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MEDIO AMBIENTE Y DERECHOS SEXUALESY REPRODUCTIVOS, DIAZ VILLARREAL JUAN DAVID,

GRADO 11-1

Los derechos sexuales y reproductivos


Sumario Presentación.- 1. La reivindicación de los derechos sexuales y
reproductivos: a) Las lógicas de los derechos humanos; b) La funcionalidad de los
derechos como exigencia ética, jurídica y política; c) El derecho a tener derechos y
los derechos sexuales y reproductivos.- 2. Sintonías éticas de los derechos
sexuales y reproductivos: …
Sumario
Presentación.- 1. La reivindicación de los derechos sexuales y reproductivos: a)
Las lógicas de los derechos humanos; b) La funcionalidad de los derechos como
exigencia ética, jurídica y política; c) El derecho a tener derechos y los derechos
sexuales y reproductivos.- 2. Sintonías éticas de los derechos sexuales y
reproductivos: a) La ciencia al servicio de la liberación personal; b) La centralidad
del individuo; c) Los derechos de la mujer; d) La vivencia de la sexualidad sin
traumas; e) La no discriminación.- 3. Los contrastes de los derechos sexuales y
reproductivos: a) La tradición de la ley natural; b) La familia fundada en el
matrimonio; c) La antropología del don y de la comunión; d) La vida social y el bien
común; e) La solidaridad entre las generaciones.- 4. El discernimiento de la
aportación de los derechos sexuales y reproductivos: a) Los criterios de razón
común; b) Los criterios de razón iluminados por la fe.- 5. Conclusión.

Presentación

Los derechos sexuales y reproductivos están sirviendo como herramienta política


para desplazar en los países de tradición católica -de modo muy principal los
latinoamericanos- la moral sexual y familiar acorde con esta misma tradición (1). Es
llamativo el inagotable número de páginas en Internet dedicadas a la difusión de
este tipo de reivindicaciones políticas y de prácticas médicas y sociales.
El objeto de mi disertación será proponer un esquema de interpretación de los
mismos que permita analizar, por un lado, su enorme capacidad de penetración en
el tejido social y, por otro, sus graves errores de fundamento. Estudiar un tema de
este tipo resulta árido porque continuamente hace gravitar sobre un universo de
convicciones que resultan antagónicas para quien escribe estas líneas. Pero, por
otro lado, muestra hasta qué punto un trabajo perseverante de educación
adecuada en materia de sexualidad, vida humana y familia, resulta imprescindible
en nuestros días. Se trata, sin duda, de un elemento clave de la nueva
evangelización.
Para desarrollar este cometido comenzaré haciendo una breve referencia al
lenguaje de los derechos, o mejor, a los lenguajes sobre los derechos. En este
modo de plantear las exigencias éticas, jurídicas y políticas se encuentra la
aparente plausibilidad de los derechos sexuales y reproductivos, y, sobre todo, la

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difícil situación en la que quedan los que se oponen a los mismos, al situarlos
como enemigos de los derechos de los demás.
A continuación se profundizará en las claves que permiten ganar adeptos para los
derechos sexuales y reproductivos. Ideales éticos o eslóganes políticos como la
liberación personal, la centralidad del individuo, los derechos de la mujer, el
bienestar sexual, o la no discriminación parecen tener cabida y alentar los
derechos sexuales y reproductivos.
Para comenzar una crítica científica de los derechos sexuales y reproductivos hay
que mostrar hasta qué punto sus propuestas dificultan una auténtica plenitud
humana, vulnerando el edificio del aprendizaje moral de los pueblos y las
personas, disolviendo la cultura familiar, rompiendo la vocación al amor del ser
humano, desentendiendo a las personas del bien común y de la suerte de sus
hijos.
Todo ello nos permitirá precisar qué criterios de razón común y qué criterios de
razón iluminada por la fe merecen los derechos sexuales y reproductivos.

1. La reivindicación de los derechos sexuales y reproductivos

La categoría “derechos sexuales y reproductivos” es imprecisa(2). Más bien, viene


a agrupar las prácticas que desconectan la genitalidad humana de su
potencialidad generativa, que favorecen la despenalización del aborto y que
promueven los derechos de los homosexuales. Reivindicar la anticoncepción, el
aborto y la fecundación al margen del acto conyugal son las líneas de fuerza de
unos derechos que son secundados desde una lógica liberacionista, feminista
radical y de cultura gay.
La estrategia reivindicativa de estas propuestas consiste en su articulación como
derechos. Aunque ninguna de las grandes declaraciones clásicas de derechos ha
albergado este tipo de contenidos, en los últimos veinte años tanto la Unión
Europea como los Estados Unidos han empleado un lenguaje en donde se daba
por supuesto que estos contenidos representaban auténticos derechos
fundamentales y libertades públicas.
Resulta pertinente plantearse cómo es posible que los derechos humanos
presenta una lógica tan permeable a este tipo de contenidos

a) Las lógicas de los derechos humanos(3)

La respuesta a este interrogante se encuentra en el propio carácter ambiguo de


los derechos humanos, de las libertades públicas, de los derechos fundamentales.
Los estudiosos de la Filosofía del Derecho encuentran enormes dificultades a la
hora de precisar estos términos. Pero creo que se podrían realizar las siguientes
precisiones para aclarar el panorama.

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La expresión derechos del hombre tiene una indudable radicación ilustrada, y


responde a las pretensiones de la ideología deísta: establecer un nuevo orden
social con una justicia que procede del contrato social, del pacto entre los
individuos y no de nada inherente al ser humano, ni muchos menos a Dios.
Es cierto que algunas declaraciones de derechos aluden a Dios y a la naturaleza
humana. Pero se trata de una mención si relevancia política ni jurídica, y, de
hecho, las declaraciones posteriores acaban expulsando este tipo de alusiones sin
ningún tipo de dificultad.
Unos años después, a lo largo del siglo XIX, el derecho natural católico, alentado
por el pensamiento de Tomás de Aquino y del magisterio de la Iglesia, realizará
otra propuesta de lectura de los derechos humanos como derechos naturales que
responden al plan de Dios y al orden de libertad moral que tienen los hombres.
El antagonismo entre ambos discursos resulta notorio a la hora de entender
algunos derechos, especialmente el de libertad religiosa o el de propiedad. En
ambos casos el pensamiento revolucionario sobre los derechos es corregido por el
pensamiento católico aludiendo a la necesidad de respetar los derechos de la
verdad o el destino universal de los bienes del planeta.
A finales del siglo XIX y principios del XX los derechos del hombre van
modificando algunas de sus propuestas, para incluir elementos sociales y
culturales. También desde el punto de vista católico se van realizando propuestas
en las que los derechos de la verdad se traducen como derechos a proponer la
verdad en un clima pluralista.
Estas modificaciones de los discursos permitieron que en 1948, a la hora de
proclamarse por las Naciones Unidas la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, un autor como Jacques Maritain propusiera que tal declaración era la
expresión del conocimiento moral de la humanidad, explicitación de la ley natural
según el progreso moral de la humanidad de nuestros días.
La visión de Maritain tenía más carga de deseo que de reconocimiento estricto de
la realidad. De hecho el filósofo francés se dio cuenta de que el consenso de la
Declaración Universal era sumamente frágil. Se estaba de acuerdo con los
derechos en tanto en cuanto no se preguntara por qué. Y eso daba cabida a un
pluralismo de interpretaciones de los derechos humanos, de lenguajes de los
derechos.
El recientemente fallecido Norberto Bobbio llevó este planteamiento al extremo al
considerar que los Derechos así recogidos no podían ser fundamentados, pero sí
debían ser aplicados. La escisión entre la comprensión de los derechos y su
práctica pasó a ser total.
Sin perdernos en agotar la historia de las interpretaciones de los derechos se
puede realizar un nuevo juicio. De 1948 la evolución de los derechos ha conocido
dos frentes. El pensamiento revolucionario ha dado paso a un pensamiento liberal,
que se presenta como su heredero y que considera que el lenguaje de los
derechos sirve para vehicular exigencias éticas y políticas. Expresa el derecho a

