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EN UNA LEJANA GALAXIA, EL PACÍFICO PLANETA

LORIEN FUE DIEZMADO POR LOS BRUTALES


MOGADORIANOS.

Los últimos sobrevivientes de Lorien —la garde— fueron enviados a la


Tierra cuando eran niños. Dispersos por los continentes, desarrollaron sus
legados y se prepararon para defender su nuevo mundo.
La garde frustró la invasión mogadoriana a la Tierra.
En el proceso, la garde cambió la naturaleza misma de la Tierra. Los
legados, los poderes extraordinarios provenientes del planeta Lorien,
comenzaron a manifestarse en los humanos.
Estos nuevos legados asustan a algunos humanos, mientras que otros
buscan maneras de manipular a los nuevos garde para su beneficio.
Y aunque los legados están destinados para proteger la Tierra, no todos
los garde utilizarán sus poderes para el bien.

YO SOY PITTACUS LORE.


AQUEL QUE REGISTRA LOS DESTINOS, CRONISTA DE LOS
LEGADOS.

YO CUENTO LAS HISTORIAS DE AQUELLOS QUE FORMAN


LOS MUNDOS.
Fandom Legacies

DUANPHEN OBSERVÓ AL MENDIGO MIENTRAS SE ESCURRÍA a


través del tráfico con su cubeta y un trapo. El chico no podía tener más de
doce años, era pequeño, con una mata grasienta de pelo negro. Eligió sus
autos inteligentemente: los brillantes con vidrios polarizados y pasajeros
borrachos. Salpicaba agua sucia en los parabrisas y se estiraba a través de los
cofres para limpiar de manera ineficaz, en su mayoría embarrando más
mugre. Los conductores bajaban sus ventanillas para maldecirlo, pero
generalmente cedían, le metían un billete en la mano para que se
fuera y encendían sus limpiaparabrisas.
Era pasada la medianoche y Royal City Avenue todavía latía con
vida. Las motocicletas pasaban a través del tráfico. Los clubbers1 borrachos
tropezaban por la calle. Las luces de neón parpadeaban al mismo tiempo con
la competencia de las líneas de bajo de los bares.
Duanphen se frotó la esposa alrededor de la muñeca que la sujetaba
al maletín del ejecutivo. El metal la irritaba. Al igual que este lugar.
Habían pasado tres meses desde la última vez que estuvo aquí. No lo
había extrañado.
El mendigo vio a Duanphen y su limosina. Bueno, no era su limusina,
precisamente —le pertenecía al ejecutivo; ella solo la estaba cuidando. La gran
limusina negra estaba odiosamente estacionada en doble fila frente a
un club donde las bailarinas a gogó se movían en las ventanas. El ejecutivo
estaba tan emocionado cuando vio el lugar que estaba prácticamente
babeando; solo tenían que detenerse. El resto del equipo de seguridad del
ejecutivo había ido en con él, pero no Duanphen. Ella era demasiado joven.
—Bonito auto —dijo el mendigo en tailandés mientras se detenía frente
a ella. Él extendió su mano, sosteniendo su trapo amenazantemente—. Sucio,
sin embargo. Por unos pocos dólares lo lavaré por ti.
Duanphen lo miró con frialdad.
—Vete.
El niño la miró, como si tratara de decidir si debía presionar su
suerte. A los diecisiete, Duanphen no era mucho mayor que él, a pesar de
que su mirada de acero la hacía parecer que sí. Medía más de un metro
ochenta y tres, su cuerpo de largas extremidades, igual que una navaja. Ella

1
Los clubbers son gente de la noche, que se mueven de clubs y pubs durante toda la
madrugada escuchando música electrónica.

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mantenía su cabello rapado y no usaba maquillaje, a excepción de un
delineador de ojos extra-oscuro. Su pequeña nariz era un
torcido zigzag; parecía como si se la hubieran borrado y redibujado.
—Te conozco —él dijo.
—No.
—Eres una prostituta —dijo con una sonrisa—. ¡No! Eso no es verdad.
¿Dónde te he visto?
—No importa —dijo Duanphen—. Piérdete.
El mendigo saltó en el aire cuando la verdad lo golpeó.
—¡Eres una peleadora! —dijo, sacudiendo su trapo hacia ella—. ¡Te
conozco! Eres la que hace trampa. La que…
Como por arte de magia, la cubeta del chico se inclinó hacia él y
derramó agua por la parte delantera de sus pantalones. Él jadeó y se calló,
mirando a Duanphen.
No era magia. Era telequinesis.
—Si me conoces —Duanphen dijo—, entonces sabes lo que haré
cuando se me acabe la paciencia.
El mendigo la miró con los ojos muy abiertos, y luego salió corriendo
entre la multitud con un grito. Duanphen frunció los labios. Llamarla
tramposa. ¿Qué sabía ese pequeño idiota sobre cualquier cosa?
Duanphen había estado en peleas de Muay Thai desde que tenía catorce
años, una necesidad para complementar la miseria que consiguió trabajando
sesenta horas en la fábrica de ropa, todo para pagar el alquiler en una pensión
infestada de cucarachas. Antes de que se desarrollaran sus legados, Duanphen
había perdido más peleas de las que había ganado, a menudo con el rostro
destrozado por muchachas que le doblaban la edad.
La telequinesis, la descubrió después de la invasión, volvió las peleas
más fáciles. Una patada asistida por aquí. Un golpe desviado por allá. Obtuvo
una racha ganadora. Empezó a apostarse a sí misma. La competencia se volvió
más difícil, pero su telequinesis se hizo más fuerte también.
No fue hasta que un oponente logró atraparla y la piel electrificada de
Duanphen se activó inesperadamente que los promotores de la pelea se dieron
cuenta. Llamaron a lo que ella había estado haciendo "robar" y le dieron a
elegir: pagar la deuda o morir. Consideró luchar para salir, pero tenían muchas
armas, y bloquear golpes no era lo mismo que detener balas.
Pronto se supo que la mafia local tenía una garde de alquiler. Así fue como
el ejecutivo la encontró. Él conocía a mucha gente. Era un hablador. Un
excelente negociador.
Eso es lo que lo hizo tan valioso para la Fundación.
La Fundación pagó su deuda y le dio a Duanphen un nuevo comienzo.
Le dieron más dinero de lo que podía ganar en mil peleas, más ropa
y un lujoso apartamento en Hong Kong. Todo lo que tenía que hacer a
cambio era vigilar a este hipócrita ejecutivo y llevar su maletín.

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No era un mal negocio, pensó. Al menos hasta que conoció mejor al
ejecutivo. A los hombres les caía bien, por supuesto, porque él siempre hacia
bromas groseras y les compraba bebidas. Pero, para Duanphen, él era un
hombre de mediana edad asqueroso, el tipo de turista que había conocido un
millón de veces en Bangkok. Siempre se quejaba de su esposa fría y de sus
hijos que no hablaban con él.
El ejecutivo salió del club rodeado de un grupo de brutos
guardaespaldas. Tenía mucha seguridad —le había añadido más en las últimas
semanas, por razones que nadie le explicó a Duanphen. El grupo se abrió
paso en la acera, apartando a los juerguistas vestidos de manera llamativa
mientras escoltaban al ejecutivo hasta su limo blindada. La gente estiró el
cuello para vislumbrar a qué tipo de hombre protegía semejante séquito. El
ejecutivo no era la gran cosa: una mata de cabello rubio ralo, bajo, barrigón, su
traje de diseñador arrugado por la humedad, su camisa color salmón
humedecida por el sudor. No era famoso, los espectadores probablemente
pensaron, decepcionados. Solo algún rico imbécil. Bangkok estaba lleno de
ellos.
Duanphen abrió la puerta del coche para su rico idiota. Él le pellizcó
cariñosamente la mejilla y ella murió un poco por dentro.
—Te perdiste de un buen rato, Dawn —dijo, sus palabras arrastradas
por el exceso de champán.
—Mm —Duanphen ofreció sin comprometerse. Ella despreciaba su
masacrada versión forastera de su nombre.
El ejecutivo interpretó el murmullo de Duanphen como un estímulo.
—Uno de estos días serás lo suficientemente mayor como para ser un
buen pedazo de caramelo —le dijo.
Duanphen sonrió sin alegría y apretó el puño. Se deslizó en el asiento
trasero al lado del ejecutivo, uno de los otros guardaespaldas tomó el volante.
—Quería preguntarte —el ejecutivo dijo—. ¿Contenta de volver a casa?
—No —respondió ella—. Odio este lugar.
—¿De verdad? A mí siempre me ha gustado Bangkok. —Agitó su
mano alegremente por la ventana—. Aunque es más divertido cuando no
estás rodeado todo el maldito tiempo.
Duanphen sabía que el ejecutivo estaba irritado por la seguridad
adicional. Su guardaespaldas no eran solo los matones promedio que
cualquiera podía contratar en los alrededores de Bangkok; eran mercenarios
altamente entrenados. El pelotón del Blackstone Group había sido idea de su
esposa —o mejor dicho, la orden de su esposa. Ella también estaba en la
Fundación y parecía tener más poder que su marido. Eso, al menos, animaba a
Duanphen. El resto de la seguridad del ejecutivo se amontonó en dos autos,
uno detrás y otro al frente. El ejecutivo suspiró cuando su desgarbada fuerza
de seguridad comenzó el viaje a través de las calles abarrotadas de regreso a su
hotel.
El ejecutivo miró su reloj.

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—Ah, estamos un poco atrasados. —Movió los dedos hacia
Duanphen—. Vamos a hacer negocios, ¿de acuerdo?
Públicamente, el ejecutivo estaba en Bangkok para firmar algunos
documentos en un hotel en el que había invertido. Pero aunque ese trabajo
había enriquecido al ejecutivo, ya no era su verdadera ocupación.
Duanphen le ofreció el maletín. El ejecutivo lo desbloqueó con su
huella digital y luego sacó su contenido: una elegante tableta. A esta, también,
el ejecutivo la desbloqueó con su huella digital, seguido de un código de nueve
dígitos que mantuvo oculto de Duanphen. La tableta se conectaba a un
servidor seguro vía satélite. El ejecutivo se recostó, esperando para conectarse.
—Hay una buena concurrencia —dijo el ejecutivo con aprobación. Le
gustaba presumir, por lo que no le importaba si Duanphen echaba un vistazo
a la tableta.
Había veinte personas esperando al ejecutivo en la conferencia
electrónica. Estaban representadas por íconos: un símbolo del infinito, un
zorro gruñendo, una estrella plateada y azul, que Duanphen pensó que era el
logotipo de un equipo de fútbol americano. Los avatares mundanos de la
gente muy rica en el club ejecutivo.
Una mancha de sombras deslizándose apareció en medio de los
íconos. Esa representaba al propio ejecutivo. Esa era siempre la apariencia del
subastador durante uno de estos eventos de la Fundación.
—Buenas tardes, a todos —dijo el ejecutivo, después de activar el audio
en su lado de la conferencia y activando su modulador de voz—. En el bloque
de esta noche, tenemos los servicios de Salma G., durante el fin de semana del
3 al 5 de enero.
El ejecutivo abrió la imagen de Salma y la envió a los postores. La chica
tenía un cabello castaño ondulado que era largo y rebelde, además de una
gruesa uniceja que la hacía ver como si estuviera sumida en sus pensamientos.
En la imagen, Salma llevaba una maraña de bufandas que eran casi
indistinguibles de su vestido ondulante, patrones sobre patrones. Estaba
sentada con las piernas cruzadas, los dedos juntos como si meditara, y con los
ojos mirando a la distancia.
El ejecutivo silenció la conferencia para poder sonreírle a Duanphen.
—Bonito disfraz el que trae, ¿eh? Los chicos de marketing pensaron
que sería inteligente darle una especie de vibra de adivina gitana.
—Ya veo —respondió Duanphen.
—Tú no necesitas nada de eso cuando estás en la cuadra, ¿eh? Tu cara
transmite exactamente para lo que estás.
Duanphen tocó su nariz torcida pero no respondió. El ejecutivo ya
había vuelto a activar el audio la videoconferencia y estaba hablando
nuevamente con su audiencia internacional.
—Las siguientes especificaciones se les incluyeron en sus expedientes,
pero lo resumiré. Salma tiene dieciséis años. Es marroquí. Habla árabe fluido,
francés pasable e inglés aceptable. Sin problemas de salud. El comprador

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debe proporcionar una dieta Halal2. El control telequinético de Salma sigue
siendo mediocre en el mejor de los casos, así que, si eso es lo que les
interesa, tenemos mejores activos disponibles. Su verdadero encanto es su
habilidad pre-cognitiva. Ella es perfecta para visitar el hipódromo o el casino,
aunque no les recomendamos intentar usar sus legados para elegir acciones u
otras inversiones a largo plazo. Salma está geo-restringida; ya se les han
proporcionado una lista de ubicaciones aprobadas. A los licitantes también se
les recuerda que ustedes están adquiriendo solo el uso de los legados
de Salma y que cualquier comportamiento que la Fundación considere
inapropiado o perjudicial para el activo resultará en una pronta expulsión de la
organización.
Duanphen sabía que la expulsión, en este caso, significaba la
muerte. No importaba cuán ricos y poderosos eran los miembros de la
Fundación; si rompían las reglas, serían castigados.
—Bien. —El ejecutivo aclaró su garganta—. Como hay una gran
cantidad de interés en la querida Salma, creo que comenzaremos la subasta en
aproximadamente cinco millones de euros. ¿Escucho cinco millones?
Inmediatamente, un puñado de iconos se desconectaron de la
conferencia. El precio era demasiado alto para algunos, pero no para todos. La
subasta iba y venía. Cada vez que uno de los íconos palpitaba, sonaba un
pequeño pitido y la oferta aumentaba 250,000 euros.
Cinco minutos después, la subasta había terminado. Un fin de semana
con Salma había costado 10.6 millones de euros. El ejecutivo checó su cuenta.
El pago ya había sido realizado.
—El bastardo probablemente lo recuperará en una noche —el
ejecutivo olfateó. Le devolvió su tableta a Duanphen y ella la volvió a meter al
maletín—. Deberíamos tomar un porcentaje de lo que la chica les hace ganar
en las mesas, ¿eh?
—Es mucho dinero —dijo Duanphen, sobrecogida por el precio que
había costado la garde marroquí.
—Eh. —El ejecutivo se encogió de hombros—. No es tanto.
Llegaron al hotel del ejecutivo. Era un lugar lujoso, donde el personal
vestía chalecos de seda y corbatines, y siempre había toallas calientes y vasos
de agua de rosas. Al ejecutivo le encantaba. Tenía la suite del ático para él
solo. Bueno, no del todo para él. Duanphen dormía en una habitación
contigua y un puñado de otros guardaespaldas siempre estaba apostado en el
pasillo.
Algunos de los guardias se quedaron en el vestíbulo para vigilar las
cosas, y el resto se amontonó en el ascensor con ellos. Cuando llegaron al

2
Halal significa (en árabe) apto, bueno, adecuado, saludable, ético o permitido según las
normas islámicas. Las pautas alimentarias o dieta Halal indican, pues, que alimentos son los
adecuados para la alimentación de los fieles musulmanes. Estos alimentos se distinguen por
llevar el sello Halal del Instituto Islámico.

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último piso, se encontraron con otros dos guardaespaldas que estaban parados
afuera de la suite del ejecutivo.
—Vigilar un pasillo vacío —el ejecutivo gruñó—. Qué gran uso de
nuestro recursos.
Pero, a medida que se acercaba a su suite, el ejecutivo de repente
comenzó a silbar una pequeña melodía. Duanphen levantó una ceja. El
hombrecillo prácticamente estaba pavoneándose, balanceando los brazos
hacia atrás y hacia adelante como si estuviera de un humor maravilloso. Tal
vez estaba más borracho de lo que ella pensaba.
—Ah, ustedes muchachos solo están haciendo su trabajo —dijo—. No
quiero ser tan bastardo. Acabo de ganar una buena cantidad de libras esta
noche, ¿saben? Debería repartir la riqueza, como a los pobres les encanta
decir. —Se detuvo bruscamente en el medio del pasillo—. Vamos, chicos —
dijo—. Acérquense, ¿eh?
Los guardias hicieron lo que se les dijo. Normalmente, eran un grupo
estoico, pero ahora parecían tan optimistas como el ejecutivo. Algunos de
ellos sonrieron mientras formaban un grupo improvisado. Duanphen arqueó
una ceja. Los mercenarios Blackstone eran generalmente mucho más
profesionales.
—No es un trabajo fácil, lo que hacen. Quiero mostrar mi
agradecimiento. —El ejecutivo sacó su clip repleto de dinero y comenzó a
poner los bath3 tailandés de alto valor en las manos extendidas de sus guardias
de seguridad—. Bangkok es un lugar muy bueno para hombres fornidos como
ustedes. Tómense la noche libre. Salgan y diviértanse. Yo invito, por supuesto.
Como si el dinero no fuera suficiente, el ejecutivo entregó su tarjeta
negra a uno de los guardias, luego arrojó su billetera entera a otro. Les guiñó
un ojo y los despidió agitando la mano, mirándolos como lo hace un padre
generoso, mientras los rudos mercenarios se empujaban de regreso hacia
el ascensor, tomados de los brazos, riendo y bromeando.
Duanphen observó todo con la boca entreabierta de incredulidad.
—¿Qué…? —Sonaba desconcertada—. ¿Qué demonios está haciendo?
El ejecutivo le sonrió.
—¿Qué pasa, Dawn? ¿Segura de que no quieres unirte a ellos? Ve,
entonces. Diviértete. —Se dio una palmada en los bolsillos—. Aunque me
temo que me he quedado sin dinero…
Duanphen lo miró a los ojos, que tenía una cualidad amplia y perdida.
—Está… —se rindió ante el ejecutivo estúpidamente sonriente—.
¡Oigan, esperen! —llamó a los mercenarios, pero el ascensor ya se había ido.
¿Todos se habían vueltos locos?
—Señor —dijo Duanphen, agitando los puños—. Está actuando
extraño.

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Moneda oficial de Tailandia.

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—Tonterías —respondió el ejecutivo. Deslizó su tarjeta de acceso y
abrió la puerta a su suite.
Inmediatamente, Duanphen pudo sentir que algo andaba mal. El aire
era cálido y pegajoso, no con la temperatura meticulosamente controlada
como el ejecutivo prefería. ¿Y de dónde venía esa brisa?
El ejecutivo se detuvo de repente y se pellizcó el puente de la
nariz. Sacudió la cabeza como si saliera de un sueño.
—Dawn, qué… ¿Nuestros muchachos acaban de robarme?... ¿O qué
me pasó? —La respuesta estaba justo en el medio de su suite.
El joven era delgado, con el cabello castaño peinado hacia un lado,
metido meticulosamente en una capa de gel. Vestía ropa cara: pantalones
grises, un chaleco negro y una camisa de vestir blanca. Duanphen pensó que
se veía casi como un mago; apropiado, ya que de alguna manera había logrado
pasar la seguridad del ejecutivo. El vidrio roto de la ventana del balcón
probablemente explicaba eso… aunque ¿cómo había logrado subir hasta aquí?
El ejecutivo se quedó inmóvil.
—Tú.
—No es fácil, ponerte en un estado de ánimo generoso a la vez que
hago que esos imbéciles de Blackstone se conviertan en chicos de una
fraternidad —dijo Einar. Había círculos oscuros alrededor de sus ojos y estaba
sin aliento, como si se hubiera esforzado enormemente. Él levantó un dedo—.
Dame un minuto, ¿quieres?
Duanphen no dudó. Claramente, este chico Einar era una amenaza. Tal
vez incluso el motivo de la seguridad adicional del ejecutivo. Ella cargó contra
él, sosteniendo el maletín de metal del ejecutivo sobre su cabeza como un
arma.
¡Wumpf! Ella no lo vio venir. Un segundo intruso se estrelló contra
Duanphen, la levantó limpiamente de sus pies y la mandó a estrellarse contra
una mesa de café. Era una figura fornida y encorvada con una sucia sudadera
gris, con la capucha levantada.
Einar se sentó en un sillón afelpado y estiró las piernas. Él le sonrió al
ejecutivo.
—No eres el único con un guardaespaldas. ¿Deberíamos ver cómo se
desarrolla esto?
Duanphen volvió a ponerse de pie, mirando hacia abajo a la figura
amenazante de la sudadera. Él era grande, pero ella había peleado contra tipos
más grandes. Ella activó su legado. Un campo de electricidad crepitó en el
cuerpo de Duanphen. Un golpe de ella, parecido al de una pistola eléctrica,
tenía suficiente voltaje para noquear a un buey.
Tenía un alcance más largo que el bruto de la sudadera y le lanzó una
serie de golpes rápidos en la cara… un gancho seguido de un golpe violento
del maletín. Él se tambaleó hacia atrás sobre sus talones, manteniendo su
distancia mientras los golpes de Duanphen cargados de electricidad crepitaban

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justo en frente de su nariz. Duanphen simplemente lo estaba probando,
midiendo su alcance.
—¡Ha! —Ella soltó una violenta patada circular. El de la sudadera
apenas logró levantar su antebrazo en un bloqueo fortuito.
Duanphen gritó y cayó al suelo, su espinilla doblada en un ángulo
imposible. Se había roto la pierna en el antebrazo de su atacante. Fue como
golpear una pared de ladrillos.
El dolor la hizo perder el control de su legado. El de la sudadera estuvo
sobre ella rápidamente. Agarró a Duanphen por el cuello y la levantó del suelo
con facilidad, su puño echado hacía atrás.
—¡Para! —Gritó Einar—. ¡No la mates! ¡Ni siquiera se suponía
que debías romperle algo!
Según lo ordenado, el de la sudadera soltó a Duanphen. Ella se retorció
en el piso, gimiendo, su cuerpo enroscado alrededor de su pierna rota.
Einar miró al ejecutivo.
—Él, por otro lado…
Duanphen lo vio suceder. El ejecutivo logró, por fin, darse la vuelta y
huir. Pero fue demasiado tarde. El de la sudadera lo agarró por la nuca, lo
levantó y luego —crack— lo bajó, golpeando al ejecutivo en la columna
vertebral con su rodilla, igual que a una rama seca.
Hubo un momento que Duanphen conocía, por sus muchas peleas
perdidas, esa sensación justo antes de un nocaut, cuando todo el dolor era
borrado por la acogedora negrura. El dolor en su pierna era agudo e
intenso. Demasiado para soportarlo. Se dejó llevar…
Y luego se despertó siendo abofeteada no tan suavemente. ¿Cuánto
tiempo estuvo fuera de combate? ¿Segundos? ¿Minutos? Todavía estaba en la
habitación del hotel, la brisa de la ventana rota de alguna manera la refrescaba
a pesar de la humedad. Con cada ligero movimiento de su cuerpo, nuevos
fragmentos de dolor se liberaron en su pierna destrozada. Duanphen quería
retirarse de la agonía, pero intuía que si se desmayaba de nuevo no podría
despertarse otra vez.
Einar estaba inclinado sobre ella. Él dejó de abofetearla una vez que sus
ojos se enfocaron.
—Hola, otra vez —dijo. Levantó la tableta del ejecutivo—. ¿Cómo
accedo a esto?
Temblorosa, señaló el cuerpo del ejecutivo.
—Huella dactilar.
Duanphen sintió un calor pegajoso debajo de ella, cálido y extendido.
¿Eso era…?
—Sí, ya sé lo de la huella dactilar. Ya nos ocupamos de eso. —Einar
levantó la mano cortada del ejecutivo.
Duanphen se quedó en silencio. Estaba tumbada en un charco de
sangre que se extendía rápidamente desde el cuerpo del ejecutivo. En un

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momento de pánico, se miró las muñecas, se sintió aliviada de encontrarlas
intactas. Ellos simplemente habían abierto el maletín con telequinesis.
Detrás de Einar, el de la sudadera se limpiaba las manos manchadas de
sangre en una sábana. Había algo mal con su piel. Duanphen entrecerró los
ojos, pero Einar chasqueó los dedos en su cara.
—¿Conoces el código? —Preguntó.
Ella negó con la cabeza.
—Solamente él lo sabía.
Einar frunció el ceño.
—Bueno. Fuimos un poco demasiado entusiastas, ¿cierto? —Se
levantó—. Así que aquí está la situación, Duanphen. ¿Lo he dicho bien?
Ella asintió.
—Sí.
—Somos como tú. Garde. Estoy seguro de que has notado cómo tus
compañeros de trabajo de repente comenzaron a comportarse de forma
extraña en el pasillo. Ese fui yo. Puedo controlar las emociones. —Duanphen
se estremeció cuando Einar extendió la mano, pero todo lo que hizo fue
tocarla suavemente en la nariz—. Pero no te estoy haciendo eso a ti, cariño.
—¿Po-por qué?
—Mi nueva política es que no uso mí legado contra los nuestros a
menos que sea absolutamente necesario. Tampoco los mato. Buenas noticias
para ti, ¿no? Pero aún tienes que elegir. Opción uno: entregas un mensaje por
mí. Dile a la Fundación que sé quiénes son y que voy por ellos. Te dejamos
aquí, es probable que los guardias vuelvan pronto, te lleven a un hospital,
arreglen tu pierna, y luego descubres lo que la Fundación hace con los activos
que fallan en sus trabajos.
Duanphen miró el cuerpo destrozado del ejecutivo. Este fracaso no era
algo que la Fundación perdonaría.
—¿Opción dos?
—La opción dos —continuó Einar—, es que vengas conmigo.
Ayúdame con lo que estoy haciendo.
Duanphen ya sabía qué opción elegiría, pero aún tenía que preguntar.
—¿Qué… qué es lo que estás haciendo?
—Simple. Estoy rehaciendo el mundo.

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—LO QUE NECESITAS HACER ES PONERTE en la posición correcta


—dijo Nigel, demostrando cómo hacerlo mientras se acomodaba en su silla
plegable de metal—. Como si tus bolas fueran demasiado grandes para caber
en tus pantalones.
Frente a él, Taylor Cook levantó una ceja.
—No es tu consejo más fácil de seguir, Nigel.
—Ah, no te cuelgues de la silla, cariño —respondió Nigel—. Es más un
estado mental.
Taylor se colocó un mechón de cabello rubio detrás de la oreja y luego
hizo todo lo posible por copiar la postura desafectada de Nigel, con un brazo
colgado del respaldo de su silla, y las piernas extendidas desagradablemente.
—No está mal —dijo Nigel. Metió la mano en el bolsillo de su chaleco
y le arrojó a Taylor un paquete de chicle de manzana agria—. Ahora, mastica
un par de esos con la boca abierta. Haz como que odias el chicle.
Taylor hizo lo que le dijo, haciéndole una mueca a Nigel con una
bomba de chicle de color verde neón en la boca. Él rió.
—Brillante, eso es brillante —dijo—. Te miro, y no estoy seguro si
quiero darte una bofetada o ser tu mejor amigo.
—¿Gracias? —Taylor respondió, sentándose un poco.
—En mi preparatoria, tenía un profesor que solía odiar cuando yo hacía
eso con el chicle. Lo sacaba de sus casillas. Me decía despreocupado.
A un lado de ellos en la mesa, Isabela Silva levantó la vista de sus fichas
de estudio de inglés.
—Despreocupado —repitió, enunciando—. ¿Qué significa eso?
—Significa que no te importa una mierda nada —respondió Nigel.
Isabela estudió a Nigel por un momento, luego bostezó.
—Sí. Una buena palabra para ti. Especialmente en cuestiones de ropa e
higiene.
Nigel sonrió y aplanó algunas arrugas de su camisa carcomida de los
Misfits. Tal vez no era el tipo más pulido de la Academia, pero no se
consideraba así mismo como un despreocupado, ya no. Él se preocupaba.
Se preocupaba por ser un buen garde.

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Fandom Legacies
Durante la invasión mogadoriana, Nigel fue el primer humano en
responder al llamado de auxilio loriense. Después de ganar la guerra, Nigel
había sido uno de los primeros estudiantes inscritos en la Academia. No todo
fue diversión y juegos. Hubo clases aburridas que soportar, entrenamiento
agotador, mucho estar sentado. Ah, y también nuevos amigos asesinados por
malvados alienígenas, fanáticos religiosos que querían quemarlos en la
hoguera, y un compañero psicótico garde que estuvo a punto de hacer que
Nigel se ahogara.
Había pasado por algo de mierda, eso era seguro. Y tenía pesadillas para
probarlo.
Pero él no cambiaría nada de eso. Especialmente ahora que él y sus
amigos tenían su primera misión real: planear en secreto la caída de una
camarilla de ricachones dedicada al secuestro y la explotación de los talentos
de los humanos garde. Eso era algo que él podía apoyar.
Sin mencionar que, como todos los escondites secretos lo eran, el suyo
era bastante rudo.
Estaban debajo del centro de entrenamiento, entre el funcionamiento
interno de la sádica pista de obstáculos que el Profesor Nueve había
construido. Accedían al lugar a través de una escotilla escondida en la parte
posterior de la pared de roca. Por encima de ellos, el techo era todo un
enorme engranaje de brillante titanio, con las poleas y las correas, los estantes
y los piñones que impulsaban las diversas trampas mortales que esperaban en
el suelo de arriba. Había una serie de paneles de control brillantes y cajas de
fusibles, nidos de cables y cordones, y algunos motores ronroneantes.
Además, estaban las piernas de Kopano. Salían justo debajo del
techo. Eso le dio a Nigel una pausa y tuvo que parpadear.
Kopano estaba usando su legado allá arriba, distorsionando su masa
física o lo que sea. Nigel todavía no podía entender cómo funcionaba, incluso
después de ver las imágenes de microscopio de alta potencia que Malcolm
Goode —su profesor de ciencias y consejero— había grabado. Las imágenes
mostraron cómo Kopano podía separar sus partículas atómicas para deslizarse
a través de la materia sólida o, alternativamente, tensar esas mismas partículas
para que su piel fuera básicamente impenetrable. Kopano había salvado la
vida de Nigel con ese poder.
También había dejado de usar la puerta de su habitación, optando por
pasar a través de ella en su lugar.
—¿Lo encontraste? —Le preguntó el Profesor Nueve a Kopano. Él
también estaba en el techo, usando su legado de antigravedad para mantenerse
allí, sujetando a Kopano por el tobillo. Eso era algo en lo que Nigel sabía que
Kopano había estado trabajando, manteniendo algo de su cuerpo sólido,
mientras que el resto de él se volvía intangible.
Un segundo después, Kopano sacó su mitad superior de la maquinaria,
respirando con dificultad y sudando. Levantó una pieza de metal retorcido: un
engranaje roto.

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—Encontré la obstrucción —dijo, y dejó caer la chatarra al piso de
abajo—. ¿Tienes un repuesto?
—Ahí abajo —dijo Nueve, señalando una caja de herramientas en el
suelo debajo de ellos.
Kopano suspiró y levitó el engranaje hasta ellos. El Profesor Nueve
nunca perdía la oportunidad de entrenarlos.
Nadie fuera de su grupo sabía que este lugar existía. Desde su
encuentro con la Fundación, habían estado escabulléndose aquí al menos una
vez a la semana, siempre y cuando el resto del campus estuviera dormido. Lo
cual no significaba que el Profesor Nueve fuera indulgente con ellos. Incluso
en los días después de tener reuniones secretas, todavía los despertaba a las
cinco de la mañana para sus sesiones de entrenamiento, parte de su castigo
por haberse escabullido de la Academia en primer lugar.
La compuerta del techo se abrió y Ran Takeda bajó. Le había salvado la
vida a Nigel tanto como a Kopano. Por la noche, a menudo después de uno
de sus malos sueños, Nigel se encontraba frotándose el esternón, donde
todavía podía sentir un dolor fantasma cada vez que imaginaba a Ran
explotando su corazón de nuevo a la vida. Quería abrazarla prácticamente
cada vez que la veía.
Ran asintió hacia Nigel y se sentó a su lado.
—¿Me perdí de algo?
—No hemos comenzado todavía —dijo Nigel. Hizo un gesto con la
mano hacia Taylor—. Solo le doy a Taylor las lecciones sobre cómo ser
un delincuente apropiado.
Taylor tronó su chicle en respuesta.
Todo era parte de su plan.
—Ya veo —dijo Ran. Miró la mesa—. Creo que uno de los guardias
patrullando podría haberme visto entrar.
—No lo hizo —respondió la voz de una mujer detrás de una serie de
computadoras portátiles—. Yo también lo vi. Monitoreó su radio. No realizó
ninguna llamada.
Esa era Lexa.
Nigel había visto a la mujer en el campus unas pocas veces antes de que
empezara el problema con la Fundación. Por supuesto, él la reconoció. Ella
había estado piloteando la nave espacial loriense que lo rescató a él y a los otros
humanos garde de las Cataratas del Niágara durante la invasión de los
mogadorianos. Sabía que ella era de Lorien, pero no tenía legados como la garde,
era solo una de esos extraterrestres promedio. Sin embargo, el resto de los
estudiantes y la facultad no conocían los orígenes de Lexa, y después de una
breve conversación con el Profesor Nueve, Nigel no tuvo ningún problema
en guardarse esa información. Para el resto de la Academia, Lexa era
simplemente la experta en ciberseguridad de la escuela y el departamento de
Tecnologías de la Información de una sola mujer.

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Fandom Legacies
Cada vez que su grupo convocaba a una reunión, Lexa se aseguraba de
que su escabullida del campus no se grabara en ninguna de las cámaras
montadas alrededor de la Academia. Puso las transmisiones de seguridad en
un bucle, el proceso era perfecto e imposible de detectar.
El Dr. Malcolm Goode y Caleb Crane fueron los dos últimos en
descender por la escalera. Al verlos entrar, el Profesor Nueve y Kopano
interrumpieron su trabajo de reparación y se unieron a los demás alrededor de
la mesa.
—¿Alguien quiere té? —Malcolm preguntó mientras se acercaba a la
pequeña cocina y el microondas que habían instalado allí. Ran levantó su
mano. Nigel resopló y puso los ojos en blanco. Té. Una cosa británica tan
quisquillosa.
Taylor resopló y puso los ojos en blanco, copiando a Nigel.
Caleb se sentó al lado de Taylor. El duplicador compañero de
habitación de Nigel parecía cansado, con círculos oscuros bajo los ojos.
—Te ves completamente hecho polvo, amigo —dijo Nigel.
—Nuestros ojos se sienten como si fueran a caerse de nuestras cabezas
—respondió Caleb—. Quiero decir…
—Entendido —dijo Nigel—. Pronombre plural no intencionado.
¿Encontraste algo?
Bajo la apariencia de un curso de estudio independiente, Caleb y el Dr.
Goode habían pasado mucho tiempo revisando los archivos en línea de todas
las principales fuentes de noticias, foros de mensajes oscuros e incluso blogs
de teorías conspirativas en busca de alguna mención de la Fundación o de su
súper nerd nombre completo: la Fundación por un Mundo Mejor. Caleb era
especialmente adecuado para la tarea; su equipo de clones podía hojear seis
veces el material en la misma cantidad de tiempo que cualquier otra persona.
—Estábamos concentrados en los mercenarios del Blackstone Group
esta noche —dijo Caleb—. Haciendo juntos una cronología de sus últimos
años de operaciones.
—¿Y?
—Crecí entre militares, ¿pero estos tipos? —Caleb se estremeció—.
Básicamente han estado un paso adelante de los cargos por crímenes de
guerra internacional durante años.
—Parecían buenos chicos cuando trataban de dispararnos —dijo
Taylor.
Caleb sonrió en su dirección y comenzó a decir algo más, pero luego
Kopano se dejó caer en el asiento junto a Taylor.
—Puede que sea un genio mecánico —declaró, limpiándose las manos
con un trapo.
Taylor giró en dirección a Kopano y le limpió una mancha de grasa de
la mejilla.
—¿No eres el mismo tipo que necesitó de mi ayuda para imprimir su
ensayo de literatura hace un rato?

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Fandom Legacies
—Nunca cubrieron los atascos de papel en nuestro entrenamiento —
dijo Kopano.
Nigel no pudo evitar notar la forma en que Kopano miraba a
Taylor. Era la misma forma en que Caleb miraba a Taylor. Ambos mirándola
con esos enamorados ojos saltones. Hombres heterosexuales. Tan obvio.
—Está bien —dijo el Profesor Nueve. Dio una palmada, que sonó
vagamente como un címbalo a causa de su brazo metálico—. ¿Todos estamos
aquí? Entonces empecemos.
El Dr. Goode regresó con su té, empujando la pizarra con su mano
libre. Toda la información que habían logrado reunir sobre la Fundación
estaba grabada allí. Nigel lo había visto todo antes —prácticamente lo había
memorizado— y aun así sus ojos devoraron la información, buscando algo
que podría haber pasado por alto.
Había una imagen borrosa de Einar —el garde controla mentes que casi
asesinó a Nigel— tomada por una cámara de luz roja en Los Ángeles días
antes de que orquestara un ataque con los Segadores para secuestrar a
Taylor. Escrito en una nota Post-it al lado de la cabeza de Einar
decía: Manipulación emocional. ¿Se ha vuelto criminal? Es un pendejo.
Einar no estaba solo en la foto. Junto a él en el auto estaba Rabiya. Ella
había sido abandonada por Einar, secuestrada y golpeada por esos Segadores
lunáticos y luego Einar se la volvió a llevar. Escrito al lado de ella
decía: Teletransportadora. Ubicación desconocida. ¿Hermano = Príncipe?
Adjunto a la última nota había una foto de un apuesto joven príncipe
árabe y una noticia sobre su milagrosa recuperación de la leucemia. Taylor
estaba bastante segura de que ese era el hombre que ella había ayudado a sanar
en Abu Dhabi.
Había una foto de Vincent Iabruzzi, el sanador que la Fundación había
secuestrado mientras estaba en una misión con la Garde Terrestre en Filipinas.
No tenían imágenes de algunos, por lo que esos nombres estaban en la
pizarra como fichas. Taylor había identificado a otros dos sanadores que
trabajaban para la Fundación: Jiao, una niña china que parecía ser un activo
voluntaria, y un chico discapacitado anónimo al que la Fundación parecía
haber torturado para que cooperara. Y luego estaba la misteriosa "B" que
había reprendido a Einar a través del video chat y, con toda probabilidad, le
envió a Taylor la carta de agradecimiento que recibió después de que ella
escapó de Islandia. La carta también estaba sujeta a la pizarra. Según Taylor,
que había escuchado la voz de la mujer, sonaba como si fuera británica.
Me imaginé. La mayoría de los británicos que Nigel conocía eran unos
completos idiotas.
—Tenemos buenas noticias por una vez —dijo el Profesor Nueve—.
Bueno, si es que consideran que tengamos una rata de la Fundación viviendo
cerca de aquí como buenas noticias. ¿Lexa? ¿Quieres decirles?
Lexa levantó la vista de sus computadoras portátiles.

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Fandom Legacies
—En la reunión más reciente de los administradores de la Academia,
mencioné cómo a causa de un intento de hackeo reciente estábamos
reubicando todos nuestros datos de los estudiantes en un nuevo servidor
seguro.
—Emocionante —dijo Isabela, barajando sus fichas de estudio.
—Ese hackeo… ¿lograron conseguir algo? —Preguntó Kopano.
—En realidad no hubo ningún hackeo —dijo Lexa—. No uno nuevo,
de todos modos. Solo di la información sobre el nuevo servidor a los otros
administradores.
Nigel podía ver por dónde iba esto. Él sonrió.
—Buen plan. Dime que funcionó.
Lexa le guiñó un ojo.
—Oh, funcionó.
Malcolm dejó su té y comenzó a pegar un nuevo conjunto de imágenes
en la pizarra.
—Lo siento —dijo Caleb, levantando la mano—. Estoy perdido.
—Fue una prueba —Lexa dijo—. Una trampa. Queríamos ver
si alguien intentaba hackear este nuevo servidor… que no contenía ninguna
información real. Ni siquiera esperaron veinticuatro horas para intentarlo.
—El espía es un administrador —dijo Ran.
Taylor miró a Nueve.
—¿Pensé que habías dicho que esta era una buena noticia? ¿Tú crees
que es bueno que la Fundación haya corrompido a alguien de tan alto puesto en
la Academia?
Nueve se encogió de hombros.
—Es bueno que ahora podamos patearle el trasero.
Malcolm había terminado de poner cuatro imágenes en la pizarra.
Todas las fotos tenían el estilo de ficha policial de las ID del personal de la
Academia.
DRA. SUSAN CHEN. DECANA DE LOS ESTUDIANTES.
CORONEL RAY ARCHIBALD. JEFE DE SEGURIDAD.
DRA. LINDA MATHESON. JEFA DE SALUD Y BIENESTAR.
GREGER KARLSSON. NEXO DE LA GARDE TERRESTRE.
—Una de esas personas —dijo Lexa—, está trabajando para la
Fundación.
—Solo necesitamos averiguar cuál —dijo Nueve. Echó un vistazo a
Taylor—. Y luego lanzamos nuestra trampa.
Nigel se frotó las manos.
—Demonios sí —dijo—. Que empiece la cacería.

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Fandom Legacies

EL SUDOR PERLABA LA FRENTE DE RAN MIENTRAS ELLA


DEJABA que la energía fluyera de sus palmas hacia el bloque de concreto.
Probablemente había usado su legado más de mil veces y, sin embargo, la
sensación todavía la sorprendía. Le hacía cosquillas. ¿Cómo era posible que
algo tan potencialmente destructivo pudiera hacer cosquillas?
Cargada con su energía, la piedra emitía un brillo carmesí, sus moléculas
vibraban. Ran a veces se preguntaba de dónde venía la energía. Era una fuerza
desestabilizadora y, aparentemente, ella poseía una fuente inagotable de esa
energía en su interior.
¿Qué quería decir eso de ella?
Ella había pasado tiempo con algunos de los otros cinéticos: los
estudiantes cuyos legados les permitían producir energía y elementos de la
nada. Estaba Omar Azoulay, que podía exhalar fuego. Estaba Lisbette Zabala,
que podía crear y manipular el hielo. Estos legados si tenían sentido para
Ran. No son intrínsecamente violentos. El fuego podría mantener a alguien
caliente durante el invierno, y el hielo podría mantenerlos frescos durante el
verano. La energía caótica que producía Ran simplemente explotaba, sin
importar la temporada.
Venía de la nada. Y no producía nada bueno.
Ran podía sentirlo bajo las yemas de sus dedos. La energía en el
concreto crecía y crecía. Si quitaba sus manos ahora, Ran tendría cinco
segundos para cubrirse. Entonces, las moléculas desestabilizadas de la piedra
se rechazarían permanentemente la una a la otra y se separarían violentamente.
La piedra explotaría, los fragmentos llegarían a todas partes, y los transeúntes
resultarían heridos.
Pero eso no tenía que suceder.
—Con eso está bien, Ran —dijo la voz del Dr. Goode emitida por
un altavoz—. Tengo mi lectura. Puedes detenerte.
El científico observaba desde una habitación contigua, protegido por
una ventana de vidrio a prueba de explosiones. Monitoreaba su actividad a
través de un poderoso conjunto de lentes que registraban datos en una
variedad de espectros. Al lado de Malcolm, estaba sentada Lexa. Como de
costumbre, tenía una computadora portátil abierta frente a ella, aunque sus

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Fandom Legacies
ojos estaban fijos en el resplandeciente bloque de concreto de Ran. Lexa
normalmente no venía a estas sesiones, pero se había mantenido cerca desde
la reunión de medianoche de hace un par de días.
Ran gruñó, enfocándose en su trabajo. Apretó los dientes.
—Voy a… traer de regreso la energía… ahora.
—Ten cuidado.
Ran asintió. Un mechón de su cabello negro se pegó a su mejilla
sudada. Esta era la parte difícil.
Atrajo la energía de vuelta a su interior. La energía no quería regresar;
quería liberarse. Esta parte no le hacía cosquillas… la quemaba. Como volver
a tragarse el vómito pero con todo su cuerpo.
Si ponía suficiente energía en un huevo y luego la traía de regreso,
tendría un huevo duro. Ella se cansó de comer esas cosas hace semanas.
Si vertía desesperadamente su energía en un tipo británico con un
corazón detenido, Ran había aprendido, y luego la traía de regreso, tenía un
mejor amigo que estaba vivo otra vez. Había aprendido ese truco en Islandia.
Pero ese no era un truco que alguien quisiera que ella hiciera regularmente, no
después de ver los hematomas en el esternón de Nigel. No iba a reemplazar a
un desfibrilador pronto.
Entonces, si ella vertiera su energía en el concreto, ¿qué pasaría
entonces? ¿Algo útil? Estaba a punto de descubrirlo.
El único problema era que su energía —su caos interno— aún
necesitaba ser liberado. Toda esa violencia tenía que ir a algún lado.
El brillo se atenuó. El concreto fue drenado de la energía. Las manos
de Ran temblaron y ella se preparó.
Se sintió como una gran mano hecha de burbujas de fuego que se estiró
y la abofeteó. Ran fue derribada, su cuerpo se sacudió y se estremeció. Habían
hecho este experimento antes con diferentes objetos inanimados, por lo que
sabían lo que sucedería y habían colocado una red detrás de Ran para
atraparla. Eso no significaba que explotar no doliera como el infierno.
Como cada vez anterior, Malcolm salió corriendo de su zona segura y
llegó a su lado.
—¡Ran! ¿Estás bien?
Su ropa picaba con electricidad estática, y cuando abrió la boca para
contestar, una columna de humo salió de su lengua. Sus manos —donde la
energía había ido y venido— estaban muy magulladas, ya estaban moradas e
hinchadas, como si las hubiera golpeado contra una puerta una y otra
vez. Tendría que ir a ver a Taylor.
Ran asintió cuando Malcolm la ayudó a levantarse.
—Estoy bien.
—Eso fue demasiado… gastaste más energía de la que habíamos
hablado.
—Quería ver qué pasaba —dijo Ran.
Malcolm se ajustó las gafas por el puente de la nariz.

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Fandom Legacies
—Sé que a Nueve le gusta enseñar que presionar tus límites es la mejor
manera de hacer crecer tus legados, pero en tu caso… debemos ser
precavidos, es todo lo que estoy diciendo.
Ran miró sus manos, esbeltas y de dedos largos; ella había tomado
lecciones de piano en Japón cuando era más joven. Las venas se destacaban
ahora, oscuras e inflamadas. Se preguntó, no por primera vez, qué pasaría si se
desataba por completo. Ella nunca estuvo cerca de alcanzar ese "límite"
descrito por Malcolm. ¿Cuánta energía había dentro de ella? ¿De qué tanta
destrucción era realmente capaz?
Forzó esta idea a un lado. No quería saberlo.
Lexa asomó la cabeza fuera del cuarto seguro.
—¿Estás bien, Ran?
—Bien —repitió.
Sacudiendo sus doloridas manos, Ran se acercó al bloque de
concreto. Ella lo empujó con la punta del pie. Salió una nube de polvo del
ladrillo, pero por lo demás la piedra aún se sentía sólida.
—¿Algún cambio? —le preguntó a Malcolm.
El científico sacó un martillo y se acercó al bloque él mismo, golpeando
la piedra con algunos martillazos agudos. Cuando él lo golpeo salieron
despedidos algunos trozos, luego miró una tableta que tenía en la otra mano.
—En realidad no —le dijo—. Cargaste los átomos, como
de costumbre, pero cuando drenaste la energía, el concreto volvió a su estado
inerte. Aparentemente, tu legado solo tiene un efecto transformador en el
tejido orgánico e incluso eso es… difícil de cuantificar.
La esquina de la boca de Ran se torció.
—Inútil.
—Bueno, sabemos que eso no es del todo cierto —Malcolm intentó
consolarla.
—Puedo cocinar un huevo. Puedo resucitar un corazón como último
recurso. Estas cosas no son… no son valiosas, Dr. Goode. ¿Cómo se supone
que voy a ayudar a las personas con este legado? Soy esencialmente una
bomba con cerebro.
—Hmm —Malcolm pasó algunas lecturas en su tableta, luego se acercó
al lado de Ran—. Hay esto.
La tablet mostraba una imagen infrarroja del bloque de concreto,
registrada por una de las muchas lentes que Malcolm había puesto en el área
de prueba. A Ran no le parecía nada más que una mancha brillante, al menos
hasta que Malcolm pasó el dedo por un corte oscuro en el centro del cubo.
—¿Ves esto? ¿Dónde no hay nada de tu energía acumulada?
—Sí.
—Es una grieta —explicó. Malcolm la condujo en círculo alrededor del
concreto, donde no había defectos visibles en la roca—. Es una grieta dentro
del concreto. Eso sucede a veces, cuando el aire entra al vertido. Si

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Fandom Legacies
ejerciéramos presión suficiente sobre la piedra —mucha presión, como
imaginarás— esa es la falla por la cual se quebraría el concreto.
Ran estudió la delgada sombra en la imagen con los labios fruncidos.
—Los terremotos en Japón siempre fueron una preocupación. Mi
padre es… —ella se aclaró la garganta—. Mi padre era ingeniero y estaba a
cargo de revisar los edificios para asegurarse de que resistirían. Tal vez…
—Tal vez sea algo para lo que puedas usar tu legado —Malcolm
terminó su pensamiento, alegrándose—. Tu energía, o la ausencia de ella,
podría usarse potencialmente para resaltar debilidades estructurales que no
pueden detectarse por medios más tradicionales.
La expresión de Ran se agrió cuando Malcolm vio el lado bueno.
—Y si cometiera un error… ¿qué? ¿Destruyo un edificio? ¿Lo hago
explotar?
La sonrisa de Malcolm desapareció.
—Bueno, por supuesto, tendríamos que realizar el proceso con
precaución…
—El curso de acción más seguro es no usar mi poder en absoluto —
respondió Ran.
—¿Seguro? ¿O egoísta?
Ran y Malcolm se volvieron hacia la voz. Greger Karlsson se inclinaba
sobre la entrada del centro de entrenamiento, una sonrisa insufriblemente
petulante en su rostro. Como de costumbre, el nexo de la Garde Terrestre
llevaba un traje de diseñador, su cabello cepillado meticulosamente, todo él
exudaba una confianza que rayaba en la arrogancia. Ran había estado tan
absorta en sus pruebas, que no se había dado cuenta de que estaba parado allí.
Greger a menudo venía a ver a Ran entrenar. Por el rabillo del ojo, notó
que Lexa desaparecía detrás de su computadora portátil.
—¿Disculpe? —Ran respondió a Greger.
—Greger, tal vez este no es el mejor momento… —Malcolm dijo
diplomáticamente.
Greger rechazó esta objeción mientras caminaba más adentro de la
habitación, acercándose a Ran.
—Admitiré que hay algo admirable sobre su insistencia en el pacifismo,
Srta. Takeda, pero creo que está siendo algo torpe.
Los labios de Ran se curvaron, admirable y torpe. Un cumplido seguido
de un insulto.
—No es necesario que te esfuerces aquí o niegues lo que eres. Hay
mucho bien que se puede hacer usando tus legados tal como fueron
diseñados.
—Hmm. No creo que podamos saber qué pretendía la Entidad de
Lorien para estos legados, Greger —respondió Malcolm.
Ran no tenía ganas de abordar el tema como una especie de debate
intelectual. Antes de que Greger pudiera acercarse demasiado, le arrebató el
martillo a Malcolm, lo cargó de energía y lo apuntó en la dirección del nexo.

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Fandom Legacies
—Muéstrame —dijo bruscamente—. Demuestre cómo usaría esto para
el bien.
Greger se apartó del objeto brillante. Metió la mano dentro de su
chaqueta y sacó su teléfono, sin dejar de mirar a Ran.
—Lo haré —dijo—. Un momento, por favor.
Mientras Greger abría un navegador de internet, Ran arrojó el martillo
cargado de energía al arenero de un campo de obstáculos cercano. Explotó
con un pequeño estallido de escombros.
Greger le tendió su teléfono a Ran. En la pantalla había un titular
del Guardian. "SOLDADOS AUSTRALIANOS MASACRADOS EN
YEMEN".
—Esto sucedió la semana pasada —explicó Greger—. Un helicóptero
australiano estaba realizando un reconocimiento rutinario sobre una fortaleza
terrorista. Es curioso, no es así, que después de una invasión alienígena y un
cambio completo en los límites de la realidad, las diferencias humanas tan
pequeñas como la religión y las fronteras sigan siendo un problema grave,
¿hm?
—Divertido —respondió Malcolm secamente.
Sin pedir permiso, Ran tomó el teléfono de Greger. Empezó a
desplazarse por el artículo, incluso mientras Greger explicaba el contenido.
—Después de un malfuncionamiento del motor, el helicóptero se vio
obligado a realizar un aterrizaje de emergencia —continuó Greger, hablándole
más a Ran que a Malcolm—. El enemigo tenía a los australianos acorralados
por todos lados. Sus posiciones estaban profundamente atrincheradas.
El apoyo aéreo tradicional —los misiles y demás— se consideraron
demasiado arriesgados. La extracción fue imposible. Y así, estos valientes
hombres y mujeres fueron abandonados a su suerte.
Ran levantó la vista y miró a Greger a los ojos.
—¿Qué podría haber hecho yo que los militares no pudieran?
—Una señorita con tus habilidades podría haber detonado las
barricadas enemigas con más precisión que la balística tradicional —explicó
Greger—. Tus explosiones controladas podrían haber salvado a estos
soldados, al tiempo que minimizaban el daño a la infraestructura local y las
bajas civiles.
Ran lanzó una mirada en dirección a Lexa. El movimiento fue sutil,
pero ella lo vio… Lexa asintió una vez. Ran empujó el teléfono contra el
pecho de Greger.
—Todavía no lo entiendes —le dijo—. Mis explosiones… no siempre
están controladas, no siempre son predecibles.
—Francamente, creo que te menosprecias —respondió Greger—. He
visto tu entrenamiento. Mejor aún, he visto videos tuyos en el campo. Eres
increíblemente hábil.
—Una expresión me viene a la mente —respondió Ran fríamente,
desviando el cumplido—. Cuando tu única herramienta es un martillo, cada

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Fandom Legacies
problema parece un clavo. Ya te lo dije antes, no quiero ser el martillo de la
Garde Terrestre.
Sonriendo, Greger miró la metralla que había dejado el martillo que
Ran había detonado.
—Una metáfora apta, supongo. No obstante, mi recomendación para la
Garde Terrestre permanece sin cambios. Estás lista, Ran. Debes pasar por el
procedimiento acelerado para la graduación y la autorización para comenzar tu
servicio en el mundo. Intrínsecamente destructivo como podría ser tu legado,
finalmente salvaría vidas.
Ran de repente se sintió cansada. Esta era la misma discusión que tenía
con Greger cada vez que él aparecía en la Academia. Estaba cansada de
eso. Solo había tantas maneras de decirle a un tonto que no harías explotar a la
gente por el bien mayor. Le dio la espalda y tocó el brazo de Malcolm.
—Gracias por trabajar conmigo, Dr. Goode. ¿Podemos reanudar
nuestras pruebas mañana?
—Por supuesto —respondió con una sonrisa simpática—. Ve a ver a
Taylor y que te deje como nueva.
Ran asintió. Sin decir una palabra más, dio un paso deliberadamente
alrededor de Greger y se dirigió hacia la salida del centro. Podía oírlos hablar
de ella mientras atravesaba la puerta.
—Un día —Greger le dijo a Malcolm—, ella tendrá que aceptar lo que
es.
—Creo —respondió Malcolm con frialdad—, que eso es exactamente
lo que ella está haciendo.

—Fue más fácil de lo que pensé que sería —dijo Ran a los demás esa noche,
cuando nuevamente se reunieron debajo del centro de entrenamiento—. Me
pasó su teléfono directamente.
—Con Greger conectado al Wi-Fi y sin prestar atención a su
dispositivo, pude obtener acceso —dijo Lexa—. Descargué sus contactos, sus
correos electrónicos, todo.
—¿Encontraste algo sospechoso? —preguntó Kopano.
—Desafortunadamente, no —respondió Lexa.
—El pendejo podría tener un segundo teléfono —dijo Nigel con una
mirada a Ran. Él sabía la presión que Greger le ponía y no le agradaba. Ran
apreciaba que fuera tan protector, pero no dijo nada. No creía probable que
Greger fuera su espía. Él era casi demasiado sórdido para esconder aún más
sordidez.
—Oh, un tipo así definitivamente tiene un segundo teléfono —dijo
Isabela, soplándose las uñas—. Uno para negocios y familia, otro para todos
sus asuntos.
—El tipo ni siquiera está casado —dijo el Profesor Nueve.
Isabela se encogió de hombros.

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Fandom Legacies
—Ya lo verás.
—Hubo una cosa extraña —dijo Lexa—, aunque no necesariamente
veo una conexión con la Fundación.
Ran se inclinó hacia adelante.
—¿Qué es?
—Hubo llamadas, tanto entrantes como salientes, a algunos números
encriptados. Me tomó un poco de trabajo, pero logré rastrearlos hasta la CIA.
—Lexa se dio cuenta de la mirada inexpresiva de Isabela—. La agencia de
espionaje de los Estados Unidos.
—Oh —dijo Isabela.
—Ya sabes, como Jason Bourne —agregó amablemente Kopano.
—¿Quién es ese nerd? —preguntó Isabela.
Taylor habló antes de desviarse demasiado fuera del tema.
—Greger es sueco, ¿verdad?
—Suizo —dijo Nueve.
—No, de hecho es sueco —corrigió Malcolm.
Nueve levantó sus manos.
—Este planeta tiene demasiados países.
—¿Por qué un tipo sueco estaría hablando con la CIA? —Preguntó
Taylor—. Eso es un poco extraño, ¿verdad?
—Podría estar relacionado con su trabajo para la Garde
Terrestre —dijo Caleb—. Muchas organizaciones diferentes probablemente
estén interesadas en nosotros.
—Demasiadas —dijo Taylor.
Mientras los demás hablaban, Nigel se levantó y caminó hacia la
pizarra. Cogió un marcador negro y dibujó un globo de diálogo al lado de la
cabeza de Greger. En el interior, él escribió: ¿Soy malvado?
Eso hizo que Ran se echara a reír, probablemente mucho más de lo que
el dibujo de Nigel merecía. Eso se sintió bien, una liberación de presión casi
como cuando cargaba un objeto con energía.
Malvado o no, Greger estaba equivocado sobre ella.
Se lo demostraría. Ella podría hacer más que explotar cosas.

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Fandom Legacies

—NUEVA TECNOLOGÍA, DAMAS Y CABALLEROS —anunció el


coronel Ray Archibald—. Acaba de llegar.
El jefe de seguridad de la Academia, comisionado de la gran cantidad
de Pacificadores de la ONU encargados de mantener a los estudiantes a salvo,
se paseaba de un lado a otro en el frente del comedor. Excepto por aquellos
que estaban actualmente en servicio, todos sus soldados estaban presentes,
amontonados en los bancos para escuchar el informe semanal. Archibald era
tan serio como siempre, sus mejillas irritadas por la navaja de afeitar,
su uniforme inmaculado.
La teniente Halima Ouma, una soldado de Kenia que acababa de unirse
a los Pacificadores, estaba de pie en la parte posterior de la sala, cerca de la
puerta. En realidad, era el día libre de Halima, pero nadie pensó que era
extraño que hubiera venido al informe. Ese tipo de dedicación siempre
anotaba puntos con Archibald.
La verdadera Halima, en realidad se había levantado temprano
esa mañana, usando su día para dar un paseo en coche por la costa para
explorar California. Isabela la había visto irse. Es por eso que había decidido
tomar prestado el rostro de Halima en primer lugar. Ella no lo extrañaría.
—Este es el Inhibidor 3.0 —dijo Archibald. Levantó lo que a Isabela le
pareció como un simple botón plateado, aunque con una punta de aguja que
sobresalía de un lado—. Obviamente, esto está destinado a combates en
espacios más cerrados que el collar de descargas eléctricas de la versión
anterior. Una vez implantado en la sien de un garde, el inhibidor emite
un señal que desestabiliza sus legados. Sydal Corp está trabajando en un
sistema vector para convertirlos en proyectiles inteligentes, pero
aparentemente eso aún no está listo.
Isabela aguzó sus oídos ante la mención de Sydal Corp. Sus amigos
hablaron sobre ellos, en su guarida secreta. Eran los fabricantes de armas que
suministraron tanto a la Garde Terrestre como a la Fundación con tecnología
anti-garde. Su CEO, Wade Sydal, con su cara de bebé y mala barba, incluso
apareció en su pizarra.
¿Tenían pruebas incriminatorias contra Sydal? ¿Pruebas de su doble
negociación? Isabela no podía recordarlo. Ella no prestaba mucha atención en

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Fandom Legacies
esas reuniones. Se sentían como deberes extra. Prefería las cosas
emocionantes.
Como entrar furtivamente en los barracones para obtener los datos que
Archibald tenía.
—A decir verdad, preferiría que no tuviéramos que usar estas cosas —
el coronel dijo mientras lanzaba el nuevo inhibidor sobre la mesa frente a
él—. Nuestro trabajo aquí es asegurarnos de que nadie dañe a estos niños. A
veces, eso significa asegurarnos de que no se lastimen a sí mismos ni a los
demás. Si no podemos resolver una situación sin sacudirles el cerebro, hemos
fracasado en nuestra misión.
Isabela reconsideró a Archibald. Cuando hicieron el evento de los
Juegos de Guerra contra los Pacificadores, él se veía orgulloso de la manera en
que sus soldados desmantelaron a los jóvenes garde —al menos hasta que
Isabela y sus amigos se abrieron paso hasta la victoria. Isabela todavía
saboreaba el recuerdo de la cara sorprendida de Archibald cuando ella le había
puesto una pistola tranquilizante bajo la barbilla. Escuchando a Archibald
ahora, se preguntó si realmente él la tenía contra la garde, o si todo ese
escenario de entrenamiento era solo su manera de enseñarles a los estudiantes
—y a su arrogante profesor— una dura lección.
—Se suponía que íbamos a recibir un nuevo estudiante en la Academia
mañana. —Archibald continuó con su informe—. Pero los italianos la están
reteniendo, a causa del incidente en Filipinas. Si alguna prensa se contacta
con ustedes para saber sobre la participación de Italia con la Garde Terrestre,
ustedes no tienen ningún comentario.
Isabela se perdió en sus pensamientos. ¿Era Archibald solo un matón
militar estricto o albergaba el tipo de sentimiento anti-garde que lo convertiría
en un espía perfecto? Isabela lo descubriría muy pronto.
—Las vacaciones de Navidad se están acercando —dijo Archibald,
ajeno al escrutinio de Isabela—. El especialista de la Academia quiere que
seamos conscientes de que esta puede ser una época del año difícil para los
jóvenes, sobre todo teniendo en cuenta que a la mayor parte de ellos no se les
permitirá salir de la escuela para visitar sus hogares. Seamos conscientes de
que los estudiantes actuarán y potencialmente tratarán de escabullirse del
campus. No queremos que se repita nuestro reciente error.
Isabela se permitió una pequeña sonrisa. Como si ellos pudieran
mantenerla aquí si realmente quisiera escapar.
Archibald abrió una carpeta en la mesa frente a él.
—En cuanto a esas visitas domiciliares, si digo tu nombre, significa que
has sido asignado a uno de esos destacamentos.
Eso fue suficiente espionaje para Isabela. Con un empujón telepático,
tiró la carpeta de Archibald de la mesa. Con un gruñido molesto, el coronel se
inclinó para recoger los papeles, e Isabela se escabulló por la puerta.
Con tantas veces como se había escapado del campus, Isabela conocía
bien el diseño de la base de los Pacificadores. El comedor, los barracones, el

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Fandom Legacies
arsenal, la valla que acordonaba la Academia, la puerta de entrada que
conducía a la carretera y el mundo exterior, y el tráiler privado donde se
alojaba Archibald.
Pff. Si Isabela fuera un pez gordo del ejército, habría exigido una casa
mucho más agradable.
Como todos estaban en el informe, nadie notó que Halima Ouma se
acercaba al tráiler de Archibald. Isabela abrió el cerrojo con su telequinesis y
se escabulló dentro.
La morada del coronel era tan aburrida como Isabela esperaba. Su cama
estaba hecha con tanta precisión que Isabela imaginó que se podía oír el
colchón chirriar de angustia desde las asfixiantes esquinas del hospital. Había
cuatro libros apilados en la mesita de noche, todos ellos biografías de
presidentes estadounidenses. Las vitaminas del hombre estaban alineadas en
una fila ordenada por tamaño junto al pequeño fregadero del tráiler. Toda la
habitación olía a pino. La laptop de Archibald estaba sobre la mesa libre de
polvo rematada con linóleo junto a una lata de cacahuetes sin sal.
Isabela encendió la computadora portátil —tenía de fondo de escritorio
una bandera americana ondeando, por supuesto— e insertó en el puerto el
dispositivo USB que Lexa le había dado. Inmediatamente, algunas cosas de
computadora comenzaron a suceder… números y barras de progreso, ese tipo
de mierda. Lexa le había dicho a Isabela que todo lo que tenía que hacer era
enchufar la unidad unos minutos y dejar que hiciera su trabajo.
Mientras tanto, Isabela arruinó las colchas de Archibald. Porque, ¿por
qué no?
La unidad portátil emitió un sonido agudo cuando terminó de
duplicar el disco duro de Archibald. Isabela se la guardó de nuevo en el
bolsillo, hizo una pausa, se conectó a internet, encontró una imagen de
algunos chicos sexys jugando al voleibol en trajes de baño muy pequeños de
los años ochenta, y cambió el fondo de escritorio de Archibald.
—Misión cumplida —se dijo a sí misma.
Isabela salió del tráiler de Archibald e inmediatamente se topó con un
soldado que corría hacia el comedor. Los dos estuvieron a punto de caer por
el impacto. Isabela se encogió. Debería haberse asomado antes de salir del
tráiler. ¿Era esto lo que quería decir el Profesor Nueve cuando la llamaba
impetuosa?
—Ouch, Halima, maldición —dijo el soldado, frotándose la cara donde
había chocado contra el hombro de Isabela. Era joven, estadounidense, con el
uniforme desaliñado. El nombre en su pecho decía Pvt. Rhodes—. ¿También
vas tarde para el informe? Los pendejos de mis compañeros de cuarto
apagaron mi alarma.
Isabela formó los labios de Halima en una sonrisa tímida.
—Sí —dijo ella—. Yo también me quedé dormida.

29
Fandom Legacies
—Bien, vamos… —Rhodes no término la frase. Miró a Isabela con los
ojos entrecerrados, dándose cuenta de dónde había salido—. Espera.
¿Qué estabas haciendo en el…?
Isabela agarró la parte superior del brazo de Rhodes y lo apretó.
—Por favor, no digas nada —dijo—. Fue solo una aventura y no
quiero meter a Ray en problemas.
Rhodes parecía sumamente incómodo, como si lamentara haberse
topado con Halima. Isabela sonrió para sus adentros. Menos mal que eligió a
una mujer para hacerse pasar por ella. No habría sido tan fácil explicar su
descuido si hubiera estado haciéndose pasar por un soldado que salía
furtivamente del tráiler del coronel.
—¡Hola chicos!
El torpe silencio entre Halima y Rhodes fue interrumpido por el saludo
de Caleb. No Caleb, Isabela podría decirlo de inmediato, sino uno de
sus duplicados. El clon se quedó allí con esa mirada imperturbable, sonriendo
estúpidamente a los dos soldados.
—Soy el sentido de aventura y espontaneidad de Caleb —declaró el
duplicado—. ¿Ustedes quieren disparar algunas pistolas o algo?
Rhodes dio un cauteloso paso hacia atrás, apartándose del clon.
Antes de que él o Isabela pudieran decir algo, el verdadero Caleb
apareció en el otro lado de la cerca, agitando los brazos.
—¡Oigan, lo siento! —Llamó Caleb—. Perdí el control de ese.
Isabela agarró el duplicado por el brazo.
—Voy a escoltar a… esta cosa de regreso al campus —le dijo a
Rhodes—. Todavía puedes llegar al informe.
Rhodes asintió, aliviado de estar lejos tanto de Halima como de
Caleb. El clon se quedó en silencio cuando Isabela lo condujo hacia la puerta
cercana donde Caleb esperaba. Isabela apretó los dientes, no queriendo que su
molestia con Caleb se notara.
—Conduzco a este extraviado de vuelta al campus —dijo Isabela a los
Pacificadores en la puerta.
La saludaron con la mano. Caleb absorbió su duplicado y se caminó
junto a Halima hasta que estuvieron fuera del campo de visión de la
puerta. Solo entonces Isabela cambió a su verdadera forma. Caminaron de
regreso al campus uno al lado de la otra, como si acabaran de salir
a dar un paseo.
—Lo tenía bajo control —dijo Isabela bruscamente.
—Oh —respondió Caleb, frotándose la parte posterior de su cuello—.
Pensé que ese soldado iba a arrestarte. Pensé que podría proporcionar una
distracción.
—Tenía una jugosa coartada lista para salir —dijo Isabela, con los ojos
brillantes—. El coronel aburrido está teniendo una aventura secreta
con Halima.

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Fandom Legacies
—Um, eso sería realmente inapropiado —respondió Caleb—. Podrías
meter a Archibald en muchos problemas si se dijera eso.
Isabela puso los ojos en blanco.
—No seas tan estirado. Además, si descubrimos que él es el espía, los
rumores que inventé serán la menor de sus preocupaciones.
—No creo que Archibald sea nuestro hombre —dijo Caleb.
—Por supuesto que no. Amas a tus hombres del ejército.
Caleb frunció el ceño ante eso.
—El hecho de que haya crecido en una base no significa que piense que
todos los que llevan uniforme son unos santos. Pero mi tío me dijo cuando
llegué aquí que Archibald era un hombre bueno. Que podría confiar en él.
—¿Este es el mismo tío que Nigel maldice hasta el día de hoy porque se
robó a su mapache mascota?
—Nuestra quimera, sí —respondió Caleb, mirando a la distancia—.
Tenían que ponerlos en cuarentena, supongo. No digo que mi tío siempre
tiene la razón, pero…
—Y este es el mismo tío que hizo algunos arreglos para que puedas ir a
casa por Navidad este año, mientras que el resto de nosotros estamos
atrapados aquí —agregó Isabela.
—Yo no pedí eso —respondió Caleb—. Ni siquiera quiero ir a casa.
—Claro.
Caleb la miró como si fuera a defenderse más. En lugar de eso, soltó un
suspiro y guardó silencio. Los dos caminaron de vuelta a los dormitorios sin
hablar. Isabela no estaba segura de por qué sentía la necesidad de molestar
tanto a Caleb. Él había estado tratando de ayudar e incluso ella estaba de
acuerdo con él… Archibald probablemente no era el espía. Él era demasiado
aburrido para eso.
—Bueno, lo siento, me interpuse en tu camino —dijo Caleb
rotundamente cuando llegaron a los dormitorios.
—Disculpa aceptada —Isabela respondió con un bufido.
Caleb entró caminando penosamente a los dormitorios mientras Isabela
continuaba hacia el edificio de la facultad para entregarle el dispositivo USB a
Lexa. Frunció los labios, sintiéndose mal por cómo le había hablado a Caleb.
Oh bien. Él lo superaría. Ojalá.
—Esta mierda del trabajo en equipo —murmuró Isabela—, no es lo
mío.

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Fandom Legacies

LA PESADILLA SIEMPRE EMPEZABA IGUAL. NIGEL estaba descalzo,


en los cómodos pantaloncillos de pijama que él usaba cuando era niño, sus
brazos cruzados dentro de las mangas de su camiseta para mantenerse cálido.
Su respiración formando una pequeña nube enfrente de su rostro. Sus dedos
entumecidos, pero no lo suficiente para no sentir el frágil hielo debajo de él,
crujiendo y colapsando a cada paso.
Él estaba de regreso en Islandia, afuera sobre aquel lago congelado.
Nigel miró por encima de su hombro, debía haber tierra y una cabaña
detrás de él, pero no había nada. Nada excepto hielo dondequiera que mirara.
Tambaleando avanzó hacia adelante, incapaz de hacer algo más. Sus
dientes castañeteaban. El chasquido del hielo producía eco en sus oídos. Una
ráfaga de nieve sopló sobre su cara y pudo sentir su moco congelado sobre su
labio superior.
Había sombras frente a él. Gente, apenas visible en la penumbra. Si tan
solo pudiera llegar hasta ellos…
Entonces escuchó sus voces, su cruel risa. Burlándose de él por sus
tontos pantaloncillos. Eran los chicos de la Academia Preparatoria
Pepperpont para Jóvenes Caballeros. Su vieja escuela, la que dejó atrás cuando
la invasión comenzó, cuando él aprovechó la oportunidad de convertirse en
alguien más.
El antiguo miedo volvió a él. Quiso esconderse, pero no había lugar
para hacerlo. Ahora ellos venían hacia él. Algunos blandían palos de lacrosse y
fustas.
Nigel apretó los dientes para que dejaran de castañetear. Ya no sería
débil nunca más. Ahora tenía legados. Pero de alguna manera, él sabía que ahí
no funcionarían, no en el hielo. No podía decidir si correr de regreso por
donde venía o admitir cualquiera de las humillaciones que los chicos de prepa
tuvieran en mente.
Fue en ese momento que la dolorosa indecisión de Nigel cayó. Siempre
lo mismo. El hielo se partió debajo de él y el agua oscura comenzó a
devorarlo, congelando todo mientras llenaba sus pulmones.

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Fandom Legacies
—Es entonces cuando despierto, jadeando por aire —le dijo a la Dra. Linda
—. ¿Qué harás con eso, ah? Estoy acostumbrado a ser el que sueña cosas
interesantes, como aquel sueño en el que corría alrededor de los suburbios
destrozando ventanas con Siouxsie Sioux.
La Dra. Linda lo miró inexpresivamente, su pluma colocada sobre su
libreta.
—¿Siouxsie Sioux? —reiteró Nigel, espantado—. ¿Siouxsie and the
Banshees? Maldita sea, Linds, ¿no estabas viva en los setentas?
—Sí, Nigel, estaba viva.
—Suena a que no —respondió Nigel—. Como sea, ¿qué vamos a hacer
con las pesadillas? —Pasó el dorso de su mano por su mejilla llena de
agujeros—. No he tenido mi sueño embellecedor.
Nigel se hundió más en el cómodo sofá de la oficina de la Dra. Linda,
su mirada revoloteando alrededor del cuarto. La oficina estaba repleta de
chucherías de todo el mundo, los objetos pequeños servían como temas de
conversación para que la Dra. Linda rompiera el hielo con algunos de los
estudiantes extranjeros. Sobre las paredes había variaciones de la misma
pintura moteada multicolor, de la cual Nigel estaba fastidiado de ver,
considerando que tenía que venir a este lugar una vez por semana.
—No es inusual que dos experiencias traumáticas se mezclen una en la
otra particularmente cuando comparten un motivo unificado…
—¿Eh?
—Tu experiencia en Islandia y tu formación en la escuela preparatoria
—Linda explicó pacientemente—. Son similares.
—¿De qué estás hablando? —Nigel responde—. Un montón de idiotas
que me atormentaron por años, no tienen nada que ver con ahogarse.
—¿Es ahogarse lo que te asusta?
—Ahogarse apesta, ¿no? Estaba jugando ¿qué prefieres? la otra noche con
los chicos y todos estuvimos de acuerdo en que preferimos morir quemados.
Tú pensarías que eso duele más, ¿correcto?
—Nigel.
—Pero lo que pasa es que mueres a causa del humo mucho antes de
que tu piel comience a quemarse.
—Muy bien, Nigel, eso es encantador. —La Dra. Linda suspiró—. El
punto que estoy tratando de plantear es que, a pesar de tu experiencia tan
cercana, no estás ansioso por morir ahogado.
—Lo dices tú —responde Nigel y sube sus botas de combate sobre la
mesita. Él ha estado visitando a la Dra. Linda tan a menudo que ni siquiera
recibe una ceja levantada de la mujer.
—La similitud, Nigel, es tu sentimiento de impotencia —dijo la Dra.
Linda.
—Wow. ¿No nos estamos saltando la parte de la terapia en que me
preguntas cuál pienso que es la conexión y gradualmente me guías a una
conclusión?

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Fandom Legacies
La Dra. Linda sonríe secamente.
—He aprendido que un enfoque más directo funciona mejor contigo.
Nigel miró por la ventana, el cielo azul y despejado de California,
brillante incluso en este llamado invierno. Cerró su mano en un puño y besó
su primer nudillo, pensando en todo.
—¿Es por eso que todo el tiempo pienso en venganza? ¿Contra esos
idiotas de Pepperpont de vez en cuando, pero más a menudo en contra de ese
chico controla mentes que se viste de fantasía y que me lavó el cerebro?
—La venganza, creo, puede ser muy parecida al hielo delgado, Nigel —
dijo la Dra. Linda—. No te sostendrá por mucho tiempo.
—Wow, Linda, ese es un alcance heroico para una metáfora, ¿eh? —
Nigel volteó y le dirigió una sonrisa fría—. Lo que aún no puedo entender,
después de todas estas semanas, es cómo aquel idiota islandés sabía tanto
sobre mí.
La Dra. Linda miró a Nigel a los ojos por un momento, luego dirigió su
mirada hacia su libreta. Tocó su pluma pensativamente.
—Si realmente tienes problemas para dormir, puedo subscribirte algo.
—Ahora estamos hablando, cariño. Que sea algo con lo que pueda
quedar ebrio, ¿sí?
Ella lo miró por encima del borde de sus lentes.
—Obviamente no.
—Entonces no importa —dijo Nigel con un gesto de mano—. Estoy
en lo correcto, Linds. Como siempre.

Nigel lo había estado sospechando por semanas. Después de que tuvo la


pesadilla por primera vez —Einar y los chicos de Pepperpont, los grandes
villanos de su vida uniéndose para atormentarlo en la mitad de la noche— se
había quedado despierto cuestionándose.
¿Cómo lo supo Einar?
La cosa era que, a Nigel realmente le agradaba la Dra. Linda. Se sentía
tonto por verter sobre ella sus preocupaciones, pero era agradable que un
adulto se interesara sobre esto. Entonces, él había enterrado esa sospecha. No
habiendo querido creerlo.
No hasta que ellos estuvieran seguros de que el espía no era uno de los
administradores. Una vez que supieron eso, no había manera de continuar
negándolo. Él no necesitaba hacer una copia de su disco duro o hackear su
correo electrónico como los otros estaban haciendo con Greger y Archibald.
Nigel podía ver la culpa en los ojos de la Dra. Linda.
En el pasillo vacío afuera de la oficina, Nigel apretó los puños con
fuerza y dejó salir un grito. Con su legado, él habría podido amplificar el grito
lo suficientemente alto para destrozar todas las ventanas del piso. Pero en
lugar de eso, se silenció a sí mismo. La ráfaga de aire salió de sus pulmones sin
emitir sonido alguno… toda la catarsis de gritar, nada de sonido.

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Fandom Legacies
Él lo sabía.

Aquella noche, debajo del centro de entrenamiento, Nigel se paró frente a su


tablero de pistas y sospechas, mirando la fotografía de la Dra. Linda.
—La señorita me mira directo a los ojos —gruñó Nigel—. Directo a
los ojos y pretende que ella no lo sabe.
—¿La descubriste? —Ran preguntó—. Estás hablando como si la
hubieras descubierto.
—No —Nigel dijo agriamente—. Al menos, no lo creo. No es tan
jodidamente fácil para mí ser tan alegre con ella.
—Lo sé.
—Me gustaría gritarle a su presumido trasero hasta que salga volando
por su ventana.
—Tal vez —Ran dijo uniformemente—, eso sería ir demasiado lejos.
—Maldita bruja —Nigel gruñó. Agarró un marcador y dibujó unos
cuernos de diablo sobre la frente de la Dra. Linda—. Tengo que sentarme ahí
y dejar que me trate cuando… —negó con la cabeza—. ¿Crees que a ella
incluso le importe que por culpa de su gran boca estuvieran a punto de
matarme? ¡Sin mencionar la violación de su maldito juramento sagrado!
Ran chocó afectivamente su hombro con el de Nigel. Su voz era tan
fríamente desapasionada como siempre.
—Sé que no es fácil, pero debemos mantener las apariencias. Podemos
hacer más daño a nuestros enemigos cuando ellos no saben nada.
—Tenemos al maldito Sun Tzu por aquí —Nigel respondió—. Tú no
eres la que se casi ahoga.
—No. Solo me disparó un francotirador en la pierna y luego aplastaron
mi pecho con telequinesis. —Ran lo miró—. Además, Sun Tzu era chino,
pero yo he leído su libro. Es un poco seco.
—Sí, sí, —replicó Nigel, y le sonrió de forma salvaje a Ran—. Solo
estoy diciendo que yo no soy un tipo que le guste eso de la venganza es un
plato que se sirve frío. Me gusta caliente y me gusta a menudo.
—Mmm lo sabemos —Ran respondió, acostumbrada a la bravuconería
de Nigel.
Su grupo se reunió una vez más alrededor de la mesa de conferencia.
Los datos que ellos habían raptado de Archibald y Greger estaban limpios.
Mientras tanto Lexa, había simplemente hackeado el correo electrónico de la
Dra. Chen y el disco duro sin ninguna ayuda de los estudiantes, Chen tenía la
negligente protección de datos de una persona inocente. Eso dejó solamente a
la Dra. Linda, para lo cual Nigel expuso el caso en su contra, limitando sus
maldiciones lo más posible.
Cuando Nigel acabó, Nueve dirigió su mirada hacia Malcolm y Lexa.
—Me has convencido —dijo—. Pero, me han dicho que no siempre
pienso las cosas de la mejor forma, ¿qué piensan ustedes dos?

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Fandom Legacies
Malcolm hizo una mueca.
—Realmente desearía que no fuera ella, pero la evidencia parece tener
sentido.
Lexa asintió en acuerdo.
—Creo que es momento de la fase dos —dijo.
—Vamos a ver cómo Linda maneja a un terrible estudiante que quiere
escapar de la Academia —dijo Nueve.
Todos se giraron como uno para mirar a Taylor.
Ella estaba tumbada en su silla exactamente como Nigel le había
mostrado, con los ojos caídos como si fuera a quedarse dormida, masticando
chicle ruidosamente. Con una sacudida de su cabello, se sentó ligeramente,
mirando a sus amigos.
—¿Están hablando de mí, perras? —preguntó Taylor.

