Вы находитесь на странице: 1из 2

LO QUE DEBEMOS SABER DE NUESTROS ANCESTROS.

Víctor Betancourt Ọmọlofaoro


A principios del siglo XIX, época en que se comenzó a asentar los fundamentos de Òrìşà en Cuba, los lukumis lo
hacían al estilo de los linajes de la tierra madre. Asentaban un solo Òrìşà, aquel que era seleccionado como Ángel de
la Guarda o el que pertenecía al linaje familiar. Además, solamente consagraban a sus congéneres y a sus
descendientes y elegían para la consagración, a quienes gozaran de una reconocida moralidad dentro de su ámbito,
para no manchar el honorable nombre de sus ancestros divinizados.
A partir de que los lukumis se fueron integrando a la población criolla y se incrementaban sus necesidades
económicas, comenzaron a fomentarse muchas contradicciones y desacuerdos entre los diferentes cabildos,
referente al estilo y exigencias para realizar las consagraciones de Òşà.
De las polémicas se acordó establecer que “lo correcto” se basaba en lo que se hacía en cada uno de ellos, en lo
particular, sin cuestionamiento alguno por parte de los otros. Pocos cabildos opinaban extender las consagraciones
más allá del linaje familiar y a todo tipo de personas, sin tomar en cuenta su moralidad. Esta opinión favorecería, en
cierta medida, a refrenar la pobreza con que la mayoría de los lukumies vivían, por las circunstancias de la colonia.
En aquellos tiempos, la mayoría de las lukumisas se dedicaban a la venta de pan de eko, lo cual no era suficiente
para sustentar a toda su familia. Eran las conocidas como las ecoleras.
Entre las líderes de aquel momento histórico, se destacó Ña Rosalía Abreu Efunşe, Oló Òbàtálà, fundadora del
Cabildo Waríkondo (Wáríkòódó), alrededor de 1862. Ella fue fiel seguidora de las tradiciones de sus mayores de
consagración pero, a pesar de ello y de su fidelidad a las tradiciones de origen, pasó por encima de los criterios de
sus superiores y se dio a la tarea de modificar, en cierta medida, las costumbres de antaño. Ña Rosalía vivió en el
barrio de Carraguao, en el Cerro y murió en el año 1905 con más de 80 años de edad. Rosalía creía que para que la
religión de los yorubas sobreviviera en Cuba, había que aceptar ciertos cambios, producto de los desafíos de la
realidad cubana. Sus mayores se alarmaron y fue acusada de querer destruir la religión de sus antepasados. Ella
expresó que la religión se extinguiría con el último africano consagrado si no se asentaban a los criollos, consideraba
que la entrada del blanco rico, era beneficiosa porque estaban en mejores condiciones que los negros pobres de
pagar los derechos del asentamiento, que los marginados también tenían derecho a enmendarse dentro de la
religión por lo que, prostitutas, chulos, delincuentes, lesbianas y homosexuales, también eran hijos de Dios.
Instituyó la obligatoriedad de llevar al río a los que se iniciaban para allí hacerle las correspondientes ceremonias
secretas, alejado de la vista de los profanos. Definió a cuatro Òrìşà como obligatorios, (Òşà reglamentarios): Òbàtálà,
Şàngó, Yémójá y Òşùn, ya que en la Habana, solo existían africanos asentados con estos Òrìşà, los que antes ella
recibió para a su vez poderlos entregar a los futuros ahijados. Andrea Trujillo, natural de Cienfuegos, asentada por
ella en Òbàtálà, tiene el mérito de ser la primera Òlóşà que consagró Ñá Rosalía, en esta nueva modalidad de
asentamiento ritual. Según las reglas ancestrales, el sacrificio de animales de cuatro patas era potestativo de los
hijos de Ògún (balogúnes) y de los Awo, Desdeñando las normativas de sus mayores, establece y difunde la
ceremonia de Pinnodo (Pinaldo) a los Oriate, para que pudieran tener el derecho a sacrificar. Instaura que las Ìyáwò,
luego de estar 16 días en el trono, se quedaran en casa de la madrina, los primeros tres meses y solamente se podían
