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Implicaciones de género en la comunicación: el sexismo en el lenguaje

Chapter · January 2001

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Esther Forgas Berdet


Universitat Rovira i Virgili
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Implicaciones de género en la comunicación:
el sexismo en el lenguaje

“Sé que la lengua corriente está llena de trampas. Pretende ser universal,
pero lleva, de hecho, la marca de los machos que la han elaborado. Refleja
sus valores, sus pretensiones, sus prejuicios”
Simone de Beauvoir

1. LA LENGUA Y LAS MUJERES


1.1. Lengua, pensamiento y sociedad
El lenguaje tiene una doble vertiente: por un lado es reflejo de la sociedad
que lo usa, responde a sus pautas sociales y culturales, pero por otro lado también
conforma y organiza esta realidad y la estructura social que la sustenta. El
lenguaje que aprendemos nos sirve para formar el sistema de representaciones de
nuestro mapa cognoscitivo. Conceptos como ‘presente’, ‘pasado’ y ‘futuro’, o
realidades que nos parecen tan obvias como ‘yo’, tú’’ o ’él’, no son más que
representaciones mentales que tienen su base en los elementos lingüísticos que
sirven para nombrarlas. Una lengua es una representación de la realidad, una
percepción del mundo, y variar una de estas percepciones aprehendidas a través
del lenguaje es más difícil que cambiar un rasgo físico. Dicho de otro modo, y
dentro del ámbito que nos ocupa en este artículo, cambiar de sexo genitalmente
es más fácil que hacerlo mentalmente. Las oposiciones binarias de que está
formado el lenguaje son básicas para la estructura del conocimiento, son
oposiciones del tipo luz/ oscuridad, día/ noche, antes/ después, alegría/ tristeza,
salud/ enfermedad, vida/ muerte, y, así, de la misma manera que nuestro mapa
cognoscitivo acepta como evidente la existencia de singular frente a plural acepta
también la existencia de dos polos opuestos: masculino y femenino. Sólo que
cuando dos conceptos se oponen nace siempre la comparación, es más, toda

1
oposición se deriva de una confrontación jerárquica: un polo se ve como positivo y
el otro como negativo, como opuesto al primero, como ‘lo que es otro’. Así, son
positivos lo blanco, la luz, el día, la alegría, la vida, la salud... lo masculino. El
concepto de ‘positivo’ tiene también un sentido de ‘modelo’, ‘punto de partida’, lo
que traducido lingüísticamente sería el ‘elemento no marcado’, lo que en cuestión
de género sería el masculino.

1.2. El sexismo y el androcentrismo en el lenguaje


(Teresa a su amiga)
-María, ¿tú crees que el lenguaje es
machista?
-¡No, hombre, no!

Para Álvaro García Meseguer, uno de los pioneros en los estudios del
sexismo en el lenguaje, el español como lengua no es especialmente sexista1,
puesto que la morfología flexiva del español permite sin grandes problemas la
diferenciación en dos géneros de la mayoría de los sustantivos, y,
consecuentemente, también en los sustantivos de referente sexuado:
panadero/ panadera, abuelo/ abuela, tío/ tía, etc.
Es, por lo tanto, común en español la alternancia en cualquier sustantivo
flexivo de los morfemas de género femenino (generalmente terminados en -a) y de
género masculino (generalmente terminados en -o), a diferencia de otras lenguas,
como el inglés, en las que no existe esta alternancia, y, en las que es más difícil
mostrar la distinción de género en relación con el sexo del referente. Estas
lenguas propician la ocultación de la mujer, puesto que suman al ya preexistente
androcentrismo del receptor y del emisor la imposibilidad de la lengua de hacer
emerger en sus estructuras al referente femenino:
the teacher frente a el profesor / la profesora
the winner frente a el ganador / la ganadora, etc.

1
A. García Meseguer (1994), ¿Es sexista la lengua española? Una investigación sobre el género gramatical,
Barcelona: Paidós.