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tener derechos. Por el contrario, el pensamiento de la Iglesia sigue manteniendo


que los derechos humanos son un predicado de la dignidad del ser humano que
permite juzgar la realidad social y política.

b) La funcionalidad de los derechos como exigencia ética, jurídica y polí-


tica(4)

La lógica de los derechos propia del magisterio de la Iglesia acoge la lectura


realista y personalista de los derechos humanos, lectura que sigue desarrollando
con vitalidad propia en el campo de algunos cultivadores de la filosofía del
derecho.
El esquema interpretativo es el siguiente: el ser humano, imagen y semejanza del
Dios uno y trino, posee intrínsecamente un valor en su ser y en su actuar que
debe ser respetado. Los derechos dan cuenta de ese valor antropológicamente
fundado, y reaccionan contra los atropellos que se comenten contra él.
Los derechos plantean la responsabilidad moral que tenemos los unos con los
otros, que tenemos con respecto a la construcción del bien común de la sociedad
y de los distintos grupos sociales y, específicamente, la responsabilidad que tiene
la autoridad política con respecto a su comunidad, así como las cabezas de los
distintos grupos sociales con respecto a sus propios grupos, como la familia, el
vecindario, la parroquia.
Esta responsabilidad moral puede ser recogida por el Derecho, y aún en muchos
casos debe ser recogida por el Derecho. Es una obligación política de primer
orden exigir que el orden jurídico este en consonancia con el orden de las
obligaciones morales de convivencia.
El lenguaje de los derechos que plantea la Iglesia permite que los mismos
cumplan las tres misiones: ética, jurídica y política. Pero resulta imprescindible
fundamentarlos en una antropología adecuada, antropología que no se limita a los
aspectos de razón común, sino que se abre a los aspectos de razón iluminada por
la fe. Decir que los derechos humanos son los derechos de Dios sobre el hombre,
es decir, el modo como se responde a la vocación originaria del ser humano como
criatura, imagen y semejanza del Dios uno y trino, no rebaja contenido racional a
su fundamento ni relaja su defensa. Al contrario, intensifica la razón y alienta
decisivamente su defensa.
El derecho del no nacido a crecer y desarrollarse bajo el corazón de su madre, el
derecho de la familia a ser reconocida como tal en su fundación matrimonial, el
derecho a la verdad de los jóvenes en su educación o el derecho de los pobres a
ser ayudados en la liberación de la pobreza, son ejemplos de exigencias morales,
que deben ser recogidas por el ordenamiento jurídico, con el concurso del
compromiso político en su favor.
Este tipo de planteamiento de los derechos humanos pone el énfasis en la verdad
del ser humano, en el mejor discernimiento hacia su ser y su misión, y pone el

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Derecho y la Política a su servicio. Antagónicamente, el derecho a tener derechos


lo que realiza es una subordinación de la verdad del ser humano a la eficacia polí-
tica, y, por tanto, a la capacidad de influir en el poder.

c) El derecho a tener derechos y los derechos sexuales y reproductivos

El liberalismo político de John Rawls(5) ha desarrollado una justificación teórica de


esta visión de los derechos que hoy en día es hegemónica. Los derechos
conforman el ius gentium, los criterios de lo políticamente correcto para cualquier
democracia decente, y esta es el reino de libertad igualitaria.
La libertad igualitaria es el núcleo de la tradición constitucional de los Estados
Unidos, y en ella puede reconocerse la mejor tradición europea que no haya
tenido devaneos totalitarios ni marxistas. Aprender de esta tradición es lo que
garantiza la ciudad de los derechos. Las tesis del más aventajado discípulo de
John Rawls, Ronald Dworkin(6), avalan este planteamiento.
El núcleo de la tradición de la libertad igualitaria es un sujeto racional que desea
ser libre y que los otros lo puedan ser. La herramienta jurídico-política que permite
articular espacios de libertad compatibles son los derechos individuales. La
raigambre kantiana del proyecto es fácilmente reconocible.
Si los derechos son un asunto formal, sin más contenido que el ejercicio de una
libertad compatible e igualitaria, resulta coherente que el derecho por excelencia
sea “el derecho a tener derechos” es decir, a dotar libremente de contenido a esos
ejercicios de libertad. Si la tecnología médico-farmacéutica ha permitido liberar la
práctica de la sexualidad de su vinculación con la vida, la sexualidad y la
reproducción pueden ser presentados como bienes de consumo que el Estado se
debe preocupar de suministrar de una manera igualitaria.
El único requisito consiste en convencer a la opinión pública para que estas
reivindicaciones puedan ser incluidas en los programas de los partidos que
aspiran a gobernar. Para ello es necesario buscar un impacto mediático constante
que transmita la impresión de que tales derechos son ejercicios de la libertad muy
deseables para el conjunto de la sociedad, por lo que nadie se pueda negar a
reconocerlos.
El último escenario de este tipo de argumentación es persuadir que nadie que sea
partidario de la libertad dejará de reconocer esos derechos, incluso aunque el
personalmente no desee ejercerlos.
Este esquema meramente pragmático de la vigencia de los derechos
reproductivos no recoge suficientemente su fácil extensión en la opinión pública.
Detrás de los mismos subyace una argumentación ética que interpreta de una
manera sui generis gran parte de las aspiraciones de las sociedades modernas.

2. Sintonías éticas de los derechos sexuales y reproductivos

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Los derechos sexuales y reproductivos no se limitan a reivindicar la ética de la


libertad, sino que conecta perfectamente con argumentaciones éticas que se
suelen presentar bajo el sufrido rótulo de “progresistas”. Conviene realizar una
serie de pinceladas sobre las mismas teniendo bien presente que no se trata de
realizar un cuadro acabado. Es muy difícil agotar todas las pretendidas
connotaciones éticas de este tipo de discurso, porque en su ambigí¼edad y en su
imprecisión encuentra una ocasión para estar continuamente renovándose y
reformulándose.

a) La ciencia al servicio de la liberación personal

Una de las invocaciones más eficaces de los derechos sexuales y reproductivos


es su conexión con el progreso científico biomédico. Son derechos, se dice, que
ponen los avances científicos en materia de salud reproductiva al servicio de la
liberación personal.
En realidad el argumento revela toda su eficacia no tanto en la justificación de
estos derechos, cuanto en la descalificación del que se opone a los mismos. El
esquema es sencillo. Valga el ejemplo: “quien se opone al uso de métodos
anticonceptivos revela una mentalidad precientífica en la consideración de la
sexualidad humana”.
La eficacia del argumento trasciende el arco de discusión política parlamentaria y
sus connotaciones científicas y modernas lo ponen en el centro de lo políticamente
correcto. Un nuevo ejemplo, “quien se opone al uso de los métodos
anticonceptivos realiza una conducta semejante a la de los grupos religiosos que
no captan las transfusiones de sangre”. Los facultativos médicos dudan hasta qué
punto deben respetar este tipo de demandas que parecen ampararse en una
libertad religiosa fundamentalista.
Este tipo de situaciones se dan con frecuencia respecto de los padres y madres de
familia con varios hijos que seguimos abiertos a la vida. Nos encontramos ante
una asistencia médica que, salvo que sea conscientemente católica, se inclina por
la lógica de anticoncepción y de la muerte del no nacido como inherente a su
metodología científico-médica.

b) La centralidad del individuo

Los derechos sexuales y reproductivos alcanzan otra cota importante de refrendo


socio-intelectual cuando se interrelacionan con la centralidad del individuo en la
sociedad. Suprimiendo las taras propias de nuestra condición sexuada, se
favorece la aspiración moderna de emancipación. Un mundo libre es un mundo
que iguala las condiciones de elección.

