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Camilo Fernández Cozman

SIETE CARACTERÍSTICAS DE LA POESÍA MODERNA


enero 25, 2007

La primera característica que podemos enunciar es que la


poesía moderna (desde Charles Baudelaire hasta
nuestros días) no tiene un espíritu didáctico, es decir,
poemarios como Las flores del mal o Trilce no poseen
como uno de sus objetivos centrales enseñar valores o
actitudes al lector. En ese sentido, se aleja del principio
de Horacio de unir lo agradable a lo útil[1] para
propugnar una escritura sugerente que jamás subestima
la capacidad interpretativa del lector.

Un segundo rasgo constituye el hecho de que el poeta


moderno es siempre un operador de lenguaje y, en
consecuencia, manifiesta una actitud crítica. Vale decir, al
manipular el lenguaje el poeta revela una conciencia
crítica en relación con la relectura de la tradición literaria.
Esta particularidad que ya había aparecido anteriormente
(por ejemplo, en la literatura de la Edad de Oro con
Góngora o Quevedo), se intensifica en el contexto de la
modernidad. En otras palabras, el poema moderno está
hecho con palabras dispuestas en un orden determinado
y no tanto con ideas; por eso, el texto poético no admite
una paráfrasis empobrecedora sino una lectura que
ponga de relieve la autonomía del discurso literario.
Una tercera particularidad radica en el papel del
significante en la poesía moderna. Allí, el significante
tiene una cierta autonomía en relación con el significado,
fenómeno que se evidencia en las jitanjáforas, en los
caligramas o en los poemas donde el componente
fonológico adquiere importancia sin remitir directamente
a un determinado significado. En algunos casos, los
poetas crean nuevos significantes: "altazor", "trilce", por
ejemplo. Así se cuestiona una racionalidad utilitarista que
reduce el lenguaje al de mero instrumento comunicativo
y que empobrece, por lo tanto, su riqueza fonológica o
expresiva.

Este trabajo con el significante nos lleva a una cuarta


característica: la especialización, en el ámbito de la
modernidad, del trabajo del creador. No cabe duda de
que hay muy importantes antecedentes: Góngora,
verbigracia, era un especialista y conocedor de su arte.
Sin embargo, la modernidad implicó un sostenido proceso
de especialización del trabajo que influyó en el campo de
la poesía. El poeta se convierte en un especialista, pues
domina el ritmo, la métrica, la disposición gráfica, la
prosodia, etc. Rubén Darío y Stéphane Mallarmé son
ejemplos muy claros de este proceso.

El quinto rasgo se puede expresar de la siguiente forma:


hay una tendencia al cruce de géneros y de estructuras
en la poesía moderna. Tenemos poesía "teatral" (T.S.
Eliot), poemas en prosa (Rimbaud), poesía polifónica
(Pound, poetas beatniks), caligramas (Apollinaire,
Huidobro), escritura prosaísta (grupo Hora Zero en el
Perú), poemas elaborados a partir de un collage de citas
("En defensa de César Vallejo y los poetas jóvenes", de
Antonio Cisneros
[2]), textos cercanos al panfleto político-
partidario (Canto general, de Neruda),
entre otras posibilidades.

La sexta particularidad la tomamos


de Estructura de la lírica moderna, de Hugo
Friedrich. En efecto, él habla de la
disonancia de la poesía moderna[3]. En
otras palabras, el poema en el contexto de
la modernidad manifiesta una cierta
tendencia al hermetismo (Rimbaud,
Mallarmé, Vallejo, Eguren, Adán, por
ejemplo) y a la oscuridad deliberada.
Disonancia quiere decir, en este caso, que
se une el hechizo a lo ininteligible. Por
consiguiente, el texto poético gusta y
"hechiza" al lector, pero este último no
puede fácilmente descifrar el sentido del
mismo. Pareciera que la significación del
poema se escapara y se resistiera al
proceso de desambiguación.

La séptima característica ha sido sugerida


por Umberto Eco[4]y consiste en que el
poema moderno formula la poética de la
obra abierta porque presupone un lector
activo que construya la significación
discursiva y sea un libre ejecutante que
llene los vacíos dejados por el texto poético.
El poema moderno no es una obra cerrada
sino que posibilita que el lector se
autoasuma "como un sujeto que realiza una
improvisación creadora de 'infinitas'
posiblidades de significación"[5].

Indudablemente, estas siete características


no se cumplen en todos los poetas desde
Baudelaire hasta nuestros días, pero
pueden servir de punto de partida o de
hipótesis para una reflexión sobre la poesía
moderna.

NOTAS
[1]. "Los poetas quieren ser útiles o deleitar
o decir a la vez cosas agradables y
adecuadas a la vida. Cualquier precepto que
se dé, que sea breve, para que los espíritus
dóciles capten las cosas dichas de una
forma concisa y las retengan con facilidad".
Aristóteles [y] Horacio. Artes poéticas.
Madrid, Taurus, 1992; p. 140.
[2]. Cisneros, Antonio. Poesía reunida.
Lima, Editora Perú, 1996; p. 111. Se trata
de un poema de Agua que no has de
beber (1971).
[3]. Cf. Friedrich, Hugo. Estructura de la
lírica moderna. Barcelona, Seix Barral,
1974.
[4]. Cf. Eco, Umberto. Obra
abierta. México, Ed. Origen/Planeta, 1985.
[5]. Fernández Cozman, Camilo. Las huellas
del aura. La poética de J.E. Eielson. Lima-
Berkeley, Latinoamericana Editores, 1996;
p. 88. (Se trata de una paráfrasis de las
ideas de Eco). En este libro desarrollo con
mayor detalle la poética de la obra abierta.
[6]. Marchese, Angelo [y] Joaquín
Forradellas. Op. cit., p. 217.
[7]. Voloshinov, Valentin N. El signo
ideológico y la filosofía del lenguaje. Buenos
Aires, Nueva Visión, 1976; p. 108.
[8]. La expresión es de Julia Kristeva.
Véase el Diccionario de retórica, crítica
y terminología literarias, de Angelo
Marchese y Joaquín Forradellas. Barcelona,
Ed. Ariel, 1989, p. 217.

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