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VISION ANTROPOLOGICA DEL HOMBRE EN LAUDATO SI

ÍNDICE

Introducción................................................................................................... 1
1. Cuestiones generales de la carta encíclica Laudato Si............................ 2
2. Visión del hombre dentro de la ecología integral ................................... 3
3. Conclusiones ......................................................................................... 12
4. Bibliografía ........................................................................................... 13
Introducción
La defensa de una correcta antropología que tenga en cuenta todas
las dimensiones de complejidad y misterio del ser humano, conlleva el
enfrentamiento con visiones inadecuadas de lo que es y representa el
hombre. No obstante, el seguir haciendo la pregunta sobre el hombre es de
gran actualidad, sobre todo al tener que confrontarse con el panorama de
hoy en el mundo. No se trata de ser pesimista y ver todo con las gafas de lo
negativo, pero es claro que con el avance tan rápido al que asistimos y la
llegada de herramientas que hacen pensar en un aparente desarrollo, el
hombre cada vez más se va difuminando, perdiendo identidad y razón de
ser en el mundo. No es solo cuestión de querer vivir de modo totalmente
independiente (sin Dios, sin autoridad, sin modelos, sin referentes, sin
valores) sino de ir perdiendo la capacidad de asombro, de admiración y de
responsabilidad ante el mundo en el que vive día a día. Dicho desarrollo
ficticio ha llevado a que el hombre se considere amo y señor de todo lo que
le rodea y siguiendo la lógica del sistema, lleve a cabo todo lo que esté a su
alcance para poder satisfacer sus apetencias y necesidades egoístas. Y es
aquí precisamente el punto de encuentro con la Laudato Sí, en cuanto que
la razón de que la tierra se encuentre oprimida y devastada, tiene mucho
que ver con el hombre y su libertad herida por el pecado.
Así pues, la encíclica del Papa Francisco presenta de manera muy
didáctica nuestra relación con la naturaleza. Bajo el desarrollo del concepto
de ecología integral, el mensaje busca la manera de articular las relaciones
de la persona con sus pares, consigo misma, con la creación y con Dios.
Una ecología que permita comprender el lugar específico que el ser
humano ocupa en este mundo y su relación con la realidad que lo rodea.
En consecuencia, este trabajo pretende bosquejar de manera global
diferentes aspectos que ayudan a encontrar qué es el hombre para la
encíclica y el llamado urgente que tiene de cara a hacerse responsable del
don que Dios le ha hecho en la naturaleza, con la que no sólo se siente en
relación sino que se constituye como su casa y hogar más propio que ha de
dejar en herencia a los otros que vienen detrás y que tienen el mismo
derecho de disfrutar como buenos administradores, de este proyecto
creador de Dios. Estamos ante un reto auténticamente moral que pasa por
saber quién es el hombre, que puesto ocupa y cuál es su misión al ritmo de
una conversión personal y ecológica sustentada en una espiritualidad que se
hace real y visible no en grandes magnitudes o actitudes, sino en pequeñas
acciones cotidianas.

