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TRANSDISCIPLINARIEDAD Y COMPLEJIDAD:

Una cartografía

TESINA
ÍNDICE

0. INTRODUCCIÓN
1. PANORAMA
1.1 Una nueva alianza
1.2 Temporalidad y Caos
1.3 Orden y sistemas abiertos
1.4 Información y Auto-organización
1.5 Auto-referencia y auto-poiesis
1.6 Zonas comunes
2. UN NUEVO PARADIGMA
2.1 Complejidad
2.2 Retos epistemológicos
2.2.1 Contra el método y la epistemología
2.2.2 Realidad compleja, conocimiento complejo
2.2.3 Objetividad y subjetividad
2.2.4 Método como principio de organización
a) A-método
b) El triple muro
c) “Caminante no hay camino…”
d) Reorganización conceptual
2.2.5 Complejidad y Método
3. TRANSDISICPLINARIEDAD
3.1 Actitudes
3.2 Primeros pasos
3.3 Modelo, Modelización, Simulación
3.4 Imaginación y subjetivación
3.5 Modos y objetos transdisciplinares
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA

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0. INTRODUCCIÓN

En el siguiente texto tratamos de dibujar un mapa del paradigma de la


complejidad, nuevo y prometedor para la ciencia y la filosofía, guiándonos por un
trazo epistemológico. Y como toda cartografía, sabemos que la nuestra está
incompleta, delimitada a un espacio y a algunas relaciones, y que por tanto deja
sin explorar muchos otros territorios conceptuales. Resúmanse nuestras
intenciones en presentar algunos de los nuevos conceptos surgidos en las
ciencias, que proponen un punto de ruptura respecto a la cosmovisión clásica,
moderna y reduccionista del mundo, que sugieren otros modos de cientificidad
en el que confluyen las artes, las ciencias humanas y la filosofía por igual. En el
trasfondo de nuestro trabajo, resuena una pregunta que nos sirve a la vez de
motivo: Construir una visión global del mundo hoy día fragmentado, ¿es posible?
¿es deseable? ¿es necesario? Por eso acompañamos esta pregunta con un
especial interés en el método, ¿habrá método semejante capaz de reorganizar,
relacionar y reintegrar esos saberes tan dispares, que facilite su empleo para la
construcción de conceptos más afines a las necesidades del presente? Si lo hay,
¿cómo habrá de configurarse?

En primer lugar, intentaremos dibujar el horizonte problemático, condición


de posibilidad para el surgimiento de toda nueva forma de entender la realidad;
partimos por tanto de la separación y necesidad de un re-encuentro entre las
diferentes disciplinas, en especial las del dominio físico con las del dominio
antropo-social. Posteriormente enunciamos ciertos conceptos-problema,
desarrollados desde ámbitos particulares de las ciencias, y que han permitido la
apertura del pensamiento en general hacia una articulación novedosa entre
diferentes realidades. En tercer lugar, caracterizamos lo que Edgar Morin ha
llamado “el paradigma de la complejidad”, lugar-visión donde confluyen y se
agencian todos estos conceptos.

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En lo que respecta a la cuestión metodológica, nos ha parecido pertinente
exponer la crítica escéptica de Paul Feyerabend, que resalta cuestiones
fundamentales y problemas importantes a resolver para cualquier discurso
teórico que aspire a dar cuenta de sus prácticas científicas. Esto nos permitirá
poner en perspectiva la posibilidad o imposibilidad de cualquier método para
cualquier labor epistemológica, que sugerimos requerirá una renovación a fondo.
Sólo así será posible evitar que la complejidad recaiga en viejos problemas, o
que repita dogmas que ella misma pretende superar. Detallamos a continuación
el programa epistemológico de la complejidad tal y como lo ha señalado Edgar
Morin, así como algunos obstáculos a vencer junto a algunos conceptos que se
pueden implementar para ello. Finalmente, procedemos a retratar, junto con
Sergio Vilar, la estrategia transdisciplinaria para abordar las realidades
complejas, una práctica concreta que intenta continuar con las pautas señaladas
por el pensamiento emergente y que ha tenido un considerable éxito en casi
todos los ámbitos del saber. Esperamos que de este modo podamos situarnos y
orientarnos mejor dentro de este panorama contemporáneo en el que empieza a
emerger no sólo una ciencia nueva, sino una nueva racionalidad, y que nos
conduce hacia un llamado cada vez más urgente para la filosofía.

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1. PANORAMA

1.1 Una nueva alianza

Uno de los principales problemas para la ciencia y la filosofía es la brecha entre


los saberes del Hombre y de la Naturaleza. Es bien conocida la rivalidad e
incluso el desprecio mutuo que investigadores de unos y otros campos se
muestran, sostenido por el desconocimiento y una falta de comunicación entre
las distintas disciplinas. Si bien es cierto que se ha trabajado para unificar en un
solo corpus la gran diversidad de saberes, también lo es que suelen privilegiarse
los llamados procedimientos “cuantitativos”, propios de las ciencias naturales,
anulando la perspectiva única y comprensiva de las ciencias antropo-sociales.

Sin embargo, en los últimos años han surgido una serie de conceptos por
parte de algunas ramas de las llamadas “ciencias naturales” que permiten un
acercamiento diferente al problema del hombre y la naturaleza. Uno de sus
precursores es Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química en 1977, quien, desde
la termodinámica, plantea y propone una ciencia reformulada, atenta al mundo
del devenir y por tanto al mundo más inmediato de la vida. Esta línea ha sido
seguida de cerca por otros campos como la biología, la cibernética, la
meteorología y la sociología, que, en el estudio de fenómenos ricos y complejos,
han tenido que hacerse de una serie de conceptos capaces de abordar la
multiplicidad de dimensiones aparentemente inconmensurables y a la vez
imprescindibles para una comprensión no trivial de sus objetos. Dicha
“migración” de conceptos, inconcebible desde la ciencia clásica (continuadora
del paradigma cartesiano-newtoniano), ha posibilitado la proliferación de muchos
otros campos que nos sugieren la necesidad de repensar la racionalidad
moderna y el proyecto mismo de la ciencia; ciencia que, al poseer un peso tan
excepcional en nuestras sociedades, configurando nuestras prácticas y
creencias, nuestros modos de ver y relacionarnos con el mundo, habrá de
pensarse siempre en perspectiva, desde una reflexión que no excluya la

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dimensión antropo-social. Sin embargo, parece que también nos encontramos
actualmente en una posición de incertidumbre: la proliferación y continuo
desarrollo de conocimientos nos desbordan por sí mismos. Surge, pues, la
pregunta: ¿cómo implementar el horizonte humano si difícilmente podemos
hacer frente a las dificultades teóricas de cada campo? Sin embargo, teóricos
contemporáneos han lanzado una proclama: no podemos seguir desorientados,
si queremos que la ciencia nos ayude a mejorar integralmente la calidad de vida
de los seres humanos, y no simplemente a producir mejores artilugios técnicos,
habrá que apostar por una visión global que, sin ser completa o absoluta, nos
permita reintegrar el hombre a la naturaleza sin el peligro del reduccionismo.
Necesitamos una teoría potente, capaz de seguir un principio de explicación
complejo y capaz de reunir sin empobrecer las realidades antropo-sociales con
la realidad físico-biológica, de congeniar el ideal científico con la incertidumbre
propia del ámbito humano.

1.2 Temporalidad y Caos

Nos parece importante recuperar el análisis de Prigogine1 sobre la concepción


termodinámica de la temporalidad en contraste con el concepto utilizado en la
mecánica clásica de tiempo absoluto, representante más significativo de la
ciencia moderna. Para Prigogine, el tiempo en las ciencias físicas se presenta
como una paradoja: por una parte la mecánica clásica lo caracteriza como una
dimensión lineal, progresiva y absoluta que apenas influye en el comportamiento
de los fenómenos. Por otra parte, se nos presenta como una dimensión
existencial, íntima, fundamental e irreversible. Es esta la oposición clásica
entre el Ser y el Devenir, siendo lo inmutable privilegiado por la física, que se
preocupa por establecer leyes universales y atemporales; siendo lo moviente (el
cambio que precipita los acontecimientos hacia el azar) lo estudiado por la
historia, la filosofía, la poesía y el arte. Uno de los problemas de la física
contemporánea es unificar estas interacciones, en el marco de una sociedad

1 Prigogine, Ilya y Stengers, Isabelle. La Nueva Alianza

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industrial donde todo parece abocado hacia el gasto, en la que es
abrumadoramente partente la irreversibilidad del tiempo.

Para Prigogine, esta paradoja se traduce físicamente en el contraste


definido por el comportamiento de estructuras en equilibrio respecto a
estructuras en no-equilibrio (disipativas), producidas cuando en un proceso
entran en juego fenómenos irreversibles generalmente entrópicos. La materia en
equilibrio, objeto de estudio de la física y la química clásica, se comporta
mediante interacciones simples y unidireccionales, es decir, mediante un
mecanismo causa-efecto lineal y reversible. En cambio, en las estructuras de no-
equilibrio se manifiesta la flecha del tiempo, la irreversibilidad que imposibilita
manipular el fenómeno de vuelta a su estado inicial mediate una regresión lineal
efecto-causa. Lo que sucede en los fenómenos de no-equilibrio es que hay una
variación termodinámica que tiende a estabilizar una estructura por un periodo
largo del tiempo, produciendo sistemas auto-organizados y auto-sustentados
pero lejos del equilibrio. Prigogine subraya que sin estos fenómenos la vida en el
planeta no sería concebible, destacando el papel constructivo del tiempo a la vez
que propone una renovación de la dinámica clásica (especialmente en lo que
respecta a la Segunda Ley de la Termodinámica). El químico nos muestra que
sin esa inestabilidad inicial, o como el le llama, caos, no cabría la posibilidad de
la emergencia creativa de sistemas auto-organizados y complejos, inestabilidad
que se encuentra también en la formulación probabilística de la de la teoría
cuántica (por lo que apunta hacia una posible unificación de leyes macro y
microscópicas del universo). Para eso es necesario una renovación integral, que
sea potente a la hora de dar cuenta de estas leyes de la naturaleza
probabilísticas, sensibles a bifurcaciones y fluctuaciones, una renovación en la
totalidad de la física que, como sabemos, tiende a eliminar todos estos
caracteres en la búsqueda de comportamientos mecánicos.

El proyecto científico, nos dicen Prigogine y Stengers, nace de la apuesta


cartesiana por la claridad y la distinción, por el análisis y la descomposición de lo

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complejo a lo simple. Este análisis incluye, por supuesto, eliminar el tiempo,
reducir lo contingente a lo necesario. Frente a fenómenos desbordantes en los
que entran en juego una enorme cantidad de variables, fenómenos deterministas
y sencillos, inteligibles y manipulables como el movimiento de un péndulo. Entre
un extremo y otro emergen procesos sorprendentes de complejización, de
surgimiento de lo complejo a patir de lo simple donde lo uno y lo otro se mezclan
e incluso coexisten sin oposición jerárquica, donde es posible dar cuenta de
procesos creativos y regulares de la naturaleza a partir del desorden y la
inderterminación (del caos que circunda a las condiciones iniciales). Ejemplos
donde el estudio del surgimiento del orden complejo a partir del caos ha
resultado enormemente fructífero son la teoría de los sistemas dinámicos de
Poincaré y la teoría de catástrofes, con exitosas aplicaciones en la meteorología,
la estadística y la geología.