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Fandom Legacies

Querida Taylor…
…Espero que te encuentres bien…
…Danos una segunda oportunidad…
Salvando una vida, puedes salvar miles más.
Estoy ansioso por trabajar de nuevo contigo…

Una carta de disculpa. La Fundación le había enviado una maldita


carta de disculpa, una que contenía una propuesta. Taylor no podía creer la
valentía de esta gente. La habían secuestrado y casi mataron a sus amigos,
y su respuesta fue sacar el papel fino y bolígrafos.
Taylor aún recordaba la ira que sintió ese día, semanas atrás.
Irrumpió en la oficina de Nueve y prácticamente le arrojó la carta. Ella
quería hacer algo. Lo que fuera.
—Tienen infiltrados aquí —dijo Taylor—. Tal vez deberíamos tener
uno allí.
—¿Cómo sugieres que lo logremos?
—Déjame regresar —respondió Taylor—. Déjalos reclutarme. Seré
una agente doble.
Nueve se reclinó en su silla, jugueteando con una de las
articulaciones de su brazo mecánico.
—Eres una estudiante. Ni siquiera te has graduado para la Garde
Terrestre. No puedo asignarte una misión peligrosa.
Taylor lo miró.
—¿En serio? Pero dijiste…
Nueve levantó sus manos.
—De acuerdo, me convenciste. Si Malcolm pregunta, discutimos
durante mucho más tiempo antes de que me convencieras. Sin embargo,
necesitamos un plan. Dos planes. Uno para mantenerte a salvo y otro para
hacer que la Fundación crea que realmente quieres estar ahí. Porque si
huyes de nuevo y dejas que te lleven, podrían no creer que realmente estás
con ellos. Podrías terminar como ese pobre niño del que nos hablaste. El
vegetal.
Taylor tragó saliva al recordar al garde en silla de ruedas que había
conocido en Abu Dhabi.

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Fandom Legacies
—Tengo mis sentimientos sobre ellos bastante claros —dijo—.
¿Cómo los convencemos de que he cambiado de opinión?
Nueve recogió su tablet y accedió al registro académico de Taylor.
—Veamos. Aquí dice que tus calificaciones son buenas y que tus
instructores dicen que es una alegría tenerte en clase. Eres amable con tus
compañeros y pareces naturalmente predispuesta a ser una sanadora.
—¿Entonces?
—Entonces, para empezar, vas a tener que acabar con toda esa
mierda —dijo Nueve. Se inclinó hacia adelante—. Taylor, es hora de que
descubras el lado oscuro.

No fue fácil.
En la asociación estudiantil, dos días después de que decidieran que
la Dra. Linda debía ser el espía, Taylor hizo una mueca ante su libro de
economía. No podía entender nada. Los conceptos los entendía: ciclos de
negocios, burbujas y auges, recesiones y depresiones. Lo que no podía
entender era cuándo tendría la oportunidad de usar esta información.
Miró la primera pregunta sobre su tarea. Imagina que eres dueña de un
supermercado…
Taylor resopló. ¿Cuáles eran las probabilidades de que eso
sucediera? Pero está bien… imaginó que ella era la dueña de un
supermercado. Entonces, si no era incendiado hasta los cimientos por un
grupo de fundamentalistas religiosos locos que creían sinceramente que
Taylor era una especie de engendro demoníaco —había un gran si aquí—
podría establecer un kiosco en el pasillo de la farmacia y curar a los
clientes enfermos, cobrándoles unos… oh, ¿qué tal cobrándoles con todo
lo que poseían? Ese sería el modelo de negocios de la Fundación, de todos
modos. Quizás debería escribir sobre eso. Capitalismo en un mundo post-
garde. Cómo explotar los legados a cambio de dinero.
Una rasgadura se formó en el papel de su cuaderno donde Taylor
había estado garabateando airadamente. Tomó aliento y dejó su pluma.
Siempre había sido una buena estudiante, era una de esas chicas que hacía
su tarea tan pronto como llegaba a casa, y le pedía a sus maestros un
crédito adicional cuando las tareas se sentían demasiado fáciles. A Taylor
le gustaba la escuela, y las clases en la Academia de la Garde Humana eran
más interesantes y desafiantes que cualquier cosa que hubiera tenido en
Dakota del Sur.
Pero ahora, después de semanas de exámenes reprobados y ser
grosera en clase, incluso los pensamientos internos de Taylor se volvían
cínicos. No podía ver su tarea de economía sin sentir que todo era inútil.
Con un cansado suspiro, Taylor levantó la vista de sus libros. Era la
hora del almuerzo, por lo que la asociación estudiantil estaba concurrida.
Chicos de docenas de diferentes países llevaban bandejas de comida a

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Fandom Legacies
mesas y puestos, tenían conversaciones divertidas o se enzarzaron en una
batalla telequinética para cambiar el canal en el televisor de pantalla gigante
de la asociación estudiantil.
Las cuerdas de luces rojas y verdes se extendían desde el techo y se
envolvían alrededor de las barandas del segundo piso. Había recortes de
papel de bastones de caramelo y muñecos de nieve pegados a las paredes,
y un candelabro brillante en el centro de la habitación. Alguien en la
facultad realmente se había dedicado a la decoración de la temporada.
Taylor se mordió el interior de la mejilla. Esta iba a ser la primera
Navidad que ella pasaría fuera de casa. Trató de no imaginarse a su padre
solo, pero no pudo evitar imaginarlo sentado en su sala de estar junto a un
árbol de Navidad caído. En esta deprimente fantasía, el lugar estaba
destrozado, su padre sentado bajo una viga del techo rota mientras la nieve
derretida goteaba a través del techo abierto y arruinaba su viejo sofá.
Ella no debería haberlo dejado allí solo.
Y luego no debería haberlo involucrado en su plan…
Taylor negó con la cabeza, obligándose a no pensar en lo que ya
estaba hecho.
No era como si Taylor fuera la única atrapada en la Academia
durante las vacaciones. A la mayoría de los estudiantes no se les permitió
visitar su casa. Aparentemente, por razones de seguridad, la Academia solo
se sintió cómoda al dejar ir a un puñado de ellos, e incluso esos
afortunados garde llevarían consigo pequeños ejércitos de Pacificadores de
la ONU. Los estudiantes a los que se les permitió irse fueron elegidos
según su capacidad de controlar sus legados, el tiempo transcurrido desde
su última visita, las calificaciones y el comportamiento reciente. Entonces,
si alguien se escapó del campus y terminó en medio del caos internacional,
probablemente no tendrían un viaje a casa. A menos que ese alguien fuera
Caleb.
Había escuchado a chicos llorando en los dormitorios. Las crisis
emocionales que inevitablemente ocurrieron en un ambiente tan estresante
se habían duplicado últimamente. También tenían las líneas para los
teléfonos y las computadoras públicas. Taylor no era la única que la pasaba
mal, aunque si era la única que la estaba pasando mal y pretendía ser una
idiota que odiaba a todos.
—Siempre la estás mirando.
—Deberías ir a hablar con ella. Leí que las chicas estadounidenses
admiran el acercamiento directo.
—Mientras estés allí, pregúntale cómo fue matar personas.
Taylor fingió que no podía oír los susurros demasiado altos de la
conversación en la mesa junto a la de ella, pero sus sonrojadas mejillas la
delataron. Bajó la cabeza, dejó que un poco de cabello cayera en su cara y
echó un vistazo. Eran un cuarteto de muchachos, ninguno mayor de
quince años. Todos eran tweebs, lo que significa que solo habían

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desarrollado su telequinesis, sin un legado primario. Eran el último
peldaño en la escala social de la Academia y tendían a permanecer unidos.
Taylor estaba bastante segura de que un par de ellos habían llegado a la
Academia después de ella; ni siquiera sabía sus nombres. Que loco. Pensar
que ya no era una novata por aquí, a pesar de que solo había estado allí
durante cuatro meses.
—Ella no mató a nadie —dijo el tweeb que los otros estaban
tratando de engatusar para que fuera a coquetearle—. Es una sanadora.
Taylor se dio cuenta de que conocía a ese tipo. Su nombre era Miki.
En su primer día en la Academia, lo había visto enviar al viejo novio de
Isabela, Lofton, volando por el centro de entrenamiento. Incluso
entonces, se rumoreaba que su telequinesis era más poderosa que la de
cualquier otra persona en el campus. Solo tenía catorce años y era pequeño
para su edad, medía poco más de metro y medio, cabello oscuro y ojos
almendrados. Pero sus rasgos se habían endurecido un poco en los últimos
meses, algo de la grasa de bebé inuit cincelada. Ahora era como el rey de
los tweebs, supuso Taylor.
—Dejaría que sanara mis heridas, si sabes a lo que me refiero —dijo
uno de los otros chicos.
—Por supuesto que ella mató personas, amigo —dijo otro—. Todos
lo hicieron. Pelearon como contra un centenar de esos Segadores.
—Eso no es lo que escuché.
—¿Qué oíste?
—Que se emborracharon en San Francisco e inventaron todo lo de
los Segadores para salir de problemas.
—Ustedes cotillean demasiado —dijo Miki, cerrando la discusión.
Le mostró a Taylor una sonrisa de disculpa; él sabía que los había
escuchado por casualidad. Ella se burló en respuesta y miró hacia otro
lado.
Conversaciones susurradas como esa tendían a suceder alrededor de
Taylor últimamente. Ella tenía una reputación. Los otros chicos llamaron a
Taylor y sus amigos los Seis Fugitivos. El apodo hizo que Taylor pusiera
los ojos en blanco.
De repente, los chicos tweeb dejaron de hablar de ella y se
interesaron realmente en el programa de televisión de mala calidad que
estaban transmitiendo. Un segundo después, Isabela dejó caer una bandeja
de comida junto a la tarea de Taylor. Un croûton4 rebotó en medio de su
libro de texto de economía.
—El almuerzo está servido —dijo Isabela mientras dejaba su
bandeja sobre la mesa y sacaba una silla—. La fila era muy larga, casi
muero de desnutrición. De nada, por cierto.

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Croûton es un término francés que se aplica a pequeñas porciones de pan tostado o
ligeramente frito o salteado en aceite o en mantequilla.

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Fandom Legacies
Taylor apartó el croûton de su libro y echó un vistazo a la mesa de
los tweebs. Si no tenían el coraje de hablar con Taylor, definitivamente no
durarían un segundo con Isabela, y por la expresión de sus caras todos
ellos lo sabían. La brasileña de cabello oscuro tenía una reputación más
extravagante en el campus que Taylor. También era conocida por decir lo
que tenía en mente, sin importar cuán cortante fuera.
—Esos chicos te miraban fijamente —declaró Isabela en voz alta—.
Te comían con los ojos. Aprendí eso hoy. Significa el globo ocular del
bruto pervertido cachondo.
—Bastante cerca —respondió Taylor. Empujó el plato de comida
que Isabela le había traído—. Oye. ¿Qué es esto?
Isabela sonrió, siempre feliz de practicar su rápido desarrollo del
inglés.
—Demasiado fácil —dijo Isabela—. Eso es una ensalada.
—No, quiero decir… sé que es una ensalada. ¿Por qué me la trajiste?
Isabela se encogió de hombros.
—¿Para comer?
—Te dije cuando llegamos aquí que quería pizza.
—Se había acabado la pizza.
Taylor miró el plato de Isabela, donde dos grasientas rebanadas de
queso extra brillaban. Su estómago gruñó.
—Tienes pizza —dijo Taylor con frialdad—. Mucha pizza.
—Sí pero… ¿cómo decir esto? —Isabela seco la grasa de una de sus
rebanadas con una servilleta—. Soy una cambia formas, ¿sí? Entonces, hay
algunas cosas de las que no me tengo que preocupar. Por ejemplo, para
empezar, me mantengo delgada, sin importar nada.
—¿Qué estás tratando de decir? —preguntó Taylor entre dientes.
—La ensalada soy yo cuidándote —respondió Isabela—. Tú te
ves… no lo sé. Un poco inflada.
—¿Estás diciendo que estoy gorda? —la voz de Taylor se había
vuelto más fuerte. Ahora los tweebs la estaban mirando de nuevo.
También lo hicieron algunas de las otras mesas.
Isabela sopló sus mejillas.
—¿Inflada y gorda es lo mismo? Tal vez es mi inglés. Déjame
revisar mi diccionario.
—Estoy cansada de toda tu mierda todo el tiempo —le espetó
Taylor a su compañera de cuarto, su voz era cada vez más fuerte—.
Nunca para.
—Está bien —dijo Isabela, poniendo los ojos en blanco—. Puedes
tener la pizza.
—No es. Por. La pizza —gruñó Taylor y con un golpe telequinético
despejó toda su mesa. La pizza voló hacia los tweebs y Miki tuvo que
reaccionar rápidamente con una desviación telequinética para evitar que la

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bandeja le golpeara en la frente. El plato se rompió en el piso, provocando
un coro de ¡Oh! de los otros estudiantes. Ahora, todos estaban mirando.
Excelente.
—Puta, ¿esta tu louca? —lloró Isabela bruscamente, levantando las
manos para quitarse las salpicaduras de salsa de la camisa.
—Te desafío a decir eso en inglés —respondió Taylor.
Y luego, antes de esperar una respuesta, Taylor usó su telequinesis
para quitar la mesa que estaba entre ellas. Los otros estudiantes saltaron y
se apartaron para evitar el mueble volador. Taylor se lanzó hacia adelante y
agarró a Isabela antes de que esta pudiera siquiera ponerse de pie.
Ahora había gritos a su alrededor, pero Taylor no pudo distinguir
ninguna de las palabras. Probablemente estaban diciéndole que se
detuviera. Estaba en una maraña de extremidades con Isabela, arañándose
y tirando la una de la otra. Isabela intentó alejarla con telequinesis, pero
Taylor también empujó con la suya. La presión en el aire rompió una
baldosa bajo sus pies.
En la lucha, Taylor logró liberar una mano, hacer su puño hacia
atrás y golpear a Isabela justo en la nariz.
Isabela cayó sobre su trasero con un grito aturdido, la sangre ya
corría sobre su labio superior. Miró a Taylor con los ojos húmedos, al
principio demasiado conmocionada y herida como para reaccionar.
Entonces, ella comenzó a llorar.
—¡Mi nariz! —gritó, su voz era nasal y difícil de entender—. ¡Me
rompiste la nariz!
Taylor se asomó sobre Isabela, sus puños aún apretados, sin saber
qué hacer a continuación.
Todos estaban mirándola.
Justo en ese momento, Taylor fue levantada, sus brazos
inmovilizados telequinéticamente a los costados. Alguien con más poder
telequinético de lo que ella podía reunir levantó a Taylor y la hizo flotar
hacia las puertas de la asociación estudiantil.
—Maldita sea, Taylor. ¿Qué diablos pasa contigo?
Era el Profesor Nueve. Su cara era sombría cuando bajó a Taylor
frente a él. Los brazos de Nueve —el real y la prótesis metálica— estaban
cruzados sobre su pecho. Esta era la mirada dura de Nueve. Ella miró a
Nueve desafiante. La asociación estudiantil seguía estando mayormente en
silencio, excepto por los sollozos sorbidos de Isabela, todos trataban de
escuchar lo que pasaría con Nueve.
—Te hice una pregunta —dijo Nueve.
—¿Los extraterrestres siquiera comprenden las emociones
humanas? —preguntó Taylor con una sonrisa burlona. Arrojó su cabello
sobre su hombro—. Deja de fingir que te importa y solo envíame con la
Dra. Linda como siempre lo haces.
—Hazlo a tu manera —dijo Nueve—. Sal de mi vista.

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Taylor estaba temblando mientras pasaba junto a Nueve, los
susurros de los otros estudiantes siguiéndola. Quería llorar.
Todo se sentía tan real. Especialmente la ira.

—¿Qué te pasa, Taylor?


—Nada.
—¿Te das cuenta de que este es el tercer arrebato violento que has
tenido en el último mes?
—No lo sé —respondió Taylor, con una comisura de su boca
curvada en una mueca despectiva que había aprendido de Nigel—. No he
estado contándolas.
La Dra. Linda tocó su barbilla mientras estudiaba a Taylor.
—Bueno, yo si —dijo plácidamente, después de unos agonizantes
segundos mirando a Taylor—. Tus profesores, tus compañeros… todos lo
hemos notado, Taylor. Incluso si nadie puede entender con precisión por
lo que has pasado, todos simpatizamos. Sabes que estamos aquí para ti,
¿verdad?
Taylor gruñó.
—Lo sé. No podría alejarme de ustedes si quisiera
—Una elección interesante de palabras —respondió la Dr. Linda—.
¿Quieres irte, Taylor?
Taylor miró a la mujer mayor en un silencio resentido. Con su
ondulado cabello gris y gafas con montura grande, la Dra. Linda se parecía
más a la dulce tía de alguien que a un espía corrupto.
—Sí —dijo Taylor finalmente—. ¿Ahora puedo irme?
—Es mi trabajo ser honesta contigo —respondió la Dra. Linda.
—Así que eso es un no.
—Y tengo que decir que tu personalidad ha cambiado mucho desde
que llegaste aquí.
—Uhm, sí —respondió Taylor—. Tal vez porque alguna entidad
alienígena que los humanos ni siquiera podemos comenzar a comprender
me dio superpoderes. ¿Crees que podría tener algo que ver con eso?
Como de costumbre, fue imposible obtener una reacción de la Dra.
Linda.
—Todos los estudiantes aquí tienen legados —entonó—. No todos
son propensos a tales arrebatos violentos, particularmente no los que son
como tú, que no tienen historial de agresión.
—Ajá, bueno, tal vez sea porque alguna organización sombría me
secuestró y básicamente me vendió a un príncipe saudita. Los genios de la
Garde Terrestre seguro que te informaron sobre eso, ¿verdad?
Básicamente lo dejaron pasar. La seguridad por aquí apesta. Sin mencionar
que se supone que debo hacer lo que el gobierno me diga, sin hacer

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preguntas… ¿pero si mi familia necesita ayuda? No, no les importa eso.
Eso está fuera de la jurisdicción del programa.
—Eso es mucho para asimilar —dijo la Dra. Linda
diplomáticamente—. Mucho resentimiento.
—No jodas.
La Dra. Linda continuó como si no la hubiera escuchado.
—Me gustaría que tratemos de ponernos en contacto con esa vieja
Taylor. Quiero saber qué pensaría sobre tu reciente comportamiento.
Seguramente, en tu antigua escuela, hubo conflictos con los amigos.
Taylor cruzó las manos sobre su regazo. Si era honesta, su vieja
escuela parecía estar como un millón de años atrás. Sus amigos normales
sin legados… ella apenas podía recordarlos.
—Sí —respondió Taylor—. Bueno. ¿Y entonces?
—¿Hubieses alguna vez resuelto uno de esos conflictos golpeando a
alguien en la cara?
Taylor bajó la mirada hacia su mano, donde los nudillos estaban
raspados y crudos. Tocó la piel enrojecida y se curó a sí misma: un breve
pulso de cálida energía en los dedos, un esfuerzo frío y profundo en su
estómago. El toma y dame del uso de su legado.
—Ni siquiera la golpeé tan fuerte —dijo Taylor hoscamente.
—Antes de nuestra próxima sesión, quiero que realmente
reflexiones sobre quién eras antes de venir a la Academia —concluyó la
Dra. Linda, cerrando la libreta que estaba en su regazo—. Quiero que
pienses en la vieja Taylor y cuéntame lo que extrañas de ella y lo que ella
podría pensar sobre en quién te has convertido.
Taylor puso los ojos en blanco.
—No necesito pensar en eso —dijo—. Ya lo sé.
—¿Oh?
—Nunca quise tener legados y nunca quise venir aquí —dijo Taylor
con mesura—. La vieja Taylor era demasiado gallina para decir algo.
Simplemente fui con la corriente e hice lo que la gente me dijo. Y mira lo
que he conseguido. Estar encarcelada aquí, básicamente. La vida entera de
mi padre se arruinó…
—Escuché acerca de las dificultades con tu padre —dijo la Dra.
Linda—. Algunas cosas están más allá del control de incluso un garde,
Taylor. Podríamos hablar de eso…
—Todo lo que siempre quieren hacer es hablar. Hablar y
entrenarme para ser uno de sus soldados de infantería —Taylor negó con
la cabeza—. Es una locura, ¿pero sabes de lo que me di cuenta no hace
mucho tiempo? Probablemente estaría mejor con esas personas de la
Fundación. Pude haber tenido una casa bonita y suficiente dinero para
cuidar a mi padre y no tendría que limpiar la cafetería como una lección de
vida o pasar otro minuto con tu patético trasero.
La Dra. Linda se recostó.

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—Ya veo —dijo al final.
¿Se lo había tragado? Taylor no podía estar segura. Pero la trampa
estaba establecida.

Esa noche, debajo del centro de entrenamiento, Taylor recibió


tímidamente una ovación de pie de sus amigos.
—Sí, sí, todos aplauden por la matona de la pizza —dijo Isabela con
fingida consternación. Sus ojos estaban hinchados con moretones, tenía
un vendaje sobre el puente de su nariz—. Ignoren a la pobre Isabela y su
devastadora lesión.
—¡Bravo! —gritó Nigel—. ¡Toda la maldita Academia está hablando
de ustedes dos! Isabela, nunca te has visto más adorable.
Isabela sonrió sarcásticamente al escuálido británico.
—Todo por el efecto, dum-dum —dijo, y los moretones se
desvanecieron, su cara bonita restaurada mientras cambiaba de forma. A
pesar de que había cambiado su apariencia, la voz de Isabela seguía siendo
nasal, su aliento silbaba en su nariz.
Acongojándose, Taylor envolvió a Isabela en un abrazo.
—¿Estás bien? —preguntó ella—. Déjame arreglarlo.
Isabela apartó sus manos.
—He tenido cosas peores —respondió ella—. Guárdalo para
mañana. Puedes curarme en la mediación entre compañeros y vamos a
tener un buen llanto.
—Lo siento mucho, Isabela.
—Psh… por favor. Deberías disculparte con el pobre Profesor
Nueve. ¡Su cara cuando lo llamaste extraterrestre!
—Un extraterrestre sin emociones —corrigió Nueve, desde donde
estaba sentado, a la cabecera de la mesa de conferencias.
Taylor inclinó la cabeza hacia atrás con incredulidad.
—Todo fue parte del acto…
—Las palabras duelen, Cook —respondió Nueve con un guiño—.
Eso es todo lo que voy a decir al respecto. Las palabras duelen.
—Este hombre-bebé —dijo Isabela desdeñosamente, señalando con
la mano a Nueve—. No puedo creer que la Garde Terrestre ponga a este
llorón a cargo.
Lexa y Malcolm intercambiaron una mirada ante eso y ambos se
echaron a reír. Nueve simplemente miró a Isabela y ella le devolvió la
mirada. Kopano finalmente irrumpió, tirando de la silla junto a él para que
Taylor pudiera sentarse.
—Entonces cuéntanos, cuéntanos —dijo sonriendo a Taylor—. ¿Se
lo creyó la Dra. Linda?

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—Puede que haya exagerado un poco —le dijo a Kopano y a los
demás—. Pero creo que definitivamente creyó lo mucho que odio estar
aquí. Insinué que me gustaba más cuando estaba con la Fundación.
Lexa tocó la pantalla de su computadora.
—Linda ya archivó su informe de incidente. Ella menciona que te
sientes aislada y enojada. Convenientemente deja de mencionar cualquier
cosa de la Fundación.
—Todo lo que podemos hacer ahora es esperar a que se acerquen a
ti otra vez —dijo Nueve.
—Espero que suceda pronto —respondió Taylor, pasándose una
mano por el cabello—. No es fácil ser problemática y gruñona todo el
tiempo. —Miró a Nigel—. No sé cómo lo haces.
—¡Oye! Problemático, tal vez… pero no soy gruñón.
—¿Qué pasa si ellos no vienen por Taylor? —preguntó Ran—.
¿Qué pasa si nos hemos equivocado con la Dra. Linda?
—No nos equivocamos sobre Linda —dijo Nigel.
Nueve exhaló un suspiro y miró por encima del hombro a su junta
de candidatos y sospechosos.
—Si nos equivocamos entonces seguimos cazando, seguimos
cavando, hasta que encontremos otra manera de entrar.
—¿Y si la Fundación viene? —Caleb preguntó, con una mirada de
soslayo a Taylor—. ¿Estamos seguros de que ella estará a salvo?
—El viaje del héroe nunca es totalmente seguro —interrumpió
Kopano, colocando una de sus manos en el hombro de Taylor—. Pero
ella puede manejarlo.
Taylor lo miró y puso los ojos en blanco.
—Dios, eres cursi.
Malcolm se inclinó para responder a Caleb.
—Hemos tomado precauciones. Estaremos preparados esta vez.
—¿Qué hay de los otros lorienses? —Caleb preguntó—. ¿No podrían
ayudar con esto?
—Seis está haciendo lo que puede —dijo Nueve—. En cuanto a
John, Marina y Eli… no sé qué demonios han estado haciendo. Algún
proyecto secreto. Estamos solos.
—Pensé que había otros —dijo Kopano.
—No —respondió Nueve bruscamente—. Todos los demás están
muertos.
La reunión se disolvió poco después de eso, los estudiantes salieron
lentamente para escabullirse a los dormitorios. Aunque Taylor tenía que
levantarse temprano para hacer las tareas —había perdido la noción de la
cantidad de limpieza adicional que estaba siendo obligada a hacer para
castigarla— se demoró en el sótano hasta que solo ella y el Profesor
Nueve se quedaron.
—¿Tienes algo en mente? —preguntó él.

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Taylor miró sus manos.
—Es difícil, ¿sabes? Fingir que no me gusta aquí. Actuando como si
odiara a mis amigos. En realidad, no creo ninguna de esas cosas.
—Lo sabemos, Cook.
—Pero a veces, me siento tan enojada, como si realmente estuviera
enojada —continuó Taylor—. Y me preocupa que esté jodiendo mi vida
entera por nada.
—Estamos haciendo lo correcto —respondió Nueve. Le puso una
mano en el hombro, pero se dio cuenta de que era la fría y mecánica, y la
cambió—. Cuando terminemos, el mundo será un lugar mejor, Taylor. Lo
prometo. Todo va a funcionar.
Ella lo miró, con incertidumbre en sus ojos.
—Un lugar mejor.

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UNA PARTE CLAVE DEL PLAN DE LOS SEIS FUGITIVOS NO


TENÍA nada que ver con la Academia. Esa era la parte que hacía que Taylor
se sintiera mal del estómago cada vez que pensaba en ello, sobre todo porque
fue ella quien sugirió la idea. Ella lo había hecho posible. Si su plan no
acababa con la Fundación, habría sacrificado mucho por nada.
Y los sacrificios no eran todos de ella.
Hace aproximadamente un mes, su padre había venido de visita.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó el Profesor Nueve.


Taylor respiró hondo, armándose de valor.
—Estoy segura de que quiero atrapar a la Fundación. ¿Pero de esta
parte? —negó con la cabeza—. No. No estoy segura en absoluto.
Era el martes después del Día de Acción de Gracias. Taylor se mordió
el labio, pensando en cómo casi había olvidado llamar a su papá la semana
pasada. Cuando llegó por primera vez a la Academia, le había llamado en cada
oportunidad que había tenido. Mientras se acomodaba y se acostumbraba a su
extraña situación, Taylor redujo las llamadas a una vez a la semana. Y luego,
bueno… obviamente no podía llamar a su padre desde Islandia, donde la
habían secuestrado, pero, incluso después de eso, estaba llamándolo menos.
—¿Cuánto le dijiste? —preguntó Nueve—. ¿Sobre lo que te pasó?
—Probablemente ya lo sepas. ¿Ustedes no graban todas esas
conversaciones?
—Pft, ¿crees que quiero escuchar esa mierda? —Nueve se burló—. No
hay suficientes horas en el día.
Los dos estaban sentados en una mesa de picnic en el área de visitas
fuera de la Academia. Había algunas cabañas pintorescas repartidas por allí,
todas llenas de comida y juegos de mesa y actividades al aire libre como
guantes de béisbol y Frisbees. El área despedía un ambiente de camping.
Apestaba a normalidad… es decir, si uno no miraba hacia el sur, hacia donde
los Pacificadores de la ONU tenían sus barracas, una variedad de camiones
grado militar e incluso un tanque estacionado allí. Allí es a donde los padres
venían a visitarlos. Las visitas a la Academia en sí eran posibles, pero debido a
asuntos de seguridad, rara vez eran aprobadas. Taylor a veces se preguntaba si
la administración intentaba proteger los secretos de la Academia de los padres

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o proteger a los frágiles padres humanos de los volátiles garde alojados allí.
Probablemente un poco de ambos.
—No le he dicho nada —le dijo Taylor a Nueve—. ¿Qué iba a decir?
¿Que fui secuestrada por gente rica psicópata, luego rescatada, y algunos de
mis amigos casi mueren? ¿Que estos mismos secuestradores volvieron a
ponerse en contacto conmigo al esconder una carta con las enviadas por mi
vieja escuela? ¿Que me quieren de vuelta como si acabara de terminar una
pasantía de verano o algo así y que soy su mejor recluta? ¿Que realmente
quiero aceptar su oferta, para poder ser como una agente encubierta? ¿Que
estos monstruos de la Fundación probablemente lo estén vigilando y podrían
tratar de usarle como recompensa? No. —Taylor tomó aliento—. Por
supuesto que no dije nada.
—Es lo mejor. —Gruñó Nueve.
Taylor frunció el ceño.
—Solía contarle todo. Lo primero que he escondido de mi padre
fueron mis legados, y eso apenas duró una semana. —Ella negó con la
cabeza—. Es raro. Él puede notar que no le estoy contando algo.
Nueve jugueteó con las articulaciones de su mano cibernética. Taylor lo
miró por el rabillo del ojo. No había conocido a Nueve por mucho tiempo,
pero Taylor ya sabía cómo él se ponía incómodo y nervioso cada vez que
trataba de entrar en el modo de charla íntima.
—Puede ser difícil cuando los padres están involucrados —dijo
Nueve—. Quiero decir… yo no lo sabría, personalmente, pero me lo puedo
imaginar. No tenemos que hacer esta parte, no si no quieres.
Taylor se pasó una mano por el cabello.
—Será temporal —dijo—. Eso es lo que me sigo diciendo a mí misma.
—Bien —dijo Nueve—. Tu padre suena como un tipo genial.
Probablemente estaría orgulloso si supiera lo que estás haciendo.
—Orgulloso y aterrado. O miserable y solitario. Tal vez todo lo
anterior.
Taylor se frotó el antebrazo, sintiendo la piel donde debería haber una
cicatriz. La semana pasada tuvo una cirugía menor, realizada por Lexa y el Dr.
Goode en el centro de entrenamiento. Ella misma había curado la herida, pero
todavía se sentía raro.
—¿Eso se siente bien? —Preguntó Nueve.
—Sí. Solo… es extraño, supongo.
Nueve flexionó su brazo de metal.
—Te acostumbrarás.
Algo de movimiento en el camino que llevaba a las barracas llamó la
atención de Taylor. Era más que extraño ver la abollada camioneta marrón de
su padre rodando por un puesto de control de seguridad. El contexto era todo
incorrecto.
Taylor se levantó, sintiéndose un poco perdida.

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Fandom Legacies
—Estaré por aquí si me necesitas para, umm, entrar y ser oficial o lo
que sea —dijo Nueve.
—Estoy bien, gracias —respondió Taylor por encima del hombro,
cruzando la hierba hacia donde su padre había estacionado.
Ahí estaba él. Su padre parecía un poco cansado, con la barba crecida y
el cabello desordenado, pero sonrió cuando vio a Taylor. Corrió los últimos
pasos hacia él y él la abrazó, alisó su cabello y le besó la frente. Por un minuto,
Taylor se sintió como una niña pequeña otra vez.
Su padre la mantuvo a la distancia de sus brazos. —Mírate. Wow.
—Vamos, papá —dijo—. No ha pasado tanto tiempo.
—Ya sé, ya sé. Pero has cambiado —respondió, estudiándola—. No
puedo decir cómo, exactamente. Es bueno, sin embargo. Te ves como…
bueno, como una joven a la que yo elegiría para proteger el planeta, supongo.
—Oh, basta —dijo Taylor. Ella tomó a su papá por el codo—. ¿Tienes
hambre? Todas estas cabañas tienen comida. Podría prepararte algo.
Su padre inspiró profundamente e hinchó su pecho.
—Se siente bien estirar las piernas, en realidad. El aire es bueno aquí.
Nunca he estado en California.
Así que caminaron por los terrenos. La Academia y las barracas
circundantes y el centro de visitantes se construyeron en una antigua reserva
natural, por lo que había muchos senderos boscosos para que pudieran
caminar.
Ella le contó sobre sus clases, el entrenamiento de sus poderes en el
hospital y sobre sus amigos. Todo lo que habían cubierto antes en sus
llamadas telefónicas, cuando eran más regulares. A su vez, él la puso al tanto
de la vida tremendamente mundana de sus primos, de los programas de
televisión que solían ver juntos y de la condición de la granja.
—Esos Segadores realmente destrozaron los campos —dijo—. Un
poco irónico. Serían unos granjeros terribles. —Negó con la cabeza—. El
gobierno fue lo suficientemente bueno para limpiar todos los restos que
dejaron atrás, pero aun así me retrasaron un poco. Supongo que, si me aprieto
el cinturón y subsisto mediante comidas para microondas durante el invierno,
debería pasarla lo suficientemente bien.
—Ya estás necesitando dinero —murmuró Taylor, a medio
pensamiento.
—Bueno, no diría que necesitando. Solo que va a ser una temporada de
escasez…
—No, papá, está bien. De hecho, es genial.
Su padre levantó una ceja.
—No te entiendo.
Para entonces, los dos habían recorrido un circuito completo de un
sendero y regresaron al área principal de visitantes. Nueve todavía estaba
pasando el rato en las mesas de picnic. Le hizo un gesto discreto a Taylor
cuando ella miró en su dirección: todo estaba listo.

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Fandom Legacies
Taylor tomó a su padre por el codo y lo condujo hacia una de las
cabañas.
—Vamos, te lo explicaré aquí —dijo—. Donde es privado.
—No parece más privado aquí adentro que allá afuera —observó su
padre una vez que estuvieron adentro. La cabaña era simple y acogedora: tenía
un sofá y algunas sillas, una mesa de comedor, una selección de películas,
ninguna de las cuales tenía una clasificación superior a PG-13 o tenía algo que
ver con extraterrestres. Y, por supuesto, había una cámara de seguridad en
una esquina. En eso estaba concentrado su padre, con las manos en las
caderas. La disposición del mobiliario le recordó a Taylor la cabaña de Einar
en Islandia; perfectamente cómoda y aparentemente normal, pero nunca sin
vigilancia.
—Sí, esas cosas están por todas partes —dijo Taylor, mirando también
a la cámara. Se cubrió la boca como si estuviera bostezando y susurró—. Solo
actúa normal por un segundo.
—¿Normal? —respondió su padre—. Pensé que estaba actuando
normal.
Taylor hizo una mueca cuando su padre falló en seguir su ejemplo con
los susurros secretos, pero justo entonces la luz roja de grabación de la cámara
de seguridad parpadeó dos veces. Esa era la señal.
Ella exhaló y se volvió hacia su padre. —Está bien, ya no nos están
vigilando.
El padre de Taylor echó un vistazo de ella, a la cámara, y de vuelta a
ella. Taylor esperaba un desconcierto total, pero en lugar de eso, consiguió la
mirada perpleja de su padre, la misma que él usó cuando un obrero intentaba
tomar atajos.
—Entonces —dijo—, ahora me vas a decir lo que está pasando
contigo, ¿verdad?
—Pudiste notarlo, ¿eh?
—Por supuesto que pude notarlo. Soy tu padre. Podrás ser una garde
ahora con problemas que ni siquiera puedo empezar a entender, pero eso no
significa que no sé cuándo algo te está preocupando.
Taylor se mordió el interior de la mejilla.
—La cosa es que… solo puedo contarte un poco. Um, por tu propio
bien.
—Por mi propio bien —repitió, luego se sentó en una de las sillas de la
cocina—. Dios mío, será mejor que me siente para esto. Mi hija ha ido a
convertirse en una agente secreto.
Taylor no pudo evitar sonreír ante eso. «Si tan solo él supiera». La verdad
era que, había mucho que Taylor simplemente quería contarle a su padre.
Probablemente era mejor que él no supiera que había sido secuestrada, o que
estaba tratando de regresar con esos mismos secuestradores.
—Hay algunas personas malas fuera de la Academia, peores que los
Segadores, incluso… —Taylor comenzó lentamente. Había ensayado este

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discurso antes, pero aun así estaba eligiendo cuidadosamente sus palabras—.
Ven a las personas como yo —a los garde— como bienes. Es como si
quisieran hacer un monopolio de nosotros y luego cobrar precios altos por
nuestros servicios. Y no les importa quién salga lastimado en el proceso.
Un ceño fruncido se dibujó en el rostro de su padre.
—Siempre se trata de dinero en este mundo, ¿verdad? Me imagino que
estarías en alta demanda, siendo una sanadora y todo. Algunas personas ven lo
milagroso y están tipo: demonios, ¿cómo puedo convertir esto en dinero?
—Sí. Exactamente —respondió Taylor—. Mi profesor, le has visto allá
fuera…
—Número Nueve. Por supuesto que lo vi. —Taylor levantó una ceja,
por lo que su padre explicó—. He estado investigando a las personas que
cuidan de mi hija. Nueve, él es el salvaje.
—Él es el relajado por montones —dijo Taylor encogiéndose de
hombros—. En todo caso, él piensa que estas personas van a tratar de
reclutarme para su organización. Él piensa que incluso podrían tener espías en
la Academia. Queremos que una de sus personas se acerque a mí para que
podamos exponerlos.
Su papá se frotó la mandíbula.
—Estas personas suenan peligrosas, Taylor.
—Lo sé, pero…
—Lo siento, no necesitas explicar —dijo su padre, interrumpiéndola—.
Acabo de romper una promesa.
—¿Tú qué?
—Me prometí a mí mismo que… no importara lo que me dijeras,
porque sabía que iba a ser algo grande… me prometí a mí mismo que no
hablaría de lo peligroso que podría ser. Tu vida es peligrosa ahora. Lo vi de
primera mano, cuando esos locos aparecieron en nuestra puerta. Siempre
serás mi hija pequeña, así que obviamente hay una parte de mí a la que no le
gustaría nada mejor que arrastrarte de vuelta al Condado Turner, que los
contratos del gobierno se pudran, encerrarte en la granja y mantenerte a salvo
para siempre.
Taylor sonrió tristemente.
—Hay una parte de mí a la que le gustaría ir.
Su padre apuntó un dedo hacia ella.
—Tal vez, pero ya no creo que esa sea una parte muy grande. Y eso
está bien. Lo escucho en tu voz. Tú quieres atrapar a esta gente.
—Lo que están haciendo está mal, papá —dijo Taylor, con voz
férrea—. Es asqueroso.
—Bueno, odiaría ser ellos, del lado contrario al de mi hija con su mente
decidida. Solo prométeme que tú y los otros héroes se están cuidando las
espaldas los unos a los otros.
—No somos héroes, papá, pero… sí. Lo prometo.

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—Bien —dijo su padre—. Entonces, ¿qué necesitas de mí? ¿Cómo
puedo ayudar?
Taylor bajó la vista a sus pies, arañando el suelo de madera.
—No estoy segura de que te vaya a gustar. Puedes decir que no.
—Déjamelo a mí.
—Entonces, el asunto es que tenemos que darles a estas personas una
entrada. Una razón para acercarse a mí. Algo con lo que puedan intentar
sobornarme…
Su padre inclinó la cabeza.
—Ajá. Ya veo. Tu pobre padre subsistiendo de Hot Pockets5 es algo
que estas personas podrían utilizar como soborno.
—Sí —respondió Taylor—. Bueno, es un comienzo, en todo caso. . .

Una semana más tarde, en el Condado de Turner, Dakota del Sur, dos
vigilantes esperaron a que Brian Cook condujera su vieja camioneta por la
carretera rural. Ellos estaban estacionados en el hombrillo, en una camioneta
inclasificable con paneles de madera. Nada que destacara. Estos dos estaban
bastante acostumbrados a esconderse a plena vista.
—Ahí está —dijo el tipo en el asiento del pasajero, señalando la
camioneta de Brian que pasaba.
—Justo a tiempo —respondió su compañera. Ella estaba sentada detrás
del volante, su cabello rubio metido bajo un grueso gorro de lana. Si el Sr.
Cook notó que estaban allí, esperando a que abandonara su granja, él no
reconoció el hecho. Ella esperó a que la camioneta de Cook se perdiera de
vista y luego abrió la puerta—. Venga. Vamos a pie, por si acaso alguien está
vigilando.
Fuera del auto, el chico se frotó las manos, exhalando vapor frente a él.
—Caray, ¿podríamos quizás conseguir una misión en algún lugar
tropical a la próxima?
Ella le sonrió burlonamente.
—Toma —dijo, tendiéndole la mano—. Ya sabes qué hacer.
—Nunca me canso de esto tampoco.
Tan pronto como él tomó su mano, ella los volvió invisibles.
Seis y Sam caminaron con dificultad a través del barro congelado
mientras se alejaban de la carretera, eventualmente cruzando hacia los campos
del Sr. Cook. Cinco minutos después, apareció la casita en la que creció
Taylor, junto con el establo. Sabían con seguridad que el establo no tenía
animales. El Sr. Cook había vendido sus caballos y cerdos para ganarse la vida
ese invierno.
—Tengo que decirlo —declaró Sam—. Esto está muy lejos de salvar el
mundo.
5
Los Hot Pockets son empanadas para el microondas que generalmente contienen uno o
más tipos de queso, carne, o vegetales.

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Seis bufó.
—Ni que lo digas. Pero Nueve dice que lo ayudará con su problema de
la Fundación. El tipo no tiene problema con esto. Él sabe que pasará.
Cualquier cosa irremplazable supuestamente ya debió haberla sacado de la
casa.
Sam sacudió su cabeza invisible.
—Solo hay días oscuros, Seis. Un día estás derrotando a una raza
alienígena hostil decidida a dominar el mundo y al siguiente estás arruinando
la casa de algún pobre idiota. Mierda. ¿Tienen tornados en invierno?
Seis levantó su mano libre, y el cielo sobre el establo del Sr. Cook
comenzó a oscurecerse.
—Ahora los tienen.

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—¿QUÉ HAY DE ESTE? —PREGUNTÓ KOPANO.


Kopano salió de su habitación vistiendo uno de los atuendos que su
padre había elegido para él en Lagos, cuando estuvieron llenos de dinero
después de que Kopano desarrollara su telequinesis por primera vez. Durante
esos días, cuando trabajaba como guardaespaldas para su padre en su sombrío
servicio de entrega, su papá le había dicho que tenía que lucir más elegante.
Así que de la colección de moda de delincuentes de poca monta de Udo
Okeke, vino una camisa de seda negra metida en un pantalón gris plegado, los
botones de la camisa desabrochados lo suficiente para dar una vista de los
músculos de Kopano.
Kopano giró en 360º y extendió sus brazos.
—Se ve bien, ¿verdad? —preguntó esperanzado—. Súper genial.
Nigel, tirado en el sofá de la sala común de su suite, soltó una carcajada
desinflada.
—Odio decirte esto, amigo, pero pareces el gorila de la discoteca más
vacía del mundo en ese atuendo. O, en el mejor de los casos, te ves como un
maldito gánster.
Kopano se acarició la barbilla.
—No lo dices como un cumplido.
—¡No!
Kopano frunció el ceño. Atravesó las capas de su ropa a excepción de
sus calzoncillos y dejó que el atuendo se cayera al suelo, luego lo pateó en una
pila con los otros rechazados.
—Estás pensando demasiado en esto, hermano —dijo Nigel.
—¡Tiene que ser el adecuado! —respondió Kopano—. Mi padre una
vez me dijo, um… bueno, no tiene mucho sentido en inglés. Y es un poco
vulgar. Pero, básicamente, el pavo real macho…
—¿Tu papá te eligió esa ropa? —interrumpió Nigel. Cuando Kopano
asintió con tristeza hacia él, continuó—. Entonces creo que podemos tirar sus
ideas en la papelera junto con cualquier otra camisa de seda con la que te
estuviera mintiendo al respecto.
Kopano ya había recibido ese consejo una vez. En su último día en
Nigeria antes de partir para la Academia, su madre le había dicho que dejara

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toda la “sabiduría” de su padre en África. Su padre era, de hecho, un estafador
impenitente cuyos frecuentes cambios de fortuna siempre mantenían a
Kopano y sus dos hermanos al borde de la pobreza. Su madre hizo que las
cosas funcionasen. O, como ella diría, Dios proveía. Eso era lo que pasaba con
la madre de Kopano: era muy religiosa. Kopano sospechaba que albergaba
creencias similares a las de los Segadores: que su propio hijo y sus nuevos
amigos estaban contaminados por el demonio. Sabía que ella rezaba para que
sus legados fueran "curados". Ella se lo dijo en sus cartas infrecuentes.
—No sé por qué quieres mi consejo sobre esto de todos modos —
refunfuñó Nigel mientras pasaba un dedo por uno de los muchos orificios
carcomidos por las polillas de su camiseta sin mangas de los Black Flag de la
tienda de segunda mano—. No soy exactamente la autoridad más importante
sobre cómo vestir para impresionar a un ave, ¿eh?
Aún pensando en sus padres, Kopano respondió:
—La sabiduría puede provenir de fuentes poco probables, amigo mío.
—Aplaudió y sonrió—. Tienes un gran estilo. Siempre lo pensé, desde que te
vi por primera vez en esa visión. Fue como… este tipo de aquí, él ha salido de
una película. Nadie puede ser tan genial.
Nigel sonrió.
—¿Qué clase de película?
—Ya sabes, una de esas películas británicas donde todos son ladrones y
hablan rápido y se disparan entre ellos.
—Sí —respondió Nigel, asintiendo—. Sí, genial. Lo capto. Pero tal vez
deberías dejar de pensar en películas y la apariencia y todo eso y solo tratar de
parecer normal. Parece que Taylor aprecia lo normal.
Kopano chasqueó los dedos.
—¿Ves? ¿Qué te dije? Buen consejo.
Kopano atravesó la pared y regresó a su habitación, una vez más
rebuscó en su armario. Se puso un par de jeans azul gastados y un suéter verde
tejido. Es lo que habría usado si fuera cualquier otro día y no en Nochebuena
cuando tenía planeado algo especial. Parecía poco esfuerzo vestirse así, pero…
—No está mal —dijo Nigel cuando Kopano regresó a la sala común—.
Al menos pareces tú mismo. Y como si no trataras de impresionar a alguien.
—Pero estoy tratando de impresionarla —respondió Kopano.
Nigel cerró los ojos y se masajeó los párpados.
—Oye, pero tú no quieres que ella sepa que estás tratando de
impresionarla.
Kopano se dejó caer en una silla frente a Nigel.
—Sabes, si solo le hubieras preguntado a Ran por mí…
—Te lo dije, no estoy interesado en ser casamentero —respondió
Nigel―. Le pedí a Ran que le pregunte a Taylor si estaría interesada en que
Kopano la cortejara, y lo que sucede a continuación es que estamos en una de
esas aburridas novelas de Jane Austen, ¿eh? No. Eso no es para mí. Me
mantendré neutral en todo esto.

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Kopano entrecerró los ojos a su amigo. De vuelta en Lagos, cualquiera
de los chicos de Kopano habría estado feliz de hablar por él con una chica que
le gustara. Era de esperarse. Por supuesto, Nigel era muy, muy diferente de
sus amigos en casa. Esta no era la primera vez que Nigel mencionaba
"permanecer neutral". Kopano todavía no entendía a qué se refería
exactamente. ¿Para quién tuvo que permanecer neutral Nigel? No es como si
Kopano estuviera en algún tipo de guerra.
Antes de que Kopano pudiera decir algo más, la puerta de la habitación
de Caleb se abrió y él salió con una bolsa de viaje colgada de un hombro. Les
hizo un gesto con la cabeza a ambos y bajó la bolsa con un suspiro. Caleb
había sido mucho más social ya que todos habían escapado juntos y casi
habían sido asesinados. Kopano también notó una fuerte disminución en la
cantidad de conversaciones a puertas cerradas que Caleb tenía con sus varios
duplicados. A pesar de la nueva amistad, Caleb siempre parecía callarse
cuando Kopano explicaba su atracción por Taylor. Kopano había escuchado
que algunos estadounidenses podían ser algo santurrones. Él lo atribuyó a eso.
Y de todos modos, a Kopano le pareció que Caleb tenía muchas cosas
en la cabeza en las últimas semanas. Después de todo, era uno de los pocos
estudiantes a quienes se les permitía visitar la casa durante las vacaciones,
aunque solo fuera por un par de días. Los Seis Fugitivos todavía estaban en
período de prueba por su escape del campus, por lo que debe haber sido
cierto lo que todos dijeron acerca de Caleb: su tío, el general retirado que
ayudó a salvar el mundo, le consiguió un trato preferencial.
—Supongo que es hora de que me vaya —dijo Caleb con una mirada
triste hacia su bolsa.
—¿Estás emocionado? —preguntó Kopano con las cejas arqueadas, a
pesar de que era obvio que Caleb estaba lejos de estarlo—. ¿Cuándo fue la
última vez que viste a tu familia?
Caleb pensó en eso.
—Después de la invasión, supongo, pero antes de que se abriera la
Academia. —Miró a Nigel—. Cuando nos tuvieron básicamente en
cuarentena.
—Tiempos divertidos, esos —dijo Nigel secamente.
—¡Cuánto tiempo! —respondió Kopano—. Debes extrañarlos.
Caleb pensó eso por un segundo.
—En realidad, me acostumbré un poco a que no estén cerca. Es más
sencillo… No lo sé. ¿No pensar en ellos?
—Mierda, mis padres ni siquiera me han enviado una tarjeta navideña
—dijo Nigel—. Y así es como lo prefiero.
—¿Son malas personas? —le preguntó Kopano a Caleb. Sabía lo
suficiente sobre los padres de Nigel a partir de las historias que contaba acerca
de ellos dejándolo en un internado y olvidándose de él, pero Caleb apenas
hablaba de su familia. Lo único que Kopano realmente sabía era que todos
eran militares y muy estrictos.

57
Fandom Legacies
—No —respondió Caleb rápidamente—. No, ellos están bien. Solo
son… —se encogió de hombros—. Es difícil de explicar.
—Estoy celoso —respondió Kopano—. Tienes que ir a casa y
mostrarle a tu familia en el tremendo garde que te has convertido. Si fuera tú,
estaría presumiendo por Nebraska como si fuera el dueño del lugar.
Caleb negó con la cabeza.
—Yo realmente no… presumo.
—Estarás bien, amigo —dijo Nigel, sonando tan sincero como
siempre. Se levantó y abrazó torpemente a Caleb, lo que pareció sorprender a
ambos—. No les dejes que se metan a tu cabeza. Y no te calles nada. Es
entonces ahí cuando comienzan los problemas, ¿eh?
—Sí, son solo un par de días —se recordó Caleb—. De todos modos,
¿qué van a hacer ustedes durante el descanso de vacaciones?
—Cuatro días enteros sin clases… el Profesor Nueve es muy generoso
—respondió Nigel—. Probablemente duerma un montón. Tal vez trabaje en
mi guitarra.
Dijo eso último con un guiño a Caleb, y el duplicador le devolvió la
sonrisa conspiratoriamente. Kopano sabía que los dos estaban trabajando en
un proyecto de música arriba en las suites vacías, pero no le habían pedido
que se uniera, así que no metió la nariz.
—Yo voy a cocinar arroz de Navidad —declaró Kopano—. Y, si tengo
suerte, un poco de romance.
Nigel puso una mano sobre la cara de Kopano.
—Nunca digas eso otra vez.
Caleb tragó, mirándolos.
—Oh, ¿estás saliendo con, uh, Taylor…?
Kopano asintió.
—Si todo sale según lo planeado… ¿Uh, Caleb?
La cara de Caleb se había puesto literalmente borrosa, como si hubiera
una copia transparente delante de él, pero no del todo alineado. Era un
duplicado tratando de salir de su cuerpo. Caleb entrecerró los ojos y, antes de
que el clon pudiera salir completamente, se evaporó como un fantasma.
Kopano y Nigel lo miraron mientras se rascaba tímidamente en la parte de
atrás de su cuello.
—Nervios, supongo —explicó Caleb. Echó un vistazo al reloj de pared
y recogió su bolsa—. Mejor me voy. Ya sabes cómo se ponen los de seguridad
cuando mantienes esperando al helicóptero.
—¡Feliz Navidad! —Gritó Kopano, y envolvió a Caleb en un abrazo,
dándole una palmada en la espalda.
—Sí —respondió Caleb—. Igualmente.

La semana anterior, Kopano había quedado horrorizado cuando vio por


primera vez el menú de vacaciones del comedor. ¿Una aburrida cena de pavo?

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Fandom Legacies
¿Básicamente la misma cena de pavo que habían servido hace un mes para el
Día de Acción de Gracias estadounidense? Eso no funcionaría en absoluto.
—¿Dónde está el arroz? —preguntó Kopano a cualquiera que quisiera
escuchar—. ¿Cómo pueden no servir arroz navideño?
La mayoría de los otros estudiantes parecían desconcertados cuando se
quejaba del arroz, pero la Dra. Chen se había interesado. Kopano estaba en su
seminario de relatividad cultural ese semestre, la clase estaba destinada a
ayudarlos a comprender la gran variedad de comunidades de las Naciones
Unidas a las que asistirían una vez que fueran parte de la Garde Terrestre de
pleno derecho. Todos debían tomarlo antes de graduarse.
—Esta podría ser una buena oportunidad para aprender sobre las
culturas de los demás —dijo—. Probablemente pueda arreglar algo con el
personal de cocina…
Y ella lo hizo. Durante la última semana, se les permitió a los
estudiantes presentar solicitudes de ingredientes e inscribirse para pasar un
tiempo en la cocina, donde podrían preparar un plato tradicional de su tierra
natal que los demás estudiantes compartirían en Navidad. Hacerlo era bueno
para un crédito extra en la clase de la Dra. Chen, suponiendo que también
hicieran una breve presentación sobre la importancia de la comida.
—Psh, crédito extra. —Isabela había puesto los ojos en blanco cuando
Kopano le contó sobre la idea—. ¿Qué importa eso? Como si estas tontas
notas alguna vez significarán algo.
Pero no todos eran tan cínicos como Isabela. Un puñado de otros
estudiantes se inscribieron para la hora de la cocina, incluidos algunos que ni
siquiera estaban en la clase de la Dra. Chen.
El día de Nochebuena fue el turno de Kopano de estar en la cocina.
Estaba feliz de tomar una de los últimos espacios libres, cuando las cosas
serían tranquilas y pacíficas. Convenientemente, después de su altercado
escenificado con Isabela, Kopano sabía que Taylor terminaría su turno de
limpiar el comedor no mucho después de que él comenzara.
Entonces Kopano trabajó lentamente. En una olla, cocinó un pollo
entero condimentado con curry, tomillo y cebollas. Después de eso, frió dos
rebanadas moradas de hígado de res, que se cortaban en cubos y agregaban al
arroz. Los trozos de carne masticables siempre fueron la parte favorita del
plato de Kopano, pero algunos de los otros estudiantes en clase habían hecho
muecas de asco cuando mencionaba el hígado.
—Ese tipo de reacción —explicó la Dra. Chen—, es exactamente la
razón por la que tenemos esta clase.
Aun así, Kopano quería terminar la parte del hígado antes de que
apareciera Taylor. Él no quería asustarla.
Kopano miró por encima del hombro hacia donde estaba el regalo que
había conseguido para Taylor en un mostrador limpio, lo suficientemente lejos
como para evitar manchas de grasa. Él se tragó los nervios, preocupado de
nuevo de que ella pensara que era estúpido, su consejero romántico, Nigel,

59
Fandom Legacies
probablemente lo habría llamado tonto, que era por lo que Kopano había
decidido no mostrarle el regalo.
Mientras el hígado se cocinaba, Kopano dejó que sus ojos vagaran por
los platos que sus compañeros de clase habían preparado. La mayoría de ellos
habían optado por postres. Simon, el chico francés que podía transferir su
conocimiento a través de objetos, aparentemente tenía algunas habilidades
secretas de pastelero. Hizo algo llamado la bûche de Noël ―a Kopano le pareció
como un gigante Ho Ho6 rodeado de pequeños champiñones hechos de
glaseado. Empezó a recoger un trozo de glaseado suelto desde la parte
superior pero volvió su mano transparente en el último segundo, resistiendo el
impulso. ¿Cómo se vería si Taylor entrara y lo encontrara comiéndose todos
estos postres? Bueno, tal vez podrían convertirlo en su último acto de
rebelión.
Desde que se inició este plan para infiltrarse en la Fundación, Kopano
había estado viendo menos a Taylor. Sabía que ella tenía que parecer aislada,
incluso de los otros Seis Fugitivos, si iban a convencer a la Fundación de
acercarse a ella otra vez. La sombría organización tenía que pensar que era su
idea, como si estuvieran rescatando a Taylor de una vida que odiaba. Pero eso
no lo hizo más fácil para Kopano. Él y Taylor habían llegado juntos a la
Academia, siempre habían confiado el uno en la otra… era fácil olvidar que
Taylor estaba actuando y empezar a sentir que realmente se habían
distanciado.
¿Y qué pasaría si este plan realmente funcionaba? La Fundación se
llevaría a Taylor y luego. . . ¿qué? Kopano estaría atrapado en la Academia, sin
nada qué hacer más que esperar que todo saliera bien. El Profesor Nueve
insistió en que tenían agentes en el campo que podían cuidar de Taylor,
personas en las que confiaba, pero eso no hizo que Kopano se sintiera mucho
mejor. Era una idea peligrosa, una que probablemente no hubiera aceptado si
no hubiera sido el plan de Taylor para empezar.
Kopano estaba sumido en sus pensamientos, cortando cebollas y
ocasionalmente limpiándose los ojos llorosos en la manga de los hombros,
cuando una voz lo sobresaltó.
—Siempre supe que eras un muy blando, pero esas son muchas
lágrimas…
Taylor estaba parada en la entrada, mirándolo con una sonrisa cansada.
Llevaba una camisa a cuadros con las mangas arremangadas y una camiseta sin
mangas junto con un par de jeans ajustados. Su pelo rubio era sostenido por
un pañuelo. A pesar de que estaba empujando un cubo de agua sucia con un
trapeador, la visión de Taylor hizo que la boca de Kopano se secara. Se veía
hermosa incluso cuando había pasado las últimas horas limpiando comida
derramada.
6
Son pasteles de chocolate pequeños, cilíndricos, escarchados y rellenos de crema con un
diseño de molinete basado en el rollo suizo.

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Fandom Legacies
—Son las cebollas —insistió con un moqueo desafiante—. Las
cebollas. Lo juro.
—Uh-huh —respondió Taylor. Ella usó su telequinesis para enviar el
cubo de agua y el trapeador al armario de suministros adyacente, luego caminó
hacia Kopano—. ¿Qué tipo de galletas extrañas estás haciendo que tengan
cebollas en ellas?
—No estoy haciendo galletas —respondió Kopano con un gesto
desdeñoso de su cuchillo—. Estoy haciendo arroz de Navidad.
—Oh. Todos los demás hicieron postres. —Taylor hurgó en uno de los
estantes cercanos, metió la mano debajo de un papel encerado y sacó un trozo
de baklava7.
—¿Crees que solo porque ahora eres la chica mala de la Academia
puedes entrar a la cocina siempre que quieras y devorar el duro trabajo de tus
compañeros de clase, eh?
Taylor masticó pensativamente.
—Sí. ¿Quieres uno?
—Obviamente.
Taylor se acercó a la bandeja y sacó otra galleta, luego la hizo flotar
frente a la cara de Kopano.
—Sabes —Taylor comenzó con una sonrisa astuta—, Isabela dice que
eres uno de mis acosadores.
A punto de morder la galleta, Kopano dejó escapar una fuerte tos y
tuvo que voltear la cabeza. Se tomó un momento para calmarse mientras
Taylor intentaba sofocar la risa. Cada vez que estaba avergonzado, era la
estrategia de Kopano rebobinar con humor y fanfarronería; lo había
aprendido de su padre.
—¿Por qué ella iba a decir eso? —preguntó Kopano con ofensa fingida.
Tomó la galleta del aire y se la metió en la boca.
Taylor se encogió de hombros juguetonamente.
—No lo sé. ¿Porque tienes el hábito de aparecer? Como, después de
que hice esa escena en la clase de química y tuve que ayudar al Profesor
Burroughs a hacer el inventario de los suministros, desarrollaste un repentino
interés en compuestos químicos oscuros.
—¡Eso fue para practicar! —exclamó Kopano. Agitó su mano hacia
adelante y hacia atrás para demostrar―. Quería ver si había sustancias por las
que no podía pasar. Cosas serias de ciencia.
—Uh-huh —respondió Taylor—. Una historia probable.
Kopano fingió estar concentrado y volvió a cortar cebollas. Esa Isabela
siempre tenía una forma de decir lo que estaba en su mente… que
generalmente eran chismes, o sus muchas teorías sobre lo que los otros

7
Es un pastel turco elaborado con una pasta de pistachos o nueces trituradas, distribuida
en la masa filo y bañado en almíbar o jarabe de miel, existiendo variedades que incorporan
avellanas y almendras, entre otros frutos secos.

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Fandom Legacies
estudiantes sentían o pensaban en secreto. La mayoría de las veces, sin
embargo, ella tenía razón. Sin duda había acertado con Kopano. Él había
estado arreglando maneras de toparse con Taylor en el campus.
No le importaba que Isabela lo hubiera mencionado. Todo lo contrario.
Esas eran buenas noticias… significaba que ella y Taylor estaban hablando de
él. Taylor se había dado cuenta.
—Solíamos tener más tiempo para pasar el rato —dijo Kopano. Él
soltó sus cebollas picadas en una sartén, donde comenzaron a chisporrotear—
. Sé por qué no podemos hacerlo en estos días. Porque se supone que eres una
joven cínica y enojada. Estar conmigo sería malo para tu reputación. Todo lo
que harías es reír y sonreír todo el tiempo y decir cosas como “Oh, Kopano,
eres tan gracioso y guapo.” Eso, por supuesto, arruinaría tu cubierta.
Taylor rió y sonrió, justo como Kopano había predicho.
—Por supuesto —respondió ella, pero su cara pronto se nubló. Echó
un vistazo a la cámara de seguridad en la pared de la cocina—. Tenemos que
tener cuidado al hablar así.
—Ya le dije a Lexa que estaríamos aquí —dijo Kopano.
Por razones de seguridad cibernética preparadas por el Profesor Nueve,
todas las imágenes de vigilancia de la Academia —y quién accedería a ellas—
se transmitían a través de Lexa. De esa forma, si Taylor se equivocaba o
necesitara un descanso de interpretar a la chica mala, no la verían en la cámara.
Kopano se había asegurado de decirle a Lexa que no grabara en la cocina esa
noche.
—Pero no eres un acosador —dijo Taylor secamente, su mirada cálida.
—Así que, tal vez me las he arreglado para encontrarme contigo aquí y
allá —continuó Kopano con un movimiento de su cuchillo que terminó con
él cortando el tallo de un pimiento—. ¿Eso es acosar? Ni siquiera sé lo que
significa esa palabra, pero creo que no.
—Oh, por supuesto. Hazte el tonto —dijo Taylor. Saltó a una sección
limpia del mostrador y se sentó allí con las piernas colgando—. No me estoy
quejando. Esconderse juntos debajo del centro de entrenamiento no es lo
mismo que pasar el rato. Lo extraño.
Kopano mostró una sonrisa.
—Aún me tomo mi promesa muy en serio. Estoy dedicado a que tu
experiencia aquí sea lo más aburrida posible.
Taylor resopló.
—Creo que el aburrimiento ha sido tirado por la ventana. Gracias por
intentarlo, sin embargo. —Ella extendió la mano y pellizcó la manga de
Kopano—. Este suéter te queda bien.
A pesar de todos sus intentos de parecer relajado, no podía evitar la
sonrisa tonta de su cara.
―¿Huh? ¿Esto? Es solo algo viejo que encontré.

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Fandom Legacies

TAYLOR HABÍA CONSTRUIDO UNA TOLERANCIA A LOS


QUEHACERES. Eso venía de su antigua vida, cuando pasaba todos los días
después de la escuela y la mayoría de sus veranos ayudando en la granja.
Escuela, quehaceres, deberes, dormir. Era un ritmo al que Taylor estaba
acostumbrada. Podía apagar su mente y solo hacer las cosas.
Cuando un estudiante se metía en problemas en la Academia —y
Taylor se había metido en muchos últimamente— la administración designaba
dos tipos de castigos: sesiones de entrenamiento extra con el Profesor Nueve
o servicio comunitario alrededor del campus. Ambos castigos se reducían
básicamente a lo mismo: una pérdida de tiempo libre. A Taylor eso no le
importaba mucho. Todo lo que hacía en su tiempo libre era preocuparse, así
que era mejor tener un montón de tareas aburridas para distraer su mente.
Aunque, ¿trapear los pisos en Nochebuena? Eso era algo que le pasaría
a un huérfano desesperado en una de esas tristes historias británicas de
vacaciones. Y, sin embargo, Taylor había estado esperándolo ansiosamente.
Normalmente, ella no usaba ninguna de sus lindas vestimentas cuando
iba a pasar su tiempo libre fregando la suciedad de las rendijas. Pero, tenía la
sensación de que Kopano aparecería esa noche. O tal vez más que una
sensación. Una esperanza.
Sentada en el mostrador junto a él, de vez en cuando rozando su
hombro contra el de él —completamente por accidente, por supuesto—
Taylor se sentía a gusto. Como si pudiera ser ella misma. No la vieja, nerviosa,
y nostálgica Taylor que había venido por primera vez a la Academia, o la
Taylor enojada, con mentalidad de venganza que había surgido después del
incidente con la Fundación. Con Kopano, ella estaba en su lugar ideal,
perpetuamente. Kopano la hacía sentir cómoda y esperanzada, como si
estuvieran siempre al borde de una gran aventura donde las cosas saldrían
perfectamente.
—¡Él es ardiente! —le había dicho Isabela ese mismo día más
temprano, en su suite, cuando Taylor mencionó que pensaba que podría ver a
Kopano esa noche—. Deberías acostarte con él. ¡Un milagro navideño!
—Dios, Isabela, no siempre se trata de acostarse —respondió Taylor.

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Fandom Legacies
—No siempre, no. ¿Pero esta vez? —Isabela movió las cejas—. ¿Esta
vez? Sí. Claro que sí.
—No sé, quiero decir… él me gusta. Somos amigos. Y él es, um…
quiero decir, sí, claro, objetivamente, es un tipo atractivo. Pero no sé si incluso
le gusto de esa manera y, si lo hace, no sé si me gustaría dañar la amistad.
—Oh, le gustas de esa manera —dijo Isabela con una sonrisa—. Por
favor. Que ustedes chicos no lo hayan hecho ya, es una locura. Todos saben
que eso va a suceder.
—¡Isabela!
—¿Qué más hay para hacer por aquí? ¿Además de planear nuestra
guerra secreta contra un montón de idiotas ricos? Bien podríamos al menos
pasar un buen rato.
—Tú solo piensas en una cosa —respondió Taylor con una risa
nerviosa. Miró alrededor de la suite en busca de ayuda, donde Ran escuchaba
con una leve sonrisa. La chica japonesa se encogió de hombros.
—Estoy de acuerdo con Isabela —dijo simplemente.
El recuerdo hizo que las mejillas de Taylor se calentaran, el rubor
cubierto afortunadamente por la cocina humeante. Kopano estaba parado
frente a la estufa, sacudiendo una pesada cacerola llena de arroz frito. Había
una ligera capa de sudor en su frente. Sin pensarlo, Taylor agarró una toalla
limpia del mostrador y limpió ligeramente su frente.
—Ah, gracias —dijo con esa sonrisa contagiosa de él—. Eres una muy
buena asistente de chef.
—Estoy feliz de ayudar —respondió, echando un vistazo hacia abajo a
la creciente cacerola de arroz frito de Kopano—. Con lo que sea que esto
sea…
—¡Arroz de Navidad! —declaró Kopano nuevamente—. ¿Crees que es
extraño, eh? Debería haber hecho postres como todos los demás, pero así no
es como lo hacemos en Nigeria.
—¿No tienen postres allí?
Kopano sacó su barriga y la golpeó con su mano libre. —Claro que sí.
Pero el arroz… —Él inclinó la cabeza—. Esta historia puede ser aburrida.
—No, cuéntame. Me gusta escuchar sobre tu hogar.
Kopano sonrió.
—Antes de que naciera, hubo una revolución en mi país. Mi mamá y mi
papá eran muy pobres. Extremadamente pobres, dirían ustedes. Creo que la
mayoría de la gente era así de pobre en aquel entonces. Se consideraban
afortunados si tenían una taza de arroz para comer para la cena.
—Wow —respondió Taylor—. Eso es terrible.
Kopano se encogió de hombros.
—Terrible, tal vez, pero de alguna manera se convirtió en algo genial.
Para Navidad, las personas que podían permitírselo hacían grandes ollas de
arroz como éste e invitaban a sus vecinos a comer. Era una tradición en el

64
Fandom Legacies
pueblo del que era mi mamá que siguió llevándose a cabo incluso después de
que la revolución terminara.
Taylor miró la olla de carne picada oscura que Kopano estaba
mezclando gradualmente en el arroz.
—¿Eso es hígado?
—Shh, es el ingrediente secreto —respondió Kopano, riéndose cuando
Taylor arrugó la nariz—. De todos modos, cada Navidad mi mamá cocinaba
esto e invitaba a todos los vecinos de nuestro edificio de apartamentos a
comer. A mi papá no le gustaba eso. Había olvidado las lecciones de los
tiempos difíciles y siempre se quejaba. ¿Por qué tengo que alimentar a todas estas
personas, eh? A estos vividores. Pero mi madre lo hacía de todos modos y, creo,
que mi padre secretamente disfrutó de todos estos visitantes con los que podía
alardear acerca de la comida de su esposa. Fue divertido. Me gustó tener una
casa llena en ese entonces, con todos alrededor.
—Esa es una bonita tradición —dijo Taylor, pero había una creciente
tristeza detrás de su sonrisa. Ella cruzó sus manos entre sus piernas y las
miró—. Mi papá y yo… no hacíamos grandes celebraciones como esa, en
realidad no invitábamos a nadie a la casa. Era genial, sin embargo. Él
compraba todos esos aperitivos congelados de la tienda: como, cosas
realmente poco saludables que no comíamos normalmente, y nos dábamos un
festín con eso todo el día y veíamos películas en pijama. Era algo… era algo
increíble, ahora que lo pienso.
Kopano le puso una mano en el hombro.
—Todo va a salir bien, Taylor. Lo prometo.
Taylor asintió. No estaba tan segura.
—Es difícil creer que ese lugar se ha ido —dijo Taylor después de un
momento, tragando—. Se ha ido por mi culpa, básicamente. Sé que mi padre
estuvo de acuerdo y sé que es por una buena causa, pero... —Ella negó con la
cabeza—. Se está quedando con un primo, durmiendo en su futón. Odio
imaginar que así está pasando su Navidad.
Kopano puso su mano sobre su corazón.
—Tienes mi solemne promesa de que, cuando estas personas de la
Fundación sean llevadas ante la justicia, regresaré a Dakota del Sur contigo y
lo reconstruiremos. Como ya lo sabes, soy muy fuerte.
Taylor resopló y se pasó el dorso de la mano por los ojos.
—Te tomaré la palabra.
Kopano cerró su cacerola de arroz y dio un paso atrás con una
exhalación satisfecha.
—Esto necesita cocerse a fuego lento un poco. Vamos, tomemos un
poco de aire.
Taylor saltó del mostrador y los dos salieron de la cocina. Mientras
avanzaban, notó que Kopano cogía a hurtadillas un pequeño paquete de un
estante junto a la puerta. Intentó esconderlo detrás de su espalda.
—Hey, ¿qué es eso?

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Fandom Legacies
Todavía ocultando el paquete detrás de su amplia espalda, Kopano se
volvió y caminó hacia atrás a través de las puertas batientes de la cocina. Él
sonrió tímidamente a Taylor.
—¿Esto? Um… es un regalo.
—Kopano. ¿Qué hiciste?
Taylor lo siguió dentro de la asociación estudiantil. Las luces seguían
encendidas, pero el lugar estaba completamente desierto a esta hora de la
noche. Después del calor de la cocina, el aire fresco fue un alivio. Las cadenas
de luces parpadeantes se reflejaron en los ojos de Kopano.
—Antes de que digas algo, debes saber que fue pura suerte. Saqué tu
nombre para el amigo Secreto.
Taylor avanzó hacia él, entrecerrando los ojos.
—Pero no me inscribí en el amigo Secreto. Todos estuvimos de
acuerdo en que no tendría sentido con mi actitud de chica mala.
—Oh —respondió Kopano—. ¿De verdad? Hm. Entonces debo haber
escrito tu nombre y ponerlo en el sombrero, que, um… no era el sombrero en
el que todos ponían nombres, sino uno de Caleb que encontré en nuestra
suite. Sabes, pensé que era raro, eras el único nombre allí, ¡pero no sé cómo se
supone que funciona el amigo Secreto!
—¡Eres un mentiroso! —Taylor respondió con una risa incrédula.
Kopano finalmente se detuvo con las excusas tontas y le tendió la cajita
a Taylor.
—Feliz Navidad —dijo.
Ella la tomó, observando el trabajo de envoltura que había hecho, las
esquinas todas arrugadas y desiguales. Los chicos nunca sabían cómo envolver
regalos.
—Espero… —ahora la cara de Kopano era repentinamente seria—.
Espero no haberme sobrepasado o algo así.
Taylor levantó la caja y la sacudió.
—¿Por qué? ¿Qué es?
—Ábrelo. Te lo explicaré.
Taylor arrancó el descuidado papel de regalo y reveló la pequeña caja
dentro. Miró a Kopano, quien se encogió de hombros como si no supiera lo
que había dentro. Taylor quitó la tapa.
Dentro de la caja había un pequeño trozo de madera, marrón oscuro,
con los bordes suavemente lijados. “TC” estaba tallado en la suave superficie,
las ranuras desgastadas y oscurecidas con los años. El trozo de madera estaba
incrustado en el lado abierto de una concha de mar. Al menos, así era como se
veía a primera vista. Tras un examen más profundo Taylor observó que la
concha y la madera estaban fundidos juntos, los bordes del cedro parecían
crecer justo fuera de la lisa concha de mar en ciertos puntos. Todo esto unido
a un cordón de cuero, era un collar.
Taylor tomó el amuleto con cautela, casi con miedo de romperlo. Al
pasar sus dedos sobre sus iniciales, sintió protuberancias en el reverso de la

66
Fandom Legacies
concha de mar. Lo giró y encontró un delicado patrón de piedras azules —
loralita— los pequeños fragmentos estaban incrustados en la superficie rosa
clara de la concha.
—Kopano… wow.
Ella parpadeó, con la boca ligeramente abierta. Trazó su pulgar sobre
las iniciales y el recuerdo volvió a ella: el granero, un día aburrido en el verano
de hace un par de años, Taylor había grabado sus iniciales en secreto en la
pared. Después se había sentido culpable y estúpida —lo cubrió con fardos de
heno para que su padre no se diera cuenta— y, por lo que ella sabía, él nunca
lo había notado.
—¿Cómo…? ¡Yo hice esto! —Taylor dijo, arrastrando la uña de su
pulgar a través del tallado—. Esto es de casa.
—Sí, um… entonces, le envié un correo electrónico a tu papá. Espero
que eso esté bien —respondió Kopano, su nerviosismo no era fingido.
—Le enviaste un correo electrónico a mi papá —replicó Taylor con
incredulidad.
—Sí. Él es muy agradable.
Taylor lo miró.
—Fue después de que tramaras el plan con Nueve para hacer que su
gente, ya sabes... destruyeran el lugar. Pensé que, si ese fuera yo, me gustaría
tener una pieza de lo que quedó. Le escribí a tu papá y eso es lo que me envió.
—Así que él lo sabía —dijo Taylor ausente, mirando el regalo.
—La concha es de afuera en la playa —continuó Kopano—. Supongo
que eso es algo obvio.
—Es como si estuvieran creciendo juntos —dijo Taylor, rozando con
los dedos el lugar donde la lisa concha se fundía con la madera áspera.
—Usé mi legado para fusionarlos. Volví la madera transparente, la
deslicé en la concha, y la solté. Hice lo mismo con la loralita.
Kopano volteó la pieza para que Taylor pudiera examinar la loralita
incrustada en el caparazón, sus dedos rozándose mientras lo hacía. Las astillas
azul celeste estaban colocadas en la forma de un jeroglífico loriense, Taylor
solo sabía lo que eran debido a un especial de televisión que ella había visto
sobre los misterios lorienses a raíz de la invasión.
—¿De dónde sacaste la…?
—Después de nuestra pequeña aventura —dijo Kopano—. Puede que
me haya embolsado algunas de las piedras rotas. No es suficiente para
teletransportarse, al menos no lo creo. Pero sigue siendo genial. Recibí ayuda
de Lexa con el símbolo. Significa “hogar” en su idioma, pero también puede
significar “aquí”, como dónde estás en un momento dado. No lo sé. Parecía
apropiado.
Taylor dio una pequeña e incrédula negación con la cabeza.
—Kopano, eres increíble. Me encanta.
Él aplaudió y soltó una exhalación de alivio.
—¡Me alegro!

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Fandom Legacies
Taylor se colocó el collar sobre la cabeza y sacó su cabello suelto de la
correa de cuero. Lo giró para que el símbolo loriense mirara hacia afuera, le
gustaba cómo la tosca madera se sentía contra su piel, un recordatorio de su
hogar.
Kopano sonrió.
—Ah. Más bonito de lo que siquiera había imaginado.
—Ja, cállate. —Taylor se rió, poniendo los ojos en blanco. Sus labios
se fruncieron cuando un pensamiento se le ocurrió de repente y sus hombros
cayeron un poco—. La cosa es que, Kopano, todos estuvimos de acuerdo en
que no íbamos a hacer regalos, y no es como si hubiera algún lugar para
nosotros para ir a comprarlos, de todos modos. No es que eso te haya
detenido de hacer este increíble regalo, yo… no soy buena haciendo
manualidades, mis proyectos de arte siempre fueron arrojados al bote de la
basura… —se dio cuenta de que estaba divagando—. Lo que estoy diciendo
es que lo siento, pero no te traje nada.
Kopano hizo un gesto con la mano como si estuviera ofendido solo
por la idea.
—No esperaba que lo hicieras. El objetivo de esta festividad es dar, no
recibir, ¿verdad?
La mirada de Taylor se alejó de Kopano cuando le llegó una idea. En
realidad más un impulso que una idea. Sus ojos recorrieron las numerosas
decoraciones navideñas que la facultad había colocado en todo alrededor de la
asociación estudiantil. Ella sabía que estaba aquí en algún lado… ah, allí, justo
sobre la entrada, por supuesto. Entrecerró los ojos y puso su telequinesis a
trabajar.
—Sin embargo, hay algo que quería darte hace tiempo —dijo y levantó
sus cejas de una forma tonta para que Kopano levantara la mirada.
Un trozo de muérdago flotaba sobre ellos.
—¿Qué es eso? —Preguntó Kopano—. ¿Una planta?
Como de costumbre, Taylor no pudo decir si Kopano estaba
bromeando o no. Ella no fue delicada. Sin decir una palabra más, se puso de
puntillas y lo besó. Tal vez lo había sorprendido al principio, pero él se dio
cuenta rápidamente, devolviéndole el beso, su mano en la parte baja de la
espalda de ella. Taylor se apoyó contra él, no queriendo parar, sus dedos
haciéndole cosquillas en la barba de su mandíbula.
Taylor perdió la noción del tiempo, se olvidó de todas las cargas y
peligros que estaba enfrentando, y solo podía pensar en la cálida boca de
Kopano.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento, lo que hizo
que ellos rieran. Taylor se acercó y tomó la mano de Kopano.
—Feliz Navidad —dijo ella.

68
Fandom Legacies

CALEB ESTABA SENTADO EN UNO DE LOS SILLONES DE respaldo


alto de la sala de estar y alimentó con papel de envolver la chimenea, viendo
como dibujos de muñecos de nieve se curvaban sobre sí mismos mientras el
pequeño fuego los consumía. Los regalos habían terminado. Sus regalos
estaban reunidos en una pila ordenada al lado de él. Había recibido lo habitual
―calcetines y ropa interior, camisetas blancas lisas en un paquete de plástico,
unos cuantos polos de color sólido, un buen par de jeans y un par de botas
resistentes.
Cada año, el padre de Caleb dejaba muy claro a la madre de Caleb que
los niños recibirían regalos prácticos que podrían usar. Su padre fue sargento
en la Base de la Fuerza Aérea Offutt, donde fue conocido como un severo
disciplinario. Trajo esa actitud a casa con él y no la dejó, ni siquiera en
Navidad.
Pensando en ello, Santa siempre había sido un verdadero lastre en la
familia Crane.
El regalo más emocionante de Caleb cada año, si se puede llamar así,
era cualquier libro de tapa dura de historia que su padre escogiera para él. Sin
falta, sería algo que Charles Crane había leído antes, para poder interrogar a
los chicos en enero.
La selección de este año fue sobre la misteriosa muerte de George
Patton, escrita por un presentador de noticias que Caleb había visto en la
televisión despotricando sobre lo peligrosa que era la integración de la garde
para el futuro de los Estados Unidos.
Caleb resistió la tentación de arrojar el libro al fuego.
La mamá de Caleb estaba en la cocina preparando la cena. Su padre
estaba en el estudio, viendo un partido de fútbol. Y sus hermanos. . .
Bueno, estaban sentados en el sofá frente a Caleb, sonriendo como
lobos.
Charles Jr. —o Charlie, como se lo llamaba por la casa— era el mayor,
seis años mayor que Caleb. Christopher era el hijo del medio, solo 18 meses
más joven que Charlie. Caleb a menudo se preguntaba si las cosas hubieran
sido diferentes si sus dos hermanos mayores no hubieran tenido una edad tan
cercana, si todos estuviera más separados en edad, o si hubiera habido un
cuarto hermano, más joven que Caleb, para igualar las posibilidades —se
preguntó si ellos hubieran conspirado menos contra él si alguna de esas cosas
fuera cierta.

