
al contrario, son generosamente remunerados en los circuitos de conferencias
trasatlánticas por las trasnacionales a quienes beneficiaron.
Según Fagotto, los nubios "empujan para obtener un Estado separatista en lugar de
afiliarse con el norte o con el sur".
De acuerdo con las fronteras de Sudán establecidas en 1956, la parte de los nubios
pertenece al norte, aunque –según la sesgada prensa británica– sus preferencias vayan con
el sur independiente.
Fagotto es muy pesimista de que el gobierno central árabe de la capital Jartum realice,
como en el sur, una consulta popular sobre el devenir autónomo de los nubios. A su juicio,
Al Bashir usará todos los medios a su disposición para reprimir las veleidades libertarias
de los nubios.
Jeffrey Gettleman, de The New York Times (3/7/11), afirma que Jartum bombardea sin
cesar la región de los nubios (quienes, por cierto, han sido muy bien pertrechados con
armas de mediano calibre por "alguien").
Gettleman recuerda que la mayoría de los nubios no usaba ropa hasta la década de 1970,
cuando el gobierno islámico sunnita de Jartum prohibió el nudismo natural.
Es probable que el gobierno árabe islámico sunnita de Sudán no haya sabido conservar la
unicidad del país (un legado del pérfido colonialismo británico) o, quizá, haya sido
rebasado impotentemente por los poderosos intereses de la dupla anglosajona (v. gr. su
adicción depredadora por las materias primas ajenas).
Lo cierto es que lo que suceda en Sudán suele tener su imagen en espejo y sus efectos
paralelos en la región sureña de Egipto donde penetra el vital río Nilo en su traslapa con
el viejo país de los nubios.
A mi muy humilde juicio, resalta y resulta que la región de los nubios, transfrontera de
Egipto y el "viejo Sudán", sea contigua a una de las regiones más fértiles del planeta
bañada por el río más extenso de África: el Nilo.
¿Empezaron las nuevas "guerras agrícolas" del siglo XXI, sumadas a "las guerras del
agua", uno de cuyos paradigmas es el río Nilo?
¿La oficial balcanización petrolera de Sudán constituye para el mundo árabe el modelo
operativo que pretende implementar lo que queda del caduco orden unipolar
estadunidense?
La apretada aprobación por el parlamento libanés del gabinete del primer ministro
Najib Miqati constituyó una victoria mitigada del eje Siria-Irán-Hezbolá, la cual, a mi
juicio, intentó ser contrarrestada por el insólito encabezamiento (literal), contra todos los
buenos modales diplomáticos, por el embajador estadunidense en Siria, Robert Ford, de
la masiva protesta de los sunitas –subyugados por los fundamentalistas salafistas– de
Hama (ciudad de 800 mil habitantes legendariamente antagónica al régimen de los
Assad). Este solo acto unilateral de Estados Unidos (EU), que abre dramáticamente sus
cartas balcanizadoras en Siria, merece un análisis especial.
Mientras en Yemen, los aliados del sátrapa Ali Abdalá Saleh (EU y el CCPAG)
intentan transformarlo en una patética caricatura del Cid Campeador, en Bahrein, según
filtraciones de Stratfor (8/7/11), Arabia Saudita e Irán han celebrado cinco
negociaciones secretas (sic) para resolver el contencioso de la estratégica isla de Bahrein,
hoy invadida por el CCPAG y, sobre todo, base militar de EU en el golfo Pérsico.
A mi juicio, el juego en el tablero de ajedrez global es uno solo, pero con diferentes
movimientos regionales, los cuales, en última instancia, resguardan tres hechos
inextricables vistos geoestratégicamente de arriba abajo: 1) la irreversible decadencia
multidimensional de EU; 2) el ascenso de China y su adicción energética (hoy Arabia
Saudita es su mayor abastecedor: punto nodal sobre el que pronto abundaré con una tesis
sobre la antagónica dicotomía geopolítica entre petróleo y gas, que he expuesto en mis
conferencias privadas a mis interlocutores locales al más alto nivel), y 3) el repliegue
militar de EU (y la hilarante OTAN) de Afganistán e Irak, concomitantemente al ascenso
regional de Irán y Turquía.