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El individuo se identifica con la libertad como ausencia de vínculos. Esa es la


libertad más favorable de una sociedad regida por la sociedad de mercado. En un
mercado siempre se sitúa mejor quien no pierde oportunidades de cambio, es
decir, quien no pierde capital.
Los derechos sexuales y reproductivos liberan al individuo del peso que suponen
los vínculos humanos que crea la reproducción humana. Frente a la tara propia
que supone tener hijos, mantener vínculos estables, comprometer, en definitiva, la
propia libertad, se diseña una maquinaria política en la que todas esas
contingencias sean reducidas al máximo.
Los derechos sexuales y reproductivos buscan incorporar la familia como derecho,
es decir, como realidad sometida absolutamente a la insobornable primacía de la
libertad individual, del desarrollo personal excluyente y autónomo. Lo contrario es
la familia tradicional, sinónimo funesto de una libertad hipotecada.

c) La ideología del género(7)

La centralidad del individuo necesita imperiosamente que ningún elemento


condicione ni limite su libertad. Eso introduce que se interprete la relación del
individuo con su corporalidad caracterizad por la indiferencia de la propia realidad
sexuada, es decir, el sexo no es algo físico sino cultural y los rasgos morfológicos
y anatómicos de la sexualidad son obstáculos a remover. La ciencia ayuda al
progreso del individuo poniendo la tecnología bioética al servicio de la anula de la
diferencia sexual. El sexo es un ejercicio lúdico de creación de roles. No hay dos
géneros, masculinos y femenino, sino una combinatoria más amplia de las
distintas opciones de transformismo sexual.
Así las reivindicaciones icónicas de esta ideología son la equiparación de la
homosexualidad a un grado de opción legítima y alternativa frente a la
heterosexualidad, la acción médica a favor del transexualismo, el llamado
matrimonio homosexual, la adopción por parejas homosexuales”¦
Desde esta visión quien otorga un carácter sustantivo a la diferencia sexual
comete un atropello contra la legítima libertad de otros. Es la propia subjetividad la
que define el género sexual y es el Estado el que debe ponerse al servicio de esa
subjetividad.

d) Los derechos de la mujer

La ideología del género enfoca los derechos de la mujer hacia conseguir que ella
sea un individuo que consume sexualidad con la misma impunidad que lo hace el
varón, y que elige la maternidad con la misma libertad que lo hace el varón.
Realidades tan dispares y antagónicas como el aborto (supresión de la vida
humana naciente) y la inseminación artificial (producción técnica de la vida

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naciente) son reclamadas con la misma finalidad: que la mujer sólo sea madre
cuando libremente lo elija.
La conexión entre derechos sociales y reproductivos y derechos de la mujer
alcanza su cenit cuando se plantea la extensión de los mismos a la mujer que
viven en situaciones de marginación social, económica racial. El tenor de estas
reivindicaciones apunta a que el aborto, al contracepción o la inseminación
artificial sean accesibles a la misma como derechos básicos.
Se trata de un feminismo que en ningún caso valora la corporalidad femenina
como un elemento propio y enriquecedor del ser persona. Cualquier
argumentación de este tipo se considera que es una forma de dominio sobre la
mujer a la que se sigue esclavizando y culpabilizando. El escenario de una
sexualidad vivida se encuentra en el trasfondo de este tipo de argumentación.

e) La vivencia de la sexualidad sin traumas

Por tanto los derechos sexuales y reproductivos también se nutren de una visión
liberacionista de la sexualidad, en la que el esquema de legitimación es muy
sencillo: hay que pasar de la represión sexual a la liberación. La mejor manera de
que la sexualidad no sea un tabú consiste en que no se desprenda ninguna
consecuencia negativa de la práctica genital. Romper el nexo entre sexualidad y
vida es la mejor manera de garantizar ese disfrute indoloro de la sexualidad.
Una propuesta de vivencia de la sexualidad de este modo se enfrenta
radicalmente contra el pensamiento moral religioso, al que considera
gratuitamente potenciador de la culpa. Hay que liberar a las personas de las
consecuencias del disfrute de la sexualidad para que así se vean liberados de la
culpa. No hay lugar para hablar de responsabilidad ante la propia sexualidad. No
hay apertura al carácter sagrado de la relación sexuada fecunda. La liberación de
la sexualidad consiste en entenderla como una mera función psicológica
individual. La conexión interpersonal debe quedar reducida a meros contratos
bilaterales en los que ambas parten manifiesten estar de acuerdo.
La sexualidad sin traumas no busca un modo correcto de vivir la sexualidad. Los
ideólogos del sesenta y ocho consideraban que la revolución sexual acabaría con
la prostitución como una forma degradada de vivir la sexualidad que refleja las
injusticias económicas. Ese discurso ya no cabe en la perspectiva de los derechos
sociales y reproductivos. Más bien de lo que se trata es de conseguir que el que
se prostituye lo haga porque quiere y el que consume prostitución también. Hay
que caminar hacia una prostitución profesionalizada porque en sí mismo cualquier
intercambio sexual es legítimo si las personas implicadas en el mismo consienten
libremente.

f) La no discriminación

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Los derechos sexuales y reproductivos aparecen entonces como el medio idóneo


de inculcar una tolerancia casi absoluta que no discrimine a nadie por sus
conductas sexuales. Persiguen celosamente considerar que el pudor, el decoro, la
decencia o el buen gusto son pérfidos aliados de la conducta más fundamentalista
e intransigente.
El único criterio para discriminar conductas sexuales es el derecho penal de los
Estados, y este sólo debe proteger un único bien: la libertad sexual de las
personas. Incluso la minoría de edad es sorteada por algunos que piden valorar el
grado de autonomía del menor en estos temas.
Una sociedad abierta y tolerante estará en condiciones de asumir todos estos
derechos y se diferenciará claramente de aquellas otras sociedades represivas
que siguen manteniendo elementos de orden público de contenido sexual.

g) Otros

No sería nada difícil encontrar otros argumentos pretendidamente morales para


defender los derechos sexuales y reproductivos. Baste aquí apuntar a la aplicación
de los mismos para los jóvenes, los niños, los ancianos, los minusválidos”¦ Se
trata de reivindicar para cada uno de estos colectivos aquellos elementos sociales
y jurídicos que les permitan encontrarse con su propia sexualidad como si se
tratara de un bien de consumo.
Lejos de agotar el panorama, lo expuesto tan sólo ha buscado ejemplificar hasta
qué punto estos derechos aparecen como pretensiones de bien humano, y hasta
qué punto rebatirlos está obligando a profundizar en el auténtico bien humano que
hace ver los errores -y los horrores- de las elecciones que se realizan desde el
ejercicio de estos derechos.

3. Los contrastes de los derechos sexuales y reproductivos(8)

Para comenzar la tarea de deconstrucción de los derechos sexuales y


reproductivos un primer ejercicio obligado es comparar esta lectura del bien
humano con otros lenguajes sociales que proponen una lectura plenamente
contrapuesta del bien humano.

a) La tradición de la ley natural

La ley natural como tradición ha sido vivida por la humanidad en distintos


contextos religiosos. Como mostró ejemplarmente C.S. Lewis(9) en la abolición del
hombre, las grandes tradiciones religiosas, como el hinduismo, el budismo, el
judaísmo, el islam, y el propio cristianismo han compartido un núcleo de
convicciones básicas difícilmente erradicable del corazón humano.