1
1. Cuestiones generales de la carta encíclica Laudato Si
El 18 de junio de 2015 es presentada la encíclica Laudato Si, sobre el
cuidado de la casa común, firmada el 24 de mayo, agregada a la Doctrina
Social de la Iglesia, que aborda por primera vez en este tipo de
documentos, la cuestión medio ambiental como un intento de respuesta a
los principales retos ecológicos señalados por distintos ámbitos científicos
y sociales1. La encíclica verde, como es conocida en algunos medios, gira
en torno a una cuestión central ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a
quienes nos suceden, a los niños que están creciendo?, que suscita una serie
de interrogantes que es necesario plantearse para que las preocupaciones
ecológicas puedan tener auténticos e importantes resultados, tales como
¿para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para
qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? (Cf. LS
160)
Su nombre “Laudato si” proviene de la invocación de San Francisco
en el Canto de las creaturas, recordando con ello que la tierra es casa
común, hermana con la que se comparte la existencia y madre bella que nos
acoge entre sus brazos. Es, por tanto, un llamado de atención motivado por
el hecho de que nuestra casa se está arruinando y esto perjudica a todos,
especialmente a los más pobres. Como instrumentos de Dios para el
cuidado de la creación, la humanidad aún tiene la capacidad de colaborar
para construir la casa común con una cultura del encuentro, de fraternidad y
solidaridad universal (Cf. LS 13).
Así pues, por medio de esta encíclica, inscrita en la más profunda
tradición del Magisterio Social de la Iglesia, Francisco propone elementos
fundamentales de la moral católica desde una nueva perspectiva que los
hace más comprensibles a la sensibilidad del hombre de hoy. No obstante,
se diferencia de los otros documentos papales en cuanto que los
interlocutores no son sólo los miembros del clero, religiosos y demás
bautizados, sino todas las personas que comparten la casa común de la
creación.
¿Tiene algo que aportar el cristianismo y la Iglesia Católica a la
problemática medioambiental? La fe al no ser algo abstracto, conlleva
exigencias de responsabilidad ante la creación, sobre todo considerando
que el cristianismo contempla toda la realidad como fruto del amor creador
1
Cf. J.M. Caamaño López, “La «ecología integral» de la encíclica Laudato Si”, Sal Terrae. Revista de
teología pastoral 1.214 (2016) 680

2
de Dios y, por tanto, inhabitada por su presencia. Al respecto, el Papa
Francisco no solo intenta recuperar el mensaje positivo que el cristianismo
tiene acerca de todo lo creado a partir de la teología de la creación y la
encarnación, sino que toma como referente a San Francisco de Asís, para
quien la creación no es un objeto de culto, sino un puro acto del Creador,
de modo que pueda llegar a afirmar que todo el universo material es un
lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El
suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios (LS 84). La naturaleza
pues, se convierte en lugar teológico2.
Hacer lio es precisamente lo que representa Laudato Si al interpelar
los cimientos de esta civilización que ha convertido el mundo en un
depósito de porquería (LS 21); hace lio al poner a la Iglesia como un actor
social que se preocupa y ocupa de situaciones humanas concretas; hace lio
abordando un problema común y rompiendo la idea equívoca de una
ecología ajena a las dinámicas humanas; hace lío denunciando la economía
que acaba con la vida y privilegia los beneficios de unos pocos por encima
de la dignidad de muchos otros; hace lío al plantear una visión sagrada de
cada ser y la trama relacional a la que pertenece la creación de Dios3.
Es, en definitiva, una encíclica multicolor que exige para su
comprensión el estar dispuesto al diálogo y al debate. Un documento
magisterial que va más allá del calentamiento global y el cambio climático
para tratar el cambio de las personas, sus relaciones, procesos y estructuras;
y generar verdaderos desafíos para descubrir la verdadera imagen del
hombre, pues no habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo
ser humano, y no hay ecología sin una adecuada antropología (LS 118).
Siendo este precisamente el núcleo ¿Cuál es la visión antropológica que
presenta la encíclica? ¿Cuál es el perfil del hombre en Laudato Si?
2. Visión del hombre dentro de la ecología integral
El análisis de la situación medioambiental del que parte la encíclica y
en el que se constata el preocupante deterioro del mundo y de la calidad de
vida de gran parte de la humanidad (LS 18), concluye de manera rotunda
que detrás de dicha crisis ecológica está el papel del ser humano. La
incidencia del paradigma tecnocrático, el antropocentrismo moderno y la
rapidación4 afecta a toda la vida social y ha convertido al hombre en

2
Cf. Ib., 682-684
3
Cf. Conversatorio Antropología de Laudato Si. http://goo.gl/UyoAue (noviembre de 2018)
4
Aparece en LS 18 definida como la intensificación de los ritmos de vida y de trabajo que se suman a la
continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta.