Los multimedia anglosajones han sido prolijos y van desde la permanente arabofobia
del Financial Times, The Guardian y The New York Times, pasando por el escepticismo
de Global Security, hasta quienes señalan su inviabilidad, en la semántica freudiana, como
el acto fallido de otro Estado fallido.
La dupla anglosajona (EU y Gran Bretaña) bendice la balcanización del añejo Sudán,
mientras China, más hábil y en franca búsqueda de su seguridad energética, mantiene
excelentes relaciones con ambos bandos que tienen mayor necesidad de las inversiones
de Pekín cuando la banca de Wall Street y la City se encuentra en la inopia.
Quedan muchos pendientes que resolver en el divorcio entre Jartum (capital del añejo
Sudán) y Juba (capital de Sudán del Sur), como el devenir de medio millón de
sudsudaneses no-árabes (de religión cristiana y creencias animistas) que no han sido
recolocados civilizadamente en su nuevo país cuando la situación transfronteriza se ha
complicado en la disputada región de Abyei (capturada recientemente por las fuerzas
militares norteñas).
Extraña independencia de Sudán del Sur, avalada por la Unión Africana y la mayoría
de los países del planeta (con algunas reticencias árabes e islámicas), que todavía no
define su frontera con el norte: el añejo Sudán.
Un grave problema de Sudán del Sur radica en que carece de salida al mar, lo que
puede, amén de reavivar la guerra civil con el añejo Sudán, obligar a su oxigenación
marítima –algo así como el lebensraum (el espacio vital de la impronunciablemente
incorrecta geopolítica nazi)– por la vía de Etiopía/Eritrea o de Kenia.
El óptimo escenario pasa por un racional acuerdo petrolero (de corte ganar-ganar)
entre el añejo Sudán y el nuevo Sudán del Sur. ¿Los dejarán las trasnacionales petroleras
anglosajonas?
El tiempo y los actos, juzgables en retrospectiva, de los figurantes bélicos, han develado
las verdaderas intenciones de la banca de la OTAN, prácticamente en bancarrota, que
busca resarcir en África sus cuantiosas pérdidas mediante el saqueo de sus recursos
primarios –primordialmente, los hidrocarburos: la verdadera joya geoestratégica del
planeta– y cuyo modelo operativo, bajo la hipocresía de la defensa de los derechos
humanos, lo constituyó la invasión a Libia.
Una de las consecuencias del obsceno saqueo multidimensional de Libia por la banca
de la OTAN (ver http://www.jornada.unam.mx/2011/08/28/politica/014o1pol, 28/08/11;
y [http://youtu.be/AXyLHDMiQF0] de mi conferencia en Caracas) fue la instalación en
sus entrañas del Comando para África (Africom), tajantemente rechazado por la Unión
Africana, de 53 miembros.
Africom, apenas añeja de tres años, experimentó en Libia las operaciones de amplio
espectro (sic), como el Pentágono incluye a las charlas diplomáticas (sic), ayuda
humanitaria (sic), entrenamiento de las tropas nativas (sic) y operaciones de combate,
según John Bennett (The Hill, 22/9/11).
Ya había alertado que entre las causales del viraje geoestratégico de Rusia
(ver http://www.jornada.unam.mx/2011/10/02/politica/012o1pol , 2/10/11) en el amplio
espectro de las recientes afrentas a Rusia y a China, se encontraba la ponencia irredentista
de Johnnie Carson –secretario asistente de Estado para asuntos africanos de Estados
Unidos– durante la Conferencia de Aire y Espacio de la Asociación de la Fuerza Aérea.
