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entre 1575 a 1625 en Polonia se encuentra la mayor densidad de escuelas parroquiales urbanas y
rurales, además de instalarse una primera red de colegios y academias jesuitas. También en Inglaterra
las asociaciones en favor de escuelas alcanzan el apogeo y, en Francia, los colegios de los jesuitas tienen
una popularidad creciente y albergan más de 40.000 alumnos. al haber muchos más niños de edades
diferentes que frecuentan la escuela durante períodos de tiempo más largo, eso no deja de crear
problemas pedagógicos porque, hasta entonces, era utilizada una pedagogía en singular; esto es, una
pedagogía en que el maestro recibía sucesivamente a los alumnos (que son pocos en su clase) y en que
el único saber pedagógico verdaderamente establecido consistía en conocer la materia enseñada.
Ahora, la llegada de un mayor número de niños a la escuela, con frecuencia más asidua, se torna
reveladora de la insuficiencia de los métodos de enseñanza.
Esto significa que enseñar a grupos de niños era difícil y que el maestro tenía que enfrentar muchos
problemas de disciplina, de motivación, de organización de la clase, etc. De este modo, más que el
dominio del contenido, esa tarea exigía la instalación de un verdadero sistema de reglas y procedimientos,
sistema que deriva de englobar la totalidad de la vida de la clase.
para resolver esos problemas de enseñanza que los maestros de escuela emprenderán la búsqueda de
soluciones. La solución consiste en aquello que aquí llamamos pedagogía, esto es, el establecimiento de
un método y de procedimientos detallados y precisos para dar clase. Esos procesos implican la
consideración de la organización del tiempo, del espacio, de los contenidos a ser vistos, de la gestión
disciplinar; en suma, se trata de un método que rige la totalidad de la vida escolar.
¿Qué es, por lo tanto, la pedagogía? Es un discurso y una práctica de orden que pretende
contraponerse a toda forma de desorden en la clase. La cuestión pedagógica entonces es cómo enseñar
a grupos de niños (del pueblo) durante un período continuo, en determinado lugar y haciéndolo de modo
que ellos aprendan un acervo mayor de conocimientos, más rápido y en mejores condiciones.
hecho, enseñar era apenas una cuestión de contenido, que se limitaba a exigir al maestro el dominio de
la materia sin que fuese obligado a recibir una formación. El docente aprendía con un colega, o por lo
general, era dejado a su propio arbitrio.
Pero, a partir del momento en que ocurren problemas de enseñanza ciertos docentes comienzan a
reflexionar sobre su oficio, a codificarlo. Se percibe que el mero domino del contenido ya no bastaba y el
aprendizaje del oficio precisaba de una formación específica. En el fondo, se comenzó a comprender
que la enseñanza es un oficio especializado, que exige la formalización y el aprendizaje de un código. Se
atribuye a Charle Démia una de las primeras tentativas de formación de maestros.
enseñar todo a todos” implica no limitarse al contenido, ni trabajar según el modo del preceptorado,
sino hacer que “todos” tengan acceso al contenido independientemente de sus diferencias individuales,
Comenius esboza ya un programa completo de pedagogía que solo se conjuga en plural y exige un
método: la aplicación de un orden cuidadosamente elaborado, a fin de garantizar que los alumnos
aprendan un acervo mayor de conocimiento, más deprisa y en mejores condiciones.
Para los pedagogos del siglo XVII la naturaleza nos da el método. Vemos en eso, sin duda, la influencia
de las ideas del Renacimiento. La naturaleza, enemiga del desorden, se esfuerza para ordenar todo para
que todo sea normalmente enseñado y aprendido de manera rápida y precisa. Batencour (1669), D.
