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KEVIN J. BRUTON
Madrid
1
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 4.
548 KEVIN J. BRUTON
2
Cf. S. PINCKAERS, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su conte-
nido, su historia, Pamplona 22000, p. 299-300; 358.
3
CONCILIO VATICANO II, Optatam Totius, 16.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 549
cas del emotivismo, según el cual los juicios morales aparecen como
meras expresiones de preferencias, expresiones de actitudes o senti-
mientos. En este nuevo modelo, no se puede asegurar el acuerdo moral
por ningún método racional, debido a que las diferentes argumentacio-
nes se fundamentan sobre premisas rivales e irreconciliables. Al no te-
ner ninguna premisa irrebatible, ni razón concluyente, las disputas mo-
rales se presentan necesariamente interminables, como ejercicios de ra-
ciocinio que tendrían por objeto producir ciertos efectos no racionales
en las emociones o actitudes de aquellos que están en desacuerdo, a fa-
vor de la preferencia personal ya tomada previamente. Este trasfondo
inquietante de arbitrariedad privada conlleva la conclusión lógica de
que, cuando uno entra en temas morales, «no es para extrañarse que
nos pongamos a la defensiva y por consiguiente levantemos la voz»4.
Ante esta crisis moral, muchos, incluídos sacerdotes, optaron sim-
plemente por no hablar ni predicar sobre la moral5. Algunos, si lo men-
cionan, es en sentido peyorativo, debido a que todavía identifican la
moral cristiana con una moral legalista-minimalista, frecuentemente
confundiendo la moral con el moralismo6. Otros sostienen que estos
temas deberían simplemente pasar a la «retaguardia» y no faltan quie-
nes se preguntan si existe aún una moral cristiana que se pueda ense-
ñar7.
4
Cf. A. MACINTYRE, Tras la virtud, Barcelona 22004, p. 22. De hecho, se
ha diagnosticado el emotivismo como la teoría de uso en la sociedad actual cf.
Ibíd., 19-55.
5
Cf. L. MELINA, Moral: entre la crisis y la renovación, Madrid 21998, p.
19.
6
Cf. L. MELINA define el moralismo así: «El dar por supuesta la claridad
de la norma y limitarse a condenar los comportamientos concretos, concen-
trando la denuncia sólo en esto». Moral: entre crisis y renovación, p. 21.
7
Cf. PINCKAERS, Las fuentes de la moral cristiana, 363: En el posconcilio
«las cosas han girado a veces a lo loco, y no es raro oír a la gente, incluso a los
sacerdotes, preguntarse si existe aún una moral cristiana que se pueda ense-
ñar».
550 KEVIN J. BRUTON
8
Cf. M. SCHELER, Ética, Madrid 2001. Título original: El formalismo en la
Ética y la ética material de los valores; D. VON HILDEBRAND, Ética cristiana,
Barcelona 1962.
9
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 32 donde declara del grave error
de «exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que
sería la fuente de los valores».
10
Cf. B. HARING, La moral y la persona, Barcelona 1973, p. 157: «La
norma central de la ética de los valores es la norma de la debida preferencia
(no identificada nunca, sin embargo, plenamente con el bien absoluto) en las
situaciones humanas de conflicto y en los deseos conflictivos del hombre».
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 551
11
Cf. JUAN PABLO II, Discurso al IV Congreso Internacional de la Familia
de África y Europa. 14-III-86, n.1: «Hablar de “conflicto de valores o de bie-
nes” y de la consiguiente necesidad de lograr una especie de “equilibrio” de los
mismos, eligiendo uno y rechazando el otro, no es moralmente correcto y sólo
produce confusión en la conciencia de los esposos»; CONFERENCIA EPISCOPAL
ESPAÑOLA, Una encíclica profética: la «Humanae Vitae». Reflexiones doctri-
nales y pastorales, nn. 68- 69: «La tradición moral católica ha mantenido de
modo constante esta afirmación: un conflicto de deberes no existe ni puede
existir en el plano objetivo. Si el orden moral se fundamenta en Dios, habría
que adjudicar a Dios mismo la existencia de esos conflictos».
12
Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Notificación sobre al-
gunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C.Ss.R., 22-II-2001.
552 KEVIN J. BRUTON
13
VIDAL, MARCIANO, Moral de actitudes: Moral fundamental, Madrid
1975, p. 541: «Entendemos la actitud moral a partir de la noción que sobre ac-
titud en general aportan la Psicología y la Sociología». El mismo autor declara
que la Moral de actitudes está construida sobre «la opción por el paradigma de
la “autonomía teónoma” reinterpretado desde la “ética de liberación”» (Ibid.,
266).