Por serendipia divina, los pletóricos depósitos de armas (que incluyen misiles) de
Libia han empezado a propagarse como metástasis bélica, lo cual no ha podido ser
impedido por las fuerzas especiales de la OTAN ni el títere gobierno nacional de
transición, quienes quizá prefirieron dejar pasar y dejar hacer, en el más puro estilo
neoliberal, el incontrolable flujo del libre mercado de las armas de fuego, con sus
archiconocidas redes de contrabandistas del crimen trasnacional muy bien organizado
bajo la cobertura selectiva y delictiva del G-7.
Por azares del destino, los pletóricos depósitos de armas del derrocado régimen
kadafista fueron capturados por los integristas rebeldes islámicos adscritos a Al Qaeda,
quienes controlan extraña y militarmente Trípoli y quienes habían regresado a tiempo de
sus anteriores misiones en Irak y Afganistán.
Con palmaria sinceridad, Johnnie Carson adujo que Estados Unidos debía intervenir
militarmente en África ya que sus hidrocarburos son cruciales para la economía de
Estados Unidos. Como no deben ser controlados por el terrorismo islámico de Al
Qaeda, ergo, Estados Unidos tiene la obligación de mantener el libre flujo de esos
estratégicos recursos.
Johnnie Carson maneja impecablemente las cifras: África abastece 18 por ciento de
las importaciones petroleras de Estados Unidos, de las cuales Nigeria (su principal
abastecedor africano) provee 8 por ciento, que le pisa los talones a Arabia Saudita, hoy
principal suministradora de China, lo cual, a mi juicio, coloca ominosamente al reino
wahabita en la mira de la desestabilización geopolítica.
Angola, que acaba de resucitar de una larga guerra civil, se posiciona como el segundo
abastecedor de Estados Unidos, detrás de Nigeria.
¿Son meras coincidencias que Nigeria sea la principal potencia petrolera africana; que
Argelia sea la primera potencia gasera del continente, y que Somalia se encuentre en el
superestratégico estrecho de Bab Al Mandab (uno de los puntos de estrangulamiento del
paso de los hidrocarburos a India y China)?
Por hoy me concretaré a disecar sucintamente tanto a Boko Haram (de nombre
kilométrico: Jama’atu Sunna Lidda’Awati Wal-Jihad, que significa Grupo
Comprometido con la Difusión de las Enseñanzas del Profeta y el Jihad y que busca la
imposición de la ley islámica sharia), que me huele a una teratología de la CIA y opera
básicamente en el norte de Nigeria, como al misterioso Movimiento para la Emancipación
del Delta del Niger (MEND, por sus siglas en inglés), en el sur del país, y consagrado
a sabotear la infraestructura petrolera, secuestrar a los trabajadores de la industria y robar
petróleo para venderlo en el mercado negro, lo cual ha contribuido a los picos del precio
del petróleo y a la ubicación prioritaria de Nigeria en la lista de los países críticos para la
seguridad (¡súper sic!) energética de Estados Unidos, según Stratfor (17/3/09), centro de
pensamiento texano-israelí y verdadero monumento a la desinformación, el cual ya le
había dedicado una extensa investigación.
Johnnie Carson enfatizó que Argelia se había convertido en el primer abastecedor del
gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés) a la costa este de Estados Unidos y
proyectó que en las próximas décadas las exportaciones tanto de gas como de petróleo de
África se incrementarán en 25 por ciento del consumo estadunidense.
Las importaciones de gas natural (GN) por Estados Unidos son prácticamente
provistas en su totalidad por Canadá (3.3 millones de pies cúbicos).
En paralelo, las importaciones de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés)
equivalen a 13 por ciento del GN y cuyos principales proveedores son: Trinidad y Tobago,
Egipto, Qatar, Nigeria, Yemen, Noruega y Perú.
John Bennett considera que la apuesta de Estados Unidos en África es elevada por
haberse vuelto más dependiente de su petróleo que del de Medio Oriente.