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(TOMO I)
2
ABSTRACT:
The role of the News Ombudsman has few examples in the Argentine media,
just as it happened with other self-regulatory mechanisms of the press in this
country. This situation happened together with little journalistic and academic
reflection on this issue.
This Thesis proposes a detailed approach to the issue, beginning with a
reconstruction of the history and evolution of News Ombudsman in world press,
and following with a complete analysis of Argentine cases: La Maga and Luna
magazines, Perfil newspaper and Radio de la Ciudad de Buenos Aires
broadcast station.
Through documentary analysis and interviews with protagonists of these
experiences, this research provides a profile of Argentine News Ombudsmen
(professional and regulatory aspects, work routines and relationships with
public, journalists and other journalistic institutions), and identifies the most
frequent public complaints they received, how they solved them and what they
answered.
In exercising an intermediary role between those who produce or broadcast
news and the public, the Ombudsman is in the right place for reflection and
criticism about what and how information is reported. The main question that
the pages that follow attempt answering are which conditions there must exist in
order that this figure can carry out a "Right to Information’s pedagogy".
3
DEDICATORIAS
AGRADECIMIENTOS
A Germán Rey, ex Defensor del Lector del diario El Tiempo de Colombia, por
sus clases en la Maestría en Periodismo.
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ÍNDICE
5
5.2) La pedagogía del Derecho a la Información……………………………………………………85
5.3) Variaciones de un modelo.………………………………………………………………………..86
5.4) Elección……………………………………………………………………………………………..89
5.5) Cualidades………………………………………………………………………………………....91
5.6) Estatuto. Inmunidades. Incompatibilidades…………………………………………………….93
5.7) Rutina. Tareas internas y externas. Procedimientos………………………………………….96
5.8) Las quejas más frecuentes……………………………………………………………………....98
5.9) Participación del público y actuación de oficio………………………………………………..100
5.10) La función pedagógica…………………………………………………………………………101
5.11) Otras iniciativas desde las Defensorías………………………………………………………103
5.12) Efectos sobre el público y los periodistas……………………………………………………106
5.13) Ejemplos de los cambios logrados……………………………………………………………111
5.14) Efectos sobre el propio Defensor……………………………………………………………..114
5.15) Críticas y defensas de la figura………………………………………………………………..117
5.16) El rol de la Universidad en la discusión del tema……………………………………………122
6
1.6) Perfil de los Defensores argentinos: entre la teoría y la práctica…………………………...193
(E) CONCLUSIÓN
E1) Resumen…………………………………………………………………………………………..242
E2) Introducción……………………………………………………………………………………….242
E3) Confirmación de la hipótesis.......................……………………………………………………246
E4) Los caminos que abre esta investigación……………………………………………………...251
E5) Cierre final…………………………………………………………………………………………252
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8
(A) INTRODUCCIÓN
Un hombre de mirada penetrante, gesto adusto y postura firme señala con su dedo
índice una máquina de escribir. Al mejor estilo Superman, calza botas, lleva una capa
y en su pecho una insignia en donde se distingue una gran letra “O”. No está solo.
Detrás de él una decena de manos imitan su actitud, lo respaldan, hacen más fuerte
su presencia. Juntos, parecen querer indicarle algo a quien está escribiendo
solitariamente en esa vieja máquina.
Con esta ilustración la revista La Maga anunciaba a fines de 1993 que se
encontraba en la búsqueda de un Ombudsman, de un Defensor de los lectores, cuya
función sería evaluar la tarea de los periodistas de esa publicación. No era una
propuesta más, ya que hasta ese entonces ningún otro medio argentino había
reconocido que su público tenía el derecho de poner en cuestión el producto
informativo que se le ofrecía, más allá de alguna que otra carta de lectores que podían
publicar esporádicamente con alguna queja.
La Maga planteaba así, con esta iniciativa, un reconocimiento explícito de la crítica
de los lectores, asignándole un espacio fijo en la revista e instituyendo la figura de un
Defensor, encargado de recibir, investigar y responder a esos cuestionamientos. No
era la primera vez, en 1993, que La Maga apostaba a establecer un vínculo más
estrecho con su público a través de la propuesta de una Defensoría. Esta revista
cultural, que había nacido un 5 de septiembre de 1991 a partir de la iniciativa de
profesores y ex alumnos del Taller Escuela Agencia (TEA), ya había nombrado en abril
de 1992 a su primer Ombudsman, el periodista Carlos Abrevaya, quien desempeñó el
cargo durante un año. Lo sucedería, ya en 1994, Adriana Lazzeretti, también
periodista y con formación en filosofía y ética aplicada a los medios de comunicación.
En este sentido, La Maga se hacía eco de una tendencia que había empezado a
arraigar en la prensa mundial a fines de la década del sesenta, particularmente en
Estados Unidos y en Suecia, y que recién en 1989 había llegado a Latinoamérica a
través del diario Folha de San Pablo en Brasil. Para Argentina, La Maga se instituía
como una publicación pionera que en el marco de la década del ´90 se animaba a
poner la lupa sobre los errores de los periodistas, advirtiendo que los principios éticos
de la profesión podían ser violados “bajo la forma de parcialidades, favorecimiento o
manipulación de la información” y que si no se quería perder la confianza del público
debían ser los propios medios quienes impulsaran mecanismos de autocontrol (La
Maga, 1993, 24 de noviembre).
9
El camino iniciado por La Maga, en cuanto a la implementación de Defensorías de
lectores, tuvo su continuación en la misma década en otras dos publicaciones, esta
vez de editorial Perfil: la revista femenina Luna (a partir de 1997, nombrando primero a
Cecilia Absatz y luego a Clara Fontana) y el diario Perfil (en su corta vida de sólo tres
meses, en 1998, con el periodista Abel González).
Este tibio impulso inicial prácticamente se perdió en los años siguientes. Recién en
septiembre de 2004 la figura del Defensor reapareció, aunque esta vez no por fruto de
la iniciativa privada, sino desde un medio público. Fue la Radio de la Ciudad de
Buenos Aires, la que apostó por Guillermo Jelen como Defensor, encargándole la
tarea de “mediar” entre su plantel de profesionales y sus oyentes. La otra novedad
llegó un año después y nuevamente de la mano de Perfil, cuando reapareció con
periodicidad de semanario y, al igual que en 1998, puso a disposición del público la
figura del Ombudsman. Para esta ocasión se eligió primero al periodista Nelson Castro
y luego a su colega Andrew Graham-Yooll.
Esta breve reseña da el pie para poder plantear los argumentos que justifican el
por qué de la elección de este tema de Tesis, en el marco de la Maestría en
Periodismo, desarrollada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires.
Como se advierte en la mención de los casos, hasta el momento, la figura del
Ombudsman o Defensor ha tenido un escaso arraigo en los medios argentinos y esta
situación ha hecho que se convierta en un tema prácticamente ignorado, tanto desde
la investigación académica como desde la propia reflexión periodística.
Este déficit no sólo es patrimonio de Argentina, ya que incluso en países donde las
Defensorías de medios se encuentran consolidadas, como por ejemplo en España,
también se advierte acerca del “notable grado de desconocimiento” entre especialistas
y periodistas acerca de “la historia, naturaleza y desarrollo” de esta forma de
autorregulación. Lo que conduce a valoraciones acerca de su efectividad basadas sólo
“en el criterio, la intuición o la experiencia personal” (Maciá Barber, 2006 p. 21). Similar
diagnóstico también plantea Aznar (1999 p. 19).
En este sentido, en Argentina, tanto quienes desde la dirección de un medio han
propuesto la existencia de Defensores, como los profesionales elegidos para el cargo
o los periodistas y los públicos que han debido interactuar con ellos, se han enfrentado
a una figura de origen foráneo, de la que algo se sabe por su actuación en diarios de
renombre a nivel internacional, pero de cuya efectividad a escala local poco o nada se
conoce.
La escasa difusión acerca de qué hace un Defensor del público, quién puede ser
elegido para el cargo, cuáles son sus competencias y sus limitaciones, qué puede
10
reclamar el público y qué obligaciones y derechos frente a los cuestionamientos tienen
los periodistas, ha hecho más arduo el trabajo de los profesionales que en algún
momento han desempeñado el cargo.
Los Defensores argentinos se han enfrentado primero, a su propio
desconocimiento y a la necesidad imperiosa de aprender los rudimentos de este
trabajo buscando el consejo de colegas extranjeros. Segundo, y más importante, al
desconocimiento de periodistas y públicos, lo que genera resistencias en los
profesionales a la autocrítica y una confusa concepción entre los lectores y oyentes
acerca de qué es lo que se le puede reclamar a un Defensor en materia de medios.
Reconstruir, en este sentido, las características de las Defensorías del público en
Argentina apuesta a cubrir ese vacío. Pero no sólo como un intento de aporte a la
historia del periodismo local y a quienes en un futuro puedan ejercer este cargo, sino
también a la investigación internacional sobre este tema ya que, como se verá
después, las referencias a casos argentinos en estudios a escala regional o mundial
es prácticamente nula.
Más allá del interés que este tema puede despertar en el ámbito académico, hay
motivos de índole coyuntural que se han sucedido en los últimos años y que actualizan
la discusión acerca de la formas de autorregulación que puede adoptar el periodismo
en pos del respeto del Derecho a la Información. Entendiendo a éste, tal como explica
Loreti (1995 p. 15), como el resultado de un proceso de “evolución histórica y jurídica”
de “contornos más amplios que la libertad de prensa” y que comprende no sólo las
“facultades y obligaciones” de quienes producen y emiten sino, sobre todo, los
derechos de quienes reciben la información.
El rol de los medios en la crisis política y económica de fines de 2001, en los casos
de secuestros e inseguridad, en el conflicto del gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner con el sector agropecuario en 2008, en la cobertura de la pandemia por la
Influenza A (H1N1) en 2009 y en el tratamiento parlamentario de una nueva ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual durante ese mismo año, han sido algunos de
los momentos claves más recientes en los cuales el periodismo argentino, por presión
social o por convicción propia, abrió un cierto debate sobre su labor.
Si se observan encuestas acerca del nivel de credibilidad de los medios locales
puede advertirse cómo la alta consideración social sobre su rol obtenida en la década
del ´90, en particular debido a las denuncias de corrupción del poder político, cayó
considerablemente a partir de 2001.
Las cifras que arrojan dos investigaciones ilustran la cuestión. Según el Centro de
Estudios Unión para la Nueva Mayoría la imagen pública positiva de los medios
descendió desde un 62% en 1996 a un 27% en 2002, por lo que según se reflexiona
11
desde un editorial del diario El Cronista “se perdió la mitad del prestigio entre la última
etapa menemista, el ascenso de la Alianza UCR-Frepaso y la devaluación de Duhalde”
(2004, 23 de febrero). Una actualización de esa investigación, durante el 2005, siguió
mostrando a la prensa lejos de las marcas obtenidas en la década del ´90: ahora con
un 30% (Diario sobre Diarios, 2005, 25 de noviembre). Otra encuesta, realizada por
Ricardo Rouvier a pedido de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires
(UTPBA), marcó también la misma tendencia: en agosto de 1998 el periodismo se
ubicaba “en la cima de la credibilidad” con una aprobación del 55,1%. En 2004 y “tras
el cambio del escenario político” la consideración bajó a un 35,5% (Postolski, 2004).
Este cambio de situación no pasó desapercibido por los propios periodistas ni por
los medios quienes a través de editoriales y artículos de opinión plantearon la
necesidad de un debate interno que permitiera corregir desviaciones y recuperar el
equilibrio.
Sensacionalismo, pobre debate de ideas, desmesurada competencia por la
primicia, demagogia, falta de independencia e incluso sospechas de corrupción sobre
algunos integrantes de la prensa, formó parte del mea culpa que intentaron hacer
algunos medios ya pasados los primeros años del nuevo siglo. Con la salvedad de que
no puntualizaron sus errores en particular sino que eligieron un planteo general que
hasta ahora no ha sido traducido masivamente en nuevos mecanismos de
autorregulación.
Una excepción al respecto lo constituyó el Código de Ética propuesto por un grupo
de periodistas asociados en el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) que fue
aprobado en noviembre de 2006 tras celebrarse el “Primer Congreso Nacional de Ética
Periodística”.
Motivados por los resultados de una encuesta propia que arrojaba que el 86,5% de
los trabajadores de prensa consultados era partidario de “algún marco referencial
concreto” para la actividad (Mendelevich, 2005, p.18), los integrantes de esa
organización redactaron un código. Éste sólo rige, en principio, para sus miembros
aunque aspiran a que también se convierta en una herramienta “útil para todos los
periodistas que ejercen su profesión” en el país (FOPEA, 2005 p. 3). Si bien el rol del
Ombudsman o Defensor no se menciona explícitamente en ese Código, sí hubo
referencias por parte del Foro a esta figura de autorregulación en dos documentos
institucionales posteriores: “Parámetros de Calidad relativos a la actividad periodística”
de 2008 y en el documento que la asociación presentó ante el Parlamento con su
posición acerca de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual aprobada
en 2009.
12
Precisamente esta ley, plantea una referencia cercana a la figura del Ombudsman
o Defensor. En lo que a nuestra temática respecta establece la creación de una
“Defensoría” con competencia para “recibir y canalizar las consultas, reclamos y
denuncias del público de radio y televisión” (Art. 19).
Si bien el rol creado por la ley puede considerarse similar al estudiado en esta
Tesis, existen diferencias fundamentales que los separan, en particular aquellas
referidas al modo de elección del Defensor y a sus competencias. Más allá de estas
cuestiones, que se abordarán luego en profundidad, la propuesta de una Defensoría
del público en el marco de una nueva ley para los Servicios de Comunicación
Audiovisual otorga otro punto de interés y de actualidad al tema de esta Tesis.
El Ombudsman o Defensor, como bien señala Javier Darío Restrepo (2005,
febrero), puede convertirse en un “simple oidor de quejas” del público, si se le niega la
independencia necesaria para evaluar la labor del periodismo. En cambio, si su
existencia es fruto de la convicción de directivos y colegas acerca de la necesidad de
la autocrítica y si a esto se suma una activa participación del público, su labor es
trascendente porque se convierte en un mecanismo “pedagógico” que “impulsa la
aplicación y vigencia del Derecho a la Información” (Restrepo, 2003, marzo)
Es por ello que esta Tesis postula ya desde el título una relación estrecha entre las
Defensorías de lectores y oyentes en Argentina y la pedagogía del Derecho a la
Información. En consecuencia, se desprende como problema de la investigación
propuesta, si los Defensores en la prensa local promovieron esa pedagogía.
La respuesta inicial a este interrogante, que se confirmará o refutará a lo largo del
trabajo, señala que tal pedagogía existió pero con características limitadas, debido a
cuestiones de orden temporal, normativo, de procedimientos, de comunicación y de
relaciones con otras instituciones.
Tras la introducción al tema y las precisiones de orden metodológico, la Tesis se
abocará al estudio de los casos argentinos ocurridos entre 1992 y 2008, tomando
como material para el análisis las columnas publicadas por los Defensores de La
Maga, Luna y Perfil y los programas emitidos por Radio de la Ciudad. El trabajo
incluye, además, una serie de entrevistas en profundidad con cada uno de los
profesionales argentinos que encarnaron el rol.
Más allá de la cuestión local, esta investigación ofrece una actualización de la
historia de las Defensorías a nivel mundial hasta 2011, con especial atención a lo
ocurrido en los países latinoamericanos. En este punto ha sido relevante el contacto
mantenido durante los últimos años con Defensores de Venezuela, España, México,
Bolivia, Ecuador, Panamá, Colombia, Uruguay, Nicaragua, Costa Rica, Inglaterra,
Holanda, Bélgica, Sudáfrica y Dinamarca. Tanto sus columnas como los mensajes
13
personales intercambiados constituyeron una formación imprescindible para quien esto
escribe.
En el contexto planteado, entonces, se ubica la importancia del análisis de los
escasos intentos de implementación de la figura del Ombudsman o Defensor en la
prensa argentina. Conocer qué características tuvieron estas experiencias, qué
reclama el público cuando se le da la oportunidad de hacerlo y qué nivel de autocrítica
tienen los periodistas puede contribuir al debate acerca de cuál es la mejor forma en la
cual medios y públicos pueden ejercer el Derecho a la Información.
Como bien señala la investigadora Susana Herrera Damas, la figura del Defensor
u Ombudsman en la prensa debe ser entendida “más como un punto de partida que
como un punto de llegada” (2005, febrero).
Esta Tesis ha sido elaborada con ese mismo espíritu. Apunta a iniciar un debate, a
abrir el juego, a dar cuenta de una de las formas posibles que puede adoptar la
autorregulación en el periodismo argentino. Ojalá las páginas que siguen puedan
contribuir a forjar ese “punto de partida”.
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(B) ESPECIFICACIONES METODOLÓGICAS
B2) Objetivos
Generales
Contribuir al conocimiento en Argentina acerca de la figura del Ombudsman en
la prensa como una forma de autorregulación y de pedagogía del Derecho a la
Información.
Conocer qué características tuvieron las experiencias de Defensorías que
existieron en la prensa argentina.
Elaborar un “estado de la cuestión” actualizado, tanto a nivel nacional como
internacional.
15
Específicos
Establecer cuál ha sido el perfil de los Defensores argentinos (en sus aspectos:
profesional, normativo, de organización del trabajo, de relaciones con el público, los
periodistas y otras instituciones vinculadas con la profesión)
Determinar qué reclama el público a los medios cuando se le da la oportunidad
de hacerlo.
Evaluar si los periodistas reconocen sus errores o se defienden de las críticas a
sus trabajos.
En base a los casos estudiados sugerir qué aspectos se podrían tener en
cuenta para futuras experiencias.
16
c) Sobre la actuación de los Defensores: ¿A través de qué recursos se expresó
la pedagogía del Derecho a la Información? (por ejemplo: análisis de casos,
definiciones teóricas, bibliografía específica, explicación de los códigos de ética y estilo
propios del medio o referencia a normativas internacionales, apertura de sus espacios
a la opinión de colegas de otros medios, encuentros personales con el público, etc.).
¿Quiénes fueron los destinatarios de esas explicaciones (el público, los periodistas,
ambos)?. ¿Qué tipo de enunciador (Verón, 1985) construyeron (impersonal,
pedagógico, cómplice, etc.)?. ¿Estimularon la difusión de su rol a través de contactos
con otro tipo de instituciones?.
d) Sobre la relación Defensores-periodistas: ¿Se tomó al Defensor como un
referente en cuanto a ética y Derecho a la Información o se ignoró o criticó su
accionar?. ¿Tuvieron instancias de intercambio de opiniones –públicas y privadas-
sobre los temas en debate o eludieron el contacto?. ¿Cómo actuaron los periodistas
ante las críticas del público y del Defensor: aceptaron explicaciones y rectificaciones o
se mostraron indiferentes?.
e) Sobre la relación Defensores-públicos:¿En qué aspectos consideraron que
los medios se equivocaban?. ¿Cómo evaluaron la efectividad del rol de los
Defensores?.
B4) Hipótesis
La hipótesis con la cual se inicia esta investigación señala que:
“La pedagogía del Derecho a la Información llevada a cabo por los Defensores
del público en la prensa argentina existió, pero con características limitadas,
debido a cuestiones de orden temporal, normativo, de procedimientos, de
comunicación y de relaciones con otras instituciones”.
17
discursos. Se tomarán como referentes para este punto las clasificaciones de Verón
(1895).
“De relaciones con otras instituciones”: la vinculación entablada por los
Defensores con otras instituciones para difundir su actividad. Por ejemplo:
universidades, gremios y asociaciones periodísticas, organizaciones no
gubernamentales, legisladores, etc.
18
Se considerará que el Ombudsman o Defensor en la prensa lleva adelante
una pedagogía del Derecho a la Información si:
Explica en qué consiste este derecho, cómo ejercerlo y cómo reclamar si no es
respetado.
Propicia y promueve la participación crítica del público acerca de qué y cómo
informan los medios.
Junto con los lectores marca errores, contradicciones o violaciones a las normas
éticas y propone acciones correctivas.
Insta a los periodistas a dar explicaciones y a rectificarse en caso de ser necesario.
Lleva adelante acciones, más allá de la publicación de sus columnas o la emisión
de sus programas, para difundir su rol.
19
Perfil Abel González 9/5/1998 al 26/7/1998 9/5/1998 al 26/7/1998
3
Perfil Nelson Castro 14/5/2006 al 4/11/2007 14/5/2006 al 13/5/2007
5
Radio de la Guillermo Jelen 13/9/04 al 16/12/08 11/3/2005 al 26/12/2005
Ciudad (con interrupciones)
20
obtenida por la comparación entre los soportes” y la “sistematicidad de las
propiedades exhibidas por cada soporte”. En este sentido, la Tesis de Maestría
propone el abordaje de distintos tipos de medios que, lo que tuvieron en común, fue la
figura del Ombudsman o Defensor. Uno de los objetivos es ver, entonces, que
especificidades tuvieron sus contratos de lectura y cuáles fueron las diferencias que
existieron entre sí.
Además, se deja sentado que la Tesis excluirá “el trabajo de campo” con “lectores
y no lectores de los soportes estudiados” que plantea Verón como modo de “verificar”
el funcionamiento de los contratos de lecturas. Las razones son de tipo operativo.
Teniendo en cuenta que la investigación propuesta es retrospectiva, o sea, sobre
casos de medios actualmente fuera de circulación (a excepción de Perfil) resulta
sumamente dificultoso en los tiempos que se plantean para esta Tesis rastrear a
quienes fueron lectores u oyentes de esas experiencias. Sin embargo, no se descarta
ese tipo de abordaje, o sea desde la recepción, para futuros trabajos académicos o
dentro de un eventual Doctorado.
También se considerarán como referentes las características de estilo de los textos
de los Defensores marcadas por el investigador brasileño Jairo Faria Mendes (1999) al
analizar el diario Folha de San Pablo. Al respecto, señala que “el género periodístico
en el que las columnas de los Ombudsman mejor se ensamblan es el del comentario”
ya que “son suscritas, dan énfasis a la opinión, tienen periodicidad definida y analizan
asuntos actuales”. Además agrega que, el aspecto más importante, radica en el “uso
de varias estrategias que buscan estimular el diálogo”, como por ejemplo, el empleo
de la “primera y segunda persona”, la referencia a la palabra “lector” con “función
semejante a la de un vocativo”, la propia presentación del “Ombudsman como lector” o
de expresiones en singular “como si él le estuviera hablando particularmente a cada
uno de nosotros”.
Otro texto a considerar será el de Tate (1984). La autora, luego de analizar 800
columnas escritas por Defensores de Estados Unidos, señala que ha encontrado en
ellas más “apología que crítica incisiva”. O sea, “numerosas explicaciones acerca de lo
difíciles que son las condiciones en las que trabajan los periodistas”. En cuanto a
cuestiones de estilo y contenido, Tate encuentra ejemplos de algunas columnas
“ingeniosas y divertidas” aunque aclara que “el típico Ombudsman se inclina (por
textos) pesados”. En tanto, mientras algunos adoptan el tono de “conferencias de
periodismo” generales que no abordan temas concretos y propios de ese medio, otros
por el contrario “se centran en problemas específicos de su periódico pero limitados en
consecuencias”. A éstos últimos, Tate los denomina críticos “sotto voce” (en voz baja)
ya que “rara vez” se refieren a los “grandes pecados de comisión u omisión” de sus
21
diarios y prefieren enfocar “errores menores”. Finalmente, la autora analiza la forma en
la cual los Defensores tratan al público. En este sentido, indica que por lo general se
dirigen a ellos “con respeto”, aunque ha encontrado ejemplos de aquellos que
“denigran a los lectores”.
22
rectificación a favor del lector”, “Justificación a favor del diario” y “No asume ninguna
posición”, se agregó lo que podría denominarse una “Posición intermedia”. Esto se
produce cuando el Defensor da por válidos los argumentos de ambas partes: la queja
del público y las explicaciones de los periodistas.
Estas mismas categorías fueron utilizadas para clasificar las respuestas de los
periodistas que brindaron sus testimonios ante el requerimiento del Defensor, opción
no contemplada por Sánchez Piña en su estudio.
23
5) Condiciones de trabajo (dedicación completa o parcial, cargo rentado o ad-
honorem, espacio de trabajo, recursos materiales, duración en el cargo).
6) Rutina (actividades seguidas para la recepción y procesamiento de las quejas,
actuación de oficio o motu propio, fuentes utilizadas, etc.).
7) Relación con los periodistas (información y formación de los periodistas sobre el
rol, descargos, resistencias, encuentros en talleres o debates internos con el Defensor,
cambios detectados en procedimientos o conductas).
8) Relación con el público (comprensión acerca de los alcances del rol, públicos
activos o “silenciosos”, qué hacer si no se registran reclamos, encuentros personales
con el público, predominio de reclamos por el “fondo” o por la “forma” de la
información).
9) Relación con otras instituciones (vínculos con universidades, gremios,
asociaciones profesionales, organizaciones no gubernamentales, etc., con el propósito
de difundir el rol; participación en la Organization of News Ombudsmen).
10) Autoevaluación (logros y objetivos pendientes)
11) Sugerencias para futuras experiencias (causas por las cuales en los medios
argentinos no ha prosperado el rol, cualidades que debería tener un Defensor, factores
que influyen en el éxito o el fracaso, sugerencias).
24
4
Por una cuestión operativa, que demandaba poner un límite a la recolección del material, se tomará
sólo el primer año de gestión. Sin embargo, se aclara que Graham-Yooll todavía seguía ocupando el
cargo en diciembre de 2011.
5
El ciclo “El Defensor responde” comenzó a emitirse el 13 de septiembre de 2004 en formato de micro
semanal de media hora, que continuó con las mismas características hasta el 2 de septiembre de 2005
cuando su duración se redujo a la mitad: sólo quince minutos los días viernes (de 18:45 a 19 hs.). En
parte de 2006 salieron al aire micros de cinco minutos que se repetían en distintos horarios y días de la
semana. Sin embargo, en el transcurso de ese año una nueva gestión al frente de la radio decidió “el
levantamiento repentino de toda la programación” (Jelen, e-mail, 2008 19 de diciembre). En 2007 el
programa no salió al aire. En 2008 lo hizo sólo desde el 4 de noviembre al 16 de diciembre aunque ya sin
programa propio: Jelen hacía solo una columna semanal dentro de otro programa (“Hola vecino”). Dados
los cambios señalados, se optó por seleccionar el material correspondiente al año 2005, ya que allí se
registra cierta estabilidad en la emisión del programa, su horario y duración. El corpus está conformado
por las desgrabaciones de tal ciclo que hizo la autora durante 2005. Lamentablemente, es imposible
acceder a los micros del Defensor emitidos durante los años siguientes ya que, según informó a esta
Tesis el ex Defensor Guillermo Jelen, Radio de la Ciudad no conservó archivos grabados de sus
programas.
6
Según explica Verón (1985) este tipo de enunciador “no modaliza lo que dice”, “produce
informaciones sobre un registro impersonal”, “no disimula su propósito pero tampoco interpela a su
destinatario” y “tiene una debilidad pronunciada por la cuantificación”.
7
En este caso –y siguiendo el mismo texto de Verón, “el destinatario empieza a ser designado
explícitamente”, o sea, que “el contrato se construye entre un nos y un ustedes…en el que una de las
partes aconseja, informa, propone, advierte”. En pocos términos, una parte “que sabe”, la otra “que no
sabe” y es definida como “destinatario receptivo o más o menos pasivo, que aprovecha”.
8
Según Verón existen contratos que “buscan establecer un lugar de complicidad”, recurriendo a
figuras como la “interpelación al destinatario mediante la utilización sistemática de fórmulas en
imperativo”. Aquí se “señala directamente al destinatario” pero éste “también puede tomar la palabra, es
decir, el enunciador lo hace hablar”. Otra operación consiste en “constituir una enunciación que es
atribuible a la vez al enunciador y al enunciatario”.
9
En cuanto a los reclamos, las principales categorías de Sánchez Piña (1999) que se adoptan para
esta Tesis son:
Quejas por el uso incorrecto del idioma: errores ortográficos y gramaticales, términos mal utilizados y uso
de vocablos extranjeros.
Falsedad en el contenido de la información: datos erróneos, desacreditación de personas, difamación,
injuria.
Quejas por parcialización de la información: omisión de datos, desequilibrio en la cobertura, ubicación
física tendenciosa de ciertas informaciones, omisión de fuentes involucradas.
Quejas por violación a la privacidad de las personas.
Quejas vinculadas con el anonimato: notas no firmadas por periodistas, fuentes anónimas en el contenido
de informaciones publicadas.
Aspectos no vinculados con el contenido informativo del diario: artículos de opinión, publicidad,
distribución, impresión, versión on line.
25
(C) ESTADO DE LA CUESTIÓN
26
En esta “sociedad de los medios”, argumenta Jean-Marc Ferry (1995), el concepto
de opinión pública se redefine, ya que no se trata de aquel significado heredado de la
Ilustración10, de una “opinión formada con la razón”, sino de una “masa segmentada
de opiniones particulares en las que se expresan intereses divididos y hasta
conflictivos”. Este espacio público, argumenta Ferry, se extiende horizontal y
verticalmente, ya no se circunscribe más a las fronteras de cada sociedad civil porque
“el público es toda la humanidad” y ahora se tratan en él temas que tradicionalmente
pertenecían al orden privado: “…el espacio público supera hoy el umbral de lo que
parece digno de comunicación…”.
Ahora, si los límites entre la esfera pública y la privada “estén borrados” (Entel,
1993), si los medios no sólo son “portadores del debate público” sino que “asumen
también un papel mucho más dirigente al intentar configurar y moldear la opinión”
(Price, 1994 p. 104), si son las nuevas “plazas” por donde “transita y se legitima
buena parte de los modos de ver y de pensar” (Bonilla Vélez, 1997 p. 32), ¿qué
ejercicio crítico de la ciudadanía posibilitan?, ¿en qué medida la información publicada
por ellos contribuye al fortalecimiento de la democracia?.
Los diagnósticos no son de los más positivos. Por un lado, se remarca el impacto
de “las lógicas comerciales” en su funcionamiento. Las cuales, según Rey (2006), “han
logrado hacer mella en las autonomías informativas”, con la consecuente “pérdida de
credibilidad”. Por el otro, aparece la advertencia sobre el poder político que han
adquirido los medios: “…ellos dictan los temas y legitiman protagonistas, destruyen
candidatos, marcan los pasos visibles de la corrupción, hasta señalan lo que el
Presidente o los ministros deben hacer…” (Alfaro Moreno, 2004, octubre).
También se cuestiona si los temas que instala la prensa como noticias –su
agenda- coincide o no con los asuntos que hacen al interés común: “…los medios
deberían preguntarse si están apuntando a abastecer correctamente el debate público,
a alentarlo. Hablemos de calidad de información y no tanto de cantidad…” (Martini,
1996).
En tanto, también se llama la atención sobre la “ilusión de participación” que
ofrecen los medios: “…los periodistas nos hemos hecho cómplices, por acción o por
omisión, de una idea perversa según la cual salir en la televisión, hablar por radio,
aparecer en un diario, es participar en la vida democrática…” (Blank, 2006).
Finalmente, la mezcla de la información con el entretenimiento, el
“infoentretenimiento” del que habla Aníbal Ford (1997), como aquel “cocktail de temas
pesados y temas intrascendentes o banales, de argumentación y narración, de la
política en clave de chismografía” ha hecho que la palabra “ciudadano” pierda espacio
en la producción de la noticia.
27
En síntesis, lo que se plantea como debate es si los medios, convertidos en los
protagonistas del nuevo espacio público, son capaces de favorecer un “ejercicio crítico
de la ciudadanía” (Alfaro Moreno, 2004, octubre) o por el contrario “parecen más
interesados y tienen más éxito en llamar simplemente la atención” (Price, 1994 p. 110)
a través de “un formato estético simple y de consumo rápido” (Ariso, 1997).
Es en este contexto, como bien advierte Restrepo (2005), en el que pocas barreras
protegen el interés del público, cuando se hace más necesario “defender y activar el
derecho a la información”.
Owen Fiss (1997 p. 21) grafica este concepto aludiendo al “orador de la esquina de
la calle”, el cual utilizando el espacio público se sube a una caja para criticar a viva voz
“las medidas políticas del gobierno” y, en consecuencia, es “detenido por quebrantar la
paz”. El reconocimiento de la libre expresión como un derecho permite dotar a ese
“orador” de una protección frente a la “posibilidad de ser silenciado por el Estado”.
Sin embargo, esa “inmunidad ante prohibiciones, censuras o discriminaciones” por
el ejercicio, primero, de la “libertad de conciencia”, después de la “libertad de palabra”·
y finalmente de la “libertad de imprenta”, tuvo la característica de tratarse del
reconocimiento de un “derecho individual”, o sea, de aquellos que quisieran “expresar
opiniones y difundir informaciones” (Ferrajoli, 2008 p. 269). Es por ello que se
considera a la libertad de expresión como un “derecho de una sola vía” en el que se
encuentran “sobre desarrolladas” las facultades de quien emite, pero en donde nada
se dice acerca de quien recibe (Restrepo, 2005, Febrero).
No obstante, las transformaciones sociales ocurridas durante el siglo XX
terminaron demostrando que “la libertad de prensa no alcanza para que los
ciudadanos se informen” (Loreti, 1995 p. 15) y que la misma “puede ser fuente de
abusos” por parte de quienes ocupan el lugar de emisores, hoy convertidos en
“poderosos complejos empresariales” (Restrepo, 2003, marzo y 2005, febrero).
28
Fiss advierte, en similar sentido, que el “edificio doctrinal” vinculado a la libertad de
expresión resultó “inadecuado para las condiciones de la sociedad moderna” debido a
que “el foro político” se trasladó de “la esquina de la calle” a los medios de
comunicación y, en ellos, “la libertad de hablar” pasó a estar relacionada con “los
recursos de los que uno dispone” (1997 p. 24).
Es en este contexto, que surge el Derecho a la Información, como forma de brindar
protección no solo a quienes emiten sino también a quienes resultan destinatarios de
tales mensajes.
Como explican Soria (1989 p. 34) y Contreras Baspineiro (2006, enero), a nivel de
las normativas, este derecho halla su germen en la Declaración Universal de Derechos
Humanos11, aprobaba por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de
diciembre de 1948. La misma en su artículo 19 sostiene que:
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho
incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir
informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por
cualquier medio de expresión.
29
El hombre exige, además, por derecho natural el debido respeto a su persona, la
buena reputación social, la posibilidad de buscar la verdad libremente y, dentro de
los límites del orden moral y del bien común, manifestar y difundir sus opiniones y
ejercer una profesión cualquiera, y, finalmente, disponer de una información objetiva
de los sucesos públicos.
Artículo 19: 1.Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones. 2. Toda persona
tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de
buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por
cualquier otro procedimiento de su elección. 3. El ejercicio del derecho previsto en el
párrafo 2 de este artículo entraña deberes y responsabilidades especiales. Por
consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones, que deberán, sin embargo,
estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a) Asegurar el respeto a
los derechos o a la reputación de los demás; b) La protección de la seguridad
nacional, el orden público o la salud o la moral públicas.
Artículo 20: 1. Toda propaganda en favor de la guerra estará prohibida por la ley. 2.
Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la
discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por la ley.
30
Este autor también es referente al momento de describir la legislación argentina en
esta materia: El mismo señala que la normativa constitucional que se refiere a la
libertad de prensa se circunscribe los artículos 14 (que hace alusión al derecho de
“publicar ideas por la prensa sin censura previa”) y 32 (que advierte que “el congreso
federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta ni establezcan sobre ella
la jurisdicción federal”). Como se advierte, el espíritu del texto de los
constitucionalistas de 1853 pone su énfasis sólo en la protección del emisor.
Será recién en 1984 con la aprobación de la ley 23.054 cuando el Derecho a la
Información sea introducido como derecho positivo en la Argentina a través de la
adhesión del país al Pacto de San José de Costa Rica. Y luego, una década después,
cuando se le otorgue –previa reforma de la Carta Magna en 1994- “la más alta
jerarquía legal” a los tratados internacionales de derechos humanos través del artículo
74 inciso 22 (Loreti, 1995 pp. 18-32).
31
En este sentido, aparece como clave la educación, tal como lo plantea Rosa María
Alfaro (2004, octubre), una de las principales referentes en América Latina en el
ámbito de las llamadas veedurías ciudadanas15 u observatorios de medios:
La educación ciudadana en derechos comunicativos se hace cada vez más
necesaria desde la escuela, el barrio, la organización, las universidades y hasta
los medios. La participación debe permitir que aprendamos sobre nuestras propias
capacidades como ciudadanos públicos de los medios.
Sin embargo, tal propósito no se presenta como algo sencillo de concretar ya que,
como advierte Aznar (2005 p. 24), “el público adopta en relación con este segmento
del mercado una actitud muy poco activa”. Coincide con esta apreciación Mar de
Fontcuberta (2006 p. 16) al indicar que el “lector reflexivo, abierto y crítico no se
inventa de la noche a la mañana”. Sin embargo, sostiene, que debe aspirarse a él ya
que su existencia es imprescindible para un periodismo que pretende ser considerado
“de calidad”.
Ahora, ¿cuán predispuestos están los medios y los periodistas a contribuir a esa
reflexión, a motivar la discusión sobre los modos en que se informa?.
Según analiza la periodista Raquel San Martín (2004) la reticencia en su profesión
a la autocrítica “es histórica” pero ahora se enfrenta a un nuevo tipo de presión, la del
público: “...mejor informados, más acostumbrados a la lógica mediática o simplemente
menos ingenuos, los ciudadanos sospechan cada vez más de las buenas intenciones
de los medios…”.
Similar diagnóstico hace José Luis Exeni (2001), quien advierte que:
Es para escapar a este doble peligro que algunos medios propician determinados
mecanismos de autorregulación, entre ellos la figura del Ombudsman o Defensor.
32
13
El texto completo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos fue recuperado en junio de
2009 de: http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/a_ccpr_sp.htm
14
El texto completo de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica) fue recuperado en junio de 2009 del sitio web de la Organización de Estados Americanos:
http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/b-32.html .
15
Para ampliar información sobre las características, propuestas y formas de trabajo de los
observatorios de medios se puede consultar, entre otros: Alfaro Moreno, Rosa María (s. f.). Ardua
democratización. Las batallas de un observatorio de medios. Revista electrónica Etcétera. Recuperado en
junio de 2009 de: http://www.etcetera.com.mx/pag57ne48.asp . También, Herrera Damas, Susana (2005).
Retrato en diez rasgos de los observatorios de medios en América Latina. Revista electrónica Sala de
Prensa. Recuperado en junio de 2009 de: http://www.saladeprensa.org
33
Capítulo (C2): La autorregulación en el periodismo.
Mecanismos (Códigos Deontológicos, Principios Editoriales, Estatutos de
Redacción, Libros de Estilo, Consejos de Prensa y Ombudsman).
Objeciones y extensión.
Condiciones para que la autorregulación sea efectiva.
34
1945, Japón en 1946, Bélgica en 1951, Nigeria y Turquía en 1960, Canadá y Corea
del Sur en 1961, Chile y Pakistán en 1963, etc.
En los ´80 la iniciativa más relevante, según Aznar, la impulsó la UNESCO con sus
“Principios Internacionales de Ética Profesional del Periodista” (1983) y en los ´90 hizo
lo propio el Consejo de Europa a través del Código Europeo de Deontología del
Periodismo (1993).
Si se recorren estos códigos deontológicos, entre otros recopilados por Villanueva
(1999, pp. 31-32), se observará cómo el documento de la UNESCO sostiene la
existencia del “derecho del pueblo a una información verídica” (Art. 1). Alude a la
“responsabilidad social del periodista”, el cual debe actuar “en todas las circunstancias
en conformidad con su propia conciencia ética” (Art. 3). E incluye “la obligación de la
corrección o rectificación” por parte del profesional y el respeto al “derecho de
respuesta” solicitado por el público (Art. 5).
35
Lo que se busca con estas iniciativas, explica Cristina López Mañero (2000 p. 171)
es que “sea el propio sector el que se regule para evitar en la medida de los posible
que lo hagan otras personas ajenas a la profesión”.
Y, entonces, ¿qué gana el público y qué el medio con la autorregulación?. El
primero ser concebido como sujeto de derechos y no como mero consumidor, el
segundo, la confianza y credibilidad que le otorga el hecho de mostrarse a la sociedad
como un actor responsable.
El que recibe la información ya no es pensado como “pasivo y silencioso”, apunta
Restrepo (2005), como alguien que “no interviene en la agenda del medio, que acepta
sin chistar el menú que le ofrecen”. Para los medios, la formulación de valores actúa
como “las brújulas de los barcos en medio de la tempestad”, es la aceptación de que
“la credibilidad debe cuidarse con un celo mayor que el consagrado a las rotativas y
equipos de computación”.
Códigos Deontológicos:
Si se toma una definición amplia, no sólo restringida al ámbito periodístico, se
puede decir con Aznar (1999a p. 17) que los códigos deontológicos son “documentos
que recogen un conjunto más o menos amplio de criterios, normas y valores que
formulan y asumen quienes llevan a cabo una actividad profesional”.
Ya considerando específicamente el ámbito periodístico, Villanueva (1999 p. 19)
sostiene que, si en sentido etimológico la palabra “deontología” hace referencia a “la
ciencia del deber”. Entonces, tales códigos serían “el conjunto de principios éticos
asumidos voluntariamente por quienes profesan el periodismo, por razones de
integridad, de profesionalismo y de responsabilidad social”.
En el ámbito de la comunicación los códigos son la forma “más frecuente de
autocontrol” (López Mañero, 2000 p. 178), aunque debe aclararse que dentro de esta
categoría se incluye una amplia “variedad” de documentos.
36
Tal diversidad aparece dada por: cuál es su alcance (regional, nacional,
internacional), quién los formula (un medio, asociaciones de periodistas, consejos de
prensa, etc.), cuál el soporte (radio, gráfica, televisión) y cuál es su cobertura temática
(generales o específicos –por ejemplo: sobre infancia, temas de salud, guerra, etc. -)16.
En cuanto a su contenido general, Aznar (1999a p. 29) señala que hay
obligaciones para los periodistas que “suelen aparecer en la mayoría de los códigos,
adquiriendo una dimensión cuasi universal”. Entre las mismas cita: “…respetar la
veracidad y la exactitud de la información, rechazar los sobornos y prebendas, no
violar la intimidad de las personas y el secreto profesional, evitar la calumnia y la
difamación, corregir los errores y rechazar cualquier forma de discriminación…”.
Por su parte, Herrán y Restrepo (1991 p. 67), luego de hacer una lectura
comparada de 68 códigos aportan su propia lista de las “normas éticas que son
aceptadas mayoritariamente por los periodistas de los cinco continentes”. El valor
“más universalmente aceptado”, sostienen los autores, es el “veracidad”. Y a este le
siguen:
El secreto profesional, el rechazo de ventajas personales, la ética relacionada con la
libertad de información, el rechazo al plagio, la independencia, la solidaridad
gremial, el respeto de la fama y la intimidad ajena, la responsabilidad, la información
comprobada y completa, el servicio a la comunidad, la obligación de rectificar y el
derecho de réplica.
Como bien acota Aznar (2004, enero), más allá de éstos deberes y derechos
generales de los periodistas y los públicos que plantean los códigos, se registra desde
“finales de los ochenta” la presencia de documentos éticos específicos para mejorar el
tratamiento que los medios dan a “algunos de los grandes retos sociales actuales”:
“…inmigración y racismo, catástrofes y tragedias humanitarias, conflictos y situaciones
de riesgo para los periodistas, imagen y presencia de la mujer en los medios, violencia
doméstica, discapacidad y comunicación para el desarrollo…”.
En cuanto a la valoración acerca de la importancia de los distintos tipos de
códigos, López Mañero (2000 p. 179) encuentra entre sus virtudes el hecho de
contribuir “a la creación de una conciencia moral colectiva” acerca de las
“responsabilidades ante la sociedad” que tienen los medios. Similar reflexión realiza
Javier Darío Restrepo (2004 p. 138) cuando define a los códigos como “instrumentos
pedagógicos que familiarizan al periodista con los valores esenciales de su profesión”.
Acota Aznar (1999a p. 37) que constituyen una “información ética también para el
público”, que dispone así de “criterios acerca de lo que puede esperar y exigir de los
periodistas y los medios”.
37
Principios Editoriales
Si bien Aznar (1999a p. 76) advierte que “quizás no se los pueda considerar como
un mecanismo de autorregulación en sentido estricto”, sí representan un “primer
ejercicio” al respecto por parte de una empresa de comunicación.
Tales “principios”, formulados voluntaria y “explícitamente” establecen “la línea
editorial genérica de un medio”, o sea, su “filosofía” y “los objetivos generales” que
promueve. Esto otorga a la empresa “una determinada identidad y produce
expectativas acerca de su contenido, que luego ha de respetar”. De no hacerlo, la que
se verá afectada será su “credibilidad”.
Estatutos de Redacción
Javier Galán Gamero (2002 p. 316) define a los Estatutos de Redacción como
aquellos documentos que contienen “los principales derechos que tiene el periodista y
que no pueden ser pasados por alto por la empresa” para la cual trabaja. No se trata,
aclara Aznar (1999a p. 131), de acuerdos de carácter laboral o sindical sino que “se
centran en la dimensión profesional de la actividad periodística”.
“Son documentos”, explica López Mañero (2000 p. 184), “que representan un pacto
privado y voluntario entre la sociedad editora, la dirección y la redacción”. El objetivo
es “evitar [que los periodistas] reciban presiones, tanto si proceden desde dentro o de
fuera del medio”, que puedan repercutir en su independencia a la hora de informar. En
estos momentos, como reflexiona Suárez Villegas (2001 p. 19), en los cuales “los
medios son adquiridos por grupos con otro tipo de intereses sociales o económicos”,
este mecanismo define las “condiciones básicas” para garantizar “una mayor
independencia de los profesionales con respecto a la empresa informativa”.
En cuanto al rastreo histórico acerca de cómo surgen los Estatutos, Aznar (1999a
pp. 132-135) ofrece las mayores referencias. En este sentido explica que es necesario
38
remontarse a los “intentos de autogestión o de participación” promovidos por los
periodistas de algunos medios europeos bajo la influencia de las ideas del Mayo
Francés de 1968. A lo que se aspiraba, por ese entonces, era a la búsqueda de
“alternativas a la propiedad estatal y capitalista mayoritarias en los medios”.
El ejemplo más significativo lo llevaron adelante los periodistas del diario francés
Le Monde. Tras un conflicto interno ocurrido en 1951, “la redacción estimó que tenía
un derecho moral a participar en las decisiones que iban a afectar al medio” y en
consecuencia logró “la titularidad de algo más del 25% de las acciones”, las cuales
ascendieron al 40% en 1968, logrando así “aumentar su capacidad de intervención”.
Este modelo de gestión fue copiado por otras empresas periodísticas, pero desde
1972 comenzaron a desaparecer. Hoy, detalla Aznar, sólo pueden mencionarse como
ejemplos de medios en los cuales “los empleados poseen una parte relevante del
capital empresarial” a “Le Monde y Libération en Francia, Der Spiegel en Alemania y
algunos casos aislados en Austria, Dinamarca y EE. UU.”.
El espíritu de esas “sociedades de redactores” puede encontrar su continuidad en
los Estatutos de Redacción aunque, como afirma Aznar, “ya no se aspira al control de
la gestión del medio ni se cuestiona la configuración empresarial”. Ahora se trata, “de
forma más limitada y realista”, de establecer el reconocimiento “de los derechos de los
profesionales en el interior de los medios”.
¿Cuáles son, entonces, las garantías que proclaman los Estatutos?. Las
principales hacen referencia al secreto profesional y a la cláusula de conciencia. Galán
Gamero (2002 pp. 317-318) explica acerca del primero que se trata del derecho del
periodista “de no revelar sus fuentes de información ni siquiera ante los responsables
de la empresa”. La segunda garantía permite que el profesional se niegue “a realizar
trabajos que considere que van en contra de su conciencia profesional, aunque la
imposición provenga de la empresa”. Por ejemplo: “firmar informaciones cuyo
contenido no haya elaborado” o cuyo texto haya sido alterado sustancialmente y
también “plantear la objeción de conciencia cuando varíen los principios ideológicos
que rigen la publicación”17.
Galán Gamero evalúa que los Estatutos, lo que aseguran en la práctica, es que el
despido del periodista sea “improcedente” cuando se trate de cuestiones vinculadas
con la ética profesional y que, si éste se produce, se compense con la “máxima
indemnización”.
Entre otras de las cuestiones incluidas en estos documentos, López Mañero (2002
p. 185) señala “el derecho de autor y el deber de rectificación”. También se hacen
precisiones acerca de cómo se elige al director del medio (ya que en algunos casos “la
opinión de la redacción es tenida en cuenta en los nombramientos de los cargos
39
directivos”) y cómo funciona el Comité de Redacción (que está habilitado en algunas
empresas “a exponer públicamente su postura ante la audiencia en caso de discrepar
con las decisiones del medio”18).
En cuanto a la extensión de este tipo de mecanismo de autorregulación, Aznar
(1999a p. 135) advierte acerca de su carácter minoritario: “…los estatutos de
redacción son prácticamente desconocidos en la mayoría de los países desarrollados,
y donde existen, salvo excepciones, son contados los medios que los poseen…”.
Como ejemplo de este tipo de iniciativas se transcribe en la recopilación de
Villanueva (1999 p. 327) el Estatuto de Redacción de El Periódico de Catalunya
(España) aprobado en 1993. López Mañero (2000 p. 184) menciona además a otros
medios españoles que cuentan con este mecanismo: “El País (1980), La Voz de
Galicia (1988), El Mundo (1990), Radio Televisión Valenciana (1996) y la Corporación
Catalana de Radio y Televisión (1998)”. Por su parte, Aznar (1999a p. 135) hace
referencia a experiencias similares en medios de Holanda y Alemania.
Libros de Estilo
Si se hace un rastreo en el devenir histórico de los medios se encontrará que fueron
las agencias de noticias las principales generadoras de este tipo de mecanismos de
autorregulación. Al tratarse de mayoristas de información, o sea, de quienes
abastecen a medios de distintas partes del mundo y que emplean también a
corresponsales de variadas nacionalidades, debieron construir algún tipo de guía que
permitiera unificar criterios lingüísticos.
Tanto Martín Yriart (1998, junio) como Hugo Aznar (1999a p. 92) coinciden en
atribuir el carácter pionero en esta cuestión a la agencia estadounidense Associated
Press (AP). Su libro aparecido en 1951 y reeditado en 1975 con el subtítulo de “La
Biblia de los periodistas” fue imitado por otras agencias: United Press International
(UPI) de Estados Unidos; Reuters de Inglaterra, Agence France-Presse (AFP) de
Francia y Efe de España. Ésta última, según señala Aznar, realizaba una “recopilación
de normas lingüísticas para uso interno” desde los años ´40, las que finalmente fueron
publicadas bajo el título “Manual de Español Urgente”19. Este libro ha sido actualizado
periódicamente, alcanzando ya la 18ª edición.
Al momento de buscar una definición básica de estos manuales, se puede decir que
los mismos son el “conjunto de normas lingüísticas y de estilo que una publicación
periódica establece para que sus mensajes o sus textos periodísticos sean más
coherentes, eficaces y más correctos” (Proyecto Media del Ministerio de Educación de
España, 2007). En palabras de López Mañero (2000 p. 187) se trata de “normas
40
formales o técnicas, de estilo y de redacción con la finalidad de evitar errores y unificar
el estilo del medio”.
Ambas definiciones describen lo que, en términos de Aznar (1999a p. 91), podría
catalogarse como un “libro de estilo de primera generación”, o sea, “destinados a dar
soluciones en aquellas áreas del lenguaje sujetas a controversias”. Si bien aclara este
autor que tal concepción sigue vigente en los manuales de algunos medios, sí es
posible identificar casos en los cuales se observa una “evolución” de su contenido.
Situación que permite hablar de libros de estilo de “segunda generación”.
La transformación a la que se refiere Aznar da cuenta de la incorporación de
“consideraciones legales, éticas y deontológicas” que han “enriquecido” a las
“cuestiones originales de naturaleza lingüística y estilística”. Coincide con esta
observación Suárez Villegas (2001 p. 20) al indicar que “los libros de estilo en su
evolución se han convertido en auténticos códigos deontológicos”.
Tales cambios se deben, según López Mañero (2000 p. 187) a que de las normas
técnicas (como la separación entre publicidad e información, el trato de las fuentes, la
difusión de rumores, las citas textuales, etc.) se “pueden deducir normas éticas”. Y a
que el “uso del lenguaje” implica “una dimensión protomoral o propiamente moral”
como en los casos de “expresiones que incorporan una carga discriminatoria o que
fomentan prejuicios” (Aznar 1999a p. 93).
Una visión contrapuesta del tema ofrece Yriart (1998, junio), quien critica a este tipo
de libros por estar destinados más a la “promoción de la imagen pública de los
medios” que a la propia redacción, donde considera que son “poco usados”21. El autor
fundamenta su postura al señalar el ejemplo de los manuales de estilo
iberoamericanos, en los que “sobran autoalabanzas” y “repeticiones ociosas de lo que
ya está publicado en los diccionarios, gramáticas y enciclopedias o se aprende en las
escuelas de periodismo”.
41
Según Yriart los verdaderos libros de estilo deben ser concebidos como “manuales
de producción” y no de “promoción”. Esto implica que no sólo ofrezcan “aspectos
léxicos, semánticos y gramaticales” sino “sobre todo las herramientas y operaciones
que garanticen que el producto sea lo que sus editores desean”.
Como ejemplos de este tipo de manuales “de producción”, este autor destaca el
“Stylebook” de la agencia Associated Press y el “Handbook” de Reuters. A este último
lo describe como el libro que “compila en orden simplemente alfabético los
procedimientos que debe dominar un corresponsal o editor”, con “un enfoque
estrictamente práctico” y que “prescinde de todo contenido declarativo o de
expresiones de deseo”.
En cuanto a cuán difundidos están los libros de estilo, Aznar (1999a p. 91) destaca
que “son más comunes en Estados Unidos” pero que, en España, desde fines de los
ochenta, “todos los grandes medios cuentan con uno de ellos”. Apreciación con la que
coincide López Mañero (2000 p. 187), quien señala que este mecanismo de
autorregulación está presente en ese país tanto en medios impresos como
audiovisuales. Con respecto al resto de los países iberoamericanos, Yriart (1998,
junio) indica que durante la década del ´90 se observó en esta región una “verdadera
proliferación” de los manuales de estilo periodísticos.
Para que estos libros sean útiles también para el público aparece como
imprescindible su difusión y fácil acceso. Es por ello que se insta a los medios a que
utilicen Internet para darlos a conocer. Hilda García Villa (2000, noviembre) considera
que “los manuales de estilo y ética deben ser la prioridad de cualquier página en la
red”. Como ejemplos, en este sentido, se pueden citar los sitios de los medios ingleses
(The Economist22, The Guardian23 y la BBC24), el diario portugués Público25 y el
argentino, La Voz del Interior26, entre otros que publican en Internet sus normas éticas
o de estilo.
Consejos de Prensa
Este mecanismo de autorregulación es definido, en términos de Marc Carrillo
(1986, noviembre), como “el órgano situado al margen de la esfera institucional del
Estado, que puede fiscalizar y hacer públicas las irregularidades e ilegalidades que
pueden deducirse en el ámbito de la prensa”. Se trata de instancias de “conciliación” o
de “arbitraje”, que según explica este autor, han sido promovidas por “las
organizaciones profesionales que integran el ámbito periodístico, en especial, por las
asociaciones de editores”.
En términos de Aznar (1999a p. 203), el Consejo de Prensa es “el mecanismo de
autorregulación más completo” ya que “no excluye” sino que “presupone” a las otras
42
formas de autocontrol, dotándolas de “mayor efectividad”, debido a que juzga “casos
concretos” en función de códigos éticos hechos públicos previamente. En similar
sentido se expresa Villanueva (2002 p. 27) al indicar que se trata de “organismos de
creación y ejecución de normas de conducta que valida la existencia de los sistemas
de autorregulación”.
En cuanto a su composición, y tal como remarcar López Mañero (2000 p. 188), es
necesario que cumpla con un “requisito mínimo” y a la vez indispensable por tratarse
de una agrupación “privada” que pretende ser independiente del Estado: esto es que
“no incluyan representantes de los poderes políticos”. Sin embargo esto no siempre
sucede, tal como señala Carrillo (1986, noviembre).
Si bien la procedencia y el número de integrantes de los Consejos de Prensa
varían de acuerdo al país, la mayoría de ellos cuenta con la presencia de editores,
periodistas y miembros del público. Éstos últimos pueden estar vinculados “al mundo
de la universidad, de la abogacía o a asociaciones cívicas y religiosas”. Lo
fundamental, es que se trate de “personas de reconocido prestigio y credibilidad moral
y profesional, así como suficiente representatividad, unos a nivel social y otros en el
ámbito de los propios medios” (Aznar, 1999a pp. 233-234).
Lo relevante, coinciden varios autores, es precisamente que este mecanismo de
autocontrol involucra “la participación directa del público” (Albarrán de Alba, 2009,
marzo), siendo ésta “un requisito esencial para su funcionamiento” (Herrera Damas,
2008, marzo). Es una “oportunidad muy necesaria”, desde la perspectiva de Geneva
Overholser (Whitehouse, 2001, junio), que permite “la interacción con los medios” y la
“expresión de críticas”. En términos de Restrepo (2005, febrero), el valor de estas
iniciativas reside en que convierten a “periodistas y lectores” en “socios dentro de un
mismo proyecto”, que es el de “mantener viva la conciencia” acerca del respeto al
Derecho a la Información.
Es fundamental, además del involucramiento del público, que los periodistas y
editores estén convencidos de la legitimidad de este tipo de organismos y que acaten
sus resoluciones y las den a publicidad. Como sostiene Carillo (1986, noviembre) la
“viabilidad de un órgano de esta naturaleza precisa de un acuerdo general de todos los
sectores de la prensa”. Sin embargo, esto no siempre sucede. Whitehouse (2001,
junio) da el ejemplo del Consejo de Prensa de Washington acusado de “no ser más
que un grupo de entrometidos auto-elegidos que simplemente están del lado de
quienes se dedican a castigar a la prensa”. Aznar (1999a p. 221), en tanto, cita el caso
frustrado del Consejo Nacional de Prensa de Estados Unidos, surgido en 1973 y
disuelto en 1984 debido a “la oposición de algunos grandes medios y al vacío de otros
tantos, lo que a la larga lo condenó al fracaso”.
43
El compromiso de las empresas periodísticas con los Consejos va más allá de la
aceptación de su actuación, ya que involucra también el aporte dinerario para su
mantenimiento. Como explica Carrillo (1986, noviembre) “la financiación ha de
proceder de las aportaciones económicas de las partes privadas que lo integran a fin
de evitar toda dependencia respecto de los poderes públicos”.
Sobre este último punto, Villanueva (2002 p. 29) aporta una mirada más realista,
sobre todo al referirse a la situación de países en desarrollo en los cuales se observa
“desorganización gremial [de los periodistas], desinterés empresarial [en promover
organizaciones independientes] y ausencia de masa crítica [o sea, organizaciones de
la sociedad civil activas frente al tema de la información]”. Es así como indica que
existen países en los cuales el Estado puede “generar Consejos de Prensa por
mandato de la ley” y “financiarlos de manera legítima”. Lo importante en estos casos,
agrega, es que tal origen y sostenimiento no interfiera en su “autonomía
administrativa” ni en su “independencia en la toma de decisiones”. “El quid del asunto”,
sentencia este autor, no es el “origen presupuestal” sino “quiénes y bajo qué
parámetros son elegidos para formar parte del Consejo”27.
44
abierto paso con resultados crecientes”, siendo más “los Consejos de Prensa que se
han edificado y sobrevivido que los experimentos que han fracasado”.
Europa es el continente que registra los ejemplos de más antigua data. Incluso el
propio Consejo de Europa, en su Resolución 1003 de 1993, dedicada a la ética en el
periodismo, instó a los países miembros a fomentar estas iniciativas (Villanueva, 1999
pp. 44-45):
Art. 37 Para la vigilancia del cumplimiento de estos principios, es necesario crear
organismos o mecanismos de autocontrol integrados por editores, periodistas,
asociaciones de usuarios de los medios de comunicación, representantes de la
Universidad y jueces que elaborarán resoluciones sobre el respeto a los preceptos
deontológicos por parte de los periodistas, que los medios de comunicación deberán
hacer públicos. Todo ello ayudará al ciudadano, que tiene derecho a la información,
a formarse un juicio crítico sobre el trabajo de los periodistas y su credibilidad.
Además de la AIPCE, existe otra organización que reúne a organismos de este tipo.
Se trata de la Asociación Mundial de Consejos de Prensa (WAPC)30, fundada en
octubre de 1992 en India. En su Constitución se declara la voluntad de “fomentar,
mantener y promover la institución de consejos de prensa independientes […] como
organismos apropiados para ayudar a garantizar la libertad, la responsabilidad y la
rendición de cuentas de los medios de comunicación”.
En cuanto al tipo de medios sobre los cuales tienen competencia los Consejos, la
mayoría se circunscribe a la prensa escrita, aunque hay excepciones. Se trata de los
casos de Holanda, Dinamarca, Minnesota (Estados Unidos) o Cataluña (España),
45
donde también “abarcan la información transmitida a través de los medios
audiovisuales” (Aznar 1999a p. 225).
Ombudsman
Como esta figura es el tema central de la Tesis y se dedicará a ella los capítulos
siguientes, aquí sólo se la menciona como parte de los Organismos de
autorregulación.
El mismo Aznar (2005 p. 30) es tajante en otro de sus libros cuando indica que “en
absoluto” la censura tiene que ver con la autorregulación. La primera, indica, “es una
injerencia [externa] en la actividad de los medios dirigida a limitar su libertad y
orientada por algún fin espurio”. La segunda, en tanto, nace del “compromiso
voluntario” de quienes forman parte de la prensa con el propósito de hacer “un uso
responsable” de los medios. Tampoco, según Maciá Barber (2006 p. 53) se trata de
una forma de autocensura, ya que mecanismos como el Consejo de Prensa o el
Ombudsman sólo actúan “a posteriori de la publicación”.
46
Ser una “coartada”, un “subterfugio” para evitar la regulación del Estado
(Exeni, 2001, abril).
Albarrán de Alba (2009, marzo) admite que la autorregulación ha sido el “freno
tradicional” que los propietarios de los medios “han opuesto a la amenaza
gubernamental de controles legislativos” y que de esta forma no sólo defienden su
“libertad editorial” sino también “el negocio”. Similar observación hace Carlos Soria
(López Mañero, 2000 p. 171) al advertir acerca de “cierta impureza” que tiene la
autorregulación si es fruto “del temor más que del convencimiento”. Esto “no augura
normalmente un buen futuro”, sostiene el autor. Lo mismo indica López Villegas (2001
p. 24): “…cuando la puesta en marcha de los organismos de autocontrol sólo tuvo por
objeto contrarrestar las iniciativas del legislativo y prodigar fórmulas corporativistas, no
hizo sino aumentar el grado de desprestigio de la prensa…”.
Ser una “mera operación de imagen” por parte de los medios (Albarrán de
Alba, 2009, marzo), más una “cuestión de estética que de ética” (Aznar, 1999a p. 34).
