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Mateo 15:29-31
S í, Dios sabe por qué algunos tienen que sufrir, sin duda él
elige lo que es mejor para ellos. Pero el Salvador recibe con
profunda compasión a cada uno que viene a él, y rápidamente los
ciegos ven, los mudos hablan, y los cojos reciben pleno uso de sus
extremidades. Recordemos esto. Todos los que vinieron y todos los
que trajeron a los enfermos y lisiados ante Jesús, tuvieron
bastante fe y esperanza. Mucho más de la que tenemos nosotros. Y
en su misericordia infinita Jesús los sanó a todos.
Johann Christoph
Blumhardt fue un teólogo alemán
luterano y padre de Christoph
Blumhardt. El Blumhardt mayor
estudió para el ministerio luterano
y, después de unos años
enseñando en una escuela de
capacitación de misioneros, se hizo
pastor en Möttlingen, un pueblo
casi desconocido de Württemberg
en el sur de Alemania. Su carrera
transcurrió sin novedad hasta que,
en 1842, tuvo que asistir a una
parroquiana joven, Gottlieben
Dittus, quien sufría de algún tipo de
trastorno nervioso severo y cuya casa era asediada por extraños
fenómenos psíquicos. Blumhardt decidió que el caso era igual
que aquellos descritos en el Nuevo Testamento como posesión
de demonios. Después de dos meses de cuidado pastoral y
reserva reverente, descubriendo que él no tenía ninguna
sabiduría ni ningún poder que pudiera ayudarla, él y la joven
oraron juntos: “Señor Jesús, ayúdanos. Hemos visto suficiente
de lo que hace el diablo; ahora queremos ver qué puede hacer
el Señor Jesús.” Esta batalla de oración continuó casi dos años
sin que nada mejorara; las cosas se empeoraron, si cambiaron.
Por fin llegó el momento crítico. Cuando las oraciones de
Blumhart y los problemas de la joven llegaron a un clímax, la
hermana de Gottlieben (quien recientemente había sufrido
también de ataques demoníacos), pronunció en voz extraña,
“¡Jesús es el Venc edor!”—y se terminó todo. Luego Gottlieben
se convirtió en empleada de los Blumhardt y vivió con ellos por
el resto de su vida; nunca más sufrió de ataques. Blumhardt
creyó que la voz era de los vencidos demonios expulsados en
ese momento. En lugar de proponer el sensacionalismo o un
culto a la personalidad centrado en él y las jóvenes,
frecuentemente tomó medidas para reprimir o enfrenar estas
tendencias. No obstante, se decía que pasaron cosas
sumamente extrañas y maravillosas. La victoria de Jesús en la
vida de la joven demente desencadenó de inmediato lo que hoy
día se llamaría un renacimiento; se relata que transformó el
pueblo entero de Möttlingen y atrajo gente de todas partes de la
región. Se cuenta de muchas ocurrencias de sanidad,
conversiones de algunos oponentes más decididos y
transformaciones radicales de vidas y caracteres. Matrimonios
fueron salvados, enemigos reconciliados y hubo una efusión de
fervor evangélico.
Como era de esperar, tales acontecimientos levantaron
críticas de muchas autoridades eclesiales. La visión del
cristianismo que poseía Blumhardt era más grande de lo que las
instituciones religiosas podían soportar. Por eso, algunos años
después, las presiones hacia la conformidad religiosa en
Möttlingen habían llegado a ser tan constrictivas, que Blumhardt
renunció su oficina pastoral y, en efecto, su conexión formal con
la Iglesia Reformada. Se mudó a Bad Boll, poco lejos de su
pasado hogar, donde compró un spa y hotel vacío y lo
transformó en un tipo de centro de retiro, un lugar dónde pasar
etapas de descanso, meditación y estudio y recibir consejos
pastorales—y un lugar donde Blumhardt podía trabajar según la
dirección de Dios. Él continuó esta obra hasta su muerte en
1880.