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Reconstruyendo libremente esta argumentación, señalaré que la ley natural


muestra en primer lugar una lectura teónoma de la moral: lo mandado por Dios es
lo mejor para el hombre; Dios es bueno y busca la felicidad del hombre. Por tanto,
la sexualidad, la familia y la vida están custodiadas por mandatos divinos cargados
de sabiduría y bondad. La castidad es la virtud que marca el recto orden en todos
estas acciones humanas. Aunque posean sus diferencias, ninguna de las grandes
religiones está totalmente al margen de una educación de la sexualidad a favor del
mutuo respeto entre los esposos, de preservar la inocencia de los niños, de cuidar
de la vida humana naciente.
Los contenidos que se expresan en esas matrices religiosas son igualmente
comprensibles al margen de la misma. La ley natural es accesible a la razón(10),
aunque su dimensión religiosa ayudará que sea más fácilmente aceptada y vivida.
Cuando los derechos sexuales y reproductivos se oponen frontalmente a los
preceptos de la ley natural que favorecen la vida, la pureza y el cuidado y la
educación de los niños nacidos o no nacidos, desarrollan un lenguaje que
contradice la experiencia moral elemental del corazón humano, y esta se puede
recuperar en el momentos más inesperado.
Aunque en el discurso público sea con frecuencia difícil desmontar las consignas
de los derechos sexuales y reproductivos -nada más falso que las grandes
asambleas como principios de verificación- el coloquio personal con las personas
tiene bastantes más posibilidades de éxito si se consigue llegar al corazón de las
mismas.
No son extrañas las conversiones de personas que han practicado el aborto, o de
madres que han incurrido en él. Los remordimientos, lejos de ser una lacra para la
persona, testimonian la indelibilidad de la ley natural, su carácter de guía
indestructible para la persona que busca el bien.

b) La familia fundada en el matrimonio

El más grave error de la ideología de los derechos sexuales y reproductivos


resulta de su incapacidad de contemplar el realismo, el valor y la hermosura del
matrimonio y de la familia de fundación matrimonial. La familia de fundación
matrimonial no se encuentra en el orden de las elecciones, ni de las creatividades
humanas. Antes que una pregunta es una respuesta acerca de lo que conviene al
ser humano, lo que lo eleva, lo que lo embellece.
A pesar de la propaganda a favor de las tesis de los derechos sexuales y
reproductivos, las estadísticas siguen hablando de un número elevado de
personas que se casan, de un número elevado de personas que valora la familia,
y de la fuerza persuasiva que tiene una familia bien fundada y que funciona, tanto
desde un punto de vista de su rentabilidad social, como desde el testimonio de
plenitud humana que transmite.

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Probablemente la ideología de los derechos sexuales y reproductivos se hace


fuerte en contextos en los que las personas, y muy particularmente los jóvenes,
consideran que un proyecto basado en la castidad y en recto orden moral es
imposible, o en contextos en los que se ha instrumentalizado la sexualidad
humana. O en contextos en los que se ha sacralizado la trasgresión.
Pero la fuerza con la que el amor hermoso convoca a las personas es realmente
significativa. Hasta los corazones más embotados pueden volver a captar la
hermosura de la misericordia, del comenzar de nuevo, del recuperar la inocencia
pérdida.
El papel de los padres y de los educadores como defensores y garantes de la
inocencia es crucial, sobre todo por los oleajes intensos que hoy pueden sufrir los
jóvenes durante la adolescencia. La idea reductiva de libertad que presenta la
ideología de los derechos sexuales y reproductivas puede ser sabiamente
superada por una comprensión de la libertad que no deje de apuntar hacia los
bienes más elevados de la vida.

c) La antropología del don y de la comunión

Los derechos sexuales y reproductivos poseen una contradicción interna que


conviene resaltar: por un lado, necesitan generar una corriente de simpatía y
solidaridad a favor de los mismos, para que sean recogidos por las legislaciones
democráticas según el juego de las mayorías; por otro lado, por ellos mismos
secan las fuentes de la solidaridad entre las personas. Iconos de solidaridad como
la maternidad, la fraternidad, la filiación son cuestionados desde esta ideología,
para la que nada se puede poner por encima de la libertad de elección.
Esta contradicción es insalvable y muestra que la ideología del egoísmo racional
es incapaz de dar cuenta adecuada de la experiencia humana integral. El ser
humana capta que hay más excelencia en dar que en recibir. De una manera
ocasional puede dejarse llevar por elecciones egoístas que le suministran ventajas
inmediatas. Pero como tenor continuo de la vida el egoísmo aleja de las personas
la vida deseable, es decir, la vida que nos permite vivir como tales.
La antropología del don y de la comunión muestra también que una versión
mitigada de la tesis anterior es igualmente falsa. En efecto, no faltan entre
nuestros contemporáneos quienes defiende éticas de mínimos y éticas de
máximos, haciendo de las primeras contenidos obligatorios refrendados por el
derecho y de las segundas contenidos no obligatorios aunque admirables.
Este dualismo debe ser superado por una visión de continuidad entre los mínimos
jurídicos y las opciones más virtuosas, de tal manera que se impida que el
cumplimiento de lo menos esté en contradicción con el ejercicio de lo más. Quien
vive la propia sexualidad en un egoísmo sinalagmático, de intercambio, se auto
autoanula para comprender la lógica del don. El orden que los jóvenes han de

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aprender a introducir en la propia conducta sexual garantiza que puedan fundar


matrimonios y familias sólidos.

d) La vida social y el bien común

La antropología del don culmina en la excelencia del bien común. La vida social no
es una mera condición para poder ejercer mi libertad personal, sino que la vida
social es la ocasión de plenificar mi libertad a través de mi contribución al
enriquecimiento de los demás.
Los derechos sexuales y reproductivos son incapaces de comprender que la
castidad, el recto orden de la vida sexual, no sólo es una virtud individual, sino un
clima social imprescindible para el pleno desarrollo de las personas. Si no hay
limpieza en las escuelas, en los hospitales, en los lugares de trabajo, en los
tribunales, en los parlamentos, los seres humanos creamos contextos vitales en
los que los deseos de unos -los fuertes- privan sobre la libertad de otros -los
débiles-.
La llamada violencia de género, el acoso sexual, el abuso de menores, las
agresiones domésticas no son conductas que surjan al margen de una matriz
social. Son expresiones dramáticas de la falta de compromiso por un clima social
sano, en el que los más débiles y desprotegidos -en muchos casos, las mujeres y
los niños y niñas- sean protegidos antes de que llegue la acción penal.
Cuando alguien ejerce una libertad excesiva, el más débil sufre ese exceso. El
más débil, por definición, es el que no sale victorioso de las composiciones
espontáneas, del tráfico habitual de intercambios en la vida social. Los derechos
sexuales y reproductivos son deliberadamente ciegos hacia los derechos de los
más débiles, y no sólo en el notorio caso del aborto. Hacer imposible en los
jóvenes la pureza es matar el alma de los que más necesitan cuidado.
Recuperar el sentido del bien común no requiere sino un análisis más justo de las
situaciones. La pérdida de control personal no hace la vida más agradable para los
demás. Muchas veces comprobamos cómo degrada el ambiente. No sólo en los
aspectos físicos o ecológicos. También en los morales y humanos.

e) La solidaridad entre las generaciones

La ruptura de la solidaridad es sincrónica y también diacrónica. Los débiles no son


sólo los que sufren los daños de un derecho injusto que se ejerce en un
determinado momento, sino a los que se les imposibilita dar con su lugar en el
mundo. El decretado por muchos como final de la historia es síntoma inequívoco
de cerrazón hacia la esperanza y el futuro.
Nuestra civilización entendía que en situaciones de naufragio, los niños y las
mujeres tenían preferencia. Los derechos sexuales y reproductivos quiebran esa
lógica, pues los derechos de los niños, mientras se les puede ocultar como

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embrionarios o no nacidos no representan nada. Es más, los niños que tendrán


que venir, esos que presentimos como nuestros nietos o los hijos de los hijos de
nuestros nietos, dejan de ser el impulso de nuestro trabajo, para ser llevados a la
quimera de la irrealidad.
La mentalidad anticonceptiva sembró eficazmente el silencio rebelde ante quien
reclama sus derechos por aparecer en la historia. Pero algo en el corazón del ser
humano le recuerda permanentemente la injusticia de este proceder.