1.3 Orden y sistemas abiertos

La teoría de sistemas (TdS), desarrollada por Bertalanffy, ha tenido un fuerte


impacto en la sociología, la cibernética, la biología y la lingüística. Concebir la
realidad como “sistema”, como “asociación combinatoria de elementos
diferentes”, permite una visión del todo más allá de las partes, involucrando
un plano multidimensional en donde son evaluados tanto el comportamiento de
las entidades que lo componen por separado como sus interacciones en la
conformación del todo. Si bien la noción de “sistema” surge de un
estructuralismo vago que opera bajo el supuesto de la repetición de verdades
primeras (estructuras) invariantes a partir de las cuales se puede predecir el
comportamiento general (sistemas cerrados y estables), se ha desarrollado con
grandes éxitos en el estudio de sistemas abiertos (Varela y Maturana).

“Sistema abierto” es una noción acuñada por la termodinámica, utilizada


para referirse a los sistemas que requieren alimentación exterior y, por lo tanto,
una interacción con el medio para sostenerse (por ejemplo la llama de una vela

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o los organismos vivos). Un sistema abierto puede comprenderse también en
términos de equilibrio o desequilibrio físico: una mesa o una piedra intercambian
poca energía con el exterior, son sistemas cerrados y altamente estables al
contrario que un organismo que necesita constantemente interactuar con su
medio para mantenerse. Así, a diferencia de los sistemas cerrados, el
desequilibrio interno del flujo energético provee a los sistemas abiertos de un
delicado equilibrio (estabilidad y continuidad) que, al clausurarse, tiende a
degradarse. Al contrario de lo que sucedía en la filosofía cartesiana (donde los
sistemas vivos eran consideradas como entidades cerradas y no como sistemas
organizados), la TdS ha permitido redescubrir las leyes de lo viviente como leyes
de desequilibrio y dinamismo estabilizados, forzándonos a estudiar no sólo los
sistemas mismos, sino su relación con el medio ambiente; relación no sólo de
dependencia, sino de constitución y conformación, dándonos a entender un
doble vínculo (íntimo y a la vez extraño) entre el organismo y su medio. Su
estudio, pues, habrá de contemplar el sistema en interacción, no aislado,
abriéndose paso la teoría de la evolución metasistemática, donde las
interacciones entre sistema y ecosistema se entienden mediante intercambios
de flujos tanto materiales como energéticos, organizacionales e informacionales.
Concebir al sistema como unidad cerrada y acabada implica, pues, una versión
meramente clasificatoria, analítica y reduccionista del mundo que resulta muy
limitada.

Una de las consecuencias de la TdS ha sido el desarrollo de posturas


organicistas y organizacionistas: el organicismo ve al organismo como una
totalidad armoniosamente organizada (una máquina no artificial) que incluso
algunos extienden a las sociedades (analogía que cabe cuestionar seriamente).
El organizacionismo, en lugar de presuponer una totalidad rica y equilibrada de
antemano, busca los principios de organización comunes, así como los
caracteres de la diversificación. Ambos proponen la implementación de una
lógica no-lineal y de complementariedad (en lugar de eliminación) de los
términos antagónicos.

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Se ha producido una revuelta epistemológica a partir de la noción de
sistema abierto (algunos han dicho que el teorema de Gödel permite pensar la
lógica como sistema abierto), lo que muestra la gran fecundidad de esta teoría
como caldo de cultivo, pero también de confusión. Aún quedan vacíos
conceptuales, sobre todo en lo que respecta a la noción de sistema y su
analogía con los organismos vivientes que, aunque haya resultado muy fecunda
en su aplicación en las ciencias de la vida, no queda exenta de querer forzar la
inteligibilidad de la vida en un impulso tecnocráctico (sobre todo en su aplicación
a la teoría social).

1.4 Información y auto-organización

La teoría de la información (TdI) ha tenido importantísimas aplicaciones en las


telecomunicaciones y en la computer science, a pesar de que la “información”
es aún hoy una noción ambigua, acuñada por Hartley, Shannon y Weaver para
remitir a fenómenos comunicacionales y estadísticos. La cibernética, por otro
lado, le imprime un sentido meramente organizacional: “un programa portador
de información no hace más que comunicar un mensaje a un ordenador que
computa cierto número de operaciones”. Hoy día solemos ver el término
extrapolado de la teoría cibernética al dominio biológico: el ADN como modelo
que se encarga de asimilar elementos químicos “asignificantes” (como los
fonemas) en unidades complejas dotadas de “sentido” (palabras) y cuyas
mutaciones son análogas al “ruido” que introduce un error no consecuente con
el sistema organizacional que termina constituyendo un nuevo mensaje.

La noción de información puede ligarse también a la termodinámica y a la


física: el segundo principio señala una tendencia a la entropía, al crecimiento del
desorden en sistemas organizados (del orden al caos). El lenguaje cibernético y
computacional encuentran a su vez situaciones de “ruido”, distorsión o
equivocidad de las que, sin embargo, se pueden extraer elementos novedosos y

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relevantes para la transmisión de nuevos mensajes. La ecuación shannoniana
de la información (H=KlnP) parece un reflejo en negativo de la ecuación de la
entropía (S=KlnP); parece que en TdI del caos puede surgir un nuevo orden. He
aquí la noción de order out of noise que Von Förster resalta para caracterizar
los efectos de estas distorsiones y que a su vez ha sido incorporada al estudio
de los seres vivientes. Atlan ampliará este concepto order out of noise hasta
darle en su lugar un sentido de complexity out of noise: el ruido puede ser una
oportunidad para el desarrollo y no sólo para el orden (el ruido que una máquina
descodifica como información, por ejemplo). La TdI nos da pues, una doble
perspectiva con una respectiva doble lógica: desde el punto de vista externo al
sistema, un mensaje puede percibirse como “ruido”; desde un punto de vista
interno como información. Se hace necesario y relevante destacar las
consecuencias metodológicas del papel del participante, del intérprete que
participa, si bien no en la construcción de todo el sentido, sí de una parte.

El concepto de información continúa siendo hoy un concepto problema


más que un concepto solución; no conocemos más que sus aspectos
estadísticos, probabilísticos e improbabilísticos con los que, sin embargo, hemos
sido capaces de realizar grandes avances técnicos. Las lagunas que pueda
haber en este concepto no son razones para rechazarlo, sino para continuar en
su estudio y su profundización; no es pues, un concepto terminal (que explique
la totalidad o que esté totalmente explicado), sino un nuevo punto de partida.

En relación al concepto de “información” surge el concepto de “máquina”


para denominar al sistema decodificador de los flujos de información. La
cibernética no sólo reconoce las máquinas organizadas (los artefactos
construidos parte a parte por el hombre, máquinas mecánicas y artificiales), sino
también máquinas auto-organizadas (máquinas vivientes). La máquina-
artefacto depende de sus partes, que se pueden aislar y sustituir, al contrario de
las máquinas auto-organizadas que funcionan como una totalidad o un conjunto
armonioso. La diferencia, por tanto, es de naturaleza: la máquina externamente

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organizada depende de la estabilidad, mientras que las auto-organizadas de un
equilibrio oscilante entre la organización, la desorganización (entropía) y la
reorganización (neguentropía). De la auto-organización surge un orden que,
para mantenerse, debe complejizarse a partir del desorden, o más aún, a partir
del ruido.

Aún hoy, la organización viviente, es decir, la auto-organización, está más


allá de las posibilidades de la Cibernética, de la TdS, de la TdI y aún del
concepto mismo de organización. La teoría de la auto-organización bebe de la
Teoría de los Autómatas, de los auto-reproductores y de la teoría meta-
cibernética de von Neumann, Ashby, von Förster, Gunther, etc., estableciéndose
a su vez en un terreno colindante con las ciencias que investigan la Inteligencia
Artificial, que busca comportamientos auto-organizadores y auto-reproductores
en las máquinas artificiales.

1.5 Auto-referencia y auto-poiesis

Inspirado en el concepto de “auto-organización”, el filósofo, psicólogo y biólogo


Jean Piaget acuña el término “auto-referencia” en neurofisiología. Para Piaget
no es la realidad la que define por completo la organización de los seres vivos,
sino ellos mismos los que, al auto-producirse, generan sus propias
transformaciones. Piaget desarrolla también, junto con el biólogo chileno
Francisco Varela, el concepto de auto-poiesis para caracterizar los sistemas
que a través de sus interacciones regeneran y realizan la red de procesos que a
su vez los han producido. Ambos conceptos ponen en duda el criterio objetivista
para el estudio de la naturaleza; en lugar de una lógica lineal y determinante que
gobierne procesos secuenciales, ambos científicos sugieren una lógica no-lineal
que contemple varios aspectos simultáneos de un mismo fenómeno, siguiendo
en la línea que sugiere el estudio de sistemas abiertos no clausurados.

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En el ámbito sociológico Niklas Luhmann ha implementado el concepto de
auto-poiesis para analizar fenómenos de auto-organización y auto-producción
colectivas en situaciones de riesgo e incertidumbre (medios desequilibrados)
como los movimientos sociales. Sus análisis sugieren la necesidad y posibilidad
de articular el problema científico de la complejidad con el problema
hermenéutico del sentido.

1.6 Zonas comunes

Encontramos a la vez una serie de campos en principio separados, que


posteriormente van ampliándose y encontrando zonas de vecindad gracias a la
perspectiva sistémico-estructural tanto en las ciencias exactas (Bertanlaffy,
Poincaré, teoría de catástrofes, topología), en las ciencias humanas (psicología
Gestalt), sociales (Lévi-Strauss) y la lingüística (Jakobson, Saussure),
promoviendo la emergencia de varios problemas lógicos y conceptuales que,
desde la misma lógica y en el contexto de una recién emergida computer
science, aparecen paradójicos e impensables, tales como la auto-referencia,
auto-poiesis, auto-organización, complementariedad, etc. Esto nos invita a
revisar las nociones mismas de “causalidad” (admitir junto a la causalidad lineal
una causalidad no-lineal), así como las relaciones surgidas entre el azar y la
necesidad sugeridas por el estudio de la entropía.

Lo anterior nos indica en primer lugar una mutación del estatus


ontológico del objeto de estudio que deja de ser aislable, cuyo ambiente deja
de ser imprescindible y por lo tanto, que deja de ser fenoménicamente autónomo
e individual. Esto implica un incremento extraordinario en el número de variables
que llegan incluso a desafiar nuestra capacidad de cálculo, esto es, nos
presentan realidades mucho más complejas. Dichas realidades se nutren tanto
de órdenes como de azares, lo que nos aduce a un importante problema teórico:
la caja negra o el punto ciego que corresponde tanto al sujeto como al
fenómeno mismo, que nos invita a valorar las incertidumbres, indeterminaciones

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e imprecisiones en nuestro conocimiento, sugiriéndonos en lugar de una Razón
como instancia última la implementación de nuevos procesos de
racionalización más acordes a una ciencia dialéctica, orientada por estas
nociones de circularidad, auto-organización, clausura y apertura.

2. UN NUEVO PARADIGMA

2.1 Complejidad

Lo simple no existe, existe lo simplificado


—Gaston Bachelard

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El filósofo Edgar Morin, sensible a todas estas cuestiones, dedica buena parte
de su obra a reflexionar sobre otras implicaciones científicas, epistemológicas,
filosóficas y sociales de esta creación de conceptos por parte los nuevos
saberes. Morin apuesta directamente por la unificación de las ciencias físicas
y las ciencias “antropo-sociales”, por esa “nueva alianza” a la que aludíamos
anteriormente, tarea para la que propone una reorganización radical de la
estructura misma del saber, una reorganización en cadena de aquello que
llamamos ciencia con el imperativo de mantener la complejidad propia de
nuestra realidad, relacionando sus aspectos múltiples y a la vez haciendo
proliferar la diversidad de matices con que las diferentes disciplinas la
enriquecen, potenciando la creatividad en lugar de blindando a las teorías en
sistemas cerrados.