Tal como admite Germán Rey (2003, marzo) “en algunos casos las
autorregulaciones han sido tan rápidas para expedirse como veloces para
incumplirse”. O, como advierte Catela Marcos (2002 p. 129), han terminado siendo
sólo “el parapeto que salvaguarda la imagen de marca” ante “un escándalo o metedura
de pata sonada”. Rosa Zeta de Pozo (2005, febrero) aporta ejemplos al respecto
cuando recuerda cómo el diario estadounidense The New York Times adoptó la figura
del Ombudsman luego de “los críticos acontecimientos con su reportero Jayson Blair 34”
o, cómo en Perú, “la mayoría de los instrumentos de regulación datan del segundo
gobierno de Fujimori, durante el cual se dieron situaciones irregulares en las
relaciones presa-gobierno”. Sin embargo, sostiene Aznar (1999a p. 34), aunque la
autorregulación surja como un “ejercicio de relaciones públicas”, termina
convirtiéndose para el medio “en una arma de doble filo”: “…podrán o no cumplir con
esos compromisos, pero desde luego lo que no podrán hacer es ignorarlos…”.
47
tenga temor de ella habla de “la madurez de una sociedad cuyos miembros son
capaces de asumir libremente responsabilidades y compromisos”.
Tal diagnóstico es compartido por López Mañero (2000 p. 174) al indicar que se
reacciona con “escepticismo” frente a la autorregulación por tratarse de un “fenómeno
relativamente nuevo y desconocido, a veces, para los mismos profesionales y, sobre
todo, para el público”. En el mismo sentido se expresa Maciá Barber (2006 p. 21),
quien califica como “preocupante” la ignorancia sobre el tema.
48
Falta de autocrítica de la prensa
Herrán y Restrepo (1991 p. 259) advierten acerca de la resistencia a cualquier
mecanismo que examine públicamente los errores que se cometen, aunque los
mismos provengan desde su propio sector. López Mañero (2000 p. 174) coincide al
indicar que “la falta de autocrítica que acompaña a la profesión informativa” es
contradictoria ya que se trata de un sector que no tiene reparos “en evaluar
públicamente las actuaciones de los demás”. Similar visión aporta la Red Periodismo
de Calidad de México (2007 p. 50) cuando indica que en ese país “no hay debate
crítico desde los medios sobre el abuso y excesos de los mismos ni sobre las
estructuras y reglas del ejercicio periodístico”.
Como afirma Albarrán de Alba (2003, marzo) “la sociedad tiene su propia
responsabilidad frente a los medios”, un “deber de exigir y buscar información de
calidad y de exhibir públicamente los desvíos y abusos de la prensa”. Sin embargo,
como explica Amado Suárez (2005 p. 83) en las sociedades latinoamericanas “la
consolidación de los derechos civiles” ha sido “lenta”, razón por la cual “el ejercicio de
la ciudadanía no [aparece] tan claramente relacionado con los derechos de acceso a
la información”. Maciá Barber (2006 p. 69), en tanto, observa que todavía no es una
costumbre instalada el hecho de reclamar ante un medio, a diferencia de lo que sí
ocurre frente a las falencias de otros “productos de consumo”. “Es una situación a la
que restamos importancia, salvo cuando sufrimos en nuestras propias carnes los
errores o desmanes cometidos por los periodistas”, sentencia el autor. En la misma
línea se expresa Aznar (1999b p. 24) al indicar que “el público adopta en relación con
este segmento del mercado una actitud muy poco activa […] a diferencia de lo que
ocurre con otros productos y servicios respecto a los que tenemos más claros nuestros
derechos”.
Educación
Restrepo (2004 p. 139) sostiene que la publicación de un código de ética o la
puesta en práctica de las otras variantes de la autorregulación no basta sino es
49
acompañada de “un proceso pedagógico de docencia” que implique “una reflexión
autocrítica y la investigación a la luz de los valores éticos”. Similar pedido hace a los
medios la Red Periodismo de Calidad (2007 p. 51) cuando indica que debe hacerse
público el contenido de los códigos éticos ý que cada medio debe asegurarse que “sus
periodistas los conozcan y los entiendan”.
Aznar, Albarrán de Alba y López Mañero piden, en tanto, no sólo una formación de
los periodistas en estas temáticas, sino en especial de lectores, oyentes y televidentes.
El primer autor sentencia: “…el público no puede reclamar algo que no conoce…”
(1999b p. 70). El segundo advierte que los documentos de autorregulación no pueden
estar sólo destinados “al estricto consumo interno de las redacciones” sino que existe
una “obligada difusión” de éstos por parte de los medios con el propósito de que el
público conozca “los compromisos morales y profesionales de la prensa”. Se trata de
una “socialización deontológica” que se dirige “a los propios periodistas” y a “la
sociedad toda” (2009, marzo). La tercera investigadora, en tanto, rescata el “valor
educativo” de la autorregulación, ya que considera que ésta puede ser
“ejemplarizante” a nivel social (2000 p. 173).
En la misma línea, Catela Marcos (2002 p. 128) aspira a que el “receptor ingenuo”
sea “formado” y esto implica, desde su perspectiva, “conocimiento interno de los
medios”. Por ejemplo, a “qué grupos de poder” responden. “El receptor formado es
exigente”, dice este autor, y esto lo llevará a “comprometerse y a participar más con
aquello que lee, escucha y ve”.
En fin, como dice Villanueva (2002, Prólogo) se trata de “educar para la
democracia informativa” y esto implica “cultivar el conocimiento de las reglas
normativas del correcto ejercicio periodístico”.
Participación
Como afirma Albarrán de Alba (2009, marzo) la “deontología periodística es una
construcción colectiva”. Es por ello que subraya la importancia de que exista “un
consenso mínimo” entre los integrantes de un medio a la hora de formular y poner en
práctica los mecanismos de autorregulación. Por ejemplo, al redactar un código “no se
debe ignorar la participación de reporteros, editores, redactores, correctores,
secretarios de redacción, fotógrafos, diseñadores, articulistas, editorialistas,
columnistas e incluso algún colaborador destacado”, detalla.
A similar conclusión se llegó en el Primer Congreso Mexicano de Derecho a la
Información (2000, diciembre) cuando se señaló que “queda claro que sin la
participación de la sociedad civil, la iniciativa de los periodistas y el respaldo de los
dueños de los medios […] la autorregulación no será efectiva de ninguna forma”.
50
En el mismo sentido se expresa López Mañero (2000 p. 173) al indicar que “lo
ideal es contar con el mayor número posible de participantes”. Tanto “los profesionales
y el resto de los miembros de las empresas informativas como los poderes públicos y
la sociedad tienen que ser concientes de su necesidad”. Aznar (1999b p. 55) también
hace lo propio al decir que es necesario lograr “el mayor número posible de
interlocutores e implicados”. “La suma de voluntades”, señala, “evitará que el resultado
final lo controlen sólo unos pocos”.
Desde una perspectiva crítica Catela Marcos (2002 p. 129) advierte que los
actuales mecanismos de autorregulación, con excepción de los Consejos de Prensa y
el Ombudsman, “están pensados desde los productores de información sin presencia
alguna de público”. Razón por la cual considera que los “receptores” tienen todavía
pendiente la “tarea” de “integrarse como parte activa” de este sistema.
Bases escritas
Se debe empezar por “reconocer y proclamar públicamente” códigos
deontológicos. Esa es, como dice Aznar (1999b p. 43) la “primera y más básica forma”
de autorregulación que permite identificar cuáles son los principios que deben guiar a
los medios y cuáles los parámetros desde los cuáles el público puede juzgarlos. Al
respecto, Albarrán de Alba (2009, marzo) es terminante: “…no puede concebirse una
autorregulación que carezca de bases escritas…”.
51
condiciones “empresariales y económicas” adecuadas para que “el informador pueda
desarrollar su labor de acuerdo con parámetros éticos”.
Aznar (1999b p. 44), en tanto, menciona que “el cumplimiento normal de las
exigencias éticas” requiere “condiciones laborales, profesionales y sociales”
adecuadas. Que la empresa de comunicación reconozca derechos a los profesionales
y que establezca mecanismos de participación, “favorece la aplicación de los criterios
éticos”. Más claro queda este concepto en otro de los libros del autor (1999a p. 102)
cuando cita las palabras de Juan Antonio Prieto, miembro de la Federación
Internacional de Periodistas:
Si el periodista no dispone de unas condiciones mínimamente aceptables (salario
digno, horario, vacaciones retribuidas, consejos de redacción) para garantizar su
independencia y un status que le permita ser libre, es prácticamente imposible que
pueda cumplir los principios establecidos en los diferentes códigos.
No sobrevalorar a la autorregulación
Los distintos autores que han abordado el tema coinciden en un punto fundamental:
no sobrevalorar a la autorregulación, suponiéndola como la solución a todos los
problemas del periodismo ni tampoco esperar resultados inmediatos.
Como bien señala Restrepo (2004, julio) se trata de “mecanismos educativos” y
como tales “no existe una forma de medir su efectividad a corto plazo”, ni tampoco con
“una contundencia registrable en estadísticas”. A nivel del público, considera, se
observan efectos cuando surgen “expresiones multiplicadas de interés por contribuir a
la elevación de la calidad”. En los periodistas, “los cambios se muestran cuando
aparecen en la redacción, con mayor frecuencia, los diálogos sobre dilemas éticos; o
cuando se trabaja con mayor rigor”.
Albarrán de Alba y López Mañero hacen advertencias similares. El primero indica
que la “autorregulación es un elemento más en la construcción de la confianza pública
de la prensa” (2009, marzo). La segunda, que “el autocontrol es un campo que
necesita madurar y mejorar” y que se trata de “una vía importante” pero que “no
servirá de nada si cada informador concreto no la asume e interioriza” (2000 p. 198).
Aznar, en tanto, es claro cuando dice que la autorregulación “no es la panacea”
(1999b p. 57) y que “no puede presentarse como la nueva utopía que ha de resolver
todos los problemas de la comunicación” (1999a p. 13). “Su alcance es más módico”,
advierte, “y por tanto más plausible”: “…sin pretender un cambio definitivo de los
medios, trata de plantear una exigencia cotidiana de mayor cuidado…” (2005 p. 32).
Hasta el momento, describe este autor, la autorregulación no ha sido “puesta en
práctica plenamente” en ningún lugar, o sea, con el trabajo conjunto y complementario
de cada uno de sus mecanismos. Lo que sí ha habido son “experiencias parciales”
52
que, hasta ahora, han demostrado que la autorregulación “sí contribuye a mejorar
siquiera en alguna medida la comunicación social” (1999b p. 59).
17
Si se produce un cambio sustancial en los principios ideológicos o fundacionales de un medio,
explica Aznar (1999a p. 157), el periodista puede invocar la Cláusula de Conciencia contenida en los
Estatutos. Para que tal recurso sea procedente, tiene que demostrar que el cambio en el medio afecta “su
libertad, honor e independencia” (tal como indican los Estatutos de los diarios españoles El País, La Voz
de Galicia y El Mundo) o ser “incompatible con sus convicciones morales e ideológicas” tal como señala
El Periódico de Catalunya.
18
Un ejemplo: el Comité de Redacción del diario español El País hizo conocer a los lectores a través
del propio periódico que discrepaba con el contenido de un editorial acerca de la figura de Ernesto “Che”
Guevara. El Comité expresó que: “…La Redacción de EL PAÍS quiere mostrar su disconformidad con el
editorial titulado Caudillo Guevara, publicado el pasado día 10 de octubre de 2007. Más de dos tercios de
los redactores (250) consideran que el texto publicado no abordaba en su totalidad la figura de un
personaje como el Che Guevara que, con sus luces y sus sombras, es lo suficientemente compleja para
haberla tratado como si no hubiera una escala de grises. El Estatuto de la Redacción contempla la
posibilidad de discrepar de un editorial siempre que se logren reunir las firmas necesarias, que cifra en un
mínimo de dos tercios de los redactores. En ejercicio de este mecanismo de transparencia y democracia
interna, único en la prensa española, se ha habilitado este espacio para dejar testimonio de nuestra
discrepancia…”. Más detalles sobre este caso pueden ser leídos en: DsD (2008, 15 de enero). Periodistas
discrepan públicamente con el diario en donde trabajan. Recuperado en enero de 2008 de:
http://www.diariosobrediarios.com.ar/eldsd/zonadura/2008/enero/15-1-2008.htm .
19
El contenido del libro Manual de Español Urgente fue recuperado en junio de 2009 del sitio web de
la Fundación del Español Urgente en:
http://www.fundeu.es/eUrgente.aspx?frmOpcion=VADEMECUM&frmFontSize=2
20
El contenido del Libro de Estilo del diario El País fue recuperado en junio de 2009 de:
http://estudiantes.elpais.es/libroestilo/indice_estilos.htm
21
Lo mismo señala la Red Periodismo de Calidad creada en México en 2004 con respecto a los
códigos de ética en la prensa de ese país: “…en muchos medios no se cuenta con códigos de ética y, en
los que se tiene, se utiliza poco…” (2007 p. 50). Coincide en esta apreciación otro mexicano, el periodista
e investigador Gerardo Albarrán de Alba (2009, marzo): “…redactados por unos cuantos funcionarios de
cada medio –cuando no son una burda copia de algún código de otro país- estos códigos carecen de
consenso y, por supuesto, son ignorados por la mayoría de los periodistas…”.
22
La Guía de Estilo de The Economist fue recuperada en junio de 2009 de:
http://www.economist.com/research/StyleGuide
53
23
La Guía de Estilo de The Guardian fue recuperada en junio de 2009 de:
http://www.guardian.co.uk/styleguide/a
24
Las Directrices de la BBC fueron recuperadas en junio de 2009 de:
http://www.bbc.co.uk/guidelines/editorialguidelines/advice/
25
El Libro de Estilo del diario Público fue recuperado en junio de 2009 de:
http://static.publico.clix.pt/nos/livro_estilo/index.html
26
El Manual del diario La Voz del Interior fue recuperado en junio de 2009 de:
www.lavoz.com.ar/institucional/pdf/manual.pdf
27
Villanueva (2002 pp. 51-53 y 284) aporta una interesante clasificación de los Consejos de Prensa
en función de cómo “satisfacen los valores más significativos de los sistemas de autorregulación
informativa”. Es así como establece la existencia de un primer grupo, al que denomina “Paradigmático”,
que se caracteriza por cumplir con cuatro requisitos: “ser organismos autónomos e independientes”,
contar con la “participación de manera equilibrada de periodistas, editores y público”, “surgir por consenso
colectivo” y “basar sus resoluciones en un conjunto de pautas éticas”. En esta categoría incluye a los
Consejos de Prensa de Australia, Finlandia, India, Nueva Zelanda y Suecia. Un segundo grupo, el “Cuasi-
paradigmático”, no reúne todas las características anteriores pero tiene una “considerable cercanía” con
las mismas. Es el caso de Alemania, Austria, Bélgica, Chile, Dinamarca, Estonia, Lituania, Luxemburgo,
Países Bajos, Perú, Reino Unido, Suiza y Turquía. Finalmente, existe el grupo de tipo “Minimalista” que
“no satisface a plenitud los valores esenciales” pero que “cumple una función con un saldo positivo
mínimo”. Son ejemplos de ello, según este autor, Bangladesh, Nepal, Nigeria, Sri Lanka y Tanzania.
28
El Consejo de Prensa de Suecia es particularmente interesante porque actúa conjuntamente con un
Ombudsman, el cual es el encargado de recibir las quejas en una primera instancia y luego derivar al
Consejo aquellas que considera más graves. Se recuperó información adicional sobre este Consejo en
julio de 2009 de: http://www.po.se/english
29
El listado completo de miembros de la AIPCE se recuperó en junio de 2009 de:
http://www.aipce.net/members/
30
Más datos sobre la WAPC se recuperaron en julio de 2009 de
http://www.wapconline.org/lang_eng/aboutWAPC.asp
31
Más datos sobre este Consejo se recuperaron en julio de 2009 de:
http://www.consejoprensaperuana.org.pe
32
Consejo de Ética de los Medios de Comunicación, creado por la Federación de Medios de
Comunicación Social de Chile. Más datos sobre este Consejo se recuperaron en julio de 2009 de:
http://www.anp.cl/p4_anp/stat/fset/consejo/index.html
33
Más datos sobre el Consejo Nacional de Ética Periodística de Bolivia se recuperaron en julio de
2009 de: http://legislaciones.item.org.uy/index?q=node/695
34
En 2003 Jayson Blair, reportero de The New York Times “admitió haber plagiado reportajes,
inventado declaraciones y trabajado ebrio con asiduidad” (Macia Barber, 2006 p. 31). Para recuperar la
credibilidad, el diario creó el cargo de Defensor del Lector, figura a la que -hasta ese momento- se había
negado a implementar.
35
Aznar (1999b p. 53) se refiere específicamente al caso de la formación de los periodistas españoles
en los centros universitarios, aunque aclara que “esta situación se ha corregido” al “incorporar al
currículum la materia de deontología profesional.
54
Capítulo (C3): El Ombudsman. Origen político/administrativo.
Historia, perfil y competencias. Extensión de la figura al ámbito privado y no
gubernamental.
55
buscando así que tuviera “independencia del Rey y de su gobierno” y que sirviera
“como garantía de control para el cumplimiento de las leyes”.
Maiorano (2003) enumera las “huellas dactilares” que identificaron al Ombudsman38
en su “versión original”:
Delegado parlamentario, con independencia funcional de quienes lo designaban,
ausencia de un trámite solemne para la presentación de las quejas; carácter no
vinculante de sus resoluciones despojadas del clásico imperium jurídico; amplias
facultades de investigación y obligación de presentar, ante el Parlamento, un
informe anual.
56
Ombudsman” y “que la Institución se va modelando de acuerdo a cada régimen
jurídico”.
En particular en América Latina, este cargo “florece tras la desaparición de las
dictaduras” (Defensoría del Pueblo de la provincia de Río Negro, 2009) y
acompañando “el proceso de democratización del continente” (Barraviera, 2009). La
influencia histórica de España y Portugal sobre nuestros países pesó también en esta
ocasión, tal como señalan Maiorano (2003) y Gozaíni (1995, p. 264). Según el primer
autor, el artículo 5441 de la Constitución Española de 1978 se convirtió “en un
verdadero paradigma en el tema defensorial”. El segundo, se refiere a la transmisión
que nos ha hecho “la madre patria” de la “simple voz ampulosa y confiable de defensor
del pueblo”.
Sin embargo, como advierte Castañeda Otsu (1997, junio) en América Latina la
figura del Ombudsman “presenta matices que responden a un contexto social, político
y cultural muy diverso de Europa”. En esta región donde “la pobreza, la impunidad, la
corrupción y la violencia política” son parte de la vida cotidiana, “la institución” ha
debido orientarse “a la defensa y promoción de los derechos humanos, relegando a un
segundo plano la función de supervisión de la administración pública”.
Tal rasgo, también es subrayado por la Federación Iberoamericana de
Ombudsman42 (FIO), agrupación creada en 1995 y que reúne en la actualidad a
representantes de Andorra, Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El
Salvador, España, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay,
Perú, Portugal, Puerto Rico y Venezuela43. El lema de la FIO es, precisamente,
“colaborando con la vigencia de los Derechos Humanos”.
Coincide Maiorano (2003) con este aspecto al indicar que en la actualidad el
Ombudsman “ha desbordado los estrechos límites impuestos por su versión original”.
Como ejemplo señala:
La activa y decidida intervención [que los Defensores] han asumido en estos últimos
años, tanto en la defensa de los derechos humanos a la vida y la libertad como en la
tutela de los derechos económicos, sociales y culturales o en los problemas vinculados
al medio ambiente […] Hoy el Ombudsman no es un lujo de sociedades desarrolladas,
es una necesidad evidente de todo Estado que pretenda el respeto de los derechos
individuales.
Sin embargo y a pesar de que la figura del Defensor del Pueblo “se ha
generalizado” en América Latina, Maiorano (2003) expresa “temores” acerca de su
futuro en la región. El autor advierte acerca de la “apetencia partidaria” que busca
convertir “a la institución en un botín político”. Esta amenaza se materializa a través de
“proyectos de eliminación, recorte de facultades, cercenamientos presupuestarios u
hostigamientos”.
57
3.2. Perfil y competencias del Ombudsman político
Veamos ahora una breve descripción acerca de cómo es elegido el Ombudsman44
o Defensor, qué autoridad y competencia tiene, cuál es la modalidad de trabajo y cómo
se puede reclamar ante él. Tales datos serán de importancia para luego comparar
cuáles de estas características se mantienen en el ámbito de la prensa.
Si se recorren diferentes definiciones del rol del Ombudsman se encuentra como
común denominador la indicación de que su misión es la “defensa” o la “protección” de
determinados derechos.
Es así como Corchete Martín (2001 p. 16) indica que se trata de un “representante
del ciudadano frente a la acción pública, controlando posibles abusos y
extralimitaciones del poder”. Quinzio (1992 p. 153) destaca que su función es “proteger
a la sociedades de los errores de la burocracia y de los abusos de la administración
pública”. Ruiz Murillo (1983), en tanto, subraya la labor de “investigación” que debe
realizar tal funcionario para “poner de relieve los errores, negligencias o dolo” de la
“administración pública”.
58
que se hace intervenir a los líderes de la oposición o las asociaciones civiles. El mismo
autor (2003) en otro de sus textos se muestra partidario de que, en un futuro, “el propio
pueblo” intervenga en “ciertos aspectos de su elección e invariablemente, a la hora de
ponderar si debe ser reelecto o no”.
Que el Ombudsman sea creado por el Poder Ejecutivo puede generar, según
analiza Gozaíni (1995 p. 278), “resquemores” o “suspicacias”, sin embargo “no existen
obstáculos”, siempre y cuando, mantenga una “independencia funcional”.
Por lo general, las normativas que regulan la función del Ombudsman establecen
las cualidades que debe tener el candidato45, el período de tiempo específico46 en el
que se desempeñará en el cargo, las inmunidades que lo protegen y la remuneración
que percibirá47. Tales condiciones contribuyen a garantizar su independencia y a evitar
que se convierta en una figura “cosmética, estética o de maquillaje” (Maiorano, 2003).
Si bien el Ombudsman o Defensor puede actuar de oficio o motu propio48 frente a
una irregularidad que él mismo detecte (Barraviera, 2009), lo importante es que su
oficina, como “instancia de control ciudadano”, cuente con la “participación popular”, ya
que mediante ésta se “conocen y denuncian las fallas de un Estado injusto o
ineficiente” (Villarreal, 1995 p. 16).
Frente a los trámites más lentos o burocráticos de los distintos estamentos del
poder, la oficina del Ombudsman debe actuar como una instancia “gratuita” y de “fácil
acceso” para quien reclama, con procedimientos ágiles y confidenciales (Pérez Peña,
2004 p. 25). Como bien describe Ruiz Murillo (1983) “sólo basta con dirigir un escrito”49
y “no se precisa asistencia técnica alguna” por parte de abogados.
Si la queja es considerada como pertinente, el Ombudsman examina “los
documentos, archivos o registros, ya que tiene libre acceso a todas las áreas que
están bajo su jurisdicción” (Barraviera, 2009), convoca a los funcionarios a brindar
explicaciones y, finalmente, emite una serie de consejos y recomendaciones.
En este punto toca mencionar un dato clave, por el cual muchas veces esta figura
es criticada. Se trata de la falta de “poder de coerción” (Defensoría del Pueblo de
España, 2007 p. 10).
Como bien lo explica Sagües (1995 p. 8) el Ombudsman “está autorizado para
inquirir, averiguar, inspeccionar, supervisar y en definitiva controlar, pero raramente
para decidir y cambiar un estado de las cosas”. La IOI (2009) se expresa en sentido
similar al indicar que el Ombudsman “recomienda efectuar un cambio” pero “no tiene
facultad para tomar decisiones que son obligatorias para el gobierno”. Se trata, como
lo expresa Barraviera (2009) de una autoridad que puede calificarse como de tipo
“moral” o “persuasiva, preventiva, casi pedagógica”, como prefiere describirla Fairén
Guillén (Maiorano, 1999 p. 159).
59
Entonces, si el Ombudsman no es un juez que condena o absuelve, no es un
legislador que sanciona leyes y no tiene tampoco atribuciones ejecutivas, ¿dónde
radica su poder? y ¿de qué depende su efectividad?.
Se puede decir con la IOI (2009) que el poder del Ombudsman proviene de su
“credibilidad” ante la sociedad y que ésta se construye manteniendo “imparcialidad e
integridad”. Su “capital más preciado”, como sostiene la Defensoría del Pueblo de
España (2007 p. 10), proviene de la “auctoritas”50 que haya conseguido, ya que sin
ésta “sus acciones se difuminan”.
La eficacia de la oficina del Ombudsman requiere no sólo de su activa participación
en los temas de discusión pública, sino también del compromiso y el consenso de los
otros dos actores fundamentales en este tema: de la sociedad mediante su
participación crítica y del gobierno a través de la efectiva aceptación51 y puesta en
práctica de sus recomendaciones.
Si, como dice Sagües (1995 p. 8), “los poderes públicos permanecen indiferentes”
será “probable que su figura se desvanezca en la nada de la inoperancia”. Otro factor
a tener en cuenta, según este autor, es el exceso de expectativas en torno a este
mecanismo de control de la administración. Sobre esto advierte que hay que tener
claro que el Ombudsman “no puede ser ni el salvador de la Patria ni el remedio para
todos los males que aquejan a un país”. “Si se le encomiendan tareas imposibles de
cumplir”, dice Sagües, “se producirá una crisis de expectativas y un irremediable
fracaso”.
En idéntico sentido se expresa Maiorano (2003) al sostener que “el Defensor del
Pueblo, por sí solo, no podrá lograr que se respeten los derechos humanos en un país
[…] necesita ser acompañado por los medios de comunicación, valorado por la
sociedad y respetado por el Gobierno”.
Esta labor conjunta con otras instituciones es también recomendada por Sorín
(1998, diciembre), quien afirma que el Ombudsman debe establecer lazos de
cooperación con “organizaciones no gubernamentales, universidades e instituciones
intermedias de la sociedad”. Esta interacción “es fundamental” para que su tarea “sea
eficaz”.
60
defensa de otros derechos que exceden a los originales que se vinculaban con la
administración pública.
Es así como Quinzio (1992 p. 123) enumera la existencia en algunos países de
Defensores “con competencias específicas”: “para la protección de los consumidores,
para el control de las Fuerzas Armadas, para los ámbitos educacionales, para la
igualdad de sexos, para la defensa de los niños, etc.”.
El sector privado también ha adaptado la figura “como forma de resolución interna
de conflictos o para atender quejas de su clientela”, según explica la IOI (2009), que
da ejemplos de casos en “centros de cuidado sanitario, sociedades y bancos”.
Maiorano (1999 p. 376), en tanto, ofrece un completo listado de los “Ombudsman
especializados públicos y privados” en los distintos países. Es así como menciona la
existencia de este cargo en las áreas más variadas: tercera edad, fuerzas armadas,
centros penitenciarios, actividad bancaria y financiera, industria eléctrica,
consumidores, telecomunicaciones, pensiones, seguros, servicios funerales, correo,
universidades, etc.
En España, señala Maciá Barber (2006 p. 82), el Ombudsman “prolifera en los más
diversos sectores de la vida económica y social”. Existen, según el autor, Defensores
del cliente en entidades bancarias, Defensores del asegurado en empresas de este
ramo, Defensores universitarios en casas de altos estudios y Defensores del paciente
en instituciones médicas.
Un caso interesante es el de Brasil donde la figura del Ombudsman se ha extendido
de tal forma a diferentes ámbitos, que por ello fue creada en 1995 la Asociación
Brasileña de Ouvidores52 (ABO), la cual se inició con 20 asociados, pero que en la
actualidad cuenta con 380 miembros. Los mismos, como explica su presidente, Edson
Luiz Vismona (2009), actúan “en la administración pública53 (Unión, Estados y
Municipios), en órganos de administración directa, indirecta y concesionarios y en las
empresas privadas54 de las más diversas actividades”.
La ABO cuenta desde 1997 con un Código de Ética y un Decálogo para sus
miembros55. También desarrolla actividades de docencia56 sobre el tema: como el
curso titulado “Mediando conflictos y facilitando diálogos” o los consejos sobre los
pasos necesarios para crear una oficina de este tipo57.
61
37
La denominación original en sueco aparece escrita de diferentes formas. Es así como Castañeda
Otsu (1997) lo menciona como “Justitie-Ombudsmannen”, Maciá Barber (2006 p. 82) agrega diéresis y
elimina el guión (“Justitieombudsmännen”), Ruiz Murillo (1983) se refiere al “Justitieombudsman” al igual
que lo hace el International Ombudsman Institute (I.O.I.) y Maiorano (1999 p. 152). En tanto que la
Defensoría del Pueblo de la Nación Argentina (2009), cita tal denominación como “Justitie Ombudsman”.
38
Un dato de color sobre el significado “más primitivo” de la palabra “Ombudsman” es señalado por
varios autores, al indicar que era el término que se usaba para designar “a la persona que comprobaba en
las comunidades escandinavas que las calles y chimeneas estuvieran limpias” (Nauman 1994, junio;
Aznar 1999a p. 169; Maciá Barber 2006 p. 81 y Restrepo, 2003, marzo). Otros autores traducen el
término “Ombudsman” como “persona que da trámite” (Castañeda Otsu, 1997), “el representante de otra
persona” (Defensoría del Pueblo de la Nación Argentina, 2009), “representante” (I.O.I., 2009), “el hombre
que tramita” (Carlos Soria citado por Maciá Barber, 2006 p. 81) o “comisionado, apoderado o
representante” (Pérez Peña, 2004 p. 23).
39
El IOI fue creado en 1978 como una organización internacional que agrupa a las oficinas de
Ombudsman. Se recuperaron más datos en abril de 2009 de:
http://www.law.ualberta.ca/centres/ioi/Espanol/
40
Mientras algunos países han conservado la denominación original de Ombudsman para el cargo,
otros lo han adaptado a su propio idioma. La IOI ofrece en su página web ejemplo de ello: “Defensor del
Pueblo es el título de la oficina del Ombudsman en varios países hispanoparlantes (como España,
Argentina, Perú y Colombia). Parliamentary Commissioner for Administration (Sri Lanka, Reino Unido),
Médiateur de la République (por ejemplo, Francia, Gabón, Mauritania, Senegal) Public Protector
(Sudáfrica), Protecteur du Citoyen (Québec), Volksanwaltschaft (Austria), Public Complaints Commission
(Nigeria), Provedor de Justiça (Portugal), Difensore Civico (Italia), Investigator-General (Zambia), Citizen's
Aide (Iowa) Wafaqi Mohtasib (Paquistán), y Lok Ayukta (India)”. Según información recuperada en julio de
2009 de: http://www.law.ualberta.ca/centres/ioi/Espanol/
41
Según transcribe Gozaíni (1995 p. 263) el artículo 54 de la Constitución española de 1978 señala
que: “…una ley orgánica regulará la institución del defensor del pueblo, como alto comisionado de las
Cortes Generales, designado por éstas para la defensa de los derechos comprendidos en este título, a
cuyo efecto podrá supervisar la actividad de la Administración, dando cuenta a las Cortes Generales”.
Luego el autor menciona que “el 6 de abril de 1981 se promulgó la Ley Orgánica del defensor del pueblo”.
42
Más datos de la Federación Iberoamericana de Ombudsman fueron recuperados en julio de 2009
de: http://www.portalfio.org
43
Castañeda Otsu (1997) ofrece un detalle de los años de surgimiento de la figura del Ombudsman en
los países latinoamericanos: “…este proceso de institucionalización se inició en el Caribe, a partir del año
1966, en Guyana. Posteriormente asumiría la figura Trinidad y Tobago en 1976, Puerto Rico en 1977,
Dominicana y Jamaica en 1978, Santa Lucía en 1979, Barbados en 1980 y Antigua y Bermuda en 1981.
Posteriormente fue introducida en Guatemala en 1985. El Salvador en 1991, Colombia en 1991. México
en 1992, Paraguay en 1992, Honduras en 1992, Costa Rica en 1992, Perú en 1993 (como institución
autónoma, ya que desde 1979 las funciones del Defensor del Pueblo fueron encargadas al Fiscal de la
Nación), Argentina en 1993, Bolivia en 1994 y Ecuador en 1996…”.
44
No hay acuerdo acerca de cómo mencionar en plural este término, ni tampoco cómo hacerlo si el
cargo es ejercido por una mujer. Para algunos autores es incorrecto hablar de “Ombudsmen” o de
“Ombudswoman”, ya que el término es de origen sueco y no inglés (Mendes, 1999). Similar advertencia
hacen Maciá Barber (2006 p. 84) y Octavio Hornos Paz (1999, 22 de febrero). Este último explica que “el
término sueco Ombudsman se aplica a varones y mujeres sin modificaciones”. Sin embargo la
Organization of the News Ombudsmen (ONO) sí utiliza desde su propio nombre el plural en inglés. La FIO
en sus textos en español se refiere a “los Ombudsman” y Murillo (1983) habla de “ombudsmanes”. En
Brasil, señala Caio Tulio Costa (2006 p. 16) que el diario Folha de San Pablo “aportuguesó el plural”,
agregándole una “s”, con lo cual queda enunciado como “ombudsmans”.
45
Barraviera (2009) describe el perfil del Ombudsman: “…para desempeñar esta función se puede
tener cualquier formación profesional pero con notable saber, conocimiento de la organización en que se
irá a actuar, sentido de justicia y de equidad, sensibilidad social, habilidad en las relaciones públicas,
equilibrio, reputación, reconocida fibra moral y probidad…”. Ferreira y Moreno (2004), por su parte,
indican que los candidatos “deben reunir los mismos requisitos necesarios para el ejercicio de la función
pública y algunas veces para las funciones judiciales, pero siempre se exigen solvencia moral y una
transparente trayectoria administrativa y política”.
62
46
Según Maiorano (1999 p. 155) el Ombudsman sueco es elegido por cuatro años y puede ser
reelegido.
47
En algunos países el Ombudsman goza tanto de las inmunidades como de la remuneración que
tiene un legislador. En Suecia tiene las mismas garantías que los miembros del Poder Judicial (Maiorano,
1999 p. 157)
48
Las actuaciones de oficio, explica Maiorano (1999 p. 157) pueden ser iniciadas por “los comentarios
sobre las actividades de la administración” que realiza la prensa o por las “inspecciones que
periódicamente realiza” el Ombudsman a “cárceles, hospitales, hogares de niños, etc.”.
49
Ruiz Murillo (1983) explica que en algunos países no es necesario que el reclamante “sea afectado
en sus derechos e intereses” para poder presentar una queja. En otros, en cambio, sí es requisito la
condición de “interesado”. También aparecen diferencias en cuanto a la “vía de acceso al Ombudsman”,
en algunos casos ésta es “directa”, mientras que en otros existe un “filtro parlamentario”, o sea, que la
queja debe presentarse primero ante el Parlamento y luego es éste el que deriva al Ombudsman sólo las
que considera pertinentes.
50
Según explica Luciana Gallino (1995 p. 70) en su “Diccionario de Sociología”, la palabra “auctoritas”
proviene del latín (“augere”) y se relaciona con “la sanción y confirmación por parte de un cuerpo que
goza de especial competencia y prestigio en la comunidad”. En este sentido señala que “en la antigua
Roma la auctoritas suprema pertenece primero al Consejo de Ancianos, después al Senado”. La autora
cita también el significado de esta palabra según el historiador Theodor Mommsen: “…la auctoritas es
más que un consejo y menos que una orden. Es un consejo a la moderación del cual no es conveniente
sustraerse…”.
51
Gozaíni (1995 p. 289) señala que “las recomendaciones, sugerencias o recordatorios” emitidos por el
Ombudsman “pueden ser seguidas o no por el funcionario al cual se dirigen”. No obstante, aclara, que si
la “investigación demuestra la realidad de un hecho de graves connotaciones delictuosas […] es
recomendable la iniciación de acciones penales”.
52
Como explican Vismona (2009) y Barraviera (2009), la palabra ouvidor en Brasil remite
tradicionalmente a la época colonial durante la cual se designaba con este nombre a quien informaba al
Rey sobre los sucesos locales. Sin embargo, a partir de 1986 el término tuvo un cambio de concepto.
Dice Vismona que de representante del Rey, el Ouvidor pasó a representar a la ciudadanía, asumiendo
así “la noble función del Ombudsman”.
53
La primera Ouvidoría pública en Brasil data de 1986 y fue establecida en la ciudad de Curitiba,
capital del estado de Paraná, con el objetivo de “defender los intereses legítimos de los ciudadanos”. El
ejemplo se extendió luego a otras ciudades y en 1999 la Asamblea Legislativa de San Pablo
institucionalizó por ley la Ouvidoría en la Administración Pública de esa región. Sin embargo, explica
Barraviera (2009) no hay en Brasil una “previsión constitucional específica” ya que la “Constitución de
1988 no acogió las propuestas de instituir un Ouvidor con las características clásicas”, o sea con origen
Parlamentario. “Los Ouvidores que ejercen sus funciones en la Unión, estados o municipios fueron
nombrados por el jefe del ejecutivo, generalmente por decreto”, sostiene la autora.
54
En el sector privado la figura del Ombudsman/Ouvidor fue impulsada a partir de 1990 por la
publicación del Código de Defensa del Consumidor y según enumera Barraviera (2009) en la actualidad
poseen esta función “bancos, shopping, empresas privadas de energía, telefonía y tarjetas de crédito”,
entre otros.
55
El Código de Ética y el Decálogo de la ABO fueron recuperados en julio de 2009 de:
http://www.abonacional.org.br
56
También la Facultad de San Camilo en Minas Gerais ofrece un “Curso de Ouvidoría”. Más datos
fueron recuperados en agosto de 2009 de: http://www.saocamilo-
mg.br/educacao_continuada/qualificacao_certificacaoO.php
57
Se sostiene desde la ABO que el primer paso para establecer una Ouvidoría es lograr “consenso”:
“convencer a dirigentes, líderes internos, instituciones u órganos gubernamentales de la importancia” de
este tipo de emprendimiento. Luego es necesario “identificar un profesional con un perfil adecuado para la
misión”. O sea, con “espíritu de colaboración, paciente en el trato con el público, con conocimiento de los
servicios prestados, con empatía con el público, proactivo, con equilibrio emocional, tenacidad,
adaptabilidad, análisis crítico y persuasión”. A continuación, se debe “concientizar” a los profesionales
63
acerca de esta institución: “…todos tienen que saber que hay una Ouvidoría, quién la ejerce, cuáles son
sus objetivos y de qué forma se integrará cada uno en este proceso…”. En cuarto lugar, debe dotarse a
esta oficina de un “equipo de apoyo”: “como mínimo una secretaria y un asistente”. También tiene que
contar la Ouvidoría con infraestructura: “teléfonos, computadoras, fax, correo electrónico y material de
divulgación”. Finalmente, el Ouvidor debe establecer “un plan de trabajo, con estrategias, metas,
procedimientos y rendición de cuentas”. Las recomendaciones de la ABO fueron recuperadas en julio de
2009 de: http://www.abonacional.org.br
64
Capítulo (C4): Historia del Ombudsman en la prensa.
Surgimiento y evolución. Creación de la ONO
Panorama en cada país a 2011.
Introducción
Esta vez el hombre en cuestión no parece un súper-héroe, como en el dibujo de la
revista La Maga que abrió esta Tesis. Lejos está de transmitir la idea de que posee
poderes no terrenales para defendernos de los medios. Por el contrario, este sujeto
que viste un tradicional traje, usa anteojos y está sentado en el escritorio de una oficina
frente a su computadora, que hace malabares para atender a la vez al periodista que le
da explicaciones mostrándole un diario y al público que le reclama con dedo acusador
o puño cerrado, es quizás una de las imágenes más realistas de las encontradas para
describir la labor del Ombudsman o Defensor.
Tal recurso gráfico que ilustra un artículo sobre el tema elaborado por José Luis
Santa María (2005) y publicado por la Pontificia Universidad Católica de Chile, sintetiza
algunos de los temas que se abordarán a continuación y que dan cuenta de la historia,
la función, las rutinas de trabajo, las relaciones con periodistas y públicos y la
evaluación acerca de la efectividad de esta forma de autorregulación.
Para construir este estado de la cuestión se buscaron tanto fuentes académicas
como la propia producción de los Defensores del público a través de sus columnas.
Ambos sectores nos permitirán ver este “oficio” desde dos perspectivas: por un lado, el
analista externo que aborda un objeto de estudio y del otro, desde la vivencia interna
de quien ejerce el cargo y experimenta la tensión de mediar entre los periodistas y el
público.
65
4.1 La polémica sobre quién fue el primero
Tal como señala Restrepo (2003, marzo) la figura del Ombudsman o Defensor en la
prensa presenta la particularidad de ser “institución cambiante y viva” que “busca su
identidad”. Y este concepto es tan cierto que, hasta el establecimiento de su fecha y
lugar de origen ha sido puesto en cuestión, después de muchos años en los cuales se
daba por sentado que su surgimiento había sido en 1967 en dos diarios de Kentucky,
en Estados Unidos: The Courier-Journal y The Louisville Times58.
Es así como al momento de reconstruir la historia del Ombudsman en la prensa,
Albarrán de Alba (2002, octubre) habla de “la controversia” sobre sus orígenes y Maciá
Barber (2006 p. 86) de la “disputada paternidad de la idea”. Esta polémica a la que
hacen referencia se produjo a partir de 1999 cuando el entonces Ombudsman del
diario japonés The Yomiuri Shimbun, Osami Okuya, dio cuenta de la existencia de
sistemas internos de control de calidad y de recepción de quejas en los medios previos
a 1967. Se trataba, según Okuya, del diario estadounidense The New York World y de
los japoneses The Asahi Shimbun y The Yomiuri Shimbun (Maezawa, 1999).
El caso de The New York World, diario de Ralph Pulitzer, ya había sido apuntado
por Cassandra Tate en un artículo de 1984. Allí se refería a la existencia de un Boreau
of Accuracy and Fair Play puesto en funciones por Pulitzer a partir de 1913 con el fin
de detectar datos ficticios que se incluían, por ejemplo, en noticias sobre naufragios59.
Según Okuya, fueron los japoneses los siguientes en instaurar este tipo de control
para hacer frente a los errores que se publicaban. Es así como en 1922 el diario The
Asahi Shimbun anunció la creación de una oficina interna que se ocuparía de investigar
las quejas de los lectores y en 1938 hizo lo propio otro periódico, The Yomiuri
Shimbun, con el propósito de supervisar su calidad. Fue en 1951 cuando éste último
conformó un comité de 28 miembros, especializados en distintos tipos de denuncias,
que desde entonces se reúnen a diario con los editores para plantear problemas y
posibles soluciones (Raymond, 1999; ONO, 2009).
Estos datos aportados por Okuya no pasaron desapercibidos para el diario
norteamericano The Louisville Courier-Journal & Times, que hasta entonces exhibía
con orgullo el mérito de haber sido el pionero. Quien en 1999 se desempeñaba como
su Ombudsman, Linda Raymond, escribió entonces una columna titulada “Estábamos
equivocados”, en la cual relató los hallazgos de Okuya y pidió disculpas a los
japoneses en nombre de su diario por haber ignorado que fueron ellos “los que
inventaron la idea en 1922” (Raymond, 1999).
Sin embargo, la polémica por los orígenes del Ombudsman en la prensa continuó, y
de la mano de otro japonés, Takeshi Maezawa (1999), de la Universidad Keizai de
Tokio y también ex Ombudsman de The Yomiuri Shimbun. Maezawa contradijo los
66
hallazgos de Okuya, señalando que los sistemas de control de calidad de los diarios
japoneses no son equivalentes al concepto de Ombudsman, porque no poseen dos de
sus características fundamentales: “independencia” con respecto a las jerarquías
internas de la redacción y “divulgación” de los resultados de las investigaciones.
Dijo Maezawa:
El 11 de junio de ese mismo año la idea fue retomada por Abe Raskin, periodista
de The New York Times quien, como explica Nauman (1994), publicó en la revista
dominical de ese diario que “la prensa era demasiado complaciente” consigo misma,
67
razón por la cual proponía que cada medio creara un “Departamento de Crítica Interna”
para comprobar la exactitud y la idoneidad de su cobertura informativa. Raskin
agregaba que, quien estuviera al frente de ese Departamento debía “ser lo
suficientemente independiente para actuar como ombudsman de los lectores” y que
tenía que tener “autoridad” para “proponer métodos” que mejoraran la eficacia de los
diarios en su “servicio a la comunidad” (Tate, 1984).
Ocho días después de que se difundiera el artículo de Raskin, el editor ejecutivo de
los diarios The Courier-Journal y The Louisville-Times, Norman Isaacs, nombró al
primer Ombudsman de la prensa estadounidense. Se trataba de John Hershenroeder
quien, según el relato de Jacoby (1983), era un “reportero y editor” con una experiencia
de “cuarenta años en el periodismo” y “cercano a la jubilación”. El mismo autor también
indica que Hershenroeder desempeñó la tarea “con brío y talento” y que los informes
diarios que envió a los editores, con las quejas de los lectores, “fueron duros”.
Sin embargo y tal como señalan Tate (1984) y Nauman (1994), las observaciones
de Hershenroeder no se publicaban en Louisville, sino que sólo se difundían
internamente en la redacción. El mérito de hacer públicas las críticas a los medios a
través de una columna semanal firmada por el Ombudsman le correspondió al mítico
diario The Washington Post, el cual creó el cargo en 1970.
Si se leen los memos internos enviados por Philip Foisie al director de The
Washington Post, Ben Bradlee, en noviembre de 1969, se podrán encontrar datos
sumamente interesantes sobre los entretelones que rodearon la creación del cargo de
Ombudsman en ese diario.
Foisie, quien en ese entonces era el editor de Internacionales, le sugirió a Bradlee
“seguir el camino de Louisville”, en referencia a los primeros periódicos
estadounidenses que pusieron en práctica esta forma de autorregulación. Sin embargo,
propone ir más allá que ellos, ya que considera que el Ombudsman de Louisville “es
poco más que un esfuerzo de promoción”. En este sentido, señala que el Post tiene “un
grave problema” de “credibilidad” que se traduce en la “pérdida de circulación” y en la
“erosión de la confianza” de los lectores. Por ello plantea toda una serie de condiciones
para asegurar la independencia del futuro Ombudsman60 (1969, noviembre p. 10-21).
En septiembre de 1970 las ideas de Foisie se llevaron a la práctica y The
Washington Post nombró a Richard Harwood como su primer Ombudsman. Su
sucesor, en 1971, fue Ben Bagdikian, quien fuera el primer periodista en pedir un
Ombudsman para la prensa (Maciá Barber, 2006 p. 96; Costa, 2006 p. 49). Desde
entonces, esta función se ha mantenido61 en el diario, incluso en épocas de
controversias. El escándalo protagonizado por Janet Cooke -quien en 1981 reconoció
que había inventado la historia del niño adicto con la cual ganó el Premio Pulitzer-
68
también trajo algunos cuestionamientos al Ombudsman del Post62 (Costa, 2006 p. 51;
Herrán y Restrepo, 1991 p. 133; Tate, 1984).
69
El editor Bill Keller definió la nueva función como “un par de ojos profesionales,
familiar con nosotros pero independiente de la producción diaria del periódico, que nos
haga más sensibles en cuestiones de exactitud y que pueda reforzar nuestra
credibilidad”68 (Nemeth, 2003 p. 28).
Nuevamente, surgieron debates en torno a la figura del Ombudsman: ¿su
existencia previa en The New York Times hubiera evitado el engaño de Blair? o ¿cuán
pertinente era adoptar este mecanismo de autorregulación en medio de un escándalo,
cuando históricamente el diario había dudado de su efectividad?69.
70
The Orlando Sentinel (Florida), The Harford Courant (Connecticut) y The Palm Beach
Post (Florida)”.
Este tema fue central en las últimas conferencias anuales que organizó la ONO. En
2008 fue en Estocolmo (Suecia) y allí la Ombudsman de la National Public Radio
(NPR) de Estados Unidos, Alicia Shepard (2008, 5 de junio) advirtió que en su país el
rol estaba siendo eliminado “por razones presupuestarias”.
En 2009, el cónclave se llevó a cabo en Washington (EE.UU.) y Pitchard (2009, 24
de mayo) aportó números. Dijo que en ese último año 14 periódicos estadounidenses
habían prescindido de la figura.
Jaane Andersson (2009, 6 de junio), el Ombudsman de TV4 de Suecia, también
abordó el tema y señaló que los Defensores de EE.UU. “fueron despedidos o
transferidos a otras posiciones”. El holandés, Jan Van Groesen (2009, mayo) intentó
explicar las causas de tal situación. Dijo que “en épocas de achicamiento de
presupuestos, de la ola revolucionaria de los medios digitales y de la comodidad del
contacto directo entre público y periodistas a través del e-mail”, los “newsombudsmen”
se habían convertido en “blanco vulnerable para los gerentes de contabilidad”.
Sin embargo, mientras decrece el número de Defensores en los medios gráficos
estadounidenses aumenta –aunque mínimamente- en la ONO la presencia de medios
audiovisuales que, en los últimos años, han creado tal cargo. Si bien ya en la
composición de la Organización en 1998 se registraba la presencia de las cadenas
televisivas NBC News con sede en Nueva York (Aznar, 1999a p. 171) y WJAR-TV73,
estación afiliada a la NBC y radicada en Warwick (Rhode Island), en la primera década
del 2000 se han incorporado cuatro medios más. En febrero de 2000 creó el cargo de
Ombudsman la National Public Radio74 (NPR) de Washington y en el 2005 lo hicieron
las cadenas PBS75 y ESPN76 y la compañía proveedora de imágenes para medios,
Getty Images77, la primera en poner en funciones a un Defensor dedicado
exclusivamente al área del Fotoperiodismo.
71
ese país. Desde ese entonces se han registrado casos, algunos más significativos y
duraderos que otros, en medios de América, Europa, Asia, África y Oceanía.
Como dice Herrera Damas (2005) la figura del Ombudsman en la prensa “es hoy
una realidad extendida”. Sin embargo, advierte que ello no implica que los Defensores
del público hayan dejado de ser una minoría ya que “su número sigue siendo bajo en
relación con la cantidad de medios”. Aznar (1999a p. 170) coincide al indicar que si
bien desde 1967 se ha “creado la figura del Ombudsman en medios de distintos
países”, igual sigue siendo “muy poco frecuente”. Similar es el razonamiento de
Cristina Elía (2007), cuando afirma que “la figura del Ombudsman se ha afirmado:
lentamente, pero de un modo estable”. Aunque aclara que “ese progreso no guarda
relación con la cantidad”.
El investigador Frédérique Beal (2008) se refiere, en este sentido, a la dificultad de
“compilar una lista completa” de los Defensores que existen a nivel mundial ya que,
“mientras algunos medios inician la experiencia, otros al mismo tiempo le ponen fin”. La
inestabilidad de los casos hace que el autor concluya que el “concepto” del
Ombudsman en los medios “todavía está en búsqueda de legitimidad”.
Sin embargo, desde la ONO se manejan algunas cifras acerca de cuántos son los
Defensores del público a nivel mundial. Ian Mayes (2006, 19 de mayo), un ex
presidente de la Organización y ex Ombudsman en el diario inglés The Guardian
estipuló que “habrá unos 100” Defensores, “la mitad de ellos en Estados Unidos”. El
mismo número mencionó Esben Ørberg (2008, abril), de la Unión Dinamarquesa de
Periodistas, en ocasión de presentar una investigación sobre el tema en 2008 durante
la Conferencia de la ONO en Estocolmo (Suecia).
Mientras algunos cargos de Ombudsman se eliminan en Estados Unidos, como ya
se señaló, en otros países surge el interés por esta figura de autorregulación. Según
Stephen Pritchard (2010), ex presidente de la ONO, la organización ha recibido
pedidos de asesoría, en los últimos años, desde Etiopía, Azerbaiyán, Islas del Pacífico,
Mongolia, Sarajevo, Chipre y Alemania.
Veamos, entonces, cuáles han sido los casos más significativos fuera de Estados
Unidos, siguiendo un orden cronológico que parte de la fecha en la cual surgió el
primer caso de cada país.
Por cuestiones de espacio, sólo se presenta en el cuerpo de la Tesis una tabla, a
modo de resumen. Sin embargo, se sugiere consultar el Anexo, donde se podrá
encontrar en detalle la historia de las Defensorías en cada país, junto con el aporte que
representantes de Inglaterra, Holanda, Bélgica, Sudáfrica, Dinamarca, Eslovenia y
Kenia hicieron especialmente para esta Tesis.
72
País El primero Los principales casos
73
2009: TF1 (TV)
s. f.: L´Est Républicain (diario)
s. f.: Sud Ouest (diario)
74
no han estado exentas de dificultades, dadas por motivos económicos, por conflictos
con los periodistas o directivos y por la débil participación del público, lo que ha
terminado en algunos casos con la desaparición de los cargos. Esta situación hace que
Herrera Damas y Zeta de Pozo (2005) sólo consideren que en Brasil y en Colombia las
Defensorías están “consolidadas”.
Por parte de las empresas periodísticas, se observa en Latinoamérica la influencia,
al momento de iniciar este tipo de experiencias, de lo hecho al respecto por el diario
español El País. Su Defensoría del Lector, vigente desde 1985 y el Estatuto que rige su
actuación, han sido fuente de inspiración para los medios locales. Si se rastrean los
orígenes de las Defensorías latinoamericanas tanto El País como The Washington Post
(cuya oficina del Ombudsman actúa desde 1970) aparecen como referentes obligados
(Beraba, febrero de 2005; Costa, 2006 p. 16; Bersezio Pavez, 2006; Ferreira y Moreno,
2004).
Ahora, si se analizan las motivaciones de los medios de la región para implementar
este tipo de mecanismo de autorregulación, los objetivos declarados apuntan a mejorar
los canales de comunicación entre el público y los periodistas. Sin embargo, y tal como
señala Albarrán de Alba (2002), en los hechos, “el alcance del defensor del lector
latinoamericano tiene diverso acento”: a veces señala “el desarrollo de una conciencia
ética de la redacción” o de “una voluntad empresarial de cambio”, en otros,
simplemente se trata “de un instrumento de control interno” o de una mera “apariencia”
para tratar de conquistar lectores.
La participación del público, en tanto, y su conciencia acerca de que la información
también es un derecho humano que se debe ejercer, aparece como un aspecto que
todavía sigue siendo necesario trabajar. En este sentido, Rey (2006) es claro al indicar
que en Latinoamérica “aún es precaria la participación de la sociedad civil, los
procesos de transparencia y las actividades de rendición de cuentas”. Un concepto
similar al expresado por Caio Tulio Costa (2006 p. 11), el primer Ombudsman del diario
brasileño Folha, quién acerca de su experiencia indicó que le tocó “implantar un
servicio de atención al ciudadano en un país donde la ciudadanía no llega a ser una
noción, es un deseo difuso y una posibilidad distante”.
También el carácter foráneo de la figura parece agregar otra dificultad para su
afianzamiento en la región. Al menos, así lo analiza, el ex defensor del diario español
El País, José Miguel Larraya (Ortiz, 2009 p. 80) cuando se refiere a las diferencias
existentes entre el tipo de sociedad en la que surgió el Ombudsman con respecto a
aquellas de raíces latinas. En este sentido, señala que “la figura del Ombudsman
responde a una mentalidad anglosajona”. Entonces, “si hay un cierto escepticismo en
las sociedades latinas sobre este tipo de funciones, es en parte razonable”.
75
Por otra parte, y al igual que sucedía en el plano general, aparece la dificultad de
determinar cuántos Defensores del público u Ombudsman actúan en la prensa
latinoamericana. En el rastreo hecho para esta investigación se ha podido determinar
que a comienzos de 2010 se encontraban activas, al menos, treinta Defensorías en
Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Colombia y México.
Sin embargo, la falta de una agrupación regional y el escaso número78 de
Defensores latinoamericanos que integran la Organization of News Ombudsmen
(ONO) complica el establecimiento de un número más certero.
Existen intentos de avanzar en algún tipo de intercambio regional entre quienes
ejercen el rol, aunque por el momento sin organizaciones de tipo formal. Uno de ellos
es el impulsado por Lucio Segovia, ex Defensor del lector del diario venezolano El
Nacional, quien creó un grupo virtual a través de Yahoo79 para que sus colegas puedan
enviar sus artículos, compartir informaciones y debatir aspectos vinculados con el
oficio. Como señalan Herrera Damas y Zeta de Pozo (2005) “hay una relación cada vez
mayor entre los defensores de América Latina que consultan entre sí situaciones
similares que tienen lugar en un contexto diferente al europeo o de otras regiones”.
En cuanto a la ONO, Albarrán de Alba (2002) llama la atención acerca de la
“ignorancia” que tiene esta organización internacional acerca de la “mayoría” de los
Defensores latinoamericanos. Tampoco parecen muy conformes con la ONO los
brasileños de Folha. Junia Nogueira, la primera mujer en ocupar el cargo en ese diario,
señala que la ONO “le parece una entidad distante”. En tanto, Marcelo Beraba marca
“la fuerte influencia de los diarios norteamericanos” en la entidad y la necesidad de
“redefinir su rumbo y ampliar sus cuadros a Europa y América Latina” (Costa, 2006 pp.
258 -279).
En similar sentido, se expresó el Ombudsman de TV4 de Suecia, Jaane Andersson
(2009), durante la conferencia de la ONO de 2009 en Washington. Allí advirtió acerca
del “dominio” de los Defensores estadounidenses en la organización y cómo “todos los
procedimientos, debates y presentaciones se hacen en inglés”. En este sentido, señaló
que “debe invitarse” a colegas “franceses, españoles y portugueses” a “unirse de
nuevo” a la ONO.
Ahora, ¿cómo es ser Ombudsman o Defensor en Latinoamérica?, ¿existe un perfil
diferente al de otros países?, ¿qué innovaciones se han registrado en los últimos
años?.
Germán Rey (2006), ex Defensor del Lector en el diario colombiano El Tiempo,
describe la tarea de quienes actúan en la región como “compleja”. Como ejemplo,
señala que mientras ejerció el cargo recibió “cartas de paramilitares, narcotraficantes,
76
sicarios y políticos corruptos protestando por las informaciones que, en la mayoría de
las ocasiones, eran verdaderas pero que contrariaban sus intereses criminales”.
En cuanto al perfil de los Defensores latinoamericanos, dos trabajos coinciden en
afirmar que si bien hay “dimensiones comunes” se observan “diferencias” en las formas
de trabajo.
La Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) organizó en 2002 en
Guadalajara (México) el Primer Seminario Internacional de Defensores del lector.
Quienes ejercían, en ese entonces, este tipo de cargo marcaron como coincidencias su
labor de “mediación”, el necesario carácter “autónomo del oficio”, las “limitaciones
temporales” en el ejercicio de la función y el “trabajo con las demandas de la gente”.
Las divergencias estuvieron relacionadas fundamentalmente con la “distancia” o
“cercanía” que cada Defensor mantenía con los periodistas del medio80 (Rey, 2003).
En tanto, la investigación de Herrera Damas y Zeta de Pozo (2005) también
concluye que, si bien las Defensorías del público en América Latina presentan “una
variedad de formas”, tienen similares objetivos: “el fomento de la autocrítica, el diálogo
interno y el respeto de la ética profesional”.
En cuanto a las innovaciones, aparece como un dato relevante en la región el
surgimiento durante la primera década de 2000 de distintas experiencias de
Defensorías en medios audiovisuales, sobre todo en aquellos de carácter público. Así
lo demuestran los casos de Colombia, Brasil, México, Chile y Argentina, aunque con
distinta suerte, ya que algunos sólo han sido intentos de corta duración.
Otros dos aspectos a resaltar pasan, en primer lugar, por la aparición en Brasil a
partir de 2007 de Defensores con competencias exclusivas sobre dos sitios de Internet
(UOL e IG), lo que sigue ubicando a este país en la vanguardia del tema.
En segundo lugar, aparece la coincidencia de tres gobiernos de la región
(Argentina, Ecuador y Bolivia) de proponer la creación de Defensorías del público por
ley, en particular, con competencias sobre los medios audiovisuales. Estas iniciativas,
si bien se alejan de la concepción de las Defensorías como un mecanismo de
autorregulación de la prensa, sí indican la actualidad de un debate referido a cómo el
público puede presentar objeciones a los contenidos de los medios.
Finalmente, el futuro de las Defensorías en Latinoamérica parece depender de una
mayor difusión de esta forma de autorregulación, tanto a nivel social (para que el
público participe con sus observaciones), como a nivel profesional (entre los dueños de
los medios y los propios periodistas). Así lo marca Albarrán de Alba (2002) cuando
señala que hacen falta dos condiciones para que las Defensorías se afiancen en la
región: la “generalización de la conciencia ética” y una “buena educación deontológica
del gremio” periodístico.
77
Al igual que en el punto anterior, se consigna a continuación una tabla con los
principales casos en cada país. En el Anexo se podrá encontrar en detalle la
reconstrucción de la historia de las Defensorías en América Latina, junto con el aporte
que realizaron para esta Tesis los representantes de México, Bolivia, Ecuador,
Panamá, Colombia, Uruguay, Nicaragua y Costa Rica.
Colombia 1990: Entre Vista (periódico 1992: El Tiempo (diario) y Vanguardia Liberal
universitario) (diario)
1997: RCN (TV) y Caracol (TV)
1998: El Espectador (diario)
1999: El Colombiano (diario)
2001: Teleantioquía (TV)
2007: Telecafé, Telecaribe, Telepacífico,
Canal Uno, City TV, Canal Capital y Canal 13
Bolivia 1990: La Razón (diario) 2003: Grupo de Prensa Líder (para sus ocho
diarios)
78
Venezuela 1998: El Nacional (diario) 2004: Últimas Noticias (diario)
79
impedir el pecado de Cooke”. Uno de los que las emprendió contra el Ombudsman fue Robert Maynard,
dueño del diario Oakland Tribune, quien calificó al caso Cooke como “un fracaso tanto del Ombudsman
como de cualquier otra parte del sistema”.
63
Por ejemplo, en 1975 San Diego Union Tribune (San Diego, California) crea el cargo de Readers
Representative, tal como señala Gina Lubrano a esta Tesis (e-mail, 2005, 11 de noviembre). En el mismo
año el diario Sacramento Bee (Sacramento, California) hace lo propio inaugurando el cargo de Public
Editor, según informa Armando Acuña (e-mail, 2005, 9 de diciembre). Pineda (2006) aporta los nombres
de otros medios de Estados Unidos que crearon el cargo durante esos años: Star Tribune de Minnesota
(1975), The Orange County Register de California (1980), The Kansas City Star de Missouri (1983), The
Hartford Courant de Connecticut (1984) y News-Sentinel de Illinois (1989).
64
Este medio había creado la función de Ombudsman en 1971 y según su editor ejecutivo, Robert
Haiman, se pensaba que era una buena idea para que el diario estuviera “más abierto” y en “contacto con
los lectores”. En junio de 1980 Dorothy Smiljanich, quien actuaba como Ombudsman, escribió una
columna cuestionando la asignación de tres periodistas negros, y no blancos, para cubrir los disturbios
raciales en Miami. Los periodistas negros consideraron que su integridad había sido injustamente
cuestionada. Haiman estuvo de acuerdo con ellos, por lo que ordenó a Smiljanich que pida disculpas
públicamente y eliminó el cargo de Ombudsman (Tate, 1984).
