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Aquellos eran días difíciles y la pobreza caminaba por la calle como una enorme señora
burguesa .Devoraba todo lo que encontraba a su paso y eran sus caderas tan exuberantes
que golpeaban las frágiles casas de los desangelados. Y todos parecíamos caminar con
un cansancio de pampa triste y nuestros ojos tenían el color velado del insomnio.
-Esta en tratativas con un cerdo - le dije a Cataldi. Es un cerdo feroz que usa traje y
-Es curioso- me respondió. No sabía que había trajes para cerdos. Mucho menos sastres
Recuerdo que nos fuimos caminando por nuestra arteria adoptiva: la avenida anchísima
que desembocaba en el mar. Aquel atardecer estábamos desolados, como si la patria sin
Caminábamos lentamente como ahora lo hago por esta acera sin anclas ni estacas,
(novia del cerdo, todos lo sabían ya) tras cada paso gigantesco.
los hombres y las mujeres. Está acabando con mi tinta. Y las quintas están siendo
Carlos Cataldi y yo nos tomamos de la mano pensando cómo un cerdo podía causar
-Este cerdo se está quedando con lo poco que queda y cuando consume la unión con la
Pero pronto, para nuestro mal asombro, nos dimos cuenta que el cerdo había ganado el
cariño y el apoyo de la gente con la vieja estrategia del dulce gesto ,de sus patas
redondas, fingiendo comprensión y atención dirigida a todos los que se habían vuelto
vulnerables ante tanta presión y desencanto. Tenía la habilidad de los grandes oradores y
cada vez que subía a un estrado, Demóstenes lloraba de impotencia. Era hábil el cerdo.
Mientras repartíamos los folletos, les enseñamos a los huertos a sembrar y a los libros a
escribir canciones de denuncia, y convocar a los cuatros ríos milenarios para que
defiendan los ríos de agua clara que el cerdo bebía y vendía sin descaro.
grillos. Sólo una cigarra que volvía a la superficie después de años, siguió cantando.
Hoy, que la sombra del cerdo parece cernirse otra vez sobre una patria exhausta, busco a
Y escucho aún nuestras voces gritando en una avenida sin límites: ¡Hay que reducir al
cerdo! ¡Hay que reducir al cerdo! Idealistas, lastimados por la lucidez, libres de pies a la
cabeza. .
desierta, tomados del abrazo que preludiaba mi exilio y su desaparición. Corrimos sin
saber exactamente a dónde íbamos, con la pobreza tallándonos un futuro adiós en los
talones, con las manos en el rostro para almacenar lágrimas que más adelante nos
Intentábamos salvar a los alocados grillos que habían estado bailando en nuestros
proyectos de artistas…Carlos cantaría siempre las canciones escritas por mí, él pondría
la voz y sus alas inmensas y yo mis versos sociales poblado de cientos de gorriones
Y si… Corríamos y corríamos por la cornisa con gárgolas con el rostro de cerdos
enganchado en sus treinta y cinco rayos. Y creímos que estábamos soñando que
amanecía, pero amanecía en verdad y el codo del camino estaba listo para mis breves
pasos. Y cuando nos dio hambre , compartimos un pan con toda mi tierra exhausta .Y
yo sabía que era el adiós, porque todo decía adiós, porque aquella mañana amaneció de
adiós.
¿Qué es la traición? –su voz era, como siempre, quieta y con silbabas pausadas. Su
retórica pregunta retumbó en mi corazón como con ecos, como si mis entrañas fueran
-La traición se parece a los que nunca más seremos, Cataldi, a los que nos quitaron de
a panfletos inútiles.
Y nos separamos y para no sentir que claudicaba, me propuse seguir combatiendo desde
mi poesía feroz, esa que habla de esa libertad y de esa heroicidad que los cerdos,
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abierto, advierto que hilvano pasos, pasos, pasos, pasos, pasos, pasos, porque detenerse
Camino por una ancha avenida como aquella que fue un escenario de nuestra amistad.
Camino y sin querer escondo los trajes que hoy añoran otros cerdos con vocación de