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TEMA 1: LENGUAJE Y COMUNICACIÓN

Introducción

El lenguaje y la comunicación le son inherentes al ser humano, en tanto que es un ser


social que siente la necesidad de expresar sus emociones, sentimientos o deseos. Desde
ese «regalo de los dioses», que no es otra cosa que el lenguaje, hasta la comunicación
entre las propias máquinas se ha avanzado mucho, no cabe duda. En el análisis de la
comunicación, atrás quedaron los análisis del signo de Saussure, debido a la eclosión de
los medios de comunicación o incluso al desarrollo de otras ciencias como la biología,
la medicina o la propia zoología, que incluso hacen replantear los esquemas
semiológicos. Es por ello por lo que ciencias tan consagradas como la Semiología y la
Semiótica presentan en la actualidad límites un tanto difusos.

Primeramente, por tanto, distinguiremos entre dos términos, lenguaje y comunicación.


La mayoría de las numerosas definiciones de lenguaje alude de manera explícita y
directa a la relación de éste con la comunicación, de ahí que no extrañe decir de él, lato
sensu, que es “todo aquello que comunica”; el término “lenguaje” designa, en principio,
cualquier medio de comunicación, para expresar, para manifestar algo...Está constituido
por un conjunto de sistemas de comunicación (pensemos en los símbolos, las
leyendas…).

El término comunicación, por su parte, también adolece intrínsecamente de cierta


indeterminación. Así, Lyons distingue un concepto muy general, aunque teórico, que
podría describirse como de interacción social, o bien como de respuesta a un estímulo,
de un concepto más restringido, que es el de “transmisión intencional de información
según un sistema de señalización establecido”. Se trata pues de un término, como el de
lenguaje, polisémico, empleado además en varias ciencias.

El hecho de que, explícita o implícitamente, se estime que las lenguas constituyen


sistemas de símbolos diseñados para la comunicación nos obliga a adoptar un punto de
vista omniabarcador. Por ello, el estudio del lenguaje quedaría comprendido dentro de
la semiótica o de la semiología, dos términos casi equivalentes con lo que se designa la
teoría general de los signos, “el análisis de los sistemas de señalización”.

Ambas tendrán por objeto el estudio de, además de la lengua, todos los sistemas de
signos entre lo que Saussure nombra la escritura, el alfabeto de sordomudos, los ritos
simbólicos las formas de cortesía, las señales militares, etc. De todos ellos, eso sí, el
lenguaje es el más importante. En opinión de Eco, responderían al campo semiótico la
siguientes investigaciones: zoosemiótica, señales olfativas, comunicación táctilo –
olfativa, código del gusto, paralingüística, kinésica, lenguajes tamborileados y silbados,
semiótica médica, códigos musicales, leguajes formalizados – artificiales, lenguas
naturales y medios de comunicación de masas.

Ahora bien, el enfoque de este tema se centra en el lenguaje verbal, la teoría de la


comunicación y las competencias lingüística y comunicativa.
El lenguaje: orígenes, definición y características

Muchos son los filósofos, científicos y lingüistas que han aportado teorías sobre los
orígenes del Lenguaje, si bien, aún no se ha podido llegar a una conclusión definitiva.
Pitágoras, Platón y los Estoicos afirmaban que el lenguaje es consecuencia de una
necesidad innata o de la naturaleza. Demócrito, Aristóteles y los Epicúreos sostenían
que el lenguaje nació de un acuerdo, de una convención. Quintiliano consideraba la
facultad de hablar como don divino, para diferenciar a los hombres de los animales.
Darwin cree que en su origen era una mímica bucal que intentaba reproducir los
movimientos de las manos; y la teoría onomatopéyica encuentra el origen del lenguaje
en la imitación de los sonidos de la naturaleza. Por su parte, la teoría evolucionista,
defendida por E. Lledó explica el nacimiento del lenguaje como producto de la reacción
defensiva del hombre ante el medio hostil de la naturaleza en el que aparece inmerso.
Peor dotado físicamente que los animales y con un instinto menos desarrollado, en un
momento decisivo, probablemente de pánico, profirió un grito y su evolución al cabo
del tiempo dio lugar al lenguaje. Ciertamente una de las causas del nacimiento del
lenguaje debió ser la necesidad de la supervivencia común, pero ante la incertidumbre
de su origen, concluimos con J.M. Valverde en que la producción del lenguaje es una
necesidad íntima de la naturaleza humana; no sólo un comercio social sino algo
imprescindible para el funcionamiento de las potencias espirituales.