3
explotador y depredador de la naturaleza. En otras palabras, la crisis
medioambiental tiene raíces antropogénicas5.
Los relatos de la creación, tanto el sacerdotal como el yavhista,
enseñan que el ser humano es creado por amor, hecho a imagen y
semejanza de Dios, mostrando así la inmensa dignidad de la persona
humana, que no es algo sino alguien (Cf. LS 65).De igual manera, la misma
Sagrada Escritura pocos capítulos más adelante, muestra como la armonía
entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por la
pretensión de ocupar el lugar de Dios, negándose el hombre a reconocerse
como criatura limitada (Gen 3,17-19) (Cf. LS 66). Por tanto, el ser humano
que es capaz de conocerse, de poseerse, de darse libremente, de entrar en
comunión y entablar relación con la tierra, los otros y el Otro en una
perfecta armonía que sabe admirar, respetar, contemplar y cuidar, es el
mismo que puede utilizar mal estas cualidades y convertirse en dominante,
aprovechar su superioridad no queriendo reconocer su condición de criatura
y su limitación. La ruptura originaria del hombre con la naturaleza ha
llevado a que, en lugar de armonizar, domine, se apropie caprichosamente
y expolie para satisfacer sus apetencias y caprichos. Así pues, la historia
del hombre sobre la tierra ha sido, desgraciadamente, una historia de
desarmonía humana en la que el hombre se mira solamente a sí mismo, se
hace el centro de todo (egolatrismo), rompe la llamada originaria a esa
relación armoniosa, se confronte con las cosas, los otros y el Otro,
utilizando, manipulando, despreciando, e incluso, eliminando6.
El intento del hombre, propio de este modelo tecnocrático, de
constituirse en dominador absoluto y declararse autónomo de la realidad,
hace que se desmorone la base misma de su existencia (Cf. LS 117), no
redescubra su verdadero lugar y se entienda mal a sí mismo (LS 115). La
inadecuada presentación de la antropología cristiana pudo llegar
precisamente a respaldar una concepción equivocada de la relación del ser
humano con el mundo (LS 116). El hombre no tiene el poder como un
derecho propio, sino por gracia de Dios, y debe responder ante Él, que es el
Señor por esencia. El poder, por tanto, se convierte en obediencia y servicio
que ha de ser ejercido de acuerdo a la verdad de las cosas. Está llamado a
poseer, configurar y transformar las cosas por medio del conocimiento que
acoge y recibe lo que el ser es en sí y lo expresa en un nombre. El señorío
del hombre se mueve dentro de la creación de Dios. Mediante su poder el
hombre no puede erigir su propio mundo autónomo, sino completar el

5
Cf. J.M. Caamaño López, “La «ecología integral» …”, 681
6
Cf. J. Bullón Hernández, “Ecologismo y fe”, Teología y catequesis 136 (2016) 38-39

4
mundo de Dios, según la voluntad divina, como mundo de la libertad
humana7.
Así pues, “la mejor manera de poner en su lugar al ser humano y de
acabar con esa pretensión de ser dominador absoluto es proponer
nuevamente la figura de Dios como Padre Creador y único Señor del
mundo” (LS 75). Es un Dios que quiere actuar con nosotros y cuenta con
nuestra cooperación. Un Dios capaz de sacar bien de los males que el
hombre realiza (LS 80). Es Dios que convoca a la entrega generosa y a
darlo todo, ofrece las fuerzas y la luz que se necesita para salir adelante. Es
Dios que está presente en el corazón del mundo, no nos abandona, no nos
deja solos porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor
siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos (LS 245).
Un segundo paso para llegar a la respuesta de la visión antropológica
de Laudato Si después de entender quién es Dios, es preguntarse por la
noción de naturaleza. No obstante, el concepto decisivo para Francisco no
es el de naturaleza sino el de creación, según la tradición judío- cristiana8.
En efecto, “decir creación tiene que ver con un proyecto del amor de Dios
donde cada criatura tiene un valor y un significado” (LS 76). La tierra no es
elemento extraño, al contrario, es un don recibido que nos precede y que,
como todo don, ha de admirarse, respetarse y cuidarse con esmero 9. El
mundo material no es simplemente algo que está allí fuera y que un buen
día nos hemos encontrado, un bien sin dueño (LS 89), que no pertenece a
nadie y que está a nuestra completa disposición. El mundo es de Dios y Él
lo ha creado con un orden maravilloso y una finalidad determinada, que son
fruto de su sabiduría y de su amor. Un proyecto es un plan con una
dirección: Dios tiene sus planes para el mundo, lo ha creado para algo, y lo
ha creado para todos10.
Parafraseando a San Francisco de Asís, nuestra casa común es como
una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella
que nos acoge entre sus brazos (Cf. LS 1). La creación es sacramento que
no nos habla únicamente de la promesa y de la gracia de Dios, sino que
también expresa quién es Él, y aparece como un espejo o como un libro en
el que aparece continuamente representado su Creador, el Dios Trinidad:

