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TEORIA PSICOANALITICA - SEMESTRE 2017-01

RÚBRICA PARA EVALUAR LA TAREA ACADÉMICA DE CASO DE FREUD: HISTORIAL


CLINICO DE: Elisabeth von R.

Estructura 2 puntos 1 punto 0


El análisis del caso carece de los
elementos indicados a El análisis del caso no respeta las
Se evaluará en el análisis del caso,
continuación: reglas APA y no cumple con el
lo siguiente:
1.- Título (-0.5) número de páginas indicadas.
1.- Título (-0.5)
2.- Carátula (-0.5)
2.- Carátula (-0.5)
(2 3.- Extensión de 4 páginas mínimo
3.- Extensión de 4 páginas mínimo 1.- Título (-0.5)
puntos) y máximo de 6 pág. (1 punto)
y máximo de 6 pág. 2.- Carátula (-0.5)
4.- Respeta todas las reglas APA,
4.- Respeta todas las reglas APA,
respecto a tipo de letra,
respecto a tipo de letra,
interlineado, citas, referencias,
interlineado, citas, referencias,
numeración de páginas. (1 punto)
numeración de páginas.

Contenido 4 puntos 2 puntos 0


La historia clínica de la paciente La historia clínica de la paciente
Detalla la historia clínica de la atendida por Freud está atendida por Freud está confusa o
paciente atendida por Freud: incompleta o le falta alguno de le falta dos de los elementos
motivo de consulta- los elementos como: motivo de indicados como: motivo de
sintomatología clínica y consulta y sintomatología clínica consulta o sintomatología clínica y
antecedentes familiares. o antecedentes familiares antecedentes familiares

6 puntos 3 puntos 0
Historial incompleto, poco Historial del tratamiento no está
Describe con detalle el proceso detallado, y no mantiene una explicitado ni se habla del
de tratamiento: qué material secuencia; no está del todo claro material inconsciente que se
inconsciente se devela qué material inconsciente se devela.
devela.
2 puntos 1 punto 0
(18 Identificar la técnica terapéutica La identificación de la técnica es no se identifica la técnica
puntos) que Freud emplea en el caso ambigua
analizado.
4 puntos 2 puntos 0
Los elementos característicos de Explique los elementos
Explique los elementos
la técnica utilizada no están característicos de la técnica
característicos de la técnica
claramente explicados utilizada no han sido
utilizada y los sustenta con la
mencionados o no se han
teoría, según el caso clínico
mencionado con coherencia
estudiado.
teórica
2 puntos 1 punto 0
Indica a qué etapa del No se especifica claramente a qué no hay indicación alguna de la
pensamiento de Freud, en la etapa del pensamiento de Freud, etapa del pensamiento freudiano
elaboración de la teoría corresponde el historial analizado y su correspondencia con el
psicoanalítica, corresponde el en la elaboración de la teoría historial del caso
historial analizado. psicoanalítica.
Señorita Elisabeth von R. (Freud)