En lo que respecta a la delimitación del concepto de Lenguaje, resulta sumamente


complejo definir este término de manera precisa. Sensu lato, lenguaje es cualquier
medio de comunicación entre individuos. Sensu estricto, el lenguaje es un medio de
comunicación intersubjetiva que se vale de señales significativas y articuladas con la
propiedad de tener un poder creativo sin límite. A. Martinet sitúa lo peculiar del
lenguaje en la articulación del mismo; sin embargo, los generativistas prestan esta
peculiaridad a la creatividad de la lengua, de la que carecen los seresno humanos.

En la lingüística presaussiriana, el lenguaje se reduce a la suma de las acciones


individuales; pero el lenguaje no puede ser reducido a un corpus de realizaciones
lingüísticas, por amplio que este corpus sea, ya que no sólo participa del mundo físico,
sino que también forma parte del psíquico. El lingüista ginebrino F. De Saussure
estableció algo radicalmente distinto: un lenguaje se reduce a la suma de las acciones
individuales; pero el lenguaje no puede ser reducido a un corpus de realizaciones
lingüísticas, por amplio que este corpus sea, ya que no sólo participa del mundo físico,
sino que también forma parte del psíquico. El lingüista ginebrino F. De Saussure
estableció algo radicalmente distinto: una lingüística estructural o lingüística de la
forma destinada a suplantar la lingüística puramente asociativa.

Dentro de esta lingüística estructural, Saussure defiende que el estudio del lenguaje
comporta dos partes: la una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social e
independiente del individuo; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del
lenguaje, es decir, el habla.
E. Coseriu señala como posible fuente de Saussure al lingüista alemán Gabelentz y, a
través de unos interesantes comentarios, ha mostrado que la célebre dicotomía lengua-
habla, así como otros puntos clave de la doctrina saussiriana, se encuentran ya
explícitamente formulados por dicho estudioso. No obstante, fue el Curso de lingüística
General el punto de arranque de la lingüística moderna.

Según Saussure, para entender la lengua hay que situarla en el centro de los hechos del
lenguaje. Para Saussure lenguaje y lengua son dos conceptos diferentes: la lengua no es
más- que una determinada parte del lenguaje, aunque esencial. Es, a la vez, un producto
social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas
por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos.

Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corresponde a la lengua, hay que
situarse ante el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra (Curso
de lingüística general,1916).

Circuito de la palabra: Del mundo exterior nos llegan sensaciones que identificamos con
imágenes acústicas (1); tras esa asociación psíquica el cerebro da órdenes a los órganos
fonadores y se produce el habla (2). La palabra llega al receptor mediante ondas sonoras
(3), y la excitación del oído se transmite a su cerebro (4); el receptor asocia la imagen
acústica con el concepto correspondiente (5), y se repite el mecanismo.

Saussure localiza la lengua en el último paso (5), es decir, en la asociación síquica de la


imagen acústica suscitada con el concepto correspondiente: El receptor u oyente no es
libre de aceptar una imagen acústica por otra, ni de asociar a esa imagen un concepto
cualquiera, sino que está obligado producir esa imagen y a formar el concepto que esa.
imagen reclama. Está, pues, mediatizado por los usos de la comunidad y se comporta
automáticamente con respecto al estimulo exterior. Así, la lengua es el instrumento de
comunicación de la colectividad, un sistema social de signos.

Saussure localiza el habla en la parte ejecutiva dentro del circuito (puntos 1 y 2) y la


define como el uso individual que de la lengua hace cada hablante: la ejecución está
ligada al individuo concreto que emite. No hay nada de colectivo en el habla; sus
manifestaciones son individuales y momentáneas.

A partir de Saussure la distinción entre lenguaje, lengua y habla se hace corriente entre
los lingüistas y su célebre dicotomía lengua-habla ha sido discutida por teóricos
posteriores como Meillet, Coseriu Teoría del Lenguaje y Lingüística General, Klaus
Heger, A.Martinet, Hjelmslev, etc.

Como conclusión, definiremos el lenguaje como un sistema estructurado de signos


producidos de manera consciente, y del que se sirve el hombre para comunicarse.