“Complejidad” es, pues, el término clave; surgido en la ciencia del siglo XX pero
con cabida anterior en la filosofía dialéctica. Según Morin2, fue gracias al trabajo
de Wiener, Ashby, von Neumann y la cibernética, que el término se introduce de
lleno en la ciencia para remitir:
1) a los fenómenos cualitativos donde entran en juego una enorme cantidad
de variables que desafían nuestras capacidades de cálculo
2) a los fenómenos aleatorios y al azar, la incertidumbre y la indeterminación
que los acompañan
3) a los sistemas semi-aleatorios cuyo orden depende de un azar
simultáneo, previo o aleatorio.

No es sorpresa, pues, que el mayor problema teórico para el común de estos


saberes sea entrar en esa “caja negra” a la que aludíamos, trabajar con la
imprecisión sin perder rigor en los conceptos. Las nuevas ciencias nos piden un
nuevo tipo de pensamiento que nos permita configurar nuevas relaciones entre
saberes que haga frente a la parcelación y a las dicotomías reduccionistas que
aún suelen reinar en las instituciones y gremios intelectuales, produciendo un

2 Cf. su Introducción al pensamiento complejo

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uso ciego y muchas veces poco efectivo a la hora de tratar problemas concretos,
inmediatos y urgentes en el ámbito de lo social.

¿Por qué Morin hace tanto hincapié en la necesidad de un cambio de


paradigma? El conocimiento, nos dice, opera mediante una selección de datos
significativos y mediante el correspondiente rechazo de datos que no contempla
como significativos; selección que implica una desarticulación, una separación,
unión, jerarquización y centralización de los conceptos y categorías clave que
decidirán sobre la percepción misma de los fenómenos. Lo más común es que
estas operaciones estén gobernadas por principios supra-lógicos insertos en
un determinado paradigma (o visión general del mundo). Dicho paradigma
influirá directamente en aquello que concebimos como nuestro objeto de
estudio, en la interpretación de los hechos mismos (y aquí vemos cierta
familiaridad con los postulados hermenéuticos). Para Morin, al contrario que
para los epistemólogos de cuño clásico, esta dependencia del mundo sobre el
paradigma no supondría una molestia, pues no imposibilita el acceso ni el
estudio de los fenómenos. Lo que parece una pérdida de objetividad no lo es en
absoluto, pues al recuperar la influencia de los múltiples paradigmas que
performan nuestra visión se evitan las visiones unidimensionales y
excesivamente abstractas, así como se tiene en mayor cuenta la realidad social
y política de la ciencia.

Es importante contraponer esta propuesta con el que Morin llama


“paradigma de la simplificación”, en el que imperan criterios de disyunción
(oposición y descarte entre conceptos), reducción y abstracción, defendido
ampliamente por Descartes. Descartes, como bien se sabe, promovía la
desarticulación entre el sujeto y el objeto para el verdadero conocimiento,
disyunción que enrareció la comunicación entre la filosofía y la ciencia. Al privar
a la ciencia del carácter subjetivo, curiosamente dificulta la posibilidad de que la
ciencia reflexione sobre ella misma.

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La “buena distinción” entre conocimientos implica una compartimentalización;
la fragmentación del saber en campos muy diversificados como la Física, la
Biología, la Antropología, etc., que, al desarrollarse cada una según sus propios
métodos y lenguajes, se vuelven sordas a las aportaciones de las demás,
llegando a sugerir un universo de hechos atómicos y aislados al que sólo
disciplinas hiperespecializadas podrán acceder y nunca en su conjunto. Según
Morin, esta resolución resulta poco más que un corte arbitrario en la realidad
que ingenuamente pretende descubrir mediante la medida y el cálculo un orden
perfecto, que sin embargo carece de una articulación global que nos permita su
comprensión.

El pensamiento simplificante, por otro lado, es incapaz de concebir la


conjunción de lo uno y lo múltiple (unitas multiplex). O unifica abstractamente
anulando la diversidad, o por el contrario, yuxtapone la diversidad sin concebir la
unidad. Para la simplificación, la inteligencia es incapaz de concebir el lazo entre
el observador y la cosa observada, así que las realidades son desintegradas sin
plantearse siquiera la posibilidad de engranar los conocimientos o reflexionar
sobre ellos. La articulación de la micro-dimensión con la macro-dimensión se
torna inasequible.

La estrategia de Morin es sustituir al paradigma de la disyunción/ reducción/


unidimensionalización por un paradigma de la distinción/conjunción, que
permita distinguir sin desarticular, asociar sin identificar. Es necesario, pues, un
trasfondo de autoconsciencia filosófica por parte de la ciencia. El pensamiento
complejo va encaminado a enriquecer por igual la panorámica de la acción
política que el de la investigación intelectual en un juego múltiple de
interacciones y retroacciones entre la realidad física y la realidad antropo-social.

En el paradigma de la complejidad encontramos la convergencia de tres


principios:

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1. Principio dialógico, en el que hay datos opuestos que se presentan
recíprocamente constitutivos, por lo que la confirmación de uno no
significa el rechazo del otro.
2. Recursividad, en el que distinguir la causa del efecto se torna imposible
(el efecto se revela a su vez como una causa; es tanto producto como
agente productor).
3. Hologramaticidad, de copertenencia recíproca del todo y las partes
donde no hay reducción posible de lo uno a lo otro.

Para comprender mejor cualquier realidad compleja, se requiere renunciar al


mito de la “clarificación total”, dejar de intentar reducir la visión total del universo
y admitir la posibilidad de que muchas teorías incompatibles puedan operar
simultáneamente (multidimensionalidad).

El vocablo “complejo” proviene del latín complexus, y remite a “lo que se


está tejiendo en un conjunto”. Morin rescata este significado; la complejidad
asume a la realidad como un tejido de constituyentes heterogéneos
inseparablemente asociados (si lo uno y lo múltiple entran en una relación
paradójica será sólo en apariencia). ¿Pensar de forma compleja significa por
tanto eliminar el análisis? ¿Qué pasa con los beneficios que la simplicidad ha
aportado, no hay también “realidades simples”? Para Morin no hay tal dicotomía.
Complejidad y simplicidad son perfectamente compatibles (hay procesos
complejos que surgen mediante interacciones simples). Si bien es cierto que la
complejidad vuelve a integrar lo desintegrado por la simplicidad, ésta no implica
de modo alguno la completud, es decir, no pretende un una síntesis absoluta
y universal.; las viejas trabas señaladas por el teorema de Gödel desaparecen.
¿Cuál es entonces su objetivo si no lo es la totalidad del conocimiento? El
propósito no será abarcarlo todo desde una perspectiva panóptica (imposible
además), sino dar cuenta de la mayor cantidad de articulaciones e interacciones
entre los dominios quebrantados por el pensamiento segmentador. Como ya
hemos apuntado, es un conocimiento multidimensional, un pensamiento

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metacientífico atravesado por la ciencia. Morin recurre al célebre dicho de
Adorno, “la totalidad es la no-verdad” para subrayar esta resistencia a los
saberes parcelizados e inarticulados, reduccionistas.

Sin embargo la complejidad es el desafío, no la respuesta. La


simplificación es necesaria, pero debe ser relativizada; podemos aceptar la
reducción sólo si sabemos que con ella renunciamos a una parte importante de
la comprensión total, a un horizonte más amplio. Y más aún, es tan urgente
escapar tanto del pensamiento reductor como del pensamiento excesivamente
holista; no es que el mundo sólo sea complejo y no simple, sino que es en
esencia inconcebible. La complejidad es la dialógica
orden/desorden/organización. En lo trasfenoménico todo se disuelve. Su tarea
es denunciar la metafísica del orden y la segmentación paralizante, pero la
complejidad no es un fundamento per se, es un principio regulador que no pierde
de vista la realidad ni el tejido fenoménico en el que nos movemos.

¿Entonces, a qué extraña unidad de la ciencia nos referimos? Morin


pretende señalar la posibilidad de una unificación no reduccionista, que
aprehenda al mismo tiempo la unidad y la diversidad, la continuidad y la ruptura.
La propuesta será pues una teoría de la auto-eco-organización, abierta hacia
y desde el campo general de la physis. Esta es una teoria que escapa al campo
de las disciplinas, que las atraviesa; una perspectiva transdisciplinaria e incluso
indisciplinaria. La ciencia se ha transformado en una enorme insitución
burocratizada que resiste y rechaza con violencia el menor cuestionamiento
como “no-científico”, sin ser consciente que toda pretensión al monopolio de la
verdad es no-científico. Se trata entonces de reconocer aquello que ha quedado
silenciado: la inventiva y la creatividad. La ciencia clásica rechaza el accidente,
el acontecimiento y lo aleatorio, enmascarada en el éxito de un sistema centrado
en la manipulación. Morin propone una scienza nuova, que no caiga en los
excesos de su precursora impidiendo autoritariamente toda simplificación, sino
que la recupere sin caer por ello en un delirio holista que apriete poco por incluir

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demasiado. El nuevo paradigma intenta hacer frente a la vieja realidad
constituida por entidades cerradas, antagónicas y mutuamente aniquiladoras,
estudiadas por una ciencia reduccionista y cuantitativa, aprehendidas por una
lógica homeostática (encargada de procurar la estabilidad del sistema mediante
la eliminación de la contradicción y el error) cuya epistemología juega siempre el
papel verificador del aduanero. Una realidad en la que la imaginación y la
creatividad son despreciadas y los únicos criterios aceptados son aquellos de
“racionalidad, eficacia, medición, clasificación y reificación”.

La nueva epistemología necesita encontrar un punto de vista que pueda


considerar nuestro propio conocimiento como objeto de conocimiento, es decir,
un meta-punto de vista filosófico. Para ello Morin ve necesario tanto una biología
del conocimiento (neurología y ecología) como un estudio de nuestra ubicación
en el sistema eco-social como sistemas abiertos, junto a una reflexión en diálogo
y conflicto potenciada por las habilidades sistémico-pragmáticas.

Se inaugura pues, la necesidad y urgencia de conectar saberes


mediante un lugar en movimiento y no un lugar-trono, de conectar la teoría
con la práctica, la metodología, la epistemología y la ontología estableciendo un
lazo metasistémico, postulando además pautas abiertas y específicas. Un
discurso multidimensional y no totalitario que aborde las dificultades que supone
la parcelación disciplinaria y el fraccionamiento teórico poniendo el acento en las
relaciones, en las emergencias, las interferencias y azares como elementos
constitutivos de los fenómenos.

Sin embargo, surgen aún varias preguntas y posibles críticas: ¿no


constituye el privilegio del azar y el desorden una forma de irracionalismo
irrelevante contrario al espíritu científico?¿no se convierte la especulación sobre
sistemas generales y globales en un nuevo “holismo” vago y por tanto, inútil?
¿hasta qué punto es posible concretar las exigencias de este nuevo paradigma
en prácticas fecundas? Y más aún: ¿cómo hacerlo?