4. El discernimiento de la aportación de los derechos sexuales y


reproductivos

a) Los criterios de razón común

Los derechos sexuales y reproductivos invitan a tomarse muy en serio la libertad


humana individual. El tema de la subjetividad moderna no es un ejercicio para
intelectuales. Hoy en día es materia de educación ciudadana, y, por tanto, de
elección responsable del tipo de educación que queremos tener.
Con frecuencia se oye que nos encontramos en la posmodernidad, que el tiempo
de los grandes relatos ha terminado. Este juicio no es del todo exacto. Más bien lo
que se ha instalado entre nosotros es un discurso en el que se considera que el
futuro es lo mismo que un egoísmo confortable, y que la sociedad de consumo es
la que tiene mejores visos de cumplir ese programa.
Algunos de los teóricos del liberalismo actual se refieren a esta situación como la
de la subasta ideal, en la que cada uno puede vivir a su aire, sin envidiar el lote de
los demás. Una sociedad en la que cada uno satisfaga su propia subjetividad de
manera compatible a las satisfacciones de los demás es una sociedad ideal.
No es una situación en ruptura con la modernidad. Más bien es la convergencia de
los discursos modernos del liberalismo hedonista y del marxismo, en una
antropología atea, al modo de Epicuro. Sin esta clave difícilmente podríamos
concebir como este liberalismo ha imantado tan bien otros registros éticos de las
sociedades modernas.
La polémica con Epicuro devuelve toda su excelencia a la metafísica y a la ética
clásica, y no es casualidad que los mejores críticos de las sociedades liberales
sean lectores profundos de Aristóteles y santo Tomás de Aquino, porque hay
argumentos básicos sobre el sentido de la realidad y de la acción humana que
pueden ser perfectamente redituados desde estas coordenadas filosóficas. Ahora
bien, un retorno a Aristóteles que pusiese entre paréntesis cuanto hay de teología
en Tomás de Aquino no sería un beneficio.

b) Los criterios de razón iluminados por la fe

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La fe desarrollada a través de la reflexión teológica proporciona argumentos que


elevan a la propia razón. La imagen trinitaria que se refleja en el hombre pone un
acento decisivo en la capacidad de comunión del ser humano. El misterio nupcial
que muestra la relación necesaria y la belleza del vínculo entre sexualidad,
procreación y matrimonio, tiene su analogazo más alto en la consideración del
Dios Trino.
La teología Trinitaria muestra que la unidad de Dios es al mismo tiempo comunión
de personas a través de la relación: el Padre lo es para el Hijo, el Hijo lo es para el
Padre, el Espíritu Santo lo es para la comunión entre el Padre y el Hijo. El dato
relacional no menoscaba la unidad de Dios sino que permite entender que se trata
de un misterio de amor entre las personas.
Las personas humanas, en nuestra finitud, no tenemos está coincidencia
ontológica entre nuestro ser y el amor. La plenitud de nuestro ser se va fraguando
a través de nuestra transformación en el amor por medio de la persona de Cristo.
En í‰l somos verdaderamente hijos amados en el Hijo que podemos recibir el
mismo amor con que se aman las divinas personas.
La potencialidad transformadora de nuestra configuración con Jesucristo garantiza
plenamente ese misterio de comunión, del que la Virgen María es prenda y signo.
La Virgen Inmaculada muestra hasta qué punto el amor de Dios puede elevar la
condición humana para que sin perder las notas de su personalidad, alcance la
plena comunión con Dios.
La reflexión teológica brinda confirme dos certezas racionales: que el ser humano
está llamado a la relación, al amor, al don y que está llamada va unida a la
planificación del ser humano. Los seres humanos y las diversas culturas pueden
llegar a comprender algo de esta realidad, con dudas y errores. La Revelación
confirma y corrige.
La Revelación, además, ofrece a la razón el dato que sólo Dios podría comunicar
de sí mismo, su plan salvífico con respecto al hombre como expresión de su ser
amoroso. De este plan hay huellas en la creación, pero sólo en Cristo se produce
su plena manifestación.
Entre estas huellas se encuentra el carácter sexuado del ser humano en varón y
mujer. Es el lenguaje del cuerpo que permite que el ser humano no pueda no
plantearse su vocación al amor al tener que dar cuenta de su conducta sexual y al
tener de modo intrínseco a su naturaleza la vocación a la relación y al amor.
Los derechos sexuales y reproductivos desconocen y alteran este carácter
estructural de la vocación del ser humano al amor. Podemos y debemos encontrar
los restos del naufragio que produce esta catástrofe para rescatar a cuantos más
podamos de sus consecuencias.

5. Conclusión

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Los derechos sexuales y reproductivos son una propuesta ética errónea. Pero este
juicio enunciado de este tipo sirve de bien poco en nuestro contexto intelectual si
no va acompañado de un denodado afán por fundamentarse de modo crítico y
científico, y va suministrando argumentos que permitan detectar sus errores de
una manera verificada de algún modo. Las Universidades Católicas y los Institutos
Católicos de Investigación estamos llamados a realizar empresas de este tipo.
Quienes en un momento de la historia combaten un error teológico y
antropológico, una herejía, experimentan con frecuencia la ardua persecución, las
incomprensiones, el agotamiento. Pero de su esfuerzo y su fidelidad se benefician
las generaciones posteriores. Nuestro credo católico debe mucho, por ejemplo, a
los reiterados exilios de San Atanasio.
Las explicaciones teológicas de San Atanasio han podido ser mejoradas. Pero su
testimonio fue imprescindible. Lo que les acabo de comunicar en esta charla
busca estar en plena comunión con el Magisterio de Juan Pablo II, y de sus
actualizaciones en el episcopado español, a través de la Instrucción pastoral sobre
matrimonio y familia, y del Directorio recientemente aprobado. Tengo para mí que
estas actuaciones del Papa y de los Obispos en comunión sincera con él en temas
de matrimonio, familia y vida corren una suerte paralela a la de San Atanasio, y
preservan las costumbres cristianas de un ataque cultural sin precedentes.
Podemos y debemos mejorar estas explicaciones, como sin duda lo hace el
magisterio del Papa y los Obispos con respecto al magisterio anterior.
Cada investigador católico debe tensar cuanto pueda su disciplina para contribuir
a tan noble causa.
Pero siempre lo haremos desde la fidelidad y la gratitud hacia quienes están
siendo los testigos de la verdad del matrimonio y la familia en un mundo hostil
hacia la hermosura de castidad y hacia la alegría de dar vida.

