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EL DERECHO COMO HERRAMIENTA PARA EL CAMBIO SOCIAL

THE LAW AS A TOOL FOR SOCIAL CHANGE

FABIÁN BOCHIA, Sociólogo, egresado de la UDELAR (Regional


Norte), docente de Formación Docente en Salto, Paysandú y Rivera,
ha sido alfabetizador laboral de UTU y alfabetizador laboral regional
para Artigas, Salto y Paysandú por concurso. Periodista, ha realizado
varias investigaciones y publicaciones. Ha integrado tribunales para
maestros concursantes por efectividades en Salto y Paysandú. Correo
electrónico: ffbochia@hotmail.com.

ÁLVARO MACHADO, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, egresado de la


UDELAR (Regional Norte), docente de Educación Secundaria en Salto. Ha
realizado varias publicaciones de artículos en materia jurídica. Correo
electrónico: dralvaromachado3@gmail.com.

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RESUMEN

En las líneas del presente trabajo se intentará realizar una aproximación


hacia el ensayo de posibles alternativas de construcción socio-jurídica en torno
a la problemática social y la incidencia del Derecho en los desenlaces de la
misma. Al respecto se enfocará el objeto en base al impacto de la corriente
globalizadora y el consecuente tratamiento de la influencia permanente de la
tecnología en la vida de las personas. Para ello resulta imprescindible
apoyarnos en algunos postulados de la teoría sociológica y a su vez en la
discriminación de determinados aspectos de notable fuerza a nivel social, que
reformulados desde una óptica diferente pueden ser importantes bastiones en
el logro del cambio social.

ABSTRACT

On the lines of this paper will attempt to make an approach to the testing
of possible alternative socio-legal construction around social issues and the
impact of the law on the outcomes of it. In this regard it will focus the object
based on the current impact of globalization and the consequent treatment of
permanent influence of technology in the lives of people. It is essential to rely on
some assumptions of sociological theory and turn on discrimination of certain
aspects of remarkable strength at the social level, which reformulate from a
different perspective can be important bastions in achieving social change.

PALABRAS CLAVE

Cambio social – globalización – control social – desviación – derecho – teoría


sociológica

KEYWORDS

Social change – globalization – social control – deviation – law – sociological


theory

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EL DERECHO COMO HERRAMIENTA PARA EL CAMBIO SOCIAL

I. INTRODUCCIÓN

La sabiduría jurídica romana decía: “Omnis definitio in jure periculosa


est” (“Toda definición en Derecho es peligrosa”).
Sin embargo, en las sociedades actuales, en donde innumerables
flagelos sociales azotan constantemente las estructuras o pilares centrales del
orden social, se reclama cada vez con mayor frecuencia de la incidencia del
Derecho (especie dentro del gran género sistema social) como mecanismo
dotado de instrumentos aptos y con perspectivas de viabilidad para
potencializar el control societal.
Sobre el particular, cabe señalar que el sistema jurídico se inserta dentro
de ese sistema social del cual conforma un subsistema, ya que existe un
sistema social compuesto por diferentes subsistemas los cuales cumplen
diferentes funciones, actuando en forma interrelacionada, como es el caso de
los subsistemas cultural, económico, político, educativo, etc i.
Podemos ver en ese ámbito de interacción sistémica, la fragilidad de
muchas estructuras lo que nos hace entender que estamos en presencia de
una era de cambios, donde el “ruido” ya no es considerado como un agente
extraño en ese ámbito de interrelaciones complejas.
En efecto, el avance de las tecnologías de la información y de la
comunicación (TIC), provocando como correlato la permanente intromisión de
estas tecnologías en los hogares, no son datos menores. Un ejemplo es lo que
implica que los hogares hayan sido invadidos de tecnología y que se pierda el
discurso único y a su vez dominante. El mismo proceso de socialización ya
termina pasando por otro lado, más por los medios y los grupos de amigos,
ahora virtuales, que por las tradicionales coordenadas de la familia.
Es más, el concepto mismo de “familia” ha experimentado
modificaciones trascendentes a lo largo de estos últimos años, pasando a ser
un concepto verdaderamente elástico.
En ese sentido, Bauman nos habla de “categorías zombis” y de
“instituciones zombis” que están muertas y todavía vivas, citando como ejemplo
a la familia en donde hasta la progenitura, el núcleo de la vida familiar, ha
empezado a desintegrarse con el divorcioii.
Asimismo, al decir de Ghersi: “El orden social, es un sistema de control,
establece como tal, caminos prescriptos e interdicciones con la persona, de tal
forma que funciona como una red de contención operando en los sujetos (a su
vez sistema) como conectores o simplemente conductores de dichos valores” iii.
Tal vez, la denominada posmodernidad ha sido el resultado de la
contradicción entre el reconocimiento formal de los derechos individuales del
hombre y la negación de los derechos fundamentales del Ser humano. Sin
lugar a dudas, el hombre inmerso en esa supremacía del “yo” ve exaltada su
individualidad en creciente reemplazo y detrimento de la socialización de los
derechos.
Quizá, en el contexto actual que se nos plantea como desafío a abordar,
sea el propio Derecho -como mecanismo de reacción o de respuesta de
carácter social- la vía legítima capaz de invertir la ecuación actual y propugnar