20
2.2 Retos Epistemológicos

2.2.1 Contra el método y la epistemología

Nos parece relevante plantear algunas cuestiones escépticas en torno a la


capacidad de la filosofía para hacer frente a la práctica científica, que parece
desarrollarse exitosamente por su cuenta sorteando obstáculos que la
epistemología clásica ni siquiera empieza por plantearse. Seguimos el análisis
que hace Paul Feyerabend, uno de los más enardecidos detractores de la
epistemología clásica y un gran filósofo de la ciencia, en un artículo titulado ¿El
fin de la epistemología?3

Feyerabend sabe detectar mecanismos en la práctica y en la historia de


las ciencias que pocos filósofos de su tradición han sabido tratar,
presentándonos una ciencia no idealizada, más cercana a la esfera profana de
los politiqueos y los problemas financieros. Frente a los epistemólogos más
conservadores, que defienden el carácter normativo de la filosofía de la ciencia,
Feyerabend resalta constantemente el abismo que hay entre la práctica efectiva,
el quehacer día a día de los científicos, y la teoría por la que se supone que la
ciencia se rige (que contempla sus métodos y procedimientos precisos). Al
contrario de lo que muchos de sus detractores le han acusado, Feyerabend no
niega que la ciencia sea racional; reconoce que hay argumentos para explicar
cada movimiento que se hace. Sin embargo, nos dice, las llamadas “pautas
científicas” que se pretenden universales han surgido sólo gracias a que ha
habido situaciones problemáticas en la que los científicos se han sumergido y
que han logrado resolver recurriendo en su mayoría a la propia experiencia,
astucia, y otras formas de conocimiento tácito. Para Feyerabend “las reglas
universales del conocimiento científico son características contingentes de
la práctica científica (que pueden cambiar de un episodio de la investigación al

3 Versión castellana incluida en Provocaciones filosóficas

21
siguiente), no pautas transhistóricas (y necesarias).”4 Si hay ideas filosóficas
que han triunfado durante largo tiempo y han sido tan eficaces, lo han sido sólo
porque funcionaron como fuerzas históricas, esto es, de un modo a-filosófico.

La constatación y validación de una teoría, pues, carece de un método


certero; esto se aprecia cuando científicos utilizan aproximaciones, postulados
especiales, hipótesis ad hoc de largo alcance y otros trucos diversos para dar
coherencia a lo que de otro modo sería un montón desordenado de material. Por
tanto, las “idiosincrasias de lo particular” no son arrugas transitorias que es
deseable eliminar, como proponen los expertos más puristas. A la pregunta de
cómo construir mejores teorías, definitivamente no se responderá a la manera
de la epistemología de la vieja escuela, para quienes los fallos y los errores que
se transforman en experimentos no contemplados son meras modificaciones
accidentales de una estructura coherente susceptible de ser separada de la
ciencia y de ser juzgada de manera independiente. La propia ciencia no nos dice
qué normas y vías son aceptables y cuales no: la ciencia que hace esto es una
mera caricatura, algo irreal producido por el espejismo de tratar con entes
estables con contenido bien definido.

Feyerabend continúa sus embates contra varias posturas


epistemológicas, por ejemplo el pragmatismo, que propone un criterio de
aceptación de teorías en función de sus éxitos y aplicaciones. Para Feyerabend
este criterio es, en primer lugar, muy poco realista porque:
1) hay muchas teorías que cosechan éxitos sorprendentes en un área y que
fracasan estrepitosamente en otras (por ejemplo la mecánica de Newton,
incapaz de dar cuenta de la desigualdad entre Júpiter y Saturno). Siendo
una realidad que existe una mezcla de fracasos y éxitos igualmente
espectaculares, nos preguntamos “pragmáticamente”: ¿la mecánica
funcionó? ¿funcionó todo el tiempo o sólo una parte del tiempo? ¿nunca?

4 Provocaciones filosóficas, p. 87

22
2) hay teorías y leyes que parecen tener éxito en la misma área pero que
están construidas de forma diferente e incluso contradictoria. ¿A cuál le
otorgamos entonces mayor validez?
3) Las teorías que funcionan y suelen tener éxito no entran al mundo
científico “perfectamente terminadas”. Las teorías empiezan
modestamente, van creciendo, librando obstáculos y sufriendo derrotas.
Cada logro puede ser formulado y establecido como una regla, cada regla
contribuye a la supervivencia de la teoría, pero en una explicación general
de las circunstancias, la enunciación de las normas se ve imposible sin
aludir a una explicación detallada de las condiciones y los eventos
históricos que les dieron pie. Todo lo que podemos decir es quién hizo
qué, en qué circunstancias, cómo resultó, y recordar estas acciones para
acciones futuras.

La ciencia cambia vertiginosamente; nada garantiza la continuidad de los


criterios de hoy para la ciencia del mañana o que la realidad observada sea la
misma (Heisenberg mismo lo dijo: “La teoría es la que decide qué puede ser
observado y qué está siendo observado”) Nada puede pretender validez
universal, así como no hay una armonía preestablecida entre teoría y hecho.
Sin embargo, en lugar de ser esto algo negativo es algo más bien positivo: la
investigación científica no conoce condiciones límite o normas universales, ya
sean convencionales, apriorísticas o empíricas, sino que “usa e inventa reglas
según la circunstancia, sin considerar la selección como un acto
epistemológico separado y, con frecuencia, sin darse cuenta de que está siendo
realizada una elección importante”.5

Sin embargo esto no convierte a Feyerabend en un relativista; el


relativista transforma hechos históricos (casos particulares en los que teorías
derrotadas han vuelto a la actualidad en un regreso triunfal, o en los que ideas
desechadas se convierten en poderosas críticas de sus rivales) en principios

5 Ibídem., p. 95

23
abstractos (”toda teoría es tan buena como cualquier otra”). Si bien las
condiciones sociales juegan un papel importante, no es como lo pinta el
relativismo cultural; las sociedades pluralistas tienen muchas tendencias y se
mueven entre virulentas reacciones; los científicos no están del todo
determinados por su contexto, tienen elección sin estar sometidos a una sola
presión. Así mismo ideas adoptadas por “la sociedad” nunca permanecen
inalterables. Para Feyerabend “tanto los sociólogos como los epistemólogos
tienen opiniones bastante ingenuas acerca de los elementos que intervienen en
el cambio científico” 6 La pregunta es evidente: ¿necesitamos una teoría
especial, una filosofía, para explicar el “éxito de la ciencia”? Feyerabend dice
que no, puesto, además de todo lo anterior, no hay siquiera una entidad
unificada y coherente que llamar “ciencia”, que proceda de modo unitario y que
pueda ser transmitido como un todo.

En cuanto a la cuestión socio-política, en torno a la importante e incluso


determinante inversión de capital extranjero en la armamentística, por ejemplo,
¿es acaso producto de la ideología del humanismo secular y la concepción
objetiva del conocimiento, como plantean muchos sociólogos enfocados en la
cultura? Para Feyerabend no hay siquiera una objetividad ideológica detrás
de estos fenómenos; la única objetividad si cabe es el dinero y el ansia de poder.
¿Entonces, nos queda alguna cultura o sólo montones de desesperación? Para
Feyerabend ni siquiera la medicina es una ciencia infalible y completamente
benéfica; no es la panacea y desde luego no puede satisfacer por sí sola todas
las necesidades específicas que surgen en áreas específicas y en poblaciones
específicas (hospitales lujosos en medio de la jungla, inaccesibles para los más
desfavorecidos). En su lugar, lo que se requiere es un conocimiento
minucioso de los detalles del estilo de vida, deseos, aflicciones, etc.;
comentarios generales como que las ciencia es “objetiva” porque nos enseña
cosas sobre la realidad o que la realidad es relativa a una cultura son
igualmente superfluos. Éstos deben ser reemplazados por un enfoque poco

6 Ibíd., p. 97

24
sistemático, basado en medios locales y cuyas generalidades surjan, como
las generalidades de la ciencia, de las experiencias que han sido acumuladas en
su curso.

Tampoco se trata de abolir toda generalidad, sino de ponerlas en contacto


con los problemas concretos que tratan. Según Feyerabend, necesitamos
científicos reflexivos, expertos en el arte de modificar lo general atándolo a lo
particular, que sepan consagrar un matrimonio entre los universales
(“filosóficos”) y los particulares empíricos. Matrimonio ya consumado, efectivo,
en las obras de arte y algunas teorías científicas que nos rodean, que más que
tiránicos universales surgen a partir de la interacción de fantasías de largo
alcance y un material que opuso resistencia y las modificó. En lugar de concebir
las normas como universal transhistóricos (universales tiránicos, platónicos y
alejados de la realidad), habrá que cosechar “universales mediadores”, esto
es, functores o pautas locales que sirvan para poner en relación los diferentes
conocimientos con una realidad no siempre bien definida.

2.2.2 Realidad Compleja, Conocimiento Complejo

Regresando al horizonte de la complejidad, es importante tener en cuenta las


anotaciones escépticas de Feyerabend contra el método. Es cierto que la
complejidad no se propone una sistematización global, integradora, afirmativa y
suficiente, pero también es cierto que lleva en sí misma la incapacidad de
unificar al encontrarse cercana a la incertidumbre y a lo indecidible. Debe
debatirse entonces entre dos pulsiones: articular saberes dispersos y un
contramovimiento que destruye cualquier intento de síntesis sistemático. Como
decía anteriormente Morin, la totalidad es a la vez verdad y no verdad; no
estamos pues, ante un hegelianismo mórbido, se trata más bien de buscar un
meta-nivel donde superar la contradicción sin negarla, pero no el meta-nivel de
la síntesis, sino uns que incluye la brecha. Nos encontramos en un rico e
interesante nudo gordiano entre la complejidad, el nuevo paradigma en las

25
ciencias y el ya clásico problema sujeto-objeto. La estrategia será navegar entre
la ciencia y la filosofía, apelando simultáneamente a la necesidad de una
fundamentación y a la imposibilidad de fundamentos. La tarea se torna casi
imposible: respetar los requisitos para la investigación y verificación del
conocimiento científico, y a la vez los requisitos de reflexión del
conocimiento filosófico. A diferencia de lo dicho por Feyerabend, continuando
esa necesidad de reunificación teoría-práctica, Morin intentará conciliar esa
oposición tajante entre productores y no-productores de saberes científicos en
una ciencia filosófica y autoconsciente.

Como vemos, estamos ante una transformación del concepto mismo de


ciencia, tal como lo preconizaban Prigogine y Stengers en Una nueva alianza. Si
la ciencia ha progresado tanto, ha sido gracias a su realidad compleja (“la
complejidad científica es la presencia de lo no científico en lo científico”, nos dice
Morin); por estar inscrita en un contexto sociológico, político e ideológico, por
fundarse en el consenso y a la vez el conflicto.

La ciencia, para Morin, posee cuatro pilares: racionalización, empirismo,


imaginación y verificación. El azar nunca está solo ni lo explica todo; es
necesario que haya un reencuentro entre lo aleatorio y alguna potencialidad
organizadora. Orden, desorden y organización son interdependientes, y ninguno
es prioritario. La complejidad es un cambio de cualidades entre orden y
desorden, el desorden se vuelve libertad y el orden regulación u organización
más que restricción.

Es importante destacar también las diferencias entre la información y el


conocimiento. La sabiduría es reflexiva, el conocimiento es organizador y la
información se presenta bajo forma de unidades-bit. La información no existe en
el universo, la extraemos de la naturaleza, es una codificación, implica una
intervención entre los seres vivientes para comunicarse. La información supone
la computación viviente; el conocimiento supone una relación de apertura y

26
de clausura entre quien conoce y lo conocido, implica una discontinuidad
entre el mundo exterior nosotros mismos.

