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LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA:

SOCIEDAD CIVIL Y MOVIMIENTOS


EMERGENTES

Tema IV
Tabla de contenido
LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA: SOCIEDAD CIVIL Y MOVIMIENTOS EMERGENTES................................ 1
Los debates en la teoría política contemporánea ........................................................................... 1
Las transformaciones político y sociales del siglo XXI ..................................................................... 1
Modalidades de participación política ............................................................................................ 4
La racionalidad de la participación política ..................................................................................... 6
Nuevos ámbitos de participación política ....................................................................................... 8
La Participación Ciudadana: ........................................................................................................ 8
Participación Política: .................................................................................................................. 9
La Participación Social: ................................................................................................................ 9
La Participación Comunitaria .................................................................................................... 10
El resurgimiento del concepto de sociedad civil ........................................................................... 10
Los descontentos de la sociedad civil: las críticas normativa, historicista y genealógica ............. 11
La reconstrucción de la sociedad civil ........................................................................................... 13
Los movimientos sociales emergentes...................................................................................... 15
La desobediencia civil ................................................................................................................ 15
Los retos del marco jurídico ante las nuevas dinámicas de participación política ....................... 16
Bibliografía .......................................................................................................................................... II

Foto 1. Formas de participación 9

I
LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA: SOCIEDAD CIVIL Y MOVIMIENTOS
EMERGENTES

Los debates en la teoría política contemporánea


El recorrido que aquí proponemos es en primer lugar hacer algún comentario de las
transformaciones sociopolíticas que configuran el panorama del escenario político de comienzos del
siglo XXI. En este caso antes de hablar del método sería necesario señalar los problemas –o
cuestiones a problematizar- que debería enfrentar este método, prestando especial atención a lo
político. Dentro de estas transformaciones podemos considerar las transformaciones en las ciencias.
En este punto es necesario introducir los principios teóricos de lo que estamos presentando bajo el
nombre de post-estructuralismo. Habiendo indicado la dirección de algunos problemas,
presentando los principios teóricos del post-estructuralismo, estamos en condiciones de proponer
maneras de abordar metodológicamente estas cuestiones y obtener evidencia empírica para
sustentar investigaciones científicas.
Lo que podemos adelantar aquí respecto de los aportes más relevantes de esta corriente son las
categorías de Sujeto, acontecimiento; la imposibilidad de la sociedad y la lógica de la hegemonía, el
giro hacia una concepción retórica y subjetivista de la política, entre otras cuestiones que sirven
como ejes en los análisis de esta perspectiva. Esto se podría considerar un nuevo enfoque para el
abordaje de lo que -con sentido polisémico- se llama ideología.
Resumiendo: Aquí nos interrogamos sobre la manera en que se puede abordar, desde la
metodología de las ciencias sociales, ciertos problemas –específicamente políticos- que aparecen a
comienzos del siglo XXI. En esta exposición hay dos posturas asumidas. La primera, que estamos
experimentando cambios ó transformaciones políticas en respuesta a la crisis financiera, energética,
de alimentos y de seguridad (desatada por el unilateralismo militar de los Estados Unidos). La
segunda, que hay una discusión innovadora sobre el horizonte de la política de nuestros tiempos en
los debates actuales de la teoría política que se caracteriza por rasgos como los del giro lingüístico,
el psicoanálisis y la filosofía de Heidegger.
El gran desafío aquí es poder presentar una propuesta que logre operar a nivel empírico con estas
teorías.

Las transformaciones político y sociales del siglo XXI


Historiadores como Eric Hobsbawm aseguran que el siglo XX finalizó en 1989 con la caída del muro
de Berlín. Si el siglo XX finalizó en 1989 podríamos decir que el siglo XXI comenzó en algún momento
de septiembre del 2001. Entonces ¿Qué tiempo fue el que transcurrió desde 1989 al 2001? Es como
si durante esos años hubiéramos experimentado diferencias –respecto “como eran las cosas en el
siglo XX”- casi imperceptibles hasta que se acumularon haciendo una brecha de la que el siglo XXI
quería emerger a la visibilidad. Pero fue un acontecimiento el que desató al siglo XXI. Casi como en
el cuento de Borges (Rangnarök) donde soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos,
tuvimos que vivir el horror del 11 de septiembre para dar cuenta que el tiempo había cambiado.

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Vivíamos en un mundo nuevo. En este sentido, como una crónica anunciada, las torres gemelas ya
habían desaparecido. Su tiempo ya pertenecía al pasado, al siglo XX, un tiempo con otra arquitectura
y proyectos políticos. La realidad política del siglo XXI ha trazado nuevos senderos que han advenido
en este crítico e inestable presente con un porvenir incierto.
Para ilustrar esta distancia, la diferencia en la realidad, en la cosas, el deslizamiento de las fronteras
entre una cosa y otra, vale mencionar un capítulo reciente del programa de televisión “Los Simpson”
donde Homero y Marge recuerdan su vida durante los años 90 (no el recuerdo, sino una ficción
evocada). Un elemento que llama la atención en esta crítica casi revisionista de los 90 es cuando
Homero -el de los años 90- enfatiza que nunca habrá un presidente peor que Bill Clinton. Esto
significa que para la realidad de los años 90 -o del siglo XX- lo peor que podía hacer un presidente
era tener sexo con una pasante en la casa blanca. La realidad del siglo XXI demuestran que el fraude
electoral y mentir para invadir militarmente un país no son cosas tan graves que ameriten el juicio
político (impeachment). Esa es la distancia entre el siglo XX y el XXI.
Así como el siglo XX se agotó con el proyecto político del comunismo, el siglo XXI inició con la
propuesta de hegemonizar la democracia norteamericana a escala planetaria, para -en palabras de
Fukuyama- ponerle fin a la historia. El siglo XXI comienza con la pretensión de un mundo unipolar
que no ha dejado de ser erosionado por la misma arbitrariedad de los Estados Unidos, que ha abierto
una nueva discusión sobre la democracia.

Durante la década del 90 la discusión de la ciencia política se centraba en la cuestión de la


probabilidad de sobrevivencia de la democracia en distintos sistemas política y se reducía distinguir
si las condiciones determinantes eran económicas (A. Przeworski) o culturales (Lipset). Hoy la
pregunta -implícita- es ¿que es la democracia? Acaso la democracia puede ser un régimen hostil y
capaz de generar inestabilidad al mismo interior de la comunidad de naciones. Aunque sigue
irrefutable el aforismo de que “las democracias nunca entran en guerra con otras democracias”, la
realidad es que las democracias pueden responder con violencia y unilateralmente defendiendo
intereses en términos narcisitas.

El otro grupo de democracias del hemisferio norte -Europa- ha realizado un redescubrimiento de la


política que ha transformando su entorno de forma radical. El camino recorrido por Europa en estos
100 años ha transitado por la devastación de la guerra a la construcción de una comunidad política
-que a pesar de sus propios desafíos- vive en prosperidad e integrada pluralmente. El siglo XXI
presenta una nueva invención de la política: la Unión Europea. Esta nueva forma de organización
supranacional anticipa un movimiento de integración en bloques regionales que paulatinamente no
hacen otra cosa que afirmar el declive de la dominación global de los Estados Unidos.

