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Introducción
Todos los documentos que escriben los Papas, los obispos o teólogos de la
Iglesia se consideran una fuente importante en la doctrina social cristiana. Podemos
encontrar diversos documentos como cartas encíclicas, exhortaciones apostólicas,
constituciones apostólicas, cartas apostólicas, bulas, breves, documentos conciliares,
conferencias episcopales, etc.
Los documentos a los que más haremos referencia en el desarrollo del curso son las
Encíclicas, algunas exhortaciones apostólicas, documentos conciliares y conferencias
episcopales. Todos ellos contienen la reflexión de la Iglesia en materia de doctrina social y
nos ayudarán a discernir sobre los principios de reflexión, directrices de acción y criterios
de juicio que deben guiar nuestra práctica cristiana en el mundo en el que nos
desenvolvemos. Cada documento es el fruto de la reflexión de la Iglesia, y brota del
encuentro entre la realidad social a la que nos enfrentamos y el mensaje evangélico que
promovemos.
En la antigua iglesia cristiana, una encíclica era una carta circular enviada a todas las
Iglesias de una zona. En nuestros tiempos una encíclica, en el sentido más estricto, es una
carta solemne, que versa generalmente sobre un aspecto de la doctrina católica, y que el
Papa dirige a todos los obispos y fieles católicos de todo el mundo.
La palabra proviene del latín “encyclia” y del griego “egkyklios” que significa “envolver en
círculo”. La primera encíclica de la historia de la Iglesia fue escrita por el papa Benedicto
XIV en 1766. Uno de los papas más prolíficos en encíclicas fue León XIII (1878 - 1903)
que escribió 86 encíclicas. La última encíclica escrita es “Laudato Si” del Papa Francisco,
publicada en 2015. Las encíclicas en general se proponen: a) enseñar algún tema doctrinal o
moral (doctrinales - sociales) b) avivar la devoción (exhortatorias) c) condenar errores e
informar a los fieles sobre peligros para la fe, procedentes de corrientes culturales,
amenazas del gobierno, etc. (disciplinares - doctrinales)
En nuestro estudio tendremos en cuenta las encíclicas sociales, que contienen la enseñanza
en materia de moral social. El documento Conciliar de mayor trascendencia en nuestro
tiempo es el Concilio Vaticano II. Documento que es el resultado del Concilio que se llevó
a cabo entre los años 1962-1965 y que tiene Constituciones, decretos y exhortaciones, entre
ellas la más importante en materia de doctrina social es la Constitución Pastoral Gaudium et
Spes. Además también fruto de la reflexión de las diversas conferencias episcopales
latinoamericanas, hay documentos que son importantes tales como: Medellín (1968), Puebla
(1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2009)
encíclicas sociales
Las encíclicas sociales son documentos del magisterio ordinario de la Iglesia, que desde
finales del siglo XIX han enriquecido la tradición de la Iglesia; siendo articuladas en
diferentes maneras y aplicadas a varios problemas, el corazón de las enseñanzas de los
papas ha sido la defensa de la persona humana creada a imagen de Dios.
Cada encíclica social versará sobre las diversas problemáticas sociales, políticas,
económicas, culturales, ecológicas del tiempo en el que son publicadas. Y de ellas también
brotarán principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción que nos puedan
llevar a un mundo más solidario, fraterno y justo.
La primera encíclica social publicada fue la Rerum Novarum, publicada en 1891 por el papa
León XIII, esta encíclica social es la que da el acta de nacimiento de la Doctrina Social de la
Iglesia de manera oficial.
A continuación presentamos una línea del tiempo con las diferentes encíclicas sociales a
tener en cuenta para su estudio. Como dijimos anteriormente, cada encíclica social responde
al tiempo en el que fueron escritas, por eso se presentan algunos de los eventos más
importantes en los diversos contextos históricos
A mediados del S. XVIII y comienzos del XIX en Inglaterra se inició una radical y vigorosa
transformación de su industria y comercio: a través de un proceso de aplicación técnica de
la física mecánica en la producción (especialmente cuando comienza a utilizarse como
energía el vapor de agua) y debido a la enorme existencia de materias primas
(especialmente de sus colonias) todo esto permitió un aumento enorme de productividad por
trabajador. El uso de la máquina fue un salto en la productividad.
En consecuencia esta revolución dio lugar a grandes cambios en la sociedad a todo nivel, a
grandes rasgos podemos mencionar los siguientes:
A la Iglesia le costó mucho pasar del mundo medieval al mundo moderno. Hasta antes del
cambio, estaba acostumbrada a una sociedad donde había un orden establecido, que estaba
explicitada por la tradición eclesial. Disponía de normas y usos que desde siempre habían
funcionado en la vida social, política y económica. Por eso les resultaba casi imposible
imaginarse y menos aceptar que el orden social era construcción humana y que podía
cambiar, que se podía elegir a sus representantes para que los gobernaran.