Salud sexual
La salud sexual es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como
"un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con
la sexualidad; la cual no es la ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad.
Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas
las personas deben ser respetados, protegidos y ejercidos a plenitud". 1 Según la
misma OMS, “requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las
relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales
placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia".
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha definido la salud sexual
como "la experiencia del proceso permanente de consecución de bienestar físico,
psicológico y sociocultural relacionado con la sexualidad."2 Ambos organismos
consideran que, para que pueda lograrse y mantenerse la salud sexual, deben
respetarse los derechos sexuales de todas las personas. En efecto, para lograrla,

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la OMS asegura que se requiere un "enfoque positivo y respetuoso de la


sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener relaciones
sexuales placenteras y seguras, libres de coerción, discriminación y violencia.".3
La Situación de la Salud Sexual y Reproductiva se contempla en el Plan Nacional
de Desarrollo 2013-2018 tiene como una de sus metas y objetivos lograr un
México incluyente, que garantice el ejercicio efectivo de los derechos sociales de
toda la población; que transite hacia una sociedad equitativa e incluyente; y que
asegure el acceso a los servicios de salud. Derivado de esta meta, el Programa
Nacional de Población plantea “ampliar las capacidades y oportunidades a la salud
y el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos para mujeres y hombres”; en el
que se considera a la salud como un factor indispensable para el desarrollo óptimo
y a la salud sexual y reproductiva como un componente fundamental del bienestar
y libertad de las personas. Es por ello, que a través del análisis y difusión de los
indicadores asociados a la ssr se busca mejorar y actualizar la información
disponible para coadyuvar al diseño, seguimiento y/o evaluación de políticas
públicas, programas y estrategias, siempre con un enfoque de pleno respeto a los
derechos humanos de los individuos, sobre todo de aquellos en situación de
vulnerabilidad.4
Es conveniente diferenciar la salud sexual, enfocada a la salud en las relaciones
sexuales y la salud reproductiva enfocada a la reproducción sexual y a
la procreación.
A pesar de las grandes diferencias existentes deben resaltarse las iniciativas
realizadas hasta la fecha. En algunos países se han llegado a implementar
servicios y programas a nivel gubernamental. No obstante, este tema aún genera
conflictos por los tabúes y mitos existentes, tales como que brindar educación y
atención en esta área generará libertinaje y no libertad; que aumentarán las
relaciones coitales no protegidas y la precocidad sexual. Este fenómeno puede
ocasionar que este tipo de programas pierdan continuidad y respaldo político.
En este sentido, se aprecia la necesidad de crear espacios de discusión sobre
este tema, siendo esto una cuestión clave para el diseño de políticas de juventud.
Así mismo, existe consenso en resaltar el deber de respetar la sexualidad del ser
humano y la libertad en sus opciones y decisiones. La salud sexual y la salud
reproductiva (que involucra aspectos de carácter biológico, psicológico,
sociológico y cultural), por tanto, debe basarse en tres principios: individualización
(tomar en consideración las diferencias individuales); respeto a la dignidad
humana (valores personales y de grupo) y libre determinación (frente a las
alternativas existentes es la persona quien decide en última instancia)

Mitos y realidades de la sexualidad

• La mujer nunca queda embarazada en la primera relación sexual.

Mito: este es uno de los mitos más comunes y perniciosos que lleva a los

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adolescentes a cometer muchos errores. Si durante la relación sexual la mujer


está fértil, puede producirse el embarazo sin importar que sea la primera, la
segunda o la última relación sexual.

• El tener relaciones sexuales de pie impide el embarazo.

Mito: este es otro mito frecuente. La posición en que se tenga la relación sexual no
afecta las posibilidades de no embarazarse. Basta que la mujer esté en su período
fértil para que la posibilidad de embarazarse si tiene relaciones sexuales esté
presente.

• Los varones, para ser más hombres, necesitan tener muchas relaciones
sexuales.

Mito: la hombría no está dada por la cantidad de veces que se ha acostado con
una mujer, ni por la cantidad de mujeres que tenga “disponible”. La hombría se
mide por la responsabilidad y respeto con que el hombre vive su sexualidad,
reconociendo en ella un valor y logrando una actitud de cuidado y valoración de
ella. Un “verdadero hombre” es quien es capaz de respetar a la mujer y respetarse
a sí mismo entendiendo la relación sexual como un acto de intimidad, amor y
respeto mutuo.

• A las mujeres que han tenido relaciones sexuales se les arquean las piernas.

Mito: el haber tenido relaciones sexuales no provoca ningún cambio físico en la


mujer, ni en el hombre. Por lo tanto no es posible “saber” si una mujer ha tenido o
no relaciones sexuales a través de su estructura física.

• Los hombres pueden expresar sus emociones y afectos frente a los demás.

Realidad: los hombres no sólo tienen el derecho, sino que son capaces de
expresar y manifestar sus emociones y afectos con naturalidad. Ellos, al igual que
las mujeres, tienen la capacidad de ser sensibles y afectuosos. Muchas veces
ellos reciben mensajes de la familia, la escuela, los medios de comunicación, que
les impiden desarrollar esta capacidad. Es necesario superar estos mensajes para
poder desarrollar todas las capacidades que tienen como seres humanos.

• El lavado vaginal después de la relación sexual es un método eficaz para evitar


el embarazo.

Mito: el lavarse después de haber tenido relaciones sexuales o el tomar agüitas de


hierba, no evita la posibilidad de que ocurra un embarazo. Los métodos efectivos
para evitar el embarazo se basan en datos y técnicas científicamente probadas y
que la pareja debe conocer antes de tener la relación sexual.

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• Cuidarse “por las fechas” (método del calendario) no es recomendable para


evitar el embarazo.

Realidad: dado que la mujer puede tener ciclos más largos o más cortos, el
cuidarse por las fechas se considera muy arriesgado pues ella no puede anticipar
si su ciclo va a ser regular y exacto de 28 días. Cualquier variación en él, echa por
tierra todos los cálculos de fechas que se hayan podido hacer.

• Durante la menstruación la mujer no debe practicar deportes, o lavarse el pelo,


porque si lo hace se le puede cortar la regla.

Mito: durante su menstruación, o regla, la mujer puede realizar todas las


actividades que desee en forma normal y natural. Los cuidados que ella deberá
tener tienen que ver con mantener su higiene personal, por lo que el bañarse,
lavarse el pelo, etc. Durante la regla son acciones recomendadas. Sólo en caso de
que sienta molestias específicas, puede disminuir la actividad deportiva y tomar
algún analgésico.

• Las eyaculaciones o emisiones nocturnas son absolutamente normales en los


varones.

Realidad: a partir del fin de la pubertad (13-14 años aproximadamente) es natural


que los muchachos tengan eyaculaciones espontáneas durante los sueños. Esto
es un signo que habla de la maduración sexual-biológica que están
experimentando. Esta experiencia se relaciona con el inicio de la menstruación, en
la caso de las muchachas. Ambas situaciones indican que muchachos y
muchachas han logrado un desarrollo biológico que les da la capacidad de
reproducirse.

Sin embargo, cabe aclarar que la capacidad para hacerse responsables de poder
procrear no se limita sólo a lo biológico, sino que requiere de una maduración
psicológica, social y valórica, que permita asumir la responsabilidad que implica la
maternidad y paternidad.

• La falta de himen en la mujer es la prueba de que ella ya no es virgen.

Mito: el himen es una membrana muy delgada y frágil que se encuentra a la


entrada de la vagina de la mujer. El que una mujer no lo tenga o se le haya
perforado no es un signo de que ella ya haya tenido relaciones sexuales. Un
ejercicio físico, una maniobra brusca o un accidente pueden hacer que se rompa;
también hay mujeres que tienen el himen perforado desde su nacimiento y nunca
han tenido relaciones sexuales. La mujer debe valorar y cuidar su sexualidad más
allá de los mitos que existan en torno a ella.

