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PERIODO CRONOLÓGICO:
1ª EDAD DE ORO DESDE JUSTINIANO (s.VI) HASTA LA REVOLUCIÓN ICONOCLASTA (s. VIII)
2ª EDAD DE ORO DESDE s. IX HASTA LA CREACIÓN DEL IMPERIO LATINO DE ORIENTE (s.
XIII)
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Milán y Ravenna
La arquitectura paleocristiana de la Roma Constantiniana y posconstantiniana era, como última
fase de la arquitectura romana, conservadora en general. Tenía una consistencia de estructura y diseño
que la distinguía de la construcción de iglesias de cualquier otro sitio durante ese período, donde la
invención arquitectónica era tan variada que eludía la fácil clasificación. Unos pocos monumentos
seleccionados en las zonas más importantes ilustran esta situación.
Milán surgió como un importante centro arquitectónico en el período Paleocristiano. Después del
traslado de Constantino a Constantinopla en el año 330, Roma perdió la importancia central a la que se
había agarrado tenazmente a pesar de las anteriores divisiones del Imperio y el establecimiento de nuevas
capitales. Después del año 350, Milán, que había sido una de esas capitales, se convirtió de hecho en la 6
residencia del Emperador en Italia y por lo tanto en la capital política de Occidente. Entonces en el año
373, cuando se convirtió en la Sede del gran padre de la Iglesia San Ambrosio, se confirmó su posición
como capital espiritual y se construyeron allí una serie de iglesias importantes. Dos de ellas (ambas muy
alteradas) tienen una forma imponente: la Iglesia de los Santos Apóstoles (ahora S. Nazaro) y la Iglesia de
S. Lorenzo. Fue el mismo San Ambrosio quien, en el año 382, diseñó la primera iglesia como una enorme
estructura con forma de cruz y con una sola nave que se abría a través de cortinas de columnas a los
brazos del transepto, cada uno de ellos con una exedra gemela cerca de la unión con la nave y terminando
en una sala de entrada rectangular saliente (fig. 236). El edificio era un martyrium, ya que albergaba las
reliquias de los apóstoles en un cofre de plata debajo del altar. La forma de cruz de esta iglesia y de otras
como ella aludía a la Verdadera Cruz.
Los audaces y majestuosos volúmenes de la Iglesia de los Santos Apóstoles eran igualados por la
sofisticación espacial y estructural de la Iglesia de S. Lorenzo (figs. 237, 238), construida alrededor del año
370, probablemente para servir como “capilla” del palacio Imperial.
El esquema parece que deriva libremente de un modelo Constantiniano - el famoso Octógono
Dorado, que se perdió, de la capital de la provincia de Antioquía, que estaba relacionado en su planta de
dos caparazones con un mausoleo imperial anterior y con la arquitectura de palacios y villas (por ejemplo,
la Domus Aurea y las villas en Tívoli y Piazza Amerina). En San Lorenzo el gran espacio central - de 24
metros cuadrados y elevándose originalmente 27 metros - empujaba hacia fuera en las cuatro direcciones
en la forma de cortinas de columnas de dos pisos que sostenían medias cúpulas. Eran notables las
estructuras de las esquinas, que no eran masas sólidas sino que tenían forma de L y se componían de
pilares con arcos abiertos que, en efecto, continuaban la curva de la exedra hasta formar 360 grados y,
aún así, debido a su estructura con refuerzos transversales, eran lo suficientemente firmes como para
sostener el techo. En el exterior del edificio, el grueso muro recogía la impresión del cuadrifolio central al
seguir la curva de la exedra. En las esquinas formaba cuadrados (asumiendo y reforzando los pilares con
forma de L del interior) que sostenían unas torres. Estas cuatro torres - que todavía están en pie - se
combinaban con la cúpula central para crear una silueta rica y dinámica.
La importancia de Milán como centro arquitectónico antiguo fue efímera, ya que en el año 402 el
emperador Honorio transfirió la capital occidental a Ravenna (en la costa adriática del noreste de Italia)
donde permaneció hasta mediados de siglo. Incluso más tarde, después de que varios grupos teutónicos
hubieran barrido Italia, Ravenna se convirtió en la residencia del rey ostrogodo Teodorico y de sus
seguidores, que estaban en estrecho contacto con el Oriente bizantino aunque su corte estaba muy roma-
La cúpula. El corazón central cúbico de la iglesia bizantina formaba una parte integral de un
programa más amplio que incluía también una estructura de soporte y abovedado. En los volúmenes
invariablemente cuadrados de los pilares, el espacio central se repetía para crear una perfecta armonía de
espacio y estructura, que otra vez, en su total sencillez, lograba un carácter humilde. Pero la cúpula de la
iglesia era la que complementaba de forma más ingeniosa el corazón espacial cúbico (figs. 248, 249).