2.2.3 Objetividad y Subjetividad

El término “auto” lleva en sí la raíz de la subjetividad, así como la noción de


autoreferencia sugiere cierta consciencia de sí. Si bien el mundo puede ser
definido como el horizonte de la physis de los sistemas auto-organizados, es
imposible resolver la relación sujeto-objeto como lo hacía la ciencia positivista,
esto es eliminando el sujeto como “ruido”, perturbación o deformación a
erradicar o neutralizar para alcanzar un supuesto conocimiento objetivo. Aunque
el sujeto tome revancha en el humanismo, la moral y la metafísica, la separación
es de cualquier modo producto de la reflexión cartesiana. En ambas
perspectivas el sujeto ha sido trascendentalizado; el encuentro sujeto-mundo
sólo puede anular a uno y designarlo como ruido, tendemos a privilegiar a uno
de ellos con el pensamiento. Pero disociados el uno del otro, son insuficientes;
uno de lo más persistentes problemas filosóficos, el problema del determinismo
y la libertad, es producto de esta diyunción sujeto-objeto. El nuevo paradigma
posibilita desligarse de tener que elegir entre el determinismo del mundo y el
azar atribuido al sujeto, porque el sistema auto-organizador tiene necesidad de
la indeterminación y el azar para su propia auto-determinación. En lugar de una
certeza, la relación entre el sujeto y el mundo constituye una incertidumbre
generalizada pero sobre todo ontológica, restricción que en lugar de límite es
más bien un estímulo para el conocimiento.

Vemos aparecer dos virtudes deseables para esta nueva ciencia:


coherencia y apertura epistemológica. La relación sujeto-objeto implica un
principio de incertidumbre y autorreferencia, un principio autocrítico y
autorreflexivo. La epistemología tradicional necesitaba encontrar un punto de
vista privilegiado con el que evaluar los conocimientos; necesitaba controlar,
criticar y trascender nuestras teorías. La epistemología reformulada habrá de

27
enfocarse en nuestros eco-sistemas biológicos y eco-sistemas sociales,
reconociendo nuestras subjetividades sin que éstas se convierta por eso en el
criterio último de validez para nuestras teoría.

Siendo que somos coproductores de la objetividad, la ciencia no sólo


aporta datos, sino también productos. He aquí un motivo para que ciencia y
filosofía puedan y deban unirse; retomando la crítica de Feyerabend, es cierto
que el científico no siempre sabe a ciencia cierta lo que hace; en la ciencia no
impera la autocrítica, sino cierto conformismo respecto a las preguntas ¿hacia
donde va la ciencia?, ¿cómo pueden los límites de la racionalidad estimularnos a
pensar? Muchas veces nos bloqueamos por contradicciones lógicas por miedo a
caer en un discurso incoherente.

Morin sabe ver que la ciencia se adapta mejor a los tiempos presentes
gracias a las migraciones conceptuales, nos dice que “los conceptos viajan y
más vale que viajen sabiendo que viajan. (...) La ciencia estaría totalmente
trabada si los conceptos no migraran clandestinamente”. 7 Al igual que la
filosofía debe dialogar con la ciencia, la ciencia debe dialogar con la filosofía;
sólo así se podrán evitar las racionalizaciones dementes, permitiendo configurar
y cultivar una razón más adaptativa.

2.2.4 Método como principio de organización

Morin está bastante consciente de las dificultades y limitaciones de su


propuesta; es consciente, por ejemplo, de lo imposible que es realizarla en el
marco de una Universidad, “escuela de Duelo” en la que se difunde una
constante renuncia al conocimiento, a la constitución total de una visión del
mundo, y se forma al estudiante con el afán de especializarlo. El método
promovido por las universidades es un método que aísla, separa, desune,
reduce a la unidad, etc. Nos encontramos con un mundo donde los grandes

7 Morin, Introducción al pensamiento complejo, p. 161

28
saberes están disociados entre si, pero ¿debe pagarse el necesario aislamiento
del objeto para su estudio a profundidad con la disyunción e incomunicabilidad
entre los saberes? ¿debe pagarse la especialización funcional con una
parcelación absurda? ¿Es necesario que el conocimiento se disloque en mil
saberes ignorantes?

Hay una “mancha ciega” en la ciencia, incapaz de explicarse vía


científica: no hay un método científico para considerar la ciencia como objeto de
ciencia (aunque sí los haya para intentar dar cuenta de los objetos de la ciencia).
Sólo hay tribunales epistemológicos a posteriori que pretenden juzgarla
contrastando las teorías que ella produce.

Morin hace suyas las palabras de Rabelais: “la ciencia sin conciencia
no es más que ruina del alma”. No es proclama ésta por una conciencia moral,
social o política, sino por la simple auto-consciencia, de saberse atravesada en
su quehacer por muchas dimensiones tan determinantes como el poder, el
interés y la filosofía. La ciencia, además, tendrá que ser consciente de su
dimensión histórica, de sus constantes transformaciones, y de que carece por
tanto de un concepto absoluto y eterno (aunque en el ámbito de la Institución
Científica reine la creencia contraria).

a) A-método:

Como ya hemos sugerido, Morin no busca ni el conocimiento general ni una


teoría unitaria. El conocimiento general escamotea siempre las dificultades del
conocimiento (por ejemplo los grandes sistemas abstractos que pretenden
oponerse a una supuesta “tiranía de lo particular”) en perjuicio de la resistencia
que lo real propone al abstracto (la cruda realidad que no puede ser abordada
por el universal pobre, ideológico y tiránico de Feyerabend). Las teorías
unitarias, para evitar la disyunción y la contradicción, suelen sucumbir a las
simplificaciones excesivas.

29
El “método” en sentido cartesiano es un instrumento “conducir bien la
razón y buscar la verdad en las ciencias”. Si se busca un método para la
complejidad, el primer paso será establecer una duda que, al contrario de la
duda cartesiana segura de sí misma, dude de sí misma, de la posibilidad de
ejercer una tábula rasa sobre todo el conocimiento heredado. En todo caso, será
un método que detecte y no oculte las uniones, articulaciones, solidaridades,
implicaciones, imbricaciones, interdependencias y complejidades; que en el caso
de partir desde una nueva ignorancia e incertidumbre, sea consciente en todo
momento de estas decisiones.

b) El muro múltiple

Para Morin, sin embargo, estas pretensiones pueden ser seriamente objetadas y
cuestionadas:
1. ¿Acaso no se requeriría un saber enciclopédico bestial, imposible de
agotar en una sola vida?
2. Si queremos constituir una relación allí donde había disyunción, ¿con qué
principio podremos unir lo separado? (muro epistemológico)
3. ¿Acaso la interpenetración saberes-realidad no nos conduce a un círculo
vicioso y absurdo, imposible de resolver y por lo tanto irrelevante para el
conocimiento? (muro lógico)

El presunto absurdo que puede impugnarse a este nuevo paradigma: puede


convertirse en un círculo vicioso de amplitud enciclopédica y que no dispone ni
de principio ni de método para organizarse.

En el primer volumen de El Método, Morin propone la siguiente relación circular


entre las ciencias:

Física Biología Antropo-sociología

30
Para Morin la idea del hombre requiere una idea de la naturaleza, que a la vez
postula una idea renovada del hombre. Es esta una relación de dependencia
mutua e incertidumbre que deja irrelevante el cuestionarse sobre la primera
naturaleza de la realidad. Muchos científicos ven en esta circularidad la
imposibilidad de cualquier conocimiento objetivo, además de que afirman que
dicha unión entre realidades antinómicas produce un círculo vicioso. Para
ellos, la única unión concebible entre estos campos distintos es la reducción de
la biología a la física, y de la esfera antropo-social a la biológica. Sin embargo,
para Morin romper esta circularidad, eliminando las antinomias, es volver a caer
bajo el principio de disyunción y simplificación. Propone, en su lugar, conservar
esta circularidad, rechazando reducir cualquier dato complejo a un principio
mutilante y con ello rechazando la “hipóstasis” de un concepto-maestro (Materia,
Espíritu, Energía, Información, Lucha de Clases, etc), así como la impuesta
linealidad del discurso, con punto de partida y término.

Si lo que queremos es restablecer la posibilidad de un conocimiento


absolutamente objetivo, habrá que respetar las condiciones efectivas del
conocimiento humano, abriendo la perspectiva hacia una realidad enriquecida,
donde dos nociones contrarias pueden encontrarse como complementarias, así
como la posibilidad de que un conocimiento reflexione sobre sí mismo, sobre
los caracteres culturales y sociales de cualquier ciencia, sobre la naturaleza,
motivos y expectativas del mismo científico. Conservar la circularidad es permitir
que un método valore la paradoja, la antinomia, la incertidumbre. Así, donde los
epistemólogos ven círculos viciosos, Morin ve círculos virtuosos, auto-
reflexivos y generadores de pensamiento complejo.

31
Ahora bien, la dificultad enciclopédica del pensamiento complejo habrá
de aceptarse sólo si no se concibe la palabra “enciclopedia” con el sentido
acumulativo y “alfabetonto” que le fue atribuido en la Ilustración. Morin recupera
el sentido griego, agkuklios paideia, de aprendizaje que pone el saber en ciclo,
que aprende a articular diferentes puntos de vista en un ciclo activo. El
enciclopedismo de la complejidad no pretende englobar todo el saber (nos
resuenan de nuevo las palabras de Adorno: “la totalidad es la no-verdad”, todo
sistema que pretende encerrar el mundo en su lógica es una racionalización
demencial); el esfuerzo en-ciclo-pédico nos llevará no a la totalidad de
conocimientos, sino a aquellos conocimientos cruciales, puntos estratégicos,
nudos de comunicación, articulaciones organizacionales entre esferas disjuntas.8

La apuesta teórica de la complejidad es un principio de organización, no


de acumulación, del conocimiento, que asocia a la descripción del objeto la
descripción de la descripción (y de su descriptor). La fuerza de las teorías
radicará entonces en la capacidad de integración, articulación, distinción y
oposición presentes en los discursos y teorías del conocimiento.

Así, el propósito es una revolución en el pensamiento, que adopta la


forma de un torbellino, un fenómeno generalizado que va de la experiencia
fenoménica a los paradigmas que la organizan, nutrida por los mismos vaivenes
entre nuevas y viejas teorías. Para el pensamiento complejo se buscará una
perspectiva meta-sistémica y pluralista, una perspectiva que, yendo de meta-
sistema en meta-sistema, deje que las brechas lógicas nos sugieran nuevos
problemas y por tanto nuevos descubrimientos. Si se ha de apostar por una
sistematización, habrá de ser una sistematización abierta, digna de una
epistemología abierta, de verdades biodegradables y vivientes, que no pretende
hacerse con una Verdad, ni erigirse dueña pontificia de la realidad y que tiene
siempre en cuenta el imperativo de confrontar las incertidumbres y los propios

8 Morin, Edgar. El método p. 33

32
límites, tratando de realizar lo mejor posible en lugar de una unificación rígida
una conexión laxa pero indispensable.

Morin distingue así dos frentes de combate:


1. En la ciencia y sobre todo en la política donde las ideas resisten el
embate de los datos y las pruebas. No se trata de tirar la “objetividad por
la borda”, sus beneficios aún son los de poner freno a la arbitrariedad y
los juicios que sólo se sustentan en la autoridad; en su lugar se trata de
integrar la objetividad en un conocimiento más amplio y reflexivo para
intentar salvar ese punto ciego de la subjetividad que acosa a toda teoría.
2. Investir lo impensado; repensar nuestro pensar ayudándonos con un
bucle interrogativo y crítico.