2
a lo que se añade, en algunas lenguas como el inglés, la emergencia del género
como sexo en los pronombres (his/ her, him/ her) con la preponderancia del
masculino-hombre sobre el femenino-mujer, marcados ambos como género-sexo.
Aparte de este sexismo morfológico existen es español muchas otras
formas de sexismo ocultas en el lenguaje. Sabemos, como hemos señalado, del
sexismo relacionado con el uso del masculino genérico para nombrar
indistintamente a hombres y a mujeres. Es el caso de frases tan usuales como:
(1) Libros recomendados para niños
(2) Presencia masiva de ciudadanos ante el Palacio de Gobierno
(3) Huelga de maestros
en las que nos resulta imposible, por razones morfológicas, saber exactamente
quién está detrás de los sustantivos niños, ciudadanos o maestros. Es cierto que
nuestra experiencia como hablantes y nuestra propia competencia lingüística en
español nos hace suponer que el referente de los nombres indicados es tanto los
niños como las niñas, los ciudadanos como las ciudadanas o los maestros como
las maestras, pero no es menos cierto que expresiones como éstas propician un
cierto grado de ambigüedad, ambigüedad que no favorece precisamente a las
mujeres sino todo lo contrario, ya que pueden fácilmente verse ocultadas por el
morfema de masculino (-o), cuyo referente es en ocasiones genérico (eso es,
engloba a los dos géneros) mientras en otras ocasiones es únicamente masculino.
Así, la niña cuando se encuentra en proceso de adquisición de sus estructuras
lingüísticas puede muchas veces no sentirse implicada en frases como
(4) Las mujeres y los niños primero
que conviven con otras claramente diferenciadoras como
(5) Uniformes escolares para niños / Uniformes escolares para niñas
Se ha comprobado, además, que a pesar de que el masculino genérico
engloba al femenino y, por lo tanto, una frase como
(6) Los abogados de la víctima demostraron su ineficacia
permite una interpretación tanto en masculino como en femenino, al emplear una
pronominalización anafórica, ésta se realiza habitualmente en masculino (ellos,
los, etc.), e incluso se ha detectado esta misma pronominalización en masculino

3
en textos en los que el sustantivo primitivo era de género femenino, si la anáfora
se encontraba suficientemente distante del sustantivo en cuestión.
El sexismo morfológico convive además con un sexismo léxico-semántico,
que otorga significados distintos a las palabras en relación con el referente que las
ocupe. Es de todos conocida la falta de equivalencia entre
(7) Un hombre público / Una mujer pública
donde la única diferencia entre los respectivos significados del adjetivo público-a
tiene que ver con el sexo del referente: cuando se trata de un hombre el adjetivo
significa ‘el que tiene algún cargo político, que es conocido y admirado por algo,
etc.’ mientras que si se trata de una mujer significa literalmente ‘prostituta, ramera’.
Lo mismo ocurre con otras parejas como zorro/ zorra, león/ leona, etc.
Otro tipo de sexismo lingüístico está relacionado más con la sintaxis que
con la morfología. Se trata de la construcción de frases de estructura sexista, en
las que emerge el androcentrismo propio de nuestra sociedad patriarcal. A pesar
de que la estructura de la lengua no lo exija, la mayoría de los lectores nos
imaginamos un referente masculino en la frase
(8) Los hombres primitivos vivían en cuevas y se dedicaban a la caza y a la pesca
aunque nada en la estructura lingüística los hombres primitivos suponga la
exclusión necesaria de la mujer, y, en cambio, nos sorprendería por inusual,
aunque no lingüísticamente incorrecta, una frase del tipo
(9) Los hombres primitivos amamantaban a sus crías
Se trata de nuestro inconsciente colectivo androcéntrico, que nos juega
malas pasadas, a hombres y a mujeres, puesto que a todos por igual nos afecta.
Ésta es la única explicación posible a que en un libro de Historia podamos
encontrarnos con una frase tan descaradamente sexista como:
(10) Los antiguos egipcios vivían en las márgenes del Nilo. Sus mujeres lavaban la
ropa...
en la que claramente el genérico los antiguos egipcios ha pasado de significar ‘los
egipcios y las egipcias’ a tener un referente exclusivamente masculino.

1.2.1. Sexismo lingüístico y sexismo social

4
“El mundo se mueve por dos razones: el
buen yantar y el ayuntamiento con
hembra placentera”
Arcipreste de Hita

En los últimos años se han levantado varias voces autorizadas, dentro de


los movimientos en contra de la discriminación sexual en el lenguaje que
reconocen lo que ya hemos dicho antes, en el sentido de que no puede culparse al
lenguaje de describir situaciones cuyo sexismo se deba a la discriminación social
de la mujer. La lengua refleja especularmente la sociedad que la vive. Así, del
hecho de que existan dificultades a la hora de aceptar jueza como el femenino de
juez no es culpable la lengua, ésta refleja tan sólo una situación social en la que el
término era mayoritariamente aplicado a hombres. La extrañeza lingüística que el
término produce se diluirá cuando, como ya está ocurriendo, la carrera judicial se
halle en manos de las mujeres, como lo ha estado, desde hace tiempo, la carrera
docente, razón por la cual a nadie se le ocurriría hablar de la maestro. Otro tanto
ha ocurrido, en muy poco tiempo, con la palabra diputada, que producía más de
una sonrisa burlona entre el auditorio a principios de los años ochenta, cuando con
la recién estrenada democracia las mujeres empezaron a pisar los salones
políticos, y que ahora es vista como normal y usada habitualmente sin problema
alguno tanto por los medios de comunicación como por los hablantes. En estos
casos la lengua refleja una cuestión social, y cuando al término le cuesta
‘introducirse’ en la lengua común - caso de choferesa, cirujana o boxeadora-
podemos decir que el sexismo está en el contexto, no en la lengua.
Incluso en los casos en que el mensaje lingüístico esté estructurado de
manera sexista, o que favorezca una interpretación en la óptica sexista, como
ocurre en la frase:
(11) En la vida hay pocos amigos de verdad
la interpretación tendrá que ver con el universo cognoscitivo del receptor, más allá
del propio mensaje. Es cierto que en este ejemplo, que tomamos de A. García
Meseguer, la misma lengua puede favorecer el sexismo gracias a la ambigüedad
provocada por la estructura del español al imponer el uso del masculino como
genérico, pero, como el mismo autor señala, la interpretación, en definitiva,