Por otro lado, al hablar de lenguaje, no cabe duda de que todos estamos pensando en el
lenguaje humano. Para entender las características del lenguaje humano se ha recurrido,
con frecuencia, a los estudios comparados con los sistemas de comunicación animal. El
estudio clásico de Hockett, Curso de Lingüística moderna, adelantó los rasgos comunes
a todas las lenguas; sobre ello, Simone en Fundamentos de Lingüística, fijará como
propiedades fundamentales del lenguaje, entendido en sentido amplio: el carácter
congénito, su inmutabilidad, universalidad, no puede ser aprendido ni olvidado, la
indiferencia ante cualquier tipo de expresión y tiene límite. Hockett, no obstante,
establece quince características propias del lenguaje humano: vía vocal- auditiva, la
transmisión irradiada y la recepción dirigida, las señales son evanescentes y a
menos de ser captadas en el momento justo se desvanecen de forma irrecuperable,
intercambiabilidad (los organismos participantes están capacitados para transmitir
mensajes y para recibirlos), retroalimentación total (cualquier hablante – salvo
excepciones patológicas – oye lo que dice en el momento de decirlo y está
retroalimentación auditiva se completa con la cinestésica (kinésica) de los movimientos
articulatorios), la especialización (está especializado en el grado en que sus
consecuencias energéticas directas sean biológicamente irrelevantes), semanticidad
(los elementos del sistema tienen denotaciones), arbitrariedad (la relación entre el
signo y la realidad denotada se produce por un acuerdo), el carácter discreto, el
desplazamiento (aquello que se dice en la comunicación puede estar alejado en el
tiempo y espacio del momento y lugar en el que se produce la comunicación), dualidad
(según Hockett todas las lenguas humanas tienen una dualidad de pautamiento, una
estructura cenemática, que es sistema fonológico, y una estructura pleremática que es el
sistema gramatical, que posibilita una enorme economía asociada con una gran
eficiencia de rendimiento), productividad, transmisión cultural, prevarización y
reflexividad. Alonso Cortés, en Lingüística general, se atreve a añadir dos: la
creatividad (el uso del lenguaje no está condicionado por estímulos interiores o
exteriores, es impredecible), y la articulación (la articulación, según Humboldt, el
principio general del lenguaje consistente en la capacidad de organización de los
elementos de la lengua en todos los niveles).

Funciones del lenguaje

Desde la antigüedad clásica la filosofía y otras ciencias afines se preocuparon por


reflexionar en torno a las funciones que cumplían las lenguas utilizadas por los
hombres. Platón en su diálogo Crátilo, nos habla ya de ello, y Aristóteles señala dos
funciones: la representativa y la expresiva. Santo Tomás establece tres (indicativa,
imperativa y optativa), y la filosofía Romántica presenta diversas interpretaciones sobre
la funcionalidad del lenguaje, considerando a éste como actividad creadora. Pero
formulaciones científicas sobre las funciones del lenguaje no aparecen hasta aquellos
filósofos y psicolingüistas, como Meinong (expresión, significación y f. instrumental),
Croce y Vossler (exaltan el valor estético de la expresión), precursores de Karl Bühler.

K. Bühler como el autor que comienza a solucionar el problema de para qué sirve el
lenguaje. En su famoso triángulo se detecta la función apelativa – el emisor trata de
llamar la atención del receptor-, la función expresiva, cuando el hablante manifiesta su
estado psíquico; y la función representativa cuando se usa el lenguaje para transmitir
contenido.
Jakobson, lingüista ruso nacionalizado americano (Moscú. 1886), fundador junto con
Trubetskoy del Circulo lingüístico de Praga, opina que el fin último y primordial del
lenguaje es la comunicación humana, de modo que aumentará el esquema tomando
como referencia los elementos que funcionan en el sistema de comunicación. En este
proceso están implicados, pues, un objeto del que se habla o REFERENTE; un
CÓDIGO, sobre el que se basa la creación del MENSAJE; un EMISOR que transmite
una. Información a través de un MEDIO a un receptor, lo que implica un CONTACTO
entre ambos, y un CONTEXTO determinado. Así, hablaríamos de:

 la función referencial o denotativa, que es aquella que está orientada hacia el


contexto, es decir, a la realidad extralingüística, al referente.

 la función expresiva u orientada hacia el emisor que permite inferir elementos


de subjetividad de hablante. A esta función se le vincular la entonación
expresiva y un sinfín de elementos paralingüísticos como la intensidad, el
ritmo…

 la función apelativa o conativa, en la que todos los recursos están destinados a


influir en el oyente. Su expresión propia es el vocativo, el imperativo y la
modalidad interrogativa.

 la función fática, que se orienta al canal y se da en los mensajes cuya única


finalidad es establecer, prolongar o interrumpir la comunicación o simplemente
comprobar que el canal funciona.