65
También crearon tal función los diarios: Chicago Tribune (Chicago, Illinois) en 1991, según datos
aportados por Don Wycliff (e-mail, 2005, 9 de diciembre). The Salt Lake Tribune (Salt Lake City, Utah) en
1995, de acuerdo a datos aportados por Connie Coyne (2005, 12 de diciembre). El ya mencionado The
Akron Beacon Journal (Akron, Ohio) lo hizo en 1998, según informa Mike Needs (2005, 11 de noviembre).
Pineda (2006) aporta los datos de: Star Telegram de Texas (1991), Richmont Times-Dispacht de Virginia
(1992), St. Paul Pionner Press de Minnesota (1995) y Journal Constitution de Atlanta (1999).
66
Nemeth (2003, p. 1) señala que “el escándalo que involucró al reportero Jayson Blair en 2003 puso
el foco de atención en la ética de los medios de una manera que ningún otro incidente lo había hecho en la
última década”. El mismo autor resume el caso: “…con 27 años Blair inventó noticias y plagio el trabajo de
otras publicaciones. En las cuatro páginas de una investigación interna The New York Times admitió
problemas en al menos 36 de las 73 historias que Blair escribió entre octubre de 2002 y abril de 2003…”.
67
De acuerdo al relato de Bandler (2004, 12 de julio), el trabajo de Okrent, en los primeros tiempos,
“fue muy difícil” ya que se “topó con resistencias” e incluso, en una reunión con periodistas del diario, tuvo
una especie de “linchamiento popular”. Sin embargo, con el paso de los meses, se “aprendió a tolerar su
presencia”. Después de Okrent la función fue desempeñada por Byron Calame. En 2009 el cargo era
ejercido por Clark Hoyt y en 2012 por Arthur Brisbane. Sus columnas fueron recuperadas en agosto de
2009 y enero de 2012 de: http://topics.nytimes.com/top/opinion/thepubliceditor/index.html
68
Según describe Nemeth (2003 p. 29) se encargó al Editor Público “atender las quejas de los lectores,
hacer que los editores las respondan, recomendar correcciones en notas, escribir periódicos comentarios
acerca de la performance del diario y esforzarse por educar a los miembros del staff acerca de la
importancia de la ética en el periodismo”.
69
Un interesante artículo al respecto escribió Jeffrey Dvorkin (2003, 25 de junio), ex Ombudsman de la
National Public Radio (NPR) y ex presidente de la ONO, en el cual consultó a sus colegas si “un
Ombudsman podría haber parado a Jayson Blair”. En tanto, Bandler (2004, 12 de julio) relata “que hubo
poco acuerdo inicial” en The New York Times acerca de si “necesitaban un Ombudsman después de 152
años” en los cuales habían prescindido de él.
70
Si bien como explica Maciá Barber (2006 p. 215) “es en los medios de comunicación escritos
norteamericanos donde mayor penetración ha tenido tradicionalmente” la figura del Ombudsman, su
porcentaje es mínimo (sólo 2,5%) si se tiene en cuenta que, de acuerdo a diferentes fuentes citadas por
este autor, existen entre 1500 y 1700 diarios en ese país. Las investigaciones de Aznar (1999a p. 170),
Nauman (1994) y Cox (1998) aportan cifras similares. Éste último señala que le “entristece” tal panorama y
que esas estadísticas “son terribles para la industria” porque demuestran cuán “indiferentes son ante las
quejas” del público.
71
El listado de miembros de la ONO fue recuperado en agosto de 2009 de:
http://www.newsombudsmen.com/regmem.htm
72
En agosto de 2009 la cuota ascendía a US$ 150 por año. En 2012 la tarifa era de US$ 500 para
diarios de gran tirada y cadenas de radio y televisión. En tanto que para medios más chicos fue fijada en
US$250.
80
73
El Ombudsman, es presentado en esta cadena de TV como la “oportunidad” que tiene el público “de
ser oído” cuando cree que las noticias emitidas “han sido injustas, faltan al equilibrio o son inexactas”. En
2009 el cargo era ejercido por Paul Giacobbe. Más datos sobre este caso fueron recuperados en agosto
de 2009 de: http://www2.turnto10.com/jar/viewers_voice/2007/10/
74
“La idea me asustó al principio”, dice Jeffrey Dvorkin, al recordar cómo fue que le ofrecieron en enero
de 2000 ser el primer Ombudsman de la NPR Sin embargo, después comprendió que la clave de ese
trabajo era “la responsabilidad”, porque si la NPR “era verdaderamente pública como su nombre
declaraba, ¿cómo no iba a asegurar que el público formara parte de ese proceso?”. Sobre su rol, Dvorkin -
quien también fue presidente de la ONO- señalaba que era a la vez “un tábano y un observador”, cuyos
propósitos eran crear “una atmósfera y una cultura de la franqueza y la responsabilidad” (Dvorkin, 2001 11
de junio). En 2009 el cargo era ejercido por Alicia Shepard y en 2011 por Edward Schumacher-Matos. Más
datos fueron recuperados en diciembre de 2011 2009 de: http://www.npr.org/ombudsman/
75
En noviembre de 2005 la PBS (Public Broadcasting Service) creó “el primer cargo de Ombudsman
de la televisión pública americana” con el propósito de brindar a sus televidentes “un punto de contacto
adicional” para transmitir sus “observaciones, comentarios o quejas”, las cuales serían “oídas por un
árbitro independiente”. Para tal función designó a Michael Getler, “periodista veterano con 45 años de
experiencia como reportero, corresponsal extranjero y editor” y que además ya se había desempeñado
como Ombudsman en The Washington Post (PBS, 2005, junio)
76
ESPN creó el cargo de Ombudsman en 2005 cuando designó al ex editor de deportes del diario The
Washington Post, George Solomon. Lo sucedió en 2007 la ex editora de deportes de The New York Times,
Le Anne Schreiber y en 2009 la función fue ejercida por Don Ohlmeyer que, a diferencia de sus
antecesores, no provenía de la gráfica sino de la TV. Ohlmeyer señaló que “las opiniones pueden provocar
el progreso”, que el “papel de ESPN es el de la acción” y el del Ombudsman y el público “el de la
reacción”. También resaltó tres enseñanzas claves que tuvo en su carrera: “Respete al público”, “Sirva al
público”, “Escuche al público” (2009, 18 de agosto). En 2011 ocupaba el cargo Kelly McBride.
77
Getty Images es una “compañía global de imágenes” que brinda sus servicios a periódicos, revistas,
publicidad, películas, televisión, libros y sitios Web. El cargo de Ombudsman lleva allí el nombre de “Senior
Editorial Advisor” y su función es la de “mantener en lo más alto las normas editoriales de integridad en el
fotoperiodismo”. Para tal cargo designó a Cole Porter, quien trabajó durante “28 años en el diario Seattle
Times, como fotógrafo, editor y Director de Fotografía”. También “ha recibido numerosos premios” y fue
“finalista del Pulitzer” (2005, 27 de julio).
78
En 2009 sólo formaban parte de la ONO los Defensores brasileños (de los diarios Folha y O Povo,
de TV Cultura y de los sitios de Internet UOL e IG) y sólo dos de los colombianos (de los canales RCN y
Caracol). En 2010 y tras un trabajo conjunto de la ONO y de quien esto escribe el número se incrementó,
tal como lo reconoció Dvorkin (2011, 22 de mayo). El listado de los integrantes de la ONO fue recuperado
en mayo de 2011 de: http://www.newsombudsmen.com/regmem.htm
79
Se accede a este grupo a través de: http://www.egrupos.net/grupo/ombudsmen. Zeta de Pozo y
Herrera Damas (2005) también mencionan el intento llevado adelante por el periodista mexicano y creador
del sitio Sala de Prensa, Gerardo Albarrán de Alba, aunque tampoco tal iniciativa ha derivado en algún tipo
de organización formal de los Defensores de la región.
80
Mientras algunos consideraron imprescindible “no interactuar” con sus colegas para no “perder
contundencia crítica”, otros –por el contrario- establecían un diálogo frecuente con ellos como forma de
lograr “efectos pedagógicos en la redacción” (Rey, 2003).
81
Capítulo (C5): El trabajo del Ombudsman en la prensa.
Definición. Variaciones de un modelo. Elección. Cualidades. Estatutos.
Rutinas. Quejas frecuentes. La función pedagógica.
Efectos sobre periodistas y públicos.
Críticas y defensas de esta figura.
82
José García Posada de El Colombiano: “…el Defensor es, primero que todo, un
buen lector…” (2007, enero). O Germán Rey de El Tiempo de Bogotá: “…el
Ombudsman es un lector de lectores…” (2003, marzo).
Sin embargo, el trabajo del Defensor no puede quedarse, como dice Machado
(2007, 23 de marzo) sólo en las escucha de las opiniones del público sobre el
desempeño de los medios de comunicación. Por el contrario, debe hacer “que su
voz sea oída en la redacción”, dando paso así a otra función, la de mediador.
Desde esta perspectiva el Defensor no es alguien ubicado a uno de los lados de
la contienda, sino a mitad de camino entre el medio y su público (Lo Prete, 1998,
8 de marzo). Es un “puente” (Cepeda, 2005, febrero), una “correa de transmisión”
(Soler, 2008, 27 de julio), una “interfaz” (Agnés, 2008, septiembre) o “un punto de
encuentro” (Bernal, 2006, 9 de abril)
Abundan las referencias en este sentido por parte de los investigadores. Dice
Sánchez Piña (1999), por ejemplo, que “el Ombudsman ejerce una función de
mediador entre los lectores y el diario a fin de resolver las diferencias que
pudieran surgir y prevenir pleitos legales”. Similar concepto señala Aznar (1999)
al indicar que “sería poco exacto reducir el papel del Ombudsman únicamente a
atender las quejas del público. Además de ésta puede cumplir una segunda
función: constituir una vía de comunicación entre el medio y su público”. Apunte
con el que coincide Maciá Barber (2006) al afirmar que “le corresponde al
Defensor servir de cauce de diálogo con la audiencia”.
En función de su rol de mediador, el Defensor puede ser visto como quien
“intenta encontrar soluciones satisfactorias” para los sectores en conflicto (ONO,
2010). También, como “un agente de conciliación”, con un desempeño similar al
de un “diplomático” y muy lejos de la belicosidad de un “soldado”, como señala el
brasileño Lins da Silva de Folha (2008, 1 de junio). La panameña Bernal de La
Prensa (2004, 24 de abril) lo diferencia de “un dictador o un policía”, el
ecuatoriano Jijón del diario Hoy (2008, 2 de noviembre) de la postura de “un juez
o un fiscal” y García Posada de El Colombiano (2007, enero) de “un detractor
sistemático o un indeseable censor”.
Sin embargo algunos consideran que, al encontrarse el público en
“desigualdad de condiciones” frente a la empresa informativa para defender sus
derechos necesita de la presencia de un “aliado” (Pineda, 2006). Posición que
convierte al Defensor en una especie de Quijote, al menos en la consideración de
Costa (1991, 22 de septiembre) y Maciá Barber (2006 p. 86). Aunque también se
lo ha relacionado con otros héroes de ficción como Robin Hood81 (Fidalgo, 1999,
3 de octubre 3) o el Zorro82 (Béal, 2008, marzo)
83
Después de haber escuchado las críticas o comentarios del público y de
haber transmitido tales observaciones a la redacción, le cabe al Defensor una
tercera misión: analizar si el medio ha sido consecuente con las normas
éticas que ha proclamado como propias. Las cuales, según la Organization of
News Ombudsmen se vinculan con “la exactitud, la imparcialidad, el equilibrio y el
buen gusto en la cobertura de noticias” (ONO, 2010). En función de esta tarea el
Defensor “vigila el cumplimiento de la deontología profesional y supervisa la
calidad periodística” (Maciá Barber, 2006 p. 14), es el encargado de “explicar”
(Larraya, 2006, 10 de octubre), de “dar cuentas” (Soler, 2008, 27 de julio), “de
fiscalizar y opinar, de conceptuar y sugerir” (García Posada, 2007, enero). Es,
según la colombiana Orozco, de El Tiempo (2005, 11 de septiembre), quien
“examina” la cuestión “con ojos de investigador”, convirtiéndose a veces, en una
especie de “detective a la caza de un gazapo” (Aznárez, 2005, 24 de enero).
En los términos del inglés Ian Mayes, de The Guardian (2006, 12 de marzo)
esta labor de vigilancia independiente y crítica lo asemeja una “especie de referí
de un partido agitado”. O sea, alguien que conociendo las normas y
procedimientos de una profesión tiene la tarea de marcar los aciertos y las fallas.
Aunque, a diferencia del referí, no cuente el Defensor con poder para
sancionar, sino únicamente para alertar y sugerir.
Y es aquí, donde aparece la última función del Defensor, la de ser un
promotor de la reflexión acerca del trabajo periodístico. El brasileño Lira Neto
(2000, 26 de noviembre) y el colombiano Javier Darío Restrepo (2005, febrero)
coinciden en asimilar la figura del Defensor a la de una “conciencia”: “incómoda” e
“imposible de ignorar”. Puesto en términos literarios por Segovia (2007, 23 de
marzo) y por Aznárez (2004, 18 de octubre) es el “Pepe Grillo” de los periodistas,
aquel personaje que actuaba como la conciencia del muñeco Pinocho
instruyéndolo acerca del bien y el mal. Aunque también puede ser visto, desde
las enseñanzas de los filósofos griegos, como “el tábano sobre el caballo”.
Restrepo (2005, febrero) y Cova (2008, 13 de julio) toman las palabras de
Sócrates83 para explicar que el Defensor también actúa como un insecto, aunque
en este caso lo haga sobre un medio de comunicación: para “despertarlo,
persuadirlo y reprocharlo”. Una figura similar utiliza la ex Defensora boliviana
Martha Paz, quien afirma desde el título de su libro (2008) haber sido para los
periodistas como “una pulga en la oreja que pica y molesta”.
84
5.2 La pedagogía del Derecho a la Información
Si se resumen los conceptos citados en los párrafos precedentes se puede
afirmar que un Ombudsman o Defensor es el representante con el que cuenta el
público para defender sus derechos ante un medio de comunicación, sea éste
gráfico, radial, televisivo o de Internet. En función de tal labor el Defensor debe
recibir los reclamos y sugerencias del público, transmitirlos a la redacción y
pedirle explicaciones, realizar su propia investigación, determinar si el medio ha
incumplido parámetros éticos y profesionales y, en consecuencia, sugerir
acciones correctivas. Tareas que, en su conjunto, implican una labor de análisis y
reflexión sobre la profesión periodística y que responde a un objetivo superior:
la defensa del Derecho a la Información.
Tal vinculación de esta figura de autorregulación con los derechos que, en
materia de información tienen el público y los periodistas, es formulada
explícitamente tanto por los Defensores como por los investigadores.
Entre los primeros, se destacan los textos de Javier Darío Restrepo, quien
fuera Defensor en dos diarios colombianos y un referente en América Latina en
cuestiones de ética periodística. Dice este autor (2003, marzo):
85
Conceptos similares se reiteran en las columnas de otros Defensores
(Machado, 2007, 23 de marzo; García Posada, 2007, enero; Zuluaga, 2007, 18
de febrero; Mendoza, 2005, 2 de octubre).
Entre los investigadores, la referencia a la relación de la Defensoría de los
públicos y el Derecho a la Información también ocupa un lugar de relevancia, a tal
punto de ser considerada por Maciá Barber (2006 p. 166) como “la razón última y
más trascendental que explica la existencia” de este mecanismo de
autorregulación. Pineda (2006), en tanto, sostiene que al realizar una “tarea
pedagógica y mediadora” el Defensor “garantiza el Derecho a la Información”.
Filippi Muratto (2002, marzo), por su parte, explica que el establecimiento de
“instancias de participación” contribuye a “resguardar el derecho de las personas
a ser leal, veraz y oportunamente informadas” y Herrera Damas (2005, febrero)
afirma que el Ombudsman “contribuye a formar al ciudadano” al “animarlo a
defender sus derechos” y a tener un rol “activo en el proceso informativo”.
86
maneras” y en esto también influye el tipo de medio (gráfico, radial, televisivo o de
Internet) en el cual se aplica.
Tal falta de uniformidad, según Restrepo (2003, marzo), da cuenta de que la
figura del Ombudsman se encuentra todavía “en evolución” o en “búsqueda de
identidad”. Similar concepto expresa Rey (2003, marzo) cuando señala que se
trata de un “oficio en construcción” y que como tal es “variado y titubeante”.
Ahora, ¿cuáles son los factores que inciden para que se presenten tales
diferencias?. Albarrán de Alba (2003, marzo) señala que “los contextos jurídicos,
deontológicos, políticos y sociales de cada país marcan los derroteros” de la
actividad. Según Casasús (2006) “hay matices de la cultura profesional
periodística que distinguen el estilo de ejercicio de esta ocupación”. En tanto, que
desde la perspectiva de Maciá Barber (2006 p. 227), también influye la
“personalidad, la actitud, la experiencia y el método de trabajo” que adopta quien
ocupa el rol. Finalmente, para Herrera Damas (2005, febrero) la diferencia radica
en el perfil que cada medio define para la función y esto está dado por la
procedencia del Defensor, su nombramiento, la duración y dedicación en el
cargo, los registros de la actividad y la relación que éste entabla con los
periodistas.
Tal diversidad ha llevado a algunos especialistas a señalar la existencia de
“modelos”. Faria Mendes (2003, marzo) alude a la presenica de un “modelo
norteamericano”, también adoptado por los “medios brasileños” (en el que el
Ombudsman tiene “un papel muy crítico” y crea una “polaridad entre el público y
los periodistas”) y un “modelo francés o japonés” (que “evita crear esa relación de
conflicto” entre las partes y que tiende a la “búsqueda de armonía”).
Josep María Casasús, ex Defensor del lector en el diario español La
Vanguardia, diferencia el modo en el que se ejerce la función en Norteamérica de
lo que sucede en Europa. En la primera región, sostiene, “se pone el acento en
los fueros de los periodistas y en la función de los media ante el poder”. También
tienen “atención preferente” el “control de calidad, la imagen corporativa y el
prestigio empresarial”. En tanto que, en Europa, la “función del Ombudsman” se
caracteriza por “el compromiso” con “los derechos de las personas”, “la
pedagogía política en un Estado social y democrático” y por “la revisión de las
funciones otorgadas tradicionalmente al periodismo” (Maciá Barber, 2006 p. 16).
Otra clasificación aporta Maciá Barber (2006 pp. 99-273), quien diferencia un
“modelo público” de Defensoría de otro al que denomina “privado”. Según este
autor, en el primero de los casos el Defensor tiene competencia sobre la
“totalidad o una parte significativa de los medios”. De este tipo deriva una
87
subclasificación: “Modelo público de autorregulación” (en el que las asociaciones
profesionales “crean y controlan el funcionamiento de la institución”, como en
Suecia y Sudáfrica) y “Modelo público de heterocontrol” (en el que “existe un
sometimiento directo” de la Defensoría “a la Administración” del Estado, como en
Lituania). En tanto, el “Modelo privado”, en el cual el Ombudsman “desarrolla su
función en el seno de una sola empresa o grupo”, también establece dos
variantes: puede ser de tipo “Interno” si quien ocupa el cargo “pertenece a la
plantilla del medio” o “Externo” si se trata de alguien “ajeno” a la empresa que lo
designa.
También, puede diferenciarse aquellas experiencias en las que la Defensoría
se concibe como un órgano unipersonal de aquellas en las que actúa un
colectivo. La primera de las variantes es la que se registra en la mayoría de los
casos. Sin embargo, existen ejemplos en los cuales la defensa de los derechos
del público es ejercida por un grupo de profesionales que generalmente
provienen de distintas disciplinas. Esta situación se da, por ejemplo, en Colombia
en el canal Telantioquía, con su Comité Defensor del Televidente y en Portugal,
en el portal Setúbal na Rede con su Provedoría do Leitor.
Otra variante aparece dada por la cantidad de medios que el Defensor tiene
bajo su competencia. Lo habitual es que trabajen focalizados en uno sólo y, a lo
sumo, si se trata de un medio gráfico también incluyan su versión en Internet. Sin
embargo, existen casos en que deben responder por un grupo de medios
ubicados, incluso, en diferentes ciudades. En Latinoamérica, existió este tipo de
modelo en el Grupo de Prensa Líder de Bolivia que encomendó a su primer
Defensor, Luis Ramiro Beltrán, la observancia sobre ocho de sus diarios. En
Sudáfrica, en tanto, el grupo de medios Avusa designó al periodista Thabo
Leshilo como Readers´ Editor, también, de ocho periódicos.
Más allá de las diferencias planteadas, los especialistas también afirman que
existen dimensiones comunes entre los distintos tipos de Defensorías. Según
Aznar (1999) “todos coinciden en recibir, investigar y dar respuesta a las quejas
del público”, en carecer de “capacidad sancionadora” y en “no ocuparse de juzgar
las páginas editoriales o de opinión”. En términos de Germán Rey (2003, marzo)
tienen “en común el significado más profundo del trabajo”, o sea, “la mediación
entre los lectores y el medio”. También comparten “la autonomía del oficio, sus
limitaciones temporales, los materiales primarios (surgidos de las demandas del
público) y algunos de los procedimientos”. En tanto que para Lins da Silva (2008,
1 de junio) coinciden en “tres dimensiones”: “mediar ante las equivocaciones”,
88
“estimular la mejora técnica de las organizaciones de noticias” y “ayudar a
extender la conciencia pública sobre el papel de los medios”.
Finalmente, apelando a las palabras de Restrepo (2003, marzo) se puede
decir que “detrás de todas las definiciones y modelos” lo que aparece como el
factor común es “la puesta en marcha de una pedagogía del Derecho a la
Información”. Ésta es, según el experto colombiano, la “viga maestra que permite
definir la gran razón de ser de esta figura”.
89
mostró partidario de “alguien totalmente exterior” (Fidalgo, 2002, abril). Sin
embargo, también esta opción “conlleva un riesgo”, según explica Aznar (1999),
ya que el Defensor, al ser periodista, “puede adoptar –concientemente o no- una
actitud [de defensa] hacia sus colegas”.
Tomada la decisión acerca de si el Defensor debe ser o no un periodista,
surge un nuevo dilema. Éste es: si quien ocupará el cargo debe haber tenido un
desempeño laboral ajeno al medio o, por el contrario, si forma parte del personal
de la empresa que lo va a designar. En el primero de los casos, Maciá Barber
(2006 pp. 99-273) y López Mañero (2000 p. 204) hablan de una variante de tipo
“externa”. Luis Ramiro Beltrán, ex Defensor del lector del Grupo de Prensa Líder
de Bolivia, se declara “partidario” de este tipo de elección. Al respecto, sugiere
que “no se encomiende [la función] a alguien de la planta de redacción. Tiene que
ser de afuera. Cuando no se conoce a la persona hay más posibilidades de que
se la escuche” (Paz, 2009). Ejemplos en este sentido se han registrado en: The
Washington Post86 (Estados Unidos), Grupo 16 y El Punt (España)87, Diário de
Noticias y Jornal de Noticias88 (Portugal). En Venezuela, en tanto, Lucio Segovia,
nunca había trabajado en El Nacional89, hasta el momento en el cual se lo
designó como Defensor.
Más allá de estos casos y de otros que contemplan una variante mixta90, lo
habitual es que los medios opten por el “modelo interno”91. Es por ello que desde
la ONO (2010) se señala que “la mayoría de los Defensores son seleccionados
entre el personal jerárquico del periódico o emisora”. Los argumentos a favor de
este tipo de elección señalan que el hecho de que el Defensor ya sea “conocido”
por los periodistas “facilita la comunicación” con ellos. Además, también se
supone que al haber trabajado en el medio cuenta con un mayor conocimiento de
“su audiencia” (Herrera Damas, 2005, febrero). Sin embargo, que el Defensor
haya pertenecido al diario al cual debe criticar también puede generar
“escepticismo” (Ortiz, 2009 p. 79). Como señala Herrera Damas, “resulta difícil
criticar a quienes han sido recientes compañeros de trabajo”.
Una vez determinado el modelo de Defensoría, toca el turno de escoger y
nombrar al candidato. Por lo general, tal atribución es ejercida por una autoridad
con jerarquía en el medio: el Presidente, el Director, el Editor General o la Junta
Directiva. En una encuesta realizada entre Defensores latinoamericanos el 70%
de los consultados afirmó haber sido designado de esta forma (Zeta de Pozo y
Herrera Damas, 2005, febrero). Otro relevamiento hecho entre los asistentes a la
conferencia anual de la ONO en 2008 arrojó similares resultados (Evers, 2009, 13
de mayo).
90
Sin embargo, existen experiencias que podríamos calificar como “más
abiertas”, ya que permiten que otros sectores postulen candidatos u opinen sobre
los que han sido seleccionados. Tales casos, en los cuales existe la participación
del público o de periodistas en la designación del Defensor pueden generar
mayor credibilidad y compromiso, tal como ha señalado el Médiateur de Radio
France, Patrick Pépin (2008)92.
Algunos ejemplos: en el diario español El País el Comité de Redacción, que
representa a los periodistas, debe dar su opinión sobre el candidato antes de que
éste sea nombrado por el Director. Situación similar se registra en Diário de
Notícias de Portugal, en Últimas Noticias de Venezuela, France 2 de Francia y La
Voz de Galicia de España.
En tanto, el público también en consultado por algunos medios. El diario
mexicano Público, hace una convocatoria abierta a la comunidad para la
presentación de candidaturas a Defensor93. Una búsqueda similar para el cargo
de Ombudsman también hace la National Public Radio94 (NPR) de Washington en
Estados Unidos. Otros, como la CBC de Canadá establecen un comité de
selección del Ombudsman, integrado por dos representantes del público, uno por
los periodistas y uno por la empresa, quienes tienen la tarea de examinar las
solicitudes y seleccionar al candidato. En medios en que existen los llamados
Consejos de Lectores o Consejos de Opinión95, éstos también son invitados a dar
su parecer. Así sucede, por ejemplo en la radio y televisión pública de Portugal
(RTP).
5.5 Cualidades
Para atenuar o eliminar las objeciones planteadas a los diferentes modelos se
han establecido una serie de condiciones que contribuyen a garantizar la
independencia y la credibilidad del Defensor.
Se trata, en primer lugar, de que éste cuente con cualidades profesionales y
personales capaces de asegurar que actuará con imparcialidad y sabiduría ante
los conflictos y que tendrá la capacidad de interactuar efectivamente con los
periodistas y el público.
En cuanto a los atributos profesionales, Aznar (1999) señala que el “candidato
ideal” es un “periodista, de ser posible veterano o con experiencia en diferentes
secciones del medio, con prestigio profesional y buen conocimiento del oficio”. El
estadounidense Nauman (1994, junio) indica que un “buen Ombudsman” tiene un
“entendimiento profundo del proceso periodístico” y que por ello debe tratarse de
“un reportero veterano o editor”. Para la brasileña Lo Prete (2006, 8 de
91
noviembre) “es importante saber como [el diario] funciona” y en la consideración
de la española Aznárez (Santa María, 2005) “el conocimiento de la profesión” es
necesario para producir “reflexiones que luego leerán los lectores y que a su vez
influirán en el comportamiento ético del equipo periodístico”. Como se observa, el
requisito de la “experiencia” se reitera, tanto en la consideración de los
investigadores como de quienes han ejercido el cargo (ONO, 2010; Herrán y
Restrepo, 1999 p. 258; Zeta de Pozo y Herrera Damas, 2005, febrero; Albarrán
de Alba, 2002, octubre).
Además de manejar la “técnica” de la profesión, también se considera que el
Defensor debe ser alguien interesado en otras áreas del conocimiento. Nauman
(1994) señala que es indispensable que sepa de “demografía, historia y
geografía” para poder entender “a la comunidad” en la cual circula o se transmite
el medio. Caio Tulio Costa (2006 p. 13) considera que un “buen Ombudsman”
debe “conocer profundamente la legislación relacionada con su material de
trabajo”, esto es, “la Constitución, las leyes de prensa y los códigos Penal y Civil”.
Para García Posada (2004) la “cualidad esencial, inmanente y obligatoria” es ser,
“ante todo, un buen lector”. Exigencia que se reitera en las normativas de los
diarios mexicanos Público y Noroeste, cuando indican que el Defensor debe ser
“un lector acucioso, crítico y enterado”. En tanto que, desde la perspectiva del
español Jesús de Serna (Aznárez, 2004, 18 de octubre) también es necesario
que se trate de alguien “riguroso en el uso de la lengua”.
Una consideración previa positiva, por parte de los periodistas y el público,
sobre quien va ejercer como Defensor aparece como un punto a favor. Por ello se
reitera en las normativas la importancia de que se trate de alguien con
“acreditada idoneidad”, “reconocido prestigio”, “credibilidad”, “comprobada
integridad” y “solvencia profesional”. En suma, con “reputación” (Estatutos de El
Nacional y Últimas Noticias de Venezuela-, Radio Educación e IMER de México y
Público de Portugal).
Tal renombre y trayectoria no se relaciona, necesariamente, con una cuestión
de edad. Algunos consideran que la “veteranía” es una cualidad y una realidad en
este tipo de cargos. Al menos así aparece en la encuesta de Zeta de Pozo y
Herrera Damas (2005, febrero) realizada entre Defensores latinoamericanos96.
Dato que también refleja el relevamiento de Van Dalen y Deuze (2006) sobre
Holanda97 y el de Elía (2007) sobre la “esfera europea”98. Sin embargo, como
indica desde Bolivia, Luis Ramiro Beltrán, si bien “la edad ayuda a que lo oigan
los redactores” no “es la variable crítica”. Lo principal, señala, “es la integridad”
(Paz, 2009).
92
Además de las cualidades profesionales que debería tener un Defensor,
aparecen otras virtudes relacionadas con la personalidad y con la capacidad de
establecer vínculos eficaces con otras personas.
La “firmeza” y “fortaleza de carácter” es señalada por la portuguesa Estrela
Serrano (2007, junio) y por el estadounidense Nauman (1994), quien agrega
además que es necesario tener una “piel exterior dura”. Tal resistencia es
necesaria, según el francés Agnés (2008) porque la posición que se ocupa es
“difícil” e “incómoda”. Es por ello que Faria Mendes (2003, marzo) habla del
“coraje” de Caio Tulio Costa, el primer Ombudsman de la prensa brasileña y
Maciá Barber (2003, marzo) del Defensor como un “centinela avezado y valiente”.
Atributos que pueden combinarse con cierta “ingenuidad”99, como ha dicho José
Larraya, de El País, que permite “seguir creyendo en la capacidad humana de
corregir los errores” (Costa, 2006 p. 29).
En tanto, al momento de relacionarse con el público y los periodistas, los
autores coinciden en marcar como requisitos que el Defensor sea una persona
con “paciencia”, “tolerancia”, “mesura” y “capacidad para escuchar”. Es necesario,
como dice Nauman (1994) tener un “genuino interés en las personas”. No por
nada, Sanders LaMont (1999) encabeza un decálogo dirigido a los Defensores
con un principio: “calle y escuche […] cada lector cuenta y tiene algo para decir”.
Similar predisposición manifiesta el Readers´ Editor de The Hindú cuando dice
“cuanto más se escucha mejor. No hay una sola voz del público” (Narayanan,
2007, 11 de junio).
93
“garantías de libertad”, como expresa desde Radio France, Patrick Pépin (2008),
son esenciales para evitar que “el mediador se convierta en un títere” manejado
por el medio en el cual trabaja.
Si bien, como explica Maciá Barber (2006 p. 175) “la fijación de normas a las
que debe sujetarse esta figura no es una práctica unánime”100, sí es aconsejable
que existan “reglas de juego” que detallen sus “atribuciones, funciones y fines".
En la consideración de Agnés (2008) la existencia de un estatuto o “carta”
garantiza “claridad en relación con el público” y también “la continuidad de la
función”, sobre todo, si estas normativas han sido redactadas en “consulta con los
editores” y cuentan con “la compañía de los periodistas y el consentimiento de los
accionistas” del medio.
A este Estatuto específico para el Defensor debería sumarse también otros
documentos deontológicos propios del medio como códigos de ética, manuales
de estilo o declaraciones de principios101. Como dice Orberg (2008, abril) es la
forma de “perfilar los parámetros de la tarea” y de contar, como indican Zeta de
Pozo y Herrera Damas (2005, febrero), con “instrumentos” que “respalden” la
actuación del Defensor. Si no existen tales normas explícitas y “sistematizadas”
su desempeño puede “desdibujarse y convertirse en un foco de conflicto”
(Albarrán de Alba, 2002, octubre), ya que sus decisiones podrían ser calificadas
como “arbitrarias” (López Mañero, 2000 p. 196)102.
Entre los ítems establecidos en los Estatutos se destacan aquellos vinculados
con la duración del mandato del Defensor, su lugar de trabajo, la remuneración
que percibe, las inmunidades que se le otorgan, las tareas asignadas y el tipo de
relación que debe mantener con los periodistas.
En cuanto a la duración del mandato, existe consenso en fijar plazos para la
actuación de un mismo Defensor, con el propósito de evitar que la permanencia
en el cargo disminuya su rol crítico. Por lo general, se establece un período de
uno o dos años, con posibilidad de renovación por otro mandato103. Como dice
Mileika Bernal de La Prensa de Panamá (2006, 9 de abril 9), los Defensores
“siempre estamos con las maletas listas”.
Algunas normativas también fijan el tipo de dedicación que deberá tener el
Defensor: esto es, si deberá ejercer la función con exclusividad o en forma
parcial104. Este punto se relaciona con otra cuestión: las incompatibilidades
establecidas por ciertos medios, los cuales imponen restricciones a otras
actividades o vínculos que tenga el Defensor y que pueden interferir
negativamente en su trabajo105.
94
También existen normas que se ocupan de detallar qué posibilidades de
trabajo tendrá alguien que ya abandonó el cargo: ciertos medios garantizan
continuidad laboral, sobre todo si se trata de un miembro de la plantilla106. Otros,
por el contrario, dejan en claro que un ex Defensor no podrá ser contratado en
otra posición107.
En tanto, en materia de qué paga o salario cobra un Defensor, es necesario
comenzar diciendo que la remuneración que éste recibe proviene de la propia
empresa privada u organismo público que lo contrata para tal función. No es un
dato menor para aquellos que cuestionan a partir de este hecho su
independencia, como se verá más adelante. En los hechos, se trata de una
función que no ejerce un principiante sino un profesional con experiencia, con lo
cual el pago es acorde a un puesto de jerarquía dentro del medio108. Aunque
existen casos, sobre todo en medios públicos, donde la remuneración no existe o
es solamente simbólica109.
Además de tener garantizada una retribución por su trabajo, el Defensor
cuenta además con otras protecciones fijadas en los Estatutos que tienden a
contribuir a su independencia. Se trata de la imposibilidad que tiene el medio de
echarlo mientras ejerce el cargo110. De esta forma se tiende a asegurar que
ejerza una crítica libre que no esté condicionada por el miedo a perder su trabajo.
Tal inmunidad lo asemeja a los representantes sindicales y ese paralelismo se
hace explícito en algunas normativas111.
Otra de las cuestiones que pueden contemplar los Estatutos es la referida al
lugar físico de trabajo que tendrá el Defensor. Mientras algunos prefieren que
éste ocupe una oficina externa al medio o que incluso trabaje desde su propia
casa112, en otros se le asigna un sector dentro de la propia redacción113. Tal
diferencia manifiesta una concepción dentro del medio acerca del tipo de relación,
distante o cercana, que el Defensor debe mantener con los periodistas. Algunos
consideran que la crítica del Defensor puede ser más libre y menos sujeta a
influencias si éste no interactúa con la redacción. Otros, por el contrario, creen
que parte de su tarea es ser una instancia de consulta para los periodistas ante
conflictos o dudas en materia de ética y deontología.
En este sentido, las normativas dan cuenta de cuáles son las obligaciones
que tienen los Defensores con respecto a los periodistas y viceversa. En el primer
caso se fija, por lo general, el deber que tiene el Defensor de consultar la versión
o explicación de un periodista implicado en una queja u observación114. También
el compromiso de no “descalificarlos”115 y de respetar su “derecho al secreto
profesional”116. A su vez, los periodistas tienen la obligación de colaborar en las
95
investigaciones del Defensor117 y el derecho de presentar una queja ante un
superior cuando consideren que han sido perjudicados “en su prestigio
profesional”118.
96
la cantidad de mensajes que reciben los Defensores y ésta resulta ser la vía de
comunicación preferida por el público120, todavía algunos medios ofrecen una
línea telefónica para hablar directamente con ellos121. Cuando ésta no se publica,
algunos lectores no dudan en llamar al domicilio personal del Defensor, tal como
le pasó a Caio Tulio Costa de Folha, quien por esta causa debió cambiar el
número de teléfono de su casa (2006 p. 36).
Luego de recepcionado el reclamo se desencadena un procedimiento que
incluye, en algunos casos, la asignación de un “número de protocolo”122 que le
permite a quien llamó o envió su mensaje “seguir el recorrido” del asunto hasta su
resolución (Machado, 2007, 23 de marzo). El “procedimiento establecido” en el
diario El Nacional de Venezuela, por ejemplo, indica que “al abrirse un caso”
deben “verificarse los datos del remitente, considerar sus argumentos, determinar
los pasos a seguir y una fecha probable de culminación”. Luego, “se acusa
recibo y se notifica al lector el número de su caso” (Pineda, 2006)
En una primera instancia lo que se evalúa es si la queja recibida es
considerada pertinente, o sea, si está incluida dentro las competencias que le han
sido asignadas a la Defensoría123. Posteriormente, se rastrea el artículo
cuestionado, si se trata de un medio gráfico, o el audio o video si el Defensor se
desempeña en una emisora de radio o televisión. En este último caso, como
explica Amparo Pérez de Canal Caracol de Colombia, “se visualiza la
programación para verificar que las denuncias de los televidentes sean ciertas”
(2005, febrero).
Una vez que el Defensor tiene tal material a disposición debe buscar la
explicación o descargo del periodista que ha cubierto esa noticia o del editor de la
sección (Jijón, 2006, 10 de diciembre). En algunos medios, incluso, ya está fijado
un plazo124 de tiempo en el cual el profesional debe responder a los
requerimientos del Defensor. Cuando éste ya cuenta con la “versión y opinión de
ambas partes” debe “tomar una decisión guiado por el libro de estilo del medio,
los códigos deontológicos o su propia experiencia y criterio profesional” (Aznar
1999).
La respuesta del Defensor, avalando la queja o desechándola125, puede
hacerse en forma privada o pública, ésta última si se considera que el caso
cuenta con trascendencia o sirve de ejemplo. Según comenta Sebastián de la
Nuez, el primer Defensor del diario venezolano Últimas Noticias, los criterios que
se seguían para determinar si un reclamo debía tomar estado público eran: “tener
pertinencia, ser actual e indicar una reiterada actitud o tendencia dentro del
periódico” (Pineda, 2006).
97
La columna, en el caso de los medios gráficos, o el programa126, si se trata de
radio y televisión, es la forma más habitual con la que los Defensores dan a
conocer los reclamos del público y sus propias reflexiones. Redactar ese texto o
producir el material que será emitido, forma parte importante de la rutina
implicada en su trabajo. Por lo general, tal producto periodístico tiene una
periodicidad semanal.
En cuanto a las columnas, cada Defensor le imprime su sello personal como
así también le da prioridad a algunos aspectos sobre otros127. La tendencia es
que esta clase de artículos incluyan los testimonios de las tres partes implicadas,
o sea, la queja del público, el descargo del periodista y el análisis del Defensor128.
En cuanto a las estrategias discursivas utilizadas en las columnas, Faria
Mendes (2003, marzo) concluye, después de haber estudiado las publicadas por
el diario Folha de Brasil, que se tiende a “crear una relación de proximidad con
los lectores y de distanciamiento con los periodistas”. Para ello, señala, se apela
al “uso de la primera y segunda persona” y a un “texto dinámico” que incluye
frases cortas, juegos de palabras y hasta cierto “buen humor”. El propósito, indica
el investigador, es generar “una relación de identificación con el público”, al que
se convoca “para que dialogue”. Al respecto, indica desde Estados Unidos
Cassandra Tate (1984), que las columnas de los Defensores de ese país tienden
más a “dar excusas que ha hacer una crítica incisiva”129.
En tanto, la proliferación de los blogs130 y de las redes sociales (como
Facebook y Twitter131) también en el ámbito periodístico ha hecho que los
Defensores cuenten con otras formas de comunicación con el público. Esto hace
que diariamente, en algunos casos, tengan que escribir textos o comentar audios
y videos, lo que agrega otra tarea más a su función.
98
En tanto, que el público “perciba más” este tipo de fallas relacionadas con la
“forma” de las informaciones y no tanto con su “fondo” (Aznárez, 2005, 24 de
enero), puede deberse al “desconocimiento de las pautas y modos de trabajo del
periodismo” (Maciá Barber, 2006 p. 207) o a la falta de “parámetros” para
comparar distintas coberturas y “constatar la ausencia de informaciones
esenciales” (Lucas, 2003, julio).
En El País de España y en Folha de Brasil, dos ex Defensores coinciden en la
dificultad que han tenido para reducir esta clase de equívocos. Aznárez (2004, 18
de octubre), del primero de los diarios, dice que se han “visto desbordados e
incapacitados para hallar una solución a estos problemas”. En tanto que Costa
(2006) señala que “los errores de composición o de gramática” han sido “el talón
de Aquiles” del periódico brasileño.
Estas fallas, relacionadas con la escritura y con inexactitudes en datos
(geográficos, históricos, numéricos, de nombre, etc.) lleva a algunos lectores a
cuestionar “cuál es la formación” que tienen los periodistas133.
Si bien este tipo de cuestiones puede ser considerado “de entidad menor”, si
se la compara con “otros defectos de la práctica profesional”, no significa que
deba “minusvalorarse la siempre exigible precisión” (Maciá Barber, 2006 p. 207).
Como dijo Cecilia Orozco, ex Defensora del diario colombiano El Tiempo cuando
observó que se repetían las equivocaciones en cifras y datos: “…los detalles se
descuidaron una y otra vez. Ojo: las imprecisiones pueden distorsionar tanto la
realidad como una mentira completa…” (2005, 11 de septiembre).
Además de los errores mencionados, Germán Rey (2003, marzo) incluye
también en este primer grupo de reclamos vinculados con la “calidad” a
cuestiones más complejas: “los traslapes entre información y opinión”, la “omisión
de temas importantes en la agenda”, las ·”deficiencias de pluralismo”, las
“distorsiones e interpretaciones sesgadas de las noticias” y el “inadecuado
manejo de fuentes”. Sánchez Piña (1999) y Maciá Barber (2006 p. 208), en tanto,
prefieren incluir este tipo de quejas en un grupo aparte, al que relacionan con la
“parcialidad en la información”134. Categoría que también aparece mencionada en
McEvoy (2008, mayo)135.
Existen también otra clase de reclamos que se relacionan con la falta de
respeto, por parte del periodismo, “de los derechos de las minorías”, de la “honra
y buen nombre” (Rey, 2003, marzo), “de la imagen” (Zeta de Pozo, 2005, febrero)
y de “la privacidad de las personas” (Sánchez Piña, 1999). Grupo que también
identifica Vicondoa (citado por Herrera Damas, 2005, febrero) cuando se refiere a
“cuestiones racistas, sexistas y a la falta de sensibilidad en momentos
99
dramáticos”. En tanto que “el sensacionalismo”, expresado a través de la
“cobertura escandalosa” o el uso de “lenguaje inadecuado e imágenes ofensivas”
también es materia de reclamo (Maciá Barber, 2006)
En cuanto a los medios audiovisuales aparecen, además, algunas quejas
específicas. Por ejemplo, Janne Andersson de TV4 de Suecia registra frecuentes
cuestionamientos de los televidentes por escenas violentas (2008, 22 de abril).
Igual mención hace Agnés (2006, septiembre), quien señala que ésa la principal
queja que señalan los Médiateurs de la televisión francesa. En Colombia, Amparo
Pérez de Caracol Televisión y Consuelo Cepeda de RCTV refieren la misma
problemática (2005, febrero).
100
la figura del Defensor, hacía un cuestionamiento similar: “…rara vez los lectores
enviaban una crítica constructiva sobre los artículos que publicábamos…”
(Potenza, 2003). La brasileña Débora Cronemberger de O Povo calificaba a la
intervención del público como “muy tímida”, razón por la cual le pedía desde su
columna: “…participe más […] entre en contacto. Diga lo que le gustaría
encontrar en el diario…” (2002, 5 de enero). Similar exhortación hacía Víctor
Zuluaga Salazar de El Colombiano (2008, 7 de enero), quien indicaba que en ese
periódico la colaboración de los lectores era “constante pero escasa”. Su
antecesor en el cargo, Juan José García Posada ya había advertido acerca de tal
panorama y en modo muy franco había expresado que: “no es aconsejable abrir
expectativas inciertas con la creencia engañosa de que los lectores, todos,
interactúan y participan […] En su mayoría suelen ser pasivos [y con] predilección
por mantenerse afiliados a la mayoría silenciosa” (2007, enero).
Esta falta de reclamos que refieren algunos Defensores puede deberse, como
explica Maciá Barber (2006 p. 173) “al mero desconocimiento” por parte del
público “de sus derechos”. Si la participación “no se produjera o tuviera poca
significación”, señala el autor, “el propio Defensor puede y debe animar a las
audiencias a movilizarse”.
Este tipo de actuaciones, “de oficio”· o “motu propio”, en la que el Defensor
toma la iniciativa y efectúa un reclamo u observación al medio sin contar con una
queja previa del público, es una competencia reconocida por algunos
Estatutos137. Como ha señalado Bernando Ajzenberg, ex Ombudsman de Folha,
se trata no sólo de tener una función “reactiva” sino también “proactiva” (2006, 8
de noviembre). Tal atribución contribuye a “formar” al público al enseñarle
“instrumentos” para “examinar críticamente” lo que recibe de los medios
(Restrepo, 2003, 24 de julio).
101
como señala Aznar (2005 p. 45). La investigadora Mar de Fontcuberta (2006 p.
50) coincide y agrega que se trata de un proceso que llevará tiempo: “ese lector
reflexivo, abierto y crítico no se inventa de la noche a la mañana”.
Es por ello que se considera que quienes tienen el rol de ser los
representantes del público deben ser promotores de una formación en materia de
medios. La alusión a la función “pedagógica” o “educativa” de los Defensores es
recurrente y se plantea que ésta debe ir dirigida no sólo al público de los medios
sino también a los periodistas que trabajan en ellos.
Si bien, como ya se mencionó, los Defensores pueden actuar de “oficio” o
“motu propio” lo importante, como señala Restrepo (2003, marzo), es que esa
“insurgencia crítica” la “promuevan y la enseñen” dentro de “una acción
pedagógica”. Esta “labor didáctica” se hace necesaria debido al
“desconocimiento” que el público tiene, por lo general, del “proceso periodístico”
(Maciá Barber, 2003).
Como afirma Alfaro Moreno: “…los públicos no reciben desde su infancia una
significativa educación para la comunicación y por lo tanto no conocen sus
derechos en este campo…”. Es por ello que se torna necesario un trabajo
conjunto al respecto “desde la escuela, el barrio, las organizaciones, las
universidades y los medios”.
“Formar” en este sentido, define el investigador Catela Marcos (2002 p. 126),
implica dar a conocer “cuáles son los grupos de poder que están detrás de los
medios” y cuáles son sus “lenguajes”, lo cual permitirá “entender que la realidad
presentada es polisémica”. Aznar (2005 p. 24) señala, en tanto, que es necesario
“aprender a conocer los mensajes, los recursos técnicos, la influencia y los
efectos de los medios” para así poder “impulsar un consumo más responsable”.
Rey (2006) entiende, por su parte, que el público debe saber “cómo funcionan los
medios” y cuáles son “los problemas que se presentan en un oficio de
contingencias, tiempos rápidos y complejidad de intereses”.
Los propios Defensores son concientes de la necesidad de su aporte en este
sentido. Es así como el venezolano Lucio Segovia, de El Nacional, se refiere a su
rol como el de un “promotor-animador de procesos pedagógicos” (Pineda, 2006).
Sus colegas latinoamericanos consultados por una investigación ubicaron el
objetivo de “formar al ciudadano” entre sus prioridades (Zeta de Pozo y Herrera,
2005, febrero). En Europa se repite tal aspecto: Agnés (2006, septiembre) habla
de la “importancia” dada por los Médiateurs franceses a una labor “pedagógica”
dirigida al público, la cual debe hacerse “sin cesar”. Orberg (2008, abril) señala
que los Defensores en Dinamarca y el Reino Unido consideran como parte de su
102
trabajo “educar a los usuarios sobre los medios de comunicación”. En tanto que
Fidalgo (2002, abril) se refiere a la “función pedagógica” de los Provedores en
Portugal, como aquella que “procura” que los lectores tengan “capacidad para
acompañar a la información de un modo más exigente, crítico y autónomo”.
Tal tarea “educativa” debe ser “constante e intensa” (Pineda, 2006) porque,
como señala Rey (2003, Marzo), los resultados “no siempre se ven a corto plazo”.
Además de la transmisión de conocimientos sobre el oficio periodístico en
general y sobre los derechos que en materia de información tiene el público, los
Defensores también deben dedicarse a difundir su propio rol, ya que como han
señalado los representantes latinoamericanos, muchas veces “la audiencia no
conoce exactamente a qué se dedica esta figura”139 (Zeta de Pozo y Herrera,
2005, febrero).
Los periodistas, en tanto, constituyen el otro grupo al que va dirigida la
“pedagogía” del Defensor. En este caso se considera que “una buena educación
deontológica del gremio” (Albarrán de Alba, 2002, octubre) es imprescindible si se
quiere implementar y mantener mecanismos de autorregulación.
Esta tarea, señala Restrepo (2005, febrero), se hace más fácil si “el Defensor
está integrado a la redacción”140. De esta forma “llega a ser un guía” para los
periodistas ya que “comparte [con ellos] experiencias y reuniones” que sirven
para “sacudir rutinas y promover el desmonte de estereotipos”. También debe
“enseñar la práctica de la rectificación” ya que, por lo general, los periodistas y los
medios son “reacios” a reconocer sus errores (2003, marzo). Similar actitud con la
redacción adoptó Avraham Tirosh, ex Ombudsman del diario israelí Maariv, quien
señala: “…cuando un joven editor o redactor repite errores y muestra falta de
conocimiento en campos en que se espera que él sepa más, yo lo convoco para
una charla y alguna guía…” (1999, 23 de noviembre).
Sin bien los Defensores “deben promover la actualización de los periodistas”
(Restrepo, 2003, 11 de enero) y hasta en algunos medios realizan “talleres” con
ellos destinados a “resolver sus dudas” (Rey, 2003, marzo), a veces esa “función
formativa” puede ser “difícil de cumplir”. Los redactores “no se oponen”, pero
cada uno de ellos “está tan sobrecargado [de trabajo] que no tiene tiempo
suficiente” para dedicarse a otras tareas, explicó un Defensor latinoamericano a
las investigadoras Zeta de Pozo y Herrera Damas (2005, febrero).
103
Como señala Segovia, ex Defensor en el diario venezolano El Nacional, existe
la convicción en algunos de los profesionales que han ejercido este tipo de cargo,
que no basta con elaborar informes internos, publicar una columna semanal o
atender al público que llama por teléfono o envía su e-mail. Es necesario generar
otro tipo de actividades que promuevan el rol del Defensor y la interacción del
público con los periodistas.
En este sentido, El Nacional es un referente en el ámbito latinoamericano, ya
que desde la época141 de su primer Defensor, Elías Santana, ha organizado
encuentros con los lectores. Durante la gestión de Segovia (2005-2007), por
ejemplo, existían talleres de comunicación para ONGs y grupos comunitarios;
visitas guiadas a las instalaciones del periódico; foros con articulistas,
columnistas y periodistas; la posibilidad de participar en un “simulacro” en el que
se realizaba la “primera plana” del diario, reuniones con estudiantes de
Comunicación Social y hasta clases de “navegación” para hacer un “uso más
efectivo” de la página Web del medio. En México la oficina del Ombudsman del
diario Tabasco Hoy propone una serie de “servicios” similares. Se invita al público
a presenciar “reuniones editoriales” y a participar de “pláticas y conferencias con
reporteros y editorialistas”. El objetivo, declaran, es que “el lector conozca cómo
se hace la noticia”142.
Las actividades no siempre se realizan en las instalaciones de los medios. En
ocasiones son los Defensores los que concurren a dar charlas en otras
instituciones, incluso lejos de su ciudad de origen. Por ejemplo, Caio Tulio Costa
(2006 p. 88), el primer Ombudsman de Folha, cuenta que durante su mandato
siempre aceptó invitaciones para “dar discursos o participar de conferencias y
debates” en “universidades, escuelas de comunicación, asociaciones
empresariales y organizaciones sindicales”. A tal punto dedicó tiempo a estos
encuentros que en “24 meses de actividad” recorrió “58 mil kilómetros” de su
país. Otro brasileño, pero del diario O Povo, Plínio Bortolotti (2005, 15 de enero)
declaraba como uno de sus objetivos “ampliar el debate sobre la función”, por lo
cual avisaba públicamente que estaba “disponible para entrevistas en programas
de radio, televisión, escuelas, universidades, empresas e instituciones públicas
que quisieran discutir el asunto”.
En Estados Unidos, el diario Sacramento Bee, contaba con un folleto titulado
“Encuéntrese con el Ombudsman”, donde se invitaba al público a hablar con su
representante en el diario. Lynne Enders Glaser (1993), quien ocupó tal cargo,
cuenta que en dos años aceptó sesenta invitaciones, especialmente de escuelas
104
secundarias y universidades. Estar “cara a cara” con el público, señala, la ayudó
a ganar “reputación más rápidamente”. Tal era el “entusiasmo” de Glaser por la
función que declaraba “estar disponible” para los lectores “de seis de la mañana a
diez de la noche los siete días de la semana”. Otra estadounidense, Pam Platt,
del diario The Courier-Journal de Louisville, también avisaba al público cuando
participaba de alguna reunión, incluso “en restaurantes y cafés”, para que
concurrieran a verla y a “discutir” sobre el diario (Hanif, C.B., 2007, 22 de mayo
22).
En Suecia, en tanto, Janne Andersson de TV4 cuenta en uno de sus informes
anuales que, durante 2004, organizó un encuentro en el que los televidentes
pudieron “hacer preguntas directamente” a los “administradores” del canal.
También visitó distintas ciudades donde están localizadas las estaciones locales
de TV4 para dar charlas. Al respecto, señala: “fue maravilloso ver a los
espectadores habituales cara a cara, muchos eran simples curiosos, otros tenían
preguntas escritas en papel. No pocos fueron críticos”.
Estas clase de iniciativas en las que los Defensores “se hacen presentes en
diversos escenarios”, evalúa Maciá Barber (2006 p. 212), “no sólo es deseable
sino necesaria”, ya que “contribuye al conocimiento” de la función y “también
coopera en la tarea de formar al público”. Herrera Damas (2005, febrero) coincide
e indica que estos encuentros permiten que “el Defensor pueda dar a conocer sus
hallazgos a un público más amplio”.
Sin embargo, las reuniones personales con “grupos comunitarios” no parece
todavía una práctica generalizada. El relevamiento hecho por Elía (2008, mayo)
muestra que los Defensores de la “esfera anglosajona” son quienes más
participan de estos eventos. Cerca del 40% de ellos lo hace “más de diez veces
al año”. En tanto que la intervención pública de los representantes “europeos” y
“latinos” es menos frecuente.
A los periodistas también se dirigen algunas de las acciones especiales
coordinadas por los Defensores. En algunos casos éstas toman la forma de
convenios con universidades y organizaciones internacionales que brindan
capacitación y actualización. En otros, se organizan talleres dedicados a temas
específicos.
Por ejemplo, en El Nacional de Venezuela se realizó un encuentro entre
quienes escriben en la sección de noticias internacionales y grupos árabes y
judíos con el propósito de analizar la cobertura del diario sobre ese conflicto. En
la estación de televisión France 2 se organizaron “seminarios de reflexión” en
mayo de 2005 “sobre la inmigración” (Agnés, 2008). En El Colombiano, Javier
105
Darío Restrepo (s. f.) realizaba talleres, una vez al mes, durante una hora y media
con grupos de quince redactores. Estos encuentros, señala, “eran fuentes de
inspiración y renovación” para los periodistas.
También el Defensor puede convocar a los periodistas a participar de
encuestas en las que opinan “si estuvo bien o mal algo que hizo el diario” (Mayes,
2006, 12 de marzo). Este tipo de consultas se puede extender también “a las
personas cuyos nombres han aparecido en las noticias” (ONO, 2010)
La “intranet” del medio, en tanto, puede ser el canal utilizado para capacitar y
dotar de recursos a la redacción. Zuluaga Salazar, de El Colombiano, ha puesto
en práctica “un proyecto pedagógico” titulado “Pensando en los lectores”. El
mismo, consta de una biblioteca virtual con dos centenares de títulos, decenas de
diccionarios, enlaces a sitios de interés y la recopilación de las columnas de todos
los Defensores que han pasado por el cargo. Recursos que están disponibles en
las computadoras de cada periodista (2009, 13 y 20 de abril). Ian Mayes, durante
su gestión en el diario inglés The Guardian hizo algo similar. Permitía que
“cuando cada periodista llegaba a su escritorio tuviera en su pantalla acceso a las
cartas de los lectores” y a un archivo con los e-mails recibidos en el último año
(2006, 19 de marzo).
En ocasiones, quien ha ocupado el cargo de Defensor u Ombudsman publica
un libro como cierre de gestión, donde compila sus columnas y ofrece un análisis
de las problemáticas observadas en la profesión y en la relación de los medios
con el público. Tales casos se han registrado, por ejemplo, en Brasil, Bolivia,
Colombia, México, Inglaterra y Portugal143.
106
Así lo explica también Joaquim Fidalgo (2002, abril), ex Provedor del diario
Público de Portugal, cuando indica que si bien la fuerza de esta figura es
“simbólica”, su poder “no es menor”: radica en la capacidad de “recomendar” y de
hacerlo en forma “pública”. Esto, señala, permite un “escrutinio posterior” que
consiste en observar si “los responsables [del medio] deciden o no acatar sus
recomendaciones”. Similar argumento expresa Geneva Overholser (1998, 4 de
marzo), ex Ombudsman de The Washington Post: “…el único poder que tengo es
el de la palabra escrita [y] eso es muy poderoso, porque es realmente
vergonzante que se escriba de uno cuando se es periodista o editor…”. “El poder
de publicar”, subraya, “es una especie de herramienta persuasiva”.
Sin embargo, lograr que la actividad de un Defensor “no parezca cosa de
quijote”, que sus observaciones logren “alterar alguna cosa importante en una
estructura que yerra”, no sólo depende de un “profesional solitario” con “buenas
intenciones” (Santos, 1991, 29 de septiembre).
Como explican distintos autores la “efectividad” de esta función radica en el
acompañamiento que tenga de los otros actores implicados en el proceso de la
comunicación. Por ejemplo, Cecilia Orozco, de El Tiempo de Colombia, indica
que si se quiere evitar que “la labor de la Defensoría sea un ejercicio inútil”, es
imprescindible que “los comentarios del Defensor se traduzcan en llamados de
atención cuyo carácter e intensidad corresponde a los jefes de quienes cometen
los errores” (2005, 11 de septiembre).
Desde la academia, Herrera Damas (2005, febrero) enumera las condiciones
para el “éxito” de un Defensor. Dice que “depende” de la “persona que lo encara,
del interés que tenga la empresa, de los medios que se le faciliten [y] de la
sistematización de instrumentos […] que garanticen su independencia”. El “apoyo
de la directiva del medio” y “el grado de cumplimiento de los periodistas respecto
de lo que recomienda el Defensor”, fueron también considerados factores claves
por los representantes latinoamericanos que participaron de una encuesta (Zeta
de Pozo, 2005, febrero).
En tanto, Aznar (1999) considera que un solo mecanismo de autorregulación,
como en este caso el Ombudsman, “resulta muy poco efectivo”. Es necesario que
“se complemente y apoye en otros”, como los códigos de ética, los principios
editoriales, los comités de redacción o los consejos de lectores. Además, este
autor agrega otra condición: la “popularización” de estos recursos. O sea, que si
se quiere que estos mecanismos sean “realmente efectivos” es necesario
“divulgar” en qué consisten.
107
Finalmente, la participación activa del público también cuenta, como ya se
explicó anteriormente, ya que si ésta no existe o es débil puede poner en peligro
la continuidad del Defensor. Por el contrario, si las observaciones son pertinentes
y discuten cuestiones claves del contenido de los medios, confieren mayor
autoridad o fuerza a las recomendaciones del Defensor.
Ahora, suponiendo que se cuenta con tal compromiso del medio, los
periodistas y el público, ¿pueden esperarse resultados inmediatos de la actividad
de un Defensor?. Su presencia, ¿logra disminuir la cantidad de errores que se
publican?. ¿Qué ejemplos se pueden citar de casos en los cuales la actividad
conjunta del Defensor y del público provocó cambios concretos en un medio?
La primera pregunta parece tener una respuesta única. Los ex Defensores
hablan de efectos “graduales” (Restrepo, 2002, septiembre), de cambios “lentos,
llenos de avances y retrocesos” (Santos, 1991, 29 de septiembre), de “un trabajo
arduo que precisa de perseverancia para ser entendido dentro de su lógica, que
no es de resultado inmediato” (Guálter, 2004, 12 de enero).
Sebastián de la Nuez, de Últimas Noticias de Venezuela recurre a una
expresión popular para explicar la cuestión: “…el Defensor debe estar aunque no
le veas el queso a la tostada inmediatamente […] Hay que seguir machacando.
Es una labor de insistir y de ser tozudo…” (Pineda, 2006). En similar sentido se
expresa Bernardo Ajsenberg, del diario brasileño Folha, cuando señala que se
trata de un “trabajo persistente de crítica, un trabajo incansable, de hormiga”
(2006, 8 de noviembre). Germán Rey, de El Tiempo de Colombia coincide:
“…mover la pesada máquina institucional de los medios es difícil, la tarea del
Defensor es permanecer con constancia en sus análisis […] La eficiencia del
oficio probablemente esté en el mediano plazo…” (2003, marzo).
Ahora, puestos a considerar si la presencia del Defensor en un medio elimina
los errores, los investigadores señalan en primer lugar que no se trata de un
mecanismo “milagroso” (Maciá Barber, 2006) ni de una “panacea” (Aznar, 1999).
Como advierte Herrera Damas (2005, febrero), “el Defensor debe ser entendido
más como un punto de partida que como un punto de llegada”. Por lo tanto, no
hay que pensar que “su sola presencia” en la redacción sea capaz de “poner fin a
todas las contradicciones, dilemas y encrucijadas éticas con las que se
encuentran los periodistas”.
Los propios Defensores admiten, en este sentido, sus limitaciones. Débora
Cronemberger (2002, 5 de enero) de O Povo de Brasil es clara al respecto: “el
Ombudsman puede y debe contribuir a la reducción de los errores” pero “es una
utopía” pretender “error cero en un diario”.