Esto deja a la ciencia con una responsabilidad creativa y no sólo crítica: el


ejercicio de refutación no basta, sólo un nuevo fundamento puede arruinar al
antiguo. Morin señala para la complejidad la necesidad de un principio
organizador del conocimiento, que nos ayude no sólo aprender, sino a
reaprender y a desaprender para organizarnos.

c) “Caminante no hay camino…”

¿Y qué enseña a aprender? El método. Pero en la búsqueda de un método no


debemos ceder a las siguientes tentaciones de la simplificación:
- idealizar (creer que la realidad puede reabsorberse por completo en la
idea)
- racionalizar (encerrar la realidad en el orden y la coherencia de un
sistema, prohibiéndole la transgresión de estos límites)
- normalizar (eliminar lo extraño, lo irreductible, el misterio).

Morin recupera la noción de “método” en su noción más sencilla de “caminar”, en


el seno de esta scienza nuova, antagonista de la ciencia antigua pero unida a

33
ella por un tronco común, definida por metamorfosis y transmutación.
Insólitamente, Morin propone el método contra la concepción llamada
“metodológica”, que consiste en una reducción de los procedimientos creativos
de la ciencia a meras recetas; un método desde el paradigma de la complejidad
(y por lo tanto un método no-cartesiano que opte por el orden, la claridad, la
distinción, la disyunción y la simplificación lógica, excluyendo el desorden, lo
oscuro, las comunicaciones y los trasvases, al sujeto, la antinomia y la
complejidad). Para Morin “el único conocimiento que vale es aquel que se nutre
de incertidumbre y el único pensamiento que vive es aquel que se mantiene a la
temperatura de su propia destrucción”.9

d) Reorganización conceptual:

Una pauta orientativa que nos ha servido para acercarnos a este paradigma ha
sido el trabajo conceptual realizado tano por parte como por la filosofía y que
nos han arrojado nociones como, desorden, evento, ser, existencia, trabajo,
entropía, neguentropía, información, etc. Conceptos que no se han constituido
como entidades cerradas, que no cercan dominios, sino que dibujan “líneas de
fuerza”, que en lugar de aislar las esencias ponen en relieve las relaciones y las
interacciones entre sí. En lugar de conceptos atomizantes, habrá que optar por
macro-conceptos que unan distintas e incluso antagónicas nociones entre sí.
Morin nos habla de “constelaciones conceptuales”10 (organización que implica
producción/transformación/praxis/ser-máquina/apertura-cerradura, etc),
procesos conceptuales en la base de la physis; conceptos con doble
identidad, siempre abiertos sobre un Umwelt (entorno) a un más allá, a un meta
del que son inseparables. Es esta la “dimensión ecológica” del concepto, todo es
susceptible de ser visto como un meta-sistema y desde una meta-perspectiva.

9 Ibíd. 38
10 Ibíd. 426

34
A estos conceptos de doble identidad (identidad ecológica e identidad
interna) se le suman conceptos de doble y triple entrada (física, biológica y
antropo-social como lo son los conceptos de sistema, máquina e información) y
conceptos de doble foco (foco-objeto y foco-sujeto); todos ellos permiten
apreciar el horizonte de complejidad, de la irrupción de antagonismos en el
corazón de los fenómenos organizados, y de las contradicciones en el corazón
de la teoría. Pensar dos ideas conjuntamente y sin incoherencias que, sin
embargo, son contrarias nos ayudará a encontrar ese meta-punto de vista que
por un lado relativiza la contradicción y que por otro inscribe en un bucle esa
asociación, haciéndola productiva.

El principio de esta epistemología es la transformación de la disyunción


irreductible en una unión o unidad compleja; asociar y eliminar ciertas
dicotomías como desorden/orden, caos/cosmos, singular/general,
autonomía/dependencia, evento/elemento, apertura/cierre y
equilibrio/desequilibrio. Para ello no basta con reunir o sintetizar dichas
nociones, sino considerar el carácter mismo de esta asociación; en lugar de una
mera reintegración, una integración en el seno de un metasistema que
transforme cada uno de los términos en el proceso de un bucle retroactivo y
recursivo.

Así el bucle se transforma en una figura del conocimiento propia de la


complejidad, que no está presente en los paradigmas holistas (totalidad
simplificada) o atomistas. Para Morin no se puede pensar más que a partir de
una praxis cognitiva, y es este bucle, en lugar del Principio, palabra-maestra,
vacía y soberana, una invitación al pensamiento generativo.

El bucle se genera al mismo tiempo que genera, es productor-de-sí al


mismo tiempo que produce otras cosas. El bucle es un sistema abierto que a la
vez cierra, que por tanto puede producir saber sin llegar a ser la esencia, la
sustancia, o lo real. “Lo real –dice Morin- se produce a través del bucle de las

35
interacciones que producen organización, a través del bucle de las relaciones
entre sujeto y objeto”. 11 Atendemos pues a un cambio decisivo de base: no hay
una entidad de partida para el conocimiento, sino un juego circular que genera
las entidades que aparecen como uno de los tantos momentos de una
producción continua. “Las relaciones fundamentales de exclusión y/o de
asociación entre conceptos primarios, es decir, las alternativas y asociaciones
preliminares constituyen precisamente los paradigmas que controlan y orientan
todo el saber, todo pensamiento y por tanto toda acción (el saber es
transformador y transformable)”. 12

Unir y aislar, pues, se unen en un circuito recursivo que no se reduce a


uno sólo de estos términos. El paradigma de la complejidad no es anti-analítico;
el análisis es un momento que ha de volver sin cesar (y que no se desvanece en
la síntesis) y al que continuamente se apela. Morin plantea un nuevo tipo de
unión: el bucle como nuevo tipo de unidad, figura de circuito en lugar de
reducción.

Como vemos, la complejidad es difícil de concebir porque se requiere


concebir un nuevo paradigma. Y un nuevo paradigma es siempre fuente de
confusión respecto a los anteriores, que recoge lo que era repulsivo, reúne lo
separado por esencia y rompe lo irrefutable. La complejidad desvía y
desconcierta porque el paradigma reinante aún continúa ciego a las evidencias.

En la búsqueda de una ininteligibilidad no reductora resulta imposible


expulsar la incertidumbre del conocimiento, no sólo en la descripción y la
previsión, sino en la naturaleza misma y en la naturaleza del observador. “El
problema de la complejidad no es ni encerrar la incertidumbre entre paréntesis ni
encerrarse en un escepticismo generalizado: es el de integrar en profundidad la
incertidumbre, para comprender la naturaleza misma del conocimiento”, nos dice

11 Ibídem., p. 429
12 Ibíd., p. 430

36
Morin. La complejidad es un movimiento en el infinito misterio de donde surge lo
real, donde sólo lo insuficiente es productivo. La complejidad retrata ese
progreso del conocimiento que aporta el misterio de lo desconocido y que nos
libera de toda racionalización delirante.

2.2.5 Complejidad y método

Toda esta pluralidad, inmensidad y dificultad de los problemas parece ofrecernos


una misión imposible, que no hemos de resolver mediante una forma
acumulativa, sino bajo un principio productor de conocimiento (método).

Es curioso que al comienzo del método, encontremos un necesario y


urgente anti-método: ese atreverse a partir sin viáticos, alimentado por la
pasión, locura, apertura y el sentimiento de complejidad. En el principio la vía
negativa; el rechazo a la simplificación de la tradición clásica. Las nociones
sistémicas y cibernéticas nos invitan a ir más allá de la antigua forma, pero
también conllevan el riesgo de una nueva simplificación que disocia la realidad
en dos sistemismos (abierto y cerrado). Así, es preciso mantener un ojo avizor
para no dejarse encerrar en nociones que, después de ayudarnos a deconstruir,
se puedan ver aprisionadas en un estado reconstructor. Es necesario rebasar
todas estas nociones por el mismo movimiento que nos ha hecho pasar por
ellas. Morin alienta siempre a caminar en espiral, y por el camino intentar hallar
un método sin por eso descuidar el desorden. Vemos surgir una primera base
positiva del método: la afirmación primera y universal de la complejidad.
Ahora bien, es hora de plantearse, ¿cómo transformar este descubrimiento (de
complejidad) en un método?

Morin confía arduamente en su idea guía, un bucle que no es nudo, sino


transformación, mutación de fronteras y de los principios de organización del
saber. Se trata entonces de poner en acción un pensamiento que implique su
propia reflexividad, un pensamiento filosófico, un conocimiento que produzca

37
simultáneamente su auto-conocimiento. Y quizá entonces se habiliten nuevos
modos de actuar: el saber transforma y nos transforma en su dimensión
praxiológica y antroposocial . Morin nos dice claramente que “no es fuera de la
praxis donde se constituirá un nuevo saber, sino en una meta-praxis que seguirá
siendo una praxis.”13

El conocimiento complejo no es un conocimiento operacional como la ciencia


clásica (operacionalidad que implica manipulación), sino un bucle práxico, en el
que la verificación experimental está tanto al servicio de la manipulación como la
manipulación al servicio de la verificación. Sin embargo, al contrario que el
paradigma de la simplificación, no acepta cualquier manipulación por buena. El
conocimiento mutilado y mutilante de la ciencia sin consciencia se traduce en
una manipulación represiva, devastación de lo real cuando se transforma en
acción y sobre todo en acción política. La complejidad no pretende desembocar
sólo en la acción, sino en la liberación; no pretender ordenar sino organizar, no
pretende manipular sino comunicar, no busca dirigir, sino animar a la continua
producción de conocimiento y sensibilidades que enriquezcan nuestra realidad.

13 Ibíd., p. 435

38
3. TRANSDISCIPLINARIEDAD

Una de las consecuencias prácticas del paradigma de la complejidad es la


reorganización disciplinar e incluso la trascendencia de los límites disciplinares
para el mejor estudio de ciertas realidades y problemas. La transdisciplinariedad
es una práctica concreta y fructífera que nos permiten situar mejor las
posibilidades y la potencia de esta nueva visión del mundo.

Ahora bien, es imprescindible aclarar ciertos conceptos en torno a los que


existen aún hoy ciertas confusiones (elocuentes ignorancias e incluso creencias
mágicas según Vilar). La pluridisciplinariedad o la multidisciplinariedad
tienen poco que ver con la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. Los
prefijos pluri- y multi- remiten a la noción de “cantidad” (varios, muchos),
mientras que los prefijos inter- y trans- sirven para denominar relaciones
recíprocas, de cooperación, interpenetración e intercambio. Así, los prefijos inter-
y trans- sugieren esa fertilización cruzada de métodos y conocimientos
sectoriales que mencionábamos antes, en pos de una integración ampliada del
saber hacia un “todo” relativo que también pretende mantener el conocimiento
de las partes. El prefijo trans- surge cuando es necesaria una transformación
recíproca de tales o cuales disciplinas en relación a un sujeto-objeto-contexto de
estudio complejo, construyendo un más allá de la cultura heredada, nuevos
enfoques unitarios de las ciencias y las artes que, sin embargo, no dejan de
mantener sus tensiones internas.

La Universidad tradicional ha implementado la perspectiva pluridisciplinar;


ofrece una gran diversidad de formación en diferentes disciplinas, sin por eso
intentar marcar las zonas múltiples o fomentar la cooperación entre ellas. Esto
ha llevado a las ciencias a cultivar un ambiente de ignorancia y desprecios
recíprocos, o a lo mucho de indiferencia y falta de cultura respecto a las otras
disciplinas. Los seminarios multidisciplinarios no son más que una prolongación

39
de la organización pluridisciplinaria, donde se limitan a ofrecer una mera
yuxtaposición de disciplinas, una suma elemental de monólogos que nunca
llegan a articularse entre sí. En el panorama pluridisciplinar cada científico
marcha por su lado sin participar en el conocimiento de los demás.