retirar, luego de haber hecho el Ebo métà (Ebo de tres meses). Todo lo antes expuesto, le ganó a Ña Rosalía muchas
críticas y se decía que se había vuelto loca de remate. A pesar de las críticas, consagró a muchos en la Òşà, algo que
le generó más indignación a los mayores de entonces, que consideraban que se podía asentar en la Òşà,
exclusivamente, a dos personas, por tener la mujer tan solo dos senos para amamantar. Sin embargo, las mejoras
económicas de Rosalía, aumentaron su prestigio y su popularidad y los críticos y detractores no tuvieron más
remedio que imitarla.
Al unísono de estos cambios realizado por Ña Rosalía, en contra de sus mayores, se escandalizaba toda la Habana
con la figura y propósitos de Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit (Andrés Petit), quien consagró en el 1863, el
primer juego de abakuá para blancos: “Akanarán Efó Muñón Ekobio Mukarará”, lo cual generó batallas tribales
acompañada de riñas callejeras, durante nueve años.
Por otra parte, en Matanzas, Remigio Herrera Adéşìna, construía los tambores bata, no conocido por la mayoría de
los lukumies y creando expectativa en la mayoría de los cabildos que no pertenecían al linaje de Oyó. Remigio los
hizo sonar por primera vez en la calle Manzaneda entre Velarde Y daoiz, en Matanzas, el día 4 de diciembre del 1872.
A principios del siglo XX, Timotea Albear Latuán Obatayo, incorporó al asentamiento de Òşà, nuevos Òrìşà como Oyá,
a pesar que a algunas personas que lo requerían, los asentaba en Òşà como sus mayores del siglo XIX (un solo Òrìşà),
por considerarlo un asentamiento de fundamento y con mayor fuerza espiritual, digno para las personas enfermas y
con muchos problemas personales.
Siguieron los mismos estilos de asentamientos: Micaela Salazar Eni Olá y Carmen Miró Ewinbí. Tambien a principios
del siglo XX, Fermina Gómez Pastrana Òşàbí (1844-1950), consagrada dos veces, primero en Òşùn por Ño José y
luego en Yémójá por Má Monserrate, tuvo la valentía de entregar el fundamento de Olókun a personas no iniciadas
en la Òşà. Desde 1944 instituyó la tradición de dar de comer a esta deidad en el mar. También entregó el primer
Òrìşà Oko conocido. Difundió los toques de las misteriosas Gelede en Alacranes, Matanzas.
En el mismo momento histórico, Obatero Òní Şàngó, también de Matanzas, funda la rama Egbado e incorpora como
acompañantes de Olókun a Òòdúa, Boromú y Yèwá. Luego Octavio Samá Obadiméjì, el primer Oríatè nacido en
Cuba, discípulo de Latuán, como Ferminita, consagrado dos veces: primero en Òşùn en Sabanillas y luego en Agaju
en la Habana, a principios de 1900, da a conocer la deidad Inle, conformándola al estilo de San Rafael, médico divino
de la iglesia católica.
En la década de 1950, Miguel Febles Padrón Òdí Ìká, fue jurado en los secretos de Òrò (òrun), por el difunto Pedro
Arango (Balógun), el cual no era Bàbálawo, y muchos de los mayores sacerdotes de aquel momento no estuvieron de
acuerdo puesto que, esa divinidad, no era reconocida y no había sido traída por nuestros abuelos esclavos. Fue
censurado a la usanza de la época o sea, en círculos cerrados. Aún así, más del 60 por ciento de los Bàbálawo
afroamericanos, actuales, están jurado en Òrò.
Hace casi 17 años, en la calle Ángeles # 116 entre Sitios y Maloja, la Ìyálòşà Nidia Águila de León, Òní Yémójá
Alásèsin, le hizo Olókun directo a Odalis Flores Almenteros Jemideregbe (su ángel de la guarda), el día 26 de febrero
del año 2000. Odalis vive, en la actualidad, en el barrio de Jesús María, en la calle Revillagigedo entre Misión y
Esperanza. Mantiene buena salud y además, ha emprendido la iniciación de otras personas con asentamiento y
estilo de Olókun directo. Odalis goza del privilegio de ser la primera Ìyálòşà en America con este tipo de