En la arquitectura de la antigua Roma, la planta de las bóvedas casi invariablemente se
correspondía con la planta de los muros sustentantes. De esta manera, un edificio de planta rectangular
tendía a recibir una bóveda de cañón o un cuadrado, una bóveda de aristas. Las cúpulas generalmente se
colocaban sobre cilindros, como en el Panteón. Ocasionalmente, sin embargo, los romanos colocaban
cúpulas sobre polígonos o incluso cuadrados, lo cual creaba un problema estructural especial: cómo 9
adaptar la planta angular de la base a la planta curva de la cúpula que sostenía. Esto se podía lograr de
tres maneras. Si los muros de la base eran lo suficientemente gruesos, podían contener la curva del
círculo. Sin embargo, en casi todos los edificios más pequeños esto significaba unos muros enormemente
gruesos y por lo tanto se buscaron mecanismos más prácticos. Uno de ellos era un puente que se tendía
en las esquinas para sostener la parte sobresaliente de la cúpula. Este elemento podía estar arqueado o
simplemente tener la forma de un fuerte dintel. El modo más elegante de rellenar los ángulos de apoyo era
la pechina- un triángulo cóncavo y esférico que emergía gradualmente de la esquina y, a diferencia del
elemento disyuntivo de puente, se unía perfectamente con la base de la cúpula.
La pechina ofrecía la posibilidad de una solución más sofisticada al problema de colocar un círculo
sobre un cuadrado. Esto iba a diseñar las pechinas no como figuras inconexas sino como partes de un sólo
hemisferio. El diámetro de este hemisferio teórico era la diagonal del cuadrado. Por supuesto, en la
construcción real, las partes del hemisferio que se extendían más allá del cuadrado no se hacían, sino sólo
los triángulos esféricos que se elevaban dentro del perímetro. Si junto con estas cuatro pechinas también
se construía la porción superior de la cúpula teórica la estructura resultante se llamaba una cúpula vaída.
Sin embargo, aquí la parte que se percibía como cúpula sólo era la parte superior del hemisferio teórico y,
por lo tanto, parecía demasiado baja comparativamente, no totalmente redondeada. La solución era
eliminar esta cúpula cercenando el hemisferio original (teórico) que había por encima de las pechinas así
como lo que quedaba fuera del cuadrado, dejando sólo las pechinas y coronando esta estructura
decapitada (que formaba un círculo perfecto) con una segunda cúpula más pequeña pero totalmente
hemisférica cuyo diámetro fuera igual al lado (no la diagonal) de la base cuadrada. Este tipo de abovedado
se llama cúpula sobre pechinas.
Los romanos, que fueron los que inventaron en realidad el abovedado con pechinas, lo usaron
muy poco. Pero tanto la cúpula vaída como la cúpula sobre pechinas eran las favoritas de los constructores
bizantinos y, una vez más, es fácil ver por qué: aunque en su diseño eran muy racionales, en la práctica el
efecto que creaban las fantasmales estructuras sobre pechinas, que se elevaban con fuerza misteriosa
desde puntos únicos y apenas se tocaban, era de otro mundo. Esas cúpulas proporcionaron unas
metáforas cruciales al interior. Si la cúpula del Panteón simbolizaba el cosmos mundano, e incluso el
cosmos hecho por el hombre del Imperio Romano, la geometría fantasmal y las superficies continuas de los
tipos con pechinas estaban hechos para evocar una poderosa imagen de los cielos cristianos.