 La función poética, cuando la expresión lingüística atrae la atención sobre su


propia forma.

 La función metalingüística que se centra en el código, y que se da cuando


empleamos el lenguaje para referirnos al propio lenguaje.

Por último, podemos hablar de Halliday, que establece que las funciones básicas o
pertinentes “para el entendimiento general de la estructura lingüística más que para una
investigación psicológica o sociológica determinada, son tres: la experiencial, la
interpersonal y la textual.

- la función experiencial o ideacional: el lenguaje sirve para la expresión de


contenido, esto es, de la experiencia que el hablante tiene del mundo real,
incluyendo el mundo interior de la propia conciencia”.

- la funcional o interpersonal, es la que permite establecer y mantener relaciones


sociales.

- la función textual, que permite a la lengua proveer medios para establecer


correspondencias consigo misma y con ciertos rasgos de situación en que se usa.
Gracias a esta función el hablante o escritor puede “construir su texto”.
TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN

La mayoría de los estudiosos del lenguaje coinciden en considerar como función central
del mismo la función de comunicación, entendiendo por comunicación la utilización de
un código para la transmisión de mensajes.

Al hablar del lenguaje, estamos aludiendo, directa o indirectamente, a la comunicación.


El lenguaje, en principio, designa cualquier medio de comunicación. No obstante, el
término comunicación es muy abstracto y polisémico.

La teoría de la comunicación y de la información que surge con los avances técnicos de


los 50. Nació como una necesidad de aplicar unos estudios sistematizados ante la
avalancha de la información en los diversos campos de la sociedad. El punto de
arranque es la «Teoría matemática de la información», de Shannon y Weaber, ligada —
a través del cálculo de probabilidades y en la estadística matemática— a las
investigaciones de centros de telefonía y la comunicación mediante aparatos físicos para
la mejore del rendimiento, fiabilidad y economía en los medios de transmisión. A partir
de ahí, se transmitió a otros campos como la biología, la física o las ciencias del
lenguaje humano. No cabe duda de que el desarrollo de la información mediante
mecanismo físicos ha provocado el aumento de los medios de comunicación.

Evidentemente, la lingüística no ha escapado a este dominio expansivo, lo que


provocará que se apropie de términos no lingüísticos (emisor, receptor, medio…). Por
ello, todas las disciplinas que analizan el lenguaje verbal —lingüística estadística,
gramática generativa, semiótica…— son tributarias de la teoría de la comunicación.

La ciencia entiende la comunicación como la transferencia de comunicación. Sin


embargo, las ciencias que estudian los lenguajes humanos restringen más el concepto en
tanto que en todo mensaje no solo un contenido significativo, sino, además, una
intención comunicativa. Esta distinción nos vale, además, para diferenciar la semiótica
de la teoría de la comunicación: mientras que la segunda no prejuzga si el contenido es
significativo o no ni tampoco la intencionalidad, la segunda sí.

Elementos de la comunicación

Según la teoría de la comunicación, para que se dé la comunicación son necesarios los


siguientes elementos:

 Emisor o fuente: punto de origen del lenguaje, quien lo construye,


seleccionando los signos del sistema necesarios.
 Mensaje: símbolo o series de símbolos seleccionados por el emisor.
 Destino: es el ser viviente que recibe el mensaje.
 Transmisor-receptor: transforma el mensaje en señal y la envía a través del
canal al receptor. El receptor realiza el efecto inverso: convierte la señal recibida
y reconstruye el mensaje inicial para quesea utilizada por el destino.
 Canal: medio físico a través del cual se transmite la señal.
 Código: conjunto o sistema de equivalencias que establecen el transmisor y el
receptor.
 Contexto: todo lo que rodea al acto de comunicación.
 Ruido: toda alteración producida a la señal producida a la señal en el proceso de
la comunicación. Es aquello que impide la comunicación.
 Redundancia: para evitar esas posibles pérdidas de información (ruido), los
códigos establecen de otros factor compensatorio, la redundancia; se trata de la
información sobrante en el mensaje, aquello que se puede quitar sin que exista
pérdida de información.

EL SIGNO LINGÜÍSTICO

Semiología y semiótica. El signo semiológico

La teoría de la comunicación no menciona la palabra signo; habla de símbolo, como


unidad que establece el mensaje, y de señal, como la transformación del símbolo para la
comunicación. Este planteamiento no tiene en cuenta el significado que transportan las
unidades; se interesa tan solo por el mecanismo de la transmisión propiamente dicha.
Por el contrario, la semiología o semiótica centran todo su estudio en el signo, pues es
precisamente su carga significativa lo que constituye el centro de interés. Semiología y
Semiótica son dos términos acuñados, casi al mismo tiempo, por dos lingüistas –
europeo uno, americano otro para referirse a una ciencia nueva e independiente.