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ese tan necesario y urgente cambio social que muchos piden a gritos, pero que
a su vez en sendo proceso se sumergen en la perplejidad a la hora de plantear
o promover alternativas viables al respecto.
En definitiva, en su encuentro e interacción dinámica con la propia
realidad, la ciencia se avoca a la tarea de teorizar y de experimentar; en ese
sentido, esas teorías intentan decir cómo es el mundo, en tanto que la
experimentación y la tecnología tratan de cambiarlo.

II- UNA VISIÓN DESDE LA TEORÍA SOCIOLÓGICA

A través de las líneas que subsiguen, se pretende mostrar la vigencia de


los clásicos a los temas de hoy (como es el caso que estamos analizando) y el
trabajo que presentan Berger y Luckmann sobre la sociedad como producto
humano.
Está basada esta idea en reconocer que muchos de los problemas
sociales, y por ende económicos, de integración o exclusión, se han mantenido
inalterables en el tiempo. Quizás allí está uno de los mayores desafíos de la
Ciencias Sociales; entender que ni el desarrollo tecnológico, el estudio de
casos, o el positivismo han servido para solucionar aquellos escollos que
fueron la inspiración para tantos autores que hoy veneramos, escuchamos y
repetimos sin cesar.
Si todos los que nos dieron el sello de la Teoría Sociológica volvieran a
la vida, tendrían un tiempo de aggiornamiento, pero luego verían como sus
planteos siguen tan vigentes como nunca.
Quizás nosotros, aún con su magnífica herencia, no hemos sido capaces
de enfrentar, y superar al menos en parte, todos aquellos mundos que se
dispararon desde la acción arrolladora de la Revolución Industrial.
Recorreremos algunos autores, plantearemos problemas que asoman
nuevos pero siguen teniendo la marca de los viejos escollos a la reconciliación
del hombre consigo mismo, con su entorno social, con su idea de la naturaleza
a su servicio y, lo que sí es nuevo, la aparición de una lejana pero persistente
luz amarilla: o somos capaces de cuidar nuestra casa o no la seguiremos
teniendo en condiciones de habitabilidad en los próximas décadas. En eso sí
nos diferenciamos de la época que los clásicos se asomaron al caos de su
mundo.
Trataremos de sumarle el aporte de Giddens para entender lo que el
llama modernidad tardía, no posmodernidad, y repasar tanto el comprensivismo
de Weber, y el positivismo de Durkheim, estos dos últimos con su relato
darwiniano de la evolución social y todo el aporte de la concepción de la
sociedad como producto humano de Berger y Luchmann.
Cuando intentamos aceptar y razonar el impacto de la tecnología en
nuestra vida, de la Revolución Industrial, allí vemos la importancia de la Teoría
Sociológica.

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Nosotros necesitamos entender por qué ocurren las cosas, qué llevó a
tal hecho a incidir de tal forma en nuestra vidas, y, sobre todo, si somos
capaces de modificarlo a partir del conocimiento metodológico, científico y
riguroso que es capaz de brindar una ciencia. Pero somos conscientes que
necesitamos una base teórica que nos permita entender mucho de lo que
acontece a nuestro alrededor, que nos hace ver sin extrañismos lo que
pensamos natural y sin embargo, tanto lo sabemos los que hacemos Ciencias
Sociales, estamos ante una construcción social.
La teoría es la base sobre la que construimos nuestras investigaciones,
nuestros nuevos conceptos, sobre la que generamos la ruptura epistemológica
y nos permite pararnos para otear más allá del horizonte. Como dice Bourdieu
en El oficio de Sociólogo, cada “Sociólogo debe ahora el profeta social que el
público le pide encarnar” (Bourdieu 2004), siguiendo a Bachelard. “Sin teoría no
es posible ajustar ningún instrumento ni interpretar una sola lectura” (P.Duhem
citado por Bourdieu 2004).
La globalización generada hace tanto y explosivamente presentada en
nuestras vidas nos hace asumir que el hombre va perdiendo identidad cultural
propia y regional para desenvolverse por patrones universales. Eso no es un
juicio de valor, sino una lectura de mucho de lo que nos acontece y de lo que
nos aportan tantos teóricos, quizás siendo un ejemplo de lo que se llama doble
hermenéutica, donde vamos al sentido común y volvemos y son apropiados por
el sentido común y tomados tipo marginalidad, integración y que en esta era de
la información son apropiados por los medios y el sistema político, o sea en un
escenario que se retroalimenta pero en forma parcial y no en su contenido
específico.
Recordamos la idea de A. Giddens: la modernidad tardía y no
posmodernidad; lo que hace es profundizar las pautas de construcción de la
modernidad. La Sociología sirve para pensar la modernidad, donde presenta
ideas básicas contenidas, siendo la que más me impactó la de modernidad
como sociedad capitalista o industrial, basada en el comprensivismo de Weber;
y positivismo de Durkheim. Sobre estos dos pilares desarrollaremos, con la
referencia de Giddens.