Si el siglo XX fué el siglo de occidente, del centro, el siglo XXI es el siglo de la periferia. El siglo XXI
comienza con la afirmación de otra identidad. El siglo XXI comienza con la voz del otro, con la
apertura de un afuera maligno que se afirma en rechazo y como resistencia al modelo
norteamericano de democracia.

Este afuera es diverso y en algunos casos disputa el centro, la pretensión de poder universalizar su
propia visión del mundo. Uno podría decir que a partir del 2001 aparece en escena el mundo
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musulmán, el cuál fué utilizado por los neoconservadores para constituir un enemigo externo que
pudiera reunificar a la nación americana después del fraude electoral que llevó otra vez al poder a
los Bush.

La “cuestión musulmana” abre una nueva serie de problemáticas no solo sobre su propìa identidad,
sino sobre la misma identidad de occidente. El caso de Francia y la prohibición del velo muestra las
tensiones y resistencias en los procesos democráticos europeos.

Pero el afuera no solo está constituido por el mundo musulmán exclusivamente sino por lo que fue
conocido en el siglo XX bajo el nombre de tercer mundo. El tercer mundo, que pasó por el término
“países en vías de desarrollo”, hoy busca su propia autonomía resistiendo a ubicarse en tercer lugar
detrás de nadie. El caso más ostensible de esto es China. El fenómeno de China indudablemente
amenaza con desplazar el eje del capitalismo. China se presenta como un fuerte contendiente a ser
la potencia económica del siglo XXI. Esto implica consecuencias no esperadas que afectan de
distintas maneras a distintos actores.

Este fenomenal desarrollo de China ha introducido muchas discusiones, entre las cuales está el
interrogante de como podría ser un país de más de mil millones de habitantes que brindara el mismo
confort de vida que las democracias. En este sentido está claro que China se presenta como un
mercado gigantesco. Pero este nuevo nivel de producción masiva levanta el interrogante sobre los
recursos naturales.

En este escenario de nuevas demandas de recursos naturales, Americana Latina, que ya por más de
dos siglos había desplegado una estructura de producción extractiva, aparece como un gran
candidato de seguir abasteciendo al mundo pero bajo un nuevo regimen.

2001 signa también para Latinoamérica un nuevo camino. Comenzó una nueva convergencia política
solo comparable con los procesos de democratización de los años 80 del siglo XX . Emergen en
Latinoamérica una serie de gobiernos populares -o populistas- que revierten dramáticamente la
dirección establecida por el neoliberalismo en la región durante los años 90.

Este nuevo esquema presenta el viejo esquema de países exportadores de materias primas bajo un
nuevo régimen donde los Estados Nacionales capitalizan este intercambio comercial. Tales son los
casos de Venezuela y Bolivia con la estatización de los hidrocarburos y la Argentina con las
retensiones al campo.

Esto presenta un escenario de prosperidad económica para las cuentas de los Estados, que poco
tiempo atrás atravesaban un período de banca rota. Esto les permite -en distinta medida y frente a
distintos problemas- cierta estabilidad política que permite a estos proyectos políticos extenderse
por segundos mandatos buscando consolidarse y proponer estilos nuevos de democracias.

El gran interrogante político sobre América latina es cuál será su modelo de democracia. Está claro
que el populismo en sus variantes menos institucionalizadas (Venezuela) a más institucionalizadas
(Argentina) han logrado introducir nuevos contenidos a la democracia como la participación y los

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derechos humanos. Entre las formas más radicales se asoma una democracia más participativa
donde la ciudadanía organizada decide de forma asamblearia para gestionar locamente sus
necesidades políticas. Este mismo erosiona el mismo centro que trata de hegemonizar esa misma
práctica política creando más inestabilidad y dejando en última instancia que se siga imponiendo el
orden institucional dado.

La cuestión de los recursos naturales y su escasez frente a las nuevas demandas del mundo han
hecho de la ecología un tema central. Durante el siglo XX la ecología seguía siendo un tema marginal.
Eran pocos los casos -el partido verde alemán- de proyectos políticos que consideraran la ecología.
Lo que muestra un cambio en esta tendencia es la campaña de Al Gore que busca introducir esta
discusión en el seno de la opinión pública de la nación que más contamina en el mundo.
Evidentemente el partido demócrata está perdiendo el interés en el tema al introducir otras
cuestiones como género y raza en estas elecciones.

Tal vez uno de los hechos que modificará de forma más radical la fisonomía del siglo XXI será -algo
que ya se prevé- el agotamiento del petróleo. El agotamiento del petróleo y la búsqueda de nuevas
fuentes renovables es el desafío energético más grande de este siglo.

Un hecho curioso es que cuando poco tiempo atrás enviaba el –por cierto provocador- resumen de
este trabajo planteando este desajuste entre las categorías de las ciencias sociales y la realidad,
todavía la crisis financiera internacional no había sacudido al mundo. Este acontecimiento ha
desarticulado de forma más violenta este estado de cosas. Hoy Inglaterra vive un “corralito” al mejor
estilo Cavallo y un gobierno liberal y conservador como el de Bush pide la más grande intervención
del Estado en la economía de la historia norteamericana. Mientras Estados Unidos se endeuda
lapidariamente, Argentina cancela su deuda con el club de Paris. Mientras el mundo se sumerge en
una gran depresión económica, países como la Argentina tienen una economía de bienes poco
flexibles como los alimentos. Sin duda el siglo XXI ha puesto al mundo de cabeza. Es necesario una
ciencia de lo político que pueda pensar en una apertura que introduzca nuevo sentido al mundo.
Modalidades de participación política

La participación política es conjunto de actos y actitudes dirigidos a influir de forma más o menos
directa y más o menos legal en las decisiones de los detentadores del poder en el sistema político o
en cada una de las organizaciones políticas así como en su misma selección con vistas a modificar o
conservar la estructura (y por lo tanto, los valores) del sistema de intereses dominante.
En la actualidad se tiende a reconocer que el voto no es la única forma de participación política y
quizá tampoco la más importante; sin embargo, los analistas no muestran un acuerdo claro sobre
cuáles son las otras formas de participación política. Así, Milbrath destaca que en los inicios de la
etapa behaviorista, la participación política era definida en la mayoría de estudios como el simple
acto de votar. En estudios posteriores realizados durante los años 50 y 60, la definición operacional
de la participación política fue extendida para incluir otras actividades relacionadas con el proceso
electoral tales como colaborar en las campañas electorales, acudir a debates o mítines políticos, dar

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dinero a un partido o candidato, etc. A finales de los años 60, algunos estudios intentaron expandir
el concepto de participación política, incluyendo no sólo las actividades relacionadas con el proceso
electoral sino también otras realizadas en periodos no electorales como el contacto con los
dirigentes políticos o la participación activa en organizaciones políticas. Actividades que, en su
conjunto, serán consideradas como formas convencionales de participación política. En los años 70,
los estudios sobre la participación electoral incorporaron las actividades de protesta, tales como las
demostraciones callejeras, los disturbios y violencia política, etc. Estas serán clasificadas como
formas no convencionales de participación política, en gran medida identificadas con las actividades
de protesta. En los años 90, tiene lugar la última expansión en los repertorios de la participación
política, como consecuencia de la erosión de límites claros y precisos entre la participación cívica y
la participación política de tal forma que actividades como el voluntariado y el compromiso cívico
consideradas anteriormente como formas de participación social, empiezan a considerarse como
formas de participación política.
No obstante, la clasificación más generalizada de los tipos de participación, en el campo de la Ciencia
Política distingue entre la participación política convencional y la participación no convencional.
Según Edurne Uriarte, el concepto de convencional nos remite a tres elementos:

 Son modalidades de participación estimuladas desde las instituciones del Estado;


 No aspiran a la transformación o puesta en cuestión del sistema político, y
 Han sido consideradas hasta muy recientemente como las modalidades tradicionales de la
participación en la democracia.
En relación con la participación no convencional, las modalidades más resaltadas de común por la
mayor parte de los autores giran en torno a las tres siguientes características:

 Se trata de actividades no estimuladas ni amparadas por el Estado;


 Son actuaciones –o actitudes– que aspiran a la transformación del sistema político o la
puesta en cuestión de alguna de sus estructuras; y
 Son consideradas como las modalidades más recientes de participación de las democracias.
Según la teoría democrática tradicional, las personas que gozan de la posibilidad de optar para
participar políticamente harán uso mayoritario de la misma. En este contexto, se argumenta que los
ciudadanos movilizados se organizarán para intentar ejercer presión sobre quienes toman las
decisiones, con el fin de promover sus intereses o satisfacer sus demandas. por su parte, planteó
que los individuos que forman parte de grandes grupos no suelen comportarse así. No suelen
implicarse en la acción colectiva junto a ciudadanos que comparten sus ideas; ni siquiera los
ciudadanos que tienen motivos de queja legítimos e importantes acostumbran a organizarse
colectivamente. Suelen preferir la inacción personal a la acción colectiva. Mancur Olson mantenía
que esta inacción responde a una lógica de elección racional del individuo. Tal racionalidad, sería
entendida como la conducta encaminada a maximizar las ganancias esperadas o a minimizar los
costes calculados de la acción. Aplicada a la lógica de la acción colectiva, Olson mantiene la hipótesis
de que las personas, cuando tienen que decidir si se implican en algún tipo de actividad política de
grupo, razonan de la siguiente manera:

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Los costes y riesgos de esa acción pueden ser demasiado altos (sacrificar tiempo, confort, quizá
dinero y, si la actividad es ilegal, incluso poner en riesgo la propia integridad física);
Si ya hay un grupo formado que defiende los intereses del individuo, la contribución particular de
éste puede resultar prescindible;
Si el grupo no logra cambiar la política del gobierno de acuerdo con sus preferencias, quienes se han
implicado en la acción colectiva ganan exactamente lo mismo que quienes no lo han hecho: nada.
Pero si el grupo tiene éxito, quienes no participaron comparten las ganancias colectivas igual que
los comprometidos activistas que asumieron los costes y riesgos de la acción.
Si bien el grado de participación política en las democracias puede variar considerablemente, las
principales formas de participación democrática son generalmente las mismas: el voto en las
elecciones, así como la movilización organizada por partidos políticos y grupos de interés. Como se
explicita en el término abstención, las diferentes cotas de participación, entendidas como el
contraste de la abstención, estaban generadas por muy diferentes factores y motivaciones que
podrían variar según las circunstancias. De todas formas, se observaba una progresiva tendencia a
la disminución de la participación electoral, o ascenso de la abstención en el contexto occidental de
los últimos cincuenta años, y un progresivo incremento de la participación media en el conjunto de
países latinoamericanos. En la actualidad, se asume que la participación política no es
unidimensional sino multidimensional. De tal forma que las distintas modalidades de participación
política no sólo se diferencian en función del grado de dificultad o implicación que comportan sino
que representan estilos diferentes de implicación en la vida política. Del mismo modo, se tiende a
reconocer que las distintas formas de participación política presentan diferencias apreciables en
cuanto al grado de coste, información y resultados que comportan. De los diversos estudios
realizados, podemos concluir, siguiendo a Norris, que para la mayoría de los ciudadanos en las
democracias occidentales su implicación en la vida política se limita a la participación electoral. Esta
es considerada no sólo como un tipo de acción política, sino que constituye por sí misma una forma
de participación política sui generis. Los diversos estudios realizados muestran una débil relación
entre el voto y otras formas de participación política. Como hemos señalado, la participación
electoral requiere un menor grado de implicación e información del ciudadano que otras formas de
participación. Por lo que se refiere a éstas, en su vertiente convencional, hay que destacar que es
una minoría de la población la que la ejerce regularmente. Del mismo modo, la mayoría de los
ciudadanos en los países occidentales no se implican en formas no convencionales de participación
política y, por último, en cuanto a las relaciones entre formas convencionales y no convencionales
de participación, la mayoría de estudios tienden a mostrar que éstas no son negativas sino, por el
contrario, complementarias.

La racionalidad de la participación política


La racionalidad política es una racionalidad práctica. Esto significa que no es una racionalidad
externa a la acción, sino que es una racionalidad propia de la acción humana. Y como tal, sólo es
posible con relación a un agente y a un contexto objetivo. Frente a la racionalidad teórica que
considera "desde fuera" los procesos para aplicarles una técnica o una normativa que los ordene a

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un fin estratégico, la racionalidad práctica considera las posibilidades a obrar "desde dentro" de los
contextos de acción y configura un orden como realización de un ethos, es decir, de un modo
concreto de actualizar la plenitud humana, siempre personal y siempre social.

Afirma Cruz Prados1 que la racionalidad de la acción sólo es posible en el seno de


un ethos objetivo. No sería posible, entonces, determinar la racionalidad o no de una acción si no
contamos con un contexto de referencia. Si mi acción pretende ser racional no puede recluirse en
motivaciones idiosincráticas sin posibilidad de señalar elementos reconocibles por los demás.
Sabido es que Habermas atribuye racionalidad a las acciones susceptibles de fundamentación y
crítica2, pero éstas sólo serán posibles mediante la apelación a un contexto objetivo, compartido
más o menos con otros que puedan evaluar al igual que nosotros el sentido o la finalidad de las
acciones3.

El ethos es una articulación práctica de bienes: es un contexto global de nuestra acción en la


medida en que reconocemos como propios a los bienes que perseguimos o intentamos
realizar, de hecho, junto con otros. Un ethos tiene el carácter de una totalidad, pero una
totalidad práctica, sólo visible desde la acción. Es decir, este contexto de la acción es significativo y
veritativo y sólo se hace presente ante el que es sujeto de la acción: el agente. Cuanto más
conocimiento teórico se tenga de la situación, las decisiones podrán ser más acertadas. Pero la
acción no surge de un silogismo deductivo apodíctico, sino de la consideración de los medios más
adecuados para el logro de los fines. La acción no es ob-jectum sino pro-jectum: es el proyectarse
de alguien hacia su realización plena, y la verdad práctica se alcanzará como una síntesis
de ethos y logos.