14
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Notificación sobre algunos
escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C.Ss.R., 22-II-2001.
15
Ibid.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 553
19
ARISTÓTELES, Ética, III, «Qualis unusquisque est, talis finis videtur ei»,
citado en I-II, 58, 5. PINCKAERS, “Rediscovering virtue”, 373: «In this work
where we encounter reality, both interior and external, we develop a kind of
knowledge that is proper to virtue, a knowledge attained through connaturality:
a rapid, sure, penetrating, and intuitive ability to judge».
20
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 4.
21
La encíclica se refiere más habitualmente a una «moral evangélica» cf.
JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 8; 15; 106; o a una «moral cristiana» cf. 19;
29; 66; 107; 114; 119. Se menciona la «moral bíblica de la Alianza, y de los
mandamientos, de la caridad y de las virtudes» una vez en relación con «la
doctrina del objeto» cf., 82. P. D’ORNELLAS se sorprende de que no se haya tra-
tado más directamente de las virtudes en la encíclica por dos razones: «Da una
parte, perché l’enciclica sviluppa una morale che si poggia sulla richiesta di fe-
licità che muove l’uomo verso il cammino della virtù; dall’altra, perché il suo
autore ha dimostrato in che modo intregrava la virtù con il propio pensiero mo-
rale» [“Verità, virtù e libertà”, en: L. MELINA-J. NORIEGA (eds.), «Camminare
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 555
25
Destacan en particular tres contribuciones que trataban directamente de
las virtudes, cf. P. D’ORNELLAS, “Verità, virtù e libertà”, 157-168; E. SCHOC-
KENHOFF, “Le virtù e il bene”, 239-263; G. ANGELINI, “Le virtù e la figura della
coscienza credente”, 265-278; en: MELINA, L. - NORIEGA, J. (eds.), «Cammina-
re nella luce». Prospettive della teologia morale a partire da Veritatis splen-
dor, Roma 2004.
26
Acerca de la evolución de la ética de la virtud y sus principales exponen-
tes, cf. G. ABBÁ, Felicidad, vida buena y virtud, Barcelona 1992, p. 85-138; L.
MELINA, Moral: entre la crisis y la renovación, Madrid 21998, p. 27-29; J.J.
PÉREZ-SOBA, “«La fe que obra por la caridad» (Ga 5,6): Un anuncio de vida
cristiana”, en: Una luz para el obrar, 683-687; E. SCHOCKENHOFF, “Le virtù e
il bene”, 242-243. De modo general: F. COMPAGIONI - L. LORENZETTI (eds.),
Virtù delll’uomo e responsabilità storica. Originalità, nodi critici e prospettive
attuali della ricerca atica delle virtù, Cinisello Balsamo 1998.
27
Cf. G. E. M., ANSCOMBE, “Modern Moral Philosophy”: Philosophy 33
(1958) 1-19.
28
Cf. I. MURDOCH, The Sovereignty of Good, Nueva York 1970. Trad. es-
pañola, La soberanía del bien, Madrid 2001.
29
Cf. E. L. PINCOFFS, “Quandary Ethics”: Mind 80 (1971) 552-571. Más
tarde desarrollará sus ideas en su libro ID., Quandaries and Virtues. Against
Reductivism in Ethics, Lawrence/KS 1986.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 557
35
Cf. A. MACINTYRE, After Virtue. A Study in Moral Theory, Notre Dame-
IN 1981, 21984. Trad. española, Tras la virtud, Barcelona 1988. El autor pro-
fundiza en algunas de las intuiciones fundamentales en dos obras posteriores:
ID., Whose Justice? Which Rationality?, London 1988. Trad. española: Justicia
y racionalidad, Barcelona 1994; ID., Three Rival Versions of Moral Enquiry.
Encyclopaedia, Genealogy, and Tradition, London 1990. Trad. española, Tres
versiones rivales de la ética. Enciclopedia, Genealogía y Tradición, Madrid
1992.
36
Cf. M. NUSSBAUM, The Fragility of Goodness. Luck and Ethics in Greek
Tragedy and Philosophy, Cambridge 1986. Trad. española, La fragilidad del
bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, Madrid 1995; ID., The
Therapy of Desire. Theory and Practice in Hellenistic Ethics, New Jersey
1994. Trad. española, La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética hele-
nística, Barcelona 2003; ID., Upheavals of Thought. The Intelligence of
Emotions, Cambridge 2001.