La elaboración y aplicación de la transdisciplinariedad se ha efectuado a


través de constantes, numerosos y fecundos trabajos que toman en
consideración las tendencias heterogeneizantes del saber. Hay que dejar claro,
una vez más, que no se trata de suprimir toda la formación disciplinaria y
especializada. Según Sergio Vilar, es conveniente especializarse, tener una
base firme con la cual proyectarse hacia otros problemas o problemas propios,
siempre a condición de que no se desarrolle o se mantenga un “compartimiento
estanco” en la ciencia, clausurado toda posibilidad de relación con otros
conjuntos disciplinarios.

La Interdisciplinariedad se constituye mediante una relación recíproca e


interpenetrada de varias disciplinas en torno a un objeto, situación o problema.
Se produce a escala teórico-práctica cuando hay coordinación y sobre todo,
interacción entre los diferentes conocimientos y disciplinas. Dicha coordinación,
sin embargo, implica dificultades diversas como la rivalidad entre dominios y
brechas lógico-conceptuales, superables sólo con la crítica y la autocrítica. Un
científico transdisciplinario, en cambio, es aquél que, tras dominar su área, está
abierto a las demás con la intención de comprender e integrar conjuntos cada
vez más amplios de saberes; que está dispuesto no sólo a contribuir desde su
disciplina, sino a entre-educarse con sus colegas. Vilar destaca una oscilación
entre la inter- y la transdisciplinariedad; frecuentemente la interdisciplinariedad
tiende a transformarse en transdisciplinariedad, en la medida en que los
métodos se aproximen y resulten tributarios de sujetos-objetos-contextos
complejos, engarzados en diferentes redes y relaciones de transformación.

40
Últimamente, sin embargo, ha habido una proliferación y valoración de la
perspectiva transdisciplinaria, por parte de empresarios más inteligentes y
abiertos (por ejemplo el Presidente de la Patronal Francesa, François Périgot o
ciertos empresarios japoneses), que reclaman un nuevo tipo de formación
universitaria que supere las especializaciones, incapaces de proporcionar una
visión global de los hechos y acontecimientos y que ha llevado a la urgencia de
métodos transdisciplinarios. Sin embargo, al margen del empleo y la utilidad
empresarial, la perspectiva transdisciplinar busca facilitar el desarrollo intelectual
del ser humano mediante la multidimensionalidad de su ser, proporcionándole
nuevas herramientas intelectuales para aprender a gobernar un mundo más
interdependiente, donde se multiplican las incertidumbres, las imprevisibilidades
y las vulnerabilidades.

3.1 Actitudes

Como ya hemos visto, el paradigma de la complejidad implica una reforma de


nuestra mentalidad hacia otros modos de construcción de lo real. Ante este
panorama, Vilar propone un principio de humildad socrático: sólo sabemos
que no sabemos nada. La humildad es necesaria para el asombro, para
desmontar y tener el valor de desprenderse de realidades pasadas. Por ejemplo,
para Ilya Prigogine “estamos en la prehistoria de la ciencia. Hemos trabajado
con unas cuantas piezas de museo y las hemos confundido con la realidad”. No
es posible construir nuevos conocimientos, trans-saberes, sin tal disposición
intelectual. Disposición que ha de ser acompañada por una ética del diálogo y
por una voluntad de cooperar con los demás, rechazando tajantemente el
dogmatismo y toda actitud autoritaria.

41
Los métodos transdisciplinarios conciben el quehacer científico como
conocimiento aproximado (similar a las concepciones de Bachelard, Popper,
Kuhn, etc.) y no como ejercicio de dominación de la Verdad. El principio de
humildad y de diálogo se sostiene sólo si somos conscientes de nuestra
condición de microsabios (especializados) y macroignorantes (con limitaciones
en otros campos ajenos a los nuestros). A la hora de iniciar un equipo
transdisciplinar, ha de ejercerse un diálogo entre los integrantes sincero,
receptivo a la crítica y a la autocrítica, y sobre todo, que apueste por el
abandono de conocimientos cerrados para elaborar conocimientos flexibles y
abiertos. Mientras más esfuerzos previos individuales se hayan hecho, de haber
adquirido saberes suficientes en la propia disciplina y en algunas otras, mejor;
pues a la hora de formar un equipo habrá de tenerse constantemente en cuenta
que el objetivo no es repetir lo que ya se ha dicho hasta hoy y enfocarse en sus
aplicaciones, sino proyectarse hacia la innovación en la materia que sea.

La dinámica constante del equipo habrá de ser, así, una dinámica


innovadora, concebida a partir de fundamentaciones empíricas y pruebas
experimentales y desarrollada mediante heterogenizaciones conceptuales,
potencialidades y posibilidades de transformación reales. Para esto habrá que
tenerse en cuenta que nadie puede pretender llegar a alguna “verdad” absoluta,
si acaso a verdades “circunstanciales, sometidas a la degradación
irreversible del tiempo”. No olvidemos que el paradigma de la complejidad
invita a ver el conocimiento como proceso interactivo entre el sujeto y objetos
situados en un espacio-tiempo; por lo que los conocimientos a los que podemos
y queremos aspirar son saberes en movimiento, sostenidos por actitudes más
“realistas”, responsables y tolerantes.

3.2 Primeros pasos

A la hora de formar parte de un equipo transdisciplinario habrán de resolverse


ciertas dificultades que desde un punto de vista intra-teórico parecen

42
superficiales pero que resultan cruciales para el buen desarrollo de la
investigación. En primer lugar cabe destacar las dificultades de comunicación
entre los científicos de diversas especialidades, que se traduce en diferencias
conceptuales e incluso en la proliferación de conceptos análogos. Que no resulte
extraño que allí donde algunos ven carencias o banalidades científicas otros
aprecien informaciones elementales en la rama que ellos practican. Por otra
parte, se producen habituales desfases cuando se trata de difundir los
conocimientos de una especialidad a otra. Las ciencias y técnicas se renuevan
muy rápido (en periodos de meses, un año a lo mucho), mientras que la
comunicación de estos nuevos saberes a otras ciencias que no comparten el
mismo trasfondo técnico se retrasa desde dos a cinco años o más. Debemos
sumar también las ignorancias perpetuas, sobretodo en los casos de quien
trabaja en las ciencias duras y quiere abordar un problema con investigadores
de las humanidades y viceversa. No debemos olvidar otros problemas de tipo
físico o profesional, que pueden traducirse en inseguridades, tensiones y
ansiedades así como los problemas de tipo psicológico que puedan surgir
cuando grandes y reconocidos investigadores y catedráticos se ven “reducidos”
a la condición de estudiantes.

Además, en toda práctica transdisciplinar se dejan de lado algunos


contenidos de cada disciplina; se desintegran a favor de la reorganización de un
todo, adecuándose al problema a tratar. Esto puede ocasionar que un científico
crea que no se le toma lo suficientemente en serio – por lo que es necesario
dejar abierta la posibilidad de rectificar el planteamiento globalizante, integrando
otros elementos teórico-concretos. A ello habrá de agregarle lo que Vilar llama
“subjetivismo de familia” o narcisismo disciplinario, producido cuando los
espíritus más inquietos suelen estar en la búsqueda de esclarecimientos teóricos
de su propia materia. Afán que al no verse del todo satisfecho por el enfoque del
equipo, pone en peligro de retroceso la investigación hacia el sistema cerrado y
exclusivo de su propia disciplina. Los esfuerzos valen la pena, a pesar de todo;
se descubren nuevas dimensiones de lo real, matices en la complejidad, y

43
nuevas formas de ejercer la práctica del conocimiento, enriqueciendo
simultáneamente la perspectiva propia y del resto de los integrantes del equipo.

3.3 Modelo, modelización simulación.

Con métodos transdisciplinarios podemos crear modelos explicativos y


prospectivos que pueden simularse informáticamente. El modelo consiste en
una coordinación en síntesis de la teoría general, en adecuación al caso
concreto, permitiéndonos una perspectiva más clara y definida. Un modelo no
tiene por qué ser reflejo exacto de lo real, sino más bien un planteamiento
heurístico en el que podamos reorganizar nuestros datos en función de las
finalidades que se quieran alcanzar.

La modelización surge cuando tratamos de sujetos-objetos-contextos-


proyectos complejos y parte de un modelo que sugiere la auto-organización, las
interacciones positivas, las temporalidades y variaciones hacia el porvenir que
toman en consideración el entorno. Si nos encontramos con un número de
variables en un modelo, podemos decir que el fenómeno es “pequeño” o simple,
podemos utilizar un modelo analógico. En cambio, si la complejidad es muy
grande, podremos recurrir a modelizaciones y simulaciones mediante el
ordenador. Estas últimas contribuyen a clarificar el panorama para tomar
decisiones y visualizar mejor las consecuencias. La simulación, pues, nos sirve
para explorar lo real y las posibilidades que ofrece la acción, para ayudarnos a
hacer auto-críticas, descubrir fallos e inventar nuevas trayectorias. La simulación
funciona como un complejo decisivo para poner en práctica estrategias
inteligentes y adaptadas sectorialmente, con una perspectiva global simultánea.
No obstante, no ofrecen soluciones perfectas ni resuelven los problemas de
modo definitivo.

3.4 Imaginación Y Subjetivación

44
Como ya hemos sugerido anteriormente, uno de los mayores obstáculos para la
práctica transdisciplinar es la falta generalizada de imaginación, alimentada por
la convicción del cientificismo de que ha de estar bien separado y diferenciado
de disciplinas como las artes (que se concentran en las sensaciones-
percepciones-elaboraciones) y que ha de tratar de manera ultra-determinista sus
objetos (cosas, técnicas) en poco o nulo contacto con los sujetos.

La imaginación, sin embargo, es una facultad que nos provee de


construcciones no lógicas o poco lógicas, dominada por nuestros impulsos
estéticos. La imaginación de los poetes es aquello que les permite transgredir
constantemente las normas de la poesía, reivindicar al arte como una actividad
continuamente creativa. Una obra de arte es una expresión original que cambia
a su creador, una “originalidad burbujeante” que se encadena con sus
receptores y a la vez deja las puertas abiertas a la continuidad de multitud de
procesos recreativos, estimulando las sensibilidades, imaginaciones y
reconstrucciones perceptivas de las personas. El poeta, el novelista o el pintor
se disponen a realizar proyectos nuevos, a concebir nuevas construcciones de lo
real desde aquello que sienten y perciben, invitando a sus interlocutores a
penetrar estas transformaciones simbólicas. El autor crea simultáneamente lo
concebido en un arte-flujo, arte-movimiento, capaz de producir innovaciones que
reordenan el mundo.14

El origen de la imaginación del científico es la misma que la del


artista, pero las exigencias lógicas de la ciencia acaban inhibiéndola. La ciencia
también puede ser fluida, pero su tradición la ha investido de capas viscosas e
incluso sólidas. El científico quiere descubrir nuevas formas de lo real, el artista
va más allá de todo lo dado, creando nuevas ético-estéticas que nos liberan del
pasado y que nos permiten trascender toda referencia. El científico busca y

14Sobre las relaciones arte-conocimiento, así como la importancia que


tiene el primero sobre el segundo, Nelson Goodman destaca el papel
constructivo que tiene el arte sobre la realidad, así como su valor
referencial y simbólico que ha llegado a influir poderosamente muchos
lenguajes de la ciencia. Cf. Maneras de hacer mundos.

