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Sepultura

Si en una noche pesada y sombría


Un buen cristiano, por caridad,
Detrás de unos viejos escombros
Entierra vuestro cuerpo alabado,

A la hora en que las castas estrellas


Cierran sus ojos abrumados,
La araña en ellos hará sus telas,
Y la víbora sus crías;

Escucharéis durante todo el año


sobre vuestra cabeza condenada
Los aullidos lamentables de los lobos

Y de las brujas famélicas,


El retozar de los viejos lúbricos.
Y las conspiraciones de los negros rateros.

El muerto alegre

En una tierra crasa llena de caracoles


quiero cavar yo mismo una fosa profunda,
donde a mi gusto pueda meter mis viejos huesos
durmiendo en el olvido como escualo en la onda.

Odio los testamentos y odio las sepulturas;


antes que suplicar una lágrima al mundo,
viviente, yo prefiero invitar a los cuervos
a sangrar los salientes de mi inmunda carcasa.

¡Vermes! Negros amigos sin orejas ni ojos,


ved que llega a vosotros un muerto alegre y libre;
¡libertinos filósofos, hijos de lo podrido,

a través de mi ruina id pues sin que os remuerda,


y decidme si aún hay tortura para este
viejo cuerpo sin alma y ¡muerto entre los muertos!
La destrucción

A mi lado sin pausa el Demonio se agita;


A mi lado flota como el aire intocable;
Lo bebo y siento cómo abrasa mis pulmones
ahogándome en un deseo culpable y eterno.

Adopta, a veces, pues conoce mi amor por el Arte,


la apariencia de la mujer más seductora,
y acudiendo a especiosos pretextos cobardes,
acostumbra mis labios a sus depravados hechizos.

Lejos de la mirada de Dios así me lleva,


Jadeante y deshecho por la fatiga, al centro
De las hondas y solitarias planicies del Hastío,

Y arroja ante mis ojos, de confusión repletos,


Vestiduras manchadas y entreabiertas heridas,
¡Y el sangriento artificio en donde habita la Destrucción!

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