108
Que los equívocos en un medio se repitan, incluso luego de las gestiones de
distintos Defensores, hace que algunos de ellos se declaren “frustrados” (Maciel,
2004, 3 de enero), sientan que “predican en el desierto” (Neto, 2000) y terminen
aceptando que “no mueven montañas” (Costa, 2006 p. 49).
En su última columna, Alba Sánchez de El Nacional de Venezuela decía que
“no cerraba el ciclo con un listado de éxitos” porque los errores, “de idioma,
erratas, fallas de diverso tipo e incluso desviaciones en el equilibrio”, seguían
ocurriendo. La “incapacidad de prevenir la repetición de errores pequeños pero
irritantes”, también la admite el inglés Ian Mayes de The Guardian (2007), la
española Malén Aznarez144 de El País (2005, 24 de enero), y el brasileño Caio
Tulio Costa de Folha, entre otros. Éste último se refiere a los errores de ortografía
como “el talón de Aquiles del diario”. “Nada mejoró en ese aspecto”, subraya
(2006 p. 45).
La pregunta sobre los efectos que provoca el cargo, persigue a los
Defensores. Pueden recibir esta interpelación de parte de un desconocido en la
fila para bajar de un avión, como aquel con “seriedad de sepulturero” que abordó
al colombiano Restrepo con la incógnita de “¿a quién defiende el Defensor?”
(2005, febrero). También, como le pasó a Ian Mayes, el cuestionamiento puede
provenir de un colega desconfiando: “¿usted ha logrado algo realmente?”, le dijo
un periodista al ex Readers´ Editor de The Guardian (2007, 26 de marzo).
La duda puede venir, incluso, de un “viejo amigo”, como el de Ronald Nava,
que le preguntó si existía “algún estudio serio sobre la eficacia o utilidad de eso
de la Defensoría” (2006, 8 de febrero). Tal asunto puede convertirse también en
un tema de conversación recurrente, como relata Costa: “siempre me preguntan
si Folha mejoró con el Ombudsman” (1991, 22 de septiembre). O también formar
parte de los propios cuestionamientos que se hace un Defensor, como Jijón:
“¿existe algún resultado concreto?” (2006, 10 de diciembre).
Sumándonos a esta serie de interrogantes podemos plantear, entonces, qué
efectos provoca la figura del Defensor, tanto con respecto al público como a los
periodistas.
En cuanto a los primeros, si bien, se aclara que el Defensor no genera “una
masa crítica inmediata”, como dice José Luis Simón de Hoy de Paraguay
(Ferreira y Moreno, 2004), sí se puede observar un cambio gradual en “el tono de
las cartas que se reciben, algunas de especial agudeza crítica que antes no
existía, expresiones de inconformidad razonada que antes no se solían dar a
conocer” (Restrepo, 2002, septiembre). De la Nuez y Orozco coinciden. El
primero explica que, desde que existe el cargo de Defensor en el diario
109
venezolano Últimas Noticias, “la gente escribe más y con más tino” (Pineda,
2006). La segunda afirma, desde su experiencia en El Tiempo de Colombia, que
ahora “los lectores exigen sus derechos con mayor convicción y firmeza” (2005,
11 de septiembre). Desde el ámbito televisivo, Consuelo Cepeda de RCN señala
que “poco a poco la teleaudiencia deseó y exigió puntualmente estar bien
informada, así como el cumplimiento de los horarios de emisión de los
programas” (2005, febrero).
Tener un interlocutor como el Defensor con la tarea de escuchar esas
observaciones y críticas le “garantiza” al público, como dice Aznar (1999), “al
menos una explicación” y, “en caso de tener razón, el reconocimiento del error”.
Tales rectificaciones deben ser hechas en el menor tiempo posible, como explica
Marcelo Beraba de Folha, quien durante su gestión logró disminuir la cantidad de
días que se tomaba el diario para reconocer los errores (2005, febrero)145.
110
o porque lo elogiaron”. “El periodista”, agrega, “aprende” de esta forma
cuestiones “que no va a olvidar nunca”.
111
las discusiones generadas por Ian Mayes acerca de “cómo se reportea el suicidio
resultó en la inclusión de una cláusula cautelar en su código de prácticas” (2007,
2 de abril).
También se han hecho observaciones con respecto a los niños. En el canal
colombiano RCN, sostiene Consuelo Cepeda, “se han tomado decisiones
trascendentales con base en las denuncias de los telespectadores”: por ejemplo,
la de “conservar la intimidad y anonimato” de niños y niñas “en noticias que tienen
que ver directamente con ellos” y el “traslado a horarios nocturnos” de
“programas de alto contenido violento” (2005, febrero). En TV4 de Suecia sucedió
algo similar: por las críticas del público se decidió no pasar escenas violentas,
incluso en los cortes publicitarios, antes de las 21 horas (Andersson, 2008, 22 de
abril). En tanto, en O Povo de Brasil, Lira Neto identificó “una perversa
contradicción” en la que incurría su propio medio, el cual criticaba en editoriales el
trabajo infantil pero a la vez “utilizaba a pequeños como mano de obra para la
venta del diario” (2000).
La representación de las mujeres en la prensa también ha sido un tema de
atención para los Defensores y de reclamos por parte del público. En El País de
España, cuenta Aznárez, “drásticamente se han quitado campañas cuando ha
habido protestas por publicidad sexista o violenta (Santa María, 2005). En tanto
que en Últimas Noticias de Venezuela, sostiene De la Nuez, “ha habido más
atención” a las “cuestiones que tienen que ver con el tratamiento de la
información desde el punto de vista de la discriminación por sexo”.
Cuestiones de raza y de elección sexual también han sido tenidas en cuenta
en diarios estadounidenses. Por ejemplo, The Washington Post incrementó la
presencia de personas de raza negra en las fotos después de que su
Ombudsman, Joann Byrd, observara que este sector de la población estaba
“insuficientemente representado en las imágenes” (Moses, 2000). En tanto, la
cobertura que hizo el diario The Hartford Courant (Connecticut) sobre una marcha
del “orgullo” gay “encolerizó” a los lectores, quienes consideraron que se ponía
demasiado énfasis en “los extremistas que estaban en la muchedumbre”. Elissa
Papirno, la Readers Representative, les dio la razón y transmitió tales
“preocupaciones” a la redacción para que tal enfoque no se repita en la cobertura
de esa marcha en los años siguientes (Moses, 2000).
En las noticias de las secciones policiales o judiciales también los Defensores
registran cambios. Dice Restrepo (2002, septiembre) que en los diarios
colombianos en los que trabajó como Ombudsman, “gracias a las sugerencias de
los lectores, gradualmente se ha dado prioridad a la presunción de inocencia” y
112
que también “se está reconociendo a los acusados el derecho de expresar su
punto de vista”. En Últimas Noticias de Venezuela, agrega De la Nuez, se cuidan
de no cometer “ciertas ligerezas” como “endilgarle adjetivos a delincuentes”
(2007, 16 de abril). Algunas de estas acciones pueden llegar a contribuir a que
desciendan las demandas judiciales contra un medio, como pasó en The
Guardian. Al respecto, Mayes (2004) señala que la jefa de asuntos jurídicos del
diario consideraba que gracias a la existencia del cargo de Readers´ Editor había
disminuido entre un 30 y un 50% su trabajo.
Otro tipo de cambios o acciones provocadas por los Defensores y por el
público apuntan a cuestiones de forma. Por ejemplo, en el diario El País de
España, debido a los errores gramaticales que se reiteraban, “se puso en marcha
un nuevo corrector automático”. También “a partir de las quejas” se decidió
“incluir los nombres de los traductores de artículos y columnas” (Santa María,
2005). Similar iniciativa, en cuanto al cuidado del idioma, puso en práctica
Avraham Tirosh (s. f.), en el diario Maariv de Israel, quien creó un “diccionario
aplicado de palabras correctas y expresiones para el uso de los periodistas”.
En tanto, en el periódico estadounidense Santa Ana Register, Pat O. Riley,
señala que junto a cambios relevantes como “una disminución en el uso de
fuentes no identificadas”, también se llevaron a cabo otras modificaciones “no tan
importantes”, como “el aumento del tamaño de las letras del crucigrama o
mejoras en los listados de la programación televisiva” (Tate, 1984). En otro diario
del mismo país, Sacramento Bee, recuerda Lynne Glaser (1993), “se desechó un
nuevo formato para la revista del domingo porque los lectores dijeron,
ruidosamente y en masa, que ellos preferían la versión anterior”. También, que
debido a otras quejas “se reeditó un compendio mensual de información” o “se
agregó el dato sobre el estado del tiempo a nivel nacional”. La ex Ombudsman
concluye que “los lectores importantes comprenden que a veces sólo se necesita
de una persona para causar el cambio”.
Otro tipo de modificaciones son provocadas por quejas u observaciones que
cuestionan la política editorial del medio y su misma agenda, o sea, lo que se
considera que es una noticia. Como ejemplo de la primera cuestión puede citarse
el caso de un diario holandés que debió incorporar a un “columnista conservador”
debido al reclamo de los lectores que consideraban “excesiva” la presencia de
analistas con ideas “de izquierda” (Van Dalen y Deuze, 2006 p. 15). En tanto,
Daniel Okrent, el primer Public Editor de The New York Times, criticó al periódico
por publicar “artículos que contradecían notas anteriores sin reconocer el error”.
Luego de tal cuestionamiento la directiva del medio decidió que “si una nueva
113
información socava a la anterior” deben indicarse los enlaces a esos textos para
que “los lectores puedan ver la diferencia” (Bandler, 2004).
En cuanto a lo segundo, el Defensor puede actuar recordando al medio cuáles
son los temas de interés para sus lectores, como sucedió en el diario The Miami
Herald con el aniversario de Pearl Harbor147.
También puede ser quien canaliza las observaciones críticas del público con
respecto a las prioridades dadas por el medio a determinadas informaciones. Con
respecto a esto vale el ejemplo que cuenta Restrepo (2003, marzo) acerca de
cómo un lector logró “sacudir la rutina” de un diario colombiano. En la queja se
cuestionaba al medio por priorizar en tapa “con foto a todo color” y “titular de
cuatro columnas” a un adolescente de ese país que había obtenido el
campeonato mundial de patinaje. Mientras tanto, se destinaba sólo a un pie de
página “el triunfo de dos científicos, premiados en un concurso nacional”. El lector
objetó las prioridades informativas del diario, al considerar que “se le estaba
dando más importancia a las hazañas del músculo que a las conquistas de la
inteligencia”. La investigación del Defensor determinó que no se trataba de un
caso aislado. “A raíz de esta queja”, sostiene Restrepo, “el periódico dio un salto
cualitativo” y “renovó conceptos”.
Tales ejemplos pueden ser considerados “modestos” u “homeopáticos”, como
dice Marie-Laure Aungry de France 3 (Agnés Ancien, 2006, septiembre),
“específicos, pero no de gran importancia” en palabras de Richard Cunningham
de Minneapolis Tribune (Tate, 1984) o útiles “para cuestiones puntuales pero
irrelevantes en términos de alteraciones significativas del rumbo de la
publicación”, como considera Mario Vitor, de Folha (Costa, 2006 p. 91). Sin
embargo, como sostiene Aznar (2005 p. 32) también pueden estar demostrando
que, “sin pretender cambios definitivos”, comienza a aparecer una “exigencia
cotidiana de mayor cuidado por parte de quienes poseen, hacen, protagonizan y
consumen” las informaciones.
114
El hecho de sentirse “desgarrado entre dos extremos” (Agnés 2006,
septiembre) o “entre dos fuegos” (Solé, 2008), en referencia a las demandas del
público por un lado y a las actitudes de los periodistas por el otro, hace que la
función sea descripta como “desgastante” (Ajzenberg, 2006, 8 de noviembre),
“dura” (López, 2009, agosto) y “no fácil” (Bernal, 2004, 24 de abril).
Así lo explicó uno de los Ombudsman de O Povo, de Brasil, al investigador
Lucas (2004, julio): “…el cargo cansa, porque es tremendamente absorbente.
Además se trabaja solo: leer el diario, anotar, archivar, atender el teléfono, recibir
e-mail y fax, responder a los lectores, recibir personas…ufa!...”.
Tal “soledad” no solo aparece dada por el hecho de ser una función que, por
lo general, es de tipo individual sino por la distancia que se crea entre el Defensor
y los periodistas. Cuenta al respecto Malén Aznárez del diario español El País
que cada vez que iba a la redacción “la miraban con recelo” y “lo primero que le
preguntaban era: ¡¿qué hice?!”, como si su sola presencia fuera señal de
amonestación (Santa María, 2005). El mismo relato hace George Edmonson,
quien se desempeñara como Public Editor del diario estadounidense The Atlanta
Jounal-Constitution (Moses, 2000).
El brasileño Costa de Folha afirma, en tanto, que “el ejercicio del cargo se
tornó polémico y eso le trajo desavenencias y pérdida de amistades queridas”
(2006 p. 13). La ecuatoriana Ana Karina López, de Hoy, refiere haber recibido al
asumir “amenazas veladas”, aunque “en tono de broma”, por parte de sus
colegas, quienes sostenían que ella “les iba a dar duro” (2009, 7 de agosto). Mark
Jurkowitz, quien fuera Ombudsman del diario estadounidense The Boston Globe
entre 1994 y 1997, seguía sintiendo el impacto de haber ejercido el cargo varios
años después. Decía, en 2000, “todavía hay personas que no quieren hablar
conmigo” (Moses, 2000).
El hecho de ser la figura encargada de criticar públicamente el trabajo de sus
colegas o de canalizar las quejas que sobre el mismo punto hace el público, ubica
a quien desempeña la función en una posición “incómoda”. Si, además, las
observaciones de los Defensores no se traducen en cambios y los errores
marcados se repiten, la sensación que éstos expresan es de “desánimo” (Agnés,
2008), de “frustración” (Rangel, 2008) o de “enfado” (Lucas, 2003).
El trato con el público, en tanto, también constituye un factor de desgaste,
tanto por la cantidad de mensajes y llamados que reciben como por el tono de
queja que tienen esas comunicaciones. En cuanto a los primero, algunos
Defensores declaran sentirse “abrumados” (Soler, 2008, 27 de julio) y hasta
llegan a considerar que su servicio puede resultar “insuficiente” (Mayes, 2002, 19
115
de enero). Con respecto a los segundo, la propia ONO (s. f.) menciona la tensión
que puede provocar el trato con un público “enfadado”, con “ira”, “enojo” o
“sarcasmo”. “Para lidiar con el stress”, aconseja a sus asociados, “salidas,
ejercicios, meditación” e incluso “tomarse unos días de descanso”. Advierte al
respecto Jurkowitz (Moses, 2000) que este “trabajo es estresante y si se está en
él por mucho tiempo se puede caer en el burn out”148. Riesgo también
mencionado por el ex presidente de la ONO, Jeffrey Dvorkin (2005, 16 de julio).
Tal perfil de la función hace que ciertos Defensores declaren que no
aceptarían nuevamente ejercer el cargo. Por ejemplo, de los cinco ex
Ombudsman del diario brasileño O Povo entrevistados por Lucas (2003), sólo uno
de ellos consideró la posibilidad de volver al puesto si fuera convocado. Los
restantes se negaron aduciendo que preferían que “otros colegas pasen por la
experiencia”. En contraposición, es necesario decir que hay otros periodistas que
han sido Defensores en varios períodos e, incluso, en distintos medios149.
Sin embargo no todo es “tensión”, como explica Arthur Nauman, ex
Ombudsman del diario estadounidense The Sacramento Bee, también hay
“satisfacción personal” (1994). Es que puestos a hacer balance, quienes han
pasado por el cargo también rescatan aspectos positivos.
La experiencia “ha merecido la pena”, dice Aznárez de El País (2005, 24 de
enero). La misma expresión utiliza Ajzenberg de Folha, quien agrega que el cargo
lo ayudó a “madurar” tanto a “nivel profesional como personal” (2006, noviembre).
Similar evaluación hacen Mendoza de El Tiempo de Bogotá (2008, 27 de
septiembre) y Rangel de UOL Brasil (2008, 1 de julio).
Algunos, van más allá en las consideraciones, como Guálter y Neto, ambos
de O Povo. El primero señala que “considera imposible que un profesional que
experimentó el desafío de ser Ouvidor de una empresa periodística salga de él
igual a lo que era antes” (2005, 8 de enero). Para el segundo, en tanto, el cargo
fue un “verdadero divisor de aguas” en su “relación con la profesión” (2000, 26 de
noviembre). Junia Nogueira de Sá, la primera mujer en ser Ombudsman en
Folha, enumera la cantidad de debates en los que participó y concluye: “…lo que
aprendí en ese año, vale por diez…” (Costa, 2006 p. 253).
¿Cuáles son, entonces, esas enseñanzas que el paso por el cargo deja en los
Defensores?. En primer lugar mencionan que la atención con la cual han tenido
que seguir el contenido del medio, ha generado en ellos un nuevo “modo de leer”,
similar al de “un detective a la caza de un gazapo” (Aznárez, 2005, 24 de enero).
Una especie de “pánico perfeccionista que hace chequear obsesivamente cada
línea de los textos” (De Sá en Costa, 2006 p. 253), convirtiéndose así en
116
profesionales “más meticulosos” de lo que ya eran y “más exigentes” (Leite en
Costa, 2006 p. 262).
Además de prestar atención a los detalles, se trata de una “lectura que gana
en calidad”. Como explica Guálter (2005, enero 8) “el ojo se torna más crítico y
permite ver aquello que no siempre se puede ver cuando se está absorbido [por
el trabajo] en la redacción”. Similar concepto expresa Aznaréz (2005, 24 de
enero) cuando señala que ha tenido que “detenerse y reflexionar sobre temas de
la profesión sobre los que frecuentemente los periodistas pasamos de largo”.
[Alguien] me comentó hace un año cuando asumí estas funciones, que el oficio del
Defensor del Lector es bastante parecido al de un vicepresidente de la República: en la
práctica no sirve para nada (Jijón, 2006, 10 de diciembre)
117
autorregulación. Veamos a continuación cuáles son los principales argumentos
que esgrimen quienes la cuestionan y quienes la defienden:
118
Lo que estos comentarios reflejan es el escepticismo, en este caso del
público152, acerca de cuán independiente puede ser alguien cuyo sueldo es
pagado, precisamente, por la empresa a la que debe criticar. Esta desconfianza,
como dice Luis Ramiro Beltrán, ex Defensor del Grupo Líder en Bolivia (Paz,
2009), es “entendible” y lo explica apelando a una expresión popular:
“normalmente el que paga a los mariachis escoge la canción”. Sin embargo,
agrega: “que la gente crea que porque a uno le pagan uno está obligado a mentir
y a hacer lo que le dé la gana al periódico, es un error”.
Ésta es, según el criterio de Aznar (1999) “la más seria objeción que se ha
planteado a la figura del Ombudsman”. La cuestión es cómo se puede garantizar
“una crítica independiente y valiente” del mismo medio. En principio, señala el
académico, “depende de las cualidades personales, profesionales y del
compromiso ético” de quien ejerce el cargo. Más allá de esto existen reglamentos
específicos “que pueden paliar” el problema, como los Estatutos. Coincide al
respecto Restrepo (2002, 28 de julio) cuando dice que “existen normas que
tienden a mantener una indispensable autonomía e independencia. Sin estas
cualidades, su trabajo es imposible de cumplir”.
Vale citar, además, el argumento que utilizaba Arthur Nauman, ex
Ombudsman del diario estadounidense Sacramento Bee. Cuando alguien dudaba
de su trabajo contestaba: “…lea mi columna. No sólo una. No dos o tres. Lea mis
columnas por un mes o dos. Y entonces verá usted si no está de acuerdo con
que yo soy verdaderamente independiente…” (1994, junio).
119
latinoamericano, en tanto, también han aparecido explicaciones similares153
(Ferreira y Moreno, 2004).
Como contrapartida a este argumento se señala desde la ONO (s. f.) que “la
mayoría de los miembros [de una redacción] no tienen tiempo para ocuparse de
la cantidad de quejas” que los Defensores reciben ni tampoco “la disposición o el
entrenamiento necesario para tratar eficazmente con lectores enfadados”.
Coincide Maciá Barber (2006 p. 158) al señalar que “no es aconsejable” que los
periodistas se ocupen de la atención de los lectores “porque ante las
equivocaciones utilizan un sinfín de técnicas de defensa” para justificarse y,
además, porque esto “impide consolidar patrones para atender las quejas”.
120
Restrepo, “el escaso conocimiento alimenta los prejuicios” (FNPI, Consulta 498),
con lo cual se torna “necesario” y “urgente” dar a conocer no sólo éste, sino todos
los mecanismos de autorregulación existentes en el periodismo (Aznar, 1999 p.
14). Como sentencia este último autor: “para que la autorregulación pueda
hacerse realidad se requiere a su vez una condición previa: que sea conocida. No
basta con invocarla genéricamente”.
121
En suma, se trata de una relación siempre “conflictiva” como dice Renata Lo
Prete (2006, 8 de noviembre). Para “aflojar” tal tensión Luis Ramiro Beltrán
sugiere “talleres de capacitación” (Paz, 2009). En tanto, Ian Mayes cuenta que al
asumir en The Guardian tomó “una serie de medidas antiparanoia”: se reunió con
los delegados sindicales del diario y permitió el acceso de los periodistas a todas
las cartas de los lectores que le llegaban (2006, 19 de marzo).
122
evidenciar que exista una escasez de investigaciones referidas a este tema” y
aquellas con origen en otros países “no están adaptadas al contexto nacional”.
Finalmente, también se postula lo valioso que puede ser un intercambio entre
las universidades y los Defensores. Desde Colombia, Mendoza (2008,
septiembre) destaca que sus columnas en el diario El Tiempo “son motivo de
análisis en las facultades de Comunicación Social”.
Pero no sólo las universidades pueden analizar lo que escriben los
Defensores de los medios comerciales, pueden también crear este tipo de cargo
para sus publicaciones internas, de modo que los estudiantes se vayan
habituando a la crítica y la autocrítica desde su misma formación. Así sucedió en
Colombia en 1990 con el periódico EntreVista, editado por la Facultad de
Comunicación de la Universidad de Antioquia. También han hecho lo propio la
Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de Brasilia, en Brasil
(Albarrán de Alba, 2002, octubre) y la Universidad de Guadalajara, en México157.
En tanto, desde Dinamarca, Esben Orberg (2008, abril) sugiere “el
establecimiento de un diálogo permanente con la universidad” y la elaboración
por parte de investigadores académicos de un “informe anual sobre la institución
del Ombudsman”. Propuesta similar hace Lucas (2003, julio), desde Brasil,
cuando señala que “cabe al universo académico del periodismo discutir si esta
práctica ha sido eficiente y si está contribuyendo a la discusión sobre el papel de
los medios en las sociedades contemporáneas”.
84
Como dice Maciá Barber (2006 p. 84) algunos realizan una “falsa asimilación [del término
Ombudsman] a la lengua inglesa” lo que lleva a una “incorrecta formación del plural”. Es así como
se observa el uso de “Ombudsmen” para aludir al plural cuando en realidad la palabra sueca
original no contempla tal variación. En Brasil, en tanto, agregan una “s” a Ombudsman para formar
el plural, hablando así de los Ombudsmans.
123
85
Por ejemplo, el Estatuto del Defensor del lector del diario Noroeste de Cualiacán (México)
señala que puede ocupar tal cargo “un académico, periodista, abogado o cualquier ciudadano que
cumpla con el perfil”. También en México el IMER cuenta con un Mediador, Felipe López Veneroni,
que no es periodista. Su formación es en semiótica y en teoría política y social (e-mail, 2009, 13 de
diciembre). En The Guardian de Inglaterra, Siobhain Butterworth, es abogada y antes de
desempeñar la función de Readers´ editor era la jefa del departamento legal del diario. El primer
Defensor del lector del periódico Hoy de Ecuador fue un político, Juan Pablo Moncagatta y el cuarto,
José Lasso, un catedrático universitario (López, e-mail, 2009, 14 de diciembre). En El Colombiano,
de Medellín, su primer Defensor fue el jurista y embajador Jesús Vallejo Mejía (Zuluaga Salazar,
2007, febrero). En tanto, que el único “Difensore cívico dei lettori” del diario italiano Ill Messagero
fue el ex presidente de la Corte, Giuseppe Branca.
86
Según reseña Maciá Barber (2006 p.186), “la praxis que adopta The Washington Post
constituye un paradigma a seguir” ya que “la persona elegida para desempeñar la función no podrá
estar empleada en el diario y, transcurrido su mandato, tampoco podrá trabajar en el periódico”. Por
eso su libro de estilo alude al Ombudsman “como un extraño o intruso sin pasado ni futuro en el
Post”.
87
En El Punt, Pep Collelldemont ya no formaba parte de la plantilla del periódico cuando fue
designado como Defensor. Esta desvinculación fue considerada por el periodista como “positiva” y
como garantía de libertad” (Ortiz, 2009 p. 79). En tanto, los diarios del Grupo 16 (Diario 16 y Cambio
16) contaron entre 1990 y 1993 con Defensores externos: el sociólogo Armando de Miguel y el
magistrado Xavier O´Callaghan (Maciá Barber, 2006 p. 258).
88
En Diário de Notícias los tres primeros Provedores fueron figuras externas al diario. En Jornal
de Notícias, Manuel Pinto, señaló que debido a su rol de profesor e investigador de la Universidad
de Minho, actuaría desde “un punto de observación situado fuera de la Redacción” ya que hacía 15
años que no pertenecía a ella (Pinto, 2004, 24 de enero).
89
El Estatuto de este diario señala que “El Defensor podrá ser un periodista de reconocida
trayectoria dentro de la compañía o una persona externa con las mismas características”.
90
Por ejemplo, el Estatuto del Defensor del lector de El País (España) contempla tanto la
variante interna como externa, aunque en los hechos siempre haya optado por la primera. También
la CBC de Canadá acepta ambas modalidades.
91
Algunos medios exigen explícitamente que el Defensor sea elegido de sus propias filas. Así lo
establecen, por ejemplo, los españoles La Vanguardia, La Voz de Galicia y RTVE, y el brasileño O
Povo.
92
Dice Pépin (2008) que los Médiateurs (Defensores) podrían tener “mayor independencia” si
fueran “nominados, elegidos y destituidos por un grupo de ciudadanos y profesionales”.
93
También pueden presentar candidatos los colaboradores y miembros de la Redacción y los
Consejos Editoriales del periódico.
94
Un ejemplo de la convocatoria pública que hace la NPR fue recuperada en septiembre de
2010 de: http://journalism.berkeley.edu/jobs/detail/11394/ En tal aviso se describe la posición, las
responsabilidades y la experiencia que el candidato debe tener. Con respecto a este último punto se
solicita que los postulantes posean una licenciatura, quince años o más de trayectoria profesional,
experiencia en radio, conocimiento de códigos de ética y capacidad de liderazgo.
95
Generalmente compuestos por referentes de distintas disciplinas, personalidades de la región
o simplemente por público general, quienes aportan críticas y sugerencias al medio.
96
Los Defensores ubicaron en cuarto lugar a esta cualidad, detrás de la independencia, la
autoridad moral y el sentido de servicio público (Zeta de Pozo y Herrera Damas, 2005, febrero). Sin
embargo, en esta región ha habido ejemplos de Defensores menos “veteranos”. Por ejemplo, Lira
Neto, tenía 34 años cuando asumió como Ombudsman de O Povo en Brasil. Precisamente, su
juventud, le generó cierto temor. En este sentido señala: “me sentía desprovisto de la necesaria
experiencia para encarar tamaño desafío. Con 34 años me faltaba, entre otros atributos, los
cabellos blancos”. Un años después, al dejar la función “ya había ganado los primeros cabellos
blancos” (Bortolotti, 2002, 15 de mayo)
124
97
Señalan los investigadores que en ese país los Defensores tienen una media de 55 años de
edad y 32 de experiencia en el periodismo (Van Dalen y Deuze, 2006).
98
La autora señala que en la “esfera europea” (en la que incluye a Dinamarca, Holanda, Suiza,
Suecia, Noruega y Alemania) el promedio de edad de los Defensores es de 66 años. Indica que se
considera a este tipo de cargo como “el último” en la vida profesional de un periodista y que algunos
lo realizan después de jubilarse (Elía, 2007 pp. 87-95).
99
La primera Defensora del diario brasileño O Povo, Adísia Sá, tituló su libro dedicado a este
tema como “Clube dos Ingênuos” (Club de los Ingenuos).
100
Como dice Germán Rey (2003, marzo) “los referentes normativos” de esta figura “se han
caracterizado por los titubeos, el ensayo y la intuición. Las reglamentaciones formales han sido más
bien el resultado de un proceso”. Sin embargo, hay medios que aún después de varios años de
contar con el cargo de Defensor siguen sin elaborar una norma específica. Es el caso, por ejemplo,
de Caracol Televisión en Colombia. Al respecto, dice Amparo Pérez (2005, febrero) que en esa
emisora “se considera más sano que no exista un código para el funcionamiento [de la Defensoría]
sino que ésta se rija por sus propios criterios”.
101
Como dice Aznar (1999 pp. 33-43) “los códigos representan un primer paso ineludible”. Luego
de que éstos existen pueden crearse “otros mecanismos que completen su labor de
autorregulación” como, por ejemplo, una Defensoría del público. Ésta, como dice Restrepo (2005,
febrero) debe mantener “viva la conciencia” acerca de la necesidad de los códigos, evitando que se
conviertan en “letra muerta” o en un “formulismo burocrático”.
102
Ejemplo de los problemas que acarrean la falta de reglas puede observarse en el caso del
primer Defensor que tuvo la Universidad de Guadalajara en México (ver Anexo). La falta de un
reglamento fue considerado como un “déficit” en Hoy de Paraguay (Ferreira y Moreno, 2004) y
como un factor que influyó en cierta “imprecisión” de las funciones del primer Ombudsman de El
Nacional de Venezuela (Sánchez Piña, 1999).
103
Por ejemplo, fijan el mandato en un año con posibilidad de renovación por otros períodos:
Brasil (UOL, IG, Folha y O Povo), España (El País y La Voz de Galicia) y Venezuela (Últimas
Noticias). En tanto, que establecen la gestión del Defensor en dos años y renovación por otro año
más: Brasil (EBC y TV Cultura), México (Noroeste e IMER), Portugal (RTP), España (La
Vanguardia), Venezuela (El Nacional), Ecuador (Hoy y Ecuavisa), Panamá (La Prensa), Inglaterra
(The Guardian) e India (The Hindú). También existen aquellos medios que optan por tres años:
Radio Educación de México y Diário de Notícias de Portugal. Otras variantes: CBC de Canadá (lo
fija en cinco años). RTVA de España (el mandato del Defensor es el mismo que tenga el Consejo
de Administración que lo nombra). El Economista de México (plazo “indeterminado”). El portal
Setúbal na Rede (Portugal) hacía rotar a sus Defensores cada tres meses hasta que se decidió
crear un órgano colectivo, la Provedoría do Leitor. También se han dado casos de permanencias
mayores en el cargo, como en el diario estadounidense Los Angeles Times, donde Jamie Gold
actuó como su Readers’ representative durante diez años. Más información sobre este caso fue
recuperada en enero de 2010 de: http://latimesblogs.latimes.com/readers/2010/01/a-new-readers-
representative-for-the-times.html
104
Algunos medios establecen explícitamente en sus Estatutos que el Defensor debe dedicarse
a esta función en forma exclusiva. Por ejemplo, así lo indican en España (RTVA y RTVE) y en India
(The Hindú). En tanto, que en América Latina, según el relevamiento de Zeta de Pozo y Herrera
Damas (2005, febrero) esta situación se registraba en: Brasil (Folha y O Povo), Venezuela (El
Nacional), Panamá (La Prensa) y Colombia (Caracol Televisión). En el Estatuto de O Povo,
específicamente, se indica que “la función exige exclusividad y que no será admitido el ejercicio de
otras actividades profesionales con excepción de la docencia”. En Holanda, según la investigación
de Evers (2009, 13 de mayo), 16 de 18 Defensores hacían su trabajo full time. En tanto, que la
dedicación al cargo es parcial, por ejemplo, en Mail & Guardian (Sudáfrica) y en Público (México),
donde se señala que el Defensor no tiene como “principal actividad profesional” a este cargo.
105
Tales incompatibilidades se mencionan en México en los Estatutos de los diarios Público y
Noroeste. En ellos se señala que no puede ser elegidos como Defensor los funcionarios públicos,
militantes con cargo en la estructura de un partido político o persona que se desempeñe en
empresas o instituciones que sean fuente cotidiana del medio. En el IMER, también de México,
además de las restricciones señaladas se agrega que tampoco puede ser “ministro de algún culto
religioso”. En Ecuador, en tanto, en las normativas del diario Hoy se indica que al asumir el cargo el
125
Defensor debe informar al medio si “tiene alguna vinculación directa o indirecta con alguna sociedad
comercial, religiosa o política”. Se advierte, además, que “no podrá celebrar contratos directamente
ni por interpuesta persona con el Estado” ni “participar en política”. Tampoco podrá aceptar
invitaciones, regalos o dádivas de “grupos de interés o del Estado”.
106
Los Estatutos de El País y La Vanguardia (España), de Público (Portugal), de El Nacional
(Venezuela), O Povo (Brasil) y de La Prensa (Panamá), entre otros, aseguran la continuidad laboral
de quien deja el cargo de Defensor, sobre todo si se trata de un periodista que ya formaba parte de
la plantilla o staff del medio. En este sentido, señalan que la reincorporación a la redacción se
producirá respetando “las mismas condiciones económicas y laborales” que el periodista tenía antes
de ser designado como Defensor. En O Povo, la permanencia en el periódico tras dejar el cargo de
Ombudsman constituye una obligación que se debe cumplir al menos por tres meses.
107
Se busca así garantizar que mientras dure el mandato el Defensor no disminuya las críticas al
medio con el propósito de asegurar su futuro laboral. Tal concepción es la que pone en práctica The
Washington Post, en el cual se habla del Ombudsman como de alguien “sin pasado ni futuro” en el
diario (Maciá Barber, 2006 p. 186). En la CBC de Canadá, en tanto, quien deja de ser Ombudsman
no puede ocupar ninguna otra posición en la emisora hasta tanto hayan pasado dos años.
108
Algunos medios son claros en los Estatutos al referirse a la paga que recibe el Defensor por
su trabajo. Por ejemplo, los Médiateurs de France 2, France 3 y France 5, en Francia, reciben “un
ingreso equivalente al salario mínimo promedio de un redactor en jefe”. Para el segundo Defensor
de los medios de la Universidad de Guadalajara, en México, se estableció una paga “equivalente a
un profesor de tiempo completo”. En O Povo, de Brasil, se señala que “el salario del Ombudsman
no será inferior al que recibía cuando fue elegido para la función”. Similar es la normativa de La Voz
de Galicia de España, donde se indica que el Defensor “gozará de las condiciones salariales que le
correspondían en su anterior puesto”. En tanto, en IG de Brasil se aclara que el Ombudsman
tendrá “una remuneración fija sin derecho a bonos y/o premios”. En este último caso, la cuestión del
pago que percibía Mario Vitor Santos, fue materia de conflicto y el argumento utilizado por la
empresa para no continuar con el trabajo de este periodista, al aducir que “el contrato del
Ombudsman no era compatible con una nueva realidad salarial vigente en IG” (Santos, 2009, 17 de
febrero).
109
Por ejemplo, el primer Defensor que tuvieron los medios de la Universidad de Guadalajara
ejerció el cargo en forma honoraria. En tanto, que el Estatuto del Mediador del IMER, también de
México, señala que la remuneración es “simbólica”.
110
Así lo expresan, entre otros, los Estatutos de El País (España), O Povo (Brasil), El
Economista (México) y Últimas Noticias (Venezuela).
111
Así lo dicen los Estatutos de El País y La Voz de Galicia de España y Últimas Noticias de
Venezuela.
112
El Estatuto de O Povo (Brasil) indica que el Ombudsman “puede desempeñar su labor fuera
de las dependencias de la empresa”. Según relata Lucas (2003, agosto) los Defensores de O Povo
trabajaron desde su casa hasta fines de los años 90. Después se determinó que lo hicieron desde la
empresa. Lira Neto, el segundo Ombudsman de este diario fue uno de los que trabajó desde su
hogar, buscando así “no sufrir la influencia directa de la redacción”. Tal modalidad, señala, fue
“cómoda por un lado pero cansadora por otro” ya que “los lectores lo llamaban por teléfono a la
madrugada, los sábados, domingos y feriados”. En Folha, también de Brasil, la oficina del
Ombudsman se encuentra a cuatro pisos de distancia de la Redacción (Costa, 2006 p. 21). En
Bolivia, Luis Ramiro Beltrán, que ejerció como Defensor de los diarios del Grupo de Prensa Líder,
trabajó desde su casa. Al respecto señaló: “era una desventaja no estar situado en un periódico
porque no tenía la oportunidad de acceder al editor y al periodista ni tenía la oportunidad de que el
lector me visite”. Sin embargo, también considera que tal situación le daba una ventaja: “hay una
tendencia de que el personal sea más tolerante y respetuoso” al estar el Defensor en un lugar
“externo” (Paz, 2009). En tanto, cuando Javier Darío Restrepo ejerció como Defensor del diario El
Colombiano de Medellín, hizo su trabajo desde otra ciudad, Bogotá. Aunque “mensualmente viajaba
a Medellín para estar en contacto personal con la redacción durante dos o tres días” (Restrepo,
2004, 22 de septiembre). Otro Defensor que trabajó desde lejos fue el Ombudsman que tuvo The
Star de Sudáfrica en 1990. James McClurg trabajaba desde su casa, distante a 1.440 km. del diario
(Costa, 2006 p. 36).
113
Por ejemplo, el Estatuto de El Economista señala que “el Defensor deberá tener una oficina
en las instalaciones del periódico”. En tanto, que El Nacional de Venezuela establece que “la
126
dirección proveerá al Defensor de una oficina en las instalaciones de la compañía”. En el diario El
Tiempo, de Colombia, cuando Javier Darío Restrepo ejerció como Defensor pidió que su escritorio
“estuviera en la redacción” y no “en una oficina al lado de la dirección” (Restrepo, s. f.).
114
Incluyen este tipo de cláusulas, entre otros: España (El País y La Vanguardia), México (El
Economista), Venezuela (El Nacional y Últimas Noticias) y Ecuador (Hoy).
115
Tal obligación aparece en: España (El País, La Vanguardia y La Voz de Galicia), México (El
Economista) y Venezuela (El Nacional y Últimas Noticias). Como ejemplo de este tipo de artículo
puede citarse el texto de El País: “el Defensor se abstendrá siempre de descalificar o emitir
sentencias sobre el trabajo de los redactores y menos de juzgar la profesionalidad o valía de los
autores de la información”. Lo que sí debe hacer, se señala, es “explicar si se han cumplido o no las
normas” y “describir los hechos y los métodos”.
116
Aparece mencionado en los Estatutos de El País y La Vanguardia de España y El Nacional de
Venezuela. Sin embargo, en El Tiempo de Colombia se indica que “cuando el Defensor del Lector lo
solicite el periodista debe darle las fuentes de su información en la misma forma que lo hace con el
editor […] El Defensor está obligado a compartir el secreto profesional”.
117
Así lo establecen los Estatutos de: España (RTVA y La Voz de Galicia), Portugal (Díario de
Notícias), Colombia (El Tiempo), Venezuela (El Nacional y Últimas Noticias) y Ecuador (Hoy).
118
Está indicado en España (El País, La Vanguardia y La Voz de Galicia), en Venezuela (Últimas
Noticias) y en Ecuador (Hoy). El texto de Hoy, por ejemplo, dice al respecto: “si un periodista
considera que ha recibido un comentario injusto del Defensor del Lector se lo hará saber a su
editor”. También, algunos medios consideran que sus Comités de Redacción, formados por
representantes de los periodistas, pueden pedir la destitución del Defensor si demuestran que éste
“ha vulnerado derechos básicos de algún redactor” o no ha respetado las cláusulas de las
normativas establecidas. Tal mención aparece en los Estatutos de El País, La Voz de Galicia y
Últimas Noticias.
119
La redacción de boletines o memorandos internos diarios se da, principalmente, en aquellos
casos en los cuales el Defensor trabaja a tiempo completo. Caio Tulio Costa, el primer Ombudsman
del diario brasileño Folha cuenta que “la crítica interna” consistía en “dos o tres hojas” en la que
“discutía la profundidad de la información…las omisiones, los errores fácticos o de interpretación,
los vicios, preconceptos [los cuales se convertían en] ejemplos para que otros periodistas no
cometan equívocos semejantes (2006 p. 22).
120
En el relevamiento hecho por Elía (2008) el 98% de los Defensores consultados señaló que
la mayoría de las comunicaciones del público llegan por e-mail. En cuanto a la cantidad de
mensajes recibidos por esta vía, el mismo estudio indica que a los representantes de la “esfera
anglosajona” le llegan un promedio de 49 por día, a los de la “esfera latina” 18 y a los de la “esfera
europea” 14. En la encuesta de McEvoy (2008) realizada entre los Defensores que asistieron a la
Conferencia de la ONO de 2007, el diario estadounidense The Washington Post se ubicaba entre
los cinco medios que más mensajes recibía: “más de mil contactos por semana”. En tanto, Agnes
(2008) aporta datos sobre Francia. Dice que el diario Midi Libre recibe 200 mensajes al mes, la
televisora France 3 (1200) y Radio France (500) en idéntico período. Cuando se producen hechos
excepcionales, como los atentados del 11 de septiembre de 2001, los correos “llegan a la cima”,
como le sucedió al diario Le Monde que “recibió varios cientos en un día”. En España, Marga Soler
del diario La Vanguardia señaló que en sus primeros diez meses en el cargo se vio “abrumada por
el volumen de las comunicaciones”: “casi dos mil correos electrónicos, más de medio millar de
llamadas telefónicas y una treintena de cartas postales” (2008, 27 de julio). A nivel latinoamericano,
la encuesta de Zeta de Pozo y Herrera (2005, febrero) arroja que los canales de televisión
colombianos RCN y Caracol son los que más quejas diarias reciben: 50 y 100, respectivamente. En
cuanto a los periódicos, se ubican en los primeros lugares los brasileños Folha (con 35) y O Povo
(con 10), seguidos por El Nuevo Día, de Puerto Rico, con 20 y El Nacional de Venezuela con 10.
121
Algunos de los medios brasileños fijan un horario en le cual el Defensor atiende la línea: en
enero de 2010 el Ombudsman de Folha, Carlos Eduardo Lins da Silva, lo hacía de 14 a 18 horas y
el del diario O Povo, Paulo Rogerio, de 9 a 11:30 y de 13:30 a 15:30 horas.
122
Tal procedimiento lo seguía, por ejemplo, Radiobrás de Brasil (Machado, 2007, 23 de marzo).
127
123
La competencia de los Defensores se circunscribe, por lo general, al contenido informativo del
medio. Por lo cual son considerados como no pertinentes y derivados a sus áreas respectivas
quejas vinculadas con artículos de opinión, distribución o suscripción. Por ejemplo, el Estatuto de La
Voz de Galicia (España) señala que “los artículos de opinión no podrán ser objeto de investigación”
por parte de su Defensor, como tampoco “las reclamaciones que se formulen por vía judicial”. En
tanto, los diarios mexicanos Público y Noroeste indican en los Estatutos que sus Defensores no
podrán intervenir en “asuntos relacionados con publicidad, distribución, administración o promoción
del diario”. También son descartados aquellos mensajes que exceden al medio y a la Defensoría,
como explica Lucio Segovia de El Nacional de Venezuela: “a mí me llama gente cuyo esposo le
pega, o un niño que siente que su padrastro le está haciendo daño o buscando orientación; creen
que uno es el defensor del pueblo” (Pineda, 2006).
124
Por ejemplo, en Radiobrás de Brasil el plazo era de 48 horas (Machado, 2007, 23 de marzo).
El Diário de Notícias de Portugal lo fija, según el Estatuto del Provedor, en 72 horas.
125
Como señalan varios Defensores “no siempre” el público tiene la razón cuando se queja.
Costa (2006 p. 55), de Folha, aclara: “el Ombudsman no es de aquellos abogados que hacen
defensa del cliente aún sabiendo que éste está equivocado”. Serrano (2006, 18 de junio) de El País
coincide: “el alguna ocasión el lector protesta por errores que no son tales”. Mendoza (2005, 2 de
octubre) dice que a veces “se presentan casos en los que el lector se queja de una información sin
motivo justo y el Defensor debe entonces aclararle que el redactor realizó correctamente su
trabajo”.
126
Los Defensores que trabajan para la radio y la televisión cuentan, por lo general, con
pequeños envíos en los cuales resumen su actividad y muestran algunos de los reclamos recibidos.
Por ejemplo, Amparo Pérez tiene en el canal Caracol de Colombia un programa de media hora
titulado “Doble Vía” que se transmite los miércoles a las 12:30 horas donde entrevista al televidente
que hace la denuncia, a los responsables del canal, presenta encuestas callejeras sobre el tema en
debate y también la opinión de especialistas. Más información sobre este programa fue recuperada
en enero de 2010 de: http://www.caracoltv.com/doblevia?menu=sinopsis En Ecuador, el Defensor
del Televidente de Ecuavisa cuenta con un programa de 10 a 15 minutos titulado “Tele-Evidencia”
que se transmite los domingos a las 11:30 horas. Datos sobre este ciclo fueron recuperados en
enero de 2010 de: http://www.ecuavisa.com/defensor-del-televidente.html En RTVE de España, en
tanto, la Defensora tiene un espacio que se emite el primer sábado de cada mes a las 20:30 horas.
Más información fue recuperada en enero de 2010 de: http://www.rtve.es/defensora/
127
Por ejemplo, Ian Mayes (2004), ex Readers´ Editor del diario The Guardian resume algunos
de los temas más importantes tratados en sus columnas: “he discutido las quejas sobre la cobertura
de un choque de trenes, la intromisión en el dolor y la intimidad, las acusaciones de antisemitismo
en la información sobre Medio Oriente, la pertinencia de publicar fotos de personas muertas, la
presentación de informes sobre el suicidio y las enfermedades mentales [y] las referencias
peyorativas a grupos minoritarios” (2004). Por su parte, el portugués Rui Araujo del diario Público
señaló que en su gestión cuestionó “el plagio, la promiscuidad entre información y publicidad, la
condena de las personas en la plaza pública” y que denunció “la proliferación de los errores” en el
idioma. Esto último, agrega, le valió la acusación de ser un Provedor que se ocupaba de
“pormenores” (2007, 25 de noviembre).
128
Cada Defensor estructura su columna de diferente manera. Ian Mayes, el ex Readers´ Editor
del diario inglés The Guardian cuenta que sus textos “abarcaban tres aspectos”: el primero
relacionado con temas éticos, el segundo referido a las formas de trabajo en el periódico y el último
reservado al uso del lenguaje (2006, 19 de marzo). Lira Neto (2000), del diario brasileño O Povo
señala que “invariablemente la columna era escrita a partir de un asunto polémico que durante la
semana anterior había sido privilegiado en los comentarios internos”. De esta forma se aseguraba
que el asunto tratado públicamente incluía el punto de vista de la redacción. Por su parte, el
colombiano Restrepo (s. f.) indica que “seleccionaba entre las cartas de los lectores las más
instructivas” porque quería que su columna fuera “didáctica, pedagógica y sobre algún problema
que se haya presentado en la información”. Desde la ONO (2010) se señala que “el formato típico”
para una columna consiste en “presentar la queja”, “ofrecer una contestación del personal” del
medio y luego que el Defensor aporte “contexto y fondo” a la discusión. Por lo general en los medios
gráficos tales columnas se publican los domingos, en coincidencia con los días de mayores ventas.
129
Tate analizó 800 columnas producidas por Defensores en Estados Unidos. Señala que éstos
se “inclinan por explicar lo difíciles que son las condiciones en que trabajan los periodistas en lugar
de examinar”. También indica que mientras algunos parecen dar en sus columnas “conferencias de
128
periodismo” otros prefieren escribir textos “más ingeniosos y divertidos”. Esto último no excluye que
apelen a “un tono de acero” cuando tratan, por ejemplo, el tema de las “fuentes no identificadas”. La
autora habla además de la existencia de aquellos que hacen una “crítica a media voz”, o sea, que
se concentran en “errores menores” como la gramática y rara vez “tratan los grandes pecados por
comisión u omisión” de sus diarios. Finalmente, Tate da cuenta que si bien existen algunos
Defensores que en sus columnas “tienen un tono condescendiente con los periodistas y denigran a
los lectores”, lo “típico” es que “traten con respeto” a ambos.
130
Si bien en 2006 cuando se realizó una encuesta entre Defensores acerca del uso que hacían
de las nuevas tecnologías para comunicarse con el público, los que escribían un blog todavía eran
una minoría (Pauwels, 2006, 9 de septiembre), para 2010 el panorama había cambiado. En la
actualidad es más habitual que los Defensores cuenten con un blog donde escriben diariamente
comentarios vinculados con su función.
131
Por ejemplo, el Defensor de RTVA de Andalucía, Patricio Gutiérrez tiene presencia en Twitter:
http://twitter.com/defensorrtva. En Facebook están presentes, entre otros, el Comité Defensor del
Televidente del canal colombiano Teleantioquía:
http://www.facebook.com/group.php?gid=35491004863, el Ombudsman de la NPR de Estados
Unidos: http://www.facebook.com/groups/35491004863#!/pages/NPR-Ombudsman/91656584889 y
el del diario De Standaar de Bélgica: http://www.facebook.com/groups/35491004863#!/pages/De-
Standaard-Ombudsman/158035147600441
132
Según el registro de reclamos recibidos por este Defensor en 2008, el 34% de ellos se refería
a “equivocaciones de lugares geográficos, fechas, cifras, ortografía, erratas, identificación de
personajes, discordancias, barbarismos, extranjerismos e incorrecciones idiomáticas y semánticas”
(Zuluaga Salazar 2009, 13 de abril). En tanto, una encuesta entre Defensores latinoamericanos
reflejaba que las principales quejas provenían de “errores, imprecisiones e inexactitudes en detalles
poco importantes” (Zeta de Pozo y Herrera, 2005, febrero). En España, Malén Aznárez (2005, 24 de
enero), cerraba su gestión como Defensora del Lector del diario El País adviento que el público se
mostraba “mucho más interesado en la forma que en el fondo de nuestras informaciones”.
133
Cómo sucedió en El Tiempo de Colombia ante la publicación de un dato histórico equivocado.
La lectora Cristina Castillo preguntó: “¡un error de dos siglos y se quedan tan campantes!. Es
inaudito que los reporteros del periódico más importante del país no cuenten con una mínima
cultura general” (Mendoza, 2007, 21 de abril).
134
Maciá Barber (2006) incluye en esta categoría la “mezcla indebida entre información y
opinión, la parcialidad o favoritismo político o ideológico, la influencia corporativa o comercial en la
cobertura, titulación incorrecta o equívoca, caída en prejuicio y discriminación, omisiones,
insuficiencias y retrasos en la cobertura”. Sánchez Piña (1999), por su parte, considera como quejas
dentro de esta categoría a las relacionadas con: omisión de datos y fuentes, desequilibrio en la
cobertura y ubicación física tendenciosa de ciertas información.
135
La “parcialidad” o “prejuicio” en las informaciones fue el reclamo del público más mencionado
por los Defensores que asistieron a la Conferencia de la ONO de 2007 y que fueron encuestados
por McEvoy (2008, mayo). Los siguientes fueron los “errores de hecho” y el “desacuerdo con la
elección de los temas y la prioridad asignada”:
136
En el diario La Época de Chile, cuenta el investigador Santa María (2005), la experiencia de la
Defensoría duró poco por la falta de un “rol crítico” por parte de los lectores. El principal problema,
señala, es que “la gente casi no se quejaba”. En el diario El Deber de Bolivia, Juan Javier Zeballos
vivía una situación similar. Cuenta al respecto que su experiencia como Defensor ha sido “poco
gratificante por una falta de cultura de los lectores a quejarse. En los casi dos años de mi gestión he
recibido no más de cuatro quejas relacionadas con algunos problemas gramaticales y un sólo
cuestionamiento a la publicación de una fotografía” (e-mail, 2009, 12 de diciembre). Ronald Nava al
asumir el cargo de Defensor en El Nacional de Venezuela se declaraba “preocupado” porque en su
primera semana de trabajo no había recibido “ni una llamada” de los lectores (2007, 25 de mayo).
137
Según evalúa Maciá Barber (2006 p. 188; 2003, marzo) se trata de una “prerrogativa crucial”
ya que “asegura la acción en defensa de los derechos de los lectores aún cuando éstos no tomaran
por sí mismos la iniciativa”. También “supone una garantía de la autonomía del Defensor” y “agiliza
la rectificación de los posibles errores”. En la investigación hecha por Zeta de Pozo y Herrera
Damas (2005, febrero) sobre Latinoamérica el “80% de los Defensores dijo trabajar por iniciativa
propia”. Reconocen esta atribución, por ejemplo, los Estatutos de: Brasil (IG), España (El País, La
129
Vanguardia, RTVA y La Voz de Galicia), Colombia (El Tiempo), México (El Economista, Radio
Educación y Tabasco Hoy) y Venezuela (Últimas Noticias y El Nacional).
138
Conceptos similares utilizan otros autores. Aznar (1999 p. 45) se refiere a un proceso de
“rebelión de los públicos” en el cual “los destinatarios de la comunicación recuperarán su
protagonismo perdido”. Suárez Villegas (2001 p. 15) habla de la necesidad de un “público militante”
con “intención fiscalizadora” que “pida cuentas” a los medios. Orozco (2005, septiembre), en tanto,
indica que “los reporteros actuales deben entender que ya no son los únicos que dominan el
espectro noticioso, sino que lo comparten con unas audiencias combativas”.
139
El 80% de los Defensores consultados en esa investigación marcó que tal desconocimiento
constituye una “dificultad” para su trabajo.
140
Tal relación no podría darse en aquellos casos en que se considera que el Defensor no debe
interactuar con los periodistas, para poder hacer así una crítica independiente. Cuando se da esta
situación los periodistas se enteran de las determinaciones o sugerencias del Defensor a través de
lo que publica en sus columnas o informes internos.
141
La experiencia de la Defensoría se inició en El Nacional en 1998 y se mantiene en la
actualidad.
142
Más detalles fueron recuperados en febrero de 2010 en:
http://www.tabascohoy.com/ombudsman/index.php
143
En Brasil: Caio Tulio Costa, de Folha: Ombudsman. O Relogio de Pascal, (2006). Adísia Sá
de O Povo: Clube dos Ingênuos (1998). Lira Neto de O Povo: A herança de Sísifo. Da arte de
carregar pedras como ombudsman na imprensa (2000). Roberto Maciel, también de O Povo –en
coautoría con Sá-: Ombudsman/Ouvidores:Transparência mediação e cidadania (2003). En Bolivia
lo hizo Martha Paz de El Deber: En los zapatos de la pulga. Relatos de una experiencia de la
Defensoría del Lector (2008). En Colombia, Germán Rey de El Tiempo: Oficio de equilibristas. 21
casos periodísticos de El Tiempo analizados por el defensor del lector (2002). En México, Ernesto
Villanueva de Radio Educación: La Defensoría de la Audiencia (2011). En Inglaterra, Ian Mayes de
The Guardian ha escrito Journalism. Right and Wrong (2007). En Portugal, en tanto, se registran las
producciones de los Provedores de tres periódicos. Por Díario de Notícias lo han hecho Mário
Mesquita: O Jornalismo em Análise (1998), Diogo Pires Aurélio: Livro de Reclamações. Exercícios
de Deontologia da Informação (2001) y Estrela Serrano: Para Compreender o Jornalismo (2006).
Por el diario Público han escrito Jorge Wemans: O “Público” em Público (1999) y Joaquim Fidalgo:
Em Nome do Leitor (2004). Finalmente, por Jornal de Notícias se registra el libro de Fernando
Martins: A geração da ética (2006).
144
Aznárez se refiere en su última columna a “las reiteradas faltas de ortografía” que producen
“indignación” en los lectores. Al respecto, citaba las palabras de Jesús de la Serna, uno de sus
antecesores en el cargo, quien decía que “el gran fracaso de todos los Defensores” era,
precisamente, no lograr que se escriban textos sin equívocos idiomáticos (2005, 24 de enero).
145
Beraba asumió el cargo de Ombudsman de Folha en 2004. Según explica, el diario demoraba
9 días en hacer una corrección y se logró disminuir tal espera a 6 días. Sin embargo, el periodista
señala que “es necesario insistir” para que el reconocimiento de los errores se haga “en el mismo
día” (2005, febrero).
146
El 34% de los periodistas consultados por Fidalgo consideró que la figura del Defensor era
“poco o nada eficaz”. Entre los argumentos que explicaban tal apreciación los más votados fueron
que el Defensor “no tiene poder para provocar cambios” y “que las rutinas instaladas en el diario
son muy fuertes”.
147
Se señala en el texto de Moses (2000) que la Readers´ Representative de The Miami Herald,
Barbara Gutierrez, evitó “una tormenta” de quejas, al recordar al medio con anticipación la
importancia que sus lectores le daban al aniversario del bombardeo a Pearl Harbor. Como
consecuencia de tal recomendación el diario dedico un artículo con foto a tal hecho histórico. En
tanto, otros medios que no destacaron la fecha “no tuvieron tanta suerte”.
148
Según se explica en el sitio de la Red de Universidades, Universia, el término Burn out
procede del inglés y se traduce en castellano por "estar quemado". Se trata de “una patología
psiquiátrica” que experimentan algunos profesionales que se desempeñan en instituciones “cuyo
130
objeto de trabajo son personas”. Tal “trastorno emocional provocado por el trabajo conlleva graves
consecuencias físicas y psicológicas cuando el fenómeno se somatiza”. Más datos fueron
recuperados en febrero de 2010 de: http://contenidos.universia.es/especiales/burn-out/index.htm
149
Por ejemplo, Marío Vitor Santos fue dos veces Ombudsman del diario brasileño Folha y una
vez del portal IG. Javier Darío Restrepo fue Defensor del lector en dos diarios: El Tiempo de Bogotá
y El Colombiano de Medellín. En tanto, que José Miguel Larraya ha desempeñado el cargo en dos
oportunidades en el diario español El País.
150
Esta cita, en la que el ex Defensor del diario El Colombiano de Medellín alude al “Mono de la
Pila”, da cuenta de una fuente de agua, que en la época colonial estaba ubicada en el centro de la
Plaza Mayor de Bogotá, y a la que recurría la gente cuando había “sido víctima de un atropello”
para descargar sus penas, al darse cuenta que tales reclamos serían ignorados por los
representantes de la Corona. Con el tiempo, tal hecho se convirtió en una “frase común entre los
bogotanos” para dar cuenta de la “inutilidad de las demandas ante los funcionarios”. Más
información fue recuperada en marzo de 2010 de: http://cafe-y-tertulia.blogspot.com/2007/09/el-
mono-de-la-pila.html
151
Durante 2008, señala Van Groesen (2008, mayo) diez Defensores en Estados Unidos
perdieron su trabajo por razones presupuestarias. Se han registrado casos similares en Canadá y
Brasil. Para más detalles ver el capítulo correspondiente a esos países en el Anexo.
152
Cuenta Costa (2006 p. 47) que tras sus primeros seis meses como Ombudsman en el diario
brasileño Folha recibió “tres cartas arrasadoras” con críticas de los lectores. En una de ellas se
decía que el Ombudsman “se preocupaba por asuntos de alta relevancia, más de ninguna
importancia práctica”, en otra se sostenía que su trabajo no aportaba “ningún enriquecimiento
periodístico al diario” y en la tercera se objetaba el “modo arrogante” en el cual hacía sus
observaciones. Otro lector, en este caso del diario español El País, cuestionaba la figura del
Defensor al señalar que iniciaba “su mandato en forma intrépida, con gran energía como si el
periódico fuera a dar importantes cambios” pero “tras los primeros encontronazos con los
redactores y jefes de sección” comenzaba “a arriar velas” al pretender “convencer a los lectores que
los problemas más graves de un periódico son: las faltas de ortografía, las erratas, los problemas
relacionados con suscripciones y promociones”. Este lector preguntaba, entonces: “¿y los
contenidos?…Es más fácil hablar de ortografía que remover una redacción por las ocurrencias de
los lectores” (Fuentes Romero, 2007, 11 de junio).
153
Ferreira y Moreno (2004) señalan que el director del periódico paraguayo ABC Color, Aldo
Zuccolillo, al ser consultado acerca de las razones por las cuales ese medio no tenía esta figura de
autorregulación respondió: “yo creo que el principal Ombudsman dentro del diario tiene que ser el
director” ya que es “el que tiene que corregir los errores”.
154
En la encuesta realizada por Zeta de Pozo y Herrera Damas (2005, febrero) entre Defensores
latinoamericanos, el 80% de los consultados consideró que la principal dificultad que tenía en su
trabajo era que “la audiencia no conoce exactamente en qué consiste su trabajo”. En tanto,
Sebastián de la Nuez, de Últimas Noticias de Venezuela, José Luis Simón, de Hoy de Paraguay y
Luis Ramiro Beltrán del Grupo Líder de Bolivia -los primeros en ejercer el cargo de Defensor en
esos diarios- se quejaban por la poca difusión dada por los medios a la función, lo cual derivaba en
una escasa participación del público y en resistencias de los periodistas (Pineda 2006; Ferreira y
Moreno 2004; Paz, 2009). En Colombia una encuesta realizada en 2009 arrojaba que el 74% de los
consultados ignoraba la existencia de Defensorías del Televidente en los canales de ese país (El
Espectador, 2009, 17 de junio). Por otra parte, en España, Aznar (1999) contaba el caso de “una
periodista de reconocido prestigio que reconocía públicamente que en el momento de su
nombramiento [como Ombudsman] ignoraba la labor que debía realizar”.
155
Cuenta Agnés Ancien (2006, septiembre) sobre Francia que el personal con jerarquía dentro
de los medios es el que más se opone. En cambio, “la base” después de un tiempo “se acostumbra
y entiende la utilidad de la función” del Médiateur. Desde Portugal, Estrela Serrano señala, al
referirse a la experiencia de los Provedores en su país, la “dificultad” de los periodistas “para
reconocer los errores” y “cierta arrogancia y displicencia ante las críticas externas, por ejemplo,
atribuyéndose siempre el derecho a tener la última palabra” (Bastos y Carvalho, 2007, junio). Lilian
Ohrstrom, la Läsarombudsman del diario sueco Dagens Nyheter decía al dejar el cargo que “era
evidente” que algunos periodistas “no habían estado felices con su presencia” y que “querían su
131
dimisión” (2008, 24 de mayo). Ian Mayes (2004), quien fuera el Readers´ Editor del diario inglés The
Guardian admitía que “a veces” los periodistas lo miraban “con recelo”. Desde Estados Unidos,
Arthur Nauman (1994) calificaba a los periodistas como “absolutamente defensivos por naturaleza”.
En Latinoamérica los Defensores observan resistencias similares: Beltrán, de Bolivia, señala “que la
mayoría de los periodistas se sienten Tarzán” y “no quieren aceptar ninguna fiscalización de su
tarea” (Paz, 2009). Simón, de Paraguay dice que en su país “la prensa no critica a la prensa
excepto cuando los propietarios de los medios entran en peleas intestinas” (Ferreyra y Moreno,
2004). Araujo, de Ecuador, refleja una situación similar: “resulta paradójico que el que la prensa con
su capacidad de ejercer el control y la crítica de otros poderes, sea poco capaz, permeable y
democrática para aceptar la crítica de su público” (1998, marzo).