consagración. Por supuesto, la Habana se revolvió una vez más y no faltaron las críticas, los improperios, opiniones
como siempre: ¡Usted va a ver que se muere antes de terminar el año de Ìyáwò! ¡Eso es una locura! ¡Que falta de
respeto a los ancestros!, entre otras nocivas aseveraciones. Pero, está y están ahí. Ya los detractores se han olvidado
de ese significativo evento y han desviado su atención a otros nuevos, algo nuevo que criticar, siempre lo mismo y lo
mismo, pero la vida continúa y nuestra tradición se mantiene viva. Nadie la ha lesionado.
Ahora bien: ¿Existe algún postulado que nos prohíba hacer lo que no hicieron nuestros abuelos y padrinos, no por
desconocimiento, sino quizás por falta de coyuntura social o por circunstancias no favorables ni convenientes?
¿Podemos afirmar, categóricamente, y comprobar que lo que ellos no hicieron es específicamente porque no se
puede hacer o porque no existe?. Es una realidad histórica que a cada religioso, en su época, como aquellos antes
mencionados, les tocó jugar un papel en su momento existencial, incorporando y enriqueciendo la tradición y
completando el legado trasmitido, aún a costa de los opositores, el descontento, los agravios y los falsos
enjuiciamientos. No obstante, como testimono, en todos los casos, la historia ha jugado su papel esencial,
patentizando cada afiliación y cada incorporación, logrando que forme parte de la cultura tradicional en cuestión.
En fin, me pregunto: ¿Cuál de los anteriores rituales es el correcto? ¿En qué momento histórico nos deberíamos
ubicar, correctamente, para tomar referencia de nuestro trabajo religioso actual?. Como es sabido, de todos ellos,
cada Casa Religiosa ha adoptado una parte, creando su propio estilo ritual de preferencia y todos han funcionado.
Por lo antes aprendido, pudiéramos segmentar nuestro legado Lukumí en dos tiempos: “Anterior a Ña Rosalía y
posterior a la misma”. Por lo que cada Casa Religiosa pudiera adoptar las costumbres de cualesquiera de los tiempos,
sin temor a profanar la memoria de nuestros ancestros. Cualquiera pudiera elegir los patrones del asentamiento de
Òşà, tomando como referencia el modelo a partir de Andrea Trujillo y no se puede negar de que sea correcto así
como, anterior a Ña Rosalía y también se puede considerar correcto, aunque más original. Los sacerdotes de Ifá
pudiéramos tomar como modelo los rituales a partir de Miguel Febles o anterior a él. Ambos modelos son correctos.
A pesar de que los criollos se apropiaron del legado de sus abuelos africanos, a ninguno se le ha ocurrido hacer un
Ebo en un plato de comer, ni utilizar un tenedor como Ìrófá, ni hacer un omí ero (umiero) en una batidora, ni
sacrificarle un bistec de cerdo con yuca con mojos a Èşù (Echu), ni cantarle la “guantanamera” a Òşùn, ni asentar en
la cabeza de un devoto la imagen de la Caridad del Cobre, durante la iniciación de Òşà, al contrario: el tablero de Ifá
que utilizan los Bàbálawo, es tallado y conformado con patrones africanos; el Ìrófá es de estilo africano; los
sacrificios de animales se realizan se hacen con métodos africanos y se utilizan los mismos animales para los
sacrificios; los Òrìşà que adoran y se utilizan para el asentamiento de Òşà, son de origen africano; las canciones que
se entonan en los rituales, se cantan en lengua africana; los que trajeron el cuerpo de conocimiento que legamos y
utilizamos para orientarnos en la vida, son africanos. Paradójicamente, a los “Tá José” y a las “Franciscas Siete
Sayas”, que tanto amamos y los adoramos con devoción, escuchando fielmente sus consejos, ¡No son Criollos!, son
Africanos.
“Quien se olvida de su pasado, renuncia a su porvenir”
gbogbo ará òrun ti mbè àtijó
Ibá é bàye ntòrun
A todos los difuntos del pasado
Les saludos para que le den un lugar en el cielo.

Yorùbá Ifá Ìranlòwò

Вам также может понравиться