69
Fandom Legacies
Todos se parecían, un hecho que Caleb no pudo evitar encontrar
irónico. Todos los chicos Crane poseían el mismo cabello rubio arena,
mandíbulas cuadradas y orejas un poco demasiado grandes para sus cabezas.
Charlie mantenía su cabello corto y adecuado, como su padre. Ya era un pez
gordo para Offutt —un oficial de solo veintitrés años— que seguía los pasos
de su padre. Chris mantenía su cabello un poco más largo y Caleb tuvo la
sensación de que se lo había recortado de las orejas y se había afeitado las
patillas para este viaje a casa, sin querer invocar la ira de su padre. No es que
Chris alguna vez admitiría eso. Estaba en el Omaha Community College,
estudiando ingeniería, después de haber sido botado de la Academia de la
Fuerza Aérea el año pasado. Lo que había hecho para meterse en problemas
era un gran secreto, pero Caleb sabía, por una conversación susurrada con su
madre, que Charles padre podría haber ayudado a Chris y mantenerlo
enlistado. Su padre se había negado. Sin tratamiento especial para sus hijos.
Ellos la cagaban, ellos lo soportaban.
Caleb no sintió pena por Chris. Las reglas de su padre —lucha tus
propias batallas— había provocado que sus hermanos mayores le sacaran la
mierda semanalmente. Nadie intervino por él.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Ese fue Chris. Caleb debe haber estado mirándolo. Quizás Caleb estaba
sonriendo un poco, pensando en la desgracia que le había sucedido a su
hermano. Eso fue un error. Siempre era mejor evitar el contacto visual en esta
casa.
—¿Qué? —Caleb respondió.
Chris tomó un trago de su botella de cerveza. Se había vuelto un poco
fanfarrón desde la última vez que Caleb lo vio. Sus dos hermanos estaban
bebiendo, había una pequeña colonia de botellas en la mesa de café frente a
ellos.
—Ahora que eres un gran mutante o lo que sea —comenzó Chris—,
¿aun así podemos decirte Gayleb?
—Nunca debieron haberme dicho así en primer lugar —respondió
Caleb en voz baja—. En realidad, mi compañero de cuarto, Nigel, es gay.
Caleb no habría podido explicar por qué dijo eso. Siempre hacía ese
tipo de cosas cuando era más joven y sus hermanos lo miraban fijamente…
información indirecta, sobrecompartida, les daba municiones. En sus sesiones
con la Dra. Linda —antes de descubrir que era una espía malvada de la
Fundación— había sugerido que la ansiedad de Caleb por sus hermanos era la
razón por la cual era tan taciturno y reprimido.
Charlie se chupó los dientes ante la mención de Nigel.
—Nunca entenderé cómo estos malditos alienígenas escogieron quién
obtenía súper poderes.
—Legados —corrigió Caleb.
—Como sea. —Charlie era mucho más sutil que Chris cuando se
trataba de insultos; siempre lo había sido.

70
Fandom Legacies
—Eso es dulce —asintió Chris, mirando lascivamente a Caleb—. ¿Tú y
este chico se besan todo el tiempo?
—No. No nos besamos —dijo Caleb rotundamente—. Eres tan
ignorante como una mierda.
Chris soltó una carcajada.
—¿Soy ignorante? ¿Lo oyes, amigo? —preguntó, empujando a
Charlie—. Nuestro hermanito se va a la escuela de raros en California y de
repente habla como un blogger liberal. ¿Ahora vas a sermonearme acerca de
las advertencias de provocación?
Antes de que Caleb pudiera responder, Charlie envolvió su brazo
alrededor de Chris y lo acercó, sonriendo maliciosamente.
—Hermano, ¿recuerdas el año de Santa Claws8? —Charlie le preguntó
a Chris en un susurro.
Chris se tapó la cara con la mano.
—¿Te refieres a la mejor Navidad de la historia? ¿Cómo podría olvidar
eso?
Charlie sonrió a Caleb.
—¿Recuerdas eso?
—Sí —respondió Caleb—. Lo recuerdo.
Santa Claws. Eso era lo que los hermanos consideraban como una de
sus mejores bromas. Era Nochebuena y Caleb solo había logrado dormirse
después de lo que parecieron horas de dar vueltas y vueltas, demasiado
emocionado por la mañana siguiente. Chris lo había sacudido para despertarlo.
Le susurró al oído: «Despierta, Caleb, creo que oigo a Santa Claus».
¿Cómo había sido Caleb tan estúpido? Él negó con la cabeza ante el
recuerdo. Era joven y aún no había aprendido a sospechar de todo lo que sus
hermanos mayores dijeran e hicieran.
—Estabas tan emocionado… —Chris se rió, contando la historia—.
Seguías tratando de sostener mi mano y mierda…
Caleb recordó. Él estaba emocionado. Era como si estuvieran en una
misión secreta. Estaba casi más emocionado de que Chris hubiera pensado en
incluirlo a él de lo que era ver a Santa Claus. Se arrastraron por la casa, hacia la
sala de estar donde Caleb estaba ahora. Podían oír el crujido del papel de
envolver y las pisadas de botas. Caleb se asomó por la esquina y tuvo que
tapar su boca para sofocar un grito ahogado. Santa estaba realmente allí,
dándoles la espalda mientras revolvía los regalos, un traje rojo y cabello blanco
rizado, como en los libros de cuentos.
—Lo empujé a la vuelta de la esquina —dijo Chris, limpiándose los
ojos.
—Y fue entonces cuando di la vuelta… —agregó Charlie.

8
Es un juego de palabras en inglés, dando a entender que se refiere a un Santa Macabro o
con garras, algo que da miedo.

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Fandom Legacies
Santa se alzaba sobre el joven Caleb. Él no era como en las historias en
absoluto. Enormes colmillos llenaban su boca y su rostro estaba manchado
con sangre. En lugar de dedos, tenía largas garras que brillaban en las luces
parpadeantes del árbol de Navidad.
— ¡Ho, ho, ho! —había gritado Santa—. ¡Vas a morir!
Sus hermanos se estaban riendo ahora.
—Tenía toda esa sangre falsa y los dientes de vampiro de Halloween
—explicó Charlie—. Nos tomó un tiempo pegar con cinta adhesiva todos los
cuchillos para cortar carne en mis dedos.
—Valió la pena —dijo Chris—. Totalmente valió la pena.
El joven Caleb gritó y corrió escaleras arriba, sollozando e histérico
cuando se lanzó a la cama de sus padres. Así fue, como sucedió, como supo
que Santa no era real.
—También te orinaste los pantalones —dijo Chris.
—Tenía ocho años —respondió Caleb.
—Creo que papá estaba más enojado por eso que por la broma —dijo
Charlie con una sonrisa—. Acababan de lograr que superaras la situación de
mojar la cama.
—¿Cuánto tiempo nos castigaron? —preguntó Chris, sacudiendo la
cabeza.
—Oh hombre, tanto tiempo.
—Siempre nos delatas —le dijo Chris a Caleb, tomando un sorbo de
cerveza con desaprobación.
—Pensé que había un monstruo en la casa —respondió Caleb.
¿Y qué había seguido después de Santa Claws? Para empezar, Caleb
tuvo que soportar una severa conferencia acerca de cómo ni Santa Claus ni los
monstruos eran reales, y cómo necesitaba desarrollar un buen carácter. Los
chicos más grandes habían sido castigados durante un mes, lo que, por
supuesto, consideraron culpa de Caleb porque no podía soportar una broma.
—Ustedes me golpearon casi todos los días durante un mes después de
eso —dijo Caleb en voz baja.
—¿Qué más se supone que debíamos hacer? —preguntó Charlie
inocentemente.
—Era aburrido estar atrapado en la casa —dijo Chris con una sonrisa.
—Me gustaría verlos intentar eso ahora.
Caleb se estremeció y miró por encima del hombro. Uno de sus
duplicados se había soltado. Estaba detrás de Caleb con los brazos cruzados,
mirando a los hermanos.
Tanto Charlie como Chris se habían callado. Sus ojos estaban muy
abiertos, Chris congelado con su botella de cerveza frente a su boca. Caleb
pensó que sus hermanos nunca habían visto lo que él podía hacer. El primer
duplicado había sido un accidente, pero…
Caleb decidió ir con eso.

72
Fandom Legacies
En un momento, hubo seis copias de Caleb, tres a cada lado de su silla.
Se quedaron allí crujiendo sus nudillos o moviendo sus cuellos, como si
estuvieran preparándose para una pelea. Caleb se reclinó con calma, una ceja
levantada.
—Apesta ser superado en número, ¿no? —preguntó.
Charlie tragó con dificultad.
—Tranquilo, hermano. Solo estábamos bromeando.
Con un comando mental, cada uno de los duplicados dio un paso
adelante contundente.
Charlie gritó. Chris se tiró sobre el respaldo del sofá.
Caleb se rió. No recordaba haberse reído abiertamente de sus hermanos
así.
Por supuesto, la victoria fue de corta duración.
—¿Qué demonios es esto?
El padre de Caleb estaba parado en la entrada, apartado de su juego de
fútbol por la conmoción. Miró de la banda de duplicados en un lado de la
habitación a sus muchachos mayores encogidos por el otro. Sus delgados
labios se curvaron en severo disgusto, que apuntó directamente a Caleb.
—No pensé que tendría que dejar esto en claro, muchacho, pero no
quiero que nada de esa mierda alienígena ocurra en mi casa.
—¿O qué? —preguntó uno de los duplicados.
La cara de su padre se puso roja, todo el camino hasta su corte de
cabello. Él no estaba acostumbrado a la insubordinación en ninguna faceta de
la vida. Miró al duplicado ofensor, luego a Caleb.
—Sé que esa cosa no me insultó —dijo el padre de Caleb con frialdad—
En mi propia casa.
Caleb miró a su padre, cuya cara se puso más roja y roja. Sus palmas
estaban sudorosas. Sabía que debería retroceder y calmar la situación
absorbiendo sus duplicados. Probablemente ya había ido demasiado lejos
usándolos para intimidar a sus hermanos. Se suponía que la garde no debía usar
sus legados contra humanos indefensos, incluso si eran unos idiotas.
Pero entonces… ¿qué podría hacerle el padre de Caleb a él? Caleb no
vivía aquí, no comía su comida, no confiaba en él de ninguna manera. Su
padre no tenía ningún poder sobre él. En primer lugar, Caleb ni siquiera
quería volver a casa, y mañana sería llevado directamente a la Academia. Caleb
estaba libre de todo esto.
Y, sin embargo, la mirada de su padre lo hizo sentir pequeño de nuevo.
—Por favor, Caleb, ¿podemos simplemente escuchar a papá? Se ve
muy enojado.
Caleb se estremeció. Esa voz maullando era la suya. Uno de los
duplicados había roto filas con los demás y estaba medio doblado como si
vomitara por el nerviosismo, retorciéndose las manos y mirando suplicante a
Caleb.

73
Fandom Legacies
Habían pasado meses desde la última vez que Caleb había permitido
que sus sentimientos lo abrumaran y perdiera el control de uno de los clones.
Durante un tiempo Caleb había pensado que sus duplicados tenían sus
propias mentes —o al menos eso es lo que intentaba convencerse a sí
mismo— pero en realidad eran como válvulas de liberación emocional.
Demasiada presión en la cabeza de Caleb y uno de ellos podría actuar.
Por supuesto eso tenía que suceder justo después de su gran momento
de triunfo sobre sus hermanos. Ambos sonreían ahora, Chris se reía detrás de
su mano, incluso aunque todavía estaba medio escondido detrás del sofá. Con
cada segundo que el duplicado se inquietaba y gemía, el padre de Caleb parecía
menos enojado y más desconcertado.
Mientras tanto, su madre cocinaba la cena en la cocina, fingiendo que
no pasaba nada. Como siempre.
El duplicado emitió un sonido de succión húmeda, agitando su labio
inferior como si tratara de no llorar.
La vergüenza era demasiado real. Caleb se puso de pie y absorbió los
duplicados. Sin hacer contacto visual con ninguno de ellos, salió furioso de la
habitación. Su padre lo dejó ir. Demasiado extrañado, probablemente.
—¿Viste eso? —Oyó a Charles preguntar a Chris.
—Es un maldito caso mental —respondió Chris. Caleb agarró su
abrigo y salió de la casa.

Solo llegó hasta el porche.


Estaba helando afuera, no más de seis grados centígrados, había una
capa de escarcha en todo. Caleb sintió un cosquilleo en los dedos y le picaron
las mejillas. ¿Qué estaba haciendo? ¿Huyendo de casa? Él ya había logrado
eso.
No. Él solo estaba tomando algo de aire. Esa era la cosa varonil para
hacer. Calmarse, dejarlo pasar.
Se sentó en el columpio del porche, las tablillas de madera estaban frías
en la parte posterior de sus piernas, las cadenas de metal crujieron ante su
peso. Se metió las manos en los bolsillos y sopló una nube de niebla. Él se
estremeció.
Esto era miserable, pero se quedaría fuera toda la noche si tuviera que
hacerlo. Saltarse la cena.
Esperar a que todos se vayan a la cama. Salir de aquí por la mañana.
Ese era un buen plan.
Un conjunto de faros iluminó la silenciosa calle. Caleb los vio venir.
Pertenecían a un SUV negro, del tipo con vidrios fuertemente polarizados y
blindaje en los costados. Seguramente era un vehículo del gobierno, que no
era un espectáculo tan inusual estando tan cerca de la base militar. Caleb había
sido traído desde el aeropuerto en un auto así, los Pacificadores de la ONU no
se habían separado de él hasta que estuvo a salvo con su familia. Echó un

74
Fandom Legacies
vistazo hacia abajo de la cuadra; sus guardaespaldas seguían allí, estacionados a
una respetuosa distancia para vigilar. Sintió simpatía por el pequeño
destacamento de Pacificadores que tuvieron que pasar el día sentados
alrededor de una calle sola en Omaha. Al menos alguien estaba teniendo una
peor Navidad que él.
Para sorpresa de Caleb, el SUV se detuvo en el camino de entrada. Por
un momento, se permitió esperar que este fuera su viaje al aeropuerto y que
venían a buscarlo más pronto.
Entonces, la puerta trasera del SUV se abrió y su tío salió.
—¿Me perdí la cena?
El general retirado Clarence Lawson llevaba una parka negra con
ribetes de piel que colgaba abierta, revelando una camisa hawaiana y
pantalones caqui debajo. Se frotó las manos, exhaló en ellas, y rápidamente se
abrochó el saco. Su corto cabello plateado se destacaba en la noche, acentuado
por su curtido bronceado.
El tío Clarence no venía en Navidad a Omaha. Nunca. O bien estaba
demasiado ocupado con el trabajo o, después de retirarse, estaba demasiado
ocupado disfrutando campos de golf bañados por el sol de Florida. Era el
hermano mayor de la madre de Caleb y, en otros eventos familiares a lo largo
de los años, Caleb había percibido ocasionalmente cierta tensión entre
Clarence y su padre. Eso era de esperarse. Ambos eran militares, pero la
carrera del padre de Caleb se había estabilizado en sargento, mientras que
Clarence fue una vez el presidente del Estado Mayor Conjunto. El oficial de
más alto rango en el país.
Él era ahora algo así como un héroe estadounidense. El tío Clarence
había sido llamado de su retiro durante la invasión para coordinar la
resistencia contra los mogadorianos y fue ampliamente reconocido por unificar a
los muchos gobiernos del mundo, por no mencionar a los lorienses, en torno a
una estrategia de batalla unida.
Al principio, Caleb se sorprendió de verlo allí. Pero entonces cayó en la
cuenta de que eso era exactamente por lo que había recibido una dispensa
especial para volver a casa por Navidad. El general quería verlo.
—¿Estás muerto de frío? —preguntó el general Lawson mientras subía
los escalones del porche—. ¿O no me oíste?
Caleb parpadeó, luego se encogió de hombros en respuesta a la
pregunta original de su tío.
—Ellos podrían estar comiendo ahora. No lo sé.
—No importa si te estás perdiendo la cena, ¿eh? —Clarence miró hacia
la puerta, frunciendo el ceño—. ¿Ya los tienes por el culo?
Caleb se encogió de hombros de nuevo. Su tío estaba tratando de ser
jocoso y amistoso, pero Caleb no lo creyó. La última vez que se habían visto
había estado en una base militar en una isla —Guantánamo, Nigel siempre
teorizó— donde pusieron a los garde con los que nadie sabía qué hacer
mientras se construía la Academia. Las cosas allí no habían sido grandiosas.

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Fandom Legacies
No obstante, Clarence se sentó en el columpio al lado de Caleb.
—¿Vas a hacer que un anciano se siente aquí y se congele? Bueno. Esa
es tu prerrogativa. —Metió la mano dentro de su abrigo y sacó una larga caja
de metal, de donde saco un puro—. ¿Quieres uno?
—No, gracias.
—Hmm. Hubo un tiempo que hubiera sido "no gracias, señor".
Clarence estaba medio bromeando con la crítica, pero Caleb se irritó.
Estaba demasiado cerca de algo que su padre diría. Caleb sintió el impulso
repentino de liberar uno de sus duplicados, pero luchó contra él. Mientras
tanto, el general sostenía un Zippo9 en su puro, resoplando inconscientemente
hasta que una gruesa nube de humo fragante se elevó desde la punta.
—¿Cómo están las cosas en la Academia? —preguntó Clarence
mientras se acomodaba junto a Caleb.
—Bien.
—Oí que te metiste en un problema. Salida no autorizada del campus.
Tal vez algunas violaciones más graves del protocolo garde.
—¿Por qué me trajiste aquí? —Caleb preguntó bruscamente. Cuando
su tío no respondió de inmediato, siguió adelante—. Me trajiste aquí, ¿verdad?
Moviste los hilos.
—Soy tu tío, Caleb.
—No he tenido noticias tuyas en más de un año —respondió Caleb—.
Debes querer algo.
Los ojos del general se entrecerraron. Él quitó la ceniza de su cigarro.
—Te han cambiado en ese lugar. Solías ser leal. Ansioso por complacer.
—Caleb abrió la boca para responder, pero Clarence levantó su cigarro para
detenerlo—. No quiero decir que es algo malo. Es bueno que te estés
convirtiendo en tu propio hombre. Creí que nos entendíamos, pero si tienes
un problema conmigo…
—Nos obligaste a regalar nuestras quimeras —espetó Caleb—. Y yo te
ayudé. No puedo creer que te haya ayudado a hacer eso. ¿En qué estaba
pensando?
—Estabas siguiendo una orden, al igual que yo —respondió en voz
baja Lawson—. No sabíamos qué podría pasar con esas criaturas…
Caleb miró a su tío a los ojos.
—¿Están muertos? ¿O acaso están siendo, como, examinados y
pinchados en algún laboratorio?
Lawson lo miró a los ojos fijamente.
—Honestamente, hijo, no sé. Podría investigarlo por ti.
—No me hagas ningún favor —respondió Caleb, mirando hacia otro
lado.
Clarence inhaló su cigarro en silencio durante unos fríos segundos.

9
Marca de encendedores estadounidense.

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Fandom Legacies
—Seré directo contigo —dijo al fin—. Te conseguí estas pequeñas
vacaciones de la Academia para que yo pudiera decírtelo. Te están
promoviendo a la Garde Terrestre.
La boca de Caleb se abrió.
—¿Qué?
—Todavía tengo amigos en la organización; me dieron el aviso. La
sabiduría prevaleciente después de su encuentro con esos Segadores es que
estás listo para el trabajo de campo. Sin mencionar que los informes de la
psiquiatra de allí han mejorado mucho.
Todo el cuerpo de Caleb estaba entumecido, y no por el frío.
—Me. . . ¿me voy de la Academia?
—Debería pasar en la próxima semana más o menos. Vas a estar en un
escuadrón con la mismísima Melanie Jackson.
La perspectiva de trabajar junto a la hija del presidente no hizo nada
para disminuir el miedo que sentía Caleb. Estaban haciendo un trabajo
importante en la Academia, planeando contra la Fundación. Él no podía irse.
Aún no.
—No… no estoy listo.
—La Garde Terrestre parece pensar lo contrario. —Clarence hizo una
pausa y se inclinó hacia adelante para hacer contacto visual con Caleb—. Lo
que pasa es que también estoy aquí para pedirte un favor.
—Un favor.
—Como dije, todavía tengo colegas involucrados en el programa de la
Garde Terrestre, algunos de ellos me han contactado sobre las preocupaciones
que están teniendo.
—¿Qué tipo de preocupaciones?
Ahora su tío se volvió cauteloso.
—Nada en lo que puedan meter la mano, exactamente. Solo rarezas
aquí y allá. Extrañas asignaciones de recursos. Tratamiento preferencial. Esa
clase de cosas. ¿Recuerdas por qué me llamaron para que saliera de la
jubilación en primer lugar? ¿Durante la invasión?
—Porque los mogs habían corrompido a demasiada gente en el gobierno
—respondió Caleb distraídamente—. Necesitaban a alguien en quien pudieran
confiar.
—Eso es correcto —respondió Clarence—. Las autoridades hicieron
muchas detenciones en el año posterior a la invasión. Pero supongo…
supongo que no los atraparon a todos, ¿eh? Tal vez todavía hay algunas
personas ProMog por ahí. ¿Qué crees que estarían haciendo ahora?
—Estarían descubriendo formas de explotar el nuevo mundo —dijo
Caleb—. Para usar a la garde a su favor.
—Tal vez sea así, tal vez sea así. —Lawson asintió—. ¿Tienes alguna
experiencia con organizaciones como esa?
Caleb miró a su tío. ¿Cuánto sabía él? ¿Estaba dejando caer pistas de
que la Fundación podría estar ligada a los restos de ProMog o era solo una

77
Fandom Legacies
gran coincidencia? Caleb pensó en los pedacillos de investigación que habían
reunido y teorías sobre las que habían reflexionado. ¿Debería compartir eso
con su tío? Clarence inhaló inocentemente su cigarro, como si los dos chicos
estuvieran charlando en el frío helado.
—No —dijo Caleb—. No he oído nada de eso. Solo suponía.
Caleb se miró las manos. Por un momento, sus dedos se doblaron,
veinte de ellos, entrelazados en su regazo, temblando ligeramente. Un
duplicado tratando de soltarse para decirle a su tío la verdad. Se detuvo justo a
tiempo. Estaba agitado, en conflicto, así era siempre cuando perdió el control.
Tomó un respiro profundo. Se calmó a sí mismo. Tal vez su tío tenía
buenas intenciones y estaba del lado de los garde. Pero él se había llevado a las
quimeras. Había usado a Caleb en el pasado.
Caleb no podía confiar en él. Solo podía confiar en sus amigos de la
Academia. Se forzó a sí mismo a tener una sola opinión sobre esto.
La indecisión duró solo unos segundos. Si su tío notó algo mal, no dijo
nada. De hecho, él cambió el tema.
—¿Sabes quién es Wade Sydal, Caleb?
—El fabricante de armas —respondió Caleb—. Él hace todo el equipo
que los Pacificadores usarán con nosotros si alguna vez nos salimos de
control.
Lawson resopló.
—He visto lo que los garde puede hacer. Si ustedes se deciden a hacer
algo, no creo que las baratijas de Sydal hagan una gran diferencia a largo plazo.
Dicho esto, nuestro país está invirtiendo mucho en sus elementos de
disuasión de los garde. Es un viejo amigo del presidente Jackson, ¿sabes? Gran
colaborador de la campaña.
Caleb recordó cómo los Segadores estaban armados con tecnología
anti-garde, presumiblemente suministrada por la Fundación. Él y sus amigos
no habían sido capaces de averiguar si el equipo había sido robado o si Sydal
tenía un doble trato.
—¿Crees que es uno de ellos? —Caleb preguntó.
—¿Uno de quién?
Caleb hizo una mueca. Había metido la pata, olvidando que se suponía
que estaba hablando de la existencia de la Fundación.
—Uno de tus… no lo sé —dijo Caleb, cubriéndose—. ¿Conspiradores?
¿Simpatizantes de los mogs? No lo dijiste.
Clarence sacudió la ceniza de su cigarro, riendo entre dientes.
—Lo dudo. Estaba leyendo un artículo sobre él en el vuelo. Es un tipo
interesante. Quizás tengas la oportunidad de encontrarte con él una vez que
estés en la Garde Terrestre. Me encantaría saber lo que piensas.
—Uh, está bien —dijo Caleb.
—Lo harás genial allí afuera. Pero mantén los ojos abiertos —dijo
Clarence, y le dio una palmadita a Caleb en la rodilla—. Si ves algo extraño o
incluso si algo no se siente bien, sabes cómo contactarme.

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Fandom Legacies
—Sí —respondió Caleb. Todavía estaba asimilando todo esto. Él se iría
de la Academia, justo cuando finalmente se estaba acomodando—. Está bien.
Y eso fue todo. El general Lawson se puso de pie, mojó la punta de sus
dedos y pellizcó la punta del puro. Él sacudió un poco sus pies para
regresarles la circulación.
—Voy a ver qué cocina tu mamá —dijo—. No te congeles aquí, hijo.
Caleb asintió y vio a su tío entrar. Un escalofrío se apoderó de él y se
acurrucó más profundamente en su abrigo, mirando hacia la calle oscura.
—Realmente no puedes volver a casa otra vez —murmuró para sí
mismo—. O tal vez la expresión debería ser. . . no deberías volver a casa.
Nadie respondió. Por una vez, todos los duplicados estuvieron de
acuerdo con él.

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Fandom Legacies

ERA LA HORA DEL ALMUERZO Y EL COMEDOR ESTABA


BULLICIOSO de actividad. Grupos de estudiantes se formaban en la fila del
buffet, llenaban sus bandejas y holgazaneaban alrededor de las mesas. Otros
devoraron sus almuerzos y se marcharon apresuradamente; algunos chicos
aún no habían terminado sus trabajos de fin de semestre y era el último día
para entregarlos. Era Víspera de Año Nuevo.
Kopano sonrió, disfrutando toda la actividad. Tomó una esquina de su
sándwich de pavo y pausadamente lo mordió. No tenía nada que hacer hoy
excepto esperar las festividades de la noche. En el segundo piso, los
voluntarios colgaban serpentinas y señales de ¡FELIZ AÑO NUEVO! de
cartulina. Eso no tomaría mucho tiempo con Maiken Megalos y su súper
velocidad yendo por allí.
Con Nigel y Caleb en una práctica de la banda de emergencia, Ran en
entrenamiento e Isabela quién sabe dónde, eso significaba que Kopano
almorzaría solo. A él no le importaba. Desde su mesa, tenía una vista clara de
Taylor sirviendo comida. El deber del comedor era parte de su castigo por
cubrir a Isabela. Él pensó que se veía bien, incluso con una redecilla en la
cabeza.
Kopano se distrajo, pensando en ese beso en Nochebuena y
preguntándose cómo podría organizar una actuación repetida sin delatar la
fachada de Taylor. No notó que la charla en la habitación se apagaba.
Probablemente se habría perdido toda la transmisión si Simon, sentado en una
mesa vecina, no hubiera dicho su nombre.
—Kopano —dijo Simon, señalando hacia el televisor—, ¿ese no eres
tú?
Alguien había puesto Wolf News. Kopano estaba familiarizado con la
red estadounidense por su clase de acontecimientos actuales. Transmitieron
muchas historias sobre alienígenas al acecho y la peligrosa garde. Todos sabían
que su cobertura era tendenciosa, por lo que no era un canal que normalmente
se sintonizaba en la asociación estudiantil. Sin embargo, todos los ojos estaban
en el televisor ahora.
La pantalla estaba dividida. A la izquierda estaba el anfitrión, Don
Leary, un hombre de cara roja de unos cincuenta años, con su majestuosa
cabellera de pelo negro como la tinta peinada hacia atrás. A la derecha había

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Fandom Legacies
un borroso video de un teléfono celular, el mismo clip repitiéndose una y otra
vez.
—Repito, este video no es para los débiles de corazón —declaró Leary
con gravedad—. Incluso después de los desgarradores acontecimientos de la
invasión mogadoriana, todavía es desconcertante ver a estas súperpoderosas
cosas en acción. Pero lo que hace que esto sea aún más difícil de observar es
que estos no son invasores extraterrestres siendo atacados. Estos son
ciudadanos estadounidenses. ¿Y los atacantes? Tampoco son extraterrestres.
Son seres humanos. Los que supuestamente están siendo entrenados para
“protegernos”.
Kopano se concentró en el bucle de imágenes. Era oscuro y movido,
filmado por alguien que se escondía detrás de la parte trasera de un automóvil.
Aun así, Kopano reconoció la ubicación. Era el tramo de la autopista de
California donde los Seis Fugitivos lucharon contra los Segadores.
En el video, el cielo se iluminó. Un rastreador de infrarrojos cortó la
oscuridad, descendió y explotó. Los cuerpos volaron desde el lugar de la
explosión, flácidos y sin vida. Una motocicleta se inclinó, y quedó volcada.
Otro resplandor se encendió en el camino. La persona que estaba
filmando se acercó a la fuente de los fuegos artificiales, mostrando a Ran con
objetos brillantes en cada mano. Mientras la cámara filmaba, ella arrojó una de
estas bombas contra un motociclista que pasaba, lo derribó y arrojó su moto
lejos.
La cámara de repente se sacudió. Alguien había sido arrojado
violentamente contra el automóvil que el camarógrafo utilizó para cubrirse. La
vista se alejó justo a tiempo para revelar a Kopano golpeando a un
motociclista en la cara con la suficiente fuerza para doblar su cuerpo hacia
atrás.
Kopano se miró a sí mismo girar —con los ojos vacíos, sin
emociones— y cargar contra la cámara. El video se cortó allí. Por supuesto, la
buena gente de Wolf News inmediatamente comenzó de nuevo. Leary habló
durante el clip.
—Nuestras fuentes identificaron a los dos agresores en el video como
estudiantes de la Academia de la Garde Humana de la ONU en California. Sus
nombres y países de origen se mantienen en privado porque son menores de
edad, pero el video habla por sí mismo. Este es un ataque atroz en territorio
estadounidense por parte de dos individuos peligrosos ebrios por su propio
poder. Es exactamente el tipo de incidente que el gobierno prometió que no
sucedería como resultado de la Academia. ¿Se sienten más seguros con cientos
de estas… estas criaturas corriendo descontrolados en nuestro propio patio
trasero? Yo, ciertamente, no…
Kopano miró hacia otro lado, sus ojos borrosos por las lágrimas
frustradas. Se secó la cara con el dorso de la mano, esperando que nadie más
en la asociación estudiantil lo notara.

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Fandom Legacies
Afortunadamente, la mayoría de sus compañeros también estaban
viendo la transmisión. O tal vez eso no era afortunado en absoluto. Todos
veían a Kopano —literalmente fuera de control— golpear brutalmente a gente
ordinaria.
La transmisión cambió a una entrevista con un hombre vestido de
cuero con un collarín. Un Segador. Afirmó que ellos solo eran un grupo de
motociclistas que salieron a dar un paseo tranquilo cuando fueron abordados
por la garde. El anfitrión lo trató con simpatía, haciéndole preguntas sobre el
softbol. Kopano la apagó, sus oídos estaban zumbando.
Se puso de pie, más duro de lo que había querido, y tiró la silla. Todos
lo miraban ahora. Simon arrastró su silla hacia atrás, como si le tuviera miedo
a Kopano.
Los puños de Kopano estaban apretados, algo de lo que no se dio
cuenta hasta que Taylor apareció a su lado y le apretó los dedos con los suyos.
—Todo es una mentira —dijo, sin importarle que tal exhibición pudiera
poner en peligro su rebelde reputación. Levantó la voz un poco, para que los
otros estudiantes pudieran oír—. Lo que están diciendo no es cómo sucedió
en lo absoluto. ¿Motociclistas misioneros en un viaje por Jesús? ¡Por favor!
Mira esos clips. Qué conveniente que hayan editado todas las partes en las que
nos disparan.
Algunos estudiantes cercanos murmuraron en acuerdo. Pero algunos
también se alejaron de Kopano. Y otros susurraban entre ellos detrás de sus
manos.
—Mírame —dijo Kopano, abatido. El noticiero estaba volviendo a
reproducir el clip una y otra vez—. Me veo como un monstruo.
Taylor apretó su mano con más fuerza.
—Ese no eres tú —respondió ella—. No te preocupes. Esto será
resuelto. El Profesor Nueve te apoyará.

Cuando se supo la noticia, Ran estaba en el centro de entrenamiento con


Nueve. Mientras que la mayoría de los otros estudiantes se habían ido a
almorzar o a descansar, Ran quería correr otra vez en la pista de obstáculos.
Ella no usaría sus legados. Lo nuevo era ver qué tanto podría hacer confiando
solamente en sus habilidades físicas.
Sonriendo, Nueve había aceptado el desafío a su lado. Ambos sudaban,
jadeaban y estaban doloridos. Mientras corrían a través de las vigas de
equilibrio adyacentes, un tronco unido a dos cadenas de acero se balanceó
desde el techo hacia ellos. Ran se arrodilló y se agachó bajo el ariete. Ella solo
logró mantenerse firme en la viga al enganchar su pie a la estrecha barandilla.
Nueve, por otro lado, optó por saltar sobre el tronco. Ran lo vio caer, con el
pie desviado, prácticamente al costado de la barra de equilibrio, pero no
resbaló, se quedó allí y se reacomodó rápidamente.
—¡Trampa! —lo regañó Ran—. ¡Estás usando tu antigravedad!

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Fandom Legacies
Nueve apretó los dientes.
—Es reflejo. No puedo evitarlo. Soy demasiado bueno.
Ran puso los ojos en blanco y continuó, saltando de la viga a un
conjunto de barras con escalones que soltaban una descarga eléctrica si se
quedaba demasiado tiempo sobre ellos. Por el rabillo del ojo, vio una pequeña
conmoción en la entrada.
El Dr. Goode y Greger Karlsson acababan de entrar, los dos
encorvados sobre una tablet mientras caminaban apresuradamente, luciendo
como si estuvieran en medio de una discusión.
—¡Nueve! —gritó el Dr. Goode—. ¡Necesitas ver esto!
El tono de la voz de Malcolm hizo que Ran dudara un momento
demasiado largo. Las barras lanzaron una sacudida eléctrica en sus palmas y
ella los soltó, rechinando los dientes. Nueve ya estaba abajo, caminando hacia
Malcolm y Greger con las manos en las caderas.
—¿Qué pasa? —preguntó—. Estoy tratando de sudar.
Ran normalmente no se entrometía, pero algo le dijo que
probablemente debería prestar atención a esta reunión. Tal vez era la forma en
que Greger la miraba, con una extraña sonrisa a medias como si supiera algo
que ella no sabía. Curiosa, Ran siguió a Nueve, mirando por encima del
hombro para echarle un vistazo a la tablet.
Vieron la misma transmisión que Kopano y Taylor habían visto en la
asociación estudiantil, en la que millones de hogares de todo el mundo estaban
sintonizados en ese mismo momento. Otras estaciones estaban comenzando a
trasmitir la historia también, sin mencionar los sitios web y blogs. Ran y
Kopano eran oficialmente famosos por atacar a algunos supuestamente santos
motociclistas.
Nueve levantó la vista del video.
—¿Y qué? Esto es un montón de mierda. Llama a una conferencia de
prensa y cuéntales la verdad.
—¿La verdad? —Greger respondió con una ceja levantada—. ¿Que
permitiste que media docena de estudiantes escaparan y que causaran caos?
Eso ya está ahí fuera.
—Sí, sí. Parezco un tonto, la Garde Terrestre revisa mi desempeño,
sabe que me necesitan más de lo que yo los necesito, blah, blah, blah… esto
necesita calmarse. —Nueve miró por debajo de su nariz a Greger—. La
verdad de la que estoy hablando es que mis estudiantes fueron atacados por
algunos psicópatas y un controlador mental. Ese video los describe como
criminales, pero actuaban en defensa propia.
—Ah, esa verdad —respondió Greger, acariciando su barbilla—. Eso es
un poco más problemático. Involucraría a la Garde Terrestre admitiendo que
hay adolescentes garde renegados, que no podemos controlar. Este incidente
que ha salido a la luz ya es totalmente la pesadilla de las relaciones públicas.
No necesitamos agregarle nada.

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Fandom Legacies
—La pesadilla de las relaciones públicas —repitió Malcolm,
pellizcándose el puente de la nariz—. Me hace añorar los días de las naves de
guerra mogadorianas.
—¿Qué va a pasar con nosotros? —Ran habló por fin, los tres
administradores se giraron en su dirección—. Kopano y yo. ¿Qué sucederá?
—Esa, señorita Takeda, es una muy buena pregunta —respondió
Greger.

—¿Estás seguro de que estamos listos para esto? —preguntó Nigel.


Caleb levantó la vista mientras colocaba un bajo en su estuche. No oía a
Nigel hablar así a menudo, su voz carecía de su ardor habitual. Él no podía
ayudar pero sonrió.
—Estás nervioso —observó Caleb.
—Nah, viejo —respondió Nigel rápidamente. Sorbió con delicadeza de
la taza de té que había preparado en el microondas para él, bueno para las
cuerdas vocales, afirmó—. Solo pensé que estábamos de acuerdo en que no
íbamos a salir para este tonto espectáculo de monos.
Un grupo de clones de Caleb hizo un escándalo en la parte posterior de
la sala, desmantelando una batería y transfiriéndola a una plataforma rodante.
Estaban en uno de los pisos deshabitados del dormitorio, en la habitación que
habían convertido en un improvisado espacio de ensayo. Caleb no
necesariamente habría descrito a su banda como buena. Solo habían
practicado juntos durante un mes y Caleb no tenía ninguna experiencia previa
con la batería, el teclado o el bajo… todos los instrumentos que se esperaba
que tocara.
Él había estado practicando, sin embargo. Bueno, sus clones habían
estado practicando. Caleb multitareas. A menudo se encontraba enviando uno
de sus duplicados hasta aquí para trabajar con un instrumento, mientras que el
propio Caleb permanecía atrapado en un salón de clases o haciendo
quehaceres. Fue difícil, pero valió la pena.
Sabían tres canciones, todas muy simples. Nigel las eligió basándose en
una métrica que se le ocurrió: la facilidad de aprenderlas contra lo
impresionante. Ninguno de las canciones duraba más de tres minutos y todas
contenían amplias oportunidades para que Nigel gritara.
—Tiene que ser esta noche —dijo Caleb—. No vamos a tener otra
oportunidad.
—¿Qué? ¿Por qué lo dices?
Caleb suspiró y cerró los broches del estuche de la guitarra. Se enderezó
y miró a Nigel.
—Me voy —dijo—. Me enviarán a la Garde Terrestre.
Nigel prácticamente escupió un trago de té.
—¿Disculpa?

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Fandom Legacies
—El tío Clarence me lo dijo en Navidad —dijo Caleb—.
Aparentemente, me iré en los próximos días.
—Has regresado hace casi una semana —respondió Nigel—. ¿Por qué
no dijiste nada?
Caleb se encogió de hombros y se inclinó, fingiendo quitar el polvo del
estuche de la guitarra.
—No lo sé. No quería hacer un gran escándalo.
—¿Entonces planeabas simplemente desaparecer en la noche? ¿Sin
decirnos a ninguno de nosotros? —Nigel dejó su té y se acercó, poniendo una
mano en el hombro de Caleb—. Sé que no siempre fuimos muy cercanos,
pero eres uno de nosotros. Nos preocupamos por ti, hermano.
—Lo sé —respondió Caleb—. Yo…
Los duplicados detuvieron lo que estaban haciendo y se abalanzaron,
envolviendo a Nigel y a Caleb en un abrazo grupal.
—Uf, apártense —se quejó Nigel, riendo. Cuando pudo respirar de
nuevo, su boca se arrugó pensando—. Sabes, no tienes que dejar que te
enlisten. Estamos en algo aquí. El trabajo que estamos haciendo con Nueve y
los demás parece que es tan importante como cualquier misión de la Garde
Terrestre. Ese idiota Greger siempre está tratando de promover a Ran. Ella
sigue negándose a usar sus poderes para que él no lo haga.
Caleb lanzó una mirada a sus duplicados, que habían vuelto a
desmantelar la batería.
—No lo sé. No usar mi legado… —Caleb se rascó la parte posterior de
su cuello—. Probablemente no sería saludable para mí.
—Sí, buen punto —admitió Nigel.
—Además, mi tío, estaba siendo bastante extraño sobre algunas cosas.
Casi tengo la sensación de que me estaba preguntando acerca de la Fundación.
Las cejas de Nigel se alzaron.
—¿Sentías como si él quisiera derrotarlos también o como si fuera uno
de ellos?
—Honestamente, no sé, pero no creo que mi tío sea del tipo que
trabajaría con ellos. Él también… él es…
—Tiene un palo muy grande atorado en el trasero —dijo Nigel.
—Exactamente. Él estuvo dando vueltas al decirme cualquier cosa.
Probablemente esté preocupado por comprometer la información secreta
superior. —Caleb se encogió de hombros—. Así que tampoco le dije nada.
—Buen chico.
—Mencionó a Wade Sydal, sin embargo. Como si me pudieran
asignaran a hacer algo para él. Y, dado que su nombre ha aparecido en nuestra
investigación, creo que debería aceptarlo. Ver lo que puedo averiguar e
informárselos a ustedes, muchachos.
Nigel se frotó la mejilla picada de viruela mientras pensaba.
—Mejor que estar sentado esperando que la Fundación haga un
movimiento —dijo por fin.

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—Sí —respondió Caleb.
—Pero tienes que decírselo a los demás —dijo Nigel.
—Lo haré, lo haré —respondió Caleb. Miró a los duplicados, que
habían terminado con el embalaje y ahora miraban a la nada sin expresión,
esperando nuevas órdenes—. Así que… supongo que tenemos un show de
talentos al que queremos llegar.
—Vamos a derretir algunos cerebros, compañeros.

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Fandom Legacies

—LA MIRADA EN SU ROSTRO. NO ESTOY SEGURO DE QUE


ALGUNA vez envejezca.
Duanphen soltó al guardia que sostenía mientras Einar hablaba. Había
estado agarrándolo por el cuello, dejando que su corriente eléctrica frenara su
sinapsis. Él cayó a sus pies, apenas respirando, espirales de humo elevándose
desde su traje oscuro. Lucía prácticamente idéntico a todos los guardaespaldas
con los que ella había trabajado en el pasado: fornido y arrogante, fácil para
ella dejarlo fuera de combate, incluso con una pierna mala.
—La Fundación —Einar continuó su meditación—. Creen que su
dinero los mantendrá a salvo. Como si pudieran comprarnos y vendernos sin
repercusiones.
Duanphen le dio al guardia que estaba a sus pies una patada rápida para
enfatizar. —Los guardias no son ricos. Solo son lacayos.
Einar caminó alrededor de otro guardia que les había disparado, con su
arma ahora doblada en forma de pretzel alrededor de sus manos rotas, gracias
a la telequinesis de Einar.
—No me refiero a estos tontos —explicó Einar de esa manera
sabelotodo que Duanphen encontró ligeramente irritante—. Tienes razón, sin
embargo. No hay ningún placer real en despachar a matones de alquiler.
—No dije eso —Duanphen se burló de los hombres contraídos a sus
pies—. Un entrenador mío solía decir: “Elige una vida violenta, espera un final
violento”. Ciertas personas —hombres, generalmente— piensan que la regla no
se aplica a ellos. Siempre se sorprenden cuando… —y arrastró un pulgar
sobre su garganta para enfatizar—. ¿Es esa la mirada de la que estás hablando?
—Supongo que sí —respondió Einar, y él le sonrió—. Ese momento
de ajuste de cuentas. Es una cosa hermosa. Estás del otro lado ahora, no
como en Tailandia. ¿Lo viste? ¿Cuándo se dio cuenta de que las acciones
tienen consecuencias?
—Mayormente —dijo Duanphen—, vi su espalda mientras huía.
—No será capaz de huir por mucho tiempo.
Los dos estaban de pie en la entrada cerrada de una enorme mansión.
Desde que fue reclutada por la Fundación, Duanphen había visto muchos
lugares opulentos como este, pero nunca desde este ángulo. En el pasado, ella
siempre era la que miraba fijamente, como los guardias a sus pies, vigilante.
Ahora, ella era el peligro, el depredador. Al crecer en un lugar como en el que
vivió, un lugar como este parecía posible solo en los cuentos de hadas. Miró la

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fuente de piedra y los relucientes autos deportivos estacionados a su
alrededor. Pensó en el ejecutivo en Tailandia… todos los ejecutivos, los
hombres adinerados habían agitado su dinero por ella durante sus peleas en
cuadriláteros.
A ella le gustaba esta vista. Disfrutó apareciendo en su puerta.
Según Einar, la mansión pertenecía a un miembro de la Fundación. Lo
habían atrapado cuando se iba, en una limusina, por supuesto, probablemente
de camino a una ostentosa fiesta de fin de año. Las luces delanteras de la
limusina seguían encendidas, a pesar de que el cofre estaba hundido justo
donde la Bestia lo había destrozado con sus propias manos. Duanphen cojeó
hacia el vehículo, pasó al conductor inconsciente y las apagó.
Duanphen oyó gritos y más disparos desde el interior de la mansión. El
hombre que buscaban había huido junto con algunos de sus guardias. La
Bestia los había perseguido mientras ella y Einar terminaban aquí.
La Bestia. Así es como ella pensaba en el otro compañero de Einar, el
chico callado que siempre mantenía su capucha levantada, que parecía casi
imposiblemente poderoso. La Bestia le había roto su espinilla cuando se
conocieron hace unas semanas, cuando Duanphen había sido lo
suficientemente estúpida como para intentar luchar contra él. Todavía estaba
atrapada en una férula, gracias a él, cojeando, más lenta de lo que había estado
alguna vez en su vida. Einar le prometió que le encontrarían pronto una
sanadora, una sanadora Garde, no el sombrío médico tailandés que había
contratado inicialmente para curarla. Por el momento, tenía que apretar los
dientes por el dolor y la cojera.
Mantenerse alejada de la Bestia tanto como sea posible.
—¿Vamos? —preguntó Einar, y extendió su brazo hacia Duanphen.
—Sí —respondió ella. Deslizó su mano a través del codo de Einar y le
permitió soportar parte de su peso. Entraron caminando, cruzando cristales
rotos y una puerta rota, siguiendo el camino de la destrucción.
La Bestia era un lunático, y pese a toda su inteligente conversación,
Duanphen pensó que Einar también lo era. Aun así, tenía que admitir que
disfrutaba de lo que estaban haciendo. Duanphen había estado bajo los
talones de alguien más toda su vida. Se sentía bien ser quien pisoteara.
—Háblame de este hombre —le dijo a Einar mientras caminaban por
un pasillo bordeado de obras de arte. Era una colección que pertenecía a un
museo, atrapada aquí solo para ser apreciada por un idiota muy rico.
—Su nombre es Montgomery Eubanks —dijo Einar—. Solía tener un
fondo de cobertura, pero ahora trabaja principalmente como productor de
películas. Él hace el mismo trabajo que tu amigo en Tailandia.
—Él no era mi amigo —dijo Duanphen bruscamente, su mano
apretando el brazo de Einar.
—Tranquila. Sentido figurado —respondió Einar—. Él maneja una
pequeña red de compradores, subastas de la mercancía que ofrece la
Fundación. Se supone que es anónimo. Compartimentado. La Fundación está

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estructurada para que nadie sepa la identidad de todos. Pequeños círculos
entrelazados. Creen que los mantiene a salvo. Pero sé algunos nombres y cada
uno de ellos me da. . . bueno, no son tan difíciles de hacerlos hablar, ¿verdad?
—Me has dicho todo esto antes —respondió Duanphen. Pasó sus
dedos sobre una estatua de mármol de un centauro disparando con arco y
flecha—. ¿Este Montgomery sabrá dónde podemos encontrar un sanador?
—Eso espero —respondió Einar—. Tendremos acceso a su tablet y
veremos en dónde están asignados los sanadores de la Fundación. Entonces,
vamos a liberar uno, al igual que te liberé.
—¿Y si él no tiene esa información?
—Bueno, para empezar, lo mataremos y le robaremos su dinero.
—Planeábamos hacer eso de todos modos.
Einar sonrió.
—Cierto.
Desde lo más profundo de la mansión llegó un sonido desgarrador
como el acero rasgado por la mitad, seguido de un grito aterrorizado. La
Bestia debía haber encontrado el lugar al que Montgomery fue a esconderse.
Einar aceleró un poco el ritmo y Duanphen tuvo que apretar los dientes para
mantener el ritmo.
Doblaron una esquina justo cuando un par de guardias venían cargando
por una escalera adyacente. Así que, la Bestia no había matado a todos aquí.
Los dos guardias estaban bien entrenados y eran rápidos. Levantaron sus
pistolas y dispararon.
Duanphen fue más rápida. Con un estallido telequinético, levantó sus
brazos en el aire para que sus balas cayeran inofensivamente en el techo.
Entonces, Einar se hizo cargo.
—Ustedes se odian —dijo con frialdad—. Se han odiado durante años.
¿Por qué finalmente no hacen algo al respecto?
Duanphen pudo ver cómo la furia burbujeaba en las caras de los
guardias: las venas del cuello se les marcaban, sus ojos se abrieron con odio,
con los dientes al descubierto. Como replicas, ambos giraron y se dispararon
entre sí en el pecho.
Einar apenas echó un vistazo a los guardias mientras caían al suelo.
Tiró del brazo de Duanphen y continuaron más allá de la escalera.
—Vamos —dijo—. No queremos dejar a Montgomery solo con
nuestro amigo.
Siguieron los sonidos de un lloriqueo asustado y salieron a una
acogedora habitación que servía de biblioteca. La mayoría de los libros estaban
en el piso ahora, uno de los estantes grandes había sido empujado a un lado
para que alguien —Montgomery, obviamente— pudiera obtener acceso a una
sala de pánico. Dos pies de acero sólido sellado por una pesada cerradura
magnética de alta resistencia. Esa había sido la puerta de la sala de pánico, al
menos hasta que la Bestia se apoderó de ella. La había partido por la mitad
como a una lata de atún. Duanphen tragó saliva, una oleada de alivio la

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atravesó. Había tenido suerte en Tailandia de que todo lo que ese monstruo le
hiciera fuera romperle la pierna.
La Bestia estaba sentada encorvada en una silla de respaldo alto,
respirando pesadamente. Su presa, Montgomery Eubanks, se encontraba
tendida a sus pies, con una de las botas de la Bestia en su cuello para que el
hombre apenas pudiera aspirar aire. Montgomery era guapo y refinado de esa
manera en la que Duanphen había notado que muchos hombres ricos lo eran,
resultado de sutiles cirugías plásticas y crema hidratante. Su esmoquin estaba
destrozado y su cabeza estaba sangrando, pero estaba vivo. Vivo y totalmente
quieto, sin mover un músculo, probablemente con miedo de que la Bestia le
aplastara su garganta si se estremecía.
—¡Feliz año nuevo, Monty! —gritó Einar. Hizo un gesto hacia la
Bestia—. Está bien. Puedes dejarlo ir.
La Bestia quitó su pie y Montgomery se sentó, tosiendo y frotándose la
garganta.
—Eres un pequeño mocoso loco —dijo Montgomery, mirando a
Einar—. Sabes que nunca llegarás lejos con esto, ¿verdad?
Einar sonrió a Duanphen.
—Siempre dicen eso.
—Te están buscando —dijo Montgomery—. Gente poderosa. No
puedes esconderte de ellos para siempre.
Einar extendió sus brazos.
—¿Quién se está escondiendo? Yo no. ¿Dónde están estas personas
poderosas? —Se puso la mano sobre los ojos como para protegerlos del sol, y
luego señaló el cadáver de uno de los guardias de Montgomery—. ¿Esa de allí
es una?
—Eres un…
Con un chasquido de los dedos de Einar, Montgomery se calló. Sus
ojos adquirieron una calidad vidriosa y su boca, segundos antes retorcida por
la ira, cayó medio abierta de modo que Duanphen pensó que podría comenzar
a babear. A pesar del corte en su frente y su terrible situación, el hombre de
negocios de repente tenía una mirada de fría calma. Eso era obra de Einar.
—Creo que ya fue suficiente de pequeñas charlas —dijo Einar—.
Montgomery, ¿serías tan amable de traerme tu tablet? Necesitamos un
sanador.
Montgomery se puso de pie y entró tambaleándose en la sala de pánico,
abriéndose paso con delicadeza a través de los jirones de metal que solían ser
la puerta. Regresó con su tablet, una réplica exacta de la que el ejecutivo de
Duanphen llevaba consigo, y se la entregó a Einar.
—No hay… no hay sanadores —dijo Montgomery, arrastrando su
voz—. Ninguno está disponible.
Einar levantó una ceja mientras revisaba la información en la tablet de
Montgomery. Todo estaba allí: Chicos garde potencialmente listos para las

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subastas, información de contacto, cuentas bancarias. Otra pequeña ventana a
la Fundación por la que podrían forzar su camino.
—¿Dónde están los sanadores? —preguntó Einar.
—No lo sé… —respondió Montgomery, tambaleándose como una
víctima de hipnotismo en un espectáculo de magia—. Asignación especial.
Fuera de mi… fuera de mi conocimiento. Escuché rumores sobre Siberia.
—¿Siberia? —Einar ladeó la cabeza—. ¿Qué hay en Siberia?
Montgomery se encogió de hombros de una manera que Duanphen
encontró completamente infantil. Suspiró y cambió de posición su pie, los
huesos de su pierna rechinando como engranajes desiguales. Tendría que vivir
con este dolor un poco más de tiempo todavía.
—Hay uno… —murmuró Montgomery, inclinándose para abrir un
archivo en su tablet—. Hay un sanador potencial. Las fuentes dicen que… el
reclutamiento… debería ser pronto.
Einar miró el archivo abierto y soltó una carcajada. Duanphen nunca
había escuchado un ruido como ese salir de él. Einar nunca había parecido
sorprendido por nada.
—¿Ella? —preguntó Einar, con los ojos brillantes—. ¿La Fundación
cree que pueden reclutarla a ella? ¿De nuevo? Porque eso salió tan bien la
primera vez.
Montgomery asintió tontamente.
—Los informes dicen que… los informes dicen que está disgustada.
Suss… susceptible.
Duanphen estiró el cuello para mirar la pantalla. Había una chica rubia
en la foto, bonita con mejillas sonrosadas de esa manera en que Duanphen
inmediatamente asociaba con todos los estadounidenses.
—La conoces —le dijo a Einar.
—Nos hemos conocido —respondió Einar. Se frotó la parte posterior
de la cabeza, tocando un nudo de tejido cicatrizado—. Ella me golpeó con
una pala.
—A ella no le agradas.
—En su defensa, estaba tratando de matar a sus amigos.
Los ojos de Duanphen se entrecerraron.
—Dijiste que no matamos a los de nuestra clase.
—No cuando podemos evitarlo, obviamente. Fue un tiempo
complicado. Estaba un poco fuera de control.
Duanphen inclinó la cabeza. ¿Este extraño chico pensaba que estaba en
su sano juicio ahora? Se preguntó, no por primera vez, en qué se había
metido. Por encima del hombro de Montgomery, pudo ver a la Bestia sentada
inmóvil en su silla de respaldo alto, de alguna manera logrando asomarse
sobre ellos sin siquiera ponerse de pie.
Tal vez detectando su inquietud, Einar le puso una mano en el hombro.
Duanphen sabía que él podría usar su legado para hacerla confiar en él. Ella ni
siquiera sabría que estaba sucediendo. Einar podría convertirla fácilmente en

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un soldado leal, tan ausente de mente como Montgomery. Pero no lo hizo. El
escepticismo que ella seguía alimentando era evidencia suficiente de que él
había mantenido su palabra de su primer encuentro y no había usado su
legado en ella.
En cambio, él habló. Siempre hablaba.
—He cambiado —dijo Einar suavemente—. Solía creer que la
Fundación se preocupaba por mí. Le tomó a Taylor… —miró a la chica en la
tablet—. Le tomó un poco de trabajo abrir mis ojos. Cuando cometí un error,
vi lo prescindible que era para la Fundación. Al principio, estaba furioso con
ella y sus amigos. Pensé que habían arruinado mi vida. Yo quería lastimarlos.
Pero ahora me doy cuenta de que la ira estaba fuera de lugar. Debería haberle
agradecido a Taylor y a los demás. Ella cortó la correa dorada que la
Fundación tenía alrededor de mi cuello. Me hizo darme cuenta de que la garde
solo puede confiar los uno en los otros. Y que no podemos permitir que nadie
nos controle. ¿No es así, Monty?
El hombre rico murmuró en acuerdo. Duanphen no dijo nada. A Einar
le gustaba hablar sobre este nuevo mundo que estaba creando, pero hasta
ahora solo eran ellos tres. No era exactamente una revolución. Aún no. Aun
así, por primera vez en su vida, Duanphen se sintió verdaderamente libre.
A ella le gustó eso.
—Si los espías de la Fundación tienen razón y Taylor realmente está
harta de la Academia… —los labios delgados de Einar se comprimieron en
una sonrisa. Él minimizó la imagen de la chica. Luego, abrió una aplicación
bancaria e ingresó un número de cuenta, pasándole la tablet a Montgomery—.
Sé un buen chico y transfiere tus activos líquidos, ¿eh, Montgomery?
Apresúrate haciéndolo. Parece que tendremos que reclutar personal por
nuestra cuenta.

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KOPANO ESTABA SENTADO EN EL SOFÁ DE LA HABITACIÓN del


dormitorio de Taylor con la cabeza entre las manos. Ella se sentó junto a él,
mirándolo de cerca y ocasionalmente se acercaba para darle una palmadita en
la espalda.
—Siento que solo quiero esconderme —dijo Kopano.
—¡Shs! —respondió Isabela con un gesto de su mano. Estaba sentada
en una silla de enfrente, aireando sus uñas recién pintadas—. ¿Por qué
deberías esconderte? Deberían darte una medalla y hacerte una película por
aplastar a esos punheteiros.
—No quería aplastar a nadie —respondió Kopano. Se asomó entre sus
dedos y miró a Ran. Ella estaba de pie al lado de la ventana, en silencio,
mirando como la mayoría del cuerpo estudiantil se reunía en el patio de abajo.
Allí, se había armado un escenario improvisado para el show de talentos, parte
de las festividades que la administración había preparado para la Víspera de
Año Nuevo.
—Sabemos que no querías hacerlo —Taylor le dijo amablemente.
—Ellos se lo buscaron —insistió Isabela—. Yo digo que es una lástima
que no hayas aplastado a más de ellos.
Kopano la miró.
—Tú no viste el video.
—Nope. Tampoco lo vi pasar en persona, porque ya me habían
disparado. ¿Recuerdas? Si no fuera por ti y los demás, probablemente estaría
muerta en una zanja o en un anzuelo en un refrigerador de carne como la
chica que los Segadores secuestraron. No siento nada por ellos. Tú tampoco
deberías, blandengue.
—¿Qué dijeron el Profesor Nueve y Malcolm al respecto? —preguntó
Taylor.
—Estaban furiosos, obviamente —respondió Ran. Ella miró a
Kopano—. Ellos nos protegerán. Lo prometieron.
—¿Dónde están tus dos novios? —Isabela le preguntó con una
sonrisa—. Deberían estar aquí.
Kopano se encogió de hombros y comenzó a decir que no sabía, pero
Ran lo interrumpió con un movimiento de barbilla en dirección al patio.
—Se están preparando para actuar —dijo—. Los veo allí abajo.

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Isabela resopló.
—Pensé que Nigel había dicho que un concierto sin paga estaría muy
por debajo de él.
Kopano se levantó bruscamente, se pasó el dorso de la mano por los
ojos y adoptó una expresión resuelta.
—Debemos ir —dijo.
Taylor lo miró.
—¿No estabas hablando de esconderte por el resto de tu vida?
—Ya lo superé —dijo Kopano.
Isabela negó con la cabeza y Taylor lo miró; ambas sabían que eso no
era cierto. A pesar de su fanfarronería, Kopano era probablemente el más
sensible de todos. O al menos el más idealista. Ese video de él lastimando a
los Segadores lo carcomería.
Kopano captó sus miradas y se encogió de hombros.
—Está bien. No lo he superado. Pero no hay nada que pueda hacer al
respecto ahora. —Agitó su mano dramáticamente—. ¿Y qué clase de amigo
sería si me perdiera la presentación estreno de Nigel y los Clones, eh?
—Un amigo con tímpanos —respondió Isabela.

Los cuatro llegaron al césped mientras Lisbette todavía estaba en el escenario.


Ella usaba sus legados para crear imponentes esculturas de hielo de hadas y
ninfas mientras hacía un baile interpretativo de alguna canción tintineante de
la nueva era. La mayoría del cuerpo estudiantil, junto con muchos
administradores, ya estaban allí, mirando desde las mantas de picnic y
aplaudiendo cortésmente cada vez que Lisbette lograba una floritura.
—Odio esta mierda de ballet —dijo Isabela un poco demasiado fuerte.
Algunos instructores se giraron para mirarla. Ella los ignoró—. No hay ritmo.
No hay pasión.
—Tienes que admitir que las esculturas son bonitas —respondió Ran,
mirando las delicadas alas de cristal que Lisbette hacía con hábiles
movimientos de las puntas de sus dedos.
—No admito nada —dijo Isabela.
Taylor se frotó los brazos.
—Ella está haciendo que haga frío aquí.
Kopano interpretó eso como una señal y alegremente puso su brazo
alrededor del hombro de Taylor. Isabela sonrió ante eso y trató de llamar la
atención de Taylor, pero Taylor evitó deliberadamente su mirada. Había sido
muy cautelosa sobre si Kopano y ella eran algo ahora, desde que se besaron.
Isabela podía notar que al menos Kopano pensaba que lo eran.
Renunciando a intercambiar miradas con Taylor, Isabela estiró el cuello
para mirar a su alrededor.
—Me pregunto si alguien contrabandeó algunos tragos.
—Lo dudo —dijo Taylor.

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Fandom Legacies
—Sabía que esto sería demasiado saludable para mí.
Las festividades de la Víspera de Año Nuevo se celebraban por todo el
campus. Estaba el escenario del show de talentos en el patio, donde luego
colocarían algunas películas al aire libre una vez que se agotara el
entretenimiento estudiantil. Había estaciones de juegos de mesa instaladas en
la asociación estudiantil, donde se estaba sirviendo desayuno durante toda la
noche. Supuestamente, el Profesor Nueve había viajado a México
personalmente para conseguir "montones" de fuegos artificiales de primera.
Los estudiantes y la facultad estaban todos allí, más algunos Pacificadores de
la ONU que aún estaban de guardia. Eso le recordaba a Taylor el cierre anual
que su vieja escuela hacía para recaudar dinero para cualquier caridad que los
de último año seleccionaran.
Todos parecían estar pasando un buen rato. No tan bueno como
Isabela hubiera querido, pero aun así. Algunas personas lanzaron miradas
incómodas a Kopano y a Ran —en realidad esas miradas venían más de los
administradores y de los soldados que de los otros garde— pero el video de
Wolf News no logró proyectar una sombra sobre los eventos. Incluso Taylor
dejó que una parte de su meticulosa personalidad de chica mala desapareciera
por esa noche. Ella se inclinó hacia Kopano.
—Creo que todo va a estar bien —le dijo.
—¿En serio? —respondió él.
—Solo tengo esa sensación. —Taylor sonrió—. En realidad, es la
primera vez que he tenido esta sensación en un tiempo.
Después de que Lisbette terminó con sus esculturas de hielo, un equipo
de duplicados la apresuró. Se pusieron a trabajar conectando guitarras y
ensamblando una batería.
Kopano se frotó las manos.
—¡Sí! ¡Aquí vamos!

Nigel palmeó a Caleb en el hombro.


—¿Estás listo, amigo?
A través de los ojos de sus duplicados ya en el escenario, Caleb podía
ver a la multitud. En total, probablemente no había más de cien personas allí,
pero eran las cien personas con las que había pasado casi todos los días
durante el último año. Normalmente, sería muy embarazoso fracasar delante
de ellos.
—Si la cagamos, no tendré que volver a ver a la mayoría de estas
personas —respondió Caleb, pensando en su inminente partida de la
Academia.
—Ese es el espíritu —dijo Nigel. Tomó una botella de agua y se echó la
cosa entera por toda la cara y a la cabeza, empapando su blanca camiseta sin
mangas—. ¡Vamos!

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Nigel salió corriendo al escenario y Caleb lo siguió. Caleb, como todos
sus duplicados, vestía una camisa negra abotonada, pantalones oscuros y un
corbatín rojo. Nigel, por supuesto, había elegido los atuendos. Una ronda de
aplausos que Caleb pensó que sonaban escépticos les dio la bienvenida. Nigel
se pavoneó hasta el soporte del micrófono donde la guitarra principal estaba
apoyada y se la colgó. Mientras tanto, Caleb se posicionaba detrás del teclado.
No había muchos compases en las canciones que habían elegido, pero
esto le dio a Caleb la mejor vista del escenario y sus duplicados. Le ayudaba a
realizar varias tareas a la vez si podía supervisar sus clones en lugar de tener
que mirar a través de cada uno de sus ojos. Había un clon en el bajo y uno en
la batería, más uno con un megáfono y bailando alrededor, un papel al que
Nigel se refería como "el animador".
Caleb se concentró. Simultáneamente, todos los duplicados prepararon
sus instrumentos.
—Somos Nigel y los Clones —gruñó Nigel. Miró hacia el micrófono,
luego pateó el stand y usó su legado para amplificar su voz—. ¡Y estamos aquí
para que se caguen en los pantalones!
Esa era la señal de Caleb.
—Un dos…, —dijo en su micrófono—. ¡Undostrescuatro!
—¡I GET NERVOUS! —chilló Nigel.
Y arrancaron, comenzando con una ruidosa interpretación sonora de "I
Get Nervous" de Lost Sounds, seguida por "Vertigo" de los Screamers, y
cerrando con "Blockbuster" de Sweet. Nigel tocaba la guitarra principal como
si estuviera intentando estrangularla. Se retorcía por el borde del escenario,
pateaba violentamente al aire y puntuó cada letra gritada con un gruñido
apropiadamente dramático. En un momento durante la presentación, Caleb
estaba bastante seguro de que Nigel se recostó sobre su espalda e hizo algunas
contorsiones de cadera.
Caleb no pudo prestarle demasiada atención a Nigel durante la
presentación. Estaba demasiado ocupado asegurándose de que los duplicados
se mantuvieran a tiempo entre ellos, de que las desordenadas canciones punk
no fueran demasiado incomprensibles. Se sentía casi como un conductor,
revoloteando entre sus duplicados, colocando al bajista en piloto automático
para poder desacelerar al baterista, que se había ido fuera de control. Sus
propios dedos apuñalaban el teclado casi sin pensarlo. Él tenía el control total,
pero también le pareció a Caleb un enorme acto de dejarse ir. Se preguntó,
brevemente, qué pensarían su padre y sus hermanos si lo vieran aquí.
Caleb no era el único allí usando su legado. Nigel intervenía también,
aunque Caleb nunca podría estar seguro de cuánto tuvo que ver la
manipulación sónica de su amigo en el sonido de su banda. Si uno de los
clones desafinaba, Nigel doblaba su sonido hasta que Caleb pudiera arreglarlo.
Si uno de ellos tocaba demasiado rápido o demasiado lento, Nigel bajaba el
volumen sobre ellos hasta que regresaban al tiempo.

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A pesar de que Nigel pensó que sería más teatral si los duplicados
actuaban con un estoicismo pétreo, Caleb no pudo evitar dejar que su sonrisa
se extendiera por todas sus caras.
Fue un esfuerzo de equipo. Una obra maestra. Era lo más sincronizado
que Caleb se había sentido en toda su vida.
Lo hicieron genial.

Cuando terminaron, la multitud aplaudió cortésmente. Muchos de los


instructores se metieron sus dedos en los oídos para asegurarse de que aún
pudieran oír, luego soltaron suspiros de alivio. Los estudiantes se hicieron
muecas el uno al otro, se rieron e hicieron gestos meneando sus cabezas.
Isabela apartó sus manos de sus orejas.
—¿Se acabó?
Taylor asintió.
—Han terminado.
—Gracias a Dios —dijo ella.
—Tienes que admirar su… entusiasmo —dijo Ran diplomáticamente.
Taylor rió disimuladamente, luego miró a Kopano. Él estaba de pie a
unos metros frente a las chicas, ambas manos sobre su cabeza en forma de
cuernos de diablo, gritando por otra canción más.
—Bueno —dijo ella—. Al menos tienen un fan.

Con el show de talentos terminado, la mayoría del cuerpo estudiantil se


dividió en grupos más pequeños, los mismos grupitos que siempre tendían a
formarse en los comedores: tweebs, legados elementales, fanáticos de los
Smith, los novatos del club de drama de la Academia, etcétera. Se mezclaron,
jugaron juegos de mesa, se llenaban con comida o veían la televisión en la
asociación estudiantil. Hicieron la cuenta regresiva de la víspera de Año
Nuevo. Era la primera vez que la pelota caería en el reconstruido Times
Square. La ciudad de Nueva York todavía parecía bombardeada y más vacía
de lo que solía estar, grandes huecos en el horizonte, como si la ciudad
hubiera recibido un puñetazo en la boca. Pero había multitudes y bandas y
bullicio y la cuenta regresiva, el proceso se repitió dos veces hasta que
finalmente llegó el turno de la Costa Oeste.
Los Seis Fugitivos no se unieron a mirar. Ninguno de ellos habría sido
capaz de explicar exactamente el por qué, pero se sentía raro el tener que
mezclarse con el resto del cuerpo estudiantil. Había una sensación extraña
después de la actuación de Nigel y los Clones de que esta era una noche
especial, una noche trascendental. Los seis se escabulleron a la playa. Ni
siquiera hablaron de hacerlo. Simplemente fueron.
En algún momento, Isabela se escabulló y regresó con dos botellas de
champaña y algunas cervezas tomadas de uno de los apartamentos de la
facultad. El corcho reventado de la primera botella sonó como un disparo en

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la playa vacía y por un segundo se vieron el uno al otro, se agacharon y se
quedaron quietos como si trataran de esconderse, pero nadie los buscó.
Pasaron la botella alrededor. Lanzaron rocas lisas en las olas frías,
bailando lejos de la marea espumosa. Corrieron arriba y abajo de la playa,
jugando algún juego del que nadie estaba realmente seguro de las reglas.
Distantemente, podían escuchar el canto de la asociación estudiantil. La
cuenta regresiva. Se unieron, gritando números en la noche.
El Profesor Nueve cronometró su despliegue de fuegos artificiales para
entrar en erupción con el Año Nuevo. Era tan fantástico como lo había
prometido: flores caóticas de rojo y dorado, rayos de plata, explosiones
amarillas que se expandían en forma de caras sonrientes. La arena debajo de
los dedos de los pies se convirtió en un caleidoscopio.
Nigel pasó su brazo por el hombro de Ran y la besó húmedamente en
la mejilla. Ella arrugó la cara y se rió.
Taylor y Kopano se besaron. Un beso en los labios que perduró. La
boca de Caleb se abrió cuando vio eso. Nigel no tuvo corazón para contarle
sobre el éxito de Kopano en Navidad. Aunque el estómago de Caleb dio un
vuelco, la cálida sensación del champán suavizó el golpe.
Quizás Isabela vio a Caleb mirando a Taylor y Kopano y por eso le
echó los brazos al cuello y le dio un beso húmedo, con lengua y calor
incluidos. Cuando todo terminó, Caleb tartamudeó e Isabela le puso un dedo
en la cara.
—No te hagas ideas, bicho raro. Es solo por Año Nuevo.
Después de eso besó a todos los demás, pero no de la misma forma en
que besó a Caleb.
En algún momento, Nigel se subió a una duna de arena y llamó la
atención de todos. Él sostuvo su botella de cerveza como un micrófono.
—Bueno, como el muchacho es demasiado tímido para decírselos él
mismo, me corresponde a mí anunciar que la actuación de Nigel y los Clones
de esta noche será la última por un tiempo. —Nigel sostuvo la botella como si
estuviera haciendo un brindis—. Nuestro amigo Caleb se va a la Garde
Terrestre. Listo para proteger el mundo con su legión de torpes y básicos
blandengues. ¡Te vamos a extrañar, amigo!
Todo el mundo estaba sorprendido, desconcertados como grupo
porque la fiesta en la playa había comenzado a sentirse como si fuera un lugar
de donde nunca se irían. Kopano abrazó a Caleb, dándole palmaditas lo
suficientemente fuerte en la espalda para quitarle el aliento. Ran se acercó a él
y lo tomó de las manos, inclinándose ante él de una manera japonesa muy
tradicional, se tambaleó un poco porque Ran no tenía mucha tolerancia al
champán. Caleb observó a Isabela bailar entre las olas con su vestido subido
hasta la mitad del muslo; ella le estaba sonriendo y él se preguntó si ella sabía
que estaba pensando en besarla de nuevo. Estos momentos se extendieron, y
la noche fue un borrón.

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En cierto momento, Taylor se paró junto a Caleb. Todos los demás
estaban en la playa. Todo estaba tranquilo.
—Lamento que te vayas —dijo Taylor, dándose cuenta de que era
verdad solo mientras pronunciaba las palabras—. Ojalá nos hubiéramos
conocido mejor.
—Sí —respondió Caleb—. Lamento haber sido tan raro al principio.
—No lo lamentes. —Taylor miró a su alrededor—. Creo que todos
somos un poco raros.
No hablaron sobre la Fundación, ni sobre Einar, ni sobre ninguna de
las porquerías por las que habían pasado. Ellos simplemente celebraron. Solo
Taylor había estado alguna vez en un campamento de verano, pero así era
como se sentía. El final del campamento de verano.
Hasta que apareció la Dra. Linda.
Ran fue la primera en ver a la diminuta psiquiatra mientras caminaba
erguida por la playa con una linterna en frente de ella. Al principio, Ran pensó
que tal vez estaba viendo cosas, por lo que tiró de la manga de Nigel y señaló
a la Dra. Linda.
—¿Ella es real? —preguntó Ran.
—¿Qué mierda…? —Nigel respondió en voz baja.
La Dra. Linda hizo una pausa cuando vio a su pequeño grupo y dejó
escapar un suspiro de alivio. Se sacó un walkie-talkie del cinturón y habló a
través de él.
—Lo encontré en la playa —dijo Linda—. Está bien.
El momento fue surrealista. La garde estaba de pie en un semicírculo,
frente a la Dra. Linda, su buen humor se desvaneció, sin saber qué pasaría
después. Algunos —como Nigel y Taylor— habían pasado demasiado tiempo
mirando la foto de Linda en la pizarra en su guarida secreta bajo el centro de
entrenamiento. Estaban paranoicos. ¿Era esta la noche en que la Fundación
haría su jugada? ¿Qué más podría estar haciendo ella aquí? Otros, como
Isabela, tenían preocupaciones más fundamentadas. ¿Estarían en problemas
otra vez? Técnicamente, la playa no estaba prohibida.
Caleb pateó discretamente una botella de champán vacía detrás de un
trozo de madera.
Finalmente, la Dra. Linda habló. Ella no parecía enojada. O malvada.
Parecía… extrañamente sombría.
—Nigel —dijo ella—. Te hemos estado buscando.
—¿A mí? —respondió Nigel, entrecerrando los ojos—. ¿Buscándome?
—Sí. Tienes que venir conmigo.
Toda la garde se puso tensa, cerrando filas alrededor de Nigel. La Dra.
Linda los miró como si no pudiera comprender.
—¿Por qué demonios iría a algún lado contigo, Linda? —respondió
Nigel.
Pero antes de que la Dra. Linda pudiera responder, aparecieron más
linternas en la playa. Había un par de Pacificadores, Malcolm Goode y el

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Profesor Nueve a la cabeza. Se adelantó a los demás, casi como si hubiera
anticipado que este grupo particular de humanos garde podría tener una
reacción adversa al ser confrontado por la Dra. Linda.
—Nigel —dijo Nueve sin aliento—. Maldición, amigo. Te hemos
estado buscando.
Ahora, al ver a Nueve actuando raro, fue la primera vez que Nigel
realmente se sintió preocupado. Ran puso una mano en su hombro.
—Eso es lo que ella dijo —respondió Nigel, agitando una mano hacia
la Dra. Linda. Él puso una sonrisa arrogante—. ¿Cuál es el alboroto,
entonces? ¿La gente clama por otra canción?
—Nigel… —Nueve frunció el ceño, miró por encima del hombro a los
otros administradores como en busca de ayuda. Cuando la Dra. Linda abrió la
boca para decir algo, Nueve la interrumpió y siguió adelante—. No hay una
manera fácil de decir esto, amigo.
—Escúpelo, Nueve.
—Nigel, tu papá murió.

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NIGEL PUSO SU MANO EN LA PUERTA DE HIERRO FORJADO de


la casa de Saint John's Wood, pero no pudo obligarse a abrirla. En cambio, se
quedó parado en la acera, bajo el húmedo clima inglés, y se ajustó el cuello del
abrigo para evitar un repentino escalofrío.
Esta era la casa donde había crecido. Dos pisos de ladrillo blanco con el
doble de chimeneas para los múltiples hornos de la casa. Parecía una mansión
rústica en el norte de Londres, pero la mayoría de las casas de los alrededores
se veían de esa manera. Los edificios estaban muy juntos —esta todavía era la
ciudad, después de todo— pero lo que no se podía ver desde la acera era el
patio trasero que parecía un campo de polo, forrado con hileras inmaculadas
de robles para proporcionar total privacidad de los vecinos. Desde la acera, la
gente no podía ver la adición del sótano, la piscina y la mesa de billar, el cine
en casa. Desde la acera, ellos no podían ver los años de miseria que Nigel
había pasado allí, pensando que las cosas no podían empeorar.
Hasta que empeoraron.
Nigel no tenía prisa por entrar. Movió su mochila sobre sus cansados
hombros. Sus ojos estaban secos y pesados, sus extremidades se sentían
entumidas. No había dormido en… bueno, con la diferencia horaria, Nigel
supuso que técnicamente no había dormido desde el día antes de ayer. Se
sentía un poco como si estuviera soñando.
La cuadra ahora estaba en silencio. En la madrugada, por lo general era
así. Limpio y arbolado sin peatones.
Había una limusina negra estacionada en el bordillo. Supuso que sería
su transporte al funeral. Detrás estaba aparcada una furgoneta marrón sencilla,
que, en ese mismo momento, bajó la ventanilla para que el conductor pudiera
llamar a Nigel.
—¿Todo bien?
El conductor se llamaba Ken Colton, un estadounidense, un
Pacificador de las Naciones Unidas. Estaba a cargo del séquito de seguridad
de los cuatro hombres asignados a acompañar a Nigel en su visita a casa.
Tenía facciones cuadradas, cabello canoso, y le recordó a Nigel a un papá de
alguna comedia de televisión. O tal vez Nigel solo se sentía sentimental. La
vacilación de Nigel para entrar había hecho sonar la alarma con los
Pacificadores, pero Nigel agitó su mano para calmarlos.
—Todo está bien… —él dijo—. Solo estoy preparándome, ¿sabes?

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Colton asintió como si entendiera, le dio a Nigel esa sonrisa
comprensiva de labios apretados que había estado viendo mucho
últimamente, y volvió a subir la ventanilla.
Con un suspiro, Nigel empujó la puerta crujiente y caminó
pesadamente hacia su casa.

—Juré jamás volver a ese lugar —le había dicho a Ran—. Esas personas son
tóxicas. Todos ellos. Me gustaría olvidar que alguna vez existieron.
—Lo sé —respondió ella en voz baja.
—Así que entonces estás de acuerdo —concluyó Nigel—. No debería
ir. Decirle a mamá que se vaya a la mierda y terminar con esto, de una vez por
todas.
—Yo no dije eso.
Era temprano en la mañana del día de Año Nuevo. Los dos estaban
sentados en un banco fuera de la asociación estudiantil, el campus estaba en
silencio, todos dormían o apenas se estaban poniendo cómodos en los
dormitorios. La boca de Nigel todavía se sentía pegajosa y tenía un sabor
amargo, incluso después de cepillarse los dientes tres veces. Él había vomitado
esa mañana. Nigel se dijo a sí mismo que era por la bebida, pero no había
bebido tanto. Trató de ignorar el creciente nudo en su vientre.
Esa vieja ansiedad. Como solía sentirse en su internado. Como solía
sentirse en casa.
No había comenzado de inmediato. Cuando la Dra. Linda y Nueve
interrumpieron su fiesta en la playa para darle la noticia, Nigel básicamente se
había sentido entumecido. Toda la noche parecía surrealista, como si le
estuviera pasando a alguien más. Durante meses, Nigel apenas había pensado
en su padre y supuso que lo inverso también era cierto. Escuchar acerca de su
muerte fue como saber que el dictador de una nación distante y despótica
había muerto… todo lo que Nigel podía pensar era «Oh, bien.»
La creciente sensación de temor no había aparecido hasta que la Dra.
Linda y Nueve lo condujeron a una habitación privada donde su madre
esperaba al teléfono. Nigel nunca había sabido que Bea Barnaby tolerara ser
puesta en espera, por lo que realmente debió haber querido hablar con él.
La conversación ahora parecía parte de un sueño. Un vago recuerdo.
Nigel solo podía recordar fragmentos de lo que dijo su madre. Su voz sonaba
frágil en el teléfono, diminuta y lejana.
—Debes volver a casa, amor —le dijo—. Es absolutamente necesario.
Sé que no pareces haberlo visto últimamente, pero somos una familia. Nos
necesitamos más de lo que sabes.
Nigel le contó esos detalles a Ran más tarde esa mañana. Él ya había
empacado sus cosas. La Academia había alineado un helicóptero para sacarlo
del campus y luego un avión privado para llevarlo a Londres. Tenían un

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equipo de seguridad arreglado para él. Ahora que todo estaba ordenado —
ahora que tenía tiempo para pensar en ello— Nigel no quería ir.
—Ella ni siquiera sonaba triste por teléfono, no realmente —le dijo
Nigel a Ran—. Sonaba más como desesperada. Como si yo fuera la última
proveedora disponible con tan poca antelación. El funeral seguramente será
una escena, con todos sus colegas y socios comerciales y “amigos”. No se
vería bien si yo no estuviera allí.
Nigel hizo una pausa. Ran esperó, sin presionarlo.
—Mi padre, de hecho, me dijo una vez que solo tenían hijos para
mantener las apariencias —continuó eventualmente Nigel—. Como si
necesitaran la “paternidad” para tema de conversación en un cóctel. En sus
círculos, líderes de la industria y todo eso… él dijo que parecía extraño no tener
una familia. No queremos que la gente piense que somos maricas, ¿eh? Él me dijo eso.
Creo que tenía doce años.
Ran puso su mano en el antebrazo de Nigel.
—Lo siento —dijo ella.
—Lo que más me consume es que no vivió lo suficiente como para que
yo le dijera que fue un papá de mierda y un idiota —respondió Nigel—.
Ahora se supone que debo ir allí y pretender que él significaba algo para mí.
—No tienes que fingir.
Nigel la miró, esa familiar sonrisa burlona tomando forma.
—¿Estás diciendo que debería poner todo esto en mi elogio?
—No. Definitivamente no estoy diciendo que debas hacer una escena —
respondió Ran—. Pero deberías ver esto como una oportunidad de encontrar
un cierre. Para presentar tus respetos… o la falta de ellos. Déjales ver que te
has convertido en una gran persona a pesar de ellos. Tal vez haya una
posibilidad de que puedas volver a conectarte con tu madre. Si no, entonces
podrías dejarlos atrás de una vez por todas. Pero nunca lo sabrás con certeza
si no vas.
Nigel apoyó su hombro contra Ran.
—¿Has estado acumulando eso en algún lado? Jesús. La mayoría de las
veces nunca te escuché decir todo de una sola vez. Debes estar agotada.
—Cállate —contestó ella.