III- LA PREVISIÓN DE LA GLOBALIZACIÓN

Max Weber (1864-1920) mostró incansablemente que estaba contra el


determinismo económico y que buscaba descubrir otras influencias en la
economía, por ejemplo la religión. De allí la búsqueda de conexiones en obras
donde interactúan el protestantismo y el capitalismo.
Extendió sus pormenorizados estudios a otras regiones entendiendo que
quizás allí había dificultades para el avance del capitalismo (esto lo podemos
asimilar, como dice Ritzer en su obra de Sociología Contemporánea, que buscó
marcar un camino propio ante el sello que Marx imponía a su época y pensar
que con este razonamiento mostraba que al contrario del ideólogo de
paradigma crítico, la superestructura, siguiendo términos de éste, podía

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determinar la infraestructura y no como plateaba Marx que era exactamente al
revés). O sea que las ideas podían afectar las estructuras.
Para Weber la estratificación se basará sobre la economía (lo que nos
pasa hoy en día), prestigio (hoy usamos los títulos y tratamos que el consumo
nos diferencie como plantea el argentino Néstor García Canclini en su libro
Consumidores y Ciudadanos editado en Méjico) y poder (que buscamos a
través de relacionamientos sociales).
Su óptica de la racionalidad formal para alcanzar metas y fines marca
gran parte de las conductas que usualmente exhibimos y es el motor de mucho
de lo que realizamos.
Giddens lo toma por su enorme trabajo de la racionalidad formal y la
burocracia como prototipo de un ícono de nuestro tiempo, el restaurante de
comida rápida, marca de fines del Siglo XX y sello del actual, propagado a todo
el mundo. Velocidad y eficacia, que son dos de los parámetros que mueven a
la sociedad de hoy, nos lo presenta el mercado de consumo (N.García Canclini,
1995) y los múltiples caminos que tomamos en la actualidad.
Weber creía que Occidente tendía hacia un sistema racional – legal lo
que se ve favorecido actualmente por la globalización apoyada en los medios
masivos y electrónicos que unifican las pautas de consumo y desterritorializan
las relaciones de vida de las sociedades. Pensemos en la actualidad, nunca tan
vigente este pensamiento de Weber y como ejemplo en lo que se ha dado en
llamar, de un año a esta parte `primavera del mundo árabe o musulmán` donde
varios Estados han cambiado su regímenes después de décadas, y otros
están, en estos momento, noviembre-diciembre de 2011, con grandes
problemas sociales por revueltas que cuestionan regímenes, el caso de Túnez,
Egipto, Libia, Yemen. O sea en oposición al sistema de autoridad sobre el que
Weber planteó para naciones donde la racionalidad – legalidad no imperara.
Es destacable que en el Siglo XIX este notable sociólogo alemán ya
pensaba que este sistema se iba a imponer en el resto del mundo, lo que ahora
se está extendiendo en forma paulatina al orbe, sobre todo apoyado por la
ONU que reclama la democracia formal que nosotros conocemos en la mayoría
de los Estados que no la tienen. Weber anticipó este avance de una manera
de pensar, aún sin saber que la tecnología sería clave en el nivel que la
conocemos.

IV- “ANOMALÍAS SOCIALES” E INTERVENCIÓN JURÍDICA

Luego de efectuar un recorrido impostergable por los campos de la


teoría sociológica, nos permitimos ahora la tarea de anexar al mismo los
rudimentos de una posible alternativa desde el campo de lo jurídico, como
sendos ámbitos con emergente fertilidad ante el abordaje en concreto.
Sin lugar a hesitaciones, existen innumerables “anomalías” que el
Derecho debería tomar nota a los efectos de instrumentar mecanismos
efectivos para provocar el cambio social.
En tal sentido, coexisten determinados factores que revisten especial
atención y que de alguna manera ponen en jaque a los discursos actuales,