37
Cf. S. PINCKAERS, “La vertu est toute autre chose qu’une habitude”:
Nouvelle Revue Théologique 82 (1960) 387-403. Trad. española, “La virtud es
todo menos una costumbre”, en ID., La renovación de la teología moral, Este-
lla 1971, p. 221-246.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 559
38
Cf. ID., Les sources de la morale chretienne, Friburgo 1985 Trad. espa-
ñola, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, su historia,
Pamplona 22000.
39
Cf. M. RHONHEIMER, La prospettiva della morale. Fondamenti dell’e-
tica filosofica, Roma 1994. Trad. española, La perspectiva de la moral. Fun-
damentos de la Ética Filosófica, Madrid 2000.
40
Cf. G. ABBÁ, Felicità, vita buona e virtù, Roma 1989. Trad. española,
Felicidad, vida buena y virtud, Barcelona 1992.
560 KEVIN J. BRUTON
píritu Santo, nos guíen a una plenitud de vida. Resaltar la primacía del
amor le permite destacar la importancia de las pasiones en la vida mo-
ral y en la configuración de las virtudes en orden a la verdadera felici-
dad del hombre41.
13. Melina, Noriega y Pérez-Soba: Estos tres autores han realizado
conjuntamente una serie de obras destinadas a profundizar en la inves-
tigación42. En particular Pérez-Soba se detiene en la interpersonalidad
del amor como fundamento para la moral. Esta perspectiva le ha per-
mitido situar la moral de las virtudes en una orientación claramente
teologal y englobarlas en el contexto más adecuado de las categorías
personales. También resalta el lugar primordial que ocupan las virtudes
teologales43. Noriega ha estudiado particularmente el influjo del Espíri-
tu Santo en el conocimiento moral. Así, sitúa la integración de las vir-
tudes en el dinamismo del Espíritu Santo, capacitándolas con la «pro-
porción» requerida para su ordenación a la beatitud. También concede
una importancia especial a la caridad como amistad con Dios44. Melina
ha publicado varias obras en esta línea de investigación. Una de ellas
tiene una relevancia especial para nuestro trabajo, en cuanto acentúa el
41
Cf. P. J. WADELL, Friendship and the Moral Life, Notre Dame, Indiana
1989; ID., Friends of God. Virtues and Gifts in Aquinas, New York 1991; ID.,
The Primacy of Love. An Introduction to the Ethics of Thomas Aquinas, New
York 1992. Trad. española, La primacía del amor. Una introducción a la ética
de Tomás de Aquino, Madrid 2002.
42
Cf. L. MELINA - J. NORIEGA - J. J. PÉREZ-SOBA, Plenitud del obrar cris-
tiano: dinámica de la acción y perspectiva teológica de la moral, Madrid
2001; ID., Una luz para el obrar. Experiencia moral, caridad y acción cristia-
na, Madrid 2006; ID., Caminar a la luz del amor. Los fundamentos de la moral
cristiana, Madrid 2007.
43
Cf. J. J. PÉREZ-SOBA, «Amor es nombre de persona». Estudio de la in-
terpersonalidad en el amor en Santo Tomás de Aquino, Roma 2001; ID., “«La
fe que obra por la caridad» (Ga 5,6): Un anuncio de vida cristiana”, en: LPO,
114-14; ID., “La caridad y las virtudes en el dinamismo moral”, en: LPO, 161-
184; ID., “Justicia y amor”, en: Una luz para el obrar, 217-256.
44
Cf. J. NORIEGA, «Guiados por el Espíritu». El Espíritu Santo y el cono-
cimiento moral en Tomás de Aquino, Roma 2000; ID., “«Movidos por el Espíri-
tu»”, en: L. MELINA - J. NORIEGA - J. J. PÉREZ-SOBA, Plenitud del obrar cristia-
no: dinámica de la acción y perspectiva teológica de la moral, Madrid 2001,
183-200; ID., “Las virtudes y la comunión”, en: Plenitud del obrar cristiano,
403-412; ID., “Amor y acción”, en: Una luz para el obrar, 323-336; ID., “La
reciprocidad en la dinámica comunicativa del bien”, en: Una luz para el obrar,
337-352.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 561
45
Cf. L. MELINA, Sharing in Christ’s Virtues: For a Renewal of Moral
Theology in Light of Veritatis Splendor, Washington 2001. Trad. española,
Participar en las virtudes de Cristo, Madrid 2004.