Cuando Nigel pisó por primera vez el gran vestíbulo de la mansión Barnaby,
nadie reparó en la gran persona que se había convertido. De hecho, nadie lo
notó en absoluto.
Un bullicioso ajetreo de sirvientes se movía entre la sala de estar, el
comedor y la cocina. Estaban preparándose para el funeral de esa tarde:
colocaban bandejas cubiertas de comida, arreglaban lugares, quitaban algún
polvo y lustraban de último momento. Nigel reconoció a algunos de los
sirvientes —sus padres empleaban un pequeño séquito de mayordomos,
criadas y encargados de mantenimiento— y rápidamente determinó que ellos

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estaban a cargo de supervisar a los de ayuda temporal: los encargados del
servicio de comidas, los camareros y los aparcacoches. Ninguno de ellos notó
a Nigel parado, mudo y silencioso.
Una fotografía enmarcada del padre de Nigel estaba sobre un caballete
justo dentro de la puerta de entrada, rodeada por todos lados por montones
de coronas de flores y ramos, las flores crecían con cada segundo que pasaba
mientras cada florista y su equipo añadía nuevos arreglos. Nigel miró la foto
no tan reciente de su padre; se veía apuesto y serio. Nigel tuvo que pensar
dónde había visto esa imagen antes.
Era del sitio web de la compañía de su padre. La foto que usó para
publicitar servicios financieros.
Nigel dio un paso cuidadoso alrededor de la multitud de personas,
sintiendo como si todos estuvieran involucrados en un baile complicado que
él no se atrevía a interrumpir. Al menos hasta que vio a Willoughby, el
sirviente con más tiempo en la familia. El hombre estaba de pie supervisando
imperiosamente a un equipo de criadas mientras quitaban el polvo de los
objetos de cobre en la escalera principal. Nigel tocó su manga.
Willoughby se volvió con una ceja levantada.
—¿Sí?
—¿Has visto a mi madre, Willoughby?
—¿Y usted es?
—Soy yo. Nigel. Heredero de toda esta inutilidad aristocrática.
El hombre mayor entrecerró los ojos a Nigel por un largo latido, como
si no pudiera entender lo que estaba viendo. Sin embargo, tan pronto como
las cosas hicieron clic, Willoughby se inclinó profundamente por la cintura y
se convirtió adecuadamente en servil.
—Señor Barnaby, mis más sinceras disculpas. Usted ha… cambiado. —
Willoughby tomó la mano de Nigel en su mano enguantada, apretando
firmemente—. Debo agregar, mis más sentidas condolencias por el
fallecimiento de su padre. Él era un titán.
—Él era un tonto —respondió Nigel enérgicamente—. Mi madre,
Willoughby. ¿Dónde está ella?
—Me temo que la señora Barnaby ya partió hacia el cementerio.
Ocupada con algunos arreglos de último minuto, estoy seguro. Tu hermana
está aquí, sin embargo. Creo que ella y su esposo están abajo…
Después de agradecer a Willoughby, Nigel rodeó todo el movimiento y
tomó el ascensor hasta el sótano. Inmediatamente, el olor del agua salada
golpeó su nariz, recordándole, de manera vaga, a California. Pero, no
importaba lo mucho que lo deseara, Nigel no había regresado a la Academia.
Eso fue simplemente el olor de la piscina subterránea. Todo el sótano fue
arrojado a la luz cambiante del agua, con reflejos aguamarina y oro.
Jessa, la hermana de Nigel, no lo miró cuando se abrió el ascensor.
Estaba sentada con los pies metidos en la alberca, ya vestida para las
festividades del día con un vestido negro formal apropiado. Su cabello rubio

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estaba recogido en una coleta simple. Jessa era ocho años mayor que Nigel. Al
igual que él, Jessa había sido enviada a un internado cuando cumplió los doce
años, por lo que apenas compartieron el tiempo en esta casa juntos. Para
Nigel, a menudo se sentía más como una prima amigable que como una
hermana.
—Hola, Jessa —llamó Nigel.
Su cabeza se volvió de inmediato.
—¡Nigel! —ella prácticamente gritó. Saltó y corrió hacia él, con los pies
mojados golpeando contra el azulejo de mármol. Jessa lo abrazó y Nigel se
sintió repentinamente en casa, de una manera que él no hubiera creído
posible.
—Vas a arrugar tu vestido —dijo, despegando a su hermana.
—Lo siento, lo siento —respondió ella—. Simplemente… bueno, no
estaba segura de que vinieras.
—Es el funeral de papá —dijo Nigel—. Pensé que debería aparecer.
Jessa puso los ojos en blanco.
—Como si el viejo hiciera algo por ti. Por cualquiera de nosotros. Fue y
murió en uno de sus viajes de negocios. ¿Mamá te lo dijo?
—Ella no me dijo mucho.
—Un ataque al corazón en un país del tercer mundo mientras estaba
haciendo Dios sabe qué. Prostitutas y cocaína, probablemente.
Nigel miró a su hermana. Había pasado más de un año desde que la
había visto e incluso entonces, su última visita no había sido durante un
tiempo considerable, solo la habitual Navidad fría en la mansión Barnaby. Por
primera vez, se dio cuenta de que Jessa tenía ocho años más de experiencia
tratando con sus padres que él. No es de extrañar que se hubiera casado joven
y se haya mudado lejos de Londres.
—Diablos, Jessa —respondió Nigel con una risa sorprendida—. No me
había dado cuenta de que te echaba de menos.
Jessa le pellizcó la mejilla.
—Es bueno verte también. Como dije, no estaba segura… si yo no
aparecía, mi madre me desheredaría; no querría saber el final de eso. ¿Pero tú?
Tenías una excusa preparada: Importante negocio. No puedo escapar. Soy un maldito
extraterrestre ahora.
Nigel exhaló un suspiro.
—No soy un extraterrestre.
—Sabes lo que quiero decir. —Dio un paso atrás de él—. Continúa,
entonces. No me dejes en suspenso. Déjame ver algo.
Nigel tardó un momento en darse cuenta de lo que Jessa quería. Luego,
casualmente extendió su mano con su telequinesis activada y levitó un jarrón
cercano lleno de arena multicolor. Jessa aplaudió, luego agitó sus manos arriba
y debajo del jarrón como para verificar si había alguna cuerda.
—Maravilloso. Simplemente maravilloso —dijo ella—. ¿Owen? ¿Viste
esto?

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Nigel se volvió para ver a Owen, su cuñado, emergiendo del salón
cercano donde un partido de fútbol silenciado se reproducía en la televisión
de pantalla ancha. Nigel solo había visto a Owen un puñado de veces y nunca
había dejado de recordarle a Nigel a una versión crecida de un chico de
Pepperpont. Nigel intentó no sostener eso en su contra. Owen era
genéricamente guapo, bien afeitado, cabello castaño inmaculadamente
peinado, su traje negro delgado y perfectamente adaptado al marco de su
cuerpo de jugador de rugby. Estaba, en la experiencia de Nigel,
permanentemente conectado a su teléfono, siempre revisando los precios de
las acciones. Incluso ahora, tuvo que deslizar el dispositivo en el bolsillo de su
chaqueta antes de poder darle un firme apretón de manos a Nigel.
—Encantado de verte de nuevo, Nigel —dijo Owen. Echó un vistazo
al jarrón que aún flotaba—. Es como en la tele.
—¿Verdad que sí? —estuvo de acuerdo Jessa. Ella puso sus manos en
sus caderas—. Entonces, muchachos, ¿qué deberíamos hacer ahora?
Nigel sonrió; él podía decir que su hermana estaba bromeando. Pero
Owen parecía desconcertado.
—Tenemos que irnos, amor —dijo—. Ya sabes. ¿El funeral?
—Ah, claro. —Jessa se tocó la frente—. Eso.
Owen miró de Nigel a Jessa.
—Se supone que él se debe cambiar, ¿no?
—¿Cambiar? —preguntó Nigel.
—Yo creo que te ves genial, hermano —dijo Jessa, sacudiendo uno de
los hilos deshilachados de su sudadera con capucha—. Como una estrella del
rock conquistadora que regresa a casa después de un año de fiesta, pero con
superpoderes.
—Eso es lo que estaba buscando.
—Pero nuestra querida madre me dio instrucciones estrictas para
vestirte con el traje que dejó en tu habitación. Mejor cámbiate o de lo
contrario ella nos hará cavar una tumba extra, ¿eh?

Nigel no vio a su madre hasta en el cementerio. Ella sobresalía, incluso a cierta


distancia, mientras Nigel se abría paso a lo largo del camino entre mausoleos,
flanqueado por Jessa y Owen. Ella estaba sentada en la primera fila, justo al
lado del pozo vacío donde bajarían el ataúd con detalles de oro de su padre.
Estaba lloviznando, así que tal vez la madre de Nigel solo había agarrado la
prenda más cercana, pero Nigel se imaginó que el impermeable blanco
brillante que llevaba su madre sobre su vestido negro de luto era una especie
de declaración.
—Hijo mío, qué lindo te ves —dijo Bea Barnaby mientras Nigel se
sentaba a su lado. La incómoda silla de madera estaba seca gracias a la fila de
admiradores que empuñaban paraguas, situados detrás de la familia.

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—Gracias —respondió Nigel, incluso mientras tiraba incómodo del
cuello de su camisa.
Vestía el sencillo traje negro, la camisa de vestir blanca y la corbata que
su madre le había dejado. Su incomodidad por estar vestido de esta manera no
se debía en absoluto a la ropa en sí misma, estas encajaban perfectamente, su
madre de alguna manera conocía sus medidas exactas. Su incomodidad se
debía a que ningún punk que se aprecie se pondría este traje de mono. En un
pequeño acto de rebelión, Nigel había dejado el botón superior de su camisa
desabrochado y atado un nudo lo suficientemente descuidado como para
ganar deméritos en Pepperpont.
Sorprendentemente, a su madre no pareció importarle. Ella deslizó una
mano por la curva de su codo y se apoyó contra él. Esa era una gran muestra
de afecto para la familia Barnaby.
Bea se veía bien para una mujer de unos cincuenta años. Llevaba su
cabello rubio en un corte hasta la mandíbula, con una parte lateral afilada. Sus
ojos eran de un azul vivo, y propensos a miradas de disección. La cara de Bea
era suave, solo una arruga de buen gusto aquí y allá. Nigel estaba seguro de
que ella se había hecho cirugía, pero era una buena cirugía.
—Te ves cansado —le dijo.
—Torbellino de veinticuatro horas —dijo Nigel secamente—. Perder a
papá y todo eso.
Bea se aclaró la garganta, como preparándose para un comentario
preparado.
—Sé que podría no haber sido así, Nigel, pero tu padre te amaba
mucho…
Nigel resopló. Sintió la mirada de acero de su madre sobre él, pero no
se atrevió a mirarla a los ojos. Ran tenía razón. No tenía sentido hacer una
escena, de hacer esto más miserable de lo que ya tenía que ser. Solo había que
superarlo. Dejar que su madre tenga sus ilusiones.
Él se sorprendió cuando ella se inclinó cerca de él, sus labios en su
oreja.
—A la mierda, entonces —susurró Bea—. El hombre era un bastardo y
es mejor que nos deshagamos de él. Esta es la maldita verdad de eso.
Nigel casi estalló en carcajadas. La grosera admisión de su madre estaba
tan fuera de lugar. Primero Jessa, ahora ella. Nigel tuvo que admitirse a sí
mismo que tal vez él había construido lo de cuán terrible era su familia. Tal
vez el cierre —o una nueva comprensión del uno del otro, como esa doble
cara que a la Dra. Linda le gustaba decir— era realmente posible. Se sintió
reconfortado con la sensación de la mano de su madre en su brazo.
—Quiero escuchar todo —dijo Bea—. Acerca de tu nueva vida. Una
vez que todas estas terribles formalidades hayan terminado, tenemos que
ponernos al día.
—Sí —respondió Nigel—. Eso estaría bien, mamá.

107
Fandom Legacies
Eventualmente, un sacerdote se presentó y dijo algunas palabras, leyó
algunos versículos de la Biblia. Nigel se desconectó. Se descubrió haciendo
eso durante el resto del día. Estaba cansado, era difícil concentrarse, y una
gran parte de su identidad había sido cuestionada. Siempre se había imaginado
a sí mismo como el gran rebelde, huyendo de su familia, dejando atrás a todos
los bastardos. Pero ahora, no parecían tan crueles y distantes. En cambio, sus
vidas parecían complicadas y tristes.
El director de la funeraria repartió rosas y todos dieron un giro y tiraron
una en el ataúd de su padre. Nigel arrojó su rosa. Después de él, su madre
recogió un puñado de tierra húmeda y la roció sobre el ataúd. Ella hizo un
espectáculo dramático sobre buscar un lugar para sacudirse las manos.
Regresaron a la mansión, una completa procesión de automóviles,
muchos de ellos manejados por conductores contratados. La casa se llenó.
Había más personas allí que en el funeral real. Los camareros escoltaban
alrededor bandejas de entremeses. Gente a la que Nigel apenas podía
distinguir se llenaban sus bocas de comida mientras mantenían las
conversaciones.
Nigel se puso a un lado con Bea y Jessa. Dejaron que la habitación
llegara a ellos, como era apropiado y esperado. Apretón de manos tras apretón
de manos, a veces junto con un apretón de la parte superior del brazo.
Decenas de delicados besos de aire en su mejilla.
—Mis condolencias, muchacho.
—Realmente lo siento por tu padre.
—Se le extrañará.
Y así sucesivamente. El cuello de Nigel estaba dolorido por todo lo que
asintió, su boca seca de decir gracias una y otra vez. Fue un bombardeo de
simpatía. A medida que avanzaba la tarde, su cuello y corbata se volvieron más
sueltos y descuidados.
En algún momento, su madre le entregó un vaso con algunos dedos de
whisky, puro.
—Parece que necesitas esto —dijo ella.
Nigel la miró por un segundo, luego se encogió de hombros y tomó un
sorbo indeciso. El whisky ciertamente no lo ayudó a enfocarse, pero borró los
bordes de las cosas, le facilitó forzar la sonrisa.
Su madre no tenía ningún problema con eso. Bea estaba en su
elemento. En algún momento, la recepción se convirtió en un evento de
networking. Ella se mezcló, trabajó la habitación. Hubo una procesión
constante de hombres —generalmente los que no habían asistido con esposas,
pero no siempre— que besaron la mano de Bea y profesaron su sincera
simpatía. Si ella necesitaba algo o, por ejemplo, quería tomar un café y hablar,
estaban disponibles.
—No puedo decir por qué la mayoría de estas personas están aquí.
Ciertamente no para honrar a nuestro padre —Jessa le dijo a Nigel por el
rabillo de su boca—. Yo diría que una buena cantidad apareció para poder

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Fandom Legacies
coquetearle a mamá, pero también creo que hay una multitud considerable
aquí para echarle un vistazo al garde.
La parte posterior del cuello de Nigel se erizó.
—¿Eh? ¿De verdad?
—No me digas que no te has dado cuenta.
—He estado un poco… en mi propia cabeza.
—En tu propio culo, quieres decir —dijo Jessa con una sonrisa—. Mira
a esos dos —dijo, haciendo un gesto a una pareja mayor en la habitación—.
En este momento están diciendo cómo pensaban que serías más alto y
brillante.
Nigel se pasó los dedos por el cabello y descubrió que estaba sudando.
Ahora que Jessa lo mencionaba, había muchísima gente mirándolo.
Esperando a que él hiciera un truco, tal vez.
—Ellos no… —Nigel hizo una pausa. Vio manchas negras por un
momento—. No dijeron brillante.
—Soy una excelente lectora de labios; tal vez ese sea mi legado —
respondió Jessa, y luego entrecerró los ojos hacia él—. ¿Nigel? ¿Estás bien?
Nigel se estabilizó en una mesa auxiliar cercana. Todo lo golpeó como
una tonelada de ladrillos. El viaje sin dormir a Londres, el jet lag10, el whisky.
—Creo que podría necesitar acostarme —murmuró.
Su madre estaba a su lado, sus frías manos presionadas contra su mejilla
y frente. ¿Cuándo había aparecido? Nigel ni siquiera se había dado cuenta.
—Sube y descansa, amor —dijo suavemente—. No te perderás de nada
aquí abajo.
Nigel asintió e hizo lo que le dijeron. Mientras salía de la sala de estar,
tuvo la rara sensación de que todos allí se habían girado para verlo partir.

Cuando se despertó, era de noche y la casa estaba en silencio.


Nigel se sentó en la cama —su cama, el colchón firme con el marco de
madera con el que siempre se golpeaba las desgarbadas rodillas— empapado
en sudor y con un fuerte dolor de cabeza. Sintió que podría estarle dando
algo.
Alguien había puesto un vaso de agua helada al lado de su cama. Bebió
con avidez.
A pesar de que esta era su habitación de la infancia, nunca se había
sentido realmente como en su espacio. Las paredes estaban cubiertas de
estantes llenos de viejas ediciones de clásicos que nunca había leído. Había un
globo terráqueo en una esquina y un tren antiguo en la otra. El papel tapiz era
una impresión de un bosque nevado, con todos los búhos de ojos grandes y
zorros revoloteando alrededor de los árboles. No había discos. No había

10
El jet lag es el desorden que altera el reloj corporal de los viajeros después de realizar un
viaje de larga distancia

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Fandom Legacies
carteles de bandas de punk. Ni siquiera un símbolo de anarquía. Este lugar no
era él, no era…
Un momento. ¿Qué era ese olor?
Nigel olfateó el aire. Podría jurar que olía a gasolina.
Levantó los pies de la cama, cruzó la habitación con las piernas
temblorosas y asomó la cabeza afuera. El pasillo estaba oscuro, pero el olor a
gasolina era más fuerte.
—¿Mamá? —llamó—. ¿Jessa?
Las tablas del suelo crujieron. Parecía que algo estaba siendo arrastrado.
El ruido vino de abajo. Había luces encendidas allí abajo, un tenue resplandor
en la escalera cercana.
—Hey —dijo Nigel, frotándose los ojos—. ¿Me perdí la pira funeraria?
No hubo respuesta.
Algo no estaba bien. Nigel ahora lamentaba haber gritado… como un
idiota en una película de terror. Se agachó en una posición de combate que
Ran aprobaría, listo para saltar si surgía una amenaza de las sombras. Él se
arrastró hasta la parte superior de las escaleras.
Había alguien tirado en el piso allí abajo. ¿Era ese…?
Ken Colton. Su escolta de la Garde Terrestre. Los ojos del hombre
estaban abiertos, mirando directamente hacia el techo. Abiertos y sin
parpadear. Ojos muertos.
La puerta de entrada estaba abierta, el retrato de su padre fue dejado de
lado. Dos hombres con armadura negra pasaron, llevando el cuerpo de otra
Pacificadora. Nigel no recordaba su nombre.
Sus trajes eran familiares. Eran iguales que los trajes de los hombres
con los que Nigel había peleado en Islandia.
Mercenarios Blackstone.
Los hombres con armadura arrojaron el cuerpo de la mujer al lado de
Colton y volvieron a salir. Uno de ellos estaba silbando.
Un tercer mercenario apareció por la esquina llevando un bote rojo de
gasolina. Arrojó un poco sobre el cuerpo de la Pacificadora, luego siguió
adelante, salpicando gasolina sobre las cortinas y la imagen del señor Barnaby.
Nigel podía ver la gasolina ahora, brillando y acumulándose sobre todo el piso
de madera.
—¿Nigel?
Era su madre. Ella estaba de pie en la puerta de su dormitorio, con la
cabeza inclinada. Nigel le indicó que se callara, que se quedara atrás, pero de
todos modos se acercó a él. Nigel dio un paso en su dirección, tratando de
interceptarla antes de que el mercenario la notara.
—Vuelve, mamá, hay hombres malos aquí —dijo Nigel, utilizando su
legado para dirigir su voz para que solo ella pudiera oír.
—No se suponía que debías despertar tan pronto, amor.
—¿Eh?

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Fandom Legacies
Antes de que Nigel supiera lo que estaba pasando, su madre le había
clavado una jeringa en un lado del cuello. Los ojos de Nigel se agrandaron. Él
la agarró y luego se inclinó hacia atrás. Sus extremidades ya se sentían pesadas,
su visión borrosa. Era como una versión más intensa de cómo se había
sentido después de que ella le diera esa bebida antes.
Miró a los ojos de su madre y la verdad lo golpeó, atravesando la
borrosidad que lo estaba alcanzando.
Una mujer británica mayor con cabello rubio. Así es como Taylor describió a
la dama de la Fundación a la que Einar informaba.
Incluso había firmado su carta con la letra B.
¿Cuáles eran las malditas probabilidades?
Mientras Nigel se tambaleaba hacia atrás, vio a otro mercenario. Este
salió de la habitación de su madre con su equipaje.
—¿Y bien? ¡No dejes que se caiga y golpee su cabeza, maldito bastardo!
Con la orden de su madre, el mercenario dejó caer el equipaje y rodeó
con sus brazos el pecho de Nigel. Estaba demasiado débil para luchar. Trató
de usar sus legados —para gritar, para empujar con su telequinesis— pero no
podía concentrarse. Todo lo que quería hacer era dormir.
Bea acarició suavemente su mejilla con el dorso de su mano.
—No pasa nada —dijo—. Duerme ahora. Cuando te despiertes,
tendremos esa conversación.

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Fandom Legacies

KOPANO ODIABA CORRER.


Eso no quería decir que no le gustara hacer ejercicio. Disfrutaba
entrenar; amaba los juegos y la competencia. ¿Pero correr simplemente por
correr? ¿Cuál era el sentido de eso?
Respirando con dificultad, Kopano pasó junto al marcador de cuatro
millas en el camino de tierra que serpenteaba por los terrenos de la Academia.
Solo una milla más que soportar de este aburrimiento. Aún estaba
decepcionado de que no todo el entrenamiento en la Academia fueran
geniales ejercicios relacionados con los legados. De hecho, las cosas buenas
solo sucedían bajo la tutela de Nueve, mientras que la gran mayoría de sus
ejercicios eran supervisados por otros miembros de la facultad: entrenadores
de resistencia, sargentos del campamento de entrenamiento, entrenadores
personales de renombre mundial. Los sádicos, todos ellos, comparten el
objetivo de convertir a los jóvenes garde en perfectos ejemplares atléticos.
Se suponía que Kopano no usaría sus legados en esta carrera de cinco
millas. Pero si hiciera su cuerpo un poco más ligero a medida que sus
pantorrillas se cansaran ¿quién notaría la diferencia?
Algunos pasos sonaron detrás de él. Kopano miró por encima del
hombro y vio al enorme Nic Lambert detrás de él. El chico belga era más
ancho y más alto que Kopano, más poderoso, gracias a su legado de fuerza
mejorada, y claramente el mejor corredor. Había empezado diez minutos
completos después de Kopano.
—¡Vamos, Kopano, tú puedes! —gritó Nic de una manera que
probablemente debía ser alentadora.
Kopano frunció el ceño, pero estaba demasiado agitado para formular
una respuesta, y a pesar de todo, Nic ya estaba a su lado. No podía esperar
para volver a los dormitorios y compadecerse con Nigel, que también odiaba
estas carreras sin sentido. La idea de desahogarse con su amigo hizo que
Kopano acelerara.
Excepto que, Kopano se dio cuenta, no había nadie en su suite con
quien quejarse. Su ritmo regresó a su norma obstinada a medida que se

112
Fandom Legacies
acercaba la decepción. Caleb había sido transferido a la Garde Terrestre y
Nigel estaría en su casa de luto por su padre por al menos unos días más.
A Kopano se le había ocurrido tres días atrás, durante la primera noche
que tuvo la habitación solo para él, que nunca antes había estado realmente
solo.
Al principio, la soledad le había parecido una novedad genial a Kopano.
Cuando estaba en Lagos, había compartido habitación con sus hermanos
pequeños. El espacio personal era un concepto extraño. Por supuesto, había
momentos en los que podía escabullirse y estar solo, pero incluso entonces
siempre había un bullicio tranquilizador de actividad cerca, las voces de sus
padres o vecinos podían oírse a través de las delgadas paredes de su
departamento. A pesar de que tenía su propia habitación en la Academia,
todavía era más o menos lo mismo. O Nigel o Caleb (a veces muchos Caleb)
estaban en la sala común y, si no, todavía podía sentirlos moviéndose en sus
propias habitaciones.
La primera noche, Kopano se emocionó al sentarse en la sala común
vistiendo nada más que sus calzoncillos, cantando en voz alta lo que fuera que
venía de la radio. Pero rápidamente eso se volvió aburrido, y la tranquilidad de
su habitación comenzó a parecer antinatural.
Pasó la mayor parte de esa noche en la suite de Taylor, quedándose allí
lo suficientemente tarde para que Taylor apenas pudiera mantener los ojos
abiertos. Solo se fue cuando Isabela comenzó a burlarse de él por estar
demasiado asustado como para quedarse solo en su habitación.
Este no era un momento fácil para Kopano sin sus amigos. La
cobertura sobre él y Ran seguía siendo transmitida las veinticuatro horas en
todas las cadenas de noticias por cable. Aparentemente, no había nada que les
gustara a los periodistas más que especular sobre lo que podría pasar después.
¿Enviarían a los garde a la cárcel por asalto? ¿Serían deportados a sus países de
origen? ¿Habría otro ataque? Las preguntas hipotéticas fueron respondidas
por expertos cuyos campos iban desde el derecho internacional a la psicología
infantil, y todas sus opiniones fueron de alguna manera consideradas como
noticias de última hora.
Más adelante en la pista, Kopano vio a Ran. Hizo una mueca. Ella no
era parte de su seminario de entrenamiento de resistencia, lo que significaba
que ella estaba allí solo por el gusto de hacerlo. Aminoró el paso para no
alcanzarla, luego se salió de la pista por completo y se dirigió a los
dormitorios. Si su instructor lo notara, Kopano simplemente mentiría y diría
que había sufrido un calambre.
Ran era la razón por la que Kopano no había pasado todas las noches
en la suite de Taylor. Él la estaba evitando. Sabía que era estúpido —Ran era
una víctima tanto como él— pero estar cerca de ella le recordaba toda la
controversia de los Segadores. No es como si Ran intentara hablar con él
sobre el incidente —la chica no decía gran cosa, especialmente sin Nigel para
convencerla de hacerlo— pero sabía que ella había estado dando vueltas en la

113
Fandom Legacies
asociación estudiantil, mirando las noticias tanto como era posible, dejando
que la cobertura demente de sus fechorías la abofeteara.
Él quería olvidarse de todo, ignorarlo hasta que pasara. No podía
entender por qué Ran estaba tan obsesionada con ver a los hombres en las
noticias llamarla un monstruo.

Por el rabillo del ojo, Ran observó a Kopano desviarse de la pista y dirigirse a
los dormitorios. Había aminorado el paso para ver si a él le gustaría correr con
ella, pero no se ofendió de que él eligiera huir. No lo tomó como algo
personal. Sus rostros a menudo estaban juntos en estos días, capturas de
pantalla granulosas en televisión, periódicos y blogs. Ran no podía culpar a
Kopano por querer algo de espacio.
Ran tomó velocidad, saboreando la quemazón en sus pulmones.
Pronto, Nic Lambert apareció a la vista. Pasó junto a él con facilidad, con una
débil sonrisa en los labios cuando sintió que el chico aumentaba el ritmo en
un valiente intento por seguirle el ritmo.
Ran había pasado mucho tiempo en la pista últimamente, agotándose a
propósito, consumiendo la energía furiosa que crecía en su interior cada vez
que miraba Wolf News, algo que, últimamente, hacía muy a menudo. Si
Kopano le hubiera preguntado por qué veía tanto de la cobertura
distorsionada del canal, le habría dicho que era porque eso confirmó sus
propias preocupaciones acerca de sus legados. Había renunciado a sus poderes
destructivos por las mismas razones que los presentadores de noticias de Wolf
News expresaban: ella era peligrosa, impredecible y mortal.
Y sin embargo, escuchar sobre sí misma ser descrita de esta manera,
saber cómo los medios habían torcido los detalles de su encuentro con los
Segadores hasta ser irreconocibles, eso la enfureció. No podía reconciliar esos
dos sentimientos.
Entonces corría. Y continuaba mirando las noticias.
En realidad, ya era hora de que Don Leary apareciera. Era el peor de
todos los fanáticos de Wolf News, lo que significaba que Ran nunca se perdía
un episodio. Salió de la pista y se dirigió hacia la asociación estudiantil,
estirando la espalda y las piernas a medida que avanzaba.
Era tarde, el sol empezaba a bajar, ese momento extraño cuando era
demasiado temprano para la cena pero demasiado tarde para almorzar. Eso
significaba que la asociación estudiantil no estaría abarrotada. Nadie
competiría con ella por el uso del televisor.
Cuando Ran se acercaba, se dio cuenta de que un grupo de
Pacificadores en overoles trabajaban afuera. Eran un equipo de
mantenimiento, dedicados a romper y levantar las baldosas alrededor de la
entrada y tirar los fragmentos en un contenedor de basura cercano. Habían
bloqueado la entrada de la asociación estudiantil con una cinta amarilla de

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Fandom Legacies
precaución. Ran se detuvo en seco y levantó una ceja a modo inquisitivo hacia
el Pacificador más cercano.
—Estamos trabajando aquí —él explicó encogiéndose de hombros—.
Habremos terminado antes de la cena.
—Entiendo —dijo Ran, sin dejar ver su decepción por perderse el
show. Empezó a alejarse pero el Pacificador la detuvo.
—Parece que te vendría bien algo de comer —dijo, y notó la sudorosa
apariencia de Ran. Levantó la cinta amarilla―. Si no te importa el ruido, creo
que dejaron unos sándwiches fríos del almuerzo.
—Gracias —dijo al tiempo que inclinaba la cabeza y sonreía.
—Seguro —respondió—. Hay que mantener a nuestra mejor y más
brillante estudiante a todo gas, ¿no?
Se metió bajo la cinta de precaución y entró en la asociación estudiantil,
sola a excepción de los sudorosos pacificadores, e inmediatamente se lanzó en
línea recta, no por los sándwiches, sino por el control remoto.

Kopano se detuvo frente a su dormitorio y escuchó, esperando oír los acordes


abrasivos de una de las bandas de punk de Nigel. No tuvo suerte. Solo el
silencio esperaba a Kopano. Suspiró y aflojó sus moléculas, atravesando la
puerta como un fantasma.
—Otra noche a solas en ropa interior —declaró Kopano a la habitación
vacía.
—Um, ¿quizás podrías no hacer eso por hoy?
A Kopano prácticamente se le salió el corazón por la boca cuando oyó
el sonido de la voz de una mujer. Se volvió y encontró a una Pacificadora
parada en la puerta de la habitación de Caleb. Tenía unos treinta años, cabello
corto y pecas castañas, y vestía el overol azul y blanco de un cadete, los que a
veces enviaban al campus para hacer trabajos que no estaban incluidos en la
lista completa de tareas domésticas de los garde, por lo general, cosas de
mantenimiento. Por su acento, Kopano podría decir que ella era
estadounidense.
—No pretendía asustarte —dijo, haciéndose a un lado para que
Kopano pudiera ver más allá de ella. Había un segundo Pacificador, un
hombre, en la vieja habitación de Caleb, este sacaba las sábanas de la cama y
las cargaba en una gran canasta.
—No me asustaste —dijo Kopano, e infló su pecho—. Está bien, tal
vez un poco —agregó y ella rió entre dientes—. ¿Qué estás haciendo ahí?
—Tenemos que preparar la habitación para el próximo ocupante.
Tenemos que hacer todo tipo de cosas —respondió ella. La mujer agitó un
contador Geiger de mano hacia Kopano—. ¿Creerías que tenemos que
examinar el colchón para detectar radiación?
—¿En serio? Pero eso no tiene nada que ver con el poder de Caleb.

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Fandom Legacies
—Sí, lo sabemos. Aun así, es una de las regulaciones. —Puso los ojos
en blanco—. Deberíamos estar fuera de tu vista en treinta minutos más o
menos.
—No hay prisa —dijo Kopano. De hecho, se sintió agradecido por la
compañía—. ¿Pronto habrá un nuevo compañero de cuarto?
—No tengo idea —dijo la Pacificadora mientras se encogía de
hombros. Chasqueó los dedos como si recordara algo—. Oh, hey,
encontramos esto en el armario. Creo que tal vez tu amigo lo dejó atrás.
Levantó un bote gris. Parecía un spray para el cabello sin etiqueta.
Kopano entrecerró los ojos y caminó hacia adelante para echarle una mirada
más de cerca.
—¿Qué es?

—Han pasado cinco días desde que aquí en Wolf News dimos a conocer por
primera vez la historia de dos garde comportándose como rebeldes por todo
California —proclamó Don Leary, el matón de cara roja cuya manera brusca
de hablar de alguna forma ya le era común a Ran, desde entonces ella se había
convertido en una espectadora habitual de su canal—. ¿Y cuál ha sido la
respuesta de la Garde Terrestre?
Leary hizo una pausa para dar énfasis retórico y Ran se encontró
dudando con un sándwich cuadrado de ensalada de atún frente a su boca. Una
declaración de la Garde Terrestre apareció en la pantalla junto a la cabeza de
Leary. Él procedió a leerla en voz alta, desviando algunas de las palabras con
énfasis sarcástico.
—Nosotros, la Garde Terrestre, somos conscientes del incidente en
California. Actualmente estamos llevando a cabo una investigación interna sobre
el asunto y confiamos en que la Academia de la Garde Humana y la Garde
Terrestre cumplamos con los estándares de la ONU en la Declaración Garde.
Leary negó con la cabeza con claro disgusto. Sus palabras hicieron eco
en la asociación estudiantil virtualmente vacía. Ran estaba sentada justo debajo
del televisor de gran pantalla, con las piernas cruzadas, el sándwich a medio
comer en su regazo. Solía sentarse así en su casa cuando era pequeña, justo
frente al televisor, dejando que su anime favorito la engullera. Wolf News no
era tan entretenido, pero aún no podía apartar la mirada.
—¿Qué dicen realmente aquí los burócratas de la Garde Terrestre? —
preguntó Leary a los espectadores—. Están diciendo que nosotros aquí, en
Estados Unidos, básicamente no tenemos ningún derecho. Atacados en nuestro
propio suelo por extranjeros súper poderosos, y este no es un asunto de la
policía estatal de California, ni del FBI, ni de la NSA, sino de la ONU. Las
Naciones Unidas, amigos. ¿Me están tomando el pelo? ¿Quién los puso a
cargo?
Ran sintió movimiento detrás de ella. Miró por encima del hombro y
vio que un par de Pacificadores del exterior habían venido a hurgar en una

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Fandom Legacies
caja de herramientas, aunque los sorprendió mirándola disimuladamente a ella
y al televisor. Se preguntó qué pensarían los soldados de todo este desastre.
Después de todo, ella y Kopano no fueron los únicos arrastrados por Leary.
Los Pacificadores también la estaban pasando mal. Volvió su atención a las
noticias.
—Srta. Takeda.
Los hombros de Ran se tensaron. Ahora había una voz aún más
desagradable que la del canal de noticias.
Greger, vestido como de costumbre en uno de sus costosos trajes, se
interpuso entre los Pacificadores mientras ingresaba al centro de estudiantes y
se acercó.
—No debería ver a este bufón mal informado —dijo, señalando a
Leary—. Es demasiado parcial.
Ran no estaba de humor para otro de los alocados discursos de
reclutamiento de Greger. Envolvió lo que quedaba de su sándwich en su
plástico y se levantó.
—Yo ya me estaba yendo —dijo.
—Ah, ya veo —respondió Greger—. Bueno, que tenga un buen
descanso. Hablaremos pronto.
—¿Un buen…?
Ran sintió un pinchazo. Giró la cabeza. Algo estaba saliendo de su
cuello. Buscó a tientas su garganta y sacó un dardo tranquilizante.
—¿Qué es essssssto…?
Su boca ya estaba entumecida. Mientras su visión se atenuaba, Ran se
dio cuenta de que los Pacificadores que estaban junto a la puerta habían
encontrado lo que estaban buscando en su caja de herramientas. Pistolas
tranquilizantes con supresores. Uno de ellos le había disparado.
Ran tropezó. Greger la agarró por los brazos y la sostuvo.
—Sé que no confía en mí —dijo—. Pero esto es por su propio bien.

—¿Qué es eso? —preguntó Kopano—. ¿Colonia o algo así?


La Pacificadora se encogió de hombros otra vez, su sonrisa era
inquebrantablemente placentera. Tan pronto como Kopano se acercó,
presionó un botón en la parte superior del recipiente. Con un siseo
presurizado, la botella roció una niebla inodora justo en la cara de Kopano. Él
se rió sorprendido de la repentina sensación de entumecimiento.
—Extraño —murmuró Kopano—. No creo que… eso sea… de
Caleb…
Y cayó de bruces, noqueado.
Los dos Pacificadores lo recogieron y lo tiraron en el cesto, cubriendo
su cuerpo con las sábanas viejas de la cama de Caleb.

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Fandom Legacies

—¿A QUÉ TE REFIERES CON QUE NO SABES DÓNDE ESTÁN? —


gritó Taylor.
Nueve rechinó sus dientes mientras caminaba de un lado a otro.
—Reubicados por su propia protección. Eso es todo lo que la Garde
Terrestre me dijo. Después de que se los llevaron. —Presionó sus nudillos en
su palma metálica—. Greger ni siquiera tuvo las pelotas para decírmelo en
persona.
Sus palabras resonaron en las paredes del área de servicio debajo del
centro de entrenamiento. Su guarida oculta parecía mucho más grande ahora
que dos tercios de los Seis Fugitivos habían desaparecido. Taylor estaba de pie
junto a la pizarra cubierta de informes sobre la Fundación. Toda esa
indagación parecía inútil ahora y la habitación, que alguna vez fue un lugar
seguro para Taylor y sus amigos, se sentía fría y vacía.
—Se los llevaron —dijo Taylor, todavía incrédula—. Los secuestraron
tal como lo hubiera hecho la Fundación.
—No sé si esa es una comparación justa —dijo Malcolm. Estaba
parado en el medio de la habitación, entre Nueve y Taylor, con las manos
abiertas y siempre listo para calmar a alguien—. En realidad, no conocemos la
historia completa aquí. Es posible que la Garde Terrestre se haya enterado de
alguna amenaza y los haya puesto bajo custodia por su propia protección.
—Pensaba que la Academia y la Garde Terrestre eran la misma cosa —
dijo Isabela. Estaba sentada a la mesa, luciendo más fresca y serena que los
demás. Sus uñas chocaron repetidamente contra la superficie laminada, la
única señal de que estaba sintiendo ansiedad por lo que estaba pasando.
Taylor envidiaba a su amiga por tener tanto control.
—Nuestra responsabilidad aquí es entrenar y cuidar a los jóvenes garde
—respondió Malcolm—. Una vez que sean promovidos a la Garde Terrestre,
la ONU estará a cargo hasta que finalice su período de servicio de cinco años.
En última instancia, ellos tienen la última palabra, especialmente teniendo en
cuenta que este incidente con los Segadores sucedió fuera de la Academia.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Taylor. ¿No era eso
exactamente lo que Einar le había descrito a ella en Islandia? ¿Que la Garde
Terrestre era simplemente una versión más grande y pública de la Fundación?
Se mordió el interior de su mejilla.

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Fandom Legacies
—Oh, mierda, Malcolm —bufó Nueve—. Si hubiera alguna amenaza
por ese tonto escándalo, no hay ningún lugar más seguro que aquí.
—No estoy en desacuerdo contigo —respondió Malcolm—. Solo estoy
explicando la forma en que las leyes…
—¿Por qué crees eso? —Taylor lo interrumpió, mirando a Nueve.
—¿Qué?
—¿Por qué crees que estarían más seguros aquí? —preguntó—. No
pudiste mantenerlos a salvo de esta gente de la Garde Terrestre, no pudiste
mantenernos a salvo de esos Segadores y la Fundación en primer lugar.
¿Cómo los mantendrías a salvo de lo que sea que venga después?
Nueve dejó de caminar y la miró.
—¿Estás haciendo tu pequeña rutina de chica mala en este momento?
Porque yo no entro en eso. Y culparme a mí porque ustedes chicos salieran
por ahí y se pararan en la mierda, quiero decir, wow, eso está bien.
—No te estoy culpando por eso —respondió Taylor—. Te culpo por
ser una mierda en tu trabajo.
Nueve miró a Taylor a los ojos durante un tenso par de segundos, nadie
más en la sala dijo una palabra. Luego, se volvió deliberadamente y miró a
Lexa, sus dedos rebotando sin problemas a través de los dos teclados. Sus ojos
estaban ligeramente enrojecidos por una reciente falta de parpadeo.
—Dime que tienes algo —dijo Nueve.
—Cuando pirateamos la cuenta de Greger, dejé abierta una puerta
trasera en la red de la Garde Terrestre —respondió ella—. Si hay algo aquí
sobre dónde se llevaron a Ran y Kopano, lo encontraré.
Malcolm se aclaró la garganta, mirando incómodo sobre la parte
superior de sus gafas.
—Tengo que preguntar… ¿con qué fin?
—¿Qué quieres decir? —Nueve respondió—. Para que podamos
atraparlos, obviamente.
—Atraparlos —repitió Malcolm. Puso su mano sobre el hombro de
Nueve y prosiguió—. Estás pensando como en los viejos tiempos, Nueve.
Estos no son mogadorianos que han capturado a los estudiantes. Sus vidas no
están en peligro.
—Tú no sabes eso —intervino Taylor—. Y de todos modos, incluso si
están a salvo con la Garde Terrestre, ellos aún no deberían estar bajo arresto o
detenidos o lo que sea. Todo el escándalo es una mierda. Teníamos todo el
derecho de defendernos contra esos Segadores.
Malcolm se volvió hacia ella.
—La Garde Terrestre son nuestros aliados. Las personas que hemos
entrenado y formado trabajan para ellos. Son buenas personas. Si ellos piensan
que esto es lo mejor…
—Entonces ¿por qué están actuando como serpientes? —preguntó
Isabela, su voz más tranquila que la de Taylor, pero no menos aguda—. ¿Por
qué hicieron esto a sus espaldas?

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Fandom Legacies
—No estoy de acuerdo con sus métodos y desearía que estuviéramos
más informados —reconoció Malcolm—. Pero, imagino que Greger lo sabía,
que si él estaba al frente sobre la decisión de la Garde Terrestre, él se
encontraría… resistencia.
—Yo habría intentado detenerlos —se quejó Nueve.
—¿Y qué tipos de daños habría causado eso? —preguntó Malcolm—.
No. Creo que nuestra investigación aquí nos ha vuelto un poco paranoicos.
Podemos confiar en la Garde Terrestre. Realmente lo creo.
—Las únicas personas en las que confío están en esta habitación —dijo
Taylor—, o en algún lugar donde no deberían estar.
Antes de que Malcolm pudiera responder, Lexa hizo un ruido. Contuvo
el aliento en la garganta, sus ojos se ampliaron. Cualquier información que
haya pirateado, no eran buenas noticias. Nueve llegó inmediatamente a su
lado, leyendo sobre su hombro, su boca moviéndose mientras avanzaba.
—Será mejor que veas esto —le dijo a Malcolm.
Taylor e Isabela intercambiaron una mirada. Mientras los
administradores estaban acurrucados en un lado de la mesa, Taylor e Isabela
se mantenían a oscuras como de costumbre.
—Los secretos no hacen amigos —dijo Isabela con un molesto
movimiento de su cabello.
Malcolm se había puesto un poco más pálido por lo que sea que había
leído.
—Creo… creo que es mejor que levantemos la sesión por ahora para
poder discutir algunos… asuntos administrativos.
—Oh, al diablo con eso —respondió Taylor.
Con su telequinesis, Taylor agarró la computadora portátil de Lexa y la
dejó fuera de alcance antes de que la loriense pudiera atraparla. Nueve dio un
paso atrás —la computadora casi lo golpeó en la barbilla— pero no hizo
ningún esfuerzo por detener a Taylor.
—¡Oye! —gritó Lexa mientras se levantaba de la mesa—. ¡Eso no está
bien!
—Déjalas que lo vean —dijo Nueve sombríamente—. Merecen
saberlo.
Taylor giró la laptop en el aire para poder leer la pantalla, Isabela se
acercó para pararse junto a ella. Lexa había accedido a un informe archivado
en la base de datos de seguridad secreta superior de la Garde Terrestre.

INFORME DE INCIDENTES 0010319


…desarrollando…
La Central de la Garde Terrestre se puso en contacto con agentes del
SIS en Londres para responder a un incendio en el barrio de Saint John's
Wood, donde se desplegó un destacamento de personal de Pacificadores. Un
hogar registrado de Reginald Barnaby, el padre fallecido del activo #003-NB

120
Fandom Legacies
de la Garde Terrestre, fue quemado por completo. La investigación preliminar
de las autoridades locales indica que fue un incendio provocado.
Cuerpos recuperados del destacamento de Pacificadores en la escena.
Todos muertos en acción. Las autopsias sugieren que las muertes ocurrieron
antes del incendio. Implicación de un gobierno extranjero y/o una
organización terrorista sospechosa. Investigación en proceso.
Se desconoce el paradero del #003-NB y su madre. La hermana y el
cuñado del activo #003-NB se alojaban en un hotel cercano y han sido
detenidos hasta que concluya la investigación. Protocolo de bloqueo de
medios implementado con asistencia del SIS y las autoridades locales.
Minimizar la diseminación de información sensible es una prioridad.
…desarrollando…

Cuando terminó de leer, Taylor olvidó mantener su agarre telequinético


sobre la laptop. Habría caído al suelo si Nueve no la hubiera atrapado con su
propia telequinesis y la hubiese devuelto a la mesa frente a Lexa.
—Ellos… mataron a Nigel —dijo Taylor tapándose la boca con la
mano—. Jesús. ¿Qué diablos está pasando?
—No está muerto —respondió Isabela, su voz se quebró un poco—.
El informe decía que no podían encontrarlo, ¿verdad?
—Sí —dijo Malcolm rápidamente—. Sin embargo, esos Pacificadores
que lo acompañaron…
—Nos están ocultando estas cosas —dijo Nueve y reanudó su andar—.
Alguien incendió la casa de Nigel hace tres días y se lo llevó, y nadie nos lo
dijo. La gente de Greger vino aquí y tomó a dos de mis alumnos…
—Y no te olvides de Caleb —dijo Isabela—. ¿Crees que es una
coincidencia, hmm? ¿Que sería transferido en este momento?
—No nos pongamos paranoicos —dijo Malcolm—. Necesitamos
mantener frías nuestras cabezas.
—Mantén tú la cabeza fría, viejo —espetó Isabela—. Tú no eres el que
está en peligro.
Malcolm frunció los labios y se volvió hacia Nueve, otra vez usando ese
tono paternal para intentar calmarlo.
—Lo resolveremos, Nueve —dijo.
Taylor entendió que Malcolm solo estaba tratando de protegerlos y
atenerse a las reglas; ella imaginaba que su padre habría tomado un tacto muy
similar. Aun así, eso no la enojó menos. Sus amigos fueron interceptados uno
por uno por fuerzas siniestras y las personas encargadas de protegerlos
estaban básicamente sentadas con los brazos cruzados. Ella se adelantó y se
puso en el camino de Nueve.
—¿Qué vas a hacer al respecto? —preguntó con vehemencia.
Nueve flexionó los dedos de su brazo cibernético, mirando a Taylor. Su
ojo se crispó mientras trataba de mantener sus emociones bajo control.

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Fandom Legacies
—Comenzaremos a hacer averiguaciones —dijo Malcolm—.
Hablaremos con nuestros aliados.
—Se quedarán sentados —dijo Taylor—. Y esperarán a que vengan por
el resto de nosotros.
—Tenemos un cuerpo estudiantil completo por el que preocuparnos
—dijo Malcolm de nuevo—. Taylor, por favor créenos cuando decimos que
haremos todo lo que podamos para ayudar a Nigel, Ran y Kopano. Estoy...
estoy tan enojado por esto como el resto de ustedes. Pero no podemos hacer
algo que ponga en peligro lo que hemos construido aquí.
—Malcolm tiene razón —dijo Lexa—. Tenemos que jugar de manera
inteligente.
Taylor ignoró a los demás, sin dejar de mirar a Nueve. Él era el único
con legados. Había sido perseguido por todo el mundo, luchó por su vida,
luchó contra los mogadorianos. Solo él podía entender lo que Taylor estaba
sintiendo: la necesidad de hacer algo, cualquier cosa.
Nueve dejó caer sus hombros. Apartó la mirada de Taylor.
—Tienen razón —dijo en voz baja—. Tenemos que pensar en un
panorama más amplio. Hay una forma correcta de atacar estos problemas…
Taylor resopló y comenzó a alejarse, pero Nueve la tomó de la mano.
—Créanme, me encantaría salir corriendo de aquí y comenzar a golpear
las cosas hasta que todo esté en orden —dijo Nueve en voz baja—. Pero la
vida ya no funciona de esa manera. No para mí.

—No vamos a escuchar a estos peidão, ¿verdad?


—No. Por supuesto no.
Taylor e Isabela se alejaron enérgicamente del centro de entrenamiento
por el camino de regreso a los dormitorios. La noche era lo suficientemente
fría como para hacer que Isabela castañeteara los dientes y se frotara los
brazos. El campus estaba desierto, el resto del cuerpo estudiantil estaba
felizmente dormido, ignorante de todas las fuerzas que explotarían sus legados
si se les daba la mitad de las posibilidades. Taylor los envidiaba.
—Bien —dijo Isabela—. Porque, de la forma en que lo veo, nos debes
a cada uno un rescate. Es hora de pagar.
Taylor resopló y negó con la cabeza. Estaba contenta de tener a Isabela
a su lado, su propia confianza reforzada por el descaro de la brasileña.
—¿Debería sacarnos de aquí? —preguntó Isabela—. Incluso la
seguridad adicional no puede competir con mis habilidades. Podríamos estar
en camino a la instalación secreta más cercana de la Garde Terrestre en muy
poco tiempo.
—Eso es lo que pasa con las instalaciones secretas —respondió
Taylor—. Son secretas. Lo que le sucedió a Ran y Kopano está totalmente
jodido, pero al menos sabemos que todavía están en el sistema de la Garde

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Fandom Legacies
Terrestre en alguna parte. A salvo. Estoy más preocupada por Nigel. Ese
fuego...
—Huele como la Fundación, ¿verdad?
—Sí.
Isabela negó con la cabeza vigorosamente.
—Profesor Nueve… pah. No puedo creerlo. Camina por ahí
mostrándose todo rudo, pero cuando se trata de Nigel y la gente asesinada
dice: Oh, lo siento, debemos escuchar a los idiotas y quedarnos aquí. Todas esas
aburridas noches planeando y cuando algo finalmente sucede, se espantan.
Oye, ¿a dónde vamos?
Taylor se había desviado del camino que las conduciría de regreso a los
dormitorios, en su lugar estaba guiando a Isabela hacia el callejón sin salida de
las pequeñas cabañas donde vivían los miembros de la facultad.
—Nueve no está completamente neutralizado todavía —respondió
Taylor. Levantó una tarjeta de acceso con el emblema de la facultad, del tipo
que abriría cualquier puerta en la Academia—. Me pasó esto disimuladamente.
—Ajá. Buen chico.
—Como yo lo veo, solo tenemos una pista que nos guíe a la Fundación.
Sé que hemos pasado los últimos meses tratando de prepararla, para que me
recluten, pero… la situación ha cambiado.
—La Dra. Linda —dijo Isabela en voz baja, una sonrisa depredadora se
extendió por su rostro—. Quieres confrontarla.
—Voy a despertarla y obtener respuestas de ella —respondió
sombríamente Taylor—. De una u otra manera.
Las dos se deslizaron entre las cabañas, las ventanas estaban oscuras,
todos dormían. Se acercaron a la cabaña en la que vivía la Dra. Linda. Tenía
algunas macetas en la puerta y un molinillo con un símbolo de la paz que
giraba perezosamente en el aire de la noche. No era exactamente la guarida de
un espía de corazón negro. «Eso es lo que la hace tan peligrosa», Taylor se recordó
a sí misma.
—Estás pensando en sacarle las respuestas, ¿no? —susurró Isabela,
leyéndole la mente—. Tortura, ¿tal vez?
Taylor frunció el ceño.
—Si eso es lo que tengo que hacer.
—Creo… —respondió Isabela, sonriendo con satisfacción—. Creo que
conozco una mejor manera.

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Fandom Legacies

EN EL OTRO LADO DEL MUNDO, UN EQUIPO DE Calebs levantó


una viga de acero sobre sus hombros y avanzó hacia adelante. Los duplicados
sudaban, con sus camisetas azul claro de la Garde Terrestre pegadas a sus
espaldas. Caleb se secó la cara, sudando también: no estaba seguro de si los
clones estaban sudando porque él lo estaba haciendo o porque realmente
tenían glándulas sudoríparas. Trató de no pensar más en preguntas raras como
esa. Él se encogió cuando recordó ese momento en clase cuando sugirió
cosechar órganos de sus duplicados.
Todavía no podía creer que él hubiera dicho eso en voz alta.
Los clones eran un ciempiés silencioso, llevando la viga por la ladera
rocosa del sitio de construcción y apilándola con las demás. Caleb tenía el
control. No hubo rezagados, expresando los pensamientos privados de Caleb.
Todos se movieron como uno solo.
Desde el viaje a casa para Navidad, Caleb se había sentido más relajado,
más centrado. Nigel habría estado orgulloso de él, pensó Caleb. Jodidamente
tranquilo como un zen, Caleb podría imaginarlo diciendo eso. Esperaba que su
amigo estuviera bien.
También esperaba que esa sensación durara.
Caleb estaba en el borde del hoyo, supervisando a sus duplicados desde
allí. Le dolían los músculos, pero no por levantar las cosas. Era el dolor
punzante que sucedía cada vez que tenía muchos duplicados activos durante
un período prolongado de tiempo. Habían estado allí toda la tarde, Caleb y los
demás haciendo el trabajo de todo un equipo de construcción por su cuenta.
Estaba de pie en el borde de lo que solía ser la Casa de la Ópera de
Sydney. Caleb había visto fotos del lugar, las capas de hormigón superpuestas
que parecían bocas de tiburones que salían del océano. Había sido un lugar
fantástico, al menos hasta que una nave de guerra mogadoriana lo convirtió en
un cráter.
Y ahora estaban aquí para reconstruirlo. Esa era la primera misión de
Caleb como miembro de la Garde Terrestre: viajar por el mundo y ayudar a
las áreas que aún se están recuperando de la invasión mog.
Caleb se giró para mirar el agua, sonriendo cuando una brisa fresca le
picaba la piel con niebla. El tío Clarence le había advertido que vigilara
cualquier cosa sospechosa mientras estaba asignado a la misión, pero no había
nada de eso aquí.
Estaban haciendo un buen trabajo. Ayudando a personas reales.

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Fandom Legacies
—Uh, disculpe —dijo una voz al codo de Caleb—. Eres tú. . . ¿el que
está a cargo?
Caleb se giró y encontró a un hombre bajo y de mediana edad a su lado,
con una placa laminada alrededor del cuello que lo identificaba como un
periodista. Cinco camionetas llenas de ellos se habían presentado hace una
hora, estaban allí para una sesión de fotos pre-planificada y para escribir una
cobertura positiva sobre los esfuerzos humanitarios de la Garde Terrestre.
Ninguno de ellos le había prestado mucha atención a Caleb hasta ahora.
—¿A cargo de…? —Caleb preguntó.
—Ellos —dijo el periodista, haciendo un gesto a la masa de clones que
actualmente llevaban otra viga de acero al pozo.
—Sí —dijo Caleb. Él sonrió y extendió una mano—. Soy Caleb Crane,
señor. Duplicador. ¿Qué puedo hacer por usted?
—Sí, es un placer conocerte. —El periodista rápidamente le estrechó la
mano—. ¿Te importaría quitar tus duplicados del medio por un tiempo? Son
visualmente confusos y un poco, um, espeluznantes.
—Oh —respondió Caleb—. Sí. Lo siento.
Caleb intentó no tomarse la solicitud personal. Sabía que él no era la
principal atracción aquí. Ese honor le pertenecía a Melanie Jackson, la hija
rubia y de ojos azules del presidente Jackson que había guiado a Estados
Unidos durante la invasión mogadoriana. A través de los ojos de sus duplicados,
Caleb la vio en el centro del sitio de la construcción, con el cabello recogido
con un pañuelo y una camiseta recortada que mostraba sus brazos
bronceados. Llevaba un trozo de tubería roto en el hombro, parte de las obras
que estaban limpiando, la carga de quinientas libras sostenida con una
facilidad imposible mientras conversaba casualmente con los periodistas.
Para Caleb, Melanie parecía casi tan extraña como los mogadorianos. Ella
era una celebridad. La cara de la Garde Terrestre. Siempre tan genial y serena.
Ella incluso sudaba en la cantidad perfecta. Con la prensa alrededor, sonreía y
era sociable, pero en el hotel en el que se estaban quedando, era reservada.
Caleb estaba bastante seguro de que ella ya se había olvidado de su nombre.
Caleb envió una instrucción mental a sus duplicados para que dejaran la
viga de acero que arrastraban y se alejaran del fondo de Melanie. Tal vez
estaba distraído o tal vez la petición del periodista lo molestó más de lo que se
dio cuenta. De cualquier manera, en lugar de colocar suavemente la viga, sus
clones simplemente la dejaron caer sobre la pila.
El ruido resultante fue agudo y fuerte, como si estuvieran golpeando
con un enorme martillo.
Casi todos en el sitio de la construcción se estremecieron.
Melanie hizo más que eso. Ella arrojó la sección de la tubería de su
hombro y se lanzó para cubrirse detrás de una pila de escombros. Era como si
hubiera sido atacada.

125
Fandom Legacies
De repente, todo se volvió lento para Caleb. La sección de tubería cayó
hacia un par de reporteros que se movían lentamente, era lo suficientemente
grande como para aplastarlos. Protegieron sus caras y gritaron.
La tubería se detuvo. Suspendida en el aire. Telequinesis, pero no de
Caleb. Y definitivamente no de Melanie.
—¡La tengo! —gritó Daniela Morales con una sonrisa atrevida—. Solo
una pequeña demostración de trabajo en equipo para ustedes.
Daniela. Caleb se sintió aliviado al verla en su primer día, incluso si la
última vez que se habían encontrado ella había convertido sus pies en piedra.
Él estaba aún más aliviado de verla ahora. Había estado en el hoyo usando su
visión de piedra para apuntalar una sección recuperable de la base, otro
compañero de fondo para Melanie. Pero, uno más útil que Caleb. Con su
telequinesis, dejó la tubería en un montón de chatarra cercano. Peligro
evitado, Daniela se apresuró a hacer una reverencia extravagante para la
cámara, provocando una risa aliviada por parte de los periodistas y un puñado
de aplausos. Ella hizo que pareciera que todo el incidente fue intencional.
Caleb soltó un suspiro de alivio.
Una secretaria de prensa asignada por los Pacificadores pronto estuvo
en la escena y les dijo a los reporteros que Melanie y los otros garde estaban
cansados y que era hora de decir que era hora de terminar por hoy. Melanie,
que ya no se escondía detrás de los escombros, saludaba temblorosa a su
audiencia mientras era acompañada por media docena de Pacificadores
armados. Daniela se sacudió el polvo de las manos y trepó por la ladera rocosa
hasta donde Caleb estaba torpemente de pie. Ninguno de los persistentes
reporteros les prestó atención.
A pesar de que ella tenía la misma edad que Caleb, se sentía como si
fuera mayor… Daniela actuaba como si lo hubiera visto todo. Bueno, una vez
luchó contra un monstruo mogadoriano de cincuenta pies de altura diseñado
específicamente para matar a la garde, así que, Caleb supuso, en cierto modo lo
había hecho. Daniela fue una de los primeros humanos garde en ponerse en
contacto con los lorienses. Había luchado junto a John Smith en la batalla de la
ciudad de Nueva York. Había historias de que ella incluso le había salvado la
vida. Debido a su amistad con John y su experiencia en el campo —incluso si
esa experiencia fueron en realidad solo un par de días locos— se le permitió a
Daniela saltarse la Academia e ir directamente a la Garde Terrestre.
Mientras se acercaba, Daniela se sacó un dedo de la oreja y sonrió
juguetonamente a Caleb.
—Esa mierda me rompió el tímpano, amigo —se quejó—. Tus clones
tienen dedos de mantequilla.
—Lo siento —respondió Caleb, frotándose la parte posterior de su
cuello—. Me distraje.
—Estoy jugando contigo. Relájate.
Estaban el uno al lado del otro en el borde del sitio. En el otro lado del
hoyo, Melanie y su séquito ya habían llegado a donde estaban estacionados los

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Fandom Legacies
vehículos blindados. Se marcharon, dejando a un puñado de Pacificadores y
un par de autos detrás para Caleb y Daniela.
—No quise asustarla —dijo Caleb en voz baja.
Daniela resopló.
—No es tu culpa. La chica es demasiado nerviosa. La semana pasada
estuvo a punto de abrir un agujero en el pecho de un pobre tipo porque
estaba parado cerca cuando un auto salió disparado.
—¿En serio?
—Sí. Sin embargo, no pondrán esa mierda en ninguno de los
comunicados de prensa.
Los dos comenzaron a rodear el sitio de la construcción, tomándose su
tiempo.
—¿Por qué es ella así? —Caleb preguntó, mirando a su alrededor—. Sé
que llevo aquí solo un par de días, pero esto no parece ser un trabajo muy
estresante.
Daniela se colocó una trenza detrás de la oreja y su rostro se puso
sombrío.
—¿No te dijeron lo que pasó el año pasado?
Caleb negó con la cabeza.
—Ella estaba haciendo trabajo comunitario en Filipinas. Algunos locos
la atacaron. Incluso secuestraron al chico con quien estaba trabajando. Algún
italiano. Un sanador.
Vincent Iabruzzi. Caleb conocía el nombre y el incidente de la
información que los Seis Fugitivos habían reunido sobre la Fundación. Taylor
se había encontrado con el chico cuando estaba en Abu Dhabi. Caleb no sabía
que Melanie estaba presente el día que se llevaron a Vincent.
—¿Lo están buscando? —preguntó—. O, quiero decir, ¿lo
encontraron?
Daniela bajó la voz, a pesar de que no había nadie cerca.
—Intentan evitarnos cosas desagradables porque Melanie es muy
sensible, pero uno de los Pacificadores me dijo que encontraron su cuerpo en
la jungla. Tuvieron que identificar al pobre chico por los registros dentales.
Supongo que los Pacificadores atraparon a los locos que lo hicieron. Algún
culto que pensó que podrían robar sus “poderes mágicos”.
—Wow —dijo Caleb—. ¿Cuándo lo encontraron?
—Unas pocas semanas después de que se lo llevaron —respondió
Daniela—. No le digas nada a Melanie. Todavía tiene esperanzas y la Garde
Terrestre quiere mantenerla feliz.
Unas pocas semanas. Caleb negó con la cabeza. La línea de tiempo no
tenía sentido. Taylor conoció a Vincent en los Emiratos Árabes Unidos
mucho después de eso. El cuerpo debe haber sido una falsificación plantada
por la Fundación y el culto fue utilizado como chivo expiatorio como lo
habían sido los Segadores.

127
Fandom Legacies
—Todo lo que hemos hecho es ayudar, pero algunas personas ya odian
a los de nuestra especie —continuó Daniela, malinterpretando el rostro
solemne de Caleb—. Sabes todo sobre eso, ¿eh?
Daniela le dio una significante mirada, probablemente pensando en el
encuentro de Caleb con los Segadores. Ella había estado allí para esa batalla,
pero ¿cuánto sabía ella sobre quién estaba realmente detrás de todo, quién
había puesto en movimiento ese conflicto? ¿Sabía Daniela acerca de la
Fundación? A pesar de que Caleb sentía que podía confiar en Daniela,
mantuvo la boca cerrada.
—Sí —respondió Caleb—. Todo está hecho un desastre.
—Uh-huh. De todos modos, en caso de que aún no te hayas dado
cuenta, no estamos aquí para ayudar a construir cosas y para quedar en el
fondo de las imágenes.
—¿No lo estamos?
—¿El jet lag te hace tonto? —ella le dio un codazo juguetonamente—.
Estamos aquí para vigilar a la Miss Garde Terrestre. En caso de que algo más
se caiga. Fuerte como es, nunca pisó la Academia. Nunca corrió por su vida
durante una emboscada mog. Ella no es tan dura como nosotros, y los
superiores lo saben. Pero ella es jodidamente vendible y hace que las personas
se sientan seguras. Ellos también saben eso.
—Entonces, ¿somos como guardaespaldas? —Caleb miró a Daniela—.
Ellos. . . ¿ellos te dijeron todo esto?
—No soy estúpida. Junté las piezas. Quiero decir, obviamente también
nos quieren aquí porque tenemos legados útiles para el Tour Mundial de
Reparación de la Civilización. Pero también estamos aquí para mantener a
Melanie a salvo. Tal vez para evitar que pierda los estribos, cuando sea
posible.
—Diablos —dijo Caleb—. Me siento peor ahora por provocar ese
estruendo.
Daniela le dio una palmadita a Caleb en el hombro cuando llegaron a
los autos.
—No es un mal trabajo, ser sus compañeros. Ayudamos a mucha
gente, viajamos por el mundo. ¿Alguna vez pensaste que ibas a venir a
Australia?
—De ninguna manera —dijo Caleb, sonriendo ahora, aliviado de que
se estaban moviendo a temas menos pesados.
—Sí, yo tampoco. Nunca antes había estado en Staten Island antes de
que todo esto —dejó que sus ojos brillaran plateados, el signo revelador de
que ella había activado su Legado— ocurriera.
—Bueno, todavía no he estado en Nueva York —respondió Caleb.
—No te preocupes. Irás. Esa es la otra cosa buena de este detalle —
continuó Daniela—. La princesa Melanie necesita muchas vacaciones. Casi
todo el tiempo que ella quiera. Y tenemos que seguirla, ya que básicamente
somos los únicos amigos que ella tiene permitido tener.

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Fandom Legacies
Las cejas de Caleb se arrugaron ante eso. Melanie no le había parecido
muy amigable hasta ahora. Ella actuaba como si él y Daniela ni siquiera
estuvieran allí. Había pensado que socializar en la Academia había sido difícil,
pero esto era otro nivel de dificultad.
Un Pacificador los saludó y abrió la puerta trasera de un SUV. Caleb le
devolvió el saludo, luego se subió detrás de Daniela. Ella todavía estaba
hablando.
—Después de Sydney, escuché que volveremos a los Estados Unidos.
Un amigo rico de la familia de Melanie ofreció hospedarnos en su casa de
playa. Está en Florida, lo cual… —Daniela hizo una mueca—.
Definitivamente devalúa a Australia. Aun así, debería ser un tiempo de
descanso.
Caleb se reclinó y dejó que el aire acondicionado lo cubriera. Su piel
estaba caliente por estar bajo el sol todo el día, sus átomos temblando por
pasar tanto tiempo usando sus duplicados.
—¿Qué hombre rico? —Caleb pensó preguntar, abriendo un ojo para
mirar a Daniela.
—Creo que Melanie dijo que su nombre es Sydal. Wade Sydal.

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Fandom Legacies

LA DR. LINDA DORMÍA ACURRUCADA SOBRE SU COSTADO. LAS


tablas del piso crujieron bajo los pies de Taylor mientras se acercaba a la cama
de la mujer. La psiquiatra se removió. Taylor no hizo ningún esfuerzo por
ocultar sus pisadas. Mientras la Dra. Linda parpadeaba despertándose, Taylor
colocó una mano sobre la boca de la mujer, suave pero firme.
—Por favor, no grite —dijo Taylor—. Necesito su ayuda.
Taylor abrió mucho los ojos, la parte blanca brillaba en la casi oscuridad
del dormitorio de Linda. Ella forzó su mano a temblar, sabiendo que Linda
sería capaz de sentir el temblor. Quería parecer desesperada y acorralada.
Después de semanas de perfeccionar su actuación ruda, Taylor no estaba
totalmente segura de poder lograrlo.
Las manos de Linda todavía estaban clavadas debajo de la sábana.
Taylor había revisado la habitación rápidamente antes de despertarla. No
encontró armas, solo novelas, velas perfumadas y colecciones de crucigramas.
También estaba la tablet que portaba toda la facultad, la que estaba conectada
a los sistemas de la Academia. Linda podría convocar a los de seguridad con
eso. Aun así, Taylor la había dejado en su mesita de noche al alcance de la
mano.
Era importante que Linda se sintiera como si tuviera el control.
Si hubo un brote momentáneo de pánico al ser despertada por Taylor
cerniéndose sobre ella, Linda lo había aplastado. Sus ojos ahora miraban a
Taylor con la tranquilidad habitual, como si estuvieran en sesión. Ella asintió
con la cabeza. Estaría callada.
Taylor quitó su mano y dio un paso atrás. Linda se sentó en la cama,
pero no agarró su tablet. Nadie consideraría a la terapeuta como una presencia
intimidatoria, y con su pijama de franela extra grande, su cabello canoso todo
revuelto y despeinado, Taylor solo podía pensar en lo frágil que se veía. Difícil
de creer que esta mujer podría ser su enemiga.
—Taylor… —dijo la Dra. Linda en voz baja—. Esto es altamente
inapropiado.
—Lo sé, lo sé… —Taylor se paseaba de un lado a otro delante de la
cama de Linda y se pasaba las manos por el cabello. La mujer la miró,
firmemente. Taylor esperaba que no estuviera exagerando—. No sabía a
dónde más ir, qué hacer. . . ellos se llevaron a Kopano y Ran.

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Fandom Legacies
No fue difícil forzar la emoción en su voz. Robarse a sus amigos,
llevándose a Kopano justo cuando estaban empezando a acercarse… Taylor
no estaba segura de poder perdonar a la Garde Terrestre por eso. «Usa eso —
Isabela le había dicho afuera de la casa de la Dra. Linda—. Hazla creer».
—Sí. Recibí un memo sobre eso —respondió Linda con mesura—.
Creo que lo llaman custodia de protección. Es por su propio bien…
—¡Esto ya es custodia de protección! —espetó Taylor—. ¡Ya somos
prisioneros! Y esto solo muestra. . . solo muestra que la Garde Terrestre hará
lo que quiera con nosotros. En realidad, no les importa. Solo somos… armas.
—Ahora, Taylor, entiendo que estés molesta. . .
Taylor se cubrió la cara con las manos.
—Debería haber escuchado a la Fundación. Tenían razón sobre todo.
Linda se quedó callada. Taylor la miró a través de sus dedos. Tenía la
boca curvada hacia un lado, los ojos entrecerrados mientras estudiaba a
Taylor.
—¿Por qué viniste aquí? —preguntó Linda. Su voz no delató nada.
—No sabía a dónde más ir —dijo Taylor temblando. Ella respiró
profundamente para hacer que pareciera que estaba tratando de controlarse. Si
esto iba a funcionar, Linda necesitaba creer en la siguiente parte—. Fui a
enfrentar a Nueve sobre lo que les sucedió a mis amigos. Fuera de su oficina,
los escuché a él y al Dr. Goode hablando. También me enviarán a la prisión
de la Garde Terrestre a la que enviaron a los demás. Temen que la Fundación
intente llevarme de nuevo y no quieren poner en peligro a los demás
estudiantes. Hablaron sobre cuán segura estaría allí porque la seguridad es
impenetrable. Porque soy una sanadora, dijeron, soy demasiado valiosa para
que me pierdan. No les importa… ¡no les importa lo que yo quiera!
—Hmm —fue todo lo que la Dra. Linda dijo en respuesta. Levantó su
tablet y la encendió, pero para alivio de Taylor, no llamó a los de seguridad.
En cambio, parecía que estaba revisando sus mensajes.
—Sé… sé que he sido una molestia últimamente. —Taylor siguió con
su rogar—. Sé que he hecho que parezca que no quiero estar aquí. ¡Pero
preferiría quedarme aquí que estar en una prisión de la Garde Terrestre por el
resto de mi vida! Por favor, ¿puedes decirles? ¿Puedes decirles que seré buena?
—Cálmate —respondió Linda—. Estoy mirando tu archivo. Aquí no
hay nada acerca de que te transfieran.
—Lo juro, yo…
Taylor saltó teatralmente mientras alguien golpeaba ruidosamente la
puerta de Linda.
Justo a tiempo.
Las cejas de Linda se dispararon y ella se levantó de la cama. Taylor la
interceptó antes de que pudiera irse lejos, aferrándose desesperadamente a sus
brazos.
—¡Son ellos! —susurró—. ¡Por favor! ¡Por favor, no les digas que estoy
aquí!

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Fandom Legacies
—Está bien —dijo Linda—. Quédate aquí.
Taylor la dejó ir y la observó, mirando por la esquina de la puerta de la
habitación de Linda, mientras la psiquiatra se arreglaba el pijama y fue a
atender el llamado. Abrió la puerta principal lo suficiente como para ver a
Nueve allí de pie, apoyado en el marco, sonriendo con aire de suficiencia.
—Que tal, Linda —dijo Nueve—. ¿Te desperté?
Linda fingió un bostezo.
—Sí, pero está bien. ¿Qué pasa?
—Taylor Cook no está en su dormitorio —dijo Nueve—. La Garde
Terrestre decidió transferirla con los demás después de todo. Creemos que
ella podría haber cogido viento y escaparse de nuevo. Tratamos de mantener
esto en un perfil bajo por el momento. No se va a ver bien si dejo que la
misma tonta salga de aquí dos veces. Pero. . . ¿alguna idea de adónde podría
haberse ido?
Linda vaciló. El momento de la verdad. Taylor había sentado las bases
con su historia y ahora Isabela —bajo el disfraz de Nueve— la hizo parecer
real. Si Linda realmente estaba espiando para la Fundación y si realmente
querían que Taylor volviera, entonces Linda tendría que actuar.
—Déjame vestirme —le dijo Linda a Nueve—. Te veré en el edificio de
administración.
—Date prisa, ¿de acuerdo? O va a ser mi trasero el que…
Linda cerró la puerta en su cara. Ella se volvió hacia Taylor.
—Tenemos que movernos rápidamente —dijo.
—¿Qué…? —Taylor siguió haciéndose la tonta—. ¿Qué vamos a
hacer?
Linda no dijo nada mientras se agachaba en su sala de estar. Apartó una
alfombra y levantó una tabla suelta. Linda buscó en el espacio y sacó un
teléfono satelital. Su dedo vaciló sobre los botones mientras miraba a Taylor.
—Puedo llevarte a la Fundación —dijo Linda—. Si estás segura de que
eso es lo que quieres.
Taylor se sorprendió. Había algo en la voz de Linda… sonaba
conflictiva, como si no quisiera que Taylor tomara esta decisión.
—¿En serio? —preguntó Taylor—. Tú eres…
—Sí —dijo Linda rápidamente—. ¿Debo hacer la llamada?
Taylor asintió, haciendo todo lo posible para parecer sincera.
—¡Sí! ¡Gracias a Dios! Lo que están ofreciendo… definitivamente es
mejor que aquí. Tienen razón sobre la Garde Terrestre. Sobre todo.
—Hm —dijo Linda sin comprometerse. Luego, marcó un número
preprogramado en el teléfono satelital. Alguien respondió al primer
timbrazo—. Tengo una emergencia —dijo Linda.
Una pausa. Taylor podía escuchar la voz de un hombre. Él sonaba
cortante y disgustado.
—Lo sé —respondió Linda—. Lo sé. Pero están transfiriendo a Cook
esta noche. —Una pausa—. A algún lugar más seguro que aquí. No lo sé. —

132
Fandom Legacies
Otra pausa—. No. Mi fachada está intacta. Solo Cook lo sabe. —Pausa—. Sí,
ella está aquí conmigo. —Una respuesta aguda del hombre en el teléfono, lo
suficiente como para hacer que Linda se estremeciera—. Puedo verte esta
noche, sí. Déjame escribirlo. —Linda agarró uno de sus crucigramas y anotó
una dirección en el margen—. Está bien —dijo Linda dócilmente, luego colgó
el teléfono satelital.
La psiquiatra respiró temblorosamente y luego devolvió el teléfono a su
escondite bajo las tablas del suelo. Taylor dio un paso hacia ella.
—¿Está todo bien?
—Tengo que irme —respondió Linda—. Quédate aquí. La Fundación
enviará a alguien a buscarte.
—¿Quién?
—No lo sé. No tenemos permitido cruzar caminos. Ellos te sacarán.
Había alguien más. Otro espía de la Fundación. Alguien capaz de
sacarla sigilosamente del campus. Casi había esperado que Linda la metiera de
contrabando en la cajuela de su auto. Esto complicaba las cosas.
Linda desapareció en su habitación para cambiarse. Volvió unos
minutos más tarde, Taylor todavía estaba estupefacta… aunque no todo era
fingido esta vez. Linda agarró las llaves de su auto y el pedazo de papel en el
que había escrito la dirección. Luego, se paró frente a Taylor.
—¿Por qué…? —Taylor preguntó—. ¿Por qué no me dijiste que
trabajabas para ellos?
—Estoy segura de que puedes adivinar la respuesta a eso —respondió
Linda. Puso su mano suavemente sobre el hombro de Taylor—. No debería
decirte esto. Es. . . es muy tarde para cambiar algo. Pero debes tener cuidado
con estas personas de la Fundación, Taylor. Quizás puedan ofrecerte una vida
mejor que la Garde Terrestre. Tal vez eso es verdad. Pero son peligrosos.
Taylor no había esperado esto.
—Lo… lo sé.
La Dra. Linda siguió hablando, mirando a través de Taylor como
siempre hacía. Taylor tuvo la sensación de que Linda nunca había dicho estas
palabras en voz alta antes.
—Dos meses después de que me ofrecieron el trabajo con la Garde
Terrestre, mi hermana se enfermó. Un tumor cerebral Un hombre de la
Fundación se puso en contacto conmigo, dijo que podrían curarla si les
informaba sobre los estudiantes aquí. Yo… —Linda miró hacia abajo,
parpadeando—. Sabía que no era ético. Pero mi hermana tiene tres hijos. Yo
no tengo ninguno, ya sabes… pero imaginé que mis sobrinos y sobrinas
crecerían sin su madre y…
Linda se fue callando. Una sensación de frío se apoderó de Taylor. En
las semanas transcurridas desde que los Seis Fugitivos se dieron cuenta de que
la Dra. Linda era la espía, la habían convertido en una villana traicionera. Pero
ella no era para nada eso. Era solo otra víctima de la Fundación.

133
Fandom Legacies
Antes de que se desarrollara mucha simpatía, Taylor recordó su papel.
Aún necesitaba que la Dra. Linda pensara que creía en la filosofía de la
Fundación.
—La curaron, ¿verdad? —preguntó ella—. ¿Cumplieron su promesa?
—Sí. Enviaron a alguien como tú. —Linda le apretó el brazo—. Pero
mi parte del acuerdo, bueno. . . parece que nunca terminará. Un trato hecho
con estas personas, dudo sobre el uso de la metáfora, pero es como vender tu
alma. Espero que sepas en lo que te estás metiendo.
—Yo… estaré bien —respondió Taylor, pero la Dra. Linda ya se había
alejado. Sin decir una palabra, ella salió por la puerta principal, dejando a
Taylor sola en su pequeña casa.
«Quédate aquí. Quédate aquí y espera a alguien. ¿Pero quién? ¿Y cuánto tiempo?»
Linda le había dicho al hombre por teléfono que la transferirían esa noche.
Eso significaba que la Fundación actuaría rápidamente.
El primer movimiento de Taylor fue descubrir la tabla suelta y agarrar
el teléfono satelital de Linda. Solo había un número programado allí. Puso el
teléfono sobre la mesa de café, a plena vista. Quizás Isabela podría venir aquí
y agarrarlo, mostrárselo a Nueve y a Lexa para que puedan rastrear el número.
Isabela. Ella había hecho su parte, pretendiendo ser Nueve. Se suponía
que debía estar escondida afuera, vigilando. ¿Qué pensaría ella de la Dra.
Linda al irse de la casa? Taylor fue a una de las ventanas para tratar de hacerle
señas a Isabela, hacerle saber que todo iba como lo planeado. Bueno, algo así.
¿Cómo le comunicaría que un segundo espía de la Fundación estaba en
camino? Si veían a Isabela, todo el juego podría darse por perdido.
Taylor se acercó a una de las ventanas. Entró una brisa fresca,
removiendo algunos de los papeles de la Dra. Linda. Echó un vistazo afuera,
pero no pudo ver a Isabela en la oscuridad.
—Taylor.
Se giró al oír la voz de un chico detrás de ella. Miki estaba de pie en el
medio de la sala de estar de la Dra. Linda, su diminuta forma vestida con una
camiseta sin mangas y pantalones cortos de baloncesto como si acabara de
salir de la cama. Parecía cansado y Taylor pensó que vislumbró la
incertidumbre en sus ojos oscuros.
—Miki —dijo Taylor, tratando de no parecer demasiado sorprendida—
. ¿Tú eres…?
—Sí —dijo rápidamente—. Se supone que debo sacarte de aquí.
—¿Cómo. . .?
«¿Cómo entraste aquí? ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para la Fundación?
¿Cómo te reclutaron? ¿Cómo se supone que un tweeb me ayude a escapar de la Academia?»
Estas preguntas causaron un atasco de tráfico en el cerebro de Taylor, por lo
que terminó de pie allí mirando tontamente a Miki.
—Es mejor si no hablamos aquí —dijo. Dio un paso adelante y le
tendió la mano a Taylor—. Sujétate.