Sólo conociendo el ethos objetivo es posible determinar qué ethos subjetivo es correcto o
racional. La comprensión necesaria del ethos objetivo indica una precedencia de la razón teórica
pero al mismo tiempo su insuficiencia, dado su carácter universal. La razón práctica atiende a "lo
que puede ser de otra manera", a lo contingente, y por eso su método no es la deducción sino
la deliberación, la consideración atenta de los diversos topoi y sus posibilidades en función del fin
que se quiere lograr. Aristóteles mostró, frente al platonismo y a la sofística, que la acción (praxis)
tiene independencia ontológica y racionalidad propia4, y que es característico de ésta buscar sus
principios y causas en ámbitos diferentes de los de la razón teórica. El conocimiento de lo
contingente reposa en un conocimiento de los hechos transmitido por una experiencia secular
(tradición diría Zubiri o MacIntyre) depositada en el nivel semántico del lenguaje cotidiano. Esta
experiencia se articula en determinadas proposiciones -nos recuerda Guariglia-, los éndoxa, que
expresan "un conocimiento no accidental sino general o típico, que se puede fundamentar
argumentativa pero no deductivamente"5.

Ahora bien, el conocimiento de la verdad política práctica se lleva a cabo a través de la


deliberación pública, en la que, a partir de una posición particular se intenta paulatinamente
trascender el punto de vista de cada uno en torno a aspectos y contextos que son los lugares (topoi),
comunes y propios, que resulten relevantes para la materia en cuestión. Hannah Arendt ha
mostrado la importancia de la comprensión kantiana del juicio como facultad de "pensamiento
ensanchado" o "pensamiento representativo" (ponerse en el lugar del otro), para complementar
la phrónesis aristotélica en la vida del ciudadano.

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Los topoi funcionan en la argumentación como continentes o formas vacías, en los que el
argumentante va situando el tema discutido, obteniendo de cada una de las posiciones algún
material valioso para la conformación del punto de vista común. "La selección de esos topoi -dice
Cruz Prados- es concomitantemente la búsqueda del topos en el que ha de situarse, final y
definitivamente, todo participante en la deliberación: el lugar desde el que se adquiere la
perspectiva conveniente del asunto en cuestión, la percepción del problema que nos capacita para
tomar una decisión acertada"6.

Pero la deliberación nunca es completamente conclusiva o demostrativa: como dijimos, es el


modo de conocer aquello "que puede ser de otra manera" (Aristóteles). Por eso la deliberación es,
de suyo, infinita: siempre puede ser prolongada, haciendo nuevas consideraciones y planteando
ulteriores pros y contras. Ningún elemento de la deliberación, ningún razonamiento o argumento -
por acertado que sea- es suficiente para determinar conclusivamente la acción verdadera, es decir,
para cerrar y poner fin a la deliberación. Lo que pone fin a la deliberación es una decisión: la voluntad
corta el proceso infinito del razonamiento práctico optando por la posibilidad que hasta entonces
el juicio ha mostrado como la más acertada realización del fin.

Y lo que hay que decidir es cómo queremos vivir en común. ¿Quién sino nosotros -todos- podemos
decidirlo? Y ésta no es una decisión que se tome de una vez y para siempre. La acción política
no es la acción extraordinaria como creía Carl Schmitt. La acción política es acción
institucionalizadora e institucionalizada. La acción política crea instituciones.
Una institución viene a ser como el órgano que funcionaliza una idea -un bien, un valor, una
aspiración- y la convierte en un contenido práctico, dotado de regularidad y estabilidad.
La polis se autoconfigura dotándose de las instituciones que dan estabilidad y forma regular
a su misma acción de autoconfigurarse. A su vez, la institución es mediación de la acción:
hace posible la estabilidad y descarga la responsabilidad directa sobre el todo,
desempeñando una función parcial, accesible a la deliberación y decisión regulares de las
personas. El conjunto de instituciones es el modo articulado en que se hace posible, con
estabilidad y normalidad, la atención a la totalidad de la polis.

Nuevos ámbitos de participación política

Dentro de los tipos o formas de participación se distinguen dos grandes ámbitos:El público, que
obedece a aspectos más globales e incluye dentro de este la participación ciudadana y la política, El
privado, en el que se encuentran la participación social y la comunitaria, que tienen como objetivo
atender los intereses comunes de la comunidad o mejorar la calidad de vida de las comunidades.
La Participación Ciudadana:

La participación ciudadana se entiende como la intervención de los ciudadanos en la esfera pública


en función de intereses sociales de carácter particular.

Desde la perspectiva normativa, el término de participación ciudadana puede restringirse a aquellos


casos que representan una respuesta, individual o colectiva, de la sociedad a una convocatoria

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realizada por parte de las autoridades gubernamentales en aquellos espacios institucionales que
estas designan o crean para el efecto.
En la democracia representativa vigente, en ocasiones, una parte de la sociedad es la que detenta
el poder de representación tomando decisiones de forma legítima que afectan a una mayoría. En
este sentido, es conveniente combinar lógicas de representación y participación directa.La

Participación Política:
La participación política es un elemento esencial de los sistemas democráticos. Se define como toda
actividad de los ciudadanos que está dirigida a intervenir en la designación de los gobernantes y/o
a influir en los mismos con respecto a una política estatal.

Foto 1. Formas de participación

Las actividades en que se articula la participación política pueden ser legales o ilegales, de apoyo o
de represión.

La Participación Social:
La participación social implica la agrupación de los individuos en organizaciones de la sociedad civil
para la defensa y representación de sus respectivos intereses, por ejemplo grupos de inmigrantes,
discapacitados,… que buscan el mejoramiento de las condiciones de vida o defensa de intereses.
El desarrollo de este tipo de participación articula el tejido social organizacional que puede tener
presencia importante en el desarrollo de nuevas formas de participación, sobre todo en la esfera de
lo público.
La participación social es un derecho humano esencial de toda persona y, una sociedad puede
considerarse democrática cuando todos sus ciudadanos y ciudadanas participan.
La participación social es uno de los componentes más importantes de la construcción de la
democracia y, a través de ella, se contribuye a asegurar el cumplimiento de otros derechos.

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La Participación Comunitaria

La participación comunitaria es el conjunto de acciones desarrolladas por diversos sectores


comunitarios, en la búsqueda de soluciones a sus necesidades específicas. Se encuentra unida al
desarrollo comunitario de un sector o un grupo comunitario y tiene como eje el mejoramiento de
las condiciones de vida en la comunidad.

En la participación comunitaria es el propio grupo quien estipula las relaciones en función del
problema, al cual busca solución mediante un proyecto de desarrollo de mejoras o cambio de la
situación. Una de las características de la participación comunitaria es que busca mejorar el
bienestar de los miembros de la comunidad en función de valores que le son propios, para que la
mejora pueda ser sostenible en el tiempo.
De esta manera, los problemas de la comunidad pueden ser resueltos de manera endógena, sin
requerir la iniciativa de entes externos y las soluciones se ajustan a su entorno porque surgen del
consenso de sus miembros.
De una manera general todos los procesos de participación se encuentran profundamente
vinculados al desarrollo humano, sostenible y social. Los procesos participativos son educativos,
capacitadores y socializantes en sí mismos, tanto para los que intervienen en ellos directamente
como para la comunidad en general, a la vez que son mecanismos para la consecución de tareas de
interés colectivo.