46
Sobre este debate y las distintas modos de integrar el deber y la virtud,
cf. ABBÁ, 115-129.
562 KEVIN J. BRUTON
3. ¿Qué es la virtud?
47
Cf. K. WOJTYLA, Persona y acción, Madrid 1982.
48
Cf. GREGORIO DE NISA (SAN), De vita Moysis, II, 2-3 (PG 44, 327-328).
49
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 78.
50
Ya hubo una moral de obligación con G. Ockham y los nominalistas en
el siglo XIV, sin embargo tuvo su expansión más significativa con las Institu-
ciones morales de Juan Azor en el siglo XVII. Sobre la evolución histórica y el
progresivo dominio de la moral de la obligación, cf. PINCKAERS, Fuentes de la
moral cristiana, 241-384.
51
Sobre este proceso histórico, son especialmente interesantes los siguien-
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 563
to dio como fruto una conciencia mayor sobre los autores de la anti-
güedad en el tema de las virtudes y el empobrecimiento a que se vio
sometido en el estoicismo. Se pudo reconocer en la ética moderna del
deber la vuelta a dicha concepción estoica, según la cual no existen las
virtudes, sino la virtud, entendida como la capacidad de seguir las leyes
y normas morales52.
6. La racionalidad práctica
7. La voluntad y la libertad
56
Cf. ABBÁ, 61.
57
Cf. MELINA, Participar en las virtudes de Cristo, p. 77-78.
58
Cf. MACINTYRE, p. 189: «El agente moral educado debe por supuesto sa-
ber lo que está haciendo cuando juzga o actúa virtuosamente. Por lo tanto hace
lo virtuoso porque es virtuoso. Este hecho distingue el ejercicio de las virtudes
del ejercicio de ciertas cualidades que no son virtudes, sino más bien simula-
cros de virtudes (…). El agente auténticamente virtuoso actúa sobre la base de
un juicio verdadero y racional».
59
Cf. ABBÁ, p. 258.
60
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 34: «La pregunta moral, a la que
responde Cristo, no puede prescindir del problema de la libertad, es más, lo
considera central, porque no existe moral sin libertad».
61
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 31-34.
566 KEVIN J. BRUTON
en perjuicio de la persona62.
Pero hay otra forma de entender la libertad. Es verdad que la volun-
tad puede elegir en muchas direcciones, pero precisamente por eso, es
necesario educar y fortalecer la voluntad en una dirección determinada:
el verdadero bien. Las virtudes proporcionan esta formación que la vo-
luntad requiere e implican un uso responsable de la libertad63. En este
sentido la verdad y el bien, expresados en la ley de Dios, no suponen
una limitación a la libertad, sino todo lo contrario, es lo que verdade-
ramente garantiza y promueve el desarrollo de la libertad, pues nadie
sabe y quiere tanto como Dios lo que es más favorable a la persona en
su orientación hacia su fin último y su verdadera plenitud64. Se ha lla-
mado a la libertad así configurada por las virtudes «libertad de cali-
dad», porque proporciona una determinación estable de los actos hacia
el verdadero bien de la persona.
62
«Libertad de indiferencia» y «libertad de calidad» son los términos utili-
zados por S. PINCKAERS para explicar la diferencia entre dos maneras de enten-
der la libertad, cf. Fuentes de la moral cristiana, p. 387-445.
63
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 72: «El obrar es moralmente bue-
no cuando las elecciones de la libertad están conformes con el verdadero bien
del hombre y expresan la ordenación voluntaria de la persona hacia su fin últi-
mo, Dios». P.J. WADELL, Friends of God, p. 90: «We need the virtues (…) to
determine our will to the good, for until we develop a habit to the good our
behavior lacks the consistency and facility necessary for making the good
characteristic of all we do (…). That is why it is true but insufficient to say the
will naturally seeks the good. Since the good is manifold and since many
things appear good to the will, the will must be determined by virtue to some
good instead of others».
64
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 35.
65
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 64: «Para poder “distinguir cuál
es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2) (…) es
indispensable una especie de “connaturalidad” entre el hombre y el verdadero
bien. Tal connaturalidad se fundamenta y se desarrolla en las actitudes virtuo-
sas del hombre mismo: la prudencia y las otras virtudes cardinales, y en primer
lugar las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad».