5
dependerá del receptor: podrá entender que se trata de hombres y mujeres bajo el
sustantivo genérico amigos o podrá entender que se trata solamente de varones,
en el sentido específico del término amigos. En realidad, para que exista ‘un
contenido’ debe existir el sujeto que lo atribuya, y sería éste precisamente, sea
emisor o receptor, el que poseerá un determinado sesgo sexista, el sexismo, en
fin, estará más en el mapa cognoscitivo del sujeto que en la lengua misma.
Entre el sexismo social y el sexismo personal, ¿podemos, pues, exonerar a
la lengua de toda culpa? En realidad, sí, aunque, como veremos a continuación,
ciertas estructuras, como la concepción dual de los géneros gramaticales,
favorecen la ocultación del sujeto femenino, dificultando su emergencia en el texto.

1.2.2. Género natural y género gramatical


-Señora maestra, ¿cómo se forma el femenino?
-Partiendo del masculino: la ‘o’ final se sustituye por una ‘a’
-Señora maestra, ¿y el masculino, cómo se forma?
-El masculino no se forma, existe
(Victoria Sau)

El género gramatical es un recurso sintáctico mediante el cual se organiza


la concordancia en las lenguas, como las indoeuropeas, dotadas de tal
característica morfológica. La relación entre género gramatical y sexo del referente
ha dado lugar a numerosas polémicas lingüísticas, ya que si bien es indiscutible
que género y sexo no son elementos equiparables y que no se puede dar en
absoluto una relación unívoca entre sexo y género gramatical -algo de lo que
acusan los y las lingüistas a la teoría feminista- en la realidad se dan no pocas
veces tales confusiones. Si nos remontamos a la historia de la difícil relación entre
género y sexo veremos que el indoeuropeo constaba de tres géneros formados a
partir de oposiciones binarias:
1. género inanimado / género animado: 2. género animado macho
3. género animado hembra
después, el latín heredó los tres géneros, pero tomando el neutro como género
inanimado, en general, con ciertamente muchas excepciones:

6
1. género femenino/ 2. género masculino/ 3. género neutro
pero las lenguas románicas, entre ellas el español, se quedaron con dos:
femenino y masculino, y a partir de ahí atribuye uno de los dos géneros a cada
uno de los sustantivos flexivos del español, de una manera que al hablante actual
-que desconoce la evolución de la lengua- le puede parecer absolutamente
aleatoria, y que sirve a los detractores de la lucha antisexista para bromear con la
relación hombre/ mujer y los distintos sustantivos de uno u otro género, como en
los ejemplos:
el puerto/ la puerta // el cura/ la cura // el pene/ la pena

1.2.3. Posibles soluciones para redactados no sexistas


(¿Quién miente?)
Un cirujano, al entrar en el quirófano,
exclama:
-No puedo operar a este paciente, ¡es mi
hijo!
Llaman a otro cirujano, y al ver al enfermo
se niega a operarlo:

-¡No puedo hacerlo! ¡Soy su padre!

El ejemplo proviene del inglés, lengua en la que existe una ocultación


estructural de lo femenino. El español, sin embargo, permitiría el empleo del
femenino cirujana sustituyendo a uno de los dos sustantivos, puesto que es
evidente que los referentes del cuento son un hombre y una mujer, sólo que el
sustantivo cirujana en nuestra sociedad actual no se flexiona habitualmente en
femenino y por esta razón ella queda oculta por el redactado sexista del
enunciado. A pesar de la fácil solución en este caso, la lengua nos tiende
diariamente toda clase de trampas sexistas; somos los usuarios (deberíamos decir
los usuarios y las usuarias) los que debemos mantenernos alerta para escapar de
ellas. A lo largo de este artículo hemos ido cayendo voluntariamente en todas las
trampas sexistas que el redactado del texto nos ha tendido: hemos hablado de
receptor y emisor, de los lectores (cap. 1.2), (5), de los hablantes (cap. 1.2.1.), de
el hablante y de los detractores (cap. 1.2.2.), entendiendo que tras el masculino

