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Forestales
TRABAJO ENCARGADO
CATEDRA:
TITULO:
RESPONSABLES:
CATEDRATICO:
LUIS ARTURO MACEDO BARDALES
NIVEL:
FECHA DE ENTREGA:
08/12/18
IQUITOS – PERÚ
2018
RESUMEN
El suelo es un recurso indispensable para la vida que permite el desarrollo de las plantas,
los animales y el hombre. Sin embargo, aún no se reconocen todas las funciones que
realiza, por lo que el concepto general de suelo fértil se refiere más bien a sus propiedades
químicas, específicamente a la disponibilidad de los macroelementos primarios (nitrógeno,
fósforo y potasio). En los últimos años se han propuesto nuevas definiciones que integran
las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos, así como su capacidad de ser
sostenibles, producir alimentos sanos y mitigar la polución medioambiental. No obstante,
aún no existen criterios universales para evaluar los cambios en la calidad del suelo, y para
ello se utilizan indicadores que son atributos edáficos sensibles al manejo y a las
condiciones edafoclimáticas, entre otras características, que permiten valorar su estado.,
de forma general, contribuir al conocimiento de la nueva concepción de la calidad del suelo,
a partir de sus funciones; definir los indicadores biológicos, físicos y químicos y la relación
entre ellos; así como describir algunos estudios que se han realizado en Cuba sobre el tema
de los indicadores de la calidad, como una herramienta para la toma de decisiones en el
manejo.
Los artrópodos terrestres han sido reconocidos como eficientes indicadores del
funcionamiento de los ecosistemas, y de allí su utilidad en pro-gramas de inventarios de
biodiversidad y evaluación de recuperación de áreas degradadas.
Por su parte, los cambios biológicos son realizados por la comunidad que habita en el suelo:
flora (plantas), macrofauna (invertebrados), mesofauna (artrópodos, anélidos, nemátodos
y moluscos), microfauna (protozoos y algunos nemátodos) y microbiota (bacterias,
actinomicetes, hongos y algas), y el 80-90% de los procesos son reacciones mediadas por
la microbiota (Nannipieri et al., 2003; Porta et al., 2003). Estos cambios biológicos son: la
degradación y el aporte de materia orgánica, la producción de CO2 en la respiración, la
intervención en la movilidad de los ciclos biogeoquímicos de los elementos y los efectos
mecánicos de los animales y las plantas, así como el fraccionamiento de las rocas por las
raíces, entre otros (Porta et al., 2003).
Los tres atributos tienen una estrecha relación entre sí y participan de manera activa en la
producción y la estabilidad de los agroecosistemas. Por ejemplo, los macroinvertebrados
del suelo intervienen en los procesos de infiltración, aireación e incorporación de la materia
orgánica en el suelo (Huerta et al, 2008); y los microorganismos, como las bacterias, los
hongos y los protozoos, los cuales pueden denominarse ingenieros químicos del suelo, son
los responsables de la descomposición de la materia orgánica y de hacer disponibles los
nutrientes para las plantas, los animales y los humanos; además tienen gran importancia
en la formación del humus (Turbé et al., 2010). En este sentido, Cairo y Herrera (1994)
plantearon que el incremento de la materia orgánica en 1% incrementa en 2 cmol.kg-1 la
capacidad de intercambio catiónico (CIC).
Por tanto, las propiedades biológicas tienen una estrecha relación con las físicas, como la
agregación, y con las químicas, como la capacidad de intercambio iónico y la disponibilidad
de nutrientes, lo cual determina que un suelo fértil sea el que conserve las propiedades
físicas, químicas y biológicas deseables, mientras suministra adecuadamente el agua y los
nutrientes, y provee de sostén mecánico a las plantas (Etchevers, 1999).
EL SUELO
El suelo constituye uno de los recursos más importantes para la vida en el
planeta, ya que es la base fundamental para la explotación agropecuaria y
forestal. La producción de alimentos depende en un alto porcentaje del uso que
se les dé a los suelos (Martin y Adad, 2006).
Figura 2: Efecto del laboreo en las poblaciones de bacterias del suelo. Fuente: Conservación
de recursos naturales para la agricultura sostenible. FAO
Figura 3: Efecto de la humedad en la presencia de lombrices de suelo. Fuente: Conservación
de recursos naturales para la agricultura sostenible. FAO
Macroorganismos.
La macrofauna del suelo está constituida por los animales visibles del suelo, los cuales
pertenecen a grupos muy diferentes entre sí: mamíferos, anélidos, moluscos y artrópodos.
Algunos de estos animales capaces de vivir en el suelo tienen un tamaño considerable,
como algunos mamíferos insectívoros adaptados a la vida subterránea (topos) y roedores
(ratones). Ambos tipos fabrican redes de galerías que permiten un buen drenaje y aireación
de los suelos.