156
Para más detalles sobre este caso ver en el Anexo el apartado dedicado a Brasil.
157
Para más detalles sobre estos casos en Colombia y México consultar el Anexo.
132
Capítulo (C6): El Defensor del Pueblo en Argentina
Origen y evolución. Sus funciones según la Constitución y las leyes
específicas. Presencia en provincias y ciudades. Defensores sectoriales o
especializados.
133
Como el proyecto no avanzaba en el Congreso, el gobierno decidió crear la figura
del Defensor del Pueblo por decreto (N 1.786) el 26 de agosto de 1993. La nueva
función estaba “encuadrada en el seno del Poder Ejecutivo” y se le asignaba la “misión
de proteger los derechos e intereses de los habitantes contra actos, hechos u
omisiones de la Administración Pública Nacional”.
Maiorano (1999 p. 425) explica que el tal decreto “acicateó a la Cámara de
Diputados”, la que finalmente trató el proyecto y lo aprobó con algunas modificaciones
el 17 de noviembre de 1993. Finalmente, el 1 de diciembre del mismo año la Cámara
de Senadores hizo lo propio y un día después el Poder Ejecutivo promulgó la ley con
el número 24.284. Tal norma fue posteriormente modificada en algunos de sus
artículos159 por otra ley sancionada en septiembre de 1994 y que llevó el número
24.379.
Un hecho de trascendental importancia para el tema ocurrió el 23 de agosto de
1994, cuando en ocasión de reformarse la Constitución Nacional se aprobó por amplia
mayoría (190 votos a favor y 34 en contra) la incorporación de la figura del Defensor
del Pueblo en la nueva Carta Magna, a través de los artículos 86 y 43. Tanto Maiorano
(1999 p. 439) como Arano (1997 p. 22) coinciden en destacar que, así, el Ombudsman
fue reconocido en el “máximo nivel jurídico del país”.
En tanto, el 17 de octubre de 1994, asumió las funciones el primer Defensor del
Pueblo, Jorge Luis Maiorano. El entonces ex Ministro de Justicia había renunciado a
ese cargo en el Poder Ejecutivo para postularse ante el Congreso Nacional como
Ombudsman, obteniendo luego la mayoría necesaria de votos a favor. Tal como el
mismo Maiorano (1999 p. XLI) comenta, su anterior vinculación con el gobierno generó
suspicacias acerca de la independencia que podía tener el futuro Defensor. Como
respuesta a esa sospecha, Maiorano exhibe su amplia formación en el tema160, los
puestos de relevancia que alcanzó a nivel internacional en las instituciones que
congregan a los Defensores161 y la propia acción de denuncia que realizó contra la
administración de Menem mientras ejerció el cargo de Ombudsman162.
La gestión de Maiorano finalizó en 1999, fecha en la que el Congreso designó a
Eduardo Mondino como sucesor. Este Defensor del Pueblo fue reelecto en 2004 y
terminó renunciando meses antes de que expirara su segundo mandato, en 2009, para
postularse como candidato a legislador por Córdoba. Desde ese entonces y al menos
hasta julio de 2011 ejercía el cargo el Defensor Adjunto I, Anselmo Agustín Sella.
134
que tal cargo es definido como “un órgano independiente instituido en el ámbito del
Congreso de la Nación”, el cual debe gozar de “plena autonomía funcional”, sin “recibir
instrucciones de ninguna autoridad”. El mismo artículo indica su misión:
La defensa y protección de los derechos humanos y demás derechos, garantías e
intereses tutelados en esta Constitución y las leyes, ante hechos, actos u
omisiones de la Administración; y el control del ejercicio de las funciones
administrativas públicas.
135
cual tiene “un plazo máximo de treinta días para remitir un informe escrito” (Art.
23).
Límites: “El Defensor del Pueblo no es competente para modificar, sustituir o
dejar sin efecto las decisiones administrativas. Sin perjuicio de ello puede
proponer la modificación de los criterios utilizados para su producción” (Art. 27)
136
En nuestro país cuentan con este tipo de organismos las provincias de Chubut,
Córdoba, Formosa, Jujuy, Río Negro, San Juan, San Luis, Santa Fe, Santiago del
Estero y Tucumán. En tanto, que también lo han implementado los siguientes partidos
o ciudades: Villa María, Corral de Bustos y Río Cuarto (Córdoba); Corrientes
(Corrientes); Paraná (Entre Ríos); Chilecito (La Rioja); Posadas (Misiones); Neuquén y
Centenario (Neuquén); Bariloche (Río Negro); Santiago del Estero, La Banda y Frías
(Santiago del Estero); Salta (Salta); Avellaneda, General Pueyrredón, La Plata, Morón,
Escobar, Pilar, Quilmes, Vicente López, La Matanza (provincia de Buenos Aires).
La ciudad de Buenos Aires, en tanto, contaba con la actuación de un “Controlador
General Comunal” desde 1988, cuando el Consejo Deliberante eligió para tal cargo al
escribano Antonio Cartañá. Sin embargo, la ordenanza N 40.831 que creaba la función
existía ya desde 1985.
Según el análisis de Maiorano (1999 p. 665) el Controlador porteño tenía
“funciones similares a las del Defensor del Pueblo, aunque con menor énfasis en la
defensa de los derechos humanos”. Si se repasan los libros editados por la propia
Controladuría con los informes de gestión se observa que, tanto en títulos como en
prólogos, Cartañá (1992 p. 7) se autotitulaba como “Ombudsman”, aunque el nombre
de su cargo no era tal.
Tras la reforma de la Constitución Nacional en 1994 Buenos Aires adquirió status
de ciudad autónoma, con lo cual sancionó su propia Constitución el 1 de octubre de
1996. En esa oportunidad se determinó que la antigua Controladuría General Comunal
fuera reemplazada por la figura del Defensor del Pueblo (Art. 137).
La ley N 3 de febrero de 1998166 estableció que el nuevo organismo era
“unipersonal e independiente” y que gozaba de “autonomía funcional y autarquía
financiera”. En cuanto a su misión, se le encomendó:
La defensa, promoción y protección de los derechos humanos y demás derechos y
garantías e intereses individuales, colectivos y difusos […] frente a los hechos u
omisiones de la administración, de prestadores de servicios públicos y de las fuerzas
que ejerzan funciones de policía de seguridad local (Art. 2).
Para ser designado como Defensor en esta ciudad, el postulante necesita el “voto
de las dos terceras partes de los miembros” de la Legislatura, su mandato se
establece por cinco años (período durante el cual goza de “las inmunidades y
prerrogativas” de un legislador) y cuenta con la colaboración de “cuatro defensores
adjuntos” que se especializan en determinadas áreas.
La primera en ocupar el cargo de Defensora de la ciudad, en 1998, fue la Dra.
Alicia Oliveira. Desde 2003 la función es ejercida por la Dra. Alicia Pierini167.
137
6.4 Defensores sectoriales o especializados
Ilustración de Corbis (2006, 19 de marzo): “Por una oficina en paz”. Diario La Nación.
Servicio Penitenciario
La figura del Procurador Penitenciario tuvo, al igual que la del Defensor del Pueblo
de la Nación, un origen por decreto que lo ubicaba dentro de la órbita del Poder
Ejecutivo y luego la sanción de una ley que modificó tal jurisdicción, llevándolo al
ámbito del Poder Legislativo.
El decreto (N 1.593) fue dictado el 3 de agosto de 1993, siendo presidente Carlos
Menem y ministro de Justicia, Jorge Maiorano. Éste último señala en su libro (1999 p.
XXXIX) haber sido él quien “propició la creación del primer Ombudsman especializado
en nuestro país”, con el objetivo de “proteger los derechos humanos de los internos
comprendidos en el régimen penitenciario federal”.
En ese decreto se señalaba que el Procurador era “designado por el Poder
Ejecutivo nacional por un período de cuatro años” (Art. 3), que “no estaba sujeto a
138
instrucciones de ninguna autoridad” (Art. 6), que debía visitar periódicamente los
establecimientos penitenciarios pudiendo “investigar de oficio o a petición de un
interno” y que las anomalías que comprobaba debían “ser puestas de inmediato en
conocimiento del Ministerio de Justicia”.
Fue diez años después, el 17 de diciembre de 2003, cuando el Congreso de la
Nación sancionó la ley 25.875168 transfiriendo al Poder Legislativo la atribución de
designar al Procurador Penitenciario mediante el “voto de los dos tercios de los
miembros presentes” de ambas Cámaras (Art. 2).
La nueva ley amplió el período de gestión del Procurador a “cinco años”, pudiendo
“ser reelegido por una sola vez” (Art. 3), estableció que debía tratarse de un “abogado”
que “acreditara experiencia en la defensa de los derechos humanos169 y en el ámbito
del Derecho de Ejecución Penal” (Art. 4) y le otorgó inmunidades, fijando que “no
podía ser arrestado” mientras ejerciera el cargo salvo “en el caso de ser sorprendido in
fraganti en la ejecución de un delito doloso” (Art. 12).
Se ratificó el “carácter gratuito” y sin necesidad de “patrocinio letrado” (Art. 17) para
quienes presenten una queja, las atribuciones del Procurador para investigar de “oficio
o a petición del interesado” y las “visitas periódicas a los establecimientos
penitenciarios” (Art. 15). También las facultades de este Defensor para “solicitar
expedientes, informes y documentos”, “realizar inspecciones, verificaciones y
auditorías”, “decidir la comparecencia en su despacho de funcionarios” y de “formular
denuncia penal” cuando “tenga conocimiento de un acto presumiblemente delictivo”
(Art. 18).
En coincidencia con las limitaciones del Ombudsman en general, tampoco el
Procurador es competente “para modificar, sustituir o dejar sin efecto decisiones
administrativas” (Art. 22), lo que sí puede realizar son “advertencias,
recomendaciones, recordatorios…y propuestas para la adopción de nuevas medidas”
(Art. 23). También, al igual que el Defensor del Pueblo de la Nación, debe presentar en
forma anual un informe170 ante el Congreso (Art. 25).
Universidades
Como bien explican Efrón y Esperanza (2007) la figura del Ombudsman ha sido
adaptada en instituciones educativas de México, España, Estados Unidos, Ecuador y
Brasil, entre otros países, como un sistema para el “control de la legalidad y la defensa
de derechos universitarios”.
En Argentina, sólo la Universidad Nacional de Córdoba ha puesto en funciones un
organismo de este tipo, más allá de que en otras casas de altos estudios (como las
139
Universidades Nacionales de Rosario171, Formosa172 y La Plata173) también se llegó a
proponer su implementación, aunque sin llegar a concretarse.
La Universidad Nacional de Córdoba174 creó la Defensoría de la Comunidad
Universitaria en 1997 como una “instancia de mediación” que "supervisa la aplicación
de leyes, ordenanzas y resoluciones” y “vela por la eficacia y pertinencia en la
prestación de los servicios administrativos”.
Este organismo recepciona denuncias y reclamos sobre irregularidades o
conflictos, puede actuar de oficio o a pedido de parte y, como la mayoría de las
Defensorías que se inspiran en la figura del Ombudsman, sólo tiene capacidad para
“recomendar” pero “no para obligar a realizar cambios”. En este sentido puede “instar
a las autoridades al ejercicio de sus potestades de inspección y de sanción y sugerir la
modificación de normas que sean perjudiciales” para la institución o para sus
miembros.
Sin embargo, la Defensoría tiene vedada la intervención en cuestiones vinculadas
con “derechos laborales”, “resoluciones disciplinarias”, “evaluaciones académicas” o
“asuntos sometidos a la justicia”.
Más allá de este caso aislado, Efrón y Esperanza (2007, noviembre) consideran
que sería necesario “pensar para la universidad pública en Argentina” la creación de la
figura del Ombudsman, el cual debería ser designado por el Consejo Superior de cada
institución y ejercería una función de “control”.
Asociaciones empresariales
El 9 de agosto de 2007 la Asociación Argentina de Compañías de Seguros (AACS)
creo el cargo de Defensor del Asegurado175 con la misión de “proteger los derechos”
de “las personas físicas o jurídicas que tuvieran contratado un seguro”, mediante la
intervención en los conflictos que se suscitaren entre éstos y las empresas
respectivas.
El Defensor es designado por la Junta Directiva de la AACS sobre una terna
propuesta por el Comité Ejecutivo. Sus resoluciones “son de cumplimiento obligatorio
para la Aseguradora que haya adherido al sistema”, siempre y cuando el asegurado
haya aceptado la medida.
Los reclamos ante el Defensor, que “no puede actuar de oficio”, son “voluntarios,
informales y gratuitos”, pero existen algunas limitaciones para que sean aceptados:
por ejemplo, “el dinero motivo de la controversia no debe ser inferior a $2.000 ni
superior a $50.000”, debe haberse “agotado la vía interna ante la empresa
aseguradora” y no haber “acudido previamente a una instancia administrativa, judicial,
arbitral o de mediación previa a la vía judicial”.
140
Jorge Luis Maiorano, quien fuera el primer Defensor del Pueblo de la Nación, fue
elegido por la AACS para ocupar el cargo. Según el propio Maiorano explica la
disminución de la cantidad de juicios contra las aseguradoras es sólo “uno de los
efectos” buscados con la creación de esta función. Se trata, sobre todo, de demostrar
que “las compañías no toman a sus clientes sólo como un número de póliza” sino que
se intenta humanizar la relación” (Deglauy, 2007, octubre).
Petrobrás
Se define institucionalmente como una “empresa integrada de energía” que se
ubica entre las 12 principales productoras de petróleo a nivel mundial” y como la
“tercera compañía industrial más grande de Latinoamérica”.
La figura del Ombudsman176 fue incorporada en la filial de Argentina en 2004 para
“escuchar y encauzar denuncias, reclamos o sugerencias sobre posibles
irregularidades en los registros y procesos contables de la Compañía”. También para
“analizar temas que afecten el desempeño de los empleados” o “al público externo en
su relación con la empresa”.
La definición del público al que atiende el Ombudsman es amplia, ya que
comprende a “accionistas, empleados, clientes, proveedores, personal contratado o
miembros de la comunidad”, a quienes se les garantiza la “reserva y el anonimato” al
momento de efectuar una queja.
El Ombudsman, que “actúa de manera independiente en relación con todas las
líneas gerenciales”, puede “realizar indagaciones e investigaciones” buscando
“opciones o alternativas que permitan resolver el problema”. Sin embargo, y en
concordancia con los lineamientos generales de esta figura a nivel mundial, se
advierte que “no toma decisiones. Para ello existe en la Empresa su cuerpo directivo”.
Según establece Petrobrás, son cuatro los “principios básicos” que deben guiar a
su Ombudsman: “Integridad”, “Confidencialidad”, “Igualdad” y “Cooperación”.
Mario Fiocchi, es quien ejerce este cargo en la empresa, tanto para Argentina
como para el resto de Sudamérica, con excepción de Brasil.
Sobre el futuro del rol de Ombudsman a nivel empresarial, Fiocchi señala que
"esta función cada vez va a tomar más relevancia en las compañías” ya que “hay
cosas que no están resueltas en la estructura corporativa”. Si bien por el momento
considera que el rol “está muy vinculado con la persona que lo desempeña”, estima
que “en el futuro va a haber un esquema más parecido de empresa a empresa"
(Giganti, 2007).
141
American Express
Este “proveedor global de tarjetas de compra y crédito” creó el cargo de
“Ombudsperson” en 1995 con el “objetivo de brindar a los empleados un canal
alternativo adonde recurrir en casos de conflictos que no se hayan podido resolver por
las vías tradicionales”. También se encuentra disponible para los reclamos de
“proveedores y contratistas independientes” (2005 p. 17).
La oficina, con competencia sobre toda Latinoamérica está radicada en Miami,
Estados Unidos, y se encuentra a cargo de Beatriz Dale, quien señala que “no aboga
por la empresa ni por los empleados, sino para que las políticas de la compañía, los
valores y el código de conducta se vivan y se apliquen” (Montelongo, 2001,
noviembre).
La propia “Ombudsperson” cuenta también con su propio “Código de Ética”177, el
cual señala que debe “mantener estricta confidencialidad”, “tomar precauciones para
proteger actas o archivos relacionados con las conversaciones” sostenidas con quien
reclama178 y “formular recomendaciones” que sean “equitativas para todas las partes
involucradas” (2005 p. 17).
A tal punto llega la preservación de la confidencialidad que la oficina de Dale “no
está dentro de la compañía” sino en un edificio con “paredes protegidas del sonido,
líneas de teléfono independientes y computadoras fuera de la red que trabajan con un
servidor independiente” (Montelongo, 2001, noviembre).
Como el resto de los Defensores “carece de poder para cambiar cosas,
implementar políticas o tomar decisiones”, lo que sí puede hacer son
recomendaciones y, si alguien no coopera, escalar en la estructura hasta llegar al
presidente de la junta”. Este rol, según Dale, pude sintetizarse como el de ser “una luz
amarilla”, de advertencia, al igual que la de un semáforo (Montelongo, 2001,
noviembre).
142
En función de estos objetivos es que GE cuenta con la figura del “Ombudsman
corporativo” u “Ombudsperson”, como uno de los canales para que su personal pueda
transmitir “preguntas y preocupaciones” acerca de “conductas no adecuadas”180 desde
el punto de vista legal o ético y hacerlo en forma confidencial.
GE cuanta a nivel mundial con una red de 500 ombudspersons, los cuales “hablan
el idioma local y entienden la cultura y el ambiente comercial” de cada región. A
quienes desempeñan tal cargo, la compañía los entrena especialmente mediante
cursos presenciales o virtuales, a la vez que difunde entre los empleados la existencia
de esta posición mediante su Intranet o en eventos empresariales (2006 pp. 48-49).
De acuerdo a las cifras que maneja GE a nivel mundial, durante 2008 la red de
ombudspersons recibió 1.672 “preocupaciones” transmitidas por empleados, siendo
los principales ítems aquellos vinculados con “prácticas justas de empleo”, “conflicto
de intereses”, “controles del comercio internacional”, “archivos comerciales”,
“seguridad” y “ambiente y salud” (GE, 2009).
Si bien la empresa asegura que “está prohibido tomar represalias contra quienes
plantean inquietudes de integridad”, sí se adoptan medidas disciplinarias si se
comprueba que “el comportamiento inadecuado fue intencional” (2006 pp. 48-49). En
este sentido las cifras de 2008 a nivel global, indican que como consecuencia de las
investigaciones, debieron ser despedidos 131 empleados, 255 recibieron advertencias,
13 fueron cambiados de puesto y 21 fueron sancionados económicamente (GE, 2009).
Los casos presentados ante la red Ombudspersons de GE demoraron, durante
2008, un promedio de 49 días en ser resueltos y, durante ese año, el 98% de las
investigaciones iniciadas fueron concluidas.
Un dato llamativo y que podría poner en cuestión cuál es la efectiva independencia
del Ombudsman en GE es que, quien desempeña la función, no lo hace en forma
exclusiva, sino que comparte ese trabajo con otros dentro de la organización. Por
ejemplo, en Argentina GE creó el cargo en 2001 para su negocio GE Money. Desde
entonces lo desempeña Georgie Consoli, quien es a la vez Director de Recursos
Humanos y Relaciones Institucionales.
Consultado para esta investigación acerca de si el hecho de desempeñar
funciones paralelas no obstaculiza el rol de Ombudsman, Consoli señala que “existen
distintos canales de ombudspersons en la compañía, por lo que un empleado no está
obligado a pasar por mí para reportar alguna inquietud. Puede contactar, incluso, a
alguien fuera del país” que desempeña la misma función (e-mail, 2009, 18 de agosto
18).
143
NOTAS DEL CAPÍTULO (C6)
158
Gozaíni (1985 p. 279) y Arano (1997 p. 21) mencionan además otros proyectos con propósitos
similares. Se trata de los presentados por los diputados nacionales Carlos Auyero (1973) y Jorge Vanossi
(1986), entre otros.
159
Se sustituyeron los artículos 7, 11, 12, 32, 24, 25, 28, 31, 33 y 36 y se modificaron en otras
disposiciones aspectos de forma (Maiorano, 1999 p. 426). Tales artículos tratan, entre otros temas
cuestiones vinculadas con incompatibilidades, procedimientos para el cese del Defensor, inmunidades,
plazos para los informes, publicidad de la labor, selección del personal del organismo, etc.
160
Según describe Maiorano (1999 pp. XXXV-XXXVI), la figura del Ombudsman “ocupó y ocupa un
lugar de preeminencia en su vida”. Como especialista en derecho administrativo, se interesó en el tema a
partir de 1980 cuando leyó un folleto de la Embajada de Dinamarca en la cual se difundía la labor del
Ombudsman danés. A partir de ese momento empezó a investigar la cuestión, a asistir a congresos
internacionales en el tema y a publicar artículos. Alcanzó el título de Doctor en Jurisprudencia
(Universidad del Salvador) precisamente con una Tesis titulada “El Ombudsman: defensor del pueblo y de
las instituciones republicanas”.
161
Maiorano ocupó la Dirección Ejecutiva, la vicepresidencia y luego la presidencia del Instituto
Latinoamericano del Ombudsman. También fue presidente de la Asociación Iberoamericana del
Ombudsman y en 1998 fue elegido por sus colegas como máxima autoridad del Instituto Internacional del
Ombudsman, con sede en Canadá (Maiorano, 1999, pp. XXXVI; 2003)
162
Maiorano señala que cuando fue Defensor del Pueblo de la Nación actuó “con total independencia”,
que “inició 32 acciones judiciales contra el propio gobierno del cual provenía” y que fue el “primer
ombudsman del mundo que acudió a un organismo internacional para demandar a su propio gobierno”
(Deglauy, 2007, octubre)
163
Se accede a toda la normativa, entre otros sitios, en la página oficial de la Defensoría del Pueblo de
la Nación. Información recuperada en agosto de 2009 de: http://www.defensor.gov.ar
164
Se accede al informe completo a través de la página web de la Defensoría. Información recuperada
en agosto de 2009 de: http://www.defensor.gov.ar/informes/estad01-sp.htm
165
El listado de miembros de la FIO fue recuperado en agosto de 2009 de:
http://www.portalfio.org/inicio/content/view/74/203/
166
Esta ley fue recuperada en agosto de 2009 de: http://www.defensoria.org.ar/
167
En cuanto a las estadísticas que resumen el trabajo de esta Defensoría, los últimos datos
procesados señalan que durante 2008 se recibieron 106.978 consultas y se iniciaron 7.751 actuaciones.
Las áreas más demandadas fueron “Salud” (9,5%), “Jubilaciones y pensiones” (8,3%), “Emergencia
social” (7,6%) y “Vivienda” (7,2%). Los balances de gestión por año fueron recuperados en agosto de
2009 de: http://www.defensoria.org.ar. En cuanto a actuaciones destacadas de la Defensoría durante
2006, Riva (2006, 12 de diciembre) señala la denuncia ante la justicia de “la existencia de talleres textiles
clandestinos”, la solicitud al gobierno local de que “regule el transporte escolar” y que evalúe “el grado de
inmisión (concentración de contaminación) proveniente de instalaciones radioeléctricas”.
168
El texto completo fue recuperado en agosto de 2009 de:
http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/verNorma.do;jsessionid=4F7C03D5A0985561BD17E336FCD52
902?id=92063
169
El propio lema que exhibe la Procuraduría Penitenciaria en su página web, subraya este aspecto:
“Derechos Humanos. Observamos. Recomendamos. Denunciamos”. También cuando se describe el
“fundamento” de su gestión institucional se señala que “las personas privadas de su libertad son sujetos
de derechos por lo que debe garantizarse y defenderse la vigencia de los mismos e intervenir ante
situación de vulneración de esos derechos y ante situaciones que degraden la dignidad de las personas
encarceladas”. Más detalles fueron recuperados en agosto de 2009 de: http://www.ppn.gov.ar/
170
En uno de los últimos informes acerca de “Malos Tratos Físicos y Tortura" realizado durante el
segundo semestre de 2007 el Procurador Penitenciario, Francisco Mugnolo, señaló que “el 63.4% de los
detenidos en cárceles federales encuestados reconoció haber recibido algún tipo de agresión física”. En
tanto que también “ha promovido una acción declarativa ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación
144
en la que denuncia a la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario Federal por obstaculizar
sistemáticamente las funciones de control y fiscalización de cárceles” (Morandini y Rodríguez, 2008,
junio)
171
Efron y Esperanza (2007, noviembre) señalan que en la Universidad Nacional de Rosario “si bien
se ha discutido la propuesta sus autoridades entienden que la necesidad se encuentra ampliamente
cubierta con un servicio de consultorio jurídico gratuito abierto a la comunidad en general”.
172
En esta Universidad existe un proyecto que “aún no ha tenido tratamiento” y que propone la
creación de un Ombudsman para “recibir reclamos y fortalecer los mecanismos de control” con el fin de
“tutelar la legalidad de los actos administrativos y de gestión de sus autoridades” (Efron y Esperanza,
2007, noviembre).
173
El diario El Día de La Plata informó acerca de la propuesta de crear la figura de un Defensor de la
Comunidad Universitaria en la UNLP. La idea, que fue presentada por el consejero académico del
claustro de profesores de la Facultad de Ciencias Jurídicas, apunta a que el Defensor intervenga “en
cuestiones vinculadas con la discriminación”. Según el testimonio de Raúl Perdomo, autoridad de la
UNLP, la figura del Ombudsman es “interesante” pero debe “tratarse vía Consejo Superior y no en
“asamblea”. (El Día, 2008, 8 de octubre).
174
Más datos fueron recuperados en agosto de 2009 de:
http://www.unc.edu.ar/institucional/organizacion/defensoria
175
Más datos fueron recuperados en agosto de 2009 de: http://www.defensorasegurado.org.ar/
176
En Petrobrás de Brasil el cargo fue creado en 2002. Como vías de contacto con la oficina del
Ombudsman en Argentina se ofrece la posibilidad de una entrevista personal, el correo tradicional, el e-
mail o la llamada telefónica. Más detalles fueron recuperados en agosto de 2009 de:
http://www.ombudsman.petrobras.com
177
Más detalles de este caso fueron recuperados en agosto de 2009 de:
http://www.americanexpress.com/argentina/about/rse_amex05.pdf
178
En cuanto a los temas sobre los cuales reciben quejas, las mayores consultas son por “temas
vinculados con el liderazgo (integridad, respeto, comunicación, estrategia del negocio)”, luego
relacionadas “con el empleo en sí mismo (carrera, políticas corporativas)”, en un tercer lugar por “la
protección de activos (normas contables, denuncias sobre control de procesos de negocio)” y finalmente
por “cuestiones de meritocracia (compensaciones, ascensos)” (Giganti, 2007).
179
Más datos institucionales fueron recuperados en agosto de 2009 de: http://www.ge.com/ar
180
GE posee un “Código de Conducta” que señala: “Obedezca las leyes y disposiciones aplicables
que rigen nuestra conducta comercial en todo el mundo. Sea honesto, justo y confiable en todas las
actividades y relaciones de GE Evite cualquier conflicto de interés entre los asuntos laborales y
personales. Fomente una atmósfera en la que las prácticas justas de empleo se extiendan a cada uno de
los miembros de la comunidad diversificada de GE. Esfuércese por crear un lugar de trabajo seguro y
proteger el medio ambiente. A través del liderazgo en todos sus niveles, mantenga una cultura en la que
la conducta ética sea reconocida, valorada y ejemplificada por todos los empleados” (Immelt, 2005, junio).
145
Capítulo (C7): La autorregulación en la prensa argentina
Contexto histórico de 1990 a 2010. Mecanismos de autorregulación
aplicados: Principios Editoriales, Manuales de Estilo, Códigos de Ética y
Guías para la cobertura de temas especiales.
Secciones para la crítica y la autocrítica en los diarios.
146
expectativas del presidente Carlos Menem, quien creyó que los nuevos dueños de los
medios apoyarían su gestión, ya que se encontraban entre los principales beneficiados
por las privatizaciones. La reacción del gobierno contra este tipo de periodismo se
materializó en querellas judiciales y proyectos de legislación restrictivos de la
actividad, que por presión de distintos sectores finalmente no prosperaron183.
Sin embargo, aclara Silvio Waisbord, no todos los medios se enfrentaron a Menem
y “sin pretensión de neutralidad alguna” adoptaron un rol de “propagandistas”.
“Algunos diarios y conocidas personalidades de radio y televisión”, señala, “han
defendido la política oficialista […] Incluso algunos han sido acusados de beneficiarse
por su cercana relación con el gobierno” (Blanco y Germano, 2005 p. 232).
Es relevante consignar también que el ejercicio del periodismo en esta década
estuvo signado por la violencia, expresada en agresiones físicas, amenazas,
intimidaciones, atentados y asesinatos, como el del reportero gráfico de la revista
Noticias, José Luis Cabezas, en 1997184.
En los primeros años del siglo XXI la crisis económica y política se agudizó 185
impactando en particular sobre aquellas empresas periodísticas endeudadas que
temieron quedar en manos de sus acreedores extranjeros. Para evitar tal situación
algunos medios llevaron adelante un “lobby” tendiente a lograr medidas que los
protegieran: primero, a través de la modificación de la ley de Quiebras186 durante el
gobierno de Eduardo Duhalde y luego mediante la aprobación de la ley de Bienes
Culturales187, que se produjo en los inicios de la presidencia de Néstor Kirchner
(Rodríguez Diez, 2003).
Esta crisis “evidenció más que nunca”, según afirman Blanco y Germano (2005 p.
75), los “intereses y las alianzas políticas” de los medios de comunicación”. Situación
que también admiten los periodistas Fernández Díaz (2005, 7 de julio) y Jorge
Halperín (2007, 12 de julio). El primero, al señalar que en ese período se registra una
“pérdida de la independencia periodística” y el segundo, al resaltar que los medios
“pasaron a depender más extremadamente de la inversión publicitaria oficial y de los
grandes grupos económicos” a quienes resultó “difícil contrariar con investigaciones”.
El escepticismo de la sociedad en la clase política que se expresó en el “que se
vayan todos” de las protestas callejeras de 2001, también impactó sobre la credibilidad
de la presa, la cual vio descender la imagen positiva que había logrado construir
durante la década del ´90188. Martini y Luchessi (2004 p. 41) remarcan, en este
sentido, el rol de las “audiencias”, las cuales “comienzan a cuestionar” a los medios y
al periodismo por su papel en la crisis189. Paralelamente, las autoras registran también
un “deterioro” de la “capacidad adquisitiva y de la estabilidad laboral” de los periodistas
en tanto trabajadores. Problemática también mencionada por Halperín (2007) cuando
147
refiere que los medios “endeudados precarizaron sus elencos, purgaron veteranos del
oficio y tomaron jóvenes con poca experiencia”.
Otro aspecto a considerar como rasgo de la época es un aumento en la
“concentración” de los medios. Así lo advierten Becerra y Mastrini (2009, octubre)
cuando comparan indicadores de los años 2000 y 2004 y señalan que “se profundiza
la participación de menos actores en condiciones cada vez más dominantes”190.
En tanto, la llegada a la Presidencia de Néstor Kirchner en 2003 y de su esposa,
Cristina Fernández, en 2007 marcó el inicio de un período de relaciones tensas entre
el gobierno y los medios. A tal punto que algunos periodistas han llegado a considerar
que estos años han sido los “más oscuros desde la restauración de la democracia”
(Sirvén, 2010, 7 de junio) y que desde 1983 “nunca fue más inconveniente ejercer el
periodismo profesional” (Majul, 2010, 7 de junio). En este sentido se señala que
Kirchner enfrentó sistemáticamente a determinados sectores de la prensa a los que
advirtió que no lo iban “a correr con ninguna pluma” (2005, Marzo 9).
Distintos organismos internacionales reaccionaron ante tal panorama advirtiendo
acerca de las “restricciones” a la libertad de prensa que se registraban en el país 191.
En similar sentido se expresaron entidades locales quienes cuestionaron, entre otras
cosas, la utilización de la publicidad oficial como forma de premio o castigo192.
Sin embargo, Kirchner tomó una medida con la cual pareció querer congraciarse
con el sector empresario audiovisual, al extenderle las licencias mediante el decreto
527/05. Un beneficio calificado como “inaudito” por la dirección de la Carrera de
Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires193 (2005, 30 de mayo)
Durante el gobierno de Cristina Fernández las polémicas con la prensa se
continuaron. En particular, a partir de marzo de 2008, cuando la cobertura periodística
dada a la protesta del sector agropecuario por las retenciones a la soja y al girasol,
desencadenó la crítica presidencial y reflotó la existencia de un Observatorio de
Medios dependiente de un organismo oficial194.
En tanto, la aprobación en octubre de 2009 de la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual195 (N 26.522) marcó otro hito. En primer lugar por tratarse
de una norma sancionada en democracia que reemplaza a otra (N 22.285) con origen
en la última dictadura militar. En segundo término, por el debate que desencadenó
entre el gobierno y los medios afectados por las nuevas disposiciones, los cuales
hicieron presentaciones ante la justicia para evitar su aplicación196.
Por otra parte, al terminar la primera década del siglo XXI, las condiciones
laborales de los periodistas registraban un nuevo “deterioro” como consecuencia de la
“crisis económica internacional”. Así lo advirtió FOPEA en un documento emitido en
2009 donde hizo referencia a las “medidas de ajuste” aplicadas por las empresas
148
periodísticas, las cuales incluyeron despidos, supresión de beneficios o reducción
salarial. Los periodistas consultados por esta organización consideraron que tal
situación afectaba “mucho o bastante el desarrollo profesional en los conceptos de
calidad periodística y de ética profesional”.
Finalmente, una encuesta de 2010 realizada por la consultora Ipsos Mora y Araujo
advertía acerca del “alto índice negativo” que registraban determinados medios y
periodistas. Sin embargo, como “grupo social” la prensa mostraba una recuperación de
su imagen: el 76% de los consultados consideraba que “el periodismo contribuía al
país en mucho o en algo”197 (Calvo, 2010, 6 de junio).
149
Principios Editoriales, Manuales de Estilo, Códigos de Ética o Guías para la cobertura
de temas especiales. En cambio, poco se ha apelado a la figura del Ombudsman y
nada se ha hecho en referencia a los Consejos de Prensa. Ambos “organismos” a los
que se encomienda, por lo general, mantener vivos los principios y normas contenidos
en los “documentos”.
Veamos a continuación, entonces, cómo se ha implementado la autorregulación en
la prensa argentina:
Principios Editoriales
En cuanto a los “Principios editoriales” se puede señalar que es habitual encontrar
en el primer número de una publicación enunciados que cumplen tal función. A través
de ellos el medio da a conocer su “filosofía” o “los objetivos generales que promueve”
(Aznar, 1999a p. 76). Si se recorren los primeros editoriales de los diarios argentinos,
tanto del siglo XIX como del XX, puede observarse, como señala Oscar Steimberg
(1982) una “suerte de carta de intención” en la que “la publicación o su director se
dirigen a una imagen de su público-pueblo”. Así lo hicieron, entre otros, los diarios La
Prensa, La Nación y Clarín199. Sin embargo, como aclara Aznar tales “Principios” sólo
constituyen un “primer ejercicio” por parte de la empresas periodísticas y no un
mecanismo de autorregulación en sentido estricto.
150
También el matutino de izquierda Nuevo Sur200, que sólo circuló entre abril de
1989 y diciembre de 1990, contó con este tipo de documento interno. Sin embargo,
como explica Jorge Bernetti (1992 p. 8), “en la práctica no se logró ni consensuar ni
imponer esa escritura a la redacción”201.
Algunas revistas también elaboraron textos similares como Negocios en 1996 y
Veintiuno en 1998. En este último caso, señala Adriana Amado Suárez (2005 p. 84),
también se incluyó “normas de conducta ética” como la no aceptación por parte de los
periodistas de “viajes pagados por un ente estatal ni ningún tipo de gentileza
empresaria”.
En tanto, a fines de 1996 los responsables de otros diarios, como Julio Ramos de
Ámbito Financiero, Néstor Scibona de El Cronista y Oscar Magdalena de La Razón,
afirmaban “estar trabajando” en la elaboración de Códigos o Manuales de Estilo,
aunque a 2010 ninguno de ellos se había hecho público (Tijman, 1996, 4 de
diciembre)202.
Si bien son escasos los conocimientos acerca de la existencia de estos manuales
en los medios audiovisuales argentinos sí pude mencionarse, al menos, que en abril
de 1993 Radio América implementó un “Legajo de Estilo”203 dirigido a sus periodistas,
comentaristas y locutores. Según se informó en aquel momento el texto fue elaborado
por Luis Melnik y Martín Ferragut –director general y periodístico, respectivamente- y
se inspiró en las normas vigentes en la cadena brasileña O Globo y la española SER
(Mazzeo, 1994, 12 de enero).
Con respecto a la televisión, consta204 la existencia en el noticiero “24 Horas” de
Canal 9 de una Guía Operativa que existió en la emisora, al menos, entre 1997-1998.
La misma fue parte de una nueva gestión en el área informativa que encabezó
Eduardo Cura y coincidió con la venta del canal por parte de Alejandro Romay a la
cadena australiana Prime Televisión. Tal Guía incluía normas y procedimientos
vinculados con la redacción, las entrevistas, el uso de las cámaras, la edición y la
puesta en el aire. Se señalaba, además, que ese texto era “la base de un futuro
Manual de Estilo” y que el objetivo era “modificar procedimientos anacrónicos” para
“mejorar la calidad final del noticiero”.
Sin embargo fue recién en 1990 cuando dos diarios provinciales, El Ancasti205 de
Catamarca y La Voz del Interior206 de Córdoba decidieron editar sus propios Manuales
de Estilo, cuando este tipo de normativas de las empresas periodísticas comenzó a ser
difundida a un público mayor.
Como señala Carlos Jornet (2006, diciembre), directivo del diario cordobés, se
trató de “uno de los primeros manuales de estilo integrales en Argentina” y constituyó
una innovación que, en este caso, superó a los diarios porteños. Pero la avanzada en
151
cuanto a este tema no se quedó allí. En 2007 presentó una segunda versión de la
obra, esta vez titulada “Manual de principios, valores y estilos de La Voz del
Interior”207. La novedad, en esta oportunidad, estuvo dada por la inclusión de un
capítulo exclusivo dedicado al periodismo digital208. Tal contenido mereció el elogio de
Ramón Salaverría, profesor de la Universidad de Navarra (España), quien señaló que
el libro del diario argentino era el primero que “compilaba de manera estructurada y
perceptiva, reglas concretas para la escritura periodística en un diario digital”209 (2007,
enero).
Tres matutinos, esta vez porteños, también editaron sus propios libros a fines de la
década del ´90.
Clarín lanzó su Manual de Estilo en marzo de 1997 e incluyó en él una suerte de
declaración de principios titulada “Bases de la política editorial”. En éstas, se definió
como un “diario independiente” que “promueve la libertad de expresión, el pluralismo y
el fortalecimiento de las instituciones que sustentan el régimen democrático”210 (1997
p. 18). El texto incluyó, además, precisiones de tipo legal211, definiciones sobre la
producción y la edición de los textos, aclaraciones de ortografía, gramática y sintaxis y
determinaciones vinculadas con las fotografías, las infografías y la diagramación212.
Un mes después del lanzamiento del manual de Clarín, el diario La Nación decidió
dar forma de libro a las normativas éticas y de estilo que desde décadas anteriores ya
circulaban internamente. Su secretario general, Fernán Saguier se refirió al contexto
social y político de entonces como justificativo para la divulgación del manual. En tal
sentido afirmó:
En momentos en que el descrédito golpea a algunas instituciones y a la clase
dirigente, nos parecía razonable que los lectores conocieran de nuestra propia boca
cuáles son los principios que rigen a la hora de hacer el diario (Freire, 1997, 7 de
mayo)
En tanto, en 1998, Perfil publicó su manual de estilo y ética, que llevó por título
“Cómo leer el diario”. En este caso el libro surgió junto con el propio periódico y, parte
de su contenido, fue dado a conocer a los lectores en un suplemento especial que
circuló con la edición del domingo 10 de mayo de ese año. La obra no sólo incluyó las
clásicas reglas idiomáticas u ortográficas y cierta información enciclopédica, sino que
se diferenció del resto por dedicar un capítulo a la figura del Ombudsman y por fijar un
código de ética “que cada periodista que se integre a la Redacción firmará […]
comprometiéndose a su fiel cumplimiento”215. Perfil tuvo en 1998 una corta vida de
152
sólo tres meses. Reapareció en 2005, aunque esta vez como periódico de fin de
semana. En 2007 presentó la segunda edición de “Cómo leer el diario”. Se trató de
una versión actualizada que, en materia de ética, incluyó la norma que todas las notas
se publiquen con la firma del autor y fijó un “marco regulatorio” con respecto a los
viajes que puedan hacer sus periodistas cuando las invitaciones provienen de
gobiernos o empresas.
153
Código de Ética y de Calidad generados por asociaciones de periodistas
Sin lugar a dudas las iniciativas llevadas adelante por el Foro de Periodismo
Argentino (FOPEA)218 constituyen uno de los aportes más significativos que, en
materia de autorregulación, ha dado la prensa de este país.
Tanto la declaración de principios que acompañó en 2003 su formación como
asociación de periodistas y que se tituló Compromiso de La Boca219, pasando por el
Código de Ética que se aprobó en 2006 o los Parámetros de Calidad Profesional220
que datan de 2008, muestran una preocupación sostenida de FOPEA por la discusión
de estas temáticas. También los congresos que la entidad ha organizado en forma
anual han girado en torno a estas cuestiones: en 2006 dedicado a la Ética, en 2007 a
la Calidad y en 2009 a la Responsabilidad Social de los medios.
El Código de Ética de FOPEA, cuyo cumplimiento se considera un “requisito” para
ingresar y permanecer en la organización hace referencia, entre otras cuestiones, a los
“valores” considerados como “esenciales” para el ejercicio periodístico y a los
“métodos” para la obtención y tratamiento de las informaciones. También declara el
“respeto” por la “privacidad de las personas” y el “principio de inocencia”, recomienda
evitar “la publicación de suicidios” y la identificación de “niños y adolescentes
involucrados en actos criminales” y “víctimas de delitos sexuales”221.
En tanto, otras agrupaciones de periodistas asumen como propios, en materia de
ética, los documentos elaborados y aprobados a nivel internacional. Por ejemplo, la
Academia Nacional de Periodismo222 cita como referente al Código Internacional de
Ética Periodística de la UNESCO y la Asociación Argentina de Periodistas Ambientales
(AAPA) hace lo propio con el Código de Ética aprobado en 1998 en el 3° Congreso
Mundial organizado por la International Federation of Environmental Journalists
(IFEJ)223.
154
secuestros que se transmitían en vivo por los medios. Esta guía, que se basa en una
similar adoptada por Asociación de Directores de Noticias de Radio y Televisión de los
Estados Unidos, les indica a los cronistas que: “deben evitar describir las tácticas o las
posiciones de la policía o del equipo de rescate”, “resistir la tentación de llamar a los
delincuentes” ya que “los periodistas no están entrenados en técnicas de negociación”
y “ser cautelosos al dar información sobre el estado de salud de los rehenes”, entre
otras cuestiones. Según expresa Porta estas indicaciones no son “censura” sino “una
invitación a los periodistas a sopesar, a evaluar, a pensar antes de actuar” (Schettini,
2000, 25 de junio).
En otras ocasiones es la acción de la justicia la que sugiere la adopción de medidas
de autorregulación en la prensa. Así sucedió, por ejemplo, en 2002 tras un amparo
promovido por un ciudadano contra diversos diarios, por considerar que los avisos
clasificados con ofertas de sexo “violaban los derechos de los menores” y eran
“ofensivos para el sentido del pudor y la moral pública”. Dos de los diarios, La Nación y
Popular, llegaron a un acuerdo con el juez, el defensor de menores y el denunciante:
se comprometieron a “propiciar la existencia de espacios de difusión y de reflexión”
sobre la problemática de la prostitución y de la pornografía infantil, a “controlar el
material gráfico y las imágenes que se utilizan, la ubicación de los avisos y la tipografía
de uso” y a “evitar el empleo de palabras, giros o expresiones que induzcan a suponer
que ciertos mensajes publicitarios están dirigidos a los menores de edad” (2002, 9 de
octubre)225.
En 2010 y tras un llamado público de atención sobre el tema realizado por FOPEA,
algunos diarios provinciales decidieron no publicar más avisos de contactos
sexuales226 en coincidencia con lo hecho por algunos periódicos de otros países 227.
Finalmente, en julio de 2011, y mediante un decreto228, la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner prohibió “los avisos que promuevan la oferta sexual o hagan
explícita o implícita referencia a la solicitud de personas destinadas al comercio
sexual, por cualquier medio, con la finalidad de prevenir el delito de Trata de
Personas”.
FOPEA, también ha generado documentos específicos por tema como las “Doce
recomendaciones para la cobertura electoral”229 de junio de 2009 o las referidas a la
Gripe A H1N1230 que datan de julio del mismo año.
En tanto, las organizaciones no gubernamentales también han elaborado
documentos dirigidos a la prensa con sugerencias para el tratamiento de determinados
temas, como el Decálogo sobre violencia de género de la Red PAR231 (2010, pp. 9-10),
la Guía para Comunicadores acerca del Derecho a la Identidad de la Federación
Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans232 (2011 pp. 1-6) y las pautas para
155
escribir sobre “infancia y educación” o sobre “chicos y delitos” de la Asociación Civil
Periodismo Social233 (2009 p. 46).
Además, y en ocasión de la realización en Argentina de la Copa América 2011, el
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) distribuyó “15 sugerencias
para realizar coberturas periodísticas libres de discriminación contra los chicos, las
chicas y los adolescentes”234.
Desde algunos organismos gubernamentales también se han sugerido a los
periodistas cómo abordar informaciones acerca de grupos vulnerables. Por ejemplo, el
ex Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) editó un documento titulado Pautas de
estilo periodístico sobre discapacidad235 cuya autoría es de Alejandra Noceda (2005) y
que incluye terminología, fuentes, legislación y ejemplos prácticos, tanto a nivel textual
como fotográfico, para realizar una cobertura que “contribuya a la integración de las
personas con discapacidad” y que “promueva la conciencia y el respeto por las
diferencias”.
El Ministerio de Salud de la Nación, en tanto, emitió una serie de recomendaciones
a los medios acerca de cómo informar sobre suicidios. Ante una serie de hechos
protagonizados por adolescentes en la provincia de Salta, el organismo advirtió a la
prensa acerca del “impacto” negativo que puede tener una “cobertura repetitiva y
continua” del tema. Basándose en documentos de la Organización Mundial de la Salud
se sugirieron pautas y fuentes institucionales para abordar tal tema236 (2010, 18 de
junio).
Puede mencionarse también una producción del Instituto Nacional contra la
Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) denominado Aportes para la
Concientización en Prácticas No Discriminatorias en VIH y SIDA237, que incluye una
sección dedicada al “lenguaje no discriminatorio” (2008 pp. 16-19). Si bien este
documento no está dirigido especialmente a los medios de comunicación, sino a la
población en general, puede ser considerado como un aporte al momento de escribir
sobre esa temática.
Sin embargo, este tipo de documentos, guías o recomendaciones surgidos desde
los propios medios, las asociaciones periodísticas y las organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales, “pueden convertirse en letra muerta si no
existe el compromiso de llevarlo a la práctica cotidiana”, tal como lo expresa la red
PAR. “Ése el mayor desafío”, se agrega, en el cual están involucrados “los periodistas,
los empresarios de medios y los destinatarios de las coberturas” (2010 p. 8).
156
7.3 Espacios para la crítica y la autocrítica en diarios
El secuestro del padre de un actor famoso en 2002238, las denuncias de corrupción
de menores por parte de un sacerdote en el mismo año239, la muerte de un joven
conductor de televisión en 2004240, el asesinato de una mujer en Córdoba en 2006241 y
la misteriosa desaparición de una familia en 2009242 fueron, no sólo los grandes casos
policiales de los últimos años, sino también momentos en los cuales la prensa realizó
coberturas cuestionables que derivaron en cierta crítica social hacia el periodismo. El
cual, tal como se señaló anteriormente, registraba además una caída en sus índices
de credibilidad, como consecuencia del rol jugado en la crisis política y económica de
fines de 2001.
Artículos, editoriales243, notas de opinión244, dieron cuenta del mea culpa de
algunos periodistas, de la marcación de falencias que, por lo general, se encontraron
en los otros medios pero no en el propio245 y de promesas de autocrítica que, en muy
pocos casos, se plasmaron en mecanismos concretos246 que impidieran caer
nuevamente en los mismos errores.
También existieron casos de menor repercusión, en los cuales los medios, por
propia voluntad o por pedido de los damnificados, asumieron sus equivocaciones a
través de alguna “aclaración”, “fe de erratas” o hasta en columnas firmadas por el
editor o el director247.
En tanto, existen secciones estables y específicas en algunos medios que
permiten reflejar algún tipo de crítica de los lectores acerca del contenido informativo.
Además del tradicional espacio para “cartas” pueden mencionarse algunos ejemplos
en diarios porteños:
157
espacio “es el mismo”: “profundizar el vínculo entre el diario y aquellos a quienes está
dirigido” (2009, 28 de septiembre).
Sin embargo, y como ya se explicó en otra investigación249 (Pauwels, 2007), esta
sección que tuvo en la etapa de Hornos Paz características que la asemejaban en
algunos aspectos al rol del Ombudsman, vio circunscripta su función a la de un
consultorio idiomático en los años siguientes.
158
diario se encaminaba, si no a la designación de un Ombudsman, por lo menos a un
nivel de autocrítica mayor”. Sin embargo, ninguna de las dos cuestiones se concretó: a
2011 Clarín seguía sin tener una figura con las funciones y atribuciones de un
Defensor de lectores y las secciones mencionadas, que aún hoy se publican, tampoco
se acercan a ese perfil250.
159
En tanto, y específicamente, sobre las secciones “Diálogos…” de La Nación y
“Lectores” de Clarín, los analistas coinciden en remarcar las limitaciones que tienen
esas propuestas. Adriana Amado Suaréz las califica de “humildes” (2006, 24 de
noviembre) y afirma que son sólo “un esbozo de lo que pretende ser una revisión
autocrítica de la tarea periodística”. En tal sentido subraya el hecho de que los
encargados de tales secciones “forman parte activa de la redacción por lo que carecen
de la distancia aconsejable para mantener la imparcialidad necesaria para el ejercicio
reflexivo”. Por esta razón la autora sostiene que son “una especie de protofigura del
Ombudsman” ya que no “cubren todos los aspectos ni funciones” de éste (2005a).
Raquel San Martín (2008 p. 38) coincide al indicar que las secciones mencionadas
son “deudoras de la figura del Ombudsman” y que son el resultado de “una actitud
demagógica por parte de los diarios”, los cuales crean “desde el discurso la ilusión” de
que a los lectores “se los escucha atentamente”, a la vez, que “mantienen el control
sobre lo que éstos pueden decir, cómo y con qué frecuencia”.
José Eliaschev (2003), en tanto, también critica los alcances de este tipo de
secciones. Dice que La Nación, si bien publica fe de erratas, “podría haber tenido
[además] un Defensor del lector, por su perfil, por su trascendencia, por sus
postulados éticos”. Sin embargo, sólo “se dialoga semanalmente con los lectores a
propósito de pequeños dilemas semánticos o semiológicos”. Es una “caricatura” de lo
que sería un verdadero Ombudsman, afirma, ya que lo que se discute allí “no son
problemas de ética periodística” (2004, junio). En cuanto a Clarín, Eliaschev remarca
que “hasta el 2003 no publicaba fe de erratas” y que en “la carta diaria de los editores”
que se ubica en la página 2 “se comenta normalmente en tono complaciente lo
maravilloso que es el diario que ellos hacen” (2003).
160
NOTAS DEL CAPÍTULO (C7)
181
Según explica Julio Sevares (2002 pp. 19-20), en 1991 el gobierno de Carlos Menem logró
controlar “la inflación desaforada” a partir de “la instauración de un nuevo sistema cambiario y monetario:
la convertibilidad”. Ésta dio inicio a “un período de reactivación basado fundamentalmente en el consumo”
y en el “ingreso de capitales atraídos por las privatizaciones…En 1994 el agotamiento de la liquidación de
bienes públicos y del boom del consumo frenó la economía. En 1995, cuando la desocupación llegaba al
nivel del 18%, la onda expansiva de la crisis del tequila aceleró la caída. Posteriormente la economía
volvió a recuperarse pero ya no fue lo mismo”.
182
Con excepción, señalan Blanco y Germano (2005 p. 141), de “ATC-Canal 7, Radio Nacional,
Radiodifusora Argentina al Exterior y las emisoras que integran en Servicio Oficial de Radiodifusión
(SOR)”.
183
Blanco y Germano (2005: p. 242) se refieren a un proyecto del año 1994 para duplicar las penas
por calumnias e injurias, otro de 1995 referido a informaciones oficiales de difusión secreta y el último de
1996 que pretendía castigar a quienes revelaran sin justa causa declaraciones patrimoniales de
funcionarios públicos.
184
Según un informe de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN.) entre
septiembre de 1992 y diciembre de 1994 fueron agredidos físicamente 120 periodistas, 118 recibieron
amenazas o intimidaciones y seis medios padecieron atentados con explosivos o armas de fuego (La
Maga, 1995, 10 de mayo). Además, y según enumera Daniel das Neves (2003) el sector periodístico
sufrió en los ´90 “un fuerte deterioro del empleo” a causa del “cierre de medios, los despidos masivos, la
precarización laboral, el congelamiento y la rebaja de salarios, la ignorancia de todas las leyes del sector
y la reducción a la mínima expresión del personal en relación de dependencia”.
185
La denominada “Alianza” del partido Radical con el Frepaso, que llevó a Fernando de la Rúa a la
presidencia en 1999, dejó el poder en forma adelantada. Como explica Sevares (2002 pp. 21-22) “ante el
déficit fiscal aplicaron una política de ajuste ortodoxa que sólo contribuyó a profundizar la recesión”. La
huída de capitales y la retención de los depósitos bancarios provocaron la “ira de la clase media” a fines
de 2001, la sucesión de “tres presidentes provisionales en el curso de diez días” y, finalmente, la asunción
de Eduardo Duhalde. La devaluación de la moneda, decidida por este gobierno, “licuó los ahorros
depositados en el sistema financiero y las deudas de los grupos económicos”.
186
Rodríguez Diez relata encuentros entre los máximos gerentes del diario Clarín y el gobierno de
Duhalde tendientes a excluir de la Ley de Quiebras el “cram down”, un mecanismo “por el cual un
acreedor extranjero ante el incumplimiento de un deudor, puede quedarse con la empresa como parte de
pago”. Dice al respecto este autor que “el Grupo Clarín, con una deuda en el exterior que según
reconocen ellos es de 930 millones (hay estimaciones que dicen que la cifra sería mayor), presentía que
sus acreedores querían quedarse de un manotazo con el holding”. Tal modificación de la ley fue aprobada
por el Congreso, lo que provocó las quejas del Fondo Monetario Internacional. Finalmente, los
organismos financieros internacionales ganaron la pulseada y el gobierno de Duhalde dio marcha atrás
con tal medida.
187
Según explica Alejandro Rodríguez Diez (2003) la Ley de Bienes Culturales fue un “instrumento
diseñado por Clarín” con un “fuerte apoyo” del diario La Nación que establecía que “ninguna empresa
extranjera podría quedarse con más del 30% de una firma argentina, siempre que ésta se dedicara a la
producción de bienes culturales, como ser los medios de comunicación nacionales”.
188
Las cifras que arrojan dos investigaciones ilustran la cuestión: según el Centro de Estudios Unión
para la Nueva Mayoría la imagen pública positiva de los medios descendió desde un 62% en 1996 a un
27% en 2002. Otra encuesta, realizada por Ricardo Rouvier a pedido de la Unión de Trabajadores de
Prensa de Buenos Aires (UTPBA), marca también la misma tendencia: en agosto de 1998 el periodismo
se ubicaba “en la cima de la credibilidad” con una aprobación del 55,1%. En 2004 y “tras el cambio del
escenario político” la consideración bajaba a un 35,5% (Postolski, 2004).
189
Las autoras se refieren, concretamente, a los “cacerolazos en las puertas de los canales de
televisión”, a las “cadenas de correo electrónico” que invitaban a no comprar más determinados diarios y
a “reclamos puntuales” recibidos por los cronistas en la calle.
190
Los autores señalan las siguientes cifras: “de un promedio del 78% para los primeros cuatro
operadores por dominio de mercado en el año 2000 se pasa a un promedio de 83% en 2004” (2009,
octubre).
161
191
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) sostuvo en un informe presentado en marzo de 2005
que “la libertad de prensa existe en Argentina con restricciones” y que “la asignación de la publicidad
oficial se ha convertido en una espina irritativa ya que no se aplican criterios técnicos y objetivos para su
distribución” (DsD, 2005, 7 de marzo). Por su parte, la Relatoría para la Libertad de Expresión de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, manifestó su “preocupación” en octubre de 2006 por
“las diferentes formas de presión del gobierno a la prensa que mantiene una línea editorial crítica” (La
Nación, 2007, 3 de febrero). En tanto, la Asociación Reporteros sin Fronteras (RSF), en el ranking de
países que elabora en función del respeto a la libertad de prensa, bajó la calificación de Argentina del
puesto 59 al 76, argumentando que la relación entre gobierno y periodismo “son pésimas”(Clarín, 2006,
24 de noviembre).
192
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) sostuvo en un pronunciamiento de
septiembre de 2006 que “la actividad periodística se desarrolla con dificultades a raíz de factores políticos
y económicos” (La Nación, 2006, 30 de septiembre). El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) remarcó,
por su parte, que existe un “clima de hostigamiento” hacia los profesionales que critican la gestión oficial,
a lo que se suma “la inexistencia de una interlocución posible” por la falta de conferencias de prensa
(2006, 10 de julio). Finalmente, desde la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) que analiza la
distribución de la publicidad estatal, se señaló que “en la mayoría de los casos los medios que atraen la
generosidad oficial tienden a ser aquellos más cercanos al gobierno” (2006, 12 de diciembre).
193
En el documento de esta institución universitaria se explica que con tal decreto “los actuales
propietarios de medios se ven beneficiados por una medida que suspende el cómputo de los plazos que
la ley otorga de quince más diez de prórroga por única vez, extendiendo por otros diez el término original”.
Desde la UBA se objetó, entre otras cuestiones, que: “la política de comunicación se resuelva por decreto
y sin discusión pública”, que “no se toman en cuenta las sanciones existentes ni las irregularidades en las
titularidades” y que los beneficiarios sean “quienes ganaron los concursos apoyados, en muchos casos en
las leyes discriminatorias de los gobiernos militares y, en otros, en las reformas neoliberales de la década
de los años ’90”. Más información sobre el tema fue recuperada en mayo de 2005 de:
http://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/subnotas/6-17329-2005-05-30.html
194
En esa oportunidad el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA cuestionó a
los medios por los “contenidos racistas y clasistas” que se evidenciaron en la cobertura del tema. Tal
informe fue retomado por el gobierno como argumento para reflotar la tarea del Observatorio de la
Discriminación en Radio y Televisión que funcionaba desde 2006 bajo la órbita del Instituto Nacional
contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Más información: sobre el Observatorio fue
recuperada en marzo de 2008 de: http://www.obserdiscriminacion.gov.ar .En tanto, un resumen del
tratamiento periodístico del conflicto agropecuario fue recuperado en marzo de 2008 de:
http://www.eldsd.com/eldsd/zonadura/2008/marzo/28-3-2008.htm
195
El texto completo de la ley fue recuperado en junio de 2010 de:
http://www.comfer.gov.ar/web/indice-de-la-ley.php
196
La ley pone límites a los multimedios al reducir el número de licencias de radio y televisión que
cada grupo puede tener. Además fija un plazo para que aquellas empresas que superen ese límite se
desprendan de las licencias. Los grupos más afectados, en este sentido, son: Clarín, UNO (Vila-Manzano)
y Prisa.
197
Si se observa la evolución histórica de la imagen de los periodistas, según Ipsos Mora y Araujo, se
advierte que los picos de mayor consideración acerca de la contribución de esta profesión “al país” se
ubican en Diciembre de 1994 (79%), Noviembre de 2001 (77%), Mayo de 2007 (77%), Abril de 2008
(79%) y Abril de 2010 (76%). En tanto, las máximas bajas se registran en: Abril de 1990 (65%), Octubre
de 2002 (65%) y Febrero de 2010 (66%). En cuanto a la consideración que registran determinados
medios en particular, la encuesta ubica a los tres diarios principales (Clarín, La Nación y Página 12) con
una mayor imagen negativa que positiva. Lo mismo sucede con las radios. En cuanto a los periodistas,
sólo dos de los mencionados en esta investigación conseguían que su imagen positiva superara a la
negativa: Santo Biasatti y Víctor Hugo Morales. Más datos fueron recuperados en junio de 2010 de:
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0475/articulo.php?art=22190&ed=0475
198
Mendelevich se refiere al Primer Seminario Internacional sobre Ética Periodística en la Argentina
que se llevó a cabo en 1989 en Iguazú, organizado por la Fundación Illia y auspiciado por la Fundación
Friedrich Naumann (2005 p. 13)
199
El autor realiza un estudio desde la Semiótica acerca del primer editorial de los diarios La Prensa
(1869) y La Nación (1870) y la revista Caras y Caretas (1899). Los diarios mencionados siguen
162
editándose en la actualidad y el segundo de ellos aún es propiedad de los descendientes del fundador, el
ex presidente Bartolomé Mitre. Dice Steimberg que las tres publicaciones en los editoriales de la
fundación “se dirigían a una imagen de su público-pueblo” pero con “interpretaciones diferentes”. Mientras
que La Prensa “se proponía como el acto de dar la palabra a ese público”, La Nación “tomaba un lugar
rector frente a él” y Caras y Caretas “manifestaba la decisión de hablarle de lo que quisiese”. Tanto La
Nación como La Prensa fueron fundados en momentos en que todavía se discutía la organización del
país tras la sanción en 1853 de la Constitución Nacional. Éste hecho histórico hace que ambos diarios
expresen en su primer editorial qué rol le asignan al periodismo en este proceso. Mientras La Prensa
sostiene que “venimos a este terreno para expresar y representar a la verdadera Opinión Pública y no
para sujetarla a la nuestra, ni menos formarla y dirigirla” (1869), La Nación sí se propone como un agente
pedagógico al postular que será “una tribuna de doctrina” (1870).
En tanto, los diarios fundados en el siglo XX también apelaron al recurso de utilizar el primer editorial
como forma de declaración de sus Principios. Por ejemplo, Clarín afirma en el número de su lanzamiento
que será un diario “informativo e independiente”, que por ello “no tiene vinculaciones ni compromisos con
ninguna de las agrupaciones políticas tradicionales” y que su “único y exclusivo compromiso es con la
Nación”. Razón por la cual promete “reflejar exacta y objetivamente los hechos de la vida colectiva,
analizarlos y juzgarlos a la luz de la verdad y de las conveniencias nacionales” (1945, 28 de agosto).