7
Cf. G. del Pozo Abejón, “Ecología y antropología adecuadas: la espera de la creación en el hombre
nuevo”, Teología y catequesis 136 (2016) 67-68
8
Cf. A. J. Tonello, “Laudato Si: aportes antropológicos y éticos”, Intus- Legere filosofía 11/1 (2017) 83
9
Cf. J. Bullón Hernández, “Ecologismo y fe”, 34
10
Cf. A. Bellocq Montano, “La conversión ecológica, hacia un nuevo estilo de vida”, Teología y
catequesis 136 (2016) 114

5
un Dios que es amor, que se relaciona y que desea compartir su vida con
nosotros11.
Así pues, tras responder de manera global qué se entiende por Dios y
la noción de naturaleza, se da el paso para conocer algunos aspectos que se
pueden destacar a la hora de hacer la pregunta sobre qué es el hombre para
Laudato Si, teniendo en cuenta que todo está íntimamente relacionado. Por
ello, el Papa Francisco propone el paradigma de la ecología integral en la
que las líneas de acción y de solución al panorama actual, requieren una
aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a
los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza (Cf. LS
137.139).
2.1. Centralidad del ser humano
Ahora bien, aunque para la ecología integral todo está conectado, eso
no significa que todo sea lo mismo. Una antropología integral para una
ecología integral, pasa por reconocer que el llamado a proteger y cuidar la
totalidad de organismos que habitan la tierra por ser fruto también de la
obra creadora de Dios, no implica minusvalorar la centralidad del ser
humano en una especie de biocentrismo. Cuando la persona humana es
considerada sólo un ser más entre otros, que procede de los juegos del azar
o de un determinismo físico, se corre el riesgo de que disminuya en las
personas la conciencia de la responsabilidad. En efecto, es importante
defender el puesto singular y especial que ocupa el ser humano
reconociéndole sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad,
libertad y responsabilidad en su compromiso con respecto al mundo (Cf.
LS 118). Consecuencia de esto es la protección especial de los más débiles
y, consecuentemente, evitar la cultura del descarte, favoreciendo una ética
consistente y coherente de la vida que defienda los derechos fundamentales
de la persona y oriente la investigación y la innovación tecnológica12.
2.2. Creado por amor, a imagen y semejanza de Dios
Los relatos de la creación afirman que cada ser humano es creado por
amor, hecho a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26), con lo cual se
desprende la inmensa dignidad de cada persona humana, que no es algo
sino alguien, capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y
entrar en comunión con otras personas. El hombre lleva en él, el aliento

11
Cf. F.J. Rojo Alique, “San Francisco de Asís, inspirador de la encíclica Laudato Si”, Teología y
catequesis 136 (2016) 128
12
Cf. J.M. Caamaño López, “La dimensión moral de la ecología”, Teología y catequesis 136 (2016) 91-
92