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como lo son la desviación, la delincuencia de los poderosos, la acción de las
grandes corporaciones, el problema medioambiental, la inseguridad, entre otros
aspectos de no menor relevancia en el plano social.
Cabe consignar in límine, que los individuos de conducta desviada son
aquellos que se niegan a vivir según las reglas que aceptamos la mayoría. No
obstante, el concepto de conducta desviada no es tan fácil de definir; en
realidad, de alguna manera u otra todos vulneramos la ley y a la vez somos
conformistas, nadie incumple todas las normas y tampoco hay quien las acate
a todas, lo cierto es que ninguno de nosotros es tan normal como podríamos
pensariv.
Así también, cabe señalar que la desviación no sólo se refiere
estrictamente al comportamiento individual, sino que también abarca a las
actividades realizadas por los individuos asociados en grupo.
Señala Giddens que la desviación se da cuando existe falta de
conformidad con una serie de normas dadas, las cuales son aceptadas por un
número significativo de personas de una comunidad o sociedad. Se trata a su
vez de un concepto que denota un alcance muy amplio.
Lo cierto es que, tomando como base determinados estudios sociales y
criminológicos actuales, nadie niega hoy en día la proliferación a paso
agigantado de la delincuencia en nuestro país, elevando día tras día el umbral
de inseguridad social y siendo merecedor día tras día de una obligada
referencia en las portadas de la prensa.
Como expresa Giddens: “Cuando analizamos la desviación respecto a
las leyes o normas sociales, o la conformidad con las mismas siempre hay que
tener en cuenta quien manda.”v. Naturalmente, aparecen aquí los fuertes
centros de poder con gran incidencia directa sobre el conglomerado social.
Como corolario de lo anterior, aunque constituyan el grueso de la
población carcelaria, los miembros de los sectores más pobres de la sociedad
no son los únicos que delinquen; mucha gente poderosa políticamente y con
elevada posición económica lo hace con consecuencias que pueden tener
mayúscula repercusión que los pequeños delitos que perpetran los pobres.
Entramos entonces en el delicado terreno de la comisión de delitos por
parte de los poderosos y acomodados.
Irrumpen en escena aquí los delitos de cuello blancovi, término acuñado
por Sutherland que abarca muchos tipos de actividades ilícitas como los
fraudes fiscales, prácticas ilegales de ventas, los seguros y fraudes
inmobiliarios, desfalcos, contaminación ambiental por encima de los límites
permitidos, así como el puro y simple robo. Poseen la característica de que son
muy difíciles de calibrar y muchas de sus manifestaciones ni siquiera aparecen
en las estadísticas oficiales dada su dificultad probatoria ante los aparatos de
justicia.
Y hablando de grandes centros de poder, no podemos dejar de
mencionar a las grandes corporaciones que se han convertido en empresas
multinacionales o trasnacionales, por obra de la globalización. Como un
ejemplo en boga, se maneja el caso de aquellas empresas que giran en torno a
las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y su impacto en la
privacidad de los individuos, aspecto que está tomando cada vez mayor
gravedad y atención por parte de los críticos en tecnología y algunos pocos
consumidores con visión crítica sobre el problema.

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Lo que hace que se globalice el gusto, la preferencia por marcas, por
ejemplo. Hoy a través de esto optamos por movimientos a nivel internacional,
por preferencias culturales y deportivas ajenas a nuestra vida.
Ni que hablar, de lo que hoy representan las redes sociales en todo el
orbe, una costumbre que se ha ido enraizando en la vida de las personas y que
cada vez se entromete aún más en la misma.
Indubitablemente, estos fenómenos distorsionan nuestra idiosincrasia.
La aterritorialidad, como lo maneja el sociólogo Anthony Giddens en sus
análisis por ejemplo de la incidencia de los Shopping Center en la vida urbana
en el mundo actual.
De la mano de lo anterior, anexamos el caso del impacto
medioambiental que generan las grandes empresas industriales, ante lo cual el
Derecho está tomando cartas en el asunto mediante tratamientos especiales
como el criterio de la responsabilidad social empresarial (R.S.E.) y el principio
del desarrollo sostenible o sustentable (véase en nuestro país el desarrollo de
estos criterios a partir de la Minería de Gran Porte).
Y como un intento renovador para una mejor gestión de este tipo de
empresas con fuerte imbricación en su accionar con lo referente al medio
ambiente, es menester traer a colación la experiencia reciente de algunas
firmas que a nivel mundial han asumido el temperamento de poner en marcha
un instrumento que utilizado con eficacia puede paliar de manera creciente las
situaciones deletéreas como las descriptas en el apartado anterior.
Tal es así, que la realidad circundante viene demostrando la creciente
tendencia en el ámbito empresarial de la utilización de los informes de
Sustentabilidad. De hecho, las grandes empresas están utilizando estos
informes a los efectos de patentar su real compromiso con la sociedad y el
gobierno, así como también se verifica su utilización como una gran
herramienta de gestión.
Si bien por el momento estos informes son de implementación
voluntaria, no cabe duda que con este tipo de tendencias empresariales se
avanza un escalón más hacia la transparencia con el mercado, en el sentido de
revelar todas las acciones que la empresa está llevando a término en ámbitos
sociales, ambientales, etc.
Desde el punto de vista de las empresas, esta clase de temas
vinculados a la sustentabilidad representan-sin lugar a hesitaciones- nuevas y
tentadoras propuestas en aras de incrementar sus ventas y reducir sus costos.
Bien es sabido que los reportes de sustentabilidad ayudan de manera palmaria
a la reputación gerencial, en orden a construir una sólida base de confianza
interna y externa.
Porque ya no se trata solo de la inversión y los puestos de trabajo, sino
que se genera a partir de lo mismo. En ese caso el cuidado del agua es clave,
lo que se afecta la ganadería, lo que respecta a bienes sociales como el aire, el
acceso a la tierra, el Acuífero Guaraní.
Cierto es también que, los saberes jurídicos han transitado por unas
conflictividades específicas al lado del desarrollo de las ciencias, la filosofía y la
historia; por lo tanto, presentan problemáticas especiales al lado del resto de
las instituciones de las ciencias y del saber.