El resurgimiento del concepto de sociedad civil

El concepto de sociedad civil emerge en la historia como ruptura con un poder absoluto y es
expresión de la pluralidad, la diversidad y la diferencia en las sociedades. Está ligado al surgimiento
de la era moderna y la complejización de las sociedades que se hacen urbanas. En los burgos es un
estamento, clase o grupo social quien lidera este proceso.

A los efectos de caracterizar el tema podemos comparar con la idea de sociedad civil que emerge
en plena crisis – final – de la Modernidad Capitalista, o acaso toda la inmensa parafernalia ideológica
y política del neoliberalismo que la “necesitó” con urgencia, coyuntura mundial en que el Proyecto
ideológico-político, primero de las multinacionales y después de las transnacionales, del Consenso
de Washington, “como ideología única o catecismo universal”, como fiel acompañante de este
proyecto, bajo el paraguas de la supuesta –crisis final – de las ideologías y la política y la “caída” de
los grandes paradigmas históricos, tiempo histórico y político que luego los Estados dictatoriales y
autoritarios en Latinoamérica, o tiempos de crisis del Estado de bienestar o del socialismo real del
este europeo en la década de los 80 del siglo XX, reapareció – o proceso de recuperación y/o rescate
– del concepto con la fuerza ideológica en la propuesta política del neoliberalismo.

Las luchas y conflictos de mediados de siglo pasado y de principio de este, configuraron una relación
activa y dinámica entre la sociedad civil, la sociedad política y el Estado que da origen a un
acotamiento o absorción de la sociedad civil y política por parte del Estado quien va a tener desde
la década del 30 hasta los 60 en una primera etapa y de los 70 a los 90 en una segunda etapa el rol
de guiar los intereses de la sociedad.

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Es así que, tanto el Walfare State como el socialismo real o los populismos latinoamericanos buscan
expresar un pacto o equilibrio en el conflicto interno a la sociedad en la perspectiva del desarrollo
económico. Estos Estados que se configuran con fuerza hasta principios de la década del 60 en
América Latina y hasta los 70 en EEUU y 80 en la URSS y la Europa socialdemócrata entran a hacer
crisis estructural en el modelo dominante

El término sociedad civil, como concepto de la ciencia social, designa a la diversidad de


personas que, con categoría de ciudadanos y generalmente de manera colectiva, actúan para tomar
decisiones en el ámbito público que consideran a todo individuo que se halla fuera de las estructuras
gubernamentales.

La sociedad civil se concibe como el espacio de vida social organizada que es voluntariamente
autogenerada, independiente, autónoma del estado y limitada por un orden legal o juego de reglas
compartidas. Involucra a ciudadanos actuando colectivamente en una esfera pública para expresar
sus intereses, pasiones e ideas, intercambiar información alcanzando objetivos comunes.

El resurgimiento de la sociedad civil necesita que se desarrolle un “modelo integrador” en el que las
asociaciones no solo se centren en sus problemas de organización y económicos, sino que vinculen
sus funciones específicas al objetivo más general de contribuir al proceso de democratización a nivel
nacional e internacional. La eficacia cualitativa de una sociedad civil con poder transformador
depende de la consecución de su doble función, es decir, la sociedad civil como vida asociativa y la
sociedad civil como parte integral de una sociedad democrática (a nivel global, nacional y local) y su
funcionamiento recíproco y simultáneo

No debemos olvidar que la consolidación de la democracia y el fortalecimiento y la profundización


de la sociedad civil son en realidad procesos mutuos y recíprocos. A medida que la democracia se
vaya convirtiendo en la única apuesta, más consolidará la sociedad civil su presencia e importancia
en el proceso de democratización, y a la inversa. Una sociedad civil fuerte y activa contribuye a la
consolidación democrática, pero a su vez la consolidación democrática ayuda a aumentar la eficacia
de la sociedad civil. Una sociedad política autónoma y valorada, con partidos políticos eficaces y
representativos, con garantía legal de las libertades de los ciudadanos y una participación activa en
la vida política y pública, así como una economía estable e institucionalizada capaz de proporcionar
un mínimo de bienestar son claves para la consolidación democrática y la existencia de una sociedad
civil activa, que fortalezca la participación en la vida asociativa y produzca unas políticas bien
fundamentadas y productivas que se ocupen eficazmente de los problemas de la sociedad con el fin
de contribuir a una buena y democrática gobernanza

Los descontentos de la sociedad civil: las críticas normativa, historicista y


genealógica
Según las opiniones y observaciones de muchos analistas, el nivel de descontento social en el
planeta en la segunda década del siglo 21, ha subido a niveles altísimos. Niveles parecidos a los que
existieron en los primeros años del siglo 20. A comienzos del siglo pasado, este masivo fenómeno
de insatisfacción y descontento social, fue magistralmente analizado por Sigmund Freud en su
tratado titulado “Civilización y descontento”. Detrás de este masivo descontento, al parecer
estaban las enormes desigualdades e injusticias socioeconómicas, provocadas por un mundo donde
un grupo de imperios capitalistas se disputaban la explotación desenfrenada del planeta. Esta

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explotación y sus enormes desbalances macroeconómicos y financieros produjeron una gigantesca
crisis financiera. A su vez esta crisis produjo un fenómeno de deprivación relativa generalizado. Toda
esta injusticia y corrupción global, naturalmente preparó el terreno para la descomunal matanza
que se desencadenó durante la primera guerra mundial y luego en las revoluciones sociales que
posteriormente envolvieron al plantea[1]. Freud concluía su magistral análisis señalando que el
descontento de los jóvenes, era una de las causas principales de las guerras globales y las
revoluciones sociales.

Es evidente que a comienzos de la segunda década del siglo 21, se repite un fenómeno
parecido al malestar social experimentado por el mundo entre 1905 y 1914 y posteriormente entre
1929 y 1939. Nuevamente se da una altísima concentración de la riqueza en algunas áreas del
planeta (primer mundo) y una altísima concentración de la pobreza en áreas subdesarrolladas
(tercer mundo). Similarmente, dentro de cada país, se da un fenómeno parecido. Una pequeñísima
minoría de la población (la elite económica) acumula la inmensa mayoría del producto interno bruto
y de la riqueza nacional. Simultáneamente, la inmensa mayoría de la población sobrevive con
desempleo crónico, necesidades extremas y muchos mueren de hambre cada día. La inmensa
mayoría de la población, especialmente los jóvenes, descubre con horror, que no hay futuro y que
cada día será peor. Una vez más el espectro de la injusticia se ha apoderado del planeta y la
“barbarie de la razón” destruye las esperanzas de la mayoría de la humanidad.

