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PARALELO:
2 – A1
ASIGNATURA:
DEONTOLOGIA
TEMAS:
EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA PSICOÉTICA
LOS PRINCIPIOS Y LAS NORMAS DE LA PSICOÉTICA
¿SON IGUALES LOS PRINCIPIOS ÉTICOS?
LA REGLAS PSICOÉTICAS
INTEGRANTES DE GRUPO:
BARBARA ACOSTA VILLARUEL
JOSE CRESPIN PACHECO
GISSELA GONZABAY ARREGA
LUIS AGUABI TORRES
KEVIN CASTILLO FIGUEROA
DOCENTE:
ING. SEGUNDO ZEA JIMENEZ
MILAGRO- ECUADOR
INDICE
EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA PSICOÉTICA ............................................................................... 1
LOS PRINCIPIOS Y LAS NORMAS DE LA PSICOÉTICA ........................................................... 1
El principio de beneficencia ............................................................................................................ 1
El principio de no maleficencia....................................................................................................... 2
El principio de autonomía ............................................................................................................... 3
El principio de justicia..................................................................................................................... 3
¿SON IGUALES LOS PRINCIPIOS ÉTICOS? ................................................................................. 4
LAS REGLAS PSICOÉTICAS .......................................................................................................... 5
La regla de confidencialidad ........................................................................................................... 6
La regla de veracidad y consentimiento .......................................................................................... 6
La regla de fidelidad a los acuerdos ................................................................................................ 7
Bibliografía .......................................................................................................................................... 9
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EL PRINCIPIO BÁSICO DE LA PSICOÉTICA
Los principios éticos básicos de la psicología, la psicoética, se derivan del principio ético
más general de respeto de la dignidad humana.
La dignidad humana es un valor inherente a nuestra condición de seres humanos que supone
ser reconocidos como iguales por parte de las instituciones y por parte de todos los integrantes de la
sociedad, sean éstos allegados o no. Supone ser respetados y valorados íntegramente en sociedad sin
distinción de color de piel, género, origen étnico, condición social u orientación sexual. (Guevara,
2017)
El valor ético máximo, del cual se deriva el resto de los principios éticos, es el respeto de la
dignidad humana y hace referencia a la necesidad de considerar que cualquier intervención con las
personas tiene por única finalidad su desarrollo y perfeccionamiento.
Este principio se concreta y se detalla en los principios éticos básicos, que primero la
bioética y posteriormente la psicoética ha adoptado como guía para la práctica profesional. El
cumplimiento de estos principios es el camino mediante el cual los psicólogos pueden llevar a la
práctica un comportamiento profesional que respete la dignidad de las personas. (Gayà, y otros,
2007)
El principio de beneficencia
El principio de beneficencia expresa el deber básico de hacer el bien a las personas.
Es un principio que proviene de la ética médica que se ha extendido a la ética psicológica.
El principio de beneficencia exige del profesional “Hacer lo posible por producir el bien a
través del ejercicio profesional”. (psicolog, 2018)
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El principio de beneficencia puede ser entendido como la obligación de procurar el
bien a las personas con las que tenemos responsabilidad.
En el caso de los psicólogos, este principio indica que, mediante sus conocimientos,
el psicólogo tiene el deber de tratar de ayudar a las personas que piden sus servicios.
En relación con este principio, algunos filósofos consideran que debe ser
complementado con el Principio de No-Maleficencia, según el cual, antes que nada debe
procurarse evitar hacer daño.
El principio de no maleficencia
Según (Gayà, y otros, 2007) El principio de no maleficencia se entiende como la
obligación de no lesionar la integridad de un ser humano. Ha sido, y todavía es, un
principio básico de la ética médica.
Sin embargo, este mandamiento ético no se acaba aquí, un psicólogo no sólo tiene
que evitar perjudicar a su cliente, sino que le debe ayudar a solucionar sus problemas o
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dificultades. Esto es lo que se espera de él y la razón por la cual las personas le pide ayuda
y consejo.
Desde el punto de vista del principio ético de la no maleficencia, la actuación del psicólogo
se tiene que orientar hacia el desarrollo y perfeccionamiento de las personas.
El principio de autonomía
El principio de justicia
Este principio nos obliga a respetar a todo ser humano y a procurar igualdad de
oportunidades, lo que se traduce en la necesidad de evitar todo tipo de discriminación, bien
en razón de edad, sexo, raza, religión, nacionalidad o clase social.
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El principio de justicia nos indica que todos los ciudadanos son respetables y que
tienen derecho a la igualdad de oportunidades.