Démia (s.d.) y los jesuitas siguen la misma orientación. Por ejemplo, vemos a Batencour afirmar que
“todo lo que es de Dios es según el orden”. En suma, el método en pedagogía se inspira entonces en la
naturaleza y esta, obra divina, es perfecta a los ojos de los pedagogos del siglo XVII internamente
organizada, sin casualidad. La pedagogía, como método inspirado en la naturaleza, intenta de este modo
conjurar el desorden en todas sus formas. Y desde el método dirigir los acontecimientos de acuerdo con
la pretensión de Comenius, con un resultado infalible.
Vimos que la pedagogía es esencialmente método, esto es, orden y control meticulosos de todos los
elementos de la clase
La enseñanza simultánea supone varios elementos que no estaban reunidos anteriormente que los niños
con las mismas capacidades sean agrupados. Eso es ahora posible, después de que existe la preocupación
por la educación de la infancia y, particularmente, de los hijos del pueblo, pues las clases son más
numerosas. para que la enseñanza simultánea se concrete, es preciso que cada niño disponga de un
ejemplar del mismo libro y no solo que lo tenga el maestro, como ocurría anteriormente; ese solo fue
posible con la invención de la tipografía, por intermedio de la cual el libro se torna cada vez menos un
objeto de lujo Un mayor acceso a lo escrito modificó la manera de enseñar. Con la enseñanza simultánea,
se tiene ahora una alternativa seria para poner fin a la escuela desorganizada y ruidosa
Esa división del espacio es reglamentada según toda una serie de criterios precisos. Los primeros son los
alumnos más adelantados, los que estudian latín; después, otros lugares son previstos para aquellos que
aprenden a escribir; finalmente, de cada lado del aula, se instalan aquellos que leen sin escribir. A esas
grandes categorías se suman subdivisiones, lugares atribuidos según las capacidades, según la riqueza
Los desplazamientos
No solo la postura es objeto de un control minucioso, sino también los desplazamientos. En primer
lugar, los desplazamientos de los alumnos en el exterior del aula (o de la escuela) se ejecutan en orden,
en fila. Cada alumno tiene un lugar que le es designado siguiendo criterios precisos (por ejemplo, según
el tamaño, de menor a mayor). La fila se convierte en el método por excelencia para dirigir los
desplazamientos: Los alumnos de los grados inferiores saldrán antes que sus compañeros de los grados
superiores; los de los inferiores saldrán durante los cánticos. Los alumnos saldrán de sus aulas y de la
escuela de dos en dos, cada uno tomando a su compañerito, que le será asignado por el maestro.
La conducta
Además de la postura y de los desplazamientos del niño, las escuelas del siglo XVII ejercen un
verdadero sistema de vigilancia. La base de ese sistema consiste en no dejar nunca al alumno solo y hacer
que sea siempre vigilado, también simbólicamente. Ese sistema se compone, en primer lugar, de
dispositivos de vigilancia que pueden ser utilizados por el maestro. Batancour (1669) habla de prever, en
la arquitectura escolar, una pequeña ventana llamada “celosía”, desde donde sería posible vigilar a los
alumnos desde el exterior sin ser visto. Pensamos también en la silla elevada, llamada “tribuna”, que
permite ver a todos los alumnos de un solo vistazo. La vigilancia también puede ser hecha por los oficiales
de la clase, esto es, por alumnos especialmente designados para tomar nota de los nombres de los
contraventores y denunciarlos al maestro. Ellos constituyen los alcahuetes oficiales, que de cierta forma
sustituyen al maestro en ausencia de este.
el sistema de vigilancia se refina a tal punto que se recurre al propio Dios. “El ojo de Dios te ve”; “Dios te
vigila”. Es aquí que vemos aparecer lo que llamamos vigilancia simbólica permanente, que se pone en
juego a través de imágenes sacras, ilustrando, entre otros temas, a Jesús crucificado o el juicio final o el
infierno.