En ambos periodos, comienzos del siglo 20 y comienzos del siglo 21; al parecer, la causa
principal que ha creado la enorme injustica social ha sido la barbarie de la razón, es decir el
reemplazo de la ética y la moral por el lucro y la ética del mercado y la aplicación ciega y dogmática
de principios y teorías propios de la ideología liberal. A comienzos del siglo 20, el desenfreno
ideológico liberal se caracterizó por prácticas sociales y morales, retrógradas propias del liberalismo
manchesteriano. Este se caracterizó por la muerte de principios éticos fundamentales, la búsqueda
desenfrenada de del lucro y una explotación despiadada de hombres mujeres y niños. La literatura
mundial está llena de libros que narran los horrores que debió sufrir la inmensa mayoría de la
humanidad. El inmoral desenfreno capitalista también creó una nueva escuela de pensamiento
filosófico y así nació el socialismo científico, tanto en su vertiente socialdemócrata como en su
vertiente leninista. El mundo eventualmente reaccionó ante la descabellada y
brutal implementación del dogma liberal. La revolución soviética sepultó violentamente el
liberalismo en Rusia a partir de 1918. Por su parte en los Estados Unidos, la social democracia de
Roosevelt creó pacíficamente el estado de bienestar a partir de 1933. En Europa el liberalismo fue
eliminado por revoluciones fascistas en algunos países y por regímenes socialdemócratas en otros.
Simultáneamente también se produjeron enormes turbulencias y cambios sociales en Asia, África y
América Latina.

La segunda guerra mundial y los años de la posguerra, terminaron por sepultar los pocos
vestigios que aún sobrevivían del liberalismo manchesteriano. No obstante, a mediados de la
década de los años 70 en los Estados Unidos, el liberalismo comenzó a levantar cabeza
nuevamente durante la presidencia de Richard Nixon. Esta tendencia se acentúo aún más durante
la presidencia de Reagan en Estados Unidos y de Tatcher en Gran Bretaña en los años 80. El
liberalismo manchesteriano se modernizó y ahora sus teorías y principios se convirtieron en
fórmulas matemáticas. Este neoliberalismo en forma gradual y sostenida, volvió a conquistar al
mundo. Su gran victoria fue a comienzos de los años 90 con la caída de la Unión Soviética y de los

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socialismos reales en la Europa del este. Para fines del siglo 20 el capitalismo reinaba supremo en
casi todos los rincones del planeta fue entonces cuando, triunfalmente se declaró por sus ideólogos
que la evolución política y económica del ser humano, había llegado a su fin. El siglo 20 terminó con
el fin de la historia.

Pero al mismo tiempo que ocurrían estos sucesos, las crisis económicas, manejables hasta
esa fecha, saltaron a otro nivel. El primer gran terremoto económico se dio precisamente a fines de
los años 90, con la llamada crisis asiática. Aquí, del capital occidental, de tipo golondrina, decidió
buscar mayores lucros en otros lados y con esto arruinó gran parte de Asia. El cataclismo volvió a
repetirse con mucha mayor intensidad el año 2007. Aquí, banqueros corruptos occidentales,
otorgaron créditos de vivienda a gente que no podía pagarlos y luego transformaron dichas deudas
en papeles bursátiles que descaradamente vendieron al resto del mundo. A causa de esta mayúscula
estafa, los bancos occidentales colapsaron. No obstante, banqueros corruptos convencieron a
gobiernos igualmente corruptos que las fortunas bancarias y financieras debían ser protegidas por
todos los contribuyentes. Aquí se dio un ejemplo magistral de que en el capitalismo corrupto, los
beneficios se privatizan y las pérdidas se socializan. Mientras los banqueros volvían a pagarse
sueldos multimillonarios, los pobres perdían sus viviendas. Las réplicas de este mega sismo, aún
continúan hoy en día y se teme un nuevo mega terremoto financiero que podría afectar a todo el
planeta en fecha próxima. Es decir, se teme una catástrofe parecida a la que hundió al mundo en
1929. La crisis económica ha producido un gigantesco malestar social y un descontento
generalizado, particularmente entre la población joven del planeta. La injusticia social, el
desempleo, la realización de que no hay futuro y que el pasado fue mejor, está produciendo un
malestar muy parecido al que observó Freud a principios del siglo20. Se argumenta que la drástica
subida de los precios del combustible y de los alimentos a finales del 2010 ha sido el factor catalítico
detonante de protestas, marchas y revoluciones a nivel planetario. La revolución social se inició en
el norte de África y ahora a envuelto a todo el medio oriente. Este descontento generalizado ha
saltado al sur de Europa y ya hay confrontaciones en Grecia, España y Portugal.

La reconstrucción de la sociedad civil

Las crisis tienen siempre causas profundas sobre las que hay que trabajar en la reconstrucción.
Conocer los factores causales de la vulnerabilidad, la injusticia, la pobreza, la violencia o la
desigualdad, es fundamental para plantear la reconstrucción en la dirección adecuada.

Antes de iniciar la reconstrucción es preciso abordar con urgencia la satisfacción de las necesidades
humanitarias de la población y la mejora general de la situación humanitaria. Y en ello deben
participar de modo protagonista las organizaciones humanitarias imparciales que, aparte de su
probada capacidad técnica y logística, puedan ser percibidos por la población como entidades al
margen del conflicto y con un interés exclusivamente humanitario.

La dinámica del Estado de Bienestar es potencialmente importante para entender la emergencia de


nuevos arreglos y su reingeniería cuando tienen problemas financieros y cuando nuevos desarrollos
socio-económicos los hacen menos relevantes, tales como crisis económicas, desarrollos
demográficos no esperados, bajas tasas de crecimiento de productividad y desempleo que genera

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disturbios macroeconómicos. Los regímenes políticos centralizados han logrado más reformas al
Estado de Bienestar que los regímenes políticos descentralizados (Huber and Stepehens, 2001),
aunque estas reformas han sido posibles por las agudas crisis económicas que han dado lugar a
severos shocks macroeconómicos negativos.

La reconceptualización del papel de la política social requiere de un cambio de solución de


problemas y administración de crisis a corto plazo a una agenda de desarrollo a largo plazo de
prevención de problemas. La ausencia de políticas sociales destruye el tejido social. Precisamente,
el diseño de adecuadas políticas sociales como mecanismos de protección en prevención de
situaciones de emergencias y crisis sociales, constituye una actividad con una orientación
económica rentable que prioritaria del Estado, en vez de revertir los costos de la crisis. Otro
mecanismo innovador son los Consejos Sociales que permiten hacer frente a las crisis económicas y
buscar estrategias de protección para los grupos que son más impactados.

Las crisis de gobernabilidad pueden ser la oportunidad para que un sistema sociopolítico establezca
un nuevo equilibrio institucional que aliente su desarrollo. Frente a esta crisis del Estado-nación es
necesario la construcción teórica de nuevos modelos de organización política y económica, de
nuevas formas y desarrollos de gobernabilidad. Para superar esta crisis de gobernabilidad y la
estabilidad de las instituciones, características de los sistemas democrático-participativos, se
requiere de la implantación de programas de desarrollo humano.

Para Tezanos (2002), en la búsqueda de la democracia postliberal participativa “...es necesario


avanzar nuevos pasos en el proceso histórico de desenvolvimiento democrático, para remontar los
riesgos de crisis social relacionados con los procesos de dualización social y deterioro del trabajo...Lo
que está ocurriendo en nuestras sociedades revela que algo está fallando en los procedimientos
establecidos de representación política y que existen demandas nucleares para el futuro de la
convivencia que no están siendo bien solucionadas...”