7
genérico se entendía ‘femenino’ y ‘masculino’, lo que lingüísticamente resulta
irreprochable, pero que demuestra que quien así se expresa no posee la menor
sensibilidad ‘en femenino’. Evidentemente, esta es una opción tan válida como las
otras, pero desde una perspectiva ideológica de género lo adecuado sería haber
tomado una postura militante de discriminación ‘en positivo’, y, como escribe
Eulàlia Lledó2, “acelerar los cambios que ya se han producido -o se producirán- en
la sociedad en este sentido”. Por esta razón, y entendiendo que la lengua nos
ofrece las suficientes alternativas como para poder combinar la fidelidad expresiva
con la sensibilidad de género, a partir de este momento tomaremos como modelo
las propuestas de esta autora en favor de un redactado no sexista, propuestas que
detallamos a continuación:
i) El caso de los genéricos colectivos. Simplemente con el hecho de cambiar
algunos sustantivos individuales por otros de tipo genérico que posee la lengua y
que tienen igual o semejante significación se puede evitar la ocultación de la mujer
bajo el masculino. Si en las siguientes frases:
(12) Este diccionario se dirige a los alumnos de Primaria
(13) Se ha de tener en cuenta su repercusión en los adolescentes
(14) Los electores de mayor edad votan masivamente
evitamos las expresiones masculinas los alumnos, el adolescente, los electores y
los sustituimos por los genéricos colectivos, no se modificará en absoluto el
contenido del mensaje:
(12a) Este diccionario se dirige al alumnado de Primaria
(13a) Se ha de tener en cuenta su repercusión en la adolescencia
(14a) El electorado de mayor edad vota masivamente
pero, en cambio, se habrá conseguido un texto en el que no se oculte voluntaria o
involuntariamente la presencia de la mujer.
ii) El caso de los individuales genéricos. Ocurre lo mismo con la sustitución de los
sustantivos genérica y sexualmente marcados (niño-a) por otros carentes de
referente sexuado. Se trata de los individuales genéricos, que pueden emplearse
en sustitución de frases como

2
E. Lledó (1992), El sexismo y el androcentrismo en la lengua: análisis y propuestas de cambio, Barcelona:

8
(15) En la playa disfrutamos como niños
(16) Se levantaron como un solo hombre
y darían como resultados las oraciones
(15a) En la playa disfrutamos como criaturas
(16a) Se levantaron como una sola persona

iii) Los dobletes: En ocasiones será necesario para evitar en un texto el sesgo
sexista emplear un doblete, eso es, repetir los sustantivos en femenino y en
masculino (los hombres y las mujeres). Es cierto, como señalan algunos
detractores de esta solución, que con ella se incumple el principio de la economía
del lenguaje, pero es cierto también que en muchas ocasiones es preferible
sacrificar este principio en aras de una mejor comprensión (caso de los redactados
ambiguos) o de una mayor igualdad de oportunidades textuales. Así, ante
oraciones como
(17) Hemos enviado una carta citando a los padres
(18) Me dirijo a los hombres del campo
es preferible sacrificar el aspecto de economía lingüística en aras de una mayor
precisión y de permitir la emergencia del ‘género oculto’ en el texto:
(17a) Hemos enviado una carta a los padres y a las madres
(18a) Me dirijo a los hombres y mujeres del campo
El principal problema que plantea el empleo de dobletes es su falta de
exhaustividad. Es evidente que un uso exhaustivo del doblete resulta impensable,
sería inacabable y farragoso un texto en el que todos los sustantivos susceptibles
de ser doblados lo fueran realmente. Por esta razón se produce una especie de
criterio selectivo por parte de quien emite el texto, de manera que en ocasiones se
habla, por ejemplo, de ciudadanos y ciudadanas y en otras ocasiones solamente
de ciudadanos. Se construye así una de las más arteras trampas lingüísticas en
las cuestiones de sexismo: por una parte nunca podemos tener la seguridad de
quién está detrás del sustantivo, y, por otra, cuando se desea destacar al individuo

ICE de la Universitat Autònoma, Cuadernos para la Coeducación, nº3

9
por encima de su grupo no se puede tener la seguridad de que se entiende la
extensión y la intensión del mensaje. En la oración
(19) Isabel Allende es la escritora más leída, según la Feria del Libro de este año
la trampa a la que nos referíamos se produce cuando no queremos ocultar el sexo
del referente (una mujer escritora) pero la restricción genérica de escritora nos
impide saber si el texto se refiere a todos los escritores (hombres y mujeres) o
solamente a las mujeres. En el caso en que deseemos desambiguar la frase
deberemos recurrir al consabido doblete
(19a) Isabel Allende es la más leída entre los escritores y escritoras, según la
Feria del Libro de este año
o a los genéricos asexuados, que en este caso parece la solución más razonable:
(19b) Isabel Allende es la persona más leída, según la Feria del Libro de este año
iv) El problema de los duales aparentes. El término, acuñado por A. García
Meseguer, se refiere a aquellas parejas léxicas en las que el espacio semántico
del femenino está ya histórica y socialmente ocupado por un significado negativo o
de menor valor que su pareja masculina. Puede ocurrir que el término femenino
sea empleado únicamente con significado despectivo, como fulano/ fulana,
mundano/ mundana o individuo/ individua, o bien que se haya desvalorizado el par
femenino por tratarse de una profesión típicamente de mujer, lo es de por sí una
razón de desprestigio en nuestra sociedad patriarcal, como modisto/ modista,
peluquero/ peluquera o secretario/ secretaria3 o, por último, por estar simplemente
ridiculizada la versión femenina, como es el caso de jefe/ jefa, patrón/ patrona o
pariente/ parienta.
En estos duales aparentes una posible solución podría ser la de respetar
una especie de relación tripartita: el socio/ la socio > la socia, el jefe/ la jefe > la
jefa, en la que la pareja que varía el artículo manteniendo el morfema masculino
sería la de prestigio mientras que el femenino continuaría con su acepción
desvalorizada, lo que, como reconoce A. García Meseguer,4 sería una pobre

