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Romero Ochoa Alberto

Antonio
Grupo: 1351

Análisis del cuento La prodigiosa tarde de Baltazar de Gabriel


Gracia Márquez

¿Cuál es el compromiso social del escritor? Parece que a lo largo de la historia


hemos tratado de responder a esta pregunta y han surgido diversas
interpretaciones, y en cada una de ellas podemos encontrar algo de verdad, pues
mientras que algunos autores afirman que el fin de la literatura es de carácter
social y político, otros opinan que es simplemente una suerte de catarsis donde el
arte y el goce que produce en el lector es lo único que importa.

El escritor entonces ¿se debe a la sociedad en la que vive?, aquella que le permite
seguir escribiendo o por otra parte ¿se debe a su arte?, a lo que produce
importando poco el recibimiento que la audiencia le dé.

Es esta la cuestión principal que atañe a García Márquez en este cuento cuya
trama gira en torno a Baltazar un carpintero que lleva dos semanas trabajando en
una jaula, que una vez terminada resulta ser para todas las personas a su
alrededor “la jaula más bella del mundo”, llegan entonces los vecinos a admirar tan
prodigioso trabajo, incluido un doctor que trata de comprarle la jaula, sin embargo
la oferta es rechazada pues esta ya tiene comprador, el hijo de José Montiel, un
hombre rico del pueblo, al llegar a la casa descubrimos que en realidad Don José
no autorizó el pedido por lo que no le paga nada y Baltazar sale a la calle sin la
jaula y sin dinero, pero con una aparente victoria.

Así se llevan a cabo las acciones en el relato las cuales podríamos dividir en
cuatro esenciales: la primera la presentación de la jaula y la admiración que causa
en los habitantes del pueblo, la segunda el dialogo que se da entre el doctor y
Baltazar por la venta de la jaula, la tercera que se desarrolla en casa de los
Montiel y la discusión que ahí acontece y por último la celebración de Baltazar.

Encontramos para todo esto un narrador en tercera persona, omnisciente y una


focalización cero, puesto que nos habla no sólo de la apariencia física de algunos
personajes sino de lo que sienten: “Tenía una barba de dos semanas, un cabello
corto, duro y parado como las crines de un mulo, y una expresión general de
muchacho asustado Pero era una expresión falsa. (…) la vida le había dado
muchos motivos para estar alerta, pero ninguno para estar asustado”. Y más
adelante en el relato nos habla la forma en la que ve el mundo del otro: “nunca se
sintió bien con los ricos. Solía pensar en ellos, en sus mujeres feas y conflictivas,
en sus tremendas operaciones quirúrgicas, y experimentaba siempre un senti-
miento de piedad. Cuando entraba en sus casas no podía moverse sin arrastrar
los pies”. La otredad de la que todos formamos parte pues, sin el reconocimiento
por parte del otro ¿Qué somos? Y ¿Cómo nos definiríamos?

Parece que dentro del cuento encontramos un simbolismo oculto en cada una de
las partes que lo componen. Siendo en la primera parte: la imagen de la jaula
como la obra de arte y la reacción estética inmediata que causa en el público y la
forma en que el autor se desprende pues para él una obra concluida es algo a lo
que quizás no vale la pena volver: “Ni siquiera sabía que para algunas personas,
la jaula que acababa de hacer era la más bella del mundo. Para él, acostumbrado
a hacer jaulas desde niño, aquel había sido apenas un trabajo más arduo que los
otros”.

Esto resulta interesante pues pone en tela de juicio algo de lo que Rosario
Castellanos hablaba en su breve ensayo Arte y Destinatario y que parece estar
presente a lo largo de la narración “¿la actividad estética es una y única o se
puede distinguir entre un producto destinado a las masas (y por ello de inferior
calidad) y otro a las minorías selectas y privilegiadas?” (Castellanos, 1975) pues
parece que aquí la jaula que realiza Baltazar tenía un destino la casa de los
Montiel, las personas ricas y por ende privilegiadas en el pueblo, pero en realidad
es el pueblo quien realmente disfruta y exalta el valor de la obra, pues a la hora de
entablar el negocio don José no se molesta siquiera en mirar la jaula. Entonces
parece aquí demostrar que es la sociedad la que decide nombrar o no como tal
una obra de arte, lo que es bello y lo que hay o no de artístico en ello, aplicable
también a la literatura. No sólo por el hecho de que la literatura sea arte, sino
imaginando a la crítica como el verdugo de la obra en las altas esferas del arte,
pero siendo los lectores aquellos que verdaderamente deciden su destino.
En cuanto a la segunda parte del texto el dialogo con el doctor, aquí aparece algo
característico en la obra del autor, la imaginación que le da forma activa a nuestros
sueños, pues la descripción que hace de la jaula nos parece como sacada de otro
mundo que no es el nuestro: “la enorme cúpula de alambre con tres pisos
interiores, con pasadizos y compartimientos especiales para comer y dormir, y
trapecios en el espacio reservado al recreo de los pájaros, parecía el modelo
reducido de una gigantesca fábrica de hielo”. Una aventura de la imaginación
como diría el doctor unas líneas abajo. Y es que esto resulta ser el arte, y la
literatura, una semilla plantada en la imaginación de un autor que busca su forma
de expresarse.