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• Si la mujer no sangra en su primera relación sexual, quiere decir que no es


virgen.

Mito: el sangrado durante la primera relación sexual tampoco es un signo de


virginidad. Si ha habido una buena estimulación y lubricación vaginal en los
momentos previos a la penetración, no tendría por qué haber sangrado ni dolor de
ningún tipo. Esto podría llegar a ocurrir cuando no ha habido una buena
preparación y estimulación, produciéndose algún tipo de sangrado o dolor
producto del roce o de la tensión con que se esté viviendo la relación sexual.

• El embarazo precoz afecta la posibilidad de los adolescentes de mejorar sus


condiciones educativa, económica y social.

Realidad: está comprobado que un embarazo durante la adolescencia afecta las


posibilidades de que la mujer, y el varón cuando lo asume, logre desarrollar todas
sus potencialidades en el ámbito de lo educativo, del desarrollo social y su
capacidad para lograr la independencia económica.

Ello implica la interrupción de un proceso de crecimiento y desarrollo y el poder


proyectarse en la vida, poniéndose metas, apropiadas a la edad, que les permitan
realizarse en la vida adulta. Está claro que, desde todo punto de vista, no es
recomendable la experiencia de un embarazo durante la adolescencia, sin
embargo, si ello ocurre se deberá velar por acoger la vida del niño o niña que está
por nacer y procurar que los padres adolescentes cuenten con el apoyo
económico y afectivo para poder asumir con responsabilidad su maternidad y
paternidad.

• Es común que durante la adolescencia se acceda a “dar la prueba de amor”, por


miedo a ser abandonados por la pareja.

Realidad: con frecuencia los adolescentes declaran haber tenido relaciones


sexuales porque “si no lo hacía mi pareja me dejaría”, o bien porque los demás
iban a pensar de que no era suficientemente hombre o mujer, o porque todos en el
grupo lo han hecho “y no podía quedarme atrás”.

Todas estas son ideas que lejos de permitir que los adolescentes puedan valorar y
vivir su sexualidad de forma integral, los empujan a responder a los miedos y las
presiones de otros.

Lo recomendable es que ellos puedan vivir la sexualidad en la pareja dentro de un


proceso de conocimiento y comunicación mutua sobre las inquietudes, las
sensaciones y expresiones del cariño y amor que se tienen, junto con sus valores
y decisiones sobre cómo enfrentar el tema de las relaciones sexuales.

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• Todo contacto físico con la pareja lleva necesariamente a la relación sexual.

Mito: el contacto físico es algo esencial entre los seres humanos. Besarse,
abrazarse, etc. forman parte de la relación normal de cualquier pareja y no
necesariamente es provocador de una relación sexual. La posibilidad de tener una
relación sexual está dada por la intención o deseo de uno o ambos miembros de la
pareja, cuando se da un ambiente más íntimo que propicia el deseo sexual. Si la
pareja es consciente de ello, podrá darse cuenta de cuáles son los momentos,
lugares o situaciones en que ellos están más proclives a que se dé la relación
sexual, y cuáles no. De esta manera podrán manejar la situación.

• El embarazarse no sirve para mejorar la relación de pareja.

Realidad: muchas veces las adolescentes creen que si se embarazan el pololo no


las va a dejar, o va a ser más cariñoso y atento con ellas, etc. La verdad es que no
es a través de un embarazo que la relación vaya a mejorar o se puedan conseguir
los cambios que se desean en el otro. Para ello se necesita que la pareja converse
acerca de sus necesidades de afecto, de las formas de demostrarse el cariño y
enfrente las dificultades que pueda estar viviendo, aún si esto lleve a terminar el
pololeo. En este caso, el embarazo, lejos de unir a la pareja, puede transformarse
en una situación de angustia y dolor que provoque el efecto que se desea evitar, e
involucre injustamente a un tercero –el hijo o hija que estaría por venir- en un
ambiente de sufrimiento y tensión.

• El VIH-SIDA se contagia sólo si se tiene relaciones sexuales con homosexuales


o prostitutas.

Mito: cualquier persona que sea portadora del VIH (virus de inmunodeficiencia
humana) lo puede transmitir a otra a través de la relación sexual, a través del
intercambio de sangre por medio de una jeringa que contiene sangre de un
portador o portadora, a través de la placenta de la madre portadora, etc. La
posibilidad de transmitir el virus no tiene que ver ni con la condición social, la
situación económica, la orientación sexual u otro; basta que la persona tenga
alguna práctica de riesgo para que ello pueda ocurrir.

• Hoy en día hombres y mujeres pueden compartir las tareas domésticas y fuera
del hogar.

Realidad: hombres y mujeres somos diferentes en cuanto a características físicas


y biológicas: el cuerpo, el embarazo, algunas características de la personalidad,
etc., Pero no nos diferenciamos en cuanto a lo que somos capaces de hacer. Una
de las capacidades y desafíos más fascinantes del ser hombre y mujer tiene que
ver con el poder complementarnos. Por lo tanto en la vida cotidiana, en el
quehacer diario hombres y mujeres podemos asumir distintas tareas de manera

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conjunta y en un espíritu de mutua colaboración. El que los varones realicen


tareas domésticas no los hace menos hombrecitos; en ese mismo sentido, el que
las mujeres tengan puestos de trabajo directivos o realicen labores que
tradicionalmente han sido asignadas a los hombres, no las hace menos
femeninas.

Educación sexual

Educación para la sexualidad: derecho de adolescentes y jóvenes, y


condición para su desarrollo
La sexualidad es una dimensión constitutiva del ser humano, que se construye y
se vive durante toda la vida, desde nuestro nacimiento. Es mucho más que
relaciones sexuales o genitalidad; es la construcción que hacemos de nosotros
mismos como hombres o como mujeres, a lo largo de nuestro proceso de
desarrollo. Es una condición inherente a todos los seres humanos, y se constituye
en un derecho cuyo disfrute debe ser garantizado por todas las sociedades.

Los derechos y la salud sexual y reproductiva de adolescentes fueron ubicados en


la agenda internacional desde la Conferencia Internacional de Población y
Desarrollo, celebrada en El Cairo en 1994. El Plan de Acción resultante reconoce y
aboga para que los países del mundo den respuestas adecuadas a las
necesidades específicas de adolescentes y jóvenes frente a las dimensiones de la
sexualidad y la reproducción, abordándolas desde la perspectiva de los derechos
humanos, sexuales y reproductivos, y no solo desde el riesgo o la enfermedad. Y
aún más allá del terreno de la salud sexual y reproductiva, la concepción de la
sexualidad es entendida como una dimensión del desarrollo y bienestar de los y
las adolescentes, que se nutre del entorno personal, familiar, social y cultural, a la
vez que influye sobre él y lo transforma.

Por su parte, la Conferencia del Milenio, celebrada en el año 2000, sitúa a la salud
sexual y reproductiva como uno de los grandes retos de la humanidad, y como un
indicador del desarrollo de los países. Es así, que su objetivo central de avanzar
en la superación de la pobreza se desagrega en otros objetivos primarios como la
maternidad segura, la prevención del VIH/Sida, la igualdad entre los géneros -
incluida la eliminación de la violencia y/o discriminación contra la mujer-, y la
educación primaria universal, entre otros. Que un país garantice que sus niños,
niñas, adolescentes, jóvenes y adultos puedan construir de manera saludable,
autónoma y enriquecedora sus vivencias de la sexualidad, es una expresión de
cuánto ha avanzado en el respeto y garantía de los derechos humanos, y en la
creación de condiciones para un desarrollo sostenible y humanizador.