6
vital de Dios, es concebido en el corazón de Dios y es fruto de un
pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado,
cada uno es necesario (Cf. LS 65). “Esta es la razón más profunda de la
inviolabilidad de la dignidad humana contra toda tentación de valorar a la
persona según criterios utilitaristas y de poder. El ser a imagen y semejanza
de Dios indica luego que el hombre no está cerrado en sí mismo, sino que
tiene una referencia esencial en Dios”13.
Ser imagen y semejanza de Dios no solo quiere decir que el hombre
es inteligente y libre como su Creador, sino que “en él se tocan el cielo y la
tierra. Con el hombre la realidad divina se hace presente de un modo
singular en el universo”14. Su razón participa de la misma sabiduría de
Dios, es decir, el bien del hombre, su mayor felicidad, consiste en actuar
según la ley de Dios inscrita en su corazón y le muestra el camino de su
propia perfección15.
2.3. Somos tierra
“Nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está
constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento
y su agua nos vivifica y restaura” (LS 2). Somos creación. La relación con
la tierra entra en la constitución misma del hombre. Dios formó al hombre
con el polvo de la tierra (cf. Gen 2, 7). El autor yavhista acentúa la idea del
nexo vital entre el hombre y la tierra mediante la semejanza de los términos
hebreos: Adam (=homo) y adamah (=tierra cultivada y fértil), juego de
palabras que vendría a expresar que el hombre (homo) ha sido formado de
la tierra (humus)16.
Ser formados con el polvo de la tierra significa que no somos Dios,
no nos hemos hecho solos, somos tierra; venimos de la tierra buena, por
obra del Creador bueno. De igual manera, se suma también que los seres
humanos son polvo, más allá de las distinciones obradas por la cultura y la
historia, más allá de toda diferencia social; somos una única humanidad
plasmada con la única tierra de Dios17.
2.4. El hombre, instrumento y manos de Dios
El Papa Francisco afirma que “estamos llamados a ser los
instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que Él soñó al
13
Benedicto XVI, Audiencia General (6 de febrero de 2013)
14
G. del Pozo Abejón, “Ecología y antropología adecuadas…”, 63
15
A. Bellocq Montano, “La conversión ecológica…” 115
16
Cf. G. del Pozo Abejón, “Ecología y antropología adecuadas…”, 62
17
Cf. Benedicto XVI, Audiencia General (6 de febrero de 2013)

7
crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud” (LS 53). En
otras palabras, aunque Dios tiene sus planes para el mundo y para cada
persona, no quiere realizarlos directamente, sino que quiere necesitar de
nosotros: somos sus hijos los que tenemos que llevar adelante sus planes,
transformando el mundo como Él espera. Ser las manos de Dios conlleva
una inmensa dignidad como hijos de Dios, pero también una tremenda
responsabilidad para con la creación y para con los demás hombres18.
2.5. El hombre, jardinero y administrador de la creación
El mandato de dominar la tierra (Gen 1,28) requiere una adecuada
hermenéutica para reconocer que los textos invitan a labrar y cuidar el
jardín del mundo (Gen 2,14). Labrar que conlleva cuidar, arar o trabajar; y
cuidar que significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. La
tierra es del Señor (Sal 24,1) y le pertenece cuanto hay en ella (Dt 19,14)
(Cf. LS 67); no obstante, Dios confía y le entrega este don al hombre sin
desentenderse de él. Dios se interesa por el hombre y por el mundo, porque
no se trata de un don sólo para los primeros hombres sino para los hombres
de todos los tiempos, y lo ha dado para que todos sean felices. Como
consecuencia, el hombre debe custodiarlo, protegerlo; dominarlo si, pero
según el plan de Dios que incluye la felicidad de todos los hombres.
“La forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como
señor del universo consiste en entenderlo como administrador responsable”
(LS 116). Este concepto de administrador es fundamental para entender la
relación del hombre con las demás criaturas, pues implica que no es el
dueño absoluto de lo que administra y que por tanto debe administrar los
bienes que se le han confiado según la voluntad de su verdadero dueño. El
hecho de ser administrador no quita libertad al hombre, al contrario, la sitúa
en su lugar y le da sentido: sólo siguiendo la voluntad de Dios Creador
puede administrar bien lo que se le ha confiado. De modo más concreto,
administrar la creación según la voluntad de Dios es el único modo de
administrarla bien19.
2.6. El hombre, parte de un misterio interrelacionado
Los relatos de la creación, de manera simbólica y narrativa, enseñan
que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales que
están estrechamente vinculadas: la relación con Dios, relación con el
prójimo y relación con la tierra (Cf. LS 66). La naturaleza y la comunidad
humana forma un todo misterioso, perfectamente organizado por cada
18
Cf. A. Bellocq Montano, “La conversión ecológica…” 116
19
Cf. Ib., 115