La interacción de la revolución de la tecnología de la información y la comunicación, la crisis del


Estado benefactor y del capitalismo y el surgimiento de los nuevos movimientos sociales han
provocado la formación de una nueva estructura social hegemónica que Castells (1998) denomina
la “sociedad-red”, la nueva economía basada en lo informacional/global y una nueva cultura con
fundamento en la virtualidad real.

La Nueva Administración Pública es una respuesta de la economía neoliberal a la crisis financiera


del Estado-nación. Las etapas de la reforma de la administración pública comprenden el ajuste
estructural orientado a adecuar el tamaño y nivel de intervención del Estado para afrontar la crisis
financiera y la reingeniería institucional que comprende las acciones e instrumentos para rediseñar
el aparato institucional y burocrático del Estado, sus estructuras, procesos, tecnologías,
comportamientos, etc., es decir hacia un proceso de reburocratización mediante la adopción de
métodos, técnicas y sistemas de gerenciamiento público.

La ciudadanía tiene que participar en la gestión de los servicios públicos para legitimar las acciones
de un Estado ágil, con un gobierno que integración y equilibrio social y que atiende a las demandas
sociales.

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Los movimientos sociales emergentes
Un movimiento social emergente es un movimiento que nos obliga a tomar en serio tanto la
profunda desigualdad social, como la diversidad cultural y social generada por recientes cambios
en la economía y por proyectos alternativos de vida y formación.

Sobre el trasfondo de la formación histórica de la clase trabajadora, un tema recurrente ha sido la


esperanza de transformar la sociedad mediante la formación del “hombre nuevo”. Sin embargo, la
economía capitalista global reciente ha generado una clase trabajadora cada vez más fragmentada
y desposeída. En respuesta, se forman nuevos sujetos sociales que retoman recursos y prácticas
culturales existentes para fortalecer los movimientos sociales emergentes.

Dentro de los sexenios de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari hasta Ernesto Zedillo Ponce
de León, , existieron varios movimientos sociales importantes, cada uno correspondiente a su
periodo. Y son los siguientes: Asamblea de barrio, unión de costureras, colonos; Coordinadora
nacional plan de Ayala (campesinos), Ejercito zapatista de liberación nacional (guerrilla indígena),
consejo estudiantil (ceu), Ejército popular revolucionario (epr. Guerrilla)

Los movimientos sociales emergentes son necesarios, para expresar la opinión del pueblo y tratar
de equilibrar desigualdades existentes en la sociedad; a pesar de que estos movimientos que se
presentaron eran más radicales y mejores organizados, las actuales marchas o manifestaciones nos
ayudan para crear una sociedad consciente y mantenernos como un pueblo unido para luchar por
nuestros derechos y hacer frente a las injusticias.

La desobediencia civil

La reflexión de la desobediencia civil en un sistema político como el democrático, debe


necesariamente partir del hecho de que ésta es una actividad ilegal porque viola normas jurídicas
válidas y vigentes -aunque éstas puedan ser moral y jurídicamente reprobables- que se comete con
el fin de producir un cambio. En este sentido, la desobediencia civil no sólo viola normas jurídicas,
sino que sobrepasa aquellos canales ordinarios, tanto jurídicos como políticos, que en un sistema
democrático existen para la producción del cambio de leyes o políticas gubernamentales, es decir,
se coloca fuera de las reglas del juego que sustentan a este sistema político.

La desobediencia civil, desde un punto de vista puramente jurídico formal, sólo puede ser
considerada como un acto ilegal, aunque no necesariamente defictivo. En esta medida el significado
de esta forma de conducta cívica debe buscarse en un espacio metajurídico, que precisamente lo
constituyen aquellas concepciones políticomorales que sustentan a las instituciones democráticas.

El hecho de que para algunos autores la desobediencia civil atente en contra de la democracia
misma, mientras que para otros desempeñe un importante papel innovativo y correctivo y
pertenezca esencialmente a este sistema político, se explica en la medida en que dichas posturas
corresponden a dos nociones de democracia. La primera es la noción de democracia formal que
refleja una preocupación por la validez de los procedimientos democráticos. La segunda es la noción
do democracia sustantiva que se preocupa porque los resultados del proceso democrático
correspondan con principios político-morales aceptables.

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Establecer la diferencia crucial entre la desobediencia civil y la violencia política, permite valorar a
la primera como una estrategia de transformación social acorde con los fundamentos de las
democracias constitucionales. El llamado movimiento de los derechos civiles, precedido por Martin
Luther King en los Estados Unidos, precisamente demostró que la desobediencia civil puede ser una
forma legítima de resistencia en un Estado democrático. Dirigido a cuestionar situaciones bien
determinadas de injusticia bajo los principios constitucionales y no a fracturar la legitimidad del
ordenamiento jurídico en su conjunto o a tomar el poder político, el movimiento de los negros no
podía ser equiparado con la violencia política, la anarquía o el crimen. Este movimiento de
desobediencia civil planteó un nuevo reto moral y político a la democracia norteamericana, y la
conceptualización de Bedau es la que mejor permite visualizarlos. En la medida en que la resistencia
se manifestó en forma pública, no violenta y sobre el fundamento de consideraciones político-
morales, estaba dirigida a instituciones capaces de integrar la crítica, autocorregirse y reformarse
pacíficamente.

Los retos del marco jurídico ante las nuevas dinámicas de participación política

Hay cuatro condiciones básicas que permiten la existencia de la participación ciudadana, a saber: el
derecho a la información, el respeto a los derechos fundamentales del hombre, confianza hacia las
instituciones democráticas del país por parte de los ciudadanos y la existencia de canales
institucionales y marcos jurídicos que regulen la participación. En México se ha dado un paso muy
significativo en cuanto a la última condición, pues las autoridades han hecho un esfuerzo por regular
la influencia de la sociedad sobre el Estado; sin embargo, todavía tenemos problemas con el
intercambio de información, con la violación de las garantías individuales y con la confianza que
tienen los ciudadanos hacia las instituciones políticas. Por ello, es poco el número de personas que
participan activamente en la vida pública.

Aunque ya contamos con un instituto que promueve y difunde el ejercicio del derecho de acceso a
la información, y los medios de comunicación a nivel federal ya no están sometidos al control del
gobierno, todavía no es suficiente para que los ciudadanos puedan estar informados y de este modo
influyan en las políticas gubernamentales. Debido a que no hay publicidad de las decisiones tomadas
por parte de nuestros representantes políticos, muchos funcionarios públicos terminan su gestión
sin rendir cuentas de lo que hicieron durante su administración, de lo que hicieron con nuestros
impuestos, de cómo los invirtieron y qué lograron mientras ocupaban su cargo. Esto no solamente
ocurre a nivel federal sino también a nivel estatal; de hecho, la rendición de cuentas en muchos
estados es casi nula. Como muestra de ello, en un informe de la Auditoría Superior de la Federación
(ASF), se señalaba que se registran muchas irregularidades en los estados en el manejo de los fondos
públicos, como pérdida constante de bienes, pagos efectuados con fines distintos a los autorizados,
pagos indebidos a personal y a conceptos de obra pública, pago de obras no realizadas, carencia de
documentación comprobatoria, etcétera. Si no es verdad, podemos preguntarnos de cuántos ex
gobernadores no hemos sabido que están involucrados en escándalos de corrupción,
endeudamiento, enriquecimiento (in)explicable o franca colusión con el crimen organizado: Tomás
Yarrington, Armando Reynoso, Narciso Agúndez, Juan José Sabines, Marco Antonio Adame,
Humberto Moreira, Emilio González Márquez, Arturo Montiel, Andrés Granier Melo y un largo
etcétera omitido aquí por falta de espacio.