Para dirigir mejor la conducta de los alumnos, además del sistema de vigilancia, se modificó la estructura
de castigos y recompensas. La idea básica es introducir racionalidad en esas prácticas Las penas son
graduadas según la gravedad del delito y toman un carácter de humillación. Se habló mucho de la crueldad
en la escuela durante la Edad Media. Aquí, se recomienda a los maestros que no se dejen llevar por sus
emociones. Si ellos castigan, debe hacerlo sin cólera ni pasión, con distanciamiento, con una seriedad de
padre.
El castigo corporal no es abolido, pero ahora es la última medida de una serie gradual de castigos. En el
siglo XVII se prefiere sustituir los castigos corporales por penitencias que buscan humillar al alumno: gorro
de burro, banco de la deshonra, banco de los ignorantes o copias de textos.
Del mismo modo, las recompensas no son las mismas. Por lo contrario, en vez de dedicarse a
manifestaciones de afecto, a gestos amistosos, el maestro no debe dejarse dominar por la pasión del
momento, sino recompensar con racionalidad
Los pedagogos del siglo XVII también instauran una serie de registros (los catálogos) “bien establecidos”
para “mantener el orden en las escuelas” y que se añaden a los sistemas de vigilancia
, el catálogo de recepción, en el que son escritos los nombres de todos los alumnos admitidos en la
escuela, del inicio a fin de año; en segundo lugar, el catálogo de los cambios de la lección, que permite
anotar la lección donde está cada alumno en escritura, aritmética, etc.; en tercer lugar, el catálogo de las
órdenes de lección, que permite mantener al día todos los nombres de los alumnos por orden de lección;
en cuarto lugar, el catálogo de las buenas y malas cualidades de los alumnos, que permite trazar el retrato
personal de cada niño, su personalidad, su comportamiento; en quinto lugar, el catálogo del banco, que
permite registrar los atrasos o ausencia de los alumnos que se sientan en el mismo banco.
Además de tener establecido un sistema de vigilancia y una nueva estructura de las penas y de
recompensas, los pedagogos del siglo XVII implementaron un verdadero sistema de emulación, cuyo
primer paso consiste en confiar responsabilidades a los oficiales. La lista de oficiales es larga, incluye
intendentes, explicadores, vigilante, lectores, recitadores de plegarias, oficiales de escritura, encargados
de tinta y de papel secante, barredores, acarreadores de agua, porteros, tesoreros, visitantes, porta
rosarios, porta aspersores, señaleros, inspectores, observadores, distribuidores y recolectores de papel.
El sistema de emulación también se ejerce por la competencia entre alumnos. La competición puede hacer
dentro de un grupo designado para el mismo banco, donde el primer lugar es reservado para el mejor
alumno y así sucesivamente hasta el último
La formación cristiana
Se trata de influenciar profundamente a los alumnos, de elevar su alma, de instruirlos correctamente
sobre las verdades de la religión. La escuela del siglo XVII no modifica esa función original; ella continúa
modelando al buen cristiano, creyente y fiel practicante. Es la misma idea, tanto para los católicos como
para los protestantes. Los maestros de escuela, como vimos, son uno de los instrumentos
fundamentales de la Reforma y la Contrarreforma. Los tratados de pedagogía –siendo escritos, en su
mayoría, por religiosos– reservan un gran espacio a la enseñanza de la religión. En general, el énfasis se
hace sobre tres vertientes de la formación cristiana: el catecismo, la misa diaria y las plegarias
El domino de los rudimentos
en el siglo XVII, se comienza a favorecer cada vez más el aprendizaje de la lengua materna , la
escritura asume una importancia capital. Es preciso, pues, ser capaz de escribir y de escribir bien, en el
sentido de tener dominio de la caligrafía. Los tratados de pedagogía contienen mil y una precisiones
sobre la postura del cuerpo, sobre cómo asegurar la pluma, las técnicas de recortar las plumas de ganso,
etc Contar es el último aprendizaje escolar y se hace siempre en relación con la vida cotidiana. Se
enseña a contar con fichas y con otros objetos familiares