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Quebracho Colorado, el árbol

forestal argentino que era


desconocido para la ciencia
Por su resistente madera y su alto concentrado de tanino, fue sobreexplotado
en el Siglo XX y existe un alerta de la UICN por su conservación.
Investigadores del CONICET identificaron las particularidades genéticas de la
especie, declarada emblema nacional en los ´50.

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Publicado el 27 de julio de 2018

Desde hace más de medio siglo, el quebracho colorado (Schinopsis balansae)


es el árbol forestal argentino. Así lo establece el Decreto Presidencial Nº
15.190, promulgado en 1956 para destacar el valor económico y social de la
especie que, por la alta calidad de su madera y su tanino -la sustancia que se
emplea para convertir la piel animal en cuero-, generó un boom industrial que
provocó su sobrexplotación y la llevó a un estado actual de vulnerabilidad.

Pese al reconocimiento legislativo y a su importancia ecológica, el quebracho


representó durante muchas décadas un enigma para los investigadores y
productores forestales, quienes se encontraban con llamativas dificultades
para lograr su reproducción y cultivarlo. Esto motivó a científicos del
CONICET a iniciar una serie de estudios que permitieron conocer la
morfología de las flores y la embriología de la planta, que es típica de la
región chaqueña y se encuentra en las provincias de Corrientes, Chaco,
Formosa y en el norte de Santa Fe y Entre Ríos.

Los resultados de estos trabajos revelaron que el quebracho colorado presenta


particularidades que lo hacen único. Las investigaciones, que demandaron
cerca de una década de trabajo, permitieron develar cuáles son los
mecanismos de esta valiosa especie y contar con la información necesaria para
desarrollar proyectos de mejoramiento genético y planes de reforestación, en
el marco de las estrategias de recuperación de bosques nativos, que permitan
evitar su desaparición.

Ana María González, investigadora independiente del CONICET en


el Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE, CONICET – UNNE), fue quien
asumió el desafío e inició la línea de estudio, que se desarrolló en el
Laboratorio de Anatomía Vegetal que dirige. La primera etapa fue en
colaboración con el investigador adjunto del CONICET en el Instituto de
Investigaciones en Ciencias Agrarias de Rosario (IICAR, CONICET – UNR),
José Vesprini, quien junto su grupo de trabajo había observado que una gran
parte de los frutos -que se llaman sámara- no producían semillas que
germinaran y permitieran la regeneración natural de los bosques de
quebracho, conocidos como quebrachales.

Aunque por ese entonces existían estudios del género Schinopsis, la


especie balansae era totalmente desconocida. “El conocimiento que había
sobre el quebracho colorado en materia científica era que tenía gran
producción de frutos pero con bajo porcentaje de germinación, pero no se
sabía por qué. En 2010 obtuvimos la primera respuesta y descubrimos que
tiene frutos vacíos, también llamados vanos o partenocárpicos, porque no
tienen semillas en su interior. Esa es una característica que tienen muchas
especies y que puede representar una ventaja para el uso comercial, como en
el caso de las uvas sin semilla, pero que para la reproducción y el cultivo de
este árbol generaban una complicación”, detalla la investigadora.

Los dos siguientes estudios buscaron entender el porqué de esa falta de


semilla. “Identificamos que el quebracho tiene una forma muy particular de
reproducirse, que no ha sido descripta en otras especies. Al igual que en el
sistema reproductivo humano, para que ocurra la fecundación que lleva a la
formación del embrión, las gametas masculinas deben llegar al óvulo. La flor
del quebracho tienen un diseño particular y en dos de tres casos, las gametas
no llegan a destino, por lo que no hay fecundación ni semilla. Este es un
recorrido distinto al que normalmente ocurre en otras plantas y ha recibido un
nombre nuevo: funiculogamia”, destaca González.

Genética para la conservación ambiental

El uso extendido del quebracho colorado durante varias décadas del Siglo XX,
con la extracción indiscriminada de madera para durmientes de las vías de
ferrocarril y tanino para curtiembres, provocó que sea declarado en estado de
vulnerabilidad. Desde 1998, está incluida entre las especies amenazadas de
la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
(UICN).
“Lo que hacemos en el laboratorio es producir conocimiento básico de
especies nativas de la región, que son únicas en Argentina y en el mundo.
Nuestros resultados son utilizados por otros investigadores que hacen ciencia
aplicada, destinada a mejoramiento genético, propagación o a los planes de
reforestación, que son fundamentales para conservar la biodiversidad”, resalta
Ana María González.

Este tipo de estudios embriológicos se repiten en el laboratorio del IBONE


con distintas especies, tanto forestales como frutales. Uno de los próximos
desafíos, adelanta la investigadora, tiene que ver con el aguaí
(Chrysophyllum gonocarpum), un árbol nativo de Corrientes con el que se
produce uno de los dulces emblemáticos de la región. También hay proyectos
para estudiar algunas variedades de algarrobo, de las cuáles tampoco existen
estudios completos sobre su reproducción.

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