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Ensayo final
Título del trabajo: La resistencia “en”, “de” y “a” la historia: Oralidad, historia
oral, testimonio
Nombre y Apellido: Dario Marcelo Pajor
DNI: 36.018.504
E-mail: dario_pajor@hotmail.com
Fecha de entrega: 22 de julio
Introducción:
La relación entre la verdad y la historia siempre fue problemática para
Occidente. Desde el nacimiento de la disciplina histórica existió una obsesión sobre
cómo construir y cómo es construida la verdad sobre los “hechos” pasados.
Durante el período de posguerra luego de la experiencia del nazismo, Hiroshima
y Nagasaki, los horrores de la guerra y los procesos decoloniales, en las academias
occidentales la pregunta por la verdad y la historia vuelve a tener fuerza atravesada por
la discusión sobre el poder y las voces subordinadas en la historia.
Es en esta coyuntura donde surgen nuevos métodos, técnicas, problemas y
concepciones sobre la disciplina histórica: En particular nos interesa remarcar el uso y
la reflexión sobre los testimonios, la historia oral y la oralidad. Estas tres metodologías
(si es que podemos llamarlas así, luego nos dedicaremos a ahondar en ellas) se
establecieron como alternativas a los modelos hegemónicos y positivistas de narrar la
historia con sus características de homogeneidad y continuidad, tomando grandes
períodos, grandes obras y grandes personajes (Foucault, 1991).
A partir del cursado de la especialización y puntualmente en el taller de
“Metodologías Otras desde el Sur” surgió paradójicamente el interés sobre la temática
de este trabajo. Leyendo sobre oralidad y tradición oral en la clase de la profesora María
Antonacci surgieron las preguntas: ¿Es lo mismo hablar de testimonio, oralidad e
historia oral? ¿Pueden convivir en una misma ecología de saberes (De Sousa Santos,
2006)? ¿Qué apropiaciones hicieron los nortes académicos de estas herramientas contra
la historia hegemónica?
Por ello, este trabajo propone problematizar términos que quizás antes de
adentrarme en la temática se veían como equivalentes. Desde el territorio en el que
existo y soy con otrxs me propongo plantear esta pregunta para fomentar la reflexión
sobre las Epistemologías del Sur y las estrategias para transitar una ecología de saberes
sin que algunos saberes denieguen y censuren otros.
Nuestro recorrido va a comenzar explorando la historia del uso de los
testimonios, la oralidad y la historia oral desde información disponible en bibliografía
sobre la temática, es decir, un recorte de investigadorxs que hablaron sobre
características, usos y orígenes que le otorgan al testimonio, la oralidad y la historia
oral.
En un segundo momento, como es imposible para los límites del trabajo explorar
todo lo que se ha dicho sobre los tres conceptos me abocaré a un caso local: ¿Cómo
funcionan los usos de la oralidad, historia oral y testimonios en los trabajos que se
hicieron sobre la Masacre de Napalpí1 y lxs investigadorxs que tratan la temática? La
metodología de este segmento consistió en análisis de tres obras sobre lo ocurrido en
Napalpí: “Napalpí, la verdad histórica” escrita por el historiador criollo Fabio Echarri,
“Crímenes en Sangre” del periodista criollo Pedro Solans y “Napa’lpí. La voz de la
sangre” de los investigadores indígenas Juan Chico y Mario Fernández. Además,
también se realizó una entrevista con Juan Chico.
A partir del trabajo pretendo aportar desde lo local a una problemática política,
epistemológica y ética regional, desde el sur y para los sures acerca del desafío de lograr
una ecología de saberes, reflexionar sobre los términos y metodologías que usamos y
fomentar el diálogo entre personas que trabajan la temática del genocidio indígena
argentino entre ellas y con la comunidad. Para lograr este último objetivo estamos
organizando un encuentro abierto en el “II Seminario de Reflexión sobre el Genocidio
Indígena en el Gran Chaco”.
1
La llamada “Masacre de Napalpí” ocurrió el 19 de julio de 1924 en la reducción de Napalpí (hoy Colonia
aborigen) en la actual provincia del Chaco, Argentina. La misma consistió en el asesinato y persecución
de alrededor de 700 miembros de las comunidades Qom y Moqoit por parte de la policía del territorio y
fuerzas paramilitares.
“Para algunos la historia oral es una construcción, una narrativa, mientras que para
otros es una forma de aproximación a los sectores sociales “sin historia”; en algunos casos es
considerada como una metodología de investigación mientras que en otros es vista como una
rama de la Historia equiparable a la historia social o económica. Para amplios sectores
profesionales la historia oral, por su subjetividad, es una mera construcción literaria, mientras
que para quienes la practican ha significado una profunda renovación intelectual” (Pozzi; 2012:65)
Oralidad y colonialidad
“Cuerpos y tradiciones, racializados y discriminados
en cuanto ejes de cognición y socialización, han
resultado invisibles e ininteligibles. Historias
locales, experiencias vividas e incrustadas en el
cuerpo -locus en el que se codifican memorias,
creencias, hábitos, oficios transmitidos en ritos
cotidianos compartidos- han sido denegadas”
(Antonacci, 2016: 472).