8
elemento, íntimamente interrelacionado un elemento con otro. Cada cosa y
cada persona están llamadas a la comunidad, es importante e
imprescindible para el conjunto, pero depende de otra porque no se basta a
sí misma, solamente con ella forma un todo común. Importante tener en
cuenta aquí que no es legítimo ni real un sentimiento de íntima unión con
los seres de la naturaleza si al mismo tiempo no hay ternura, compasión y
preocupación por los seres humanos. Todo está conectado.
En esta interrelación, el hombre no puede existir al margen del
ambiente, puesto que siempre está en relación con lo que le rodea. Aunque
tiene su identidad propia, como la tienen los demás seres, ha de entrar en
diálogo con los demás. Él puede pensar, argumentar, crear e interpretar;
está dentro del universo como sujeto personal que no puede reducirse a
objeto, pues es sujeto pensante y, por ende, cualitativamente distinto, no
siendo uno entre tantos, sino uno especial, el único capaz de hacer y crear.
Pero está con los demás, no al margen o contra ellos; por consiguiente, está
interrelacionado, se hace con ellos; y lo hace no tomando las cosas sin más
orden simplemente porque quiere, sino utilizando y armonizando, ya que el
fin de las criaturas es avanzar junto al hombre y a su través, al término
común, al destino universal (Cf. LS 83) 20.
De igual manera, estamos ante un aspecto que tiene fundamento
trinitario en cuanto que las “Personas divinas son relaciones subsistentes, y
el mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones. Con
lo cual, la persona humana más crece, más madura y más se santifica a
medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en
comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Todo está
conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad
global que brota del Misterio de la Trinidad” (LS 240).
2.7. El hombre en una nueva relación con la naturaleza
La antropología integral, que nace de la ecología integral, reclama el
restablecimiento de una relación armoniosa entre hombre y naturaleza. El
hombre es el ser superior de la creación y ha de ejercer su dominio desde el
trabajo y el cuidado, es decir, el hombre ha de hacerse cargo de la
naturaleza, tomarla en sus manos, tomar de ella lo que necesita para poder
vivir, sacar de la misma los productos que le ayuden a sustentarse. Pero a la
vez, ha de cuidar lo recibido sabiendo que es un don para él y toda la
humanidad, de tal manera que no se quede en una o unas cuantas manos,
sino que pueda llegar a las generaciones venideras. Se trata, por tanto, de