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Pero esto se debe también a que, en muchas ocasiones, los medios de comunicación no tienen
libertad de expresión en los estados. Y esto se liga con la violación a las garantías individuales.
Durante 2009 se registraron 244 agresiones a la libertad de expresión en el contexto del ejercicio
periodístico, enmarcados en 194 casos; y de estos 244 ataques registrados, 160 fueron cometidos
por funcionarios públicos, lo que supone un 65.57% del total. De estos atentados, el 59.38% fueron
consumados por agentes de las fuerzas de seguridad del Estado y Fuerzas Armadas, mientras que
40.63% corresponde a funcionarios y cargos de elección popular (Artículo 19, 2010). Además, en el
marco de la guerra contra el narcotráfico, las Fuerzas Armadas han cometido graves violaciones de
derechos humanos, como ejecuciones, torturas y violaciones sexuales.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha publicado informes detallados sobre 65


casos perpetrados por el Ejército desde 2007, ha recibido mil 921 denuncias contra las Fuerzas
Armadas y 802 contra la Policía Federal. Sin embargo, nada más trascendió que ocho militares
fueron condenados por el sistema de justicia militar, en tanto que se desconoce el número de
policías procesados por violaciones a derechos (González, 2012). En materia de detenciones
arbitrarias, tortura y otros malos tratos, pese a que el año pasado la CNDH recibió mil 662 denuncias,
no se procesó a agentes del Estado por ese delito (ídem).

Esto ha provocado que las personas desconfíen de las instituciones políticas, de sus autoridades, y
como consecuencia se abstengan de interferir en los asuntos públicos.

Tanto la falta de información como la violación a los derechos fundamentales del hombre, han
creado un ambiente de incertidumbre en la población mexicana, y se manifiesta en la poca confianza
que tienen hacia las instituciones democráticas del país. Lo anterior podemos comprobarlo con la
ENCUP 2012, la cual reveló que todas las instituciones políticas, en promedio, salieron calificadas
por debajo de 6, en una escala del 0 al 10, donde 0 es No confío nada y 10 es Confío mucho. Podemos
afirmar que la falta de confianza que están sufriendo nuestras instituciones se debe a la poca
transparencia e integridad de los propios ejecutivos.

Los ciudadanos se abstienen de participar en las cuestiones que son del interés de todos. La falta de
confianza hacia las instituciones, la violación a las garantías individuales y la ausencia de
información, transparencia y rendición de cuentas, han hecho que existan bajos índices de
participación ciudadana. Las personas no quieren tomar parte en los asuntos públicos, en primer
lugar, porque no cuentan con la información suficiente para evaluar a los gobiernos o para
involucrarse en la realización de programas y políticas públicas. En segundo, porque el gobierno
sigue sin respetar las garantías individuales de los mexicanos; tan sólo las organizaciones defensoras
de derechos humanos, cuando interfieren en asunto públicos, son objeto de persecución y ataques.
En Tijuana, por ejemplo, dos defensoras de derechos humanos recibieron amenazas telefónicas y
por mensajes de texto entre noviembre de 2009 y mayo de 2010, y eran seguidas constantemente
por policías y militares (González, 2012). ¿Cómo puede esperarse que las personas se involucren en
los asuntos públicos cuando las autoridades responden de este modo? Por último, la participación
ciudadana es baja porque la sociedad mexicana desconfía, por todo lo anterior y por otros factores,
de las instituciones políticas, y ello se debe a que no obtienen la respuesta deseada.

Para incentivar la participación ciudadana, debemos revertir este tipo de situaciones. Una manera
de hacerlo es evitando la impunidad en México. La impunidad significa, sencillamente, que los
delitos cometidos no son sancionados por una u otra causa. En nuestro país, las autoridades no
sufren ningún castigo ni procesos penales cuando incurren en un delito. En lugar de castigarlos, se

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les encubre, justifica, protege, solapa o ampara, y en el peor de los abusos se les premia. Nuestro
Estado de Derecho es una verdadera caricatura. Esto hace que los hombres públicos infrinjan la ley,
roben, violen los derechos de los ciudadanos, sin preocupación alguna.

Sin embargo, no podemos erradicar la impunidad hasta que no haya una verdadera rendición de
cuentas. Las autoridades mexicanas deben estar obligadas a rendirlas. ¿Cómo es posible que hasta
la fecha sólo dos estados de la República contemplen en su ley la revocación de mandato? El servicio
público debe ofrecer al ciudadano un rostro sin máscara, un rostro que no se oculte y muestre el
sentido más amplio de su desempeño y de su compromiso con los más altos valores de la patria. En
este sentido, para fortalecer la transparencia en México, y que ésta signifique un salto cualitativo
en el acceso a la información y en la rendición de cuentas, es necesario establecer el carácter
definitivo e inatacable de las resoluciones del IFAI, dotarlo de capacidades de sanción, otorgarle
autonomía constitucional, ampliar su cobertura en la materia para toda la administración pública
federal y a toda persona física o moral que reciba recursos públicos, así como establecer que las
sesiones del Consejo sean públicas.

Otra propuesta es establecer en cada estado de la República un IFAI, no obstante, debe ser un
instituto autónomo, vigilado por las organizaciones locales de la sociedad civil y controlado por la
ciudadanía; debe contar con facultades para sancionar a las autoridades que se les encuentre alguna
irregularidad. No es cuestión de hacer más burocracia, sino de vigilar más de cerca a quienes
incurren en prácticas deshonestas.

Con la sanción de los funcionarios públicos, con la transparencia y la rendición de cuentas, podemos
empezar a recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones del gobierno e incrementar
la participación ciudadana. De este modo seríamos un país más democrático, un país donde los
ciudadanos tomen parte en las cuestiones que son del interés general, donde supervisen el ejercicio
del gasto público; en fin, donde se vele por el bienestar de la nación. Sólo así la población
verdaderamente ejercería el poder que le ha otorgado la Constitución mexicana. Pero para lograrlo,
gobierno y sociedad deben darse cuenta de que los verdaderos cambios no están solamente en las
leyes, sino también en la conciencia de todos los mexicanos.

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BIBLIOGRAFÍA

Anónimo. (3 de Marzo de 2006). El mercantilismo y sus impactos en américa. Recuperado el 10 de


Septiembre de 2017, de ABC Color: http://www.abc.com.py/articulos/el-mercantilismo-y-
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Molins Fábrega, N. (2017). Economía Mexica. Recuperado el 10 de Septiembre de 2017, de Portal


Académico CCH UNAM:
http://portalacademico.cch.unam.mx/alumno/historiademexico1/unidad2/culturamexica/
economia

II

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