45
propone “leyes”, regularidades; el artista mezcla estas leyes y las transgrede,
busca universos singulares y sin normas o crea los suyos con sus propias
manos. El científico quiere explicarlo todo, el artista está consciente del misterio,
de lo desconocido.

Dicha creación de nuevas representaciones imaginarias juegan un papel


decisivo en la transformación del ser humano y de las relaciones con el mundo.
En el arte se configura no sólo un proyecto, sino también un sujeto. Y son,
a su vez, estas nuevas tendencias subjetivas las que podrán constituir
nuevos fenómenos objetivos. ¿Apuntamos entonces a una estetización de la
ciencia o a una cientifización de la estética? No estaríamos demasiado alejados
de grandes figras transdisciplinares como Da Vinci, Lucrecio, Schiller, Hesse,
Huxley, Guattari, etc., que han creado conjunciones de pensar-sentir-mundo
originales. Si hay que postular algo así como un método transdisciplinario, habrá
de hacerlo siempre en marcha con los caminos que construimos, no más una
búsqueda de cierto ordena partir del desorden, fluctuante según sus objetivos,
no estabilizado, sabiéndose en medio de múltiples encrucijadas y laberintos
hacia infinitos indeterminados, consciente y voluntariamente inacabado,
finalizado estratégicamente, en cada investigación, curso, gestión…

3.5 Modos Y Objetos Transdisciplinares

La transdisciplinariedad comprende la interdisciplinariedad como un peldaño o


fase de formación, que suele cosechar sus frutos especialmente en proyectos
antropo-sociales planteados en relación con su entorno técnico y cultural.
Siguiendo la lógica de un “todo” que no se reduce a las partes de los fenómenos
complejos (hologramaticidad), la transdisciplinariedad es un enfoque
especialmente apto para tratar procesos en los que de cada interacción colectiva
brota algo nuevo: un sistema de valores más o menos común, un sistema
cultural. “Ninguna persona ni grupo humano posee una composición de

46
elementos cuantitativa o cualitativamente simétrica en su plenitud”15, nos dice
Vilar; cada sujeto es una pieza única aunque después se encaucen en
conductas gregarias… La transdisciplinariedad se hace cada vez más necesaria
en nuestro marco histórico concreto, en el que se ha iniciado un periodo histórico
donde los componentes nacionales tienen cada vez menos importancia, en el
que cada vez son más los efectos locales de la mundialización. ¿Qué riesgos y
peligros constituyen el conjunto de fenómenos que amenazan a la humanidad?
A pesar de todo, las complejidades de los procesos económicos, sociales,
culturales y políticos siguen tratándose con conocimientos simples, que
provocan más problemas que los que resuelven: he aquí la falta de imaginación;
hemos introducido numerosas innovaciones técnicas, pero seguimos
gobernados por la vieja racionalidad (cartesiana-newtoniana) anacrónica y
cada vez más ineficiente. Como decía Morin, es necesario revolucionar el
pensamiento, poner en práctica, pensar y relacionarnos con el mundo mediante
una nueva racionalidad.

Hay diferentes “métodos” inter y transdisciplinarios ya implementados,


consistentes y representativos, que intentan resolver estos problemas de forma
más eficaz, clarividente y humanística. Enunciamos algunos a continuación:

Métodos interdisciplinarios:
1) las que van del todo a las partes (top-down)
2) De una parte hacia el todo (bottom-up)
3) Las que combinan 1) y 2)
4) Las que se caracterizan por una especificidad dominante en las que
varias disciplinas se coordinan y gracias a la que varios científicos
especializados interactúan para generar meta-conocimientos aplicables a
los problemas específicos de cada una de sus disciplinas
Surge una oscilación hacia la transdisciplinariedad sobre todo cuando:

15 Vilar, Sergio, La Nueva racionalidad, p. 217

47
5) observamos los problemas en dinámicas de acentuada emergencia,
transformación y co-evolución
6) en la convivencia, los científicos consideran necesario que intervengan
algunos administradores o gestores “ejecutivos”
7) cuando consideran necesario tener en cuenta los puntos de vista y
coordinarse según los criterios de políticos, instituciones, gobernantes o
instituciones de impacto social
8) abordan un problema complejo con repercusiones éticas y estéticas

Los métodos transdisciplinarios se muestran óptimos a la hora de tratar objetos-


proyectos-sujetos complejos. Es en esta articulación de saberes y perspectivas
que, en co-evolución con la praxis intelectual, se intenta disponer un eje central
o permanente para enriquecer la teoría al término de cada práctica, tal y como
sugería Feyerabend, en la que ciertos “universales mediadores” relacionan de
cada combinación efectiva de flujos, saberes, energías, materias, deseos…

Vilar introduce un concepto más: el de creatividad policonceptual


(insinuado por la concepción politécnica de Edelman respecto a la
neurofisiología, una nueva informática en relación con las ciencias cognitivas)
que considera que “las metáforas, como modos de efectuar transferencias de
sentidos, conocimientos, y de propiedades de unas cosas sobre otras,
constituyen instrumentos principales para el desarrollo y la fertilización cruzada
de saberes”16. ¿Acaso no es el lenguaje natural, vecino de las metáforas, un
instrumento flexible que, mediante expresiones populares de considerable
creatividad poética y narrativa, capta directa o alusivamente lo concreto, lo
azaroso, e incluso lo indecible? No nos parece insensato afirmar, como lo hace
Vilar, que “el lenguaje natural es la primera modelización, representación y
simulación de la realidad” 17 , modelización insustituible en la época de los
ordenadores, “instrumento de la diversificación y de la libertad”.

16 Ibídem., p. 223
17 Ibíd.

48
El lenguaje científico se nutre del lenguaje natural, así como se
enriquece de aportaciones poéticas y narrativas. El lenguaje científico puede
ser más preciso, pero es también más rígido; contrario al movimiento de lo real.
Los lenguajes tienden a objetivarse en estructuras lógicas, pero esta objetivación
puede resultar en una especie de prisión límite para nuevos conocimientos y
sensibilidades, así como que tienden a enquistarse y perpetuarse gracias a las
universidades, editoriales, los “críticos”, la gestión de empresas, etc. Contra el
enquistamiento, este nuevo paradigma nutrido por las ciencias propone múltiples
imágenes y metáforas, nuevos conceptos, nuevos sistemas simbólicos, tropos,
figuras, símbolos, e instrumentos conceptuales a incluir en nuestra ya de por sí
compleja “caja de herramientas”. Las metáforas y los símbolos no sólo nos
liberan de lo conocido, sino que también nos orientan. La proliferación de signos
contribuye a la construcción de nuevas teorías, a nuevos avances científicos,
nuevas formas de sensibilidad y prácticas.

CONCLUSIONES

49
La propuesta de este paradigma puede resumirse en un cambio de mentalidad
acompañada por un cambio y valoración de la sensibilidad, las realidades
socioeconómicas, políticas, culturales, etc.; por una reorganización de los
saberes coherente con nuestras necesidades, intereses y deseos inmediatos.
Quizá la mejor manera de llamarlo es una “revolución simbólica”, preconizada
por la epistemología piagetiana-edelmaniana-prigogiana, etc., pero que se
proyecta hasta los límites de la ciencia y la filosofía de la ciencia, hacia la
construcción de un nuevo paradigma total.

El programa: la integración del saber en un panorama ético-estético,


motivado por los desarrollos de una ciencia en transformación tutelada por una
gran diversidad de científicos, artistas y pensadores, en un conjunto de redes
más extensas, donde se promueva la inventiva guiada por una racionalidad
estratégica (engranada transdisciplinarmente, auto-organizada, auto-
transformada y auto-regulada). La complejidad conlleva la posibilidad de que
estrategias inteligentes surjan de las observaciones de nuestras interacciones
con las cosas. Pero no adoptamos la creencia de que esta nueva manera de
concebir la racionalidad tenga un triunfo inminente, ni que sirva de panacea para
todos nuestros problemas. La complejidad es una provocación, un motivo para el
pensamiento y su término, su punto de llegada; tampoco nos otorga por sí sola
la solución al uso indiscriminado e irresponsable de la ciencia, que tiende a
sacrificar el beneficio social para beneficio de las minorías. El rechazo al
“paradigma de la simplificación” no se debe sino a esta actitud paliativa y
reduccionista de problemas complejos (sobre todo aquellos con una importante
dimensión social) al autoritarismo, a la primacía de la “eficacia” sobre las
libertades.

Por eso subrayamos tanto la importancia de esta nueva inteligencia


estratégica que se presenta como una nueva mathesis no cartesiana que
organiza organizando al mundo (Piaget). Para Simon una “acción inteligente”
implica la invención de una estrategia, al mismo tiempo que propone una

50
correspondencia adecuada o conveniente entre la situación percibida y el
proyecto concebido. Si queremos que nuestro pensamiento se vuelva más
potente, no se descuidará la conjunción entre una observación detallada de lo
real y una imaginación que interprete dicha observación en pos de una finalidad.
Si las estrategias modifican en función de las informaciones recibidas y la
experiencia, reconociendo lo nuevo sin reducirlo a los esquemas de lo conocido,
estamos ante una racionalidad múltiple, que puede ser enriquecida por cada
sujeto y su capacidad anticipadora. Necesitamos una racionalidad capaz de
interrelacionar lo inevitable y lo deseable, de proponer diversas combinaciones
entre las acciones y los procedimientos innovadores; de plantearse finalidades
múltiples en una continua evolución permanente y transformación continua.

Sin duda, si todo esto ha de lograrse, no lo será desde una dirección o


institución suprema; no estamos ante una tarea para un equipo de expertos, sino
ante un proyecto que corresponde al conjunto de personas que posean una
capacidad imaginaria-inventiva para no quedar paralizados ante los
acontecimientos imprevistos.

Vilar lo dice de una forma muy evocadora: “La verdadera evolución del
hombre no es la evolución según las leyes o lo imprevisible de la naturaleza: es
la evolución en función de la voluntad humana: de ahí la necesidad de saber lo
que se quiere”. 18 Por eso creemos que desde la filosofía surge una nueva
invitación para ejercer el pensamiento activo, sacándola del silencio al que las
ciencias, la literatura y ella misma la habían condenado. La complejidad se
presenta como un fructífero campo en el que hace falta construir nuevas
subjetivaciones, nuevos sentidos, significaciones. y libertades múltiples; para
pensar la complejidad, para hacerle frente sin que nos desborde por completo,
sobre todo si queremos utilizarla en nuestro beneficio, habrá de fomentarse un
producción inmaterial urgente.

18 Ibídem., p. 223

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BIBLIOGRAFÍA

Básica

Morin, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Editorial Gedisa, 1994


Morin, Edgar. El método. Paidós. 6 volúmenes (con especial atención a los
tomos 1, 3 y 4)
Feyerabend, Paul. Provocaciones filosóficas, Biblioteca Nueva, 2003
Vilar, Sergio. La nueva racionalidad. Comprender la complejidad con métodos
transdisciplinarios, Kairós, 1997

Complementaria

Bachelard, Gaston, Estudios. Amorrortu, 2004


Prigogine, Ilya. El nacimiento del tiempo. Tusquets
Prigogine, Ilya. Las leyes del caos. Alianza, 1993
Prigogine, Ilya & Stengers, Isabelle. La nueva alianza. Alianza, 1979
Varela, Francisco Y Maturana, Humberto. De máquinas y seres vivos. Una teoría
sobre la organización biológica. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1995
Woodcock, Alexander & Davis, Monte. Teoría de las catástrofes. Cátedra, 1986

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