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V- FACTORES QUE FAVORECEN LA INCIDENCIA DEL DERECHO EN LA
SOCIEDAD

Inevitablemente, factores como los señalados en el capítulo anterior,


invitan a repensar acerca de la necesaria intervención del Derecho como un
proceso que debe estar dotado de determinadas y especiales características
para resultar ser viable y eficaz.
Tal es así que, autores como Evan vii(1980) señalan la existencia de
varios factores que favorecen el proceso de influencia del Derecho en la
sociedad.
Veamos entonces a continuación algunos tips al respecto.
Uno de ellos es que la ley esté dotada de autoridad y prestigio. Esos dos
caracteres de la ley parecen provenir de la creencia en que su sanción
generará una situación mejor respecto de la existente, no del temor que pueda
inspirar la misma.
El enfoque entonces, no encuentra su epicentro en la amenaza que
pueda irradiar la ley sino en la esperanza de mejoramiento sustancial del statu
quo.
Se señala también que las nuevas normas sean compatibles y
coherentes con los principios culturales y jurídicos establecidos. Este principio
nos conduce a la irresistible necesidad de lograr tal compatibilidad en cuanto a
que toda ley busca legitimidad. Generalmente, cuando los cambios provocados
por la ley son aceptados, es porque estamos en presencia de un sentimiento
de necesidad en la población, respecto de las modificaciones. La cuestión
también conduce al rechazo social de concepciones antipunitivas por parte de
la población que busca seguridad en la vida cotidiana y, con ese fin, avala
medidas efectivas de control social.
En definitiva, toda norma social lo que busca es la conformidad de la
sociedad, teniendo como aliada a la sanción en caso de que esa conformidad
social se debilite.
En ese sentido, cobra vital enjundia el principio “a favor del hombre”,
como criterio hermenéutico que informa todo el Derecho de los Derechos
Humanos y trata de derechos y garantías que son inherentes al ser humano, el
derecho al reconocimiento de la dignidad. Esto supone suministrar en cada
caso concreto la mejor y más justa solución, aplicando la norma que asigne
mayor alcance a su protección, sea la misma de derecho internacional o
nacional.
A su vez, se anota que puedan especificarse o clarificar los fundamentos
que tiene la reforma para la comunidad. En este caso, tanto políticos como
juristas deberían explicitar los principios que fundamentan sus reformas
jurídicas de envergadura. Asimismo, resulta problemático encontrarnos con una
ciudadanía de alta escolarización e interesada que logre entender cabalmente
lo que se le explica y aún lo que se le esconde.
Otro factor que se adiciona a este análisis es que se utilice racionalmente
el factor tiempo, evitando una dilación excesiva en la transición. Esto se refiere
especialmente al hecho de tratar de evitar dilaciones innecesarias y excesivas
y responder a la necesidad de respetar el tiempo indispensable para la
comprensión y adopción de las reformas por las personas alcanzadas por ella.