Después de este breve recorrido por lo que se ha dicho acerca de la historia oral,
del testimonio y de la oralidad podemos responder a nuestra primera pregunta sobre si
es lo mismo hablar de esos tres términos. Ya pudimos observar que no, representan
distintas líneas de saberes, con distintos orígenes y distintas necesidades.
Podemos entonces, intentar responder la segunda pregunta: ¿Pueden formar
parte de una misma ecología de saberes? Santos (2010) afirma que esta ecología se basa
en un reconocimiento de la pluralidad de conocimientos heterogéneos y en sus
interconexiones continuas y dinámicas sin comprometer su autonomía. No podemos
desarrollar una ecología de saberes sin entender que el mundo es diverso
epistemológicamente.
¿Alguna de las características identificadas en la historia oral, la oralidad y el
testimonio pueden negar de antemano la posibilidad de lograr una ecología de saberes?
Es muy difícil que un saber deniegue a otro en sus supuestos ya que son las personas
que producen y utilizan saberes las que pueden negar e invisibilizar otros. Sin embargo,
como pudimos observar, existen tensiones dentro de la comunidad académica en general
y de historiadorxs en particular en torno a la necesidad de legitimar un saber como
válido y riguroso y, por lo tanto, considerar otros como inválidos y vulgares. Sobre
todo, en las discusiones en torno a la historia oral se plantean pasos metodológicos que
seguramente entrarían en discusión con partidarixs del testimonio o la oralidad. La
misma consideración de las personas como fuente de información es, como vimos en la
discusión de Traverso con Calveiro, un punto fuerte de tensión.
Otra dimensión a tener en cuenta es que la posibilidad de una ecología de
saberes surge gracias a una globalización contrahegemónica y a la proliferación de
alternativas al modelo hegemónico que no se reúnen bajo la forma de única alternativa
(Santos, 2010). La ecología de saberes es una contraepistemología que implica
necesariamente un uso contrahegemónico de los saberes y de la ciencia occidental en
particular. Si el testimonio, la historia oral y la oralidad no son utilizados como
resistencia al capitalismo, machismo y colonialismo global no formarían parte de una
ecología de saberes.
La oralidad surge fuertemente opuesta al colonialismo como sistema de dominio
pero no sabemos todos los usos que se le dieron al testimonio (aunque existen
investigaciones que lo utilizan para luchar contra la violencia de género como
observamos previamente) y a la historia oral.
Por último, Santos (2010) también establece que la ecología de saberes también
implica una jerarquía en la relación entre los saberes que forman parte de ella. El autor
propone que esta jerarquía está dada según el contexto a la luz de los resultados
concretos alcanzado por cada conocimiento. El principio de precaución nos sirve en este
sentido, para valorar saberes que garanticen un mayor nivel de participación a los
grupos sociales involucrados en el diseño, ejecución y control de las investigaciones y
en los beneficios de su implementación.
Todo parecería indicarnos, que mas allá de los usos por parte de algunxs
historadordxs preocupadxs por la rigurosidad científica de la historia, no habría nada a
priori que deniegue la posibilidad de una ecología de saberes entre las líneas
investigativas del testimonio, la oralidad y la historia oral. Por esta dificultad nos
abocaremos a un caso local desde mi existencia con otrxs: las investigaciones
producidas en torno a la Masacre de Napalpí. Desde producciones reales observaremos
qué usos se le dieron a los tres términos y si es posible una ecología entre ellos.
Una de las primeras observaciones que surgen luego del análisis de dichos textos
es que no son casi visibles los términos de historia oral, testimonio y oralidad. Se utiliza
el término “testimonio” cuando se toman narraciones de diferentes personas y los
conceptos de historia oral y oralidad no aparecen. Más allá de ello, podemos dedicarnos
a tratar de entender que concepciones de los relatos orales, de la metodología para
trabajarlos y de las comunidades indígenas aparecen para mostrar qué saberes y
concepciones están funcionando.
El libro “Napalpí, la verdad histórica” fue publicado por Fabio Echarri en el año
2001. Fue pionero en tratar un tema que no estaba siendo trabajado en los ámbitos
académicos. Fabio es licenciado en historia, formó parte de la creación de la Junta de
Estudios Históricos del Chaco, del Museo del Hombre Chaqueño y del Museo de
Medios. Además, su trabajo se encuentra producido en el marco de un concurso de
trabajos históricos.