3
Se presentan problemas de este tipo, por ejemplo, cuando es nombrada una mujer Secretario de Estado.
¿Deberá emplearse el femenino, cuando el término secretaria se halla devaluado y posiblemente sea
confundido con otra profesión distinta de la del cargo nombrado, por ejemplo la de administrativa?
4
A. García Meseguer (1984) Lenguaje y discriminación sexual, Barcelona: Montesinos, p.199

10
solución que continuaría colaborando a la denunciada ocultación de la mujer en el
par de prestigio (el médico /la médico).

1.2.4. La regulación de los usos no sexistas: políticas de intervención


lingüística
¿Es posible que mediante normativas se aceleren los cambios que, de
todas maneras, se producirán en la sociedad del futuro? Es evidente que la
libertad lingüística es un derecho fundamental del individuo, pero para tratar de
difundir una política de ‘discriminación positiva’ en torno al lenguaje no sexista se
han generado desde distintas instancias de poder una serie de trabajos orientados
a la intervención lingüística, destinados a una posible modificación de toda esta
serie de usos lingüísticos que lesionan la imagen de la mujer y que es posible
modificar sin que se altere por ello la estructura de la lengua. Son cuestiones
relacionadas más que con un ‘lenguaje políticamente correcto’ con un ‘uso política
y pragmáticamente adecuado’ del lenguaje, que puede colaborar en la
construcción de la imagen social del colectivo femenino. Son recomendaciones
destinadas al uso de la lengua y que han ido apareciendo paulatinamente a raíz
de la creación del Instituto de la Mujer, que ya a partir de 1988 había elaborado y
publicado una serie de normas, como las Propuestas para evitar el sexismo en el
lenguaje, aparecidas ese mismo año, que fueron adoptadas y reproducidas por
diversos organismos, entre ellos por el Ministerio de Educación y Ciencia en su
Guía didáctica para una orientación no sexista. Al año siguiente, 1989, la
UNESCO editó para la lengua española unas Recomendaciones para el uso no
sexista del lenguaje, y en 1990 el Ministerio para las Administraciones Públicas
editó un Manual para el uso no sexista del lenguaje administrativo, precedido y
seguido de publicaciones similares en las distintas lenguas peninsulares, como por
ejemplo las Recomanacions per a un ús no sexista de la llengua, que ya había
editado la Generalitat Valenciana en 1987 y las Indicacions per evitar la
discriminació per raó de sexe en el llenguatge administartiu, publicadas por la
Generalitat de Catalunya en 1992. En 1995 aparecieron simultáneamente unas
Recomendaciones para el uso no sexista de la lengua, publicadas por el Instituto

11
Aragonés de la Mujer y Nombra. En femenino y en masculino, editado por la Junta
de Andalucía. Lo mismo cabe decir de otras administraciones de carácter local,
entre ellas el Ayuntamiento de Valladolid, cuya Plataforma por un Lenguaje No
Discriminatorio dio a conocer en 1996 unas Alternativas para un lenguaje no
discriminatorio, o el de Alcobendas, que ha editado recientemente Mira de quién
hablas. Propuestas para una educación no sexista, con apoyo audiovisual. Los
partidos políticos y los sindicatos, por su parte han editado Fem servir el
llenguatge igualitari en l’acció sindical, de la Unión General de Trabajadores y
Lenguaje no sexista en el ámbito sindical de la Secretaría Confederal de la Mujer
de Comisiones Obreras, entre otros.
Por otra parte, los organismos oficiales con capacidad legisladora han
producido diversas normativas, entre ellas un Real decreto 3881/92 de 15 de abril,
que regula el contenido de los libros de texto y de los materiales curriculares y
vela para reflejen en su lenguaje y en su contenido una sociedad igualitaria, no
discriminadora, y una Orden del BOE de 28 de marzo de 1995 según la cual los
títulos profesionales y académicos serán expedidos respetando en su formulación
el sexo de las personas tituladas.5 Además, se creó en junio de 1994 por parte de
la Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer el Grupo Nombra (No
Omitas Mujeres, Busca Representaciones Adecuadas), que es un grupo de trabajo
de carácter interdisciplinar formado por filólogas, periodistas, historiadoras y
economistas que intentan no solamente denunciar los usos sexistas del lenguaje
sino ofrecer soluciones que, como las antes señaladas, no violenten la naturaleza
del lenguaje y que puedan ser fácilmente asimilables por los usuarios y usuarias
del mismo.
Por otra parte, desde hace varios años se están celebrando en todo el
ámbito de la lengua española diversos congresos y simposios destinados
íntegramente a las cuestiones de género6, mientras que la bibliografía sobre