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Verbigracia, si se pretende una reforma total no puede esto realizarse sin el
beneficio de un período relativamente extenso para su análisis y comprensión.
Se habla de que los organismos ejecutivos se comprometan en la
conducta perseguida por el precepto y en los valores implícitos en él. En ese
sentido, el Estado y sus agentes deben comprometerse con el cumplimiento y
no con la elusión de la norma. En muchas ocasiones se da que la población
común tiene la sensación de que las leyes se sancionan para favorecer al
“enemigo” y no para los “amigos”.
La observancia de este parámetro redundaría nada más y nada menos
que a favor de la seguridad jurídica de una sociedad. La seguridad busca la
salvaguarda de la unicidad de la persona humana, es reclamo de su dignidad
inherente, y no halla su razón de ser en el Estado ni en la sociedad sino en el
mismo hombre como fin.
Particularmente, si nos referimos a la seguridad jurídica, vemos que la
misma alude a la certeza, el orden, la firmeza y la confianza en el ordenamiento
normativo y, no sólo en las relaciones jurídicas entre particulares, sino también
en las relaciones que se traban entre el ciudadano y la Administración y aún
frente al propio legislador.
A su vez, la seguridad jurídica contiene un aspecto objetivo en lo que
concierne a la certeza de la positividad del Derecho y su correspondiente
observancia y, un aspecto subjetivo referido a la confianza puesta por la
persona en cuanto al comportamiento correcto de quienes deben aplicarlo.
Se menciona además que existan sanciones positivas, además de las
negativas. En ese tenor, el cambio se produce no solo por medio de la
implementación de castigos, sino por compensaciones positivas para
favorecerlo (persuasión, exenciones fiscales, garantías, subvenciones, etc.).
Acá podemos ejemplarizar con la rebaja del veinticuatro por ciento de las
naftas compradas en la zona fronteriza con tarjeta de crédito o débito para
bajar los índices de consumo de combustible argentino, notoriamente más
barato en los últimos años y que ha propiciado que a partir de ese atractivo se
potenciara el contrabando. La medida, en este caso, apunta a bajar el delito
que implica el contrabando, por más que no tenga la sanción moral de otras
actividades fuera o al margen de la ley.
La realidad indica que este tipo de técnicas no se encuentran lo
suficientemente promovidas ya que generalmente se prefiere el castigo antes
que el premio.
Debe existir una protección efectiva para los derechos de los
perjudicados como consecuencia de la violación de la norma, que deben ser
incentivados a usar los mecanismos que ella provee, en su propia defensa. La
ley en este caso debe proporcionar mecanismos para su ejercicio, pero éstos
deben estar facilitados institucionalmente. Porque el acceder a esos
mecanismos se torna complejo muchas veces para personas que tienen
problemas culturales, o de acceso a los organismos públicos, o viven en los
lugares suburbanos o rurales. Por lo que los adelantos en el papel quedan en
eso pero no siempre se hacen efectivamente ciertos. Se señala el caso de la
protección de las minorías que puede ser impedida de hecho por la policía o la
justicia, no aceptando las denuncias o rechazándolas. Sin duda, esto aumenta
el porcentaje de la cifra negra de la criminalidad.
Así también, debe existir una protección efectiva de los derechos de los
que consideran que la nueva legislación los perjudica, o que su cumplimiento

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los lesiona en cierta forma. Como podemos apreciar, aquí el caso es disímil
respecto al punto anterior pues aquí se trata del perjuicio que la nueva
legislación ocasiona, y no su violación. Si los damnificados conocen sus
derechos, el sistema se encarga de ponerle trabas para que sea más fácil
pagar que presentar descargos o apelaciones, lo cual implica contratar letrados
y generar más gastos (ej. las multas por infracciones a la normativa de
tránsito).
Sin lugar a dudas, el acceso a la justicia es un valor que todo Estado de
derecho debería promover sin escudarse bajo el ropaje de trabas burocráticas
que impiden cualquier accionamiento legítimo de los ciudadanos.
Por último, que aquellos que dominan socialmente acepten el resultado
adverso de los procesos judiciales que los involucran. Se trata sencillamente de
que aquellos que detentan el poder no fuercen mañosamente las decisiones
judiciales en principio desfavorables para sus intereses particulares y no traten
de presionar las decisiones de los jueces en el caso concreto. Se hace
imperioso poner coto a la frase: “el Derecho lo deben cumplir los débiles, no los
poderosos”.
En definitiva: “El estado debe hacer frente a varios niveles de equilibrio
dinámico. Uno de ellos es el del sistema frente al entorno, y consiste en advertir
las cambiantes circunstancias y enfrentarlas de la manera que se considere
más eficaz: esa es la función del Poder Legislativo, en los lineamientos más
generales, y del Poder Ejecutivo en su manejo cotidiano. Otro es el micro-
equilibrio, que ajuste la vida de los ciudadanos y de sus asociaciones de
conformidad con las leyes: esta es la misión tradicional y diaria de los jueces.
Y otro más consiste en mantener el equilibrio interno del propio sistema
regulador, para que mantenga sus funciones en los carriles previstos y siga
actuando eficazmente en los otros niveles: la responsabilidad de este equilibrio
está repartido entre todos los poderes, pero en última instancia reposa sobre
los hombros de los magistrados” viii.
En consecuencia, estas situaciones generan escepticismo sobre el
sistema jurídico y una sensación de permanente injusticia que en realidad poco
favorece la aceptación de las leyes por el conglomerado societal.
Porque justo lo que debemos hacer es construir un Derecho pensando
en la accesibilidad, el cumplimiento efectivo de la norma y que se puedan dar
los pasos necesarios para que sea ágil y permita solucionar los problemas
entre los hombres. De lo contrario pierde credibilidad y aleja al ciudadano
común de su órbita.
Se deben mejorar todos los aspectos mencionados ut supra, lo que
implicaría acrecentar las posibilidades de un cambio social y la efectividad de
las nuevas normas jurídicas creadas para el abordaje de las nuevas realidades
que están superando las previsiones normativas actuales en vigencia.