200
Nuevo Sur fue un diario financiado por el Partido Comunista y dirigido por el abogado Eduardo Luis
Duhalde. Dejó de aparecer a fines de 1990 por problemas financieros (Ulanovsky, 1996 p. 471)
201
El Manual de Nuevo Sur se inspiró, según Bernetti (1992) en el texto del mismo tipo del periódico
español El País. El mismo contiene precisiones estilísticas, gramaticales y ortográficas y señala en uno de
sus puntos que “se propone ser capaz de autocrítica” por lo que “frente a cualquier error se admitirá tal
circunstancia y se harán las rectificaciones correspondientes” (Nuevo Sur, 1989 pp. 1-11). Sin embargo, el
objetivo de unificar estilos “se vio frustrado al producirse un florecimiento anárquico de textos objetivos
junto a la escritura ideológica de izquierda tradicional y el populismo marginalizado, que hicieron de las
páginas de Sur un contraste inarmónico” (Bernetti, 1992).
202
La nota de Gabriela Tijman, publicada por la revista La Maga, señalaba que “la ética periodística
que en muchos otros países es tema de códigos escritos” aparece en Argentina “como una zona cuyos
límites no terminan de definirse”. Los responsables de los diarios Clarín, La Nación, Página/12 y Popular
no respondieron al cuestionario enviado por la revista que incluía preguntas relativas a los códigos de
ética, los mecanismos de corrección de errores, el autocontrol de la prensa y la formación de tribunales de
ética periodística.
203
Según se reseña en la nota de Mazzeo (1994, 12 de enero) publicada por la revista La Maga, el
Legajo de Estilo de Radio América sostenía que los pilares de la emisora eran “la seriedad, la objetividad,
la independencia, la celeridad y la precisión informativa”. Además, se advertía a los periodistas que
“debían evitar en sus transmisiones los comentarios de tipo personal” y el uso de “la primera persona”,
también “abstenerse de discutir o agraviar a sus entrevistados y limitarse a preguntar con precisión”.
204
La autora de esta Tesis se desempeñaba como periodista en ese canal y recibió, como el resto del
personal, una copia de esa Guía Operativa.
205
La referencia al Manual de Estilo del diario catamarqueño aparece mencionada en un artículo de
Adriana Amado Suárez (2008, septiembre) y en el libro de Mendelevich (2005 p. 139), sin embargo
ninguno de ellos transcribe el contenido de tal documento. Tampoco han sido respondidos por ese diario
los pedidos de información enviados desde esta investigación.
206
Silvestre Rafael Remonda fundó el 15 de marzo de 1904 el diario La Voz del Interior. Proponía, ya
desde su mismo nombre, “ser la voz que habría de hablarle a los argentinos desde la ciudad de Córdoba,
corazón geográfico de la República”. En 1997 el control accionario del medio pasó a manos de la
Compañía de Inversora de Medios de Comunicación (CIMECO), empresa conformada por los diarios
porteños Clarín y La Nación. En 2008 La Nación vendió a Clarín sus acciones en CIMECO. Según datos
consignados por el Grupo Clarín, el diario cordobés tiene un promedio de venta de 62 mil ejemplares
diarios. Más datos fueron recuperados en abril de 2010 de:
http://www.grupoclarin.com/content/publi_cimeco.html
207
El Manual de 2007 incluye una Declaración de Principios, los editoriales de 1904 (correspondiente
a la fundación) y de 2004 (con motivo del centenario), Normas Éticas y de Conducta Profesional, Normas
de estilo, ortográficas y gramaticales, Pautas para el tratamiento gráfico de la información y las Normas de
estilo para los sitios lavoz.com.ar y cordoba.net. El contenido del manual fue recuperado en abril de 2010
de: http://archivo.lavoz.com.ar/institucional/pdf/normas_eticas.pdf
163
208
Más información fue recuperada en abril de 2010 de:
http://archivo.lavoz.com.ar/institucional/pdf/manual.pdf
209
Según reseña este autor existen otros manuales internacionales como el A.P. StyleBook de
Associated Press o el Libro de Estilo de Vocento que “incluyen referencias sobre el periodismo en
Internet” pero se trata de datos “dispersos” y “sin pautas claras sobre redacción” (Salaverría, 2007,
enero).
210
En estas Bases, Clarín define como noticia a “los sucesos que la opinión pública necesita conocer
por su significación e impacto…o porque marcan tendencias que deben ser detectadas o investigadas”.
También se precisa cómo proceder ante rumores e informaciones sobre suicidios y se indica, en general,
una búsqueda “lo más amplia posible de datos precisos, un uso disciplinado del lenguaje y de las técnicas
de producción periodísticas”. El texto dedica también un párrafo a las “tensiones entre los medios y el
poder” y declara que “Clarín rechaza toda presión económica, religiosa, ideológica o de cualquier otra
naturaleza” (1997 pp. 18-19).
211
Los aspectos legales que se mencionan se circunscriben a “Difamación, calumnias e injurias” y a la
“Mención de menores” (Clarín, 1997 pp. 20-21)
212
A través del sitio web del Grupo Clarín se puede acceder en forma parcial al contenido del Manual.
Esto es: a las declaraciones de sus autoridades y a las Bases de Política Editorial. Más información fue
recuperada en abril de 2010 de: http://www.grupoclarin.com/content/cp_criterios_03.html
213
Se señala, entre ellos, la necesidad de diferenciar la información de la publicidad y las noticias de
opiniones; la no discriminación “por razones de raza, religión, nacionalidad, nivel cultural o posición social”
y la obligación de la “verificación de datos” consultando “más de una fuente en cada caso”. También
indica que “se deben evitar las expresiones que puedan ser calumniosas o injuriosas”, que es una
obligación el respeto a “la presunción de inocencia” y que las informaciones tienen que ser obtenidas “por
procedimientos honorables”. Además, se fijan normas relativas a las versiones y rumores, la rectificación
de los errores, el anonimato de los menores, la utilización de encuestas de opinión y los recaudos que
deben ser tenidos en cuenta al tratar informaciones vinculadas con violaciones, terrorismo, suicidios y
secuestros. El mismo manual cita como “referentes de la ética internacional” al diario The Washington
Post y a la Press Complaints Comission de Gran Bretaña (La Nación, 1997 pp. 45-63).
214
Lamentablemente, a abril de 2010, no existía en el sitio web de La Nación ningún enlace que
permitiera el acceso a su Manual por parte del público en general.
215
El Código de Perfil establece la consideración del periodismo como “función pública que excede las
metas económicas de cualquier empresa”; la publicación “de la verdad sin analizar ventajas o
desventajas, públicas o privadas”, y la promesa de “actuar con integridad, buena fe y neutralidad en la
búsqueda de informaciones”. A los periodistas se les reconocen derechos como los de reclamar a sus
superiores la publicación de informaciones que hayan sido debidamente verificadas; el alegato a la
cláusula de conciencia si se sienten vulnerados en sus convicciones, independencia u honor profesional,
y la negativa a firmar una nota cuando ésta haya sido alterada sustancialmente. A la vez, la redacción se
compromete a no compartir la profesión periodística con ninguna otra –salvo la docencia–, a no aceptar
regalos o invitaciones cuyo valor supere los cincuenta pesos y a no abusar de su condición de periodistas
para obtener tratamiento preferencial, libre acceso o descuentos (Perfil, 1998 pp. 4-5)
216
Si bien en la información institucional del sitio web del Diario de la República se marca como un
hito en 2010 la creación del Manual de Estilo, éste no se hallaba disponible para ser consultado on line.
“Quienes somos”, recuperado en noviembre de 2011 de:
http://www.eldiariodelarepublica.com/quienesSomos.html . El Diario de la República fue fundado en 1966.
Desde la década del ´80 es propiedad de una de las familias tradicionales del lugar, los Rodríguez Saa.
Dos de sus miembros, Adolfo y Alberto, han ejercido la gobernación de la provincia entre 1983 y 2011. La
cercanía del medio con el poder político y el hecho de ser el único diario local que tiene alcance
provincial, ha merecido el cuestionamiento del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA). Más información
acerca de la polémica entre el diario y la entidad periodística fue recuperada en agosto de 2011 de:
http://www.eldiariodelarepublica.com/index.php?option=com_content&task=view&id=46873&Itemid=531 y
http://fopea.org/Inicio/Informe_sobre_la_libertad_periodistica_en_la_Provincia_de_San_Luis
217
Tribuna de Periodistas declara en su Manual que “no publicará informaciones aparecidas en otros
medios, salvo casos puntuales”, que sus periodistas se comprometen a “rechazar dinero, donaciones o
privilegios” que se les ofrezcan “a cambio de influir, modificar o deformar la información”, que “propugna el
respeto a la vida privada de los ciudadanos” y que “se tendrá particular cuidado en el tratamiento de
164
informaciones sobre hechos en que participen menores de edad”. Más información sobre este manual fue
recuperada en noviembre de 2011 de: http://www.periodicotribuna.com.ar
218
FOPEA es una asociación civil formada por “profesionales de medios y profesores de periodismo”
cuyo objetivo es “impulsar la creación de un espacio de reflexión, de diálogo y de promoción de la calidad
de la profesión periodística”. En 2010 la entidad estaba conformada por “casi 300 periodistas de distintos
medios de todo el país”. Más información fue recuperada en abril de 2010 de
http://www.fopea.org/Acerca_de_FOPEA/Que_es_FOPEA
219
Los principios que declaran los integrantes de FOPEA son: “Defender la verdad, nuestra
independencia como periodistas y comprometernos a dar un tratamiento honesto a la información.
Comprometernos con la democracia, el pluralismo y la tolerancia como valores esenciales de las
sociedades modernas. No aceptar sobornos, dádivas ni privilegios de parte de ningún tipo de poder.
Obtener información por métodos legítimos. Mantener los acuerdos off the record con las fuentes de
información. Y utilizar este recurso sólo en casos imprescindibles. Respetar el derecho a la intimidad de
las personas. Priorizar la vida de las personas a cualquier primicia. Utilizar el papel de los medios para
construir y no para destruir. Respetar el derecho del acusado a dar su versión de los hechos. Evitar los
conflictos de intereses que comprometen el trabajo del periodista para garantizar su independencia”. Más
información fue recuperada en abril de 2010 de:
http://www.fopea.org/index.php/Acerca_de_FOPEA/Compromiso_de_La_Boca
220
Entre los parámetros se señala que: “La exactitud y el rigor en la obtención, elaboración y
redacción de la información son premisas fundamentales. Ello requiere, por un lado, de la prevención de
errores mediante una gestión editorial adecuada para identificarlos y evitarlos. Una vez cometidos, la
implementación de una política de reconocimiento y corrección debe ser transparente, con aclaraciones
concisas, precisas, directas y comprensibles para todos”. También se reconoce que: “el público tiene
derecho a conocer los criterios periodísticos sobre los motivos por los que se publica o no una
determinada noticia. El derecho de los pueblos a estar informados debe ser atendido de modo prioritario,
por encima de intereses económicos, políticos, empresariales, profesionales o sectoriales de cualquier
grupo o persona”. Más información fue recuperada en abril de 2010 de:
http://www.fopea.org/Calidad/Compromiso_de_los_Socios
221
El texto completo del Código de FOPEA fue recuperado en abril de 2010 de:
http://www.fopea.org/index.php/Etica/Codigo_de_Etica
222
La Academia fue fundada en 1987. En el Estatuto de la organización se señala que uno de sus
fines es: “que el ejercicio del periodismo se realice fundado en principios éticos y se manifieste por un
constante ejercicio de la verdad, de la expresión de un pensamiento ecuánime para juzgar los actos
individuales o sociales, y de permanente defensa de los principios republicanos y democráticos fijados en
la Constitución Nacional”. En tanto, en materia de ética, la Academia también cita como referente
normativo al Código de Ética de FOPEA, ya que algunos de sus integrantes forman parte de ambas
asociaciones. Más información fue recuperada en abril de 2010 de:
http://www.academiaperiodismo.org.ar/!menues/etica.htm
223
AAPA fue fundada en 2000 con “el objetivo de reunir a periodistas interesados en la temática
ambiental”. Ese Código de Ética señala, entre otras cuestiones, que: “el deber del periodista consiste en
aumentar la conciencia del público sobre las cuestiones ambientales y en esforzarse por ofrecer una
pluralidad de opiniones al respecto”. Además, se indica que “el periodista no debe ser influido en estos
asuntos por intereses creados, ya sean comerciales, políticos, gubernamentales o no gubernamentales”.
Más información fue recuperada en abril de 2010 de: http://www.periodistasamb.org.ar/index.html y
http://www.cima.org.ar/AAPA.htm
224
Más información fue recuperada en abril de 2010 de:
http://www.grupoclarin.com/content/cp_criterios_04.html
225
El diario La Nación informó de tal acuerdo a través de un editorial que tituló “Autocrítica en acción”.
Allí informaba que los diarios habían invocado en su defensa “las libertades constitucionales de expresión
y de comercio” .Luego de dar cuenta del acuerdo concluía que: “este compromiso público, confirmatorio
de las normas internas que se ha autoimpuesto cada diario, implica un esfuerzo de control importante
para los editores y supone, en ciertos casos, la renuncia a ingresos publicitarios en favor de la coherencia
ética. Desde ese punto de vista, el acuerdo constituye un principio de aplicación de esa autocrítica
constructiva”. Este editorial fue recuperado en mayo de 2010 de:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=438897
165
226
FOPEA manifestó en un comunicado su “preocupación por la publicación de avisos vinculados al
proxenetismo y la trata de personas en los medios gráficos”. En tal sentido se señaló la contradicción de
“de medios de comunicación que, en su definición editorial y su construcción noticiosa, colaboran con la
denuncia de estas formas modernas de sometimiento pero, al mismo tiempo, favorecen desde sus
páginas de publicidad la expansión del negocio de la prostitución” (2010, 5 de julio). Este comunicado
tuvo repercusiones positivas: dos medios (La Mañana de Neuquén y El Tiempo de Pergamino) decidieron
“discontinuar la publicación” de este tipo de avisos (2010, 28 de julio). En tanto, que el sitio periodístico
Diario sobre diarios (DsD) informó que igual decisión había sido tomada por los directivos de La Arena de
La Pampa, La República de Corrientes y El Diario de la República de San Luis. (2010, 3 de agosto 3 y 5
de octubre). Más información fue recuperada en junio de 2010 de:
http://www.fopea.org/Inicio/Preocupacion_por_la_publicacion_de_avisos_vinculados_al_proxenetismo_y_l
a_trata_de_personas_en_los_medios_graficos
227
Tal es el caso, por ejemplo, de los diarios 20 Minutos y ADN, en España. En 2007 el director de 20
Minutos, Arsenio Escolar, anunció que “no publicarían más anuncios de prostitución”, reaccionando así al
pedido que el Congreso de Diputados de ese país había hecho a la prensa. “Ha sido una decisión
empresarial difícil y una decisión profesional y ética muy sencilla”, dijo Escolar (2007, Febrero 21). Más
información fue recuperada en mayo de 2010 de:
http://blogs.20minutos.es/arsenioescolar/post/2007/02/21/-20-minutos-suprime-anuncios-contactos-
sexuales
228
El texto del decreto N936/2011 fue recuperado en julio de 2011 de:
http://www.boletinoficial.gov.ar/DisplayPdf.aspx?s=BPBCF&f=20110706
229
En este texto FOPEA señala, entre otras cuestiones, que los periodistas deben “tratar de esquivar
la censura y la autocensura”, “defender el pluralismo”, “investigar a fondo a los candidatos”, “informar
sobre el detrás de escena” y “sobre quién es el verdadera autor de la información difundida”, “presentar
bien las encuestas”, “convertir en noticia la falta de propuestas de un candidato”, “representar a toda la
sociedad” y “evitar cubrir la campaña en forma rutinaria”. Más información fue recuperada en abril de 2010
de:
http://www.fopea.org/Recursos/Biblioteca_Virtual/Documentos/Recomendaciones_para_la_cobertura_elec
toral
230
FOPEA recomendaba “a los medios de comunicación y a los periodistas informar con
responsabilidad” sobre el tema “a fin de evitar el pánico, la estridencia innecesaria y la morbosidad”. Para
ello incluía en ese documento “una lista de fuentes y recursos a nivel local e internacional a las que se
puede recurrir para mejorar la calidad informativa”. Más datos fueron recuperados en abril de 2010 de:
http://www.fopea.org/Comunicados/2009/Recomendaciones_de_Fopea_a_periodistas_y_medios_de_com
unicacion_sobre_la_Gripe_A
231
La Red PAR (Periodistas de Argentina en red por una comunicación no sexista) fue fundada en
2006 y se encuentra integrada por “130 periodistas mujeres y varones que trabajan por la erradicación de
cualquier tipo de violencia de género, por la visibilización de la condición social de las mujeres y por la
igualdad de oportunidades entre varones y mujeres”. El documento fue recuperado en abril de 2010 de:
http://www.redpar.com.ar/Internet_Services/images/Decalogo%202010.pdf
232
En tal texto se señala que “es responsabilidad de los comunicadores informarse para después
informar”. Por ello, el documento ofrece respuesta a preguntas frecuentes, glosario y contacto con fuentes
vinculadas al tema. También insta a los periodistas a “aludir a las personas trans respetando su identidad
de género, lo mismo que para cualquier otra persona”. Esto significa que “una persona que se identifica
con el género femenino debe ser aludida mediante el género gramatical femenino en sustantivos,
adjetivos, artículos y pronombres”.
La guía fue recuperada en febrero de 2011 de:
http://www.agmagazine.info/downloads/falgbt_guia_para_comunicadores_sobre_identidad_de_genero.pdf
233
Periodismo Social es una asociación civil surgida en 2003 con el propósito de “promover y facilitar la
inclusión de las organizaciones de la sociedad civil como una voz de peso en los medios”. A éstos últimos
recomienda “claves para el tratamiento periodístico” de temáticas como “Niñez y Adolescencia, Derechos
Humanos, R.S.E., Educación, Sexismo, Desarrollo Sostenible y Pobreza”. Las “Guías para escribir sobre
infancia y educación” y sobre “chicos, delito y después” se encuentran comprendidas en el informe
titulado “El encierro mediático. Cómo hablan los medios sobre los chicos con conflicto con la ley penal”
(2009). Este documento fue recuperado en julio de 2011 de:
http://www.unicef.org/argentina/spanish/Monitoreo2008.pdf
166
234
El Decálogo fue recuperado en julio de 2011 de:
http://www.unicef.org/argentina/spanish/Diptico_Decalogo-calidad.pdf
UNICEF también ha generado en los últimos años otras “herramientas de interés para periodistas”. Por
ejemplo, “Principios éticos para informar acerca de la infancia” o las “Recomendaciones a tener en cuenta
en una entrevista” con niños. Más información recuperada en julio de 2011 de:
http://www.unicef.org/argentina/spanish/1.Principios_eticos_para_informar_acerca_de_la_infancia(2).pdf y
http://www.unicef.org/argentina/spanish/2.Entrevistar_a_los_ninos_y_ninas.pdf
235
Señala Noceda que “en algunos medios de difusión todavía existen mitos, prejuicios y tabúes
sobre esta temática. Cuando un tema referido a la discapacidad se plantea en una reunión de producción
periodística, no es raro escuchar frases como las siguientes: “Este tema no es noticioso”, “De eso no se
habla”, “Mejor hablemos de cosas lindas” y “Pero eso no tiene rating”. Si el periodismo se capacita en esta
temática podrá reflejar mejor estos aspectos y transmitirlos con mayor precisión a la sociedad”. Este
documento fue recuperado en abril de 2010 de: http://www.afsca.gob.ar/web/Varios/Estudios/libro2.pdf
236
Más información fue recuperada en junio de 2010 de:
http://www.msal.gov.ar/htm/Site/noticias_plantilla.asp?Id=2026
237
Este texto fue recuperado en abril de 2010 de:
http://www.inadi.gov.ar/uploads/cuadernillos/vih_sida.pdf
238
El 24 de octubre de 2002, el padre del actor Pablo Echarri, Antonio, fue secuestrado. La guardia
periodística en la puerta de la casa y las versiones que difundieron algunos medios acerca de la supuesta
muerte de Antonio en el cautiverio, motivó un pedido desesperado del actor a la prensa, a quien reclamó
“piedad” y un “manto de silencio”. Finalmente, Echarri fue liberado el 31 de octubre tras el pago de un
rescate. La cobertura de tal caso motivó la crítica y la autocrítica de algunos periodistas. Así lo hizo, por
ejemplo Osvaldo Pepe en Clarín (2002, Noviembre 8). Su artículo titulado “Medios y fines” señaló que: “el
caso Echarri parece confirmar la urgencia de echar una descarnada mirada hacia el interior de nuestras
tareas cotidianas y funciones en la sociedad. De ensayar una autocrítica sincera y despojada de prejuicios
corporativos”. El texto completo fue recuperado en abril de 2010 de:
http://www.clarin.com/diario/2002/11/08/o-02301.htm La revista Veintitrés, en tanto, también trató la
cuestión a la que dedicó una tapa con el título “Maldita prensa” (2002, 14 de noviembre).
239
El programa periodístico de investigación Telenoche Investiga (Canal 13) presentó en octubre de
2002 el testimonio de menores que denunciaban haber sido abusados por el sacerdote Julio César
Grassi, quien era el titular de una fundación que administraba hogares para niños y adolescentes en
situación de riesgo. En 2009 Grassi fue condenado a 15 años de prisión. El caso también generó
polémicas en la prensa ya que algunos medios y periodistas tomaron partido a favor del sacerdote.
Ernesto Tenembaum señalaba al respecto en la revista Veintitrés: “en esta historia hay, como siempre en
las estadísticas, gente que se arrastra por un reportaje, que da un teléfono a los secuestradores, que se
encolumna con un abusador, que es repudiada por un secuestrado, que cobra sobres debajo de la mesa.
Y otros que no” (2002, Noviembre 14).
240
En marzo de 2004, y tras tres días de agonía por los golpes recibidos al caer desde un balcón,
murió el periodista Juan Castro de 33 años. La polémica surgió por la cobertura que la prensa dio a su
agonía y a su funeral, pero sobre todo por la difusión que un programa de espectáculos y una revista
hicieron de de e-mails personales de Castro. La familia de éste denunció ante la justicia la violación de su
intimidad. El periodista Pablo Sirvén, de La Nación, se refirió al “tratamiento recatado” dado por su medio
a la noticia pero, en cambio, calificó de “patológicamente morbosa” la manera en la cual lo hizo la
televisión. En el artículo sostenía además: “que la tragedia de Juan Castro sirva a los medios y a través
de ellos al público para reflexionar […] no se debe justificar [que se] revise bajo las sábanas de su cama
y, mucho menos, violentar su correspondencia privada” (2004, 7 de marzo). Este artículo fue recuperado
en marzo de 2004 de: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=579287 En Página/12, en tanto, se
señalaba que “bajo el disfraz de la información algunos medios dieron cátedra sobre cómo impartir moral
desde la desgracia ajena” (Gorodischer, 2004, 7 de marzo). Más información fue recuperada en marzo de
2004 de: http://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-32342-2004-03-07.html
241
El 26 de noviembre de 2006 fue hallada muerta en su casa de Villa Golf (Río Cuarto, Córdoba),
Nora Dalmasso de Macarrón. La víctima había sido estrangulada con el lazo de su bata y se encontraba
desnuda en la cama de su hija. Como señaló el sitio periodístico Diario sobre diarios (2006, 12 de
diciembre): “la cobertura del caso realizada por los matutinos (a la que también se plegó la radio y la TV)
incluyó una gran cantidad de detalles vinculados al sexo. La profusión de datos en este sentido hizo que
algunos de esos mismos medios se cuestionaran o se autoevaluaran en sus propias páginas, en una
167
actitud inusual”. Más información recuperada en diciembre de 2006 de:
http://www.eldsd.com/eldsd/zonadura/2006/diciembre/12-12-2006.htm
En junio de 2007 se imputó al hijo de la víctima por “violación seguida de homicidio”, con lo cual el
caso sumó un elemento más para provocar la atención de la prensa. El modo en el cual se cubrió el tema
provocó un comunicado de FOPEA, en el que se invitaba a “colegas y propietarios de medios a
reflexionar sobre la necesidad de atender con especial dedicación los principios de inocencia de los
ciudadanos no condenados y el debido respeto a la intimidad y privacidad de las personas” (2007, 19 de
junio).
La difusión durante ese mismo mes de fotografías del cadáver de Dalmasso por parte de América
Noticias del canal América, provocó no sólo las amenazas de sanciones por parte del Comité Federal de
Radiodifusión sino además la crítica de otros periodistas. Por ejemplo, desde Página/12 se señaló que la
exhibición de tales fotografías volvía “a poner en el tapete mediático la polémica sobre el derecho a la
intimidad y los límites éticos de la tarea periodística, con un agravante: las imágenes fueron exhibidas a
las 19, en horario de protección al menor” (Respighi, 2007, 29 de junio). La nota completa que se tituló
“Cuando la violación es mediática” fue recuperada en abril de 2010 de:
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-87336-2007-06-29.html Este caso puso en escena,
además, toda una serie de prejuicios que la prensa transmitió acerca de la mujer y de su sexualidad, tal
como lo reflejó el artículo de Vallejo (2006, 15 de diciembre) en Página/12. Más información fue
recuperada en enero de 2007 de: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3065-2006-12-
15.html)
242
El 14 de noviembre de 2009 la familia Pomar, compuesta por un matrimonio y dos hijas pequeñas,
viajaban en su auto rumbo a la localidad de Pergamino, ciudad a la que nunca llegaron. La desaparición
de la familia fue denunciada a la justicia y tuvo amplia repercusión mediática. Durante los 24 días que
duró la búsqueda, los medios publicaron las más variadas hipótesis: secuestro, asesinato intrafamiliar,
relación con el narcotráfico y hasta una relación violenta y de abuso del padre hacia las niñas. Finalmente,
el 8 de diciembre se encontró el auto y los cuerpos de los cuatro integrantes de la familia, quienes habían
fallecido a causa de un accidente de tránsito. Entre las autocríticas que los propios periodistas hicieron
sobre la cobertura se destaca la de Facundo Landívar (2009, 9 de diciembre) en Clarín donde señala:
“fuimos capaces de todo, de las teorías más disparatadas, de las conclusiones más absurdas […] Como
caníbales, nos tiramos sobre Luis Fernando Pomar para destrozarlo a la distancia, en ausencia”. El texto
completo fue recuperado en diciembre de 2009 de: http://www.clarin.com/diario/2009/12/09/sociedad/s-
02058180.htm
También, Roberto Guareschi (2009, 13 de diciembre) publicó una columna titulada “Fracaso y culpa
del periodismo” en Perfil: “fueron medios y periodistas concretos los que cayeron en este error, con
distintos grados de culpa, la mayoría por acción y algunos por omisión: podríamos haber señalado a
tiempo la mala praxis”. Este artículo fue recuperado en diciembre de 2009 de:
http://www.perfil.com/contenidos/2009/12/13/noticia_0005.html
243
El editorial como género que transmite la posición institucional de un medio frente a un tema, fue
utilizado por algunos diarios para referirse a la necesidad de la “autocrítica del periodismo”. La Nación
dedicó al tema varios editoriales. El primero se publicó el 2 de diciembre de 2002 y enumeraba los “vicios
frecuentes” del periodismo actual: “la proliferación de campañas interesadas de prensa, la degradación
del lenguaje, la propensión a rodear cada información de connotaciones escandalosas, el esfuerzo por
alterar determinadas noticias para satisfacer los presuntos gustos del público consumidor [y] el sobre
dimensionamiento intencional de unas informaciones o la minimización deliberada de otras”. Además del
análisis general el diario hacía una promesa: “La Nación no se excluye del deber de realizar su propia
autocrítica y de examinarse a sí misma para verificar en qué medida se ha apartado o no, en cada caso,
de los principios que hace tiempo eligió como pautas”. Dos años después, este diario volvió con el tema al
señalar en otro editorial que “con frecuencia preocupante se recogen críticas severas contra la falta de
seriedad o de rigor de algunos medios. Y hasta algo aún más grave: se acusa a algunos de ellos de
venalidad y de corrupción” (2004, 1 de marzo). Un mes después La Nación insistió con otro editorial
titulado “Debilidades éticas del periodismo” (2004, 11 de abril). Los artículos fueron recuperados en enero
de 2010 de: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=454996
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=577418
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=591342
En tanto, el diario El Cronista hizo lo propio con el editorial “El necesario debate sobre los medios”
donde incluía a la prensa entre las “instituciones” con “responsabilidad de la debacle económica y política”
de 2001 (2004, 24 de febrero, p. 8). Ese mismo año Clarín dedicó un editorial a las denuncias de
sobornos a periodistas hechas por el ex Presidente Fernando de la Rúa (2004, Marzo 2). Más información
fue recuperada en enero de 2010 de: http://www.clarin.com/diario/2004/03/02/o-02402.htm
168
244
Joaquín Morales Solá publicó el 20 de agosto de 2002 en La Nación una columna donde se refiere
a la “corrupción” en el periodismo, a los “pocos medios” que durante el segundo gobierno de Carlos
Menem “resaltaron el tránsito hacia el abismo” y a la “pérdida rápida del rigor y la seriedad” de la
“televisión y la radio en Argentina”. A la vez, Solá preguntaba si estaba “el periodismo en condiciones de
hacer su propia introspección”. Este texto fue recuperado en enero de 2010 de:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=424006
La Nación, también reprodujo la exposición que su periodista, Jorge Fernández Díaz, hizo en una
mesa redonda de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) y que se tituló “Pecados y
virtudes del periodismo” (2005, 7 de junio). En ese artículo, Díaz daba cuenta de la evolución del
periodismo político en Argentina desde los años 90 hasta “la era Kirchner”. Explicaba cómo “el periodismo
político se transformó en la vedette del momento”, cómo se volvió “maniqueo” y “demagógico” y cómo “de
la sana costumbre de investigar se pasó al periodismo de denuncia” en el cual contaba “cuántos
ministros, diputados y concejales” había “derribado” cada periodista. Con la crisis del 2001, según Díaz,
“se perdió independencia periodística” debido a la situación económica de los medios. El artículo cerraba
con la enumeración de los “desafíos que tenemos hoy los periodistas”, entre los cuales se mencionaba a
la “autocrítica”. Más información fue recuperada en junio de 2005 de:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=710685
245
Es llamativo cómo al momento de marcar falencias en los medios la prensa gráfica acusa con
énfasis a la televisión, como si sólo en ese soporte los periodistas cometieran errores.
246
La “Guía para la coberturas de crisis con rehenes” de Radio Mitre puede mencionarse como una
medida concreta adoptada por un medio. Si existieron otras iniciativas, al menos no fueron dadas a
conocer públicamente. En el IV Congreso internacional de FOPEA dedicado a la Responsabilidad Social
de los Medios se recogió, en tanto, las principales críticas que “sectores políticos, sociales, económicos y
culturales” le hacen al periodismo argentino. En este sentido, los principales problemas mencionados
fueron, entre otros, la “extrema facilidad de pasar del caso particular a la generalización”, la “ignorancia
estructural sobre el funcionamiento de algunas áreas específicas del estado”, las “coberturas
reduccionistas de temas públicos de enorme importancia”, la “falta de chequeo de la veracidad y precisión
de la información”, la “tendencia a la estigmatización y a la discriminación” y la “falta de seguimiento” de
los temas (Crettaz, 2010, febrero)
247
Habitualmente el diario La Nación publica bajo el título “Fe de erratas” correcciones de datos
equivocados presentes en ediciones anteriores. Otros medios apelan a columnas firmadas por sus
editores o directores cuando la cuestión lo amerita y en estos casos la admisión del error es acompañada
por un análisis mayor. Clarín ha utilizado en algunas oportunidades la columna titulada “Del editor al
lector” para este fin.
Por ejemplo, con la firma de su Editor General se reconoció que una frase que se le atribuyó a un
embajador nunca existió (Kirschbaum, 2007, 26 de abril). Recuperado en enero de 2010 de:
http://www.clarin.com/diario/2007/04/26/opinion/o-01407241.htm Que se dio por confirmada una
candidatura “sin haber consultado al propio interesado” (Kirschbaum, 2009, 17 de abril). Recuperado en
enero de 2010 de: http://www.clarin.com/diario/2009/04/17/opinion/o-01899868.htm Que la publicación de
una foto de la actriz Brooke Shields desnuda cuando era niña no se “justificaba” y que era “peligrosa” en
un “mundo en el que la pedofilia es una amenaza concreta” (Kirschbaum, 2009, 4 de octubre).
Recuperado en enero de 2010 de: http://www.clarin.com/diario/2009/10/04/opinion/o-02011909.htm O que
“la publicación de correos personales” entre el gobernador de Carolina del Sur y “su amante” argentina
“violaba la intimidad” de tales personas a pesar del “costado público” del caso (Kirschbaum, 2009, 26 de
junio). Recuperado en enero de 2010 de: http://www.clarin.com/diario/2009/06/26/opinion/o-01946684.htm
En otras oportunidades fue el secretario de Redacción, Osvaldo Pepe, quien firmó tales artículos como
aquel en el que el diario tuvo que pedir disculpas a un remisero de quien se había dicho en un título de
primera plana que intentó “violar” a dos pasajeras (2003, 18 de agosto). Recuperado en enero de 2010
de: http://www.clarin.com/diario/2003/08/17/s-606904.htm O cuando debió admitir, tras las quejas de
algunos lectores, que “fue una torpeza” haber revelado datos claves del final de la sexta novela de Harry
Potter (2005, 29 de julio). Recuperado en enero de 2010 de:
http://www.clarin.com/diario/2005/07/29/sociedad/s-04603.htm
También ha firmado este tipo de aclaraciones el editor jefe, Julio Blank, como cuando en nombre del
diario pidió “disculpas a los lectores” por el “error periodístico” de sostener que el Tribunal de La Haya
fallaría en contra de los cortes de ruta que se registraban en Argentina como protesta por la construcción
de fábricas productoras de pasta de celulosa en Uruguay (2007, 24 de enero). Recuperado en enero de
2010 de: http://www.clarin.com/diario/2007/01/24/index_ei.html
En algún caso también los pedidos de disculpas aparecen sin una firma responsable, como cuando
Clarín tuvo que admitir que publicó una “falsa noticia” en la cual daba por muerto a un cantante que en
realidad seguía vivo (2010, 28 de enero). Recuperado en enero de 2010 de:
http://www.clarin.com/diario/2010/01/28/sociedad/s-02128640.htm
169
En tanto, la aceptación de errores también se registran en otros medios: en Página/12, por ejemplo, su
director periodístico Ernesto Tiffenberg, admitió que el medio contradijo su principio de “no meterse en la
cama ni en el placard de las personas” al informar y titular sobre la muerte del propietario de una
productora de televisión con alusiones a su “intimidad” (2004, 24 de mayo). Recuperado en enero de 2010
de: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-35730-2004-05-24.html
Desde el diario La Capital de Rosario, por su parte, Laura Vilche pidió un “mea culpa colectivo” de la
prensa local por reproducir, sin chequear con otras fuentes, un parte policial que señalaba que una pareja
había sido detenida por dar de beber alcohol a su beba de 9 meses en la vía pública. Un examen médico
comprobó que no existían “signos clínicos de intoxicación” en la niña (2008, 30 de agosto). Recuperado
en enero de 2010 de: http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2008/08/30/noticia_5140.html
Otro ejemplo fue el protagonizado por el diario deportivo Olé (Grupo Clarín), el cual pidió “disculpas” a
los lectores por haber publicado como verdadera una foto que en realidad había sido alterada por un
hincha mediante el programa informático PhotoShop. Desde Olé se señaló: “pecamos de ingenuos en un
tema muy sensible. No hay excusa. No es culpa de terceros. Falló nuestra cadena de control” (2009, 13
de mayo). Recuperado en enero de 2010 de:
http://edant.ole.com.ar/notas/2009/05/13/futbollocal/01917104.html
248
La primera columna de Melgarejo fue recuperada en mayo de 2010 de:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1179702
249
En Pauwels (2007) se señala que “si Hornos Paz encarnó el rol del “maestro” de periodismo -que a
la vez que contestaba reclamos de los lectores señalaba cuáles debían ser las características del buen
profesional, con qué criterios se podía juzgar una entrevista y qué tipo de temas faltaban en el diario-, con
Lucila Castro la sección tomó fuertemente el perfil de un consultorio idiomático” dedicado a contestar y a
reflexionar sobre cuestiones de sintáctica, semántica y gramática. El artículo se titula: “La Nación no
debería”: Los reclamos de los lectores al centenario matutino argentino y fue publicado por la revista
Question de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.
Más información fue recuperada en mayo de 2010 de:
http://perio.unlp.edu.ar/question/numeros_anteriores/numero_anterior13/nivel2/editorial.htm
250
Es necesario decir que, esporádicamente, en una de las mini secciones (“Ida y vuelta”) que
integran “Lectores” aparece alguna crítica hacia el medio que, por lo general, es respondida por una
“N.d.R.” (Nota de Redacción). Tales cuestionamientos del público pueden referirse a informaciones
erróneas: “yo sugeriría, amablemente que antes de escribir cualquier cosa sobre las provincias que no
conocen, que se informen. No se puede permitir que sigan siendo los porteños tan ignorantes con el resto
del país” (2009, 2 de agosto). Pueden objetar la elección de un entrevistado: “como lector durante una
década de Clarín me parece una ofensa darle una página a la mamá de Piki, el chico de 16 años con 20
causas penales” (2009, 2 de agosto). O polemizar con la cobertura que el medio ha dado a alguna
decisión del gobierno.
251
En 2010 el diario Crítica de la Argentina interrumpió su salida a raíz de un conflicto en el cual los
trabajadores denunciaron la falta de pago de sueldos. En esa fecha ni Lanata ni Jacoby formaban ya
parte del directorio del medio, el cual había quedado en manos del empresario español Antonio Mata.
252
Diario sobre Diarios (DsD) ha destacado en varias oportunidades el caso de la Defensoría del
lector del diario español El País. En particular tras los atentados terroristas de marzo de 2004 (2004, 23
de marzo). Recuperado en abril de 2004 de: http://www.eldsd.com/eldsd/zonadura/2004/marzo/23-3-
2004.htm También, por la polémica interna que se generó en ese medio a raíz de un editorial sobre
Ernesto “Che” Guevara (2008, 15 de enero). Recuperado en enero de 2008 de:
http://www.eldsd.com/eldsd/zonadura/2008/enero/15-1-2008.htm
170
Capítulo (C8): El Ombudsman en la prensa argentina
Los casos. Investigaciones precedentes. Opiniones sobre el rol del
Ombudsman en los sectores periodísticos.
El Defensor del Público en la Ley 26.522 y en otros proyectos legislativos.
171
muy escasos. Tal vez derivado de las particularidades de la publicación (distribución
gratuita; irregular, a veces ineficiente distribución y baja tirada)”. Sin embargo,
consideró como un “logro” que una figura de este tipo haya “aparecido en una
publicación de la provincia”256 (e-mail, 2010, 13 de junio).
172
Más allá de estos planteos generales sobre el tema, se registran las
investigaciones desarrolladas por quien esto escribe y que dan cuenta, en detalle, de
los casos de medios argentinos que contaron con la figura del Ombudsman. Se trata
de una serie de trabajos realizados durante los dos años de duración de la Carrera de
Especialización en Planificación y Gestión de la Actividad Periodística y la Maestría en
Periodismo de la Universidad de Buenos Aires.
Los mismos dan cuenta de las dos experiencias de Perfil –tanto en su versión de
diario como de dominical- (Pauwels, 2005a y 2007a), de la revista cultural La Maga
(Pauwels, 2006b), de la publicación femenina Luna (Pauwels, 2007c) y de la propuesta
llevada adelante por Radio de la Ciudad (Pauwels, 2005b). En estas investigaciones
se describen las características que tuvieron las gestiones de los Defensores, cuáles
fueron los reclamos más frecuentes que les hizo llegar el público y cómo actuaron los
periodistas ante los cuestionamientos. En el caso puntual de la radio pública de la
ciudad de Buenos Aires se incluyó demás una serie de sugerencias para “consolidar”
la figura del Ombudsman.
Puede citarse también como texto precedente el informe que, para la Fundación
Konrad Adenauer, realizaron las abogadas Cornelia Schmidt y Dolores Lavalle Cobo
(2008) sobre la “visión de los políticos y voceros de prensa acerca del periodismo”. Allí
se menciona una serie de “propuestas” para los medios argentinos entre las cuales
figuran la “autocrítica” y la “incorporación de la figura del Defensor del lector”. También
Martín Becerra (2010, 28 de abril), de la Universidad de Quilmes, realiza una breve
mención del tema en un artículo periodístico dedicado a reflexionar sobre la “ausencia”
de la figura del “editor responsable” en los medios. Señala, en ese texto, que “en la
televisión criolla no hay defensorías del público”.
En tanto, los investigadores extranjeros recién en los últimos años han comenzado
a citar las experiencias argentinas en la materia, lo que se puede deber a la escasez
de estudios locales y a la casi nula presencia de los Defensores de este país en la
Organization of News Ombudsmen258 (ONO). El español Maciá Barber (2006 pp. 97-
114) incluye alguna referencia al diario Perfil de 1998 mencionando el trabajo de
Pauwels (2005a). Los chilenos Bersezio Pavez y Manosalva Rodríguez (2006) dan
cuenta de la experiencia del Defensor del Oyente de Radio de la Ciudad, basándose
en otro artículo de Pauwels (2005b). Esta investigación también es citada por la
venezolana Pineda (2006) y por el libro mexicano “Propuestas de indicadores para un
periodismo de Calidad (2007).
Finalmente, en 2010, la revista “Diálogos de la Comunicación” de la Federación
Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS) publicó un
artículo de Pauwels (2010, septiembre) referido al caso de la revista Luna y la
173
Organization of News Ombudsman hizo lo propio con otra investigación de la misma
autora dedicada a las Defensorías del público en América Latina. Tal texto incluyó un
anexo en el que se detallan los casos que surgieron en la región entre 1989 y 2010 y
donde se mencionan, por supuesto, las experiencias argentinas (Pauwels, 2010, julio)
174
En tanto, Jorge Fontevecchia, dueño de la editorial Perfil también reflexionó acerca
de la causa por la cual la revista Noticias no tiene Ombudsman, cuando sí ha existido
tal función en otros medios de su misma empresa. Señaló al respecto que “a fines de
los ´80”, cuando surgió la revista, “no teníamos conciencia de eso”. La del
Ombudsman, agregó, fue una “costumbre que se empezó a difundir a mediados de los
´90” (2009, 26 de septiembre).
En materia televisiva también aparecen objeciones. En un trabajo de alumnos del
Instituto Grafotécnico (2004, 12 de noviembre) se registran las opiniones de Francisco
Mármol de Telefé y Alfredo Kurchan de América TV, “director de contenidos” y
“productor general”, respectivamente, de los noticieros de esos canales. El primero
manifestaba que en esa emisora “el servicio de atención y respuesta al televidente no
existe y ni siquiera se plantea, porque su rentabilidad real social es interpretada como
un estorbo”. Mármol, de origen español y con experiencia en medios de ese país
como Antena 3, planteaba como objeción a la figura del Ombudsman que “es casi
imposible conseguir alguien independiente y con ascendente sobre los verdaderos
responsables del canal o periódico”. Por su parte, Kurchan, declaraba no creer “que en
un futuro cercano” la figura del Ombudsman sea incorporada a los servicios
informativos de la televisión. Como causa señalaba la propia resistencia de los
colegas: “en nuestro país no se si existen profesionales dispuestos a aceptar que otros
profesionales juzguen o contradigan sus trabajos” debido al “narcisismo” y a “la falta
de un colegio” de periodistas.
En tanto, otra mirada sobre la cuestión ha sido aportada por algunos periodistas,
quienes se han manifestado a favor de este tipo de mecanismo de autorregulación.
A nivel colectivo quienes integran FOPEA han sugerido explícitamente “la creación
de figuras como las del Defensor del lector”. Lo han puesto de manifiesto a través del
documento titulado “Parámetros de calidad relativos a la actividad periodística” (2008),
en el cual sostienen que este tipo de mecanismo de autorregulación es “fundamental
dentro de la responsabilidad social que tienen los medios”. Tal propuesta fue incluida
también en los “16 puntos”260 que FOPEA presentó ante los legisladores que debatían
el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En este sentido, la
organización periodística sugirió que “la ley disponga que cada medio designe un
Defensor del oyente o del televidente” (2009, 9 de septiembre).
En tanto, el periodista Daniel Santoro, ex presidente de FOPEA, también se ha
expresado a favor, al señalar que los medios que “no produzcan sus códigos de ética,
sus estándares profesionales y no apuesten a figuras innovadoras como los
defensores de lectores entrarán en una lenta pero inexorable agonía” (2007).
175
Otro de los periodistas que ha opinado sobre el tema ha sido Orlando Barone
(2004), quien en una clase del taller “Cómo leer los diarios (o cómo dejar de ser un
lector vulnerable)” -que se dicta a través de Internet- mencionó el caso del diario Perfil
como “el mayor intento” de implementar en el país la figura del Defensor del lector.
Barone definió al Ombudsman como “el especialista consagrado por la misma
empresa a hacer de tribunal sobre las faltas del diario”. Se trata de “un fiscal
autorizado”, agregó, para advertir luego acerca del “recelo” que provoca en los
redactores, quienes “se sienten injustamente juzgados cuando se les plantean errores,
ya no solo de idioma, sino de concepto, de geografía, históricos [y] morales”.
176
Por último, resulta llamativo que algunos medios o periodistas argentinos se
ocupen de destacar lo que hace un Ombudsman en la prensa extranjera, pero que no
utilicen la oportunidad para dar cuenta de lo poco que se hace localmente en materia
de autorregulación. Rasgo que se ha encontrado presente tanto en medios públicos
como privados.
Por ejemplo, en ocasión de la visita al país de Ian Mayes, por entonces Defensor
del lector (Readers Editor) del diario inglés The Guardian, Clarín le dedicó una nota
donde éste explicaba los beneficios del cargo. Sin embargo, en ningún momento se
buscó relacionar el tema con la realidad argentina. Sólo, y a modo de justificativo, el
autor del artículo señaló: “…la experiencia del defensor del lector no ha funcionado en
otros países donde los diarios se comunican con su audiencia a través de las cartas
de lectores y la fe de erratas…”262 (2006, 10 de marzo).
Situación similar ocurrió en el noticiero Visión 7, de la Televisión Pública. Allí la
“analista de medios” del informativo, Mariana Moyano, dedicó su intervención a relatar
varias de las actuaciones que ha tenido el Defensor del lector del diario español El
País. Moyano dijo que los “lectores argentinos” deberían sentir “envidia” por no contar
por aquí con una figura similar que es “un ejemplo de la democracia informativa”.
Agregó que los diarios locales sólo ofrecen espacio para “cartas de lectores o fe de
erratas” en las que “aparecen detalles muy chiquititos”263 (2009, 21 de julio). En el
comentario, Moyano obvió mencionar la existencia de un Ombudsman en el diario
Perfil. Tampoco dijo nada sobre la falta de este tipo de figuras de autorregulación en
los medios radiales, televisivos y de agencia de noticias que integran el sistema
público nacional.
177
actuar de oficio por si y/o en representación de terceros” y que “se expresará a través
de recomendaciones públicas a los titulares, autoridades o profesionales de los
medios de comunicación”266. En tanto, el artículo 20 establece que el titular de la
Defensoría “será designado por resolución conjunta de ambas Cámaras, a propuesta
de la Comisión Bicameral de Promoción y Seguimiento de la Comunicación
Audiovisual”, que ejercerá el cargo “por cuatro años” con posibilidad de renovación
“por única vez”, que “no podrá tener intereses o vínculos con los asuntos bajo su
órbita” y que “podrá ser removido por incumplimiento o mal desempeño de su cargo
por el Congreso de la Nación”267.
Como se observa, el Defensor del Público se asemeja a la figura del Defensor del
Pueblo que actúa a nivel político-administrativo. La participación del Poder Legislativo
en su designación y en el seguimiento de sus funciones lo alejan del concepto de
autorregulación de la prensa. Si se tiene en cuenta experiencias internacionales, el
perfil del Defensor del Público en Argentina es similar al extinto cargo del Inspector de
la Ética del Periodista que se creó en Lituania en 1996 y que documenta Maciá
Barber268 (2006 pp. 148-150).
Es pertinente mencionar que, antes de la sanción de la ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual, existió en la Cámara de Diputados un proyecto para que el
Defensor del Pueblo también tuviera competencias en cuestiones vinculadas a todo
tipo de medios de comunicación. La iniciativa (N de expediente 4525-D-2006 con
Trámite Parlamentario N 109 de fecha 14/8/2006) fue presentada por el legislador
Alfredo Atanasof (Peronista Federal-Buenos Aires) y proponía una modificación de la
ley 24.284 -de creación del Defensor del Pueblo-.
178
autorregulación del periodismo, ya que subrayaban el “carácter voluntario” en la
adopción de la figura del Defensor u Ombudsman.
Los diputados Alicia Tate (UCR-Santa Fe), Guillermo Amstutz (PJ-Mendoza),
Susana García (ARI-Santa Fe), Gracia Jaroslavsky (UCR-Entre Ríos), Silvina Leonelli
(UCR-Córdoba), Inés Pérez Suárez (Eva Perón-Capital Federal), Federico Pinedo
(Compromiso para el Cambio-Capital Federal) y Patricia Walsh (Izquierda Unida-
Capital Federal) fueron autores de un proyecto de ley (N de Expediente: 3374-D-04 y
Trámite Parlamentario 69 fechado el 9/6/2004) que proponía que “se instituya el
ombudsman o defensor de la información en los medios de comunicación”.
En el mismo se precisaba que la implementación de la figura sería “de carácter
voluntario y exclusivo de cada medio de comunicación”, que éstos deberían contar con
“un código de ética interno” que sería “dado a conocer al público” y que, una vez
elegidos, los Defensores podrían actuar “de oficio o a petición del interesado”, con el
propósito de resguardar “los criterios de veracidad, exactitud, imparcialidad y equilibrio
de la información”. En cuanto al perfil del Defensor se precisaba que debía ser un
“ciudadano argentino, nativo o por opción” con “probada trayectoria y antecedentes
profesionales en la práctica comunicacional”.
Es de destacar que este proyecto, en sus fundamentos, incluye una crítica a los
propietarios de los medios por no poner en práctica tal figura de autorregulación. Es
así como se señala que “lamentablemente en Argentina, el Ombudsman ha sido
sistemáticamente negado por los grupos empresariales de la comunicación, que lo
califican de innecesario y de atentatorio contra la libertad de prensa. Discusión que
evidencia la interferencia existente entre los intereses estrictamente comerciales y los
profesionales”.
Por otro lado, y con origen de la Cámara de Senadores, existió otro proyecto de ley
firmado por Norberto Massoni de la UCR-Chubut (Expediente 2660-S-2004 de fecha
26/08/2004 y reproducido por el Expediente 0543-S-2006 de fecha 17/3/2006). A
diferencia de las anteriores iniciativas limitaba la figura a los medios gráficos y definía
al “Defensor del Lector” como el encargado de “controlar la conducta ética del medio
que representa, efectivizar las respuestas requeridas por los lectores y resolver
eventuales conflictos con los destinatarios de las informaciones”.
En cuanto a los criterios de elección del Ombudsman este proyecto era más preciso
que los anteriores. Indicaba que los candidatos debían “cumplir con los requisitos
establecidos por el Estatuto profesional del periodista argentino”, que será el “director
del diario” el encargado de escogerlo, que su actividad será “remunerada” al nivel de
un “jefe de redacción” y que su período de trabajo sería de “dos años renovables
indefinidamente”
179
Al igual que el proyecto de Diputados identificado con el expediente 3374-D-04, la
iniciativa de Massoni subrayaba que la adopción de tal figura de autorregulación sería
voluntaria y que el Defensor podría actuar “a solicitud de cualquier lector o persona
involucrada o por iniciativa propia”.
Sin embargo, este proyecto presentaba un llamativo “beneficio” para aquellos
medios que decidieran ofrecer a su público tal interlocutor. Se trataba en concreto de
“incentivos fiscales”. Es así como se precisaba que “las ventas, compras, locaciones y
prestaciones de servicios necesarios para desarrollar la actividad del medio gráfico,
tendrán una reducción en la alícuota del IVA del 4 % del vigente” y que se aplicará
además una “reducción del 4 % de la alícuota del IVA, conforme lo previsto por el
artículo 7º de la Ley de IVA y sus modificatorias, a las operaciones de importación que
realizaren los beneficiarios en el marco de su actividad”.
257
Sin embargo hay algunas imprecisiones en los datos que aporta. Amado Súarez señala que la
Defensoría en La Maga se extendió entre 1991 y 1997 y no menciona a quienes ocuparon el cargo. En
realidad, como se documenta en otra investigación (Pauwels, 2006b), la revista La Maga designó como su
primer Ombudsman a Carlos Abrevaya el 29 de abril de 1992 y como su segunda Defensora a Adriana
180
Lazzeretti, quien se desempeñó como Defensora entre 1994 y 1996. En cuanto al caso de la revista Luna,
Amado Suárez no precisa fechas y sólo menciona a Clara Fontana como responsable de la función. Sin
embargo, como se señala en otro análisis (Pauwels, 2007c), Fontana no fue ni la primera ni la única
Defensora en Luna. Quien inauguró el cargo en 1997 fue Cecilia Absatz y recién en 1998 lo hizo Fontana.
En cuanto a Perfil, Amado Suárez menciona la existencia del Ombudsman en ese diario en 1998 pero sin
dar cuenta de quién actuaba como tal. En Pauwels (2005a) se describe detalladamente la gestión de Abel
González al frente de esa sección en Perfil.
258
Perfil fue el único de los medios argentinos que se asoció a la ONO, aunque con interrupciones.
Generalmente los investigadores a nivel internacional recurren a los listados de esta organización al
momento de consignar en qué países se han puesto en práctica este tipo de cargos.
259
Respuesta a una pregunta de la autora de esta Tesis realizada durante el II Congreso Nacional e
Internacional del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) titulado “Estándares profesionales e indicadores
de calidad periodística” (2007, 30 de noviembre).
260
El texto completo fue recuperado en septiembre de 2009 de:
http://www.fopea.org/Inicio/La_posicion_del_Foro_de_Periodismo_Argentino_frente_al_proyecto_de_Ley_
de_Servicios_de_Comunicacion_Audiovisual
261
Nudler hizo esa presentación en el Congreso luego de denunciar que, el diario Página/12 en el cual
trabajaba, había “censurado” un artículo que involucraba en manejos pocos claros a algunos funcionarios
del gobierno de Néstor Kirchner. Más información fue recuperada en abril de 2004 de:
http://lavaca.org/notas/el-caso-nudler-cronica-de-una-censura/
262
El artículo fue recuperado en junio de 2011 de: http://v10.clarin.com/diario/2006/03/10/sociedad/s-
04802.htm
263
El video de Visión 7 fue recuperado en junio de 2011 de: http://www.youtube.com/watch?v=8ezym-
rt9Xg
264
Sin embargo, a julio de 2011, aún seguía sin ser designado el primer Defensor del Público.
265
El texto completo de la ley fue recuperado en mayo de 2010 de:
http://www.comfer.gov.ar/web/ley26522.pdf
266
También deberá “llevar un registro” de los reclamos recibidos, realizar su “seguimiento”, “publicar
sus resultados”, presentar ante la Comisión Bicameral “un informe anual”, convocar “a audiencias públicas
en diferentes regiones del país” y “proponer modificaciones de normas reglamentarias”.
267
Serán requisitos para ser elegido Defensor los mismos contemplados para integrar la Autoridad
Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual. O sea, “alta calificación profesional en materia de
comunicación social y poseer una reconocida trayectoria democrática y republicana, pluralista y abierta al
debate y al intercambio de ideas diferentes” (Art. 14)
268
Maciá Barber deja en claro que el de Lituania era un “modelo intervencionista” que “estaba
supeditado a las instituciones políticas”. El “Inspector” era designado por el Parlamento “a propuesta de la
Comisión de Ética de los Periodistas y Editores” y debía presentar informes ante el Poder Legislativo una
vez al año. Su financiamiento estaba “a cargo de los presupuestos generales del Estado”. En este caso su
competencia incluía también a los medios escritos. Sin embargo, tal como señala este autor, se trató de
una institución “efímera” ya que sólo funcionó como tal durante cuatro años (2006 pp. 139-144).
181
(D) ANÁLISIS DEL CORPUS
182
A sólo tres meses de estar en la calle, La Maga –cuyo nombre aludía al famoso
personaje de Julio Cortázar en la novela Rayuela (Ulanovsky, 1997 p. 364)- dejó de
editarse temporalmente. La causa fue explicada a los lectores en la tapa de la edición
del 12 de diciembre de 1991: “…seguir sin estar preparados para crecer hubiera
significado arriesgar la independencia y, con ella, las esperanzas de muchos jóvenes
que se iniciaron en el periodismo con esta revista…” (1991, 12 de diciembre).
Como se observa, que la revista estuviera realizada por nuevos profesionales era
presentada como la garantía de su independencia. Tal argumentación volvió a
reiterarse en ocasión del lanzamiento de la revista en el interior del país, el 13 de
mayo de 1992: “…el 95% de la redacción está compuesta por egresados de la
Escuela/Taller y son ya profesionales que reciben un salario digno por su tarea. Pero
como ex alumnos son también testigos insobornables y la mejor garantía que se
puede tener contra cualquier tipo de manipulación informativa…” (1992, 13 de mayo).
Los lectores acompañaron esta propuesta: de los dos mil quinientos ejemplares
vendidos del primer número, se pasó en 1992 a una tirada semanal de 20 mil con un
promedio de ventas de 16 mil. Este crecimiento fue acompañado por un aumento en la
cantidad de páginas y por la incorporación de más secciones como Ecología,
Psicología, Chicos, Universidad y Entretenimientos (1992, 23 de septiembre).
En los inicios de 1994 Carlos Ares dejó la dirección para pasar a ocuparse de
nuevos proyectos de la editorial. El reemplazante fue Carlos Ulanovsky, quien al
asumir, definió el crecimiento y la permanencia de La Maga como “un milagro,
teniendo en cuenta que la formación de los grandes holdings periodísticos está
transformando la actividad” (1994, 2 de marzo). Dos años después, Ulanovsky dejó el
cargo. En esa oportunidad volvió a destacar el carácter diferencial de la revista: “…es
alternativa en su elegida austeridad gráfica, en el enfoque de su gestión […] en su
modo de editar […] en su decisión de no eludir temas que la necesidad de una
instalación más reposada aconsejaría omitir…” (1996, 18 de julio).
Pero el prestigio que había ganado la revista no alcanzó para “equilibrar las
cuentas” y en 1997 la sociedad de periodistas que administraba La Maga decidió
vender la propiedad a cambio de garantizar las fuentes de trabajo. Según explicó
Carlos Ares a los lectores en un artículo del 2 de julio, “prácticamente se iba a ceder
todo lo hecho a una empresa de capitales españoles cuando apareció un lector (el
empresario Daniel Lalín) que se enteró de las dificultades económicas” y prometió
ayuda.
Los inconvenientes financieros de la revista también fueron la oportunidad para
remarcar por qué La Maga se distinguía del resto de la prensa. En este sentido, Ares
afirmó: “…las grandes empresas producen un periodismo industrial que gana fortunas
183
sobre la base de la fe pública y es cada vez más portavoz de los grupos de poder que
controlan la economía. Ellos administran la libertad de expresión de todos en su
exclusivo beneficio. La Maga no sólo sobrevivió en esa selva, sino que además se dio
el gusto de enseñar algunas cosas que otros copiaron…” (1997, 2 de julio).
Lalín se quedó inicialmente con el cincuenta por ciento de la sociedad pero luego
completó la adquisición de las acciones y el 6 de mayo de 1998 relanzó la revista con
el objetivo de “convertirla en la mejor publicación de cultura, rock y deportes del país”
(Reinoso, 1998, 19 de febrero). La apuesta no duró mucho, el 28 de septiembre del
mismo año La Maga cerró definitivamente ya que “las ventas no superaron los dos mil
ejemplares”. Según informó el diario La Nación, en ese entonces, quedaban sin
empleo “30 trabajadores de planta y 20 colaboradores” (1998, 29 de septiembre).
184
Más allá de esto, se destacaban -por su ubicación, relevancia y espacio- tres
secciones. La primera denominada “Actualidad” que ofrecía notas sobre asuntos de
discusión del momento referidos a la política, la economía, los casos policiales o la
educación. La segunda, ocupada por el Dossier, el cual desplegaba la “investigación
periodística” que se anunciaba en la tapa y que remitía generalmente al análisis de
conflictos vinculares, a problemáticas sexuales, a temas de debate social, a cuestiones
de salud e incluso a propuestas de emprendimientos para mejorar la economía
familiar. Finalmente, y con una ubicación estratégica en la página 7, porque aparecía
detrás del sumario abriendo cada edición, se encontraba la columna de la “Defensora
de las lectoras”.
La propuesta de Luna fue bien recibida por el público que agotó los 175 mil
ejemplares de la edición inicial, lo que fue catalogado por el propio medio como “un
récord” que “marcaba un hito en la historia de las revistas argentinas”. La clave del
éxito, según explicaron, radicó en presentarse claramente como “la primera revista de
actualidad para la mujer”, lo que implicaba la promesa de ofrecer “información actual,
veraz y exclusiva” (1997, 11 de abril).
En 1999 la publicación fue distinguida por la Unión Cívica Radical (UCR) por
“contribuir a la paridad entre los sexos”. Al recibir el premio, la editora general de Luna,
Elena Massot dijo que “la revista nació con la intención de ampliar el espacio de las
mujeres y salir de lo convencionalmente femenino”. Destacó además que “a lo largo
del siglo hubo otros productos que cumplieron con ese objetivo, pero ninguno fue
masivo. Luna se convirtió no sólo en [el medio] líder en el ámbito de las revistas
femeninas sino también en el sector de las publicaciones de interés general” (1999, 26
de marzo).
Más allá de los contenidos es necesario recordar que Luna reforzó la fidelidad de
sus lectoras a través de la entrega de “regalos” (libros, cosméticos, accesorios) que
estuvieron presentes en gran parte de su existencia, que se prolongó hasta el 6 de
septiembre de 2002, fecha en la cual dejó de circular.
185
pinceladas de aquel Perfil de 1998, que con un inesperado “hasta pronto” dejó tanto a
los lectores como a los propios periodistas con el sabor de la promesa incumplida.
Cuando el director de Perfil y dueño de la editorial de revistas homónima, Jorge
Fontevecchia, firmó en la contratapa del matutino el fin de aquella experiencia dijo que
el diario –con su “excesiva cantidad de texto, poca emotividad, racionalismo y
exagerado pluralismo”- había sido “poco adecuado” para el país de entonces, que “la
neutralidad informativa todavía no resultaba digerible masivamente” y que la venta
promedio de algo más de 46 mil ejemplares mensuales demostraba que no “cautivaba”
a la cantidad necesaria de lectores.
Fontevecchia cerró esa despedida con una nueva promesa, la de “un futuro
encuentro” (1998, 31 de julio). En las entrevistas que dio en aquel convulsionado
momento en el que de un día para otro se quedaron sin trabajo 256 personas270,
declaró que “a lo mejor” era “un iluso” pero que quería “fundar un nuevo diario en dos
años” (M.A.S, 1998, 6 de agosto).