El genio del que hablaba Kant quizás, o una suerte de impulso creador que emana
de ciertas personas privilegiadas, quizás pensemos de nuevo como en el
romanticismo y sea de nuevo el poeta quien ordena el mundo, y como siempre
nosotros estaremos leyendo porque en sus palabras hayamos posibilidades como
lo dice Carlos Fuentes: “Gabriel García Márquez, en su obra, ha encarnado las
posibilidades de nuestra imaginación como posibilidades de nuestra sociedad. Y
de nuestras contradicciones”: (Fuentes, 2011, p. 274)

De una sociedad que ve y aprecie el arte, que nos hace tomar conciencia de
nosotros mismos y pensar en la utilidad del arte, lo que a su vez forma en nosotros
una conciencia de lo posible: “La visión de mundo es el máximo de conciencia
posible de un grupo social, y puede encontrarse integrada en la obra de
determinados individuos excepcionales, filósofos, que la expresan en el plano
conceptual, o escritores que la expresan en el plano imaginativo”. (Cohen, 2005, p.
122) Imaginación que expresa nuestros sueños, y el escritor que les dota de una
forma tangible, para que nosotros las leamos y comenzar a soñar.

En la tercera parte encontramos el clímax de la historia, primero encontramos el


cambio en los escenarios de la casa de Baltazar que podría imaginarse como
rural, donde también está su taller de carpintería, a la casa de los Montiel un
espacio que no le es ajeno pero donde no está cómodo: “una casa atiborrada de
arneses donde nunca se había sentido un olor que no se pudiera vender”. Casi
como con un miedo al vacío, pero a la vez dispuesto a dejar ir todos.

Aquí comienza la tensión en la historia pues después de descubrir que su hijo


había ordenado la jaula sin consultarle antes, por lo que pide que se lleve la jaula
y trate de venderla si aún puede: “El niño había permanecido inmóvil, sin
parpadear, hasta que Baltazar lo miró perplejo con la jaula en la mano. Entonces
emitió un sonido gutural, como el ronquido de un perro, y se lanzó al suelo dando
gritos”. Escena que nos encamina al final de la historia, después de esto Baltazar
le regala la jaula a Pepe y sale de la casa, mientras José grita que no necesita el
cacharro y que nadie va a ir a su casa a dar órdenes. Esto una vez más parece
ser el encuentro de dos mundos: los ricos y los pobres, el artista, su obra y el
crítico, la función que ha cumplido su obra al penetrar en un territorio hostil y la
fuerza con la que ha llegado.

El niño se queda con la jaula y Baltazar se va con la gratitud, aquella que parece
ser la única moneda del arte.

Por ultimo para finalizar la historia el protagonista se da cuenta de lo que ha hecho


y por un breve momento encuentra lucidez y dignidad en su trabajo: “Hasta ese
momento, pensaba que había hecho una jaula mejor que las otras, que había
tenido que regalársela al hijo de José Montiel para que no siguiera llorando, y que
ninguna de esas cosas tenía nada de particular. Pero luego se dio cuenta de que
todo eso tenía una cierta importancia para muchas personas, y se sintió un poco
excitado”. Toma conciencia el autor de como su arte influye y tiene un papel
necesario para la sociedad, ya no se siente apartado y asume enteramente su
papel como creador de cultura.

Pasa a formar parte de un conjunto, se convierte en el sujeto transindividual, pues


sus necesidades se exploran en conjunto y piensa como uno y encuentra su
función social, que tanta falta le hacía para pertenecer, al final el personaje se
emborracha y tiene el sueño más feliz de su vida, en una prodigiosa tarde, pues
ha encontrado su lugar.
Este cuento sin lugar a dudas podríamos encasillarlo en la clase de discurso que
reproduce, pues reproduce a través de la figura de la jaula la obra de arte, en
Baltazar encontramos sin lugar a dudas al artista, su público son todos los vecinos
que se regocijan por su impecable trabajo y al crítico lo encontramos en José
Montiel, quien no duda en rechazar el producto con desdén y sin inmutarse.

Así la obra se transforma ante nuestros ojos, cobra una significación distinta a la
que podríamos imaginar en una primera lectura, y nos abre un mundo lleno de
símbolos, de posibilidades.

Este cuento escrito en 1962 como parte de los relatos que integran Los funerales
de la Mamá Grande, podríamos encasillarlo dentro de la corriente neorrealista,
pues aquí aún no se refleja el realismo mágico en el que hemos encasillado al
autor, quizás deberíamos llamarlo real maravilloso entendiéndolo desde la
perspectiva de Alejo Carpentier, lo insólito como lo cotidiano, una óptica nueva con
la cual ver el mundo del hombre, ese mundo que necesitamos decodificar, que
entra por nuestros sentidos y necesita ser desglosado.

Al final parece que es esta la intención con la que García Márquez escribe el
cuento, para dotar al hombre de una nueva significación, para recordarle al artista
cuál es su lugar en el mundo, su función de creador que nos es tan necesario,
hemos regresado a los tiempos que profetizaba Percy Bysshe Shelley en su
defensa de la poesía, nos maravillamos con la capacidad que tiene el hombre de
crear, de imaginar, de soñar.

Pues como decía Orson Welles interpretado por Vincent D’Onofrio en la película
Ed Wood: “Vale la pena luchar por un sueño. ¿Por qué desperdiciar la vida
cumpliendo los sueños de alguien más?” Asi el autor que toma conciencia de su
lugar en el mundo, empieza no solo a soñar por él, sino por todos los demás, que
se regocijan al ver su espíritu expreso en la obra.
Bibliografía

García Márquez, Gabriel, (1962) La prodigiosa tarde de Baltazar, del libro


Los funerales de la mamá grande. México, Planeta.
Fuentes, Carlos, (2011) La gran novela latinoamericana, México, Alfaguara.
Castellanos, Rosario, Arte y destinatario dentro del libro, El mar y sus
pescaditos, recuperado de: https://books.google.com.mx/books?id=-
6RTDwAAQBAJ&pg=PT179&lpg=PT179&dq=arte+y+destinatario+rosario+c
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Cohen, Esther Aproximaciones lecturas del texto (2005) México,
Universidad Nacional Autónoma de México

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