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Del manantial de
Monte Alegre manaba un agua que era una delicia. Muchos le atribuían
propiedades curativas.
Monte Alegre era el lugar más tranquilo del mundo, al menos hasta que el agua
empezó a faltar, su bien más preciado. Entre los vecinos de Monte Alegre empezó
a cundir el pánico. No solo porque el agua fuera maravillosa, sino porque era el
medio de vida del pueblo.
-La policía descubrirá quién está robando el agua -informó el alcalde a los vecinos-.
El Inspector Mayalde llegará desde la capital mañana a primera hora para ayudar a
la policía local con la investigación.
El inspector Mayalde era famoso por solucionar casos curiosos con no menos
curiosas estrategias. Y fue una de estas curiosas estrategias lo que ayudó a
solucionar este caso. Así que nada más bajar del tren, el inspector Mayalde
empezó con sus pesquisas.
Algo incrédulos, el alcalde y los policías hicieron lo que se les pidió. A la mañana
siguiente todo el pueblo se congregó en la plaza para beber su deliciosa agua.
-Estamos aquí reunidos para celebrar la fiesta del agua -dijo el inspector Mayalde,
dirigiéndose a la gente-. Conserven las botellas, pues en ellas hay un número para
participar en un sorteo.
-Que todos sufrirán terribles picores durante tres días -dijo el inspector Mayalde.
-Y yo…
-Y yo..
Y así se fueron sumando uno a uno todos los niños del pueblo.
-Pero, ¿se puede saber qué es esto? -preguntó el alcalde-. ¿Os dais cuenta de que
podríais haber acabado con el medio de vida de Monte Alegre? De aquí salen
cientos de toneladas de agua todos los días, agua que se distribuye por todo el
país y que incluso se vende en el extranjero.
-Cientos de toneladas de residuos, señor alcalde -dijo uno de los niños-. ¿Sabe
usted la cantidad de residuos que generan las botellas donde se vende el agua?
-Tranquilos, no hay peligro -dijo el inspector Mayalde-. Era mentira. Supuse que
los ladrones vivían en el pueblo y que, a pesar de todo, no dejarían sufrir a sus
vecinos.
-Devolveremos todo el agua -dijo el chico que había hablado antes-. Pero con una
condición. Queremos poder subir a buscar agua al manantial con nuestros bidones,
como se ha hecho siempre en este pueblo. Y queremos que en las botellas de
agua donde va envasada el agua que se pone a la venta se advierta claramente
sobre los residuos que se generan y sobre el peligro de no reciclar las botellas de
plástico.
Todo el pueblo empezó a aplaudir, conmovido por las palabras del muchacho.
Y así se hizo. Desde entonces, todo el que quiera puede ir libremente al manantial
a coger agua con sus recipientes. Y las botellas muestran bien visible el mensaje
que los niños querían transmitir. Porque beber agua es bueno para la salud, pero
no podemos olvidarnos de cuidar la salud del medio ambiente.
El zorro inteligente
Cuenta la historia que un león y una leona vivían juntos en una cueva. Él era el rey
de los animales y ella la reina. Además de trabajar codo con codo poniendo paz y
orden entre los animales, estaban casados y se llevaban muy bien.
– Sí, te quiero, pero te dejo porque apestas y ya no soporto más ese olor que
desprendes y que atufa toda la cueva.
– ¿Qué apesto?… ¡Eso es mentira! Me lavo todos los días y cuido mi higiene para
estar siempre limpia y tener el pelo brillante ¡Tú lo dices porque te has enamorado
de otra leona y quieres irte a vivir con ella!
– ¡De acuerdo! ¿Te parece bien que avisemos al burro, al cerdo y al zorro?
– ¡Gracias por acudir con tanta celeridad a nuestra llamada! Os hemos reunido
aquí porque necesitamos vuestra opinión sincera. La reina y yo hemos nos hemos
enzarzado en una discusión muy desagradable y necesitamos que vosotros
decidáis quién dice la verdad.
– Quiero que os acerquéis a mi esposa y digáis si huele bien o huele mal. Eso es
todo.
Los tres animales se miraron atemorizados, pero como se trataba de una orden de
los reyes, escurrir el bulto no era una opción.
Alguien tenía que ser el primero y le tocó al burro. Bastante asustado, dio unos
pasos hacia adelante y arrimó el hocico al cuello de la leona.
El borrico pagó muy cara su contestación y se fue con el rabo entre las piernas en
busca de un nuevo lugar para vivir.
El cerdo, viendo lo que acababa de pasarle a su compañero, pensó que jugaba con
ventaja pero que aun así debía calibrar muy bien lo que debía responder. Se
aproximó a la leona, la olisqueó detenidamente, y para que no le ocurriera lo
mismo que al burro, dijo:
– ¡¿Estás diciendo que el que miente soy yo?!… ¡Debería darte vergüenza
contradecir a tu rey! ¡Lárgate de este reino para siempre! ¡Fuera de mi vista!
El cerdo, que pensaba que tenía todas las de ganar, fracasó estrepitosamente. Al
igual que el burro, tuvo que exiliarse a tierras lejanas.
El zorro, tratando de aparentar tranquilidad, fingió tener un poco de tos y dijo con
voz quebrada:
- Mundo primaria
Sigilfredo
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