VI- PROPOSICIONES CONCLUSIVAS

Cabe entonces, presentar al Derecho en la estructura sistemática del


contexto y analizarlo desde una base epistemológica que comprende niveles
superpuestos, lo cual permite inscribir al Derecho y a la comprensión del
mismo, en un dispositivo de conceptos esenciales, que Althusser denominó
índice de eficacia. Esto implica representar al Derecho como fenómeno en

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sociedad y hacerlo desde espacios del saber distintos, como referentes
reflexivos y comunicativos.
Asistimos razón a los autores que priorizan el análisis de la realidad en
torno al ámbito de las relaciones sociales, así: “Para Latour y Woolgar el hecho
es enteramente construido y la referencia a una realidad preexistente tiene la
virtud retórica de reforzar la posición del científico. Para ellos la ciencia no
descansa en la solidez del material sino en la fuerza social de los individuos y
las instituciones. El mundo es un mundo social, constantemente reformándose
por la interacción de agentes”ix.
En definitiva, el Derecho se encuentra dentro y no fuera del fenómeno
social; por lo tanto, se trata de un fenómeno social complejo que debe evitarse
ser interpretado como un mero concepto situado y actuando “de espaldas al
hombre”. Que es lo que se debe subrayar para generar, uso, cercanía, eficacia
y accesibilidad.
De esta manera, cabe entender al Derecho como una expresión de
poder, en la medida que previene y soluciona el conflicto, implica la
manifestación de roles en la comunidad organizada.
Naturalmente, una de las formas de provocar un cambio social es
presentar al Derecho como un aspecto de lo social, estableciendo una estrecha
relación del hombre en su rol jurídico y su contexto, comprometiéndolo con el
otro solidariamente.
Como podemos observar, en ciencias sociales se hace cada vez más
imprescindible presentar a los fenómenos en una perspectiva medioambiental,
sistémica, holística, abrazando la interdisciplinariedad como eje fundamental en
el progreso de las ciencias.
En otras palabras, la igualdad y la libertad no pueden estar en las
normas como monumentos pétreos o como letra muerta, deben pues estar en
las prácticas cotidianas del Derecho; el jurista no puede explicar solo el plexo
normativo, debe denunciar su inaplicabilidad social, entendiendo que se trata
de un hecho social y no una mera e inoperante abstracción de intelectuales.
Si bien es cierto que el disfrute de los derechos económicos, sociales y
culturales en el continente americano se caracteriza por condiciones de
desigualdad en el acceso a recursos y servicios, el Sistema Interamericano fue
el primero en reconocer estos derechos.
La obligación de respetar los derechos humanos exige como correlato
que los Estados se abstengan de interferir directa o indirectamente en el
disfrute de los derechos humanos. El Estado debe de protegerlos, además de
adoptar medidas legislativas, administrativas, presupuestarias, judiciales y de
otra índole, encaminadas a la plena efectividad de estos derechos reconocidos
ampliamente por la conciencia jurídica universal.
El Derecho debe operar en pro de la sociedad toda, sin excepciones, sin
privilegios especiales para algunos y sin provocar maliciosamente la triste
indefensión de muchos, ya que el Derecho Positivo nace de la sociedad y se
aplica a una sociedad cambiante y dinámica.
Se abre aquí el debate ineludible entre el Derecho Positivo Vigente y el
Derecho Positivo no Vigente, ante lo cual y alimentando la idea de un Derecho
en evolución, deberíamos inclinarnos por el voto a favor de la victoria del
primero por sobre el segundo.
Tal como lo expresa magistralmente el sociólogo alemán Ulrich Beck:”En
todo el mundo, la sociedad contemporánea está sometida a un cambio radical