A partir de este marco internacional, promover la salud sexual y reproductiva es


imperioso para el desarrollo de los individuos y las sociedades, cuando se mira a
la luz del respeto y garantía de los derechos sexuales y reproductivos, que son la
concreción de los derechos humanos universales en el terreno de la sexualidad.

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Los principios de los derechos sexuales y reproductivos, así como de los derechos
humanos, son la dignidad, la libertad y la igualdad, que se traducen en la
posibilidad de que cada persona defina y construya su identidad individual y sexual
así como las formas de vivir su sexualidad de manera autónoma, a partir del
reconocimiento de sus propios derechos y de aquellos de quienes la rodean.

Algunos de los derechos sexuales y reproductivos son: el derecho a decidir libre y


responsablemente tener o no hijos; a recibir servicios de atención en salud sexual
y reproductiva integrales y de calidad sin importar la edad, sexo, orientación sexual
o estado civil; a recibir información y educación sobre la sexualidad; a la intimidad,
la libertad, la integridad y la dignidad; y a no sufrir violencia o coerción de ningún
tipo.

El derecho a la educación sexual


El derecho a la educación sexual integral forma parte de los derechos sexuales y
reproductivos, reconocidos por Colombia a través de diversos instrumentos
normativos, incluyendo la Política Nacional de Salud Sexual y Reproductiva.

La educación sexual es "el proceso vital mediante el cual se adquieren y


transforman, formal e informalmente, los conocimientos, las actitudes y los valores
respecto de la sexualidad en todas sus manifestaciones, que incluyen desde los
aspectos biológicos y aquellos relativos a la reproducción, hasta todos los
asociados al erotismo, la identidad, y las representaciones sociales de los
mismos".¹

Así como la sexualidad misma, la educación sexual es un proceso que se inicia


con el nacimiento y dura toda la vida. Puede darse de manera consciente y
sistemática, con objetivos e intenciones definidas y compartidas por todos y todas
(por ejemplo, en las instituciones educativas que han definido una propuesta clara
de educación para la sexualidad), o a través de la cultura y las tradiciones (por la
vía de la socialización de conocimientos, actitudes y prácticas comunes a un grupo
social o a la sociedad en su conjunto).

En este sentido, educar o no para la sexualidad no es una elección, pues siempre


estamos educando para la sexualidad, desde la escuela, la familia y el resto de las
instituciones y espacios sociales, de manera consciente o inconsciente, explícita o
implícita, adecuada y positiva, o inadecuada y negativa. Por ello, la decisión que
nos corresponde es educar adecuadamente para una vivencia de la sexualidad
sana, responsable, informada y constructiva.

Educar la sexualidad es mucho más que transmitir conocimientos e información


acerca de la sexualidad y la reproducción. No basta con enseñar las
características biológicas de hombres y mujeres, o los métodos para prevenir un
embarazo. Educar para la sexualidad es precisamente brindar herramientas
conceptuales, actitudinales, comunicativas y valorativas que permitan a los
adolescentes tomar decisiones con relación a su sexualidad que se correspondan
con lo que quieren, sueñan y esperan de su realidad.
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"La educación sexual debe ser entendida como un derecho de la niñez, la juventud
y la población en general. Ya que la sexualidad es educable y forma parte del
potencial humano a desarrollar en la niñez y en la juventud, una educación que no
incluya la educación sexual, simplemente no puede llamarse educación integral".²

En este sentido, el PESCC ha sido diseñado por el Ministerio de Educación


Nacional, en conjunto con el Fondo de Población de las Naciones Unidas,
precisamente para dar respuestas a los desafíos que enfrenta Colombia frente a la
necesidad de formar y educar para la sexualidad a sus niños, niñas, adolescentes
y jóvenes, no solo para hacer frente a algunas problemáticas asociadas al ejercicio
de la sexualidad -como el embarazo en la adolescencia o las infecciones de
trasmisión y el VIH-, sino para garantizar una educación integral y de calidad, que
impulse la consolidación de ciudadanos y ciudadanas que ejerzan todos sus
derechos, entre ellos, los sexuales y reproductivos.

Contar con un Programa Nacional de Educación para la Sexualidad y


Construcción de Ciudadanía es un gran paso para Colombia, en el camino hacia la
garantía de condiciones favorables para el desarrollo de niños, niñas y
adolescentes, y una experiencia a ser seguida de cerca por el resto de los países
de la región latinoamericana.

¹ Hablemos de Educación y salud sexual. Manual para profesionales de la


educación. Información, herramientas y recursos. Esther Corona Vargas y Gema
Ortiz M. (compiladoras). Fondo de Población de las Naciones Unidas, México,
2003.

² Ibid.

(*) Representante del Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas (UNFPA) en


Colombia

Cuatro llaves para fortalecer el bienestar de los y las adolescentes


Un mundo adaptado a los adolescentes y jóvenes es un mundo en el cual sus
derechos son promovidos y protegidos. Es un mundo donde los jóvenes y las
jóvenes tienen iguales y óptimas oportunidades para desarrollar sus plenos
potenciales, para expresarse libremente por sí mismos y ver sus opiniones
respetadas, y para vivir libres de la pobreza, de la discriminación y de la violencia,
Thoraya Obaid, Directora Ejecutiva del Fondo de Población de la Naciones
Unidas.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas, en su misión de promover el


desarrollo de adolescentes, jóvenes, mujeres y hombres, a través de la promoción
de sus derechos sexuales y reproductivos, y la igualdad de género, ha
desarrollado un marco de acción, compuesto por 4 "llaves" para guiar y fortalecer
el trabajo en pro del bienestar de los y las adolescentes.¹

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Primera llave:
La implementación de políticas públicas focalizadas hacia adolescentes y jóvenes,
adaptando planes y programas de desarrollo y de reducción de la pobreza, que
entiendan y asuman las diferencias y la heterogeneidad de este grupo de
población.

Segunda llave:
El fortalecimiento de una educación basada en habilidades para la vida, que
favorezca desde la niñez las potencialidades de hombres y mujeres para poner en
práctica conocimientos, valores y actitudes, fundamentalmente relacionados con el
ejercicio de su sexualidad y sus derechos.

El desarrollo de habilidades incluye: las sociales (para las relaciones


interpersonales, la comunicación, la empatía, la cooperación y el trabajo en
equipo); de pensamiento (autocuidado, toma de decisiones, pensamiento crítico y
creativo, elaboración de planes y metas) y de negociación (manejo y socialización
de emociones y sentimientos, asertividad en la construcción de consensos,
manejo de la presión de grupo).

Un tratamiento igualitario y equitativo de niños y niñas es fundamental para la


construcción de sexualidades sanas y enriquecedoras, que favorezcan relaciones
positivas y constructivas entre los géneros. Es vital que la educación impulse
herramientas pedagógicas para el empoderamiento de las niñas en el
reconocimiento y ejercicio de sus derechos, así como la construcción de
masculinidades en los niños, que estén basadas en el respeto a los derechos y la
igualdad de hombres y mujeres.

Tercera llave:
La promoción de un paquete esencial de servicios de salud sexual y reproductiva y
de insumos que incluyan, por lo menos, la disponibilidad y el acceso universal a la
anticoncepción, a la prevención del VIH y a los servicios de salud materna,
acompañados con procesos de asesoría y consejería adecuados a las
necesidades y expectativas de adolescentes.

El compromiso por hacer de los servicios en salud espacios amigables para


adolescentes y jóvenes, debe ser impulsado por las instituciones del Estado, como
garante de los derechos sexuales y reproductivos, y por adolescentes como
sujetos de estos derechos, sus familias y la sociedad en su conjunto.

Referentes bibliográficos

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