La “reencarnación”, como el mismo Fontevecchia la llama, se produjo “7 años y 42
días después” (2005, 11 de septiembre). El 11 de septiembre de 2005, Perfil
reapareció –no ya como diario sino como dominical- y las referencias en ese número
inicial de la segunda etapa a las causas del fracaso que lo precedió no pudieron faltar.
Hugo Asch describió al Perfil del ´98 como “prepotente, provocador, soberbio, capaz
de incluir columnas que lo criticaban con ferocidad o de editar notas que espantaban a
anunciantes”. La vuelta del 2005, señalaba, insistía en “la misma fórmula, la misma
idea” (2005, 11 de septiembre).
Con un formato prácticamente idéntico a su antecesor (cuya tapa instala dos
temas principales: uno a través de la foto apaisada que se ubica debajo del logo y otro
por medio de un título destacado), con un suplemento de investigación llamado “El
Observador”, además de otros de espectáculos, deportes y reportajes y, sobre todo,
con un plantel de columnistas con trayectoria en el periodismo (Magdalena Ruiz
Guiñazú, Jorge Lanata, José Eliaschev y Víctor Hugo Morales, entre otros), Perfil
apostó a partir de 2005 a que esta vez sí fuera “su momento”.
La ventas comenzaron con una tendencia creciente: de los 33.366 que registró en
noviembre de 2005 pasó a 60 mil en abril de 2006 (Fontevecchia, 2006, 2 de abril). Sin
embargo, la falta de publicidad proveniente del gobierno nacional, hizo que el periódico
denunciara ante la justicia que la administración de Néstor Kirchner lo discriminaba por
ser un medio opositor y que, a la vez, presionaba a los anunciantes privados para que
tampoco pauten avisos. Situación que provocaba en Perfil “enormes costos de todo
tipo” (Fontevecchia 2006, 21 de mayo).
186
En agosto de 2006 el periódico anunció que, haciéndose eco de la carta de un
lector271, creaba un fideicomiso “donde personas físicas o jurídicas, nominal o
anónimamente, pudieran aportar dinero con un fin específico: comprar páginas de
publicidad en el diario Perfil para fundaciones u obras de bien público que sustituyeran
a la publicidad oficial” (Fontevecchia, 2006, 6 de agosto).
En tanto, el 3 de noviembre de 2007 Perfil comenzó a editarse también los días
sábados, con lo cual se constituyó a partir de entonces en un periódico de fin de
semana.
En cuanto a las ventas, y según un informe elaborado por Diario sobre Diarios
(DsD) con datos del Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), Perfil tuvo en su
ediciones dominicales un promedio anual de ejemplares de: 61.385 (2006), 67.229
(2007), 61.229 (2008) y 54.743 (2009). En tanto que la edición de los sábados registró
durante 2008 un promedio anual de 22.804 ejemplares y de 23.805 en 2009 (DsD,
2010, marzo). En 2011, los números mostraban cifras en baja272 (DsD, 2011, agosto).
En cuanto al discurso editorial se advierte en el Perfil de 1998 una insistencia en
marcar su apego a la ética como forma de superar “el pensamiento acrítico” que había
caracterizado “a varias generaciones de periodistas”. El diario, que se presentaba a sí
mismo como “un mensaje de cambio” prometió “publicar sin censura toda información
relevante, que haya sido debidamente confirmada y tenga interés periodístico” 273
(Fontevecchia, 1998, 9 de mayo). Este principio no sólo se plasmó en la primera
contratapa firmada por el director sino que formó parte del Código de Ética que debió
aceptar cada integrante de la redacción y que se dio a conocer a los lectores (1998, 10
de mayo).
Con la reaparición de Perfil en 2005 se volvió a recordar al público tales promesas
y el Código de la primera etapa, contenido en el libro denominado “Cómo leer el
diario”, nuevamente se puso a consideración de los lectores. Llevando por título “El
compromiso continúa”, se transcribieron en la edición del 11 de septiembre de 2005
los 18 artículos que lo componen.
187
Niní Marsahall, Enrique Santos Discépolo, Aníbal Troilo, Atahualpa Yupanqui, Irma
Córdoba y Roberto Escalada, fueron sólo algunos de los artistas que encontraron en
esta radio su lugar de expresión.
Al ser una emisora pública, no pudo estar ajena a los vaivenes políticos, y en 1951,
argumentando falta de presupuesto, el gobierno peronista interrumpió sus
transmisiones, que serían retomadas recién en 1958.
Distintas gestiones, con mayor o menor acierto, se sucedieron en la radio desde
esa fecha, acompañando cada cambio en el signo político que gobernaba la
municipalidad. Pero sin duda, si hay un quiebre en la historia de esta emisora es el
que fue dado por la quita de la frecuencia 710, la cual le había permitido tener una
excelente calidad de emisión y un notable alcance.
El 1 de junio de 1994 argumentando que era necesaria la reducción de los gastos
en la administración de la ciudad, el gobierno de Carlos Menem decidió otorgar a
empresarios privados la explotación de esa ubicación en el dial. Si bien se sucedieron
distintos reclamos legales, finalmente el 31 de diciembre de 1997 esta emisora pública
debió entregar la 710 y aceptar una frecuencia, la 1110, que presenta dificultades para
ser sintonizada en distintos barrios porteños. Tal problema es uno de los factores que
incide en su baja audiencia. Según datos de la empresa IBOPE correspondientes al
período febrero-abril de 2010, Radio de la Ciudad se ubicaba en el noveno puesto de
las preferencias de la audiencia, muy por debajo de las radios privadas e incluso de
otra emisora pública, Radio Nacional274.
Finalmente, y en cuanto a su discurso institucional, la radio pública de la ciudad se
definía en 2010 en su sitio web como una emisora “integradora, respetuosa de las
diferencias, abierta y receptiva, donde conviven distintas expresiones y opiniones”.
Asimismo subrayaba cuáles eran las “virtudes” que como radio pública debía poseer:
“calidad, confiabilidad, seriedad, neutralidad y pluralidad”275.
188
La `primera en animarse a tales planteos fue la revista La Maga en 1992. Tal
publicación no sólo tuvo el mérito de haber implementado una figura hasta ese
momento desconocida en los medios locales, sino que además tal propuesta fue
acompañada por una agenda editorial, que se plasmó en distintas secciones, y que
mantuvo constante el debate sobre los excesos de la prensa y la necesidad de la
autorregulación276.
El periodismo, según la visión de La Maga, no podía sentirse excluido de las
acusaciones de corrupción que, en la década del ´90, recibieron distintos sectores de
poder de la sociedad. En este sentido, la revista abordó en reiteradas notas las
presiones y lobbies de las empresas periodísticas para conseguir beneficios y
cuestionó a algunos periodistas a nivel individual por escalar posiciones y mejorar su
pasar económico sin preguntarse mucho acerca de la ética de sus acciones.
Al mostrar las falencias de su propio “gremio”, La Maga intentó alejarse de una
actitud corporativa, tal como lo explicó Carlos Ares a esta investigación: “…entre los
periodistas se encubren con una consigna de contenido mafioso que circula en las
redacciones: no hagamos periodismo de periodistas. Es decir, no digamos nada de lo
que hacen los otros porque mañana se ocuparán de nosotros…” (e-mail, 2006, 9 de
mayo).
En La Maga el debate sobre los excesos de la prensa no permaneció sólo en el
nivel de la crítica, sino que paralelamente instó a los pares a la autorregulación como
forma de mejorar la calidad del periodismo, pero también como una salvaguarda ante
las presiones de un poder político que amenazaba con elevar las penas por calumnias
e injurias o con crear mecanismos de control de la actividad periodística. Es así como
las páginas de La Maga mostraron ejemplos de autorregulación de los medios a nivel
internacional, testimonios de especialistas, opiniones de los colegas a favor pero
también en contra e iniciativas incipientes para ese entonces como los manuales de
estilo de Radio América, Clarín o La Nación.
En este contexto no apareció como extraña la propuesta de la Defensoría de
Lectores, porque la misma era coherente con ese espíritu de autocrítica que La Maga
le pedía al periodismo argentino en general y porque ese “servicio” se convertía en
una marca más que apoyaba su apuesta por ser un medio diferente del resto.
Los casos que cronológicamente le sucedieron, Luna y Perfil –ambos con la
particularidad de integrar la misma editorial- mostraron un discurso similar, aunque con
una crítica más incisiva a los colegas en el diario que en la revista.
Desde Luna se explicó que crear una Defensoría de lectores constituía una “osada
actitud”, que además era “delicada” debido a “la falta de antecedentes” en “los medios
argentinos”. Los diarios “más avanzados y exitosos del mundo”, se señaló, “comienzan
189
a instalar como una necesidad y un lujo la presencia del Ombudsman” porque implica
una “postura ética” y un “acto de autocrítica” (Absatz, 1997, 4 de abril). En esta
comparación entre la prensa local y la extranjera se subrayó el retraso de la primera
con respecto a la segunda en materia de autorregulación, lo que planteado en esos
términos le permitió a Luna no sólo criticar a los otros medios sino revalorizar aún más
su propuesta.
Perfil, por su parte, fue incisivo en su crítica con respecto a los otros medios
argentinos desde su mismo lanzamiento en 1998. Tanto la campaña que acompañó su
salida a la calle como la primera contratapa que firmó su director, Jorge Fontevecchia,
transmitieron tal postura. En las publicidades de aquel entonces Perfil afirmaba que
con su aparición en el mercado editorial por fin la verdad sería dicha. “Donde dice...
debió decir...”, fue el pie utilizado para cuestionar la forma en la cual los otros medios
habían dado cuenta de personajes y hechos históricos277. Fontevecchia coincidió con
tal mensaje en su artículo inicial al indicar que era necesario superar “el pensamiento
acrítico” que había caracterizado “a varias generaciones de periodistas”. Como
ejemplos concretos de la ruptura con los modelos periodísticos cuestionados, Perfil se
presentó como “el primer diario del país” que tenía “un Ombudsman y un Código de
Ética” que “firmaron todos los integrantes de la redacción y los accionistas” (1998, 9 de
mayo).
En Radio de la Ciudad, en tanto, la crítica al resto de la prensa surgió de los
entrevistados a los que se dio “aire” en el programa del Defensor del oyente, con la
particularidad de ser ellos también periodistas y escritores278. Además, el hecho de
remarcar que su Defensoría era la “primera” de la radiofonía argentina y que esta
iniciativa formaba parte de “la defensa de los intereses comunitarios y la participación
ciudadana”279 también constituía una forma de identificar a la emisora pública con
propuestas y valores que no se encontraban en otro lugar del dial.
190
Ombudsman data de 1970- fue mencionado por los medios argentinos como un
precedente de relevancia.
191
1.4 Denominación
En tanto, y al momento de definir qué tipo de denominación utilizar para referirse a
este mecanismo de autorregulación, los medios argentinos apelaron tanto a la
expresión sueca “Ombudsman” como a la española “Defensor”.
Es así como La Maga utilizó el nombre Ombudsman mientras el cargo lo
desempeñó un hombre, pero luego optó por Defensora cuando la elegida fue una
mujer. Luna y Radio de la Ciudad prefirieron identificar el cargo con una expresión
propia del idioma local y por eso tuvieron, respectivamente, Defensora de lectoras y
Defensor del oyente. En tanto que Perfil, tanto en su etapa de 1998 como en la que
empezó en 2005, eligió la denominación sueca Ombudsman con la que este cargo se
conoce a nivel mundial.
1.5 Fundamentos
Ahora, al momento de instaurar la figura del Ombudsman o Defensor, ¿cómo
explicaron los medios argentinos en qué consistía la propuesta?.
En algunos casos tal explicación la asumió institucionalmente el medio -como en La
Maga y Perfil-, en otros fue su primer/a Defensor/a el encargado de clarificar los
conceptos –como ocurrió en Luna y Radio de la Ciudad-. Más allá de esto desde los
cuatro medios se coincidió en dar un marco histórico a la cuestión. O sea: informar
acerca del origen político y administrativo de esta función en Suecia, del significado de
la palabra Ombudsman, de la evolución y extensión de esta figura hacia otros países y
ámbitos de actuación y de su relación con el Derecho a la Información.
Es así como desde Perfil se señaló que en 1810 “el gabinete sueco tuvo una
ocurrencia luminosa. Nombró a un funcionario –cuyo trabajo sería independiente del
gobierno- para que asumiera la defensa de los derechos ciudadanos” (Perfil, 1998, 9
de mayo). Desde Luna se aclaró que Ombudsman era una palabra sueca que
significaba “representante” y que tal función existía en distintos ámbitos (ciudades,
universidades, consumo, empresas) para “investigar las quejas que formulaba la
gente” ante “estructuras cuyo poder los supera” (Absatz, 1997, 4 de abril). La Maga,
por su parte, dio cuenta de la existencia del Ombudsman que actúa en la prensa de
Suecia desde 1969 como “receptor de quejas, pedidos de aclaraciones, denuncias y
reclamos acerca de la actividad periodística” (1993, 24 de noviembre). En tanto que
desde Radio de la Ciudad se explicó que la iniciativa de la Defensoría buscaba “hacer
respetar el Derecho a la Información” contemplado “en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos”, en el “Pacto de San José de Costa Rica” y en la “Constitución
Nacional” (Jelen, 2005, 11 de marzo).
192
En cuanto a las tareas encomendadas a los Defensores, los cuatro medios
subrayaron el hecho de que serían los encargados de recibir los cuestionamientos del
público acerca de su contenido.
Desde La Maga se dijo que el Ombudsman “canalizaría las quejas e inquietudes de
los lectores acerca de la tarea de los periodistas” (1993, 24 de noviembre). Luna dio
ejemplos de aspectos a cuestionar: “…una información que considere incorrecta o un
dato equivocado, si algo en el tono de una nota le pareciera inadecuado, discutible
desde el punto de vista ideológico o francamente reprochable…” (Absatz, 1997, 4 de
abril). Perfil indicó que, además de “responder reclamos”, el Ombudsman tendría la
“responsabilidad de criticar públicamente al diario” y de “velar por el cumplimiento del
Código de Ética” (1998, 9 de mayo). Desde Radio de la Ciudad, en tanto, se explicó
que el propósito del Defensor era el de ser un “mediador”, un “puente que le permita al
oyente pedir rendición de cuentas” y a la vez una “garantía de que su reclamo será
oído” (Jelen, 2005, 11 de marzo).
En cuanto a las atribuciones de los Defensores se hizo hincapié en la labor de
investigación que sigue a la recepción de un reclamo y en la independencia que deben
tener frente a los otros integrantes del medio.
Desde La Maga se explicó que el Ombudsman era “imparcial” y que ante una queja
debía “darle la oportunidad al periodista cuestionado de presentar sus explicaciones”
(1993, 24 de noviembre). En Luna se afirmó que la Defensora respondería a las
“inquietudes” del público “con completa independencia” (Absatz, 1997, 4 de abril).
Perfil se refirió a las garantías que le daba a su Ombudsman, el cual “no podría ser
relevado del cargo como consecuencia de sus críticas” (1998, 9 de mayo). En Radio
de la Ciudad, finalmente, la misma cortina del programa definía al Defensor como
quien “hace valer el derecho” de los oyentes y en función de eso “se anima a decir
todo sin pelos en la lengua”. Sin embargo, se aclaraba que no era una “defensa
indiscriminada a ultranza” ya que, en ocasiones, “los oyentes reclaman atinadamente”
pero a veces “el reclamo es injustificado o carece de sustento” (Jelen, 2005, 11 de
marzo).
193
No existió en los casos argentinos aquí estudiados un medio que optara por un
profesional totalmente ajeno al ambiente periodístico, aunque algunos de los elegidos
contaban además con títulos universitarios o terciarios en otras disciplinas (por
ejemplo, en filosofía o en medicina).
Al momento de presentar a los Defensores, cada medio hizo hincapié en sus
trayectorias periodísticas, en sus formaciones académicas o en sus producciones
culturales. Un modo de expresar que los elegidos para el cargo dominaban tanto la
teoría como la práctica.
Desde La Maga se dijo, por ejemplo, que su primer Ombudsman, Carlos Abrevaya,
ejercía el periodismo desde hacía “20 años”. Luego, enumeró los medios gráficos,
radiales y televisivos en los que trabajó280, su rol de “guionista de historietas y director
creativo publicitario”, su labor docente en la Universidad de Lomas de Zamora y su
autoría del libro “Medios locos”, un “ensayo sobre medios de comunicación y
democracia” (Tijman, 1992, 29 de abril). Las referencias laborales en materia
periodística también estuvieron presentes cuando la revista presentó a Adriana
Lazzeretti, su segunda Defensora, aunque está vez el énfasis estuvo puesto en sus
credenciales académicas. Sobre sus trabajos previos se informó acerca de su labor en
las revistas Carta de Negocios y Carta de Publicidad. En cuanto a sus estudios se
indicó que era “egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires e integrante del programa de investigación sobre ética aplicada” de esa
casa de estudios281 (1994, 27 de abril).
Luna, en tanto, destacó de Cecilia Absatz, la primera Defensora de lectoras, su
experiencia como “periodista y escritora”282 (1997, 11 de abril). De Clara Fontana, la
sucesora en el cargo, se prefirió subrayar su rol de “profesora de filosofía” e
“investigadora” acerca de los “Estudios de Género”, tanto en el Museo Roca como en
la Universidad de Buenos Aires (Absatz, 1998, 6 de febrero). No hubo mención en esta
oportunidad de la trayectoria de Fontana en el terreno periodístico283.
Perfil, por su parte, definió a Abel González, su primer Ombudsman, como “un
profesional de larga experiencia en el medio”284 (1998, 9 de mayo). Mientras que el
propio director de la editorial, Jorge Fontevecchia, abundó en detalles acerca de la
trayectoria de Nelson Castro y de Andrew Graham-Yooll, los periodistas que también
ocuparon el cargo.
De Castro285, se subrayó su graduación “con diploma de Honor en la Facultad de
Medicina”, sus comienzos en el periodismo deportivo, su “amplia formación en radio”,
su “especialización en Periodismo Político” en Estados Unidos y la autoría de libros
como “Los últimos días de Eva” y “Enfermos de poder” (2007, 9 de diciembre).
194
De Graham-Yooll286, se afirmó, que contaba con un “currículum sin fisuras” que
incluía el hecho de haber sido “secretario de Redacción del diario Buenos Aires Herald
entre 1966 y 1976”. De esa época se resaltó, además, su labor en la defensa de los
derechos humanos y su exilio “tras dos juicios y varias amenazas”. También se aludió
a su experiencia en diarios extranjeros como los ingleses Daily Telegraph y The
Guardian y a los “28 libros” que escribió en inglés y en español (Fontevecchia, 2007, 8
de diciembre).
Finalmente, Radio de la Ciudad, en la información institucional que brindaba su sitio
web en 2006 destacaba el hecho de que su Defensor, Guillermo Jelen287, era un
“integrante” de la emisora. Un modo de subrayar el conocimiento del elegido acerca de
la dinámica interna del medio. Tal aspecto fue reiterado en una nota que publicó el
diario La Nación sobre el tema y en la cual se hacía referencia a “los 18 años de
trayectoria” de Jelen como locutor y al hecho de ser, además, “la voz institucional” de
la emisora pública de la ciudad (Petti, 2004, 24 de octubre).
195
del juego”: “se dejan coimear”, “violan expedientes judiciales, sobornan a testigos, pagan información”, en
síntesis, que “pasan por arriba de normas de conducta que no están escritas pero que se han transmitido
en el oficio de generación en generación” (1996, 4 de diciembre).
277
Por ejemplo, cuando la prensa habló de “la mano de Dios” para calificar el gol de Maradona en un
Mundial, según Perfil debió haber dicho con todas las letras que se trataba de “un tiro libre para
Inglaterra”; cuando durante la última dictadura los medios se referían al gobierno como ”Proceso de
Reorganización Nacional” para la publicación de Fontevecchia debió calificárselo como “Proceso de
exterminio sistemático” o cuando en esa misma época se sostenía que los argentinos éramos “derechos y
humanos” se “debió decir: 30.000 desaparecidos”. La campaña también incluyó referencias a la actuación
de la prensa en gobiernos democráticos como los de Alfonsín o Menem. Un análisis sobre esta campaña
y las críticas que recibió pueden leerse en el suplemento de los diez años de Perfil (2008, 10 de mayo).
278
Un análisis crudo sobre la actualidad de los medios hizo Mempo Giardinelli, quien consideró que el
periodismo argentino “está sumido en la apología de la ignorancia y la bestialidad” y que “los grandes
diarios que determinan o influencian lo que la gente puede llegar a conocer están completamente
supeditados al interés empresario, generalmente vinculado a los gobiernos” (2005, 10 de junio). Cecilia
Absatz, cuestionó a los periodistas “que al igual que a los artistas en estado de divismo les cuesta mucho
la autocrítica” (2005, 15 de abril). Gastón Recondo, pidió a los colegas “honestidad a la hora de
comunicar”, “no esconder información para orientar la opinión de la gente” y “ser más cautos a la hora de
referirnos a ciertos temas” (2005, 22 de abril). Finalmente, Norma Morandini, criticó a quienes desde el
periodismo “contribuyen a crispar a la sociedad” usando “palabras devaluadas”, agravios e insultos (2005,
12 de agosto).
279
Presentación institucional de la radio en su página web correspondiente al año 2005.
280
La Maga detalló los antecedentes profesionales de Abrevaya en diarios como Clarín y Página/12 y
en revistas como Satiricón y Humor. En cuanto a las radios mencionó su paso por Excelsior, Belgrano,
Del Plata, Municipal y La Red y en materia televisiva su labor en ATC y América TV (Tijman, 1992, 29 de
abril). Abrevaya falleció el 8 de julio de 1994, a los 45 años. La Maga le dedicó su contratapa. Allí Carlos
Ulanovsky recordó que Abrevaya durante su vida “realizó tareas poco comunes”, entre ellas, la de
“defensor del lector” (1994, 13 de julio).
281
Consultada para esta investigación acerca de sus antecedentes periodísticos y académicos,
Lazzeretti señaló: “me desempeñé como docente de Filosofía en la UBA desde 1984 hasta 2004. Desde
1986 trabajo en Editorial Dossier, una editora de publicaciones especializadas en marketing, publicidad y
comunicaciones”. En 2006 su cargo era el de jefa de redacción de la revista semanal Carta de Publicidad
y responsable de contenidos de la editorial. También ejercía como profesora titular de Deontología
Periodística en la carrera de Periodismo de la UCES (e-mail, 2006, 7 de mayo).
282
Al ser consultada para esta Tesis, Absatz contó acerca de sus estudios en Filosofía (UBA), de sus
trabajos en publicidad y de sus comienzos en el periodismo en la revista Status, de Miguel Brascó. Allí se
desempeñó en cargos jerárquicos (Secretaria de Redacción, Subdirectora y Directora). Luego escribió
para otras revistas como Claudia, Vosotras y Siete Días. En 1998 fue la editora del suplemento de
Espectáculos del diario Perfil (entrevista, 2007, 6 de septiembre). También publicaron sus columnas La
Nación Revista, Para Ti y Noticias. Ha formado parte, además, de programas de radio y de televisión y se
destaca por su producción como escritora: “Féiguele y otras mujeres” (cuentos, 1976), “Té con canela”
(novela, 1982), “Los años pares” (novela, 1985) y “¿Dónde estás, amor de mi vida, que no te puedo
encontrar?” (novela, 1995). Su ensayo, “Mujeres peligrosas”, obtuvo el Premio Municipal de Ensayo
(1994/1995). En 2009 publicó “Elogio de la delgadez”. Más datos sobre su trayectoria fueron recuperados
en agosto de 2010 de: http://www.editorialplaneta.com.ar/descripcion_autor/10000
283
Clara Fontana indicó a esta investigación que su “formación en periodismo se dio con la práctica”
ya que sus estudios universitarios fueron en Filosofía (entrevista: 2008, 8 de enero). Su currículum abarca
experiencia en radios (Belgrano, Excelsior y Rivadavia), en revistas (Estrellas, Antena, Imagen, Gente, 7
Días, Gente de Cine y Sur) y en televisión (ATC). Es autora del libro “María Luisa Bemberg” y de la obra
“El baile de las sirvientas”. Fue, además jurado del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Más
datos fueron recuperados en enero de 2008 de: http://www.cronistasdecine.org.ar/content/view/23/43/
284
González ha ocupado puestos directivos en diarios (en Clarín como Jefe de Información General y
en La Razón como Prosecretario general de redacción) y en revistas (en Siete Días como director, en La
Semana como subdirector y el mismo cargo en Conozca Más). También trabajó en las Radios Continental
y Municipal y es autor de varios libros: “Historias del hampa argentina” (CEAL); “Anécdotas del turf
argentino” (CEAL); “La fin del mundo, una crónica del centenario” (CEAL), “Guía de restaurantes
porteños” (Capital Intelectual) y “Elogio de la berenjena” (Ediciones B-Vergara), que obtuvo el premio al
196
mejor libro de literatura y gastronomía 2001 Feria Internacional de Perigueux, Francia. (e-mail, 2007, 5 de
septiembre).
285
Nelson Castro egresó de la Escuela Superior de Periodismo del Círculo de Periodistas Deportivos
de Buenos Aires en 1975. Realizó luego un Master de Especialización en Periodismo Político en Estados
Unidos tras obtener la Beca del World Press Institute. En 1984 ganó por concurso la conducción del
programa “Convocatoria” de Radio Municipal de Buenos Aires, en 1987 fue contratado por Radio El
Mundo y en 1993 pasó a Radio del Plata, donde estuvo a cargo del ciclo “Puntos de vista”. En 1994
comenzó su labor en la televisión por cable con el programa “En la mira” (CVN) y en 1998 fue contratado
por la señal Todo Noticias (Grupo Clarín) para conducir “El juego limpio”. En 2011 continuaba a cargo de
ese ciclo televisivo, además de otro radial en Mitre. Ha participado como panelista en distintos foros
internacionales y ha ganado premios como los otorgados por el New York Festivals (1991, 1992, 1996 y
1997) y “Rey de España” (1994). Es además autor del libro “Enfermos de poder”, que analiza el historial
clínico y el contexto político de diez presidentes argentinos de todas las épocas. Más información fue
recuperada en agosto de 2010 de: http://www.cema.edu.ar/cgc/ncastro.html
Además, y según una encuesta realizada en junio de 2006 por la consultora Equis, a cargo del
sociólogo Artemio López, Nelson Castro se ubicaba entre los tres periodistas más creíbles de Argentina,
detrás de Jorge Lanata y Santo Biasatti (M.D., 2006, 11 de junio). En tanto, otro relevamiento impulsado
por el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) efectuado en 2005 entre 282 trabajadores de prensa lo
ubicó como el periodista “más respetado”. Más datos fueron recuperados en agosto de 2010 de:
http://www.fopea.org/Etica/Encuesta_sobre_Periodismo
286
Según cuenta Graham-Yooll en su propio sitio web, ingresó a la redacción del diario Buenos Aires
Herald en 1966. En 1976 partió al exilio con su familia y residió en Londres durante 18 años. Se ha
desempeñado en las redacciones de The Daily Telegraph (1976-77) y en The Guardian (1977-84) y fue
director de las revistas británicas South (1985-88) e Index on Censorship (1989-1993) todas en Londres.
En 1993 fue nombrado Fellow en Wolfson College, en la Universidad de Cambridge. A su regreso a la
Argentina en 1994 fue designado director y luego presidente del directorio del diario Buenos Aires Herald.
Se retiró del cargo en diciembre 2007. Los libros de Graham-Yooll incluyen “Memoria del Miedo” (1981),
“Pequeñas Guerras Británicas en América Latina” (1983), “De Perón a Videla” (1989), “Goodbye Buenos
Aires” (1998), “Rosas visto por los ingleses” (1998) y “La colonia olvidada, Tres siglos de ingleses en la
Argentina” (1981). En el 2002 fue condecorado con la Orden del Imperio Británico por la corona británica.
Más información fue recuperada en agosto de 2010 de: http://www.andrewgraham-yooll.com.ar/
287
Además de contar con el título de Locutor Nacional, Guillermo Jelen es licenciado en Comunicación
Audiovisual. En radio se ha desempeñado como conductor y locutor de artística. Trabaja también en FM
Aspen (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
197
Capítulo (D2): Organización y funcionamiento de las Defensorías
Normativas propias. Elección y duración de los mandatos. Recursos,
dedicación y espacio de trabajo. Preparación para el cargo. Rutinas.
Actuación de oficio. Actividades de extensión.
198
función y cuando ésta ya había perdido espacio en la programación. Al tratarse de una
radio pública, que está bajo la órbita del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, tal documento se formalizó en una disposición oficial (N 35/GCABA/LS1/06) que
fue aprobada el 21 de noviembre de 2006. En la misma se señaló la intención de
“reglar los aspectos básicos de la figura”, la cual funcionaba desde 2004 “de manera
informal, esto es sin acto administrativo”.
El texto oficial definió la función del Defensor como aquel que debe “atender
quejas, reclamos, dudas y sugerencias de los oyentes sobre los contenidos
periodísticos, artísticos y técnicos” y “propiciar un tratamiento de la información acorde
con las reglas éticas y profesionales del periodismo”. También fijó la forma de elección
(“mediante convocatoria a concurso interno”) y la duración del mandato (por “dos años,
prorrogables por un período igual”).
En cuanto a las garantías, la disposición indicaba que el Defensor tendría “total
autonomía e independencia”, que estaba habilitado para intervenir “por iniciativa
propia” y no sólo “a instancias de los oyentes”, que podía proponer “sugerencias y
recomendaciones” tanto “a la Dirección General como a cualquiera de las áreas de la
radio” y que tendría “un espacio dentro de la programación y/o en los sitios de Internet
de las emisoras” para expresarse.
Sobre las obligaciones, se hacía referencia al deber de quien ocupara el cargo de
presentar “un informe anual”, de mantener el carácter “confidencial” de las
investigaciones hasta tanto exista una “resolución pública”, de no “descalificar el
trabajo del plantel de la radio” y de otorgar “siempre” a las “personas afectadas” el
“derecho de ser escuchadas”.
Los dos casos restantes funcionaron sin reglas propias, al menos, puestas por
escrito. Señala Adriana Lazzeretti que en La Maga “no había un estatuto” para el cargo
ni tampoco un código de ética para la redacción (e-mail, 2007, 9 de septiembre). El
“marco normativo para mi función”, explica, “fueron las normas más frecuentes
aceptadas en los códigos y manuales de estilo” a nivel mundial (e-mail, 2006, 7 de
mayo). El ex director de esa revista, Carlos Ares, aporta al respecto que “existió la
idea” de hacer un código, pero que finalmente no se redactó. Sin embargo, indica que
utilizaban como referente en esa materia al “libro de estilo del diario El País” de
España (e-mail, 2006, 10 de mayo).
En cuanto a Luna, cuenta Cecilia Absatz, que “todo fue de palabra” y que “en ese
momento no había manual de estilo en la editorial ni ningún código”. En la revista,
señala, “ninguno de nosotros teníamos experiencia” acerca de la Defensoría, así que
todo “lo íbamos ensayando a medida que lo hacíamos” (entrevista, 2007, 6 de
199
septiembre). En la etapa de Clara Fontana tampoco se formalizaron tales normas
(entrevista, 2008, 8 de enero).
Ahora, ¿cómo evalúan los representantes argentinos la importancia de que existan
reglas explícitas vinculadas al trabajo de las Defensorías del público?.
Tres de los periodistas consultados coincidieron en marcar que es imprescindible
para la función contar con pautas conocidas por todos.
Abel González, el primer Ombudsman de Perfil es terminante al señalar que “no
puede existir un Defensor sin una normativa que reglamente su función”. Además,
considera que “la existencia de un código de ética es fundamental” y que en Perfil tal
material “era de lectura obligatoria” para los periodistas (e-mail, 2007, 5 de
septiembre).
Nelson Castro, del mismo diario, coincide. Dice que es importante que “la
descripción del cometido” del Ombudsman sea “algo orgánico, conocido por todos” y
que además debe existir un “código normativo” con los “criterios éticos del diario” que
funcione como un “parámetro común”. Caso contrario, advierte, “todo se reduce a
decir: a mi me parece, a mi no me parece” (entrevista, 2008, 17 de junio).
Guillermo Jelen, por su parte, al iniciarse como Defensor en Radio de la Ciudad no
contó con “ninguna herramienta que lo regulara”. Fue él mismo quien debió redactar e
impulsar tal reglamentación, la cual –como ya se señaló- se aprobó recién en 2006. Al
ser consultado sobre si vivió esta situación como una carencia y si cree que la
existencia de normas compartidas hubiera mejorado su desempeño y la colaboración
de los periodistas, Jelen responde sin dudar: “absolutamente, sí” (e-mail, 2007, 20 de
septiembre).
En tanto, Lazzeretti de La Maga y Graham-Yooll de Perfil, si bien admiten la
importancia de un código como orientación para la función, no se muestran tan
terminantes. La primera, señala que “no” sintió “la falta” de reglas propias en la revista
porque “hay cuestiones que tienen consenso en general sobre la ética del periodismo”.
“El problema real”, agrega, “no es la definición de códigos sino la observancia de las
normas” (e-mail, 2006, 7 de mayo). Graham-Yooll califica de “esencial” la existencia de
un código de ética pero aclara que “no se trata de los diez mandamientos” sino de un
“catálogo que uno consulta cuando hay alguna duda” (entrevista, 2008, 19 de
diciembre).
200
Además, también se plantea quiénes deben intervenir en su designación: si se trata de
una potestad del director o del editor o si otros actores (como los periodistas o el
público) pueden participar en el proceso de selección del candidato.
En este sentido los casos argentinos muestran distintas variantes. Predomina el
modelo externo, o sea, la elección de un Defensor que al momento de ser designado
no estaba trabajando para ese medio. A la vez que se impone la figura del Director
como aquel encargado de definir el nombre del elegido, tanto sea en forma directa
como de selección dentro de una serie de candidatos. En dos de los casos se observa
la realización de un concurso (externo en La Maga e interno en Radio de la Ciudad),
con postulación voluntaria para el cargo y en sólo uno de ellos la opinión de la
redacción aparece consultada.
La revista La Maga, la primera en tener esta figura de autorregulación en Argentina
ha sido, en este sentido, el medio que más democratizó la elección del Ombudsman.
Fue la única que planteó un concurso abierto a la sociedad y la votación de los
periodistas para designar a uno de los candidatos que se postulaban.
El 18 de marzo de 1992 La Maga publicó un aviso en el cual convocaba “a todos
los profesionales interesados en realizar la tarea” de Ombudsman “a mandar sus
antecedentes”. La función, se explicó, sería la de “responder los reclamos de los
lectores” (1992, 18 de marzo). El 1 de abril se reiteró la búsqueda agregando dos
informaciones significativas: por un lado, se aclaraba que el Defensor iba a ser elegido
“por el voto secreto de la redacción” y por el otro, que su tarea sería “absolutamente
independiente de la dirección” (1992, 1 de abril).
A fines de ese mes la revista dio a conocer los resultados del concurso. Anunció
que el elegido por el voto mayoritario, “entre once postulantes, todos profesionales de
los medios, periodistas, docentes de comunicación y especialistas en el tema”, había
resultado ser Carlos Abrevaya (Tijman, 1992, 29 de abril).
Un año después, y tras la renuncia de Abrevaya en abril de 1993, La Maga
emprendió la búsqueda de otro Ombudsman y este hecho mereció un lugar destacado
en la contratapa. En esa nota se mencionaba, al igual que se hizo en la elección
anterior, que se trataba de una convocatoria abierta a “todos aquellos interesados en
cumplir la función”, aunque establecía como requisito “tener experiencia en la labor
periodística” (1993, 24 de noviembre). Finalmente, el 27 de abril de 1994 la revista
anunció que “entre los 21 postulantes que enviaron sus cartas” la redacción había
elegido a Adriana Lazzeretti (1994, 27 de abril).
En Luna, en tanto, fue su director Carlos Andaló quien eligió directamente a las
Defensoras. Absatz y Fontana coinciden en señalarlo como quien les ofreció el cargo
(entrevistas, 2007, 5 de septiembre y 2008, 8 de enero). La diferencia entre ambas
201
radica en que la elección de Fontana se corresponde con el modelo de tipo interno. O
sea, que formaba parte del staff de la revista en el momento de ser designada como
Defensora. Cuenta Fontana al respecto: “yo ya hacía en Luna la columna de Filosofía.
Todos los integrante de la redacción sabían cuáles eran mis ideas, así que les pareció
razonable que la Defensoría la hiciera yo” (entrevista, 2008, 8 de enero)
En Perfil, los tres Defensores eran ajenos a la empresa en el momento de ser
designados, aunque uno de ellos sí había tenido vínculo laboral en el pasado. Se trata
de Abel González, el primer Ombudsman del diario, quien había ocupado el cargo de
subdirector de la revista La Semana de esa editorial. A diferencia de Castro287 y
Graham-Yooll, quienes refieren haber sido convocados directamente para el cargo por
Jorge Fontevecchia (director de Perfil), en la elección del Ombudsman en 1998 hubo
una “lista” de candidatos de la que finalmente se seleccionó a González. El periodista
así lo cuenta:
Daniel Pliner [uno de los subdirectores en 1998] elaboró una lista de diez
periodistas veteranos, de los cuales, y luego de una deliberación con
Fontevecchia, se eligió una terna. La plana mayor del diario entrevistó a cada uno
de los postulantes. Los finalistas habíamos ocupado altos cargos en publicaciones
de gran circulación. Luego de tres entrevistas fui elegido como Ombudsman (e-
mail, 2007, 5 de septiembre)
Radio de la Ciudad, por su parte, apeló al modelo interno. Esto es, que convocó a
los empleados de la emisora que estuvieran interesados en ser Defensor del oyente a
postularse para el cargo. Señala al respecto Carlos Ulanovsky, quien dirigía la radio en
2004, que “se abrió una especie de concurso interno al que podía presentarse sólo el
personal de planta o contratado” y se recibieron “no más de ocho” candidaturas.
Finalmente, agrega, “se eligió a Jelen, por antecedentes y por intuición” (e-mail, 2007,
4 de diciembre).
Ahora, y recordando que el puesto de Ombudsman o Defensor tiene, por lo
general, un tiempo de ejercicio limitado con el propósito de garantizar la independencia
y autonomía de quien lo ejerce, se encuentra en la experiencia argentina que aquellos
casos que carecieron de normativas escritas para la función tampoco fijaron tales
parámetros temporales.
Es así como Lazzeretti refiere que en La Maga “la duración del cargo no fue
especificada” (e-mail, 2007, 30 de septiembre) y Absatz señala con respecto a Luna
que la permanencia en el rol de Defensora “no estuvo fijada de antemano” (entrevista,
2007, 5 de septiembre).
Perfil sí explicitó tales límites en el Estatuto de su Ombudsman, aunque con
diferencias en las dos etapas de vida de ese periódico. En 1998 se fijó un mandato de
“un año” con posibilidad de prórroga (1998 p. 267). En tanto, que la segunda edición
202
de su código de ética que data de 2007 establece “un período de dos años que podrá
ser prorrogado” (2007 p. 199).
En cuanto a la Defensoría de Oyentes de Radio de la Ciudad, Jelen diferencia una
primera etapa “experimental” que coincide con el surgimiento de la función y en la cual
“la Dirección fijó un plazo de un año renovable por otro período igual” y otra que
comienza tras la “creación del Estatuto”, en la cual el mandato se amplía “a dos años
renovables por otros dos” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
Mas allá de tales parámetros formales, ¿cuánto tiempo ejercieron la función los
Defensores argentinos y por qué causas dejaron los cargos?. En cuanto al primer
aspecto pueden diferenciarse tres grupos: González (Perfil) y Absatz (Luna) lo hicieron
por menos de un año. Abrevaya (La Maga), Fontana (Luna) y Castro (Perfil) no
superaron los dos años. Mientras que Lazzeretti (La Maga), Graham-Yooll (Perfil) y
Jelen (Radio de la Ciudad) sobrepasaron esa última marca288.
Sobre el abandono de la función aparecen distintas explicaciones: Abrevaya adujo
“motivos personales” y, si bien no se abundó en detalles, tal decisión pudo haber
estado relacionada con los problemas de salud que llevaron a su fallecimiento el 8 de
julio de 1994 cuando sólo tenía 45 años de edad (La Maga, 1993, 21 de abril).
Absatz y Castro dejaron de ser Defensores por causas “profesionales”. Esto es,
porque aceptaron desempeñar otro cargo en la misma empresa. La primera como
editora del suplemento de espectáculos del diario Perfil de 1998 y el segundo porque
se hizo cargo de escribir el panorama político de los domingos, que había quedado
vacante tras la ida del periodista Jorge Lanata (entrevista, 2008, 17 de junio).
Los problemas económicos de las publicaciones llevaron a la desaparición de dos
Defensorías. González dejó de ser el Ombudsman de Perfil porque el diario cerró a los
tres meses de estar en circulación y Fontana refiere que con la falta de publicidad
generada por la crisis de 2000 la revista debió “bajar la cantidad de páginas” y con ello
“dejaron de salir varias secciones, entre ellas la mía”. Finalmente, la revista “terminó
cerrando” (entrevista, 2008, 8 de enero).
También los cambios de directivos en los medios han impactado negativamente
sobre la continuidad de algunas Defensorías. Lazzeretti de La Maga cuenta que
renunció al cargo “porque hubo cambios en la dirección, lo cual produjo una sensible
falta de apoyo y un desinterés en mi función” (e-mail, 2007, 30 de septiembre). Sin
embargo Carlos Ares, como ex director de esa revista, señala que “consideraba muy
valioso” el trabajo de la Defensora y que “si dejó de salir fue porque no podíamos
pagarle lo que correspondía” (e-mail, 2006, 9 de mayo). En Radio de la Ciudad, en
tanto, Jelen admite que desde 2006 los diferentes cambios de “gestiones” en la
emisora pública han “freezado” a la Defensoría y que a fines de 2008 se “pretendió
203
reflotar el tema” pero “no tenía una infraestructura que me permitiera mantener la
tarea, así que fue algo muy fugaz” (e-mail, 2010, 24 de julio y 2008, 19 de diciembre).
204
5 de septiembre). A Lazzeretti, la revista La Maga le pagaba “por cada colaboración
publicada” (e-mail, 2007, 30 de septiembre). Fontana de Luna y Castro y Graham-
Yooll de Perfil afirman que en sus casos también la función fue “rentada” (entrevista,
2008, 8 de enero). El pago, afirma Castro “no supone ningún tipo de afectación a la
independencia de uno” (entrevista, 2008, 17 de junio). En tanto, que Graham-Yooll
considera “que se desvaloriza la función si no se recibe una paga” (entrevista, 2008,
19 de diciembre).
El espacio de trabajo del Ombudsman es otro de los puntos que se suele poner en
discusión. Mientras algunos sostienen que quien ejerce el cargo debe trabajar fuera de
la redacción para salvaguardar así su independencia, otros consideran que la tarea
“pedagógica” del Defensor requiere de la interacción con los periodistas. En este
sentido, el panorama argentino muestra los dos tipos de ejemplos.
Tres de los Defensores entrevistados (Lazzeretti, Fontana y Graham-Yooll) dijeron
que sus casas eran sus lugares de trabajo y que luego llevaban o enviaban los
artículos a los medios. Nelson Castro, por su parte, si bien cuenta que en Perfil tenía
“un escritorio” decidió no ocuparlo y también trabajó desde su casa. La razón, explica,
era que “quería tener una especie de independencia psicológica, o sea, no estar
influenciado por lo afectivo con la redacción” (entrevista, 2008, 17 de junio). Diferente
fue el caso de González, Jelen y Absatz. Los dos primeros contaban con “oficinas”, en
tanto que la última “tenía un escritorio asignado en la redacción”.
Finalmente, ¿con qué recursos contaron los Defensores argentinos para realizar
sus tareas?. ¿Hubo en estos casos, asistentes, recursos para capacitación, viajes,
participación en organismos internacionales, etc.?.
La figura del “asistente” encargado de hacer una primera selección de los
mensajes recibidos fue mencionada por tres de los Defensores entrevistados. En este
sentido, Fontana cuenta que en Luna “había una asistente que recibía la
correspondencia y me la derivaba” (entrevista, 2008, 8 de enero). Similar tarea hacían
los ayudantes de Castro y Graham-Yooll en Perfil. Señala este último que de los
mensajes “hay que separar una enorme cantidad de gacetillas” y de publicidades, con
lo cual hay un “asistente que realiza esa clasificación inicial” (entrevista, 19 de
diciembre). En cambio, Lazzeretti de La Maga y Absatz de Luna dicen no haber
contado con tal tipo de ayuda. La primera indica: “no tuve ninguno de esos recursos,
pero tampoco sentí su falta” (e-mail, 2007, 30 de septiembre). En tanto, que la
segunda señala que su trabajo era “solitario, sin asistentes” (entrevista, 2007, 5 de
septiembre).
En cuanto a los viajes y a la participación en agrupaciones internacionales
vinculadas con la función, cuatro Defensores mencionan las conferencias organizadas
205
por la Organization of News Ombudsman (ONO), aunque sólo dos de ellos pudieron
concretar tal participación.
Es preciso señalar aquí que Perfil ha sido el único de los medios argentinos que se
asoció a la ONO. Este hecho hizo que en 1998 Abel González planeara asistir a la
reunión que tal organismo celebraba en Chicago, cuestión que se vio frustrada por el
cierre del diario. En tanto, y en 2006, Nelson Castro sí pudo participar de similar
evento en San Pablo (Brasil) y en 2010 Graham-Yooll concurrió a la reunión que ese
año se organizó en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Según señala Castro, al
aceptar el cargo él puso “como condición la participación en la ONO” ya que
consideraba que esto le daba “organicidad” a su tarea (entrevista, 2008, 17 de junio).
En tanto, Guillermo Jelen afirma que en Radio de la Ciudad “hubo predisposición”
para enviarlo como su representante a la conferencia que la ONO hizo en 2006 en
Brasil. Sin embargo, tal viaje no se concretó “por problemas burocráticos” (2007, 20 de
septiembre). Es de recordar que los medios integrantes de la ONO abonan una cuota
anual para ser considerados como socios y que Radio de la Ciudad nunca formalizó su
adhesión a esa entidad.
Este texto de Carlos Abrevaya formó parte de la primera columna que escribió
como Ombudsman de La Maga. Allí, el periodista y publicista, reveló con honestidad
sus miedos de no saber si iba a poder lidiar con las demandas del público y de los
periodistas. Y, es que quienes han desempeñado el cargo de Defensor del público en
la prensa argentina, han debido trabajar en un “terreno” no habituado a este tipo de
figuras de autorregulación.
El escaso conocimiento acerca de la función, las atribuciones y los límites de un
Ombudsman en materia de medios no sólo aparece como un déficit de los periodistas
y el público en general, sino que también incluye a algunos de los “candidatos” a
quienes les llegó el ofrecimiento de encarnar tal rol. Por ejemplo, Cecilia Absatz admite
que se informó sobre el tema en el momento que la convocaron para ser Defensora en
Luna. “No tenía ni idea. Nunca me había ocupado de la cuestión. Fui conociendo el
206
oficio en la práctica”, señala la periodista (entrevista, 2007, 5 de septiembre).
Guillermo Jelen de Radio de la Ciudad también acepta que no tenía ningún
conocimiento sobre la especificidad del rol hasta que la emisora abrió un concurso
para seleccionar al Defensor del oyente (e-mail, 2007, 20 de septiembre). Lazzeretti,
de La Maga, indica haber visto “descrito” el rol en alguna “bibliografía sobre ética del
periodismo”. Aunque aclara que antes de llegar al cargo lo que sabía sobre el tema
“era bastante somero” (e-mail, 2007, 30 de septiembre).
En otros casos, el conocimiento sobre la especificidad de la función venía dado por
la lectura de diarios internacionales que cuentan con la figura. Abel González de Perfil
dice que estaba al tanto de la existencia y funcionamiento del cargo por ser “asiduo
lector de The New York Times (EE.UU), Le Monde (Francia) y El País (España) (e-
mail, 2007, 5 de septiembre). Similar explicación dan sus sucesores: Nelson Castro
dice que “sabía perfectamente cual era el trabajo” porque “había seguido la
experiencia del diario El País y de algunos medios norteamericanos”, como “The
Washington Post y la CBS” (entrevista, 2008, 17 de junio). Graham-Yooll, por su parte,
refiere conversaciones sobre el tema con “ex colegas del diario The Guardian de
Londres, cuando aún no sabía que le llegaría tal ofrecimiento de Perfil” (entrevista,
2008, 19 de diciembre).
Particular es el caso de Clara Fontana, de Luna, quien entiende a la función de
Defensora como algo que excede el ámbito de lo periodístico y que se ubica en el
amplio campo de la “defensa de los derechos de las mujeres”. Durante la entrevista
realizada para esta Tesis, Fontana revela un particular desconocimiento sobre la figura
del Ombudsman en la prensa. Las explicaciones que da sobre su actuación en Luna
se relacionan más con sus antecedentes como “militante feminista” que con una
concepción del rol de Defensora como una figura de autorregulación del periodismo
(entrevista, 2008, 8 de enero).
Ahora, ya convocados para ejercer el cargo, ¿cómo se prepararon los
representantes argentinos y qué expectativas tuvieron ante la nueva función?.
Con respecto a la primera pregunta aparece en tres casos la iniciativa de
capacitarse o interiorizarse acerca de los rudimentos de la función a través del
contacto con Defensores de otros países.
Es así como Abel González, de Perfil, cuenta que “lo primero” que hizo tras ser
elegido para este trabajo fue “iniciar una investigación lo más completa posible sobre
la labor en otros medios del mundo”. Para ello tomó contacto con los Defensores del
diario español El País, del francés Le Monde y del brasileño Folha e incluso los invitó a
Buenos Aires a la Feria del Libro para que “explicaran el pacto con los lectores que
significaba la creación del cargo” (e-mail, 2007, 5 de septiembre). En tanto que
207
Graham-Yooll, también de Perfil, conversó en Londres con Siobhan Butterworth, la
Readers´ Editor del diario The Guardian. En las primeras columnas que publicó como
Ombudsman, Graham-Yooll señaló que tal visita había funcionado “como un
entrenamiento para la labor” (2007, 11 de noviembre). Por su parte, Guillermo Jelen de
Radio de la Ciudad cuenta que habló con Patricio Gutiérrez del Álamo de Radio y
Televisión de Andalucía (España), quien lo “asesoró en la materia” (e-mail, 2007, 20
de septiembre). El resto de los entrevistados por esta investigación refiere haber
profundizado el conocimiento del tema a través de la lectura de columnas de colegas
extranjeros, de libros o de manuales vinculados con la ética en el periodismo.
Consultados acerca de las razones por las cuales aceptaron ejercer este tipo de
cargo, los Defensores argentinos coinciden en señalar que les interesaba ser parte de
una propuesta poco frecuente en el país.
Lazzeretti se refiere al ofrecimiento que le hizo La Maga como una “posibilidad
única” que le permitía “ejercer en la práctica” lo que ella estudiaba e investigaba a nivel
teórico (e-mail, 2007, 30 de septiembre). Absatz dice que el trabajo en Luna era
“atractivo” por “ser diferente”. “Constituía un desafío”, agrega, “porque esa
responsabilidad no tenía precedentes en el país” (entrevista, 2007, 5 de septiembre).
Fontana, de la misma revista, afirma que le “resultó una oportunidad extraordinaria”,
no sólo por el contacto con “la lectora que escribía” a la sección sino por “la gran
audiencia que leía lo que ella y yo conversábamos” (entrevista, 2008, 8 de enero).
González de Perfil, en tanto, cuenta que aceptó “de inmediato y con mucho
entusiasmo” ya que era “muy atractivo iniciar algo prácticamente inédito en la prensa
nacional” (e-mail, 2007, 5 de septiembre). Similar explicación da Jelen de Radio de la
Ciudad: “…lo tomé como un desafío. La falta de antecedentes me hizo sentir que era
el momento de hacer algo…” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
Con respecto a los temores que tuvieron al aceptar el rol y a las dificultades que
inicialmente se les presentaron, los Defensores hacen hincapié sobre todo en los
problemas derivados de la relación con los periodistas.
Lazzeretti de La Maga es quien más abunda en detalles y enumera inconvenientes
de distinto tipo: su propio “desconocimiento del rol” que tuvo que ir “aprendiendo y casi
delineando semana a semana”, el “volumen de trabajo”, el “rechazo” que generaba en
algunos lectores muy identificados con la revista “la presencia de un Defensor que no
habían solicitado” y, por último, la “falta de consenso dentro de la redacción acerca de
la conveniencia” de contar con este cargo (e-mail, 2007, 30 de septiembre). Absatz de
Luna también marca como escollos iniciales “tener que motivar a los lectores para que
escriban y vencer cierta resistencia de los periodistas” (entrevista, 2007, 5 de
septiembre). Situación similar a la vivida por Jelen de Radio de la Ciudad, quien señala
208
que debió enfrentar cierto “descrédito hacia la figura por parte de los oyentes” y la
“reticencia de algunos periodistas a dar explicaciones”. Ambas desconfianzas las
enfrentó “hablando”: con los oyentes, no sólo a través “del aire de la radio sino también
por teléfono” y, con los colegas “díscolos”, explicándoles que la crítica “no era nada
personal” contra ellos sino que “abrirse a revisar sus trabajos era respetar el derecho
de las audiencias” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
El diálogo y el peso del prestigio personal y profesional también resultaron de
ayuda para otros dos Defensores en la instancia inicial. Abel González, de Perfil,
sostiene que su “trayectoria profesional” y su capacidad para “explicarle a los colegas
periodistas cuál era la tarea” que tenía que desempeñar hicieron que sus “palabras”
fueran “oídas” en la redacción (e-mail, 2007. 5 de septiembre). Nelson Castro, del
mismo diario, cuenta que pidió dos condiciones para aceptar el cargo: “independencia”
y el “acuerdo de la redacción”. Esto último “motivó una consulta” con los periodistas
quienes “aprobaron su presencia” (entrevista, 2008, 17 de junio).
209
(entrevista, 2008, 8 de enero). En tanto que Castro y Graham-Yooll de Perfil coinciden
al definir el rol como el de un “intermediario” que facilita la “comunicación” entre los
lectores y el personal de la redacción (entrevistas, 2008, 17 de junio y 2008, 19 de
diciembre). Jelen, de Radio de la Ciudad, también resalta este aspecto al indicar que
se trata de una especie de “guardián de los derechos de las audiencias” (e-mail, 2007,
20 de septiembre).
Por otra parte, y al momento de describir la rutina de trabajo propia de una labor de
Defensoría, todos los entrevistados coinciden en marcar cuatro momentos básicos.
En primer lugar, la lectura o escucha del medio. Sobre esto, Lazzeretti cuenta que
“leía toda la revista La Maga, todas las semanas, tratando de descubrir posibles faltas
a alguna de las normas éticas” (e-mail, 2007, 30 de septiembre).
Un segundo paso, se relaciona con los mensajes que envían los lectores u oyentes
a través del e-mail, del correo postal o del contestador automático. En algunos casos,
como en la gestión de González en Perfil existía un horario establecido, que se
anunciaba en el diario, y en el cual el propio Ombudsman contestaba el teléfono.
Graham-Yooll, del mismo medio, no ofrece tal posibilidad pero, según él mismo
comentó en sus columnas, hay algunos lectores que han conseguido el número de
teléfono de su casa y allí lo llaman para hacerle comentarios (2008, 13 de diciembre).
En tanto, que en Radio de la Ciudad, Jelen llamaba personalmente al oyente que
había dejado su queja para ampliar los datos referidos al reclamo o dar su respuesta.
En tercer lugar se ubica la tarea de “investigación” con el fin de “confirmar la
veracidad y pertinencia” de lo expuesto por el público (Jelen, 2007, 20 de septiembre).
Es allí donde los Defensores consultan la versión o el descargo del periodista que ha
sido el autor de la información cuestionada.
Finalmente, toca el turno de la redacción de la columna (en el caso de quienes
actuaron en medios escritos) o de la edición de los audios y de la grabación del
programa (para el Defensor que trabajó en la radio).
Ahora, ¿qué sucede cuándo el público no reclama pero el Defensor sí advierte
algún aspecto del medio que merece ser criticado u observado?. ¿Han actuado los
representantes argentinos motu propio?.
En este aspecto las respuestas difieren. Tres de ellos (Fontana de Luna, González
de Perfil y Jelen de Radio de la Ciudad) sostienen que sólo han intervenido ante los
reclamos del público, o sea, “nunca de oficio”. Dos de los Defensores señalan que lo
han hecho en contadas oportunidades. Por ejemplo, Absatz de Luna “sólo al principio”
de su gestión “hasta que llegaron las primeras cartas” de los lectores (entrevista, 2007.
5 de septiembre) y Castro de Perfil en “dos casos que consideraba de importancia”: el
de los viajes de los periodistas pagados por las fuentes o el del conflicto gremial del
210
propio diario (entrevista, 2008, 17 de junio). En tanto, que los dos restantes afirman
haber actuación de oficio regularmente. Lazzeretti de La Maga se refiere a la actuación
motu propio como parte de la “función docente” de una Defensoría. En su caso, cuenta
que “elegía un tema y daba elementos de juicio para que los lectores pudieran tener
una opinión más formada sobre el tema” (e-mail, 2007, 30 de septiembre). Graham-
Yooll de Perfil explica que “el lector está acostumbrado a leer errores en los diarios”
pero “no se queja por eso”. En esas ocasiones, señala el periodista, “actúo de oficio”
(entrevista, 2008, 19 de diciembre).
211
específico del Ombudsman en la prensa ni ellos convocados a participar en función del
rol que ocupaban.
Interrogados acerca de las causas por las cuales no fueron habituales o no
existieron estos espacios de interacción personal con el público, los Defensores
señalaron distintos factores: Jelen, de Radio de la Ciudad, indica que “junto con la
Dirección General de la emisora evaluamos la posibilidad de organizar encuentros con
los oyentes” pero la idea finalmente “no se instrumentó” (e-mail, 2007, 20 de
septiembre). Graham-Yooll, de Perfil, opina que es más “útil” el contacto individual y no
grupal“. Aclara que él está “totalmente a disposición” de quien necesite hablarle,
incluso de aquellos que lo llaman por teléfono a su casa para pedirle que publique una
carta (entrevista, 2008, 19 de diciembre). En tanto que González, también de Perfil, no
se declara partidario de este tipo de encuentros: “…no creo que el contacto del
Defensor con el público sirva de algo. Es más, me parece inconveniente. La función
del Defensor es hacia adentro…” (e-mail, 2007, 5 de septiembre).
Finalmente, tampoco existieron en los casos argentinos, talleres coordinados por el
Defensor y dirigidos a los periodistas del medio para debatir los problemas éticos u
errores que se iban detectando. La excepción aparece dada por los “dos encuentros
de carácter interno” que manifiesta Nelson Castro haber hecho en Perfil, aunque
aclara que “no hubo grandes discusiones” (entrevista, 2008, 17 de junio).
El resto, explica las razones por las cuales no apeló a ese recurso. González, de
Perfil, aclara que “estaba previsto hacerlos pero el diario duró poco” (e-mail, 2007, 5
de septiembre). Graham-Yooll del mismo medio es tajante en su rechazo a ese tipo de
iniciativas: “…¿realizar talleres?. No. Eso pertenece a las escuelas…” (entrevista,
2008, 19 de diciembre). Lazzeretti de La Maga señala al respecto que “nunca” se le
“ocurrió” organizar algo así, pero que “tampoco había espacio para hacerlo” (e-mail,
2007, 30 de septiembre). Absatz y Fontana, de Luna, también niegan haber generado
encuentros formales con la redacción (entrevistas, 2007, 5 de septiembre y 2008, 8 de
enero). Jelen de Radio de la Ciudad, finalmente, considera que no advirtió que
“hubiera problemas éticos o errores comunes que ameritaran un encuentro general”
(e-mail, 2007, 20 de septiembre).
En el Anexo pueden consultarse dos tablas que resumen las características
generales de la función del Ombudsman en la prensa argentina vistas hasta el
momento.
212
NOTAS DEL CAPÍTULO (D2)
287
La convocatoria para escribir en Perfil sorprendió al propio Castro, ya que según él mismo
recuerda, cuando Fontevecchia cerró el diario en 1998 “escribí una nota muy dura en su contra”, que
publicó la revista Veintiuno. En ella, Castro sostenía que “lo del diario Perfil fue más que un fracaso
empresarial. Fue un engaño de la buena fe de sus trabajadores, de los lectores del medio. Y no hay
derecho a actuar así” (1998, 6 de agosto).
288
Un cuadro con las fechas de inicio y fin de cada gestión se ofrece en el apartado que se titula
“Corpus y limitaciones” y también en los cuadros comparativos que se incluyen en el Anexo.
289
Por ejemplo: el primer Defensor que tuvieron los medios de la Universidad de Guadalajara ejerció
el cargo en forma honoraria. En tanto que el Estatuto del Mediador del IMER, también de México, señala
que la remuneración es “simbólica”.
213
Capítulo (D3): Análisis de las columnas y programas
Acercamiento al “contrato de lectura”.
Rasgos del enunciador “impersonal”, “pedagógico” y “cómplice”.
Recursos para la pedagogía del Derecho a la Información.
214
temática y la función específica del Ombudsman. Éste pasó a responder y a analizar
no sólo quejas sobre el contenido periodístico, sino también comentarios sobre
problemáticas de interés general: mal funcionamiento de organismos del Estado o de
servicios públicos, pedidos de ayuda, situación de los jubilados, de las cárceles y de
los hospitales, repercusiones sobre decisiones del gobierno, etc.
En la gestión de Castro desapareció así la columna o el comentario como género y
sus intervenciones se redujeron a sucintas respuestas colocadas al pie de algunas
cartas. Tampoco tuvo regularidad291 su intervención como Ombudsman ni tampoco en
la sección se aclaraba en qué consistía tal función. Un título genérico como “Nelson
Castro responde a los lectores” no dejaba muy en claro la especificidad del rol.
A partir de diciembre de 2007, con Graham-Yooll, se estableció un espacio fijo
dentro de la sección “Correo Central” como lugar de expresión del Ombudsman sobre
el contenido del medio, aunque siguió sin aclararse en los títulos cuál era el cargo ni
tampoco sus competencias y limitaciones. En mayo de 2008 Graham-Yooll anunció
que, a “pedido del director”, su “recuadro” pasaría a tener “otro énfasis”, con una
mayor crítica al contenido del medio. En este sentido, explicó que “en vez de temas
generales y algunas correcciones y disculpas pondremos la mirada en lo que sucede
en el diario […] Es decir, lavaremos la ropa interior en la vereda de la calle Chacabuco
[donde está el edificio de la editorial] en vez de hacerlo en la redacción” (2008, 31 de
mayo).
Los programas del Defensor del oyente en Radio de la Ciudad, tampoco gozaron
de una estabilidad en cuanto a su duración, frecuencia y horario de emisión. Éstos
comenzaron siendo en 2004 de media hora los días viernes, luego se redujeron a
quince minutos semanales en 2005 y finalmente a micros de cinco minutos que se
repetían en distintos horarios en 2006. En 2007 el programa no salió al aire y recién
reapareció en noviembre de 2008 cuando Jelen intervino como columnista –o sea, ya
sin programa propio- en otro ciclo (“Hola, vecino”).
En el Anexo, una tabla ofrece más detalles sobre este aspecto. En el final de ese
apartado también se ofrecen ejemplos de las columnas o páginas web que tuvieron los
Defensores.
