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El autor plantea seis hipótesis que nos pueden ayudar a comprender a las nuevas culturas
juveniles y afrontar y repensar el rol del docente y la escuela. En la primera hipótesis afirma que
existe una gran distancia entre los adultos y los adolescentes y que para comunicarnos debemos
conocer y aceptar su mundo; entender que ellos frecuentan otros espacios donde intercambian
conocimientos; por ello, la escuela debe ser un lugar de intersección entre los distintos tipos de
saberes y no considerarse un único lugar legítimo para transmitir el conocimientos; y el rol
docente debe ir más allá de transmisores de conocimientos, deben ser: cruzadores de fronteras.
Por medio de la segunda hipótesis, el autor, considera que el desarrollo cultural del siglo XXI se
basa en la articulación de la oralidad básica, la lectoescritura y la oralidad secundaria, la visualidad
electrónica. No es nada fácil combinar dos tipos tan distintos de comunicación, pero la escuela y el
docente deben lograr trabajar con una variedad de formas cognitivas y representacionales.
Con respecto a esto último mencionamos que es necesario que se desarrollen criterios y
estrategias para el uso eficaz y significativo de la información que nos ofrecen las TIC´s; es decir,
entender que ya no se trata de ampliar el acceso a los equipos informáticos o de tener una
conexión a Internet, si no de la apropiación individual y social de la información disponible a través
de las nuevas tecnologías. Nos estamos refiriendo a la necesidad del proceso de Alfabetización
Informacional, para contrarrestar la brecha digital. Solucionar la brecha digital hoy, entonces no
significa simplemente que las personas que no tienen acceso a las tecnologías de información, lo
tengan, si no, pensar en la sustentabilidad de ese acceso, su conocimiento y en la ampliación de la
enseñanza del uso de las mismas. En este aspecto la escuela y los docentes deben cumplir un rol
protagónico.