20
Cf. J. Bullón Hernández, “Ecologismo y fe”, 48

9
una relación regida por la admiración, atención y perfeccionamiento de la
misma para el bien de todos21.
Una actuación concreta de esta nueva relación hombre- naturaleza es
el respeto, el cual nos dice que ahí, junto a nosotros, hay otra realidad que,
siendo diferente, no deja de ser realidad fundamental, valiosa e
imprescindible para el buen funcionamiento de la vida humana. En efecto,
el hombre está obligado a reconocer que los demás seres vivos tienen un
valor propio ante Dios y, por su existencia, le bendicen y le dan gloria.
Toda criatura posee su bondad y su perfección propias, que el hombre debe
valorar para evitar un uso desordenado de las cosas (LS 69). Sólo así se
establecerá una adecuada relación con la naturaleza como lo enseña San
Francisco de Asís. De manera más especial, este respeto ha de estar
presente en y con las personas: somos los unos para los otros, guardianes
los unos de los otros, especialmente en situaciones de debilidad 22. “No hay
lugar, según la Biblia, para un antropocentrismo despótico que se
desentiende de las criaturas” (LS 68)
2.8. El hombre llamado a la comunión universal
Si todos han sido creados por el mismo Padre, todos los seres del
universo están unidos por lazos invisibles y conforman una especie de
familia universal, una comunión sublime que mueve al respeto sagrado,
cariñoso y humilde (Cf. LS 89). Por tanto, es imprescindible que el hombre
vea la necesidad y se mueva por establecer la ternura, compresión y
preocupación por los demás como elementos fundamentales de la relación;
amar a las criaturas y a los otros, no permitiendo las injusticias y miserias,
y unidos con respeto sin diferencias.
Hablar de comunión universal aparte de defender el destino común
de los bienes, lleva también a pensar y ver la vida de una forma más
concreta: no a la vida de diferencias, opresiones, aparcamiento… y sí a una
vida donde cada uno recibe del otro y es capaz de darse para crear una
verdadera comunión, en oposición a la explotación, dominio,
manipulación, diferencias e injusticias que oprimen a tantas personas
actualmente. Desechados estos males y estableciendo una vida más en
comunión, se logrará una ecología más auténtica23.

21
Cf. Ib., 39-41
22
Cf. Ib., 43-45
23
Cf. Ib., 49-50

10
2.9. El hombre llamado a la conversión ecológica hacia un
nuevo estilo de vida
“Es un bien para la humanidad y para el mundo que los creyentes
reconozcan mejor los compromisos ecológicos que brotan de sus
convicciones de fe” (LS 64). En este aspecto, la espiritualidad ecológica
que llama a la conversión ecológica implica dejar brotar todas las
consecuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo
que nos rodea (Cf. LS 217). Se trata, en definitiva, de que el hombre
desarrolle su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas del
mundo, entendiendo su superioridad como una capacidad diferente que le
impone una grave responsabilidad que brota de su fe (Cf. LS 220) y le
exige un cambio en su manera concreta de vivir, decidir y actuar en las
pequeñas cosas de cada día.
La solución a la crisis humana y ambiental no pasa solamente por la
implantación de medidas técnicas a nivel internacional o nacional, sino que
requiere una profunda conversión interior (LS 217) de las personas: desde
los hombres de poder, cuyas decisiones influyen, hasta el más pequeño de
los ciudadanos, cuyas decisiones cotidianas construyen la cultura de una
sociedad. Un nuevo estilo de vida no se impone por ley, sino que es fruto
de un cambio de convicciones y motivaciones personales, de una verdadera
conversión que arranca de la conciencia de un origen común, de una
pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos (LS 202)24.
En consecuencia, hay que apostar por una educación destinada a
favorecer una ciudadanía ecológica que repercuta en los actos cotidianos de
la vida, que, más que basada en leyes y regulaciones, transmita virtudes y
horizontes de referencia que saquen al hombre de la conciencia aislada y la
autorreferencialidad y lo lleven a ser personas para los demás y para el
cuidado de la casa común. La cuestión fundamental es decidir en qué se
puede sustentar la vida: en el consumismo y el despilfarro o en la sencillez
y sobriedad, que es lo que hace al hombre más libre para vivir en lo
esencial y a favor de un desarrollo sostenible que contemple la creación
con gratitud, gratuidad y responsabilidad. Por todo esto, la espiritualidad
juega un papel fundamental en la encíclica y a la hora de plantear
verdaderas líneas de acción y solución25.