5
Esta notable mejora en un lenguaje tan ultraconservador como el administrativo se consiguió a raíz de una
petición de la periodista Isabel de Blas, que consiguió el apoyo de centenares de firmas y el dictamen
favorable de la real Academia Española
6
Entre ellos, las Jornadas de Educación no sexista, que se han venido celebrando desde 1987 bajo los
auspicios del Ministerio de Educación, las reuniones periódicas del Grupo Nombra, que celebró bajo el lema
Del sexismo en el lenguaje al lenguaje sexuado un encuentro con representantes de asociaciones

12
lengua y sexismo crece día a día tanto en el ámbito de las lenguas románicas
como en el de las demás lenguas7, entre las que destacamos solamente a título
de ejemplo estudios de tipo pedagógico, como Modelos masculino y femenino en
los libros de texto de EGB (1987), de Nuria Garreta y Pilar Careaga, Lenguaje y
discriminación sexista en los libros escolares (1992), de Amando López Valero,
Los roles masculino y femenino en los libros de texto y de lectura en euskera
(1992), del Instituto Vasco de la Mujer, O sexismo nos libros de texto de ciencias
naturais (1993), del Simposio Internacional Muller e Cultura, Perspectivas teóricas
de coeducación en la práctica del currículum de ciencias: materiales curriculares
(1991), de Mº.P. Jiménez Aleixandre, Pensamiento matemático, realidad y
sociedad (1991), de Dolors Busquets Prat.

2. LA LENGUA DE LAS MUJERES

2.1. Cómo hablan las mujeres


Hemos visto hasta ahora la relación que se establece entre el lenguaje -
hablado por hombres y mujeres- y el rol social que protagoniza la mujer, y hemos
reflexionado sobre el papel de la lengua en la configuración y perpetuación de
éste, así como en la transmisión y conservación del pensamiento patriarcal y
androcéntrico dentro del cual hombres y mujeres hemos sido educados. En este
capítulo reflexionaremos sobre la otra vertiente, la del uso específico o no que las
mujeres hacen de este mismo lenguaje. Es curioso que ya en la época clásica los
estudiosos de la oratoria cayeran en la cuenta de que las mujeres y los hombres
tenían una distinta ‘manera de hablar’. Tanto Platón como Cicerón señalan estas

hispanoamericanas que luchan por un lenguaje no sexista en 1995, las distintas Jornadas de Investigación
interdisciplinaria. Los estudios de la mujer, de la Universidad Autónoma de Madrid, y, últimamente, el
Congreso La igualdad lingüística. El sexismo en el lenguaje, celebrado en la Universidad de Málaga en
septiembre de 1998, que ha dado lugar a una publicación de Mª. Dolores Fernández de la Torre, A. Mª
Medina y L. Taillefer (1999), El sexismo en el lenguaje, Málaga: CEDMA, en el que aparece nuestro artículo
“ La (de)construcción de lo femenino en el diccionario”, págs 577-591.
7
La bibliografía al respecto es de tal volumen que hemos renunciado a adjuntarla en este artículo, en el que
citamos solamente a pie de página las referencias bibliográficas obligadas por el texto.

13
diferencias, y este último hace decir a Craso en De Oratione: “Cada vez que
escucho a mi suegra Lelia (y las mujeres conservan más fácilmente la pureza
antigua, pues no participando del habla del vulgo retienen lo que primero
aprendieron), pues tal la oigo que me parece escuchar a Plauto o a Nevio”8
En la actualidad existen una serie de estudios, dentro de la disciplina
Sociolingüística destinados al análisis y la evaluación cuantitativa y cualitativa de
la lengua empleada por las mujeres, aunque los primeros trabajos que tuvieron en
cuenta la variable de género9 no tenían, en principio, ni la orientación ni la
intención de establecer diferencias que pudieran evaluarse en clave de género. Se
trataba de estudios de carácter dialectológico primero y sociolíngüístico después
que tomaban la característica del sexo de los informantes como una variable a
tener en cuenta. De estas observaciones, muy semejantes entre sí a lo largo de la
historia, se deduce i) que las mujeres usan un vocabulario más cortés y educado
que el de los hombres, ii) que emplean más términos eufemísticos, iii) que
prefieren la parataxis a la hipotaxis y iv) que suelen dejar inacabadas sus frases10.
Se trata, en general, de datos empíricos que se analizan en una u otra clave
dependiendo de la idiosincrasia de quien los observa, ya que aunque la evaluación
de los resultados puede hacerse desde un punto de vista de los estudios de
género, no siempre es este el enfoque que se da a las investigaciones. Además,
se ha de reconocer, como lo hace Mª A. Martín Zorraquino (1994) cuando pone en
tela de juicio la relación comúnmente aceptada entre variante sociolingüística
femenina y formas lingüísticas de prestigio, que en la mayoría de los casos los
análisis no han tenido en cuenta diferentes variables que coactúan con la sexual,
especialmente la del papel social de las mujeres en las distintas sociedades
estudiadas: rurales, urbanas, etc. No ha sido hasta los trabajos de R. Lakof