134
Fandom Legacies
—¿Sujetar? —Taylor tentativamente tomó su mano—. Miki, ¿qué es lo
que haces?
—Me convierto en viento.
—¿Qué?
—Al principio se sentirá raro —respondió Miki—. Trata de no entrar
en pánico.
Taylor intentó hacer una pregunta complementaria, pero su boca se
había ido. Todo su cuerpo había desaparecido. Ella era ingrávida, estaba
desorientada y mareada. Su visión se amplió… podía ver toda la habitación de
la Dra. Linda a la vez, una vista completa de 360 grados. Se retorció y se
levantó, giró y circuló. Si todavía tuviera estómago, probablemente habría
vomitado.
Aún podía sentir a Miki. Él la sosteniendo, a pesar de que ya ninguno
de ellos tenía manos. Estaban entrelazados. Todo esto era
desconcertantemente íntimo.
Luego comenzaron a moverse y Taylor se olvidó de todo eso. Salieron
a través de la ventana de la Dra. Linda, volaron bajo y luego salieron a toda
velocidad a través de la Academia. Pronto, tomaron altura y siguieron
ascendiendo. Una hoja quedó atrapada con ellos; se sentía extraño y espinoso.
La experiencia le recordó a Taylor a ir en la camioneta de su papá cuando
colgaba su brazo por la ventana y lo dejaba cabalgar en el viento.
Solo entró en pánico un poco, cuando se dio cuenta de que no podía
respirar. Sin embargo, no necesitaba respirar. Ella era aire. Aun así, no tener
esas funciones que damos por sentado, realmente no tener un cuerpo… era
complicado de asimilar en la mente.
Y luego estaban en la playa, a treinta y dos al norte de la Academia.
Estaba oscuro y ella era humana otra vez, estaba sobre sus manos y rodillas,
jadeando por aire y tratando de no vomitar por el mareo. Escupió en la arena,
jadeando.
—¿Estás bien? —preguntó Miki. Estaba parado a unos pies de
distancia, luciendo inestable pero casi sereno.
—Dios, una pequeña advertencia habría sido agradable.
—Te advertí.
—Un poco más de advertencia.
—Lo siento —respondió Miki—. Sé que es difícil acostumbrarse. Y no
puedo practicar muy a menudo, ya que no tengo permitido mostrárselo a los
instructores.
Taylor se sentó en la arena, recuperando el aliento y lo miró, tratando
de analizarlo. Él la sorprendió mirándolo y frunció el ceño.
—Entonces, ¿cómo has convencido a la Dra. Linda? —preguntó.
Las manos de Taylor se tensaron.
—¿Qué quieres decir?
—Sé que ella se creyó ese acto que has estado haciendo desde que
ustedes volvieron —respondió Miki—. Pero… soy el viento, ¿sabes? He

135
Fandom Legacies
pasado por todos los conductos de aire en la Academia. Vi el escondite
subterráneo de tus amigos.
Taylor tragó saliva. Ella se levantó lentamente y se cuadró con Miki.
Era un maestro en telequinesis y probablemente podría llevarla al mar y
dejarla caer con su extraño legado de viento. Pero si ella tenía que luchar, lo
haría.
—Tranquila —él dijo, levantando sus manos—. No se lo dije a nadie. Y
no lo haré. La Fundación tiene algo conmigo, pero no estoy de su lado.
Taylor lo miró, incrédula.
—Si sabías de nosotros, si no estás de su lado… ¿por qué no nos lo
dijiste? Podríamos haberte ayudado. Podrías habernos ayudado.
Miki miró hacia el océano.
—Obviamente no confío en ellos, pero esta noche es la primera vez
que realmente me piden que haga algo. Me llamaron por un teléfono celular
que me trajeron de contrabando, me dijeron que era urgente que te ayudara a
escapar. Supuse que tu plan finalmente había funcionado.
—Eso no responde mi pregunta.
Miki se encogió de hombros.
—No quería acercarme a ustedes chicos hasta que. . . bueno, hasta que
estuviera seguro de que podrían detenerlos. Sin ofender.
Taylor frunció sus labios.
—Algo de ofensa tomada.
En el océano, la luz de un pequeño bote rompió la oscuridad. Parpadeó
tres veces, se oscureció por unos segundos y luego parpadeó tres veces más.
—Ese es tu transporte —dijo Miki.
Taylor negó con la cabeza en silencio. Habían pasado unos treinta
minutos desde que irrumpió por primera vez en la casa de la Dra. Linda. La
Fundación había organizado esta extracción en menos tiempo de lo que toma
cocinar una pizza.
Miki extendió su mano.
—Te llevaré volando, si estás lista.
—Mejor que nadar —respondió Taylor, tratando de recuperar algo de
la energía ruda que la había llevado hasta aquí. No era fácil… esto realmente
estaba sucediendo. Ella volvía a la Fundación. Tomó nerviosamente la mano
de Miki.
—En serio, buena suerte —le dijo—. Espero que hagas caer a estos
bastardos.
Cualquiera que haya sido la respuesta de Taylor, fue absorbida por el
viento.

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Fandom Legacies

ISABELA SILVA NO PENSABA EN ELLA MISMA COMO UNA


heroína. Diablos, no.
Sabía que algunos de sus amigos pensaban eso de sí mismos. Kopano,
Taylor y Nigel, seguro. Incluso Ran, probablemente, aunque fuera muy
pacifista como para decirlo. Caleb, bueno, probablemente no sabía qué pensar
de sí mismo, ese era su propio dilema. En todo caso, aunque no lo admitían,
ella sabía que sus amigos se consideraban a sí mismos como la segunda venida
de la garde loriense. Eran un pequeño grupo que luchaba contra un poderoso
enemigo en un conflicto secreto, con sus vidas y, potencialmente, el destino
de la humanidad en juego. El Profesor Nueve, el gran idiota, alentaba este
pensamiento con su escondite secreto y entrenamiento especial.
A Isabela eso no le importaba una mierda. La Fundación era gente
mala, claro. Los Segadores eran prácticamente los peores pedazos de basura
humana que jamás había conocido. Y dado el tiempo suficiente y menos
supervisión, Isabela estaba segura de que más de sus compañeros garde se
pudrirían como ese tipo Einar.
En resumen, Isabela sabía que el mundo estaba lleno de gente mala.
Jamás estaría no lleno de gente mala. Sus amigos pensaban que podrían hacer
alguna diferencia y eso era lindo, pero Isabela sabía que eso nunca sucedería.
Siempre habría una próxima batalla, un próximo tipo malo.
Entonces, si ella era tan cínica, ¿Por qué estaba escondida en los
arbustos junto a la casa de la Dra. Linda, vigilando?
Para empezar, era menos aburrido que estar sentada en su habitación
haciendo la tarea.
Pero también estaba ahí por la misma razón por la que había estado
paseando con el resto de los Seis Fugitivos, a pesar de que en su última
aventura sólo consiguió que le dispararan. Ellos eran sus amigos. Isabela
podría haber sido una cínica, pero también era leal.
En las sombras fuera de la casa de Linda, Isabela dejó caer su máscara.
Tocó las ásperas ondulaciones de la cicatriz de su mejilla quemada. Ellos
habían visto esta cara, su verdadera cara… y no la juzgaron. Ellos la
aceptaron.
Entonces, ella aceptaría sus tontas fantasías de héroe y los ayudaría a
evitar que terminaran muertos. Al menos eso hacía la vida emocionante.

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Fandom Legacies
Movimiento. Alguien estaba saliendo de la casa de la Dra. Linda.
Isabela cortó con su ensoñación, puso los ojos en blanco ante su propio auto-
reflejo y rápidamente cambió de forma de vuelta a su versión sin cicatrices.
Era la psiquiatra quien salía. Sola. Isabela frunció el ceño. ¿Su plan
había funcionado? La Dra. Linda caminó por el sendero que conducía fuera
de la villa de la facultad, hacia el edificio de administración. Linda le había
dicho a Isabela —cuando tenía el aspecto de Nueve— que iría allí para ayudar
a buscar a Taylor.
No podía permitir que Linda fuese a hablar con el verdadero Nueve, no
hasta que Taylor se contactara con la Fundación. Pero Taylor todavía estaba
dentro. ¿Se suponía que ella debía esperar allí o…?
—Merda —se quejó Isabela. Deberían haber planeado esto mejor.
Isabela salió de su escondite y decidió seguir a la Dra. Linda. Trotó
entre cabañas, corriendo paralelamente a Linda, adelantándose a ella. No
quería ser vista por ninguna de las cámaras de seguridad. Escogió un lugar
oscuro entre dos cabañas y esperó a que Linda la alcanzara.
—Dra. Linda —siseó Isabela—. Boa noite.
A la pequeña mujer prácticamente se le salió el corazón por la boca.
Isabela ocultó su sonrisa. Habían sido duros con ella esa noche, irrumpiendo
en su casa y luego acercándosele sigilosamente. Se lo merecía.
—Isabela —Linda bajó la voz, alejándose del camino para acercarse.
Ella actuó como si nada—. Ya ha pasado el toque de queda. ¿Por qué estás
levantada?
—¿Dónde está Taylor? —respondió Isabela sin rodeos—. ¿Vas a
ayudarla a escapar?
Isabela sabía cómo jugar este juego de mentiras. Su historia original era
que la Garde Terrestre estaba enviando lejos a Taylor. Tenía sentido que
Isabela estuviese al tanto de ello, pero no dijo que sabía que Linda era parte de
la Fundación.
—Yo... —Linda miró hacia su casa, sin estar segura de lo mucho que
debería decir—. Ya está resuelto.
—¿Qué significa eso?
Una brisa repentina sopló entre ellas. Algo en la doctora Linda tintineó.
La mujer estaba sosteniendo las llaves de su auto. Así que no iba a ver a
Nueve después de todo. Estaba huyendo.
—Taylor estará bien —respondió la Dra. Linda, tratando de encontrar
su voz autoritaria—. Tengo… un amigo mío que la está sacando del campus.
—¿Qué amigo? Tú no tienes ningún amigo.
La Dra. Linda se pellizcó el puente de la nariz.
—Por favor, Isabela. Regresa a tu habitación. Olvida que tuvimos esta
conversación.
Isabela estiró su cuello hacia la cabaña de Linda. ¿Había alguien más
allí? ¿Alguien que sacaría a Taylor? ¿Otro lacayo de la Fundación?

138
Fandom Legacies
—¿Quién es tu amigo? —preguntó Isabela—. ¿Y si yo también quiero
ir? ¿Me llevarán?
—Isabela, no. Suficiente —respondió Linda con firmeza—. Vuelve a tu
habitación o llamaré a seguridad.
—No, no lo harás.
Se miraron la una a la otra. La mirada de Linda no parecía tan
penetrante aquí en la noche. Isabela se aseguró de mantener su sonrisa de
complicidad, incluso mientras su mente aceleraba. ¿Debería dejar ir a Linda?
¿Qué sucedió con Taylor? ¿Quién vendría a buscarla y cómo saldrían del
campus?
—Isabela, necesitas responderme honestamente. —Isabela notó que la
voz del terapeuta temblaba, no con enojo sino con miedo—. Recuerdo cómo
ganaste esos tontos Juegos de Guerra. ¿Acaso eras... acaso eras tú antes?
¿Fingiendo ser Nueve?
A pesar de que Isabela era una talentosa mentirosa, la Dra. Linda seguía
siendo una mujer que leía las emociones de las personas para ganarse la vida.
La menor vacilación de Isabela le dio a Linda su respuesta.
—Oh, no —dijo, y dio un marcado paso hacia adelante—. ¿Saben
ustedes dos lo que han hecho? ¿El peligro con el que están jugando?
Antes de que Isabela pudiera responder, un rayo de luz de linterna
barrió el sendero cercano. Un solo Pacificador paseaba por allí, haciendo una
de las inspecciones que se habían convertido en rutina desde que los Seis
Fugitivos se habían escapado del campus.
Isabela agarró a Linda del brazo y tiró de ella hacia atrás por donde
había venido, a través de las sombras. Linda fue voluntariamente… no quería
que la atraparan más de lo que Isabela quería. Llegaron a la puerta de su casa,
justo por delante de la linterna del Pacificador, e Isabela usó la tarjeta de
acceso de Nueve para poder entrar. Linda respiraba con dificultad; Isabela
esperaba que no estuviese teniendo un ataque al corazón.
—¿Taylor? —gritó Isabela mientras cerraba la puerta tras ella y
empujaba a Linda al sofá.
No hubo respuesta. Su amiga se había ido. De alguna manera, la
Fundación la había llevado lejos en el lapso de unos pocos minutos.
Giró hacia la Dra. Linda.
—¿A dónde se la llevaron?
—No lo sé. Ni siquiera sé cómo la llevaron. —Linda parecía
desconcertada y agotada, su cabello rizado convertido en un desastre—. ¿Qué
están ustedes dos tratando de lograr?
Isabela chasqueó los dedos en la cara de Linda.
—Yo hago las preguntas, no tú. —Miró a Linda hasta que la mujer
asintió con la cabeza—. ¿A dónde ibas ahora?
—Gracias a tu artimaña, me iba a encontrar con Nueve…
Las fosas nasales de Isabela echaban fuego.

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Fandom Legacies
—No tiene sentido mentir, estúpido. Todos saben que eres una espía de
la Fundación. Lo han sabido por semanas, sólo te mantienen cerca para ver
qué podías arrojar. Pronto serás arrestada.
—Yo… la Fundación me hizo…
Isabela dio un amenazante paso hacia adelante.
—¿A dónde ibas?
—A encontrarme con… supongo que lo llamarías mi controlador. No
sé su nombre. Él es a quien le doy la información. Probablemente quiera saber
qué pasó aquí esta noche.
—¿Dónde te ibas a encontrar con él?
Linda le dio a Isabela una dirección escrita en la esquina desgarrada de
un crucigrama. Isabela movió los dedos.
—Las llaves del auto también.
Había otras formas de infiltrarse en la Fundación además de dejar que
te reclutaran. Isabela no iba a dejar que Taylor fuera sola a esta misión.
Quince minutos después, Isabela condujo el hatchback híbrido de la
Dra. Linda a través del estacionamiento de la facultad hacia el puesto de
control de los Pacificadores en la salida de la Academia. Además de las llaves
del auto y la dirección, Isabela también había tomado la tarjeta de
identificación de Linda y el teléfono satelital. Ella dejó a la psiquiatra
amordazada y atada en su cama. Para cuando alguien la encontrara, Isabela ya
se habría ido.
Ella se miró en el espejo retrovisor. Su piel arrugada y pálida, su cabello
un tupido gris nido de rata.
—Soy una dama inteligente —dijo Isabela, imitando la forma
pretenciosa de enunciación de la Dra. Linda—. Cuéntame sobre tu recuerdo
más antiguo. Es suficiente por hoy. Freud. Zoloft11. Emisión nocturna.
Bastante bien, decidió.
Isabela se detuvo en la puerta. Un Pacificador salió del stand, de
apariencia severa y de mediana edad, ninguno de los que Isabela había
encontrado en sus incursiones anteriores fuera del campus.
—Identificación —dijo secamente.
Isabela le entregó la identificación de Linda y él la pasó a través de un
lector de tarjetas. Ella esperó, golpeando su pie ansiosamente contra el piso.
El Pacificador giró la tablet para que la pantalla quedase frente a ella, una
imagen de un ojo superpuesto con una matriz gráfica azul.
—Escaneo de retina —dijo.
—Ah, sí —respondió Isabela. Eso era nuevo. Su ritmo cardíaco se
aceleró. ¿Su cambio de forma había copiado con precisión ese nivel de detalle?
Ella nunca había pensado en descubrirlo.

11
El Zoloft (la sertralina) es un antidepresivo perteneciente al grupo de los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina. Tiene efectos antidepresivos y ansiolíticos.

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Fandom Legacies
—Sin poder dormir otra vez, ¿eh? —dijo el Pacificador conversando
mientras su ojo era escaneado.
Así que Linda había hecho excursiones nocturnas fuera de la Academia.
¿Qué diría ella?
—Si los crucigramas no funcionan, creo que los viajes largos calman la
mente hiperactiva —dijo Isabela tan correctamente como pudo.
—Soy más del tipo sudoku —respondió el Pacificador.
Su tablet sonó. No fue un buen pitido. Era el tipo de sonido que hacía
una computadora cuando aparecía un error.
—Coincidencia inexacta —dijo el Pacificador con un suspiro.
—Tal vez parpadeé —respondió Isabela.
—Esta cosa puede ser mañosa —dijo, devolviéndole su
identificación—. Como sea. Podría tenerte aquí hasta el amanecer esperando a
que el técnico la revise.
El hombre buscó un botón detrás de él y abrió la puerta. Isabela le dio
una cálida sonrisa, luego condujo. Nunca subestimes el poder de una mujer
blanca de mediana edad para escapar del escrutinio.
Isabela condujo en la noche. Puso la dirección que había tomado de la
Dra. Linda en el GPS del automóvil. Luego, encontró una estación de música
de baile en la radio del auto y bajó las ventanillas. Sí, esta era una situación
potencialmente peligrosa y sí, ella estaba actualmente disfrazada como una
anciana con un auto muy malo… eso no significaba que no pudiera ejercer un
poco de estilo mientras navegaba hacia el sur por las carreteras costeras
mayormente abandonadas al sur de la Academia.
El recuerdo no la golpeó hasta que el viento sopló a través de su
cabello, cuánto había echado de menos estas excursiones fuera del campus y la
libertad que traían consigo. Solía hacer esto todo el tiempo antes de que la
administración se hiciera sabia, a veces sola y, a veces, con su antiguo chico
juguete Lofton, robando una identidad y un automóvil, luego conduciendo al
sur a San Francisco para festejar por una noche.
Esto era serio, se recordó Isabela.
Aun así, ahora que sabía cómo funcionaban los protocolos de seguridad
"actualizados" de la Academia, tendría que escabullirse más a menudo.
La dirección que la Dra. Linda tenía era hacia una tienda de surf en
Sausalito. La pintoresca ciudad costera estaba en silencio mientras Isabela
conducía por sus laderas, apenas si había otros autos en la carretera. A lo lejos,
a través de una fina capa de niebla, Isabela podía ver el atractivo resplandor
del Golden Gate Bridge. Ella había estado aquí antes, pero nunca se detuvo,
siempre avanzando con rapidez camino a San Francisco. Estaba a sólo una
hora al sur de la Academia. Así que la Fundación pensó que podrían
establecerse tan cerca sin problemas.
La pequeña tienda de surf estaba en un centro comercial cerca de la
costa, entre un bar de jugos orgánicos y un parque de patinaje. El
estacionamiento estaba vacío. Isabela se detuvo y esperó, cambiando la

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Fandom Legacies
estación a una aburrida mierda clásica. Trató de verse lo más ansiosa y
nerviosa posible, en caso de que el contacto de Linda con la Fundación ya
estuviera allí y estuviera observándola desde cerca.
Ella no tuvo que esperar mucho. Un auto de gran potencia color sangre
pronto merodeó por el estacionamiento, el motor sonaba como un gato de la
jungla. Incluso si no hubiera estado oscuro, las ventanas del automóvil estaban
teñidas, por lo que Isabela no tenía forma de discernir quién estaba dentro.
—Lindo auto —murmuró mientras el Camaro se detenía junto al
asqueroso auto de Linda.
Isabela se sentó detrás del volante y esperó, sin estar segura de cuál era
el protocolo para las reuniones clandestinas de su psiquiatra con miembros de
una conspiración internacional.
Después de aproximadamente un minuto de estancamiento, el
conductor abrió la puerta del pasajero hacia el otro automóvil. Una invitación.
Isabela bajó y se arrastró hacia el Camaro, haciendo su mejor esfuerzo para
parecer encorvada y nerviosa.
—Linda, sabes que no me gusta que me hagan esperar —reprendió el
hombre mientras Isabela se subía torpemente al asiento—. Tú vienes a mí. Yo
no voy a ti.
El conductor del Camaro era un hombre de unos treinta años, de
cabello oscuro y sin afeitar, con pestañas gruesas que lo hacían lucir como si
usara delineador de ojos y una cara un poco demasiado angular para ser
realmente guapo, aunque probablemente él habría discutido sobre ese punto.
Isabela conocía a los de su tipo. Le recordó a un traficante de drogas de Río
que frecuentaba los clubes y que coqueteaba con menores de edad. Llevaba
una costosa chaqueta de cuero. Su auto olía a ambientador de coco y
cigarrillos.
—Lo siento —dijo Isabela en voz baja—. Noche difícil.
El hombre resopló.
—Oh, ¿fue difícil para ti? Me llamas con pánico, me dices que tenemos
que sacar a la chica Cook esta noche y luego… ¿qué has hecho tú? ¿Has
movido las cuerdas y has pedido favores para que eso suceda? ¿Fuiste tú? ¿O
fui yo?
—Tú —respondió Isabela.
—Correcto. Y, afortunadamente para ti, la operación ha sido exitosa.
Así que felicitaciones. Finalmente hiciste algo medianamente útil.
Después de semanas de planificación, Taylor estaba adentro. Isabela
reprimió una sonrisa.
—Tengo que preguntar, Linda…
El hombre medio giró para mirar directamente a Isabela, inclinando la
cabeza para obligarla a mirarlo a los ojos.
—¿Tu fachada se comprometió? Dijiste por teléfono… que Cook sabe
que trabajas para nosotros. ¿Alguien más lo sabe también? ¿Qué tan grande ha
sido el desastre que has hecho allí esta noche?

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Fandom Legacies
Isabela fingió considerar su pregunta.
—Tuve cuidado.
—Está bien —dijo el hombre de una manera que parecía sonar
tranquilizadora pero que Isabela podía notar que significaba que
definitivamente no estaría bien—. Si lo has arruinado, podemos protegerte.
—¿Oh, en serio? ¿Me harás desaparecer? ¿Me harás terapeuta de todos
los niños que has secuestrado?
El conductor la miró graciosamente.
—No seas tonta, Linda.
—¿Qué pasa si me descubren, hmm? —señaló un bulto en la chaqueta
del hombre que era claramente un arma oculta—. ¿Eso? ¿Me entierras en una
zanja en alguna parte?
—Yo…
—¿Y qué pasa si eres tú el que está comprometido, cabrão?
Isabela esperó una fracción de segundo para ver la alarma en el rostro
del hombre. Ella amaba ese momento. Luego, con su telequinesis, le abrochó
el cinturón de seguridad alrededor del cuello y apretó.
—¡Gah…! —el conductor se arañó el cuello con una mano y tomó su
pistola con la otra. La mano de Isabela salió disparada, agarró el pulgar del
hombre y lo giró hasta que oyó un crujir.
Aullando y escupiendo, el hombre tanteó para abrir su puerta. Isabela
relajó su dominio sobre el cinturón de seguridad lo suficiente para que él
pudiese abrir la puerta.
Antes de que él estuviera a medio cuerpo afuera, Isabela cerró la puerta
con su telequinesis. La cabeza del hombre salió por la ventana. Se desplomó
allí, con la cabeza y un hombro fuera de la ventana, con el cinturón de
seguridad todavía alrededor del cuello y cristal roto incrustado en la cara.
Inconsciente.
Ahora, Isabela se movió rápidamente. Sacar a este tonto era una cosa,
pero no quería ser vista por las autoridades locales o por algún transeúnte
cualquiera. Eso sería un desastre.
Cambió de forma a su estilo preferido, levantó sus dos pies y pateó al
tipo fuera de su auto. Salió justo detrás de él, arrastrándolo hacia el vehículo
de la Dra. Linda. Momentos después, el idiota de la Fundación estaba tendido
en la cajuela del auto de Linda, atado con jirones de su chaqueta de cuero.
Isabela revisó sus bolsillos.
En su billetera, encontró una identificación para Alejandro Regerio.
¿Era su verdadero nombre o un alias? No tenía forma de saberlo. Tenía una
dirección local, al menos, así que esa sería su próxima pista. También llevaba
trescientos dólares en efectivo, un par de tarjetas de crédito, un condón y
media docena de tarjetas perforadas por las camionetas de tacos locales.
—Sr. Fundación —murmuró Isabela—. Eres tan básico.
Ella tomó su arma y colocó la pistolera en su propio pecho. Era un
arma genial: cromo plateado y pulido, con un agarre de marfil. Su soñada arma

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Fandom Legacies
de fuego no lo había ayudado mucho. También tomó su teléfono celular, que
parecía un encendedor.
Isabela miró a Alejandro, tratando de hacerse una buena idea de su
cara. Ella lo había lastimado muy feo. Al final, ella necesitó consultar la
identificación para asegurarse de que había obtenido los detalles de sus
características correctamente.
Cuando Isabela cerró de golpe el maletero del auto de la Dra. Linda, lo
hizo como Alejandro Regerio. Técnico de la Fundación.
Eso fue fácil. Se preguntó hasta qué punto de rangos podría escalar así.
Arruinar la ventana de Alejandro había sido un descuido. Cierto, había
sido totalmente rudo y se sentía genial, pero ahora Isabela tenía que quitar
todos los cristales rotos del asiento, y ya no podía subir la ventana.
Con suerte, él tenía otro auto guardado por el camino. Parecía ser de
ese tipo.
Isabela condujo hacia la dirección en la identificación de Alejandro. No
estaba lejos, sólo unos treinta minutos por las colinas, de acuerdo con el GPS.
Condujo como imaginaba que Alejandro lo haría, encorvado, con el codo
sobresaliendo por la ventana, cambiando de marcha con una fuerza exagerada
como si estuviera en una película de carreras callejeras. Entrando en el
personaje. Ella sólo había conocido al hombre por unos pocos minutos, pero
tenía una buena idea de cómo él hablaba y actuaba.
Antes de ascender a las colinas, Isabela tomó el teléfono satelital de la
Dra. Linda. Marcó el número que se había visto obligada a memorizar, el que
todos se habían visto obligados a memorizar después de su última excursión
fuera del campus. El teléfono celular de Nueve.
—¿Quién es? —preguntó bruscamente después del tercer timbrazo.
—¿Así respondes a tu teléfono? —respondió Isabela, su voz normal
saliendo de la boca de Alejandro.
—Isabela —exclamó, y luego hizo un esfuerzo por bajar la voz—.
¿Dónde estás?
—Fuera del campus. Pero sabías que haríamos eso, ¿verdad? Chico
malo, dándole a Taylor tu tarjeta de acceso.
—No sé de lo que estás hablando.
—Mm-hmm. Te dejé un pequeño regalo en el baúl del auto de Linda.
—Ella le dio la dirección de la tienda de surf, incapaz de mantener la sonrisa
fuera de su voz—. Nadie se dará cuenta de que está desaparecido. Porque no
lo está.
—¿Qué hiciste? —preguntó Nueve en voz baja—. Este no es el plan
que discutimos.
Ella bufó.
—¿Qué plan? Ese se fue junto con Ran, Kopano y Nigel. Estoy dentro.
Taylor está dentro. Para la clase de infiltración, creo que deberíamos tener una
A, ¿sí?

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Fandom Legacies
—Hicimos arreglos para Taylor —dijo Nueve—. Tenemos formas de
mantenerla a salvo.
—Puedo manejar mi propia protección. Tú lo sabes.
Isabela podía oír a Nueve rechinando los dientes, pero cuando volvió a
hablar, pudo oír algo más en su voz: orgullo, tal vez un poco de respeto. Al
gran idiota le encantaba ir en batalla. Por supuesto que aprobaba la actuación
de Isabela.
—Isabela, en serio, si las cosas se ponen peligrosas…
—No te preocupes —ella lo interrumpió—. Escapar de situaciones
desagradables me resulta muy fácil.
Con eso, ella colgó el teléfono. Había sido suficiente charla.
Isabela condujo hacia las colinas, azotando los sinuosos caminos a un
ritmo vertiginoso. Su plan era simple. Encontraría la casa de este tipo y pasaría
por su mierda. Ella descubriría todo lo que pudiera sobre la Fundación y lo
mandaría a la Academia. Luego, encontraría al supervisor o jefe de Alejandro
o lo que sea, y le haría lo mismo a esa persona, lo que acababa de hacerle a
Alejandro. Enjuagar y repetir, hasta que no hubiese más Fundación de la cual
preocuparse.
Era un plan sólido, pensó.
Sin embargo, no contaba con un hombre grande en una sudadera con la
capucha levantada caminando hacia la carretera justo frente a ella.
Era como una aparición, emergiendo de los árboles al costado de la
carretera sin previo aviso. Isabela gritó y giró el volante hacia la izquierda,
aplastando el freno. La parte posterior del Camaro se levantó y se sacudió,
coleando, mientras giraba.
Sucedió demasiado rápido. Golpeó al tipo a 50 kilómetros por hora.
El impacto fue como si hubiera conducido hacia un poste telefónico. La parte
delantera del auto se abolló alrededor del cuerpo de la figura encapuchada.
Isabela fue lanzada hacia adelante. Su bolsa de aire se desplegó, pero aun así se
golpeó la cara, inmediatamente pudo sentir la cálida sangre que descendía de
su ceja y del puente de su nariz.
Humo negro ondulaba saliendo desde el motor. Los ojos de Isabela se
llenaron de lágrimas, pero ella parpadeó haciéndolas retroceder. Su cabeza
estaba nadando… una conmoción cerebral, seguro. Sintió que su agarre sobre
la apariencia de Alejandro se escapaba e intentó enfocarse.
A través del parabrisas quebrado, vio la figura encapuchada luchando
por liberarse del automóvil. Él estaba metido, bien metido allí. También
estaba vivo. ¿Cómo era eso posible? ¿Con qué diablos acaba de chocar?
Isabela no esperó para averiguarlo. Salió del auto y se tambaleó
desesperadamente hacia los árboles, tratando de poner algo de distancia entre
ella y el atacante.
—Correr sólo lo empeorará, Alejandro.
Isabela se limpió la sangre de los ojos. Había un chico al costado de la
carretera. Estaba elegantemente vestido, con el cabello peinado de lado, y

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Fandom Legacies
hablaba con un leve acento europeo. Ella nunca lo había visto antes, pero lo
reconoció de inmediato.
—No luzcas tan sorprendido —dijo Einar—. Seguramente tus jefes te
dijeron que podría pasar de visita.
—Merda, merda, merda, —Isabela escupió y siguió corriendo. Sabía que
escuchar a este chico era la muerte. Él la controlaría y…
Cuando llegó a los árboles, alguien la agarró por el cuello. Un tercer
atacante. Femenino, flaca y alta, asiática. Un pulso eléctrico atravesó a Isabela,
todo su cuerpo convulsionó. El toque de la chica era como un rayo.
Isabela cayó y, mientras lo hacía, perdió el control. Ella era Alejandro
cuando la chica la tocó, pero se convirtió en Isabela cuando tocó el suelo. No
en su forma preferida de Isabela. Sino en su vergonzosa y espantosamente
marcada verdadera forma.
Isabela intentó concentrarse, intentó usar su telequinesis, cambiar de
forma, algo… pero el voltaje combinado con las lesiones en la cabeza era
demasiado. Ella ya comenzaba a desmayarse cuando los tres atacantes se
reunieron a su alrededor.
—Bueno —declaró Einar—. ¿No es esto una sorpresa?

146
Fandom Legacies

—¡KOPANO!
Su cabeza dolía. Sus párpados eran demasiado pesados para abrirlos,
sus extremidades se sentían débiles y entumecidas. Todo lo que Kopano
quería hacer era volver a dormir.
—¡Kopano! ¿Estás ahí?
Alguien gritaba su nombre. La voz de una chica. Sonaba como si
estuviera en problemas.
—¿Puedes oírme?
Con un gemido, Kopano logró abrir los ojos. Miró hacia una única luz
fluorescente descubierta que parpadeaba en un techo que tenía manchas de
agua que no reconoció. Sentía la cabeza obstruida, como cuando había
contraído una gripe en su casa y su madre lo obligó a beber jarabe para la tos.
¿Dónde estaba él? ¿Qué le sucedió? Trató de recordar.
Una bonita Pacificadora en su habitación. ¿Ella encontró algo de la
vieja colonia de Caleb o algo así? ¿Se la había rociado en la cara?
―¡Te oigo moverte ahí! Di algo si eres tú.
Kopano se frotó los ojos y se humedeció la boca.
—¿Ran…? —preguntó, inseguro; la voz de la chica llegaba
amortiguada—. ¿Ran? ¿Eres tú?
—¡Sí! ¿Puedes moverte?
Kopano decidió que no podía responder de inmediato. Se sentó en un
catre firme y balanceó sus piernas sobre el borde. Sus pies descalzos tocaron
el concreto frío. Se miró a sí mismo: un overol gris aburrido sin marcas de
identificación, sin cremalleras, sin botones, todo Velcro. Estaba en una
habitación pequeña con nada más que su catre, un lavabo e inodoro, y un
estante vacío. La puerta —a través de la cual la voz de Ran estaba llegando—
era de metal grueso.
Todo se hizo evidente para Kopano rápidamente. Él se sintió mal del
estómago.
—Mierda, Ran. ¿Estamos en prisión?
Ella no respondió.
—¿Puedes moverte? —preguntó en su lugar, con la voz tensa.
Kopano se levantó inseguro. Él se encogió ante un dolor agudo en su
sien. Alzó una mano y tocó un vendaje, una gasa pesada y esparadrapo, una
fuerte palpitación debajo. ¿Se había golpeado la cabeza?
—Yo… puedo moverme —dijo.

147
Fandom Legacies
—Entonces mantente alejado de la puerta.
La puerta comenzó a brillar. Kopano reconoció el carmesí oscuro de la
energía explosiva de Ran. Levantó el colchón y lo usó como un escudo,
apretándose en la esquina más alejada entre el fregadero y la losa de concreto
que sostenía la cama.
La explosión se produjo segundos después, un estallido de energía
cinética y metal desgarrado que hizo que la cabeza de Kopano zumbara aún
más. La puerta de su celda se disparó hacia atrás y se estrelló contra el
inodoro, agua y trozos de yeso se derramaron por el suelo.
Ran entró a la habitación. Vestía el mismo atuendo de prisionero que
Kopano y tenía un vendaje similar en la sien derecha. Tenía las mangas
arremangadas y los nudillos de su mano derecha chorreando sangre. Kopano
tuvo la sensación de que ella había estado en una pelea.
La situación podría haber sido peligrosa y desconcertante, pero eso no
impidió que Kopano avanzara y envolviera a Ran en un abrazo. El breve
terror de encontrarse en prisión se vio muy disminuido por su presencia.
—Estoy tan feliz de verte —dijo.
Ran se separó de él gentilmente.
—No hay tiempo para eso. Hay guardias. —Ella le apretó el brazo
rápidamente—. También estoy feliz de verte.
—¿Qué demonios es este lugar?
—No lo sé —dijo Ran—. Pero no tengo la intención de quedarme y
descubrirlo.
Kopano siguió a Ran por el pasillo. Débilmente iluminado y lúgubre,
sus viejas paredes de hormigón sudaban con humedad. Había otras celdas
como la de la que salió Kopano, sus puertas habían sido dejadas entreabiertas
para mostrar que estaban vacías. Kopano miró hacia la derecha. Se dio cuenta
de que era la dirección de donde venía Ran debido a la cáscara humeante de la
puerta de otra celda, esta había volado hacia afuera, colgaba de la pared una
cámara de seguridad rota, y había los cuerpos de tres guardias con armadura y
cascos en el suelo.
—¿Están muertos? —preguntó Kopano en voz baja.
—Inconscientes —respondió Ran.
Él frunció el ceño ante el camino de destrucción.
—Nuestra primera reacción al despertar en un lugar como este es
comenzar a golpear a las personas y explotar cosas —dijo—. Quizás
pertenecemos aquí .
—Esa fue mi primera reacción, no la tuya —dijo Ran fríamente—. No
tienes que venir conmigo. Pero, no sabemos si nuestros captores son amigos o
enemigos. Secuestrarnos y encarcelarnos sin ningún proceso me sugeriría que
son lo último. Pero tú haz lo que quieras, Kopano.
—Está bien, está bien —dijo Kopano, levantando sus manos—. Estoy
contigo. Solo… no le hagamos demasiado daño a nadie, al menos hasta que
sepamos qué está pasando.

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Fandom Legacies
—No lastimaré a nadie que no trate de lastimarme —dijo Ran. Recogió
un trozo de porcelana rota y lo cargó con su legado.
Se deslizaron por el pasillo en dirección opuesta a la antigua celda de
Ran. Dieron dos vueltas y no encontraron más que cámaras de seguridad. Ran
las arrancó rápidamente de las paredes con su telequinesis.
—¿Dónde están todos? —preguntó Kopano.
—Ellos vendrán —respondió Ran—. Esos otros tenían armas como a
las que te enfrentaste durante los Juegos de Guerra. Collares de descargas
eléctricas y granadas chaff12 para interrumpir la telequinesis. Prepárate.
Doblaron otra esquina y finalmente hubo un descanso de la monotonía
de las celdas vacías. Adelante, dos puertas dobles gruesas parecían conducir a
una sección diferente de la prisión.
Entre los garde y las puertas había media docena de guardias. Todos
llevaban puestas unas pesadas armaduras negras y cascos con escudos faciales,
un tenue resplandor que emanaba desde adentro sugería que estaban usando
pantallas HUD: heads-up13 que ayudarían a apuntar, además de otorgarles
visión nocturna y visión térmica. Dos de ellos estaban armados con escudos
antidisturbios de plástico, dos con los inhibidores en forma de ballesta que
Kopano recordaba de los Juegos de Guerra, y dos con largos palos metálicos
que parecían bastones eléctricos. Estaban organizados en un grupo reducido y
claramente habían sido entrenados exactamente para este tipo de combate.
Pero no tenían oportunidad.
El primer movimiento de Kopano fue intentar arrancar sus escudos
con su telequinesis. Todos los guardias estaban atados a sus armas, sin
embargo, gruesas cuerdas conectaban sus armamentos directamente a su
armadura corporal. El agarre de Kopano en sus escudos derribó un poco a los
guardias, pero no los desarmó ni rompió su formación.
Ran tomó un enfoque diferente. Lanzó su pedazo de inodoro cargado a
los guardias. Ello estaban preparados para eso, los que portaban los escudos
derribaron el explosivo y lo inmovilizaron en el suelo. Cuando explotó, la
fuerza los envió volando contra las paredes del pasillo, pero se las habían
arreglado para salvar al resto del grupo.
Uno de los guardias de la fila de arrojó una granada a sus pies. Soltó
una ráfaga brillante de chaff y luego emitió una explosión pulsante de luz

12
Los “Chaff de señuelo” (en inglés chaff), son una contramedida de radar con la que las
aeronaves y otros dispositivos propagan una nube de pequeñas piezas de aluminio, fibra de
vidrio metalizada o plástico metalizado. Las fuerzas armadas modernas usan las
contramedidas Chaff para perturbar y apartar a los misiles guiados por radar de sus
objetivos. Mayormente, las contramedidas Chaff se utilizan como un sistema de
autodefensa.
13
Por sus siglas en inglés de “visualización cabeza-arriba”, también conocido como barra de
estado. Lo utilizan en los videojuegos y es la información que en todo momento se muestra
en pantalla durante una partida, generalmente en forma de iconos y números.

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Fandom Legacies
cegadora, todo esto creando un efecto estroboscópico altamente
desorientador. Ese era su mejor método para interrumpir la telequinesis.
Los guardias dispararon sus inhibidores. Collares de auto-bloqueo
unidos a cables de tensión que descargaban cantidades paralizantes de
electricidad, los proyectiles estaban programados para buscar el calor de la
arteria carótida. Kopano había sido golpeado por uno de estos collares antes.
No era una experiencia que estaba buscando repetir.
Con el chaff y el estroboscopio, todo sucedió demasiado rápido para él y
par Ran como para desplegar su telequinesis. Aun así, Kopano estaba listo.
Agarró el brazo de Ran y los volvió a ambos intangibles. Los collares pasaron
a través de sus fantasmales cuellos, Kopano guió a Ran al costado de los
cables, y luego los volvió sólidos otra vez.
Antes de que los guardias pudieran enrollar sus collares de regreso, Ran
gritó y atacó. Ella saltó en el aire y golpeó a uno de ellos en el cuello con una
patada voladora, inmovilizándolo contra la pared mientras agarraba a su
compañero y quedándose suspendida entre ellos. Con su pie en la garganta de
uno de los guardias, sostuvo al otro junto a su inhibidor y comenzó a cargar
de energía su arma, el brillo carmesí atravesó el efecto estroboscópico.
Los guardias con bastones eléctricos se adelantaron y Ran tenía las
extremidades ocupadas como para poder luchar contra ellos. Kopano se
movió para interceptarlos. Se abrió paso a través de Ran y sus dos guardias,
luego endureció sus moléculas a tiempo para golpear al guardia más cercano
en el casco, destrozando la máscara sobre su rostro y derribándolo. El
segundo pinchó el abdomen de Kopano con su bastón eléctrico. Se volvió
transparente otra vez, dejó que el guardia tropezara a través de él, luego se
volvió sólido para agarrarlo por la parte posterior de la cabeza y lo estrelló de
cara contra la pared más cercana.
Dos menos. Pero ahora los guardias con los escudos estaban
comenzando a levantarse.
Mientras lo hacían, el guardia con el inhibidor cargado con la energía de
Ran entró en pánico y soltó su arma, presionando un botón dentro de su
guante que lo desconectó de su correa. Ran rodó al suelo, liberando al guardia
que había estado sujetando con su pie para dejarlo jadear por aire, y tiró el
inhibidor cargado a los guardias con escudos.
Esta vez, fueron demasiado lentos. Se llevaron la peor parte de la
explosión y fueron lanzados hacia atrás por el pasillo, sus escudos quedaron
colgando flojos de las ataduras de su armadura.
Cuatro menos.
El guardia más cercano a Ran agarró uno de los bastones eléctricos y
arremetió contra ella antes de que pudiera volver a ponerse de pie. Kopano lo
interceptó, su codo duro como un diamante crujiendo a través de la máscara
del guardia de un solo golpe.
Viendo a sus colegas derrotados, el último guardia intentó retirarse.
Con su telequinesis, Ran colocó una de las cuerdas de la armadura alrededor

150
Fandom Legacies
de sus tobillos para que cayera de cara. Mientras luchaba por volver a
levantarse, Kopano se abalanzó y lo derribó con un golpe preciso en la parte
posterior de la cabeza.
Ran pisoteó la granada, cortando el molesto efecto estroboscópico.
Luego, miró a Kopano y se secó el sudor de la frente. Él sonrió.
—La práctica hace al maestro —dijo.
—Vamos —respondió ella—. Avancemos.
Se movieron rápidamente hacia el final del pasillo. Las puertas dobles
estaban selladas por un conjunto de barras y un artilugio hidráulico de alta
resistencia, pero eso no pudo detener a Kopano. Él lideró el camino,
buscando detrás de él para agarrar la mano de Ran, haciéndose transparente
mientras todavía estaban en movimiento y pasando a través de las puertas.
Kopano esperaba más pasillos y más guardias. En cambio, sus
estrechos límites se abrieron en una gran sala con un techo abovedado. Una
hilera de monitores dominaba una pared, algunos de ellos sintonizados con
estática, gracias a todas las cámaras que Ran había roto en el camino. No había
guardias, solo una mujer solitaria sentada en una mesa de conferencias.
Aunque tenía un aspecto desgastado —cabello castaño rojizo veteado de gris,
cicatrices en un lado de la cara— Kopano pensó que la mujer tendría más de
cuarenta años. Ella alzó una ceja hacia ellos y él se sintió casi avergonzado por
irrumpir.
—Permítanme comenzar diciendo que no apruebo la forma en que
Greger los trajo a ustedes dos —la mujer habló con calma, como si ya
hubieran tenido una conversación―— Supuse que habría algo de
resentimiento de su parte. Es por eso que hice arreglos para que hicieran un
poco de ejercicio en el pasillo. —Ella agitó la mano en la dirección por donde
habían venido—. Dejen esa agresividad de lado. Gracias por no lastimar a
ninguno de los guardias demasiado grave.
—Te conozco —dijo Ran en voz baja—. Estabas en Patience Creek.
Patience Creek. Kopano había escuchado mencionar el lugar en
susurros. Era la base militar secreta desde donde la garde y la humanidad
llevaron a cabo su resistencia contra los invasores mogadorianos. Una matanza
sucedió allí cuando los mogs se infiltraron en el lugar. Ran, Nigel y Caleb
habían sobrevivido… otros no tuvieron tanta suerte.
—Sí, hola, Ran, Kopano —dijo la mujer, inclinando la cabeza hacia
cada uno de ellos individualmente—. Soy Karen Walker.
—Hola —respondió Kopano, sintiéndose más que un poco
desconcertado.
—Eres una agente del FBI —dijo Ran rotundamente—. No somos
estadounidenses. No te respondemos a ti.
—Yo era una agente del FBI —corrigió Walker—. Y lo siento por la
siguiente parte; va a ser desagradable. Pero se supone que debo demostrar
quién tiene el control. Continuemos esta conversación en unos treinta
minutos.

151
Fandom Legacies
Walker apretó un botón en su teléfono celular —estaba situado allí
inofensivamente, sobre la mesa— como si estuviera revisando un texto.
Instantáneamente, antes de que Kopano pudiera responder o hacer cualquier
cosa, una luz candente explotó detrás de sus ojos. Todo su cuerpo
convulsionó y cayó. Inconsciente.
Demasiado como para escapar.

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Fandom Legacies

ALGUIEN LA ESTABA TOCANDO.


Eso fue lo primero de lo que se dio cuenta. Una mano sudorosa se
había apoderado de su muñeca, casi como si alguien estuviera tomando su
pulso. Pero eso no era todo; algo más estaba sucediendo en ese toque. Sintió
una sensación extraña… un cosquilleo, le recordó a ese juego tonto que solía
jugar con su hermana donde se pinchaban con las uñas y luego sacaban un
hilo imaginario de la piel. Se sentía así como eso.
Todo regresó a Isabela precipitadamente. Había sido atacada por ese
psicópata de Einar y un par de secuaces no identificados. Mantuvo los ojos
cerrados, tratando de hacerse una idea de lo que la rodeaba. Estaba en una
cama de algún tipo, no muy cómoda, probablemente un catre. Dondequiera
que la habían llevado, apestaba a olor corporal, comida rápida y gasolina. O tal
vez era sólo el tipo que la estaba tocando.
En serio, alguien la estaba tocando. Y riendo en silencio, como un niño
divirtiéndose.
Isabela sabía que el movimiento correcto sería jugar a la zarigüeya.
Espera a que este pervertido se fuera antes de que ella abriera los ojos.
Pero él estaba tocándola.
Abrió los ojos. Un joven corpulento estaba de pie junto a ella,
agarrando su muñeca con su mano carnosa. Era fornido y pálido, con la
cabeza afeitada y los ojos brillantes de lágrimas. Por el tamaño que tenía,
Isabela pensó que este era el chico con el que se había estrellado. Vestía una
sudadera y una diadema extraña… un momento, eso no era una diadema, era
un parche en el ojo que se había levantado. ¿Con qué clase de bicho raro se
estaba enfrentando?
La mano que no estaba agarrada a Isabela sostenía un espejo de mano,
en el que él se acababa de mirar. Miró hacia abajo cuando Isabela se movió,
pero no pareció alarmado ni particularmente amenazante. De hecho, parecía
casi aturdido.
—Yo… yo no pensé que funcionaría —tartamudeó—. Es, eh, tu piel…
Su piel. «Merda», casi lo había olvidado. Él había visto su verdadera
forma y aunque eso no parecía importar mucho, teniendo en cuenta que ella
estaba entre locos y asesinos, Isabela no dudó en cambiar a su forma
preferida: de piel perfecta y restaurada, hermosa de nuevo.

153
Fandom Legacies
Cuando cambió de forma, la piel del chico brilló. Por un momento se
puso bronceado como Isabela, antes de volver a su blancura cremosa. Él se
rió. Realmente se rió.
—¡Es increíble! —balbuceó—. Eres increíble, estoy… estoy entero de
nuevo.
Ya basta de esta locura. Hora de retirarse.
—¡Aléjate de mí! —gritó Isabela
El agarre del hombre era fuerte, pero no lo suficientemente fuerte
como para sostener a Isabela. Especialmente no cuando ella le dio una patada
en el pecho mientras simultáneamente lo empujaba con su telequinesis. Él se
tambaleó hacia atrás contra la pared de metal de la pequeña y sin nada
destacable habitación.
La transformación fue inmediata. Tan pronto como perdió el contacto
con Isabela, el tipo cambió. Uno de sus ojos se convirtió en un vacío
espantoso. Perdió un poco de peso, todavía era corpulento, pero ahora su
cuerpo se hundía. Lo peor de todo era su piel. Estaba cubierto de manchas de
carne ennegrecida y muerta, como un mosaico de tumores. Isabela no pudo
evitar gritar.
—¡Detente! ¡No quiero hacerte daño…!
—¡Aléjate, monstruo!
Y entonces, ella se largó.
Isabela salió corriendo por la única puerta, dejando atrás el catre y
huyendo a un pasillo desierto. Estaba iluminado tenuemente, con paredes de
acero, estrechas y polvorientas. Ella se lanzó por una sección cubierta de
símbolos brillantes en un idioma que no podía entender, pero que se parecía a
algo que había visto en el laboratorio del Dr. Goode. ¿En qué lugar se
encontraba? Eso no importaba. Necesitaba encontrar personas. Ella conocía
las historias: la garde siempre había sido secuestrada y llevada a instalaciones
secretas superiores, y las instalaciones secretas superiores contaban con
guardias de prisiones y científicos idiotas. Si pudiera encontrar algo, podría
mezclarse, robar una identidad y alejarse de este lío.
Tropezó con una pila de mantas y ropa sucia, ¿era allí donde dormía
alguien? ¿Qué demonios era este lugar? No parecía exactamente poblado. ¿Era
un complejo abandonado donde estos bichos raros estaban escondidos?
Encuentra una puerta. Sal de aquí. Desaparece.
Pasos resonaron detrás de ella, el monstruo estaba gritándole.
—¡No hay a dónde ir!
Si no había a dónde ir, ¿por qué la estaba persiguiendo? Idiota. Eso
significaba que había un lugar adonde ir.
Isabela dobló una esquina, corriendo hacia otro pasillo claustrofóbico.
Había una puerta más adelante. Pesada, atrancada con gruesas barras que
normalmente requerirían que dos personas las levantaran: una salida de
emergencia. Corrió hacia ella, usando su telequinesis para arrancar las barras a
medida que avanzaba.

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Fandom Legacies
—¡No…!
Ella empujó contra la puerta tan fuerte como pudo con su telequinesis.
La puerta voló hacia afuera.
Noche. Cielo. Aire corriendo.
Estaban volando. Estaba en algún tipo de avión.
—Oh, me lleva —Isabela tuvo tiempo de decir antes de que el viento
helado la chupara hacia afuera.
Y luego estaba cayendo.
Girando y fuera de control, el viento la golpeaba. Arriba, alcanzó a ver
el recipiente —plateado y parecido a un insecto— que pronto desapareció de
la vista; ahora no había nada más que ver que el suelo. La oscuridad, copas de
los árboles, nieve. Ni siquiera podía morir mirando algunas lindas luces.
Ella gritó, porque ¿qué otra cosa podía hacer?
—Te tengo.
Había un brazo alrededor de su cintura, agarrándola fuertemente.
Flotando. Ella estaba flotando.
El monstruo la tenía. Él podía volar. La había salvado. Y,
aparentemente, también había agarrado la puerta de salida de emergencia que
ella había derribado, esta flotaba cerca, sostenida por su telequinesis. Pero eso
significaba. . .
—Eres un garde —dijo ella, casi sin aliento por los gritos y el viento.
—Soy Número Cinco —respondió.
—Merda.

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KOPANO SE DESPERTÓ LENTAMENTE. SUS OÍDOS ZUMBABAN


Y su cabeza martilleaba, un vago sabor a cobre amargaba su lengua. Cuando
abrió sus ojos esperaba encontrarse nuevamente en su celda, pero aún estaba
en el suelo frío de la sala de control. Karen Walker seguía sentada en la mesa
como antes, aunque ahora estaba leyendo un periódico.
—¿Cómo… qué…? —masculló, incapaz de formar un pensamiento
coherente al tratar de apoyarse sobre sus codos. A su lado, Ran soltó un
gemido. Ella también había sido derribada.
—Bien, están despiertos —dijo Walker, doblando su periódico.
—¿Qué nos has hecho?
Ella se golpeó ligeramente el lado de su cabeza donde estaban los
vendajes de Kopano y Ran.
—Un chip inhibidor ha sido quirúrgicamente implantado en sus
cráneos —dijo con naturalidad—. Si presiono el botón de pánico en mi
teléfono, un choque debilitador temporal será administrado en su sistema
nervioso. Si…
Kopano aún estaba frotando un lado de su cabeza con incredulidad
cuando Ran uso su telequinesis y le quitó el teléfono a Walker. Estaba en el
suelo, medio apoyada contra la pared, pero incluso en esa posición
comprometida, su mirada era asesina.
—Déjanos salir de aquí —gruñó Ran.
El dispositivo en su mano dejó escapar una serie de agudos pitidos.
Walker se encogió compasivamente.
—Desearía que me hubieran dejado terminar de hablar —dijo.
Otra explosión de luz blanca. Esta vez, Kopano se las arregló para
gritar antes de desmayarse.
Pasaron treinta minutos. Cuando Kopano se despertó otra vez, aún
estaba en el suelo, pero ahora su cabeza se sentía mucho peor que antes, como
si hubiera sido apretada con una prensa y luego botada al fondo del mar. Ran
estaba junto a él, se había despertado primero esta vez, tenía círculos oscuros
alrededor de sus ojos. Walker había recuperado su teléfono.
—Como estaba tratando de decir —Walker continuó pacientemente—,
los inhibidores también emiten un choque si el controlador deja mi radio
inmediato. También hay una configuración de valla eléctrica donde ellos les
darán un choque si se alejan demasiado de mí. Prefiero no utilizar esto último,

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Fandom Legacies
pero lo haré si corren. Mi controlador no es el único, hay más. Destruirlo no
los llevará a ninguna parte.
Esto no era lo que Kopano había imaginado cuando soñaba con estar
en la Garde Terrestre. Él inhaló ruidosamente, luego se cubrió la cara con las
manos para que esta mujer malvada no viera lo cerca que estaba de las
lágrimas.
—Estás torturándonos —él murmuró.
—No, yo estaba en contra de esta parte —Walker replicó. Kopano se
sorprendió por la ternura en su voz—. Ahora que ustedes entienden su
situación, espero nunca utilizar los inhibidores otra vez. De verdad.
—Siempre y cuando, hagamos lo que tú nos digas —Ran dijo
sombríamente.
Walker se encontró con la mirada de Ran brevemente, luego miró hacia
otro lado.
—No, ustedes tienen una opción. Si deciden que prefieren no trabajar
conmigo, pueden regresar a sus celdas. Serán cuidados hasta que la Garde
Terrestre decida que ya no son peligrosos.
—¿Peligrosos? —exclamó Kopano—. ¿Cómo podemos ser peligrosos?
—Para los humanos. Para sus compañeros de clase. Para la imagen
pública de la Garde Terrestre. Hagan su elección —Walker señaló la puerta—.
Estas son las opciones: estar detenidos por un tiempo indeterminado o
trabajar para mí y la Operación Watchtower.
Ran simplemente la miró con ira, pero Kopano mordió el anzuelo.
—¿Qué… qué es eso?
—Watchtower es una empresa conjunta entre varias agencias de
inteligencia secretas del mundo, como la CIA, Mossad, MI6, y otras, que
opera en una base por definir dentro de la Garde Terrestre. Ustedes serán
parte de nuestros primeros reclutas.
—Esto no es un reclutamiento —dijo Ran—. Esto es coerción.
Kopano le lanza una mirada. Obviamente su situación estaba más allá
de apestar —él no quería ni siquiera pensar en cómo alguien le había metido
un microchip en la cabeza—, pero no había manera de que volviera a esa
celda. No cuando esta mujer espía les estaba ofreciendo una salida.
—¿Por qué nosotros? —él preguntó, su voz sonó más alto de lo que le
hubiera gustado—. ¿Qué hicimos mal? ¿Esto se debe a los Segadores?
—No hicieron nada equivocado —respondió Walker, suavizando su
voz—. Sus reportes de la Academia son brillantes. Sé que no lo parece, pero
ser seleccionado para la Watchtower muestra la confianza que la Garde
Terrestre tiene en ustedes. En cuanto a los Segadores, todos los que importan
saben que lo que pasó fue una cuestión de autodefensa.
—¿Entonces por qué ellos no dijeron algo? —preguntó Kopano, sus
ojos se ampliaron—. Defiéndanos. Las noticias, ellos nos llamaron
monstruos…

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Fandom Legacies
—Desafortunadamente, tomar una posición pública requiere que la
Garde Terrestre admita ciertas verdades incómodas. Odio decirlo, pero la
imagen importa con ustedes. La reputación de la Academia ya está percudida
por las acciones que hicieron ustedes, justificadas o no. Todo el programa de
la Garde Terrestre sería atacado si el público supiera que ustedes están ahí
afuera peleando contra un garde canalla que controla la mente. Eso sería un
caos.
Ran y Kopano intercambian una mirada.
—Sabes sobre él —Ran afirmó.
—Entonces… ¿sabes sobre sus jefes? —Kopano preguntó.
—No creemos que él tenga un jefe, al menos ya no —respondió
Walker—. Ustedes han visto la manera en que el público reaccionó al metraje
de ustedes dos. Imaginen el terror si ellos supieran que hay amenazas que
están fuera del control de la Garde Terrestre. No podemos permitirnos que el
mundo pierda la fe en la Garde Terrestre.
Kopano asintió lentamente con la cabeza en renuente acuerdo, pero
Ran volvió a hablar, su voz era afilada.
—¿Qué pasa con nuestra fe en la Garde Terrestre? ¿No importa lo que
nosotros pensamos?
—Sé que no ha sido la mejor introducción, Ran, pero lo que estamos
haciendo aquí es para su bien. De esta forma la Garde Terrestre podrá
informar al mundo que ustedes fueron disciplinados y transferidos a algún
lugar seguro. Y mientras tanto ustedes pueden hacer un buen trabajo para la
Watchtower, una organización que prefiere que sus agentes estén fuera del ojo
público. Una vez que completen su misión, le mostraré a mis jefes que ustedes
no son un riesgo para la seguridad mundial, y les quitaré esos inhibidores de
sus cráneos.
—¿Cuál es la misi…? —preguntó Kopano.
—No —interrumpió Ran—. He sido muy clara con Greger. No dejaré
que mi legado sea militarizado. Escojo la celda.
Kopano la miró fijamente.
—¡Ran, eso no es lo que quieres!
—Pensé que tú serías así de cabeza dura —Walker dijo. Presionó un
botón en su teléfono y Kopano se encogió, esperando un choque. En su
lugar, todos los monitores de seguridad cambiaron a una fotografía granulosa
de un hombre joven que hizo que Kopano se estremeciera otra vez—. Pero
esta misión es verdaderamente para un bien mayor, Ran. Vamos a llevarlo
ante la justicia. A asegurarnos de que él nunca vuelva a lastimar a nadie.
Einar. Estaba en cada pantalla.
—¿Esto cambia tu opinión? —preguntó Walker.

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Fandom Legacies

NÚMERO CINCO. EL QUE TODOS LOS DEMÁS LORIENSES


odiaban. Isabela había escuchado las historias sobre él. Traicionó a su propia
gente con los mogadorianos, luego cambió de opinión y trató de pelear con los
chicos buenos una vez que comenzó la invasión. Ella había visto los videos de
YouTube de su pelea con el Profesor Nueve, los dos peleándose a través del
corazón de la ciudad de Nueva York como un par de imbéciles deportistas
súper poderosos.
Se suponía que Cinco estaba muerto. Eso es lo que Nueve le había
contado a todos, de todos modos. Pero claramente no estaba muerto. Él sólo
estaba terriblemente mal.
Isabela trató de no dejar que ningún temor o asombro se manifestara
cuando Cinco la arrojó de vuelta a bordo de su pequeño avión. Isabela
reconoció la nave, también. Era un Skimmer. Una de las naves más pequeñas
piloteada por los mogadorianos. ¿Dónde se había apoderado Einar de ese?
¿Cómo se había contactado con Número Cinco?
Gracias al intento de fuga de Isabela, el viento todavía soplaba a su
alrededor. Se agarró a una barandilla cercana para que no la volviera a
succionar hacia afuera. Mientras tanto, Cinco volvió a colocar la puerta del
Skimmer en su lugar utilizando una combinación de telequinesis y fuerza bruta.
Cuando terminó, la puerta se sacudió como loca, pero al menos mantuvo el
viento afuera.
—Eso fue estúpido —dijo Cinco, acercándose a Isabela. Le costó
mucho mirarlo a la cara, pero logró mantener su posición.
—Me estabas manoseando —respondió Isabela.
—No te estaba manoseando —gruñó Cinco—. Te salvé la vida.
Isabela se sacudió el cabello teatralmente.
—Mi amiga Taylor fue rescatada por John Smith —dijo—. Ella se
queda con John Smith y yo con el feo.
La boca de Cinco se tensó.
—Tú tampoco eres tan bonita.
Para eso, Isabela no tuvo respuesta.
Una chica impresionantemente alta asomó su cabeza afeitada fuera de
la habitación contigua, mirando a Cinco e Isabela con escepticismo. Esa fue la
que le dio una descarga eléctrica en California.
—¿Qué pasó? —preguntó ella.

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Fandom Legacies
—Intentó escapar —gruñó Cinco.
—¿Este pervertido te toca cuando duermes? —preguntó Isabela.
La chica levantó una ceja, luego miró a Cinco buscando una aclaración.
—Se suponía que debías estar vigilándola.
—¡La estaba vigilando! —gritó Cinco. Había un toque de mal genio en
este, Isabela se dio cuenta. Cinco agarró a Isabela por el brazo lo
suficientemente fuerte como para que ella tuviera moretones—. Vuelve a
dormir, Duanphen, antes de que te rompa la otra pierna.
Duanphen miró fijamente a Cinco, manteniéndose firme el tiempo
suficiente para que no pareciera una presa fácil. Pero Isabela podía verlo,
Duanphen tenía miedo. Cinco no era alguien a quien tomar a la ligera.
—¿Estás bien? —Duanphen le preguntó a Isabela, ignorando
deliberadamente a Cinco.
—No, no estoy bien, perra tonta —respondió Isabela—. Casi me
matan y ahora he sido secuestrada.
—Mm —respondió Duanphen, simplemente—. Lo siento por eso.
Pensamos que eras otra persona.
Con eso, Duanphen se giró y cojeó de vuelta a su habitación.
Respirando pesadamente por la nariz de una manera que hizo silbar el
aire, Cinco arrastró a Isabela por el pasillo. Pronto se dio cuenta de lo pequeña
que era la nave. No más de tres habitaciones con catres y mesas vacías, todas
llenas de basura: envoltorios de comida, platos sucios, ropa y armas. Un
montón de armas, desde pistolas tradicionales hasta blasters mogadorianos y
algunas de las cosas de alta tecnología de Sydal Corp que Isabela había visto
usar a los Pacificadores durante sus ejercicios de entrenamiento.
Y luego estaba la enorme pila de dinero distribuida en montones
agrupados en un catre vacío. Algo de eso había salido volando,
presumiblemente cuando Isabela rompió la puerta.
Así que vivían en esta nave, estaban fuertemente armados, y eran
inmensamente ricos.
Llegaron a la cabina del piloto: un brillante panel de instrumentos, un
parabrisas con una pantalla complicada y dos asientos de cubo. Einar estaba
sentado en uno de ellos, con una pierna apoyada en la consola, manejando
lacónicamente.
—Está despierta —anunció Cinco.
—Me lo imaginé —contestó Einar. Pulsó un par de botones en la
consola, encendió una especie de piloto automático y se puso de pie. Einar
parecía más preparado que sus compañeros, su ropa de buen gusto limpia y su
cabello meticulosamente peinado a un lado con una capa de gel—. Hola,
Isabela. Mi nombre es…
—Sé quién eres, pinto —interrumpió Isabela—. Tú eres el controla
mentes.
—Eso no es técnicamente cierto.
Isabela intentó alejarse de Cinco para acercarse a Einar.

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Fandom Legacies
—¿Estás controlando a este saco de mierda en este momento?
El agarre de Cinco se tensó.
—Nadie me controla.
—No quiero manipularte —dijo Einar, con las manos abiertas. Él se
acercó—. No usaré mis legados contra ti, Isabela. No a menos que me
fuerces...
Estaba lo suficientemente cerca. Isabela se lanzó hacia adelante y pateó
a Einar entre las piernas.
—¡Coma merda! ¡Eso es por Nige…!
Hubo un breve momento de pura satisfacción cuando Einar se dobló y
cayó de rodillas, jadeando y vomitando simultáneamente. Pero entonces,
Cinco estampó a Isabela contra una pared, quitándole el aliento. Los pies de
Isabela se levantaron del suelo, el antebrazo de Cinco se presionó contra su
garganta. Ella trató de golpearlo en sus puntos de presión, pero su piel de
repente se hizo completamente de metal y sólo logró golpearse los dedos. Sin
embargo había brechas en su caparazón de metal: las manchas oscuras de la
piel que parecían tumores no se modificaron. Incluso jadeando, Isabela no se
atrevió a tocarlos.
—Cinco… —Einar jadeó—. Es suficiente. La lastimarás.
—¡Ella es más bocona que Nueve! —le gritó Cinco, su aliento caliente
contra la cara de Isabela.
Isabela comenzó a ver manchas en su visión. Trató de abrir inútilmente
los dedos de metal de Cinco. Con un rugido, él la dejó ir. Isabela se deslizó
por la pared y Cinco golpeó la pared donde antes estaba su cabeza. Wham,
wham, wham, como un martillo golpeando un yunque.
—Sácame —Cinco le gruñó a Einar—. No quiero sentirme así.
Einar no dijo nada, no hizo nada que Isabela pudiera ver, pero un
momento después, Cinco se balanceó sobre sus pies. Isabela respiró
entrecortadamente, mirando al imponente loriense. La sed de sangre —tan
vívida en su ojo restante hace un momento— había salido de él.
—Lo… lo siento —dijo Cinco—. A veces pierdo los estribos.
Isabela sólo pudo toser en respuesta. El ojo de Cinco estaba medio
cerrado y abstraído, como si hubiera sido tranquilizado. Antes de que ella
pudiera hacer nada, el gran bastardo se dejó caer al suelo junto a Isabela.
Terminó con su cabeza en su regazo e Isabela estaba demasiado horrorizada
por toda la escena como para detenerlo.
—Si algo prueba mi recién descubierto autocontrol… —Einar hizo una
pausa para toser y limpiarse las lágrimas de los ojos, mirando a Isabela a través
del estrecho espacio—. Es que estoy dispuesto a dejar pasar lo que acabas de
hacer.
—Trataste de matar a mis amigos —respondió Isabela, con voz ronca.
—Lamento eso —respondió Einar—. No estaba en mi sano juicio.
Pero, en mi defensa, tu “amigo” Nigel es probablemente un espía de la
Fundación.

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Isabela resopló.
—¿Qué?
—Su madre, Bea, es una de ellos —continuó Einar—. Una de los más
importantes.
—Mentira.
—Su padre también. Puedo mostrarte pruebas cuando pueda volver a
caminar.
—El papá de Nigel acaba de morir. Hubo un incendio en su casa
después del funeral. Él y su madre están desaparecidos.
—Ah, bueno, el fuego es probablemente la forma en que Bea trata de
despistarme de su rastro. No tuve nada que ver con eso —respondió Einar,
sosteniendo su mirada—. ¿En cuanto al Sr. Barnaby? Bueno. Ellos querían una
guerra conmigo.
La boca de Isabela se abrió. ¿Acaso este bastardo loco acababa de
admitir que había matado al padre de Nigel? ¿Se suponía que debía dejar pasar
eso? Una parte de ella quería abalanzarse sobre él otra vez, a pesar de que
sabía que probablemente sería inútil.
—¿Qué estabas haciendo tú fingiendo ser Alejandro? —preguntó Einar
antes de que Isabela pudiera ordenar sus pensamientos.
—¿Qué estabas haciendo tú tratando de matarlo? —replicó Isabela.
—Duanphen, el tercer miembro de nuestra revolución, tiene una pierna
lesionada…
—Boo-hoo —interrumpió Isabela—. Me duele todo el cuerpo por el
accidente automovilístico, gracias a ustedes imbéciles. ¿Y qué?
—Sabíamos que la Fundación planeaba reclutar a tu amiga Taylor de
nuevo —continuó Einar—. Alejandro estaba a cargo de ese trabajo.
Pensamos que podría ser… convencido… para acercarnos a Taylor.
Isabela resopló.
—¿Crees que ella te ayudaría? Ella te odia. Todos te odiamos.
—Sé que Taylor no dejaría que nadie sufra —dijo Einar—. Los
informes de la Fundación dicen que estaba harta de la Academia. Si estaba tan
desesperada por regresar a la Fundación, pensé que debería saber que había
una tercera opción. Nosotros.
—Idiota —dijo Isabela, con una risa incrédula—. Nos estábamos
infiltrando en la Fundación. No sólo… no sólo para matarlos al azar, sino
para llevarlos ante la justicia.
Einar le sonrió indulgentemente.
—Vamos, Isabela. He leído tu perfil de psiquis. No eres una activista.
Estas personas son muy poderosas. Sabes que no habrá justicia para ellos a
menos que se las demos nosotros mismos.
Isabela se movió incómoda, y no sólo porque Cinco prácticamente
roncaba en su regazo. Estaba acostumbrada a ser la única que leía a las
personas y no le gustaba mucho estar del lado opuesto.

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Fandom Legacies
—No hay nosotros —Isabela respondió bruscamente—. Ahora. ¿Hemos
terminado de hablar? ¿Puedes dejarme en algún lado?
—¿En tu Academia, tal vez? —respondió Einar—. ¿Donde estás
entrenando para usar tus poderes para el bien mayor, siempre y cuando el bien
mayor se alinee con la agenda de quien está a cargo?
—Mejor que esta nave espacial de mierda —replicó Isabela.
—Estos son comienzos humildes —respondió Einar.
Isabela comenzó a responder, pero dejó escapar un grito en su lugar.
Cinco le había agarrado la mano. Era tan violento hace unos momentos, y
ahora era como un niño. Isabela sintió un cosquilleo en la palma de su mano y
la piel de Cinco volvió a ponerse rosa pálido, las manchas negras
desaparecieron. Einar hizo una doble toma al ver a su guardaespaldas
restaurado. Cinco se rió entre dientes.
—Mírame, Einar. Entero de nuevo.
—Este es un espectáculo de fenómenos —dijo Isabela. No intentó
apartar su mano, no queriendo molestar al loco loriense.
—Él puede asumir las cualidades de cualquier cosa que toque —Einar
le dijo a Isabela—. Cuando te toca, debe ser capaz de aprovechar las
cualidades de cambio de forma de tu piel. Por lo general, no puede
transformar esas oscuras cicatrices. Fueron causados por algún químico tóxico
mogadoriano y…
— En serio —respondió Isabela—. No me importa.
—Debería hacerlo. Él es de un planeta diferente, pero es uno de
nosotros. Un garde. Un marginado.
—Yo no…
—Y seguramente puedes simpatizar con alguien que quiere
restablecerse a un mejor estado —dijo Einar, mirando significativamente la
piel intachable de Isabela.
Ella lo miró furiosa. Por supuesto, Einar siguió hablando.
—Cinco fue la primera persona que busqué cuando la Fundación me
despidió —dijo, hablando en voz baja para no molestar al loriense—. Por
supuesto que tenían un archivo sobre él. ¿Un Garde deshonesto con moral
flexible que no está participando en la iniciativa de la Garde Terrestre? Ellos
siempre planearon reclutarlo. Pero yo llegué primero.
—Y lo controlaste mentalmente —dijo Isabela rotundamente.
—Sólo cuando me lo pide —contestó Einar—. Él tiene demonios. Ira,
culpa, auto-aversión. Puedo hacerlo feliz. Puedo darle paz. Está tratando de
mejorar. Los dos estamos tratando de mejorar.
Isabela miró a Cinco. Sintió la más mínima simpatía, aunque fue
aplastada por una tonelada de repulsión.
—Parece que una terapia y fumar marihuana sería más simple —dijo.
Einar sonrió.
—Él estaba escondido en una isla, sin darse cuenta de lo que estaba
pasando en el mundo. Le conté sobre la Garde Terrestre y la Fundación.

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Cómo los otros lorienses hacen tan poco para ayudarnos, simplemente
retrasando la inevitable batalla con la humanidad, dejando que la mayoría
impotente nos subyugue mientras tanto. Le dije lo que la Fundación está
buscando…
—¿Qué cosa está buscando?
—Algo en lo que los mogadorianos estaban trabajando. Tecnología que
podría igualar el campo de juego contra su mayor adversario, nosotros. A
diferencia de esos otros niños mimados de la Academia, ustedes seis
escaparon… lo han visto. Cómo es el mundo fuera de la protección del
Profesor Nueve. Hacia dónde nos dirigimos.
Un escalofrío recorrió la espalda de Isabela. Se dijo a sí misma que
Einar probablemente estaba modificando sus emociones, haciéndola receptiva
a sus nefastas historias. Pero al mismo tiempo, había una intensidad en la
manera en que él hablaba que la atraía.
—Sé cómo nos vemos —continuó Einar. Ella vio cómo se formaban
fracturas en su máscara calmada y calculada: una pasión genuina que se
filtraba a través—. Como si estuviéramos locos, ¿verdad? Pero eso es lo que
sucede cuando te obligan a vivir en los márgenes. Eres observadora, estoy
seguro de que viste la habitación del dinero cuando Cinco te trajo aquí. Ya
hemos adquirido más de tres millones de dólares de la Fundación. Vamos a
construir algo. Un lugar donde podamos ser libres. Donde no tengamos que
responderle a nadie ¿Cómo suena eso, Isabela?
—Suena bien —admitió Isabela—. Si sólo no fueras tú el que lo dijo.
Einar asintió, con una leve sonrisa en los labios. Ella había admitido
que sus ideas sonaban bien y debía haber visto eso como una pequeña
victoria. Isabela pensó en darle una patada en las bolas otra vez.
—Me doy cuenta que tendré que ganar tu confianza —dijo Einar—.
Dime, cuando te infiltraste en la Fundación, ¿Taylor lo hizo también? ¿Así es
como llegaste a Alejandro? ¿Dejando que la reclutaran?
Isabela vaciló, sin estar segura de lo que debería decirle.
—Lo tomaré como un sí —respondió Einar—. Eso es bueno. Un plan
valiente. Lamento sinceramente que lo hayamos arruinado. ¿Crees que ella
estará bien, sin que la vigiles?
Isabela apretó los dientes. Ella ya sabía a dónde iba todo esto.
—Isabela —dijo Einar—. Creo que podemos ayudarnos entre
nosotros.

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EL PRIMER DÍA, NIGEL SE DESPERTÓ CON UN GRITO.


Había una enfermera a su lado revisando su presión arterial. Joven y
bonita, de aspecto alemán, su rostro se transformó rápidamente en una
máscara de horror cuando los decibeles que salían de la boca de la chica
volaban y le destrozaban sus tímpanos. Ella se tropezó hacia atrás en una
esquina, tapándose los oídos y muerta de miedo.
—¿Dónde diablos estoy? —preguntó Nigel, saltando de la cama y
arrancándose la manga de Velcro que ella había adherido a su brazo.
Ella no pudo escucharlo. O tal vez no entendía inglés. Como fuera,
simplemente se agachó allí y lloró.
—Maldita sea —Nigel murmuró mirando alrededor. Descubrió que
estaba usando un conjunto de pijamas de franela holgadas. Las humillaciones
nunca cesaban.
Estaba en una habitación elegante, revestida con paneles de madera,
una alfombra oriental y atrás de él una cama extra-grande con sábanas de seda
y un montón de almohadas. Se sentía bien descansado, a pesar de haber
estado drogado. Cualquiera que haya sido el sedante que su mamá haya usado
en él, no le había dejado ninguna resaca.
Maldita sea. Su propia madre lo había drogado. Ella tenía matones…
esos tipos de Blackstone con los que peleó en Islandia. No se necesitaba a un
científico para saber de qué lado estaba. Ella había matado a los Pacificadores
que tenían que protegerlo y luego… ¿qué? ¿Prenderle fuego a su casa?
Nigel se pellizcó el puente de su nariz. Miró a la enfermera otra vez.
—Siempre piensas que tal vez tus padres son un poco malvados,
¿verdad? —le preguntó, incluso aunque ella se le quedó viendo sin
comprender—. Pero nunca esperas que ellos se convirtieran totalmente en
Hitler contigo, ¿no?
Él quería parecer arrogante y sereno con este repentino cambio de
suerte porque sospechaba que estaba siendo observado. Había una pequeña
cámara montada en una esquina de la habitación. También había una
televisión en la pared opuesta a la cama, la cual podía tener otra cámara.
Debajo de la fachada, sin embargo, Nigel se sentía enfermo. Su propia madre
era algún tipo de perra demoniaca de la Fundación. El día del funeral, ellos
realmente se llevaron bien. Por primera vez, desde que él era lo
suficientemente pequeño para sentarse en su regazo, a Nigel verdaderamente
le había agradado Bea Bernaby.

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Fandom Legacies
La habitación le recordó al lugar donde ellos habían mantenido a Taylor
en Islandia. No había manija de su lado de la puerta y sentía que ni con
suficiente fuerza telequinética podría desencajar el bloque de madera reforzada
de su marco. Se imaginó que las ventanas eran probablemente igual de
impenetrables, pero quería al menos tener un vistazo de lo que había en el
exterior.
A través del vidrio que parecía tener casi quince centímetros de grosor,
Nigel observó un pintoresco pueblo europeo. Él estaba en el cuarto piso de lo
que era probablemente el edificio más alto en esta nevada aldea. Allá abajo,
grupos de personas equipadas para esquí se movían hacia la gran falda
plateada de la montaña, en el borde de la aldea.
—Los Alpes —Nigel dijo—. Nunca había estado en los Alpes.
Nigel tomó un profundo respiro. Una de sus actividades de
entrenamiento favoritas era explotar copas de vino con gritos de altos
decibeles ¿Qué dijo el Dr. Goode? ¿Que cada objeto de la Tierra tenía una
frecuencia que lo hacía vibrar —y si podía alcanzar la nota correcta—
teóricamente él podía destrozar cualquier cosa? Bueno, tal vez no cualquier
cosa. Nigel no lo sabía. No había puesto mucha atención a la parte científica.
A él sólo le gustaba romper cosas.
Gritó, canalizando el sonido hacia la ventana para que no lastimara más
a la pobre enfermera. Lo elevó tan alto y estridente como le fue posible y, por
una vez, pensó que la ventana empezaba a vibrar. Pero, cuando finalmente se
quedó sin aliento con su garganta rasgada y en carne viva, el vidrio seguía
intacto. Probablemente no era vidrio en absoluto, sino ese plástico a prueba
de explosiones que usaron en toda la Academia. Su mamá estaría preparada.
—Bueno, tenía que intentarlo —dijo tosiendo. Caminó hacia la
enfermera y se puso en cuclillas frente a ella—. Hey, cariño, ¿cómo sales de
aquí? ¿Hay alguna tarjeta de acceso o algo? ¿Algún golpeteo secreto?
Ella lo miró sin comprender, con su labio inferior temblando. El oído
de Nigel punzó con el breve estallido de estática detrás de él. La televisión se
había encendido.
—Querido, por favor no ataques al personal de asistencia. Es grosero.
Su mamá estaba en la pantalla. Bea Barnaby lucía bien descansada,
sostenía una humeante taza de té en sus manos. Usaba un suéter de lana y sus
lentes para leer. Miraba directamente delante de Nigel, confirmando su teoría
de que había una cámara en la televisión.
—Saludos, madre —Nigel respondió, jugando a parecer tranquilo—.
¿Dónde estás?
—Estoy bajando las escaleras —respondió.
—Ah, ¿puedo bajar para verte?
Ella sonrió.
—No sé si eso sea una buena idea todavía. No creo que puedas
comportarte.