215
Las tablas ubicadas en el Anexo de la Tesis muestran detalles y ejemplos acerca
de la forma en la cual los Defensores argentinos definieron sus funciones, titularon sus
columnas; plantearon en forma inductiva, deductiva o informativa sus textos; apelaron
a la primera o tercera persona para referirse a sí mismos; construyeron un “nosotros
inclusivo”292 (Benveniste, 1980) con el público y con los periodistas; expresaron sus
opiniones en forma de sugerencia o de sentencia; recurrieron a distintas fuentes para
sustentar sus fallos e incluyeron o no los descargos de los periodistas y las críticas
recibidas acerca de la efectividad de su propio rol.
216
se utiliza ese puntapié para dar lugar a conclusiones más generales sustentadas en
bibliografía, legislación, manuales periodísticos, etc.
En cuestiones de estilo, se registra en los casos argentinos tanto la presencia de
textos con un “tono” más “pesado” y propio de “conferencias de periodismo” como así
también columnas “ingeniosas y divertidas” (Tate, 1984). En este sentido, el más
original de los Defensores argentinos al momento de escribir fue Abel González de
Perfil, quien semana a semana recurría a anécdotas de la historia o de la literatura
para abrir y cerrar sus columnas. Esos relatos, en una primera apariencia
desconectados del reclamo concreto del público, al final lo terminaban explicando o
poniendo en contexto.
En tanto, y al momento de responder, los Defensores argentinos utilizaron tanto la
primera como la tercera persona para referirse a sí mismos. Rasgo también
encontrado por Mendes (1999) en las producciones brasileñas. En el primero de los
casos el uso del “yo” generó un efecto de cercanía e identificación con el público o con
los periodistas, rasgo que se acentuó cuando la fórmula elegida fue la primera persona
del plural: el “nosotros inclusivo” (Benveniste, 1980). Sin embargo, hubo casos en los
que primó la tercera persona, en particular al delimitar atribuciones o sentar posiciones
sobre un tema en debate. Estrategia que tendió a ubicar al Defensor en un plano
diferente, más lejano de aquellos con los que interactuaba.
Por otra parte, algunos Defensores optaron por un estilo más formal al hacer sus
devoluciones al público. Lo que incluyó, por ejemplo, el trato de “usted” al lector u
oyente ó la mención de éstos por sus apellidos. Otros, hicieron lo contrario. Al
mostrarse más desestructurados parecieron “hablarles de igual a igual”: se dirigieron a
ellos por sus nombres de pila, no evitaron expresar sus sentimientos ni tampoco el uso
de recursos como el humor y la ironía. Como dice Mendes (1999) se trata de
“estrategias que buscan estimular el diálogo”.
Si se evalúa, además, cómo plantearon sus opiniones, los Defensores pueden
dividirse en dos grupos. Por un lado, los que subrayaron el carácter subjetivo de sus
apreciaciones. O sea, que la opinión vertida era una más, con lo cual lo dicho quedaba
en el terreno de la sugerencia y es por ello que se reiteraron expresiones como: “creo
que”, “me parece” ó “a mi juicio”. Del otro lado, se ubicaron aquellos que encarnaron
un rol similar al de un árbitro, cuya misión era evaluar la queja en función de una
norma y no de criterios personales. Es por ello que al momento de fallar invocaron su
cargo y los códigos éticos que los respaldaban. En estos casos la resolución no
apareció como una opción entre otras sino como la única posible, con lo cual la
opinión del Defensor salía del terreno de la “sugerencia” y pasaba expresarse como
“sentencia”.
217
En relación con el último punto planteado aparece la variedad de fuentes de las
que se valieron los Defensores para construir sus columnas o programas. El
testimonio del lector u oyente fue la “voz” que siempre apareció citada. El descargo de
los periodistas cuestionados, en tanto, fue frecuente en términos generales aunque no
en todas las ocasiones se hizo presente. Esta situación, como se advierte en las tablas
del Anexo, fue uno de los principales motivos de conflicto entre los Defensores y los
periodistas.
En menor medida han recurrido los Defensores argentinos a utilizar fuentes
documentales para respaldar sus opiniones (leyes, códigos, bibliografía específica,
etc.). Adriana Lazzeretti, de La Maga, fue quien más se destacó por enriquecer sus
textos con ese tipo de aportes. También han aparecido como fuentes, otros periodistas
o intelectuales –ajenos al medio en cuestión-, a los que algunos de los Defensores
recurrieron para incorporar otras voces al debate de un tema. Tal es el ejemplo de las
entrevistas puestas al aire por Guillermo Jelen, de Radio de la Ciudad.
218
“voz” presente es la del público. Una voz que parece lanzar su queja al vacío, ya que
si bien se le permite estar presente no recibe ningún argumento de ratificación o
rectificación de la contraparte.
Una “modalidad” más compleja y rica para el análisis es aquella construida a partir
de un “enunciador pedagógico”. En ésta, como sostiene Verón, “el contrato se
construye entre un nos y un ustedes” en el que “una de las partes aconseja, informa,
propone o advierte”. En pocos términos, en una parte “que sabe” y la otra “que no
sabe”.
Si bien, como se verá en el punto siguiente, puede afirmarse que –en mayor o
menor medida- todos las producciones de los Defensores argentinos presentaron
rasgos propios del “enunciador pedagógico”, en algunos casos esto fue más evidente
y sistemático que en otros.
Por ejemplo, González y Castro de Perfil construyen un discurso en el cual el
enunciador aparece investido con una autoridad que le viene otorgada por el cargo y
por la “norma”: el código de ética del medio. En esta modalidad la “voz” del Defensor
no sólo está presente sino por encima de las otras. Constituye la última palabra ya que
es quien define la cuestión en función de la norma, de la experiencia o de la trayectoria
profesional. Los textos de Cecilia Absatz de Luna o de Adriana Lazzeretti de La Maga
y los programas de Guillermo Jelen de Radio de la Ciudad muestran características
similares en función del carácter explicativo que adoptaron sus intervenciones, las
fuentes que consultaron y las normas que mencionaron. Ese rol “docente” por parte de
los Defensores no sólo aparece dirigido al público sino también a los periodistas a
quienes se aconseja, advierte o reprocha. En fin, a quienes se les recuerda “el deber
ser”.
Finalmente, Verón señala que existen contratos de lectura que “buscan establecer
un lugar de complicidad” en el que la enunciación “es atribuible a la vez al enunciador
y al enunciatario”. En el discurso de los Defensores esto se advierte cuando se ponen
en un plano de igualdad con el público, con los periodistas o con ambos. Es así como
el Defensor se identifica con las reacciones de sorpresa, enojo o reproche de los
lectores u oyentes, pero también se muestra como quien entiende los errores de los
periodistas, porque ha vivido parecidas condiciones de trabajo o ha cometido las
mismas equivocaciones. No se observa aquí la construcción del Defensor como una
autoridad capaz de enseñar a unos y juzgar a otros, sino como una especie de espejo
en el cual verse reflejado. Recursos como el humor, la ironía, el tuteo, la expresión de
sentimientos, el relato de anécdotas personales y las expresiones de carácter
coloquial, ubican a la figura del Defensor en el terreno de la comprensión más que en
219
el de la autoridad. Los textos de Clara Fontana en Luna y Andrew Graham-Yooll en
Perfil muestran características de esta modalidad.
Se pueden consultar ejemplos de lo expuesto en este punto en las Tablas del
Anexo (“Acercamiento al contrato de lectura II/Enunciador predominante”).
220
(sobre todo en la corta etapa de 1998), quienes al reclamar invocaban frecuentemente
cuáles artículos del Código del medio se habían vulnerado.
Hubo además un reconocimiento explícito de la existencia de “derechos” en el
público y de “deberes” en los periodistas, llegando incluso (en el caso de Lazzeretti de
La Maga) ha ofrecer una lista de ambos. Si bien algunos Defensores se refirieron a
esos “derechos” en términos generales, otros fueron más precisos (como Lazzeretti y
Jelen de Radio de la Ciudad) y mencionaron explícitamente el concepto de “Derecho a
la información” y las declaraciones, tratados y pactos internacionales que lo reconocen
como tal. Estos dos Defensores fueron, también, quienes abrieron sus espacios a
intelectuales o periodistas ajenos a sus propios medios con el fin de suscitar un debate
más general sobre los problemas éticos en el periodismo.
Tal “pedagogía” también se dirigió a los periodistas a través de los consejos,
críticas y argumentos que los Defensores sostuvieron ante los reclamos o en sus
actuaciones de oficio o motu propio. Cuestionamientos a los criterios de edición, falta
de diversidad de fuentes, incompatibilidades profesionales, títulos que prometen lo que
los textos no contemplan, utilización de términos discriminatorios o de estereotipos y
errores ortográficos, tipográficos o históricos, fueron algunas de las objeciones que los
periodistas recibieron de parte de los Defensores.
221
Capítulo (D4): Relación de los Defensores con periodistas y públicos
Reclamos: entre la “forma” y el “fondo”.
Los cambios que se generaron a través de las Defensorías.
Lazzeretti señala que los integrantes de La Maga tuvieron un rol activo porque
debieron votar entre una serie de candidatos a Defensor (e-mail, 2007, 30 de
septiembre). Castro, por su parte, pidió como requisito para aceptar la función “que la
redacción [de Perfil] lo aprobara” (entrevista, 2008, 17 de junio). González, del mismo
diario señala: “…todos conocían la índole de mi trabajo…” (e-mail, 2007, 5 de
septiembre). Sin embargo, como expresa Jelen de Radio de la Ciudad, que los
periodistas hayan sido “informados” sobre la existencia del cargo no implica que hayan
sido “formados” sobre las implicancias del rol (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
222
privada o públicamente, la figura del Defensor” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
Aunque también se ha registrado la situación contraria en algunos de los medios
estudiados. Esto es: que el Defensor omitió el descargo del periodista y éste reclamó a
la semana siguiente indignado por no haber sido consultado.
Si se observan los porcentajes de intervención de los periodistas en las respuestas
dadas al público (ver Anexo) se advierte que los Defensores de La Maga fueron
quienes más citaron en sus columnas los descargos de los periodistas. Mientras que
Fontana de Luna y Graham-Yooll de Perfil registran los valores más bajos. Según la
consideración de éste último las intervenciones de los periodistas debían limitarse a
“breves aclaraciones”, ya que el fin de su sección era la expresión de los lectores
(2008, 3 de febrero).
En cuanto al tipo de respuesta más frecuente de los periodistas ante los reclamos,
la tendencia en todos los medios estudiados fue ratificar lo publicado, explicando los
procedimientos o criterios seguidos. Por ejemplo, cómo las informaciones fueron
chequeadas, en qué fuentes se basaron o cómo dieron lugar a la expresión de
distintos puntos de vista sobre una cuestión. En tanto que, cuando el error debió ser
admitido, hubo casos en los que se dio la razón al lector u oyente sin intentar
justificarse y otros en los que si se apeló a argumentos como la falta de tiempo, el
apresuramiento del cierre, las condiciones de trabajo, etc., como forma de explicar las
causas del equívoco (Ver porcentajes de cada caso en las tablas del Anexo).
Ahora, consultados los Defensores acerca de las “resistencias” que encontraron en
los periodistas para contestar los reclamos, éstos señalaron que, en términos
generales, no tuvieron grandes problemas. Aunque sí mencionan la existencia de
algunos colegas con “poca disposición a dar explicaciones”, “negativa a aceptar
errores”, “fastidio por tener que volver sobre un tema pasado”, “enojo” e incluso
aquellos que consideraban que “tenían el derecho de no dar explicaciones”.
Estos últimos argumentos se relacionan con la “imagen” que los periodistas tenían
acerca del rol del Defensor. Cuatro de los entrevistados coinciden en considerar que
eran vistos como una “molestia”. Como explica Graham-Yooll de Perfil: “…la función
tiene que ser y es una molestia para los redactores porque la gente no quiere que se
la pille haciendo macanas…” (entrevista, 2008, 19 de diciembre). Jelen de Radio de la
Ciudad amplía el concepto al señalar que para algunos él era “una especie de intruso
en sus trabajos”. Absatz de Luna y Castro de Perfil también coinciden, aunque éste
último agrega que tal consideración negativa iba acompañada de “respeto” hacia su
persona (entrevista, 2008, 17 de junio).
Los Defensores restantes difieren: mientras Lazzeretti de La Maga elige la
calificación de “censor” para definir la percepción de sus colegas hacia el rol (e-mail,
223
2007, 30 de septiembre), Fontana de Luna y González de Perfil manifiestan todo lo
contrario. La primera señala que “la actitud de la redacción era de gran simpatía, no
discutíamos mucho ni les molestaba en absoluto las quejas de los lectores” (entrevista,
2008, 8 de enero). El segundo, en tanto, explica que por su trayectoria era visto como
un “consultor” a la vez que los periodistas destacaban su “camaradería” y su “sentido
del humor” (e-mail, 2007, 5 de septiembre).
Finalmente, y al momento de evaluar si las resoluciones y consejos de los
Defensores provocaron algún cambio concreto en los procedimientos o conductas de
los periodistas, los representantes argentinos prefieren ser cautos. Jelen de Radio de
la Ciudad indica que “hubo soluciones puntuales a temas puntuales, pero no cambios
estructurales” (e-mail, 2007, 20 de septiembre). Fontana de Luna se expresa en
términos similares: “…no creo que cada cosa que he hecho por sí misma determine
una revolución, pero todo junto sí constituye un aporte…” (entrevista, 2008, 8 de
enero). Lazzeretti de La Maga destaca los “debates” que sus intervenciones
generaban dentro de la redacción (e-mail, 2007, 30 de septiembre) y Absatz de Luna
considera que “en algunos casos” la presencia del rol puede haber influido
positivamente sobre los periodistas (entrevista, 2007, 5 de septiembre).
Castro, por su parte, es -de todos los Defensores argentinos- el que registra dos
“impactos muy fuertes” de sus resoluciones “en la gente del diario”, los cuales
“provocaron cambios importantes”293. Se refiere a su crítica a Perfil por haber aceptado
que la empresa Botnia, involucrada en un conflicto, pague el viaje de un periodista a
Finlandia, con el posible condicionamiento a su independencia en la cobertura del
tema (Ver columna en el Anexo). También, el hecho de haber dado espacio en su
sección a los colegas que estaban en conflicto gremial con Perfil:
224
4.2 Defensores y públicos: el desconocimiento como escollo
En el Estado de la Cuestión se planteaba cómo a nivel internacional existen
Defensores que subrayan el rol activo del público, mientras que otros por el contrario
admiten que la mayoría no reclama, aunque encuentre aspectos cuestionables en los
medios con los que se informa.
En este sentido, se pidió a los representantes argentinos que describieran las
características de los lectores y oyentes con los cuales les tocó interactuar. La mayoría
cuenta que los mensajes del público nunca les faltaron y que se incrementaron a lo
largo de las gestiones. Es así como Absatz de Luna señala que “fueron diferentes los
últimos tiempos de los primeros. Era como que empezaban a encontrarle el gusto y a
participar más activamente” (entrevista, 2007, 5 de septiembre). Fontana, de la misma
revista, dice que su “diálogo” con las lectoras fue “espontáneo” y que no faltaban, sino
que sobraban cartas, muchas de las cuales “quedaban sin contestar” (entrevista, 2008,
8 de enero).
Jelen de Radio de la Ciudad y Lazzeretti de La Maga coinciden en subrayar la
identificación que los oyentes y lectores tenían con sus respectivos medios. El primero
indica que la radio había “construido una audiencia combativa, casi militante”, con
“mucho afán de participación en la cosa pública y gran necesidad de expresarse” (e-
mail, 2007, 20 de septiembre). La segunda, considera que tal “identificación” de los
lectores con “la revista y sus periodistas” jugaba en contra de la Defensoría, porque el
público “no sentía que fuera necesario que alguien defendiera sus derechos” (e-mail,
2007, 30 de septiembre).
Los representantes de Perfil, en tanto, tampoco se enfrentaron con el problema de
la escasez de participación del público, sobre todo Castro y Graham-Yooll, quienes no
sólo se ocupaban de los reclamos ético-periodísticos sino también de cualquier tipo de
mensajes de los lectores. En este sentido Castro señala que “la cantidad de cartas
que llegaron” indica que “hubo un estímulo participativo importante” (entrevista, 2008,
17 de junio). Este periodista describe a los lectores del periódico como una “mixtura”.
Concepto similar utiliza Graham-Yooll, quien expresa: “…el público de Perfil es
bastante mezcladito. Me sorprende a veces la vehemencia y la furia de sus
comentarios…” (entrevista, 2008, 19 de diciembre).
Otra situación fue la de Abel González, quien tenía acotadas sus competencias
estrictamente al rol de Ombudsman, con lo cual debió lidiar con una cantidad de cartas
que nada tenían que ver con su trabajo específico. Así lo explica:
En su primer número Perfil publicó íntegro el código de ética, pero pocos lo
leyeron o lo entendieron. Muchos lo confundieron con un manual de reclamos
municipales y, otros, demandaban al Defensor que actuara frente a la demora de
225
un trámite jubilatorio y así infinidad de cosas similares. En el fondo no entendían
de qué se trataba eso del Ombudsman” (e-mail, 2007, 10 de septiembre).
Ahora, ¿qué sucede si el público no reclama o si, como decían González y Jelen,
envía comentarios a la sección del Defensor que nada tienen que ver con el objeto de
su función?. ¿Debe éste “enseñar” a los lectores y oyentes sobre qué aspectos o
cuestiones es pertinente reclamar?.
En este aspecto, los Defensores consideran que es necesario trabajar. Jelen de
Radio de la Ciudad no duda. “Absolutamente sí”, responde a la pregunta y lo justifica:
“…aún hoy no hay clara conciencia sobre ciertos derechos ciudadanos y mucho
menos respecto de los relacionados a la información. Los Defensores debemos hacer
docencia…” (e-mail, 2007, 20 de septiembre). Lazzeretti de La Maga también
considera necesario que el Defensor desempeñe ese papel, ya que los lectores “no
tienen a su disposición toda la información necesaria para saber cuándo se cometen
fallas por parte de los periodistas” (e-mail, 2007, 30 de septiembre). Castro de Perfil lo
considera “importante” ya que todavía es necesario “hacer mucha cultura” sobre el
tema (entrevista, 2008, 17 de junio). Absatz y Fontana de Luna también responden
afirmativamente a la pregunta.
La nota diferente, en este punto, la dan González y Graham-Yooll de Perfil, quienes
no se muestran convencidos. El primero pregunta: “…¿algún medio emplearía a un
Defensor para que cumpla una tarea docente de esa envergadura?. ¿Ese es su
226
objetivo?...” (e-mail, 2007, 5 de septiembre). El segundo expresa el cuestionamiento a
la idea de esta forma: “…eso sería arrogancia de mi parte. Yo no le enseño al público,
éste en todo caso me enseña a mí…” (entrevista, 2008, 19 de diciembre).
Finalmente, es importante señalar que lectores y oyentes no sólo han dirigido sus
críticas a los periodistas, sino que también en ciertas ocasiones han cuestionado a los
propios Defensores.
Algunos rechazaron la presencia del Ombudsman argumentando que no lo
necesitaban (Lazzeretti, 1994, 25 de mayo) o señalando que el medio “perdía el
tiempo” con tal iniciativa (Jelen, 2005, 1 de abril). Otros consideraron que los
Defensores eran demasiado condescendientes con los medios en cuestión y que no
realizaban una verdadera crítica. Es así como Clara Fontana de Luna recibió cartas
que decían que ella defendía a la revista de las lectoras y no viceversa (1998, 2 de
octubre). Jelen de Radio de la Ciudad fue calificado por un oyente como “muy
suavecito” por el tenor de sus resoluciones (2005, 25 de mayo), mientras que en otra
ocasión se lo acusó de ser “injusto con algunos conductores y beneplácito con otros”
(2005, 8 de julio). En tanto, que a Graham-Yooll de Perfil se le reprochó ser
“corporativista”, “maltratar cínicamente al lector” y “contestar con un aire de
superioridad ligeramente burlón” (2010, 18 de julio y 15 de agosto; 2011, 12 de
febrero).
227
competencias de un Defensor, éste no podría intervenir ante quejas motivadas por
artículos de opinión, ya que no se trata de un cuestionamiento a la información. Lo
más habitual en estos casos es que el Defensor publique la posición del lector pero sin
dar la razón ni a uno ni a otro295.
Los cuestionamientos a los “Criterios de edición”296 también ocuparon los primeros
puestos. La selección de los temas considerados como noticia, la elección de los
entrevistados y la profundidad, ubicación y extensión de las notas motivaron quejas
ante Absatz y Fontana (Luna), Lazzeretti (La Maga), Castro (Perfil) y Jelen (Radio de
la Ciudad). Una categoría de reclamo también frecuente a nivel internacional, como lo
indica MacEvoy (2008, mayo) en su encuesta, cuando le asigna un tercer lugar al
“desacuerdo con la elección de los temas y la prioridad asignada”.
Las categorías de “Omisión en la información” (en la cual el lector u oyente juzga
que si bien el tema fue tratado se lo hizo de forma parcial) y “Desacreditar a personas”
(los reclamos de los aludidos en las notas que consideraron que fueron descalificados
o desprestigiados) también aparecen entre las más mencionadas297.
En tanto, las quejas por el “Uso incorrecto del idioma”298 que son consideradas
como “el talón de Aquiles” (Costa, 2006) por varios Defensores de otros países, se
ubicaron en el segundo puesto en la gestión de González (Perfil) y en el cuarto para
Lazzeretti (La Maga) y Absatz (Luna). La “No consulta de varias fuentes”299 también
provocó quejas, ocupando el segundo lugar en el período de trabajo de Abrevaya (La
Maga), el cuarto para su sucesora Lazzeretti e idéntica posición para Absatz y Fontana
(Luna).
Si bien no se ubican como los reclamos más frecuentes, merecen mencionarse
cuestionamientos de lectores y oyentes acerca de: “Términos o contenidos
discriminatorios”300, “Violación a la privacidad”301, “Apología del delito”302 y
303
“Manipulación del material fotográfico” .
Ahora, ¿cómo fallaron los Defensores ante los reclamos recibidos?.
Si se observan los porcentajes citados en las tablas del Anexo se concluye que
González de Perfil y Lazzeretti de La Maga fueron quienes dieron la razón a los
lectores, sin intentar justificativos, en la mayoría de los casos en los que tuvieron que
intervenir.
En tanto que Absatz y Fontana de Luna y Jelen de Radio de la Ciudad aparecen
como quienes muestran un mayor equilibrio, con porcentajes similares entre las veces
que fallaron a favor del medio y las que lo hicieron en beneficio del público (siempre y
cuando se sumen, dentro de esta última opción, los casos en los que se juzgó como
pertinente el reclamo en forma directa y aquellos en los que se admitió la existencia de
228
fallos o equívocos pero se dio por válidos algunos de los justificativos de los
periodistas).
Otra fue la situación de Abrevaya de La Maga y Castro y Graham-Yooll de Perfil.
En los tres los porcentajes mayores se ubicaron en la opción que la investigadora
Sanchez Piña (1999) califica como “No asume ninguna posición”. Esto es, que ante el
reclamo, la tendencia de estos Defensores fue derivar la queja al periodista para que
sea éste solo el que conteste, publicar la carta sin ningún tipo de devolución ó hacer
algún comentario general sobre el tema en cuestión pero sin sentar posición.
229
Absatz y Fontana, las Defensoras de Luna no dudan en escoger este caso como
ejemplo de lo que las quejas del público pueden lograr, aunque también destacan la
“gran predisposición y apertura” de los integrantes de la revista para aceptar tales
cambios (entrevista, 2008, 8 de enero).
Otro de los Defensores que registra el impacto de una queja en el trabajo de los
periodistas es Nelson Castro. Éste recuerda el mensaje de un lector a raíz de un
artículo del director de Perfil, Jorge Fontevecchia, donde se utilizaba el término
“autista” para referirse a las actitudes de un ex presidente. El lector, pariente de un
niño con ese trastorno, se declaró molesto por esa comparación y pidió que no se
utilice la palabra “autista” para “descalificar” a alguien (Perfil, 2007, 4 de febrero).
Castro señala que tal caso “produjo cambios en cuanto a ser más cuidadosos en el
uso de palabras, que a veces sobreentendemos con un significado, pero que pueden
herir” (entrevista, 2008, 17 de junio).
230
300
La discriminación que puede estar implícita en piezas humorísticas provocó cuestionamientos. En
La Maga, una lectora consideró que los chistes que contaban dos entrevistados expresaban “prejuicios
contra la gente homosexual” (1994, 21 de septiembre). En Perfil un lector se declaró molesto porque en la
sección de humor se hacían “burlas/chanzas” acerca de la discapacidad física del entonces gobernador
Daniel Scioli. Mientras el editor de la sección rechazó la crítica, el Ombudsman señaló: “…me parece de
mal gusto hacer humor con temas relacionados con la condición física y mental de una persona…” (2006,
20 de agosto). Graham-Yooll, también de Perfil, recibió una queja de este tipo cuándo un lector le señaló
que en las páginas de humor se burlaban de la avanzada edad del ex presidente Alfonsín calificándolo de
“gagá” o de estar próximo a “estirar la pata”. El Ombudsman rechazó este reclamo señalando que “no
podemos permitirnos censurar la ironía de otros”. Sin embargo, en la misma edición si cuestionó al
humorista por un “fotomontaje referido a la derrota de Brasil en las Olimpíadas (que) huele a racismo bien
feo” (2008, 31 de agosto). Los lectores también encontraron “términos o contenidos discriminatorios” en
textos informativos o de opinión. En Luna una lectora se declaró molesta porque una periodista había
calificado a una actriz de “gorda y poco agraciada”. Este comentario, a su parecer, era “poco feliz, amén
de ser abiertamente discriminatorio” (1998, 9 de enero). Otra lectora escribió a Perfil llamando la atención
por el uso que se hace de términos que aluden a enfermedades mentales para referirse “en forma
peyorativa” a personas, actitudes e incluso conflictos de poderes: “…no hablamos o escribimos de
personas que padecen discapacidades u otras enfermedades como “sidosos”, “cancerosos”, porque esto
implica un lenguaje estigmatizante y discriminador […] pero si se lo hace con las enfermedades mentales
y sus portadores. Es necesario dejar de usar estos lenguajes discriminadores…” (2007, 8 de julio).
301
En La Maga, por ejemplo, Lazzeretti debió intervenir ante las quejas de familiares de dos músicos
que consideraban que la revista no había respetado su intimidad al mencionar “aspectos personales
negativos” de tales artistas (1994, 22 de junio y 1995, 11 de enero). En Perfil, en tanto, la cobertura del
caso Dalmasso también generó cuestionamientos. Un lector señaló: “…qué hipocresía cuando dicen que
en la vida privada las noticias no se meten. ¡Mentira!. Lo que más vende en el crimen de Río Cuarto son
los escabrosos detalles del semen, la vaselina, los swingers, etc. ¿Habrá alguna vez un tribunal de ética
que juzgue a los periodistas o comunicadores que hacen de la sangre un culto y del sexo un placer
informativo?...” (2006, 17 de diciembre).
302
Las entrevistas a delincuentes o la descripción de prácticas delictivas provoca polémica entre los
lectores, algunos de los cuales consideran este tipo de notas como “apología del delito”. El Ombudsman
de Perfil recibió cuestionamientos por una “nota a dos personas contando públicamente y como si fuera
una profesión para encarar en forma colectiva, lo lucrativa que es la carrera de asesino por encargo”. Al
respecto, un lector señaló: “…al ver la descripción de las “bondades” de la tarea que desarrollan estas
personas, me espanté […] creo que se equivocaron, ser sensacionalistas no significa caer en la apología
de algo despreciable…”. Si bien Nelson Castro rechazó la existencia de una apología del delito (“si por
ello entendemos una aprobación por parte del autor de la nota de los dichos de los entrevistados”)
reconoció que “el tema de las notas a delincuentes genera muchas controversias y está lleno de zonas
grises a las que esta nota no escapa” (2006, 26 de noviembre).
303
Los cuestionamientos a las fotos abarcaron tanto los contenidos como la manipulación con
programas de edición. En Perfil un lector cuestionó la publicación en tapa de una foto del ministro de
salud con una novia mucho más joven y señaló: “…últimamente estoy observando cierta frivolización en
las noticias. Sinceramente no me interesa si el ministro (de Salud) tiene una novia de 36, 70 o 15 años.
Por supuesto, más me interesaría saber que, bajo la dirección de este ministro disminuyó la desnutrición
infantil…” (2007, 14 de enero). Andrew Graham-Yooll recibió un reclamo similar, esta vez, por publicar en
tapa y en páginas interiores y durante dos ediciones la foto del hijo de un actor “desnudo bajo la lluvia” en
la calle y en medio de un estado de perturbación mental. El Ombudsman calificó la publicación de la foto
como “excesiva e innecesaria” y señaló que en los medios hay una “pornografía de la muerte que bordea
lo macabro y el insulto gratuito” (2010, 27 de marzo). Abel González, en tanto, recibió las quejas de un
editor del diario Clarín que acusaba a Perfil de manipular el material fotográfico (1998, 12 de julio). En
Luna, en tanto, Fontana debió responder a una lectora que cuestionaba la foto de tapa donde se veían
“dos cuerpos desnudos y enlazados” como forma de ilustrar un informe sobre “los mitos sexuales
masculinos”. La Defensora aceptó que la foto era “bastante provocativa” pero rechazó que fuera
“impúdica” o que a través de ella se estuviera haciendo “pornografía” (1998, 20 de febrero).
231
Capítulo (D5): El balance de Defensores y directivos
Causas de las resistencias de los medios argentinos al rol de Ombudsman.
Sugerencias para futuras experiencias.
Nuevas categorías propuestas desde esta Tesis.
232
aunque aclara que “la falta de antecedentes en Argentina [hace que] sean muchos los
escollos por vencer” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
Castro de Perfil sostiene que tal “pedagogía debería estar basada en la práctica”.
Es por ello que considera que el Defensor solo debería intervenir públicamente ante
“cuestiones puntuales” y no escribir columnas sobre temas generales en forma regular.
“Algunos Ombudsman”, explica, “escriben la columna para decir: ésta es la pedagogía.
Pero la experiencia es que el público no las lee, porque no llega a captar la dimensión
hasta que no aparece el caso real” (entrevista, 2008, 17 de junio).
Graham-Yooll y González, en tanto, discuten el concepto de Restrepo. El primero
dice: “…no me gusta la idea de la pedagogía, sí el reconocimiento del derecho del
público a la información…” (entrevista, 2008, 18 de diciembre). El segundo, considera
que “el Defensor es una suerte de árbitro entre el medio y los lectores. Delegar en el
pobre Defensor semejante tarea, me temo que supera sus posibilidades. La pedagogía
el Derecho a la Información pertenece a otro ámbito más general, el de la enseñanza
del Estado” (e-mail, 2007, 5 de septiembre).
Más allá de estas diferencias en la concepción del trabajo del Defensor y de sus
objetivos, ¿volverían a ocupar el cargo quienes ya lo han desempeñado?. En el punto
titulado “Efectos sobre el propio Defensor” ubicado en el Estado de la Cuestión, se
señalaba cómo a nivel internacional se consideraba “desgastante” a este tipo de
puestos, a raíz de la tensión que genera mediar entre las quejas del público y las
resistencias de los periodistas.
Los representantes argentinos, sin embargo, no rechazan en su mayoría formar
parte de una nueva propuesta. Lazzeretti de La Maga indica que “volvería a ocupar” el
cargo, ya que ahora contaría con “mayor experiencia” (e-mail, 2007, 30 de
septiembre). Absatz y Fontana de Luna también aceptarían. “No la pasé tan mal para
no querer volver”, dice la primera (entrevista, 2007, 5 de septiembre). Castro piensa
que “es difícil que aparezca otra oportunidad” como la que le dio Perfil pero que, en
“las mismas condiciones”, “tal vez aceptaría” (entrevista, 2008, 17 de junio). Graham-
Yooll duda y admite que “hay situaciones estresantes en el cargo”, como cuando
aparecen “abogados o diputados quejándose y redactores indignados porque los
cuestionan en su honor y credibilidad” (entrevista, 2008, 19 de diciembre).
Los dos que parecen decididos a no repetir la experiencia son González de Perfil y
Jelen de Radio de la Ciudad. El primero por una cuestión de edad: “…ya estoy un
poco viejo para eso…”, dice (e-mail, 2007, 5 de septiembre). El segundo, porque cree
que “después de un período de tres o cuatro años” en el cargo “el recambio es muy
saludable” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
233
5.2 El balance de los directores
Quienes estaban al frente de los medios que tuvieron Defensores resaltan, al ser
consultados por esta investigación, que con la puesta en funciones de tales cargos
pretendieron aportar algo nuevo a la prensa local.
Carlos Ares, tomando como fuente de inspiración al diario español El País,
propuso incorporar un Ombudsman a la revista La Maga. La intención, cuenta, “fue
mejorar la calidad del trabajo y la relación con los lectores” (e-mail, 2006, 10 de mayo).
Carlos Ulanovsky, quien también pasó por la dirección de ese medio, agrega que la
idea era “experimentar” y “llevar a fondo el concepto de revista independiente,
diferente, de búsqueda, de riesgo, de ruptura” (e-mail, 2007, 4 de diciembre).
Para Ulanovsky no fue esa la única experiencia de trabajo con un Defensor.
“Estuve en tres lugares con Ombudsman”, aclara, ya que además de La Maga,
también integró la redacción de Perfil en 1998 y fue el director de Radio de la Ciudad
en la etapa en la que se creó el cargo de Defensor del Oyente. Este último caso,
señala, “surgió debido a mi influencia directa”. El periodista argumenta que, al tratarse
de un medio público, una figura como la del Ombudsman “enaltecía al medio”, a la vez
que le “confería un fuerte carácter distintivo en el panorama de las trece radios de
amplitud modulada” (e-mail, 2007, 5 de diciembre).
Jorge Fontevecchia, director de Perfil y dueño de la editorial homónima, también
considera que este mecanismo de autorregulación ha sido “importante” para el medio,
al posicionarlo como “el primer diario argentino con un Ombudsman” (2007, 4 de
febrero).
En tanto, y al momento de evaluar los resultados de tales experiencias, los
directivos de los medios, señalan algunos logros y también críticas.
Hay alabanzas para algunos Defensores por el compromiso asumido. Por ejemplo,
Ares de La Maga califica de “muy valioso” el trabajo de Adriana Lazzeretti (e-mail,
2006, 10 de mayo). Ulanovsky de Radio de la Ciudad dice que Guillermo Jelen
“asumió con mucha eficacia y dignidad” un rol que no tenía antecedentes en la radio
local (e-mail, 2007, 4 de diciembre). Fontevecchia de Perfil destaca la independencia
de Nelson Castro, quien como Ombudsman fue “menos condescendiente con el
director o un columnista estrella que con un redactor” (2007, 4 de febrero). También,
señala que “a partir de una recomendación” de este Ombudsman se debió agregar en
el Código de ética un artículo referido a las “Normas para viajes” de los periodistas
(2007, 9 de diciembre).
En cuanto a los cuestionamientos, dos de los directivos consideraron que los
Defensores deberían haber sido más incisivos. Ares de La Maga, si bien aclara que
“nunca” habló con Abrevaya y Lazzeretti para “objetar, sugerir o recomendar”, sí
234
reconoce que “como lector de la sección” él “sentía que el Defensor debía ser aún más
exigente en el pedido de explicaciones y en la crítica al tratamiento de la información”
(e-mail, 2006, 10 de mayo).
235
que se equivoca” (entrevista, 2007, 5 de septiembre). Similar análisis hace Castro de
Perfil cuando indica que los “los medios son muy cerrados, con poca predisposición
para la autocrítica” (entrevista, 2008, 17 de junio). Para Jelen de Radio de la Ciudad el
problema pasa por los “empresarios” que “no tienen clara conciencia de los beneficios
que genera contar en sus filas con un Defensor” y que, por ello, lo consideran “una
molestia perfectamente evitable” (e-mail, 2007, 20 de septiembre).
Ahora, ¿qué opinan sobre este punto quienes han ocupado los cargos directivos?.
En las respuestas se reiteran algunos de los argumentos ya planteados, pero también
surgen nuevas explicaciones a la cuestión.
Ares de La Maga coincide con los testimonios ya citados acerca de la “soberbia” de
“los medios argentinos” a los cuales “no les interesa reconocer errores y aceptarlos”.
Agrega además que existe “corrupción en los medios y en los periodistas” y se
pregunta: “¿a quién le interesa en esas condiciones someterse a una revisión de sus
conductas?” (e-mail, 2006, 10 de mayo). Este planteo tiene puntos de contacto con la
explicación que da Fontevecchia de Perfil. Éste indica que “quizás el más
determinante de todos los motivos” por los cuales han existido pocos casos de
Ombudsman o Defensores en Argentina radica en “el temor de las empresas editoras
a terminar siendo ellas mismas criticadas y expuestas frente al lector” (e-mail, 2007, 20
de noviembre).
Fontevecchia habla además de la existencia de una “autodefensa corporativa”.
Término con el que coincide Ares y que lo explica de la siguiente forma:
Entre los periodistas se encubren con una consigna de contenido mafioso que
circula en las redacciones y que dice “no hagamos periodismo de periodistas”.
Es decir: no digamos nada de lo que hacen los otros porque mañana se
ocuparán de nosotros (e-mail, 2006, 10 de mayo).
236
El segundo argumento es explicado por Ulanovsky en estos términos:
Estuve en tres lugares con Ombudsman. En todos escuché en algún momento
el mismo razonamiento. “Con todos los problemas que tengo en mi vida, vos
venís a sumarme está complicación”, le decían al Ombudsman cuando se
acercaba procurando una explicación o una justificación.
(e-mail, 2007, 4 de diciembre).
237
diciembre) y que “sepa todos los trabajos que se hacen en ese medio” (González, e-
mail, 2007, 5 de septiembre).
Elección
Si bien en los casos argentinos ha primado la elección de los Defensores por parte
de los directores o editores de cada medio, sería aconsejable en futuras experiencias
dar participación en el proceso de selección a los periodistas y al público.
Lo hecho por La Maga ha sido un buen ejemplo en este sentido: convocatoria
abierta y consulta con la redacción. Carlos Ulanovsky, ex director de esa revista y de
Radio de la Ciudad, insiste con que el Defensor debe ser “elegido por votación de los
trabajadores” (e-mail, 2007, 4 de diciembre).
A nivel internacional, como se ha demostrado en varios casos, se tiende a
consultar la opinión de los periodistas. Una forma de participación que busca, además,
comprometerlos con la experiencia.
Debería evaluarse también de qué forma pueden contribuir los lectores, oyentes o
televidentes en el proceso de selección. Como se ha visto existen medios, como en el
diario mexicano Público o el uruguayo La diaria, en el que los candidatos al cargo
pueden ser propuestos no sólo por los consejos editoriales o los miembros de la
redacción sino también “por cualquier lector interesado”.
Normas
Como bien señala Abel González “las reglas de trabajo deben estar precisamente
fijadas” (e-mail, 2007, 5 de septiembre) para que todas las partes implicadas
(Defensor, periodistas y público), tengan en claro qué esperar del cargo. Este es un
aspecto fundamental y el primero a tener en cuenta para poner en funciones a un
Ombudsman.
Lo ideal sería poder contar con un Código de ética propio del medio y con un
Estatuto específico para el Ombudsman. El primero debe funcionar como la base
normativa que fundamenta las resoluciones del Defensor más allá de sus propias
opiniones personales. Esto constituye una garantía para los periodistas porque pueden
saber así desde qué parámetros serán juzgados sus trabajos. El segundo, le da un
marco a la figura del Defensor ya que da cuenta de: atribuciones, forma de elección,
duración del mandato, garantías de inmunidad, etc.
Que las normas estén puestas por escrito implica, como dice Jelen de Radio de la
Ciudad, la existencia de un “respaldo institucional”. Agrega que “las autoridades del
medio deben creer en la figura y apoyar su gestión, aún cuando sus resoluciones no
les resulten simpáticas” (e-mail, 2007, 4 de diciembre).
238
Además, tanto el Código de ética como el Estatuto deben tener estado público y no
tratarse meramente de normas internas. La participación de lectores, oyentes y
televidentes es fundamental para que una figura como la del Ombudsman funcione en
plenitud. En este sentido, las páginas que los medios tienen en Internet pueden ofrecer
un enlace permanente y visible hacia esos documentos.
Dedicación
Si se pretende que el Ombudsman desarrolle una tarea que vaya más allá de la
lectura y selección de los mensajes del público y la redacción de la columna o la
realización del programa, la dedicación al cargo tendría que ser de tiempo completo.
Otra posibilidad, en caso de optar por la dedicación parcial sería dotar al Defensor de
un asistente que se ocupe del trabajo más rutinario. Sólo así podrían formalizarse
otras tareas que hacen a la difusión del cargo.
En este sentido, Adriana Lazzeretti de La Maga recuerda que al no ser su
dedicación “full time” tenía que “cumplir también con otros trabajos y eso posiblemente
restaba dedicación a la función” (e-mail, 2007, 30 de septiembre).
239
Como se ha visto en los casos extranjeros, las relaciones institucionales también
forman parte de los objetivos de algunos Defensores. Sería conveniente que se forje
un vínculo más estrecho entre quienes ejercen este tipo de cargo y las distintas
instituciones educativas. Conferencias en universidades, charlas con estudiantes del
nivel secundario o visitas a alumnos primarios donde el Defensor cuente cuál es su
trabajo, pueden ser oportunidades valiosas para instalar en un público en formación de
qué se trata la autorregulación y por qué es importante la participación de todos.
Sería ideal, además, que el Defensor pudiera transmitir su experiencia a otros
colegas a través de intercambios con asociaciones de periodistas, sindicatos del
sector u organizaciones que agrupan a los propietarios de medios.
Canales de comunicación
Un Defensor que realice su trabajo desde 2011 en adelante debe entender que no
puede restringir su contacto con el público a la columna o el programa semanal. Tiene
que ofrecer otras instancias de participación y respuesta. Es por ello que a nivel
internacional los Defensores se valen de varios recursos: actualizan un blog con
pequeñas observaciones varias veces a la semana, plantean alguna pregunta a través
de las redes sociales o ponen videos o audios a disposición para quienes deseen
conocer sus opiniones.
Sería conveniente que cada intervención del Defensor sea acompañada siempre
por un breve texto que resuma cuál es su función. Una aclaración de este tipo instala o
refuerza el concepto. El diario El País de España creó la función en 1985, sin embargo
aún en la actualidad sigue recordando a su público qué es lo que hace esta figura.
240
5.5 Nuevas categorías: Transmisor, Nexo, Igual y Árbitro
A partir de las observaciones de los casos argentinos se propone, ya finalizando
esta Tesis, una clasificación teórica propia acerca de las posibles intervenciones que
un Defensor puede adoptar ante un reclamo:
241
(E) CONCLUSIÓN
1 Resumen
Tras este recorrido podemos señalar que la hipótesis inicial queda confirmada en
general, ya que efectivamente “los Defensores de lectores y oyentes de la prensa
argentina llevaron adelante una Pedagogía del Derecho a la Información”, en los
términos en que ésta es definida en el Marco Teórico de la Tesis. También se
corrobora en particular que “cuestiones de orden temporal, normativo, de
procedimientos, de comunicación y de relaciones con otros instituciones”
terminaron limitando la profundización de tal tarea.
2 Introducción
Entre el 15 y el 18 de mayo de 2011 los Defensores de prensa asociados a la
Organization of News Ombudsmen (ONO) se reunieron en una conferencia
internacional, cumbre que realizan en forma anual. Esta vez la sede elegida fue la
ciudad de Montreal, en Canadá, donde un radiodifusor público (CBC./Radio Canadá)
ofició de anfitrión.
En tal encuentro, que no contó con representantes argentinos pero sí
iberoamericanos, se subrayó el incremento del número de Defensores en nuestra
región y se señaló el “valor” que esta figura puede tener en “los países en vías de
desarrollo”, como un aporte a la “independencia de los medios” y a la “democracia”
(Dvorkin, 2011, 22 de mayo).
También se advirtió que la “idea” del Ombudsman tiene que “cambiar y
expandirse” para acompañar las transformaciones que se registran en los medios de
comunicación. En particular, se estableció como “prioridad” prestar una mayor
atención y apoyo a quienes trabajan en el sector audiovisual o de contenidos on line
(Tammerk, 2011, 16 de mayo).
Como se observa, tanto en las conclusiones de la ONO como en la información
compilada en el Estado de la Cuestión de esta Tesis, la figura del Ombudsman sigue
un derrotero de marchas y contramarchas, que hacen que a nivel mundial todavía se
trate de un mecanismo de autorregulación adoptado por una minoría de medios y en
proceso de continua redefinición.
242
Mientras algunas experiencias desaparecen (incluido el “histórico” primer caso del
diario estadounidense The Louisville Courier-Journal), en otros lugares surgen nuevos
intentos. Basta ver qué ha pasado en los últimos diez años en Colombia, Brasil y
México, por nombrar sólo algunos de los países de América Latina en los cuales -
fallidas o duraderas- se han sucedido experiencias de Defensorías, tanto en el sistema
privado como público de medios. Incluso, ha habido intentos, como en Brasil, de crear
la figura de un Ombudsman con competencias exclusivas sobre la información
difundida en sitios web.
En Argentina, en tanto, los mecanismos de autorregulación de la prensa siguen
siendo insuficientes en términos generales.
Principios editoriales, manuales de estilo y códigos de ética surgidos desde los
propios medios y dados a conocer al público, son escasos en la prensa gráfica y
prácticamente inexistentes en radio y televisión. Es posible que existan normas
internas en cada empresa dirigidas a los periodistas, donde se detallen pautas de
trabajo y líneas de conducta, como ejemplifican algunos casos mencionados
oportunamente. Ahora, formuladas en éstas condiciones no constituyen “herramientas”
para que el público sepa qué esperar del medio que lee, escucha o ve y cómo y ante
quién reclamar en caso de ser necesario.
Como se ha visto, también, las principales innovaciones en materia de normativas
éticas en los últimos años no han surgido desde los propios medios sino de
asociaciones profesionales, como el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA). Éste no
sólo ha bregado por los derechos de los periodistas sino también los ha comprometido
en el respeto de estándares éticos y de calidad en pos de los derechos del público.
Esta posición fue nuevamente ratificada por la organización en mayo de 2011, en
ocasión de la visita al país de una delegación de la Sociedad Interamericana de
Prensa (SIP). En ese encuentro FOPEA volvió a insistir “en la necesidad de que los
medios de comunicación tengan códigos de ética autogestionados –con participación
de los periodistas en su redacción-, y que sean conocidos por la audiencia” (2011, 5
de mayo).
El compromiso ético, expresado a través del funcionamiento de mecanismos de
autorregulación, no debería sólo una opción personal de determinados periodistas.
Esos valores necesitan contar, además, con el respaldo institucional de las empresas
en las cuales esos profesionales trabajan. Además, y fundamental, deben ser normas
a las que el público tenga acceso, si es que existe el convencimiento en todos los
actores involucrados, de defender no solo la Libertad de Expresión sino también el
Derecho a la Información.
243
En tanto, en materia de los denominados “Organismos de autorregulación”,
también escasean ejemplos. Los Consejos de Prensa no han sido vistos, hasta ahora,
como una opción. La figura del Ombudsman, en tanto, sí ha sido experimentada,
aunque por un muy reducido grupo de medios.
Como se ha visto ampliamente, tres casos de Defensorías se iniciaron y
concluyeron en los ´90 (La Maga, Luna y el Perfil de 1998). En tanto, que en la primera
década el nuevo siglo se destacó la propuesta de Radio de la Ciudad, el primer medio
público –y hasta ahora el único- que ofreció a sus oyentes una Defensoría para
canalizar sus reclamos. En tanto, el relanzamiento de Perfil en 2005 presentó
nuevamente la figura del Ombudsman, aunque con modificaciones con respecto a lo
que fue esa figura en la etapa del ´98. Es de destacar, asimismo, los dos intentos
dados en el interior del país (Él Tábano en Mar del Plata y Línea Capital en Misiones),
casos mencionados en este trabajo aunque excluidos de la investigación más
profunda de la cual participaron los otros medios argentinos.
Se ha considerado en esta Tesis, que el Derecho a la Información supone una
“doble vía”, que por un lado contempla “las facultades y obligaciones de quien produce
o emite la información” y que por el otro lado ampara a quienes la “reciben” (Loreti,
1995 p. 20). También se ha postulado que el Ombudsman puede ser uno de los
mecanismos posibles que permitan velar por el cumplimiento de tal Derecho, ya que
por la misma definición de su función se trata de alguien que oficia de intermediario
entre los dos extremos. Asimismo, se ha reconocido que la tarea del Ombudsman o
Defensor no puede ser conceptuada simplemente como una oficina para reclamos o
un servicio de atención al cliente, sino que supone, tal como postulan Javier Darío
Restrepo (2003, marzo) o Germán Rey (2003, marzo), una labor “pedagógica”, tanto
dirigida hacia público como a los periodistas, acerca de los alcances y la forma en la
cual se puede llevar a la práctica el Derecho a la Información.
Es desde estos parámetros conceptuales que se ha evaluado en la Tesis los casos
de Defensorías de las revistas La Maga y Luna, del periódico Perfil y de Radio de la
Ciudad. El análisis detallado que se ha brindado de estas experiencias permite dar por
respondidas las “Preguntas fundantes” del trabajo acerca de las características que
adoptaron los casos argentinos.
Como se ha visto, los medios estudiados presentaron a las Defensorías como
parte de un discurso institucional que subrayaba su “diferencia” con respecto al resto
de la prensa local, a la cual evaluaban críticamente. El cuestionamiento del público al
producto informativo fue reconocido como un “derecho” que se canalizaba a través de
una figura específica: el Ombudsman o Defensor.
244
Con una influencia reconocida de modelos extranjeros, en particular del diario
español El País, los medios argentinos escogieron para tal función un perfil de
Defensor u Ombudsman que reuniera “la teoría y la práctica”. Esto es: formación
académica, producción cultural y trayectoria periodística.
En cuanto a las variantes existentes para la elección, se hallaron ejemplos de los
dos modelos predominantes: el “externo” (que supone la convocatoria para el cargo de
un periodista que al momento de ser seleccionado no trabaja para el medio) y el
“interno” (en el cual el escogido ya es parte del staff). En tanto, si bien han sido en la
mayoría de los casos, los directores o editores quienes tuvieron la atribución de
escoger al candidato, es más que interesante lo hecho por La Maga, revista que lanzó
una convocatoria pública de postulantes para el cargo de Ombudsman y que permitió
que la decisión final surgiera por la votación de la redacción.
En cuanto a la concepción del rol, los Defensores argentinos subrayaron por un
lado, que su misión consistía en la “reflexión” y la “crítica” acerca del contenido del
medio y, por el otro, una tarea de “mediación” entre el público y los periodistas.
En función de estos objetivos repartieron sus rutinas laborales en cuatro aspectos:
la lectura o escucha del medio en cuestión, la recepción y procesamiento de los
mensajes del público, la investigación acerca de la pertinencia de los reclamos y la
redacción de las columnas o la grabación de los programas semanales. Tareas que,
salvo en el caso de Abel González del Perfil de 1998, fueron realizadas a tiempo
parcial. O sea, compartiendo el rol de Ombudsman con otras funciones dentro del
propio medio o fuera de él. Por esta razón o por decisión personal, algunos de los
Defensores escogieron a sus propias casas como espacio de trabajo, con lo cual
pudieron mantener cierta distancia con los colegas de la Redacción.
En materia de retribuciones, el trabajo de los Defensores fue “rentado”, salvo en
Radio de la Ciudad donde se consideró que el puesto, que debía ser ocupado por un
empleado de la emisora, sería desempeñado “ad-honorem”.
En tanto, que la duración de la gestión de cada Defensor, aspecto clave en este
cargo que se considera de carácter temporario, mostró en los casos argentinos
variantes que oscilaron entre menos de un año y más de dos años. Andrew Graham-
Yooll de Perfil fue quien más tiempo permaneció en la función: fue nombrado en
diciembre de 2007 y en diciembre de 2011 todavía seguía al frente de la sección.
Causas personales y profesionales, pero también problemas económicos de las
publicaciones o cambios de directivos aparecieron como los motivos que
desencadenaron el final del mandato de los Defensores.
245
3 Confirmación de la hipótesis
Corresponde en este punto retomar la hipótesis puesta a prueba en este trabajo.
Se considera que, tras el exhaustivo análisis del Tema y del Objeto, puede
afirmarse con fundamentos que, en términos generales, “los Defensores del público
en la prensa argentina promovieron una pedagogía acerca del significado y los
alcances del Derecho a la Información”.
Esto es que, a través de sus columnas, programas o intervenciones públicas:
Explicaron en qué consiste este Derecho, cómo ejercerlo y cómo reclamar si no
es respetado.
Propiciaron y promovieron la participación crítica del público.
Junto con los lectores y oyentes marcaron errores, contradicciones o
violaciones a las normas éticas y propusieron acciones correctivas.
Instaron a los periodistas a dar explicaciones y a rectificarse en caso de ser
necesario.
Llevaron adelante acciones para difundir el rol.
Sin embargo, del corpus analizado y de las entrevistas mantenidas con los
Defensores, también se desprende la confirmación de la hipótesis en particular. Esto
es que existieron “cuestiones de orden temporal, normativo, de procedimientos,
de comunicación y de relaciones con otros instituciones que terminaron
limitando la profundización de tal tarea” pedagógica.
246
los años ´90 con La Maga, Luna y Perfil, que se agota dentro de la misma década,
para luego resurgir recién en 2004 con Radio de la Ciudad y en 2005 con el
relanzamiento de Perfil como periódico dominical. Mucho tiene que ver con esta
situación los problemas económicos o los cambios de propiedad y directivos que
afrontaron y que llevaron a la desaparición de las Defensorías o del medio en su
totalidad.
En tercer lugar, y al interior de algunos casos de Defensorías, también
existieron problemas para ofrecer una regularidad. En La Maga y Radio de la
Ciudad se observaron “baches”. O sea, períodos de tiempo en los que no existió
Defensor o en los que éste no dio señales públicas. En la revista, entre la renuncia de
Abrevaya y la designación de Lazzeretti pasó todo un año. Cuando ésta finalmente fue
puesta en funciones sus columnas tampoco gozaron de una regularidad en cuanto a
su publicación. En la radio, Jelen tuvo en principio un programa en vivo de media hora,
que luego se redujo a quince minutos, para después convertirse en micros grabados
de cinco minutos emitidos en distintos días y horarios. Además, y a raíz de los
cambios de directivos, en todo 2007 no actuó como Defensor. Su última intervención
fue entre noviembre y diciembre de 2008 y como columnista en otro programa.
247
La falta de normas conocidas y compartidas por toda la redacción y por el público
que debe interactuar con un Ombudsman, aparece como uno de los puntos más
débiles de las experiencias estudiadas, sobre todo teniendo en cuenta que en el
sistema de medios argentinos, no existía y no existe, una tradición en cuanto a los
mecanismos de autorregulación.
248
Con la designación de Graham-Yooll a fines de 2007, el recuadro central de la
sección fue fijado como el lugar en el cual encontrar los sábados y domingos el
análisis del Ombudsman, diferenciando así las intervenciones propias del rol de
aquellas que lo pueden tener como comentarista de temas de interés general. Sin
embargo, la sección y su título principal siguen sin aludir a la existencia de un
Ombudsman en Perfil.
En tanto, las actuaciones de oficio o motu propio por parte de los Defensores
argentinos, ante la falta de reclamos pertinentes por parte del público, han aparecido
como excepciones. El caso que sobresale es el de Adriana Lazzeretti en La Maga,
quien consideraba como parte de su “función docente” el hecho de promover críticas al
medio o debates, sin quedar supeditada a la queja de los lectores. También Andrew
Graham-Yooll, de Perfil, publicó observaciones propias que cuestionaban aspectos de
la edición de la semana anterior del periódico. Actitud que se tornó más evidente luego
del pedido del director, Jorge Fontevecchia, de un cambio de “énfasis” en la sección
(2008, 31 de mayo). Nelson Castro, aunque en menor medida, también actuó de oficio.
Por ejemplo, cuando cuestionó a Perfil por aceptar que una de las partes implicadas
en un conflicto pagara el viaje al exterior de un periodista (2006, 21 de mayo)
Como se demostró en esta Tesis, las quejas del público suelen centrarse en los
“errores de hecho”, o sea, en las equivocaciones presentes en ciertos datos de la
información (nombres, fechas, ubicaciones geográficas, cálculos matemáticos,
acontecimientos históricos, etc.). Entonces, las intervenciones de oficio o motu propio
del Defensor pueden actuar como ejemplos para que, en el futuro, otros aspectos
éticos o periodísticos también sean reconocidos como factibles de ser cuestionados.
Por otro lado, los Defensores argentinos tampoco utilizaron como recurso
habitual la convocatoria a encuentros personales con el público o talleres de
debate con los periodistas, como forma de recibir inquietudes y despejar dudas
acerca de su función. Como excepciones pueden mencionarse la iniciativa de Nelson
Castro de Perfil (de reunirse a la vez con lectores y periodistas, aunque tal tipo de
convocatoria se realizó en una sola oportunidad) ó la participación de Cecilia Absatz
en algunos de los “grupos de análisis” en los que Luna convocaba a ciertas lectoras
para conocer sus opiniones sobre la revista.
Si bien, como se ha detallado en el Estado de la Cuestión (“Otras iniciativas desde
las Defensorías”) a nivel internacional tampoco este tipo de encuentros es una práctica
generalizada, sí existe el convencimiento en quienes los llevan a cabo que estar “cara
a cara” con el público o con los periodistas contribuye a que el cargo gane “reputación
más rápidamente” (Glaser, 1993). Existen iniciativas a nivel latinoamericano, como las
249
llevadas adelante por la Defensoría del lector del diario venezolano El Nacional, que
podrían servir como fuente de inspiración en este sentido.
El Ombudsman puede valerse también de los recursos que facilita Internet para
tener un contacto más fluido con el público y los periodistas. Páginas Web,
Intranet, blogs y redes sociales están permitiendo a los Defensores sumar otras
instancias de interacción, más allá de las columnas o los programas semanales. A
nivel internacional es una tendencia entre los Defensores que va en aumento. Sin
embargo, estos recursos han sido poco explorados por los Defensores
argentinos, teniendo en cuenta sólo en este ítem a las experiencias más actuales.
Es singularmente llamativo el caso del sitio web de Perfil, en el cual no se “suben”
los comentarios que semanalmente el Ombudsman publica en la edición papel.
Tampoco en el link denominado “Comuníquese con la redacción” se hace mención a la
existencia del cargo ni el medio utiliza sus cuentas oficiales en las redes Facebook y
Twitter, para facilitar el contacto con su Ombudsman.
Distinta fue la situación de Radio de la Ciudad, la cual mientras permaneció en
funciones el Defensor del Oyente, le concedió un link destacado en la página principal
de su sitio web. En este espacio se detallaban sus funciones, la forma de elección, las
vías de contacto, el resumen de los principales reclamos e, incluso, el audio de
algunos de los programas (Ver ejemplo en el Anexo).
250
tiempo, el hecho de compartir el trabajo de Ombudsman con otras tareas periodísticas
y, en algunos casos, el convencimiento de que tales contactos “públicos” pueden ser
“inconvenientes” (Ver: “Actividades de Extensión”), pueden haber incidido en que no
se formalizaran iniciativas desde las Defensorías para promover la actividad.
251
que tal iniciativa pueda ser continuada por otros investigadores, prestando especial
atención a los “caminos” que quedan “abiertos”. Por ejemplo:
5 Cierre final
Después del extenso recorrido bibliográfico y analítico presentado, nos resta
desear que esta Tesis pueda contribuir a ampliar el conocimiento, en nuestro país, del
Ombudsman como figura de autorregulación y de pedagogía del Derecho a la
Información.
En este trabajo se buscó ofrecer una detallada reconstrucción de las experiencias
de Defensorías del público que existieron en la prensa argentina. Para ello, se delineó
un “perfil” de los Defensores (en sus aspectos profesionales, normativos, de rutinas
laborales y de relación con el público, los periodistas y otras instituciones vinculadas
con la profesión). También, en lo referido a la evaluación del tipo de quejas
252
promovidas por el público y al reconocimiento de los errores por parte de los
periodistas.
Este análisis permitió identificar aquellos aspectos innovadores de cada caso y
marcar, además, sus puntos problemáticos. Tal detallado abordaje fue el basamento
para elaborar categorías propias de clasificación de las intervenciones de los
Defensores como así también de un listado de sugerencias para futuras experiencias.
Sin embargo, este trabajo no se circunscribió al ámbito local. La elaboración de un
“estado de la cuestión” actualizado a nivel internacional y, en particular, la
identificación de la historia de las Defensorías en América Latina constituyen un aporte
que ha trascendido las fronteras. La contribución de esta investigación mereció el
reconocimiento de la Organization of News Ombudsmen en el congreso internacional
que se llevó a cabo en Canadá en 2011 (Dvorkin, 2011, 22 de mayo).
Finalmente, y teniendo en cuenta el marco institucional en el que se inscribe esta
Tesis y la tarea docente de quien esto escribe, no se puede dejar de mencionar el rol
relevante que las Universidades deben tener en las discusiones acerca de la ética
periodística.
Así como se espera una “pedagogía” del Derecho a la Información por parte de los
medios y de los Defensores, desde las Universidades se puede contribuir a ese
objetivo si se forman profesionales con sentido de la autocrítica, si se estimula el
debate acerca de la autorregulación entre entidades periodísticas, sindicatos del sector
y asociaciones de propietarios de medios y se difunde al público en general cuáles son
los derechos que tienen como lectores, oyentes y televidentes.
La figura del Ombudsman, lejos está de aquella imagen idílica que se describía en
la Introducción de esta Tesis: una especie de Superman, tal como lo mostraba La
Maga, capaz de cambiar por sí solo el estado de las cosas en materia de medios.
La experiencia internacional y el estudio específico de los casos argentinos han
demostrado que este mecanismo de autorregulación es válido porque permite, de
alguna forma, mantener vivo el debate acerca de qué y cómo se informa. Pero tal
apuesta implica, necesariamente, un compromiso colectivo. Poco puede hacer el
Ombudsman sin reglas claras que sean respetadas por el medio que lo designa, sin
reclamos pertinentes por parte del público y sin el compromiso de los periodistas de
reconocer los errores o de dar explicaciones.
En este sentido, queda en Argentina un amplio camino por recorrer. Quienes de
una u otra manera participamos en la formación de comunicadores, periodistas y
públicos tenemos el derecho y el deber de contribuir.
Buenos Aires, enero de 2012
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
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6) Entrevistas
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Entrevista telefónica.
ARES, Carlos (2006, Mayo 9). Fue director de la revista La Maga. E-mail.
CASTRO, Nelson (2008, Junio 17). Fue el segundo Ombudsman de Perfil. Entrevista
personal.
FONTANA, Clara (2008, Enero 8). Fue la segunda Defensora de lectoras en Luna.
Entrevista personal.
JELEN, Guillermo (2007, Septiembre 20 y 2008, Diciembre 19). Fue Defensor del
Oyente en Radio de la Ciudad. E-mail.
LAZZERETTI, Adriana (2007, Septiembre 30). Fue la segunda Defensora del lector de
la revista La Maga. E-mail.
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