8
Un artículo de María Rosa Lida (1937) “La mujer ante el lenguaje. Algunas opiniones de la antigüedad y del
Renacimiento”, en el Boletín de la Academia Argentina de Letras, 5, 8, 1937, 237-248, da cuenta de ésta y de
otras citas acerca de la visión que en la antigüedad y el Renacimiento se tenía del habla que caracteriza a la
mujer como grupo social.
9
Alvar. M. (1969),“Hombres y mujeres en las hablas andaluzas”, en Variedad y unidad del español, Madrid:
Prensa Española, p. 126-146, y Salvador, G. (1952) “Fonética masculina y fonética femenina en el habla de
Vertientes y Tarifa (Granada), Orbis, 1, p. 19-24.
10
Para una visión de conjunto de la evolución de estos estudios véase Mª. A. Martín Zorraquino (1994) “El
habla femenina en el dominio hispánico”, en I Congreso Anglo-Hispano, Huelva 1992, Madrid: Castalia,
115-126

14
primero y de D. Tannen después11 que se ha abordado seriamente este análisis,
buscando una explicación de los fenómenos sociolingüísticos que se relacionan
con la variable género en la organización androcéntrica y patriarcal de la
sociedad, y en la repercusión de todo ello en el comportamiento individual y
colectivo de la mujer.
Desde otra perspectiva, la bibliografía de divulgación médica actual nos
dice que las mujeres hablan con más corrección, poseen un vocabulario más
amplio y una mayor ‘fluidez verbal’, y lo relacionan posiblemente con las
hormonas femeninas, especialmente el estrógeno, y su papel en el intercambio
informativo entre ambos hemisferios: el hemisferio derecho, base de las
emociones, y el izquierdo, base de la capacidad verbal. También se halla descrito
en la bibliografía sobre género la existencia de un distinto patrón de
comportamiento en cuanto al área de lo paralingüístico: i) las mujeres hablan en
un tono más agudo que los hombres, ii) las mujeres hablan empleando una mayor
entonación, iii) los patrones de entonación femenina se caracterizan por mostrar
un cierto sentido de incertidumbre, interrogación, desamparo e impotencia, y iv)
las mujeres tienden a decir completas todas las palabras que emiten.
En cuanto a los estudios sociolingüísticos antes citados que se refieren a la
variable sexo (Labov, 1990) los estudios numéricos aportan algunos datos, entre
ellos que i) las mujeres utilizan menos porcentajes de formas no estándar, y ii)
que las mujeres adoptan más las nuevas formas de prestigio.
Por otra parte, incluso un código sustitutorio, el de la escritura, ofrece
variantes por razones de género. Es de todos sabida la mayor incidencia del
analfabetismo -total y funcional- en las mujeres, la gran tasa de mujeres
analfabetas que pueblan el llamado Tercer Mundo, y la menor oportunidad de las
niñas de los países subdesarrollados para acceder a los estudios secundarios o
universitarios. Incluso, hoy en día, en Japón existen tres tipos de escritura12, de las
cuales solamente la primera y más sencilla, la ‘hiragana’es la empleada por niños

11
Lakoff, Robin, (1995), El lenguaje y el lugar de la mujer, Barcelona: Editorial Hacer, y Tanen, Deborah
(1994), Gender and Discourse, Oxford/ New York: Oxford University Press. Traducción al castellano
Género y Discurso, Barcelona: Paidós, 1996.
12
cf. Miki Itoigawa (1999), “La discriminación en el lenguaje y feminismo en el Japón”, en Mª. Dolores
Fernández de la Torre, A. Mª Medina y L. Taillefer (1999), El sexismo en el lenguaje, Málaga: CEDMA.

15
y mujeres (con lo que se comprueba, una vez más, que las mujeres y los niños
forman en las diversas culturas, especialmente en las fuertemente androcéntricas,
un conjunto socialmente homogéneo).