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 567
9. El carácter virtuoso
66
Cf. MELINA, Participar en las virtudes de Cristo, p. 75: «Las virtudes
son modos de ser del sujeto a través de los cuales su dinámica interior, tanto
afectiva como intelectual, está integrada y dispuesta a obrar convenientemente
respecto al bien. Estamos hablando de habitus (modos de ser), que son el tér-
mino medio entre lo que somos ahora y lo que estamos llamados a ser».
67
Así lo denomina MACINTYRE en su obra Tras la virtud, p. 189: «Las vir-
tudes son disposiciones no sólo para actuar de maneras particulares, sino para
sentir de maneras particulares. Actuar virtuosamente no es, como Kant pensa-
ría más tarde, actuar contra la inclinación; es actuar desde una inclinación for-
mada por el cultivo de las virtudes. La educación moral es una “educación sen-
timental”».
68
Cf. WADELL, Primacía del amor, p. 193; NORIEGA, “«Movidos por el
Espíritu»”, en: Plenitud del obrar cristiano, p. 193.
69
Cf. WADELL, Friends of God, p. 71-72: «Passion suggests openness, the
capacity to take on what is lacking in one’s perfection, and to call love a
passion means our perfection comes principally not from our activity, but from
our openness to God, our willingness to be vulnerable to God, and our desire to
be absorbed into God».
568 KEVIN J. BRUTON
Las acciones que están formadas por las virtudes están conformes a
75
Cf. MACINTYRE, p. 196-197.
76
Cf. WADELL, Primacía del amor, p. 133-134; PÉREZ-SOBA, “La enseñanza
de la teología moral”, en: Plenitud del obrar cristiano, p. 105.
77
El Catecismo de la Iglesia Católica presenta la santidad cristiana como
el objetivo de la vida cristiana (2012-16). En este sentido, la moral y la espiri-
tualidad están en estrecha relación, cf. MELINA, Participar en las virtudes de
Cristo, p. 223.
78
Cf. MELINA - NORIEGA - PÉREZ-SOBA, “Tesis y cuestiones acerca del es-
tatuto de la teología moral fundamental”, en: Plenitud del obrar cristiano, p.
22; MELINA, “La «verdad sobre el bien»”, en: Plenitud del obrar cristiano, p.
59.
570 KEVIN J. BRUTON
79
Cf. MACINTYRE, p. 270; NORIEGA, “Los ojos de la caridad”, en: Una luz
para el obrar, p. 154.
80
Cf. MELINA - NORIEGA - PÉREZ-SOBA, “Tesis y cuestiones”, p. 22-23;
152; ABBÁ, p. 74.
81
Cf. NORIEGA, “Los ojos de la caridad”, p. 150; 152; 156; 157.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 571
82
Cf. WADELL, Primacía del amor, p. 29; 162-163; 215
83
Cf. WADELL, Primacía del amor, p. 80; 151; 152; 156; 218; ID., Friends of
God, p. 106-107.
84
Cf. NORIEGA, “Las virtudes y la comunión”, p. 410.
85
Sobre las virtudes teologales en la historia y actualidad de la teología cf.
PÉREZ SOBA, “«La fe que obra por la caridad»”, en: Una luz para el obrar, p.
115-145.
86
Cf. J. RATZINGER, Mirar a Cristo. Ejercicio de fe, esperanza y amor, Va-
lencia 1990; P. LAÍN ENTRALGO, Creer, esperar, amar, Barcelona 1993; M.
COZZOLI, Ética teologales. Fede, Carità, Speranza, Cinisello Balsamo 1991; R.
CESSARIO, Las virtudes, Valencia 1992, p. 11-121; M. LUBOMIRSKI, Vita nuova
nella fede, speranza, carità, Assisi 2000; M. GELABERT BALLESTER, Para en-
contrar a Dios, Salamanca-Madrid 2002; J.R. FLECHA ANDRÉS, Vida cristiana,
vida teologal. Para una moral de la virtud, Salamanca 2002.
572 KEVIN J. BRUTON
87
Cf. PÉREZ-SOBA, “La fe que obra por la caridad”, p. 124.
88
Cf. PÉREZ-SOBA, “La fe que obra por la caridad”, p. 139-140.
89
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 19.
90
Cf. MELINA - NORIEGA - PÉREZ-SOBA, “Tesis y cuestiones”, p. 31.
91
Cf. MELINA - NORIEGA - PÉREZ-SOBA, “Tesis y cuestiones”, p. 34.
92
Cf. MELINA, “La «verdad sobre el bien»”, p. 57.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 573
93
Cf. MELINA, Participar en las virtudes de Cristo, p. 181.