La semiología fue definida por Saussure en Ginebra, en 1916, como la ciencia que
estudia la vida de los signos en el seno de la vida social, haciéndola depender da la
psicología general y siendo su rama más importante La Lingüística. De este modo, el
estudio del lenguaje se independiza de la filosofía y de la historia, para pasar a
integrarse en la ciencia que estudia los sistemas de comunicación. Por su parte, Peirce
concibe una teoría general de los signos bajo el nombre de Semiótica (1931), aunque
dándole un enfoque más logicista que sociológico. Dado que los dos aspectos de estudio
e investigación están en estrecha correlación, semiología y semiótica pueden
considerarse una misma disciplina, un campo común de estudio que tiene un objetivo
concreto: los sistemas de comunicación. (Ambas proceden del término griego σεμειον
que significa signo).

En Semiología entendemos por signo toda realidad física perceptible que informa de
algo que no es él, que sustituye a algo, que remite a otra cosa.

Los signos

Precisamente, el objeto de estudio de la semiología y la lingüística es el signo por el


interés que incentiva su carga significativa en el proceso comunicativo. El signo es,
pues, el elemento mediatizado entre la realidad y el hombre, entre el hombre y los otros
hombres: es el instrumento capaz de crear una cultura y una civilización, y todos los
sistemas sígnicos creados desempeñan un papel importantísimo en la historia de las
mismas.
Son unidades constituyentes de cualquier sistema de comunicación. La naturaleza del
signo lingüístico ha preocupado desde antiguo, así, Aristóteles lo define como “la
asociación de una articulación fónica y de una representación mental, obtenida por
abstracción, a partir de los objetos del mundo exterior. Esta asociación se establece
arbitrariamente.

Pero, sin lugar a dudas, la teoría que ocupa un puesto preeminente, por su influencia
posterior, pertenece al lingüista suizo F. De Saussure. Su descripción del signo,
recogido en el Curso de lingüística general, es de contenido psicológico porque localiza
el signo en la mente del emisor. Para él, el signo lingüístico es una entidad psíquica de
dos caras, el concepto (significado) y la imagen acústica (significante). Por supuesto, la
relación es nocional o abstracta, si bien hay excepciones a esta asociación arbitraria,
como es el caso de las onomatopeyas y las exclamaciones. Para él, no obstante, sí hay
un referente, que viene a ser la realidad a la que el signo hace referencia. Además de la
arbitrariedad, caracteriza al signo saussureano la linealidad, el significante, por ser de
naturaleza auditiva, se desarrolla sólo en el tiempo tiene los caracteres que toma del
tiempo: a) representa una extensión y b) esa extensión es mesurable en una sola
dimensión, es una línea. Además, el signo es inmutable en cual al individuo pero
mutable históricamente.

Ligada a la teoría de Saussure se halla la concepción de signo expresada por Hjemslev


en sus Principios de gramática general. Coincide con el lingüista suizo en la
concepción biplánica y en la consideración del signo como una entidad psíquica. En su
obra posterior Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Para Hielmslev la comunicación
supone el desarrollo de dos planos: el del contenido y el de la expresión, al tiempo que
establece en cada uno de ellos una disyunción entre sustancia y forma: al caudal total
de conceptos albergados en la mente, así como a las leyes de su combinación denomina
sustancia del contenido; al caudal total de disponibilidades de articulación de sonidos
llama sustancia de la expresión. La actualización de estas sustancias, tanto en un plano
como en otro, constituye las formas. El signo lingüístico se sitúa en la correlación de la
forma del contenido y la forma de la expresión. La distinción Saussureana ha sido
elevada al nivel más general: esta distinción expresión - contenido hay que realizarla en
el análisis de un texto o sistema. La existencia de los dos planos es característica de todo
sistema semiótico.

De Martinet, la aportación más importante es la Teoría de la doble articulación del


signo lingüístico —en monemas, es decir, en las unidades mínimas de significado y en
fonemas, las unidades mínimas en el plano del significante sin significación.