lluminación y decoración. El efecto trascendental realizado por el sistema bizantino de núcleo
central cuadrado, pilares de forma cuadrada y estructuras sobre pechinas, estaba fortalecido por otros
Hagia Sophia
Si existe una obra que realice el modelo bizantino “ideal”, es la asombrosa iglesia de Hagia Sophia,
construida para ser la nueva Catedral de Constantinopla (hoy Estambul) por el emperador Justiniano en los
años 532-537 (lámina 16; figs. 223, 250-253). Pretendía que fuera la piedra angular de su vasta campaña
arquitectónica y se dice que cuando la terminaron exclamó: “Salomón, te he vencido”. El edificio es un
monumento no sólo a la ambición de Justiniano sino también a su carácter. El emperador era un hombre
complejo y sumamente seguro de sí mismo. Estaba decidido a restaurar la extensión del Imperio Romano y
casi lo hizo, aunque brevemente. Su profundo reordenamiento de las leyes romanas - el Código Justinianeo
fue más duradero. Era profundamente religioso y estaba convencido de que tenía la misión divina de
restablecer la ortodoxia y guiar a la Iglesia en todo su dominio e incluso más allá de él. Para su nueva
catedral en vez de confiar en artesanos locales, llamó a dos hombres de fuera del comercio de la
construcción: Anthemius de Trallesl un científico naturalista, geómetra y autor de un libro sobre secciones
cónicas y bóvedas y a Isidoro de Mileto un profesor de estereometría y física en Constantinopla. Era un
paso insólito, pero no tan radical como lo consideraríamos hoy, ya que los rígidos requerimientos
académicos de los arquitectos son bastante recientes. En el pasado, los arquitectos entraban a menudo en
este campo desde otras áreas. Lo importante no era ningún diploma o certificado académico sino más bien
la habilidad de concebir ideas arquitectónicas sólidas. Justiniano debe haber comprendido que sólo unos
filósofos podrían concebir un edificio de un efecto tan visionario como con el que soñaba e inventar medios 10
estructurales nuevos para lograrlo. Ningún profesional se habría atrevido a erigir una estructura así ya que
no sólo era poco convencional sino extremadamente arriesgada.
Hagia Sophia fue construida en un tiempo asombrosamente corto de cinco años. Se gastó una
fortuna en su construcción haciendo posible la formación de un ejército de trabajadores y materiales
lujosos traídos de las orillas más lejanas del Imperio. La osadía del diseño y quizás la velocidad de la
construcción, hicieron inestable la estructura. Su primera cúpula se cayó después de un terremoto y su
reposición (en el 563l con un perfil más elevado que el original) tuvo que ser reparada después de colapsos
parciales en los siglos IX y XIV. El resto de la iglesia necesitaba constantemente reparaciones. Sin embargo
a pesar de sus imperfecciones estructurales la pérdida de la mayoría de sus mosaicos y superficies doradas
de las bóvedas y la desfiguradora redecoración otomana para convertirlo en mezquita el edificio sigue
siendo hoy bastante parecido a como era cuando se finalizó en el 537 y ofrece una abrumadora aunque
confusa experiencia arquitectónica. Incluso el historiador oficial de la corte. Procopius que observó cómo se
levantaba el edificio. Tuvo problemas al describirlo.
Para empezar Anthemius e Isidoro diseñaron un enorme rectángulo, casi cuadrado. que medía 70
por 76 metros. Dentro del rectángu10l se puso un cuadrado de 30 metros y se construyeron cuatro
enormes pilares en sus esquinas. Se elevan 20 metros y a partir de ahí hay cuatro arcos que cruzan
formando los lados del cuadrado. Encima colocaron una cúpula sobre pechinas1 siendo la cúpula en sí algo
menos que un hemisferio completo y estando articulada por cuarenta nervaduras que separan un anillo
continuo de ventanas en la base. Hasta aquí el edificio no ofrece ninguna distinción especial aparte de la
escala de la unidad central cubierta con cúpula y la extensiva fenestración y nervadura de la cúpula. Su
auténtica grandeza proviene de la combinación de la unidad central con la compleja figuración de formas
que yace entre ella y el muro perimetral, estando las más importantes y osadas en el este y el oeste. Aquí,
unas medias cúpulas gemelas se hinchan desde debajo de los grandes arcos de la cúpula, doblando la
extensión de la “nave” central. Cada una de estas medias cúpulas descansa sobre tres arcos sostenidos por
los pilares principales y dos pilares más pequeños situados en el borde exterior del edificio. De estos tres
arcos, en los dos exteriores surgen pequeños ábsides cubiertos por medias cúpulas, sostenidos
internamente por dos niveles de arcadas en el centro. En el este, un corto antecoro cubierto por una
bóveda de cañón se abre al ábside principal brillantemente iluminado; el correspondiente paño al oeste
está ocupado por la bóveda de cañón que hay sobre la entrada principal. De esta manera la nave central
comprende tres niveles de abovedado: la cúpula, las dos medias cúpulas principales y las cuatro medias
cúpulas más pequeñas (cinco, si incluimos el presbiterio). Definen en la planta, respectivamente, el
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