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Fandom Legacies
Nigel le devolvió la sonrisa, mostrando todos sus dientes, tratando de
controlar su temperamento. No debía estallar. Aún no. Primero necesitaba
obtener más información y estaba claro que su madre estaba dispuesta a
platicar.
—¿Jessa está abajo contigo? —la última vez que había visto a su
hermana fue después del funeral: antes de que lo drogaran, antes de que su
madre matara a sus guardaespaldas y presumiblemente quemara sus cuerpos.
¿Estaba viva? ¿Estaba involucrada en todo esto?
—Está en Londres —respondió su madre—. La envié directamente a
un hotel con el idiota de su esposo. Van a ser unos días traumáticos para ella,
supongo. Perder a su familia. Pero pienso que es mejor si la dejamos fuera de
esto.
—Perder a toda su familia…
—Los periódicos pondrán la noticia en uno o dos días. Nos quemamos
vivos. Al menos así es como se verá. Tus amigos en la Garde Terrestre verán a
través de eso. —Ella se encogió de hombros—. Aunque no serán capaces de
hacer nada.
—Eres una asesina —afirmó Nigel, pensando ahora en los
Pacificadores—. Sentada ahí tomando tu té y siendo una asesina.
—No es asesinato cuando estás en guerra, cariño —dijo su madre
frívolamente—. Y que no quepa duda, estamos en una guerra. Una gran
batalla para controlarte y controlar a la gente como tú.
Nigel se movió a un lado para que su madre viera donde la enfermera
estaba aún agazapada en la esquina de la habitación.
—Si la quieres de regreso, vas a tener que abrir la puerta —dijo—.
Déjame salir, madre. Me uniré contigo a tomar el té.
—¿Ella? Ella no me importa —respondió su madre. Un hombre con
armadura negra pasó detrás de ella. Así que los mercenarios estaban abajo
también—. De hecho, sólo era requerida para revisar tus signos vitales. No
debía saber lo que eres. Tendremos que lidiar con ella ahora.
Nigel recordó a la pequeña niña que habían encontrado en la cabaña en
Islandia, la misma que la Fundación había amenazado con matar para
mantener a Taylor a raya. Su piel tembló… su propia madre era capaz de
hacer algo como eso. ¿Cómo era posible que él viniera de una persona como
ella?
—Estás enferma —dijo Nigel, incapaz de evitar que su voz temblara de
disgusto. Había querido mantener intacta su actitud arrogante, pero ahora la
vida de una mujer estaba en peligro—. Lo sabes, ¿verdad?
—Cada individuo tiene el lujo de camuflarse a sí mismos de rectitud
cuando se trata de vidas inocentes —dijo Bea.
—¿Estás citando el manual fascista ahora?
Ella lo ignoró.

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Fandom Legacies
—Las grandes organizaciones, los gobiernos, instituciones religiosas,
corporaciones, deben sopesar el bien mayor contra la supervivencia del
inocente. Llegarás a entenderlo, cariño.
—Ah, entonces ¿eso es lo que estás haciendo? ¿Adoctrinamiento para
entrar al negocio familiar?
Su madre sonrió, como si estuviera orgullosa de su entendimiento.
—Simplemente quiero que tengamos una conversación abierta y
honesta. Quiero que veas cómo funciona el mundo.
Nigel señaló a la enfermera de nuevo.
—Le haces daño y juro que ese será el final de todo esto. Encontraré la
manera de salir de aquí. Si fallo en eso, me suicido. Quieres una linda charla
con tu hijito, deja de matar a las personas.
—Bien. Estoy de acuerdo. Nadie la lastimará —Bea dijo frívolamente,
como si ordenar un asesino o no fuera lo mismo que mirar el menú de los
postres—. Hablaremos de nuevo mañana.
—Qué…
Hss. Un conducto de ventilación en el techo que Nigel había fallado en
descubrir se abrió, emitiendo una ráfaga de aire. Algún tipo de gas. Él trato de
cerrar las rejillas con su telequinesis, pero fue demasiado tarde. Esa cosa actuó
rápido. Se tambaleó hacia atrás y apenas se las arregló para aterrizar a lo largo
de la cama.

—Nigel Barnaby. No tienes idea de lo feliz que estoy de verte.


En la neblina que trajo el gas, Nigel recordó Islandia. Eso fue lo que
Einar había dicho justo antes de controlar las emociones de Nigel, trayéndolo
de vuelta a aquellos días en Pepperpont, haciéndolo caminar afuera en el hielo.
Einar había mirado hacia una de las cámaras.
—Espero que estés observando —él había dicho.
El psicópata lo sabía. Él había estado burlándose de la madre de Nigel.
Después de eso, el collar de la muerte se había misteriosamente
separado de la niña islandesa, y Taylor pudo regresar a la Academia. Ella había
recibido una maldita carta de agradecimiento.
Todo porque ella había salvado a Nigel.

En el segundo día, cuando Nigel se despertó, la enfermera ya no estaba, pero


ahora había otras adiciones a su cuarto.
Lo primero que notó Nigel fue que un tocadiscos había sido colocado
al lado de su cama. Era uno costoso, con brillante madera para darle esa
sensación de antigüedad, pero con una pantalla completamente digital.
También había una pila de discos colocada en el estante debajo de su mesita
de noche. Él esperaba el tipo de mierda aburrida que le gustaría a sus padres,
jazz o lo que fuera. En lugar de eso, encontró una gran variedad de sus

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Fandom Legacies
favoritos: desde The Clash hasta Pissed Jeans. Alguien había hecho una buena
investigación.
Pegada al tocadiscos había una pequeña nota con la elegante letra
cursiva de su madre. Las paredes son a prueba de sonido. No hay necesidad de ser
considerado.
Entonces después de la muestra de dominio de ayer, esto era la
palmada suave. Adulándolo. Demostrándole que la vida en la Fundación no
era tan mala. Ellos habían intentado lo mismo con Taylor.
También en la mesita de noche había una copia del Guardian. El
periódico estaba doblado hacia una de las secciones del interior, donde Nigel
reconoció inmediatamente la fotografía en blanco y negro de los restos
carbonizados de la casa en Londres de su familia. Nigel leyó por encima el
artículo —familia afligida, acaudalados filántropos, llamarada accidental, hija sobrevive
indispuesta para comentar— no había ninguna mención de sus nombres, de la
Garde Terrestre, o algún detalle que pareciera indicador de un juego sucio.
Era como si su madre hubiera escrito el artículo ella misma. Él lanzó el
periódico a un lado.
Al otro lado de la habitación, se había agregado un escritorio y, encima
de él, había una bandeja de comida para desayunar. Panqueques y salchicha,
fruta, rosquillas, una jarra de jugo y una tetera. El estómago de Nigel gruñó.
¿Cuándo fue la última vez que comió? Tuvo que recordarse a sí mismo que su
madre seguramente estaban viéndolo o de lo contrario él se habría abalanzado
directamente hacia la comida. De manera casual se sirvió un poco de té y
tomó un sorbo.
En la mesa, había un control remoto para la televisión. Él la encendió,
casi esperando que la cara de Bea apareciera de pronto. En lugar de eso, la
pantalla se llenó de íconos: tenía casi todos los servicios de series en video que
uno pudiera desear.
Nigel alzó la mirada hacia la cámara que lo observaba.
—Que haya tantas comodidades no cambian el hecho de que esto es
una prisión —dijo.
No hubo respuesta.
Al principio pensó que podría resistirse y ser tipo Gandhi con su
abstinencia, pero Nigel estaba demasiado hambriento y demasiado aburrido.
Se pasó el día comiendo y escuchando música.
Se permitió sonreír y lucir alegre.
Él sabía que su madre estaba observando. Dejó que ella siguiera con su
juego y que pensara que era fácil sobornarlo.
Ellos habían querido tener a alguien dentro de la Fundación. Aquí
estaba su oportunidad.

En el tercer día de su cautiverio, un extraño resplandor despertó a Nigel en la


mitad de la noche. Se dio vuelta en la cama y se encontró con su televisión

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Fandom Legacies
encendida. Bea estaba en la pantalla, con una copa de vino medio vacía
aferrada a su mano y una botella casi vacía en primer plano.
—Ah —dijo—. Estás despierto.
—Ahora lo estoy —Nigel gruñó. Se levantó sobre sus codos—.
¿Estabas viéndome dormir?
—Solía hacerlo cuando eras un niño pequeño —Bea respondió.
¿Estaba ebria? ¿Era esto parte de su manipulación? Nigel no sabía qué
pensar. Se quedó en silencio, esperando que ella hablara.
—El amor más grande de tu padre era el dinero —dijo su madre
tristemente—. El dinero o las prostitutas asiáticas. Uno de los dos.
Nigel alzó una ceja.
—Bueno.
—No me malentiendas, me gustaba el dinero también —Bea
continuó—. Pero también quería hacer del mundo un lugar mejor. Realmente
creía en lo que él nos dijo.
—¿Lo que te dijo quién?
—Setrákus Ra.
Nigel se sentó derecho, con los ojos muy abiertos. Su madre acababa de
mencionar casualmente al líder de los mogadorianos, el tirano que había
conducido a los lorienses a la extinción y que después, cuando eso ya no fue
suficiente, invadió la Tierra.
—Escogiste a un verdadero idiota como ejemplo a seguir, madre.
—Él nos prometió un mundo libre de enfermedad y hambre —ella
continuó como si no lo hubiera escuchado—. Todo lo que teníamos que
hacer era prepararnos para su llegada.
—Eras parte de ProMog —Nigel dijo quedamente—. Eras una maldita
ProMog.
—Muchos de la Fundación lo éramos. —Bebió un sorbo de su vino—.
Aprendimos del error a nuestra manera, créeme. Ninguno quería seguir a
Setrákus Ra una vez que supimos lo que realmente era. Los Estados Unidos
hizo un minucioso trabajo de exterminación de nuestros colegas americanos,
pero una vez que la invasión terminó, nosotros aquí en Europa nos
deslizamos sin ser capturados. Algunos de nosotros formamos la Fundación
como una forma de lidiar con nuestro mundo en transformación.
—Sales de una malvada organización, entras a otra —Nigel respondió.
—Desde entonces nos hemos expandido, floreciendo en una mejor
organización que la que fue ProMog alguna vez. Con Setrákus Ra, todo era
sublimes promesas para pavimentar el camino a la tiranía. No con nosotros.
Gracias a nuestras cuidadosamente cultivadas relaciones con los de tu tipo,
nosotros realmente podemos entregar resultados. Milagros, incluso. Estamos
en más países que la Garde Terrestre ahora. Nosotros generamos ganancias.
—Relaciones cuidadosamente cultivadas —Nigel repitió con un
bufido—. ¿Por qué estás diciéndome todo esto?
Ella levantó su copa hacia él.

170
Fandom Legacies
—No lo sé, cariño. Supongo que es como dijiste. El negocio familiar.
Sería demasiado fácil si Nigel sólo dijera: “Claro, grandioso, estoy
dentro”, y tratar de unirse a la Fundación. Su madre vería a través de eso. No,
si ella iba a creer que él había sido conquistado, él necesitaba hacer honor a su
testaruda reputación.
Entonces, Nigel hizo el ademán de jalársela.
—¿Realmente crees que voy a creerme esto? ¿Una pequeña charla ebria,
un leve encarcelamiento y estamos en el mismo equipo? Vete a la mierda.
—Setrákus Ra nos contó la historia de los lorienses y cómo derrotarlos,
—continuó Bea—. Cómo reinaban aquellos con legados sobre los que no los
tenían, un consejo de Ancianos formado por los nueve garde más poderosos
del planeta. ¿Sabías que así era como su sociedad funcionaba? Como algo
salido de Nietzsche.
Nigel podía adivinar lo que el tirano mogadoriano probablemente le había
dicho a su madre. El viejo bastardo escribió un libro entero como
propaganda. Pero, el día que recibió sus legados, Nigel había sido sumergido
en algún tipo de visión sobre el pasado de Lorien, al igual que toda la primera
generación de la Garde Humana. Había visto de primera mano la verdad de
las motivaciones de Setrákus Ra. Él no era un libertador; él era un mezquino
hambriento de poder.
—Setrákus Ra era un mentiroso —Nigel dijo simplemente.
—Tal vez. Sin embargo, la historia es escrita por los ganadores —Bea
argumentó en contra—. Sea verdad o no, hay lecciones que aprender de lo
que pasó en Lorien.
—¿Cómo qué?
—Como que tu Academia está destinada a colapsar. Durante un
tiempo, fue fundada de buena voluntad sin precedentes, con las naciones del
mundo unidas después de enfrentarse a un enemigo en común. —Se bebió lo
que quedaba de vino y se sirvió otra copa—. Toda esa buena voluntad ha
desaparecido ahora. ¿Entrenar a adolescentes para servir a alguna confusa
entidad global? Por favor. Los países abandonarán a la Garde Terrestre, ya
está ocurriendo, y acumularán a sus garde como armas nucleares.
Nigel hizo una mueca. Lo que su madre dijo apelaba a su lado cínico, el
lado anarquista, la parte de él que había vivido a través de Pepperpont y que
asumía que toda la gente era básicamente una mierda. Pero después pensó en
Kopano y Ran, los heroicos, en lo duro que ellos trataban de hacer el bien en
el mundo. Pensó cómo él mismo había huido de una mala situación —una
que había sido causada por sus propios padres, así como pasó— para ir a
luchar en una invasión alienígena.
—Estás equivocada —respondió, deseando sonar más seguro—. Las
personas son mejores de lo que tú piensas.
Ella sonrió, casi como si estuviera orgullosa de que su descendiente
fuera capaz de un pensamiento tan optimista. Sus dientes estaban manchados
de vino.

171
Fandom Legacies
—Y después lo que sucederá —continuó Bea—, está la guerra. Una
guerra entre aquellos con poderes y aquellos sin ellos. El resultado final será la
extinción de los legados, una gran pérdida para la humanidad, o el
sometimiento de los que no tienen poderes, lo que, bueno… no es tan
optimista, ¿verdad? Nosotros en la Fundación creemos que podemos manejar
estas eventualidades, pero, desafortunadamente, las primeras batallas ya se
están librando y pronto será demasiado tarde para revertir el rumbo.
Nigel entornó los ojos hacia la televisión.
—¿Cuáles primeras batallas? ¿De qué estás hablando?
—Uno de los tuyos ya ha roto la Declaración Garde. Él ha matado
humanos a sangre fría. A colegas míos de la Fundación, sus equipos de
seguridad, todo el que se entrometa en su camino.
Un frío sentimiento se apoderó de Nigel. Él sentía hacia dónde estaba
yendo esta conversación.
—Él mató a tu padre —Bea continuó—. Casi te asesina.
Nigel apretó los dientes.
—Einar.
Una sombra cruzó por el rostro de Bea, como si el nombre del chico la
asustara. Ella asintió una vez.
—Él vendrá por mí, eventualmente —dijo simplemente—. La
seguridad que tengo aquí no será suficiente para detenerlo.
Nigel miró hacia otro lado. No dijo nada.
—¿Me dejarás morir, Nigel? ¿Tu propia madre?

Nigel no durmió en toda la noche. Las palabras de Bea sacudían su cerebro.


Sus padres eran malas personas. Renegados de ProMog, capitalistas
sedientos de sangre, asesinos. Cuando Nigel era un niño, su padre lo alejó tan
pronto como su presencia se había vuelto un inconveniente. Después de que
Nigel se escapó de Pepperpont, el viejo nunca intentó buscarlo. Estaba
demasiado ocupado con la Fundación, probablemente. Él no quería al
bastardo.
¿Entonces por qué sentía el frío anhelo de venganza?
«Bueno —se dijo a sí mismo— Einar sí trató de ahogarme». Él debía pagarle
por eso.
Ahora, su madre sólo lo quería cerca para salvarse. ¿O aún tenía algún
sentimiento maternal reprimido? Ella había estado feliz de salvarlo en Islandia.
Lo había estado viendo dormir…
¿Dejaría que Einar la matara?
Y su madre estaba probablemente en lo correcto. Einar matando gente
de la Fundación —por muy malos que eran— podría comenzar una guerra. El
psicópata arruinaría sus vidas.
Nigel quería gritar. Así que lo hizo. Después de todo, las paredes eran a
prueba de sonido.

172
Fandom Legacies
Esa mañana, en su cuarto día en cautiverio, la puerta de su habitación
se abrió.
Su madre estaba allí, con el cabello un poco alborotado, sus mejillas
hinchadas por su borrachera de anoche. No había ningún equipo de
mercenarios detrás de ella; estaba sola, frágil. Nigel podía fácilmente haberla
empujado a un lado con su telequinesis y haber escapado. Ella debía haber
sabido eso, pero abrió la puerta de todos modos.
Bea no dijo nada. Ella entrelazó las manos y esperó. La decisión era de
él.
—Muy bien —Nigel dijo, decidiendo en ese momento lo que haría—.
Te ayudaré.

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Fandom Legacies

LOS HOMBROS DE CALEB EMPEZARON A ARDER. Con un gemido,


rodó sobre la manta y alcanzó su camiseta. La tiró sobre su torso bronceado
por el sol.
—Ouch ―dijo.
—Viejo, te dije que te volvieras a aplicar más ―lo regañó Daniela. Ella
agarró el tubo de protector solar y lo arrojó al regazo de Caleb—. Tu culo
pálido ahora se verá como una langosta.
—Sí —respondió, soltando un suspiro—. Sí, me lo dijiste.
Era un día despejado, inusualmente cálido, las olas cubiertas de blanco
despedían espuma salada en una brisa floja. La arena resplandecía aquí, la
playa virgen, sin ninguna otra gente a la vista. Junto a Caleb, Daniela estaba
recostada sobre sus codos, su delgado cuerpo vestido con un bikini blanco, el
sudor cubriendo su abdomen. Caleb debería haber estado disfrutando al
máximo de esto.
Entonces, ¿por qué no era así?
Una playa privada, toda para ellos en la Space Coast de Florida, llamada
así porque era donde la NASA y varios contratistas de defensa, incluida Sydal
Corp, tenían su sede central. Tal vez era su anfitrión lo que le molestaba. Tal
vez eso es lo que evitó que Caleb dejara de pensar y disfrutara de estas
vacaciones no ganadas.
Pero el señor Sydal —Wade, insistió en que lo llamaran Wade— no
había sido otra cosa sino amable con ellos. Se estaban quedando en
habitaciones de huéspedes en su extensa mansión junto a la playa. Dio de
comer comidas lujosas cocinadas por su chef personal a los visitantes garde,
mostró su gran cantidad de proyectos de ingeniería, y les dejó usar la playa y
su piscina infinita. También les ofrecieron masajes y clases de tenis, aunque
Caleb no participó en ninguna de esas cosas. Había pasado casi una semana de
esos mimos y el Sr. Sydal —Wade— no pidió nada a cambio.
Sydal pasaba la mayor parte de su tiempo en su taller del sótano lleno
de tecnología. Los aparatos y artilugios allí habrían puesto celoso al Dr.
Goode, pensó Caleb. A veces, tomaba reuniones en la base naval del área. Él
tenía su propio cuerpo de seguridad pagado.
Este era un detalle extra. No había ninguna razón para que Caleb se
sintiera tan nervioso.
Y, aun así, no podía sacudirse ese sentimiento.

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Fandom Legacies
Caleb pensó en llamar a su tío. ¿Pero qué le diría a su tío Clarence?
¿Qué Melanie Jackson era una gran cobarde que necesitaba un “descanso” de
la vida de la Garde Terrestre después de una semana de fotos y algunos
trabajos de construcción livianos? Había sido protegida de lo peor de la
invasión por su padre presidente, nunca había ido a la Academia, y
básicamente la habían mimado en la Garde Terrestre. ¿Realmente necesitaba
unas vacaciones de sus vacaciones?
Tal vez esa no era la valoración más benéfica de Melanie, pero no
ayudó a la opinión de Caleb de que ella en su mayoría los ignoraba a él y a
Daniela, en su lugar prefiriendo pasar su tiempo libre haciendo video-chats
con personas de su antigua vida: compañeros del instituto, hijos de senadores,
futuros líderes del mundo libre.
No. A Lawson no le importaría eso. Esas eran cosas de niños. ¿Qué
quería su tío que descubriera?
Un cangrejo se escabulló más allá de su manta, ojos negros como
periscopios gemelos girando alrededor. Los pequeñines eran llamados
cangrejos fantasmas. Caleb los había visto corretear por la arena hace unos
días. Aburrido y cansado de nadar, había pasado toda una hora leyendo sobre
ellos en línea.
—Mira esto —dijo Caleb, señalando el crustáceo dorado a Daniela—.
Esos muchachos cambian sus colores para mezclarse con la arena. Genial,
¿eh?
Daniela inclinó su libro de bolsillo ―una morbosa novela romántica
que había escogido en el aeropuerto― para poder mirar a Caleb.
—Podrías aprender algo de ellos —dijo.
—¿Qué se supone que significa eso?
Mientras miraban, el cangrejo se enterró de nuevo en la arena, solo su
par de ojos alargados eran visibles.
—Significa que podrías dejarte ir un poco —respondió Daniela―. Te
veo ahí, con tu cabeza maquinando y toda esa mierda. Has estado
malhumorado desde que llegamos aquí.
—No estoy malhumorado —respondió Caleb con mal humor—. No
piensas que esto es… ¿no sé? ¿Extraño?
—Viejo, salvamos al mundo de una invasión alienígena —respondió
Daniela, sus trenzas temblando de un lado a otro mientras reía—. Quiero
decir, los lorienses hicieron la mayor parte, pero nosotros también estuvimos
allí. Deberían darnos vacaciones gratuitas por el resto de nuestras vidas. Se
cómo el cangrejo, hombre. Relajado.
—Creo que se mezclan así para evitar a los depredadores.
—¿Ves algún depredador aquí, Caleb?
Caleb giró la cabeza para mirar hacia la casa de la playa.
—No lo sé.
La gente comenzaba a reunirse en la terraza trasera de la casa. Caleb
podía ver a Wade allí. El hombre supuestamente estaba en sus cincuenta, pero

175
Fandom Legacies
su cara de bebé y su barbilla negra le hacían parecer más joven. Llevaba el
cabello largo como un surfista, ni un mechón gris, al igual que su barba. En
otro ataque de aburrimiento, Caleb había visto algunas de las charlas TED14
de Sydal antes de la invasión, donde dio una conferencia sobre la posibilidad
de alcanzar la inmortalidad, física o digital. Todo pasó por encima de la cabeza
de Caleb, pero solo mirándolo y escuchándolo hablar, Caleb podía decir que el
tipo quería desesperadamente mantenerse joven para siempre.
Sydal estaba rodeado por la horda habitual de asistentes e internos.
Todos ellos eran jóvenes y atractivos, recién salidos de las escuelas de la Ivy
League. Se mezclaban con los representantes de investigación y desarrollo
vestidos más profesionalmente de diversas áreas de ingeniería y actividad
militar, todos se reunieron para ver el lanzamiento del día desde la comodidad
de la propiedad de Sydal.
Caleb podía distinguir a los militares de la multitud por sus cortes de
cabello y posturas rígidas. Por un segundo, juró haber visto a su padre allí
arriba. Demasiado sol.
En el medio de todo, por supuesto, estaba Melanie. Incluso a cierta
distancia, parecía especialmente vibrante. Su cabello rubio fluía suelto
alrededor de su cabeza, el viento agitaba su falda de tenis y su blusa. Sydal
mantenía un brazo paternal alrededor de sus hombros, presentándola a sus
diversos invitados. Al igual que en sus misiones con la Garde Terrestre,
Melanie se mantuvo aparte de Caleb y Daniela, tanto que él siempre se
sorprendía al ver lo fácil que ella activaba su encanto social.
Los camareros circulaban entre la multitud en la terraza con aperitivos y
cócteles. Caleb y Daniela habían sido invitados a la pequeña fiesta de Sydal,
pero habían optado por ver el lanzamiento desde la playa.
—Es loco que a los tipos como él todavía les interesen los viajes
espaciales —le dijo Caleb a Daniela—. Especialmente cuando sabemos que
no hay nada allá afuera realmente. Todos los alienígenas están tratando de
venir aquí.
—Hoy estás lleno de pensamientos profundos.
—Gracias.
Un fuerte cántico comenzó en la cubierta. Una cuenta regresiva de diez.
Caleb inclinó sus gafas de sol hacia abajo para ver la nave despegar. La
elegante y plateada nave se elevó desde su plataforma de lanzamiento hacia la
playa y cortó silenciosamente a través del cielo azul perfecto. La aeronave
tenía forma de disco, como la idea cliché de un platillo volador. Sydal
probablemente pensó que era inteligente. Un resplandor carmesí provenía del
bajo vientre de la imitación del ovni. Parecía que estaba ardiendo, pero esos
eran, en realidad, los propulsores.

14
Tecnología, Entretenimiento, Diseño. Es una organización sin fines de lucro
estadounidense dedicada a las "Ideas dignas de difundir".

176
Fandom Legacies
Eso era reutilizar la tecnología mogadoriana. Los militares habían
recuperado toneladas de Skimmers después de la invasión y Sydal había sido
seleccionado como uno de los desarrolladores para trabajar en ellos con
ingeniería inversa. Hoy era un gran día para Wade y la Corporación Sydal: era
la primera compañía en tener un prototipo listo para volar. En un esfuerzo
por distanciar su trabajo de los alienígenas hostiles que le proporcionaron su
base, Sydal había bautizado a la nave como Shepard-1, llamada así por el primer
estadounidense en llegar al espacio.
El Shepard-1 voló, impulsado por sus propulsores, estable y bajo
control. Hizo una voltereta, para el deleite de los invitados de Sydal. Luego, la
nave se puso en vertical, elevándose más y más, hasta que se convirtió en una
mancha plateada. Caleb la perdió de vista. El plan era que el Shepard-1
alcanzara la exosfera. La multitud en la cubierta se calló, acurrucada alrededor
de Wade y su tablet que mostraba los diagnósticos de la nave.
—Espero que no explote —comentó Daniela.
Momentos después, una ovación subió desde la cubierta. El Shepard-1
había llegado al borde de la atmósfera de la Tierra. Pronto, la nave volvió a
estar a la vista, descendiendo agraciadamente hacia su plataforma de
lanzamiento.
Todos aplaudieron. Un completo éxito.
—Genial —dijo Daniela secamente, apenas levantando la vista de su
libro—. Es bueno ver que nosotros los humanos tenemos naves espaciales
ahora. Y es bueno que esa cosa no nos haya disparado, ¿eh?
Caleb miró hacia la cubierta donde Sydal estaba siendo bombardeado
con palmadas en la espalda y apretones de manos.
—¿No tienes la sensación de que este tipo Sydal piensa que todo lo que
vino de la guerra, la tecnología, los blasters, las naves de guerra, incluso
nosotros con nuestros legados, somos solo juguetes para él con los que jugar?
Daniela se encogió de hombros.
—¿Qué esperabas de un nerd como ese? Probablemente revirtió la
ingeniería de un Cubo de Rubik cuando era un niño pequeño. Y estoy
bastante segura de que el Dr. Goode hace lo mismo.
—Es diferente —respondió Caleb―. Malcolm está tratando de
ayudarnos.
—Voy a tomar una siesta —dijo Daniela. Ella cerró su libro, se levantó
y recogió su toalla—. Trata de relajarte, ¿de acuerdo, Caleb? Nadie está aquí
para atraparte.
Caleb no se relajó.
Unos minutos después de que Daniela se fuera, Caleb se levantó y
regresó a la mansión. La reunión en la terraza era ahora un cóctel completo,
ninguno de los invitados estaban ansiosos por dejar atrás la hospitalidad de
Sydal. Nadie le prestó atención a Caleb mientras rodeaba el costado de la casa
y entraba por una puerta lateral.

177
Fandom Legacies
Durante el recorrido cuando llegaron allí por primera vez, Wade había
llevado brevemente a sus invitados garde a su taller. Estaba en el primer piso,
justo al otro lado del pasillo del gimnasio. Sydal se había reído tímidamente
sobre su “santuario nerd”, le dijo a Caleb y a los demás que sus proyectos les
parecerían aburridos, y en su lugar los guió al gimnasio donde tenía máquinas
elípticas conectadas a realidad virtual.
Caleb había querido hurgar en el taller desde entonces. ¿Qué mejor
momento que ahora, cuando todos los demás estaban distraídos en la
recepción del Shepard-1?
Sydal ni siquiera mantenía la habitación cerrada. El taller recibía mucha
luz de las ventanas que iban del piso al techo, una vista de la playa era visible
más allá. El espacio estaba inmaculadamente organizado, las herramientas, los
engranajes y las tarjetas de circuitos estaban todos en su lugar. Una media
docena de drones de diversos tamaños permanecían apagados en un banco de
trabajo. En un caballete cercano había una pila de esquemas dibujados a
mano.
Caleb puso sus manos en sus caderas. Esta no era exactamente una
guarida malvada. En cierto modo, le recordaba al laboratorio del Dr. Goode,
aunque era mucho menos caótico. ¿Qué había esperado encontrar realmente?
Una forma familiar en el esquema superior llamó su atención. Con un
curioso ceño fruncido, Caleb se acercó al caballete.
El boceto técnico se veía al principio como una chincheta combinada
con un microchip. Caleb reconoció el dispositivo como el mismo que sacaron
de la sien de esa chica Rabiya cuando la rescataron de los Segadores. Un
inhibidor. Había notas escritas a mano en los márgenes del boceto, la escritura
ordenada, supuestamente, de Sydal. Fácil de remover; difícil de adherir; doloroso.
Caleb pasó a la siguiente página. Un cráneo humano fue bosquejado allí
en perfecto detalle. Uno de los chips inhibidores había sido dibujado
directamente unido al hueso, su pequeño diente penetrando 3.4 milímetros, la
medida exacta fue garabateada allí mismo, junto con un montón de otros
cálculos a los que Caleb no pudo encontrarle sentido. Había más notas. ¿El
voltaje más alto posible? ¿Cuánto = demasiado? Propenso al cortocircuito.
Haciendo una mueca al imaginar que tenía una de esas cosas
directamente en su cabeza, Caleb paso al siguiente boceto. Este no era tan
técnico como los que lo precedían. Este era una versión a mano alzada del
Hombre de Vitruvio de Da Vinci que tenía notas en el papel escritas con lápiz, y
garabatos hechos con marcatextos azul que atravesaban las extremidades y se
unían en el pecho y la cabeza. Columnas de ecuaciones impenetrables se
extendían desde la figura, algunas de ellas subían por el borde del papel.
Escrito a lo largo de la página: ¿Fuente de energía loriense? ¿Se puede detectar?
¿Neutralizar?
Caleb deseó tener un teléfono celular o una cámara. Se preguntó qué
haría el Dr. Goode con estos diseños.
—¿Qué estás haciendo aquí?

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Fandom Legacies
Caleb saltó ante el sonido de la voz de una mujer. Era Lucinda, una de
los tantos pasantes universitarios de Sydal. Era bonita, de poco más de veinte
años, con el cabello del color de la nuez moscada, un puñado de pecas y ojos
verdes. Ella estaba vestida profesionalmente, una falda pulcra y una blusa de
cuello alto. Tenía una pila de papeles bajo el brazo. Caleb tragó saliva.
—Uh… —respondió, sin estar seguro de qué decir—. Solo estaba…
—Esos están todos desactualizados —dijo Wade Sydal alegremente,
saludando hacía los bocetos mientras entraba en la habitación detrás de
Lucinda. Le sonrió a Caleb mientras dejaba su tablet, con la que había estado
monitoreando el Sherpard-1—. A veces, cuando no puedo dormir, garabateo.
Por favor, no juzgues mi trabajo en base a eso.
—Yo no estaba. Quiero decir, yo… ―los ojos de Caleb se movían
desesperadamente, buscando una excusa por la que él estaba allí. Se decidió
por el banco lleno de robótica—. Tenía curiosidad sobre los drones.
—Eres un chico nervioso, Caleb. Me he dado cuenta de eso —dijo
Sydal, acercándose para pararse frente a él. Sacudió su pulgar en dirección a
Lucinda y bajó la voz—. Todos mis asistentes están entrenados para estar
atentos a la piratería intelectual, pero no dejes que ella te intimide. Estoy
seguro de que no tenemos nada que temer de un miembro de la Garde
Terrestre. ¿Cierto, Lucinda?
—Cierto —respondió Lucinda, apenas mirando a Caleb. Ella estaba
mirando su teléfono, respondiendo emails.
—Piratería, uh, no, yo estaba solo, uh… —Caleb respiró hondo. Al
parecer, la infiltración no era su fuerte—. Estaba aburrido, supongo.
—Oye, mi casa es su casa —respondió Sydal. Sus ojos se iluminaron y
examinó a Caleb de nuevo—. Estoy un poco ocupado en este momento con
todo el vuelo espacial innovador…
—Oh, sí, felicitaciones —dijo Caleb apresuradamente.
—Gracias —respondió Sydal—. Pero bueno, la próxima vez que estés
aburrido, me encantaría echarles un vistazo a esos legados tuyos. Tal vez
realizar algunas pruebas. Ver lo que podemos descubrir. La duplicación
prácticamente desafía toda la física conocida, ¿verdad? Vivo para esas cosas.
—Oh, um…
Caleb dejó que su mirada se deslizara hacia los bocetos de Sydal. El
hombre parecía decidido a descifrar cómo funcionaban los loriense y cómo
detenerlos. ¿Debería Caleb someterse a algún tipo de prueba? No podía
pensar en una forma educada de decir no y, a medida que la incomodidad
entre él y el sonriente Wade se extendía, sintió que uno de sus duplicados casi
salía por la ansiedad. Caleb respiró, se estabilizó y asintió de una manera que
esperaba que fuera casual.
—Sí, claro —dijo Caleb—. Genial.
—¡Genial! —repitió Sydal, dándole a Caleb una palmada en el
hombro—. Lucinda, consigue algo de espacio con mi joven amigo aquí en el
calendario. —Así como así, Sydal estaba dejando la habitación de nuevo,

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volviendo a su cóctel. Gritó por encima de su hombro—. ¡La gente de esta
casa va a cambiar la existencia humana! ¡Qué gran momento para estar vivo!

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Fandom Legacies

—SABES, ME DEJÉ CONVENCER DE QUE LA VIDA con la Fundación


no apestaba —dijo Taylor, tratando de evitar que sus dientes castañetearan—.
No había nada en los folletos sobre congelar mi culo en Rusia.
—Mongolia —corrigió la mujer en el video chat.
—Como sea —respondió Taylor. Se enterró más profundamente en su
parka, agarrando la tablet con los dedos entumecidos a pesar de llevar un par
de guantes de lana gruesa—. Está a menos treinta grados aquí.
—Me disculpo sinceramente por apresurarte en tu primera asignación
—dijo la mujer.
Ella era la mujer de mediana edad con el cabello rubio corto que habló
con Einar en Islandia, de la que Taylor había tenido un breve vistazo. Su
nombre era Bea, supuestamente. Había algo vagamente familiar en ella, pero
Taylor no lo podía descifrar. Ver el acogedor fuego y la humeante taza de té
donde estaba Bea hizo poco para mejorar el estado de ánimo de Taylor.
―Normalmente, permitimos que nuestros reclutas disfruten del estilo
de vida que proporciona la Fundación antes de pedirles que realicen una tarea,
pero se te necesitaba urgentemente.
—Necesitaba —repitió Taylor—. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo
aquí.
—Curar. Eso es todo lo que te pediremos que hagas, Taylor. Salva
vidas, mejóralas.
Siempre la misma propaganda de la Fundación, pensó Taylor. La dama
era como un disco rayado.
—¿Te importaría contarme los eventos que te llevaron a abandonar la
Academia? —preguntó Bea—. Con tus propias palabras.
Taylor levantó una ceja.
—Ya le dije todo a tu gente.
—Compláceme.
Entonces Taylor pasó por todo otra vez. Ayudó que no tuviera que
mentir. Le contó a Bea que la Garde Terrestre se había llevado a Ran y
Kopano, los arrestaron sin cargos por crímenes que en realidad eran defensa
propia. Ella habló sobre cómo Nigel había desaparecido en Londres y cómo la
Garde Terrestre les estaba ocultando esa información. Dijo que no confiaba
en la administración para mantenerla a salvo o cuidar de lo que era mejor para
ella.

181
Fandom Legacies
—Gracias, Taylor. Muy esclarecedor —dijo Bea cuando Taylor
terminó. Miró por encima del hombro, alguien más estaba en la habitación
con ella, escuchando y sonrió con satisfacción en su dirección—. Estaremos
en contacto pronto.
La llamada se cortó. Inmediatamente, el soldado que vigilaba a Taylor
se acercó y le quitó la tablet. Eran incluso más estrictos aquí que en la
Academia sobre la comunicación con el mundo exterior. Eso no debería
haberla sorprendido, ella era parte de una conspiración internacional ahora.
Taylor se tocó el antebrazo disimuladamente. Su llave para salir de esto
y, con un poco de suerte, derribar a la Fundación, estaba escondida allí.
Hicieron un escáner corporal completo el día después de que ella dejó la
Academia, pero no lo encontraron. Al igual que Malcolm Goode había dicho,
lo que ella llevaba no activaría ninguna alarma; no podía ser detectado. No
hasta que se activara, al menos.
Y para eso, ella necesitaría tener acceso a un teléfono.
Había pasado una semana desde que Miki se la había llevado de la
Academia. La había dejado en un bote en donde esperaban un par de
mercenarios disfrazados de pescadores. Habían sido muy educados al
tranquilizarla.
Se despertó en un avión privado junto a una mujer pelirroja con un
débil acento ruso. Ella nunca se presentó, pero fue amable y deferente con
Taylor. A pesar de que la mujer era solo una intermediaria de la Fundación,
Taylor trató de memorizar su cara. La mujer rusa llevaba una de las tabletas
que Taylor pronto descubrió que tenían la mayoría de las personas
importantes de la Fundación: protegidas con contraseña y codificadas con sus
huellas dactilares, por lo que no sería una cosa fácil de hackear. La sobrecargo
alimentó a Taylor con papas fritas mientras la pelirroja le hacía preguntas.
—La Fundación le proporcionará una residencia privada. ¿Dónde te
gustaría que fuera?
—En algún lugar cálido y tropical —respondió Taylor—. ¿Sería
demasiado pedir una isla privada?
La mujer sonrió.
—Tenemos tantas islas privadas que no sabemos qué hacer con ellas.
Veo en su archivo que su padre es agricultor en Dakota del Sur. Es posible
que podamos sacarlo de Estados Unidos…
—No —Taylor respondió rápidamente—. No querrá venir. Pero…
¿podrías ayudarlo? ¿De otras maneras?
La mujer asintió.
—Algunas inversiones se colocarán en su nombre. Por supuesto,
probablemente no necesite recordarle que todo esto depende de su continua
cooperación.
—Por supuesto —dijo Taylor, detectando la amenaza implícita en las
palabras de la mujer y sonriendo como si no le importara—. ¿A dónde vamos,
de todos modos?

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Fandom Legacies
—Ucrania —respondió la mujer.
Esa fue la primera pista que recibió Taylor de que su isla privada
tardaría en llegar.
Desde el pequeño aeródromo en Ucrania, un helicóptero la había traído
aquí, hace cinco días, al borde helado de la nada. El viaje había sido una de las
experiencias más desgarradoras de la vida de Taylor, el helicóptero había sido
sacudido de un lado a otro por vientos salvajes, hubo ráfagas de nieve que
limitaban la visibilidad.
Pero lograron llegar. Y ella había tenido frío desde entonces.
Sin decir una palabra, su soldado vigilante la sacó de la tienda de
campaña y del pequeño radio de su calentador térmico. Era un hombre de
ojos oscuros y barba, tal vez de Medio Oriente, armado con un rifle de asalto
AK-47. Taylor había dejado de intentar comunicarse con cualquiera de los
cien soldados colocados aquí. Incluso si hablaban inglés —lo que a menudo
no era el caso— tenían instrucciones estrictas de no hablar con ella. Eran una
mescolanza de nacionalidades, probablemente mercenarios, como los tipos de
Blackstone con los que se había topado en Islandia. Solo el oficial ejecutivo (el
XO, como lo llamaban, un sudafricano delgado y rubio en sus cincuenta años)
le hablaba, y eso solía ser solo para darle una orden.
Afuera, el frío golpeó a Taylor de inmediato, pero al menos la nevada se
había detenido. Ella se bajó su pasamontañas para protegerse la cara y luego
siguió al soldado hasta su tienda. El campamento mercenario parecía sacado
de una película de ciencia ficción, como si hubieran colonizado un mundo
extraño. Veinte tiendas de campaña estaban instaladas en una cuadrícula, con
un convoy de vehículos todo terreno y jeeps estacionados a su alrededor, y
algunas barreras de concreto erigidas en el borde del campamento para cortar
el viento. Más allá de eso, no había más que llanuras montañosas cubiertas de
pura nieve blanca, con el parche ocasional de hierba matorral color marrón
asomando. El cielo de hoy era claro y azul, recordándole un poco a Dakota
del Sur.
—Los informes meteorológicos dicen que tendremos tres días sin nieve
—dijo un guardia ubicado frente a la tienda del XO, su voz amortiguada por
su propio pasamontañas.
—Sabes lo que eso significa —murmuró su compañero—. Nos sacarán
a hacer trabajo nocturno.
—Oh, Jesús —respondió el primero—. Tienes razón.
—Al menos significa que podríamos salir de aquí más rápido.
El hecho de que los guardias no estuvieran hablando con ella no
significaba que Taylor hubiera dejado de escuchar. Todavía no sabía lo que
estaban haciendo aquí, lo que buscaba la Fundación. Todos los días, la mitad
del destacamento conducía a algún lugar sobre la elevación occidental, sin
regresar hasta la puesta del sol. Allí era cuando Taylor hacia su curación,
cuando los hombres regresaban fatigados y hoscos y con dolencias que no se
les tenía permitido explicar.

183
Fandom Legacies
Ella había estado buscando la oportunidad de hurgar desde que llegó
aquí. Un turno de noche podría ser exactamente la oportunidad que había
estado esperando. Ya era bastante difícil distinguir a alguien durante los días,
con todas las máscaras y ropa de invierno. Al amparo de la oscuridad, Taylor
pensó que podría tener una oportunidad aún mejor de pasar inadvertida con
los soldados.
Su silencioso escolta llevó a Taylor de vuelta a su tienda en el centro del
campamento, donde saludó con la cabeza al guardia que estaba afuera y se fue.
Taylor miró al hombre que estaba de guardia y sintió una punzada de
compasión, incluso sus ojos, la única parte de él que podía ver, parecían fríos.
Taylor se había preguntado en voz alta en su primer día en Mongolia por qué
estaba siendo mantenida como prisionera. ¿No estaban todos en el mismo
equipo? El XO le había asegurado que era por su propio bien. Su gente era
disciplinada, sí, pero algunos habían estado en el páramo congelado durante
meses.
—Lo entiendes —había dicho—. Las adolescentes bonitas traen
problemas con ellas.
La piel de Taylor se había puesto de gallina ante eso y ella no había
hecho ninguna pregunta a sus soldados vigilantes desde entonces. Sin
embargo, tendría que esquivarlos esta noche si quería ver qué hacían los
mercenarios aquí.
—¡Dios mío, cierra el maldito cierre antes de que a todos nos de
neumonía!
Perdida en sus pensamientos cuando entró en su tienda, Taylor fue
lenta en cerrar y dejar fuera el clima helado, y se ganó una fuerte reprimenda
de parte de Jiao. Taylor se había encontrado por primera vez con la esbelta
sanadora china en Arabia Saudita, donde ella había sido dominante, vestía a la
moda y casi fue asesinada por Einar. Jiao no parecía tan elegante e intimidante
ahora, permanentemente atrapada en el mismo atuendo de invierno
desaliñado que Taylor. Odiaba esta asignación y se aseguraba de hacer sentir a
los demás tan miserables como ella.
—Cálmate —respondió Taylor, frotándose las manos—. Si te enfermas
de neumonía, te curaremos.
Su tienda estaba lejos del estilo de vida glamoroso que la Fundación les
había prometido a sus reclutas. Tres catres, una mesa de juego, una parrilla
eléctrica y una pila de mantas y ropa interior térmica. El XO le aseguró a
Taylor que ellos tenían uno de los calentadores térmicos más eficientes de la
empresa, aunque eso no sirvió para ahuyentar el frío perpetuo.
—Gin —declaró Jiao, ignorando la respuesta de Taylor para poner sus
cartas sobre la mesa—. Yo vuelvo a ganar, Chico Carne.
—Es Albóndiga —corrigió Vincent—. Y por favor no me llames así.
—¿Cuál de los dos no quieres que te diga?
—Ninguno.

184
Fandom Legacies
De cabello oscuro y regordete, Vincent era la parte final del trío de
sanadores asignado a Mongolia. A diferencia de Jiao y Taylor, el chico italiano
no se había unido voluntariamente a la Fundación. Había sido entrenado en la
Academia y promovido a la Garde Terrestre antes de ser secuestrado por la
Fundación el año pasado y presionado para prestar servicio. Ahora, parecía
estar constantemente al borde de las lágrimas y siempre nervioso, aunque eso
último podría haber sido el estar tiritando por el frío. Taylor había estado
buscando la oportunidad de hablar con él uno a uno, pero Jiao o uno de los
guardias siempre estaba presente.
Vincent dejó caer las cartas, tratando de mezclarlas.
—¿Jugamos de nuevo? —preguntó.
—No —respondió Jiao, levantándose de la mesa y estirándose—.
Tendremos que trabajar pronto y estoy cansada de ganarte. —Se volvió hacia
Taylor—. ¿Hablaste con Bea? ¿Te dijo cuánto tiempo estaremos atrapados
aquí?
—No —respondió Taylor, sin molestarse en ocultar su propia
decepción—. Ella no me dio una respuesta directa.
—Típico —dijo Jiao—. Debes estar cuestionando tu decisión de volver
con nosotros.
—Algunas semanas más de esto y tal vez lo haré —dijo Taylor,
mirando a Vincent—. Pero la Academia también fue terrible. No tienes idea.
Vincent no dijo nada y simplemente apartó la vista de Taylor,
jugueteando con su baraja de cartas. Pensó que tal vez él defendería a la
Academia, pero Vincent probablemente estaba muy perturbado para hacer
eso. Tal vez a él le había gustado el estilo de vida de la Fundación: podían
prometer mucho, Taylor sabía eso. También podían chantajear y extorsionar.
Taylor no estaba segura de sí Vincent era un traidor o un cobarde. Ninguno
de los dos le sería particularmente útil a ella.
—Bueno, para que conste, esta es la peor asignación a la que me han
enviado —dijo Jiao.
Taylor se preguntó cuán comprometida estaba Jiao con el trabajo de la
Fundación. Estas pequeñas conversaciones la ayudaban a indagar con más
profundidad en sus compañeros, pero no revelaban nada que realmente
derribara a la Fundación.
—¿Peor que cuando Einar te disparó y te arrojó por una ventana? —
preguntó Taylor.
Jiao sonrió y flexionó su rodilla, recordando la pelea en los Emiratos
Árabes Unidos.
—Por favor, eso no fue nada —dijo—. Curé esas heridas en diez
minutos y pasé la noche bailando con uno de los guapos guardaespaldas del
príncipe.
Taylor puso los ojos en blanco. Antes de que se pudiera decir algo más,
escucharon el estruendo de los camiones que regresaban al campamento. El
convoy mercenario había regresado. Jiao dejó escapar un suspiro por la nariz,

185
Fandom Legacies
el aire se convirtió en niebla. Vincent se levantó, guardó sus cartas y se paseó
nerviosamente.
—Aquí vamos —dijo Taylor.
Los soldados llegaron de tres en tres, uno por cada sanador.
Depositaron sus rifles en la entrada, luego se quitaron los pasamontañas,
guantes y cualquier otra pieza de armadura que estuvieran en el camino de sus
heridas. Y ellos siempre estaban heridos. O tal vez dañados era la manera más
precisa de decirlo. De todos modos, según el recuento de Taylor, cincuenta
salían cada día y, sin falta, cincuenta regresaban. Una unidad completa que
necesitaba curarse.
Pronto, la tienda olía a sudor y cigarrillos. Vincent hizo su trabajo en
tímido silencio, pero Jiao mantuvo un monólogo continuo en chino, ladrando
bruscamente a cualquier soldado que trajera nieve o barro a su tienda. La
tienda era generalmente silenciosa, excepto por los delirios de Jiao; los
soldados no hablaban con los garde y rara vez hablaban entre ellos.
El primer paciente de Taylor era un hombre asiático musculoso que
miraba deferentemente el suelo mientras ella le agarraba las manos, curando el
inicio de quemaduras por el frío en sus dedos. Tenía algunos cortes profundos
en la rodilla y la espinilla, parecía que se había caído. Ella también los sanó.
Luego, presionó sus manos contra los lados de su cuello y sanó la
enfermedad.
En su primer día en Mongolia, Taylor había discernido que no solo
eran golpes y hematomas lo que la Fundación quería que sanasen. Era la
enfermedad, presente en todos los que regresaban del misterioso sitio de la
expedición. Taylor se había entrenado en hospitales mientras estaba en la
Academia; había encontrado gripe y estreptococos en la garganta, cáncer y un
caso fortuito de viruela, incluso la leucemia en última fase del príncipe árabe
que había necesitado a cuatro de ellos para curarla. Ninguna de esas
enfermedades se sentía como esta enfermedad.
Era como si una oscuridad creciera en los soldados. Taylor podía sentir
los tentáculos de eso cuando usaba su legado. Podría jurar que la enfermedad
luchaba contra ella.
Todos los días, ella limpiaba los cuerpos de los soldados de la
enfermedad. Y al día siguiente, ellos regresaban con la misma enfermedad.
Cuando iba por su cuarto soldado, Taylor ya no tenía frío. El sudor
brillaba en su frente.
Un hombro dislocado. Más quemaduras por el frío. Cortes y rasguños.
Y siempre la enfermedad.
¿Qué estaba infectando a estos hombres? ¿Qué quería la Fundación con
eso?
Taylor necesitaba averiguarlo.
—Oye, mmm, ¿Taylor…? —Vincent habló, ya sonaba agotado—.
¿Podrías ayudarme aquí? Este tipo está realmente mal.

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Fandom Legacies
—Claro, un segundo —respondió Taylor, terminando con su propio
paciente antes de acercarse a Vincent.
Taylor se encogió cuando vio al hombre parado frente a Vincent. Se
había despojado de su ropa excepto por sus pantalones, la piel estaba pálida
casi azul por el frío. Su costado derecho estaba completamente cubierto de
quemaduras oscuras, la piel cocinada y ennegrecida. Extendiéndose desde esa
grave herida se veían venas negras descoloridas. Se mantenía firme, con los
dientes apretados, como si no tuviera una cantidad increíble de dolor.
—El maldito chico me dice que estoy mal —dijo el soldado, hablando
con un fuerte acento escocés—. ¿Qué clase de trato a los pacientes es ese, eh?
—L-l-lo siento —tartamudeó Vincent.
—¿Cómo te pasó esto? —preguntó Taylor mientras presionaba sus
manos contra las quemaduras del escocés, dejando que su energía curativa
restaurara lentamente la piel. Junto a ella, sintió que Vincent le ganaba a la
enfermedad; era más fuerte en este hombre que cualquiera de los que ella
había atendido. Realmente podía ver las venas negras en su pecho retroceder
mientras trabajaban.
—Finalmente algo de jodida acción, así fue como esto me sucedió —
dijo el soldado.
—Cállate, MacLaughlan —le regañó uno de los otros soldados—.
Conoces las reglas.
—¿Qué? —exclamó MacLaughlan inocentemente, mirando a Taylor
mientras ella lo atendía—. La chica bonita estadounidense quiere escuchar
algunas historias de guerra, ¿quién soy yo para negárselas?
En ese momento, el XO asomó la cabeza en la tienda, con una mirada
dura dirigida a MacLaughlan.
—¡MacLaughlan! —gritó el XO, sonando tan bondadoso como el
Profesor Nueve antes de ordenarte que corrieras unas vueltas por el
campus—. ¿Te oí ofrecerte de voluntario para hacer un turno doble?
MacLaughlan apretó los dientes.
—Sí, jefe —dijo, inexpresivo—. No puedo esperar para volver allí.
—¡Genial! —el XO miró a Taylor—. Esa curación es suficiente,
entonces, querida. Él volverá aquí mañana por la mañana.
Taylor y Vincent dieron un paso atrás de MacLaughlan, sus quemaduras
solo estaban medio curadas, las venas negras todavía trepaban por su caja
torácica.
—Lo siento —murmuró Taylor.
—No te preocupes —MacLaughlan respondió con un guiño—. Me voy
a frotar un poco de hielo sobre esto. Hay mucho de eso aquí, ¿eh?
El resto de la curación de ese día transcurrió sin incidentes. Después,
les fue traído lo que equivalía a un festín en la aburrida tundra: pan de centeno
picado, naranjas enlatadas, un queso duro sin sabor y salchichas de algún
animal misterioso. Por supuesto, todos lo engulleron, incluso si Jiao lo hacía
mientras tapaba su nariz. Curar a tanta gente era un trabajo agotador y los

187
Fandom Legacies
dejaba a todos hambrientos. Taylor sintió el agotamiento entrando, el vacío en
su interior producto de demasiada curación, el hormigueo en sus dedos por el
uso excesivo de su legado. Era lo mismo que todos los días desde que ella
estaba aquí: despertar, congelarse, curar, comer, dormir.
Ella necesitaba romper ese patrón esta noche. Si tan solo pudiera
mantenerse despierta.
Después de la cena, Vincent bostezó y se tambaleó hacia su catre.
—Hombre, no puedo creer que tengamos que hacer eso otra vez
mañana por la mañana.
—Lo que nos saque de aquí más rápido —respondió Jiao. Ella bufó—.
De todos modos, no sé por qué estás lloriqueando. Taylor y yo trabajamos
mucho más que tú.
Taylor no hizo ningún comentario, aunque era cierto. Vincent
definitivamente no tenía las mismas habilidades que ella y Jiao. O, al menos,
no se esforzaba tanto. Tal vez había sido promovido demasiado rápido de la
Academia. O tal vez este era el pequeño acto de rebelión de Vincent contra la
Fundación. Taylor no lo sabía.
Los días eran cortos en el oeste de Mongolia y la noche llegó
rápidamente. Los tres garde pronto se acurrucaron en sus resistentes sacos de
dormir, el XO le había asegurado a Taylor que eran del mismo tipo que
usaban los escaladores cuando subían al Everest. Todos se movieron al mismo
tiempo, refunfuñando mientras trataban de ponerse cómodos en sus catres
duros como rocas. Los sanadores no hablaban entre sí y Taylor se encontró
añorando la camaradería de la Academia.
Taylor extendió su mano para agarrar su suéter y se aferró al amuleto
que Kopano le había hecho, aliviada de que la gente de la Fundación no se lo
hubiera quitado. Se preguntó dónde estaría Kopano en ese momento.
Esperaba que él y los otros estuvieran bien.
El resto del campamento todavía estaba vivo; los mercenarios hablaban
en voz alta en una variedad de idiomas, comiendo y bebiendo, limpiando sus
pistolas, jugando a las cartas. El viento aulló. Taylor intentó mantener los ojos
abiertos, esperando una señal de que los soldados salieran a su misión
nocturna.
Se despertó al oír el ruido de los motores acelerando y un mercenario
gritándole a otro que se pusiera en marcha. «Maldición». Se había quedado
dormida. Los soldados ya se estaban moviendo. Tendría que ponerse en
marcha rápidamente si quería salir en medio de ellos.
Taylor miró en dirección a Jiao y Vincent. Ambos estaban durmiendo,
Vincent incluso roncaba suavemente. Los soldados afuera eran ruidosos como
el infierno, pero después de una sesión de curación sin parar, los garde
probablemente podrían dormir a través del apocalipsis. Todo el cuerpo de
Taylor dolía por el frío y el esfuerzo mientras se obligaba a levantarse de la
cama.

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Fandom Legacies
No podía simplemente quedarse sentada y cumplir las órdenes de la
Fundación. Necesitaba hacer algo. Averiguar qué estaban haciendo aquí al
final de la nada.
Taylor se deslizó hacia la entrada de su tienda y lentamente desabrochó
la cremallera lo suficiente como para asomarse. Como de costumbre, había un
guardia apostado, pero estaba demasiado distraído por el convoy de
mercenarios que se iba para observarla.
Aun así, ella necesitaría una distracción para pasarlo.
Con su telequinesis, Taylor extendió la mano y comenzó a desamarrar
los pilones de metal de la tienda más cercana a la de ella. Cuando estuvieron lo
suficientemente sueltos, esperó una fuerte ráfaga de viento —que nunca
tardaban en llegar aquí afuera— y luego le dio a la tienda un empuje
telequinético tan firme como pudo.
El refugio salió volando, exponiendo media docena de soldados
durmiendo dentro. Inmediatamente, comenzaron a gritar y revolverse,
saltando abruptamente de la cama para agarrar su carpa voladora. Tal como
Taylor esperaba, el soldado que custodiaba la tienda de los garde dejó su puesto
para ayudar.
Taylor se deslizó en la noche. Se puso el pasamontañas sobre la cara y
trató de hincharse, caminando como un hombre. Nadie le prestó ninguna
atención. Caminó rápidamente hacia los faros del convoy que partía.
Por supuesto, Taylor sabía que esto era peligroso. Tal vez un poco loco,
como algo que Isabela podría hacer. «Actúa confiada —le había dicho Isabela
una vez—, y te servirá para salir de cualquier situación». Siguió ese consejo.
También razonó que, sin importar lo que hiciera allí, salvo que se revelara a sí
misma como espía, la Fundación no dejaría que le pasara nada. Era demasiado
valiosa.
Los hombres a su alrededor se subieron a los camiones y condujeron
hacia la noche. Armándose de valor, Taylor eligió un SUV al azar y se subió al
asiento trasero.
Se encogió de inmediato. El SUV que había elegido estaba vacío,
excepto por el conductor, que le estaba mirando raro por el espejo retrovisor.
Y el conductor era MacLaughlan.
—¿Qué demonios haces sentado allí? —le preguntó—. Yo no tengo
compañeros.
Taylor emitió un gruñido evasivo y se encorvó. Tal vez él pensaría que
ella era uno de los mercenarios que no hablaba inglés, cansado y gruñón por
tener que hacer trabajo nocturno.
—Conozco la sensación —respondió MacLaughlan con un bufido.
¡Había funcionado! Empezó a poner el camión en marcha, pero luego se
detuvo y miró a Taylor otra vez—. ¿Te olvidas de algo, tarado?
Ella lo miró inexpresivamente. Dio unas palmaditas en el M16 sujetado
a una rejilla a lo largo del medio del camión.
—Tú arma, tonto, ¿dónde está tu arma?

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Fandom Legacies
Taylor hizo una mueca. Ni siquiera se le había ocurrido robar uno de
los rifles.
No sabía qué decir y ahora MacLaughlan realmente la estaba mirando.
—Quítate el pasamontañas —ordenó.
Tragando, Taylor hizo lo que le pidió. Los ojos de MacLaughlan se
iluminaron de inmediato.
—Ah, la chica curiosa —dijo, divertido. Se giró en su asiento para
mirarla, haciendo una mueca de dolor por las quemaduras que Taylor no había
terminado de sanar—. ¿Crees que esto es un viaje al centro comercial o algo
así?
—Quiero ver por qué estoy aquí afuera, congelándome el trasero —
Taylor respondió honestamente, tratando de parecer segura de sí misma—.
Llévame contigo y terminaré de curarte.
MacLaughlan la miró por un momento. Luego, se encogió de hombros
y se desabrochó torpemente su armadura para que Taylor pudiera poner sus
manos dentro.
—A la mierda —dijo—. Si el XO se entera, tú me engañaste con magia
extraterrestre, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
MacLaughlan puso el camión en marcha y siguió la fila de vehículos
hacia la oscuridad de las llanuras. Taylor se inclinó hacia adelante y presionó
sus manos contra su costado, curándolo mientras conducía.
—Esto me recuerda la vez que robé el auto de mi papá para perseguirlo
con Betty Garretty —dijo MacLaughlan con una sonrisa.
Taylor retrocedió un poco.
—No te hagas ideas —le advirtió—. Podría lanzarte a través de ese
parabrisas en un abrir y cerrar de ojos.
—Ah, no te halagues, pequeña señorita —soltó MacLaughlan—. Tengo
esposa e hijos en casa y todos ustedes tienen doce años.
Condujeron en silencio después de eso. Eventualmente, Taylor terminó
de curar a MacLaughlan y se recostó en su asiento, mirando por la ventana.
Era pura oscuridad afuera. El convoy conducía en línea recta, los faros
iluminaban solo el camión frente a ellos y lo que parecía interminable nieve y
hielo. Avanzaban cuesta arriba, ascendiendo por la elevación del oeste, yendo
a no más de treinta kilómetros por hora mientras cruzaban el terreno
resbaladizo.
—¿Qué hay afuera? —preguntó Taylor, cada vez más impaciente
después de treinta minutos de ir en línea recta.
MacLaughlan sonrió.
—Mejor velo por ti misma. Casi estamos llegando.
De hecho, Taylor vio luces adelante. No luces de una ciudad, sino
lámparas de inundación montadas en vigas imponentes, como en un sitio de
construcción. Apareció una grúa y una especie de taladro pesado que le
recordó a Taylor una torre de perforación de petróleo. Aun así, no podía ver

190
Fandom Legacies
para qué era todo ese equipo, hasta que llegaron a la cima y comenzaron a
descender.
Taylor se inclinó hacia adelante en su asiento, con los ojos muy
abiertos.
—Es una nave de guerra —dijo.
Los restos de una de las vastas naves de guerra mogadorianas se extendían
por el valle nevado. Incluso media destruida, la nave del tamaño de una cuadra
de una ciudad era amenazadora. Claramente, donde no había sido destruida,
había sido desvalijada, faltaban trozos aquí y allá, otras secciones habían sido
diseccionadas. A Taylor le pareció el esqueleto de una langosta de metal
gigante.
—Sí —respondió MacLaughlan—. Y la cosa se filtra como una hija de
p…
Antes de que él pudiera terminar, un rayo de energía roja atravesó la
oscuridad y chisporroteó en el lado del pasajero del camión frente a ellos.
MacLaughlan pisó los frenos, evitando por poco al otro camión que se salió
de control.
—¡Demonios! —gritó MacLaughlan. Se puso un par de gafas de visión
nocturna y agarró su rifle—. Pensé que habíamos matado a todos estos
malditos monstruos antes.
Taylor miró por la ventana.
—¿Te refieres a…?
—Los bastardos desagradables están afuera, congelándose sus bolas
alienígenas —respondió MacLaughlan—. Los rezagados vienen de vez en
cuando, probablemente enojados de que estamos revisando sus cosas, ¿sabes?
Solo algunos de ellos. Nada que no podamos…
MacLaughlan se detuvo mientras miraba a través de las gafas. Todo el
convoy se había detenido, los mercenarios se refugiaban detrás de sus
camiones, asumiendo posiciones defensivas.
—Poco… poco más que un puñado —suspiró MacLaughlan. Él
empujó a Taylor—. ¡Agacha tu maldito trasero!
Incluso cuando él lo hizo, la noche se iluminó de color carmesí. Un
centenar de rayos de fuego de blasters chisporrotearon en la llanura,
bombardeando el convoy desde ambos lados. Las ventanas de su camión se
hicieron añicos y Taylor sintió una sensación abrasadora en la mejilla, olió su
cabello quemado. MacLaughlan dejó escapar un grito y de repente se quedó
en silencio.
Estaban bajo ataque.
Había mogadorianos en la tundra.

191
Fandom Legacies

UN PASTELILLO EN EL INTERIOR DE UNA CAJA CUBIERTA de


alambre. Eso es todo lo que era. Sencillamente eso.
Kopano se miró a sí mismo en el espejo polvoriento. Su cara estaba
moteada de sudor y no solo era debido al calor seco del Golfo Pérsico. El
baño del café era pequeño, tenuemente iluminado, y olía a humo de narguile.
Él limpió una mancha del espejo con la manga de la camisa, como si poder
verse claramente lo hiciera más fácil.
—Está bien —se dijo a sí mismo—. Justo como el pastelillo, pastelillo.
No es gran cosa.
La caja de alambre de púas y el sabroso obsequio en el interior habían
sido uno de los juegos de entrenamiento favoritos del Profesor Nueve cuando
supieron que Kopano podía esparcir sus moléculas y endurecerlas. Le requería
que mantuviera una parte de su brazo transparente mientras su mano sólida
alcanzaba el pastelillo.
—Ten calma —le dijo el Dr. Goode una vez—, aunque tomará tiempo
dominar tu legado, ahora es parte de tu biología. Tu cuerpo no te dejará hacerte daño. No te
permitirá solidificar tu brazo cuando esté compartiendo el mismo espacio cuántico con la caja
de la misma manera que tus pulmones no te permitirán contener la respiración para siempre.
Kopano realmente, realmente quería creer eso.
Se inclinó cerca del espejo y miró la pequeña herida en su sien. La
venda se había desprendido un par de días atrás, dejando atrás una incisión
cerrada con pegamento del mismo tamaño que la uña de su dedo meñique. La
costra probablemente se desprendería en un par de días y dejaría atrás una
cicatriz apenas perceptible. Pero, obviamente, no era el corte lo que
preocupaba a Kopano; era lo que había debajo.
El chip. El que les daba el control a la agente Walker y a su gente.
Kopano presionó su dedo índice contra el costado de su cabeza, volvió
su dedo transparente, y luego lenta y cautelosamente introdujo su dedo en su
cráneo.
Había una extraña sensación de ebriedad a un lado de su cabeza.
Empezó a ver manchas e inmediatamente sacó su dedo.
Esperó un momento, con las manos apoyadas a los lados del fregadero,
para ver si tendría un aneurisma o algo así. Hubo un suave latido alrededor de
su incisión, tal vez el comienzo de un dolor de cabeza, pero nada que Kopano
no pudiera manejar.

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Fandom Legacies
—Estás bien —aseguró su reflejo—. Puedes hacerlo. Igual que con el
pastelillo.

—¿Qué te tomó tanto tiempo? —preguntó la agente Walker cuando Kopano


salió del café. Estaba apoyada contra el auto que había alquilado en la ciudad,
con gafas de sol de aviador brillando bajo el sol de la tarde.
—Lo siento —dijo Kopano. Se frotó la barriga—. Me acostumbré a la
comida estadounidense donde no usan especias.
Walker hizo una mueca.
—Ah. Mis condolencias. ¿Quieres conducir?
Sin esperar una respuesta, arrojó las llaves del auto a Kopano. Subieron
al sedán con aire acondicionado donde Ran esperaba, estoica y silenciosa en el
asiento trasero. Ella no había dicho nada desde que habían sido "reclutados"
para la Operación Watchtower, ni siquiera cuando ella y Kopano estaban
solos. De vez en cuando, la atrapaba fulminando a Walker con la mirada. Ran
estaba resentida por todo esto y, como Kopano había aceptado
voluntariamente el acuerdo, probablemente también estaba resentida con él.
Detrás del volante, Kopano los condujo fácilmente hacia el tráfico de
Abu Dhabi. Él sonrió, pero se contuvo antes de que Ran o Walker lo vieran.
Abu Dhabi no estaba tan lleno de gente y los relucientes rascacielos eran en su
mayoría nuevos y ostentosos en comparación con el dorado caos de Lagos,
pero este lugar todavía le recordaba a su hogar. Tal vez eso se debía a todos
los malos conductores: los autos deportivos que se movían a través del tráfico
a velocidades vertiginosas, y sus conductores que le prestaban más atención a
sus teléfonos que a las carreteras. Hombres grandes, probablemente, en
asuntos importantes. Kopano se agarró al volante y se metió en la corriente.
Echó un vistazo a Walker, preguntándose qué pensaría su padre de él ahora,
conduciendo alrededor con esta agente secreta, en una misión.
Walker, mientras tanto, estaba en el medio de hojear fotos de las
escenas del crimen. Kopano vio el cuerpo de un hombre aplastado en una
acera, sangre oscura y vidrios rotos a su alrededor, y amordazado.
—Ugh, ¿qué estás mirando?
—¿Estas? —preguntó Walker inocentemente—. Fotografías de las
víctimas de Einar.
Kopano negó con la cabeza, repentinamente sentía calor a pesar del aire
acondicionado. Tiró de su cuello y aflojó su corbata. Iba vestido como un
vendedor: camisa de vestir, corbata, pantalones. Las dos mujeres vestían
túnicas blancas, pantalones caqui y pañuelos en la cabeza. Walker también
llevaba una chaqueta marrón claro para ocultar su arma.
—Guárdalas —dijo Kopano, meneando la cabeza—. Ya sabes lo que
les pasó. Ahora es simplemente morboso.
—Me recuerda con qué tipo de monstruo estamos lidiando —dijo
Walker—. Además, pienso que puede ser una motivación para conseguir que

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Fandom Legacies
nuestro amigo el jeque trabaje con nosotros. —Levantó una de las fotos: un
escuadrón de hombres con armadura, prácticamente descuartizado; para que
Ran pudiera verla—. ¿Qué piensas de ese plan, Ran?
Con una rapidez que sorprendió a Walker, Ran apartó la foto.
—Aparta eso de mi vista.
—También te necesito motivada —dijo Walker, volviendo a colocar las
fotos en su sobre—. Eso es todo.
Kopano se aclaró la garganta. Había decidido que, si Ran iba a ser la
descontenta, él trataría de ser el diplomático, tal vez ponerse del lado de
Walker. Ella no parecía una dama tan mala, poniendo el secuestro y la
implantación de chips a un lado. Ella lo estaba dejando conducir, después de
todo.
—Realmente crees que esas imágenes lo harán… ¿motivar al jeque para
que nos ayude? —preguntó Kopano, dándole a Walker la oportunidad de
explicar su plan y actuar como si estuviera a cargo. Descubrió que a los
adultos les gustaba eso.
—Me motivarían a mí —respondió Walker—. ¿Saber que hay un
psicópata garde por ahí matando gente? ¿Que él sabe dónde vivo? ¿Que yo
podría ser el próximo en su lista? —Walker se encogió de hombros—. Tal vez
tengamos suerte y atrapemos a Einar en medio del intento de asesinato del
tipo.
—Tienes una extraña definición de suerte —dijo Kopano.
—De todos modos, es la mejor ventaja que tenemos. No hemos
podido identificar las identidades de muchos de los antiguos… empleadores
de Einar. Solo conseguí este porque su hija, ¿Rabiya, verdad?, fue secuestrada
por los Segadores. Ella les dijo quién era su padre mientras intentaba
convencerlos de que no la mataran.
Mirando por la ventana trasera, Ran habló sin mirar a Walker.
—Mientras estemos aquí, debes arrestar al jeque. Él trabaja con la
Fundación.
Kopano miró a Walker por el rabillo del ojo. Ella tenía una forma de
cambiar el tema cada vez que surgía la Fundación. Incluso evitó decir su
nombre al hablar de las víctimas de Einar, a pesar de que la membresía era lo
que todos tenían en común.
—Una cosa a la vez —dijo simplemente Walker.
Kopano tamborileó alegremente las manos sobre el volante.
—Entonces eso significa que lo arrestarás, eventualmente.
—No tengo jurisdicción para arrestar a nadie o, a la mierda, de incluso
estar en este país —respondió Walker—. El punto es que el mundo es más
complicado de lo que ustedes dos creen.
Ran guardó silencio otra vez. Habían dejado la ciudad atrás,
intercambiando la grilla de edificios altos por una carretera que atravesaba el
desierto. Incluso esta carretera le parecía opulenta a Kopano, con sus
palmeras equidistantes y parches de hierba verde esmeralda.

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Fandom Legacies
—Creo que a mi papá le encantaría este lugar —dijo—. Solía decirme
que el mundo también es complicado, agente Walker. Es la forma en que él
explicaba el andar estafando a la gente.
Walker lo miró por un momento, luego se volvió para mirar por su
propia ventana. Kopano condujo en silencio.
Dirigido por el GPS, Kopano condujo fuera de la carretera y hacia un
camino privado. El pavimento brillaba: Kopano juró que estaba cubierto de
copos de oro. Nadie dijo una palabra hasta que el palacio apareció a la vista, el
edificio surgía del desierto como algo de cuento de hadas, columnas de piedra
arenisca y parapetos, un estacionamiento lleno de automóviles de lujo
sombreados por arboledas de olivos. Kopano negó con la cabeza, la audacia y
el esplendor no se parecían a nada que hubiera visto nunca. Incluso su padre
no podría haber imaginado este lugar en sus sueños más locos.
—¿Alguien vive aquí? —preguntó Kopano.
—Loco, ¿verdad? —respondió Walker.
A medida que la grandeza del palacio se disipaba, Kopano notó a los
guardias. Había docenas de ellos, algunos posteados afuera de la puerta
principal, otros en el techo y sus pasillos. Todos llevaban túnicas blancas y
enormes ametralladoras.
Kopano tragó saliva.
—Saben que venimos, ¿verdad?
—Lo saben —dijo Walker rotundamente—. La Operación Watchtower
arregló liberar algunos de los bienes internacionales dudosos del jeque a
cambio de quince minutos.
Ran se inclinó hacia adelante para mirar a los muchos guardias.
—¿Estás segura de esto? —preguntó ella—. No fuimos amables con
Rabiya la última vez que nos vimos. Pueden guardar rencor.
—¿No fueron amables con ella? —preguntó Walker—. De la forma en
que lo escuché, la salvaron de ser quemada por un grupo de religiosos
yahoos15.
—Sí —dijo Kopano—. Pero luego la obligamos a teletransportarnos…
—Y ella llegó a casa segura, eventualmente —respondió Walker—.
Estamos aquí tratando de atrapar al tipo que la metió en todo ese lío. Ellos
cooperarán.
—Si tú lo dices —dijo Ran.
Los tres salieron del auto. Inmediatamente, Kopano sintió miradas
sobre ellos. Miradas y pistolas, todos los guardias moviéndose o deteniéndose
en sus puestos, inclinando sus cuerpos hacia ellos. Kopano dejó que Walker
tomara la delantera, la mujer caminaba con confianza hacia la entrada de la
puerta doble del palacio, pero se puso entre los pistoleros y Ran, asegurándose
de que su piel estuviera endurecida.

15
Un yahoo es una criatura salvaje, sucia y de costumbres desagradables que se parece a los
seres humanos y que aparece en Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift.

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Fandom Legacies
—-Suficientemente cerca. —Un guardia salió de la sombra de un árbol
y levantó su mano. A diferencia de los otros, su túnica era negra y llevaba un
broche dorado en la solapa, era algún tipo un jefe. Se acercó al trío con su rifle
listo, pero bajo.
—Soy Karen Walker. Tenemos una cita con el jeque.
—Usted tiene una cita —dijo el guardia. Hizo un gesto hacia Kopano y
Ran—. Estos dos no pueden entrar. Los de su tipo no causan más que
problemas.
Kopano frunció el ceño ante eso. Ran miró con ojos muertos al
guardia. Walker miró por encima del hombro.
—Quédense aquí —les dijo.
—¿Qué pasa si te metes en problemas? —preguntó Kopano.
—Estaré bien —dijo Walker.
Kopano y Ran intercambiaron una mirada, pero ¿qué podrían hacer? Si
algo le sucediera a Walker allí —si la mataban— los dejarían inconscientes y
probablemente pronto también estarían muertos. Esa era mucha confianza
para poner en alguien.
—Ten cuidado —dijo Ran fríamente.
El guardia llevó a Walker al palacio, dejando solos a Ran y Kopano con
las docenas de guardias de miradas endurecidas. Kopano se movió incómodo.
—Esto apesta —dijo—. Quería ver adentro.
Hubo movimiento en la pared. Entre los adustos guardias y sus túnicas
idénticas, Kopano vio un destello de color. Había una chica allí con un hiyab
dorado y un vestido con estampado de leopardo. Kopano no podía estar
seguro a esta distancia, pero supuso que era Rabiya. Levantó una mano para
saludar torpemente. Ella lo miró y corrió por un momento, luego desapareció
de nuevo en el palacio.
—Todos son muy amables —dijo Kopano.
Ran frunció el ceño. Luego, se lamió el pulgar y le limpió una mancha
en el cuello a Kopano.
—Tienes algo sobre ti, dijo. Esto es… ¿sangre?
—Maldita sea, lo bueno es que Walker no lo notó —dijo Kopano con
alivio.
Metió la mano en el bolsillo de su pantalón, moviéndose
cautelosamente en caso de que alguno de los guardias con ojos de halcón
pensara que estaba buscando un arma, y le mostró a Ran el microchip
manchado de sangre que se había quitado de la cabeza.
—¿Qué…? —dijo Ran.
—Lo saqué —dijo Kopano—. El chip.
Los ojos de Ran se iluminaron. Se acercó más a Kopano, hablando en
voz baja.
—¿Cómo lo hiciste?
Kopano se lo demostró pasando los dedos de una mano por la palma
de la otra y movió las cejas.

196
Fandom Legacies
—No sé qué debería hacer con esto ahora —dijo, guardando el chip de
nuevo—. ¿Aplastarlo, tal vez, o…?
—¡No! —Ran siseó—. Pueden notar que ha sido desactivado.
Mantenlo contigo todo el tiempo.
—Está bien, por supuesto —dijo Kopano—. Inteligente.
Ran inclinó su cabeza y echó hacia atrás su cabello para que su cicatriz
estuviera a la vista.
—¿Puedes hacerlo con el mío?
—Yo, eh… —Kopano tragó saliva—. No lo sé. Hacerlo en mí era una
cosa, pero y si… yo podría tocar tu cerebro por accidente o no sé qué más. Es
un gran riesgo.
—Un riesgo que estoy dispuesta a correr para sacar esto de mí.
—Está bien, pero quizá no quiera arriesgarme accidentalmente a
lobotomizar a mi amiga.
Ran le frunció el ceño. Kopano le frunció el ceño en respuesta.
Antes de que pudiera decirse algo más, hubo una pequeña conmoción
en las puertas del palacio. Rabiya emergió desde adentro, flanqueada por
guardias que lucharon para igualar su paso decidido. Kopano y Ran se
tensaron cuando ella se acercó.
—Los conozco —dijo Rabiya a modo de presentación—. Ustedes dos
son de la Academia, ¿cierto?
Kopano miró a Ran. Ella miraba a Rabiya con su silencio típicamente
obstinado, por lo que Kopano se encogió de hombros y tomó la iniciativa.
—Algo así —respondió Kopano—. Sí.
—¿Y ahora están aquí con una agente estadounidense para cazar a
Einar?
—Es una especie de misión secreta —dijo Kopano.
—Eso es lo suficientemente bueno —dijo Rabiya. Miró a la comitiva de
guardias que continuamente se acercaban más—. Den un paso atrás —les
espetó—. O incurrirán en la ira de mi padre.
Pareciendo inquietos, los guardias retrocedieron un poco. Uno de ellos
habló por un walkie-talkie, probablemente notificando al jeque que su hija
había salido a la luz pública.
—Debemos hablar rápido —dijo Rabiya, con urgencia en sus ojos miró
primero a Kopano y luego a Ran—. Y luego necesitarán tomar una decisión
muy rápida. ¿Entendido?
—En realidad no, dijo Kopano.
Rabiya extendió su mano y un torrente de energía azul cobalto se
canalizó hacia adelante. Donde su energía golpeó el camino de entrada, una
brillante piedra de loralita comenzó a crecer, haciendo un ruido como de
botas crujiendo sobre vidrios rotos.
—Mi padre no les ayudará a encontrar a Einar —Rabiya habló
enérgicamente, su mirada en Kopano y Ran mientras la piedra crecía—.
Después de su pelea con él en Islandia, Einar me utilizó para teletransportarse

197
Fandom Legacies
a una instalación de la Fundación y robar una nave espacial mogadoriana.
Entonces, él me dejó regresar aquí. Prometió no lastimar a mi familia durante
su pequeña yihad16. Mi padre sabe esto. No se arriesgará a molestar a Einar o a
la Fundación informando.
—Por favor, Jequesa —interrumpió uno de los guardias—. Debes
volver adentro. Esto no es apropiado.
El guardia intentó agarrar a Rabiya por el codo. En respuesta, ella lo
empujó con su telequinesis y lo envió volando hacia el costado de un Porsche
cercano, el cristal de la ventana del lado del conductor se rompió por el
impacto. Nerviosos e inquietos con sus armas, el resto de los guardias
retrocedió un par de pasos.
—¿Por qué nos estás diciendo esto? —preguntó Kopano. Junto a él,
Ran recogió un puñado de grava suelta, preparada para cargarlos con su
legado si el asunto se ponía peor.
—Desde que mi hermano fue curado —Rabiya continuó como si no
acabara de agredir a uno de sus guardias—, mi padre desea lavarse las manos
de los asuntos relacionados con la garde. La golpiza que soporté por parte de
los Segadores lo avergonzó. Él dice que nuestros poderes están en contra de
Dios. Él no me dejará practicar. Lo he escuchado hablar por teléfono sobre
una cirugía para implantar un inhibidor en mí.
Kopano tocó instintivamente su propia sien.
—¿Entonces, quieres que nosotros…?
—Les ayudaré a encontrar a Einar. Sé dónde será su próximo golpe —
dijo Rabiya—. A cambio, quiero que me lleven a la Academia. Deseo
inscribirme allí Deben decidir ahora. Los hombres de mi padre intentarán
detenernos.
Ella tenía razón. Captando la deriva de su conversación, los guardias
habían comenzado a acercarse, con sus armas preparadas. El del walkie-talkie
hablaba rápido, probablemente retransmitiendo la situación a su jefe de la
túnica negra.
—¡Deja esta locura, jequeza! —imploró uno de los guardias—. Tu
padre, él viene…
La piedra de loralita estaba terminada. Rabiya dio un paso adelante.
—¿Y bien?
—Uh, la cosa es… —comenzó Kopano, mirando nerviosamente a
Rabiya y sus protectores armados—. Realmente no podemos hablar por…
—Sí —interrumpió Ran—. Estamos de acuerdo.
—Bien —respondió Rabiya—. Tómense de las manos.
Kopano, nervioso, dejó que Ran agarrara su mano. Rabiya entonces se
apoderó de la de Ran.
—No podemos irnos sin Walker —dijo Ran.
—Bien —respondió Rabiya—. Iremos por ella.