En suma, podríamos decir que el signo lingüístico tiene una estructura biplánica,
presenta una linealidad en el tiempo, en tanto que se ordena en el tiempo y no se pueden
pronunciar dos sonidos simultáneamente; es doblemente articulado, es arbitrario, es
denotativo —significación objetiva de todos los hablantes— y connotativo —
significación subjetiva de un signo—, es inmutable, en el sentido de que ningún
individuo puede alterar la relación significado-significante, pero a la vez mutable, pues
la lengua, como una entidad viva, puede variar la asociación significado-significante; es
discreto, en tanto que se define por oposición.

Podemos señalar también la concepción triangular de signo que data de la filosofía


estoica de la Antigua Grecia. Estos comienzan a representar conceptualmente el signo
como un triángulo: lo significado, lo que significa y el objeto. (Dos de estos elementos
son corpóreo, la palabra y el objeto; la cosa significada es incorpórea).Repetirá esta
concepción triangula San Agustín que distingue entre verbum, dicible y res. La
encontramos también en Odgen y Richards, desde una perspectiva psicologista, habría
que distinguir entre referencia (concepto de nuestra mente a través del cual está
representada la realidad), símbolo y referente. Este planteamiento es incompleto, ya que
solo describe la actividad del emisor y omite la del receptor. La complejidad que
presenta el signo lingüístico ha hecho necesaria la precisión de la que se han ocupado
Ullman y Baldinger, que, en lo referente a la estructura del signo, establecen la
distinción entre el plano onomasiológico (plano del hablante) y semasiológico (plano
del oyente). En un plano onomasiológico el emisor debe encontrar el termino preciso
para expresar lo que quiere, en el semasiológico, la actividad del receptor es reconocer
las señales que le envían. En el primero vale la estructura del signo descrita por Ogden y
Richards, pero en el segundo la referencia puede no estar clara y no es ya un punto, sino
todo un plano referencial por el que la estructura queda descrita en forma trapezoide. El
receptor se encuentra en una polisemia que debe reducir a monosemia, por lo que debe
eliminar las falsas referencias para llegar a la auténtica.

Pero, a partir especialmente de Saussure y de Pierce, se puede decir que son tantos los
dominios que intentar ser explicados desde una perspectiva semiótica que, actualmente
se la considera como una teoría que propone explicar el pensamiento, la vida social e,
incluso, las matemáticas y la lógica como sistemas de signos.

Tipos de signos

Se han establecido diferentes tipos de signos; muchas divisiones son contradictorias y


no tienen en cuenta el proceso de comunicación humana. Aunque discutida, la tesis de
Peirce es una de las más extendida. Este se fundamenta en la relación que une al signo
con su referente:

 Índice: signo con conexión física con el objeto denotado.


 Icono: hace referencia al objeto por su semejanza (fotografía, dibujo…).
 Símbolo: la relación entre el signo y el objeto referido se da por convención,
de un modo arbitrario.

Además de Peirce, también hay otros autores, como Adam Schaff que dice que los
signos pueden ser naturales (índices) y Artificiales. Estos últimos, a su vez, pueden
ser lingüísticos (fundamentales, auxiliares) y no lingüísticos (señales, símbolos,
iconos)
También se pueden clasificar entre naturales-artificiales, comunicativos-expresivos,
motivados- no motivados, visuales, fónicos, tácticos, olfativos y gustativos.

COMPETENCIA LINGÜÍSTICA Y COMPETENCIA COMUNICATIVA

El lenguaje constituye una actividad humana compleja que asegura dos funciones
básicas: la de comunicación y la de representación. Las representaciones constituyen
el principal contenido de la comunicación; la comunicación contribuye a la construcción
de la representación de la realidad física y social. Mediante estas funciones, no
excluyentes entre sí, regulamos la conducta propia y la ajena. Por lo tanto, debemos
analizar y estudiar el lenguaje desde una doble perspectiva: como medio de
comunicación, pues permite recibir y transmitir mensajes e interactuar con otras
personas, y como instrumento para representarnos el mundo, en cuyo caso el lenguaje
está estrechamente vinculado al pensamiento.

Pero el enfoque comunicativo significa también que el niño aprende el lenguaje en la


interacción con las personas de su entorno; ello implica que no aprende sólo signos, sino
también los significados culturales y el modo de entender e interpretar la realidad. Por
eso decimos que el lenguaje contribuye a construir una representación del mundo
socialmente compartida y comunicable.

En relación con el concepto de competencia, éste hunde sus raíces en la idea de


energeia de W. Von Humboldt, a la que define como el “eternamente repetido esfuerzo
del espíritu humano para hacer capaz al sonido articulado de expresar el pensamiento”,
y el sprachvermogen de G. Von den Gabelentz que corresponde con la facultad humana
del lenguaje.