La Iglesia hasta el S. XVIII “combatía las nuevas ideas racionalistas y liberales acusando a
los libre pensadores de ser viciosos, de subvertir el orden social y político querido por
Dios, el que se expresa en la Revelación y que da a conocer e interpretar la
Iglesia. Anatemiza a quienes osaron insinuar que la Iglesia, debería estar separada del
Estado, afirmando que la autoridad pública, al proteger a la Iglesia, se protege a sí misma,
porque la fe y la moral cristiana disciplinan a los pueblos y a las personas, enseñándoles a
respetar y obedecer a las legítimas autoridades ‘porque la autoridad viene de Dios’ (Rom
13, 1ss). Fundamentalmente condena la autonomía de la razón que para afirmarse
necesitaba negar la Revelación y su posibilidad, y también la construcción de un orden
social político autónomo de la moral cristiana”[2].
[1] Pero este cambio fue acompañado de persecución y violencia contra la Iglesia, basta
recordar los santos y nuevas órdenes que surgieron en plena revolución francesa:
Chaminade, Champagnat, etc
El Sílabo
El Sílabo, catálogo de 80 proposiciones, en ellas la Iglesia condena el espíritu de una época,
el espíritu laicista moderno. El sílabo o colección de errores modernos, es sacado de varias
Alocuciones, Encíclicas y Cartas del Papa Pío IX y se publicó junto con la Bula Quanta
Cura, el 8 de diciembre de 1864.
El Papa Gregorio XVI (predecesor de Pío IX) en su encíclica “Mirari Vos” (1832) condenó
los males presentes: el indiferentismo religioso, del que provenían la mayoría de los males;
la libertad de conciencia que llevaba a un libertinaje. Se condenó también la libertad de
imprenta y toda acción que intentara cambiar a las autoridades legítimas. Sin embargo, éste
fue el Papa que en 1831 reconoció la independencia de los países de América Latina y
nombró Obispos en las sedes vacantes de este continente.
Con la reunificación italiana, el Papa Pío IX (que gobernó de 1846 a 1878) de un inicio
auspicioso y con “apertura al mundo moderno”, sufrió una profunda transformación interna
en 1848. Debió huir de Roma refugiándose en el Reino de Nápoles. Dos años duró la
reconquista de los Estados papales, y el Papa después de esta dura experiencia, condenó con
todas sus fuerzas el régimen liberal moderno, la separación Iglesia-Estado, las libertades
civiles, conciencia, culto, imprenta, reunión y las libertades políticas.
La Iglesia del S. XIX fue en general, una Iglesia que vivió aislada: vivió sin estados
pontificios, sin estatuto jurídico público, sin reconocimiento internacional, en total fueron
60 años (1870-1929) que se desenvolvió en una situación jurídica ambigua y compleja.
En Italia hacia 1827 nacen las obras asistenciales de Cottolungo para albergar y cuidar
enfermos, huérfanos y desamparados. En 1873 las obras asistenciales educativas, para
ayudar a muchachos pobres, de Don Bosco otro gran ejemplo. Y es necesario mencionar a
Leonardo Murialdo (1828-1900) quien (después de colaborar con Don Bosco) en el
contacto con los jóvenes obreros sintió la necesidad de crear para ellos y para los
trabajadores adultos ASOCIACIONES que luego serían “Unión de Obreros Católicos”. De
allí que se le considere un gran propulsor de las Uniones Obreras Católicas.
En Alemania surgen las Gesellenverein, que eran sociedades de formación y asistencia a
los obreros aprendices que experimentaban un gran desarrollo bajo la dirección de A.
Kolping.
Ya en estos años (1869) Mons. Ketteler hablaba de problemas que todavía hoy sufrimos.
“La libertad de comercio, de trabajo y de circulación, al hacer caer las barreras del
proteccionismo, ha aumentado el poder del capital que, aliado con las máquinas y ayudado
por el principio de la división del trabajo y por la facilidad de transportes, se ha convertido
en dueño absoluto; hasta tal punto que no sólo el obrero, sino incluso el pequeño
empresario y el pequeño comerciante, abandonados a sus propias fuerzas, no pueden
sostener la lucha contra los grandes capitales acumulados Obligados pues a renunciar a
su independencia, tienen que adaptarse a trabajar como obreros, trabajando a jornal o a
destajos”[2].
Ketteler acerca del salario tenía una visión que después sería recogida por la D.S.I.
“... El salario no se regula de acuerdo con el mérito ni con las necesidades reales de la
vida. Salvo raras excepciones, el obrero no tiene esperanzas de levantarse del pobre
estado en que se encuentra. En la atmósfera material que envuelve al mundo industrial
moderno, es contado como una mercancía más...”[3].
Todo este esfuerzo de respuesta desde la fe de los católicos, fructifica en la Encíclica Rerum
Novarum de León XIII.
Con estos antecedentes tan conflictivos y auspiciosos a la vez, es como la Doctrina Social
de la Iglesia, comienza su andadura en la historia y en el mundo. Esta Doctrina Social de la
Iglesia se materializa en las encíclicas sociales y los Papas y Obispos, se hacen
especialmente conscientes que también es parte de su misión propia, intervenir con sus
enseñanzas en las cuestiones sociales de su tiempo.
Tomando en cuenta como punto central y de quiebre el Concilio Vaticano II, vamos a
clasificar las encíclica sociales: en pre-conciliares, conciliares y post-conciliares.