Este principio de justicia lo podemos entender como una extensión social del
principio de no maleficencia. Es decir, indica que tenemos la obligación ética de no lesionar
la consideración social de los seres humanos. Este principio implica que, como psicólogos,
tenemos el deber de procurar igualdad de oportunidades, lo cual se puede traducir en que
también debemos velar para que las personas tengan acceso a la mejora de su salud,
educación y trabajo. (Gayà, y otros, 2007)
Ya hemos visto antes que el respeto a los principios éticos de la psicoética nos
puede llevar fácilmente a situaciones de dilema y conflicto. Es difícil respetar los cuatro
principios al mismo tiempo y a veces dos principios o más parece que entran en conflicto.
Hay que tener en cuenta que el psicólogo está obligado a respetar los derechos de su
cliente. El cliente o usuario quiere que el psicólogo respete sus valores, quiere tirar adelante
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con su proyecto vital y tomar decisiones de acuerdo con sus convicciones. También
aparecen los intereses de las familias, que muchas veces piden ayuda para su hijo o su
pareja, con la idea de que éste no decide con autonomía. Finalmente, las instituciones
muchas veces obligan a cumplir normas que pueden colocar al profesional en situaciones
comprometidas (por ejemplo, no poder atender a una persona porque no puede pagar los
honorarios). (Gayà, y otros, 2007)
Si lo que analizamos es una cuestión privada de las personas, son los principios de
beneficencia y autonomía los que tienen prioridad. Por el contrario, si el dilema ético es de
carácter público, es decir, afecta a la sociedad, entonces son los principios de no
maleficencia y justicia los que se convierten en prioritarios. De hecho, estos principios son
jerárquicamente superiores (de primer nivel) en tanto que recogen los principios que la
sociedad considera prioritarios, recogen la idea de que hay cosas que no se pueden hacer a
los otros aunque nos las podríamos hacer a nosotros mismos.
Por tanto, un psicólogo no puede permitir que un suicida acabe con su vida aunque
lo haya decidido de manera autónoma y consciente.
El principio de justicia (social) obliga al psicólogo a velar para que las personas
tengan acceso a mejoras en su salud, educación y trabajo.
Desde una perspectiva individual, los principios éticos que hay que considerar de
manera prioritaria son el de beneficencia y el de autonomía.
Desde una perspectiva social, los principios éticos que hay que considerar de
manera prioritaria son el de no maleficencia y el de justicia.
Es evidente que esta regla es básica para facilitar una relación fluida, respetuosa y al
mismo tiempo bastante íntimo que posibilite una relación terapéutica y/o asistencial óptima.
Por otra parte, romper el acuerdo, explícito o implícito, de secreto, implica una vulneración
del principio de autonomía y, por lo tanto, una falta de respeto hacia la autonomía y los
derechos de la persona. Toda información aparecida en el transcurso de la relación
psicólogo-persona es considerada secreta. También se tiene que considerar la posibilidad de
que la información aparecida a lo largo de la relación psicólogo-persona o psicólogo-
colectivo tenga que ser protegida, dado que su divulgación puede tener consecuencias para
la persona que nos la facilita. Imaginemos que en el transcurso de una entrevista con un
adolescente en un centro de secundaria confiesa que es portador del virus del sida. ¿Se
pueden imaginar las consecuencias que podría tener para el joven el hecho de que esta
información saliera de entre las cuatro paredes del despacho del psicólogo? Y también las
consecuencias para el prestigio profesional del psicólogo entre los estudiantes y el
profesorado. (Gayà, y otros, 2007)
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Para que se considere válido, el consentimiento tiene que cumplir algunos
requisitos: debe ser expreso, se tiene que dar antes de que el psicólogo inicie sus
actuaciones, la persona tiene que ser informada, se tiene que encontrar en condiciones de
decidir y, finalmente, no debe recibir presiones externas. (Gayà, y otros, 2007)
Aunque puede parecer obvio que el cliente tiene derecho a dar su consentimiento
previo al principio de las actuaciones del psicólogo, en la práctica diaria es frecuente
encontrarse en situaciones en las que es difícil llevar a cabo esta regla. Si quien está en
nuestra consulta es un niño, una persona con sus capacidades intelectuales disminuidas, una
persona con un trastorno grave que disminuya su capacidad de decisión o un inmigrante
con dificultades para entender correctamente nuestras explicaciones, nos podemos imaginar
la dificultad que representa para ellos decidir de manera autónoma y para nosotros aceptar
sus decisiones como una muestra de consentimiento válido.
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Este acuerdo de prestación de servicios implica que el psicólogo dará el servicio de
acuerdo con sus conocimientos técnicos y saber profesional, mientras que el cliente tendrá
que cumplir las instrucciones recibidas.
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BIBLIOGRAFÍA
Gayà, L. A., Lusar, A. C., Linares, E. J., Contijoch, N. L., Rodríguez, J. R., Vidal, A. S., . . . Farré, S. V.
(2007). Ética del Psicologo. Barcelona: Editorial UOC.