El concepto de competencia tiene su auténtico punto de partida en las teorías


lingüísticas de Noam Chomsky. Este término alude en gramática generativa y
transformacional al sistema de reglas interiorizado por el hablante y que constituye su
saber lingüístico, es decir, la capacidad de comprender y producir un número infinito de
oraciones nunca oídas anteriormente y de distinguir intuitivamente las secuencias que
son gramaticales de la que no. Sería el conocimiento implícito que el hablante-oyente
ideal posee de su lengua en tanto que sistema de relaciones formales

Distingue Chomsky entre competencia lingüística (competece en inglés) del hablante –


oyente, entendida como la capacidad que posee el individuo para generar oraciones
correctamente mediante el empleo de los mecanismos gramaticales y, competencia
comunicativa o actuación (performance), que es la aplicación correcta de esa
competencia primera en la producción de un hecho lingüístico concreto. Los hablantes
de una lengua conocen implícitamente su gramática –dicho de otra manera, son
poseedores de una competencia lingüística – y actualizan los conocimientos en su
producción, en sus ejecuciones lingüísticas.
Para Saussure, la competencia lingüística compete a la lengua, considerando a ésta
como un saber dado históricamente. El habla, en cambio, será la realización del saber.
Es la dicotomía entre langue y parole. Se diferencia esta concepción de la chomskyana
en que para Saussure el conocimiento de la lengua es inconsciente y consiste más bien
en unidades estáticas delimitadas por relaciones paradigmáticas, mientras que para
Chomsky, el conocimiento es intuitivo y consiste en reglas gramaticales de buena
formación de oraciones.

Para Coseriu, (Competencia lingüística, 1992) una teoría de la competencia lingüística


que tenga una base objetiva ha de partir de dos comprobaciones: por una parte que la
lengua es una actividad humana universal que los individuos, como representantes de
tradiciones comunitarias del saber hablar, llevan a la práctica individualmente y, por
otra, que una actividad puede ser considerada como actividad, como el saber en el cual
se basa esa actividad y como el producto de la misma. Distingue tres grados del saber
lingüístico: saber elocucional o saber general, que tiene que ver con los principios de
congruencias del pensamiento consigo mismo y del conocimiento de las cosas. Todo
hablante espera de los otros emisores un sentido y a la vez espera que los otros lo
interpreten de una forma tolerante. El saber idiomático o competencia lingüística
particular, incluye lo dado, es decir, signos dotados de forma y contenido, y los
procedimientos para que, a partir de lo dado se realiza la actividad lingüística. El saber
expresivo o competencia textual, procedimientos con normas inherentes que se
manifiestan para que el hablante asigne a los textos el juicio de los apropiado según el
contexto o situación.

Para Gombert, en la competencia lingüística se dan una serie de áreas: la


metafonológica (análisis y síntesis de los componentes fonológicos de las palabras),
metasemántica (análisis y síntesis de los componentes semánticos de las palabras) y
metrapragmáticos (saber cuándo se ha comprendido y cuándo no, si la producción se
adapta a la situación y hacer los ajustes adecuados en el caso de no comprensión o si la
producción no es apropiada en acto concreto de la comunicación).

Es, por tanto, la unión de la competencia lingüística y la pragmática la que da lugar a la


competencia comunicativa.

La capacidad comunicativa es definida por Hymes, el etnógrafo lingüista, como la


capacidad de dominar situaciones de habla, de emplear adecuadamente subcódigos
sociolingüísticos de un código estándar de la norma particular. Así, para él, la
competencia comunicativa es la suma de los distintos tipos de competencia: gramatical,
sociolingüística, discursiva y estratégica.

Sterger completa en cierto modo a Hymes diciendo que para él la competencia se define
como competencia social, en cuanto que no es más que un conjunto de normas de
conducta lingüística del que se derivan los diferentes usos diastrático y diafásico.

Con su modelo de SPEAKING (acrónimo en inglés) define cuáles son los parámetros
necesarios para que un hablante movilice su competencia en una situación
comunicativa. La situación, los participantes, las finalidades, los datos, las tonalidades,
el código y canales, las normas y los géneros. Se sitúa la actividad del lenguaje en el
seno mismo de la comunicación, de la interacción comunicativa y de los parámetros
contextuales.