En el otoño de 1892, un colega de mi amistad me pidió que


examinase a una joven dama que desde hacía más de dos años
padecía de dolores en las piernas y caminaba mal. -Agregó a su
solicitud que consideraba el caso como una histeria, aunque no
se hallara en él nada de los signos habituales de la neurosis.
Conocía un poco a la familia y sabía que en los últimos años se
habían abatido sobre ella muchas desdichas y muy pocas cosas
alegres le pasaban. Primero había muerto el padre de la paciente;
luego su madre debió someterse a una seria operación de los ojos,
y poco después una hermana casada sucumbió, tras un parto, a
una vieja dolencia cardíaca. En todas esas penas y todo ese cuidar
enfermos nuestra paciente había tenido la mayor participación. No
avancé mucho más en el entendimiento del caso después que
hube visto por primera vez a esta señorita de veinticuatro años.
Parecía inteligente y psíquicamente normal, y sobrellevaba con
espíritu alegre su padecer, que le enervaba todo trato y todo goce;
lo sobrellevaba' con la «belle indifférence» de los histéricos (1), no
pude menos que pensar yo. Caminaba con la parte superior del
cuerpo inclinada hacia adelante, pero sin apoyo; su andar no
respondía a ninguna de las maneras de hacerlo conocidas por la
patología, y por otra parte ni siquiera era llamativamente torpe. Sólo
que ella se quejaba de grandes dolores al caminar, y de una fatiga
que le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de pie; al poco
rato buscaba una postura de reposo en que los dolores eran
menores, pero en modo alguno estaban ausentes. El dolor era de
naturaleza imprecisa; uno podía sacar tal vez en limpio: era una
fatiga dolorosa. Una zona bastante grande, mal deslindada, de la
cara anterior del muslo derecho era indicada como el foco de los
dolores, de donde ellos partían con la mayor frecuencia y
alcanzaban su máxima intensidad. Empero, la piel y la musculatura
eran ahí particularmente sensibles a la presión y el pellizco; la
punción con agujas se recibía de manera más bien indiferente. Esta
misma hiperalgesia de la piel y de los músculos no se registraba
sólo en ese lugar, sino en casi todo el ámbito de ambas piernas.
Quizá los músculos eran más sensibles que la piel al dolor;
inequívocamente, las dos clases de sensibilidad dolorosa se
encontraban más acusadas en los muslos. No podía decirse que la
fuerza motriz de las piernas fuera escasa; los reflejos eran de
mediana intensidad, y faltaba cualquier otro síntoma, de suerte que
no se ofrecía ningún asidero para suponer una afección orgánica
más seria. La dolencia se había desarrollado poco a poco desde
hacía dos años, y era de intensidad variable. No me resultaba fácil
llegar a un diagnóstico, pero fui del mismo parecer que mi colega,
por dos razones. En primer lugar, era llamativo cuán imprecisas
sonaban todas las indicaciones de la enferma, de gran inteligencia
sin embargo, acerca de los caracteres de sus dolores. Un enfermo
que padezca de dolores orgánicos, si no sufre de los nervios {ner
vós} además de esos dolores, los describirá con precisión y
tranquilidad: por ejemplo, dirá que son lacerantes, le sobrevienen
con ciertos intervalos, se extienden de esta a estotra parte, y que,
en su opinión, los, provoca tal o cual influjo. El neurasténico (2)
que describe sus dolores impresiona como si estuviera
ocupado con un difícil trabajo intelectual, muy superior a sus
fuerzas. La expresión de su rostro es tensa y como deformada por
el imperio de un afecto penoso; su voz se vuelve chillona, lucha
para encontrar las palabras, rechaza cada definición que el médico
le propone para sus dolores, aunque más tarde ella resulte
indudablemente la adecuada; es evidente, opina que el lenguaje es
demasiado pobre para prestarle palabras a sus sensaciones, y
estas mismas son algo único, algo novedoso que uno no podría
describir de manera exhaustiva, y por eso no cesa de ir añadiendo
nuevos y nuevos detalles; cuando se ve precisado a interrumpirlos,
seguramente lo domina la impresión de no haber logrado hacerse
entender por el médico. Esto se debe a que sus dolores han atraído
su atención íntegra. En la señorita Von R. se tenía la conducta
contrapuesta, y, dado que atribuía empero bastante valor a los
dolores, era preciso inferir que su atención estaba demorada en
algo otro -probablemente en pensamientos y sensaciones que se
entramaban con los dolores-. Pero más determinante todavía para
la concepción de esos dolores era por fuerza un segundo aspecto.
Cuando en un enfermo orgánico o en un neurasténico se estimula
un lugar doloroso, su fisonomía muestra la expresión, inconfundible,
del desasosiego o el dolor físico; además el enfermo se sobresalta,
se sustrae del examen, se defiende. Pero cuando en la señorita Von
R. se pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperálgicas de la
pierna, su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que
de dolor; lanzaba unos chillidos -yo no podía menos que pensar:
como a raíz de unas voluptuosas cosquillas-, su rostro enrojecía,
echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se
arqueaba hacia atrás. Nada de esto era demasiado grueso, pero
sí lo bastante nítido, y compatible sólo con la concepción de
que esa dolencia era una histeria y la estimulación afectaba