2.2. Discurso femenino frente a discurso masculino


El lenguaje humano tiene su razón de ser en la actualización y organización
del habla, eso es, en el discurso. Con relación al género se plantea la cuestión de
si existe un discurso genuinamente femenino y un discurso genuina o típicamente
masculino13. Las investigaciones al respecto parecen tender a aceptar la
existencia de dos tipos de discurso, básicamente similares, pero con algunas
características específicas de cada uno14 (Coates 1986), aunque para dar una
explicación satisfactoria a la existencia de estas diferencias se debería tener en
cuenta muchos otros factores además del sexo. Sin embargo, estudios como los
de M.Subirats y A. Tomé (1992)15, en nuestro país, demuestran que ya desde la
escuela mujeres y hombres son educados de distinta manera y ello influye
necesariamente en la elaboración futura de su tipo de discurso. El caso es que,
según estas investigaciones, los niños son más escuchados, más preguntados y
más ayudados en sus problemas. La explicación podría ser favorable al sexo
femenino al entender que las chicas de igual edad que sus compañeros varones
están más adelantadas escolarmente y son más maduras intelectualmente y por
ello necesitan menos atención por parte del docente, pero aún siendo así, esa
explicación que en principio favorece a las chicas termina por perjudicarlas puesto
que mantienen de por vida el estilo femenino en la elaboración de su discurso, que
continúa siendo más emotivo e intuitivo, eso es, menos académico. Las
características principales del llamado discurso femenino son la espontaneidad, la
subjetividad y la emotividad, factores que si bien parecen aptos e incluso
aconsejables en la esfera de lo privado, no parecen adecuados para el discurso

13
Véase, al respecto, M. Bengoechea, “El sexismo en el discurso” y Alario, C.(1995) “El discurso, desde una
perspectiva de género”, en El sexismo en el lenguaje, Madrid: Instituto de la Mujer, monográfico de Mujeres,
nº 18.
14
cf. J. Coates (1986), Women, men and language, Londres: Longman
15
Subirats, M. y A. Tomé (1992) La educación de niños y niñas. Recomendaciones institucionales y marco
legal, Barcelona: ICE de la UAB, Cuadernos para la Coeducación, nº1

16
público, sea éste político, académico-científico o, incluso, laboral. Ello dificulta y
puede llegar a impedir muchas veces el acceso de la mujer a los lugares públicos
de poder: por una parte su discurso es considerado ‘poco serio’, poco digno de
atención, y, por otra ella misma al reconocerse ‘diferente’ se niega a sí misma la
oportunidad de acceder a estos puestos, ya que en una sociedad patriarcal y
androcentrista como la nuestra no es difícil predecir que el discurso masculino
será identificado socialmente como ‘el discurso humano’, el modelo, a partir del
cual se analicen las desviaciones del otro discurso, el femenino.
La tarea de la práctica feminista será la de imponer el discurso femenino en
la esfera de lo público, la de demostrar no solamente sus aptitudes sino incluso su
preferencia a la hora de intercambiar comunicación y, sobre todo, información, ya
que tradicionalmente se considera al discurso masculino como el único válido
informativamente hablando (las mujeres hablan mucho pero no dicen nada). Sin
embargo, desde ciertas esferas, especialmente las económicas, se empieza ya a
valorar muy positivamente el estilo femenino (aunque sin llamarlo así), puesto que
se insta al individuo a emplear términos que impliquen solidaridad, compañerismo
e incentiven a los miembros de la empresa a colaborar. Las revistas económicas y
empresariales de la actualidad están llenas de consejos en esta dirección, sólo
que al hombre se le pide que adopte este discurso como estrategia, de manera
que siempre podrá poseer los dos códigos y usar uno u otro a conveniencia,
mientras que la mujer se supone que está ‘genéticamente’ limitada a este código,
que usa -y aquí está la gran diferencia- en cuanto mujer, no por intereses
contextuales.
Así pues, no es negativo de por sí hablar de discurso diferentes, el
problema surge cuando se asocia diferente a peor. Ya que en nuestra sociedad el
discurso típicamente masculino se relaciona con el prestigio y el poder, es
consecuente que sea éste el discurso privilegiado desde los centros de
enseñanza. Si en Inglaterra fracasó en parte la reforma educativa laborista por
causa de la diferencia entre los códigos de la clase alta y la clase baja -lo que
Berstein llamó código elaborado y código restringido- y el uso único del código
elaborado en el aula, es fácil suponer que en cuestión de género podría suceder lo

17
16
mismo. Como escribe M. Bengoechea “la actual política educativa tiende a
reforzar con sus prácticas discursivas la desigualdad entre los géneros. Al
institucionalizar uno de los estilos como el de la ciencia y de la razón, la educación
universitaria y escolar reprime y subvalora el otro estilo, deslegitimando de esta
manera a sus usuarias, cuyas prácticas difieren de las normas que la escuela y la
universidad establecen”. Así pues, como muy acertadamente resume la misma
autora, “el problema no es que existan diferencias entre el habla de hombre y
mujeres -quizá no sea siquiera importante por qué se producen- sino el significado
social de las mismas”.

16
op. cit., pág. 4.

18
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(*) Agradecemos la ayuda prestada por la profesora Mª Ángeles Calero de la UdLL


para la confección de esta bibliografía.

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