Austín postuló que en cada emisión hay potencialmente tres actos: acto ilocucionario o
ilocutivo, se realiza al decir algo y tiene sentido de fuerza persuasiva; acto locucionario
o locutivo, es lo que se dice y acto perlocucionario o perlocutivo, es el resultado, la
acción que produce el acto, por lo que depende del éxito de éste.

Searle propone una taxonomía de los actos ilocutivos. Éstos pueden ser representativos,
que son los que comprometen al hablante con la verdad de lo expresado (afirmar,
concluir, deducir...); directivos, pretenden que el hablante realice una acción (ordenar,
mandar...); conmisivos, comprometen al hablante con algún futuro curso de la acción
(prometer, comprometer...); expresivos, transmiten el estado psicológico del hablante
(disculparse, alegrarse...) y declarativos, en los que existen una correspondencia entre el
contenido del enunciado y el estado de las cosas en la realidad, verbos como declarar o
expresiones como “por la presente”.

Por otro lado tenemos a Lyons, para quien la competencia comunicativa presenta un
carácter muy general, no se restringe al uso de la lengua, sino que se inserta dentro de
cualquier sistema semiótico. Incluye los tipos de conocimiento o de competencia que
intervienen en la adecuación situacional de los enunciados y que serían el oficio y el
estado, la adecuación en el espacio y el tiempo, el grado de formalidad, el medio, el
contenido y el dominio.

Las cuatro grandes habilidades lingüísticas de la comunicación o capacidades


comunicativas

Hablar, escuchar, escribir y leer son las cuatro habilidades que el usuario de una lengua
debe dominar para poder comunicarse con eficacia en todas las situaciones posibles.

Dentro del proceso de la comunicación, las habilidades lingüísticas, se pueden


clasificar:

a) Según el papel receptivo (comprensión) o productivo (expresión) del individuo.

b) Según el código (oral o escrito) usado por el mismo.

Hasta hace poco tiempo, a las habilidades receptivas se las denominaba pasivas y a las
productivas, activas; sin embargo, esta denominación es incorrecta ya que escuchar y
leer, también son destrezas activas que requieren complejas y laboriosas operaciones,
aunque no sean observables externamente.

Las habilidades lingüísticas no funcionan aisladas sino integradas, relacionadas entre sí.
El usuario de una lengua intercala, con frecuencia, los papeles Emisor-Receptor en la
comunicación. Ej. Una conversación.
Los planteamientos didácticos más modernos se basan en el concepto de Competencia
Comunicativa. Los métodos o planteamientos didácticos centrados en la comunicación
se denominan enfoques (didácticos) comunicativos. Surgieron en la didáctica de
Lenguas Extranjeras y el más usado es el social-funcional. Estos métodos fijan su
objetivo en la comunicación y en el correcto uso de la lengua.

CONCLUSIÓN:

Por último, queremos insistir en la importancia del lenguaje para el hombre: hasta tal
punto de que sin el buen desarrollo del mismo no se produce un desarrollo pleno de
individuo. No podemos obviar que el hombres es un ser social por naturaleza, y la
interacción social se logra por medio del lenguaje.

Por otra parte queremos subrayar la dificultad del estudio del lenguaje, abordado por
una cantidad innumerable de disciplinas, lo que no hace sino insistir en la importancia
del mismo. En este sentido, la cantidad de teorías, muchas de ellas incluso
contradictoras, y el amplísimo abanico de terminología del que disponemos permite
afirmar que se trata de un estudio vivo muy alejado de conclusiones definitivas. Hemos
de destacar que, a partir de los 60, fruto de la teoría de la comunicación, se deja de
atenerse solo al código y se abren nuevas expectativas para la lingüística al relacionarse
con otros factores del acto de la comunicación con el surgimiento de la Pragmática. Este
hecho hace que se valoren las cuatro habilidades lingüísticas y se llegue a un nuevo
método didáctico, el enfoque comunicativo, en el estudio de las lenguas

Por tanto, nosotros, como profesores, no solo hemos de lograr que nuestros alumnos
aprecien la complejidad y la riqueza de la lengua y muestren y admiración interés por su
estudio, sino implantar en nuestra práctica esas teorías de la comunicación y apostar al
fin por un enfoque comunicativo —entendido en el sentido lingüístico— que destierre
el logocentrismo y apueste por el paidocentrismo como eje vertebrador del proceso
comunicativo.

BIBLIOGRAFÍA:

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Bühler, K. (2002): Teoría del Lenguaje. Madrid: Rev. De Occidente

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Barcelona: Teide.

Simone, R. (1993). Fundamentos de lingüística. Barcelona: Ariel.


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Madrid: Pirámide.

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