16
Guerra santa

198
Fandom Legacies
Un par de guardias se abalanzaron sobre ellos, pero demasiado tarde.
Rabiya rozó sus dedos contra la piedra y el mundo desapareció de debajo de
Kopano. Recordaba este sentimiento de teletransportarse de ida y vuelta a
Islandia, pero eso no significaba que estuviera acostumbrado. Fue tragado por
el resplandor azul loriense, y volteado de cabeza.
Y luego, en lo que dura una respiración, él estaba en otro lado. Un
patio, para ser precisos, dentro del palacio. Salieron de un segundo trozo más
pequeño de loralita escondido dentro de un bosquecillo de palmeras.
—Mira —dijo Ran—. Podrás ver adentro después de todo.
Kopano, mareado, soltó una risita de sorpresa. No era frecuente que
Ran hiciera una broma.
No tuvo tiempo de contemplar las burbujeantes fuentes y esculturas del
enorme patio. Unos cuantos metros al frente, Kopano vio al guardia de túnica
negra arrastrando a Walker por el cabello hacia el patio. Había sido un poco
golpeada y desarmada, pero su ceño todavía estaba en su lugar. A ellos se les
unieron otros dos guardias y un hombre imponente, con una gran barba y un
traje muy caro. Kopano lo ubicó como el padre de Rabiya, el jeque. Él estaba
en medio de una reprimenda a Walker mientras su grupo avanzaba hacia la
entrada del palacio.
—¿Qué clase de corrupción es esta? —el jeque bramó en la cara de
Walker—. ¿Has venido a llevarte a mi hija, es eso?
—Agh… ¿qué? —respondió Walker, claramente despistada—. ¡No sé
de lo que estás hablando!
Rabiya se ajustó el hiyab.
—¿Vamos a rescatar a su niñera, entonces?
Los tres garde salieron a la vista con Kopano liderando el camino. Uno
de los guardias del jeque, sorprendido por su repentina aparición, levantó su
rifle y soltó un solo disparo.
Kopano se estremeció cuando la bala rebotó en su hombro endurecido.
Dolió, pero el dolor estaba al mismo nivel que recibir un puñetazo en el
brazo. Apretó los dientes y puso su cara más aterradora.
Él no necesitaba haberse tomado la molestia. El jeque se abalanzó
sobre el guardia y lo golpeó contra el suelo.
—¡Mi hija está con ellos, tonto!
En la conmoción, Ran uso su telequinesis y alejó a Walker de los
guardias, sin preocuparse en absoluto por manejarla con cuidado. Kopano la
agarró en el aire, sonriendo ante la mirada de absoluto desconcierto en su
rostro.
—¿Qué han hecho? —preguntó Walker entre dientes.
Rabiya saludó al jeque.

199
Fandom Legacies
—¡Me voy a América, padre! ¡No trates de traerme de vuelta!
¡Insha’Allah17!
Agarró la mano de Ran y, a su vez, Ran puso su mano en el hombro de
Kopano. El jeque y sus hombres corrieron hacia ellos, pero no llegarían a
tiempo.
—No podemos llevárnosla —gritó Walker—. ¡No tenemos la
autoridad!
—Entonces detennos —respondió Ran.
No había nada que Walker pudiera hacer.
Rabiya se colocó detrás de ella, tocó la piedra de loralita y
desaparecieron.

17
Insha’Allah (Si Alá/Dios quiere) es un término árabe para indicar la esperanza en que un
acontecimiento, ya mencionado, ocurra en el futuro

200
Fandom Legacies

MACLAUGHLAN ESTABA MUERTO


Taylor trató de curar al hombre, sosteniéndolo de los costados de lo
que quedaba de su cabeza. Pero no había chispa, nada para que su legado
volviera a reavivar. Él se había ido. Su rostro era una masa de quemaduras
debido a los blasters mogadorianos. Había lugares en los hombros donde la
armadura de su cuerpo se había derretido en su piel.
Taylor tuvo arcadas. Había estado cerca de la enfermedad y había visto
la muerte antes, había visto a Einar obligar a los guardias del jeque a matarse
mutuamente en Dubái. De alguna manera, esto había sido peor. Al menos
conocía un poco a MacLaughlan, había estado hablando con él hacía cinco
segundos atrás. ¿Eso fue todo lo que realmente se necesitó para borrar a
alguien del mundo? Casi parecía demasiado fácil.
Todavía agachada en el asiento trasero, Taylor vio una lengua de llamas
salir de debajo de la carrocería del camión. No había tiempo para reflexionar
sobre las preguntas existenciales ahora, no había tiempo para entrar en pánico.
Ella necesitaba moverse.
Pero algo llamó su atención cuando mataron a MacLaughlan. Algo se le
había caído de su cinturón cuando empujó a Taylor hacia abajo. El impulso de
huir fue fuerte, pero Taylor lo resistió. Buscó a tientas en el piso del camión,
con los dedos arañando los cristales rotos, hasta que chocó contra algo duro y
de plástico.
Un teléfono satelital. Apresuradamente, metió el objeto en su parka.
El humo negro llenaba el interior de su camión. Afuera, podía oír
gritos, disparos y explosiones. Una batalla en toda regla.
No tenía más remedio que ir hacia ella.
Con su telequinesis, Taylor sacó la abollada puerta trasera de sus
bisagras y saltó a la fría noche. Ella se mantuvo agachada, rayos de blasters
chisporroteaban en el aire desde ambos lados. Fue una emboscada. Los
mogadorianos habían encarado el convoy de la Fundación desde el este y el
oeste.
Mogadorianos. Malditos mogadorianos. Taylor no podía creerlo. Había visto
a las criaturas alienígenas en la televisión, pálidas y de ojos hundidos, con
tatuajes en el cuero cabelludo, criaturas horribles que parecían pertenecer a
cavernas subterráneas. Habían fracasado en su invasión a la Tierra y habían
sido en su mayoría erradicados o encarcelados, pero Taylor había escuchado
los rumores acerca de que muchos de ellos seguían en libertad, prosperando

201
Fandom Legacies
en los lugares más anárquicos del mundo, evitando el alcance de la Garde
Terrestre.
Aparentemente, el oeste de Mongolia era uno de esos lugares. Las
piezas hicieron clic para Taylor, a pesar del pánico. La Fundación había
venido aquí para obtener algo de la nave de guerra caída. Los mogadorianos los
habían descubierto y no respondieron cortésmente.
Podía verlos allí afuera en los bordes del resplandor de los reflectores,
sus rostros pálidos y su armadura oscura iluminada en ráfagas por sus
destellantes blasters. Un mercenario que se ocultaba detrás de un Humvee
volcado lanzaba balas contra una manada de alienígenas y Taylor los vio
explotar en nubes de polvo. Irreal.
Un rayo blaster golpeó el camión ardiente del que ella había salido.
Taylor buscó refugio y chocó contra un soldado que hacía lo mismo.
—¡Dispara, imbécil! —gritó el mercenario en su cara. Él no la
reconoció, pero rápidamente se dio cuenta de que estaba desarmada—.
¡Idiota! ¿Dónde está tu arma?
El corazón de Taylor latía salvajemente contra su esternón. La
adrenalina fluía a través de ella. Habían tratado de prepararla para peleas como
esta en la Academia, pero las salas de entrenamiento y las pistas de obstáculos
no simulaban la sangre, el barro y la locura. Estaba por encima de sus
posibilidades, pero eso no importaba. Ella era una garde. ¿Y por qué la garde
vino a la Tierra?
Para matar a los mogadorianos.
—Aquí está mi arma —le dijo Taylor al soldado.
Con su telequinesis, Taylor levantó una puerta que había volado de uno
de los camiones y la envió a toda velocidad a la fila mogadoriana. Estaba
bastante segura de haber cortado a uno de ellos por la mitad.
—Mier…da —dijo el soldado. Agarró su walkie-talkie y gritó—. ¡Es
una de los activos! ¡XO! ¡Es una de los activos!
Taylor no veía al XO en ninguna parte, no podía distinguir a ninguna
persona. Era un caos. Los mogs dispararon de vuelta y ella corrió, dirigiéndose
a espaldas de un grupo de mercenarios que se ocultaban bajo la base de un
reflector. Cuando un mog pareció a la vista, ella usó su telequinesis para
arrancar su blaster.
Un mercenario colapsó junto a ella y Taylor olió inmediatamente la piel
quemada. Le habían disparado en el hombro, y el blaster mogadoriano le había
atravesado la armadura. Taylor se agachó y presionó sus manos contra su
pecho, curándolo. El soldado la miró con los ojos muy abiertos, luego se la
sacudió de encima, reorientó su rifle y le devolvió el fuego a los mogs.
—Un gracias sería bueno —dijo Taylor, sus palabras ahogadas por los
disparos.
Alguien la agarró por el hombro. Taylor reaccionó dándose la vuelta y
dando un codazo a la persona en la cara. El XO se agachó justo a tiempo,
evitando por poco que le rompiera la nariz.

202
Fandom Legacies
—¿Qué diablos estás haciendo aquí, Cook? —gritó.
Un mogadoriano aullando apareció a la vista. Estas cosas eran
prácticamente suicidas. Cuando él apuntó su blaster, Taylor lo sacudió con su
telequinesis, haciendo que descargara el arma justo debajo de su propia
barbilla.
Trató de no pensar en cómo había aprendido ese truco de Einar.
—Te estoy ayudando a no morir —le respondió al XO.
Él sonrió ante eso. Taylor notó que tenía la boca ensangrentada y que
tenía un corte considerable en la ceja. Extendió la mano para tocarlo, pero él
le apartó la mano.
—No desperdicies tu energía —dijo—. Enfócate en los que lo
necesitan.
Taylor comenzó a alejarse de él, pero luego llegó un agudo chillido de
metal. La viga de acero que sostenía el reflector sobre ellos había sido
consumida por el fuego. Se tambaleó y comenzó a caer, una media tonelada
de metal y reflectores colapsándose justo en medio de ellos.
—¡Corran! —gritó el XO—. ¡Cúbranse dentro de la nave!

203
Fandom Legacies

DUANPHEN HABÍA VISTO RESTAURANTES COMO ESTE antes,


pero solo desde afuera, mientras ella esperaba con la limusina del ejecutivo,
frunciendo el ceño a cualquiera que se acercara demasiado. Lugares como
este, con velas, manteles blancos y tintineantes copas de vino, no eran para
gente como ella. Eran para los ricos, los poderosos. De pie en el vestíbulo
débilmente iluminado del restaurante, Duanphen sintió los mismos nervios
que florecían antes de una pelea.
—¿Por qué parece que vas a vomitar? —le preguntó Isabela.
Duanphen miró a la chica brasileña, que se había sentado
cómodamente en uno de los elegantes sofás de cuero en el área de espera.
—Me siento fuera de lugar —dijo.
—Psh —Isabela desestimó esto con un gesto de su mano—. Este lugar
ni siquiera es tan genial. Y definitivamente somos las personas que mejor nos
vemos aquí.
Ambas llevaban vestidos nuevos: el de Isabela rojo escotado,
Duanphen un vestido negro más modesto. Habían ido de compras esa misma
tarde, gastando parte del dinero de la Fundación en la vestimenta adecuada.
Duanphen se sintió aliviada cuando Isabela le ofreció —no, más bien
insistió— escoger la ropa por ella.
Duanphen se alegraba de haber secuestrado a Isabela y más feliz aún de
que la chica aceptara el plan de Einar y se quedara. Einar era muy serio todo el
tiempo, siempre predicaba sobre cómo no podían confiar en la humanidad.
Era agotador. Y la Bestia —o, Número Cinco, como Duanphen se recordó a
sí misma llamarlo— no era exactamente amistoso. Tener a alguien normal en
su grupo hizo que Duanphen se sintiera menos loca por unirse a la causa de
Einar.
—¿Señoritas? ¿Entramos? —dijo Einar, mientras volvía de hablar con
el maître18—. Una mesa para tres justo acaba de quedar disponible.
—¿Qué hiciste? —preguntó Isabela, poniéndose de pie—. ¿Jugaste con
su cerebro?

18
El maître, o metre, es un camarero especializado en restaurantes u hoteles, generalmente
de alta posición.

204
Fandom Legacies
—¿Por qué desperdiciaría mi energía en algo tan trivial? —contestó
Einar. Él mostró el grueso fajo de billetes que llevaba en el bolsillo del traje—.
La forma de control mental más antigua del mundo funcionó perfectamente.
Einar estaba bien vestido como siempre. No necesitaba comprar un
traje nuevo para la ocasión, pero lo hizo de todos modos. Él tendió su brazo
hacia Isabela. Ella se rió de él.
—¿Qué crees que es esto, una cita espeluznante? —preguntó Isabela—.
Ugh. ¿Tienes una erección en este momento?
—Yo… no —respondió Einar—. Ni siquiera eres mi tipo. Solo estaba
siendo caballeroso.
Isabela pasó rápidamente junto a él con un bufido, siguiendo al
anfitrión hacia el comedor. Einar la siguió, Duanphen sonrió en silencio
mientras iba de última. Esos dos discutían sin parar, con Isabela generalmente
como la vencedora. Duanphen sabía que la chica se metía debajo de la piel de
Einar, pero no importaba qué tan exasperante fuera el intercambio, Einar
nunca hacía nada. Podía haber controlado las emociones de Isabela y volverla
dócil, podía haberla atacado con su telequinesis o azuzar a Cinco contra ella.
En cambio, actuó con moderación.
Una cosa era hablar sobre no usar tus legados contra otros garde. Otra
era vivir de acuerdo con esas reglas y auto disciplinarse. Gracias a que Isabela
lo molestaba constantemente, Duanphen había llegado a confiar más en Einar.
El anfitrión los condujo a un sitio reservado cerca de la ventana
delantera, con las brillantes luces de la ciudad visibles más allá del cristal.
Duanphen sintió las miradas sobre ellos. Seguramente, los otros comensales
debían haberse preguntado cómo estos tres adolescentes podrían permitirse
conseguir una mesa aquí. Pasó una mano por el rastrojo de cabello sobre su
cabeza. Era extraño estar de este lado del cristal.
—Ah, ahora esto está mucho mejor —dijo Einar, sentándose frente a
las chicas—. Así es como todo los de nuestra especie debería vivir.
Los ojos de Isabela recorrieron la habitación.
—Es agradable estar fuera de esa nave apestosa tuya, pero ¿no te
preocupa que te vean?
Einar rechazó esta objeción.
—Ellos no esperarían que estemos aquí. Está bien.
—La Fundación volverá por ti por lo que has hecho —señaló
Duanphen—. Volverán por nosotros.
—Por supuesto. Pero no esta noche. Y, de todos modos, no tienen
nada en su arsenal capaz de detenernos. O a él.
Einar señaló hacia el techo. Cinco estaba allí arriba, en el aire, vigilando
desde el cielo sobre el restaurante. No parecía ofenderse por no haber sido
invitado a cenar. Su piel dañada hubiera sido demasiado llamativa e Isabela
estuvo lejos de querer sostener su mano durante toda la cena.
—Probablemente tenga hambre —dijo Duanphen.

205
Fandom Legacies
—¿Ves la forma en que devora la comida rápida? —preguntó Isabela—
. Él siempre tiene hambre.
—Le pediremos algo para llevar —dijo Einar.
Estudiaron sus menús. Los platillos eran complicados y ninguno de
ellos tenía precio. Cuando el mesero con mirada escéptica se aproximó, Einar
pidió una langosta. Isabela pidió un filete miñón medio raro.
—Solo una ensalada, por favor —dijo Duanphen—. El aderezo a un
lado.
Isabela la miró una vez que el camarero se fue.
—Necesito enseñarte cómo gastar el dinero de otras personas.
Einar se aclaró la garganta.
—¿Dónde estabas tú durante la invasión, Duanphen?
Ella parpadeó hacia él. La pregunta había salido de la nada.
—Bangkok —dijo ella.
—¿Ya tenías tus legados?
—No. No aparecieron hasta después.
Einar se volvió hacia Isabela.
—¿Qué hay de ti?
—No es asunto tuyo —dijo Isabela, con labios apretados—. Ahora, ¿es
esta la parte donde pregunto dónde estabas tú y llegas al grano de esta
conversación aleatoria?
Einar exhaló por la nariz.
—¿Recuerdan cómo Setrákus Ra apareció en televisión y exigió que los
gobiernos de la Tierra le entregaran a todos la Garde Humana?
Isabela se encogió de hombros.
—Sí, supongo.
—Mi padre era un agente financiero. Mi madre era una abogada
internacional. Gente normal, pensaba. Cuando Setrákus Ra hizo esa petición,
trataron de atarme. —La luz de la vela parpadeó en los ojos de Einar mientras
miraba por la ventana—. Eran parte de un grupo llamado ProMog. ¿Saben lo
que significa?
Duanphen negó con la cabeza.
—Humanos idiotas que apoyaron a los mogs —dijo Isabela—. Ahora
todo esto tiene sentido. Tus padres eran unos imbéciles.
Einar frunció el ceño ante eso, pero continuó.
—Mis propios padres iban a entregarme a un monstruo alienígena
simplemente porque él les ordenó hacerlo. Era más débil entonces, no tenía
mucho control de mis legados, pero luché…
—¿Los mataste? —preguntó Duanphen.
—No yo… —Einar tamborileó sus dedos sobre la mesa—. Usé mi
legado para ponerlos uno contra el otro. Mi madre le pegó a mi padre en la
cabeza con una escultura. Él aún no ha despertado. Ella está en prisión.

206
Fandom Legacies
—¿Vamos a compartir todas nuestras historias trágicas ahora? —
preguntó Isabela, aunque Duanphen notó que había menos veneno en su voz
que antes—. ¿Se supone que esto creará un vínculo?
Einar se encogió de hombros.
—Tal vez. Quiero que confíes en mí, Isabela. Pensé que podría ayudar
si supieras de dónde vengo.
Isabela se inclinó hacia atrás y se cruzó de brazos, considerando esto.
Tal vez Einar estaba contando esta historia para beneficio de Isabela, pero
Duanphen también tenía curiosidad.
—¿Qué pasó entonces? —preguntó ella—. ¿Cómo te encontró la
Fundación?
—Durante la invasión, había otros miembros de ProMog como mis
padres que comenzaron a acorralar a la Garde Humana en nombre de
Setrákus Ra —respondió Einar—. Pero luego, los mogadorianos perdieron.
ProMog falló. Muchos de ellos corrieron asustados. Sin embargo, ProMog
conocía las identidades de algunos humanos garde. Una mujer tuvo la idea de
arrebatar a estos garde, reunirnos antes de que la Garde Terrestre pudiera
formarse, usarnos con fines de lucro. Esa mujer fue Bea Barnaby.
—Por cierto, estás equivocado acerca de Nigel —espetó Isabela—. Él
no tenía idea de que sus padres estaban involucrados en eso.
Duanphen había escuchado la mención de este chico Nigel antes. El
hijo del ejecutivo. Ella había escuchado la historia de cómo Einar casi lo mató.
Ella observaba a Einar de cerca ahora, vio la sombra en sus ojos. Vergüenza.
—Te creo —dijo Einar—. Yo estaba tan enojado. Quería lastimarlo
para herir a Bea. Supuse que era un espía. Eso fue tonto de mi parte. Después
de todo, yo ignoraba las malas acciones de mis padres hasta que intentaron
matarme. ¿Por qué Nigel debería ser diferente? Los dos somos muy parecidos,
realmente.
Isabela resopló.
—No, no lo son.
—Bueno, tenemos mucho en común —dijo Einar—. Los Barnaby me
acogieron. Me ayudaron a entrenar mis legados. Por supuesto, la forma en que
me usaron —llevarme a reuniones ejecutivas, negociaciones, subastas y hacer
que manipulara los resultados— siempre fue para su beneficio. Pero me
hicieron pensar que realmente les importaba. Bea, especialmente. Estaba solo
en este mundo y ella se sintió… se sintió como una madre.
Su camarero llegó con una cesta de pan y un poco de aceite de oliva.
Durante su discurso, los ojos de Einar se humedecieron. Se tomó un
momento para secarse la cara con su servilleta. Isabela lo escudriñó.
Duanphen los observó a los dos, asimilando todo.
—No sé si estás lleno de mierda o no —dijo Isabela, partiendo un
trozo de pan—. Lágrimas de cocodrilo
—Estoy siendo honesto —dijo Einar, recuperándose sin problemas—.
Después de meses con ella, creo que Bea se dio cuenta de lo poderoso que me

207
Fandom Legacies
estaba volviendo. Que era demasiado peligroso para mantenerme cerca. Ella
comenzó a enviarme a más trabajo de campo. Manteniendo su distancia.
Empecé a darme cuenta de lo desechable que era. Al final, nuestros legados
siempre nos harán una amenaza para ellos. Los humanos. Es por eso que la
Fundación existe. Es por eso que la Academia existe.
—Actúas como si fueran la misma cosa —dijo Isabela.
—No la misma cosa, sino parte del mismo sistema. —Einar se inclinó
hacia adelante, bajando la voz—. Tu Academia está custodiada por
Pacificadores con tecnología anti-garde. Esas armas son fabricadas por Sydal
Corp, una compañía cuyo propietario tiene un acuerdo permanente con la
Fundación. Sydal desarrolla sus armas utilizando materiales extraterrestres que
compra de la Fundación. Las prueba con jóvenes garde que la Fundación le
alquila. Y luego, da la vuelta y vende esas armas tanto a la Fundación como a
la Garde Terrestre. Todos se benefician, excepto nosotros.
—Sabes todo —dijo Isabela con un bufido—. Pero la Academia no
forma parte de esta conspiración.
—La ignorancia no los hace menos cómplices.
—¿Quieres hablar sobre complicidad, cabrão?
Duanphen intervino antes de que la discusión pudiera ir más allá. Ella
pensó que era mejor si evitaban hacer una escena en este elegante restaurante
y además estaba genuinamente curiosa al respecto.
—¿Cómo es? —preguntó ella—. ¿Tu Academia?
—Uh, buena, supongo —dijo Isabela, tragando saliva. La pregunta la
había tomado por sorpresa—. Aburrida. Intentan enseñarnos cosas. Nos
tratan como niños. Niños realmente peligrosos. —Echó un vistazo en
dirección a Einar y frunció el ceño—. Como sea. No estoy enamorada del
lugar, pero hay algunas personas buenas que realmente quieren ayudar a la
garde. Y realmente no tenemos…
Ella se detuvo, mirando las migajas en su plato. Duanphen ladeó la
cabeza, esperando por más.
—Una opción —dijo Einar, terminando el pensamiento de Isabela—.
¿Eso es lo que ibas a decir? ¿Que realmente no tienen opción?
Isabela lo fulminó con la mirada.
—¿Y qué si iba a decir eso?
—¿Qué pasaría si hubiera otra opción? —preguntó Einar—. ¿Una en la
que pudieras ser libre? ¿Dónde no necesitaras hacer la voluntad de alguna
organización?
Isabela soltó una bocanada de aire y luego se volvió para mirar a
Duanphen.
—¿Crees en todo esto?
Duanphen tocó su vaso de agua de cristal, considerando sus palabras.
—Cuando obtuve mis legados, intenté usarlos para ayudarme a mí
misma. Cuando fui descubierta, me pusieron a trabajar. Primero, para los
gangsters de Bangkok. Más tarde, para la Fundación. No fue hasta que Einar

208
Fandom Legacies
me encontró que realmente me sentí en control. En efecto, debemos aprender
a confiar los unos en los otros.
Einar cruzó sus brazos frente a él y mostró una sonrisa satisfecha.
Isabela entrecerró los ojos y estudió la cara de Duanphen, tal vez buscando
señales de que estaba siendo controlada. Pero estas emociones eran propias de
Duanphen. No podía recordar la última vez que había hablado tanto o tan
claramente. Eso se sintió bien.
Sus comidas llegaron. Los tres comieron en silencio, todos ellos
considerando lo que se había dicho antes. Solo cuando casi terminaron, Einar
asintió con la cabeza en dirección al bar del restaurante.
—Ella está aquí —le dijo a Isabela.
Isabela fingió un estiramiento, mirando en la dirección que Einar había
indicado.
—Sí. La veo.
—Seguiremos tus indicaciones esta vez —dijo Einar a Isabela—. Dinos
lo que quieres que hagamos.
No habían venido a este elegante restaurante solo para cenar. ¿Quién
viajaría hasta Florida solo por eso?

209
Fandom Legacies

NUNCA, EN LAS PESADILLAS MÁS GRANDES DE TAYLOR, se


habría imaginado un escenario en el que estaría corriendo hacia una nave de
guerra mogadoriana.
Y, sin embargo, allí estaba ella.
El fuego de blaster quemó el aire a su alrededor. Taylor fue arrastrada
junto con el montón de mercenarios hacia la cubierta de la nave de guerra.
Odiaba a los mogs más que a nada en ese momento. Los odiaba por hacerla
pelear junto a la Fundación.
Un rayo de energía le dio bajo las piernas a uno de sus escoltas y el cayó
gritando en la nieve. Taylor intentó regresar por él, pero el XO la agarró
fuertemente del brazo y la empujó hacia adelante. Mirando sobre su hombro,
vio a dos mogs bajar sobre soldado mientras este trataba de encontrar sus pies.
Estos no tenían blasters, tenían espadas. Cosas serradas, plateadas,
desagradables: enterraron sus armas en el soldado y luego comenzaron a
despojarlo de su equipo.
El XO golpeó a Taylor en el pecho con algo. Una pistola. Su arma
secundaria.
—¿Sabes cómo usar esto? —preguntó.
—He visto películas —respondió ella.
Se refugiaron en lo que solía ser la bahía de carga de la nave de guerra,
escondiéndose detrás de los Skimmers mogadorianos destrozados que ya habían
sido desmantelados. Los mercenarios fueron eficientes, establecieron un
perímetro y proporcionaron fuego de cobertura para sus camaradas que aún
estaban expuestos. Taylor se unió, disparando balas en la oscuridad, sin estar
segura de sí le estaba dando a algún mogadoriano. Cuando su cartucho estuvo
vacío, usó su telequinesis, retorciendo las armas mog y arrojándolas a la noche.
Una ráfaga perdida rajó un panel del Skimmer detrás del que se escondía
Taylor. Cayó directamente en su cabeza. Tuvo suerte, fue un golpe de refilón,
pero aun así estaba herida. Una nueva sensación de calor se filtró en su
cabello, que ya estaba helado de sudor, con sangre cayendo en uno de sus
ojos. Ella cayó sobre su trasero, más aturdida que nada.
El XO la vio de inmediato.
—¡El activo está lastimado! ¡Demonios llévala adentro!
—Detente —murmuró Taylor mientras otro mercenario la agarraba
por debajo de los brazos y la arrastraba a bordo de la nave de guerra—. Estoy
bien. Lo sanaré.

210
Fandom Legacies
El soldado no escuchó. La arrojó dentro de la nave de guerra, dejándola
al lado de una pila de contenedores y engranajes rotos.
Taylor se puso en pie. Tocó el corte en su cabeza y dejó que su legado
hiciera su trabajo, encogiéndose ante la fría pepita de vacío que se formaba
dentro de ella cada vez que usaba su curación en sí misma. Un poco aturdida
por el golpe en el cráneo, sin embargo, regreso de nuevo hacia los sonidos de
la lucha.
Un ruido la detuvo en seco. ¿Era esa la voz de una chica?
Definitivamente lo era. Taylor no podía entender las palabras, pero
definitivamente era alguien hablando.
Venía del interior de la nave de guerra.
¿La Fundación tenía un prisionero aquí?
Con una mirada hacia atrás a la batalla, Taylor siguió el sonido de la voz
a través de los restos del esqueleto de la enorme nave. Su camino estaba
iluminado en parches por el resplandor de los reflectores que brillaban a
través de las grietas en el techo de la nave. Ella se abrió paso a través de los
escombros: blasters mog rotos, trajes de radiación rasgados, paquetes vacíos de
cigarrillos.
Mientras se acercaba, Taylor se dio cuenta de que la voz hablaba un
idioma que no entendía. De hecho, no era uno que ella hubiera escuchado
antes, al menos no hasta esa noche. Las sílabas ásperas y agudas eran
mogadorianas.
Taylor se encogió, recelosa ahora que había tropezado con una trampa.
Se relajó cuando dobló una esquina y entró en un vasto corredor. En el
otro extremo había una matriz de comunicación parpadeante, de alguna
manera no dañada durante el choque de la nave. La voz emanaba de allí. Si
eso era una transmisión en vivo o una grabación, Taylor no podía decirlo.
Mientras Taylor escuchaba, la chica mogadoriana cambió de su lenguaje
gutural a fluido inglés.
—Esta es Vontezza Aoh-Atet, hija nacida de verdad del fallecido
General Aoh-Atet, y actual comandante de la nave de guerra mogadoriana Osiris.
—La mog hizo todo lo que estuvo a su alcance para sonar formal y noble, pero
Taylor podía decir que era joven a pesar de sus grandes títulos—.
Permanecemos en nuestra posición defensiva detrás de la luna de la Tierra
como lo hemos hecho durante los últimos cuatrocientos días. Nuestros
suministros comienzan a agotarse. Si hay alguna sección de la flota que aún
recibe, responda a nuestra transmisión.
Taylor levantó una ceja. Ella había oído sobre esto. Durante la invasión,
la garde había convencido brevemente a la flota mogadoriana de que Setrákus Ra
había muerto. Todo el infierno se había desatado: algunas naves de guerra se
mantenían fuertes mientras otras luchaban entre sí, sus comandantes
compitiendo por el cargo de Amado Líder. Una nave incluso se retiró al
espacio. Aparentemente, esa nave de guerra todavía estaba dando vueltas por
allí con esta joven Vontezza al control.

211
Fandom Legacies
—Si John Smith o cualquiera de los otros lorienses está escuchando —
continuó Vontezza—, deseo reunirme con ustedes bajo la bandera de la paz.
Lo que queda del pueblo mogadoriano no tiene estómago para una nueva
guerra…
Basándose en los mogs que estaban atacando a los mercenarios afuera,
Taylor no creía que eso fuera necesariamente cierto.
El mensaje de Vontezza comenzó una vez más en mogadoriano. Una
grabación, entonces. Taylor dio un paso hacia la consola y su pie se hundió en
algo cálido y pegajoso.
A primera vista, parecía que el piso de la habitación estaba cubierto por
una enorme capa de petróleo. Pero lo que despabilaba en los pies de Taylor
no era petróleo: era más grueso y pegajoso. Dio un paso atrás apresurada,
preocupada de que el cieno se comiera su calzado.
Entonces, ella notó las cubas. Enormes tanques alineados contra las
paredes, todos abiertos. El cieno negro había salido de ellos. Entrecerrando
los ojos, Taylor pensó que podía distinguir formas pálidas flotando en el
pantano oscuro. ¿Eran esos cuerpos mogadorianos a medio formar?
Taylor no tenía dudas de que esto era lo que la Fundación estaba
recolectando. Las cosas se veían exactamente como la enfermedad que había
visto debajo de la piel de los soldados.
Alguna creación tóxica de los mogadorianos. ¿Qué quería la Fundación
con eso?
—¡Están retrocediendo! —Taylor escuchó a un soldado gritar. El
sonido de los disparos estaba disminuyendo. La batalla había sido ganada.
No tenía mucho tiempo para hacer lo que necesitaba hacer.

De los cincuenta hombres que salieron para el turno de noche, solo treinta y
uno regresaron al campamento. Pudieron haber sido menos. Taylor, agotada
ahora, con los ojos hundidos y pesados, todavía logró curar algunos casos
terribles en el camino de regreso.
La mirada en el rostro de Jiao cuando apareció Taylor en su tienda,
uniéndose a los soldados cuando venían para curarse, no tenía precio. Taylor
debía tener una pinta de loca: ojerosa, con sangre seca manchada en un lado
de su rostro, su cabello rubio teñido de color carmesí. Podía decir que Jiao
quería hacerle preguntas, pero no se atrevió. El XO merodeaba cerca, sin dejar
a Taylor fuera de su vista.
Vincent tampoco dijo nada. Evitó la mirada de Taylor. Prestó atención
solo a los soldados heridos que se pararon frente a él.
Taylor se quitó las botas e hizo que Jiao examinara sus pies. Nada del
cieno negro había entrado.
—Está limpia —le informó Jiao al XO. Agitó su mano ante el aspecto
desastroso y la postura hecha polvo de Taylor—. Nada que pueda hacer sobre
el resto. Ella necesita dormir.

212
Fandom Legacies
—Todavía no —respondió el XO, tomando suavemente a Taylor del
brazo.
El XO la sacó. Algunos de los hombres la saludaron con admiración al
pasar. ¿Porque les había salvado la vida? ¿O simplemente estaban
reconociendo que ella había luchado junto a ellos?
Taylor terminó sola en la tienda del XO. La dejó sentarse en su catre,
apoyada contra unas almohadas. Le dolía todo el cuerpo. Luchó por mantener
los ojos abiertos mientras el XO se paseaba de un lado a otro. Accedió a una
tablet y realizó una video llamada.
Bea. Tenía el cabello recogido y llevaba un camisón gris. La habían
despertado.
—¿Qué pasa?
—Tuvimos un incidente —informó el XO.
Repasó los detalles de la emboscada mogadoriana, el número de bajas y el
daño al sitio. Explicó que Taylor había estado allí con los hombres. Taylor
mantuvo sus ojos en Bea, vio un atisbo de rabia en sus labios: estaba enojada
con el XO. Su negligencia había puesto en peligro a una de sus activos más
valiosos.
Cuando el XO terminó su resumen de los eventos, Bea miró a Taylor.
Su rostro era una máscara ahora, calmada y tranquila.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó ella.
Taylor asintió.
—¿Cómo terminaste allí?
—Uno de los soldados… MacLaughlan… —Taylor permitió que su
voz temblara. Eso haría las mentiras más convincentes—. No había terminado
de sanarlo antes porque se estaba comportando de manera indebida. El XO
estaba allí, él lo vio. Vino a nuestra tienda… me llevo con él. Me hizo sanarlo
en el camino al sitio de la nave de guerra. Luego… no sé. No sé qué más
planeaba hacer.
Se sentía un poco culpable manchando la memoria de MacLaughlan,
pero estaba muerto. No le importaría.
—¿Este soldado? ¿Dónde está él? —Bea le preguntó al XO con
frialdad.
—Muerto en la emboscada, señora.
—Bien. —Bea tomó una respiración purificadora—. ¿La excavación
puede continuar?
—Necesitaré algunos refuerzos, madam —respondió el XO—. Perdí
algunos hombres esta noche. Y no estoy seguro de cuántas más de esas cosas
están por ahí.
—Hmm. —Bea frunció los labios—. Las muestras que han recolectado
hasta ahora ya tienen un comprador y no puedo tolerar un retraso. Selecciona
algunos hombres de confianza y traigan lo que han reunido a mi ubicación. El
resto puede esperar hasta que haya refuerzos disponibles.

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Fandom Legacies
Taylor soltó un pequeño gemido y se estremeció. Ese no fue del todo
falso. La idea de más tiempo en Mongolia parecía una pesadilla.
—Y trae a la Srta. Cook —agregó Bea con simpatía—. Creo que ha
visto suficiente acción para un tour.

Antes, de vuelta en la nave de guerra mogadoriana, Taylor sacó el teléfono


satelital de MacLaughlan de su abrigo. Suspiró aliviada de que no se había
dañado en todo el combate.
Ella marcó un número. Un número que había memorizado hace un par
de meses, cuando se tramó este plan por primera vez. Un número para un
teléfono celular que el Profesor Nueve prometió sería respondido en cualquier
momento, de día o de noche.
Ring. Ring.
—¿Dónde está el activo? —gritó alguien—. ¿Dónde la pusiste?
La estaban buscando. La batalla había terminado.
—Vamos, vamos —murmuró Taylor, retrocediendo hacia las sombras.
Ring. Ring
—¡Encuéntrela! —gritó el XO.
Ring. Ri-
—¿Hola? —respondió un joven.
—Soy yo —dijo Taylor, con lágrimas en los ojos—. No tengo mucho
tiempo. Por favor apúrate.
—Pon el teléfono en tu brazo.
Taylor hizo lo que le dijeron, colocando el teléfono contra su
antebrazo, justo donde habría una cicatriz reciente de cirugía. Es decir, si
Taylor no hubiera curado la herida ella misma.
Todavía podía escuchar la voz del chico en el teléfono, aunque ahora
adquiría una calidad diferente. Metálica y robótica.
—¡Activar! —dijo.
Así sonaba cuando Sam Goode usaba su legado para hablar con las
máquinas.
—¿Funcionó? —preguntó Taylor, poniéndose el teléfono en la oreja.
—¡Sí! —dijo Sam—. Te vemos.
Los escáneres de la Fundación no habían descubierto el chip
localizador de Taylor porque todavía no se había activado.
Ahora lo estaba.
Una ráfaga de luz de linterna barrió el corredor de Taylor. Puso el
teléfono en el fango mogadoriano sin decir adiós y tropezó en la dirección de los
soldados que la buscaban.
—¡Estoy aquí! —dijo—. ¡Estoy aquí!

214
Fandom Legacies

CALEB SE DESPERTÓ AL AMANECER Y SE VISTIÓ LO más


silenciosamente posible. Mientras el resto de la mansión de Sydal dormía, se
deslizó afuera y comenzó a correr por la playa. El frío rocío del océano le hizo
cosquillas en la piel. Mantuvo un ritmo constante hasta que estuvo fuera de la
propiedad de Sydal. Una vez que llegó a la playa pública, comenzó a
encontrarse con otros corredores matutinos. Asintieron y le sonrieron como si
fuera una persona normal.
Encontró el camino a un bar de zumos junto a la playa. Con unos
pocos dólares de su sueldo como miembro de la Garde Terrestre, Caleb se
compró un batido de mantequilla de maní y plátano. Con la bebida en la
mano, y el sudor húmedo en la espalda, se instaló en una silla en el porche de
la tienda, que daba al océano. De vez en cuando, Caleb miraba su reloj.
Se suponía que se reuniría con Wade Sydal esa mañana a las nueve para
que el inventor pudiera hacerle algunas pruebas.
Eran las diez antes de que terminara su batido.
—Ups —dijo Caleb.
No regresó a la casa de la playa hasta un par de horas más tarde, cuando
estaba seguro de que Sydal tendría que haberse ido a su oficina. Él estaba en
lo correcto. El lugar estaba prácticamente desierto.
Caleb encontró a Daniela junto a la piscina, mojándose los pies en la
piscina mientras terminaba las últimas páginas de su novela. Ella inclinó sus
gafas de sol hacia abajo para mirarlo.
—Hey, todos te estaban buscando —dijo.
—Fui a trotar y perdí la noción del tiempo —dijo Caleb, practicando la
mentira.
—Uh-huh —respondió Daniela—. Wade estaba decepcionado de que
no fueras a la oficina con él, pero Melanie se presentó como voluntaria.
Supongo que levantará un montón de mierda mientras Sydal mide la energía
acumulada en sus músculos.
—Genial —dijo Caleb, dejándose caer al lado de Daniela y metiendo
los pies en la piscina.
—¿Honestamente? —ella bajó la voz un poco—. Yo tampoco quiero
que ese tipo me haga pruebas. Hice algunos pedazos de piedra para que él los
analizara. Parecía contento con eso.

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Fandom Legacies
—Es extraño, ¿verdad? —dijo Caleb, aliviado de que Daniela estuviera
de su lado—. Es como si quisiera descubrir cómo funcionan los legados para
que nos pueda excluir del proceso.
Daniela levantó su mano.
—De acuerdo, oye. Simplemente no quiero que me toque y me coma
con los ojos como lo hace con sus asistentes. No voy a entrar en una
conspiración contigo.
Caleb y Daniela se volvieron cuando la puerta mosquitera detrás de
ellos se abrió de golpe. Lucinda, la asistente de Sydal que había atrapado a
Caleb en el taller el otro día, estaba allí con una ceja levantada.
—Ajá —dijo ella—. Aquí está, Sr. Crane.
Lucinda llevaba una falda de tubo y una blusa que había atado para
mostrar su pequeño estómago. Caleb no se había dado cuenta de que la
palabra "pavonearse" estaba en su vocabulario hasta que vio a Lucinda
acercarse a ellos.
Lucinda se detuvo frente a ellos, con la cadera inclinada hacia un lado, y
sonrió.
Miró a Caleb por un momento antes de hablar.
—El Sr. Sydal estaba muy decepcionado de que se haya perdido su cita
esta mañana —dijo Lucinda.
—Um, sí —dijo Caleb, tragando saliva—. Salí a correr y perdí la noción
del tiempo. Dile que lo siento.
—Puedes decírselo tú mismo, en la cena —dijo Lucinda—. Estarás allí,
¿verdad? ¿O planeas desaparecer de nuevo?
—No —dijo Caleb—. Estaré por ahí.
—Bien —respondió Lucinda. Comenzó a jugar con el nudo de su
camisa mientras hablaba, lo que distrajo a Caleb increíblemente—. Al Sr. Sydal
también le gustaría saber si les apetece bistec para la cena.
—Uh —respondió Caleb—. ¿Qué?
Daniela rió disimuladamente.
—Sí, eso es genial. Gracias.
Lucinda le sonrió a Caleb, luego se abrió camino hacia la casa. Daniela
le dio un codazo.
—Viejo, creo que ella estaba coqueteando contigo.
—¿En serio? No puede ser.
Daniela le dio una palmadita en el hombro a Caleb.
—Acepta que somos estrellas de rock súperpoderosas.

Había invitados en la cena todas las noches desde que los garde habían llegado
a Florida —oficiales de la compañía de Sydal, representantes de la NASA y del
ejército, amigos ricos— pero la multitud de esta noche era relativamente
pequeña. Era solo el séquito de Sydal y los garde. Sydal estaba sentado a la
cabecera de la larga mesa en el solario, había un fuego crepitante cerca, y el

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Fandom Legacies
olor a carne asada era fuerte en el aire. Él estaba flanqueado por cuatro de sus
asistentes —dos chicos y dos chicas, una de las cuales era Lucinda— quienes
se quedaban en la casa de la playa para anotar los pensamientos de Sydal y
atender sus necesidades cada vez que las tenía. ¿Estaba Sydal saliendo con
alguna de sus asistentes? Caleb y Daniela lo discutieron y no llegaron a
ninguna conclusión. Era cariñoso con todas ellas, tal vez de manera
inapropiada. Tal vez eso explicaba por qué el abogado de Sydal, un hombre
viejo y desaliñado recién salido del campo de golf, también estaba presente.
El banquete estaba delicioso, aun cuando Caleb no quisiera admitirlo.
Bistec jugoso, maíz en mazorca que de alguna manera era fresco a pesar de no
estar en temporada, trozos de papa, un montón de ensaladas diferentes, todo
servido y transportado por los joviales camareros de Sydal que vivían allí.
Alguien siempre estaba cerca para rellenar la copa de vino de Sydal.
Para alivio de Caleb, Sydal pasó la mayor parte de la cena conversando
con su abogado, con los asistentes tomando notas. Mientras tanto, Melanie se
había sentado frente a los otros garde, pareciendo aburrida. Finalmente, se
obligó a sí misma a conversar.
—¿Qué hicieron ustedes hoy?
—Relajarme en la piscina —dijo Daniela.
—Nada —dijo Caleb.
Melanie suspiró.
—Genial. Yo estuve todo el día en la oficina de Wade porque alguien no
se presentó, pero ni siquiera tuvo tiempo de experimentar conmigo.
—Trágico —dijo Daniela.
—Me va a dar una nave espacial para disculparse —respondió Melanie.
Caleb no estaba seguro si ella estaba bromeando o no.
—Lamento haberme perdido nuestra cita —murmuró Caleb a Sydal
cuando el CEO llamó su atención.
—Caleb, amigo mío, no te preocupes —respondió Sydal—. Como
Melanie dijo, hoy fue un día realmente ocupado para mí. Tenemos algunas
ofertas para el Shepard-One. Parece que vamos a mejorar nuestro cronograma
de producción.
Su abogado, que ya había comido y ahora estaba ocupado con una
tablet, deslizó el dispositivo en la dirección de Sydal.
—Ya tenemos ofertas de patentes de Northrop y Lockheed —dijo el
abogado a Sydal, su voz era baja pero no lo suficientemente baja para evitar
los oídos de Caleb—. La Marina y la Fuerza Aérea quieren saber si ves alguna
aplicación para los ICBM.
Sydal sonrió.
—Un montón. Obviamente. El sistema de propulsión se escalaría
perfectamente. El rango sería básicamente ilimitado.
Caleb negó con la cabeza y se metió otro bocado de bistec en la boca.
Hablaban de misiles balísticos intercontinentales. Por supuesto, los militares

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estarían interesados en eso. Imaginó a su padre y a sus hermanos en la base,
discutiendo la distancia más lejana desde la que podían matar.
—Además —continuó el abogado al oído de Sydal—. Recibimos
noticias de nuestros contactos en Europa. Están listos para vender. Pero el
acuerdo está sucediendo en Suiza y se ha pedido que usted vaya en persona
dentro de las próximas veinticuatro horas.
Sydal acarició su barbilla.
—Suiza, ¿eh? Podría hacer un poco de esquí, supon…
—Disculpe, pero ¿por qué querrías poner tu tecnología en algo
destinado a matar gente?
La mesa se calló y todos volvieron su atención hacia Caleb. Él levantó
las cejas y se tragó un bocado de filete incómodamente grande.
El duplicado que ahora estaba detrás de la silla de Caleb no tenía nada
en la boca. Miraba fijamente a Sydal con una mueca de desprecio —lo que le
medio recordó a Nigel, en ese momento— como un estudiante desafiando a
un profesor.
El abogado de Sydal parecía incómodo, pero al ver el duplicado, el
hombre sonrió.
—¡Finalmente! ¡Una demostración! ¡Es tan genial como en la
propaganda! —Sydal aplaudió. Miró de Caleb al duplicado y viceversa—. No
estoy seguro de cuál de ustedes debería siquiera mirar. ¡Asombroso! Para
responder a su pregunta, el objetivo principal de los misiles es actuar como un
elemento disuasorio para no matar a nadie, ya saben. Pero eso no es lo
importante en este momento. En serio, amigo, Caleb, tenemos que hacer esas
pruebas. Como que quiero volver a la oficina esta noche. —Sydal, que trabajaba
mentalmente tan rápido como su boca, miró a Lucinda—. ¿Ves esto? Eso es
creación de materia allí mismo. Imagina las implicaciones si pudiéramos
descifrar eso. ¿Tienes una patata? Boom. Ahora tienes veinte. No más
hambre.
—Si yo soy una patata —declaró el duplicado—, entonces tú eres un
comerciante de la muerte.
Eso atrajo algunos murmullos del resto de los comensales. Caleb
levantó la mirada de su plato y vio que todos los asistentes lo miraban mal.
Todos ellos excepto por la sonriente Lucinda.
Daniela puso una mano sobre el antebrazo de Caleb.
—Maldición, amigo, cálmate.
Una vez más, Sydal no pareció incomodarse. Él era imperturbable.
—Comerciante de la muerte —dijo—. Esa es buena. Se vería genial en
una tarjeta de negocios. Pero no, Caleb, no pienso en mí mismo de esa
manera. Soy un emprendedor, un filántropo, un inventor. Me gusta decir que
tengo los dedos en el pulso del futuro…
El duplicado puso su mano sobre los hombros de Caleb.
—Fuimos atacados por las armas que tú hiciste. Collares de descargas
eléctricas, granadas, todo tipo de mierda. Y no solo en la práctica de la escuela.

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Fueron campesinos fanáticos religiosos los que nos dispararon. Tú hiciste que
eso sucediera.
—Lamento que te haya pasado eso, pero…
—Wade solo trata de mantener el mundo a salvo —interrumpió
Melanie, mirando Caleb—. En caso de que uno de nosotros pierda el control
de nuestros poderes o algo así. Como lo que está sucediendo en este
momento.
Caleb había pasado a segundo plano ante la diatriba del duplicado —ya
había perdido el control y había provocado una escena, podría dejarla seguir—
pero la aguda voz de Melanie lo hizo volver a él. En un instante, había
absorbido al duplicado y estaba mirando los restos de su plato, con las mejillas
enrojecidas.
—Yo… uh, lo siento —murmuró.
Daniela le dio una palmadita en la espalda, tratando de calmar la
situación.
—Demasiado sol para este tipo.
—Está todo bien —dijo Sydal. Su sonrisa nunca había fallado—. La
discusión apasionada es la base del progreso intelectual, hijo. Escuché lo que
dijiste y definitivamente voy a pensarlo, te lo prometo.
Sydal se sacudió las manos como si el asunto estuviera cerrado. Caleb
sintió un inmenso alivio; incluso le agradó Sydal un poco por la facilidad con
la que había apartado el centro de atención de Caleb. Melanie seguía
mirándolo fijamente, por supuesto, pero podía vivir con eso.
—Por cierto, tengo malas noticias —comenzó Sydal—. Una inversión
mía finalmente está dando sus frutos y tengo que ir a Suiza para inspeccionar
los resultados. Sé que ustedes estaban planeando quedarse por unos días más,
pero me temo que tengo que interrumpir esta visita.
Melanie fulminó con la mirada a Caleb, como si todo fuera su culpa. Se
hundió más en su silla, evitando el contacto visual.
—Bueno, dijo Daniela—. Fue divertido mientras duró.

Después de la cena, Sydal y su grupo de asistentes se retiraron a su sala de cine


en casa para ver una proyección anticipada de una nueva ópera espacial que se
iba a lanzar en un par de meses. Sydal había sido el consultor técnico. Melanie
y Daniela se unieron a ellos, pero Caleb decidió que era mejor si mantenía la
distancia.
Él suspiró. Era exactamente como en esos primeros meses en la
Academia. Él era el bicho raro de nuevo.
Caleb deambuló por la enorme casa. Se mojó los pies en la piscina por
un rato, pero enero en Florida podía ser frío, así que finalmente entró. Pasó
junto a la sala de proyección; oyó que Sydal soltaba una broma con la que
todos los asistentes se rieron.

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Fandom Legacies
Con el ceño fruncido, vagó a su habitación. Mañana, se prometió a sí
mismo, lo haría como dijo Daniela. Se mezclaría. Sería como el cangrejo. Sería
normal.
—Tienes razón en sospechar de él.
Caleb se volvió al oír la voz de Lucinda. Ella salió del oscuro pasillo que
conducía al taller de Sydal. Tenía una mochila colgada del hombro, llena de
cosas que Caleb no podía decir que eran. Ella tenía un pícaro brillo en sus
ojos, como si hubiera estado haciendo algo y estuviera desafiando a Caleb para
que le hablara de eso.
—Uh, ¿quién? —esa fue la respuesta más articulada que Caleb pudo
manejar.
—Sydal, tonto —respondió Lucinda, sonriéndole de una manera que
Caleb encontró extrañamente familiar—. Él habla y habla y habla, ¿cierto?
Solo los hombres malvados hablan tanto.
—¿Estás…? —Caleb miró por encima del hombro para asegurarse de
que estaban solos—. ¿Estás segura de que deberías estar hablando de tu jefe
de esa manera?
—Ese pequeño sapo manoseador no es mi jefe. Yo no tengo jefe. —
Lucinda se acercó—. Tiene un trato con la Fundación, ¿sabes? Para eso va a
Suiza. Para recoger algo extraterrestre que tienen para él. Caleb, tienes que
encontrar la forma de ir con él.
—¿Cómo es que sa…?
Cuando Lucinda se acercó, sus rasgos cambiaron. Su cabello se volvió
oscuro, sus ojos agudos y sabios, su piel de un bronceado impecable.
Isabela.
—Hola, guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla—. He venido a
destruir a los malos. ¿Vas a ayudar o qué?

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Fandom Legacies

El IPOD DE NIGEL ESTALLABA CON LA BANDA THE CLASH


MIENTRAS empujaba su carrito de compras por los pasillos de la tienda de
comestibles. Él movía la cabeza junto con la música, feliz de estar fuera de la
mirada vigilante de su madre, aunque solo fuera por un momento. Había
estado encerrado en esta pequeña ciudad durante semanas, como una especie
de prisionero, sin embargo, tenía vía libre para hacer todo lo que quisiera en la
somnolienta aldea azotada por el viento. En su mayoría, eso limitaba sus
opciones a hojear en la librería, contemplar los Alpes, o vagar sin rumbo por
las calles con sus auriculares calentándole los oídos.
Había mercenarios del Grupo Blackstone situados en toda la ciudad,
manteniendo un ojo sobre él. Aun así, podría habérseles escapado si realmente
lo quisiera.
Su madre había apostado a que se quedaría. Y ella tenía razón.
Algo iba a suceder aquí. Quería ver cómo se llevaba a cabo. Papas, una
salchicha, galletas y un par de cajas del cereal más lleno de malvaviscos que
pudo encontrar. Nigel arrojó estas cosas a su carrito.
Todo era completamente mundano. De hecho, después de esos
primeros días, toda su visita con Bea había sido de esa manera. La mayoría de
las veces, cuando ella no estaba video-chateando con uno de sus colegas
malvados, los dos solo se relajaban. Jugaban a las cartas, veían películas,
comían pizzas congeladas.
Su madre no era tan mala si se podía olvidar que era una asesina
megalómana.
Había ocasiones en que ella llevaba a cabo negocios de la Fundación
frente a él, tratando de hacer que se sintiera como parte de ello. Él había visto
a Taylor en el video chat. Así que finalmente consiguió infiltrarse después de
toda su preparación. Eso era algo de mierda propia de un agente secreto.
Se preguntaba sobre la historia que ella le contó a Bea. Ran y Kopano,
secuestrados por la Garde Terrestre como castigo por la pelea con los
Segadores. ¿Eso era cierto? ¿Era una coartada?
Claramente, Bea pensaba que sabiendo eso lo influenciaría para que
estuviera de su lado. Pensaba que podría bajarle la guardia durante estas
vacaciones prolongadas.
No funcionaría. Él detendría a Einar para que no la matara. No podría
dejar que ese imbécil ganara, ¿o sí?

221
Fandom Legacies
Y una vez hecho eso, él llevaría a su madre y a todos sus secuaces ante
la justicia.
Con su carrito lleno, Nigel se dirigió a la caja registradora. Allí, dejó
todas las compras en la cinta transportadora y las embolsó él mismo. Hizo un
recuento aproximado de todo lo que había tomado, luego sacó parte del
dinero de su madre de su billetera y lo colocó junto a la caja registradora
desatendida.
No había otra alma en la tienda de comestibles. De hecho, la mayor
parte de Engelberg había sido evacuada debido a una falsa advertencia de
avalancha. Todavía no estaba seguro cómo la vieja Bea había hecho eso.
Las únicas personas que quedaban en la ciudad eran Nigel, su madre y
una docena de mercenarios de Blackstone.
Lo que sea que fuera a pasar, iba a suceder pronto.

Taylor se despertó cuando su avión se agitó por algunas turbulencias sobre


Rumania. Se pasó el dorso de la mano por la boca. Había estado babeando.
El agotamiento era real. Se había visto en el espejo del baño hace un
par de horas. Había círculos oscuros alrededor de sus ojos y juró que podía
ver algunos mechones grises en su cabello. Realmente se había presionado a sí
misma esa noche en la nave de guerra y aún se estaba recuperando.
Sin embargo, valió la pena. Ella estaba acercándose. Acercándose al
centro de la Fundación.
Llevaba un localizador directo hacia ellos.
Había nubes oscuras afuera de su ventana. Se incorporó en su asiento,
parpadeando atontada. El XO estaba sentado directamente frente a ella, con
una sonrisa divertida en su cara pecosa.
—Estaba empezando a creer que podrías dormir a pesar de cualquier
cosa —dijo—. Ha estado turbulento durante la última hora.
Como si estuviera planeado, el avión vibró una vez más. El estómago
de Taylor dio un vuelco, pero mantuvo su cara estoica. Le mostró al XO una
sonrisa engreída.
—Un poco de turbulencia no es nada después de que has luchado
contra los mogadorianos.
Él se rió.
—Eres increíble, Cook.
Ella realmente lo era. Dios, ¿cómo era que había pasado menos de un
año desde que desarrolló sus legados? ¿Qué pensaría la Taylor del invierno
pasado sobre la Taylor de ahora? Ella había sido una campesina con una vida
simple que la hacía feliz. ¿Y ahora? Estaba en un avión volando por Europa
junto con un capitán mercenario.
La vida cambia rápidamente.
—Hablando de eso, tengo una pregunta para ti —dijo Taylor. Ahora
que estaba completamente despierta, era hora de volver a sonsacar al XO para

222
Fandom Legacies
obtener información—. Cuando estaba escondida dentro de la nave de guerra,
escuché una voz…
El XO resopló.
—Oh, la escuchaste, ¿eh? Nuestra loca mog perdida en el espacio
exterior.
—¿Qué pasa con ella?
—Ella siempre está haciendo esas transmisiones —dijo el XO—. No
parece que a nadie le importe mucho, siempre y cuando se quede detrás de la
luna.
El XO se movió en su asiento y su maletín golpeó contra su rodilla. Él
hizo una mueca y se reacomodo en su asiento. El maletín de acero reforzado
era a prueba de radiación, pero aun así Taylor podía decir que el XO se sentía
incómodo al tenerlo esposado a su muñeca. Dentro había una docena de
viales del viscoso cieno mogadoriano, listo para ser entregado.
Taylor asintió con la cabeza hacia el maletín.
—¿Eso no te asusta?
El XO la miró.
—Un trabajo es un trabajo.
—Sí, claro —dijo—. Pero esa basura es como veneno y tú estás solo…
cargándolo.
—Niña, ¿acaso no te han dicho que no estás en posición de hacer
preguntas?
Taylor puso sus ojos en blanco.
—Por supuesto. Me lo dicen mucho.
—Sí, bueno, tampoco es mi posición. Los jóvenes piensan que son los
únicos que reciben órdenes, que viven en la oscuridad. Mierda, así es la vida
adulta también, a menos que estés más arriba que yo en la cadena alimenticia.
—Le dio unas palmaditas al maletín—. Así que, llevamos esto a dónde nos
dijeron. Ese es nuestro destino. Pero demonios, sí, Cook, seré feliz cuando me
quite esto de encima.
—Ya no falta mucho —dijo Taylor.

La mamá de Nigel lo estaba esperando afuera de la tienda de comestibles. Ella


apagó un cigarrillo cuando salió y le sonrió. Fumar y beber, había estado
haciendo eso en gran cantidad en estos últimos días. A pesar de su
comportamiento tranquilo, Bea estaba nerviosa acerca de este plan suyo.
Echó un vistazo a una de sus bolsas.
―Nigel, Dios mío, todo esto es basura. Te dije que van a venir unos
invitados.
—¿Qué? ¿Esperas que tienda una alfombra roja para un sociópata con
una tasa de éxito del cincuenta por ciento matando a los Barnaby?
Bea pellizcó su mejilla, sus dedos estaban fríos a pesar del calor inusual
en la base de la montaña.

223
Fandom Legacies
—Querido, Einar no es el único invitado que esperamos.

Caleb se frotó los ojos, pensando en la llamada nocturna realizada con un


teléfono celular proporcionado por Isabela.
—¿Tío Clarence?
—Jesús, Caleb, es la mitad de la maldita noche.
—Wade Sydal se va a Suiza.
—¿Me llamas a las tres de la madrugada para decirme eso?
—Yo… no puedo decirte más por… por razones de seguridad operativa. Pero debes
hacer que nos lleve con él. Di que necesita protección de la Garde Terrestre o algo así. Tira
de algunos hilos.
—Caleb, lo que pides es demasiado.
—Es importante —había dicho Caleb—. Y si alguna vez quieres que confíe en
ti, que realmente confíe en ti… este sería un buen comienzo.
Apenas había dormido después de eso. ¿Y ahora? Ahora, Caleb estaba
sentado en un banco acolchado en la parte de atrás del Shepard-1, tan lejos de
los demás como podía. Se mordió la uña del pulgar e intentó mentalmente
dejar que sus axilas dejaran de sudar.
—¿Qué tan genial es esto? —gritó Sydal desde el frente del
compartimiento circular de pasajeros, con la cara pegada al cristal de la
ventana que recorría todo el espacio, brindando a los afortunados pasajeros
una vista de 360 grados del cielo azul y el océano—. ¡Estoy tan, tan feliz de
que ustedes puedan experimentar esto conmigo!
Por supuesto, Sydal había elegido llevar su platillo volador a Suiza.
Sydal extendió sus brazos, presumiendo para el grupo reunido en el
salón de la nave. Eso incluía a Daniela y Melanie, y un trío de los guardias de
seguridad personal de Sydal. Ninguno de sus asistentes había sido traído. Tal
vez sintió que no podía confiar en ellos después de lo que pasó esa mañana:
Lucinda, aparentemente desapareció con un montón de archivos robados del
taller de Sydal. Y después, la llamada de la Garde Terrestre informando a
Sydal que había amenazas verosímiles contra su vida. Debido a sus estrechos
vínculos con los militares, los tres garde le fueron asignados como
guardaespaldas. Las vacaciones habían terminado.
El tío Clarence lo había logrado.
—¿Ustedes sienten esa estabilidad? —preguntó Sydal, sin parecer
preocupado por la reciente traición o las crecientes amenazas de muerte—. Es
como volar en una nube. Y miren esa vista del océano, ¡increíble! Díganme si
esto no va a cambiar el futuro de los viajes aéreos.
—Es tan, tan genial —respondió Melanie, sin siquiera apartar la mirada
de su ventana.
Caleb miró por su propia ventana y su estómago se revolvió, pero no
por las alturas o el océano azotando por debajo. No podía sacarse de la cabeza
lo que Isabela le había dicho. Había tenido prisa por escapar luciendo como

224
Fandom Legacies
Lucinda, pero había encontrado tiempo para contarle a Caleb los tratos de
Sydal con la Fundación.
¿Cómo había conseguido esa información? ¿Cuánto tiempo había sido
Lucinda? ¿Cómo es que incluso estaba fuera de la Academia? ¿Dónde estaban
los otros?
—Mejor que aún no lo sepas —le dijo—. No te va a gustar, Boy Scout.
Como si esa información no le pesara lo suficiente, Isabela le había
dicho que había peligro acercándose
—Nosotros vamos a hacerlo caer —había dicho ella—. A él y a estos perros de
la Fundación. Debes prometer mantenerte fuera de nuestro camino. Debes confiar en mí,
Caleb. Debemos ser leales entre nosotros.
Caleb se sentía enfermo. También sentía que un duplicado agitado
empezaba a aparecer. Se enfocó en mantener sus sentimientos enterrados.
Uno de los guardias de Sydal se acercó al radiante magnate. Caleb se
inclinó para escuchar lo que le decía.
—Nuestro equipo de Florida aprehendió a Lucinda —informó el
guardia a Sydal.
—Oh, maravilloso —respondió Sydal, sin hacer ningún esfuerzo por
mantener su conversación privada—. Dile a nuestra gente que procedan lo
más severamente posible.
—La cosa es que —continuó el guardia—, estaba atada en su
departamento. Afirmó que alguien la había asaltado hace un par de días.
Ninguna de las propiedades robadas fue recuperada…
—Bueno. —Por primera vez, Caleb vio un atisbo de molestia en el
rostro terso de Sydal—. Eso es realmente curioso.
Caleb se perdió el resto de la conversación mientras Daniela se acercaba
sigilosamente.
—Hey, tipo callado —dijo—. ¿Todo bien?
Caleb sentía picazón alrededor de su cuello.
—Sí, solo estoy… sintiéndome mal.
—Si todavía piensas en la cena de anoche, no lo hagas. Nadie siquiera
recuerda que enfrentaste a Sydal —dijo con una sonrisa—. ¿O tal vez estás
deprimido porque la trasero caliente de Lucinda terminó siendo una ladrona
de gatos o algo así?
—Yo… —Caleb tocó el brazo de Daniela y bajó la voz—.
Simplemente tengo un mal presentimiento sobre esto.
—No tienes más que malos presentimientos, viejo. Tú… —Daniela
bajó la voz, notando la seriedad en la cara de Caleb—. ¿Tú sabes algo, C?
—Solo… mantente alerta, ¿está bien?

—¿Sabías que esta pequeña nación sin salida al mar es una de las más ricas y
estables del mundo, con uno de los niveles de vida más altos?

225
Fandom Legacies
Nigel respondió con un gruñido aburrido. Los dos caminaban a través
del pueblo abandonado, dirigiéndose hacia las montañas. Nigel aún cargaba
con los comestibles y ahora lamentaba haber comprado ese tarro extra de
pretzels. Sus manos estaban frías y cansadas.
Aunque… no había nadie alrededor. Así que, él usó su telequinesis para
llevar las bolsas y metió sus manos en los bolsillos de su abrigo. El rostro de
Bea ni siquiera registró la exhibición de poder.
—¿Sabes cómo Suiza llegó a ese estatus?
—Estoy seguro de que estás a punto de decírmelo, mamá.
—Oro nazi —continuó Bea—. Los suizos se mantuvieron neutrales
durante la guerra y los nazis necesitaban un lugar para esconder las ganancias
obtenidas ilegalmente que habían saqueado de sus víctimas. Los bancos suizos
estuvieron felices de hacerles el favor y, cuando el Tercer Reich19 colapsó, los
suizos se quedaron con todas sus ganancias. Se hicieron ricos.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Hay fortunas que pueden hacerse del caos —dijo Bea—. Los cautos
neutrales sobreviven indemnes y prosperan.
—Ah, claro, entonces eres la maldita Suiza en esta metáfora. Porque
pareces más como…
—Sí, soy una nazi —interrumpió Bea sarcásticamente—. Por favor. No
seas tan predecible en tus insultos, cariño.
Nigel estaba que echaba humo silenciosamente cuando llegaron a un
gran claro cerca de la base de los Alpes. Había bancos de piedra y una fuente
de mármol congelada por el invierno. Hacia el norte había una gran cabaña —
el Centro de Bienvenida para los que esquían en los Alpes— con sus ventanas
oscuras y abandonadas. Unido a la cabaña había un teleférico que conectaba
con el pico montañoso.
Bea hizo un giro total de 360 grados, mirando alrededor del campo.
—Lo haremos aquí —declaró. Bea agarró un walkie-talkie de su cadera
y habló a través de él, moviendo su mano hacia adelante y hacia atrás.
—¿Me ves, Capitán?
—Te vemos —la voz de un hombre crepitó en el walkie—.
Instalándonos ahora.

Silva, Isabela. São Paulo, Brasil. Cambia Formas. Silva


exhibe un excelente control de su legado y una adecuada
telequinesis. Ella muestra una tremenda inteligencia
circunstancial que la recomendaría para todo tipo de actividades
de espionaje. Sin embargo, Silva sufrió graves quemaduras antes
de convertirse en garde y, por lo tanto, cambia constantemente de
forma para mantener su apariencia. Ella exhibe un típico
narcisismo y un desprecio por la autoridad que roza en lo
19
También conocido como Alemania Nazi.

226
Fandom Legacies
patológico. La Garde Terrestre la ha evaluado como un potencial
RPH y nos inclinamos a estar de acuerdo. El contacto no es
recomendado.

—¡Bah! —espetó Isabela, y arrojó la tablet, que paso a través de la


puerta abierta y cayó afuera en el pasillo del Skimmer—. ¡Patológico, mi culo!
¡Bastardos!
Su furia apenas estaba contenida por el estrecho armario de suministros
que ella había declarado su dormitorio. No había mucho espacio privado a
bordo del Skimmer, así que había tirado la basura que había allí y se había
metido en un saco de dormir. Había disfrutado los pocos días que se hizo
pasar por Lucinda. La mujer tenía una cama muy cómoda.
Las manos de Isabela temblaron. Tocó su mejilla: era suave, impecable.
Ellos sabían sobre ella. La tablet había pertenecido a una de las personas de la
Fundación que Einar había asesinado. Ella había estado revisándola, hojeando
los archivos. Y vaya que había archivos ahí. Todos los garde inscritos en la
Academia y algunos que no lo estaban, la Fundación sabía sobre ellos.
Ellos sabían sobre ella.
—Por favor, no estés tirando nuestra evidencia —dijo Einar,
apareciendo en el pasillo afuera del armario de Isabela. Levantó la tablet y la
desempolvó—. Es posible que realmente necesitemos esto.
Isabela inhaló arrogantemente para mostrar su indiferencia, pero
también para esconder las lágrimas de frustración en sus ojos.
—Ellos escribieron… cosas malas de mí —dijo ella.
—Lo sé. Lo leí.
Ella lo miró furiosa.
—Deberías leer mi expediente cuando tengas oportunidad —dijo
Einar. —Si pensabas que el tuyo era malo…
—Me llamaron... ¿cómo era? Un RPH.
—Riesgo para la humanidad —dijo Einar—. Me llaman así también.
Las cejas de Isabela se dispararon hacia arriba.
—Pero… ¡tú eres un asesino! ¿Por qué debería estar agrupada contigo?
Einar se encogió de hombros.
—Creen que pueden predecir nuestro futuro —dijo.
Isabela consideró eso.
—Deberías demostrarles que están equivocados.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Deja de actuar como un niño enojado. Deja de matar. Llévalos ante
la justicia. Hay buenas personas en la Garde Terrestre. Ellos ayudarán.
Einar frunció sus delicados labios.
—Solo quieres salvar a la madre de Nigel. Lo entiendo. Él es tu amigo.
Pero créeme, no vale la pena salvarla.
—Leíste nuestros archivos, ¿no? Entonces sabes que a la garde en la
Academia les agrada Nigel. Él fue un héroe durante la invasión. ¿Quieres unir a

227
Fandom Legacies
la garde? ¿Demostrar que no eres un pequeño villano de mierda? Bueno, debes
dejar de matar a las madres y padres de las personas.
—Estás simplificando demasiado las cosas —murmuró Einar, pero
estaba escuchando. Estaba mirando a Isabela de la misma manera que Caleb
lo hacía la noche anterior. Esperando una respuesta.
—Tengo un plan —declaró Isabela—. Para cuando lleguemos allí. Un
destino peor que la muerte para esos bastardos de la Fundación.
—¿Qué es peor que la muerte?
Isabela tocó su suave mejilla y, por un momento, dejó que su apariencia
flaqueara. Los ojos de Einar se abrieron como platos cuando vio sus
cicatrices.
—¿Para esta gente? —Isabela sonrió—. Ser vistos como quienes son
realmente.

Desde su posición privilegiada, Nigel podía ver aproximadamente a una


docena de mercenarios Blackstone moviéndose en los tejados a las afueras de
la ciudad. Ellos tendrían una línea de visión sin obstrucciones hasta el claro
donde él y su madre estaban. Estaba seguro de que también había otros que
no eran visibles para él. Tal vez en la cabaña, tal vez en el teleférico.
—¿Estás segura de que tienes suficientes hombres?
—Un francotirador sería suficiente para Einar —dijo Bea—. Sus
legados solo son efectivos a corta distancia. Tendré todos los ángulos
cubiertos.
—Pensaste en todo —dijo Nigel secamente.
—Cariño, cuando planifico una emboscada, planifico una emboscada.
—Puede que ni siquiera aparezca.
—Aparecerá —respondió Bea—. Me aseguré de dejarle suficientes
migas de pan para que las siga.
Nigel entornó los ojos. Parecía que uno de los mercenarios llevaba un
lanzacohetes. Él silbó.
—¿Es eso una bazuca allá arriba? Dios, madre ¿Vas a volarnos a todos?
—Querido, siempre es mejor estar preparado para lo inesperado.

—¿Saben lo que han hecho? —gritó la agente Walker—. ¡Estamos hablando


de un incidente internacional!
—Dijiste que nuestra misión es encontrar a Einar —Ran respondió
fríamente—. Ella nos ayudará a hacer eso.
—Hemos secuestrado a la hija de un jeque de una nación que no
participa en la Garde Terrestre —respondió Walker—. ¿Tienen alguna idea de
lo ilegal que es eso?
Ran se tocó la sien.
—¿Es esto legal?
—No me han secuestrado —agregó Rabiya—. Vine voluntariamente.

228
Fandom Legacies
Walker y Ran no la tomaron en cuenta, demasiado inmersas en su
propia discusión.
Kopano suspiró y puso su mano sobre el hombro de Rabiya.
—Siempre están peleando —dijo—. Mientras tanto, lo mejor es
disfrutar de la vista.
Estaban de pie en un acantilado cubierto de musgo con vistas a un
barranco lleno de exuberante maleza. La niebla se extendía por el valle y, a
través de los claros brumosos, Kopano veía los restos de una antigua aldea.
Templos de piedra y casas, todo construido en las paredes de la montaña.
Junto a él, una piedra de loralita sobresalía del suelo.
—¿A dónde nos trajiste, exactamente? —le preguntó a Rabiya.
—Machu Picchu, en Perú —respondió, abrazándose a sí misma—.
Nadie ha descubierto este crecimiento de loralita todavía, por lo que está libre
de los puntos de control habituales y los guardias de seguridad. Vengo aquí a
veces para pensar.
Kopano la miró. Ella era difícil de leer, pero él pensó que veía soledad
en sus ojos.
—Puedes simplemente teletransportarte a todo el mundo y ver tantas
cosas increíbles —dijo Kopano con una sonrisa—. ¡Qué legado! Estoy celoso.
—Sí, es genial hasta que alguien intenta matarte.
—¡Puedes teletransportarte!
—No siempre es tan fácil.
Kopano respiró hondo y extendió los brazos, dejando que la brisa
soplara sobre su pecho.
—En la Academia, te enseñarán formas de defenderte. Te encantará.
Rabiya miró a Walker y Ran.
—¿Me dejarán quedarme? Si me envían de regreso con mi padre
después de lo que hice…
—Todo saldrá bien —le aseguró Kopano, aunque ya no estaba tan
seguro de eso. Tocó el chip Inhibidor en su bolsillo, el que se había sacado de
la cabeza. ¿Qué razón tenía para ser positivo cuando todo últimamente había
sido tan difícil?
Pensó en Taylor, en la Academia, probablemente preocupada por él.
También le había hecho una promesa a ella sobre mantenerla a salvo y hacer
que la vida fuera aburrida. Ahora él no estaba allí para hacerlo. Pensó en
besarla, en cómo su relación recién comenzaba. Ahora, era Kopano quien
tenía soledad en sus ojos.
La agente Walker chasqueó los dedos hacia Rabiya y Kopano mientras
contemplaban melancólicamente la desmoronada arquitectura de Machu
Picchu. Aparentemente, ella y Ran habían terminado su última discusión.
—Está bien, ya que estamos en este lío y no podemos escondernos en
Perú para siempre, será mejor saberlo —Walker se dirigió resignada a
Rabiya—. ¿Dónde está Einar?
—En Suiza —respondió ella—. O, al menos, él estará allí.

229
Fandom Legacies
—¿Por qué en Suiza?
—Hay una reunión allí entre una de las cabezas de la Fundación y uno
de sus principales clientes. Él no se podrá resistir.
—¿Y tú como sabes esto?
—La mujer de la Fundación se acercó a mi padre para adquirir mis
servicios para la reunión. Aparentemente ella quería una salida rápida. —
Rabiya había estado sosteniéndole la mirada a Walker durante el mini
interrogatorio, pero ahora desvió la mirada—. Él se negó, pero escuché los
detalles. La reunión será pronto.
Walker se pasó una mano por el cabello.
—Jesús. ¿Entonces esto es solo una corazonada tuya?
—No —respondió Rabiya bruscamente—. La mujer de la Fundación
en cuestión es Bea Barnaby. Ella reclutó a Einar. Él no podrá resistirse a
atacarla.
—Pero es posible que él ni siquiera sepa sobre esta reunión —se quejó
Walker.
Ran se acercó a Rabiya.
—¿Dijiste Barnaby?
—Sí —respondió Rabiya—. Creo que conocen a su hijo.
El estómago de Kopano dio un vuelco. Realmente no había muchas
razones para el optimismo en este mundo. Ninguna en absoluto.
—¿Qué tan cerca nos puedes llevar? —preguntó Ran.
Rabiya puso su mano sobre la loralita.
—Cerca

230
Fandom Legacies

—¿DÓNDE ESTÁ TODO EL MUNDO?


Taylor, el XO y otros seis mercenarios Blackstone caminaron con
determinación a través de las calles desiertas de la aldea suiza. Era un lugar
pequeño y pintoresco en la base de las montañas. En su vida pasada, Taylor
hubiera querido visitar un lugar como este. Ahora, veía sombras moviéndose
en cada ventana abandonada.
—La Jefa los hizo evacuar —respondió El XO—. Es más seguro de
esa manera.
—¿Entonces están esperando problemas?
Le lanzó una mirada a Taylor.
—Cook, no pasa un día en que yo no espere problemas.
Taylor tuvo que admitir que era una pregunta estúpida, pero estaba
nerviosa. El XO y sus hombres se habían preparado cuando llegaron. Todos
llevaban chalecos antibalas ahora y gafas de visión térmica en sus frentes.
Todas sus armas estaban atadas a su armadura por cordones de aleación de
titanio, por lo que sus armas no podrían ser arrancadas por telequinesis.
Taylor también notó que algunos de ellos llevaban los blasters de energía
mogadorianos recuperados de la incursión en la nave de guerra. La telequinesis
podría sacar una bala fuera de curso, pero no redirigir un rayo de energía.
Eso significaba que esperaban problemas de un garde. ¿Pero de quién?
El sol se estaba poniendo. La nieve en las montañas estaba teñida de
rosa y púrpura oscuro, las nubes en el cielo tenían una tenue ondulación. El
aliento de Taylor se nebulizaba en el aire helado, pero esto no era nada
comparado con las temperaturas en Mongolia.
Era una noche agradable. Demasiado agradable para una pelea.
Doblaron la esquina y se acercaron a un claro cerca de las montañas.
Taylor vio a dos personas más adelante, no militares por su aspecto.
Civiles. Una mujer, con su corto cabello rubio y su largo abrigo de invierno,
Taylor la reconoció inmediatamente como Bea.
Pero el chico que estaba a su lado hizo que Taylor ahogara un grito y se
detuviera, ocasionando que uno de los mercenarios chocara contra ella con un
gruñido.
Nigel.
Taylor obligó a sus pies a avanzar, su mente corriendo. La última vez
que había visto Nigel había sido en el Día de Año Nuevo. Había ido a

231
Fandom Legacies
Londres para enterrar a su padre y nunca regresó. Su sombría desaparición
había impulsado a Taylor hasta este punto y ahora…
El parecido hizo clic en su lugar. Bea y Nigel. Madre e hijo.
Jesucristo. Si Nigel era parte de la Fundación, significaría que su
cubierta se había ido completamente y ella estaba caminando directamente
hacia una trampa.
No. Él no lo sería. No Nigel. Eso no sería punk rock en absoluto.
Pero Miki había dicho que tenían maneras. Maneras de manipularte. De
cambiarte.
Su propia madre.
La distancia entre ellos se estaba cerrando. Él la miró. Bea sonrió
cálidamente. Taylor no sabía qué decir, cómo actuar en esta situación. Si tan
solo pudieran tener un minuto a solas para que ella pudiera descifrar esto.
«Al diablo con eso —pensó Taylor—. Actúa natural. Se tu misma.»
Ser ella misma significaba apresurar los últimos pasos hacia Nigel y
abrazarlo.
—¡Dios mío, Nigel! ¡Estás bien! Ellos nos dijeron… bueno, ellos no
nos dijeron nada —dijo efusivamente—. Creí que podrías estar…
Él no la abrazó. En cambio, Nigel sacó sus flacuchas extremidades de
debajo de los brazos de Taylor y la tomó por los hombros, sosteniéndola con
el brazo extendido.
—Hey —dijo con una sonrisa burlona—. Ahora tengo el hedor de la
soplona sobre mí.
—Oh, cálmate, cariño —dijo Bea—. No todos pueden ser tan
irremediablemente justos e ingenuos como tú.
—Has estado quejándote de lo infeliz que eras por meses —le dijo
Nigel a Taylor, ignorando a su madre—. Pero nunca pensé que realmente
seguirías adelante con esta mierda y te unirías a esta basura.
Taylor tuvo que ahogar una sonrisa. Él le estaba siguiendo la corriente.
Ella sintió que un enorme peso se levantaba de sus hombros. Había olvidado
lo que era tener un aliado. Le costó un poco levantar la cabeza a la defensiva y
alzar la voz.
—Nunca entendiste lo mal que estaba en ese lugar —dijo ella
bruscamente—. ¿Sabes lo que le pasó a Ran y Kopano, uh?
Nigel se giró como si no pudiera soportar ver a Taylor.
—Basta, basta —dijo Bea, aplaudiendo dos veces—. Habrá un montón
de tiempo para arreglar estas disputas más tarde. Por ahora, debemos
presentar un frente unido. Nuestros invitados están llegando.
Taylor y Nigel miraron al cielo mientras una nave de plata cortaba las
nubes y descendía. La cosa parecía un Frisbee gigante. No. Más como un
platillo volador de una película de bajo presupuesto.
—Entonces, ¿qué mierda es eso? —preguntó Nigel—. ¿Los marcianos
nos invaden?
—Eso —respondió Bea—, debería ser el Sr. Wade Sydal.

232
Fandom Legacies
Taylor reconoció el nombre. El fabricante de armas e inventor. El
mismo que diseñó el equipo que los Segadores habían usado contra ellos.
Echó un vistazo a Nigel. Tenía la cara arrugada y se mordía el labio inferior.
Estaba confundido. Entonces, su madre no lo había informado sobre cada
detalle.
—Le estás vendiendo lo que trajimos de Siberia —le dijo Taylor a Bea.
—Así es —respondió ella.
Se formaron alrededor de Bea cuando el platillo de Sydal atravesó el
claro. Nigel y Taylor estaban de pie a cada lado de ella, el XO al lado de
Taylor, sus hombres se desplegaron en un semicírculo suelto detrás de ellos.
Una rampa de entrada se extendió desde el platillo y un trío de guardias
seguridad de traje oscuro descendieron por ella. No parecían tan temibles
como los mercenarios Blackstone: carecían de chalecos antibalas, blasters y
una gran cantidad de cicatrices faciales. Miraron con recelo al grupo de Bea,
pero eventualmente gritaron a la nave que todo estaba despejado.
Momentos después, un hombre joven con cabello negro azabache y
una amplia sonrisa se paseó por la rampa. Extendió sus brazos en alegre
saludo mientras cruzaba el césped.
—Bea, vieja fiera, qué ubicación tan dramática elegiste…
Taylor no escuchó el resto de sus palabras. Estaba demasiado distraída
por las tres personas que se abrieron paso fuera del platillo de Sydal.
Melanie Jackson, Taylor nunca la había conocido pero sabía de ella por
todas las portadas de revistas y videos de YouTube. Ella era la cara de la
Garde Terrestre.
Daniela Morales, Taylor se la había encontrado brevemente antes. Ella
había sido una de las primeras en desarrollar legados. Una de los únicos en
luchar junto a John Smith.
Y Caleb Crane. Su amigo. Su compañero fugitivo. Parecía tan
sorprendido de ver a Taylor y a Nigel como ellos lo estaban de verlo a él.
—Dios, una reunión tras otra —murmuró Nigel.
Los dos grupos se pararon en lados opuestos del claro, sin acercarse
demasiado. Caleb torpemente levantó una mano y saludó. Nigel le dio un
asentimiento demasiado frío. Taylor solo lo miró.
Por supuesto, los adultos estaban hablando. Les encantaba hablar.
—¿Es esa mi adquisición la que tu hombre tiene allí? —preguntó Sydal,
haciendo un gesto al XO.
—Lo es —respondió Bea. Sacó un celular de su abrigo y revisó la
pantalla—. Todavía no veo la transferencia hecha, Wade.
Sydal sacó su propio teléfono y presionó un botón.
—Ahí tienes, una tonelada métrica de plata acaba de ser transferida a la
cuenta de fideicomiso de tu hija, como pediste.
Eso hizo que Nigel mirara a su madre. Bea revisó su pantalla y,
satisfecha con lo que vio, hizo un gesto para que el XO le entregara el maletín
a Sydal.