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que plantea un reto a la modernidad basada en la Ilustración y abre un ámbito
en el que las personas eligen formas sociales y políticas nuevas e
inesperadas”x.
Pues bien, la salida debe ser la creación de un nuevo Derecho,
innovador, abierto al futuro, que tenga en cuenta lo nuevo y la responsabilidad
ante las generaciones futuras, considerando las alteraciones que se producen
en la sociedad, en las costumbres, en las mentalidades y en la sensibilidad de
los grupos humanos.
En efecto, un aspecto no menos importante que muchas veces se le
achaca y con suma razón al sistema jurídico, es la alarmante ineficacia de sus
soluciones ante los problemas sociales emergentes, muchas veces provocada
entre otras causas por la imperfección en la técnica jurídica para legislar. Por lo
expuesto, surge como corolario que ante respuestas ambiguas o confusas de
las normas jurídicas, los destinatarios no saben de qué manera comportarse
ante las mismas, producto de esa diversidad de interpretación ante una misma
regla de conducta.
Finalizando el presente análisis y a la vez invitando a un ineludible
reenvío al inicio, cabe argüir que si bien partimos de la frase: “Toda definición
en Derecho es peligrosa”, ser consciente de esa peligrosidad no puede de
ninguna manera amordazar o anquilosar al Derecho como poderosa
herramienta de control y evitar el desenlace de su accionamiento activo en el
tejido social.

REFERENCIAS

- Althusser, L. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos


Aires: Nueva Visión.

- Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida, tercera reimpresión. Argentina: Fondo


de Cultura Económica.

- Beck, U. (2002). La sociedad del Riesgo global. Madrid: Siglo Veintiuno de


España Editores.

- Fucito, F. (1999) Sociología del Derecho, 2ª edición actualizada. Buenos


Aires: Editorial Universidad.

- García-Pablos De Molina, A. (1988). Manual de Criminología. Madrid: Espasa-


Calpe S.A..

- Ghersi, C. (2007). Metodología de la investigación en ciencias jurídicas.


Argentina: ediciones Wowa.

- Giddens, A. (2000). Sociología, tercera edición revisada. Madrid: Alianza


Editorial.

- Guibourg, R. (2015). La función judicial, Revista Pensar en Derecho, 6 ,36-65.


Recuperado de http://www.derecho.uba.ar/publicaciones/pensar-en-
derecho/revistas/6/la-funcion-judicial.pdf.

13
- Mariño López, A. (2008). Fundamentos de la responsabilidad contractual, 2da.
Edición actualizada. Montevideo: Carlos Álvarez editor.

- Martínez, M. (2000). “Hacking y Latour”, en Constructivismo y Realismo, 1ª


edición. Montevideo: FCU.

- Nino, C. (1980). Introducción al análisis del Derecho, 2 da edición. Buenos


Aires: Astrea.

NOTAS

1
Mariño López, A. (2008). Fundamentos de la responsabilidad contractual, 2da.
Edición actualizada. Montevideo: Carlos Álvarez editor, pág. 47.
2
Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida, tercera reimpresión. Argentina: Fondo
de Cultura Económica, pág. 13.
3
Ghersi, C. (2007). Metodología de la investigación en ciencias jurídicas.
Argentina: ediciones Wowa, pág. 97.
4
En algún momento de nuestras vidas hemos incumplido normas, verbigracia
quedarnos con algún objeto que se nos prestó en la escuela o liceo, cruzar el
semáforo en rojo cuando no viene nadie o cruzar la calle a mitad de cuadra,
insultar a alguien sin detenernos a pensar que hemos cometido una difamación
o una injuria, etc.
5
Giddens, A. (2000). Sociología, tercera edición revisada. Madrid: Alianza
Editorial, pág. 231.
6
El delito de cuello blanco es diferente al delito de “guante blanco”, ya que éste
hace alusión a la especial destreza del delincuente. Sobre el particular, ver:
García-Pablos De Molina, A. (1988). Manual de Criminología. Madrid: Espasa-
Calpe S.A..
7
Autor citado por Fucito en: Fucito, F. (1999) Sociología del Derecho, 2ª
edición actualizada. Buenos Aires: Editorial Universidad.
8
Guibourg, R. (2015). La función judicial, Revista Pensar en Derecho, pág. 36.
Recuperado de http://www.derecho.uba.ar/publicaciones/pensar-en-
derecho/revistas/6/la-funcion-judicial.pdf.

9 Martínez, M. (2000). “Hacking y Latour”, en Constructivismo y Realismo, 1ª


edición. Montevideo: FCU, pág. 244.
10
Beck, U. (2002). La sociedad del Riesgo global. Madrid: Siglo Veintiuno de
España Editores, pág. 1.

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