94
Cf. PÉREZ-SOBA, “Hacia un cristocentrismo de la acción”, en: Plenitud
del obrar cristiano, p. 151.
95
Cf. MELINA, Participar en las virtudes de Cristo, p. 177-178.
96
Cf. MELINA, Participar en las virtudes de Cristo, p. 161-162; 55: «El tema
“cristología y moral” se puso en el centro del debate y los teólogos morales y
dogmáticos se ocuparon de ello (…). Algunos, después de un entusiasmo ini-
cial por el momento dogmático, terminaron por abandonar las directrices nor-
mativas particulares a favor de una intuición subjetiva de la conciencia. No sin
razón se habló de un “cristocentrismo moral inconcluyente”».
97
Cf. WADELL, Friends of God, p. 125; 136.
98
Cf. PINCKAERS, La vida espiritual, p. 186.
99
Cf. WADELL, Friends of God, p. 127.
574 KEVIN J. BRUTON
nes es Dios100.
El impulso divino que recibimos del Espíritu Santo es lo que pone
en movimiento la misma racionalidad práctica para buscar aquellos
bienes convenientes para una unión más profunda con Dios101. Para
avanzar en el camino hacia Dios es preciso conocerle como fin en la
acción. El instinto que permite este conocimiento por connaturalidad
en la perspectiva de la Persona divina es el instinto del Espíritu Santo.
Es así como Dios atrae al hombre a sí en la acción por medio de la no-
titia finis que experimenta en ella. Es precisamente por esto que los
dones son necesarios para moldear las virtudes y que sean permeables
a las sugerencias del Amado102.
100
Cf. WADELL, Primacía del amor, p. 236.
101
Cf. NORIEGA, “«Movidos por el Espíritu»”, en: POC, p. 189.
102
Cf. NORIEGA, “«Movidos por el Espíritu»”, p. 195-196.
103
Cf. PINCKAERS, La vida espiritual, p. 49-50; MELINA, Participar en las
virtudes de Cristo, p. 181-182: «La referencia cristológica exige también una
reformulación del significado y la jerarquía de las virtudes (…). En referencia
a Cristo, entran en juego nuevas virtudes, desconocidas para la filosofía clási-
ca: la humildad, la obediencia, el servicio». G. ANGELINI escribe en la misma
línea, pero acentuando otras virtudes: «El discurso escolástico en torno a las
pasiones y a la virtud parece sobrevivir mucho de la herencia griega: no cono-
cía ni mucho menos apreciaba esas virtudes modestas, que tienen sin embargo
un lugar relevante en el Nuevo Testamento; pensamos, por ejemplo, en la pa-
ciencia, en la humildad en la disposición al servicio y al perdón», Las virtudes
y la fe, Madrid 2004, p. 118.
104
Cf. PINCKAERS, La vida espiritual, p. 50: «Es preciso reconocer, además
que, en virtud de su empleo de las listas elaboradas por Cicerón para clasificar
las virtudes, santo Tomás no puede otorgar sino un espacio aparentemente muy
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 575
111
Cf. MELINA, Participar en las virtudes de Cristo, p. 234.
112
Cf. NORIEGA, “Las virtudes y la comunión”, p. 410.
113
Cf. MELINA, Participar de las virtudes de Cristo, p. 192; ID., “La Igle-
sia, morada del obrar moral”, en: Una luz para el obrar, p. 353-356; MELINA -
NORIEGA - PÉREZ-SOBA, “Tesis y cuestiones”, p. 36; ABBÁ, p. 219.
114
PINCKAERS, por su parte, siguiendo a Santo Tomás, presenta tres etapas
en la educación moral: la disciplina que inculca principios y reglas para condu-
cir al educando a la comprensión del fin de la disciplina y sea capaz de realizar
acciones de calidad; la segunda etapa sería el progreso personal y la formación
de la virtud en que la persona actúa por amor a la virtud misma y por amor de
las personas por ellas mismas; en la tercera etapa, la preocupación dominante
de la persona es estar unido a Dios y poner en Él toda su alegría, cf. Las fuen-
tes de la moral cristiana, p. 423-438.
115
Cf. ABBA, p. 268-272.
REFLEXIÓN RECIENTE ACERCA DE LAS VIRTUDES 577
116
Cf. ABBÁ, p. 272-279.
117
Cf. PÉREZ-SOBA, “La enseñanza de la teología moral”, p. 101-120.
578 KEVIN J. BRUTON
CONCLUSIÓN