233
Fandom Legacies
Mientras el XO marchaba por el campo, Sydal miró más de cerca al
grupo de Bea. Su frente se arrugó en consternación cuando notó a Taylor y a
Nigel. Tal vez ella se estaba equivocando, pero Taylor pensó que él los
reconoció.
—Bea, luz de mi vida… —dijo Sydal, su voz tensa a pesar de la
levedad—. ¿Son esos unos garde los que veo a tu lado?
Bea echó un vistazo a Nigel y a Taylor, como si a penas los notara.
—Vaya, sí —ella dijo—. Solo dos, me temo. No pude adquirir mi
tercero a tiempo. Tú tienes un séquito bastante grande.
—Estos tres me han sido legalmente asignados por la Garde Terrestre
—respondió Sydal, había una nota de rectitud en su voz—. Los tuyos…
perdóname, Bea, pero tú no estás autorizada para tenerlos, hasta donde yo sé.
Taylor odiaba esto. Odiaba que estos dos hablaran sobre la garde como
si fueran objetos, como si fueran accesorios. Aunque, a través de su molestia,
ella también sintió que algo importante se estaba jugando aquí. Si Sydal hacia
tratos con la Fundación, entonces él ya sabía que ellos tenían a jóvenes garde a
su disposición. Pero Bea lo había puesto en el mismo espacio que ellos, con
testigos. Ella lo había implicado y ahora él estaba tratando de zafarse.
—Mi hijo y su amiga están aquí por su propia voluntad —respondió
Bea, su tono era arrogante—. ¿Vas a delatarme, Wade?
La cara de Sydal se torció como si tuviese un mal sabor de boca. Él
arrebató el maletín reforzado que contenía el cieno mogadoriano de las manos
del XO y se lo dio a Melanie. Pobre chica. Parecía más confundida que nadie y
ahora estaba atrapada sosteniendo algo realmente tóxico.
—Como ciudadano respetuoso de la ley, es mi obligación informarlo
—dijo Sydal—. Fue muy estúpido de tu parte, Bea. Muy, muy estúpido. Toda
nuestra relación… —él hizo una pausa, como si tratara de contenerse para no
decir más—. Toda nuestra relación se basa en la discreción. Estas arruinando
algo gra…
Con el maletín entregado, el XO había comenzado a caminar de regreso
hacia el grupo de Bea. Los soldados mirando no estaban muy tensos.
Probablemente interpretaron todo esto del mismo modo que Taylor lo hizo,
un par de idiotas ricos que querían demostrar quién podía orinar más lejos.
Es por eso que ninguno de ellos reaccionó inicialmente ante el
repentino zumbido que atravesó el aire.
Así como así, el XO fue aplastado por una masa gigante. Quedó boca
arriba, retorciéndose, una de sus piernas se torció y su brazo quedó doblado
torpemente sobre su cabeza.
Al principio, Taylor pensó que una roca había caído de la montaña y lo
había golpeado.
Pero luego la roca se levantó.
El que atacó al XO llevaba una sudadera holgada con capucha que
hacía muy poco por ocultar su fealdad. Su piel era un mosaico anormal…
principalmente, parecía ser de la consistencia del acero reluciente, pero luego

234
Fandom Legacies
había partes de negro canceroso que le recordaban a Taylor el charco de cieno
que había pisado. El tipo tenía un solo ojo y lo movía de un lado a otro para
mirar tanto al grupo de Sydal como al de Bea.
Nigel dio medio paso hacia atrás.
—Cinco —exhaló.
—Cualquiera que dispare —gritó Cinco—, le arrancare la cabeza.

235
Fandom Legacies

SEGUNDOS DESPUÉS DE QUE CINCO ATERRIZARA SOBRE UNO


DE LOS MERCENARIOS DE BEA BARNABY y lo aplastara como a un
panqueque, un Skimmer mogadoriano comenzó su descenso desde arriba. La
nave no se parecía en nada al elegante disco que Sydal había construido
utilizando su tecnología. Esta nave parecía haber pasado por una guerra y
apenas se mantenía unida: tenía marcas de quemaduras en los costados, piezas
sueltas donde no debían, y había una grieta visible en el parabrisas.
Como nave espacial, era una chatarra.
—Sabes quién es, ¿verdad? —Daniela le susurró a Caleb.
—Sí, por supuesto —respondió, tratando de ver simultáneamente al
Skimmer descender y vigilar a Cinco.
Irreal. Esto tenía que ser el nosotros al que Isabela se había estado
refiriendo. ¿En qué demonios se había metido ella?
—Yo no —siseó Melanie—. ¿Quién es él?
—Cinco —respondió Daniela.
—¿El loriense? —Melanie resopló—. Cállate. Está muerto.
—No está muerto —dijo Caleb—. Obviamente.
Melanie levantó el maletín que le había dado Sydal como un escudo.
—Oh Dios mío.
El propio Sydal claramente no estaba acostumbrado a sorpresas como
esta. O, para el caso, amenazas sobre decapitación. Pisoteó el suelo con su pie
y gritó a través del campo hacia Bea.
—¿Qué significa esto, Barnaby? —uno de los guardias de Sydal tocó su
brazo para evitar que se acercara más a Cinco. A pesar de la amenaza del
loriense, Caleb notó que todos los hombres de Sydal tenían sus armas listas,
tensas, preparadas para disparar a la menor provocación. Los mercenarios del
otro lado tenían exactamente la misma postura.
Al otro lado del campo, Bea levantó las manos como si fuera el retrato
de la inocencia.
—Estoy tan sorprendida como tú, Wade —respondió ella—. Joven,
¿qué es…? —comenzó a dirigirse a Cinco, hasta que él giró la cabeza en su
dirección.
—¡Cállate! —espetó—. ¡Todos ustedes cállense!
El Skimmer aterrizó y una desvencijada rampa de entrada comenzó a
desplegarse desde su costado. Todos se volvieron a mirar mientras tres
personas salían de la nave. La primera era una chica que Caleb no reconoció.

236
Fandom Legacies
Era alta y delgada, con la cabeza rapada, e incluso a esta distancia, podía ver
electricidad crujiendo sobre sus puños y brazos.
Caleb reconoció al siguiente tipo bajando por la rampa. Solo había visto
a Einar brevemente, durante su pelea con los Segadores en la carretera. Caleb
lo recordaba todo pulcro y vistoso, vistiendo su elegante traje y llevando un
maletín. Parecía tan notablemente bajo control. Sin embargo, ahora, mientras
Einar definitivamente desprendía una cierta arrogancia que Caleb encontró
inmediatamente irritante y aunque todavía estaba bien vestido, había cabellos
fuera de lugar y su traje estaba notablemente arrugado. Sus ojos estaban
cansados. Se veía, Caleb se dio cuenta, como un hombre que había estado
viviendo dentro de una nave espacial averiada.
Siguiendo a Einar fuera de la nave, estaba Isabela. Ella tenía un teléfono
celular frente a ella y rápidamente se hizo evidente que estaba grabando un
video. El corazón de Caleb se hundió aún más. Como si no fuera
suficientemente malo ver a Taylor y Nigel allí con la Fundación —y
aparentemente con la madre de Nigel— ahora aquí estaba Isabela respaldando
a Einar. No sabía qué lado se suponía que debía tomar en esta situación.
Pero… ¿saben qué? Eso no pareció importar. De hecho, Caleb
repentinamente se sintió bastante calmado con todo el enfrentamiento. Todos
los demás parecían estar de acuerdo porque todos daban un paso atrás y
bajaban sus armas.
Einar levantó los brazos y sonrió.
—Hola a todos —comenzó—. En caso de que no lo hayan adivinado,
les estoy ayudando a todos a mantener la calma.
Caleb sonrió y asintió. Sí. Estaba funcionando. Él se sentía grandioso.
—Para aquellos de ustedes que no me conocen, mi nombre es Einar.
—Hizo una reverencia en dirección a Sydal. Luego, miró a Nigel, el británico
tenía la misma sonrisa boba que todos los demás, a pesar de estar viendo cara
a cara al tipo que una vez estuvo a punto de matarlo—. Para aquellos que he
conocido antes, realmente lo siento si hice una primera mala impresión. Estoy
aprendiendo.
Einar hablaba lacónicamente, emitiendo la impresión de control. Pero
Caleb vio una vena palpitante a un lado de su cabeza. Manipular las
emociones de toda esta gente era agotador, incluso para un garde tan poderoso
como Einar.
—Juguemos un juego —dijo Einar—. Si formas parte de una gran
conspiración criminal para explotar y controlar a los garde, levanta la mano,
por favor.
La mano de Sydal se elevó con entusiasmo. Lo mismo hizo la de Bea
Barnaby. Todos los guardias y mercenarios también levantaron sus manos.
Era una combinación de la honestidad obligada de Einar y de sus dos
ayudantes simplemente usando su telequinesis para levantar los brazos en el
aire. Después de unos segundos, solo los garde se quedaron con las manos
abajo.

237
Fandom Legacies
—Todas estas personas tienen vínculos con una organización llamada
la Fundación. Si has oído hablar de ellos, probablemente estés bajo su
dominio. —Caleb se dio cuenta de que Einar no estaba hablando tanto hacia
al público como lo hacía hacia la cámara de Isabela—. La Fundación incluso
tiene sus manos en la Garde Terrestre, la llamada Academia de la Garde
Humana, y prácticamente en todas las organizaciones poderosas de este
planeta. Creen que pueden controlarnos. Explotarnos. Beneficiarse de
nosotros o matarnos.
Einar hizo una pausa para respirar.
—Soy una prueba viviente de que no pueden —continuó—. Si estás
viendo este video y eres un garde, si estás atrapado en la burla de un centro de
entrenamiento de la Garde Terrestre, si eres un prisionero de la Fundación, te
encontraré. Te salvaré. Te liberaré.
Isabela se fue directamente a la cara de Einar, capturando la desafiante
curva de su labio superior.
—Y si eres parte de la Fundación o uno de sus lacayos, debes saber que
la justicia está por venir. —Él gruñó—. Los lorienses nos dieron estos poderes
y nos abandonaron. Nos obligaron a valernos por nosotros mismos.
Caleb miró a Cinco. Él no hizo ninguna excepción a este comentario,
su ojo barría continuamente el área por cualquier señal de problemas.
—Así es como lo hacemos —continuó Einar—. Uniéndonos. No
cumpliendo con ninguna ley que ellos hagan para controlarnos. No seremos
sus peones. No serán nuestros amos. —Señaló primero a Sydal, luego a Bea—
. Más allá de su confesión, tenemos pruebas que muestran cómo estas dos
sanguijuelas humanas —Wade Sydal y Bea Barnaby— han cometido múltiples
crímenes contra la garde. Para cuando vean esto, se habrá cargado una copia de
esa evidencia. Los mantendremos a ambos bajo custodia hasta el momento en
que los gobiernos del mundo elijan defender la justicia para la garde.
Una bala fue disparada. No de nadie en el claro, sino de uno de los
tejados a las afueras de la ciudad. Einar e Isabela se estremecieron.
La bala flotaba a escasos centímetros del ojo de Einar. Atrapada por la
telequinesis de Cinco.
Por un momento, mirando la bala, Einar parecía que podría vomitar.
Luego, la apartó de un manotazo y movió su barbilla hacia los tejados.
—Cinco, lidia con eso, por favor. No seas gentil.
Sin decir una palabra, Cinco despegó, volando en un borrón hacia los
pobres bastardos que estaban en los techos. Pronto, el sonido de los disparos
infructuosos y los gritos llegaron a oídos de Caleb.
Einar se secó un poco el sudor de la frente, a pesar del frío.
—Bueno, no planeo sufrir el destino de cada revolucionario por el
momento —murmuró—. Duanphen —le dijo a la chica alta—. Ve por la Sra.
Barnaby. Me temo que mi control no se mantendrá si yo tengo que hacerlo.
Yo me ocuparé de Sydal.

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Fandom Legacies
A través de la suave bruma de la calma inducida por el legado, Caleb
observó a Einar e Isabela acercándose a su grupo. Nadie se movió. Daniela y
Melanie se desplomaron como si estuvieran drogadas. Los guardias de Sydal,
también.
«Todo está bien —se dijo Caleb—. Todo está bien. Deja que ocurra.»
Pero otra parte de él luchó. Arremetió contra el control de Einar. Esto
no estaba bien. Él necesitaba hacer algo.
Un duplicado salió de Caleb. Como había sucedido cien veces antes,
cada vez que Caleb perdía el control de sus emociones, cada vez que intentaba
suprimir una sensación fuerte.
Excepto que este duplicado estaba en calma. Justo como Einar quería.
Caleb no lo estaba.
—No puedo dejar que hagas esto —dijo, dando un paso adelante para
bloquear el camino de Einar hacia Sydal.
Los ojos de Einar se abrieron de par en par, luego se estrecharon. Se
centró en Caleb.
Una sensación más profunda de calma lo invadió. Una somnolencia
drogada.
No. Dejó que uno de sus otros yo sintiera eso.
Caleb creó un duplicado que se sentó inmediatamente y comenzó a
chuparse el dedo pulgar. La cabeza del Caleb real estaba despejada.
—¿Qué…? —Einar se detuvo en seco.
—Dijiste que podías mantenerlos calmados —espetó Isabela, mirando
a Caleb.
—Lo hago —respondió Einar—. Él está… haciendo algo.
—Estoy de acuerdo con mucho de lo que dijiste —dijo
diplomáticamente Caleb—. Las cosas están mal. Pero esta no es la manera de
hacerlo.
—¡Caleb, esto es lo que queríamos! —dijo Isabela—. ¿No es esto lo
que pasamos planeando todo este tiempo? ¡Los estamos derribando! Podemos
ser libres de toda su mierda…
—No —dijo Caleb—. Estás comenzando una guerra. Estás formando
equipo con un psicópata que intentó matar a nuestro amigo.
La expresión de Einar se oscureció.
—Suficiente —gruñó—. No hay tiempo para esto.
Una ola de miedo se apoderó de Caleb. Hizo otro duplicado para
asumir esa emoción. El clon corrió gritando hacia la ciudad. Caleb dio otro
paso tambaleante hacia Einar, pero ahora sintió una presión telequinética
contra su pecho. Einar lo estaba empujando hacia atrás.
—Deja luchar contra mí, Crane —Einar escupió, el sudor ahora
empapaba la parte delantera de su camisa—. Esta es la manera.
Caleb dio otro paso y aulló. Uno de sus dedos había sido doblado hacia
atrás, retorcido por la telequinesis de Einar.
Isabela le dio una bofetada a Einar en la cara.

239
Fandom Legacies
—¡Dijiste que no le harías daño a nadie!
—Él me está forzando —espetó Einar.
Esa fue toda la distracción que Caleb necesitó. Cerró la distancia. Y
luego había tres de él.
Todos enojados.
—¡Esto es por tratar de matar a Nigel! —gritaron los Caleb al unísono.
Todos ellos golpearon a Einar en la cara.
Él cayó, la calma se hizo añicos.
Y todo el infierno estalló.

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Fandom Legacies

MÁS ADELANTE, MUCHA GENTE SEÑALARÁ EL CAOS EN


CALIFORNIA como el comienzo de la guerra entre la garde y la
humanidad.
Están equivocados.
En realidad comenzó en Engelberg.

—Señora, no podemos dejar que usted y sus… hijos vayan arriba —dijo el
soldado, con un vistazo de escepticismo dentro del carro—. Hay una
advertencia de avalancha. Todo el pueblo ha sido evacuado.
La agente Walker se enfureció. Estaba sentada detrás del volante del
SUV que habían rentado apresuradamente en Zurich, inmediatamente
después de haberse teletransportado ahí. Bueno, no tan inmediatamente.
La piedra de loralita se encontraba en una pequeña cueva adyacente a las
Cataratas del Rin, otra roca desconocida para el mundo excepto para
Rabiya. Ran se preguntó cuánta más loralita estaba saliendo de la tierra.
Habían quedado empadados por el rocío helado en la caminata
desde las cataratas a Zurich y su ropa todavía estaba tiesa, a pesar de tener
funcionando la calefacción sin parar durante el viaje de noventa minutos al
sur de Engelberg. Todo ese episodio le había ganado a Rabiya unas
maldiciones de Walker. Ran lo disfrutó; a ella le gustaba ver a la mujer
mayor miserable.
Por supuesto, Kopano había llamado “refrescantes” a las cataratas.
Siempre tan positivo. Eso hacía que Ran rechinara los dientes, excepto
cuando su alegría también irritaba a Walker.
A Ran le pareció que Walker pensaba que todo este asunto con
Rabiya era solo una búsqueda inútil, que la chica solo los estaba usando
para alejarse de su padre controlador. Ran tampoco estaba completamente
convencida de las intenciones de la chica. Pero a ella ciertamente no le
importaba ver a Walker sudar un poco.
Sin embargo, cuando llegaron a la barricada en dirección a
Engelberg, fue cuando Walker comenzó a creer. ¿Qué tipo de patrulla de
seguridad pública llevaba armaduras corporales?
—¿Bajo la autoridad de quién nos estás impidiendo el paso? —le
preguntó Walker al hombre encargado de la barricada.
Él la miró de reojo.

241
Fandom Legacies
—Señora, ¿bajo la autoridad de quién me está haciendo usted
preguntas? Salga de aquí.
—¿Por qué se escucha con acento estadounidense? —murmuró
Kopano, desde el asiento del pasajero, para que solo las personas dentro
del auto pudieran escuchar.
—Estos hombres son del Grupo Blackstone —susurró Rabiya—.
Debemos pasarlos si quieren llegar a Einar.
Los guardias se apartaron de repente del auto. Se escuchaban ruidos
fuertes provenientes de la cima de la carretera. Ran conocía esos sonidos.
Disparos.
—En serio, señora —dijo el guardia, volviéndose hacía Walker
mientras desabrochaba el walkie-talkie de su cinturón—. De la vuelta antes
de que les pase algo malo
—Está bien, está bien —dijo Walker dócilmente. Subió su ventana y
puso el auto en reversa—. ¿Ran?
—¿Sí?
—Voy a necesitar que explotes esa barricada.
Ran tomó una roca de una pequeña pila que había recolectado en las
cascadas. La cargó con su legado, el brillo carmesí iluminando el interior
del auto y reflejándose en sus ojos.
—Como desees.

La primera reacción de Nigel cuando la falsa calma de Einar se rompió fue


reír. El maldito pretencioso. Dando su podrido discurso revolucionario a
una cámara de celular como un falso John Smith y luego va y consigue que
Caleb lo noquee.
Fue la cosa más maravillosa que Nigel había visto jamás.
No había tiempo suficiente para disfrutar el momento. La secuaz de
Einar —la que había llamado Duanphen— estaba casi de vuelta en su
deteriorada nave, arrastrando a Bea por el brazo.
—¡Oye, la budista menos relajado del mundo! —gritó Nigel, sus
palabras se dirigieron bruscamente a los oídos de Duanphen de modo que
sus hombros se juntaron y ella se estremeció—. ¡Trae de vuelta a mi
malvada madre!
Duanphen giró para verlo de frente. Nigel desató su telequinesis,
reuniendo tanta fuerza como pudo. La empujó hacia el suelo y a Bea junto
con ella.
Salvó sus vidas. Porque fue en ese momento cuando el fuego
cruzado empezó.
Los hombres de Sydal dispararon primero, cubriendo la retirada de
su jefe dentro de su tonto platillo volador. Un par de balas golpearon al
mercenario que estaba más cerca de Nigel, golpeando su armadura y
derribándolo. Demasiado cerca.

242
Fandom Legacies
Los mercenarios devolvieron el fuego, sus blasters enviaron rayos de
energía hacia los hombres de Sydal. Uno cayó, su traje negro terminó
chamuscado. El resto quedo protegido por un repentino destello de luz
plateada que creó un muro de roca que llegaba a la altura de la cintura. Esa
fue Daniela, usando su legado.
Con la ventaja de la cobertura, los hombres de Sydal devolvieron el
fuego y enviaron a los mercenarios Blackstone a cubrirse en la fuente
cercana. Nigel sintió algo como una picadura de abeja en su hombro y
miró hacia abajo. Lo habían rozado.
Taylor lo tiró al suelo. Solo habían pasado segundos desde que él
había derrumbado a Duanphen y Bea, pero eso parecía una eternidad
cuando había armas disparando.
—Esto es un maldito circo —le dijo a Taylor.
—Últimamente he estado en muchos tiroteos —contestó Taylor—.
¿Qué hacemos?
Nigel echó un vistazo al otro lado del campo. Duanphen y Bea
seguían en el suelo. La chica garde tenía la cabeza en alerta, esperando por
una interrupción en el tiroteo para moverse. Bea yacía allí acobardada con
las manos sobre la cabeza.
Nigel suspiró.
—Necesito salvar a mi maldita madre. Probablemente es el
mismísimo Satanás, pero no puedo dejar que estos monigotes se la lleven.
—No necesitas explicar —contestó Taylor—. Me desharé de los
tiradores.
—¿Conseguiste que funcionara el rastreador de tu brazo?
—Sí —contestó Taylor—. La ayuda está en camino, eso espero.
—Bien por ti —dijo Nigel. Le apretó el brazo—. Bien, entonces.
No mueras, querida.
—Tú tampoco.

Tan pronto empezó el tiroteo, Isabela tomó a Caleb del cuello y lo quitó
de encima de un Einar inconsciente. Cayeron hacía atrás e Isabela enrolló
sus piernas alrededor del torso de Caleb, apretándolo fuerte. Lo estaba
ahorcando.
—¡Mira lo que hiciste, babaca! —gritó—. Los teníamos. ¡Los teníamos!
Los duplicados de Caleb se agacharon y quitaron el brazo de Isabela
de debajo de su barbilla. Luego, una daga de fuego de blaster creó un hoyo
en uno de sus pechos, desvaneciendo al clon en el aire. Caleb e Isabela
terminaron peleando por cubrirse detrás del muro de Daniela. Isabela usó
su telequinesis para llevar el cuerpo de Einar con ellos.
—No puedo creer que estés de su lado —le dijo Caleb.
—¡No lo estoy! Quiero decir… —Isabela golpeó el piso con su
puño—. ¡No lo sé!

243
Fandom Legacies
—Estabas ahorcándome.
—Lo siento —contestó Isabela. Se estiró y tocó la mejilla de
Caleb—. Pensé que lo ibas a matar.
—Yo no soy el asesino —explotó Caleb—. Él lo es… él casi mató a
Nigel.
—Pensó que Nigel trabajaba para la Fundación —contestó
Isabela—. Tú no sabes qué tan profundo llega su corrupción. Ese
pequeño gusano que estabas protegiendo, a él no le importamos, Caleb. Al
menos Einar, al menos él es uno de nosotros…
Caleb miró alrededor. Su muro estaba siendo bombardeado por los
blasters de los mercenarios Blackstone, pero estaba resistiendo. Los
guardias de Sydal estaban devolviendo el fuego. Melanie estaba agachada
cerca de ellos, todavía sosteniendo el maletín, se veía el pánico en sus ojos.
Daniela estaba junto a ella.
Sydal se había ido. Había vuelto a la nave.
—No podemos dejar que se maten entre ellos —dijo Caleb.
—¿Por qué no? —contestó Isabela.
Antes de que pudiera responder, un fuerte rugido atravesó el aire.
Cinco había regresado.
Aterrizó de pies sobre uno de los hombres de Sydal, aplastándolo
contra el muro de Daniela. El corpulento loriense miró hacia abajo, vio que
Einar estaba golpeado e inconsciente, su rostro se encrespó. Dos rayos de
blaster impactaron en su pecho pero no hicieron nada excepto dejar
marcas de quemaduras en su piel recubierta de acero.
El último de los guardias de Sydal trató de apuntar con su pistola a
Cinco, pero fueron demasiado lentos. Cinco usó su telequinesis para
doblar el arma como un pretzel alrededor de la mano del hombre, luego lo
golpeó con suficiente fuerza para tirar tres de sus dientes.
Cinco miró a Isabela.
—¿Dónde está Sydal?
Ella señaló dentro del platillo.
—Bien —él señaló a Einar—. Vigílalo.
Cinco avanzó hacia la rampa de entrada.
Tres Calebs se interpusieron en su camino.

Taylor se arrastró sobre su estómago desde su posición expuesta hacia


donde el resto de los mercenarios se estaban cubriendo. Si bien estos
sujetos estaban obviamente acostumbrados a estar bajo fuego, tenían
menos experiencia operando sin un comandante.
Taylor creía que el XO aún estaba con vida después de que Cinco
aterrizara sobre él, pero no estaba en ninguna condición de comandar.
—¡Dios santo! —gritó uno de ellos—. ¡Alguien que proteja al
activo!

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Fandom Legacies
Uno de los soldados saltó fuera de cubierta, disparando
abruptamente a los guardias de Sydal, y después tomó a Taylor del abrigo y
los llevó a ambos detrás de la fuente. Las balas volaban por encima de sus
cabezas, astillando la cuenca de granito. Algunos de ellos devolvieron el
fuego mientras los demás discutían.
—¡Necesitamos llegar al XO! ¡Ver si sigue vivo!
—¡No! Él querría que protegiéramos a Barnaby. Si se la llevan…
—Al diablo con ella, no voy a pelear contra ese maldito lori…
Con su telequinesis, Taylor haló el gatillo de uno de los blasters,
disparando contra las piernas de los hombres que les disparaban a los
guardias de Sydal. Ellos gritaron y colapsaron mientras sus armaduras se
derretían en sus rodillas.
Taylor sintió un golpe de culpa. Había peleado junto a estos
hombres, tal vez incluso les había salvado la vida.
Pero estaban en el bando equivocado.
—¿Qué demonios? —le gritó uno de los mercenarios que aún
quedaba en pie al que había hecho el disparo. El tirador miró su arma,
luciendo completamente desconcertado. Antes de que pudiera responder,
el primer soldado estrelló en su cara la culata de su rifle.
Otro, parado cerca de allí, miró a Taylor. Él la señalo.
—¡Esperen! ¡Es ella! ¡Es ella!
Taylor telequinéticamente tiró de su arma lo más lejos que pudo con
la cuerda, la tensó, y la usó tipo para tirar al soldado más cercano.
El último en pie se abalanzó hacia ella. Taylor tuvo que recurrir a
más tácticas físicas. Lo pateó en la entrepierna, después le barrió las
piernas. Un movimiento que Isabela le había enseñado. Antes de que
golpeara el suelo, Taylor tomó su rifle telequinéticamente y lo estrelló en
su cara.
—Tú… se suponía que estabas de nuestro lado —murmuró uno de
los mercenarios heridos.
Antes de que se pudieran poner en pie, Taylor se enfocó en las
armas y dobló los cañones para que quedaran inservibles.
—Manténganse abajo —dijo ella—. Y tal vez los cure cuando todo
esto acabe.

Cinco se impulsó hacía adelante, con dos de los clones de Caleb


aferrándose a sus piernas. Pisoteó a uno, destruyendo su cabeza y
causando que desapareciera. Gruñó y levantó al otro justo en el momento
en que Daniela desataba un torrente de visión de piedra en su dirección.
Cinco usó al clon de escudo, luego arrojó el pedazo de piedra de regreso
hacia Daniela.
—Apártate de mi camino —gruñó.

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Fandom Legacies
—No puedo hacer eso —respondió Caleb. Estaba de pie en la
entrada de la nave de Sydal, la última línea de defensa.
Cinco se acercó. En respuesta, Caleb liberó tres clones más para
enredarlo. Cinco le dio un tirón con su telequinesis; Caleb respondió con
su propia telequinesis y se mantuvo inmóvil. Estaba empapado de sudor
por el esfuerzo de estar creando clones. Cinco se deshacía de ellos muy
fácilmente.
—¿Tú crees que ese hombre acobardándose dentro de la nave te
protegerá? —gritó Cinco al momento que estrellaba su puño de acero en
una de las cabezas de Caleb.
Caleb mantuvo la boca cerrada. Concentrado.
Él sabía que la respuesta a la pregunta de Cinco era no, así como
sabía que Cinco eventualmente pasaría por sobre los clones y llegaría hasta
él. Pero aun así, tenía que pelear.
Detrás de ellos, contra la pared, Isabela trataba de despertar a Einar.
Caleb no podía entender las motivaciones de esa chica. Ni siquiera estaba
seguro de que ella las supiera.
Cinco rompió a un clon de un rodillazo. Caleb lo reemplazó.
A su izquierda, Daniela estaba poniéndose de pie con dificultad.
Estaba sangrando de un corte en su frente. Cinco la había cortado con la
roca que le había arrojado. Melanie estaba allí para ayudarla a levantarse.
—Daniela —dijo, con los ojos muy abiertos, todo esto era
demasiado surrealista para ella. Ella no había hecho nada más que cubrirse
desde que comenzó la lucha—. Estas sangrando.
Daniela le dio una bofetada en la cara. Fuerte.
—¡Perra, tienes súper fuerza! —le gritó Daniela a Melanie—.
¡Ayúdanos a luchar contra él!
Caleb escuchó un ruido metálico detrás de él, pero no tuvo tiempo
de reaccionar antes de que la rampa fuera sacada de debajo de él. Cayó al
suelo y rodó mientras la rampa de entrada se retraía de vuelta a la nave de
Sydal. El magnate se había encerrado.
Y había causado que Caleb aterrizara justo a los pies de Cinco.
Cinco tiró de él hacia arriba con su telequinesis antes de que Caleb
pudiera detenerlo, y lo agarró por la garganta. El equipo de duplicados de
Caleb trató de liberarlo sin éxito.
—Deberías haber escuchado —dijo Cinco casi con tristeza antes de
golpear a Caleb en la cara con su mano de metal.
Caleb vio un destello de luz y probó su sangre. Perdió el control de
sus duplicados y cayó de bruces al suelo, con su mandíbula quebrada en
dos partes.

Con el tiroteo detenido, Nigel era libre de correr a toda velocidad hacia la
chica que arrastraba a su madre. Ella estaba cerca de su desvencijado

246
Fandom Legacies
Skimmer. La zancada de Duanphen era decidida, su agarre firme en la parte
superior del brazo de Bea.
Su intención era tomarla por sorpresa. Apuntó su hombro hacia el
espacio entre sus omóplatos, un tacleo de rugby anticuado.
Pero Duanphen había trabajado en seguridad por años. Sabía
cuándo había una amenaza acercándose a ella.
En el último segundo, se agachó y dejó que Nigel tropezara con ella.
Estiró su mano y le rozó el cuello con sus dedos, enviando una leve carga
eléctrica a través de él.
—¡Gah! —Nigel gritó, arqueando su espalda. Se puso entre
Duanphen y la nave—. ¿Qué es lo que tienes? ¿El legado de una anguila?
—Mm —respondió Duanphen, con cara de piedra. Empujó a la
madre de Nigel al suelo y tomó su postura de Muay Thai—. No estoy aquí
para luchar contra ti.
—Entonces no lo hagas —respondió Nigel—. Pero no puedo dejar
que te lleves a mi mamá.
—Conozco a tu madre. Conocí a tu padre —dijo Duanphen—. Tal
vez mejor que tú, creo.
—¿Eres terapeuta también?
—No vale la pena luchar por ellos —dijo Duanphen—. Que se
haga justicia.
Nigel tomó una gran bocanada de aire, preparando un grito.
Fue entonces cuando la nave de Sydal despegó.

Einar se despertó lentamente. Le dolía la cara. Sentía que su nariz estaba


rota, su labio se había partido, y uno de sus ojos estaba un poco hinchado.
Nunca antes lo habían golpeado.
—Inaceptable —dijo, la palabra salió distorsionada.
Lo primero que notó fue a Caleb, tirado en la hierba a solo unas
pocas yardas de él. Al igual que Einar, la cara de Caleb era un desastre
sangriento. Einar no podía recordar exactamente los últimos minutos,
pero tal vez él le había hecho eso a Caleb bajo algún tipo de oleada de
adrenalina. Le devolvió a Caleb una paliza tan fuerte como la que él había
soportado.
No. Improbable.
Isabela estaba arrodillada sobre Caleb, acariciando su cabello,
protegiéndolo de la batalla en proceso. La cabeza de Einar daba vueltas.
Necesitaba reincorporarse a la pelea, pero no podía concentrarse todavía.
Por el momento, observó, jugando a la zarigüeya muerta.
Allí estaba Cinco. Debió ser él el que derrotó a Caleb.
Ese era un buen amigo.

247
Fandom Legacies
Una sombra cayó sobre Einar. La nave de Sydal despegaba, el
platillo se tambaleaba en el aire con una explosión de potencia del
propulsor.
Maldición. Ellos habían fallado.
Cinco no se dio por vencido fácilmente. Rugió de frustración
cuando la nave se elevó, e intentó volar tras él, pero un rayo de energía
plateada crepitó y golpeó sus pies. En un abrir y cerrar de ojos, Cinco
estaba conectado al suelo por una estalagmita de piedra, cortesía de
Daniela.
Entonces la Garde Terrestre todavía estaba en la pelea. Eso no era
bueno.
Cinco soltó un bramido… estaba medio flotando y medio
suspendido por la roca de Daniela. Fue forzado a doblarse y golpear la
trampa escarpada, tratando de liberar sus piernas.
Fue entonces cuando Melanie entró en acción. Por supuesto, Einar
había notado a la tan llamada “cara de la Garde Terrestre” cuando su
escuadrón apareció por primera vez. Como se esperaba, ella se alejó del
conflicto real. Y, sin embargo, allí estaba ella, cargando hacia Cinco con un
grito. Blandió el maletín que Sydal había obtenido de Barnaby como un
luchador empuñaría una silla de acero.
Melanie podría no haber sido muy luchadora, pero era fuerte.
Realmente fuerte. Y aparentemente determinada también. Incluso con su
piel revestida en metal, el golpe hizo que la cabeza de Cinco se sacudiera
bruscamente hacia atrás. El maletín reforzado se abrió por el impacto,
derramando algunos viales extraños en el suelo. Cinco se desplomó,
quedando colgado por los tobillos de la piedra que hizo Daniela. Él gimió,
no del todo inconsciente, pero cerca de estarlo.
Melanie se echó hacia atrás para darle otro golpe, pero se detuvo
antes de conectarlo. Se giró lentamente. Había estado tan concentrada en
atacar a Cinco, que se había perdido completamente el hecho de que Sydal
se iba sin ella.
—¿Wade? ¡Wade espera! —mientras Einar miraba, la cara de
Melanie se arrugaba en una mezcla de conmoción y abatimiento—.
¿Dónde… a dónde irá? —puso sus manos en su cabello, tirando de él, y
miró implorante a una igualmente sorprendida Daniela—. ¿Él está… él
está simplemente dejándonos?
Einar resopló. Su plan podría haber fallado, pero al menos llegó a
ver a la figura de la Garde Terrestre darse cuenta de lo poco que la
humanidad se preocupaba por ella.
Isabela miró en su dirección, dándose cuenta de que estaba
despierto. Abrió la boca como si fuera a decir algo, luego la cerró. Ella no
alertó a los demás de que él estaba consciente.
Ella le estaba dando la oportunidad de retirarse. Einar tenía la
intención de tomarla.

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Fandom Legacies
Einar se puso inestablemente de pie. Miró a Cinco, todavía atrapado
en la roca, solo medio despierto. No había nada que Einar pudiera hacer
por él. Él necesitaba salvarse a él mismo.
Con Daniela y Melanie aún distraídas por la partida de Sydal, se
apresuró hacia su Skimmer.

Duanphen fue demasiado rápida para Nigel. Cuando estaba a punto de


gritarle, ella se lanzó hacia adelante y puso una mano con fuerza sobre su
boca.
—Por favor, no —dijo ella—. Mis oídos todavía están zumbando
desde la última vez.
Ella enganchó su brazo con el de él, doblándolo por el codo. Nigel
gruñó de dolor, sintió el cosquilleo eléctrico de su palma contra sus labios.
Los ojos de Nigel se movieron rápidamente. Su madre estaba sobre
sus manos y rodillas, respirando con dificultad. No había ayuda allí.
Pero ahí estaba Taylor, corriendo por el campo de batalla hacia
ellos. Duanphen no la había visto todavía.
De repente, Taylor se elevó en el aire y se derrumbó sobre su
hombro. Era como si alguien le hubiera cortado las piernas justo debajo de
ella.
Einar. Estupendo.
El psicópata Islandés se tambaleó hacia ellos. La sangre recubría la
mitad inferior de su cara, su piel estaba pálida, lo que lo hacía parecer un
zombi.
—¡Duanphen! —gritó—. Agarra la Sra. Barnaby y vamo…
Fue interrumpido por un silbido agudo.
Un misil. Su cola humeante dejaba un rastro que venía del teleférico.
Nigel sabía que su madre le había escrito a alguien allí. Alguien con
un maldito cohete.
Todos se detuvieron para ver la inminente destrucción.
Sin embargo, no se dirigía a su campo de batalla.
El cohete hizo una flor ardiente roja y anaranjada cuando golpeó la
nave de Sydal. El disco plateado se tambaleó, de un lado a otro, de
adelante hacia atrás, el humo negro serpenteaba desde su motor. Luego,
con un estallido de luz carmesí de los propulsores, una segunda explosión
dividió la nave en dos, los pedazos relucientes se estrellaron contra los
Alpes.
—Nosotros… —Einar respiró—. Seremos culpados por esto.
Nigel se volvió para mirar a su madre con horror. Este era su plan.
Ella había arreglado hacer este trato con Sydal, un hombre
poderoso, una figura pública, un supuesto aliado de la Garde Terrestre.
Y al mismo tiempo, había estado dejando migas de pan para Einar,
atrayéndolo aquí.

249
Fandom Legacies
Había diseñado toda esta confrontación para matar a Sydal. ¿Pero
por qué?
¿Qué había dicho ella antes?
Había fortunas que se hacían a través del caos.
Bea ya no estaba en el suelo. Ya no estaba muerta de miedo. De
hecho, mientras todos los otros se habían distraído con el ataque con el
misil, ella había sacado una pequeña pistola de adentro de su abrigo.
La pistola que usó para dispararle a Einar en la garganta.

250
Fandom Legacies

NIGEL NO PODÍA EXPLICAR POR QUÉ LO HIZO. ÉL odiaba a Einar.


El bastardo había desenterrado algunos de los peores recuerdos de su vida, los
utilizó para hacer que Nigel se sintiera débil e indefenso, casi lo mató.
Pero la familia de Nigel lo había estado haciendo sentir débil e
indefenso toda su vida.
Cuando Bea apretó el gatillo por segunda vez, Nigel utilizó su
telequinesis para arrancarle el arma.
Einar se llevó las manos a su garganta, sus cejas se levantaron con
sorpresa. La sangre se derramó como una fuente por el frente de su camisa.
Abrió la boca para hablar y salió una burbuja de carmesí oscuro.
Él puso una mano sobre la herida y se cayó.
—¿Me estoy…? —logró decir—. ¿Me estoy muriendo?

Incluso a esta distancia, Isabela podía sentir el calor que salía de los escombros
de la nave espacial de Sydal. Uno de esos mercenarios Blackstone debe de
haberla derribado. ¿Qué tipo de juego jugaba la madre de Nigel?
No tuvo tiempo para pensar en eso. Melanie se puso a llorar cuando
vio la explosión, Daniela estaba tratando de consolarla y Caleb respiraba
laboriosamente a través de su rostro destrozado.
Pero eso no fue lo que llamó la atención de Isabela.
Aunque todavía suspendido por la protuberancia rocosa de Daniela,
Cinco se había sacudido los efectos del golpe brutal de Melanie en su cabeza.
Su respiración ahora eran rápidas escofinas que le recordaban a Isabela a un
toro encerrado antes del rodeo. Mientras miraba, un poco de espuma cayó de
sus labios.
Cinco colgaba directamente sobre el contenido del maletín de Sydal.
—Esto… —Cinco habló a través de sus dientes—. ¿Esto es lo que
están vendiendo? ¿Esto? ¿ESTO?
En un movimiento borroso, Cinco se levantó y se libró de la unión de
piedra de Daniela. Ahora flotando, dejó escapar un rugido y cayó en picado
hacia Daniela. La chica apenas tuvo tiempo de darse la vuelta antes de que
Cinco estuviera sobre ella, golpeándola en el esternón con ambos puños. La
tiró al suelo con tanta fuerza que Isabela oyó romperse las costillas de la chica.
—¡Daniela! —gritó Melanie. Había lágrimas en sus mejillas, pero aún
logró abalanzarse sobre Cinco.

251
Fandom Legacies
Cinco se elevó en el aire, flotando sobre los brazos extendidos de
Melanie. Cuando ella tropezó, él giró y la atrapó por la espalda con sus
rodillas, llevándola hacia el muro de piedra de Daniela. Melanie tuvo tiempo
de gritar antes de que Cinco golpeara su cabeza contra la roca y se quedara sin
fuerzas.
Respirando entrecortadamente, Cinco flotaba sobre todos ellos. Agarró
los viales de cieno negro que lo había alterado… Isabela notó cómo el vacío
color obsidiana combinaba con las manchas de piel muerta en el cuerpo de
Cinco. Los viales giraban a su alrededor, bajo su control. Miró a Isabela, había
fuego en su único ojo.
—Esta cosa es maldad —gruñó—. Maldad pura.
—De acuerdo —respondió Isabela, levantando ambas manos—. Ahora
relájate.
—Ellos deberían morir por esto —respondió Cinco. Isabela siguió su
mirada, estaba lo suficientemente abierto como para que ella pudiera ver lo
blanco del ojo, mientras Cinco escaneaba el campo de batalla y localizaba a la
madre de Nigel—. Comenzando con ella.
Antes de que Isabela intentara calmarlo, Cinco voló hacia los otros.

Después de que Nigel arrancó el arma de su madre, Duanphen actuó


rápidamente mientras Nigel todavía estaba tratando de descubrir qué hacer.
Cargó contra Bea y la golpeó debajo del mentón con una rodilla voladora. La
mujer mayor gritó y cayó de espaldas. Nigel notó que Duanphen hacía una
mueca de dolor cuando aterrizó: una de sus piernas estaba herida.
Instintivamente, Nigel agarró a Duanphen por la cintura y trató de
alejarla de Bea. Sin embargo, ella lo apartó, agarrándole la muñeca y girándola
hasta que él se tiró al suelo. Dejó que una breve descarga fluyera hacia él,
luego lo liberó.
—¿Todavía defiendes a esta mujer? —preguntó Duanphen—. ¿Incluso
después de que has visto de lo que es capaz?
—Ella es… ella es mi madre, por el amor de Dios —dijo Nigel—. Solo
deja de pelear y prometo que pagará por…
—Pagará ahora —respondió Duanphen.
Por supuesto, Nigel tenía la sensación de que Duanphen no iba a
retroceder. Es por eso que se concentró en el sonido de las llamas que
crepitaban detrás de ella, desde donde había caído la nave de Sydal. Amplificó
el ruido, por lo que sonó como si una pared de fuego corriera hacia su
espalda. Duanphen se estremeció y se giró, y fue entonces cuando Nigel le
propinó una patada en la rodilla mala.
Antes de que pudiera recuperarse, Nigel agarró una piedra cercana con
su telequinesis y golpeó a Duanphen en la cara. Se puso de pie, frotando su
muñeca donde ella se la había retorcido.
—Ahora, tomemos una respiración profunda y…

252
Fandom Legacies
Cinco descendió y agarró a Nigel por el cuello. Su agarre era
literalmente de hierro, sus dedos se clavaron en el costado del cuello de Nigel.
Cinco lo levantó y lo dejó flotando sobre la escena. Nigel no podía respirar
para gritar.
Cinco vio a Einar entonces. Todavía estaba agarrándose la garganta,
aferrándose a la vida, pero había una cantidad imposible de sangre
derramándose sobre sus dedos.
—Él no querría que te matara —le dijo Cinco a Nigel, su voz
temblorosa de ira—. Pero eres un traidor para los tuyos. Trabajando con la
Fundación. Te mereces esto.
Su agarre se hizo más fuerte. Nigel no podía pronunciar una palabra.
Había manchas oscuras en su visión.
Y luego, un trozo de piedra azul del tamaño de un refrigerador golpeó a
Cinco. El impacto lo envió dando volteretas por el aire y dejó libre a Nigel.
Cayó al suelo junto a la misteriosa masa de loralita, tosiendo secamente y
jadeando por aire.
La piedra había venido desde la dirección de la carretera. Solo la
telequinesis podría impulsar algo tan grande tan rápidamente. Entornó los
ojos en esa dirección y pudo distinguir algunas formas vagas y otro destello de
luz azul. ¿Quién lo había salvado?
¿Y podrían por favor hacerlo de nuevo?
Nigel se dio vuelta y vio que Cinco se había enderezado en el aire y
ahora se cernía sobre él. En lugar de volver al ataque, él miró confusamente la
loralita.
En un destello de luz, dos figuras surgieron de la piedra. Los ojos de
Nigel se llenaron de lágrimas al verlos.
Ran y Kopano.
Se pusieron entre Nigel y Cinco, los puños de Ran brillando con
energía almacenada.
—Tú te mantendrás lo más lejos posible de él —gruñó Ran.

En ese momento, los mercenarios Blackstone que Taylor había derribado


estaban comenzando a moverse. Con todas sus armas rotas y desmanteladas, y
muchos de ellos heridos, no había forma de que regresaran a la pelea. No con
tantos garde alrededor. Tenían la intención de hacer una retirada apresurada.
Hasta que Karen Walker les apuntó con su arma.
—Todos ustedes bastardos colóquense sobre sus vientres —dijo—.
Nadie se mueve hasta que esto esté resuelto.
Los mercenarios podrían haberse abalanzado sobre Walker, tal vez
llevársela, pero algunos de ellos notaron a la adolescente que llevaba un hiyab
al lado de Walker. No había manera que ella no fuera otra garde. Hicieron lo
que Walker dijo.
No valía la pena hacer lo contrario.

253
Fandom Legacies
Desde su posición ventajosa cerca del borde del claro, Walker y Rabiya
tenían una visión clara de la matanza. Cuerpos muertos y heridos, armas
abandonadas de origen humano y extraterrestre, un Skimmer destruido, un
fortuito muro de piedra, una nave espacial en llamas… y solo unos cuantos
garde de pie.
—¿No deberíamos ayudarlos? —preguntó Rabiya.
—Conozco a ese tipo de allí —respondió Walker—. Ese es Número
Cinco. Si Ran y Kopano no pueden detenerlo, nuestra mejor oportunidad es
simplemente esperar a que él no nos note.

Kopano reconoció al monstruoso chico de un solo ojo con piel revestida en


acero como Número Cinco. ¿Cuántas veces había visto ese video de Cinco
luchando contra el Profesor Nueve en la ciudad de Nueva York? Era
literalmente la cosa más genial que Kopano haya visto alguna vez.
Oh cielos. Estaba a punto de luchar contra un loriense de verdad.
¿Por qué estaban peleando? ¿Qué demonios había pasado aquí?
Kopano no lo sabía. A él no le importaba. Cinco iba tras Nigel. Eso lo
convertía en un enemigo.
Con un grito desquiciado, Cinco cargó contra ellos… volando, no a pie.
Kopano y Ran se separaron, tratando de flanquearlo. Ran lanzó dos
proyectiles cargados en dirección a Cinco, pero él los agarró con su
telequinesis y los redirigió a Kopano.
Las dos piedras explotaron justo en frente de la cara de Kopano. Él
endureció sus moléculas para que no hubiera dolor, pero el destello de luz lo
desorientó momentáneamente.
—¡Kopano! —gritó Ran—. ¡Fantasma!
Justo cuando su visión se aclaró, Kopano vio a Cinco volando hacia él.
Gracias a Ran, pudo volverse transparente y evitar recibir dos de los puños
revestidos en metal de Cinco contra su pecho. Con suerte, eso dejaría a Cinco
fuera de balance lo suficiente como para que ellos contraatacaran.
Excepto que Cinco siguió adelante. Kopano ni siquiera era su objetivo.
Era la mujer detrás de él. Kopano apenas la había notado. De mediana
edad, rubia, con la nariz ensangrentada. Acababa de ponerse de pie cuando
Cinco se cernió sobre ella.
—¡Mamá! —gritó Nigel.
«¿Mamá? Oh, demonios».
—¡Traje esto para ti! —gruñó Cinco a la madre de Nigel. Luego, le
rompió un vial del cieno negro en la cara.

La nieve pisoteada estaba fría contra la mejilla de Taylor. ¿Qué había estado
haciendo ella? Corriendo hacia algo. Pero luego había sido lanzada en el aire,
aterrizó sobre su cabeza, y…
Se sentía tan, tan bien descansar después de estos últimos días.

254
Fandom Legacies
—¡Taylor! ¡Taylor! Oye, tú mierda perezosa, ¡levántate! ¡Levántate!
Había unas manos sobre sus hombros, sacudiéndola. Ella parpadeó
abriendo los ojos y aturdida miró hacia arriba.
—Isabela… —ella dijo—. Hola.
Su compañera de habitación abofeteó a Taylor bruscamente en la
mejilla y el punzón fue suficiente para despertarla. Todavía podía oír peleas,
alaridos y gritos.
Entonces la batalla no había terminado sin ella.
—Él los matará —dijo Isabela rápidamente—. ¡Él está loco!
Taylor se apresuró a sentarse. Miró hacia el otro lado del campo, vio a
Cinco volando hacia abajo para golpear a alguien en la cara.
No a alguien. A Kopano. Oh Dios mío. Kopano y Ran.
—Tengo que ayudar… —dijo Taylor, poniéndose de pie, con la
intención de hacer todo lo que podía contra el loco loriense.
—¡Tienes que sanarlo! —dijo Isabela, señalando hacia donde la nieve
estaba oscura por un charco de sangre en expansión—. ¡Él puede calmar a
Cinco!
Taylor tragó saliva cuando vio a quién señalaba Isabela.
Einar.

Bea gritó y se desplomó, agarrándose la cara. El cieno negro parecía retorcerse


por su propia voluntad, entrando en los diminutos cortes causados cuando
Cinco rompió el vial.
Ran agarró a Cinco con su telequinesis y lo alejó de Bea. Él giró para
mirarla, respirando con dificultad, con los ojos muy abiertos. Ella reconoció la
mirada en sus ojos.
Sed de sangre.
Voló hacia ella, pero ella lo empujó con su telequinesis. Ran puso una
pared de pura fuerza. Cinco tuvo que luchar para avanzar incluso una pulgada
en su dirección. Ella vio cómo las venas saltaban en su frente, el sudor le caía
sobre la cara. Él se acercaba.
Ran no podía detenerlo sola.
No tenía que hacerlo.
A unos metros, Kopano presionó a Cinco con su propia telequinesis.
Nigel se unió, también. Juntos, los tres tenían a Cinco atrapados en una caja
de presión telequinética. Cada uno de sus músculos se flexionaba y se
esforzaba mientras intentaba moverse, las llamaradas de su propia telequinesis
hacían que la tierra y la nieve alrededor de sus pies se agitaran.
Nigel apartó sus ojos de Cinco por un momento, mirando a su madre,
que estaba sentada en el suelo, limpiándose la mugre de la cara y temblando.
Apretando los dientes, puso un poco más de fuerza detrás de su telequinesis,
esperando romper algunas costillas.

255
Fandom Legacies
Cinco todavía luchaba. Ran sintió que empujaba contra todos ellos,
esforzándose por liberarse. Por el rabillo del ojo, percibió movimiento. Taylor
e Isabela. Haciendo algo.
—¿Qué…? —Kopano jadeó—. ¿Qué hacemos con él?
—Contenerlo —dijo Ran, apretando los dientes—. Hasta que…
Un brazo rodeó el cuello de Ran por detrás, se aferró bajo su barbilla y
cortó su respiración.
—¡Demonios! —gritó Nigel, viendo a Duanphen demasiado tarde—.
¡Ran! ¡Cuidado!
Todo el cuerpo de Ran se arqueó cuando Duanphen envió electricidad
a través de ella.
Sin Ran, Nigel y Kopano no podían mantener su control sobre Cinco.
Se liberó y se lanzó hacia Nigel.

Taylor se arrodilló sobre Einar. Había tanta sangre. El agujero en el costado


de su cuello estaba oscuro, la bala había atravesado directamente. Einar tenía
los ojos vidriosos y vacíos. Él miraba hacia el cielo, sin ver.
Ella vaciló. ¿Sería tan malo si él estuviera muerto? Estaba tan pálido.
Taylor no estaba segura de que hubiera siquiera una chispa en él para reavivar.
Isabela tocó el hombro de Taylor.
—Inténtalo —dijo ella—. Lo necesitaremos.
—No puedo creer que esté haciendo esto —murmuró Taylor.
Puso su mano en el cuello de Einar. Su piel ya estaba mortalmente fría.
Aun así, Taylor dejó que su energía curativa fluyera.

Un extraño recuerdo regresó a Ran cuando la electricidad de Duanphen crujió


a través de ella.
Había perdido el control de su legado una vez en el seminario de la
Dra. Chen. Accidentalmente, había cargado su escritorio para que explotara y
luego se había visto obligada a absorber la energía explosiva de nuevo. Esa era
la misma técnica que había usado para devolverle la vida a Nigel en Islandia.
Moviendo la energía volátil de un lugar a otro, haciendo que las moléculas
cobren vida. Absorción, liberación, destrucción.
Sintió dolor cuando el voltaje de Duanphen fluyó en su interior:
alfileres y agujas en cada nervio, espasmos, sangre en su boca.
Pero ella podría soportarlo, se dio cuenta Ran. Ella podría dejar que la
energía la llenara.
—¿Qué…? —Duanphen murmuró en la oreja de Ran, su agarre se
aflojó—. ¿Qué estás haciendo?
Ran no lo sabía exactamente. Era instinto. El toque eléctrico de
Duanphen ya no dolía. Ran estaba alimentándose de eso, absorbiendo la
energía, dejándola reunirse dentro de ella.

256
Fandom Legacies
Duanphen se separó de Ran y tropezó hacia atrás. Las ondas de
electricidad todavía retozaban en la piel de Duanphen, pero ella no estaba tan
cargada como lo había estado hace un segundo. Ran se lo había quitado.
Ran se dio la vuelta para mirar a Duanphen, su puño crepitaba con
electricidad.
—Esto es tuyo —dijo Ran.
Abrió la palma de su mano y un relámpago salió disparado, toda la
electricidad que Duanphen había descargado dentro de ella fue soltada de una
sola vez. El rayo irregular golpeó a Duanphen en el pecho y la dejó como una
pila humeante, respirando pero inconsciente.
Ran tuvo poco tiempo para celebrar su descubrimiento. Hubo un dolor
agudo y crepitante en su sien. Ella se arrodilló y agarró su cabeza. El dolor
venía de debajo de la pequeña cicatriz donde la gente de Walker había
insertado su chip Inhibidor.
Se sentía como si algo dentro de Ran acabara de explotar.

La mano de Cinco se envolvió con fuerza alrededor de la garganta de Nigel.


Nigel miró al chico loriense, a su único ojo y rostro manchado, y no vio nada
más que ira desenfrenada. Él había enloquecido. No había sentido común allí
dentro.
Con un poderoso bramido, Kopano tacleó con el hombro a Cinco,
apartándolo de Nigel. Los dos se enredaron y se tiraron al piso, golpeándose
mutuamente, puños de acero golpeando la piel irrompible.
Kopano. Dios lo bendiga. Siempre salvando el trasero de Nigel.
Mientras luchaban en el suelo, Kopano serpenteó una de sus manos
para presionarla contra el costado de la cabeza de Cinco. Por un breve
instante, se volvió transparente, los dedos de Kopano desaparecieron debajo
del caparazón de acero de Cinco.
Cinco se tambaleó hacia atrás con un aullido de dolor, agarrándose la
cara.
—¿Qué me has hecho?
Kopano, todavía en el suelo, giró la cabeza para gritar hacia la carretera.
—¡Walker! ¡Usa mi Inhibidor! ¡WALKER! ¡USA MI INHIBIDOR!
La segunda vez que Kopano gritó su orden sin sentido a su misteriosa
aliada, Nigel usó su legado para aumentar el sonido, hacer que lo llevara a su
destino. No podía hacer mucho —golpeado y sin aliento— pero podía hacer
eso.
De repente, todo el cuerpo de Cinco se sacudió. Perdió el control de su
legado, la piel de acero se volvió de carne suave y rosada. Cayó sobre sus
manos y rodillas.
Kopano se puso de pie con una alegría triunfante.
—¡Funcionó! Yo…

257
Fandom Legacies
Cinco volvió a levantarse. Su cabeza se movía de un lado a otro,
sacudiéndose la conmoción debilitante del Inhibidor que Kopano había
colado dentro de él. Humo salió de su boca cuando habló, pero la Bestia aún
estaba de pie.
—Siempre contra mí… siempre… incluso cuando estoy en el lado
correcto… —Cinco murmuró, arrastrando sus palabras—. Déjame
mostrarte… mostrarte lo que ellos… lo que ellos me hicieron.
Kopano se alejó asustado. Nigel caminó hacia atrás como cangrejo para
poner distancia entre él y Cinco.
Su piel cambió. No de regreso al metal como antes. Las manchas
oscuras que cubrían su piel se humedecieron y expandieron, extendiéndose
para cubrir todo el cuerpo de Cinco, cada centímetro de él ahora del mismo
cieno negro retorcido que él había aplastado contra la cara de Bea.
Cinco extendió uno de sus brazos y unos tentáculos serpentearon hacia
adelante, retorciéndose y chasqueando, hacia la cara de Kopano.
—¡SUFICIENTE!
Los tentáculos afilados como agujas se detuvieron justo en frente de los
ojos de Kopano. Cinco se congeló.
Einar estaba de pie en el borde de la pelea, pálido como un fantasma,
con la camisa empapada de sangre. Taylor e Isabela observaban desde unos
pocos pasos detrás de él.
—Eso no, Cinco —dijo Einar, su voz ronca, agotada, como si ese grito
hubiera agotado lo último que le quedaba de energía—. Nunca eso.
Lentamente, Cinco retiró la masa rezumante que era su brazo. Con un
gemido de agonía, cambió su piel a la normalidad. Cinco parecía tener que
luchar para hacerlo, como si su legado no funcionara correctamente, como si
necesitara contraer físicamente las manchas oscuras a su tamaño anterior.
Einar se concentró en Cinco hasta que su respiración se hizo más lenta,
hasta que él aflojó los puños, hasta que cayó de rodillas.
—Calma… —dijo Einar—. Tú estás calmado. Está bien.
—Lo siento —dijo Cinco, mirando primero a Kopano y luego a Nigel.
Una lágrima corrió por su mejilla cubierta de sangre—. Lo siento mucho.

258
Fandom Legacies

—HICE ESTO PARA UNIRNOS —DIJO EINAR—. Nunca quise que


peleáramos.
—Jesús, Einar —respondió Taylor—. ¿Alguna vez te callas?
El pequeño campo al pie de los Alpes de repente se sintió muy
tranquilo. El sol acababa de bajar en el horizonte, tiñendo las montañas de un
color morado oscuro. La ciudad abandonada con todas sus cálidas cocinas y
camas vacías, parecía tan acogedora. Taylor solo quería entrar en una de esas
casas para echar una rápida siesta.
Pero luego escuchó los gemidos. Olió el humo acre de la nave en llamas
de Sydal.
No había tiempo para descansar.
Isabela tiró de su brazo.
—Caleb está mal —dijo—. Esas chicas de la Garde Terrestre también.
Todo el cuerpo de Taylor sufría. No sabía cuánta energía le quedaba.
Sanar a Einar había tomado mucha de su energía. Ella lo miró ahora, pálido y
tembloroso, como si una fuerte brisa lo fuera a derribar. Necesitaría tiempo
para recuperarse de la pérdida de sangre. Podrían derribarlo ahora, si
quisieran.
Ella miró a su alrededor. Parecía que las ganas de pelear habían salido
de todos.
—Muéstrame —Taylor le dijo a Isabela, dándole la espalda a Einar.
—Sin embargo, sabes que estoy en lo cierto —Einar dijo en tono
áspero a su espalda, una nota de desesperación en su voz—. No se preocupan
por nosotros. La Academia no puede protegerte de lo que viene.
—Toma a tu gente y vete —Taylor dijo sobre su hombro—. Pero ni
siquiera pienses en tocar a Bea Barnaby. Ella es nuestra prisionera.

Bea bajó la vista a sus manos. Había gusanos negros retorciéndose debajo de
su piel, cavando hacia sus venas. Lo mismo le estaba pasando a su cara, donde
Cinco le había aplastado el vial. Era realmente desagradable.
Era extraño, entonces, que ella no se sintiera enferma. De hecho, se
sentía más enérgica y saludable de lo que había estado en años, incluso con la
nariz rota, los golpes y varios moretones.
—Hola.
Bea levantó la vista y vio a Kopano de pie junto a ella.

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Fandom Legacies
—Quería presentarme. Mi nombre es Kopano ―dijo—. He concluido
que eres una mala persona y parte de la Fundación. Pero quería decirte que tu
hijo, Nigel, es una de las mejores personas que conozco. No gracias a ti.
Bea resopló pero no tuvo respuesta. Ella volvió a mirar sus manos.
—Además —Kopano continuó con el pecho hinchado—, por el poder
conferido a mí como futuro miembro de la Garde Terrestre, quedas bajo
arresto. Si nos dices todo lo que sabes sobre tus aliados de la Fundación, tal
vez seamos amables contigo.

—Hola, mabudachi —dijo Ran, dejándose caer en el barro y la nieve junto a


Nigel.
Él sonrió levemente ante su llegada, pero no apartó los ojos de su
madre. Nigel sintió asco solo mirándola. Él la observó allí, Kopano la vigilaba
y esperó a que Bea hiciera un último truco.
Bea tenía los hombros caídos. Kopano la ayudó a levantarse y luego la
acompañó hasta donde Walker vigilaba a los mercenarios Blackstone. Ni
siquiera miró por encima del hombro para buscar a Nigel.
Bea estaba acabada. La habían atrapado.
Nigel dejó escapar un suspiro tembloroso y apoyó la cabeza en el
hombro de Ran.
—Se está poniendo malditamente embarazoso —dijo Nigel—.
Necesitando que tú y Kopano me salven en cada misión.
Ella le frotó la espalda.
—Tu momento vendrá.
Nigel hipó. Presionó sus ojos contra el brazo de Ran para que nadie
viera las lágrimas. Especialmente, no Bea.
—Siempre dije que los odiaba a los dos, ¿sabes? Pero no los odiaba, no
en realidad —dijo Nigel, las palabras salían de él después de días, tal vez
semanas, tal vez años de contenerlas—. Yo solo quería que fueran mejores
padres. Yo quería que ellos no me odiaran. Y ahora… ahora descubro que son
unos monstruos. Ellos son los monstruos que siempre fingí que eran y aun
así… aun así no puedo odiarla. ¿Qué se supone que debo hacer con eso, Ran?
Ran le limpió las mejillas.
—Debemos ser mejores que ellos —dijo—. Eso es todo lo que puedes
hacer.
Nigel inhaló y la miró.
—Como sea, eso es lo nuevo sobre mí. ¿Qué diablos les pasó a
ustedes?
Ella tocó su sien.
—Demasiado para decir, pero, Nigel…
Hubo movimiento en la carretera. Walker y Kopano estaban hablando.
Eso terminó con Kopano dándole la espalda a Walker y trotando hacia donde
Taylor estaba sanando a los miembros de la Garde Terrestre. Mientras Ran

260
Fandom Legacies
observaba, Walker saludó con la mano en dirección a Ran, enviando a Rabiya
hacia ella y Nigel.
—Mierda —dijo Nigel, notando a la teletransportadora por primera
vez—. ¿De dónde salió ella?
—Escúchame, Nigel —dijo Ran a toda prisa, haciendo caso omiso de
su pregunta—. Eres mi mejor amigo. Me preocupo por ti profundamente. Por
favor, recuerda eso.
—Ran, ¿de qué estás hablando?
Antes de que ella pudiera responder, Rabiya estaba frente a ellos.
Vestida con su hiyab y su vestido, sin ni siquiera una pizca de sangre, la chica
parecía demasiado limpia para este desastre.
—Walker quiere hablar contigo —dijo Rabiya secamente, claramente
dejando saberle a Ran que ella solo era la mensajera.
Ran le pasó el brazo por el cuello a Nigel y lo envolvió en un abrazo.
Entonces, ella se levantó.
—Está bien —dijo Nigel, frotándose la cara con las manos—. Voy a
descansar aquí un poco y a contemplar mi desastroso origen, si eso está bien
para todos.
Ran se permitió una breve sonrisa antes de estrechar los ojos hacia
Rabiya.
—Vamos.
Momentos después, estaba de pie frente a Walker. La agente asintió con
la cabeza al otro lado del campo, donde Einar caminaba lentamente hacia el
Skimmer, frotándose el cuello como si todavía pudiera sentir el orificio de la
bala. Cinco estaba a su lado, llevando a Duanphen inconsciente pero viva.
—Ahí va nuestro objetivo —dijo Walker.
—¿Esperas que vaya tras él? —preguntó Ran—. ¿Enfrentar a Número
Cinco otra vez?
—No quiero que te maten —respondió Walker—. Pero esperaba que
tuvieras una idea.
—Kopano puso su Inhibidor dentro de Cinco —dijo Ran—. ¿Por qué
no tratas de darle una descarga eléctrica? Eres aficionada a eso.
Walker sacó su teléfono celular de su bolsillo y abrió el programa que
controlaba los Inhibidores.
—La cosa esta fuera de línea. No funcionan exactamente bien cuando
solo los metes en la cabeza de alguien.
Ran asintió, mirando a Walker de cerca.
—¿Qué pasa con el mío? —preguntó ella—. Sentí algo durante la pelea
cuando esa chica me electrocutó. Sentí como una explosión en mi cabeza.
Walker volvió a mirar su teléfono. Entonces Ran lo vio: una sombra en
la cara de la agente, un destello de miedo. Ella enfatizó su punto al mirar a
Ran directamente a los ojos.
—Nada ha cambiado con el tuyo —dijo Walker—. Está bien.
Estaba mintiendo. Ran podía decirlo.

261
Fandom Legacies
Fue justo como ella pensaba. Duanphen había provocado un
cortocircuito en su Inhibidor.
Ran se volvió para mirar el campo de batalla, viendo a Einar y a Cinco
mientras se acercaban a su nave.
—Quizás —dijo Ran—, deberíamos vivir para luchar otro día.

Taylor sostuvo la cara de Caleb entre sus manos. Estaba bastante segura de
que había arreglado su mandíbula rota, pero él solo la estaba mirando, sin dar
señales de que ella debería apartar sus manos y dejar de bombear energía
curativa hacia él.
—¿Caleb? —preguntó, finalmente—. ¿Puedes hablar?
—Oh —dijo, moviendo la boca, probando—. Sí, supongo que puedo.
¿Terminaste?
Taylor sonrió.
—Terminé hace un minuto. —Dejó caer sus manos y Caleb se sentó—.
Pienso que lo que hiciste fue bastante valiente, por cierto.
—¿Lo crees?
—Te enfrentaste a Einar y a Cinco, intentaste salvar vidas —respondió
Taylor—. Creo que eso es lo que se supone que debemos hacer.
—Yo pienso que eso fue estúpido —intervino Isabela, mirando a Caleb
por encima del hombro de Taylor.
Taylor se dio vuelta para responder bruscamente, pero en cambio su
rostro se dividió en una sonrisa. Kopano saltó hacia ella.
Él la levantó en un abrazo de oso y la hizo girar, las piernas de Taylor
sacudiéndose. A pesar del caos de la última hora y el agotamiento que sentía,
Taylor se encontró riendo. Agarró la cara de Kopano y lo besó.
—¿Dónde has estado? —preguntó ella—. Se supone que debes
mantener las cosas aburridas para mí.
—Muchos lugares —respondió Kopano—. Te lo diré, pero por favor
bésame otra vez.
Taylor felizmente hizo lo que le pidió. Isabela puso los ojos en blanco y
Caleb miró hacia otro lado.
—Está bien, está bien, bájame —le dijo Taylor a Kopano—. Todavía
tengo personas a las cuales sanar.
—Yo ayudaré —declaró Kopano—. Mi apoyo moral estimulará tu
curación.
Caleb miró a Daniela y Melanie, ambas golpeadas, ambas inconscientes
pero con vida. Taylor se encargaría de ellas. Se recuperarían.
Sus ojos se posaron en un vial suelto en el suelo junto a él, uno de los
que se habían caído del maletín de Sydal cuando Melanie lo uso para golpear a
Cinco en la cara. Cinco había reunido todos los demás antes de atacar a Bea y
a Nigel, al parecer solo faltaba este. Caleb lo levantó y miró la podredumbre
negra que contenía.

262
Fandom Legacies
Él recordó Patience Creek. En ese lugar hubo una mogadoriana, una
mujer nacida de verdad llamada Phiri Dun-Ra, que había estado unida a este
horrible cieno. Había clavado partes de esto en John Smith y había robado sus
legados, los había utilizado para masacrar a innumerables soldados y a algunos
jóvenes garde que apenas habían descubierto sus poderes.
¿Quién tomaría posesión de esto ahora? ¿La Garde Terrestre? ¿Algún
otro inventor como Sydal? ¿En quién se podía confiar para mantener un arma
tan mortal?
Caleb se guardó el vial en el bolsillo. Isabela lo vio, levantó una ceja,
pero no dijo nada.

Cuando Taylor terminó de curar a Daniela y Melanie, oyó el whup-whup-whup


de los helicópteros llegando. Todos lo hicieron. Todos en el campo de batalla
—cansados, sucios y agotados— se levantaron, esperando más problemas.
Un trío de helicópteros con el logotipo de la ONU venía en su
dirección. Al frente estaba la nave loriense que Taylor había visto una vez, la
que Lexa guardaba para su uso y del Profesor Nueve. Taylor tocó su
antebrazo. El chip había funcionado. Ellos venían a buscarla.
Taylor miró a través del campo de batalla. El Skimmer de Einar todavía
estaba allí, él y Cinco permanecían en la rampa de entrada como si estuvieran
esperando algo. ¿Por qué no se habían ido cuando ella les dio la oportunidad?
Ahora era demasiado tarde.
Antes de que el convoy aéreo tuviera siquiera la posibilidad de aterrizar,
algo cayó desde la entrada de la nave loriense. Golpeó el suelo con una
explosión de tierra y nieve. Cabello oscuro azotado por el viento, brazo de
metal brillando en la penumbra: al Profesor Nueve le encantaba hacer una
entrada.
Y ya había reconocido quién estaba parado en la rampa del Skimmer
mogadoriano.
—¡CINCO! —gritó Nueve.
—Maldita sea —murmuró Cinco. Dio un paso hacia atrás por la rampa,
pero Einar lo detuvo colocándole una mano en el hombro.
Todos se reunieron alrededor del Profesor Nueve. Taylor y Kopano
estaban a su izquierda, tomados de la mano. Daniela se acercó sigilosamente a
su derecha, saludó con la cabeza a Nueve y luego se volvió para mirar a Cinco
con ojos como fulminantes dagas. Ran y Nigel se pararon al borde del grupo,
una de las manos de Ran sostenía una piedra resplandeciente. Melanie se
quedó atrás, todavía llorando un poco, pero tratando de mantener la calma,
ocasionalmente tocando su rostro como para asegurarse de que Taylor la
había curado adecuadamente. Isabela y Caleb estaban parados junto a ella.
Incluso Rabiya se movió para pararse junto al grupo de la Academia, sus ojos
cautelosamente fijos en Einar.

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Juntos, formaron un semicírculo flojo, enfrentando a los dos chicos en
la rampa del Skimmer.
—Estoy sorprendido de verte aquí, grandote —dijo el Profesor
Nueve—. Se supone que debes estar jugando al muerto en una isla privada en
alguna parte.
—He dejado de hacer eso —respondió Cinco con frialdad.
—Conozco a alguien que estará interesado en escuchar eso.
—¿Ah, sí? —respondió Cinco, levantando la voz—. Mírame. He
pagado mi penitencia. Me cansé de buscar el perdón de ustedes, imbéciles. Ni
siquiera han pasado dos años desde la guerra y ya han dejado que este mundo
se convierta en una mierda, fallándoles a estos niños al igual que nuestros
cêpans nos fallaron. Así que cuéntale a ella. Cuéntales a todos ellos. ¿Ellos me
quieren? Ellos pueden venir por mí. Será lo último que hagan.
Nueve dio un paso adelante.
—Podemos comenzar con eso ahora mismo, gordinflón.
Cinco avanzó también.
—Lo primero que voy a hacer es atascar ese brazo de juguete en tu…
—¡Basta! —espetó Taylor—. Jesús. Ya es suficiente. Ya es suficiente de
pelear.
—Estoy de acuerdo —añadió Einar, poniéndose frente a Cinco—.
Esto no nos llevará a ninguna parte.
La ceja de Nueve se retorció en consternación.
—¿Qué demonios? ¿Simplemente los ibas a dejar ir?
—A la mierda con eso —gruñó Daniela.
—Vienen con nosotros —dijo Nueve, mirando a Taylor—. Como
prisioneros. Ambos tienen demasiado por lo que responder.
—No queremos pelear contigo —dijo Einar.
—Yo sí —refunfuñó Cinco.
—Chico, sé que no quieres pelear conmigo —respondió Nueve,
centrándose en Einar—. Escuché que se supone que tienes algunos legados
enfermizos y no tienes piedad, pero pareces medio muerto y tengo más años
de experiencia que tú. Entréguense ahora y ahórrennos algunos problemas.
—No —respondió Einar. Miró alrededor a los garde reunidos y habló
más alto—. Sé que es posible que no confíen en mí. Puede que incluso me
odien. Pero este loriense y su Academia no pueden protegerlos. La sociedad
quiere controlarlos y él es un instrumento de eso.
—Mentiras —gruñó Nueve.
—Vengan con nosotros —continuó Einar—. Hay lugares seguros, lejos
de sus ojos vigilantes, lejos de su manipulación. Nosotros los cuidaremos. Nos
haremos más fuertes. Y esperaremos para forjar un lugar en este mundo libre
de tiranía y…
—Bla, bla, bla —interrumpió Nueve—. Diez contra dos, según mi
cuenta. Soy bueno con ese cálculo.

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Cuando Nueve dio un paso hacia adelante, una roca brillante aterrizó a
sus pies. Dio un salto atrás justo a tiempo para evitar la explosión.
—Nueve contra tres —dijo Ran, mientras se adelantaba para pararse
junto a Einar y a Cinco. Ella evitó mirar a Nigel, incapaz de soportar la
expresión de dolor en su rostro.
—¡Esto es una locura! —dijo Taylor—. Ran…
—Fuimos secuestrados bajo tu supervisión —dijo Ran, señalando a
Nueve—. Tu Garde Terrestre me metió un chip en la cabeza y me obligó a ser
su asesina.
—Ran… —dijo Nueve—. Lo juro, no lo sabía.
—Es por eso que no volveré contigo —dijo Ran. Ella miró a
Kopano—. Deberías venir, también.
Kopano negó con la cabeza y agarró la mano de Taylor.
—No. Enfrentaré lo que está por venir, no huiré de ello.
Ran inclinó la cabeza.
—Que así sea.
—Maldita sea, Ran —gruñó Nueve—. Sabes que no puedo dejarlos ir.
No quiero pelear contigo, pero lo haré.
Nueve dio otro paso adelante. Daniela se unió a él. Melanie respiró
desafiante, apretó los puños y avanzó hacia adelante también.
—Esto es estúpido —dijo Taylor, pero sin embargo avanzó lentamente
hacia el Skimmer. Kopano se avanzó junto con ella, endureciendo sus
moléculas, anticipando otro enfrentamiento con Cinco.
—Lo siento, amor —le dijo Nigel a Ran mientras los flanqueaba
también, con los ojos húmedos—. Ya sabes cómo es esto.
Ran inclinó su cabeza, sus puños brillaban.
—Entiendo.
La multitud de jóvenes garde cambió repentinamente, siendo empujados
mientras tres duplicados de Caleb se abrían paso entre sus filas para unirse al
grupo de Einar. Taylor miró hacia atrás y vio a Caleb parado allí al lado de
Isabela. El tipo estaba dividido, como de costumbre.
—¿Caleb? ¿Qué diablos? —preguntó Daniela con voz tensa.
—Hicimos una votación —dijo uno de los Caleb—. Nuestra decisión,
mi decisión, es renunciar formalmente a la Garde Terrestre.
Isabela saltó cuando el Caleb parado junto a ella desapareció. Él estaba
completamente del otro lado ahora.
—Caleb, hombre —Nueve gruñó, sintiendo que su autoridad se
escapaba—. Esa es la decisión equivocada.
—Tal vez. Pero es mi decisión. En mi vida, no he conseguido tomar
muchas de ellas. —Caleb miró por encima del hombro a Einar—. Y si se pasa
de la raya, si va demasiado lejos, él sabe que puedo detenerlo.
Einar no dijo nada, pero tocó su mejilla, recordando los moretones.
—Estás fuera de la banda —le dijo Nigel a Caleb.
—Oh, a la mierda con esto.

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Esa era Isabela. Ella también se separó del grupo de Nueve y cruzó
para unirse a Einar y los otros.
Taylor tenía la boca abierta.
—Isabela… no lo hagas.
Isabela sacudió su cabello.
—Nunca pertenecí a ese lugar, Taylor. Tú lo sabes. Pertenezco a
personas como estas. —Isabela respiró hondo y soltó su legado. Su rostro
cambió, la piel se tensó y salieron sus cicatrices, sus terribles quemaduras se
revelaron—. Pertenezco a los fenómenos.
Por un lado estaban: el Profesor Nueve, Daniela, Nigel, Taylor,
Kopano, Rabiya y Melanie.
Por el otro: Einar, Cinco, Ran, un grupo de Calebs e Isabela.
—Ahora —dijo Ran, con los puños brillando. Miró a Nueve—. ¿Aún
quieres pelear con nosotros?

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—NO ERES BIENVENIDO AQUÍ, GREGER. NO DESPUÉS de la


mierda que le hiciste a Ran y Kopano.
Greger se rió entre dientes. Estaba parado casualmente ante el Profesor
Nueve, con un equipo de Pacificadores de la ONU armado con armamento
de Sydal Corp anti-garde a sus espaldas. Nueve le obstruyó el camino hacia el
edificio de la facultad de la Academia, los dedos en su brazo metálico se
cerraron y se abrieron con un crujido rítmico.
—Irónico —Greger respondió—. Porque tú eres el que no es
bienvenido.
—¿Cómo dices?
El nexo de la Garde Terrestre le entregó a Nueve un pedazo de papel
doblado.
—Esa carta es de la ONU. Has sido despedido como director de esta
instalación de entrenamiento.
—Mentira.
—No seas tonto, Nueve —respondió Greger—. Después de todo lo
que sucedió, ¿de verdad esperabas que te mantuvieran a cargo? Has dejado
que este lugar se salga de control. El público no tiene fe en ti.
Nueve rompió la carta sin leerla.
—Si me quieres sacar —gruñó—, vas a necesitar un ejército.
—Eso —respondió Greger—, puede arreglarse.
Se necesitó toda la fuerza de voluntad que tenía John Smith para
permanecer en silencio.
Flotaba por encima de su viejo amigo Nueve, un observador invisible,
viendo la escena. No había venido a la Academia ese día esperando encontrar
el lugar en medio de una lucha de poder. Estaba allí por otro asunto. Un
asunto urgente.
Pero si necesitaba intervenir en nombre de Nueve, John lo
haría. Incluso si eso era una violación del tratado que firmaron con los
humanos.
Se necesitaba una cara amiga a cargo de la Academia. Alguien en quien
John pudiera confiar. Especialmente teniendo en cuenta lo que venía.
Afortunadamente, el pequeño equipo de Pacificadores de Greger no
parecía tan dispuesto a enfrentarse a Nueve. Especialmente no una vez que
notaron a Taylor y un grupo de otros estudiantes en pie detrás él, con los
brazos cruzados, listos para defender a su profesor.

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El nexo de la Garde Terrestre retrocedió. Greger se llevó a los
Pacificadores, de vuelta a sus puestos de guardia a la entrada de la Academia,
donde sus armas estaban ahora apuntando hacia adentro.
Él regresaría con una fuerza más poderosa. John sabía eso.
Tendrían que pelear.
Pero por el momento, había algo más importante para lo que
prepararse.
Una nueva llegada.
John flotó hacia arriba, sin volverse visible hasta que estuvo fuera de la
vista de la Academia. Atravesó las nubes, subiendo más y más, hasta que llegó
a los límites superiores de la atmósfera respirable de la Tierra.
Esperó allí.
John no pudo evitar los escalofríos cuando eso apareció. El impulso de
huir o luchar estaba arraigado en él. No importa cuán poderoso se volviera,
había luchado durante demasiado tiempo como para superar esa sensación.
No cuando te enfrentas a una nave de guerra mogadoriana.
La enorme nave en forma de langosta entró en la atmósfera de la Tierra
y se dirigió directamente hacia John.
Él levantó una mano y saludó.
Entonces, John condujo la nave de guerra hacia abajo.
La Academia era su lugar de destino.

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