Microorganismos.
Los microorganismos, por su gran versatilidad bioquímica, son los intermediarios entre el
mundo mineral y el mundo vivo. Con sus innumerables reacciones metabólicas permiten
incorporar los materiales del suelo en el mundo viviente y están en la base de toda
productividad, por lo que debe darse a los microorganismos el papel fundamental que les
corresponde en la fertilidad de los suelos.
Si los suelos actuales, especialmente en aquellos que se ha practicado una agricultura muy
intensiva, no están ya biológicamente muertos es gracias a la ingente cantidad de raíces
que quedan en los suelos tras la cosecha, y que constituyen las últimas fuentes de materia
orgánica en el suelo, aunque sea en cantidades insuficientes para frenar la erosión sino hay
otros aportes. Un campo de trigo proveerá de 2 a 6 Tn de raíces por hectárea, que se
transformarán en 200 a 600 Kg de humus al descomponerse.
En la rizosfera, en contacto mismo con las radículas, la densidad microbiana llega a ser tal
que, en ocasiones, las raíces aparecen recubiertas por una especie de manguito que
prácticamente las aísla del suelo (bacteriorriza). Todas las actividades nutritivas de la
planta se hacen por la intermediación de este recubrimiento microbiano, lo que da idea de
las repercusiones que éste puede tener en el desarrollo y la salud de la raíz y, por tanto, del
vegetal.
En general, el efecto de la rizosfera aumenta progresivamente conforme se va
desarrollando la planta, empieza a sentirse en el momento de la germinación, alcanzando
un máximo en el momento de la fructificación, decreciendo después lentamente. El
descenso es muy lento debido a las substancias nutritivas que encuentran los
microorganismos asociados a las micorrizas en los restos de las raíces, cuando la raíz o la
planta mueren. (Microorganismos del suelo y biofertilización pg 7)
Para tener una visión, aunque sea parcial, de los equilibrios que existen entre los
artrópodos y otras poblaciones, es útil detallar los resultados de un estudio hecho en
Dinamarca por Bornebusch sobre los suelos con humus de tipo mull bajo hayedos y
robledales y de tipo mor, en bosques templados. De él se desprende que, en general, donde
las lombrices abundan, el lecho de hojas se incorpora al suelo y se descompone
rápidamente, dando un mull característico de los bosques de hoja caduca en un suelo
moderadamente drenado rico en calcio. En ellos, la fauna de artrópodos está dominada
por un gran número de especies, aunque estas no fueran necesariamente numerosas. Sin
embargo, donde los gusanos eran menos abundantes, se producía acumulación de
hojarasca en el suelo, con formación de un humus de tipo mor, característico de los suelos
de bosque de coníferas, bien drenados y pobres en calcio; en este ambiente eran los
artrópodos los que dominaban, preferentemente ácaros y colémbolos, aunque la biomasa
total, dadas sus pequeñas dimensiones, era menor que en los suelos con humus de tipo
mull. Cuanto hemos dicho se refiere a la presencia de artrópodos en suelos no modificados,
ya que es indudable que el cultivo produce una enorme disminución de su presencia en el
suelo.
Dentro de los artrópodos cabe distinguir algunos grupos con hábitats y acciones muy
diferentes entre sí. La mayoría son trituradores de los residuos, papel decisivo en la
transformación y mineralización de la materia orgánica, pues el incremento superficial es
indispensable para una acción intensa de los microorganismos, como ya vimos en su
momento. Si no fuese por estos grupos de animales, la tierra moriría sepultada en sus
propios desechos.
Vamos a analizar la acción de aquellos grupos cuya importancia es mayor, lo que no
significa que no existan otros dentro del complejo ecosistema del suelo.
Los ácaros constituyen casi la mitad del total de artrópodos del suelo, compartiendo con
los colémbolos, de los insectos, la supremacía dentro del grupo. Se incluyen dentro de los
microartrópodos y son animales de dimensiones pequeñas o muy pequeñas, en general de
muy pocos milímetros de longitud, que tienen costumbres, hábitat y capacidad de
adaptación muy diversas; en su mayoría viven, tanto libres como parásitas, en el suelo,
aunque no faltan especies que se encuentran en las aguas dulces y saladas. Las formas
libres son depredadoras y carnívoras, alimentándose de otros pequeños animales; algunos
también se alimentan de jugos vegetales y de sustancias orgánicas más o menos en
descomposición.
Su principal papel es como trituradores de la hojarasca, que en parte digieren con la ayuda
de su microflora intestinal. En su ingesta entran las hifas de los hongos que mezclan con los
restos vegetales y facilitan la transformación de los mismos.