una zona histerógena (3). El gesto no armonizaba con el dolor que
supuestamente era excitado por el pellizco de los músculos y la piel;
probablemente concordaba mejor con el contenido de los
pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la
enferma mediante la estimulación de las partes del cuerpo
asociadas con ellos. Yo había observado repetidas veces
parecidos gestos significativos a raíz de la estimulación de
zonas hiperálgicas en casos seguros de histeria; los otros
ademanes correspondían evidentemente a la insinuación levísima
de un ataque histérico. En cuanto a la desacostumbrada
localización de las zonas histerógenas, no se obtuvo al comienzo
esclarecimiento alguno. Además, daba que pensar que la
hiperalgesia recayera principalmente sobre la musculatura. La
dolencia más frecuente culpable de la sensibilidad difusa y local de
los músculos a la presión es la infiltración reumática de ellos, el
reumatismo muscular crónico común, cuya aptitud para crear el
espejismo de unas afecciones nerviosas ya mencioné. La
consistencia de los músculos doloridos en la señorita Von R. no
contradecía este supuesto; se encontraban muchos tendones duros
en las masas musculares, y además parecían particularmente
sensibles. Lo probable, entonces, era que hubiera sobrevenido una
alteración orgánica de los músculos en el sentido indicado, en la
cual la neurosis se apuntaló haciendo aparecer
exageradamente grande su valor. También la terapia partió de la
premisa de que se trataba de una enfermedad mixta.
Recomendamos que continuaran los masajes y faradización
sistemáticos de los músculos sensibles, a pesar del dolor que ello
producía, y yo me reservé el tratamiento de las piernas con intensas
descargas eléctricas, a fin de poder mantenerme en relación con la
paciente. A su pregunta sobre si debía obligarse a caminar,
respondimos con un «Sí» terminante. Así obtuvimos una mejoría
leve. Muy en particular, parecían entusiasmarle los dolorosos golpes
de la máquina inductora, y cuanto más intensos eran, más parecían
refrenar sus propios dolores. Entretanto, mi colega preparaba el
terreno para un tratamiento psíquico; cuando, tras cuatro semanas
de seudoterapia, yo lo propuse y di a la enferma alguna información
sobre el procedimiento y su modo de acción, hallé rápido
entendimiento y mínima resistencia. Ahora bien, el trabajo que inicié
a partir de ese momento resultó uno de los más difíciles que me
tocaran en suerte, y la dificultad que hallo para informar sobre él es
digna heredera de las dificultades entonces superadas. Por largo
tiempo no atiné a descubrir el nexo entre la historia de
padecimientos y la dolencia misma, que empero debía de haber
sido causada y determinada por aquella serie de vivencias. Al
emprender un tratamiento catártico de esta índole, lo primero será
plantearse esta pregunta: ¿Es para la enferma consabido el origen
y la ocasión {Anlass) de su padecer? En caso afirmativo, no hace
falta de ninguna técnica especial para ocasionar {veranlassen} que
reproduzca su historia de padecimientos; el interés que se le
testimonia, la comprensión que se le deja vislumbrar, la esperanza
de sanar que se le instila, moverán a la enferma a revelar su
secreto. En el caso de la señorita Elisabeth, desde el comienzo
me pareció verosímil que fuera conciente de las razones de su
padecer; que, por tanto, tuviera sólo un secreto, y no un cuerpo
extraño en la conciencia. Cuando uno la contemplaba, no podía
menos que rememorar las palabras del poeta: «La máscara
presagia un sentido oculto» (4). Al comienzo podía, pues, renunciar
a la hipnosis, con la salvedad de servirme de ella más tarde si en el
curso de la confesión hubieran de surgir unas tramas para cuya
aclaración no alcanzara su recuerdo. Así, en este, el primer
análisis completo de una histeria que yo emprendiera, arribé a
un procedimiento que luego elevé a la condición de método e
introduje con conciencia de mi meta: la remoción del material
patógeno estrato por estrato, que de buen grado solíamos comparar
con la técnica de exhumación de una ciudad enterrada. Primero me
hacía contar lo que a la enferma le era consabido, poniendo
cuidado en notar dónde un nexo permanecía enigmático, dónde
parecía faltar un eslabón en la cadena de las causaciones, e iba
penetrando en estratos cada vez más profundos del recuerdo a
medida que en esos lugares aplicaba la exploración hipnótica o una
técnica parecida a ella. La premisa de todo el trabajo era, desde
luego, la expectativa de que se demostraría un determinismo
{Determinierung} suficiente y completo; enseguida habremos de
considerar los medios para esa investigación de lo profundo. La
historia de padecimiento referida por la señorita Elisabeth era
larga, urdida por múltiples vivencias dolorosas.

Conrinua en ¨Historiales clínicos: Señorita Elisabeth von R. (Freud),


segunda parte¨

Notas:
1- [Freud vuelve a citar esta frase en «La represión» ( 1915d),
AE, 14, pág. 150, atribuyéndola a Charcot.]
2- (Hipocondríaco, aquejado de neurosis de angustia.) [Los
paréntesis son de Freud.]
3- [Así en la primera edición; en todas las posteriores, sin duda por
error, figura «histérica».]
4- [«Su máscara revela un sentido oculto». Adaptado de Goethe,
Fausto, parte I, escena 16.1 Se demostrará que me había
equivocado en esto.]

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