Echarri establece que trabajó con “fuentes históricas” entre las que cuenta copias
mecanografiadas de documentación oficial, periódicos de la época, expedientes de l
archivo del Poder Judicial del Chaco, declaraciones de Fernando Centeno (el
gobernador del Territorio del Chaco de aquel momento) y diarios de sesiones de la
Cámara de Diputados nacional. Con ello afirma que la investigación fue realizada
“agotando todas las fuentes históricas que nos fue posible consultar” (Echarri, 2001:
105).
“No hay pruebas- hasta el momento -, respecto de una “matanza” de doscientos aborígenes, ocurrida
el 19 de julio de 1924.Si, en cambio, de la muerte de cuatro de ellos, entre los cuales estaba el caciquillo
Pedro Maidana. Numerosos testimonios lo confirman” (Echarri, 2001: 107. El subrayado es nuestro)
“Crímenes en sangre”, por otra parte, fue publicado en el año 2008 por el
periodista Pedro Solans. El libro tuvo y tiene muchísima difusión fuera del ámbito
académico gracias también a una escritura que lo acerca a una “novela de no-ficción”
como se afirma en su contratapa.
El formato, por lo tanto, tiene una estructura narrativa en la que, aunque se citan
diálogos entre comillas, se puede apreciar fácilmente que no son citas directas sino que
son conversaciones imaginarias creadas por el autor en base a entrevistas. En las fuentes
consultadas, junto a libros, figuran los testimonios del maestro qom Mario Fernández, la
sobreviviente Melitona Enrique, Rosa Delgado (hija de la sobreviviente Rosa Chará),
los hijos de Melitona, “vecinos” de la localidad y “maestros bilingües” (Solans, 2008:
371). Solans no niega la masacre y la vincula con otras violencias estatales hacia las
comunidades indígenas en la región.
Aunque se distancia bastante en estos aspectos del trabajo de Echarri y toma, por
ejemplo, los testimonios de sobrevivientes de la masacre y de personas que forman
parte de las comunidades indígenas. Sus voces se ven objetivadas como fuentes y
distorsionadas (no sabemos si con el consenso o no de lxs entrevistadxs) para acercarse
a una narrativa amigable para todo el público.
Los testimonios que se cita son realmente citas directas y sin re-elaboración
estética. En el apartado de fuentes y bibliografía se citan libros y no a las personas que
dieron su testimonio. La necesidad de transcribir estas vivencias se relaciona con la
necesidad de mantener viva la memoria: “esta historia no se enseña en las escuelas. Se
encuentra en la memoria de los indígenas” (Chico y Fernández, 2008: 23).
¿Pueden formar parte estas tres formas de una ecología de saberes? Estamos de
acuerdo en que forman parte de los textos producidos sobre la Masacre de Napalpí pero
tienen intereses bien diferenciados y hasta contradictorios que, a nuestro parecer, no
permiten la conformación de una ecología de saberes. La principal condición para
formar parte de esta ecología es, justamente, desear formar parte de ella y no negar otros
saberes. Difícilmente los dos primeros textos formen parte de una posición que lo haga.
Siguiendo con la entrevista, Juan afirmó otras cosas que hacían eco con el
pensamiento de filósofxs defensorxs de la oralidad como que “tienen tanto valor el libro
como los que nos contó la abuela o el abuelo”, afirmando además que “el libro es un
producto de la oralidad”.
Juan está muy preocupado por este rol de la academia occidental en torno a los
testimonios: “sin darnos cuenta estamos dejando que la academia legitime todo, por eso
hay mucha gente que no quiere contar sus historias, porque caen en claustros”. Remarca
que cuando se trabaja con la oralidad “hay un compromiso con las historias de vida.
Tiene que haber un acompañamiento real porque si no se deshumaniza”. Con ello
podemos recordar nuevamente las distintas posiciones que toman los testimonios como
fuente de información: “Se quiere reivindicar la oralidad pero se toma como objeto al
entrevistado”, dijo Juan, “¿Por qué nosotros tenemos que estar atados a parámetros que
no contemplan la cuestión humana?”.
Una de las últimas cuestiones que pudimos discutir giró en torno a una hipótesis
que insistió en mi cabeza durante todo el proceso de investigación. Pudimos recorrer el
origen de todas las problematizaciones acerca de la oralidad, el testimonio y la historia
oral y en general surgen durante el período de posguerra. Quizás como forma de
resistencia a la violencia estatal terrible que generó Occidente dentro de Occidente
durante las guerras mundiales y el nazismo se tuvieron que retomar otras categorías y
prácticas de la historia que Occidente había negado anteriormente para construir su
dominio científico.
¿Qué registros escritos pueden dejar las bombas nucleares, la destrucción de las
guerras o sociedades genocidas? Frente a la violencia estatal, no se pueden tomar como
parámetros registros estatales. Sin embargo, las comunidades indígenas víctimas de los
colonialismos ya habían desarrollado anteriormente formas de resistencia a la
colonialidad del saber que violaba y destruía cuerpos y conocimientos.
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