24
Cf. A. Bellocq Montano, “La conversión ecológica…” 104-105
25
Cf. J.M. Caamaño López, “La «ecología integral» …”, 691

11
3. Conclusiones
La encíclica Laudato Sí del Papa Francisco, último documento
magisterial añadido al conjunto de la Doctrina Social de la Iglesia,
constituye una verdadera revolución no sólo en el ámbito eclesial sino en el
ámbito social, científico, antropológico, ético, ecológico, etc. No deja de
ser curioso y sorpresivo que, el Papa a partir de datos recogidos del
consenso científico sobre cuestiones ambientales, proponga a todos los
habitantes de la casa común una conversión ecológica hacia un nuevo estilo
de vida. Para lo cual, parte del redescubrimiento de lo mucho que tiene que
aportar la fe revelando las claves teológicas de la tradición cristiana,
invitando a apostar por un verdadero impulso ético y, yendo más allá de un
mero análisis, reclame una nueva perspectiva teológica que ayude a
reorientar la relación del hombre con la naturaleza: “no habrá una nueva
relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin
una adecuada antropología” (LS 118)
En efecto, la encíclica y, por ende, este trabajo que reflexiona sobre
la visión del hombre en ella, no edulcora la realidad, sino que tiene en
cuenta las consecuencias que ha traído el antropocentrismo moderno y la
globalización del paradigma tecnocrático que ha convertido al hombre en
explotador y depredador de la naturaleza. Es necesario, por tanto, recuperar
el verdadero protagonismo del hombre y ponerlo en su lugar dentro de la
creación proponiendo la figura de Dios como Padre Creador y único Señor
del mundo, y viendo la creación como el proyecto de Dios confiado a la
responsabilidad del ser humano.
A partir de estas motivaciones y teniendo en cuenta el paradigma de
ecología integral que propone el Papa Francisco y en el que todo está
conectado, se afirma la centralidad de la persona humana que ocupa un
puesto singular y especial dentro de la creación de Dios, su dignidad
especialísima desprendida de ser creado por amor, a imagen y semejanza
de Dios; su relación constitutiva con la tierra; el llamado a ser instrumento
y manos de Dios que continua la obra creadora de Dios; jardinero y
administrador según el plan de Dios que incluye la felicidad de todos los
hombres; ser vincular cuya existencia se define en base a su relación con
Dios, con los demás y con la naturaleza; unido con lazos invisibles con
todos los seres formando una familia universal a la que le debe respeto,
ternura, comprensión y preocupación; y llamado a una conversión
ecológica hacia un nuevo estilo de vida, fruto de un cambio de
convicciones y motivaciones personales.

12
4. Bibliografía
Magisterio

FRANCISCO, Laudato Si. Carta encíclica sobre el cuidado de la casa


común (2015

Obra de referencia

SANZ GIMÉNEZ-RICO, E. Cuidar de la Tierra, cuidar de los pobres.


Laudato Si desde la teología y con la ciencia, Sal Terrae, Maliaño 2015

Artículos de revistas

BELLOCQ MONTANO, A., “La conversión ecológica, hacia un nuevo


estilo de vida”, Teología y catequesis 136 (2016) 103-121

BULLÓN HERNÁNDEZ, J., “Ecologismo y fe”, Teología y catequesis


136 (2016) 31-50

CAAMAÑO LÓPEZ, J.M., “La «ecología integral» de la encíclica Laudato


Si”, Sal Terrae. Revista de teología pastoral 1214 (2016) 679-692

CAAMAÑO LÓPEZ, J.M., “La dimensión moral de la ecología”, Teología


y catequesis 136 (2016) 77- 102
DEL POZO ABEJÓN, G., “Ecología y antropología adecuadas: la espera
de la creación en el hombre nuevo”, Teología y catequesis 136 (2016) 61-
76

TONELLO, A. J., “Laudato Si: aportes antropológicos y éticos”, Intus-


Legere filosofía 11/1 (2017) 73-93

ROJO ALIQUE, F.J., “San Francisco de Asís, inspirador de la encíclica


Laudato Si”, Teología y catequesis 136 (2016) 125-136

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