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Tierra y violencia
El régimen legal de propiedad, es de lo más pobres estructurados y que más problemas
presenta. La propiedad se garantiza a los grandes propietarios, frente a un campesinado
sobre el cual rigen sistemas informales de posesión, herencia y transferencias de tierras.
Este régimen contiene dos problemas extremos: por una parte la ilegalidad en la adquisición
de las grandes propiedades (lavado de dinero, despojo violento, apropiación ilegal de
baldíos y reservas ambientales) y la informalidad de un 60% de la posesión de pequeñas
porciones de tierras.
Desde los años 20´s el Estado persiguió a los campesinos de forma violenta. Hubo grandes
confrontaciones por la tierra, crisis de las haciendas. Era la pelea por modernizar el país.
Luchas afros, indígenas. Obreros contra las petroleras.
Un sector de las clases dirigentes, pensaron en abrir el mercado dando tierras a pequeños
y medianos campesinos. Dcto 1110 de 1928 Colonias agrícolas, precedente de las zonas de
reserva campesina. La ley 160 de 1994 retoma esa figura. Termina hegemonía conservadora
pero desemboca en la guerra. La guerra empieza por un país que se quería modernizar. La
interlocución de las clases dominantes es la de los fusiles, la del horror, la violencia y el
desplazamiento.
Ley 135 de 1961 comienza avanzar lentamente, lleva en su interior la economía parcelaria.
En 1972 firman el Pacto de Chicoral para echar atrás la reforma agraria. En lugar de reforma
agraria se impulsa colonización de frontera agraria. Nunca llego el Estado, llegaron los
narcos, con su formula. Llegaron con la revolución verde. En EEUU había crisis por Vietnam,
se soluciona con droga. Ahí llega el fin de la ley 135.
Para 1994 el mundo gira hacia el libre comercio. Costos de producción en Colombia son muy
altos, en gran medida por el valor de la tierra. El Banco mundial recomienda hacer reforma
agraria en Colombia.
“La guerra contra el narcotráfico aceleró la formación de una clase propietaria del campo –
ganaderos, coqueros, narcotraficantes-, que usaron el desorden y la violencia paramilitar y
estatal, para apoderarse de tierras y desplazar a los campesinos. Entonces surgió una nueva
clase de terratenientes” (Marco Palacios). Colombia es uno de los países con mayor
concentración de la tierra.
La renta aumenta a medida que crece el monopolio, es el mayor valor que ganan los
terratenientes ante la expansión y crecimiento de la población. El crecimiento urbano y de
infraestructura hace que se necesite tierra que esta monopolizada, los rentistas obtienen
un privilegio y ganancia por su monopolio. Se despoja a costa de la riqueza colectiva.
La concentración de tierras, hace que se sobrevaloricen los predios y además rebajan los
impuestos prediales, todo esto a costa de la exclusión del campesinado. Con el
desbordamiento de la violencia, una clase social emergente que afinca su poder en el
narcotráfico, disputa las rentas legales de las élites consolidadas, a cambio de mantener
sobre sus cauces un dominio apoyado en los grupos paramilitares en connivencia con las
fuerzas armadas.
Desde el siglo XIX se dispuso en la adjudicación de baldíos una forma de otorgar tierra a
campesinos colonizadores que abrían monte, hacían mejoras y establecían cultivos en una
zona antes no apta para la agricultura. El Estado incumplía con la promesa de adjudicación
y muchas veces estas tierras fueron a para a grandes terratenientes.
La ley 200 de 1936 crea la jurisdicción agraria, establece la función social de la propiedad y
da privilegios a la posesión efectiva de la tierra frente a quien sólo alegue la titularidad de
la misma. El andamiaje estatal y las presiones de élites no dejaron que se cumpla los
propósitos de esta legislación.